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57 AyTM 10.1, 2003 INTRODUCCIÓN El presente trabajo trata sobre la muralla almohade de Cáceres, uno de los recintos urba- nos andalusíes de época almohade más sobre- salientes que conservamos en nuestro país; tal importancia se debe no sólo a la extraordina- ria permanencia de gran parte del vasto perí- metro de esta cerca construida por los alari- fes muminíes a fines del siglo XII, sino también a la correcta identificación y lectura de sus ele- mentos poliorcéticos de defensa y flanqueo con independencia de los posteriores proce- sos de evolución y transformación urbana. Es decir, la cantidad y, sobre todo, la relativa cali- dad de las construcciones militares cacereñas, sorprendentemente indemnes ante el urbanis- mo moderno y contemporáneo, nos sirven como indiscutibles elementos de estudio a la hora de definir de forma sucinta el carácter La muralla almohade de Cáceres: aspectos constructivos, formales y funcionales Samuel Márquez Bueno * Pedro Gurriarán Daza ** A Pilar Bueno RESUMEN La investigación que presentamos en las siguientes líne- as tiene por objeto realizar un estudio exhaustivo de las estructuras almohades que constituyen la muralla de Cáceres. Dada la lamentable ausencia de refe- rentes arqueológicos y cronísticos, nos centraremos en la sistemática definición arquitectónica y edilicia de los importantes restos conservados a través de sus aspectos constructivos, formales y funcionales. Ade- más, se estudiará un epígrafe inédito de indudable rai- gambre almohade aún presente en la Torre de los Pozos, el cual, junto a otros elementos simbólicos asociados al mismo, representa uno de los escasos testimonios propagandísticos estudiados en obras mili- tares andalusíes promovidas por las autoridades mumi- níes. Por último, incidiremos sobre la cronología de la cerca cacereña, situando esta gran actuación edili- cia en tiempos del califa Ya´cub al-Mansur tras la cam- paña extremeña de 1196. PALABRAS CLAVE: Almohade. Cáceres. Mura- llas. Albarrana. Tapial. Epigrafía ABSTRACT The present research is mainly concerned with the development of an exhaustive study on the Almo- hade wall structures in Cáceres. Due to a regretta- ble carence of both archaelogical and chronicle fin- dings it is our intention to focus on the systematic architectural and building definition of the remarka- ble relics which have been preserved by means of its constructive, formal and functional characteristics. Furt- hermore, a study on an unknown inscription from an unquestionable Almohade procedence and still noti- ceable in the Torre de los Pozos, is also provided in this work. This inscription, along with other symbo- lic elements associated with it, represents one of the scarce propaganda testimonies analysed in militar Andalusian construction which were fostered by the Almohade authorities in charge at that time. Finally, a particular emphasis will be placed on the chrono- logy of the wall, dating this great constructive work in Califa Ya’cub al-Mansur’s times, after his militar campaign in Extremadura in 1196 KEY WORDS: Almohade. Cáceres. Wall. Alba- rrana (External tower). Tapial (Wall made of sand). Epigraphy * Yamur. Arquitectura y Arqueología S.L. ** Instituto de Estudios Campogibraltareños. Yamur. Arquitectura y Arqueología S.L.

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Page 1: La muralla almohade de Cáceres: aspectos constructivos ... · la muralla que hoy se conserva en Cáceres, es necesario apuntar cómo dos de estos pilares indispensables casi no aportarán

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INTRODUCCIÓN

El presente trabajo trata sobre la murallaalmohade de Cáceres, uno de los recintos urba-nos andalusíes de época almohade más sobre-salientes que conservamos en nuestro país; talimportancia se debe no sólo a la extraordina-ria permanencia de gran parte del vasto perí-metro de esta cerca construida por los alari-fes muminíes a fines del siglo XII, sino también

a la correcta identificación y lectura de sus ele-mentos poliorcéticos de defensa y flanqueocon independencia de los posteriores proce-sos de evolución y transformación urbana. Esdecir, la cantidad y, sobre todo, la relativa cali-dad de las construcciones militares cacereñas,sorprendentemente indemnes ante el urbanis-mo moderno y contemporáneo, nos sirvencomo indiscutibles elementos de estudio a lahora de definir de forma sucinta el carácter

La muralla almohade de Cáceres: aspectosconstructivos, formales y funcionalesSamuel Márquez Bueno *Pedro Gurriarán Daza **

A Pilar Bueno

RESUMEN

La investigación que presentamos en las siguientes líne-as tiene por objeto realizar un estudio exhaustivo delas estructuras almohades que constituyen la murallade Cáceres. Dada la lamentable ausencia de refe-rentes arqueológicos y cronísticos, nos centraremosen la sistemática definición arquitectónica y edilicia delos importantes restos conservados a través de susaspectos constructivos, formales y funcionales. Ade-más, se estudiará un epígrafe inédito de indudable rai-gambre almohade aún presente en la Torre de losPozos, el cual, junto a otros elementos simbólicosasociados al mismo, representa uno de los escasostestimonios propagandísticos estudiados en obras mili-tares andalusíes promovidas por las autoridades mumi-níes. Por último, incidiremos sobre la cronología dela cerca cacereña, situando esta gran actuación edili-cia en tiempos del califa Ya´cub al-Mansur tras la cam-paña extremeña de 1196.

PALABRAS CLAVE: Almohade. Cáceres. Mura-llas. Albarrana. Tapial. Epigrafía

ABSTRACT

The present research is mainly concerned with thedevelopment of an exhaustive study on the Almo-hade wall structures in Cáceres. Due to a regretta-ble carence of both archaelogical and chronicle fin-dings it is our intention to focus on the systematicarchitectural and building definition of the remarka-ble relics which have been preserved by means of itsconstructive, formal and functional characteristics. Furt-hermore, a study on an unknown inscription from anunquestionable Almohade procedence and still noti-ceable in the Torre de los Pozos, is also provided inthis work. This inscription, along with other symbo-lic elements associated with it, represents one of thescarce propaganda testimonies analysed in militarAndalusian construction which were fostered by theAlmohade authorities in charge at that time. Finally,a particular emphasis will be placed on the chrono-logy of the wall, dating this great constructive workin Califa Ya’cub al-Mansur’s times, after his militarcampaign in Extremadura in 1196

KEY WORDS: Almohade. Cáceres. Wall. Alba-rrana (External tower). Tapial (Wall made of sand).Epigraphy

* Yamur. Arquitectura y Arqueología S.L.

** Instituto de Estudios Campogibraltareños. Yamur. Arquitectura y Arqueología S.L.

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como fortificación de este interesante recintoy su relación con el resto de la prolija pro-ducción defensiva almohade.

Tenemos claro que el correcto conocimientoy comprensión de toda construcción militarandalusí ha de partir de la indiscutible relaciónque se establece entre tres campos distintos:histórico, a través del estudio de las fuentes,arquitectónico e, indisolublemente relacionadocon este último, arqueológico, en tanto estu-dio de estratigrafías murales y de subsuelo, esta-bleciendo su secuencia diacrónica. No obstan-te, este método de aproximación al estudiodel fenómeno poliorcético en al-Andalus noagota por sí mismo el análisis de un elementoespecífico, pues, en ocasiones, el concurso deepigrafistas y otros especialistas será indispen-sable, pero servirá como norma general paraestablecer ciertas conclusiones más o menosdefinitivas sobre el objeto de estudio cuandose relacionan entre sí las que arroja cada campode forma individual. Pues bien, y sin detener-nos demasiado en prioridades y peculiaridadesde este método (generalmente aceptado porla mayoría de la comunidad científica), convie-ne que realicemos una serie de puntualizacio-nes a la hora de aplicarlo en el caso que nosocupa. Efectivamente, cuando tratamos sobrela muralla que hoy se conserva en Cáceres, esnecesario apuntar cómo dos de estos pilaresindispensables casi no aportarán dato alguno,al ser prácticamente inexistentes. A la llamati-va e injustificable ausencia de trabajos arqueo-lógicos relacionados con la muralla, y, por aña-didura, sobre el resto del espacio intramuros,se une un inquietante silencio textual al refe-rirse a esta ciudad en el período que nos ocupa(siglo XII), solo roto por algunos datos oscu-ros en torno a asedios y conquistas. Además,no consta ninguna mención a la construcciónde defensas en Cáceres por parte de cronis-tas musulmanes o incluso cristianos.

Esta singular falta de información, que mar-cará cualquier tipo de estudio sobre las estruc-turas hoy día conservadas, ya ha sido señaladapor aquellos investigadores que se han apro-ximado de forma científica a las mismas. Así,desde el pionero estudio de Leopoldo TorresBalbás, hasta las recientes publicaciones de Fer-nando Valdés Fernández, en todas ellas se hacemención explícita a la tara documental quecaracteriza a esta fortificación extremeña 1. Ennuestro caso, obviamente, vamos a disponer deidénticos mimbres que el resto a la hora deconfeccionar un trabajo científico sobre la mura-lla de Cáceres. Es decir, la ausencia de datoscronísticos y arqueológicos nos obliga a cen-trar nuestros esfuerzos en la definición arqui-tectónica de las estructuras existentes, aun asabiendas de lo delicado que es abordar lacuestión a través de un único enfoque. De estemodo, trataremos de plantear un esquemametodológico de análisis adecuado al objeto encuestión, que nos permita obtener una correc-ta y adecuada definición de las construccionesestudiadas mediante sus aspectos constructivos,formales y funcionales.

El estudio edilicio de una estructura o edi-ficio es el resultado tanto de la misma laborarqueológica transplantada y continuada en losestratos parietales como del conocimiento dela historia de las técnicas constructivas en tantodisciplina arquitectónica; su carácter como ele-mento de datación será fundamental dentrode este enfoque analítico, aunque nunca seráconcluyente (sabemos que la técnica del tapiales característica del mundo almohade, perosólo por ella no podemos establecer datas alexistir en otros períodos; necesitamos otroselementos definitorios). Los puntos de vistatanto formales como funcionales irán íntima-mente relacionados, y son, quizás, los aspectosmás arquitectónicos, o si se prefiere, menosarqueológicos dentro del análisis. Esto es así ya

1 Así se pronunciaba ya L. TORRES BALBÁS, “Cáceres y su cerca almohade”, al-Andalus, XIII, 2, Madrid-Granada 1948, pp. 446 a472. En la actualidad destaquemos sobre todo a F. VALDÉS FERNÁNDEZ, “La fortificación islámica en Extremadura: Resultadosprovisionales de los trabajos en las alcazabas de Mérida, Badajoz y Trujillo y en la cerca urbana de Cáceres”, Extremadura Arqueo-lógica, II, Mérida-Cáceres, 1991, pp. 547 a 557; así como en “El urbanismo islámico de la Extremadura leonesa: Cuatro pautas dedesarrollo”, Genèse de la ville islamique en al-Andalus et au Magreb Occidental, Madrid, 1998, pp. 172 a 179; “Urbanismo islámicoen la Raya de Portugal”, Jornadas de cultura hispano-portuguesa, Madrid, 1999, pp. 229 a 254.

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que tratan sobre cómo los constructores decada época van adaptando la forma de susestructuras ante similares funciones, o, incluso,cómo idénticas formas responden a fines dis-tintos, sobrepasando generalmente la propianoción de arquitectura para adentrarse muchasveces en terrenos socio-políticos 2. Los aspec-tos formales han sido bastante recurridos paraestablecer cronologías, aunque sus valores nodejan de ser más o menos fiables; véase si noel filón de las torres albarranas, puertas enrecodo y tantos otros elementos, cuyo valorcronológico se ha ido adelantando progresiva-mente desde los siglos XI-XII hasta períodoomeya 3. Por el contrario, mientras las morfo-logías suelen responder a menudo a criteriosgeneralmente sincrónicos, los aspectos funcio-nales tienden a manifestarse de modo diacró-nico resolviendo formalmente necesidades pare-cidas que se repiten tanto en el espacio comoen el tiempo. En definitiva, todas estas ramifi-caciones de la analítica arquitectónica han departir, por su propio carácter, y de forma nece-saria, del estudio comparativo con aquellas otrasconstrucciones ya datadas previamente de formamás o menos indiscutible, siempre y cuando, ytal es nuestro caso, se prescinda por su ausen-cia de la información arqueológica y cronística.

Así, y con estas premisas básicas, propone-mos una aproximación exhaustiva sobre lamuralla almohade de Cáceres, incidiendo nece-sariamente en su conocimiento como realidadarquitectónica dentro del conjunto de la arqui-tectura militar andalusí en general, y almohadeen particular. Para ello nos centraremos en susaspectos constructivos y morfológicos, dondeesa “forma” particular que es la torre albarra-na presentará un protagonismo especial, dadosu elevado número, tanto que servirá para defi-

nir por sí misma el carácter del recinto com-pleto. Además de realizar un sistemático estu-dio arquitectónico, aprovecharemos este trabajopara presentar un testimonio epigráfico inédi-to, aún in situ en una de las torres de la cercacacereña, cuya evidente filiación almohadeconstituye una de las escasas referencias indis-cutibles, más allá de aspectos formales y cons-tructivos, de la autoría muminí de estas estruc-turas defensivas. Abrimos así una nueva vía deestudio en torno a uno de los más importan-tes recintos defensivos construido bajo la égidade los califas almohades en al-Andalus, intro-duciendo una nueva voz dentro de ese tradi-cional silencio que la ausencia de fuentes eintervenciones arqueológicas había tejido a sualrededor.

ASPECTOS FORMALES Y FUNCIONALES: DEFINICIÓNTIPOLÓGICA Y MORFOLÓGICA

Situación y organización en planta

El recinto amurallado de Cáceres está situa-do sobre una suave loma que forma parte dela Sierra de la Mosca, la cual se encuentra auna veintena de kilómetros a mediodía del ríoTajo 4. Alcanza esta elevación una cota máxi-ma en torno a la plaza de San Mateo de 460.27m.s.n.m.; A partir de dicho punto el terrenocae con una pendiente poco pronunciada,excepto a levante, donde el desnivel se mani-fiesta más pronunciado según nos aproxima-mos al arroyo del Marco, cuyo lecho está a406.00 m.s.n.m.. Divide este promontorio dondese alza la cerca cacereña, un afloramiento decuarcita silúrica según una alineación que dis-curre entre la torre de los Pozos y la torre del

2 Por ejemplo, la propia puerta meridional del castillo de Gormaz, monumental arco del triunfo trazado siguiendo finos cánones cali-fales, traslada un motivo eminentemente civil a una obra militar respondiendo a ideas políticas de propaganda del triunfante esta-do islámico; en este caso, el prestigio cordobés adopta como características formas que nacieron para satisfacer simples necesida-des arquitectónicas.

3 Véase como ejemplo lo referido en J. ZOZAYA, “¿Fortificaciones tempranas?”, Actas del I Congreso de Castellología Ibérica, Palen-cia, 1994, pp. 71 a 146.

4 Esta sierra constituye una pequeña elevación sobre la penillanura cacereña. De forma oval (con 15 Km de eje mayor y 7.5 Km. Deeje menor) presenta dirección SE-NO y una altura máxima de 664 m.s.n.m., elevándose unos 200 m sobre la altura media de lacitada penillanura. Refieren esta cuestión A. MORA PEÑA et alii, Cáceres, paseos y rutas naturalistas por la sierra de la Mosca, Cáce-res, 1997, p. 9.

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postigo de Santa Ana. Hacia el norte el terre-no se configura con pizarras silur-devónicas,mientras que hacia el sur la formación geoló-gica dominante será de pizarras ordovícicas 5.Las estructuras militares promovidas por lasautoridades almohades forman en su conjun-to un recinto trapezoidal tendiendo al rectán-gulo, orientado en su eje mayor de norte a sur,donde se alcanzan 440.00 m de longitudmáxima. Las coordenadas generales U.T.M. deeste recinto están comprendidas entre X,726100.7886–726465.1346; Y, 4373067.7300–4372647.8500. El perímetro construido pose-ería en su origen aproximadamente 1174.70 m,mientras que la superficie cercada total rondaríalas 8.256 Ha 6 (Lám. 1).

En su estado definitivo el recinto debió estarjalonado, aproximadamente, por unas veintetorres exentas o albarranas, de las que se con-servan dieciséis en mejor o peor estado (Fig.1).También existía una cantidad indeterminada decubos nunca superior al número de albarranas,pues solían disponerse intercalados entre ellas,de los que restan siete. De los cuatro flancosde la fortificación, aquel que mantiene su mor-fología almohade con menos alteraciones es elde poniente, comprendido entre una exentaoctogonal en el extremo suroccidental y otraalbarrana también, pero de forma desconoci-da, en el ángulo noroeste. Este tramo constade otras cinco exentas cuadrangulares alterna-das, en puntos determinados, con cubos de lamisma naturaleza. Aquellas guardan una sepa-ración bastante regular que, medida en su pro-yección ortogonal, oscila entre 60 y 80 m. Estacircunstancia apoya una posible hipótesis quedefendería la inexistencia de un acceso impor-

tante al recinto en todo este flanco , que, porotra parte, es el más vulnerable dado lo suavedel desnivel del terreno, especialmente hacia elnorte. Por otra parte, se justificaría así la situa-ción en esta zona de las mayores exentas cua-drangulares de todo el recinto: Yerba y Buja-co. En los restantes frentes sí se abrirían puertas,de las cuales sólo se conserva la conocida comoArco del Cristo.

Hemos de tener en cuenta que este recin-to es mencionado en las fuentes islámicas dedistinto periodo indistintamente como madinao como hisn 8, lo cual debe hacer plantearnosla cuestión acerca del verdadero carácter deeste asentamiento. Sin embargo, y con inde-pendencia de precisiones etimológicas que seescapan al objetivo principal de este estudio,sí resulta evidente que las mayores peculiari-dades de esta plaza residen en lo vasto de suextensión en fase almohade, acorde a lo vistoen numerosas mudun, y, sin embargo, en su almenos aparente falta de importancia adminis-trativa y cultural. Resulta sugerente, y pensa-mos que acertada, la hipótesis de Fernando Val-dés que relaciona Cáceres con una ciudadcampamento 9, para lo cual recurre al conoci-do testimonio de al-Idrisi donde se refierecómo en ella “se reunían allí para ir a robar ysaquear el país de los cristianos” 10. Aunque lacita del geógrafo ceutí se refiere a un recintoanterior al almohade objeto de estudio, ya quese encuadra en la primera mitad del siglo XII,pensamos que el concepto de gran recintopara acantonar tropas se mantiene en la últi-ma y definitiva fase constructiva islámica, defi-niendo la importancia militar del enclave. Al igualque opina Fernando Valdés, aquí encontraría-

5 Véase croquis en ibidem, 1997, pp. 9 y 11.

6 Otros autores arrojan otras cifras, como las 8.67 Ha que ofrece C. MAZZOLI-GUINTARD, Villes d´al-Andalus. L´Espagne et le Por-tugal à l´époque musulmane (VIIIe- XVe siècles), Rennes, 1996, p. 328. Considerando la superficie intramuros referida, y comparán-dola con las de otros recintos urbanos, se comprueba cómo ésta es parecida a la estudiada en Guadix (8.30 Ha), Silves (9.20 Ha)o Vascos (8.00 Ha).

7 Esta opinión es compartida de forma explícita por G. RODRÍGUEZ CEREZO, “La muralla musulmana de Cáceres”, Alcántara, Nº15, 1988, p. 98.

8 C. Mazzoli-Guintard refiere seis citas en las fuentes musulmanas sobre Cáceres, en tres de las cuales consta como madina, mien-tras que en otras dos aparece como hisn; C. Mazzoli-Guintard Op. Cit., 1996, p. 316.

9 F. VALDÉS FERNÁNDEZ, Op. Cit., 1998, pp. 172 y 173.

10 Consúltese, AL-IDRISI, Description de l´Afrique et de l´Espagne, Trad. R. Dozy y M. J. de Goeje, Amsterdam, 1969, p. 227.

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mos el típico esquema tripartito que diferen-cia gran albacar vacío para tropas, alcazaba yespacio urbano propiamente dicho, en estecaso siguiendo el modelo de organización urba-na que Christine Mazzoli-Guintard define como“ciudad de colina” 11. Pensamos que la refor-ma almohade se identificaría con ese proyec-to promovido por las autoridades califales decrear amplios recintos donde albergar grandescontingentes militares, segregados de la pobla-ción local, para acometer las periódicas cam-pañas contra tierras cristianas 12. Ejemplos coe-táneos los tenemos, por ejemplo, en Tarifa,donde se construye un nuevo recinto defen-sivo que casi duplica el anterior 13, y en Sevi-lla, ciudad en la que se establecen distintas alca-zabas articuladas en torno al antiguo alcázar taifa,separadas de la madina andalusí. Posiblemen-te responda a este concepto de campamentola enorme ampliación que sufre Jerez en esteperiodo.

De este modo, es posible atribuir a Cáce-res esta hipotética estructura organizada alre-dedor de una alcazaba que, extrañamente, ven-dría a ocupar una zona central e interior, peroque se corresponde con la rasante más eleva-da de toda la loma 14. Aunque es seguro quetendría comunicación directa con el exterior, suubicación viene a testimoniar tal vez la fosiliza-ción de la alcazaba prealmohade dentro de unanueva distribución urbana. Alrededor de la

misma se articularían tanto el espacio reserva-do a la población como un recinto vacío oalbacar y separados de manera estricta. El tes-timonio arqueológico de esta separación loposeemos en el muro que se prolonga a par-tir del paso albarrano de la torre del Horno yque atraviesa el lienzo de muralla ortogonal-mente interrumpiendo el paso del adarve (Fig.2). Aquel elemento adquiriría una importanciadeterminante, pues actuaría a modo de murodiafragma impidiendo la comunicación entreun espacio y otro, al no existir jerarquizaciónentre ambos.

Accesos. Puertas y postigos

Puerta de Mérida

Así se designa a la desaparecida puerta quese abría en el frente meridional del recinto, dela que no es visible ningún vestigio arqueoló-gico. Sin embargo, la documentación históricanos atestigua su existencia. Además, dispone-mos de testimonios que nos aportan algunosdatos sobre su construcción, como son sufábrica de cantería y la existencia de una torre-cilla adyacente al arco de su entrada 15. Seencontraba situada entre dos torres albarra-nas que la protegían, la supuesta torre de lapuerta de Mérida y la también demolida torrede Mari Lucas 16.

11 Se caracteriza este esquema porque “la ville occupe le sommet et les flancs d´une colline aux pentes douces; la muraille, court surl´ensemble du périmètre urbain. Le point le plus élevé du site porte le plus souvent le réduit fortifié [...]”; C. MAZZOLI-GUIN-TARD, Op. Cit., 1996, pp. 52 y 53.

12 Apunta esta cuestión, M. ACIÉN ALMANSA, “La fortificación en al-Andalus”, Archeologia Medievale, XXII, 1995, p. 29.

13 Véase lo referido en A. TORREMOCHA SILVA y A. J. SÁEZ RODRÍGUEZ, “Fortificaciones islámicas en la orilla norte del Estre-cho”, Actas I Congreso Internacional Fortificaciones en al-Andalus (Algeciras, noviembre-diciembre, 1996), Algeciras, 1998, pp. 189 y 198.Igualmente se cita esta cuestión en P. GURRIARÁN DAZA y A. J. SÁEZ RODRÍGUEZ, “Tapial o fábricas encofradas en recintosurbanos andalusíes”, en Actas del II Congreso Internacional “La Ciudad en al-Andalus y el Magreb”, noviembre 1999, Granada, 2002,p. 610

14 Ya se menciona una ubicación aproximada del alcázar en L. TORRES BALBÁS, Op. Cit., 1948, pp. 466 a 472, donde se relacionael conocido aljibe de las Veletas con esta construcción. Además, para restituir una posible ubicación de la alcazaba cacereña con-tamos con dos elementos principalmente: un basamento de sillares atizonados en el palacio de las Cigüeñas identificado en la Cues-ta de la Compañía, que Fernando Valdés refiere como perteneciente a una torre, F. VALDÉS FERNÁNDEZ, Op. Cit., 1998, p. 176.Por otra parte disponemos del testimonio que menciona la erección del convento de San Pablo “sobre parte de las ruinas delalcázar”, véase, M. A. ORTÍ BELMONTE, Guías Artísticas de España. Cáceres y su provincia, Barcelona, 1954, p. 23.

15 Estos datos los obtenemos a partir del testimonio acerca de la conveniencia de su demolición por un particular en 1751; consúl-tese, Archivo Municipal de Cáceres, Libro de Acuerdos, 1751-1754, 17 de febrero de 1751.

16 Refiere esta cuestión, M. M. LOZANO BARTOLOZZI, El desarrollo urbanístico de Cáceres, Cáceres, 1980, p. 71. Respecto a lasupuesta torre de la puerta de Mérida, véase F. J. SELLERS BERMEJO et alii, Las torres ocultas del recinto amurallado de Cáceres,Cáceres, 1999, apartado 7.2.

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Arco del Cristo

Se conoce con este nombre la única puer-ta conservada del recinto defensivo cacereñoanterior a época moderna, aunque también sela refiera como puerta del Río o de FuenteConcejo 17. Aparece abierta de forma oblicuaen el frente de levante de la cerca, flanqueadaen la actualidad solo por la torre del Río.

Este acceso, de tipo directo, se resuelvemediante un profundo corredor cubierto porbóveda de medio cañón cuyo frente exteriorse constituye por un arco de medio punto queapoya en simples mochetas. El arco del otroextremo arranca más alto que el anterior, adap-tándose al desnivel del pasadizo. No se apre-cia resto alguno de rastrillo ni ningún otro tipode defensa vertical. Para su construcción fue-ron empleados sillares graníticos que rondan los50 cm de altura (Lám. 2).

Se puede inferir un trazado romano para laestructura general de la puerta, siguiendo lo vistoen las puertas de San Pedro y de la Guía deCoria 18, aunque éstas sean más evolucionadaspor la presencia de rastrillo. Sin embargo, el estu-dio general del acceso no descarta una posi-ble reforma en periodo islámico 19. Para poderconcretar más debería realizarse un estudioparietal exhaustivo, aunque un primer análisisnos obliga a admitir un reaprovechamientogeneral de material clásico, incluyendo piezascon engatillados. Incluso habría que preguntar-se si las dovelas de los arcos, presumiblemen-te romanas, y aún siguiendo su orden original,fueron desmontadas y situadas de nuevo sobrelos extremos del pasadizo dentro de una refor-ma islámica prealmohade 20. En los muros delpasadizo la cantería se reapareja alternando filasde tizones con otras de simples sogas, dispo-sición no observada en Coria, aunque, por otra

parte, es ésta una formalización apreciada ennumerosas construcciones romanas. En cual-quier caso, la puerta sería luego integrada den-tro de la gran obra muminí, construyéndose ensu entorno la torre del Río para mejorar elflanqueo, y una posible torre hacia el norte, hoydesaparecida (véase infra).

