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ENCUENTROS CENTRO CULTURAL DEL BID Noviembre 1999 No. 35 Conferencia de Nélida Piñon La memoria femenina en la narrativa

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LA MEMORIA FEMENINA EN LA NARRATIVA

ENCUENTROS

CENTRO CULTURAL DEL BID Noviembre 1999 No. 35

Conferencia de

Nélida Piñon

La memoria femeninaen la narrativa

NELIDA PIÑON

CENTRO CULTURAL DEL BID

Coordinación General y Artes Visuales: Félix AngelCoordinación General Asistente : Soledad Guerra

Conciertos y Conferencias: Anne VenaPrograma de Estímulo y Promoción Cultural: Elba AgustiConservadora de la Coleccion de Arte: Gabriela Moragas

En mayo de 1992, el Banco Interamericano de Desarrollo creó el Centro Cultural en susede de Washington, D.C., con el propósito de establecer una sala de exposición y unforo permanente desde donde difundir las manifestaciones más destacadas de la vidaartística e intelectual de sus países miembros, que se sitúan en Norte, Centro y SurAmérica, el Caribe, Europa Occidental, Israel y Japón. El Centro Cultural contribuye arealzar la expresión cultural como un elemento integral del desarrollo económico ysocial de los pueblos.

Las actividades del Centro, a través del Programa de Artes Visuales y de la Serie deConciertos y Conferencias, estimulan el diálogo y un mayor conocimiento de la culturade los países americanos . El Programa de Estímulo y Promoción Cultural se establecióen 1994 para apoyar proyectos en América Latina y el Caribe que promueven el desa-rrollo cultural comunitario y la educación artística de jóvenes en el nivel local, y proveeapoyo institucional para la conservación del patrimonio cultural, entre otros aspectos.La Colección de Arte del BID, conformada a lo largo de muchos años, es asimismoadministrada por el Centro Cultural. La Colección refleja adquisiciones que van deacuerdo con la relevancia e importancia hemisférica que el Banco ha logrado despuésde cuatro décadas de existencia como institución financiera pionera en el desarrollo dela región.

© Banco Interamericano de Desarrollo y Nélida Piñon. Derechos reservados.

LA MEMORIA FEMENINA EN LA NARRATIVA

Nélida Piñon

LA MEMORIA FEMENINA EN LA NARRATIVA

La conferencia La memoria femenina en la narrativa fue pronunciada el 10 de noviembre de 1999en el Banco Interamericano de Desarrollo en Washington, D.C. como parte del Programa deConferencias del Centro Cultural del BID.

Me gusta servir a la literatura con memo-ria y cuerpo de mujer. Custodiada portiempos inmemoriales, me esfuerzo porbuscar, entre tantas memorias, precisa-mente la memoria femenina. Trato desaber con qué material, con qué tejido sefabricó esa memoria que, finalmente, haestado en todas partes y en todas las épo-cas, desde la creación del mundo; esamemoria que, habiendo participado in-tensamente en la invención del lengua-je, lo enriqueció con el misterio peculiarde su emoción, de una emoción marca-da por el perenne mutismo histórico yque, muda y prácticamente afásica, acu-mulaba la realidad sin tregua.

Esa memoria femenina también estu-vo presente en la Biblia. Se resintió conaquel Dios hebreo que, al rechazar a lamujer como interlocutora activa, le infli-gió una intensa aflicción histórica. Se tra-ta de una tristeza cuyo origen, contrarioal que le atribuye la tesis freudiana de lanostalgia fálica que padece la mujer, resi-de en el hecho de haber sido marginada

tantas veces de los sucesos bíblicos, comocuando Sara, cómplice esencial deAbraham, se ve apartada por Dios y porsu marido de la Sagrada Alianza.

