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127 La mujer y la música El antiguo Colegio de Santa Rosa María de Valladolid C omo ya se ha visto, las leyes mexicanas relacionadas a la educación, principalmente aquellas emanadas del pensamiento liberal, abogaron por una instrucción libre de dogmas religiosos. El conjunto de leyes educativas que surgieron durante la conformación del Estado mexicano paulatinamente quitaron el monopolio educativo a la Iglesia católica, y no obstante, ésta continuó manteniendo escuelas y academias, en algunas de las cuales se impartía la música; tal fue el caso del Colegio de Santa Rosa María de Valladolid. Se fundó como institución de la Iglesia en 1743. En sus aulas se educaron solo mujeres de origen español —cosa que debía comprobarse mediante fe de bautismo— y de legítimo matrimonio. 1 Desde la apertura del colegio se abogó por la enseñanza de la música. En este sentido, y bajo un régimen estrictamente católico, se preparó a las jóvenes en la ejecución del órgano, el canto llano, violín, arpa y piano, ofreciéndose además nociones generales de la música. Las clases entonces, obedecieron a la clara intención de complementar la educación de la mujer —que abarcaba las materias de: doctrina cristiana, labores propias de la mujer 1 Gloria Carreño A., El Colegio de Santa Rosa María de Valladolid, 1743-1810, Colección Historia Nuestra, México, Departamento de Investigaciones Históricas, Universidad Michoacán de San Nicolás de Hidalgo, 1979, pp. 127-129

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La mujer y la música

El antiguo Colegio de Santa Rosa María de Valladolid

Como ya se ha visto, las leyes mexicanas relacionadas a la educación, principalmente aquellas emanadas del pensamiento liberal, abogaron por una instrucción libre de dogmas religiosos.

El conjunto de leyes educativas que surgieron durante la conformación del Estado mexicano paulatinamente quitaron el monopolio educativo a la Iglesia católica, y no obstante, ésta continuó manteniendo escuelas y academias, en algunas de las cuales se impartía la música; tal fue el caso del Colegio de Santa Rosa María de Valladolid.

Se fundó como institución de la Iglesia en 1743. En sus aulas se educaron solo mujeres de origen español —cosa que debía comprobarse mediante fe de bautismo— y de legítimo matrimonio.1 Desde la apertura del colegio se abogó por la enseñanza de la música. En este sentido, y bajo un régimen estrictamente católico, se preparó a las jóvenes en la ejecución del órgano, el canto llano, violín, arpa y piano, ofreciéndose además nociones generales de la música. Las clases entonces, obedecieron a la clara intención de complementar la educación de la mujer —que abarcaba las materias de: doctrina cristiana, labores propias de la mujer

1 Gloria Carreño A., El Colegio de Santa Rosa María de Valladolid, 1743-1810, Colección Historia Nuestra, México, Departamento de Investigaciones Históricas, Universidad Michoacán de San Nicolás de Hidalgo, 1979, pp. 127-129

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(como costura y bordado), rudimentos de lectura, escritura, aritmética, moral y conducta—, además de prepararlas para el servicio clerical, es decir, asegurar la existencia de músicos para el coro de la iglesia.2 En suma, la enseñanza de la música en Santa Rosa se ofreció como una opción de ornato, sin el ánimo de crear más que ejecutantes, que sirvieran al servicio religioso más que a las alumnas mismas, lo que es común tratándose de la enseñanza musical en la época colonial.

El funcionamiento del colegio siguió su curso casi normal a partir de 1821, en el sentido de que las leyes educativas del México independiente tardaron años en reorganizar las instituciones encargadas de la instrucción en el país, tanto las públicas como las privadas. A partir de 1857 comenzaron a sentirse los efectos del proceso de laicización producto de las medidas reformistas liberales, por lo que los bienes del colegio fueron amenazados por el proceso de desamortización de bienes civiles y eclesiásticos. La institución fue perdiendo poco a poco los capitales necesarios para su funcionamiento, y para principios de la década de 1860, no se contaba con recursos para la alimentación de las alumnas, por esta razón, las autoridades en turno pusieron en marcha medidas urgentes para mantener el colegio a flote, a este respecto, las colegialas debieron contribuir al sostenimiento del plantel con la venta de algunos productos que ellas mismas fabricaban, como flores de papel, bordados y dulces. A mediados de 1861, por órdenes del general Epitacio Huerta —un destacado liberal michoacano, jefe militar y gobernador de Michoacán en varias ocasiones—,3 el colegio fue clausurado y su edificio destinado a un fin distinto de la importante labor de educar, ya que las aulas se habilitaron como dormitorios para hombres y mujeres, esto a pesar de las protestas por parte de las autoridades del colegio y algunas personas relacionadas con la escuela, quienes enviaron una carta de protesta tanto a Sebastián Lerdo de Tejada —entonces presidente de la república—, como al gobernador michoacano —el general Huerta—,

2 Ibíd., pp. 131-133.3 Sobre el personaje, véase: Raúl Arreola Cortés, Epitacio Huerta. Soldado y estadista liberal,

México, Gobierno del Estado de Michoacán, 1979. Ma. Guadalupe Cedeño Peguero, Epitacio Huerta y su hacienda de Chucándiro, 1860-1882, México, Instituto Michoacano de Cultura, 1990.

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haciéndoles ver la necesidad de mantener en funciones aquella escuela, sobre todo, por ser el único espacio de instrucción para la mujer más allá de las primeras letras. El colegio no obstante, fue clausurado y su edificio convertido en hospicio para hombres y mujeres.4

Con la intervención francesa y el relativo triunfo de los conservadores, que ocuparon la ciudad de Morelia con apoyo de fuerzas militares franco-belgas, el colegio de Santa Rosa reabrió sus puertas; la evidente simpatía de la Iglesia mexicana al bando conservador hizo esto posible. Entonces, el plantel recibió nuevos capitales que le permitieron normalizar sus actividades, entre ellas la clase de música, que había sufrido la falta de maestro en el pasado por falta de fondos. Sin embargo, con el triunfo republicano y el restablecimiento del gobierno liberal ocurrido en 1867, se arremetió nuevamente con las instituciones eclesiásticas, y para 1870, se ordenaba el cierre definitivo del colegio de Santa Rosa, entre otras cosas, en la intención del Estado por controlar también la educación, y quitar el monopolio en el ramo, a la Iglesia.5

Con todo esto, se daba por terminado aquél primer proyecto de educación para la mujer. Mientras tanto el edificio quedó bajo la custodia de la Dirección de Bienes nacionales de la Secretaría de Hacienda, siendo destinado a diversos usos durante años, ninguno dedicado a la enseñanza hasta el periodo de gobierno de Miguel Alemán Valdés, por allá en la década de los años de 1940, en que éste dio el permiso para establecer en Morelia un conservatorio de música, el actual Conservatorio de las Rosas.6

4 Gerardo Sánchez Díaz, “La casa de las Rosas..., p. 59-61.5 Gerardo Sánchez Díaz, “La casa de las Rosas..., p. 61-63.6 Ídem. En la actualidad se designa al Conservatorio de las Rosas de Morelia como el

primero en su clase en América vinculando su fundación en 1743, fecha que corresponde a la creación del colegio de Santa Rosa. El lazo que une la idea es precisamente, los estudios de música. No obstante, el de Santa Rosa no fue un conservatorio en el sentido moderno del término, esto es, una escuela de enseñanza profesional de la música, ya que el arte de Euterpe se estudiaba entonces como parte de la formación de las alumnas. Así, la difusión que se hace respecto a la antigüedad del actual Conservatorio de las Rosas de Morelia, es solo un asunto de mercado. Sobre la historia de esta institución, puede consultarse a: José Luis Torres, “Conservatorio de las Rosas”, en: Álvaro Ochoa Serrano, Michoacán. Música y músicos…, pp. 153-185.

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El caso particular del colegio de Santa Rosa simboliza la actitud del Ejecutivo en pro de aplicar las leyes emanadas del pensamiento liberal, antagónico de todo dogma religioso. En este sentido, el control del Estado era evidente y necesario ya entrada la segunda mitad del siglo XIX, sobre todo en lo referente a la educación, en especial porque de esta depende la legitimidad del orden político establecido. Instituciones como el colegio de Santa Rosa fueron clausuradas porque aparecían como resabios de la época colonial, antagónica en todos sentidos a los políticos liberales mexicanos. De cualquier manera, la labor del colegio fue importante ya que en sus aulas se preparó a la mujer para la vida en sociedad, además, se les instruyó en las artes como la música, asignatura común en la matrícula de los estudios de primeras letras, que en el caso específico del colegio, se llevaba a cabo de manera consciente y profesional de manos de profesores tan capaces como Ramón Martínez Avilés, durante los últimos años de su funcionamiento.

El cierre del Colegio de Santa Rosa María de Valladolid, dejó un espacio vacío en la educación de la mujer en Morelia, y aunque en realidad fueron pocas las jóvenes beneficiadas —del conjunto total de mujeres en edad escolar en ese momento—, la escuela representó una opción de enseñanza de la música en Morelia, y aunque de alcance limitado, fue quizás uno de los pocos lugares en la ciudad y en todo el estado en donde se aprendió el arte de Euterpe. En este sentido, sólo las academias particulares citadinas quedaron como sitios posibles de enseñanza musical, muy limitadas en su alcance numérico, y muy lejanas para el grueso de la población.