Puerta de Coria

Estaba situada en el flanco septentrional delrecinto, entre dos torres que se encuentranseparadas entre sí 28 m; éstas son las del Soco-rro hacia el este y la del Rey al oeste. A pesarde que fue demolida en la segunda mitad delsiglo XVIII 21, se conoce su ubicación exactajunto a la primera de las torres referidas, decuyo basamento aún quedan restos empotra-dos dentro de una edificación posterior. Tam-bién puede apreciarse el testimonio del ante-muro que discurría paralelo a la muralla 22, peroseparado de ella en este tramo. Poco pode-mos aventurar acerca de la estructura medie-val de la puerta de Coria, aunque existen cier-tos elementos que pueden ayudarnos a trazarun hipotético esquema en planta. La torre delSocorro representaría su principal defensa,situándose a modo de espolón adelantado. Lapresencia de una hilada de sillares atizonadosen la plaza inmediata, siguiendo un recorridoortogonal a la muralla y paralelo al muro decomunicación entre la misma y la citada torre,parece representar el basamento o zócalo deun muro arrasado. En ese caso, podríamoshablar de una configuración morfológica de lapuerta a modo de bastión, limitado por el cita-do muro, el de unión entre lienzo y torre delSocorro, y el que sirve de cierre entre ambos.El acceso sería de un simple codo, configura-do por dos vanos: uno abierto al exterior posi-blemente en el frente SE y por otro practica-do en la muralla.

17 G. RODRÍGUEZ CEREZO, Op.Cit, 1988, p. 98.

18 Atribuye esta cronología B. PAVÓN MALDONADO, Tratado de arquitectura hispano-musulmana II, Madrid, 1999, p. 444.

19 Coincidimos de nuevo, en su apreciación global, con F. VALDÉS FERNÁNDEZ, Op. Cit., 1998, p. 176.

20 Esta cuestión se comprueba al verificar cómo las dovelas presentan marcas de grúas en su intradós.

21 Consúltese, M. M. LOZANO BARTOLOZZI, Op. Cit., 1980, p. 65.

22 En la pared de la casa situada en la calle Arco de España, Nº 28, lindante con el jardincillo de la plaza del Socorro, pueden apre-ciarse unos restos que pudieran pertenecer al citado antemuro. En conversación mantenida con F. J. Sellers, éste confirmó nues-tra hipótesis; para más información remitimos a F. J. SELLERS BERMEJO et alii, Op. Cit., 1999, apartado 5.3.

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Lienzos de muralla

A la hora de realizar el estudio de los lien-zos de muralla proponemos acometer el deaquellos más significativos, tanto por su buenestado de conservación como por la presen-cia de elementos singulares. De este modo,diferenciaremos:

LIENZOS OCCIDENTALES

Tramos D-6 y 6-7.

Como indica la denominación atribuida, setrata de dos tramos consecutivos de murallasituados en el frente occidental del recinto. Elprimero de ellos mide 26.40 m de longitud.Tiene adosado el cubo D muy cerca de suextremo septentrional, y el meridional limitacon la cara norte del inicio del espigón de latorre del Aver. El segundo tramo arroja una lon-gitud de 20.50 m, entre la cara sur del men-cionado paso albarrano y el extremo meridio-nal. Los 40 m de lienzo comprendidos entreeste punto y el comienzo del espigón de laRedonda, en la esquina sureste de la cerca, fue-ron demolidos en el siglo XIX 23. Resulta espe-cialmente interesante la observación de estascortinas, puesto que los datos extraídos de suanálisis nos permiten la reconstrucción ideal desu estado primitivo, con bastante aproximación,y la extrapolación de las conclusiones obteni-das al resto de muros de la cerca (Fig. 3).

El lienzo D-6 permanece limpio de cons-trucciones adosadas a intramuros. Sin embar-go, por su frente exterior se adhieren algunascasas, quedando ciertos paramentos libres hastael nivel del adarve del antemuro. Este últimoha sido desmontado en casi todo su recorri-do a pie del tramo que nos ocupa. El murotiene un grosor medio de 2.40 m y conserva

todo el pretil, de 20 m de longitud, entre lacara sur del cubo y el inicio del espigón. Apesar de que los merlones han desaparecido,excepto el más septentrional, pegado al cubo,éstos podrían restituirse gracias a las huellas desus almenas y los típicos rebajes curvos que seles asocian. Se aprecian vestigios de saeteras dis-puestas del mismo modo que la del cubo D, acaballo entre el parapeto y la merlatura (véaseinfra). Una parte importante del alzado delmuro está ejecutada en mampostería. Sobreésta se elevan cuatro hiladas de tapias, la últi-ma de ellas correspondiente al pretil.

El lienzo 6-7 sufre una mutilación atípica, yaque toda la cara que mira al interior del recin-to ha sido rebajada hasta dejar el grosor delmuro reducido a 1.50 m aproximadamente.Conserva el pretil con las huellas de las alme-nas o intervalos, lo que nos permite restituirla ubicación y tamaño de los merlones. Así,sobre una longitud de 15.40 m, podemos con-tar nueve merlones y nueve intervalos, per-diéndose todo rastro de huellas en los metrosmás meridionales del parapeto. Los mencio-nados elementos prismáticos arrojan una lon-gitud que oscila entre 1.05 y 1.10 m, y susalmenas entre 0.60 y 0.65 m. En el pretil se abrencuatro saeteras, de alzado rectangular, aboci-nadas al interior y dispuestas con una caden-cia regular, puesto que se ubican bajo merlo-nes alternos. Este esquema cuenta con paralelossignificativos en algunas estructuras conserva-das tanto en la cerca de Elvas 24 como en lade Écija 25, lo que nos permite suponer que nosencontramos ante un modo constructivo habi-tual. Exteriormente, el lienzo tiene viviendasadosadas que solo dejan al descubierto las seisúltimas hiladas de cofres de tapia, incluyendola del parapeto. Por lo que se aprecia desdeintramuros, todo el alzado del lienzo está cons-tituido por sucesivas filas de cajones de arga-

23 El derribo fue llevado a cabo para construir, en su solar, un hospital promovido por el religioso que le da el nombre a la calle adya-cente intramuros. Dicho edificio ha desaparecido en la actualidad.

24 Véase, F. B. CORREIA, “O sistema defensivo da Elvas Islâmica”, Mil anos de fortificaçoes na Península Ibérica e no Magreb (500-1500), Lisboa, 2002, pp. 360 y 361, Fig. 9.

25 Se identificaba esta disposición de las saeteras en el parapeto del lienzo cercano a la puerta del Sol; J. HERNÁNDEZ DÍAZ et alii,Catálogo arqueológico y artístico de la provincia de Sevilla, I-IV, Sevilla, 1943-1951, p. 216, Fig. 579.

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masa. No hemos identificado zócalo de mam-postería como basamento, que de existir, sereduciría a una simple obra de cimentación.

LIENZOS ORIENTALES

Tramo 16-17

Se encuentra ubicado en el frente orientaldel recinto, entre las albarranas de los Pozos ydel Río. Consta de muro y antemuro, separa-dos en el enteste con el conjunto de los Pozospor 23m de distancia que constituyen la liza; estamagnitud se va reduciendo paulatinamente segúnavanzan las dos barreras hacia la torre del Río.En las proximidades de ésta median escasos 4m entre ambas. Los pobres vestigios de mura-lla existentes en este tramo, así como la mejorconservación del antemuro, y el desconoci-miento generalizado de la existencia de esteelemento, han llevado a la confusión popularsobre el carácter de la barrera exterior, que seidentifica como muralla. Actualmente, el espa-cio comprendido entre ambas construccionesestá colmatado hasta el nivel del adarve de laexterior; ignoramos si primitivamente fue con-cebido de este modo. En cualquier caso, hemospodido comprobar cómo en la práctica totali-dad del perímetro de muralla se dispuso el ante-muro sin mediar liza entre ambos 26. Los moti-vos, por los que este lienzo supone unaexcepción a la norma, pueden ser tanto topo-gráficos como poliorcéticos, aunque esta últimahipótesis parece más lógica para el caso que nosocupa. De este modo, la ubicación adelantadadel antemuro permitía hostigar, desde una líneamás avanzada, el camino que discurre por la pen-diente más accesible hacia el arco del Cristo.

Antemuros

Autores ya clásicos han sugerido la posibleexistencia de antemuro en la muralla cacere-ña, negando, por otra parte, la subsistencia decualquier vestigio material del mismo 27. Unanálisis exhaustivo del conjunto nos parece

demostrar más bien lo contrario: que toda lamuralla estaba rodeada por un antemuro conescarpa, curiosamente sin mediar apenas lizaentre ambos elementos. Solo en ciertos tra-mos, como sería en las inmediaciones de laspuertas y en el lienzo comprendido entre Pozosy Arco del Cristo, se apartaría ostensiblemen-te, como ya se comentó. A pesar de que estadefensa adelantada apenas si puede rastrearsemás que en determinados tramos, sus vestigiosnos aportan datos suficientes como para inten-tar una primera aproximación acerca de sumorfología y trazado. Para ello, no sólo hemosde tener en cuenta los propios restos mate-riales conservados de los antemuros, sino tam-bién los de otros elementos asociados, comoson los arcos practicados de forma sistemáti-ca en los espigones de las albarranas. El estu-dio metódico de ambas estructuras, unido a latotal ausencia de cualquier tipo de barreradelante de las torres exentas, nos induce a pen-sar que el antemuro no rodeaba a éstas, sinoque atravesaba los pasos albarranos a través delos vanos referidos. De forma excepcional lostramos del elemento en cuestión flanquearíanlos lados del espigón, llegando así hasta la alba-rrana, como puede observarse con claridad enla zona de la torre Redonda. Aunque supone-mos que, en otros casos, el antemuro atrave-saría el paso albarrano sin adosarse a sus caras,no tendremos la certeza de ello hasta que laarqueología lo confirme o lo desmienta.

Sí hemos podido comprobar cómo este ele-mento de barrera disponía originalmente depretil y merlatura, idénticos a los observadosen el remate de torres y muros. El dato nos loproporciona un vestigio fosilizado en el lienzomeridional del baluarte de los Pozos (véaseinfra). La altura total que presentaría el ante-muro sería variable dependiendo del tramoque consideremos. De este modo, en el men-cionado sector de la torre Redonda su alturaconstituye la mitad de la de la muralla a la queadosa; mientras que, en la zona del cubo del

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26 Los tramos de las puertas constituirían un caso excepcional, donde sí existiría una posible liza.

27 Así se manifiesta L. TORRES BALBÁS, Op. Cit., 1948, p. 466. Por otra parte, G. RODRÍGUEZ CEREZO restringe la posible exis-tencia de antemuro al flanco oeste del recinto, Op. Cit., 1988, p. 96.

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Olivar, apenas alcanza una quinta parte de laelevación de los lienzos y cubo adyacentes. Res-pecto a la anchura, en esta zona hemos podi-do recoger magnitudes variables entre 1.65 y1.88 m en los tramos inmediatos a dicho cubo,y 2.30 m junto al cercano resto fósil referido.

Torres albarranas

Como ya se verá más adelante en la deta-llada descripción de cada uno de los bastionesdefensivos, solamente tenemos constancia dedos albarranas con forma de prisma octogonallevantadas sobre una base cúbica, resolvién-dose la transición entre ambos sólidos median-te planos triangulares inclinados. Todas las demásse constituyen como troncos de prisma o depirámide. Los habitáculos situados a la alturadel adarve muestran diferentes plantas y alza-dos, tanto en las dos octogonales como en lade los Pozos. Sin embargo, en las cuatro exen-tas, de planta cuadrangular, que apenas hansufrido modificaciones y que se hallan dispuestasconsecutivamente en el flanco oeste, aparecendos tipos de cámara de diferente forma a lasanteriores pero repetidos por pares. Es posi-ble suponer que estos últimos hubiesen sidoextensibles al resto de albarranas del recinto,dado el carácter peculiar de las tres referidasen primer término. En cualquier caso, y con inde-pendencia del trazado adoptado en cada unode estos habitáculos, lo que sí parece eviden-te es la función asignada a tales espacios; puesen ninguno se observan vestigios de aperturaal exterior, como saeteras o ventanas de las quepodamos asegurar su origen en el momentode erección de los bastiones. De este modo,parece que el uso destinado a las cámaras erael de servir de almacén de armas y pertrechos,y eventual habitáculo para la guardia que vela-ba los adarves.

Torre de la Basura

Se encuentra emplazada en el ángulo noroc-cidental del recinto. En el plano aparece indi-cada con el Nº 1, y debió disponerse unos 37m al oeste de la del Rey, y 65 m al norte dela de Bujaco. Responde también a los nombresde Buraca, Burraca, Buhaca y Bujaca 28. De latorre no subsiste vestigio visible en la actuali-dad, pero su paso albarrano puede rastrearse,con bastante claridad, en planos de parcelarioy otros 29. La parte identificada del espigónarroja una longitud aproximada de 5 m y unalatitud de 2.50 m. La unión entre éste y el ángu-lo de la muralla se halla hoy día muy alterada,como resultado de haberse sucedido múltiplesedificaciones y demoliciones. A pesar de todo,el aparejador Agustín Flores Alcántara, que haestudiado el rincón con detenimiento, especu-la acerca de dos posibles vanos que conecta-ban el interior del recinto con el adarve del ante-muro. Estos pasos debieron de ser de menguadotamaño, justo para el paso de una persona, ydebieron de situarse uno a cada lado delencuentro entre el espigón y la muralla 30. Pare-ce ser que la parte inferior de la obra almo-hade aquí ejecutada se dispuso sobre tramosde sillares dispuestos a soga y tizón, tal vezmaterial de acarreo preislámico 31(Fig. 4). Laparte superior, tanto de muros como de espi-gón, fue levantada en tapia, como es habitualen el recinto cacereño.

Torre de Bujaco

Emplazada en el flanco occidental de lacerca. En el plano se marca con el Nº 2. Estásituada 65 m al sur de la de la Basura y 70 mal norte de la de la Yerba. La profunda refor-ma que sufrió esta albarrana en el siglo XV haimpedido detectar cualquier elemento de la

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28 Consúltese F. BRAVO Y BRAVO, “Las torres del Horno y de la Yerba tienen los nombres trastocados”, Diario Extremadura, Cáce-res, 28 Mayo 1975, p. 9; M. M. LOZANO BARTOLOZZI, Op. Cit., 1980, p. 69 ; y F. J. SELLERS BERMEJO et alii, Op. Cit., 1999,apartado 5.4.

29 Véanse, entre otros planos, el de M. MATAS CASCOS, Plano de análisis de las murallas de Cáceres, escala 1:250, plano Nº 61; asícomo Plano de Cáceres del servicio de cartografía digital municipal, escala de digitalización 1:500, hojas 2762-E, 2762-G, 2763-A, 1997.

30 Datos extraídos de F. J. SELLERS BERMEJO et alii, Op. Cit., 1999, apartado 5.1, y entrevista personal con Agustín Flores Alcántara,que redactó el apartado del informe dedicado a esta torre.

31 Varias hiladas de ellos pueden verse en fotografías inéditas tomadas por Enrique Cerrillo en 1974, durante la intervención realiza-da por el constructor Antonio Abreu Tejero.

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primitiva obra de los Unitarios. Tal intervenciónconsistió en forrar por completo el macizo detapia y sustituir las cámaras originales por otrasde nuevo cuño. La torre actual posee formatroncoprismática; el cuadrado de su base mide11.50 m de lado, y alcanza el bastión una altu-ra de 21.50 m en el remate piramidal de susmerlones. Estas dimensiones, unidas al hechode ubicarse sobre una de las pendientes mássuaves del promontorio, permiten suponer parala primitiva de Bujaco un tamaño y forma simi-lares a la vecina de la Yerba. Las dos debieronde ser, con diferencia, las mayores albarranasde todo el conjunto amurallado.

Torre de la Yerba 32

Se encuentra ubicada en el flanco occiden-tal del recinto. En el plano aparece con el Nº3, y se sitúa 70 m al sur de la de Bujaco y 51m al norte de la del Horno. En la actualidadestá libre de viviendas parásitas en todo superímetro excepto en un tramo de su caraoriental y la mitad de la cara septentrional.Todas las cotas, tanto de la torre como delespigón, se nombrarán tomando como refe-rencia el plano horizontal imaginario que pasapor la base de la albarrana en su cara occidental.

La planta es un trapezoide casi cuadradocuyos lados oeste y sur arrojan unas dimensionesde 7.90 y 8 m respectivamente. Sobre este últi-mo, y a 3.10 m de altura, se localiza una zarpa,actualmente muy erosionada, que retranquea0.32 m la cara meridional. Como consecuen-cia de ello, la anchura del frente orientado aponiente se ve reducida a 7.58 m. La torretiene un desarrollo troncoprismático hasta 15m de cota aproximadamente. De ahí hasta los20.85 m de altura máxima, la forma de la torrese vuelve troncopiramidal. La planta de la terra-za mide, comenzando por el lado oeste, y ensentido levógiro, 7.28 x 7.75 x 7.43 x 7.90 m.El paso albarrano arroja en el tramo corres-pondiente al actual foro de los Balbos una lon-

gitud 11.97 m desde el bastión exento hasta laprimitiva línea de muralla, demolida en 1930.El muro que hoy se contempla es una discuti-ble reconstrucción de principios de la décadade los setenta del siglo pasado; su frente avan-za 0.97 m sobre el original y su adarve está situa-do 2.20 m por debajo del desaparecido. La cotadel espigón, incluyendo pretil y merlatura, es de17.20 m sobre el nivel de referencia. Sin embar-go, la altura real se reduce a una media de 14m sobre el terreno circundante, más elevado yhorizontal que el primitivo, probablemente debi-do a sucesivas amortizaciones y nivelaciones.

Pensamos que el espigón se edificó sobreuna torre de flanqueo más antigua 33, cuya basearranca a una cota de entre 2.50 y 3 m de loque debió ser la rasante original, y 5.45 m res-pecto a la cota cero. Tras dos zarpas, a 6.48 y7.05 m de altura, sus restos alcanzan una cotade 9.20 m. De ese punto nacería un arco desa-parecido, que cobijaba el vano de aproxima-damente 2 m de luz, actualmente cegado eirreconocible, y que atravesaba todo el grosordel paso albarrano conectando así los adarvesde los diferentes tramos de antemuro. Estatorrecilla primitiva sobresaldría apenas 2.43 mdel muro original, sin tener en cuenta las zar-pas, y arroja una anchura de 3.90 m aproxi-madamente; la misma que la del espigón en labase. Esta magnitud se reduce a 3.50 m en eladarve a causa del desarrollo ligeramente ata-ludado de sus caras. El remate de la meridio-nal conserva aún el pretil con sus correspon-dientes merlones, de los que se cuentan nueveen la actualidad. El encuentro entre el espigóny la albarrana se produce con evidente excen-tricidad, acercándose al extremo septentrionalde la cara oriental.

Con respecto a su estructura interior, laalbarrana alberga dos cámaras cuyo suelo seeleva 0.11 m sobre el adarve del paso inme-diato. La oriental presenta planta trapezoidetendente al rectángulo, mientras que la occi-

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32 Popularmente, ésta era conocida con el nombre de su vecina torre del Horno, y viceversa. Léase F. BRAVO Y BRAVO, Op. Cit.,28 Mayo 1975, p. 9.

33 Comenta esta cuestión referida a la presencia de torres islámicas prealmohades, F. VALDÉS FERNÁNDEZ, Op. Cit., 1998, p. 173.

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dental sí es rectangular, con sus paredes total-mente paralelas a las caras exteriores de latorre. Se orientan sus lados cortos a norte ysur, y están cubiertas por sendas bóvedas demedio cañón, ligeramente rebajadas, con su ejede revolución perpendicular al espigón. Desdeéste se ingresa al primer habitáculo a través deun vano, con arco escarzano, de 1.85 m de luz,entre 0.86 y 0.90 m de profundidad, y 1.98 mde altura. Comenzando por el lado occidentaly en sentido levógiro, esta estancia tiene unasdimensiones de 4.90 x 2.20 x 5.04 x 2.36 m,alcanzando una elevación máxima de 2.56 men la clave de la bóveda. Desde la parte surde la habitación se accede a la terraza de latorre mediante una escalera organizada en trestramos que, según asciende, va quebrandosucesivamente 90º a izquierda. A la segundacámara se penetra desde la primera franque-ando un vano arcuado, más o menos alineadocon el de la entrada a la exenta. Aquel tieneuna profundidad de 0.66 m, 0.85 m de luz, y1.92 m de altura. Nombrados, de la maneraque nos es habitual, los lados de la segundacámara arrojan unas medidas de 5.34 x 2.42 x5.35 x 2.46 m, alcanzando una elevación máxi-ma de 2.66 m en la clave de la bóveda. Supared oeste está horadada por un gran huecocon ventana abierta al exterior. En la meridio-nal encontramos tallada también una pequeñahornacina, así como en la septentrional de laprimera habitación, que tiene otro hueco 34. Laautoría de estos rebajes no está clara en abso-luto dados los datos que poseemos, por lo queno se puede descartar su origen tanto a modode tacas utilitarias originales (quizás para can-diles, dado su tamaño) como elementos reta-llados con posterioridad durante su conversiónen viviendas o anejos de ellas.

En cuanto a la terraza, ésta mantiene todoslos pretiles originales, sin embargo, sólo las mer-laturas norte y sur lo son. La occidental es unainexacta reconstrucción ejecutada en los añossesenta del siglo XX, mientras que la cara opues-

ta está rematada por un pretil sobreelevadoque ocupa el lugar destinado a los merlones.En origen, cada parapeto debió recibir seis pris-mas, contando como dobles los de los extre-mos, que tendrían planta en forma de L; en laactualidad sólo presenta este esquema el corres-pondiente a la esquina noroeste, aunque laexploración de todo el pretil occidental pro-porciona indicios que nos permiten suponersimilar organización para el vértice suroeste.Excepto el que mira al espigón, cada pretil estáhoradado por dos saeteras que se sitúan cadauna bajo el merlón adyacente al esquinero. Estastroneras son de alzado rectangular, remate curvoy con derrame al interior. El grosor medio deparapetos y prismas es de 0.50 m, salvo el oesteque, excepcionalmente, es de 0.37 m. La lon-gitud de los merlones oscila entre 0.85 y 0.95m, y la de sus intervalos entre 0.45 y 0.55 m.

La torre está construida casi exclusivamen-te con tapia de hormigón de cal. Aunque la parteinferior de los ángulos está reforzada puntual-mente con sillares graníticos, no se descartaque fueran insertados con posterioridad a suconstrucción, dada la irregularidad de su dis-posición. La altura de cada cajón oscila entre0.80 y 0.90 m. Debido a los parches y proyec-tados que sufre la superficie de la albarrana esdifícil apreciar el número de hiladas que la com-ponen. Aun así, puede estimarse un número totalde veintidós, de las que las tres inferiores abar-carían desde la base hasta la zarpa; las catorcesiguientes llegarían hasta el suelo de las cáma-ras, y las seis últimas hasta el coronamiento delbastión. El ladrillo se reservó exclusivamentepara los arcos y bóvedas de las cámaras. El pasoalbarrano también está construido medianteencofrados, mientras que el cubo sobre el queasienta éste se resolverá con sillares graníticos.

Torre del Horno

Esta torre está ubicada en el flanco occidentalde la cerca; en el plano se refleja con el Nº 4.

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34 En una fotografía de 1869, tomada desde la Plaza Mayor, se distingue una ventana que se correspondería con el hueco en cues-tión. Hoy en día no se aprecia resto alguno de tal vano tras la última intervención restauradora. Véase en AA. VV., Cáceres, la his-toria viva, Cáceres, 1992, p. 23.

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Está situada 56 m al sur de la de la Yerba, y 51m al norte de la del Postigo de Santa Ana.Debido a la inexistencia de construcciones ado-sadas en su cara septentrional se puede aco-tar su altura en 17.20 m. Aprovechando estacircunstancia, todas las cotas, tanto de la torrecomo de su paso albarrano y de la murallaadyacente, se nombrarán tomando como refe-rencia el plano horizontal imaginario que pasapor el nivel de la calle en la base de la alba-rrana. Su planta es un trapezoide casi cuadra-do cuyo lado libre arroja una longitud de 6.80m. Sin embargo, medido sobre los merlones,el mismo lado mide 6.50 m, el lado este 6.57m, el sur 6.70 m y el oeste 6.55 m. Así pues,nos hallamos ante una torre claramente tron-copiramidal (Fig. 5).

Desde la exenta hasta la muralla, el paso alba-rrano o espigón tiene una longitud de 6.25 m,aunque su adarve mide en total 8.30 m. Éstese halla a 4.80 m por encima del paso de rondade la muralla que es interrumpida por el cita-do espigón. Es muy probable que esta últimaestructura no fuese más que la prolongacióndel muro interno que saliendo de la alcazaba,y separando el albacar de la medina, entesta-ba en la torre del Horno. Intramuros puedeverse el roto del paso albarrano del que, ensu parte inferior, se abrió un acceso escalona-do muy empinado que, atravesando longitudi-nalmente el espigón, sale al exterior en el adar-ve del mismo junto a la puerta de la torre. Laexcavación de esta entrada debió de realizar-se a la par que la destrucción del referido murointerno, puesto que a la vez que se condenóel único acceso fue necesario abrir otro. Eladarve del paso albarrano se encuentra a unacota de 12.20 m y el del antemuro a 2.50 m.Éste debió de adosarse a lo largo de las doscaras del espigón por ser éste tan corto. En eltramo norte de muralla adyacente se puedenapreciar los restos del antemural, a modo derelleno de tapia, más prominente que la caraexterior del muro. El paso albarrano apoyaencima de una primitiva torre de flanqueo dela que se conserva un macizo de 5 m de altu-ra por 3.60 m de anchura, idéntica a la delespigón, con 1.90 m de saliente. Puesto que labase de esta torrecilla está a la altura del adar-ve del antemuro, el arco del paso albarrano

arranca, por hacerlo de la cima de aquella, auna cota de 7.50 m y tiene una luz de 1.25 m.La distancia entre el intradós del arco y el adar-ve que discurre por encima es de 4 m. El adar-ve de la muralla interrumpida por el espigónse halla al mismo nivel que la cima de la torrede flanqueo y que el arranque del arco (Fig. 2).