Esa memoria de mujer estuvo enTroya, donde conoció al sagaz Ulises ypresintió que el regreso del héroe a Itacay a los brazos de Penélope se consumaríaen medio de la adversidad y al cabo deazarosas aventuras. Esa memoria, bajo elpretexto del amor, se albergó en la tien-da de Julio César y junto a ella el soldadoromano se despojó del manto del podery de la ambigüedad, para disfrutar poralgunos momentos de su mortalidad.

Esa memoria arcaica lloró junto aCasandra, cuyas profecías, condenadas aldescrédito por un Apolo enamorado yrechazado, jamás fueron acatadas; profe-cías que, por su carácter trágico, aún hoyen día marcan percances en la travesíafemenina. ¿Cómo olvidar a una Casandraque, tras sucesivos fracasos, se resigna fi-nalmente a entrar al palacio de Micenasacompañada por Agamenón, a quien fue-

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ra dada como botín de guerra, sabiendoque ambos serían ejecutados por la ven-gativa Clitemnestra y por su amante,Egisto?

Esa memoria, cercana a los dioses y alos oráculos de una Grecia mítica, archi-vó los testimonios de un mundo milena-rio y desordenado que, a la vera del caos,osaba transgredir constantemente, y queobservó, perpleja, la marcha inexorablede aquellas heterodoxias incipientes. Seinquietó ante las puertas del oráculo deDelfos. ¿Cómo aceptar la consigna “co-nócete a ti mismo”, inscrita a la entradadel famoso templo, si por su condiciónde mujer le estaba vedada cualquier ma-nifestación pública de duda y de interro-gación? Allí, en el centro de irradiaciónde los enigmas, se enfrentaría con Pitón,a quien Apolo, ansioso de hablar con loshombres, encomienda la revelación delfuturo; es la voz femenina que acarrearápara la humanidad el peso de sus enig-mas y que, tentada a competir con el dios,quizá le alterase las palabras, engendran-do otras en lugar de las que él dictaba.

Aun en esta época oscura y fascinan-te, esa memoria conoció a la contradic-toria Artemisa y sorprendió a la ambiguadiosa, educadora, bárbara y cazadora almismo tiempo, en su santuario. En esterecinto recóndito educaba a las niñas quele eran entregadas y las devolvía, añosdespués, a la urbe, al gineceo, al mundode los hombres, ya domesticadas y dis-puestas a renunciar a la rebeldía y a lainsubordinación. Era una Artemisa quien,con autoridad avasalladora, ordenaba quelas doncellas fueran rapadas en la nochede bodas para que, merced a este acto desumisión civilizadora, las jóvenes parecie-ran feas y despreciables ante los ojos desus cónyuges. Estos, por su parte, osten-

taban esa noche espléndidas cabellerascomo símbolo de poder y belleza.

Esa memoria femenina también hollóel suelo sagrado, frecuentó templos, seapoderó del discurso con el que se reve-renciaba a los innumerables dioses y, ves-tida de blanco, encabezó el cortejo de losmisterios de Eleusis hasta que un día fueexpulsada de las ceremonias religiosas.Humillada, recorrió sucesivamente todaslas latitudes y fue nómada cuando la hu-manidad aún descubría la tierra. Cono-ció, especialmente, los espacios de la casay, confinada entre las paredes de la sala, lacocina y la alcoba, recogió diariamente,gracias a su empeño individual, las sobrasde la historia que hasta ella llegaban.

Sometida a este largo destierro social,fue convirtiéndose en una matriz gene-radora de intriga narrativa, en un depo-sitario poderoso de la metáfora y del dis-curso oral, y cuanto más se encerraba esamemoria entre los confines de lo priva-do, más echaba mano de los recursos delo simbólico. Es como si la mujer hubie-ra sido concebida expresamente para te-ner naturaleza simbólica, para ser alguienque, al no poder participar activamentede una vida cotidiana vasta y compleja,se convertiría a lo largo de la historia enuna especie con identidad poética y difí-cil de descifrar.