Para la década de 1880, surgió en Morelia la Academia de Niñas, una institución que hizo realidad las aspiraciones de muchas jóvenes michoacanas, ofreciendo un espacio de formación educativa, con asignaturas apropiadas para el sexo femenino. La educación musical se instaló en el currículo de la escuela desde un inicio, y su nivel musical se mantuvo a la par de otras instituciones como el Colegio de San Nicolás o la Escuela de Artes y Oficios, por lo que las alumnas de la Academia de Niñas figuraron en participaciones musicales a lo largo del porfiriato, en grupo o como solistas, que las ponía a la par, en el sentido artístico, al de los alumnos de otras escuelas públicas. Es por esto que la de niñas se

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convirtió, a partir de 1886, en el espacio más importante de educación musical para la mujer, a lo largo de las dos últimas décadas del porfirismo en Morelia.

A continuación, el examen de su devenir histórico y la importancia de su actividad en el contexto educativo moreliano, que trascendió los límites de la ciudad de Morelia.

La Academia de Niñas de Morelia

La instrucción musical en la ciudad de Morelia se hizo posible para la mujer con la creación de la Academia de Niñas, escuela que aunque no fue de estudios exclusivamente musicales, sí fue una institución en donde el arte de Euterpe formó parte integral del plan de estudios, a diferencia, digamos, de otras escuelas. Así, no fue la música una materia accesoria como ocurrió en el Colegio de San Nicolás por ejemplo, ya que en el caso de la de niñas, la clase de música tuvo un carácter de asignatura formal.

El decreto que creó la escuela apareció el 6 de octubre de 1885.7 En este inicio, se pensó en una escuela de nivel secundario y de perfeccionamiento, siendo el Ejecutivo estatal el encargado de la vigilancia y protección de la academia. Éste designó como directora y subdirectora el plantel a dos mujeres extraordinarias, la señora Josefa Ortiz y su hija, la señorita María Alvírez; ambas formaban parte de la alta sociedad moreliana, siendo ellas la esposa e hija respectivamente de quien fuera un destacado magistrado, me refiero al Lic. Luis. G. Alvírez.8

Las cátedras establecidas aparecen acordes al momento y al sector femenino. Así, las niñas habrían de cursar: moral, urbanidad, economía

7 Hubo un proyecto en 1868, propuesto por el ayuntamiento de la ciudad que pretendía la creación de una escuela para niñas que por diversas razones no se llevó a cabo. Amador Coromina, Recopilación de leyes..., tomo XXVIII, pp.27-28.

8 Ídem. Carmen Edith Salinas García, Los estudiantes en la universidad michoacana, 1917-1939. La integración de la mujer al proyecto académico universitario, Tesis para obtener el título de Licenciado en Historia, Morelia, Facultad de Historia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Septiembre del año 2002, pp. 24-26.

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doméstica, lectura —donde se incluían recitación de prosa y verso—, gramática castellana —aplicando aquí análisis lógico y principios de gramática general—, pedagogía, aritmética razonada y principios de álgebra y geometría, dibujo y pintura, francés, inglés, música —instrumental y vocal—, geografía, historia patria, costura, bordados, flores y otros trabajos de mano.

La importancia de la Academia de Niñas radica en que fue un espacio donde la mujer —la moreliana en un primer momento—, podía hacer sus estudios de enseñanza media, adquiriendo conocimientos en ejercicios manuales y en las “bellas artes”, con lo que, a decir de las autoridades de la época, “...contribuirán a suministrarle otros medios compatibles con su sexo, para que puedan en caso necesario, lograr la satisfacción de sus necesidades a costa de menores afanes y sacrificios”.9 Esta afirmación revela el sentido de la creación de la Academia de Niñas, como un plantel dedicado a incorporar a la mujer al plano laboral, sobre todo para que no estuvieran confinadas como hasta ese momento, a las labores de la casa, y aún en el caso de que esto sucediera, estuvieran preparadas a sobrellevar un hogar, participando en caso necesario, en el mantenimiento económico de este.

En suma, la Academia de Niñas se creó como institución dedicada a la formación de profesoras de primeras letras, que ayudarían en años posteriores, a expandir el conocimiento de instrucción primaria en gran parte del estado. Mientras tanto, inherente a la creación de la escuela, surgió el reglamento, que completaba el escenario para que la institución funcionara a partir del 5 de mayo de 1886, en la parte posterior del edificio que albergaba para esa fecha, al Colegio de San Nicolás.10

9 Memoria de gobierno de 1886, Morelia, Imprenta del Gobierno, 1886, pp. 47-49.10 Julián Bonavit, Historia del Colegio..., p. 185. Juana Martínez Villa, Fiestas cívicas y

diversiones públicas en Morelia, 1891-1910, Tesis para obtener el título de Licenciado en Historia, Facultad de Historia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Morelia, Invierno de 2002, p. 57. Luego, en 1888, el gobierno compró un inmueble ubicado frente a la plazuela de las rosas que designaría como edificio para la academia. Es el actual Museo Michoacano. Silvia Figueroa Zamudio, “La Academia de Niñas de Morelia”, en: Ziranda Uandani (papel que habla), Publicación de los Archivos del Poder Ejecutivo, Morelia, Gobierno del Estado de Michoacán, no. 25, 2001, p. 31.

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Como era costumbre en la época, con motivo de la inauguración de la academia, se llevó a cabo un concierto en el mejor escenario de la ciudad para estos casos, el Teatro Ocampo. El evento, programado con 16 intervenciones musicales fue excelente y los participantes destacados, según notas de la prensa de la época; algo muy característico de la velada fue la muy adecuada participación femenina, que hizo especial la noche. De entre las mujeres que actuaron, figuran dos alumnas de la recién abierta escuela, Natalia Flores y Luisa Mesa, quienes entre otras féminas, lucieron sus dotes musicales entre fantasías y motivos de óperas.

Un hecho que sobresale del programa de aquella noche, es la participación de Luis Acha y Rómulo Valenzuela, dos alumnos de la academia de música del Colegio de San Nicolás, además, a mitad de la velada participó una de las mejores bandas de música del país, la del 8º Regimiento, la dirigida por Encarnación Payén, la cual ejecutó la fantasía Fausto, obra bella de ejecución difícil. El final del concierto de inauguración fue soberbio al compás de las notas del Himno Nacional Mexicano, que dio cabida —escribió un periodista— al más puro sentimiento nacionalista, que en ese momento se hacía evidente en la alegría de inaugurar un espacio dedicado de manera exclusiva a la enseñanza de la mujer, muy limitada en el pasado y en ese presente aún, a la educación pública.11

En el reglamento de la academia, que apareció el 1º de mayo de 1886, se especifican cuestiones como: edad mínima de ingreso, 7 años, instrucción primaria terminada, y duración de los estudios hasta por un lustro, durante el cual la educación musical sería materia obligada; en este sentido, “...el curso de música se concluirá en cinco años, repartidos de la manera siguiente: en el primer año, solfeo; en el segundo, solfeo y primero de piano; en el tercero, vocalización y segundo de piano; en el cuarto año, primero de canto superior y tercero de piano; y en el quinto, segundo de canto superior y cuarto de piano”. En cuanto a los métodos de estudio de la música, en el artículo 16 del reglamento se estableció que se abordarían de la siguiente manera: el de solfeo (método de Hilarión Eslava), en dos años, el de vocalización en uno, el de canto superior (para

11 Gaceta Oficial, Morelia, 9 de mayo de 1886.

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ambos el método de Asioli), en dos años, y el de piano (método de Bertini), en tres.12

De esta manera, las jóvenes tuvieron lo necesario para llevar a buen término una educación completa, la cual por supuesto incluía la música. No obstante, el arte de Euterpe se estudiaba bajo la limitante que implica el estudio de sólo dos instrumentos: el piano y la voz humana. En relación a esto, considerando la ampliación de la ejecución musical, en el artículo 18 del reglamento se dejó abierta la posibilidad de que cualquier alumna que quisiera —y reuniera la aptitud musical necesaria— podría estudiar algún otro instrumento, siempre bajo la observancia y aprobación del profesor.13 Esto, si bien no era garantía de que la educación musical se ampliara en la escuela, daba la libertad de que alguna alumna incursionara en algún instrumento diferente del piano, de hecho así fue, ya que a mediados del periodo porfirista se escuchó en Morelia una estudiantina formada por las alumnas de la Academia de Niñas, quienes aparecieron ejecutando guitarras, mandolinas y panderetas.