La torre alberga en su interior dos cáma-ras de planta trapezoide con tendencia al rec-tángulo, orientándose sus lados estrechos anorte y sur (Lám. 3). Están cubiertas por sen-das bóvedas de medio cañón, ligeramente escar-zanas, con su eje de revolución perpendicularal paso albarrano. Desde éste se accede a laprimera cámara mediante un vano arcuado de1.40 m de luz, entre 0.90 y 1 m de profundi-dad y 1.80 m de altura. La estancia tiene unasdimensiones de 4 x 1.45 m, alcanzando una altu-ra máxima de 2.30 m en la clave de la bóve-da. Desde la parte sur de la estancia se acce-de a la terraza de la torre mediante una escaleraque, adosada interiormente a la pared orien-tal, alcanza en un rellano el ángulo interiorsudeste y, tras un quiebro de 90º, asciendeparalela a la cara meridional. A la segunda cáma-ra se penetra desde la primera a través de unvano, con arco rebajado, prácticamente aline-ado con el de entrada a la albarrana. Aquel tieneuna profundidad de 0.70 m, 1.20 m de luz y1.65 m de altura. Tras la puerta, la cámara pre-senta el suelo rehundido unos 10 cm respec-to la anterior. Nombradas en orden: oeste,norte, este y sur, las dimensiones respectivasde dicha estancia arrojan unos valores de 4.30x 2.10 x 4.30 x 2.30 m, alcanzando una alturamáxima de 2.65 m en la clave de la bóveda.Todos sus muros, exceptuando el correspon-diente al vano de acceso, están horadados porventanas abiertas al exterior, ninguna de lascuales es obra primitiva, pues debieron practi-carse cuando se transformó el interior de latorre en vivienda o anejo de una. De hecho,no consta en las albarranas cacereñas la exis-tencia de cámaras con saeteras.

En cuanto a la terraza, ésta mantiene la mer-latura y todos los pretiles originales salvo en elfrente orientado hacia el espigón, que es el delevante. Los trece elementos prismáticos con-servados se distribuyen de cinco en cinco por

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cada cara. Se cuentan dobles los de las esqui-nas suroccidental y noroccidental, por poseerplanta en forma de L en lugar de rectangular.Excepto en el frente este, en cada uno de losdemás pretiles, bajo los merlones pares de cadafrente, se sitúan dos saeteras de alzado rec-tangular y remate curvo con derrame al inte-rior. El grosor de parapetos y de la merlaturaes de medio metro aproximadamente, y sus altu-ras correspondientes coinciden con las de loscajones de tapial empleados en la construc-ción. La anchura de estos elementos prismáti-cos oscila entre 0.85 y 0.90 m, y la de sus inter-valos entre 0.45 y 0.55 m. En éstos se puedenver los típicos rebajes curvos que proliferan enpretiles almenados de obras militares Unitarias(véase infra).

La torre está construida casi exclusivamen-te en tapias hormigonadas, excepto la parte in-ferior, ejecutada con sillares graníticos reapro-vechados de construcciones prealmohades.Cimenta directamente sobre un bloque de rocacuarcítica que sobresale hasta 0.90 m respec-to al nivel de referencia; no se observa ningúntrabajo de preparación del substrato base. Paraacomodarse a este perfil irregular se utilizaronmampuestos y dos filas de sillares que genera-ron una base horizontal, a 1.80 m, sobre la quese dispusieron otras dos hiladas más retran-queadas cinco centímetros respecto a las infe-riores. Así, y a partir de este punto, situado a2.50 m de altura, se inicia la obra de tapia. Deun total de diecisiete hiladas, once correspon-den al bloque macizo de la torre, cuatro a lacámara y dos a los pretiles y merlatura. La altu-ra de cada encofrado es constante: 0.90 m. Apesar de que el revestimiento ha desapareci-do casi por completo todavía se observan res-tos de las franjas de mortero de cal que enmar-caban los cajones de tapia y del revoco, delmismo material, que cubría por completo para-petos y merlones. Las bóvedas de la cámaras,actualmente enlucidas, son de fábrica latericia,así como los arcos de entrada.

A causa de los parches existentes en la epi-dermis de estas construcciones no es fácil versi están alineadas las hiladas de tapia de alba-rrana y espigón, aunque parece ser que así es.Por los datos disponibles actualmente no es

posible saber si traban o no ambas estructu-ras. El paso albarrano también está cimentadosobre el mismo espolón rocoso y, al igual quela torre, se encuentra construido en tapia. Sinembargo, la parte de antemuro que discurre asus pies es de mampostería. El cubo primitivosobre el que asienta el espigón se ejecutó igual-mente con fábrica de mampuesto reforzadacon sillares esquineros, y trabada con morte-ro de cal. El arco que arranca de aquél se cons-truyó con ladrillo.

Torre del Postigo de Santa Ana

Se encuentra ubicada en el flanco occidentaldel recinto. En el plano aparece con el Nº 5,y se sitúa 51 m al sur de la del Horno y 75 mal norte de la del Aver. Se llama así porque enépoca cristiana se abrió una puerta en la mura-lla junto al inicio de su paso albarrano o espi-gón. Es difícil conocer su altura exacta puestoque se halla rodeada de casas adosadas entodos sus frentes. Aun así se calcula tal mag-nitud en 18 m aproximadamente, de los queserían visibles sus últimos 9 m de alzado.Comenzando por la cara oeste, opuesta alespigón, y en sentido contrario a las agujas delreloj, su planta mide 6.84 x 6.37 x 6.81 x 6.40m acotada en la terraza. Debido a la forma pris-mática de la albarrana, se le suponen a la basedimensiones similares o muy aproximadas. Elpaso albarrano arroja una longitud cercana alos quince metros, de los cuales los ocho máspróximos a la torre son los que han sufridomenos modificaciones. Su anchura en el entes-te con la albarrana es 2.40 m, siendo sensi-blemente mayor a 6 m de esta zona: 2.50 m.En la parte más próxima a la muralla, el espi-gón es horadado por un vano con arco escar-zano, por el que pasa una calleja. El arco sus-tituye a otro más estrecho que debió ocuparel mismo lugar y que cobijaba el paso de rondadel antemuro. A causa de la pendiente queexperimenta el terreno donde asienta el pasoalbarrano, la altura de su adarve se reduce apoco más de seis metros en la unión con lamuralla.

En el nivel del adarve, el espigón cuentacon parapetos laterales que, según se van acer-cando a la torre, se elevan escalonadamente,

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hasta tres veces su altura, para proteger la esca-lera que asciende, por su parte sur, a la terra-za que hay sobre la cámara (Fig. 6). A ésta seaccede a través de un vano que originaria-mente tuvo 1.60 m de profundidad.

En planta, la cámara se halla descentradarespecto a la torre y tienen sus muros espesorvariable (Lám. 4). Cabe destacar el enorme gro-sor de 2.40 m del que mira a poniente. La ubi-cación de los lados largos y cortos de estaestancia coincide con los de la torre: sus fren-tes más anchos miran al este y oeste. Volumé-tricamente expresado, la habitación podría ase-mejarse a un baúl. Su planta es un trapezoidede 3.62 x 2.70 x 3.57 x 2.73 m con tendenciaal rectángulo. A 2 m de altura arranca una bóve-da de medio cañón, ligeramente escarzana, consu eje de revolución perpendicular al paso alba-rrano. La cámara alcanza una elevación máxi-ma de 3.20 m en la clave de la bóveda, la cualposee un grosor en este punto de aproxima-damente 0.50 m. En cada cara corta del habi-táculo se ubica una hornacina cuadrangular queencaja en la altura de la segunda fila de cajo-nes de tapia contada a partir del suelo.

En cuanto a la terraza, ésta mantiene todoslos pretiles originales, al igual que sucede conla merlatura, excepto en el frente orientadohacia el paso albarrano. Los diez elementosprismáticos conservados se distribuyen de lasiguiente manera: cuatro sobre el parapetooeste y tres encima de cada uno de los preti-les norte y sur. Puesto que los merlones esqui-neros no adoptan aquí planta de L, el canto delos exteriores de la fachada oeste está alinea-do con las caras externas de los prismas de losfrentes norte y sur. Sobre el parapeto orien-tal, que mira hacia el espigón, se alzan actual-mente tres merlones modernos que no guar-dan la ubicación de los originales que sustituyen.A pesar de ello, sería posible restituir el mer-

lón más meridional del pretil mencionado congarantías de devolverle sus dimensiones y colo-cación primitivas. En los parapetos, bajo los dosmerlones centrales de cada frente, excepto alevante, se sitúan dos saeteras de alzado rec-tangular y derrame al interior. El grosor de loselementos aquí mencionados es de mediometro y sus alturas correspondientes coinci-den con las de los cajones de tapial emplea-dos en la construcción. La anchura de los mer-lones oscila entre 1.46 y 1.25 m, y la de susintervalos entre 0.49 y 0.68 m. Si se compa-ran estas medidas con las de otras fortifica-ciones almohades coetáneas, se compruebacómo las de esta torre son bastante más anchas,incluso el doble en algunos casos 35.

De la parte superior de la torre permane-cen visibles hasta diez hiladas de tapias. A pesarde que los primeros metros de alzado quedanocultos por el caserío, contamos con el testi-monio del arquitecto Miguel Matas Cascos,quien reconoció en esta zona un aparejo desillares graníticos. Desconocemos la altura quealcanza el basamento pétreo del que formaríaparte tal aparejo; aunque, al parecer, en su carade levante se elevaría entre cinco y diez metrossobre el terreno situado a sus pies 36. En cual-quier caso, es posible que el zócalo en cues-tión no contase con el mismo número de hila-das en todos sus frentes, pues asienta sobre unterreno en fuerte desnivel. En lo que respec-ta al espigón, sin contar las hiladas correspon-dientes a pretiles y merlatura, la obra de tapiase reduce a una fila superior de cajones dehormigón de cal que corona un elevado basa-mento de mampostería.

Todavía subsisten vestigios de los revesti-mientos originarios de la torre, tanto de lastípicas cintas de mortero de cal que bordeanlos cajones de hormigón, como del enlucidohidrófugo que cubre parapetos y merlones.

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35 Compruébese en comparación con lo referido por B. PAVÓN MALDONADO, Op. Cit., 1999, p. 288.

36 El citado arquitecto asegura que pudo observar el citado paramento en el interior de una habitación que ocupa la tercera plantade un inmueble adyacente. Dado que el reconocimiento fue realizado hace ya algunos años, en el transcurso de unas obras, a díade hoy tales vestigios están ocultos tras un enlucido. Por desgracia, no existe documentación fotográfica que nos permita estudiarla disposición de la sillería.

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Torre del Aver

La siguiente albarrana, aunque también res-ponde al nombre de torre del Postigo, se cono-ce por torre del Aver y por sus variantes Laver,Avero y La Ved 37 (Figs. 3 y 7). Se ubica en elflanco occidental de la cerca; en el plano apa-rece con el Nº 6 y está situada 75 m al sur dela del Postigo de Santa Ana, y 67 m al nortede la octogonal conocida como Redonda.

Gracias a que su frente oeste está libre decasas adosadas se ha podido determinar sualtura en 19.50 m aproximadamente. Aprove-chando esta circunstancia, todas las cotas, tantode la torre como de su paso albarrano y de lamuralla adyacente, se nombrarán tomandocomo referencia el plano horizontal imaginarioque pasa por el nivel de la calle y la base dela albarrana. La planta es un cuadrado de 6.80m de lado y la forma de la torre es aparente-mente prismática. El espigón arroja diferenteslongitudes, pues la muralla experimenta un quie-bro en cremallera en el encuentro entre ambos.Así pues, mientras que la cara norte del pasomide 10.40 m, la correspondiente al sur sola-mente arroja 8.95 m. A pesar de que se cal-cula su anchura en 2.77 m aproximadamente,no es posible conocer el valor exacto de estamagnitud en su adarve, que transcurre a unacota de 13.70 m, porque la parte superior dela cara septentrional está desmoronada en laactualidad. Éste es el segundo espigón de todoel conjunto de Cáceres en el que se ha podi-do constatar la presencia de dos vanos. Comen-zando por la muralla, el arco del primer huecoarranca, a una cota de 10 m, desde el rematede lo que queda de una torre de flanqueo pre-almohade. Tiene una luz de 1 m y la distanciaentre su trasdós e intradós es de 0.50 m. Elvano cobijado por este arco debe su existen-cia al paso de ronda del antemuro que discu-rre a pie de muralla y atraviesa los pasos alba-

rranos. Y si se considera que ese adarve estáa idéntico nivel que el suelo intramuros, sepuede calcular la altura de este hueco en unos5.50 m aproximadamente sobre el menciona-do paso, que a su vez tendría en ese punto unacota de 4.60 m. Entre el intradós de la clavedel arco y el adarve que pasa por encima hayun grosor de 3 m. El arco del segundo vanose empotra en el macizo de la torre, arrancaa una cota de 8.30 m y tiene una luz de 2.15m, siendo la distancia entre el trasdós e intra-dós de 0.90 m. Coincide, incluyendo la rosca,con la altura de dos hiladas de tapias.

Al margen de la torre del Aire, también enCáceres, existen al menos dos ejemplos cono-cidos de pasos albarranos horadados por unpar de arcos en otras fortificaciones. Uno esel situado junto a la puerta de Sevilla en Cór-doba. Al parecer, el arco más próximo al murocobijaba el paso de ronda del antemuro, al igualque en Cáceres, salvando el segundo arco unfoso defensivo 38, que en el caso que nos ocupa,sería más complicado demostrar. El segundoejemplo es más próximo: la albarrana del alba-car de Trujillo. Formalmente es muy similar alas torres del Aver y del Postigo de Santa Ana,pues son idénticas las cámaras y su disposición,así como el acceso a la terraza almenada. Lascoincidencias continúan en los espigones, puesen Trujillo el paso nace también de una torremás antigua, cilíndrica ésta, aunque el vano máspróximo a la exenta no tendría una funcióndefinida o aclarada. Así, la única diferencia estri-ba en que, mientras en la del Aver el primerarco claramente salva el adarve del antemuro,en Trujillo no se conservan vestigios de posi-ble antemural rodeando el albacar.

En el nivel del adarve, el paso albarranoestaba dotado de pretiles laterales que, segúnse iban acercando a la torre, se elevaban esca-lonadamente hasta tres veces su altura para

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37 El repertorio de denominaciones se cita en M. M. LOZANO BARTOLOZZI, Op. Cit., 1980, p. 71; G. RODRÍGUEZ CEREZO, Op.Cit., 1988, p. 103; así como en F. BRAVO Y BRAVO, Op. Cit., 28 Mayo 1975, p. 9. La segunda de las variantes aparece únicamenteen el ya citado Plano de Cáceres del servicio de cartografía digital municipal, escala de digitalización 1:500, hojas 2762-E, 2762-G,2763-A, 1997.

38 Refiere esta cuestión L. TORRES BALBÁS, “Las torres albarranas”, al-Andalus, VII, 1, Madrid-Granada, 1942, p. 219.

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proteger la escalera que, por su parte norte,ascendía a la terraza que corona la albarrana 39.Actualmente, el parapeto septentrional ha desa-parecido totalmente junto con la escalera ycon parte del adarve debido al desmorona-miento anteriormente mencionado. Sin embar-go, a pesar de que la parte escalonada del pre-til meridional tampoco se conser va, haydocumentación fotográfica que atestigua la exis-tencia de dicho elemento con una morfologíasimilar a los conservados en la torre del pos-tigo de Santa Ana 40. Afortunadamente sí hallegado a nuestros días la primera hilada del pre-til sur con dos saeteras conservadas y vestigiosde una posible tercera. La primera de ellas, lamás cercana a la torre, es diferente al tipo habi-tual localizado en los parapetos de la fortifica-ción, con derrame y esviada hacia el oeste. Ypuesto que no está situada justo encima del arcomayor, sino sobre la prolongación de su jambaeste, el esviaje podría haber sido concebidopara poder batir desde esta posición la zonainmediata al vano en cuestión.

Al interior de la torre se accede medianteun vano arcuado de 1.35 m de profundidad, 0.85m de anchura y 2.05 m de altura. En planta, lacámara se halla descentrada respecto a la torrey sus muros tienen espesor variable. Cabe des-tacar el gran espesor de 2.20 m del orientadoa poniente. La habitación tiene forma de baúly su planta es un trapezoide de 3.63 x 2.82 x3.52 x 2.77 m con tendencia al rectángulo. A2.20 m de altura arranca una bóveda de mediocañón, de perfil ligeramente rebajado, con su ejede revolución perpendicular al paso albarrano.La estancia alcanza una altura máxima de 3.37m en la clave de la bóveda, separada de lasuperficie de la azotea por un grosor de, apro-ximadamente, 0.50 m. Así pues, la cámara tieneforma, tamaño y ubicación respecto a la torre,prácticamente idénticas a las estudiadas en la

albarrana del postigo de Santa Ana. En estecaso, una de las escasas diferencias observableses la ausencia de hornacinas. En el momentode la destrucción de la escalera exterior debiópracticarse el hueco que rompe la bóveda paraacceder, mediante otra escamoteable, a la terra-za. Actualmente, y tras la última restauración,la salida a la azotea se encuentra condenada poruna placa translúcida ondulada.

En cuanto al terrado, éste mantiene todoslos pretiles y merlatura originales excepto enel frente orientado hacia el paso albarrano. Losdoce elementos prismáticos conservados sedistribuyen de cuatro en cuatro sobre cada unode los parapetos norte, oeste y sur. Señalemosque los merlones esquineros no adoptan plan-ta de L. De esta forma, el canto de los pris-mas extremos de la fachada oeste está alinea-do con las caras externas de los merlones delos frentes norte y sur, dando la apariencia dehaber cinco de estos elementos sobre cadauno. Coronando el pretil oriental, y hacia elespigón, se alzan actualmente tres merlonesrestituidos en la última restauración que, demanera bastante aproximada, guardan la ubi-cación de los originales que sustituyen. Cadaparapeto, excepto el de levante, aparece per-forado por una pareja de saeteras rectangula-res y derrame al interior. El grosor de pretilesy merlatura es de 0.50 m aproximadamente ysus alturas correspondientes coinciden con lasde los cajones de tapial empleados en su cons-trucción. La anchura de los merlones de la caraoeste oscila entre 1.10 y 1.20 m, y la de susintervalos entre 0.65 y 0.72 m, siendo estasdimensiones más reducidas en las fachadasnorte y sur. En éstas la anchura de los prismasoscila entre 1 y 1.08 m, y la de sus intervalosentre 0.48 y 0.67 m. Entre los merlones pue-den apreciarse los rebajes curvos ya aludidos,característicos de las fortificaciones muminíes.

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39 Se comenta la alteración del espigón en M. MATAS CASCOS, “Intervenciones en la muralla de Cáceres”, La ciudad y sus mura-llas, Granada, 1996, p. 271. En cualquier caso, en conversaciones personales, Miguel Matas fue más explícito y corroboró la des-trucción de parte del paso albarrano, así como las modificaciones consiguientes para acceder al terrado del bastión, actualmentedesde la cámara. En una visita efectuada por uno de los autores de este artículo, se pudieron comprobar todas estas transforma-ciones.

40 Véanse las imágenes de la torre del Aver publicadas por J. R. MÉLIDA, Catálogo Monumental de España. Provincia de Cáceres, Madrid,1924, Lám. XLI, Fig. 69, y M. A. ORTÍ BELMONTE Op. Cit., 1954, p. 11.

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La torre está construida casi exclusivamen-te con tapiales de hormigón de cal, excepto laparte inferior que se ejecutó con sillares graní-ticos reaprovechados de construcciones ante-riores 41, alguno con almohadillado de clara fac-tura romana. Toda ella está calzada sobre un lechode mampostería visible sobre la rasante de lacalle en su último medio metro; es posible queesta fábrica forme parte de la cimentación yhaya quedado al descubierto con el paso deltiempo. El zócalo pétreo que se halla inmedia-tamente por encima tiene una altura de 3.45 m,de los que los 1.75 m primeros correspondena tres filas de sillares de gran tamaño, oscilandosus alturas entre 0.50 y 0.60 m. Los 1.70 m res-tantes se distribuyen en cuatro filas de sillaresde 0.40 a 0.43 de altura. Se alternan sogas y tizo-nes sin un módulo determinado de regularidad,predominando los segundos en la primera hila-da. Los sillares están trabados con un aglome-rante muy rico en cal, y probablemente fuesenrevocados con un mortero rojizo del que se pue-den observar restos en algunas llagas 42. A unacota de cuatro metros sobre el terreno comien-zan a elevarse las tapias sobre el zócalo pétreo.De un total de diecisiete hiladas, once corres-ponden al bloque macizo de la torre, cuatro ala cámara y dos a los pretiles y merlatura. Laaltura de cada hilada se sitúa en torno a 0.90m. A pesar de que el revestimiento ha desapa-recido casi por completo en toda la epidermisde la construcción, todavía existen restos de laslíneas de mortero de cal que enmarcaban loscajones de tapia y del revoco, del mismo mate-rial, que cubría por completo parapetos y mer-lones. La bóveda de la cámara, actualmente enlu-cida, es de ladrillo, así como la rosca del arcode entrada. En este punto dichos elementoscerámicos llegan a medir 22 x 29 cm. Las alba-negas del arco son de mampostería trabada conmortero de cal y rematadas por una línea deladrillos que sirve de lecho a la tapia superior.

Existe un desfase de 0.30 m de altura entrelas hiladas de la torre y las de su paso alba-rrano. Posiblemente ello se deba a que la exen-ta y su espigón no están unidos en su base,sino a partir del arco que las traba a una cotade 8.30 m. En cualquier caso, las tapias deambos elementos, situadas por encima del arco,no enjarjan como tampoco sucede en otrasconstrucciones, como vemos que ocurre, porejemplo, en la albarrana del recinto de Cala-tayud. Debido a la desaparición del parapetoescalonado meridional del paso albarrano, esposible ver, en el encuentro entre lo que quedade dicho pretil y la torre, un pequeño huecotallado en ésta en el que penetra la masa detapia de la hilada conservada del espigón. Laintención de este recurso fue, sin duda, la deproporcionar una mínima cohesión entre las dosestructuras para evitar movimientos de des-plome. Todavía puede observarse en la super-ficie de la torre, allí donde adosaban las tapiasdesaparecidas del espigón, restos del revoco enbuen estado por haber estado cubiertos hastafechas más recientes.

Es difícil saber cómo se levantó la parteinferior del paso albarrano puesto que estáoculta por construcciones parásitas, aunque esposible que las tapias visibles en la actualidadse apoyen sobre un zócalo de mampostería. Susarcos son de ladrillo de gran formato, y la pri-mitiva torre de flanqueo, de la que nace el pri-mer vano del paso, tiene un zócalo de cincohiladas de sillería granítica sobre el que se elevaobra de mampostería con sillares esquineros.

Torre Redonda 43

Así mal llamada a causa de su forma deprisma octogonal (Fig. 1). Se sitúa en el ángu-lo suroeste del conjunto, a 67 m al sur de ladel Aver y a 55 m de la hipotética albarrana

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41 Sin ir más lejos, algún autor ha llegado a identificar injustificablemente las tres primeras hiladas de sillares con restos de una obraceltíbera. Consúltese C. CALLEJO SERRANO, Cáceres monumental, Madrid, 1972, p. 35.

42 Agradecemos la advertencia sobre tales vestigios por parte de Enrique Cerrillo.

43 Esta albarrana fue estudiada por vez primera por Leopoldo Torres Balbás, quien también dibujó la planta de la cámara y un alza-do en sección de la misma. Véase L. TORRES BALBÁS, Op. Cit., 1948, pp. 464 y 465. Posteriormente, han sido escasos los estu-dios dedicados a esta torre, limitándose a descripciones formales, más o menos someras, sin entrar en detalles constructivos. Con-súltese G. RODRÍGUEZ CEREZO, Op. Cit., 1988, p. 103, y B. PAVÓN MALDONADO, Op. Cit., 1999, p. 269.

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de la calle Cornudillas. En el plano aparecereflejada con el Nº 7. En planta forma partede un gran macizo rectangular del que se ele-van la propia torre, su paso albarrano y los tra-mos de antemuro que lo flanquean. Este para-lelogramo mide 21.50 m en sus lados noroestey sudeste, por 8.90 m en el suroeste, adosán-dose a la muralla el noreste. La exenta pasa deplanta cuadrangular a octogonal a unos 6 m dealtura mediante cuatro planos triangulares incli-nados, de los cuales sólo es visible el situadoentre la torre y el antemuro en el frente SO.Los demás, así como toda la base cuadrangu-lar, están ocultos por viviendas adosadas. Deeste modo, y por encima de este nivel, el cuer-po octogonal de la albarrana se eleva 11.40 mmás hasta el pretil de su terraza. Si a esto seañade la cota de los merlones, se puede esti-mar la altura del bastión en 18 m aproxima-damente. Los lados del octógono miden entre3.50 y 3.80 m, y es en su planta donde se apre-cia cierta irregularidad del polígono.