En el lenguaje propio del entorno do-méstico, único lugar donde se desplega-ba su crisis existencial, se atribuía al sexofemenino un uso abusivo de alusiones,insinuaciones, sugerencias y palabras in-completas, así como una incapacidadpara pronunciar un discurso directo ycontundente. Por esta razón fue acusa-da de evasiva, astuciosa y siempre dispues-ta a la tergiversación, perfil que los grie-gos clásicos consagraron al asociar la as-

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tucia metis con una figura femenina. Deesta astucia, por su carácter político, de-pendía la mujer para hacer frente al opre-sivo predominio masculino. No le sobra-ban en aquellos tiempos, por lo menos,los recursos del arte de memorizar, deatesorar los conocimientos existentes. Lamujer no aprendería a la manera de losaedos homéricos, poetas de la memoria,a conservar con riqueza de detalles lanarrativa de Homero, ni tampoco obra-ría como los incas que en la distanteAmérica, celosos cultores de una memo-ria que no debía desvanecerse, crearonla casta de los amautas con la finalidadde conservar, por medio de la memoria,la realidad y la historia de su imperio.

Así pues, sin poder escribir y teneracceso a la cultura normativa, sólo le que-dó a la mujer inventar la realidad que lefaltaba y engendrar lo que desconocía olo que a medias le llegaba. ¡Con qué pla-cer secreto agregó a las aventuras que asu morada llegaban y de las que fueraexcluida, otras de las que deseaba serprotagonista! Era, por cierto, un ejerci-cio fecundo pero frustrante, merced alcual fue componiendo paulatinamente laurdimbre básica de su memoria interior.Lentamente fue acogiendo en su psique,individual y colectiva, su versión de locotidiano y familiar, de una vida cotidia-na íntima y modesta que trascendía la deíndole social reservada al estamentomasculino. Entretanto, al inclinarnosante la génesis de esta memoria o de to-das las otras, fatalmente nos proyectamoshacia los tiempos inaugurales, hacia unperíodo en el que la agonía y la incerti-dumbre humanas engendraron dioses,leyendas y mitos como forma de sobre-llevar el tupido misterio en el que todosestaban inmersos.

En este marco mitológico apareceMnemosina, ilustre diosa del panteóngriego a quien se le concedió el don dela memoria, el poder de sembrar entrelos mortales la memoria predestinada ano olvidar nada. A pesar de ser diosa, sucondición de mujer vinculaba la memo-ria con el universo femenino y le permi-tía a la mujer, privada de tantos derechos,tener la convicción de que disfrutaba ple-namente de las prerrogativas inherentesde la memoria, a despecho del exilio so-cial que sufría.

Mnemosina encarna esta era en quese fundó la imaginería humana y, ademásde retener los sucesos humanos, heredóde su hermano Cronos el sentido deltiempo. Es él quien le enseña los benefi-cios y los estragos del tránsito impercep-tible del tiempo por la vida de los morta-les y es a quien cabe, entre tantas funcio-nes, consignar nacimientos, muertes y elpaso de las estaciones y, especialmente,marcar el avance de la edad, que se con-vierte así en la antecámara donde seaguardan las señales de la muerte.

Con estas instrucciones, la diosa viajapor los intersticios del tiempo y de la his-toria y nos muestra los acontecimientosque inauguraron el mundo. Engendranueve hijas, llamadas musas, dotadas dela notable virtud de inspirar la senda delarte. En medio de esta constelación decoincidencias, de una simetría casi insus-tentable, convierte a su nieto Orfeo en elpoeta de los cantos órficos y quizá le en-seña el trato poético con una dialécticalibre, dialéctica que, trivial por nacimien-to, reluce cuando adquiere brillo y vesti-mentas diáfanas y se torna aderezo poéti-co aplicado a los hechos humanos.

