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La obra

“Pues, señor, érase una vez un pueblo español, un pueblecito cualquiera”

No cabe duda alguna que es ¡Bienvenido, Mís-ter Marshall! la película más famosa y popular del cine español, especialmente para el espectador nacional. Sin embargo, para Luis García Berlanga se convirtió en una auténtica pesadilla y de ahí que en los últimos años, para él, no era lo más apetecible el que se la hicieran recordar. En la radio te pedía personalmente que no precediese la canción Copliyas de las divisas, popularmente conocida como Americanos, o sus diálogos porque le recordaban la tremenda dificultad del rodaje y las numerosas anécdotas que aunque ahora es divertido recordarlas, en su momen-

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to, estuvieron a punto de hacerle desistir del proyecto. La verdad es que Berlanga estaba algo harto de que le recordaran siempre con la célebre marcha de la película.

Berlanga era un jovencito adve-nedizo para la mayoría del equi-po técnico y artístico y allí todo el mundo opinaba y para mayor difi-cultad no era un director seguro, perfecto y ortodoxo, en esa etapa. Berlanga todo lo ponía a debate en el equipo, mostraba las inse-guridades habituales de alguien que comienza. Su forma y su esti-lo no cuadraban con el perfil puro y duro de los directores de la épo-ca que eran seguros, con carácter y acostumbrados a dar órdenes. Berlanga no era así entonces, en1952, ni lo fue nunca.

A Berlanga se le encargó una pe-lícula de corte folclórico destinada a lanzar la carrera de una cantante jovencita, Lolita Sevilla, que pro-tagonizaría la historia y que, por contrato, debía cantar entre cinco y siete canciones. En principio, la dirigiría Luis García Berlan-ga y Juan Antonio Bardem, con

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Miguel Mihura apoyando y cola-borando en el guión. A Bardem y Berlanga les encantaba una película francesa, La kermesse heróica (1935) del realizador bel-ga Jacques Feyder y tramaron un remake de esta comedia ubicada en Flandes y que narra desde una visión satírica y humorística, los deseos de una aldea de los Paí-ses Bajos de independencia de la corona española.

Esa primera idea se fue trans-formando en las vivencias de un pueblo del sur de España don-de se va a ubicar una fábrica de Coca-Cola y de como los habitan-tes del lugar reciben ese choque cultural y esa experiencia. En los primeros años de la década de los cincuenta el aparato diplomá-tico de El Pardo está haciendo lo indecible por restablecer rela-ciones diplomáticas con Estados Unidos. La prensa española y la opinión pública del país desme-nuzan las opciones y los benefi-cios que podrían devenir para Es-paña con la aprobación del Plan Marshall. De ahí que la idea fuera derivando por una negociación

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que era vista en Madrid como la forma y la fórmula de salir de la pobreza instalada en España.

La película tuvo un presupuesto de 4 954 982 pesetas, una cifra que para la época era un desembolso importante, ya que el presupuesto normal para una película nacional en esos años era de dos millones y medio, aproximadamen-te. Fue producida por la histórica y legendaria Uninci, ges-tionada por Ricardo Muñoz Suay y que se convertiría en

la productora que trajo el neorrealismo italiano a España. Bardem y Berlanga se hicieron accionistas de la produc-tora y fueron pagando su cuota con guiones y películas.

Uninci tiene un largo historial; gracias a su línea y a su trabajo fue posible que Luis Buñuel viniera a España y ro-dara Viridiana (1962). Muñoz Suay se convirtió en el me-jor colaborador de Berlanga en ¡Bienvenido, Míster

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Marshall!, no sólo era la voz principal de los productores, también el ayudante de dirección. Uninci jugará un papel decisivo ya que Berlanga sufrirá el ninguneo y el amoti-namiento de un equipo técnico y artístico que tiene serias dudas de que Berlanga fuera capaz de llevar a buen puer-to el proyecto.

José Isbert y Alberto Romea le hacían la vida imposible a Berlanga, actores que después significarían mucho para

el director valenciano; y su director de fotografía, Manuel Berenguer, no veía nada claro las ideas y propuestas del director. La productora decide finalmente y, sobre todo para conseguir una sola línea de trabajo, que sea Ber-langa quien dirija. Ahí Juan Antonio Bardem abandona el proyecto y ¡Bienvenido, Míster Marshall! acabará con-virtiéndose en la primera película, dirigida en solitario por Luis García Berlanga.

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Se rueda finalmente en el pueblo madrileño de Guadalix de la Sierra. El primer día de rodaje fue el martes 23 de septiembre de 1952. Algunas secuencias se rodaron en los Estudios CEA y la escena final del tractor en las afueras de Madrid. Se construyeron costosos decorados ya que el pueblo elegido no tenía fuente, ayuntamiento e iglesia en la misma plaza. Se optó por levantar toda una iglesia de veinte metros y una fuente en la plaza del ayuntamiento en cuyo balcón Pepe Isbert ofrecería su famoso discurso:

“¡Vecinos de Villar del Río! Como alcalde vuestro que soy os debo una explicación. Y esa expli-cación que os debo os la voy a pagar. Que yo, como alcalde vuestro que soy os debo una expli-cación y esa explicación que os debo...”