La academia abría sus puertas de ocho de la mañana a doce del día, y de tres a cinco de la tarde. En este sentido, los horarios de escoleta musical establecidos en el reglamento fueron: para las alumnas de primer año, se ensayaría de nueve a diez de la mañana, mientras que para el resto de los grados, es decir, del segundo al quinto, el horario de práctica sería de ocho a nueve, por la mañana también. A todo esto, las clases de música se darían terciadas, es decir: lunes, miércoles y viernes, de 8 a 9 a.m., para las alumnas de segundo año de solfeo, primero y segundo de piano y vocalización, y los martes, jueves y sábados, para las de tercero y cuarto de piano y segundo de canto superior, dándose las clases de solfeo para primer grado todos los días.14

Hasta aquí, la fundación de la Academia de Niñas respondía a las necesidades de la mujer moreliana, la cual necesitaba un lugar propio en

12 Amador Coromina, Recopilación de leyes..., tomo XXVIII, pp. 29-34. AGHPEM, fondo secretaría de gobierno, sección instrucción, serie Academia de Niñas, c. 1, exp. 1, fs. 22 y 77-89.

13 Ídem.14 Ídem.

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la sociedad michoacana, que le permitiera incluirse en la vida académica

y laboral. La designación de dos mujeres como directoras del plantel,

demuestra la capacidad femenina por llevar por buen camino un rubro de

la administración pública estatal de no fácil catadura, lo que representa la

intención del gobierno de incluir a la mujer como directora de la enseñanza

en las aulas, extendiendo la educación que esta había impartido siempre

en el hogar, al salón de clase. La administración del oaxaqueño Mariano

Jiménez, gobernador de Michoacán entonces, a sabiendas de las carestía

educativa de la entidad y del potencial femenino no explotado en este

sentido, favoreció la creación de la Academia de Niñas, incluyendo a la

mujer en el plan pedagógico del gobierno, ubicándola como pieza clave

en el proceso de enseñanza de la juventud michoacana, cosa bastante

novedosa en una época que restringía a la mujer, por lo general, al trabajo

doméstico.

En tanto a las asignaturas establecidas, se pretendía que con estas

la educación impartida estaría acorde a la realidad de las necesidades del

entorno de las alumnas, siendo las actividades manuales, las inherentes a la

mujer, las que caracterizaban la línea de estudio, no obstante, se pretendió

preparar a las jovencitas para el trabajo en la enseñanza, pero también para

que supieran llevar a bien la economía en el hogar, actividad que presentaba

a la mujer como directora de la casa. Esto, claro, teniendo en cuenta que

los tiempos estos del porfiriato no eran todavía espacios de emancipación femínea del todo y es por eso que el plan de estudios de la academia se

incluían asignaturas propias del sexo femenino, las cuales pretendían que

la mujer estuviera preparada de mejor manera para el trabajo, tanto en la

enseñanza como en el hogar.

La cátedra de música se inserta en este contexto, un escenario

donde el arte de Euterpe aparece muy acorde para la mujer, especialmente

por la ejecución de piano, un instrumento que desde la época colonial

y durante todo el siglo XIX, fue el preferido —o el impuesto— de las

féminas morelianas.15 El objeto de la inclusión de una cátedra de música

15 Otto Mayer-Serra, Panorama de la música mexicana, México, El Colegio de México,

1941, pp. 38-39.

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en este sentido, fue distinto al del antiguo Colegio de Santa Rosa María de Valladolid, ya que en aquél se enseñó la música como una cuestión que tenía que ver más con valores de la época —los religiosos eran los más importantes a este respecto—, que con la importancia de esta actividad en la vida de las jóvenes; mientras que en la Academia de Niñas, la música fue parte de la formación integral, cosa que les permitió a las infantas michoacanas, una liberación de espíritu a la vez que un sustento económico posible. Esto sin embargo, no significa necesariamente que las jóvenes egresadas de la academia se integraban a algún grupo musical y vivían de la práctica de la música, no fue así en realidad, pero sí puedo asegurar que muchas de ellas dedicaron su tiempo libre a la enseñanza del solfeo y piano, difundiendo el arte de Euterpe, y favoreciendo un mejor nivel de vida para las familias por ellas formadas, esto por el ingreso económico que les representaba la actividad musical, de hecho, años después de creada la academia, cuando se pensionaron alumnas del interior del estado, fueron común las clases privadas en distintas zonas de Michoacán, impartidas por egresadas, precisamente, de la Academia de Niñas de Morelia.

Ahora bien, de la plantilla de profesores destacó el ínclito músico Luis I. de la Parra, quien habría sido nombrado profesor de música de la academia, quien a trabajaría con las niñas sin descuidar su labor en el Colegio de San Nicolás.16

El primer año de la academia transcurrió sin contratiempos. La asistencia a la clase de música fue notoria así como las calificaciones obtenidas por las alumnas de la cátedra del Sr. Parra. 167 alumnas fueron las que asistieron a la escuela el primer año, de estas, 87 lo hicieron a la academia de música, lo que representa poco más del 50 por ciento del total.17 Aquí se desprende una contradicción ya que hemos afirmado que la cátedra de música era obligatoria y ahora afirmamos que no todas asistieron a la citada clase. Lo que sucede es que los exámenes sólo se practicaban a las

16 AGHPEM, fondo secretaría de gobierno, sección instrucción, serie Academia de Niñas, c. 1, exp. 1, fs. 22 y 27.

17 Carmen Edith Salinas García, Las estudiantes..., pp. 24-27. Memoria de gobierno de 1886, Morelia, Imprenta del Gobierno, 1886, pp. 47-49.

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aquellas alumnas consideradas aptas para tal prueba, es decir, el escrutinio sólo se practicaba a las educandas más avanzadas, que eran designadas por el profesor, en este caso, por el Sr. Parra. Esta afirmación se sustenta en el hecho de que en los registros oficiales que hemos consultado, la cantidad de alumnas examinadas es menor casi siempre, al número de educandas que aparecen como asistentes a la clase de música, además de que algunos ensayos al respecto, comprueban nuestras conclusiones.18

La educación musical, aunque inserta en el currículo de la escuela, fue de cualquier manera una actividad, si se nos permite el término, semi-obligatoria, es decir, aunque la cátedra de música estaba contemplada en el plan de estudios como una asignatura obligatoria para aprobar el año, en la práctica, se dejaba la libertad para que sólo aquellas alumnas con aptitudes musicales aplicaran examen, eximiendo de este a las no dotadas de sentido musical,19 aunque estas últimas debían de cualquier manera, asistir a la clase de música, con objeto de complementar su instrucción.

Para llevar a cabo los exámenes, en el reglamento se estableció que estos debían efectuarse públicamente del 15 al 30 de noviembre de cada año,20 mediante sinodales que verificaran el aprovechamiento de las educandas. Para el de música del año referido de 1886, se propuso por parte de la dirección de la academia, a tres distinguidos músicos morelianos: Teodoro Aguiñaga (pianista), Encarnación Payén (director consumado de músicas de viento), y Francisco Lemus (compositor).21 Este último debió rechazar el ofrecimiento debido un compromiso que le hizo salir de la ciudad de improviso, por tal motivo entró en suplencia el Sr. Rafael Guerrero,22 músico de sobrada experiencia.

La curiosidad por saber el tipo de exámenes de música que se hacían en la Academia de Niñas, nos ha llevado a investigar cualitativamente su

18 Silvia Figueroa Zamudio, “La Academia de Niñas…, p.29.19 Entendiendo sentido musical como dote natural de afinación y entonación que

debe tener el aspirante a músico.20 Silvia Figueroa Zamudio, “La Academia de Niñas..., p. 29.21 Las mesas sinodales deberían tener un presidente y dos vocales. Ídem.22 AGHPEM, fondo secretaría de gobierno, sección instrucción, serie Academia de

Niñas, c. 1, exp. 1, fs. 95 y 156.

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contenido, por fortuna, un escrito, a manera de cuadernillo y al parecer elaborado por puño y letra del Sr. Parra, da respuesta a nuestra curiosidad. A decir de este documento, titulado: catálogo de preguntas posibles para el examen de música, aparecen varios cuestionamientos musicales, mismos que nos permiten dar cuenta del nivel de instrucción que las clases artísticas tenían en la escuela. Las preguntas se refieren a los aspectos teórico-básicos del solfeo, como el conocimiento de las notas, la rítmica y la métrica, del compás, los silencios, símbolos especiales, como grupetos y apoyaduras, claves o llaves musicales, entre otros.23

El examen, que corresponde al primer año de instrucción musical en la academia, es acorde a los requerimientos básicos que todo aspirante a músico debe tener, además, al analizar a detalle el documento y lo cualitativo de su contenido, puedo afirmar —aparte como músico que he sido por 29 años— que los estudios musicales que se llevaban a cabo en la academia, no eran improvisados ni estaban cerca de ser incipientes, por el contrario, si para el primer año se estudiaban casi en su totalidad las bases musicales, es lógico pensar que en los años restantes de educación artística, el desarrollo teórico-musical era más alto, lo que nos deja razón para afirmar de manera concreta, que los estudios musicales destinados a la mujer para la época en cuestión, estaban a la altura de otras instituciones donde se aprendía el arte de Euterpe, como las academias de música del Colegio de San Nicolás, y la de la Escuela de Artes y Oficios. Por desgracia, los registros exámenes y otros detalles del devenir de la clase de música de la academia son limitados, no obstante, lo que existe nos permite llegar a algunas conclusiones del actuar de la mujer en la educación musical. Además, resulta significativo que el programa de estudio de la academia en el aspecto musical, no estuviera por debajo del nivel de calidad de otras instituciones de educación pública, lo que es indicativo de la importancia que era para el contexto del momento, que la mujer se incluyera en la instrucción, sobre todo como guía de la sociedad michoacana, recordando al respecto, que de la Academia de Niñas egresaron no pocas profesoras

23 AGHPEM, fondo secretaría de gobierno, sección instrucción, serie Academia de Niñas, c. 1, exp. 1, fs. 126-136.

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de instrucción primaria, quienes no solo difundieron sus conocimientos en primeras letras sino también hicieron lo propio con el arte de la música.