A la cámara se ingresa a través de un vanoarcuado ubicado en la cara nordeste de la torre,la que comunica con el espigón. Una escalerade seis peldaños, de alturas irregulares, salva los1.25 m de diferencia media de cotas que hayentre el suelo de la estancia y el del paso alba-rrano. Solamente los cuatro últimos escalonesascienden bajo el cañón del vano de 1.15 mde luz, 1.40 m de profundidad, 2.65 m de altu-ra sobre el primer peldaño que cobija y 2.10m sobre el postrero. Debido a la leve inclina-ción que sufre el suelo de la habitación, lascotas tomarán como referencia el nivel de éstebajo el arco central que separa los espacios prin-cipales. La cámara está dividida en seis tramosde diferente volumen, sin contar con el huecode la escalera que sale a la terraza (Lám. 5).Son dos pilares, de planta cruciforme el dere-cho y con forma de T el izquierdo, los que orga-nizan la distribución del espacio mediante arcosde medio punto de 2.25 m de cota en las cla-ves. Los dos tramos mayores son de planta tra-pezoidal, muy cercana a cuadrados de 2.50 mde lado, y cubiertos por bóvedas baídas de3.40 m de altura en los centros. Ocupan eltercio central de la torre y están alineados conel espigón. A izquierda y derecha de cada unose ubican sendos espacios con planta de tra-

pecio recto cubiertos por bóvedas de mediocañón, e incluso de cuarto de cañón en algu-nas partes, no rebasando su altura los 3 m. Lostramos periféricos situados justo a la derechase comunican por un arco, alterado hoy día, ori-ginariamente semicircular de 1,8 m de alturahasta la clave. El suelo del espacio secundariosito a izquierda del segundo tramo principalestá elevado, por un par de escalones, respec-to de éste. Desde aquí asciende la escaleraque, pasando por encima de otro de los espa-cios laterales, desembocan en la terraza trashacer un quiebro de 96º en una meseta. Es,precisamente, esta última parte de la escaleraen donde sus paredes y bóvedas sobresalen delsuelo de la azotea generando un castillete conplanta de L. Todo el recorrido ascendente,incluido el tramo secundario previo, va cubier-to por una bóveda escarzana rampante queexperimenta interiormente un escalonamientoal superar el suelo de la terraza. Al exterior,este accidente coincide con la aparición delmencionado castillete.

El terrado cuenta con su todos sus para-petos y merlatura correspondientes. De untotal de dieciséis prismas, la mitad se sitúansobre los vértices del octógono y los demásen el centro de cada lado. Cada pretil, bajo elmerlón central correspondiente, se encuentraperforado por una saetera con derrame al inte-rior. Es preciso mencionar la del parapeto orien-tal, pues, a diferencia de las demás, se encuen-tra esviada para proporcionar una posición detiro más cómoda al tirador de turno, al cualdebió estorbar bastante el castillete de salidaa la terraza. El único pretil que carece de aspi-llera es el orientado al paso albarrano. En sulugar adosa interiormente un banquito corridoque parece original y cuyo destino no pareceser otro que servir para descanso del vigía.

Una altura de 6 m separa el borde del para-peto del suelo del espigón, aproximadamentela misma distancia que media entre el de éstey el del antemuro visible. La anchura del pasoalbarrano es de 3.80 m, idéntica medida quepresenta la cara de la torre en que entesta, mien-tras que la correspondiente al antemuro es de2.65 m. Su único paramento conservado actual-mente puede verse en un pequeño patio de

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unas construcciones parásitas emplazado en laparte suroriental. Por lo que se puede perci-bir, la faz externa del antemuro debió ser copla-naria con una de las caras del zócalo cuadran-gular que constituye la base de la exenta, y porende, de la fachada de la parte octogonal queprolonga la de la base. Dicho espigón, comoes habitual en este recinto, estaba perforadopor un arco que comunicaba los dos tramosde adarve del antemuro situados a cada lado.A pesar de que el vano se halla cegado enparte, es posible rastrear su línea de intradósy dar unas dimensiones aproximadas de 2 mde luz por 3.5 m de altura en la clave; la jambamás cercana a la albarrana está a menos de 3.5m de la misma.

A día de hoy no tenemos certeza de quémateriales fueron empleados en la construccióndel zócalo cuadrangular de la torre. Aun así, sepuede aventurar que probablemente sean silla-res graníticos los que conformen la base, puesen el plano inclinado de la cuña triangular visi-ble se aprecia, en la parte más elevada, una filade sillares de granito trabados con mortero decal y pequeñas piedras en las llagas. El resto delplano va cubierto por grandes lajas de pizarra,sin duda dispuestas de manera que ayuden alrápido drenaje de la superficie. Incluso por enci-ma de la mencionada línea pétrea, pero ya enel prisma octogonal, se observa otra fila desillares que, a diferencia de la anterior, va embu-tida en un plano vertical. Desde esta cota hastael coronamiento de la torre se suceden untotal de quince hiladas de cajones de tapia, delas que ocho forman el cuerpo macizo, cincocoinciden con la cámara y las dos últimas conpretiles y merlones. La altura de los encofra-dos oscila entre 74 y 80 cm, exceptuando lahilada inmediatamente inferior al parapeto, de50 cm. Sin duda, esta anomalía se debe a lanecesidad de encajar la elevada altura de lasbóvedas baídas de tal forma que la distanciaentre sus claves y el suelo de la terraza no seaexcesiva, como habría sucedido en el caso deser similares todas las cotas de los cajones. Por

otra parte, no habría sido posible coordinar laelevación de las bóvedas con solamente cua-tro hiladas, como ocurre en todas las demásalbarranas, puesto que la altura de las baídashabría sobrepasado la cuarta fila de encofra-dos. Todavía pueden distinguirse, en la caraoriental del octógono, restos del fajeado queenmarcaba cada cajón.

A pesar de hallarse enlucido el interior dela estancia de la torre por sucesivas capas decal, es lógico suponer que, como mínimo, arcosy bóvedas sean de ladrillo y posiblemente tam-bién los pilares. Claramente es de este mate-rial el medio cañón del vano de acceso al inte-rior de la Redonda. Tanto las caras externas delespigón como de la parte visible del antemu-ro están muy alteradas y parcheadas con mam-postería. Únicamente se percibe con claridadun fragmento de tapia del antemuro, aparen-temente original, justo bajo su pretil.

Supuesta torre de la calle Cornudillas

Se situaría en el flanco sur de la cerca. Enel plano se marca con el Nº 8 y estaría ubica-da, aproximadamente, entre la torre Redonday la conocida como de Mari Lucas. La posibleexistencia de esta albarrana fue planteada porlos aparejadores Agustín Flores Alcántara, JoséLuis Antúnez González, José Luis Sánchez dela Calle y Francisco Javier Sellers Bermejo 44.Entre otros argumentos esgrimidos para justi-ficar su existencia, el más determinante pare-ce ser la exagerada distancia que encontramosentre la Redonda y la puerta de Mérida, cir-cunstancia que, desde luego, no justifica enabsoluto tal hipótesis. Por otra parte, sí es cier-to que este tramo de muralla está flanqueadopor dos cubos, y, precisamente, el concepto glo-bal de fortificación planteado en Cáceres pare-ce evitar la disposición de dos torres adosadasconsecutivas, decantándose por la alternanciaentre cubos y albarranas. Todo ello invita asuponer que entre los dos cubos pudiera dis-ponerse la albarrana en cuestión.

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44 Consúltese F. J. SELLERS BERMEJO et alii, Op. Cit., 1999, apartado 7.3.

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La existencia de esta torre no deja de ser,por tanto, una mera hipótesis de trabajo, sien-do precisa para su verificación la aportaciónde nuevos datos de fuentes históricas o decarácter arqueológico.

Torre de Mari Lucas

Aparece emplazada en el flanco meridionalde la cerca. En el plano se marca con el Nº 9.Debió de ubicarse, aproximadamente, a orien-te de la de Cornudillas, y a occidente de la puer-ta de Mérida. También aparece citada en ladocumentación histórica como del Potro deSanta Clara. No queda vestigio alguno de estaalbarrana, pero, al contrario que la anterior, suexistencia está referida en crónicas y avaladapor las opiniones de diversos investigadores 45.

Supuesta torre de Mérida

Se encontraría situada en el frente meri-dional del recinto. Aparece reflejada en el planocon el Nº 10. Se localizaría en las proximida-des de la torre de Mari Lucas, en el entornode la desaparecida puerta de Mérida. A faltade otra denominación de carácter tradicional,le hemos asignado el mismo nombre con quela refiere Fernando Bravo y Bravo. A pesar delas referencias de otros investigadores, no exis-te documentación concreta referida a la torre.Sin embargo, las necesidades poliorcéticas pare-cen justificar la existencia de dos exentas, éstay la de Mari Lucas, que debieron de confor-mar las defensas de la puerta de Mérida, tal ycomo se comentó en su momento. Una vezmás, el equipo de aparejadores referido ante-riormente ofreció argumentos para poder espe-cular acerca de la existencia de tal bastión 46.

Torre de la calle Torremochada

Localizada en el flanco meridional de la cerca.En el plano aparece señalada con el Nº 11. Se

emplaza al este de la de Mérida y 46 m al oestede Torremochada. A pesar de su buen estadode conservación, no ha sido conocida por lacomunidad científica hasta que, en 1994, la loca-lizó el aparejador Javier Sellers 47. Por este moti-vo, la albarrana no responde a ningún nombretradicional, por lo que la designamos con elcorrespondiente a la calle más cercana.

No es fácil dar medidas exactas de la torrey su paso, puesto que se encuentran total-mente embutidos en otras edificaciones. Labase de la torre es un cuadrado de poco másde 4 m de lado, y su altura no debe superarlos 12 m. No se conserva cámara, y quizá nuncala tuvo, dadas las reducidas dimensiones de suplanta. El espigón mide, aproximadamente, unos4 m de longitud y está perforado, en su partemás cercana a la muralla, por el inevitable vanoarcuado que cobijaba el paso del adarve delantemuro; un tramo de éste parece subsistir aponiente del espigón. Toda la obra está ejecu-tada, como es habitual, con tapia, y con ladri-llo como material complementario.

Torremochada

En el plano aparece con el Nº 12. Se empla-za en el flanco sur del enclave, 46 m al este dela albarrana de la calle Torremochada y 52 mal suroeste de la de la calle Hernando Pizarro.Como su nombre indica, se encuentra des-mochada a partir del arranque de las bóvedasde la cámara, alcanzando actualmente una altu-ra de unos 16 m sobre el terreno circundan-te, aunque en su estado primitivo debió de lle-gar hasta los 19 m aproximadamente (Fig. 8).

Al igual que la conocida como Redonda,posee base cuadrada y se transforma en octo-gonal mediante unos planos triangulares incli-nados, de los que son visibles los de corres-pondientes a los ángulos suroeste y sudeste 48.Los dos restantes están ocultos por casas ado-

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45 Véase F. BRAVO Y BRAVO, Op. Cit., 28 Mayo 1975, p. 9, y M. M. LOZANO BARTOLOZZI, Op. Cit., 1980, p. 71.

46 Se comenta esta cuestión en F. J. SELLERS BERMEJO et alii, Op. Cit., 1999, apartado 7.2.

47 Ibidem, 1999, Apartado 7.1.

48 Tenemos otros ejemplos coetáneos en las torres octogonales de la cerca de Niebla (Huelva).

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sadas, así como cuatro caras del octógonoexcepto en sus 7.8 m superiores. Realmente,la base de la exenta es un trapezoide casi cua-drado que mide, comenzando por el lado meri-dional y en sentido levógiro: 10.44 x 10.20 x10.80 x 10.45 m. Tomando como referencia elterreno a los pies del frente meridional, a 1.08m de cota se halla el vértice inferior del planoinclinado sudeste, y se encuentra el del otroplano a 1.65 m de altura, 40 cm por encimade una zarpa que recorre toda la cara orien-tal. A los 3 m de alzado comienza el trazadooctogonal.

Ha sido restaurada en tres ocasiones, la últi-ma a cargo del arquitecto Miguel Matas Cas-cos. En tal intervención se forraron los para-mentos de la erosionada parte superior de latorre con nuevas tapias, se dejó al descubier-to la cuña triangular del ángulo suroriental y seexcavó la cámara, la cual se hallaba colmatadapor una capa de dos metros de escombros. Alrecuperar el suelo original, se descubrió que laestancia estaba organizada en tres naves para-lelas al espigón; es la central de planta rectan-gular, 2.30 x 7.50 m, y las laterales con formade trapecio de 1.70 m de ancho el occidentaly 2.20 m el oriental. La comunicación entre laprincipal y las laterales se realizaba medianteun vano para la oeste y dos para la este, delos que uno estaba casi alineado con el de lanave opuesta y el otro se hallaba junto a la entra-da a la torre desde el paso albarrano.

Este espigón, aunque se encuentra casi total-mente destruido, conserva restos en sus dosextremos: un muñón, de 14 m de alto, empo-trado en la cara norte de la torre y lo que debióser el arranque desde la muralla. La anchuramáxima del espigón no debió sobrepasar 2.40m. No es posible conocer su trazado exacto,puesto que el vestigio localizado en la murallani es perpendicular a la misma, ni está alinea-do con los restos entestados en la albarrana.

Es posible que el citado elemento estuviesecompuesto por dos tramos de diferente orien-tación, y, a pesar de ser un caso atípico, no resul-taría excepcional: el muro que unía la torre delOro con el recinto inmediato de una de las alca-zabas hispalenses también sufría un quiebro ensu recorrido 49. En cualquier caso, la longitudmínima del paso albarrano nunca debió serinferior a 15.50 m, que es la distancia que mediaentre la muralla y la cara norte de la torre. Elencuentro entre la albarrana y el espigón es real-mente peculiar en este caso, pues el entesteno se produce por yuxtaposición de amboselementos, sino por penetración del paso alba-rrano en el macizo de la octógona a modo demachihembrado. Tampoco es posible saber siel antemuro discurría estrictamente a pie demuralla o si, contrariamente, acompañaba alpaso albarrano en su trazado, como así ocu-rre en la torre Redonda.

A diferencia de la mayoría de las albarranasdel recinto, ésta se edificó íntegramente entapia sin apreciarse zócalo pétreo de base. Delas diecinueve hiladas conservadas, las tres supe-riores corresponden a los muros de la cáma-ra, las doce siguientes al macizo del octógono,las dos y media situadas por debajo abarcan latransición a planta cuadrada y la primera ymedia pertenece a la base cuadrada.

Durante la última intervención restaurado-ra se efectuaron unas perforaciones, a modode catas, que taladraron la exenta diametral-mente y a diferentes alturas. A partir de lasmuestras obtenidas pudo comprobarse quecada hilada de tapia, con un grosor de 2.25 m,se dispuso de forma anular y se rellenó el huecocentral resultante con tierra apisonada sin pro-ceso de fraguado 50. Este sistema permitió levan-tar la gran mole de la torre con gran celeridady economía de medios. A pesar de las venta-jas que tal método supone, no es posible ase-gurar su empleo para el resto de macizados en

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49 Véase M. VALOR PIECHOTTA, La arquitectura militar y palatina en la Sevilla musulmana, Sevilla, 1991, pp. 236 y 237.

50 Estas conclusiones las ha aportado Miguel Matas Cascos, avalándolas con documentación inédita referente a su intervención en latorre, ejecutada en 1995.

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las torres albarranas de este recinto, de dimen-siones notablemente más reducidas 51.

El grado de conservación de la torre nopermite conocer la disposición de la escaleramediante la que se accedía a la terraza alme-nada ubicada sobre la cámara. Aun así, por ana-logía con las albarranas de mayores dimensio-nes y, sobre todo, con la otra octogonalconservada, puede afirmarse que la escaleraarrancaría del interior de una de las estancias.Es más, según testimonio del referido arquitec-to, en la parte de la nave oriental más próxi-ma al espigón existen restos de obra que pudie-ran corresponder al arranque de dicho elemento.

Torre de la calle Hernando Pizarro

Emplazada en el ángulo sudeste del recin-to. En el plano se marca con el Nº 13. Se loca-liza 52 m al este de Torremochada y a 58 mal noroeste de la de los Pozos. Tradicional-mente no se le ha asignado ningún nombre, porlo que la denominaremos por la calle que lees más próxima. La albarrana, de planta cua-drada, tiene casas adosadas a los lados de suespigón y en todas sus caras excepto en lameridional, que constituye la única libre en sualzado completo. Tal frente arroja una anchu-ra de 6.22 m en la base y una altura de 11.75m hasta el pretil actual, del que el alfeizar está0.75 m sobre el suelo de la terraza; superficieque en un principio debió corresponder alsuelo de la cámara desaparecida. Teniendo encuenta este elemento, podemos calcular la altu-ra original de la torre entre 15.50m y 16.40maproximadamente.

El paso albarrano, de 4 m de longitud, hadebido de sufrir mutilaciones en sus dos caras;

mientras que su anchura en la base es de 3.30m, en el adarve se ve reducida a 2.10 m. Exce-siva diferencia para suponer un ataludamientodel paso, sobre todo teniendo en cuenta laescasa altura de éste, 7 m aproximadamente.En el interior de una vivienda se conserva elarco del espigón, justo en el enteste entre éstey la muralla. Desconocemos su altura pero noasí su luz, que es de 1.30m 52.

La torre ha sido restaurada en dos ocasio-nes: la primera en los años 60 por el arquitectoJosé Manuel González Valcárcel, que ejecutó unareparación desmoronada parcialmente en ladécada pasada. Como consecuencia de ello, elarquitecto Miguel Matas Cascos intervino laalbarrana forrándola, casi por completo, connuevas tapias que mantienen la modulación ori-ginal. Gracias a ello, sabemos que sobre unzócalo ataludado de mampostería, que alcan-za los 2.50 m de altura, se elevaban nueve hila-das de cajones de tapia. Presumiblemente, seismás completarían el bastión primitivo. El espi-gón también es del mismo material.

Torre del Río

La torre del Río se halla en el flanco orien-tal de la cerca. En el plano se indica con el Nº17, y está situada 96 m al norte de la de losPozos y 20 m al sur del arco del Cristo, unode los primitivos accesos al interior del recin-to, al cual defendía. La albarrana, de forma pris-mática, tiene unas dimensiones de 5.60 x 6.00m en la base y una altura de 15.80 m desdeel suelo hasta el remate piramidal de los mer-lones. No conserva el paso albarrano que debiócontar con una longitud de 8 a 9 m. En sulugar actualmente existen dos inmuebles, unode los cuales linda con la torre en tres de sus

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51 En una visita realizada por uno de los autores al recinto portugués de Alcácer do Sal, pudo constatarse en la observación de dostorres arruinadas, una cuadrangular de mediano tamaño y otra octogonal con basamento cuadrado de dimensiones similares a Torre-mochada, cómo el interior de sus macizos estaba constituido por una masa homogénea de tapia. Lo que evidencia que ni siquieraen la edificación de la octógona se empleó el método utilizado en Cáceres. Así pues, mientras no pueda comprobarse similar formaconstructiva en otro recinto muminí, deberemos suponer que el caso de Torremochada sería una excepción. Por otra parte, en elsector de la Macarena de las murallas de Sevilla pudo comprobarse que algunas torres fueron levantadas con un método construc-tivo, si no igual, por lo menos parecido al empleado en Torremochada. De este modo, el material de relleno sin proceso de fra-guado del ejemplo extremeño es, en el caso hispalense, sustituido por un hormigón menos consistente que la tapia envolvente. Léase,J. M. VARGAS JIMÉNEZ et alii, “Las murallas: intervenciones arqueológicas municipales”, Sevilla almohade, Sevilla-Rabat, 1999, p. 58.

52 Hemos podido comprobar la subsistencia del vano consultando el citado M. MATAS CASCOS, Plano de análisis de las murallas deCáceres, escala 1:250, plano Nº 106.

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cuatro frentes. Reseñemos que las cotas apor-tadas están medidas a partir de lo que pareceser la rasante original de la albarrana en su caramás alejada de la muralla.

La torre arranca con un zócalo de 2.20 mde altura, ejecutado en mampostería y sillare-jos graníticos en las esquinas. Esta obra es apre-ciable solamente en el ángulo este de la cons-trucción, puesto que el resto de la misma estáparcialmente oculto por edificaciones anexas.En la cara norte de la torre, la única liberadatotalmente de casas adosadas, el enrasamien-to de la calle cubre la cara exterior del men-cionado elemento. Sobre este basamento selevanta un macizo de tapia observable exte-riormente hasta 9.00 m de altura. La obra deencofrado abarca ocho filas de cajones de 80a 85 cm de altura cada una; la inferior es másprominente que las restantes. Todas las carasestaban cubiertas por un enlucido ocre rojizoy los límites horizontales entre las hiladas mar-cados por una cinta de cal de unos 5 cm dealtura y 1 cm de espesor. No se observan, sinembargo, estas fajas en los límites verticalesentre diferentes cajones de una misma fila,característica sí identificada en el resto de lamuralla almohade excepto en la torre de losPozos, cuyo tratamiento superficial es similar alde esta albarrana.

Las esquinas de la torre en los dos últimosniveles de tapia están talladas para asentar lacadena de sillares graníticos que asciende hastala base de los merlones. Desde 9.00 m hastalos 15.80 m de cota total, el exterior de laalbarrana está ejecutado con mampostería refor-zada con los mencionados sillares esquineros.Esta intervención es, sin duda, una reforma pos-terior a la definitiva conquista leonesa.

Sondeos electromagnéticos realizados expe-rimentalmente parecen indicar que el núcleo dela obra de encofrado alcanza, como mínimo

hasta 12.00 m de altura 53. Así pues, gran partede la labor de mampostería actuaría como fundade un núcleo de tapia, no visible, de unas treso cuatro filas. Si se suman las hiladas ocultas alas visibles se obtiene un total de once o doceniveles de cajones. Relacionando esta modula-ción con otras comprobadas en otras torres dela cerca se podría aventurar la suposición deque el macizo de hormigón conservado alcan-za hasta el suelo de la cámara que debió detener la albarrana en época almohade.

El acceso a la terraza de la torre se realizadesde la segunda planta de la casa colindantea través de una empinada escalera cuyo tramosuperior atraviesa parte del macizo. La terrazacuenta con un parapeto perimetral rematadocon merlones en tres de sus frentes. En el cuar-to, el más próximo a la muralla, el pretil estásobreelevado ocupando el lugar correspon-diente a los referidos elementos prismáticos.

Supuesta torre meridional de la calle Caleros

Estaría situada en el flanco oriental de lacerca, entre la exenta del Río y la septentrio-nal de la calle Caleros, y próxima al arco delCristo. Aparece en la planimetría con el Nº 18.Esta supuesta torre viene reflejada en diversoscroquis de la muralla publicados por diversosinvestigadores, quienes se limitan a referirla sinatribuirle siquiera denominación ni aportar nin-guna referencia documental que explique suexistencia 54. Posiblemente, tal justificación hayaquerido legitimarse en la suposición de quecada puerta del recinto debiera de estar pro-tegida por una pareja de albarranas. Precisa-mente, es en este acceso donde tendríamosmenos posibilidades de adjudicar con éxito talesquema; puesto que el semicodo que expe-rimenta el arco del Cristo hace que la presuntatorre que nos ocupa no sea tan imprescindi-ble. Pero, por otro lado, los 110 m que sepa-ran la exenta del Río de la septentrional ya

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53 No existe documentación escrita acerca de tales prospecciones. Únicamente hemos dispuesto del testimonio verbal de MiguelMatas Cascos.

54 Véase F. BRAVO Y BRAVO, Op. Cit., 28 Mayo 1975, p. 9, M. M. LOZANO BARTOLOZZI, Op. Cit., 1980, p. 70; así como G.RODRÍGUEZ CEREZO, Op. Cit., 1988, p. 105

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referida constituyen una distancia tan excesivaque justificarían la ubicación de un bastión inter-medio. En conclusión: efectivamente pudo situar-se una albarrana en este tramo, pero no nece-sariamente destinada a batir el acceso, sinopara defensa del lienzo.

Torre septentrional de la calle Caleros

Situada en el frente oriental del recinto amu-rallado (Fig. 9). En el plano se refleja con el Nº19, y está ubicada 110 m al norte de la del Ríoy 33 m al sur de la semicilíndrica. Tambiénhemos encontrado el topónimo de El Lobopara referirse a esta torre 55. A pesar de habersido incomprensiblemente ignorada por algúnautor 56, su mole descuella sobre las edifica-ciones que se le adosan en todos sus frentes.En el espacio comprendido entre la muralla yla albarrana se emplaza una casa con sus murosexteriores coplanarios con las caras septen-trional y meridional de la torre. Esta casa ocupatambién el espacio correspondiente a la desa-parecida cámara, y remata el conjunto con untejado a dos aguas; incluso la parte superior delmacizo de tapia fue vaciada para generar algu-nas de las estancias de la vivienda.

Gracias a un minucioso análisis de las fuen-tes gráficas, principalmente fotografías y planos,podemos ofrecer medidas bastante aproxima-das del bastión. La planta es un rectángulo de6.70 x 5.40 m, cuyos lados cortos miran anorte y sur. Se puede apreciar la falta de per-pendicularidad de la exenta, orientada ligera-mente a sudeste, puesto que los lados referi-dos describen ángulos de 99º respecto a lamuralla. La torre, excepto en la cara más cer-cana al lienzo, se libera de las construccionesadosadas a una altura media de 6 m, y alcan-za la cota máxima conservada a 11.80 m, coin-cidiendo con el suelo de la cámara. Teniendoen cuenta este elemento, y los pretiles y mer-

latura que lo coronaron, la albarrana debió dellegar a los 17.80 m aproximadamente. La lon-gitud del paso albarrano no debió de ser supe-rior a 4 m. En una de las fotografías analizadasse observa un elemento que podría ser inter-pretado como pretil del adarve del antemuro,que se encontraría a unos 6.40 m respecto ala hipotética rasante exterior. El posible para-peto es coplanario de la cara septentrional dela torre, lo que permite suponer que, al ser elespigón tan corto, estaría flanqueado a cada ladopor sendos tramos de antemuro.

La exenta fue construida en tapia de hor-migón de cal, de la que se pueden rastrearhasta siete hiladas que median entre las casasadosadas y el suelo de la cámara arrasada. Enlas magnitudes dadas encajaría la siguiente dis-tribución hipotética, pero fundada, de los enco-frados. De un total de diecisiete, seis corres-ponderían a la estancia, parapeto y merlones,y once al macizo levantado sobre una proba-ble base de sillares o mampostería. Tal modu-lación coincidiría con la de las torres del Hornoy del Aver. La altura de cada hilada parece queoscila entre 0.85 y 0.90 m.

Torre del Aire

En el plano se marca con el Nº 20. Estásituada en el flanco septentrional de la cerca,37 m al oeste de la semicilíndrica y 62 m aleste de la del socorro. La torre y la zona adya-cente hasta la muralla están englobadas en laactualidad dentro de una edificación muy refor-mada en los últimos siglos. Recientes trabajosrealizados en este inmueble han permitido iden-tificar con exactitud la estructura militar almo-hade 57. De este modo, se conserva el alzadocompleto de la albarrana hasta el pretil delterrado (con una altura total de 13.50 m), elmachón de fábrica del espigón, que poseía dosvanos, y el basamento de la torre de flanqueo

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55 Refiere esta denominación M. MATAS CASCOS, Op. Cit., 1996, pp. 269 y 270.

