la muerte de los arango_josé maría arguedas

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7/23/2019 La Muerte de Los Arango_José María Arguedas http://slidepdf.com/reader/full/la-muerte-de-los-arangojose-maria-arguedas 1/6 La muerte de los Arango José María Arguedas Contaron que habían visto al tifus, vadeando el río, sobre un caballo negro, desde la otra banda donde aniquiló al pueblo de Sayla, a esta banda en que vivíamos nosotros  A los pocos días empe!ó a morir la gente "ras del caballo negro del tifus pasaron a esta banda manadas de cabras por los peque#os puentes Soldados enviados por la Subprefectura incendiaron el pueblo de Sayla, vacío ya, y con algunos cad$veres descomponiéndose en las casas abandonadas Sayla fue un pueblo de cabreros y sus tierras secas sólo producían calaba!as y arbustos de flores y ho%as amargas &ntonces yo era un p$rvulo y aprendía a leer en la escuela 'os peque#os deletre$bamos a gritos en el corredor soleado y alegre que daba a la pla!a Cuando los corte%os f(nebres que pasaban cerca del corredor se hicieron muy frecuentes, la maestra nos obligó a permanecer todo el día en el salón oscuro y frío de la escuela 'os indios cargaban a los muertos en unos féretros toscos) y muchas veces los bra!os del cad$ver sobresalían por los bordes *osotros los contempl$bamos hasta que el corte%o se perdía en la esquina 'as mu%eres iban llorando a gritos) cantaban en falsete el ayata+i, el canto de los muertos) sus voces agudas repercutían en las paredes de la escuela, cubrían el cielo, parecían apretarnos sobre el pecho 'a pla!a era inmensa, crecía sobre ella una yerba muy verde y peque#a, la romesa &n el centro del campo se elevaba un gran eucalipto solitario A diferencia de los otros eucaliptos del pueblo, de ramas escalonadas y largas, éste tenía un tronco ancho, poderoso, lleno de o%os, y altísimo) pero la cima del $rbol terminaba en una especie de cabellera redonda, ramosa y tupida &s hembra, decía la maestra 'a copa de ese $rbol se confundía con el cielo Cuando lo mir$bamos desde la escuela, sus altas ramas se mecían sobre el fondo nublado o sobre las abras de las monta#as &n los días de la peste, los indios que cargaban los féretros, los que venían de la parte alta del pueblo y tenían que cru!ar la pla!a, se

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La muerte de los Arango

José María Arguedas

Contaron que habían visto al tifus, vadeando el río, sobre un caballo negro, desdela otra banda donde aniquiló al pueblo de Sayla, a esta banda en que vivíamosnosotros

 A los pocos días empe!ó a morir la gente "ras del caballo negro del tifus pasaron

a esta banda manadas de cabras por los peque#os puentes Soldados enviados

por la Subprefectura incendiaron el pueblo de Sayla, vacío ya, y con algunos

cad$veres descomponiéndose en las casas abandonadas Sayla fue un pueblo decabreros y sus tierras secas sólo producían calaba!as y arbustos de flores y ho%as

amargas

&ntonces yo era un p$rvulo y aprendía a leer en la escuela 'os peque#os

deletre$bamos a gritos en el corredor soleado y alegre que daba a la pla!a

Cuando los corte%os f(nebres que pasaban cerca del corredor se hicieron muy

frecuentes, la maestra nos obligó a permanecer todo el día en el salón oscuro y

frío de la escuela

'os indios cargaban a los muertos en unos féretros toscos) y muchas veces los

bra!os del cad$ver sobresalían por los bordes *osotros los contempl$bamos

hasta que el corte%o se perdía en la esquina 'as mu%eres iban llorando a gritos)

cantaban en falsete el ayata+i, el canto de los muertos) sus voces agudas

repercutían en las paredes de la escuela, cubrían el cielo, parecían apretarnos

sobre el pecho

'a pla!a era inmensa, crecía sobre ella una yerba muy verde y peque#a, la

romesa &n el centro del campo se elevaba un gran eucalipto solitario A diferencia

de los otros eucaliptos del pueblo, de ramas escalonadas y largas, éste tenía untronco ancho, poderoso, lleno de o%os, y altísimo) pero la cima del $rbol terminaba

en una especie de cabellera redonda, ramosa y tupida &s hembra, decía la

maestra 'a copa de ese $rbol se confundía con el cielo Cuando lo mir$bamos

desde la escuela, sus altas ramas se mecían sobre el fondo nublado o sobre las

abras de las monta#as &n los días de la peste, los indios que cargaban los

féretros, los que venían de la parte alta del pueblo y tenían que cru!ar la pla!a, se