Junto con Orfeo, Mnemosina crea eloficio de traspasar la línea del horizonte

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y fuerza el enlace de la memoria con lainvención, con lo cual se acredita la men-tira del arte. Impulsa la epopeya de laaventura humana que dio origen a la ver-sión deductiva y poética de un mundocotidiano donde cobran relieve el caoshumano, la lógica de lo imposible y lafarsa del heroísmo y el ridículo, para que,aún cautivos todos de este mundo endesorden, aspiremos a perpetuar la vetainextinguible de la narrativa.

Empero, con la derrota de ciertos mi-tos y la aparición de otros símbolos,Mnemosina se hunde en la memoria an-cestral y se pierde en las tinieblas de lahistoria. Arrastra consigo a la mujer yentierra su memoria en la clandestinidad,como si, refugiada dentro de los límitesdel domicilio, pudiese sencillamente bo-rrar su pasado ancestral. Esta memoria, apesar de su aparente pasividad, ironizó enalgún lugar de su ser las sucesivas civiliza-ciones que osaron dispensar a lo largo desu formación sus valiosos atributos.

Por otra parte, cabe reconocer que enla propia cultura literaria donde la mu-jer ha sido relegada a la condición depersonaje, de sujeto de una historia con-cebida por la imaginación masculina, estamisma memoria femenina se encuentraimplantada en la médula de las obras es-critas. Ello obedece a que narradores yrapsodas siempre dependieron de la di-ligencia narrativa, del auxilio y de la per-severancia descriptiva de la mujerpara internarse en el alma ajena y tradu-cir su misterio literario. Esto ha determi-nado que, pese a tantos obstáculos, enlos libros que la mujer nunca escribiótambién se encuentre esta memoria quelos narradores masculinos usurparon, almismo tiempo que impedían a la mujerdejar constancia poética de su existencia.

Los hombres, al ungirse intérpretesúnicos de la memoria colectiva, necesita-ron nutrirse de la red de intrigas, diálo-gos amorosos y confesiones en el lechode muerte que sólo podía brindarles lamujer plañidera, madre y amante. Nece-sitaron, sí, apropiarse del material pre-cioso guardado en el corazón femenino,corazón cómplice de todas las alegríasuniversales, de todos los dolores, de to-das las emociones, de todo lo que confi-gura la galería de los sentimientos huma-nos, porque sabían que estaban alojadosen la mujer como adheridos a la vida y quesin ellos no se escribe una obra de arte.

Es una memoria que, incidentemente,ayudó a Homero, Dante, Shakespeare,Cervantes y Camões a escribir sus obras.Con ello la mujer adquiere el derecho dereclamar, ante la comunidad civilizado-ra, la coautoría de sus obras y a procla-mar, en nombre del legado ofrecido a lahumanidad, que ella es también la otracara de Homero, de Dante, de Shakes-peare, de Cervantes y de Camões.

Con todo, la memoria contemporánearehabilita a la mujer y la obliga a conju-rar el silencio y la fatalidad histórica.Sola, ante el texto, ahora se apoya en lapropia psique engendrada por su trayec-toria particular y se ve obligada a armo-nizar su biografía con su geografía cor-poral. En mi caso, soy una narradora quese proclama hija del lenguaje con quehabla, piensa, escribe, calla y describe, yde la imaginación que articula un mun-do suplementario para acondicionarlo ala realidad heredada.

A lo largo de los años me enfrenté aldesafío, siempre renovado, de crear unlenguaje autónomo, esencial e irrenun-ciable, que debía brotar de mi visiónfantasiosa, y de ajustarme a otro lenguaje,

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común a todos, rescatado del universomasculino, para conferirle, después deun silencio milenario, una versión enarmonía con la intimidad de mi cora-zón y de mi pensamiento múltiple demujer. Debía crear un lenguaje ampli-ficador de una semántica privada, mipropia representación teatral, sin porello desechar la arqueología de la me-moria, aquella superficie arcaica a ellaadherida.

