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DE LA NADA A LA ESPERANZA Conmemoración de todos los fieles difuntos 2 de noviembre de 2008 “En la nada, de la nada, que pronto recaemos”. Ese antiguo epitafio ha sido recordado por el Papa Benedicto XVI en su segunda carta encíclica, “Salvados en esperanza”. Esa frase revela el pesimismo de la cultura romana, incapaz de descubrir un horizonte más allá de la muerte. El mundo pagano no podía esperar un futuro prometedor de vida. Los cristianos, por el contrario, sabían desde el principio que su vida, en conjunto, no caería en el vacío (cf. SS 2). Sin embargo, el Papa alude también a otras dos imágenes muy importantes en el arte paleocristiano: - En los antiguos sarcófagos cristianos se esculpía con frecuencia la imagen de Jesús como maestro. El único Maestro que puede indicar el camino de la verdad y de una vida que se alarga más allá de la muerte. - En otras ocasiones, Jesús era representado como el buen Pastor. Esa imagen, que evocaba uno de los salmos más repetidos en la liturgia funeral (Sal 23), es muy significativa para la esperanza cristiana, como se afirma en la encíclica: “El verdadero pastor es Aquel que conoce también el camino que pasa por el valle de la muerte; Aquel que incluso por el camino de la última soledad, en el que nadie me puede acompañar, va conmigo guiándome para atravesarlo” (SS 6). MISERICORDIA Y COMPASIÓN En la Conmemoración de todos los fieles difuntos podemos releer el hermoso texto de las Lamentaciones (3, 17-26). El poeta dice haber olvidado ya la dicha. Todo es amargura en su vida. Sin embargo, hay algo que le da esperanza: “Que la misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión, antes bien se renuevan cada mañana”. El creyente no se da a sí mismo las razones para vivir ni los motivos para esperar. Las recibe como un regalo de Dios. No le llevan a olvidar las raíces de su amargura, pero le ayudan a descubrir el sentido que encierran. La fe no libra a nuestra barca del embate de las olas, pero nos indica dónde está el puerto al que nos dirigimos.

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DE LA NADA A LA ESPERANZAConmemoración de todos los fieles difuntos

2 de noviembre de 2008

“En la nada, de la nada, que pronto recaemos”. Ese antiguo epitafio ha sido recordado por el Papa Benedicto XVI en su segunda carta encíclica, “Salvados en esperanza”. Esa frase revela el pesimismo de la cultura romana, incapaz de descubrir un horizonte más allá de la muerte. El mundo pagano no podía esperar un futuro prometedor de vida. Los cristianos, por el contrario, sabían desde el principio que su vida, en conjunto, no caería en el vacío (cf. SS 2).

Sin embargo, el Papa alude también a otras dos imágenes muy importantes en el arte paleocristiano:

- En los antiguos sarcófagos cristianos se esculpía con frecuencia la imagen de Jesús como maestro. El único Maestro que puede indicar el camino de la verdad y de una vida que se alarga más allá de la muerte.

- En otras ocasiones, Jesús era representado como el buen Pastor. Esa imagen, que evocaba uno de los salmos más repetidos en la liturgia funeral (Sal 23), es muy significativa para la esperanza cristiana, como se afirma en la encíclica: “El verdadero pastor es Aquel que conoce también el camino que pasa por el valle de la muerte; Aquel que incluso por el camino de la última soledad, en el que nadie me puede acompañar, va conmigo guiándome para atravesarlo” (SS 6).

MISERICORDIA Y COMPASIÓN

En la Conmemoración de todos los fieles difuntos podemos releer el hermoso texto de las Lamentaciones (3, 17-26). El poeta dice haber olvidado ya la dicha. Todo es amargura en su vida. Sin embargo, hay algo que le da esperanza: “Que la misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión, antes bien se renuevan cada mañana”.

El creyente no se da a sí mismo las razones para vivir ni los motivos para esperar. Las recibe como un regalo de Dios. No le llevan a olvidar las raíces de su amargura, pero le ayudan a descubrir el sentido que encierran. La fe no libra a nuestra barca del embate de las olas, pero nos indica dónde está el puerto al que nos dirigimos.

En este año paulino podemos leer también un texto de la carta a los Romanos (6,3-9), en el que el Apóstol compara el bautismo con un sepelio: “Por el bautismo fuimos sepultados con Cristo en la muerte”. Hemos muerto a un estilo de vida de pecado para vivir en el estilo propio de Jesús: “Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere mas; la muerte ya no tiene dominio sobre él”.

VIDA QUE NO ACABA

En el evangelio de Juan Jesús nos promete una estancia en la casa de su Padre (Jn 14, 1-6). Agradecemos al apóstol Tomás su pregunta por el camino para ese recorrido. Jesús ha podido responder con una revelación que hoy meditamos de nuevo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.

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• “Yo soy el camino”. Son muchos los que se nos han ofrecido como guías y nos han extraviado. Jesús no sólo indica la via que hemos de seguir: él mismo es el sendero que lleva a buen destino.

• “Yo soy la verdad”. Se dice que la mentira es hoy la palanca que mueve el mundo. Jesús no sólo nos dice la verdad. Él es la verdad. En él se nos revela la verdad de Dios y la verdad del ser humano.

• “Yo soy la vida”. Se nos presenta la vida como un hecho biológico, bastante frágil por cierto, o como un atolondramiento de sensaciones fugaces. Jesús es la vida feliz que perdura para siempre.

Padre de los cielos, te rogamos que concedas la paz de tu misericordia a todo nuestros difuntos que han muerto en Cristo para encontrar en él la vida que no acaba. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor. Amén.

José-Román Flecha Andrés