56 En el plano adjunto a su artículo, Leopoldo Torres Balbás elude la representación de esta albarrana. Véase L. TORRES BALBÁS,Op. Cit., 1948, plano de la cerca almohade.

57 Consisten en la reforma y restauración del edificio para su uso como vivienda particular, dirigidas por el arquitecto D. José M. Rodrí-guez Puebla. Un estudio completo sobre esta intervención será publicado próximamente por dicho técnico.

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donde entestaba. La base de la albarrana es untrapezoide tendente al rectángulo, que mide,comenzando por el lado norte y en sentidolevógiro: 7.60 x 7 x 8.50 x 7.10 m 58. En su fren-te este se ha podido estudiar su basamento for-mado por sillares de granito reaprovechados,en ocasiones dispuestos a soga y tizón. Similarmaterial encontramos en la base del espigón,aunque combinado con mampostería sobre laque se alzan las tapias. Sobre la piedra enfos-cada se practicaron líneas incisas simulando sille-ría. Con relación al cubo, se reconocen en sucara norte cuatro hiladas de sillería formandozarpa, y otras dos superiores del alzado.

Como se ha referido, la estructura de latorre albarrana se encuentra muy alterada, noobstante es posible suponer su estado primiti-vo. Su cámara, de planta cuadrada, no aparen-ta abovedamiento, de modo que planteamossu cubrición mediante un forjado lignario. Estasolución, aunque no identificada en el resto dela cerca cacereña, no es extraña en la polior-cética almohade, como comprobamos en algu-na torre de Alcácer do Sal y, tal vez, en algunareformada de la alcazaba de Badajoz. La alturade esta habitación se reduciría a la correspon-diente a tres tapias, sobre las cuales se eleva-ba la hilada del pretil. En él se conservan cega-dos los huecos abocinados de las saeteras, dospor frente excepto en el que mira al espigón.

Torre del Socorro

Se sitúa en el frente norte de la cerca. Enel plano aparece reflejada con el Nº 21, y seemplaza 62 m al oeste de la del Aire y 28 mal este de la del Rey. También se la conoce portorre de los Pobres, de Roco, y de la puertade Coria. Como la de Bujaco, sufrió profundastransformaciones desde su conquista definitivade la plaza. Primero fue forrada, y posterior-mente ahuecada en sucesivas reformas. De estemodo, es poco probable que subsistan restosde las tapias originales. La albarrana es, hoy endía, un prisma que mide 7.15 m de lado por

13.70 m de altura hasta el inicio de la cubier-ta. Se encuentra separada 11.80 m de la mura-lla y no conserva vestigios del espigón.

Torre del Rey

Localizada en el flanco septentrional delrecinto. En el plano está indicada con el Nº 22,se sitúa 28 m al oeste de la del Socorro y 37m al este de la de la Basura. Junto con la veci-na torre del Socorro formó parte del disposi-tivo defensivo que protegía la puerta de Coria.Al igual que la de Bujaco y la del Socorro, fuemuy reformada mediante el forrado del maci-zo de tapia y substitución de la cámara. La basees un rectángulo, casi cuadrado, de 9 x 9.25 m,con sus lados menores paralelos a la muralla.Alcanza una altura total de 14.50 m hasta sucoronación actual. El espigón medía aproxima-damente 17 m.

Torres de flanqueo

Cubo de la calle Arco de España

Indicado en el plano con la letra A. Se empla-za en el frente occidental del recinto, 15 m alsur de la albarrana de la Basura y 43 m al nortede la de Bujaco, sobre un ángulo de 137º queexperimenta la muralla, justificándose así la ubi-cación de un bastión defensivo en ese punto.Sus vestigios se hallan inmersos totalmente den-tro del caserío adyacente, por lo que únicamentepuede detectarse su presencia a través de pla-nos 59. Parece ser que sobresalía unos 4 m res-pecto de la muralla, y su cara oeste arrojabauna anchura de 6 m. Estas dimensiones son simi-lares a las del cubo del Olivar.

Torre de los Púlpitos

En el plano se marca con la letra B. Seencuentra en el flanco occidental del recinto,35 m al sur de la de Bujaco y 32 m al nortede la de la Yerba. Sus caras sur, oeste y norte

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58 Medidas obtenidas de F. J. SELLERS BERMEJO et alii, Op. Cit., 1999, apartado 5.1.

59 Véase M. MATAS CASCOS, Plano de análisis de las murallas de Cáceres, Cáceres, escala 1:250, plano Nº 61.

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arrojan una anchura de 4.12, 4.04 y 3.76 m res-pectivamente. Presenta basamento de sillería.Las tres primeras hiladas, dado el tamaño delos sillares y su aparejo, no parecen pertene-cer al mismo momento constructivo que elresto de la torre y son, por tanto, anteriores.

Todos los autores fechan su construcciónen los siglos XIV o XV 60, relacionando inclu-so su edificación con la apertura, a escasosmetros, de la llamada puerta Nueva 61. Basán-donos en la ubicación de la torre, práctica-mente equidistante de las de Bujaco y Yerba,en sus dimensiones en planta, y en la disposi-ción constructiva de su parte inferior, creemosque en este lugar debió de emplazarse un cubode origen islámico.

Supuesta torre del foro de los Balbos

Viene reflejada en la planimetría como C.Situada en el flanco occidental del recinto, entrelas torres de la Yerba y el Horno. Actualmen-te no queda ningún vestigio de esta torre, sinembargo, abundante documentación fotográfi-ca anterior a la demolición del tramo en 1930nos permite especular acerca de su existencia.En tales imágenes aparece una construcciónestilizada de tapia que se adelanta y sobrepa-sa en altura al lienzo anexo 62. Además, su situa-ción equidistante entre las exentas de la Yerbay del Horno, parece reforzar tal hipótesis.

Cubo de la calle adarve del Padre Rosalío

Se indica en el plano con la letra D. Está ubi-cado en el flanco occidental del recinto, 54 mal sur de la albarrana del Postigo de Santa Ana,y 20 m al norte de la del Aver. Lo nombramospor la calle más cercana, a pesar de hallarse éstaintramuros. A causa de la imposibilidad de acce-

der al adarve y base del cubo, las medidas ofre-cidas son aproximadas 63 (Figs. 3 y 10).

El inicio de la torre puede encontrarse entre3 y 4 m por encima de la calle del Postigo, haciala cual se orienta. Considerando la rasante delterreno como nivel de referencia, alcanza enel remate del pretil una altura aproximada de9.90 m. Con los merlones debió de llegar máso menos hasta 10.80 m. El bastión sobresalepoco más de 2 m respecto del lienzo al quese adosa. La anchura del frente oeste, parale-lo a la muralla, sobrepasa los 4 m. La terrazase eleva, sobre el adarve del muro, en una altu-ra correspondiente a dos cajones de tapia, sal-vándose la diferencia mediante unos escalonespracticados en el macizo del cubo, para noentorpecer el tránsito en el mencionado adar-ve. Gracias a las huellas conservadas en lospretiles de la torre 64, se pueden restituir elnúmero y la ubicación de sus merlones. Todostenían planta rectangular, emplazándose tressobre la cara de poniente, hasta las esquinas,y dos sobre las laterales, norte y sur. En el cen-tro del parapeto de la cara occidental, se con-servan los restos de una saetera con derrameal interior, que se completaría en el merlóncentral desaparecido. De este modo, tal huecono coincidía con ninguna hilada de tapia, sinoque estaba a caballo entre la del pretil y la delprisma situado encima.

La parte inferior de la torre está construi-da mediante sucesivas filas de sillares graníticosreaprovechados, de los que algunos muestrantalla almohadillada romana. El aparejo es bas-tante irregular e improvisado, y se ubican lasmejores y mayores piezas en las esquinas. Única-mente en dichas aristas, entre 3,50 y 5.50 mde cota, es donde se mantienen los grandessillares de granito, aparejándose el interior de

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60 Consúltese M. M. LOZANO BARTOLOZZI, Op. Cit., 1980, p. 67, y G. RODRÍGUEZ CEREZO, Op. Cit., 1988, p. 102.

61 Refiere esta cuestión C. CALLEJO SERRANO, Op. Cit., 1972, p. 33.

62 Consúltese, N. DÍAZ y PÉREZ, España. Sus monumentos y artes. Su naturaleza e historia, Barcelona, 1887, p. 735; J. BLÁZQUEZMARCOS, Por la vieja Extremadura: Guía Artística de la provincia de Cáceres, Cáceres, 1929, Lám. IV, Número 5; J. R. MARCHENAPÉREZ, Cáceres en el pasado, Cáceres, 1984, p. 27.

63 El nivel de error es aceptable, puesto que las medidas propuestas han sido calculadas tras la consulta de varios planos y abundan-te documentación fotográfica.

64 Tales huellas no son más que los rebajes curvos que marcan cada almena o hueco entre merlones.

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las caras del cubo con mampostería, predomi-nantemente cuarcítica. Toda esta obra está tra-bada con abundante mortero de cal. Los 4.40m superiores del bastión están constituidos porcinco hiladas de tapia, de las que cuatro per-tenecen al macizo y la última al parapeto.

El zócalo pétreo de la torre presenta evi-dentes similitudes, en cuanto a dimensiones yaparejo, con los vestigios de los cubos embu-tidos en los espigones de las albarranas delHorno y del Aver. Esto nos induce a suponerque el que nos ocupa debió de erigirse en lacomentada fase islámica, anterior a la granreforma de los Unitarios en que se recreceríacon la obra encofrada.

Cubo occidental de la calle Cornudillas

En el plano se señala con la letra E. Estáemplazado en el frente meridional del recinto,21 m a levante de Redonda y unos 33 m aponiente de la supuesta albarrana de la calleCornudillas. Su arranque se encuentra al mismonivel que el adarve del antemuro, aproxima-damente 6 m por encima de la mencionadacalle. La terraza del cubo se eleva 6.20 m sobrela base, y está situada a la misma altura que eladarve del lienzo al que se adosa. En planta, elbastión mide 3 m de anchura por 3 m de pro-fundidad. A causa de los sucesivos parches yrefacciones que ha sufrido a lo largo de lossiglos, es imposible reconocer en sus para-mentos ningún elemento constructivo original.

Cubo oriental de la calle Cornudillas

Aparece reflejado en el plano con la letra F.Se sitúa en el flanco meridional de la cerca, unos20 m al este de la supuesta albarrana de lamisma calle, y a una distancia indeterminada aloeste de la de Mari Lucas. La torre se encuen-tra libre de casas adosadas en la parte superiorde sus caras este y sur, y se puede contemplartoda su alzado en la mitad occidental del fren-te meridional (Lám. 6). El nivel de la calle Cor-

nudillas se encuentra aproximadamente 3.60 mpor debajo del patio inmediato 65, al que con-sideramos como cota de referencia, desde el quese puede ver el alzado del cubo. Éste se eleva9.50 m hasta el borde del pretil, que se hallacercenado en sus últimos 30 o 40 cm. Incluyendolos merlones, el bastión debió de alcanzar unaaltura total de más de 10.50 m. En planta, la torresobresale 2.89 m respecto de la muralla, mien-tras que la cara paralela a ésta arroja 3.90 m deancho; su terraza se encuentra a una cota de9.10 m, un metro por encima del adarve dellienzo al cual se adosa la torre. De aquél sub-siste un tramo de 14 m de longitud que avan-za a oriente. El desnivel entre ambas superficiesse salva mediante tres escalones practicados enel macizo del cubo, para así no interrumpir eltránsito en el adarve de la muralla. A pesar deestar perdida la parte superior del parapeto ymerlones, es posible suponer para estos últi-mos un número y disposición idénticos a losobservados en el cubo D, de similar morfolo-gía y dimensiones que el que nos ocupa.

La parte inferior de la torre está constitui-da por un zócalo pétreo formado por seis hila-das de sillares graníticos reaprovechados, sinduda, de anteriores construcciones. Por unaparte, nos encontramos con un aparejo de hui-diza isodomía, en el que casi coinciden las lla-gas verticales de hiladas contiguas. Por otrolado, se detecta un enllagado de grosores muyirregulares donde proliferan trozos de cuarci-tas, pizarras y fragmentos de ladrillo, que tra-tan de calzar sillares y rellenar algunos de susdesgastados ángulos. En la sexta hilada se apre-cia un fragmento de fuste granítico dispuestotransversalmente, de tal forma que se percibela circunferencia de su base. Entre las cotas2.90 y 3.90 m, los sillares son sustituidos porun tramo de mampostería cuarcítica, con refuer-zos en las esquinas de mampuestos ligeramentemás regulares y mayores. A partir de este nivel,se levantan seis hiladas de tapia hasta la terra-za del cubo. De la séptima, que forma partedel pretil, sólo resta la mitad inferior.

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65 Este desnivel puede explicarse por la existencia del antemuro, de tal forma que el adarve de éste debió de coincidir en altura conla rasante del patio actual.

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Cubo del olivar 66

Se indica con la letra G. Está emplazado enel flanco oriental de la cerca, 25 m al norte dela albarrana de Hernando Pizarro, 25 m aponiente de la de los Aljibes, y 30 m a suro-este de la de los Pozos. En planta, el cubosobresale poco más de 4 m respecto de lamuralla, mientras que la cara paralela a éstamide 6.10 m de ancho. Esta torre nace a niveldel adarve del antemuro, que se eleva unamedia de 1.50 m sobre el terreno circundan-te. En este sector, las casas adosadas a la mura-lla desde el interior, y que invaden su paso deronda, impiden comprobar con certeza si laterraza de la torre se encuentra sobreelevadarespecto del adarve del lienzo adosado; aun-que parece que así es.

En una fotografía de los años 50, o prime-ros 60 del siglo XX, se puede apreciar el esta-do de conservación del cubo con anterioridada la primera de las dos restauraciones que hasufrido en tiempos recientes, la del arquitectoJosé Manuel González Valcárcel (Fig. 11). Enaquella imagen se puede ver el zócalo pétreoque ha perdido totalmente su revestimientohasta una cota de 3 m, y las esquinas casi hastalos 4.85 m de altura, que es donde comienzala obra encofrada. El revestimiento original con-servado está ejecutado con mampuestos, ubi-cándose los mayores y más regulares en la parteinferior de lo subsistente. El análisis de esta foto-grafía y de los cubos D y F, análogos a éste, nosha hecho suponer que tales superficies descar-nadas estaban forradas por un aparejo de silla-res graníticos reaprovechados que, en unmomento indeterminado, fueron expoliadospara ser nuevamente reutilizados en otras cons-trucciones. En la obra dirigida por Valcárcel sereconstruyeron las partes perdidas con mam-postería, y se parchearon toscamente las hila-das de tapia dispuestas sobre el zócalo pétreo.

Tan poco afortunada fue la restauración de losencofrados que, a principios de los 90, debióacometerse una nueva intervención, esta vez acargo del arquitecto Miguel Matas Cascos, enla que fue necesario consolidar lo que subsistíaforrándolo con nuevas tapias que trataron derespetar la modulación original de las hiladas. Asípues, parece ser que eran cinco el número deéstas que se elevaban hasta la terraza.

Cubo semicilíndrico

Se emplaza en el ángulo nordeste del recin-to. En el plano está indicada con la letra H. Seubica 34 m al norte de la septentrional de lacalle Caleros y 37 m al este de la del Aire. Real-mente todos los autores consultados la deno-minan torre Redonda 67, adoptando el mismonombre que recibe la octogonal del ángulosuroeste. Para que no haya dos homónimas, yatendiendo a criterios formales, le hemos adju-dicado un topónimo diferente a ésta por con-siderarla menos significativa.

La torre conservada en la actualidad, comoalgunos investigadores han señalado, es impro-bable que pertenezca a la fase almohade de lacerca 68, pudiéndose encuadrar dentro de dosperiodos diferentes. Uno, comprendido entre1165 y 1174, en que el enclave es ocupadosucesivamente por portugueses y leoneses, yotro, iniciado a partir de 1229 con la definiti-va conquista leonesa. La primera posibilidadimplicaría que los Unitarios no habrían ejecu-tado reformas en el ángulo nordeste, conside-rando el buen estado de la torrecilla y la sufi-ciencia de las defensas naturales del sector.Decantándonos por la segunda, podemos supo-ner que la albarrana almohade se habría dete-riorado rápidamente, y que fue sustituida porla actual semicilíndrica. Únicamente, una inter-vención arqueológica o nuevos datos cronísti-cos podrían ayudar a dilucidar la cuestión.

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66 Le hemos adjudicado tal denominación por hallarse en un olivar limitado por la albarrana de Hernando Pizarro, la muralla y elmuro meridional del conjunto de los Pozos.

67 Así lo hacen F. BRAVO Y BRAVO, Op. Cit., 28 Mayo 1975, p. 9; M. M. LOZANO BARTOLOZZI, Op. Cit., 1980, p. 69; y G.RODRÍGUEZ CEREZO, Op. Cit., 1988, p. 105.

68 Léase a G. RODRÍGUEZ CEREZO, Op. Cit., 1988, p. 105, así como F. VALDÉS FERNÁNDEZ, Op. Cit., 1999, p. 246, nota 25.

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Cubo de “Cerrillo”

En el año 1974, el catedrático Enrique Cerri-llo Martín de Cáceres inspeccionó unos vesti-gios arqueológicos que, a su juicio, forman partede un cubo que se localiza en el frente sep-tentrional de la cerca, a escasos metros delespigón de la torre de la Basura. En el planose indica con la letra I. Puesto que los restosestaban enterrados, y en ese estado perma-necen, no se pudo tomar ningún dato refe-rente a sus dimensiones 69. Solamente nos quedael testimonio del citado profesor y unas foto-grafías que reflejan lo que podía verse, en lasque se aprecian unas hiladas de sillares graníti-cos, estando almohadillados los de la inferior.Dos de las piezas de las filas superiores tienengrabada una inscripción con caracteres latinos.

Un caso excepcional: la Torre delos Pozos y su epígrafe almohade

ANÁLISIS MORFOLÓGICO

Este conjunto defensivo se ubica en el flan-co oriental del recinto. Está integrado, entreotros lienzos, por la torre de los Pozos, la torreCoracha y la torre de los Aljibes, indicadas enel plano con los números 16, 15 y 14 respec-tivamente (Fig. 11). La principal de ellas es laque da nombre al bastión, y se encuentra 58m a nordeste de la exenta de la calle Hernan-do Pizarro y 96 m al sur de la del Río.

Es un baluarte de planta trapezoide, casirectangular, y proyectado hacia el exterior dela cerca, aproximándose a un pequeño arroyoconocido como rivera del Marco (Lám. 7). Sufrente oeste es un tramo de 19 m de la pro-pia muralla de la ciudad. El lado norte es unpaso albarrano de 26 m de longitud que acabaen la llamada torre de los Pozos o del Gitano.El oriental es un muro de 14.50 m de largo casiparalelo a la muralla y que arranca del frente

sur de la citada albarrana. Cierra la cara meri-dional del patio un lienzo de 31 m prácticamenteparalelo al espigón de la exenta. Si el ángulonordeste del conjunto está ocupado por latorre de los Pozos, el sudeste lo está por otratorre albarrana, llamada de los Aljibes, unida albaluarte que nos ocupa mediante un peque-ño paso albarrano de solamente 2.35 m delongitud. Esta exenta defendía un pequeño vanoo postigo abierto en la zona adyacente del lien-zo este. Actualmente esta torre se encuentramutilada en sus 8.40 m superiores, lo cual puedellevar a confundir a veces su espigón, que sí seconserva, con la torre en sí. Tanto la terrazade la exenta de los Pozos como el adarve dela muralla se hallan prácticamente a la mismacota. Sin embargo, el adarve de los muros estey sur del patio se encuentran 4.70 m por deba-jo de aquellos. El nivel del adarve del espigónde la del Gitano se sitúa en el tramo conser-vado, el más cercano a la torre, a 1.90 m porencima de los mencionados muros de levantey meridional. Las diferencias de cotas se debena la inclinación del terreno y a la ubicación dela torre de los Pozos sobre un gran espolónrocoso que, pese a seguir la pendiente dondeestá enclavado, está unos metros más elevado.

Actualmente, el interior de este baluarte seencuentra totalmente colmatado de tierra hastael nivel del adarve de los lienzos sur y este, yconvertido en un huerto. El tramo de la mura-lla urbana está suplantado por unas casas, asícomo los 17.50 m del espigón de la torre delos Pozos más alejados de la misma. La parteconservada de dicho paso albarrano mide 8.50m de longitud y tiene una anchura de 1.75 men lo más alejado de la torre y 2.40 m en elenteste con la misma. Este encuentro no seproduce en el centro de la cara oeste de laexenta, sino junto al ángulo norte de la cara,de tal manera que las fachadas septentriona-les del espigón y de la albarrana son coplana-rias. Más adelante se comentarán las posiblescausas de esa excepción morfológica. Casi en

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69 Según afirma Enrique Cerrillo, tuvo que introducirse por un angosto agujero y descender un par de metros para poder inspec-cionar los restos y obtener fotografías, las cuales ha tenido la amabilidad de mostrarnos.

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la unión de la torre y su paso, pero 4.70 minferior, se produce otro encuentro, esta vezcon el antemuro.

Es complicado hacer un análisis formal delespigón conservado, pues aparece su adarveinvadido por construcciones parásitas. Pese aello, en su frente norte puede atisbarse sobreel pretil cuatro merlones parcialmente mutila-dos. Por el contrario, sorprende ver en su carade mediodía cómo en la altura correspondientea la merlatura, el muro no presenta disconti-nuidad. Pareciera que sobre el parapeto se ele-vara otro ocupando el sitio de los merlones.

La torre de los Pozos posee un volumentroncoprismático, y su planta, medida en laterraza, es un trapezoide tendente al rectán-gulo de 7.22 x 5.02 x 7.45 x 5.75 m nombra-dos en sentido levógiro comenzando por ellado septentrional. Alcanza una altura máximade 14 m sobre el espolón cuarcítico sobre elque asienta. Esta magnitud sería 0.90 m mayorsi se hubiesen conservado los merlones. Aunasí, éstos se podrían restituir en todos sus fren-tes, excepto en el oeste, gracias a las huellasde sus arranques. Así, la cara oriental tuvo cua-tro merlones, todos de planta rectangular, queocupaban toda la anchura de la fachada. Lascaras norte y sur también poseían cada unaotros cuatro de estos elementos prismáticospero no abarcaban toda la anchura de los res-pectivos frentes, pues los ángulos noreste ysudeste de la torre ya estaban ocupados porlos merlones esquineros de la citada cara este.Eso sí, los ángulos noroeste y suroeste sí esta-ban coronados por merlones correspondien-tes a las fachadas meridional y septentrionalrespectivamente. En consecuencia, es posiblesuponer que sobre el pretil oeste, por ser elmás corto, debieron de elevarse dos prismasgrandes o tres más pequeños.

En un principio, el ingreso a la cámara desdeel exterior se realizaba por el paso albarranodesde poniente. Hoy, por estar condenada esaentrada, hay que acceder a través del vanoarcuado que comunica la torre con el adarvedel lienzo de levante del baluarte, el cual, recor-demos, está colmatado y convertido en unhuerto al que se acomete a través de la vivien-

da que suplanta el tramo de lienzo de la ciu-dad. El suelo de la estancia de la torre está ele-vado sobre el mencionado adarve una alturacorrespondiente a dos hiladas de tapia, 1.90 men este caso, salvándose la diferencia median-te una escalera de nueve escalones cuya mitadinicial transcurre al aire libre y la segunda bajoel cañón del vano. Éste alcanza sobre el primerescalón que cobija, el quinto de la escalera, unacota de 3.10 m. Esa magnitud queda reducidaa 2.20 m tomada sobre el suelo de la cámara.Sin embargo, serán invariables la profundidady la anchura del acceso, estimadas en 1.12 y0.84 m respectivamente.

Al igual que la torre, la planta de la cáma-ra tiene forma trapezoide tendente al rectán-gulo, y mide, comenzando por el lado de levan-te y en sentido levógiro, 3.37 x 3.36 x 3.05 x3.36 m. En el centro de la estancia hay unacolumna de granito de 1.84 m de altura, for-mada por tres tambores, de la que arrancancuatro arcos perpendiculares a las paredes quelos reciben, los cuales alcanzan en la clave unaelevación media de 2.70 m sobre el suelo dela habitación. Se generan así cuatro espacios simi-lares cubiertos por bóvedas de arista. La dis-tancia entre las claves de la cámara y la super-ficie de la terraza que hay encima es de 0.82m. En la zona norte de la pared de ponientehay un vano adintelado, de 0.88 m de anchoy 1.90 m de alto, que da acceso a la escaleraque, embebida en el muro oeste de la torre,asciende hasta la esquina suroeste y, tras unameseta, quiebra en ángulo recto hacia levantey sale a la terraza (Lám. 8).

El muro que cierra a levante el baluarte seeleva, en su mitad septentrional, sobre partedel mismo espolón cuarcítico que sirve de basea la torre de los Pozos. Tiene en su extremonorte una cota de 9.20 m desde la roca hastala merlatura. Sin embargo, en el extremo surdesaparece la cuarcita y cimienta directamen-te sobre un terreno más bajo, alcanzando asíel lienzo una altura máxima de 13.80 m desdeel suelo hasta los merlones. Es en esta partedónde se localiza el vano o postigo, que dabaentrada al baluarte desde el exterior. Poseebóveda de medio cañón rampante, 1.25 m deluz, 3.60 m de altura y 2.25 m de profundidad,

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la misma que la anchura del muro que perfo-ra. El fondo del acceso está cegado por elpotente relleno ya citado. Aun así, es posibleapreciar cómo la pared septentrional del pasa-dizo se prolonga más allá del grosor del muroy se pierde en el macizo. De este modo, pare-ce que el cañón desembocaba hacia un primercorredor, de unos 2.50 m de ancho, proba-blemente sin cubierta.

Actualmente rematan este muro seis mer-lones, de los que el correspondiente al extre-mo meridional tiene planta en forma de L porestar coronando el encuentro entre este lien-zo y el paso albarrano de la torre que defen-día el postigo. Los otros cinco elementos pris-máticos tienen planta rectangular y miden,aproximadamente, 1 m de longitud, estandoseparados por intervalos de 2 m. Una fotografíade 1887 demuestra que en un principio cadauno de estos espacios estuvo ocupado por unmerlón de las mismas dimensiones que los sub-sistentes, siendo los intervalos originales de0.50 m de longitud 70.