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detenían unos instantes ba%o el eucalipto 'as indias lloraban a torrentes, los

hombres se paraban casi en círculo con los sombreros en la mano) y el eucalipto

recibía a lo largo de todo su tronco, en sus ramas elevadas, el canto funerario

-espués, cuando el corte%o se ale%aba y desaparecía tras la esquina, nos parecía

que de la cima del $rbol caían l$grimas, y brotaba un viento triste que ascendía alcentro del cielo .or eso la presencia del eucalipto nos cautivaba) su sombra, que

al atardecer tocaba al corredor de la escuela, tenía algo de la imagen, del helado

viento que envolvía a esos grupos desesperados de indios que ba%aban hasta el

panteón 'a maestra presintió el nuevo significado que el $rbol tenía para nosotros

en esos días y nos obligó a salir de la escuela por un portillo del corral, al lado

opuesto de la pla!a

&l pueblo fue aniquilado 'legaron a cargar hasta tres cad$veres en un féretro

 Adornaban a los muertos con flores de retama, pero en los días postreros las

propias mu%eres ya no podían llorar ni cantar bien) estaban oncas e inermes

"enían que lavar las ropas de los muertos para lograr la salvación, la limpie!a final

de todos los pecados

Sólo una acequia había en el pueblo/ era el m$s seco, el m$s miserable de la

región por la escase! de agua) y en esa acequia, de tanto poco caudal, las

mu%eres lavaban en fila, los ponchos, los pantalones haraposos, las faldas y las

camisas mugrientas de los difuntos Al principio lavaban con cuidado y observan el

ritual estricto del pinch+0ay) pero cuando la peste cundió y empe!aron a morir 

diariamente en el pueblo, las mu%eres que quedaban, a(n las vie%as y las ni#as,iban a la acequia y apenas tenían tiempo y fuer!as para remo%ar un poco las

ropas, estru%arlas en la orilla y llev$rselas, re!umando todavía agua por los

e1tremos

&l panteón era un cerco cuadrado y amplio Antes de la peste estaba cubierto de

bosque de retama Cantaban %ilgueros en ese bosque) y al medio día cuando el

cielo despe%aba quemando al sol, las flores de retama e1halaban perfume .ero en

aquellos días del tifus, desarraigaron los arbustos y los quemaron para sahumar el

cementerio &l panteón quedó ro%o, horadado) poblado de montículos alargados

con dos o tres cruces encima 'a tierra era ligosa, de arcilla ro%a oscura

&n el camino al cementerio había cuatro catafalcos peque#os de barro con techo

de pa%a Sobre esos catafalcos se hacía descansar a los cad$veres, para que el

cura di%era los responsos &n los días de la peste los cargadores seguían de

frente) el cura despedía a los muertos a la salida del camino

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Muchos vecinos principales del pueblo murieron 'os hermanos Arango eran

ganaderos y due#os de los me%ores campos de trigo &l a#o anterior, don Juan, el

menor, había pasado la mayordomía del santo patrón del pueblo 2ue un a#o

deslumbrante -on Juan gastó en las fiestas sus ganancias de tres a#os -urante

dos horas se quemaron castillos de fuego en la pla!a 'a guía de pólvoracaminaba de un e1tremo a otro de la inmensa pla!a, e iba incendiando los

castillos 3olaban coronas fulgurantes, cohetes a!ules y verdes, palomas ro%as

desde la cima y de las aristas de los castillos) luego las arma!ones de madera y

carri!o permanecieron durante largo rato cru!ados de fuegos de colores &n la

sombra, ba%o el cielo estrellado de agosto, esos altos surtidores de luces, nos

parecieron un tro!o del firmamento caído a la pla!a de nuestro pueblo y unido a él