Por cierto, el resultado de los exámenes realizados en el primer año de existencia de la escuela es interesante, pues se demuestra la calidad de las futuras profesoras. Así, Catalina Robles destacó obteniendo entonces una mención honorífica por su desempeño en la materia de solfeo al igual que Elodia Palacios. En la de piano, fue Natalia Flores quien destacó obteniendo un accésit —que era una distinción especial aunque inferior a la mención honorífica—. Aunque de manera general las primeras calificaciones fueron significativas, ya que del total de las alumnas: 24 recibieron mención honorífica, 109 suprema, 89 buena, 17 más que regular y 41 terminaron el año con calificación regular.24 De las alumnas mencionadas, las tres últimas aparecieron en años posteriores en diversos eventos públicos, tales como ceremonias públicas de entrega de premios, audiciones o eventos privados, entre otros, según se registra en la prensa de la época, además, los elogios fueron siempre buenos, cosa que resalta de manera significativa la excelencia de las clases de música que se llevaban a cabo en la escuela.

Los exámenes significaron un primer augurio positivo pues, en comparación con los resultados al respecto del Colegio de San Nicolás o la Escuela de Artes y Oficios, las niñas también lograron notas de excelencia. De hecho, las dos décadas siguientes, la academia habría de recibir el beneplácito del pueblo moreliano por los logros que aparecían a la vista, siendo uno de ellos la creación de un “conjunto de cuerdas” formado por algunas de las jóvenes estudiantes, quienes habrían de participar en no pocas ocasiones en las fiestas morelianas porfiristas, según descubrió el incansable investigador moreliano Xavier Tavera Alfaro.25

Enero de 1887 fue un mes importante para la academia, esto debido a que se llevaría a cabo la primera entrega de premios a las mejores alumnas del plantel, acto que en años posteriores, iba a ocurrir a principios de

24 AGHPEM, fondo secretaría de gobierno, sección instrucción, serie Academia de Niñas, c. 1, exp. 1, fs. 163-165 y 181-182.

25 Xavier Tavera Alfaro, Morelia en la época..., p. 76.

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año. El día 15 se celebró el evento en el Teatro Ocampo y para esto, se hicieron algunos gastos para el mayor lucimiento del programa, así pues, se invirtieron 63 pesos en varios rubros, como piezas de música, el traslado y afinación de dos pianos, la iluminación del teatro para ensayos por cuatro noches, y la gratificación a dos músicos, un violinista y un pianista, entre otras cosas.26 En años posteriores, fue común ver en este tipo de eventos la participación de las mismas alumnas del plantel, las cuales demostrarían en cada oportunidad sus adelantos, de hecho, este tipo de programas de entrega de premios —comunes en aquella época— fueron marco idóneo para la aplicación de los conocimientos musicales que las niñas adquirieron en la escuela, fue en estos eventos y en algunos otros, que la mujer instruida en escuelas oficiales, daba cuenta del desarrollo del arte musical que aprendían en las instituciones como la Academia de Niñas.

El plan de estudios presentado para el inicio del año escolar de 1887 no difería en nada del año anterior, al menos en lo referente a la cátedra de música. Luis I. de la Parra presentó un proyecto de clase formado por los ya sabidos métodos de música: Eslava, Bertini y Asioli, con lo que se pretendía la continuación del objetivo inicial impuesto por el profesor.27 Lo que sí cambió para bien de la clase de música fue el presupuesto asignado, ya que se aumentaron 240 pesos anuales como salario para un ayudante, el cual debía auxiliar al profesor titular en las clases, debido a la creciente demanda de alumnas. El ayudante, que resultó ser del sexo femenino, fue una joven inscrita en la misma academia y de sobrada capacidad, prueba de ello es el premio obtenido por ella en piano, apenas en enero de ese mismo año de 1897, así, Natalia Flores se convertiría en la auxiliar del maestro Parra para la cátedra de música y además, contribuiría al prestigio que la institución se estaba formando.28

26 AGHPEM, fondo secretaría de gobierno, sección instrucción, serie Academia de Niñas, c. 1, exp. 1, f. 184. El señalamiento que hacemos a la manera de organizar estos eventos, tiene origen en la necesidad de que el lector de cuenta de la importancia de un acto de este tipo, de la trascendencia que representaba la entrega de premios a las alumnas de la Academia de Niñas.

27 Ibíd., f. 208.28 Ibíd., fs. 69-73.

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En los últimos años de la década de 1880 se presentó una buena asistencia a la clase de música toda vez que continuaron notas de excelencia en los resultados de los exámenes. En 1887 por ejemplo, hubo 116 alumnas en solfeo y 6 en piano, obteniéndose en general calificaciones supremas y menciones honoríficas.29 1888 fue un año de asistencia mayor que el anterior, donde 132 alumnas estudiaron solfeo y 25 lo hicieron en piano, sin embargo, el número de alumnas que hicieron examen fue inferior. Es probable que como los exámenes los hacían sólo aquellas capacitadas para tal prueba, este año no hubiera jóvenes cuyo nivel musical les alcanzara para lograr una nota aprobatoria, no obstante, las calificaciones de las pocas examinadas fueron excelentes.30

1889 y 1890 fueron años en los cuales disminuyó la asistencia a la clase de música: el primero contó con 88 niñas en solfeo y 23 en piano y el segundo, con 68 en solfeo y 20 en piano.31 Este último año se examinaron sólo 21 alumnas en solfeo, de las cuales 5 obtuvieron Mención Honorífica, 16 Suprema y 5 buena; en piano se examinaron 17 alumnas, las cuales terminaron con calificación Suprema.32 En total, este año de 1890 terminó con 19 alumnas premiadas en la clase de música, esto, más que números, representa un dato importante a la hora de analizar la calidad de la instrucción musical que se impartía en la academia, sobre todo porque en muchos casos, las calificaciones de las alumnas —de igual manera como sucedía en las clases de música del Colegio de San Nicolás, así como en la Escuela de Artes y Oficios—, eran mayores que en las de otras materias, signo este que nos permite reafirmar nuevamente, que la actividad musical llamaba mucho la atención de la mujer, y se le dedicaba el tiempo necesario como para desarrollar la actividad artística de manera correcta.

29 Para este tiempo, la clase de música contaba con un piano de cola, uno vertical, un atril de fierro y un metrónomo, entre otras cosas. Memoria de gobierno de 1887, Morelia, Imprenta del Gobierno, anexos, números 36 y 39, 1887.

30 Memoria de gobierno de 1889, Morelia, Imprenta del Gobierno, anexos, número 19, 1889.

31 Ibíd., anexos, número 21. Memoria de gobierno de 1890, Morelia, Imprenta del Gobierno, anexos, número 14, 1890

32 Memoria de gobierno de 1892, Morelia, Imprenta del Gobierno, anexos, número 29, 1892.

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Entre las alumnas más destacadas están: María Cortés, María Iturbide, Dolores Nava, María Jacobo, Rosa Zavala, Elvira Castro, Concepción y Josefina Alvírez, Carlota Breña, Concepción Olvera y Elodia Palacios, algunas de estas obtuvieron premio y otras el accésit. Otras terminaron el año con el más alto galardón, la mención honorífica, tal es el caso de: Jesús Aguirre, María Cortés, Jesús Ruiz, María Iturbide, Rosa Zavala, Carlota Breña, Josefina y Concepción Alvírez, Concepción López Aguado y Elodia Palacios.33 Los nombres de algunas de estas aparecen en las páginas de la prensa de la época como participantes de eventos artísticos citadinos, lo que nos remite a la aplicación de los conocimientos musicales en el plano práctico, incluso laboral. A inicios de la década de 1890, se presentaron un total de 90 alumnas en la clase de música, de estas, 26 de las que presentaron examen, obtuvieron premio al final de año por su desempeño escolar, y 15 de ellas terminaron con mención honorífica.34

Para 1890, el creciente aumento de alumnas en la clase de piano y la disminución del número de jóvenes examinadas era común, y aunque los datos que hemos obtenido no son muy extensos ni concluyentes al respecto, me permiten afirmar que la afluencia constante a la clase de piano, se debió con toda probabilidad, al aumento en la capacidad de ejecución y lectura musical que las niñas habían alcanzado. Este interés musical de la citada clase puede explicarse también en función de dos posibilidades: una que el profesor Parra disponía de más tiempo para atender a las educandas gracias a la ayudante que para la clase de música se nombró en abril de 1887; y otra, es posible que los resultados del Primer Congreso Pedagógico Nacional realizado en 1889, que reglamentaba las escuelas normales del país, y que obligaba, entre otras cosas, al estudio más extensivo de “...la enseñanza musical hasta el estudio del piano y el melodio o armonio”,35 favorecieran por sistema el que que más alumnas se inscribieran en la clase de piano en los primeros años de la década de 1890, o por otro lado, simplemente, el desarrollo natural de la música en la

33 Ibíd., anexos, número 31.34 Ibíd., anexos, números 26 y 32.35 Silvia Figueroa Zamudio, “La Academia de Niñas..., pp. 32-33.