Siguiendo con nuestra descripción del con-junto, apuntemos que no es posible conocerlas dimensiones exactas de la torre de los Alji-bes debido a que se encuentra mutilada suparte superior y su cara septentrional. Su basese halla rodeada de construcciones parásitas ycimentada sobre una fuerte pendiente. A pesarde ello, sí es posible establecer la altura de lacara oeste del muñón, conservado en 3 maproximadamente. Si a este dato añadimos ladistancia desde ese punto al adarve del espi-gón, tenemos que la altura de esta albarranaen su cara de poniente, desde el suelo actualhasta el nivel del adarve, debió de superar los9 m. Considerando que la base de la torre, porla cara de levante, se sitúa como mínimo 4 mpor debajo de la opuesta, la exenta alcanzaríaen su fachada principal una altura mínima de13 m hasta el suelo de su paso albarrano. Así,estos datos parecen indicar que la de los Alji-bes pudo carecer de cámara, pues su elevación

habría resultado excesiva. Tengamos en cuen-ta que las torres más elevadas se encuentranen el flanco occidental de la fortificación y levan-tadas siempre sobre pendientes más suaves.

En cuanto a sus dimensiones en planta,comentemos que es un rectángulo con loslados mayores paralelos al lienzo que contieneel postigo, de los que no será posible conocersu longitud exacta hasta la realización de unaintervención arqueológica. A pesar de ello pode-mos intentar aproximar algunas medidas. Lacara oeste mide 3.50 m desde su extremo surhasta el encuentro con el paso albarrano quearroja una anchura de 2 m. Como el frentenorte de la torre está perdido, al menos ensuperficie, se pueden contemplar dos posibili-dades. Por una parte, si las caras septentrio-nales de exenta y espigón fueron coplanarias,las longitudes cuestionadas serían de 5.50 m.Por el contrario, si la fachada norte de la alba-rrana enrasaba con la pared sur del pasadizodel postigo, las dimensiones de las caras delevante y poniente se ampliarían hasta 7.50 m.Lo que sí es posible aproximar es la longitudde la cara meridional, 4.50 m, suponiendo medi-das similares para el frente septentrional.

La cara meridional del conjunto del baluar-te consta de dos tramos. Por una parte, elmuro que cierra la construcción por esta zona,y el corto paso albarrano que lo unía con laexenta de los Aljibes. Realmente, el único ves-tigio de origen almohade por dicho lado es elpequeño espigón, puesto que el actual lienzosur es una refacción, posterior a la conquistaleonesa, forrando el muro primitivo. Éste dis-curría paralelo al frente meridional del pasoalbarrano, pero retranqueado 0.70 m aproxi-madamente. Esta forma de construcción encremallera es muy habitual, como sabemos, enlas obras militares de los Unitarios. Así pues, laintervención cristiana consistió en forrar el muroprimitivo con otro, el hoy visible, cuya caraexterior pasó a ser coplanaria de la cara meri-dional del espigón, la cual mide 4.10 m de lon-

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70 Esta fotografía ha sido publicada en varios libros y catálogos. La edición más antigua de la misma puede verse en N. DÍAZ y PÉREZ,Op. Cit., 1887, p. 675.

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gitud y 11.20 m de altura desde la base hastala cima de la merlatura. La cara septentrional,sin embargo, mide tan sólo 2.35 m de longi-tud y alcanza 13.80 m desde el suelo hasta lareferida cima de los merlones. De estos ele-mentos prismáticos el paso albarrano conser-va dos, uno ya mencionado con forma de L yotro, mutilado en su mitad norte, que coronala primitiva cara que producía el retranqueo dellienzo adyacente al muro cristiano. Éste con-serva diez merlones, con sus correspondien-tes albardillas piramidales, levantados sobre los14 m de lienzo más próximos al espigón. Laaltura de este muro se reduce a poco más de4 m en el enteste con la muralla de la ciudad.Es en esta zona donde aún pueden verse losrestos del pretil y merlón del antemuro empo-trados en el lienzo postalmohade, y separados1.70 m de la muralla urbana (véase supra). Sualtura es de 1.80 m, la equivalente a la de doshiladas de tapia, una correspondiente al para-peto y otra a la merlatura. El grosor se identi-fica con el de otros elementos similares con-servados, 0.60 m.

Entra en el campo de la hipótesis la exis-tencia de la llamada torre Coracha, que, comosu propio nombre indica, se acercaría a la rive-ra del Marco para proteger el acceso al cursofluvial desde el interior del recinto. Debió deemplazarse a escasos 20 m de la vaguada y, apesar de que no se conserva vestigio alguno,es citada por varios investigadores 71. Incluso,alguno ha especulado acerca de su emplaza-miento basándose, suponemos, en la docu-mentación gráfica que hemos consultado. En lafotografía de 1887, referida anteriormente, seobserva cómo la cabecera de la ermita de San

Marcos está levantada sobre lo que podríainterpretarse como parte del macizo desgas-tado de la torre. Por otro lado, una acuareladel mismo edificio, dibujada por Gustavo Hur-tado en 1896, muestra indicios cuya lecturapuede apoyar su existencia 72.

Por el contrario, no disponemos de ningúndato acerca del trazado del hipotético espigónque la uniría con el baluarte. Basándose en unaalineación supuesta con la torre de los Pozos,Fernando Bravo la interpretó conectada a estaúltima 73. Sin embargo, el análisis parietal de ladel Gitano parece negar el posible enteste deun muro en su frente oriental. Preferimos con-siderar la posibilidad de que el espigón nacie-se, en su caso, de la torre de los Aljibes. Enese caso, es muy probable que el adarve delespigón no tuviese acceso al terrado o cáma-ra de la torre con la que entestase 74.

ANÁLISIS CONSTRUCTIVO

Desde un punto de vista constructivo, refi-ramos que, como es común en el recinto cace-reño, tanto la torre de los Pozos como su tramode espigón conservado fueron levantados abase de sucesivas hiladas de tapia de hormigónde cal. Sin embargo, es en esta exenta dondese emplearon modos constructivos diferentesa los utilizados en el resto de albarranas de lafortificación. Así pues, no sorprende que laparte inferior de la del Gitano sea un potentezócalo de mampostería apoyado directamentesobre un macizo rocoso de cuarcita. Pero lo quesí llama la atención son los refuerzos esquine-ros de idéntico material que el zócalo, y quealcanzan una elevación de 8 m sobre la base

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71 Es citada por G. RODRÍGUEZ CEREZO, Op. Cit., 1988, p. 105; siguiendo a F. BRAVO y BRAVO, Op. Cit., 28 Mayo 1975, p. 9, elcual, además de nombrarla e incluirla en su croquis, supone que sus restos son reutilizados en la construcción de la desaparecidaermita de San Marcos. Por otra parte, María del Mar Lozano Bartolozzi atribuye el nombre de torre Coracha a la de los Aljibes,como denominación secundaria, a la vez que reconoce la posibilidad de la existencia de una coracha a la que no denomina deninguna manera. Consúltese en M. M. LOZANO BARTOLOZZI, Op. Cit., Cáceres, 1980, p. 70.

72 Según tal dibujo, la cabecera del templo aparece levantada sobre una masa informe que consta de dos partes: la superior, con suslíneas generatrices dispuestas horizontalmente; y la inferior, con sus líneas trazadas oblicuamente. Es posible interpretar éstas comorepresentación de una afloración de cuarcita sobre la que asentaría el macizo de la torre con sus hiladas de relleno de mampues-to o tapia. Su publicación más reciente puede verse en AA. VV., Visiones de Cáceres, Cáceres, 1999, p. 38.

73 F. BRAVO Y BRAVO, Op. Cit., 28 Mayo 1975, p. 9.

74 En los restos de uno de los muros de la coracha de la alcazaba de Badajoz se observa tal disposición. Desde luego, creemos queel alejamiento de la torre Coracha respecto al baluarte suponía una gran merma de su capacidad defensiva, la suficiente como paraconcebirla relativamente aislada del resto del recinto, con miras a evitar un fácil asalto del enemigo a través de esta torre.

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en el frente de levante. Estos refuerzos se obser-van claramente en las esquinas nordeste, sudes-te y se suponen en la suroeste, actualmentesepultada por el huerto. Como las caras sep-tentrionales del paso albarrano y torre soncoplanarias no existe ángulo noroccidental sus-ceptible de ser rematado con mampuestos.

Como ya sabemos, sólo las caras norte yeste de esta albarrana aparecen totalmente visi-bles. Resulta curioso el hecho de que, hasta los8 m de altura, y coincidiendo con el fin de lafábrica mixta, no se alineen las hiladas de tapiade una y otra cara. Así, mientras que en elfrente septentrional, entre el zócalo de mam-postería y la cota referida, median cinco filasde cajones, en la cara de levante para el mismoespacio se detectan seis hiladas. Y ello a pesarde la restauración del arquitecto González Val-cárcel, en los años sesenta, que no respetó laprimitiva ubicación de las cintas de morterode cal coincidentes con las líneas de mechina-les, rehaciendo dicho encintado sin criterio cien-tífico. En la referida cota de transición a la fábri-ca pura de tapia, se rastrean en las caras delevante y meridional sendas hiladas de mam-puestos, de unos 30 cm de altura, que reco-rren toda la longitud de ambas, a pesar de queen la fachada meridional es más difícil percibirlaal estar dicha línea pétrea enrasada con el huer-to. Desde esta cota, y hacia arriba, se levantansiete filas de cajones de tapia de las que seconservan todas menos la última, la corres-pondiente a los merlones, coincidiendo ahoralas hiladas de cada cara. De estas siete, las dosprimeras corresponden todavía al macizo de latorre, las cuatro siguientes a la cámara con subóveda y la restante al pretil.

Tanto la albarrana como su espigón estánperfectamente trabados y, consecuentemente,sus hiladas de cajones alineadas. Es posible queesto se deba a que, por estar el paso albarra-no descentrado respecto de la exenta, sus carasseptentrionales son coplanarias. Y, lógicamen-te, en un paramento totalmente liso sin arti-cular, todos los cofres de tapia se disponen tra-bados. Sin embargo, el lienzo de levante del pationo traba con la de los Pozos, aunque sí lo hacecon el pequeño paso albarrano de la de los Alji-bes y debió de hacerlo con el primitivo muro

meridional del conjunto. Más adelante se daránposibles motivos a esta disposición.

Volviendo al lienzo que ahora nos ocupa, eloriental, comentemos que su parte inferior estáconstituida por un zócalo de mampostería cuar-cítica que, en el entorno del postigo, zona meri-dional, alcanza una altura de 6 m sobre el suelo.Esta magnitud se ve reducida en su tramo nortea escaso 1 m, al cimentar directamente enci-ma del macizo rocoso. Las dovelas del arco delpostigo son de grandes mampuestos graníti-cos bastante irregulares. El paramento situadoentre la jamba septentrional del vano y la aflo-ración rocosa está dispuesto en ligera escarpa.Por encima del basamento se elevan un totalde diez hiladas de tapias, que se convierten enocho en el extremo norte y once en el meri-dional, a causa de que la separación entre lazona de mampostería y la parte de tapia expe-rimenta quiebros en los mencionados extremos.Como es habitual, las dos filas cimeras coinci-den con pretil y merlatura.

Lo que subsiste de la torre de los Aljibes,así como de su pequeño espigón, está cons-truido de idéntica manera. Tal paso albarranocontaba con once hiladas en todas sus caras,excepto en la mitad occidental del frente sur,donde se elevan ocho filas de cajones debidoal comentado escalonamiento que sufre la basede mampostería.

El muro meridional primitivo del baluartetambién debió contar con un zócalo de mam-postería, que iría elevándose a la par que elterreno donde cimenta, sobre el que se alzarí-an las sucesivas hiladas de tapia. Sin una inter-vención arqueológica resulta imposible com-probar el estado actual del lienzo, pues su carainterna está enterrada en el huerto y la exter-na adosada al lienzo postalmohade. Éste fueconstruido en su totalidad con fábrica de mam-puestos; se puede observar una línea de ellos,más menudos, que recorre la base del parapeto.

HIPÓTESIS FUNCIONALES

Ciertos factores invitan a pensar que el con-junto de la torre de los Pozos pudiera ser pro-ducto de dos fases constructivas sucesivas, den-

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tro de la gran reforma almohade. Así, en unprincipio, quizás se levantara la propia torre delGitano con su correspondiente espigón. En unmomento posterior indeterminado, pero ante-rior a la conquista leonesa, se erigirían los lien-zos meridional y oriental que, junto a lo yaconstruido, generaron el baluarte actual. Tam-bién pertenecerían a esa última fase la torrede los Aljibes, con su espigón, y el postigo deacceso. El espacio englobado quedaría consti-tuido como un patio. Esta especulación acercade dos etapas edilicias puede verse reafirma-da por la equidistancia de un cubo de la mura-lla (referido como G) a las albarranas de losPozos y de la calle Hernando Pizarro. Si el con-junto del baluarte hubiese sido edificado deuna vez, habría resultado más lógico situar elmencionado cubo a la misma distancia de laexenta de Hernando Pizarro que del lienzomeridional del conjunto. Además, téngase encuenta que la torre de los Pozos y el lienzooriental adyacente no traban entre sí, lo cualpuede corroborar la diferencia cronológica pro-puesta para ambas construcciones. No obs-tante, esta cuestión también puede reflejar unsimple criterio constructivo de establecer unalínea de junta constructiva, muy común en obrashormigonadas masivas. Es decir, aunque la teo-ría sea atractiva, no deja de ser una hipótesisde trabajo de difícil comprobación sin ningunaexcavación arqueológica que venga a corro-borar o desmentir la misma.

La nueva ampliación respondería a una dobledemanda funcional. Por una parte, incremen-tar la capacidad defensiva de la vecina alcaza-ba al anteponer nuevos elementos poliorcéti-cos. Por otra, acortar distancias entre el recintoamurallado y el único curso de agua cercano.Insistiendo en la función que poseería esteimportante conjunto, caben aportar varias refle-xiones que, tal vez, vengan a arrojar algo deluz sobre el tema. Lo primero que llama laatención de esta construcción es su sensible pro-yección hacia el exterior del recinto. Pensamosque esta cuestión es fundamental para el aná-lisis del baluarte. Si estudiamos su situación,comprobamos cómo aprovecha un importan-te afloramiento rocoso que, aparte de consti-tuir un serio padrastro para la integridad de lacerca inmediata, servía para dominar el punto

de mayor proximidad con el arroyo de la rive-ra del Marco. Seguramente, el objetivo perse-guido con la construcción de esta defensa ade-lantada era dominar este punto estratégico deaguada desde la alcazaba, evitando cualquieraproximación enemiga y permitiendo un acce-so protegido a la guarnición local. A tal fin res-ponderían la presencia de la supuesta torrecoracha y el citado postigo. Además, recuér-dese la toponimia que presentan todas lasestructuras que forman parte de este baluar-te, relacionada con elementos hidráulicos: pozos,aljibes y coracha.

DECORACIÓN Y EPIGRAFÍA ALMOHADESEN LA TORRE DE LOS POZOS

En el revestimiento original de la torre delos Pozos se concentran los únicos vestigiosepigráficos y de exorno originales que se con-servan en toda la fortificación cacereña. Dehecho, se han podido localizar en esta albarranados estrellas de ocho puntas, un resto de ins-cripción cúfica y una cinta anudada, inéditos losdos últimos hallazgos (Lám. 9).

Las mencionadas estrellas se localizan en elfrente oriental de la exenta, sobre la primerahilada sin mampostería de las esquinas. Cadauna de ellas está situada a 1 m aproximada-mente de los extremos de la fachada. No sonelementos aislados, sino que forman parte deuna decoración de sillares fingidos y formascurvas que asemejan lágrimas. La estrella pró-xima a la esquina septentrional está constitui-da por dos cuadrados, de aproximadamente0.35 m de lado, superpuestos, y girado uno deellos 45º respecto del otro. En la génesis deldiseño se eliminan las líneas interiores de laestrella, trazándose únicamente las del contor-no. Mientras que las esquinas del cuadradoapoyado en su base no tocan ningún elemen-to, los vértices del otro prolongan sus lados enlos ángulos superior e inferior y conectan conlíneas curvas. El izquierdo queda tangente auna vertical y el derecho se une a unos trazoscurvos en forma de lágrimas que, próximas ala esquina, enlazan con otras líneas horizonta-les y verticales que simulan sillares. La otraestrella es escasamente mayor que la anterior,pues los lados de los cuadrados que la gene-

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ran miden aproximadamente 0.40 m. Ésta y sudecoración adyacente se organizan exactamenteigual que la descrita pero, lógicamente de formasimétrica. Todas las líneas que dibujan los moti-vos ornamentales están realizadas mediantecintas de mortero de cal, muy fino y casi bru-ñido, de 5 cm de ancho.

Cáceres no es el único lugar donde seencuentran aplicados tales motivos en la facha-da principal de una torre. Sobre el enlucido deuna de las del Castillejo de Monteagudo, en Mur-cia, se hallan incisas una pareja de estrellas simi-lares a las que nos ocupan. Según Julio Nava-rro Palazón y Pedro Jiménez Castillo, en el casomurciano, estas formas cumplirían una funciónprofiláctica, protegiendo de la fascinación al edi-ficio en cuestión 75. Sin embargo, el resto delos elementos identificados en nuestro casoabogan por un conjunto representativo decarácter propagandístico.

En cualquier caso, el principal hallazgo aquípresentado lo constituye la inscripción locali-zada en el frente septentrional de la torre (Fig.12). Se ubica en la mitad superior de la cuar-ta hilada de cajones de tapia, lindando con lamampostería de la esquina y a dos metros deésta. Está inscrita dentro de una cartela de 40cm de alto por 50 cm de ancho aproximada-mente. Consta de tres trazos situados a lamisma altura y un cuarto ligeramente más ele-vado que monta sobre el límite izquierdo dela cartela. Tanto los caracteres cúficos, comolas formas decorativas situadas debajo de aque-lla, están ejecutadas al igual que las estrellas, concintas de mortero de cal.

Para establecer el significado de este testi-monio epigráfico y, puesto que no somos ara-bistas, hemos contado con el consejo de laDra. María Antonia Martínez Núñez. Según sucriterio, el primer término formado por tres tra-zos podría ser interpretado como Allah (“Dios”),al que le faltaría un grafema inicial (lam), o tam-

bién como inna-hu (“Ciertamente Él”). En cuan-to al trazo aislado ubicado en un nivel ligera-mente superior podría corresponder al comien-zo de la expresión rabbu-na (“nuestro Señor”),lo que implicaría que se ha perdido la últimaparte de esa expresión. Así, la lectura y tra-ducción podría ser : Allah ra[bbu-na] (“Dios esnuestro Señor”) o inna-hu ra[bbu-na] (“Cierta-mente Él es nuestro Señor”). La primera posi-bilidad, a pesar de la falta de un grafema, es lamás aceptable, pues está ampliamente docu-mentada en el mundo almohade como vemosen sus típicas acuñaciones en plata. En cual-quier caso, las dos versiones vienen a expre-sar un mismo concepto afín.

El paralelo más próximo se conserva, des-contextualizado, en el museo de Jerez de laFrontera 76. Se trata de un friso de piedra delque se conservan dos fragmentos. Uno con-tiene una cartela epigráfica en cúfico tallado enun relieve muy semejante al caso que nosocupa y con el mismo contenido: Allah rabbu-na (“Dios es nuestro Señor”). Aunque fue halla-do fuera de su ubicación original, parece queel friso procede de una de las puertas de laciudad. El otro muestra una estrella de ochopuntas muy austera. Así, estos son los restosmás próximos que pueden identificarse, a díade hoy, con los elementos parietales de la torrede los Pozos. En opinión de la Dra. MartínezNúñez, tanto en el caso de Jerez como en elextremeño, los textos están incompletos, puesdeberían incluir breves elogios a Dios o com-pletarse con las leyendas que en los dirhemesde plata almohades siguen a la expresión con-servada: Muhammad rasulu-na (“Mahoma esnuestro enviado”), al-Madhi imamu-na (“ElMahdi es nuestro guía”). En el caso de Cáce-res es posible que la expresión conservada,aunque incompleta, tuviese su conclusión enla cara oriental de la albarrana y que, a lamisma cota y a lo ancho de ese frente, se ubi-casen las otras posibles leyendas en cartelassemejantes a la conocida. Por desgracia, la zona

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75 Para consultar de manera más extensa la opinión de estos investigadores, véase J. NAVARRO PALAZÓN y P. JIMÉNEZ CASTI-LLO, “El castillejo de Monteagudo: Qasr Ibn Sad”, Casas y palacios de Al-Andalus, Barcelona, 1995, pp. 94 y 95.

76 B. PAVÓN MALDONADO, Jerez de la Frontera. Arte islámico y mudéjar. Madrid, 1981, pp. 8 y 9, Fig.

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del paramento donde pudieron situarse seencontraba muy erosionado antes de la inter-vención del arquitecto José Manuel GonzálezValcárcel, por lo que fueron parcheadas todaslas tapias.

Resulta cuanto menos llamativo comprobarcómo, en ambas fortificaciones, no sólo ha sub-sistido idéntica manifestación, sino también simi-lares motivos ornamentales, las estrellas deocho puntas. Las inscripciones localizadas enambas ciudades constituyen dos interesantesejemplos de epigrafía estatal muminí en obrasmilitares andalusíes que viene a referir la ideo-logía que subyace en el nuevo régimen. Rom-piendo con lo habitual hasta entonces, estos tes-timonios de carácter oficial reproducen textosexclusivamente de contenido religioso: citascoránicas, frases de alabanza al Dios único y alu-siones a Muhammad y su misión profética, pres-cindiendo de formularios fundacionales. Así, seotorgará a la epigrafía, junto a otros elemen-tos decorativos, una monumentalidad en losrevestimientos exteriores de los edificios de laque se había carecido hasta entonces. Estaforma de entender los tratamientos parietalesperdurará en siglos posteriores, como ocurre,por ejemplo, en alguna torre de la fortificaciónde Gibralfaro, tal vez de origen meriní 77.

La propaganda almohade no se plasma deidéntica manera en Al-Andalus y el Magreb.Mientras que en tierras peninsulares se mani-fiesta fundamentalmente a través de fundacio-nes religiosas, en África aparece tanto en estetipo de obras como en otras militares. El ejem-plo más evidente lo tenemos en las puertasmonumentales edificadas en Marrakech y enRabat, innovadoras y sin parangón alguno enal-Andalus, con sus frisos epigráficos y su orna-mento de lazo y ataurique 78. En este contex-to, Cáceres y Jerez constituirían una excepción,aunque modesta, a la norma 79. ¿Cuál sería

entonces la justificación de este hecho en elenclave extremeño? Es posible que la situaciónde fortaleza de vanguardia frente al enemigocristiano explique el afán de propaganda deuna dinastía que tenía en la guerra santa unade sus señas de identidad. En estas condicio-nes es posible suponer que el programa pro-pagandístico de los Unitarios hubiese tenidodos destinatarios: por un lado los leoneses,como componentes de un ente social, políti-co y militar ajeno al mundo musulmán. Por otraparte, habría que comprobar hasta qué puntola población autóctona, aunque islámica, perci-biría a los muminíes como elementos extrañosque serían tolerados en la medida de su efica-cia militar frente a los primeros. La apariciónde dichas formas en esta fortaleza fronteriza,evidentemente propagandísticas, serviría paramanifestar la presencia de un promotor pode-roso, con el sello del Estado almohade. Unmovimiento dotado de una fuerte carga dog-mática que se plasmaba a través de un amplioy característico programa de manifestaciones ide-ológicas y de poder. Por otro lado, a la escasapoblación autóctona, tal despliegue de mediospoliorcéticos debía proporcionar no sólo segu-ridad física sino, y gracias a la legitimidad queexpresaba su propaganda, seguridad psicológi-ca; sentirse protegidos por las armas de unadinastía aparentemente poderosa.

Volviendo a la torre de los Pozos, en la pri-mera hilada y la mitad inferior de la segundadel frente norte, y recorriendo el límite entrela obra encofrada y la mampostería, aparecendos cintas que a media altura de la primera seentrelazan formando un nudo. Las líneas quedefinen los motivos fueron incisas cundo elmortero se hallaba todavía fresco. Parece serque al ejecutarse, se obvió el trazado del seg-mento central del nudo, que, completado, seríasimilar a otros repetidos continuamente en ele-mentos ornamentales almohades.

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77 M. ACIÉN ALMANSA y M. A. MARTÍNEZ NÚÑEZ, “Datos arqueológicos de la presencia meriní en Málaga”, Fez et al-Andalus,Fez, 1995 (inédito).

78 En relación con el carácter propagandista de estas puertas consúltese, M. A. MARTÍNEZ NÚÑEZ, "Epigrafía y propaganda almo-hades", Al-Qantara, XVIII, 2, Madrid, 1997, pp. 415 a 445.

79 Con un sentido similar cabría referir el friso epigráfico en piedra conservado en Loja, de eminente carácter religioso, y que se atri-buiría a periodo almohade; véase, ibidem, 1997, p. 427, Lám. 1, Fig. 2.

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No es posible saber, a día de hoy, si otrastorres de la cerca cacereña ostentaban algúntipo de ornato. En cualquier caso, pensamos queno es casual que los únicos testimonios pro-pagandistas y de legitimidad se encuentren con-centrados en una misma construcción. Si separte del supuesto de que la torre de los Pozosrecibió un tratamiento superficial diferente al delas demás exentas del recinto, tal condicióndebiera relacionarse con una especial significa-ción de la misma. Así, esta circunstancia ven-dría a reforzar nuestra hipótesis de que estebaluarte formaba parte, no de la muralla urba-na propiamente dicha, sino de la alcazaba, eri-giéndose más que a modo de prolongación,como parte integrante de la misma.