por las coronas de fuego que se perdían m$s le%os y m$s alto que la cima de las

monta#as Muchas noches los ni#os del pueblo vimos en sue#os el gran eucalipto

de la pla!a flotando en llamaradas

-espués de los fuegos, la gente se trasladó a la casa del mayordomo -on Juan

mandó poner enormes vasi%as de chicha en la calle y en el patio de la casa, para

que tomaran los indios) y sirvieron aguardiente fino de una docena de odres, para

los caballeros 'os me%ores dan!antes de la provincia amanecieron bailando en

competencia, por las calles y pla!as 'os ni#os que vieron a aquellos dan!antes el

.acha+cha+i, el 4umison+0o, los imitaron 4ecordaban las pruebas que

hicieron, el paso de sus dan!as, sus tra%es de espe%os ornados de plumas) y los

tomaron de modelos, 5o soy .acha+cha+i, 65o soy 4umison+0o7, e1clamaban) y

bailaron en las escuelas, en sus casas, y en las eras de trigo y maí!, los días de la

cosecha

-esde aquella gran fiesta, don Juan Arango se hi!o m$s famoso y respetado

-on Juan hacía siempre de 4ey *egro, en el drama de la -egollación que se

representaba el 8 de enero &s que era moreno, alto y fornido) sus o%os brillaban

en su oscuro rostro 5 cuando ba%aba a caballo desde el cerro, vestido de rey, y

tronaban los cohetones, los ni#os lo admir$bamos Su capa ro%a de seda era

levantada por el viento) empu#aba en alto su cetro reluciente de papel dorado) y

se apeaba de un salto frente al palacio de 9erodes) :rreboar, saludaba con su

vo! de trueno al rey %udío 5 las barbas de 9erodes temblaban

&l hermano mayor, don &loy, era blanco y delgado Se había educado en 'ima)

tenía modales caballerescos) leía revistas y estaba suscrito a los diarios de la

capital 9acía de 4ey ;lanco) su hermano le prestaba un caballo tordillo para que

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montara el 8 de enero &ra un caballo hermoso, de crin suelta) los otros galopaban

y él trotaba con pasos largos, braceando

-on Juan murió primero "enía treintidós a#os y era la esperan!a del pueblo

9abía prometido comprar un motor para instalar un molino eléctrico y dar lu! al

pueblo, hacer de la capital del distrito una villa moderna, me%or que la capital de la

provincia 4esistió doce días de fiebre A su entierro asistieron indios y principales

'loraron las indias en la puerta del panteón &ran centenares y cantaron a coro

.ero esa vo! no arrebataba, no hacía estremecerse, como cuando cantaban

solas, tres o cuatro, en los entierros de sus muertos 9asta lloraron y gimieron

 %unto a las paredes, pero pude resistir y miré el entierro Cuando iban a ba%ar el

ca%ón de la sepultura don &loy hi!o una promesa/ 69ermano <di%o mirando el

ca%ón, ya depositado en la fosa< un mes, un mes nada m$s, y estaremos %untos

en la otra vida7

&ntonces la mu%er de don &loy y sus hi%os lloraron a gritos 'os acompa#antes no

pudieron contenerse 'os hombres gimieron) las mu%eres se desahogaron

cantando como las indias 'os caballeros se abra!aron, trope!aban con la tierra

de las sepulturas Comen!ó el crep(sculo) las nubes se incendiaban y lan!aban al

campo su lu! amarilla 4egresamos tanteando el camino) el cielo pesaba 'as

indias fueron primero, corriendo 'os amigos de don &loy demoraron toda la tarde

en subir al pueblo) llegaron ya de noche

 Antes de los quince días murió don &loy .ero en ese tiempo habían caído ya

muchos ni#os de la escuela, decenas de indios, se#oras y otros principales Sólo

algunas beatas vie%as acompa#adas de sus sirvientas iban a implorar en el atrio

de la iglesia Sobre las baldosas blancas se arrodillaban y lloraban, cada una por 