Siempre tuve conciencia de haber he-redado los trazos de civilizaciones disper-sas que trato de comprender aunque seandistantes de mi origen. Al visitarlas,valiéndome de tantos subterfugios, sien-to que me abro a un tiempo que abarcamás de cinco mil años en la simple bús-queda de un placer arraigado en el he-cho de que existo y narro. Siempre querelato emprendo un viaje a mi centro, sinsaber en qué mapa se encuentra, quiénme guía para llegar allí con el espírituinventivo y la imaginación intactos. Es unaperegrinación solitaria que me tienta aliberar la memoria y la imaginación, qui-zá a entrelazarme con Mnemosina.

Dueña, entonces, de un cuerpo y deuna memoria, emprendo la aventura dela creación y me autorizo a concebir, en1982, La República de los sueños, en espe-cial a Eulalia, que representa una nociónparticular de la memoria. Gallega de ori-gen, nace en un país minoritario que re-sistió las presiones del imperialismo es-pañol, que le imponía la derogación dela lengua gallega y la adopción del caste-llano como idioma cotidiano. En aquelpequeño feudo, donde siempre se rindióculto a la memoria, los gallegos conser-varon a lo largo de esos siglos adversosleyendas, lengua e identidad.

Al casarse en 1923 con Madruga, inmi-

grante ambicioso que había llegado al Bra-sil a la edad de trece años, le acompaña aeste país y, a partir de la frase “Eulalia co-menzó a morir el martes”, con la cual em-pieza la novela, la acción narrativa cobrafuerza gracias a un intenso filón evocador.

Cuando Eulalia se decide a morir enaquel febrero de 1980, inaugura de for-ma emblemática en el libro el ciclo derecuerdos, definiendo una agenda narra-tiva que se irradia por los desvanes de laobra y por conducto de la cual se relata-rá un Brasil de la imaginación. Ese co-metido, compartido por los demás per-sonajes, determina la creación de un paíssingular y todos asumen, quizá, la obliga-ción moral de inventar un país colectivo,abarcador, difícil, polifacético, hecho a laimagen del delirio individual.

Esta galería de seres novelescos creaeste país hipotético al servicio del arte,de un arte que excava en sus recursos parahacer inventario de este caudal existen-cial de la memoria, para que se establez-ca, en la novela, la fusión entre invencióny memoria. Es un acuerdo estético quesomete esta alianza a las prerrogativasinexorables del tiempo. En el transcursode este proceso, Eulalia, orientada desdela infancia a ponerse al servicio de estamemoria ética, cívica, religiosa y familiar,gira sin rigor simétrico en torno a eseepicentro evocador. En el eje de su re-pertorio se destaca el legado de Don Mi-guel, su padre, a quien Eulalia debió de-jar en esa Galicia remota.

Ese padre, miembro de la pequeñanobleza rural que reverencia la historiade la elite gallega, le inculca a su hija unanoción de dignidad arraigada en la con-servación de las leyendas y los mitos deGalicia, donde lo sobrenatural, fruto dela imaginación gallega, se manifiesta en

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favor de los intereses humanos. A modode ejemplo se presenta la figura simbóli-ca de las brujas, que en aquella tierra casifeudal se conocen como “cariñosas”.

Eulalia desembarca en América con sumaleta cargada de mitos y retratos fami-liares que habrán de acompañarla siem-pre y se consagra de inmediato a la tareade recordar a Dios, con quien había es-tablecido desde la infancia una relaciónapasionada inextinguible y constante.Bajo la perspectiva del pasado, Eulaliasospecha que su Dios es ajeno a las re-glas de la memoria humana, que, frag-mentada, caótica e infiel, está indistinta-mente al servicio del bien y del mal. Estáconvencida de que para Dios la sustan-cia humana, mezcla de sueño y de amar-ga realidad, no es esencial. En su obra,lo divino no obedece a las leyes de la na-rrativa porque mientras los hombres, ensu afán de sobrevivir, construyen histo-rias que legitiman su existencia, Dios,despreciando las normas que ordenan lanarración, prevé con cierta anticipaciónel futuro de los personajes. A medida quela memoria de Dios abarca el universocon su sapiencia, aumenta el descrei-miento de Eulalia en los recursos delhombre. En una rara confidencia dice asu nieta Breta, futura escritora de la fa-milia, que sólo Dios sabe narrar y asumeel compromiso estético de afirmar quelas narraciones de los hombres nacenbajo el estigma del fracaso.