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academia así lo impulsó. Yo creo que el aumento de alumnas en la clase de

piano se debió más al desarrollo mismo de la actividad musical al interior

de la escuela, es decir, para la década de 1890, las alumnas se encontraban

en un nivel de ejecución musical considerable, lo que seguramente llevó a

que muchas tomaran el paso siguiente, la ejecución en un instrumento, el

piano principalmente.

1892 presenta una disminución notable en cantidad de alumnas en

la matrícula de la clase de música, en este año aparecen 76 alumnas en la

lista de asistencia de dicha cátedra, sin embargo, esto tiene su origen en

un acuerdo a que llegaron las autoridades de la academia, el cual mandó

eximir del estudio del solfeo a las alumnas del primer año, con objeto de

que estas atendieran las otras materias con más cuidado.36

Y es que la clase

de música era tan popular y la asistencia de las alumnas tan numerosa, que

se dio el fenómeno de la desatención de otras asignaturas por atender la

práctica del solfeo.

En abril de 1892 se inauguró la escuela de instrucción primaria anexa

a la academia, con lo que se amplió aún más la instrucción,37

además, ese

año fue importante por dos razones: uno fue la compra de dos pianos

para la clase de música;38

y por otra parte, se llevó a efecto un proyecto de

gran relevancia, aprobado mediante la circular número 43 de fecha de 9 de

diciembre de 1891, mediante el cual se pedía a los ayuntamientos del interior

del estado que pensionaran a una niña con 12 pesos mensuales —con sus

propios recursos— para que hicieran estudios en la Academia de Niñas,

para lo cual sólo tendrían las jóvenes que cubrir algunos requisitos: edad

de 6 a 14 años, “buenas disposiciones para el aprendizaje y de humildes condiciones sociales”.39

Aparte del apoyo mediante las pensiones, se creó

36

AGHPEM, fondo secretaría de gobierno, sección instrucción, serie Academia de

Niñas, c. 1, exp. 1, fs. 91-92.

37

Memoria de gobierno de 1892, Morelia, Imprenta del Gobierno, anexos, números

27 y 28, 1892. Esto respondió también a lo dispuesto en el Congreso Pedagógico Nacional

en 1889, que definía que las escuelas normales debían tener una escuela primaria anexa. Silvia Figueroa Zamudio, “La Academia de Niñas..., p.33.

38

Memoria de gobierno de 1892-1894, Morelia, Imprenta del Gobierno, 1894, p. 110.

39

Amador Coromina, Recopilación de leyes..., tomo XXXI, pp. 90-92,

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un internado anexo a la academia, que funcionó como hogar para las jóvenes pensionadas; allí se ofreció alojamiento, comida y buen trato.

Con este proyecto se pretendió alcanzar a una mayor parte del pueblo michoacano, sin embargo, lo cierto es que el acceso a la educación mediante este programa fue muy limitado, sobre todo si se tiene en cuenta que muchos ayuntamientos no contaban con los recursos necesarios para pensionar a una niña, por esto, la oportunidad de estudiar en la capital de Michoacán se presentó, para finales del siglo XIX, como una opción sólo para algunas afortunadas, de hecho, el gobierno eximió a aquellos ayuntamientos pobres de la obligación de pensionar a una jovencita en la Academia de Niñas, con lo que se limitó aún más el alcance de tan noble intención.

De cualquier manera, la opción fue válida e importante, por lo que varios ayuntamientos respondieron a la convocatoria del gobierno, y enviaron a una afortunada niña, a recibir instrucción en la mejor academia del estado. Entre los primeros municipios que participaron figuran: Morelia, Acuitzio, Zinapécuaro, Maravatío, Taximaroa, Tlalpujahua, Contepec, Zitácuaro, Angangueo, Tuxpan, Tuzantla, Huetamo, Tacámbaro, Nuevo Urecho, Ario, Pátzcuaro, Zacapu, Uruapan, Apatzingán, Coalcoman, Jiquilpan, Zamora, Purépero, La Piedad y Puruándiro.40 Si bien, estos municipios no representan la mayor parte de los que existían en la entidad, responden a una intención del régimen en tanto a ofrecer un verdadero espacio de instrucción para la mujer, una oportunidad excelente de obtener un medio para lograr un mejor nivel de vida.

Como era de esperarse, el apoyo dado por las pensiones municipales provocó un aumento considerable en la matrícula. Para 1893 y 1894, ingresaron en total casi trescientas alumnas: 287 y 296 respectivamente. Mientras tanto, en la clase de música, 116 alumnas asistieron a la escoleta en 1893 y 145 lo hicieron en 1894, casi el doble en comparación al año de 1892.41 Las calificaciones de estos dos años no fueron menos que en años

40 AGHPEM, fondo secretaría de gobierno, sección instrucción, serie Academia de Niñas, c. 1, exp. 7, fs. 1-6.

41 Memoria de gobierno de 1892-1894, Morelia, Imprenta del Gobierno, anexos, número 42, 1894.

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anteriores ya que de las jóvenes examinadas, ninguna obtuvo la mínima calificación, todas estuvieron de regular a suprema, algunas incluso, como era ya costumbre, obtuvieron mención honorífica. Para el año de 1893, las más destacadas fueron, y por mucho: Amalia Zamacona, Encarnación Marroquín, Aurelia Molina, Cristina Torres, María Iturbe y Jesús Arias, todas estas lograron un accésit; entre tanto, María Calderón, Jesús Díaz, Concepción Jiménez, María Rodríguez Alfaro, Luisa Vega, Sahara Calderón y Cristina Torres, obtuvieron el más preciado reconocimiento, la mención honorífica, de hecho, cinco alumnas registradas con premio recibieron también la mención honorífica, estas fueron: Encarnación Marroquín, Aurelia Molina, Amalia Zamacona, María Iturbe y Jesús Arias.42

Todas ellas accedieron a la lista de las alumnas más destacadas de la academia, gracias a su esfuerzo y dedicación, y al empeño de un nuevo profesor de música, el Sr. Juan B. Fuentes, quien sustituyó a don Luis I. de la Parra, fallecido como ya se señaló, en 1892. De estas señoritas, algunas se perdieron en el tiempo y sus nombres han quedado sin la huella que deja el papel, sin embargo, muchas de ellas aparecen en los registros de la prensa de la época, en especial, en su participación como ejecutantes de instrumentos musicales en distintos eventos de la misma academia, así como de otras instituciones oficiales. De esta manera, a finales de la década de 1890, los nombres de Concepción Jiménez, Amalia Zamacona y Jesús Díaz, figuraron como distinguidas filarmónicas de Academia de Niñas en años posteriores, de hecho, estas y otras alumnas, formaron una “orquesta típica”, la cual aparece a finales de siglo en las ceremonias de entrega de premios de la academia, ejecutando obras de autores europeos de dificultad considerable.43

El año de 1894 inició con una crítica en relación a la manera de llevar a cabo los exámenes en la academia. A mediados del mes de enero, en el periódico La Libertad se hizo una llamada de atención para las autoridades de la escuela, en el sentido de que la forma en que hacían los exámenes

42 Ibíd., anexos, números 43 y 45.43 La Libertad, Morelia, 9 de febrero de 1897. La Libertad, Morelia, 7 de febrero de

1899.

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no era, a decir de la nota, la más adecuada para obtener el verdadero nivel académico de las alumnas, esto debido a que a éstas se les hacían preguntas previamente preparadas en un catálogo, no obstante a la hora de la prueba, muchas veces las preguntas diferían de las establecidas en dicho catálogo, por esto, se dijo que no se llegaba a examinar a fondo a las educandas.44 Lo anterior, al parecer, tenía fundamento de peso ya que un año después, en octubre de 1895, se realizó una reforma al reglamento de la academia donde la principal modificación fue en relación al título IV, con relación precisamente a los exámenes y la forma en que estos se realizaban.45 En esta reforma nada cambió en lo tocante a la cátedra de música, no obstante, en diciembre de este año se determinó la división de la educación primaria en elemental y superior, y a partir de este momento, las alumnas interesadas en cursar la carrera de profesoras de instrucción primaria elemental, hacían estudios por tres años y aquellas con aspiraciones a profesoras de nivel superior de primeras letras, debían estudiar en la escuela por un lustro; la educación musical tenía mucho que ver en esto, ya que en ambas carreras su estudio era obligado, aunque con más peso e importancia en el segundo caso.

