la “nueva economía” en una servilleta

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La “nueva economía” en una servilleta Publicado en Periódico Diagonal (https://www.diagonalperiodico.net) La “nueva economía” en una servilleta Enviado por pabloelorduy el Dom, 12/07/2014 - 08:00 Sección principal: La Plaza Cuerpo: Subía hace unos días a Twitter @repollo_ esta miniatura de terrorismo laboral servilleta donde lo de menos es que los miembros de un departamento determinado de dicha empresa se autodenominen “militantes” (en el sentido más soviético del término, además), y lo de más puede que sea todo el resto. Nunca una cosa tan pequeña y desechable nos había dado tantas pistas sobre el mercado del chantaje construido con base en el empleo, apuntalado simultáneamente con la conclusión de que existen valores superiores que obligan a que eso sea así y no pueda ser de otra manera. Lo que el texto de la servilleta retrata es solo un juego ilusorio en el que el cliente, esgrimiendo una alta conciencia ecológica (porque, ¿quién discutiría el ecologismo a estas alturas? ¿Quién pondría en duda su bondad?) puede de primera mano abroncar al empleado que se excede en el número de servilletas que utiliza al disponer un servicio. La relación parece muy directa, lógica e incluso deseable para engrasar a diario la maquinaria que pone en funcionamiento el mundo en el que vivimos: un jefe, visionario, ecologista, que se hace cargo de una supuesta “nueva realidad empresarial coparticipada” (una especie remix de “el cliente tiene siempre la razón” pero inserto en una visión de los negocios más sofisticada y global), en la que arenga al cliente diciendo que su intervención es necesaria (bueno, lo que dice literalmente es “mírales mal”, es decir, cuando entras en el establecimiento no has solo de consumir, has de educar), para asegurar una sostenibilidad y que, irremediablemente, pasa por afear al trabajador. Porque un valor como la ecología, una Página 1 de 3

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La “nueva economía” en una servilleta Publicado en Periódico Diagonal (https://www.diagonalperiodico.net)

La “nueva economía” en una servilleta Enviado por pabloelorduy el Dom, 12/07/2014 - 08:00 Sección principal: La PlazaCuerpo:

Subía hace unos días a Twitter @repollo_ esta miniatura de terrorismo laboral servilleta donde lo demenos es que los miembros de un departamento determinado de dicha empresa se autodenominen“militantes” (en el sentido más soviético del término, además), y lo de más puede que sea todo elresto. Nunca una cosa tan pequeña y desechable nos había dado tantas pistas sobre el mercado delchantaje construido con base en el empleo, apuntalado simultáneamente con la conclusión de queexisten valores superiores que obligan a que eso sea así y no pueda ser de otra manera.

Lo que el texto de la servilleta retrata es solo un juego ilusorio en el que el cliente, esgrimiendo unaalta conciencia ecológica (porque, ¿quién discutiría el ecologismo a estas alturas? ¿Quién pondría enduda su bondad?) puede de primera mano abroncar al empleado que se excede en el número deservilletas que utiliza al disponer un servicio. La relación parece muy directa, lógica e inclusodeseable para engrasar a diario la maquinaria que pone en funcionamiento el mundo en el quevivimos: un jefe, visionario, ecologista, que se hace cargo de una supuesta “nueva realidadempresarial coparticipada” (una especie remix de “el cliente tiene siempre la razón” pero inserto enuna visión de los negocios más sofisticada y global), en la que arenga al cliente diciendo que suintervención es necesaria (bueno, lo que dice literalmente es “mírales mal”, es decir, cuando entrasen el establecimiento no has solo de consumir, has de educar), para asegurar una sostenibilidad yque, irremediablemente, pasa por afear al trabajador. Porque un valor como la ecología, una

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servilleta más o una servilleta menos, está por encima de todo. O eso parece. Y ademásnecesitamos tu participación para que esto siga funcionando. Cliente: eres empresa.

Si la ecología estuviera por encima de todo, pues Pret a Manger directamente no existiría

¿Qué está mal aquí? Sin entrar a valorar otras cualidades de estos establecimientos como que enellos no pagamos demasiado precisamente porque les ahorramos muchísimo trabajo aunque sípaguemos lo suficiente como para que las ganancias de sus cúpulas milmultipliquen las de susempleados; podemos congratularnos de que al menos el tipo de relación que establecen las“instrucciones” de la servilleta deje a las claras que el currela es el último mono,ahorrándonos la habitual dopamina de SOMOS TEAM: al fin y al cabo son dos contra uno, y cliente yempresario parecen situarse en un mismo polo. Me recuerda un poco al emprendimiento, a ese “túpuedes ser uno de los nuestros”, a esa anulación de la lucha de clases cuando trabajador yempleador son la misma persona. Pero sobre todo, este nuevo estilo de management consigue lacuadratura del círculo: disolver esas órdenes que antes daban los jefes de viva voz dentro de unaamalgama de responsabilidad social corporativa para que parezca que tales órdenes son cosa delpasado, y que ahora las da “el cliente”, no el jefe, sino el llamado “lado de la demanda” (es unvocabulario que ya utilizan personajes como Juan Roig, el de Mercadona), aderezado con unasgotitas de conciencia social, con enfoques supuestamente “neutrales” y “de sentido común” (TM)sobre cosas que nos afectan a todos, caso del cuidado del planeta. Parece que el jefe desaparece, oque no chilla --porque el del evil eye es el cliente, y si te mira mal, con lo que te quedas es que si teechan a la calle es por “deseo del cliente”--, o que transfiere su responsabilidad a otro montándonossofismas. No está encima constantemente, dependiendo del tamaño de la empresa a veces nosabemos ni quién es, pero gana más que nunca, y más en una cadena como la que nos ocupa, Pret aManger, que en su web se jacta de pagar a sus empleados “lo máximo que nos podemos PERMITIR,no lo mínimo a lo QUE ESTAMOS OBLIGADOS”. Descontando que quizá hay que subir un poco lossueldos para poder competir por trabajadores baratos en sitios como Londres (nunca creación deriqueza, siempre administración de miseria), realmente una cosa y otra son exactamente lo mismo.