su cuenta, llamando al santo que preferían, en quechua y en castellano 5 por eso

nadie se acordó después cómo fue el entierro de don &loy

'as campanas de la aldea, peque#as pero con alta ley de oro, doblaban día y

noche en aquellos días de mortandad Cuando doblaban las campanas y al mismo

tiempo se oía el canto agudo de las mu%eres que iban siguiendo a los féretros, me

parecía que est$bamos sumergidos en un mar cristalino en cuya hondurarepercutía el canto mortal y la vibración de las campanas) y los vivos est$bamos

sumergidos allí, separados por distancias que no podían cubrirse, tan solitarios y

aislados como los que morían cada día

9asta que una ma#ana, don J$uregui, el sacrist$n y cantor, entró a la pla!a

tirando de la brida al caballo tordillo del finado don Juan 'a crin era blanca y

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negra, los colores me!clados en las cerdas lustrosas 'o habían aperado como

para un día de fiesta -oscientos anillos de plata relucían en el tren!ado) el pellón

a!ul de hilos también refle%aba la lu!) la montura de ca%ón, vacía, mostraba los

refuer!os de plata 'os estribos cuadrados, de madera negra, dan!aban

4epicaron las campanas, por primera ve! en todo ese tiempo 4epicaron

vivamente sobre el pueblo die!mado Corrían los chanchitos mostrencos en los

campos baldíos y en la pla!a 'as peque#as flores blancas de la salvia y las otras

flores a(n m$s peque#as y olorosas que crecían en el cerro de Santa ;rígida se

iluminaron

-on J$uregui hi!o dar vueltas al tordillo en el centro de la pla!a, %unto a la sombra

del eucalipto) hasta le dio de latiga!os y le hi!o pararse en las patas traseras,

manoteando en el aire 'uego gritó, con su vo! delgada, tan conocida en el

pueblo/

<6Aquí est$ el tifus, montado en el caballo blanco de don &loy7 6Canten la

despedida7 65a se va, ya se va7 6A((((7 6A( (7

9abló en quechua, y concluyó el pregón con el aullido final de los %arahuis, tan

largo, eterno siempre/

<6Ah ííí7 65a((( ya(((7 6&l tifus se est$ yendo) ya se est$ yendo7

5 pudo correr -etr$s de él, espantaban al tordillo algunas mu%eres y hombres

emponchados, enclenques Miraban la montura vacía, detenidamente 5espantaban al caballo

'legaron al borde del precipicio de Santa ;rígida, %unto al trono de la 3irgen &l

trono era una especie de nido formado en las ramas de un arbusto ancho y

espinoso, de flores moradas &l sacrist$n conservaba el nido por alg(n secreto

procedimiento) en las ramas retorcidas que formaban el asiento del trono no

crecían nunca ho%as, ni flores ni espinos 'os ni#os adorn$bamos y temíamos ese

nido y lo perfum$bamos con flores silvestres 'levaban a la 3irgen hasta el

precipicio, el día de su fiesta 'a sentaban en el nido como sobre un casco, con el

rostro hacia el río, un río poderoso y hondo, de gran correntada, cuyo sonido

le%ano repercutía dentro del pecho de quienes lo miraban desde la altura

-on J$uregui cantó en latín una especie de responso %unto al trono de la 3irgen,

luego se empinó y ba%ó el tapao%os, de la frente del tordillo, para cegarlo

<62uera7 <gritó< 6Adiós calavera7 6.este7

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'e dio un latiga!o, y el tordillo saltó al precipicio Su cuerpo chocó y rebotó

muchas veces en las rocas, donde goteaba agua y brotaban líquenes amarillos

'legó al río) no lo detuvieron los andenes filudos del abismo

3imos la sangre del caballo, cerca del trono de la 3irgen, en el sitio en que se dio

el primer golpe

<6-on &loy, don &loy7 6Ahí est$ tu caballo7 69a matado a la peste7 &n su propia

calavera 6Santos, santos, santos7 6&l alma del tordillo recibid7 6*uestra alma es,

salvada7

6Adiós millahuay, espidillahuay=7 >6-ecidme adiós7 6-espedidme7?

Con las manos %untas estuvo orando un rato, el cantor, en latín, en quechua y en

castellano

@BD