La Academia de Niñas recibió muchos elogios desde su creación, no obstante, hubo críticas en varias ocasiones en relación a su funcionamiento, sobre todo en cuestiones tan importantes como la forma de evaluación, que es la manera de asegurarse la calidad de la instrucción que recibían las niñas. En enero de 1895, en el periódico La Libertad, de tendencia oficial, aparece otra mención a manera de crítica, para la escuela, ahora en concreto para la clase de música, más bien, con el contenido cualitativo de esta. A decir de la nota, las escoletas musicales no resultaban del todo eficientes por el hecho de que a las jóvenes no se les daba clase de teoría musical, en relación a esto, se afirma que “...el perfecto conocimiento del tecnicismo, el de la historia del arte, ó sean los progresos sucesivos que manifiestan su desarrollo, son otros tantos elementos que en la música

44 La Libertad, Morelia, 13 de Enero de 1895.45 Véase la reforma al reglamento en: AGHPEM, fondo secretaría de gobierno,

sección instrucción, serie Academia de Niñas, c. 1, exp. 3, fs. 1-14.

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[deben] los maestros aprovechar para hacer más ordenados, sólidos y fecundos los conocimientos que transmiten a sus discípulos”.46

Con esto se manifiesta que para que las alumnas ascendieran al conocimiento musical completo, llamémosle profesional, debían completar su instrucción con la enseñanza de la teoría de la música, al menos más a fondo de lo que hasta el momento se venía haciendo, de hecho, en la biblioteca de la academia, no figura en ninguna de las seis secciones en que esta se dividía, algún espacio dedicado a la música, es decir, no había ningún libro dedicado a la enseñanza teórica profesional de la música,47 salvo los métodos musicales que desde la creación de la escuela se estudiaban, probablemente por donación del mismo profesor Parra. Por cierto, para el ciclo escolar de 1896, los textos para la cátedra de música siguieron siendo el de Eslava para solfeo, el de Asioli sobre principios elementales de música —que no debemos confundir con teoría de la música—, y para el piano, el de Bertini y uno nuevo para este año, el de Le Couppeé.48

Volviendo un poco a la falta de la teoría musical, esto representa una limitante para el músico en la medida de que el conocimiento de principios teóricos musicales permiten, obvio, una mejor preparación académica musical y por consiguiente, una mejor ejecución, ya que además de proveer herramientas para entender mejor la música, se puede incursionar incluso, en la composición. A decir de las clases en la Academia de Niñas, la enseñanza musical era buena en función del objetivo que esta pretendía, que era la inclusión de la música como un complemento de preparación académica que permitiera dos cosas: practicar una actividad que resalta el espíritu y permite un medio de entretenimiento sano y creativo; y/o proveer a la mujer de una forma de autoempleo.

Desde estas dos posibilidades, la inclusión de una clase teórica musical hubiese representado el aumento de la tensión y el trabajo para

46 La Libertad, Morelia, 27 de enero de 1895.47 Las seis secciones que conformaban la biblioteca de la Academia de Niñas eran:

instrucción-educación-pedagogía; religión-moral; biografía-historia-geografía; higiene-física-química; crítica-literatura-poesía; y administración-estadística. AGHPEM, fondo secretaría de gobierno, sección instrucción, serie Academia de Niñas, c. 1, exp. 6, fs. 7-18.

48 Ibíd., exp. 4, f. 2.

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las alumnas, las cuales debían cumplir no sólo con la cátedra de música, sino con la demás materias y actividades de la escuela. Así que es muy probable que la inclusión de una materia de este tipo, en vez de favorecer la educación general de las niñas, les hubiera significado peso académico en demasía, repercutiendo en la atención a las demás cátedras. Por otro lado, la inclusión de una clase con este carácter pudiera haber resultado muy importante, especialmente a la hora de identificar a las jóvenes con talento, con madera para incursionar en la composición musical y en otros niveles del arte de Euterpe. De cualquier forma, la enseñanza musical se quedó como se había planeado, en la esfera de lo teórico-práctico, en el plano de lo complementario, lo que no le resta por supuesto, la importancia a debida.

Este año de 1895 presentó otras noticias referentes a nuestra Academia de Niñas. Primero, algo que deja un sabor grato es la participación de dos señoritas que ya figuraban en el pasado en los registros de calificaciones, hablamos de Elodia Palacios y Natalia Flores. Ambas fueron parte del programa de premiación a las mejores alumnas de la academia. La noche de la entrega de premios, las dos jóvenes ejecutaron obras de Albertini y Gottschak luciendo los conocimientos heredados por el Sr. Parra, además, tocó también la orquesta del Sr. Lic. Ramón Martínez Avilés, llenando la noche de música y diversión. 49

Mientras tanto, los registros de inscripción de este año indican 91 alumnas en la cátedra de música, de estas, resaltan algunas ya registradas en años escolares anteriores y con buenas calificaciones, están: María Iturbe, Concepción Baquero, Amalia Zamacona, Rosa Zavala y Elodia Palacios. Además, figura Encarnación Marroquín, pensionada por el Ayuntamiento de Ario.50

Otro suceso importante fue la creación de una estudiantina formada por alumnas de la academia, algo muy bien visto por el pueblo de Morelia, sobre todo para ejemplificar los adelantos de las jóvenes en el área de

49 La Libertad, Morelia, 7 de febrero de 1895.50 AGHPEM, fondo secretaría de gobierno, sección instrucción, serie Academia de

Niñas, c. 1, exp. 7, fs. 1-6.

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la música, para todo esto, las alumnas recibieron mandolinas, bandurrias, guitarras, panderetas y otros instrumentos inherentes a un grupo musical de este tipo.51 Por si fuera poco, el 3 de septiembre de ese año, se llevó a cabo un baile de gala en el edificio de la academia de niñas en honor del gobernador por porfirista en turno, Aristeo Mercado. El evento engrandeció a la escuela, con la presencia del Ejecutivo Estatal, y algunas de las personalidades más prominentes de la ciudad de Morelia.52

Finalmente, las noticias más sobresalientes de este año, culminaron con el nombramiento de los sinodales para los exámenes de noviembre, en este caso, para el de música, se designaron a las señoritas: María Ugarte, Rosa Zavala y Elodia Palacios para el primer año; para segundo al Sr. Lic. Ramón Martínez Avilés, y a los Sres. José Rodríguez Sámano y Antonio Arias. Estos nombres nos dicen mucho, sobre todo los de las señoritas, ya que estas eran alumnas avanzadas de la misma escuela a las que se les daba la oportunidad de examinar a las jóvenes estudiantes del primer año escolar.53

La oportunidad de pensionar a una niña se mantuvo durante el tiempo de vida de la academia. Para mediados de 1890, este sistema alcanzaba a varias alumnas y fue creciendo poco a poco en función de los requerimientos de la sociedad michoacana, que demandaba espacios para que la mujer accediera a un mejor estatus social, cosa sólo posible mediante la educación, sobre todo en una época en que a la mujer se le veía apta sólo para las labores del hogar. En la convocatoria se hacía énfasis en apoyar a jovencitas de escasos recursos, las cuales tendrían la oportunidad

51 La Libertad, Morelia, 12 de marzo de 1895.52 Al mismo tiempo que se llevaba a cabo la fiesta, un grupo de estudiantes del

Colegio de San Nicolás, protestaban fuera del plantel contra del régimen de don Porfirio y su ya larga permanencia en el poder. Este indicio remite al descontento popular por las condiciones políticas que imperaban para ese entonces en el país. La protesta no llegó a mayores ya que el orden se impuso con la fuerza y el arresto de los inconformes, entre los que se encontraba el que sería presidente de México, Pascual Ortiz Rubio. Raúl Arreola Cortés, Historia del Colegio..., p. 305.

53 AGHPEM, fondo secretaría de gobierno, sección instrucción, serie Academia de Niñas, c. 1, exp. 5, f. 3.

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de alcanzar dos objetivos claros: mejorar en lo particular su calidad de vida por un lado, y difundir la educación en sus lugares de origen, participando en el proceso de enseñanza, cuestión sumamente necesaria en un país de alto nivel de analfabetas.

Además de las municipales, otro tipo de pensiones funcionaron al interior de la Academia de Niñas, unas pagadas por particulares y otras directamente por el ejecutivo estatal mediante el presupuesto del Colegio de San Nicolás. En 1895 por ejemplo, aparece pensionada la niña Carmen Gil —a quien puede verse en las listas de inscripción al año referido—54, además, entre 1895 y 1904 se pensionaron en promedio diez alumnas por año con un recurso de 120 pesos anuales.55 A inicios del siglo XX, la cantidad de alumnas pensionadas ascendía a la 71 y para 1904, el número llegó a las 106.56

El inicio del siglo XX ofreció un buen panorama a la educación en el estado. La instrucción musical fue favorecida en tres instituciones dirigidas por el gobierno y esto se veía reflejado en los grupos y bandas musicales que para entonces figuraban en el contexto cultural moreliano, influyendo de manera significativa en las costumbres y tradiciones morelianas.