La ética para los demás, por supuesto, jamás aplicada a uno, porque se lo pueden permitir. Porqueles dejamos

Si la ecología estuviera por encima de todo, pues Pret a Manger directamente no existiría. Por muy handmade y ecológica y sustainable y tal pascual que parezca la propuesta de esta cadena, al igualque un porcentaje altísimo de los consumos que hacemos de cafés y tentempiés varios a lo largo denuestra jornada o laboral o de búsqueda de empleo o de tránsito a algún lugar (para ir a comprarmás cosas), se basa en la rapidez, la irracionalidad, las prisas y la satisfacción inmediata porque hoytengo mucha tarea y no puedo ni perder el tiempo ni ponerme a comparar precios. Por supuesto,como el señor este de la manzana que murió por temas magufos, ellos te dirán que satisfacen unanecesidad que TIENES pero que tú aún NO LO SABES (solo por este trato que se hace de auténticogilipollas al consumidor, cuando en realidad lo que tiene es prisa, habría que reconsiderar un poco lavida que llevamos. Si apuramos un poco se parece tanto a ese “tonta, tú dices que no, pero sí que tegusta”. Tú déjame a mí). No, definitivamente estos establecimientos no nos solucionan la vida nirespetan el planeta, así seamos sus clientes o sus trabajadores. De hecho, a veces esa irracionalidady satisfacciones rápidas, ese correr para todo, ese trabajo basura (pero por lo menos tienes trabajo), acaba muy mal (morir en una siestas entre cuatro trabajos para poder comprarte un coche parapoder ir a cuatro trabajos. Las tazas de papel, los cubiertos de plásticos, los millones deenvoltorios… Pero cuida cuántas servilletas entregas, cuidado).

¿Y por qué seguimos con esto y no nos suena la campanita de alerta en el cerebro a la primera?Tragamos porque en el mundo flexible podemos ejercer durante un mismo día las tres categorías,quizá no siempre en la esfera laboral, pero sí en otras. Puedes ser ese empleado puteado al que uncliente mira mal porque le ha dado seis servilletas en vez de tres pero llegar a tu casa y exigirle a tumujer que te haga la cena, o salir del establecimiento en el que trabajas y convertirte en cliente deotro: el control, como comentaba antes, lo ejercemos entre puteados, por mucho que ambaspersonas que se encuentran delante y detrás del mostrador sean en los dos casos empleado ycliente en algún momento del día. El equilibrio de la situación se mantiene (entre otras muchas

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cosas entre las que destacaría el miedo, claro), porque igual que en ciertos momentos apenaspodemos ser sujetos de decisión, sí que podemos “compensarlo” esgrimiendo ventajas en otroinstante (es esta situación ventajosa la que el reformismo llama “meritocracia”, una entelequia quehace que Benjamín Serra crea que ha firmado una especie de papel por el que por lo visto estátotalmente incapacitado para limpiar váteres). Solo cuando percibimos que la situación dedesventaja es global (clase+género+sexo+raza, u otro tipo de combinaciones), empieza a moversealgo. Digan lo que digan las servilletas o la RSC y por muy sutiles (“es que claro, imagínate quetodos empezáramos a repartir las servilletas a puñaos”… Cuando es el que tiene poder ejecutivo ydecisorio el que hace otra clase de cosas a puñaos que no son precisamente desperdiciar servilletasse le llama “incentivos” para captar a “los mejores”), que parezcan los mecanismos de contención.Nos equivocamos de objetivo. La luna, las servilletas y el dedo.

Y así, con ese control entre puteados en el que quienes deciden de verdad parecen casi el espíritusanto, ocurren cosas como eso que me gusta llamar “la paradoja de Amancio Ortega” (que ya ocurreen Walmart y McDonald’s --leedlo please--), en la que de facto somos todos los que sufragamos susbajos salarios, y que consiste en ser considerado un prohombre que dona millones a Cáritas, cuandoese dinero debería formar parte de los sueldos de sus trabajadores, a los que dada la“redistribución” que esta clase de señores hacen, no les queda otra que tirar de seguros estatalescuando no de caridad eclesiástica . “No pago sueldos porque me sale más a cuenta la caridad, queencima me desgrava” es la cara B de “para qué voy a estar encima de los curritos si ya puedoutilizar la exigencia del cliente como arma para poner y quitar personal lavándome yo las manos”. Yesas consideraciones éticas… handmade, biodegradable, tuputamadre… La ética para los demás,por supuesto, jamás aplicada a uno, porque se lo pueden permitir. Porque les dejamos. Si alguienestá en disposición de pedir a los demás sin que se le pida nada es exactamente ahí donde hay quegolpear. Si la empresa considera ciertas cosas su “misión” es porque la clave está en otro sitio: enque desaparezcan.

Temáticos: ecologismoEdición impresa:

Licencia: CC-by-SAPosición Media: Cuerpo del artículoCompartir:

Tipo Artículo: NormalAutoría: Domingos en chándalFormato imagen portada: sin fotoOrigen noticia: Domingos en chandal

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