ASPECTOS CONSTRUCTIVOS:DEFINICIÓN DE ESTRUCTURAS Y FÁBRICAS

En primer lugar, debemos comentar que,aunque la mayor parte de la obra conservadapertenece al impulso edilicio almohade, en éstase aprovechan materiales y elementos defensi-vos de origen romano (Fig. 4), como ocurre enel Arco del Cristo, así como de una fortifica-ción islámica anterior 80. Puede comprobarse concerteza cómo en el caso de las torres de Yerba,Horno y Aver, sus espigones arrancan desdecubos más antiguos construidos con mampos-tería trabada con mortero de cal y reforzadacon sillares formando encadenados en las esqui-nas. Concretamente, en las del Horno y del Aver,se observa cómo el cubo primitivo fue cerce-

nado en su parte superior para apoyar el arcocorrespondiente del paso albarrano, que ten-drá la misma anchura que el elemento que pro-longa. Intervenciones coetáneas, y de similarcarácter, se observan con claridad en la fasemuminí de la cerca de Écija, en concreto en lasexentas de las calles Calzada y Barrera de Quin-tana 81. Otras actuaciones de parecido con-cepto poliorcético, pueden verse en las alba-rranas de la alcazaba emeritense, posiblementealmohades 82, así como en el recinto defensivode Talavera de la Reina, ya de autoría cristiana83. Sin embargo, aún restan otros vestigios impor-tantes que nos permiten conocer cómo eranlas obras defensivas islámicas anteriores a laintervención almohade. Un ejemplo significati-vo lo tenemos en el sector de la puerta deCoria, entre las torres del Rey y del Socorro,donde queda al descubierto la cara externa dela parte inferior de un lienzo de muralla cons-truido a soga y tizón, con sillares y ménsulasromanas de granito reaprovechados. Diversascronologías hay propuestas para tal fragmento,desde autores que defienden una filiación tar-dorromana 84, hasta otros que proponen unascendente omeya 85. Dada la falta de excava-ciones arqueológicas, y puesto que casi todoel perímetro de la cerca no es visible dado eladosado de construcciones a ambos lados, noes posible conocer si existen otros restos cons-tructivos de similares características.

Volviendo al recinto que nos ocupa, casitodos los lienzos están construidos en su parteinferior con mampostería trabada con morte-ro de cal. Hasta que no se realicen estudios

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80 Tradicionalmente, se ha considerado como romana la fase previa a la intervención almohade. Sin embargo, Fernando Valdés hasido el primero en considerar una etapa constructiva islámica anterior a la muminí, aun reconociendo una primera obra romana.Consúltese F. VALDÉS FERNÁNDEZ, Op. Cit., 1991, p. 550.

81 Observaciones realizadas en ciertos tramos de la cerca astigitana apuntan en este sentido. En cualquier caso, este recinto y susampliaciones fueron estudiados con detenimiento por J. HERNÁNDEZ DÍAZ et alii, Op. Cit., 1943-1951, pp. 211 a 227.

82 Atribuye una cronología almohade a tres de las albarranas de la alcazaba de Mérida, al igual que a las de Trujillo, F. VALDÉS FERNÁNDEZ,Op. Cit., 1991, p. 554.

83 Véase, por ejemplo, el caso de una de las torres albarranas de Talabira, donde la intervención cristiana se superpone a un cubo islá-mico anterior. S. MARTÍNEZ LILLO, Arquitectura militar andalusí en la Marca Media. El caso de Talabira, Talavera, 1998, pp. 108 a138.

84 Opinión recogida en conversación mantenida con el profesor Enrique Cerrillo Martín de Cáceres.

85 Según Fernando Valdés, el recinto prealmohade, fechado en época omeya, estaría constituido por sillares graníticos dispuestos asoga y tizón. F. VALDÉS FERNÁNDEZ, Op. Cit., 1999, p. 239.

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parietales concienzudos, no se descarta queparte de tal obra pudiera pertenecer a unmomento constructivo prealmohade 86. En cual-quier caso, la fase Unitaria también constaríade labores de mampostería en la parte infe-rior de las cortinas, al menos para crear unzócalo sobre el cual apoyar la primera fila decajones de tapia, y elevada por encima de lamitad de la altura total del muro en muchoscasos. Así, la técnica constructiva almohadepor antonomasia, el tapial, será la que se apli-que de forma generalizada para configurar lamayor parte del alzado de los muros sobre elbasamento pétreo. Para ello se empleará unhormigón calizo (tabiya) muy fino y resisten-te, con una granulometría muy cuidada queincluye gravas y cantos en proporciones varia-bles, pero nunca excesivas. En ocasiones sehan localizado incluso restos óseos y escoriasférricas.

Observando la planta del recinto, se puedepercibir con claridad el clásico trazado en cre-mallera de los lienzos, lo cual está relacionadodirectamente con la técnica edilicia aplicada, enla que se recurre a grandes elementos linealesy monolíticos como son los encofrados o tapia-les, tan poco adecuados a su empleo en terre-nos sinuosos 87.

En cuanto a las torres exentas, en todasellas se resuelven sus muros y estructuras contapia de hormigón calizo, constituyéndose subasamento, por regla general, con sillares roma-nos reutilizados y aparejados a menudo a sogay tizón, o con un zócalo de mampostería. Todasestas construcciones son macizas hasta la cotadel adarve del paso albarrano, situándose a esenivel una cámara abovedada y sobre ésta laterraza con parapeto y merlatura. La parte detapia del macizo abarca entre siete y once hila-

das de cajones dependiendo de las dimensio-nes de la torre. Cuatro será, sin embargo, elnúmero invariable de esas hiladas comprendi-do entre el suelo de la estancia y la superficiede la terraza que está por encima. Las dos últi-mas filas de los encofrados se corresponden conel pretil y la merlatura. La superficie de para-peto comprendida entre merlones cuenta, deforma sistemática, con dos rebajes curvos obser-vados en un amplio conjunto de obras milita-res almohades: Sevilla, Écija, Badajoz, Alcácer doSal, Reina, Carmona, Hornachos o Elvas 88.Hemos de referir, no obstante, que esta sin-gular forma no parece exclusiva del mundoalmohade, ya que se identifica en periodo taifaen las construcciones de tapia que constituyenla muralla de la Hoya (jandaq bab Musa) deAlmería 89. Las causas de esta singular forma bienpudiera estar relacionada con el empleo deencofrados para la construcción de los merlo-nes hormigonados; para ello, sería preciso prac-ticar una pequeña entalladura sobre la tapiadel pretil inferior.

Por todos es conocida la costumbre de losconstructores de este periodo de marcar, encubos y torres, el inicio de parapetos y mer-lones con sendas impostas de ladrillo, comovemos en los recintos de Badajoz, Sevilla, Écija,Carmona o Jerez de la Frontera. Incluso en elcaso de poseer cámara, su suelo también seseñala exteriormente con otra verdugada simi-lar. Sin embargo, llama la atención la total ausen-cia de estos elementos en el caso cacereño,dando una apariencia más austera a todo el con-junto. Por una parte, sería posible atribuir estacaracterística a la gran celeridad con la que sedebió edificar el recinto, prescindiendo de todamanifestación de exorno. En otros lugares for-tificados también puede comprobarse la faltade dichas verdugadas, como es el caso de Alcá-

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86 Fernando Valdés refiere algunas de las torres de la fase islámica como anteriores a la obra edilicia almohade, en las que identificamateriales y modos constructivos concretos. Sin embargo, no especifica la composición de los lienzos en esa etapa. F. VALDÉSFERNÁNDEZ, Op. Cit., 1998, pp. 173 a 176 y 183.

87 P. GURRIARÁN DAZA y A. J. SÁEZ RODRÍGUEZ, Op. Cit., (en prensa).

88 Se identifica esta particular forma constructiva en las almenas conservadas en la Casa de la Cultura de Elvas; consúltese, F. B. CORREIA,Op. Cit., 2002, p. 361, Fig. 11.

89 Estas estructuras serían promovidas por el eslavo Jayran al-Amirí (403H/1012-419H/1028) quien, según refiere al-Himyari en suRawd al-Mi´tar, rodea de una muralla de tierra el barrio conocido como al-Musalla, en respuesta al rápido crecimiento de la ciu-dad. Véase, AL-HIMYARI, Kitab ar-Rawd al-Mi´tar, Trad. M. P. Maestro González, Valencia, 1963, p. 367.

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cer do Sal, otra fortaleza de vanguardia. Porotro lado, la razón de esa ausencia pudo deber-se a localismos y a usos constructivos propiosde las cuadrillas que acometieron la edifica-ción, por lo que es difícil establecer normas alrespecto.

Es habitual en estas obras militares encon-trar albardillas piramidales coronando merla-turas, tal y como puede comprobarse en casoscomo Sevilla, Jerez de la Frontera, Niebla, Car-mona o Badajoz, por citar algunos ejemplos.En Cáceres, a pesar de conservarse una can-tidad relativamente elevada de merlones, actual-mente no quedan vestigios fiables de talesremates piramidales a los que se les puedaatribuir una cronología almohade. Aun así, esposible que, primitivamente, se dispusiesenesos elementos. En efecto, existe documenta-ción fotográfica donde aparecen rematandodos merlones del lienzo comprendido entre lastorres del Horno y de la Yerba 90. Por otraparte, hasta hace aproximadamente una déca-da, otro par de prismas albardillados subsistí-an aún en el tramo de muralla inmediato aTorremochada, hacia poniente. Tras su parcialdesmoronamiento fueron rehechos, perdién-dose la posibilidad de poder practicar en ellosanálisis que permitan identificar posibles pistasacerca de su origen. En cualquier caso, refac-ciones ejecutadas durante los siglos XIV y XVen las torres de Bujaco y del Río aún osten-tan tales piramidones. Esta circunstancia nospuede inducir a suponer que tales elementos,ejecutados con posterioridad a la definitivaconquista leonesa, debieron de disponersemiméticos a los construidos anteriormentepara así conservar la unidad del conjunto.

MORFOLOGÍA DE LOS ENCOFRADOS

Las alturas de los cajones de tapial no sonidénticas para todo el recinto; así, abundan lasque oscilan entre 0.80 y 0.90 m con predomi-nio de las segundas, aunque también hay para-mentos con hiladas cuyas cotas abarcan entre0.65 y 0.70 m. De manera excepcional, pode-mos observar una hilada, en la cara septen-trional de la torre de los Pozos, de más de unmetro de altura. Como nuestra experiencia enel estudio de obras militares de tapia nos haseñalado, aunque estas dimensiones rondanuna magnitud en torno a 0.80 m (dos codosma´muni), no es posible encontrar cánones alrespecto 91. Así, las dispersiones habituales res-ponderán a localismos y otros factores coyun-turales. En las superficies de los paramentosmejor conservados pueden apreciarse todavíalas huellas de los tablones de madera, contán-dose entre cuatro y cinco el número de éstosque constituían cada cara del encofrado 92.

Se ha podido comprobar sistemáticamentecómo los mechinales estaban ocupados poragujas de madera que no atravesaban todo elgrosor del cajón, de forma que se resolvíanmediante dos independientes dispuestas en cadaextremo. Penetraban entre 0.65 y 0.85 m eiban aseguradas al interior mediante unas cuñasde madera que, a modo de clavos, las fijabansobre la argamasa de la hilada inferior. Similarmétodo constructivo se constata con claridaden obras muminíes como Reina, Alcácer do Salo El Vacar, aunque esta última construcción setenga habitualmente por obra califal 93. Es pre-sumible que se erigiesen de la misma maneratodas las obras militares en las cuales el grosor

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90 La destrucción de este lienzo ya se refirió en su apartado correspondiente (véase supra). En cualquier caso, véase la documenta-ción fotográfica recogida en J. R. MARCHENA PÉREZ, Op. Cit., 1984, pp. 25 y 26.

91 Véase, P. GURRIARÁN DAZA y A. J. SÁEZ RODRÍGUEZ, Op. Cit., (en prensa).

92 Como norma general, cada tabla suele tener unos doce o quince centímetros de altura y no más de cinco centímetros de espe-sor. Ibidem, (en prensa).

93 De forma tradicional, se ha venido refiriendo esta fortificación como realizada en periodo califal, véase, por ejemplo, L. TORRESBALBÁS, “Arte hispanomusulmán hasta la caída del califato de Córdoba”, España Musulmana hasta la caída del califato de Córdo-ba (711-1031). Historia de España dirigida por Ramón Menéndez Pidal, tomo V, Madrid, 1957, pp. 646 y 647. Sin embargo, cree-mos que sus aspectos constructivos parecen delatar una más que probable promoción almohade de la obra. Similar revisión cro-nológica encontramos reflejada en J. L. MENÉNDEZ FUEYO et alii, “El falso despiece de sillería en las fortificaciones de tapial deépoca almohade en al-Andalus”, Actas del I congreso de Castellología ibérica, Palencia, 1988, p. 493.

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de los muros superase los dos metros 94, en cuyocaso no era práctico el empleo de una agujacontinua. Téngase en cuenta que los lienzos dela obra almohade de Cáceres poseen una lati-tud de 2.60 m aproximadamente.

TRATAMIENTOS EPIDÉRMICOS. REVESTIMIENTOS

Los restos de revestimientos originales con-servados en esta fortificación son muy frag-mentarios y escasos. Aun así, es posible hacer-se una idea del aspecto exterior de torres ylienzos en época almohade. Parece ser que lalabor de tapia iba recubierta por un fino revo-co rojizo, visible aún con bastante claridad enla cara septentrional de la albarrana de losPozos. También contarían con un tratamientoepidérmico similar los zócalos pétreos de lastorres, como se aprecia en la torre del Aver.Además, sobre el revoco se desarrollaban unascintas de enlucido de mortero de cal, casi bru-ñido, enmarcando las juntas de cada cajón deargamasa, e incluso cada mampuesto comopuede verse en el caso de la torre de losPozos. Estas cintas tienen un grosor variableentre ocho y cuatro centímetros 95, y un relie-ve entre uno y dos centímetros . Un caso sin-gular lo representan un conjunto de cintas dis-puestas de forma oblicua en los paramentosdel lienzo de levante del baluarte de la torrede los Pozos. Resulta evidente que este traza-do responde a la necesidad de cubrir las jun-tas así dispuestas entre cajones adyacentes.Como ya se ha comentado en alguna otrainvestigación, tal solución se debe a interrup-

ciones en las labores de construcción de tapiasinmediatas que no requieren el uso de enco-frados cabeceros 96.

El estudio de los revestimientos de estasestructuras nos ha permitido constatar cómotodos los pretiles y merlones del recinto estu-vieron enlucidos completamente con una grue-sa capa blanquecina de mortero de cal, cuyafunción, aparte de la estética, debió ser la deconvertir en hidrófugas aquellas partes en lasque la exposición a la lluvia y la acumulaciónde agua era mucho mayor, evitando así hume-dades peligrosas en las fábricas. Vestigios deesta solución son apreciables en las torres delos Pozos, Horno, Postigo de Santa Ana, Avery Redonda. Además, se identifica en el cubo ytramos de muro conservados entre las alba-rranas del Postigo de Santa Ana y Redonda. Estasingular forma de proteger las tapias cimerasde la construcción no es una técnica exclusivade Cáceres, pues la hemos podido identificaren otras obras defensivas almohades. En efec-to, las tapias que forman las estructuras milita-res mandadas construir por el califa ´Abd al-Mu´min en el año 1160 en Gibraltar 97, y queaún se conservan en amplios tramos, presen-tan idéntica solución epidérmica. Similar cir-cunstancia la hemos apreciado en un lienzocercano a la puerta del Socorro del recintourbano de Niebla, de más que probable data-ción almohade 98. Estas sorprendentes similitu-des, hasta ahora no referidas en ninguna inves-tigación, nos permiten aventurar, dada ladiferencia cronológica y geográfica entre estosejemplos, que no se trataba de una solución

96 AyTM 10.1, 2003

94 Para conocer la puesta en obra de las construcciones de tapia militar, consúltese F. J. LÓPEZ MARTÍNEZ, , “Tapias y tapiales”, Log-gia, Nº 8, 1999, pp. 74 a 88, así como, P. GURRIARÁN DAZA y A. J. SÁEZ RODRÍGUEZ, Op. Cit., (en prensa).

95 Tal fajeado puede observarse todavía en torres y muros de Badajoz, Alcácer do Sal, Paderne, Salir, Silves y Moura, por citar algu-nos ejemplos cercanos temporal y geográficamente. Para conocer una lista sistematizada de las obras militares que lucen encinta-dos, léase J. L. MENÉNDEZ FUEYO et alii, Op. Cit., 1988, pp. 481 a 511. Pensamos que, con independencia de labores de enga-ño relacionadas con la simulación de grandes aparejos de sillería, este tratamiento parietal estaría más relacionado con la proteccióne impermeabilización de las juntas constructivas entre cajones de tapia, P. GURRIARÁN DAZA y A. J. SÁEZ RODRÍGUEZ, Op.Cit., (en prensa).

96 Ejemplos similares a este de Cáceres los tenemos en los recintos defensivos de Jerez, Niebla, Reina y Almonaster; véase, ibidem,(en prensa).

97 Véase el completo relato que realiza IBN SAHIB AL-SALA, Al-Mann bil-Imama, Trad. A. Huici Miranda, Valencia, 1969, pp. 21 y ss.

98 Eso parece deducirse de las últimas investigaciones sistemáticas realizadas sobre este recinto defensivo; véase, por ejemplo, J. A.PÉREZ MACÍAS et alii, “Las murallas de Madina Labla (Niebla, Huelva)”, Actas I Congreso Internacional Fortificaciones en al-Andalus(Algeciras, noviembre-diciembre, 1996), Algeciras, 1998, p. 351, así como “Niebla, de oppidum a madina”, Anales de Arqueología Cor-dobesa, 11, Córdoba, 2000, p. 117.

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puntual y localista, si no que, posiblemente, erade común recurso por los alarifes almohadesen construcciones militares.

En cuanto a revestimientos más elaborados,por ejemplo, para tratamientos de exorno, sub-sisten interesantísimos restos en la exenta delos Pozos, resolviendo inscripciones y figurasgeométricas que fueron tratadas en su apar-tado correspondiente (véase supra).

SOBRE LA CRONOLOGÍA Y FUNCIÓNDEL RECINTO ALMOHADE

Tal y como se comentó en su momento, ala hora de estudiar una posible cronología parala última fase constructiva del recinto cacereño,hemos de asumir una serie de carencias docu-mentales y arqueológicas que se nos antojan fun-damentales para establecer una correcta secuen-cia de ocupación diacrónica del lugar. De estemodo, al abordar la cuestión hemos de plan-tear de qué elementos de análisis disponemosy cómo deben utilizarse de forma coherente.

Desde las opiniones vertidas por Torres Bal-bás, todos los autores están de acuerdo enencuadrar esta amplia reforma dentro del impor-tante impulso edilicio promovido por los tresprimeros califas almohades en al-Andalus, y,más concretamente, bajo la égida de Abu Ya´cubYusuf. A falta de otros mimbres, que simple-mente no existen en la actualidad, la coyuntu-ra política de la zona en la segunda mitad delsiglo XII y la identificación constructiva y for-mal con un tipo de fortificación muy concisaque se suele atribuir al mundo Unitario, han ser-vido como justificación para adoptar un puntode vista correcto pero que, a veces, peca depoco riguroso. Sirva de ejemplo la reflexión deTorres Balbás sobre la cronología de las mura-llas de Cáceres, donde se atribuyen con acier-

to al período almohade, pero que no deja deresultar vaga cuando intenta precisar una fechamás concreta para la que recurre a una supues-ta similitud con la alcazaba pacense y su cer-canía geográfica 99. En efecto, las murallas deCáceres pueden tener tanto parecido con éstacomo, por ejemplo, con Sevilla, Niebla o Écija,de modo que pensemos que intentar estable-cer el origen de aquellas siguiendo tal proce-der es ciertamente arriesgado.

En cualquier caso, el simple estudio mor-fológico-constructivo de la fortificación que nosocupa nos revela de forma certera una pater-nidad muminí de la misma. Para ello, nos basa-mos en ciertos elementos que, sin ser con-cluyentes ni definitorios, sí son eventuales fósilesdirectores o arquetipos dada su proliferaciónen determinados períodos. Al referirnos a lasobras defensivas almohades, estos suelen ser,sobre todo, torres albarranas, octogonales,antemuros y puertas acodadas, y detalles comoel empleo de impostas en torres, encintadosde cal o rebajes en parapetos. A ello habríaque añadir el uso sistemático de la técnica deltapial para resolver dichas estructuras. Aunqueen la actualidad se pone en duda la génesis detales tipos, retrasándose en la mayoría de loscasos su aparición a período omeya 100, la con-junción de los mismos en una construcción, ysu carácter bien evolucionado, pueden resul-tar definitorios para aclarar su cronología; tales el caso de Cáceres.

Sin embargo, conviene matizar un interesanteaspecto derivado del estudio concienzudo delas fortificaciones almohades, que no es otroque la heterogeneidad que subyace dentro deesa depurada concepción poliorcética que seestablece en dicho momento en al-Andalus.Así, aunque los arquetipos antes comentadosson una constante en estas construcciones, suempleo y combinación será muy diversa, de

97AyTM 10.1, 2003

99 Comenta este arquitecto: “[...] Es razonable suponerlas contemporáneas de las de Badajoz, por su semejanza, y debidas a la ini-ciativa del monarca Abu Ya´cub Yusuf (558=1163 – 580=1184) [...]”; L. TORRES BALBÁS, Op. Cit., 1948, p. 466. A partir de estaopinión pionera, prácticamente todas las investigaciones posteriores adoptan sin reservas idéntica hipótesis.

100 En Calatrava la Vieja, por ejemplo, se identifican torres albarranas y puertas en recodo como construidas en el siglo IX; véase, M.RETUERCE VELASCO y M. A. HERVÁS HERRERA, “Calatrava la Vieja. De medina a encomienda”, Mil anos de fortificaçoes naPenínsula Ibérica e no Magreb (500-1500), Lisboa, 2002, p. 313.

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modo que cada recinto reflejará un espíritupropio, fruto de condicionantes particulares ylocales. Es por ello por lo que, a pesar de quese pueden registrar ciertos vínculos geográfi-cos 101, la realidad conocida sugiere una rique-za formal inusitada. Incluso podemos extrapo-lar esta variedad al caso de un mismo recinto,como ocurre con la fortificación cacereña. Enefecto, el estudio de esta obra revela un mismoimpulso constructivo que no excluye la exis-tencia de sensibles diferencias entre los distin-tos elementos de flanqueo. Podemos señalar aeste respecto, por ejemplo, la forma de resol-ver las estancias de las albarranas, donde encon-tramos todo un repertorio de plantas y bóve-das, que en algún caso se repiten. Tambiénmerece la pena referir ciertas diferencias for-males, apreciadas en la merlatura, y otras cons-tructivas, como sucede en la concepción delos basamentos de torres y muros.

Quizás sea más útil a la hora de realizar unestudio comparativo entre la fortificación cace-reña y el resto de la producción militar con-temporánea, fijarnos, más que en la propia glo-balidad del recinto, en los diversos elementosformales y edilicios que lo constituyen, sin seréstos concluyentes cronológicamente. La cues-tión resulta evidente cuando comprobamoscómo la propia organización general de lamuralla de Cáceres no tiene par en el restodel territorio andalusí dada la proliferación dealbarranas. No podemos afirmar lo mismoacerca de los diferentes arquetipos citados,donde sí se pueden identificar paralelos pun-tuales con diversas construcciones defensivas.Ocurre, por ejemplo, con la similitud formalentre las torres del Aver y del Postigo con laalbarrana del albacar de Trujillo, además del sig-nificativo mimetismo formal y material que

existe entre las albarranas octogonales de Écijay Cáceres. Pero incluso en estos casos pun-tuales, las lecturas que se pueden efectuar sonlimitadas, dado que no disponemos de fechasabsolutas de prácticamente ninguna de estasconstrucciones almohades 102, de modo que lasconclusiones cronológicas precisas que se pue-dan extraer serán siempre subjetivas y nuncadefinitivas.

Con todo este discurso pretendemos refle-xionar sobre la dificultad de establecer data-ciones concisas en virtud de los datos forma-les y constructivos de los que disponemos,tanto parciales como globales, como se haacostumbrado a realizar tan a menudo, porejemplo, al datar la cerca de Cáceres por suparecido con la alcazaba de Badajoz. Este enfo-que parcial aparecía como solución alternati-va y necesaria dadas las lagunas documentalesy arqueológicas existentes. Sin embargo, com-probamos cómo no aclara ni mucho menos lacuestión.

En este artículo hemos mostrado un nuevoelemento de datación para todo el conjunto,tal es el caso del fragmento de inscripción ori-ginal localizado in situ en la torre de los Pozos.Aunque no lleva implícita una fecha concreta,ni ningún dato que a ella nos remita, la pater-nidad almohade de este testimonio no ofre-ce dudas, dada la correspondencia de dichaleyenda con otros ejemplos bien conocidosde la producción epigráfica muminí. Por ello,y a diferencia de los anteriores elementos dejuicio aportados por la historiografía tradicio-nal, éste que se presenta es el primero cuyafiliación resulta indiscutible. Desgraciadamen-te, no nos permite afinar más la cronología deesta fortificación.

98 AyTM 10.1, 2003

101 De este modo, citar por ejemplo el caso de las fortificaciones de influencia sevillana, muy cuidadas, caracterizadas por el empleode impostas de ladrillo en las torres, como se ve en Jerez, Badajoz, Carmona o Écija.

102 Podemos señalar, por ejemplo, el caso de las obras realizadas en Gibraltar por ´Abd al-Mu´min en 555H/1160, tal y como serefiere en IBN SAHIB AL-SALA, Op. Cit., 1969, p. 21, las cuales son estudiadas por A. J. SÁEZ RODRÍGUEZ y A. TORREMO-CHA SILVA, “Gibraltar almohade y meriní (siglos XII al XIV)”, en Actas de las VI Jornadas de Historia del Campo de Gibraltar (Gibral-tar, octubre 2000), Almoraima, Nº 25, Algeciras, 2001, p. 186. Con independencia de casos puntuales como éste, apenas si tene-mos más fechas claros acerca de construcciones defensivas almohades en al-Andalus. Así, el debate alcanza aún a ciudades tanemblemáticas como Sevilla y su cerca urbana, con tesis recientes que defienden un origen almohade, M. VALOR PIECHOTTA,Op. Cit., 1991, pp. 215 y 216; y, además, “Las defensas urbanas y palatinas”, El último siglo de la Sevilla islámica (1147-1248), Sevi-lla, 1995, p. 56; o almorávide, D. JIMÉNEZ MAQUEDA, “Algunas precisiones cronológicas sobre las murallas de Sevilla”, Actas ICongreso Internacional Fortificaciones en al-Andalus (Algeciras, noviembre-diciembre, 1996), Algeciras, 1998, pp. 333 a 336.