En los últimos años de 1890 y los primeros de la década de 1900 se observó una asistencia significativa a las clases en la Academia de Niñas, de hecho, los registros nos permiten afirmar que el promedio de inscripción anual general, era de 250 alumnas,57 de estas, muchas asistieron a la clase de música. Mientras tanto, el contexto académico en el que se inscribían las educandas era, a decir de la memoria de gobierno del año 1900, el siguiente: había tres clases de alumnas, determinadas por el interés que las había llevado a hacer estudios en la escuela. Las primeras fueron aquellas

54 AGHPEM, fondo gobierno, sección instrucción, serie Academia de Niñas, c. 1, exp. 7, fs. 1-6.

55 Raúl Arreola Cortes, Historia del Colegio..., p. 305. Véase respecto a las pensiones: Amador Coromina, Recopilación de leyes..., tomos: XXXIV, p. 186.; XXXV, pp. 48 y 228-229.; XXXVI, pp. 123-124; XXXVII, pp. 80 y 324.

56 Memoria de gobierno de 1900 a 1904, Morelia, Imprenta del Gobierno, 1904. pp. 79-81.

57 Ibíd., pp. 75-76.

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que no pretendían prepararse para el trabajo sino solamente obtener una

correcta educación. Puede ser que se tratase de señoritas de familias de

nivel económico considerable. Las segundas por su parte, fueron quienes

ingresaban a la escuela con objeto de obtener conocimientos que les

permitieran un medio de subsistencia; finalmente, en el tercer grupo tenemos a aquellas señoritas que le dieron mayor importancia a materias

de carácter práctico sin la necesidad de obtener un título de profesoras.58

Los dos primeros grupos de alumnas podían seguir la carrera e

instrucción primaria elemental o superior, la cual se hacía en tres o

cinco años respectivamente; mientras, el tercer grupo podía dedicarse al

estudio de materias “aisladas” como el dibujo y pintura, costura o labores manuales, o claro, la música.59 En una opinión personal, agregaría a estos,

un cuarto grupo, conformado este por niñas cuyo objetivo de estudio, o el

de sus padres para con ellas, era el obtener una educación completa, tanto

como referencia académica laboral como social. Este tipo de alumnas

serían aquellas que pretendían emanciparse de la sociedad patriarcal de

la época, accediendo a espacios laborales antes reservados a los hombres

como la profesión de educador, además, algo verdaderamente importante,

este tipo de mujeres habría de tener la oportunidad de influir, mediante la instrucción, en la niñez michoacana.

El siglo XX comenzó, en cuanto a educación se refiere, con una reforma basada en el sistema simultáneo. La escuela primaria que se

encontraba anexa a la academia se transformó en la Escuela Práctica

Pedagógica en 1901.60 Luego, en 1902, con la aparición de la Ley Orgánica

de Instrucción de 5 de mayo, se dividió el plan de estudios de la academia

dividiendo la carrera de profesoras de instrucción primaria en tres niveles:

rudimentario, elemental y superior.61 Esta reforma tuvo efecto a partir de

1903, año en que las clases comenzaron con la buena nueva de que la

58 Memoria de gobierno de 1896 a 1900, Morelia, Imprenta del Gobierno, 1900, pp.

123-133.59 Ídem.60 Silvia Figueroa Zamudio, “La Academia de Niñas..., p. 35.61 Ídem. Amador Coromina, Recopilación de leyes..., tomo XXXVI, pp. 394-398.

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Academia de Niñas era ahora una Escuela Normal para Profesoras, no obstante, durante toda la década de 1900 siguió siendo conocida como Academia de Niñas, al menos de esta manera se le refiere en la prensa de la época. A partir de esto, la carrera para profesora de instrucción a nivel rudimentario se estudiaba en sólo un año, eliminando del currículum de asignaturas la clase de música; mientras tanto, para ser profesora de instrucción elemental, la joven debía cursar tres años en la academia; y dos más si la alumna pretendía obtener el título de profesora de instrucción primaria superior. En estos dos últimos casos, la clase de música fue materia obligada para las aspirantes a profesoras, para lo cual estudiaban el solfeo, armónium, y piano, en el caso concreto de las alumnas del tercer grupo.62

A partir de los cambios en la Academia de Niñas, el estudio de la música se orientó hacia las alumnas que cursaran la carrera de primeras letras en los dos más altos niveles de su enseñanza, lo que provocó la difusión de la educación musical en el estado, cuando las egresadas se integraron al trabajo en las escuelas primarias municipales. En este sentido, la instrucción musical impartida en la academia cumplió su objetivo, y sirvió para que no pocas graduadas dedicaran su tiempo libre a la enseñanza particular de la música. Todo esto justifica la labor del gobierno en pro de la enseñanza pública, que incluía actividades complementarias como la música.

La transformación de la Academia de Niñas en Escuela Normal para Profesoras y la creación de la Escuela Práctica Pedagógica, ofrecieron a la mujer un espacio educativo de nivel profesional, con esto, el proyecto inicial de educar a la mujer ascendía al plano profesional y se le daba a la mujer michoacana a partir de entonces, la infraestructura institucional necesaria para que se preparara en las artes de la enseñanza, para que fuera la artífice de la preparación de la niñez michoacana. Estos cambios sucedían al momento en que a la Academia de Niñas se le tenía en el más alto concepto de excelencia, prueba de ello son las continuas notas periodísticas de la época, las cuales generalmente resaltan la labor educativa

62 Ídem.

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del establecimiento, señalándolo como un ejemplo de la labor del Ejecutivo para con el fomento de la educación en la entidad.

La propaganda del gobierno estatal en el ramo educativo se fundamentaba en la calidad que el plantel había alcanzado para ese momento, y aunque esto no aplicaba del todo, ni al desarrollo ni a la calidad de la instrucción que se impartía a todos los establecimientos de instrucción en el estado, la Academia de Niñas fue muestra de buen funcionamiento, tanto en la teoría como en la práctica. Prueba de esto son los continuos exámenes recepcionales que se llevaban a cabo año con año, y a partir de estos, muchas alumnas, algunas de Morelia y otras del interior del estado en calidad de pensionadas, aparecen luego en el plano laboral, impartiendo clase en las escuelas de sus municipios.

En este sentido, en el año de 1900 se graduaron varias alumnas de la academia, siendo varias las que aparecieron tiempo después como profesoras en escuelas de provincia, tal fue el caso por ejemplo, de Elvira Ruiz, quien hacia 1901 trabajaba en la escuela primaria de Tuxpan. O Salud Ponce, de Pátzcuaro, cuyos conocimientos adquiridos en la Academia de Niñas los aplicaba para ese mismo año en la escuela de Erongarícuaro; u otras más, cuyo desempeño profesional lo hacían en varias escuelas de sus localidades, como Sara Nares, de Purépero, y Josefina Mendoza. Todas estas jóvenes egresaron de la academia con el título de profesora de instrucción primaria superior. Por su parte, Catalina Armas, de Taximaroa, María Armas, de Uruapan, María López, de Santa Ana Maya, Lidia Montesinos, de Zinapécuaro, Enriqueta Estrada, de Tancítaro, y Mariana Rosales, de Jungapeo, todas con título de profesoras de instrucción elemental, aparecen impartiendo cátedra de primeras letras en varias escuelas de sus municipios.63 Esto, sin razón de aburrir ni llenar espacio en el papel, representa el hecho de que la Academia de Niñas funcionaba de acuerdo al proyecto original, que abogaba por la educación de la mujer y su inclusión como ser social al contexto del momento, no obstante de lo limitado de su alcance.

Al respecto, es cierto que las pocas alumnas que hemos mencionado no representan la mayoría de las egresadas, y que esto limita nuestras

63 La Libertad, Morelia, 11 de enero de 1901.

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conclusiones, pero cierto es también que las jóvenes egresadas, se encargaron de la instrucción primaria en varios municipios, por lo que el proyecto de la academia alcanzó no sólo a las poco más de cien alumnas que regularmente tenía el plantel año con año, sino a muchas más niñas del interior de la entidad, a las que el conocimiento llegó mediante las graduadas de la Academia de Niñas de Morelia. De manera inherente, la música traspasó los límites citadinos, ya que al ser materia dominada por las egresadas de la academia, los conocimientos musicales se difundían a donde quiera que estas fueran, reforzando el conocimiento musical de las diferentes entidades michoacanas, y participando en la conformación de una identidad cultural común.

Al momento de la transformación de la Academia de Niñas en Escuela Normal para Profesoras, una estudiantina surgida de la clase de música, daba muestra de la que la aplicación del arte de Euterpe se llevaba a cabo en la escuela. Los primeros años del siglo XX son testigos de la actividad de aquél grupo musical que, formado por poco más de treinta alumnas, participó en eventos oficiales y en audiciones públicas morelianas. El grupo contó con instrumentos de cuerda principalmente, de entre los cuales estaban: guitarras, mandolinas, violines, bandolones, bajos, violoncelos y bandurrias, además de otros instrumentos inherentes a un grupo musical de este tipo, que tienen que ver más con percusión, tal es el caso de panderetas y castañuelas.