Si acaso Dios se interesara más por lasperipecias humanas y menos por la sal-vación moral del hombre, ¿cómo se aven-turaría éste, cuya memoria reverbera antela mentira y el olvido, a practicar un actoque imita a Dios? ¿O a demostrar, a cadapaso, que es incapaz de reproducir elpensamiento de Dios en su imaginación?

Y si ese mismo hombre no supiera regis-trar, en el arte y en su vida, su historiapersonal conflictiva, inarmónica, hetero-génea, ambigua y cruel, ¿qué valor ten-dría la conservación de semejante embro-llo? Ese principio, de por sí devastador,se contradice a lo largo de la narración.De ahí que, mientras Madruga entrega asu nieta Breta su legado gallego en for-ma de historias, Eulalia, a las puertas dela muerte y sin recurrir a la elocuenciade su marido, acostumbrado a dramati-zar lo cotidiano, reparte sus escasos bie-nes entre Odete, la empleada, y los hijos.

Regala a Odete la pulsera que recibióde Madruga en Vigo, en su noche de bo-das, como símbolo de la relación profun-da y conmovedora que ha existido entrelas dos mujeres a lo largo de cuarentaaños. Ese adorno que la acompañó des-de Galicia debía anclar en el corazón se-creto de Odete, con quien viviera unaextraña simbiosis civilizadora, al punto dehaber asimilado el tono de Odete y dehaber adquirido ésta el acento gallego desu patrona.

También al servicio de una historianacida de la memoria, a la que aparente-mente repudia, Eulalia inventa para sí ypara sus hijos el sistema de las cajas derecuerdos que están guardadas en el ar-mario y que el marido le obsequiaba amedida que nacían los hijos. Madrugajamás, a lo largo de los años, quiso averi-guar para qué servían las cajas; nunca tra-tó de abrirlas o de enterarse de su conte-nido. Se mantuvo a distancia de Eulalia,quien, durante las décadas siguientes, lasllenaba con criterio aleatorio y arbitrario.Como guardiana de la memoria de loshijos, elige los objetos que han de almace-narse en esas cajas. Se introduce en lamemoria de cada hijo, infiltrándose en la

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vida elegida por cada uno, y así le destina auno un billete, a otro una flor, un retrato,invadiendo sus psiques lentamente.

Mientras que Madruga entregará a sushijos una fortuna, las cajas constituyen elpatrimonio de Eulalia. La memoria es laúnica herencia que aviva el espíritu. ¿Dequé otra cosa carecen sus hijos, sino dela religión de la memoria? Ese martes, sa-biendo plenamente que se va a morir,Eulalia se viste de seda y cumple los so-lemnes ritos de introducción de la muer-te. Pero como ésta demora casi diez díasen visitarla, la novela va en busca de sudimensión real, que es una dimensión dela memoria. Cuando llega el momentodecisivo, convoca a los hijos. Estos se sien-ten asustados y amenazados por aquellascajas, pero Eulalia siente alivio al entre-garles su destino junto con ellas, porqueya no tendrá que dirigir la vida de susvástagos.