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De este modo, y una vez corroborada lacuestión genética de forma fiable, es menesterreflexionar en torno al origen de la murallaalmohade de Cáceres, incidiendo en las posi-bles horquillas temporales en las que se erigióy bajo qué circunstancias. Para ello procede-remos a continuación a sistematizar la coyun-tura histórica de la zona a finales del siglo XII.

Hemos de tener en cuenta que tras el defi-nitivo hundimiento del poder almorávide, cas-tellanos, leoneses y portugueses aprovecharánpara afianzar posiciones y ocupar ciudades fron-terizas, presionando de forma extraordinariaen una zona tan estratégica como es el nortede la actual Extremadura. Entre otras, Coria,capital de la rica comarca del río Alagón, situa-da entre el Tajo y el Sistema Central, cae defi-nitivamente en manos leonesas en 1142. Aun-que Badajoz se someta a los muminíes en 1147,éstos necesitarán más de dos décadas paraafianzar su posición en al-Andalus, sobre todoen la zona que tratamos. Durante ese perio-do, y con la mayoría de los recursos concen-trados en la dominación del país, las autorida-des almohades no dejan de perder terrenofrente a la presión cristiana en todo el Garb al-Andalus. En efecto, los portugueses conquistanAlcácer do Sal en 1160, y entre 1165 y 1166,el conocido caudillo Geraldo Sempavor, ocu-pará Trujillo, Santa Cruz, Évora, Cáceres, Mon-tánchez, Serpa, Juromenha y Beja. Este últimoaño, y tras quedar aislada, la plaza de Alcánta-ra es tomada por Fernando II de León. A pesarde la gravedad de la situación, únicamente seproducirá una reacción musulmana cuando losportugueses ataquen Badajoz en 1169. En efec-to, una alianza entre almohades y leoneses con-sigue desbaratar el asedio y, tras ser apresadosSempavor y el propio rey Alfonso Henriques,todas las plazas que aquél había conquistadoen la actual Extremadura son cedidas a caste-llanos y leoneses, permaneciendo la ciudad delGuadiana en poder de los Unitarios. Sólo unavez que al-Andalus se encuentre sometido bajo

un mismo poder, tras la anexión definitiva dellevante en 1172, los almohades podrán dedi-car sus esfuerzos a defender las fronteras y aactuar directamente contra los diferentes rei-nos cristianos. Así, en 1174, tras una razzia enla que se llega a asediar Ciudad Rodrigo, sonrecuperados los enclaves de Alcántara y, talvez, Cáceres 103. Este último lugar vuelve a serobjeto de asedio en 1184, por el leonés Fer-nando II, tras romper treguas de cinco años conlos musulmanes. Sin conseguir tomarla, levan-tará el asedio en junio de ese año coincidien-do con la conocida campaña musulmana deSantarem. Tras la muerte del califa en el trans-curso de esta infructuosa operación militar, suhijo Abu Yusuf Ya´cub al-Mansur asume el podery vuelve inmediatamente al Magreb para resol-ver los problemas que allí le reclaman. Duran-te los años de ausencia del nuevo califa los leo-neses permanecerán inactivos, correspondiendola iniciativa bélica a Castilla y a Portugal. Preci-samente, la situación generada tras una expe-dición castellana sobre Magacela, Reina y las cer-canías de Sevilla en 1189, y la conquista deSilves por los lusos en fechas simultáneas, pro-vocará el retorno del califa a la península alaño siguiente. Una vez firmadas treguas conCastilla, y renovadas con León, sus tropas efec-túan razzias sobre territorio portugués sin obte-ner resultados significativos. Sin embargo, en1191 se tomará Alcácer do Sal y Silves sin pro-ducirse ninguna respuesta militar del monarcaSancho I 104.

Tras la victoria de Alarcos, en 1195, y duran-te dos años consecutivos, 1196 y 1197, al-Man-sur y su ejército realizarán sendas campañasmilitares, más aparatosas que efectivas, en lasque se eliminará la avanzada cristiana en tie-rras extremeñas. Así, en la primera se con-quistarán Montánchez, Santa Cruz, Trujillo y,posiblemente, Majadat al-Balat, restableciéndo-se la frontera en la zona del Tajo correspon-diente a la actual Extremadura. El califa regre-sará definitivamente a África en 1197, con

99AyTM 10.1, 2003

103Consúltese, F. HERNÁNDEZ GIMÉNEZ, “Los caminos de Córdoba hacia noroeste en época musulmana“, al-Andalus, XXXII, 2,Madrid-Granada, 1967, pp. 325 a 329.

104Refiere esta cuestión, A. HUICI MIRANDA, Historia política del imperio almohade, tomo I, Tetuán, 1956, pp. 355 y 356.

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treguas firmadas con Castilla, León y Portugal,que garantizarán la paz más duradera conse-guida entre almohades y el conjunto de reinoscristianos. Lo suficiente como para permitir alos Unitarios refortificar varios de los enclavesen su poder, los recientemente recuperados ylos ya dominados años atrás. Realmente, hastaese momento no se produce una conjunciónde condiciones políticas y militares tan propi-cias como para poder acometer una reformaedilicia de tal envergadura.

Incidiendo en este punto, creemos necesa-rio recapitular y hacer ciertas reflexiones sobrela génesis del recinto defensivo que nos ocupa,situándolo dentro de este convulso contexto yproponiendo nuevas hipótesis de interpreta-ción. En primer lugar, es evidente la improba-bilidad de que las obras de reforma almohadede la cerca cacereña fuesen llevadas a caboantes de 1165, dada la especial coyuntura quesufría el occidente andalusí; además, ningunaintervención fortificadora tan temprana ha sidoatestiguada en este territorio ni por la arqueo-logía ni por las fuentes. Sólo tenemos una fechamás o menos concreta para las obras de refor-ma de la alcazaba de Badajoz y su recinto gene-ral, presumiblemente realizadas entre 1168 y1169 con carácter de urgencia tras los acon-tecimientos antes reseñados 105. Esta circuns-tancia no justifica intervenciones coetáneas enotros recintos próximos. En cualquier caso, lafecha de 1174 aparece como término post quempara la construcción de las nuevas defensascacereñas. En el periodo que abarca hasta 1196no creemos probable que se emprendiera unaobra de tal magnitud, al haber constituido Cáce-res, junto con Alcántara, una plaza musulmanaprácticamente aislada y rodeada por enclavesde frontera enemigos, los cuales no son recu-perados hasta ese último año 106. Al margen detales argumentos, también conocemos la debi-lidad militar del reino leonés, que no se encon-

tró durante esas décadas en condiciones derealizar grandes campañas militares.

La situación cambia a partir de Alarcos, unavez restablecida la línea del Tajo con el con-trol de importantes plazas situadas a medio-día del mismo, y el retroceso de las posicio-nes cristianas. Pensamos que la intervenciónllevada a término en Cáceres no pudo ser con-cebida como un hecho puntual, sino como unamás dentro de un amplio programa de refor-tificación de la frontera en este sector. Con-viene recordar que, en esta nueva situación, laslíneas de avituallamiento provenientes de lacuenca del Guadiana estaban aseguradas, porlo que es posible mantener los núcleos de van-guardia bien guarnecidos y suministrados. Lareforma de las defensas cacereñas pretende-ría, no sólo dotar a las mismas de técnicas deflanqueo más desarrolladas, sino, principalmente,ejecutar una redistribución del espacio queincluyera un vasto recinto o albacar dondeacantonar los aparatosos ejércitos que solíanmovilizar los califas almohades. Es así comoesta plaza se constituiría en el principal cam-pamento de frontera de todo este sector, etapafinal de una serie de fortificaciones que aco-gerían a las tropas norteafricanas desde sudesembarco en el Estrecho. Aunque, comorefiriera al-Idrisi, este carácter de reunión ya sedaba en la primera mitad del siglo XII, la coyun-tura propiciada por la recuperación almohadede finales de esa centuria en el Garb al-Anda-lus justifica el desarrollo de la plaza como grancentro receptor de tropas, que consolidara lafrontera y, sobre todo, sirviera de punto de par-tida para las expediciones contra tierras cris-tianas. Su importancia, curiosamente silencia-da por las fuentes, queda patente en el hallazgodel epígrafe de carácter oficial localizado en latorre de los Pozos (véase supra), cuya excep-cionalidad refrenda la autoría de la obra y elespecial cuidado puesto en ella. Esta amplia

100 AyTM 10.1, 2003

105Aporta como fecha el año 564 de la Hégira (5 de octubre de 1168 / 24 de septiembre de 1169) , IBN SAHIB AL-SALA, Op. Cit.,1969, p. 149.

106Pensemos no sólo en lo complicado que hubiera resultado rehacer las defensas cacereñas en esa coyuntura, sino, además, en lopoco práctico que hubiera sido desde el punto de vista estratégico. Es más, incluso suponiendo que Cáceres estuviera fuertementepertrechada cuando era una plaza aislada, ¿cómo se habrían podido mantener las líneas de avituallamiento sin exponerse al fácilhostigamiento desde enclaves como Montánchez?

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reforma nacería en la nueva, aunque efímera,situación de pujanza almohade con una finali-dad netamente ofensiva 107. Pensamos que lasdefensas prealmohades serían lo suficiente-mente sólidas para resistir asedios puntualescomo el de 1184, cumpliendo su función defen-siva y eventualmente ofensiva. Sin embargo, lasituación creada a finales del siglo XII exigíaacentuar el especial carácter del enclave, vin-culado a la necesidad de concentrar grandesejércitos, y continuar, probablemente, con lascampañas que la nueva situación ventajosa posi-bilitaría. Es así cómo se reformaría, mejorandolas defensas, el antiguo recinto islámico.

Comentábamos que estas nuevas defensasde Cáceres no podían entenderse si no for-mando parte de un programa establecido deconsolidación de las construcciones militaresque configuraban la frontera en zona tan críti-ca 108. De este modo, y aunque esta plaza adqui-riera un papel especializado y predominante,el resto de enclaves recuperados tras la cam-paña de 1196 también recibirán atencionespuntuales por parte de las autoridades mumi-níes, aunque destinadas principalmente a con-solidar sus estructuras y a mejorar su valíadefensiva. A ese momento corresponderá laalbarrana del albacar de Trujillo 109, de signifi-cativa similitud morfológica con alguna torrede la cerca cacereña, el aljibe del castillo de Mon-tánchez, claramente almohade, y las impor-tantes reformas realizadas con hormigones decal vistas en al-Balat 110. Recientes estudios sobrelas defensas de Santa Cruz parecen haber iden-tificado una torre albarrana situada en el fren-te más accesible, y que también corresponde-ría a este momento 111. Además, recordemos

que la política de refortificación emprendidapor al-Mansur tras la toma de determinadas pla-zas militares situadas en el occidente andalusíya se documenta en las nuevas obras que aco-mete a continuación de la recuperación deAlcácer do Sal en 1191.

Tampoco debemos olvidar que en el perí-odo comprendido entre 1174 y 1196 el debi-litado reino de León apenas si constituía unserio peligro para los almohades; inferior, desdeluego, al que suponían los de Castilla y Portu-gal, mucho más agresivos. Es sintomático queen ese lapso temporal los Unitarios no empren-diesen ninguna ofensiva sobre León. Sin embar-go, en los años previos a Alarcos, este reinoprocede a la repoblación y a la consolidaciónde posiciones en la Trasierra, circunstancia queempieza a constituir una seria amenaza para losenclaves musulmanes a mediodía del Tajo. Deeste modo, es posible que la intención de lasautoridades almohades, al emprender la obrade Cáceres, fuese la de crear una base desdela cual lanzar ataques para debilitar las posicionesleonesas y evitar su consolidación, estrategiaque vendría reforzada por la posición ventajo-sa que adquieren los musulmanes tras 1196.

Por todo ello, proponemos una nueva hipó-tesis sobre la cronología de la cerca cacereña.Tomaremos para ello un margen temporal com-prendido entre 1196, fecha de la campaña querecupera las principales plazas extremeñas alsur del Tajo, y los inicios de la primera décadadel siglo XIII, debido al rápido declive que expe-rimenta el poder almohade a partir de enton-ces, y que coincide con la falta de importantesexpediciones militares antes y después de la

101AyTM 10.1, 2003

107Asumiría un papel análogo al que cumplió Gormaz durante el califato omeya, al actuar como gran campamento y punta de lanzadonde acantonar los ejércitos que acudían periódicamente a realizar campañas en tierras cristianas.

108Aunque nos refiramos a otro entorno geográfico y estratégico, no deja de ser significativo el reforzamiento que sufren las defen-sas de Calatrava la Vieja a manos almohades a partir de 1195; véase, M. RETUERCE VELASCO y M. A. HERVÁS HERRERA, Op.Cit., 2002, p. 316.

109Se apunta un origen posiblemente almohade en J. LAFUENTE y J. ZOZAYA, "Algunas observaciones sobre el castillo de Trujillo".España entre el Mediterráneo y el Atlántico. Actas del XXIII Congreso Internacional de Historia del Arte, Granada, 1973, II, Granada,1976, p. 120.

110Consúltese, S. MARTÍNEZ LILLO y L. SERRANO-PIEDECASAS FERNÁNDEZ, “El poblamiento andalusí en al-Tagr al-Awsat (MarcaMedia). El Mundo Omeya”, Castillos y territorio en al-Andalus (Berja, 1996), Granada, 1998, pp. 80 a 85.

111Información inédita que agradecemos a la arqueóloga Sophie Gilotte.

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derrota de las Navas de Tolosa. De este modo,la desaparición de las grandes y costosas levascalifales anularía la necesidad funcional pro-puesta para la última obra islámica de Cáceres.

CONCLUSIONES

El estudio exhaustivo de estas estructurasdefensivas almohades, a través de una triplevertiente (constructiva, formal y funcional),nos ha permitido extraer distintas conclusio-nes que permiten conocer un poco mejor elcarácter particular de las mismas en cuanto tipodefensivo y su carácter general en relacióncon el resto de la producción militar almoha-de. Este análisis se ha puesto en valor con-frontándolo con los dispersos y poco prolijosdatos que, sobre el tema, nos aportan tantolos trabajos arqueológicos como la historio-grafía tradicional.

Cabe hacer mención, en primer lugar, a losaspectos constructivos, los cuales apenas si aña-den alguna novedad significativa acerca del cono-cimiento que disponemos sobre este periodoen concreto. Todo lo más, la aseveración deque la técnica del tapial empleada sistemática-mente en el recinto de Cáceres, concuerda ensu puesta en obra y en los hormigones usadoscon lo estudiado en la mayoría de los recintosdatados tradicionalmente como almohades. Entodo caso, esta cuestión no hace si no reafir-mar la homogeneidad y el talante de estanda-rización que adquiere este sistema edilicio enal-Andalus durante los siglos XII y XIII. Aspec-tos como las proporciones de las hormas, dis-posición de juntas oblicuas, número de agujaspor cajón y tantos otros elementos construc-tivos apenas si se prestan a regularizarse median-te recios cánones, no sólo con relación a otrasfortificaciones, si no, incluso, dentro de unamisma obra, tal es nuestro caso. En general, todolo concluido sobre modulaciones debería tra-tarse más bien como un expediente local, auna pesar de existir un substrato tecnológicocomún conocido por los distintos constructo-res de al-Andalus en ese momento.

Estas tapias hormigonadas suelen combinar-se de forma habitual con otros materiales, for-

mando, sobre todo, altos zócalos para dichastapias. Dos son los aparejos pétreos que iden-tificamos en numerosos basamentos: o bien sille-ría de acarreo presumiblemente romana, o bienmampostería, cuando es obra nueva realizadaex profeso. Encadenados de mampuesto en lasesquinas de torres, como vemos en la torre delos Pozos, son más bien excepcionales.

Otros elementos, como las agujas partidas,que se revelan idóneas para resolver la cons-trucción de muros de gran potencia, al igual quelas almohadillas practicadas entre merlones enlos parapetos, empiezan a constituir solucionessingulares que se incorporan definitivamente alléxico edilicio de las obras de tapia en fortifi-caciones almohades. Sin embargo, la costum-bre de enfoscar con mortero de cal únicamentepretiles y merlaturas constituye una novedad noestudiada hasta ahora en el recinto que nosocupa y en otros coetáneos. De este modo,hemos podido identificarla en las cercas de Nie-bla y Gibraltar, siempre combinada con la reso-lución del resto del alzado mediante cintas decal trazadas sobre las juntas entre cajones.

Si, como decimos, existe una evidente uni-formidad constructiva, no así de modulación, enla obra muminí de Cáceres, similar cuestiónpodemos referir al estudiar los distintos dispo-sitivos de flanqueo que conservamos. Comobien es sabido, esta cerca se caracteriza por laproliferación de torres albarranas de, aparen-temente, común morfología: grandes cons-trucciones troncopiramidales con cámara alnivel del paso albarrano; sólo dos de ellas res-ponderán al modelo octogonal. Los espigonessuelen estar horadados en su base por uno odos arcos, y, en la mayoría de las torres corres-pondientes al frente occidental del recinto, apo-yan en pequeños cubos islámicos prealmoha-des. Sin embargo, la forma de abovedar lasestancias de estas albarranas, mediante solu-ciones bien dispares, no deja de resultar des-concertante sin mediar ningún motivo coyun-tural que evite una lógica seriación. Al igual quese mencionaba para el caso de las sutiles varia-ciones que encontrábamos en la puesta en obrade las tapias, esta última cuestión parece con-firmar el trabajo simultáneo de diferentes cua-drillas de alarifes o equipos de constructores,

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que, aunque regidos por normas establecidas,parecen adoptar criterios independientes. Laexistencia de distintos equipos quedaría ademásjustificada por lo vasto del recinto y la lógicaceleridad que este tipo de trabajo demanda.

Esa homogeneidad general que se desprendedel estudio de todas las estructuras muminíesde Cáceres denota un único impulso cons-tructivo a la hora de poner en obra el con-junto del recinto. Sobre otras defensas preal-mohades, que a su vez aprovechan algo deotro anterior preislámico, se reforman las estruc-turas defensivas generales. El esquema resultante,casi mimético al ya existente, ciñe una colinacuyo punto más alto coincide con la situaciónde la alcazaba, que en esta fase definitiva ocu-pará una posición eminentemente central. Lahipótesis organizativa que planteamos viene adefinir una concepción tripartita del espaciointramuros: zona para la población o madinapropiamente dicha, alcazaba y albacar, origi-nándose una nueva redistribución urbana enperiodo almohade. Sin embargo, y como se harepetido en estas líneas, sin una intervenciónarqueológica exhaustiva sobre el conjunto dela cerca poco más podemos avanzar acerca deestas y otras teorías.

Otro elemento que, por su singularidad,debemos mencionar dentro de esta organiza-ción definitiva de la muralla cacereña es elbaluarte que se conoce con el nombre de torrede los Pozos. Éste aparece como espolón orien-tal de la alcazaba, y su especificidad morfológi-ca dentro de un conjunto tan homogéneo pare-ce denotar una funcionalidad particular. Laimportante proyección al exterior del conjun-to de sus defensas, justo en el punto de mayorproximidad a la rivera del Marco, unido a lacuriosa toponimia de cada uno de los distin-tos elementos (vinculada siempre con el agua),tal vez propongan una finalidad relacionada conel aprovechamiento hídrico y la aguada.

Esta importante obra de reforma y amplia-ción realizada en Cáceres parece identificarseen su concepto con otras similares que enperiodo almohade se realizan en al-Andalus:sirvan como ejemplo los casos de Tarifa, Gibral-tar, las alcazabas de Sevilla, y, posiblemente,

Jerez y Andújar. En todos estos recintos seadaptan grandes vacíos cercados e indepen-dientes del resto de la estructura urbana conel fin de acoger grandes contingentes militares.El establecimiento de ese albacar parece defi-nir por si mismo la finalidad y principal criteriofuncional de la fase almohade de la cerca cace-reña, adoptando un uso campamental que yaapuntara Fernando Valdés en su momento.Resulta evidente que la mejora de los ele-mentos de flanqueo también preocupó a estosconstructores, al unificar todo el conjunto bajoidéntico esquema poliorcético.

El estudio de la especial coyuntura políti-ca y militar en el territorio de frontera que nosocupa justifica ampliamente la función pro-puesta. Sin embargo, pensamos que la crono-logía merece un debate más profundo paraevitar datas tradicionales que pecan a veces depoco rigurosas. En este sentido planteamos unanueva interpretación que relaciona la fase almo-hade de este recinto con el impulso construc-tor del califa Ya´cub al-Mansur. De este modo,la campaña de 1196, en la cual se dominan losmás importantes enclaves situados al sur del Tajoen la actual Extremadura, parece venir acom-pañada por un especial impulso de refortifica-ción, tal y como comprobamos en Trujillo, Mon-tánchez, Santa Cruz o Majadat al-Balat. La obrade Cáceres formaría parte de esta política, aun-que con una finalidad muy específica, directa-mente relacionada con el acantonamiento finalde tropas en su tránsito hasta tierras cristianas.Así, esta funcionalidad eminentemente ofensi-va con la que fue concebido el recinto refor-mado, jamás llegó a cumplir su cometido, debi-do a que las grandes levas promovidas por lasautoridades muminíes no volvieron a operar eneste sector tras la muerte del califa en 1199.En cualquier caso, la importancia de la plaza yel especial interés puesto en su reconstrucciónpor el estado almohade quedan refrendados porla presencia de un interesante epígrafe identi-ficado en la torre de los Pozos. Este testimo-nio representa uno de los escasos ejemplosestudiados en fortificaciones andalusíes vincu-lados a la presencia de la autoridad almohade,e incorpora un mensaje de tipo religioso acor-de al nuevo pensamiento rigorista del movi-miento norteafricano.

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AGRADECIMIENTOS

Existe un grupo de personas cuya inesti-mable y desinteresada colaboración ha sidofundamental para la realización de este traba-jo. Éstos son: María Antonia Martínez Núñez,Manuel Acién Almansa, Miguel Matas Cascos,Enrique Cerrillo Martín de Cáceres, Javier Sellers

Bermejo, Lola García Oliva, Fernando Gonzá-lez Solano, Paqui López Calvache, Jaime Naran-jo, Raimundo Holgado y Carlos Guardiola. Tam-poco nos podemos olvidar de las personas quenos han facilitado el acceso a las torres y vivien-das anexas, así como de aquellos que han cola-borado en la toma de datos. A todos ellos vadedicada nuestra más sincera gratitud.

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Fig. 1. Vista general de la torreconocida como Redonda desde el este

Fig. 2. Detalle del espigón y arcocorrespondiente en la torre del Horno

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Fig. 3. Vista aérea de la torre del Aver, lienzos inmediatos y cubo del Padre Rosalío (foto cedida por M.Matas Cascos)

Fig. 4. Imagen de los restos exhumadosen la esquina NO del recinto cacereñoen 1974. Obsérvese el basamento desillares graníticos. (Foto cedida porE. Cerrillo Martín de Cáceres)

Fig. 5. Vista general de la torre delHorno desde la Plaza de las Piñuelas

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Fig. 6. Aspecto exterior de latorre del postigo de Santa Ana y

su paso albarrano desde el adarvede la muralla (Foto cedida por

M. Matas Cascos)

Fig. 7. Vista general dela torre del Aver desde el SE

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Fig. 8. Vista aérea de Torremochada. Obsérveseel resultado de la última intervención restauradora(Foto cedida por M. Matas Cascos)

Fig. 9. Aspecto de la torreseptentrional de la calle

Caleros desde el E

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Fig. 11. Panorámica desde el este del conjuntode la torre de lo Pozos y cubo del Olivar.

(Foto cedida por la viuda dePedro García “Javier”)

Fig. 10. Vista occidental delcubo de la calle Padre Rosalío

Fig. 12. Detalle de la inscripción almohade localizada en el frente septentrional de la torre de los Pozos

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Nº 20 TORRE DEL AIRE

Nº 21 TORRE DEL SOCORRO

Nº 22 TORRE DEL REY

PUERTA DE CORIA

IA

Nº 1 TORRE DE LA BASURA

Nº 2 TORRE DE BUJACO

B

ARCO DEL CRISTO

C

D

Nº 3 TORRRE DE LA YERBA

Nº 4 TORRE DEL HORNO

ALCAZABA

Nº 5 TORRE DEL POSTIGODE SANTA ANA

Nº 6 TORRE DEL AVER

Nº 7 TORREREDONDA

EF

GPUERTA DE MÉRIDA

H

Nº 19 TORRE DELA C/ CALEROS

Nº 17 TORRE DEL RIO

Nº 16 TORRE DE LOS POZOS

Nº 15 SUPUESTA TORRECORACHA

Nº 14 TORRE DE LOS ALJIBES

Nº 13 TORRE DELA C/ HERNANDO PIZARRO

Nº 12 TORREMOCHADA

Nº 18 SITUACIÓNAPROXIMADA

Nº 11 TORRE DEC/ TORREMOCHADA

Nº 9 SITUACIÓN TORREDE MARILUCAS

Nº 8 SUPUESTA TORREDE LA C/ CORNUDILLAS Nº 10 SUPUESTA TORRE

DE LA PUERTA DE MÉRIDA

RESTOS CONSERVADOS RESTOS HIPOTÉTICOSANTEMURO CONSERVADO

Lam. 1. Planta general del recinto almohade de Cáceres. E 1/2500

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1 metroPiedraMortero

Lam. 2. Restitución fotogramétrica del frente E del Arco del Cristo. Escala gráfica

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Lam. 3. Planta y sección de la cámara de la torre del Horno. Escala gráfica

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Lam. 4. Planta y sección de la cámara de la torre del Postigo de Santa Ana. Escala gráfica

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Lam. 5. Planta y sección de la cámara de la torre Redonda. Escala gráfica

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1 metro

Mortero PiedraTapialLadrillo

Lam. 6. Restitución fotogramétrica del frente S de la torre oriental de la Calle cornudillas. Escala gráfica

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Lam. 7. Planta general del conjunto de la torre de los Pozos. Escala gráfica

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Lam. 8. Planta y sección de la cámara de la torre de los Pozos. Escala gráfica

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Lam. 9. Esquema de ubicación de elementos decorativos en la torre de los Pozos.Se representan en verdadera magnitud