La formación y la actividad de la estudiantina de la academia a lo largo de la década de 1900, nos remite a varias conclusiones, mismas que tienen que ver directamente con la clase de música. Primero, el que originalmente se plantearan sólo la clase de solfeo y piano en el programa de estudios de la escuela, no fue limitante para que se aprendieran otros instrumentos, de hecho, en el reglamento de la escuela se dispuso la libertad de estudiar instrumento distinto al piano, todo según el tiempo y venia del profesor de música de la escuela; segundo, la inquietud por formar un grupo musical surgió en respuesta al desarrollo mismo de las jóvenes en el arte de la música, ya que el conocimiento musical sólo es útil si se le aplica de manera práctica; y tercero, la participación de las alumnas en la estudiantina resalta de algunas de ellas sus dotes musicales,

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distinguiéndose algunas por su facilidad de ejecución, de hecho, varias de sus integrantes aparecen en conciertos públicos al lado de importantes músicos morelianos.64

Continuamente, en las páginas de periódicos de la época, hemos observado notas en relación a exámenes recepcionales de alumnas de la academia, el estudio de esto nos remite al dato interesante de que en estas notas, generalmente aparecen nombres y apellidos de personas de la alta sociedad moreliana, unas como padres de las alumnas, otras como padrinos de la misma. La cuestión en sí, nos remite al caso de que la Academia de Niñas, si en un inicio, se le creó como un espacio de formación donde se abría la posibilidad de que en sus aulas estudiaran jóvenes de escasos recursos principalmente, para la década de 1900, la continua aparición de estas notas sobre exámenes recepcionales, apunta al caso de que la escuela se convirtió en institución cuya calidad creó una fama de excelencia que permitió que hijas de familias acomodadas, inscribieran a sus hijas con la seguridad de que habrían de recibir una correcta enseñanza y buenas costumbres.

La Academia de Niñas contó con un internado, creado con objeto de albergar a las alumnas pensionadas por los municipios, en un intento por hacer más fácil a las niñas provincianas, su educación en Morelia. Para mediados de 1900, la afluencia de jóvenes pensionadas era tal, que se tuvo que ampliar el dormitorio del internado, ya que una buena parte de las más de cien alumnas con las que contaba la Academia para esos años, eran sostenidas por fondos municipales.

64 En el periódico La Libertad, de los años 1901 y 1902, se pueden ver noticias de la estudiantina de la Academia de Niñas. En primer lugar, en un concierto de gala donde asistió el gobernador del estado, llevado a cabo en el salón Beethoven de los hermanos Buitrón, se afirma la participación de músicos de la talla de Juan B. Fuentes, Juan B. Paulín, Ignacio Mier, entre otros; y las señoritas Ernestina Mercado, Josefina Puente, Ángela Escalante, María Puente, Amalia Tello y Guadalupe Ortega. Lo interesante de esto, es que de estas jóvenes, algunas eran alumnas de la Academia de Niñas, de hecho, la primera, Ernestina Mercado, aparece como parte de la estudiantina de la academia en 1902. La Libertad, Morelia, 15 de febrero y 6 de diciembre de 1901. Para 1902, la estudiantina contaba con 30 integrantes. La Libertad, Morelia, 7 de febrero de 1902.

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El 29 de octubre de 1908 surgió una nueva Ley Orgánica de Instrucción Preparatoria y Profesional, la cual en realidad, no modificó en nada la organización académica de la escuela, solamente se aclaró en el artículo 3º que ”…la enseñanza profesional de instrucción primaria para señoritas seguirá dándose en la Academia de Niñas, que tendrá el carácter de Escuela Normal de profesoras”.65 Además de reafirmar el sentido de la instrucción normalista de la escuela, se confirmó la convocatoria por parte del gobierno, para que los ayuntamientos del estado designasen a una niña para hacer estudios en la academia, en un intento constante para que la educación llegara a la mujer michoacana del interior.66

A decir de las clases de música, con esta ley se eximió la obligación del estudio del piano a aquellas alumnas que, a juicio del profesor, no tuvieran aptitudes musicales.67 Aparte de esto, no se hizo reforma alguna a las clases de música. Esta ley apareció a tan sólo dos años antes del comienzo de la Revolución Mexicana, y no obstante el clima de inseguridad social que imperaba entonces, hubo tiempo para que hubiera una reforma a la ley de instrucción en el estado. En esta reforma, del 16 de octubre de 1909, se hizo mención a las clases de música de la Academia de Niñas, en el sentido de hacer obligado el estudio del armónium, especialmente las dedicadas al profesorado por un periodo de tres años, sólo se eximieron de esta obligación las estudiantes de instrucción primaria rudimentaria.68 Estas dos reformas no dicen mucho en cuestiones musicales, que pudieran haber modificado de fondo la escoleta musical, sólo se reafirmó la manera en que se venía estudiando la música.

Las fiestas patrias del año de 1910 se llevaron a cabo con la prestancia acostumbrada, sin embargo, la lucha armada iniciada en el Norte del país en noviembre alcanzó a Michoacán en Santa Clara, en Penjamillo y en la

65 Recopilación de leyes, decretos, reglamentos y circulares que se han expedido en el Estado de Michoacán, formada y anotada en las oficinas del Archivo General y público, tomo XL, Morelia, Talleres de la Escuela Industrial Militar Porfirio Díaz, p. 9.

66 Ibíd., p. 29.67 Ibíd., p. 38.68 Ibíd., pp. 356-358.

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sierra de Charapan, lugares donde varios grupos se sublevaron contra el gobierno de don Porfirio.69

No obstante los problemas políticos apareció un nuevo ordenamiento educativo, la Ley de Instrucción Preparatoria y Profesional promulgada el 11 de diciembre de 1910. En la norma, aunque no se modificaba la instrucción musical en la Academia de Niñas, sí se aseguraba el compromiso de esta para con la sociedad michoacana, corroborando la institución como el lugar donde se llevaría a cabo la enseñanza profesional de instrucción primaria, dentro de la cual la educación musical era una de sus materias.70

El contexto nacional enmarcado por la lucha intestina, afectó finalmente a la Academia de Niñas —que para 1910 era oficialmente llamada Normal de Profesoras—, y a pesar del apoyo gubernamental mediante las pensiones dadas a muchas jovencitas para que hicieran estudios en la academia, esta tuvo que cerrar sus puertas para el año de 1911.71 En la debacle de la escuela, una circular de las autoridades de la escuela, fechada en junio del año en cuestión, mandaba que las niñas pensionadas regresaran a sus lugares de origen, y sólo aquellas que tuvieran algún pariente en Morelia que se hiciera cargo de ellas, o aquellas oriundas de la capital michoacana, podían seguir acudiendo a recibir instrucción.72 Esta medida respondió al hecho de que el gobierno no podía hacerse cargo de la seguridad de las alumnas, además de que no podía seguir manteniendo el internado como años antes, ya que los recursos escaseaban. Al final, cerraría sus puertas de manera definitiva.

La etapa de la Academia de Niñas como institución de formación de jóvenes michoacanas fue muy importante para la sociedad de la época.

69 Entre los insurrectos estuvieron: Salvador Escalante, Braulio Mercado y Saúl Francisco Cano en Santa Clara; y Pedro Aceves en Penjamillo, y Marcos V. Méndez en Charapan. Silvia Figueroa Zamudio, “La Academia de Niñas..., p. 36.

70 Recopilación de leyes..., archivo histórico..., tomo XLI, pp. 30-31.71 Todavía para finales de la década de 1910 se mantenía una cantidad considerable de

alumnas pensionadas. En 1909 eran 60 las alumnas pensionadas, mientras que para 1910, la cifra era de 70. Ibíd., Tomo XL, pp. 153-154.

72 AGHPEM, fondo secretaria de gobierno, sección instrucción, serie Academia de Niñas, c. 1, exp. 9, fs. 3-4 y 29-30.

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El que a la mujer se le ofreciera un espacio de formación en un contexto donde el hombre era preponderante, sin duda fue un síntoma seguro de que la modernidad no sólo había alcanzado la industria sino también las estructuras sociales, que ahora aceptaban la posibilidad de ver incorporada a la mujer en actividades productivas, en este caso, en la enseñanza. En este sentido, la intervención de la mujer en la educación de la niñez significó en su formación rasgos distintos, mismos que sólo la mujer puede transmitir según se justificó en tiempos de la fundación de la academia, tales como el amor a la familia y los valores morales.

En suma, la creación de la Academia de Niñas respondió a la necesidad de educación de la niñez michoacana, con un fundamento especial desde el proyecto de 1885, la formación de profesoras de instrucción primaria, tan necesarias en un contexto de analfabetismo casi total. La preparación de las alumnas incluyó desde el principio, la educación musical a nivel teórico-práctico, con la premisa de ser aquella, una materia obligatoria en el currículo general pero flexible en la práctica. La instrucción musical se presentó entonces como opción dual: ser complemento de formación del espíritu académico de las jóvenes, y formar parte de las herramientas laborales con que ellas apoyarían el gasto familiar en el futuro. A todo esto, las egresadas de la Academia de Niñas de Morelia se encargarían de difundir la música en gran parte del estado, especialmente a la niñez michoacana, hecho que habla por sí mismo de la importancia de la educación musical impartida al interior de las aulas de la escuela. Y significó sin duda, el mejor proyecto del gobierno de Michoacán en pro del sector mayoritario: la mujer.

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