Después del velorio sobreviene la sor-presa cuando se abre la caja de Eulalia,que sólo contiene una página en blanco,como si con ella Eulalia quisiera criticardisimuladamente a quienes registran ladesfachatez humana sin desfallecer, pre-dicando a la vez el olvido, la pérdida defe en los despojos humanos y la infinitaincapacidad humana para narrar. Su feha sido absorbida del Eclesiastés, cuyaspáginas atribuladas invitan al hombre aborrar su propia historia con el fin desuprimir su vanidad, pues el propio actode recordar conlleva la arrogancia decompetir con un Dios calificado para na-rrar y que, como guardián de la memo-ria de Eulalia, inscribiera su rúbrica invi-sible en esa página en blanco.

Después de su muerte, el legado deEulalia es un debate interminable sobrela memoria, una memoria femenina pre-

sente en todas las circunstancias huma-nas y cuya voz, silenciosa durante tantosaños, ahora desafía al arte, proyecta luzsobre nuevos misterios y enigmas y, al fi-nal, hace que resplandezca la realidad.Es una memoria que ha ocupado duran-te milenios la psique femenina y que cons-tituye un tesoro ansioso de ser, finalmen-te, revisitado y revelado.

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NELIDA PIÑON

Nélida Piñon (Río de Janeiro, 1936) cursó la carrera de periodismo en la Facultad deFilosofía de la Pontificia Universidad Católica de su ciudad natal. Es miembro de laAcademia Brasileña de Letras, y entre 1996 y 1997 fue la primera mujer en presidirdicha institución. En 1970, inauguró la cátedra de Creación Literaria en la UniversidadFederal de Río de Janeiro y desde 1990 ocupa la cátedra de Humanidades Dr. HenryKing Stanford en la Universidad de Mami, que anteriormente ocupó el Premio NobelIsaac Bashevis Singer.

En 1995 fue la primera mujer y el primer autor de lengua portuguesa que recibió elPremio Internacional de Literatura Juan Rulfo de México. También ha sido miembrode los jurados del Premio Casa de las Américas (Cuba, 1982), el Premio Latinoamericanode Novela (Nicaragua, 1987), el Premio Internacional Neudstadt de Literatura (EstadosUnidos, 1988) y el Premio Guimarães Rosa de Francia. Ha recibido doctoradoshonorarios de la Universidad Rutgers, la Universidad de Santiago de Compostela, laUniversidad de Poitiers y la Universidad Atlantic de Florida. Ha recibido condecoracionesotorgadas por seis países, entre ellas la Medalla Gabriela Mistral de Chile y la de Cabal-lero de las Artes y las Letras de Francia.

Sus novelas y cuentos se han traducido a más de veinte lenguas, y entre ellas cabemencionar Fundador (1969, Premio Walmap); A casa da paixão (1972, Premio Mário deAndrade); y A república dos sonhos (1984, Premio de la Asociación Paulista de Críticos deArte y Premio Pen Club), traducida como Republic of Dreams por Helen Lane en 1989.La autora ha sido profesora visitante de la Universidad de Georgetown en Washington,D.C., la Universidad Johns Hopkins de Baltimore, la Universidad Columbia de NuevaYork y la Universidad de Harvard en Cambridge, Massachussets.

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LA MEMORIA FEMENINA EN LA NARRATIVA

Otras publicaciones disponibles de la Serie Encuentros:

Casas, voces y lenguas de América LatinaDiálogo con José Donoso, novelista chileno.No. 1, marzo de 1993.

Cómo empezó la historia de AméricaGermán Arciniegas, periodista, historiador y diplomático colombiano.No. 2, abril de 1993.

Año internacional de los pueblos indígenasRigoberta Menchú, líder indígena guatemalteca y Premio Nóbel de la Paz en 1992.No. 3, octubre de 1993.

Narrativa paraguaya actual: dos vertientesRenée Ferrer, escritora y poeta paraguaya.No. 4, marzo de 1994.

El Paraguay en sus artes plásticasAnnick Sanjurjo Casciero, historiadora paraguaya.No. 5, marzo de 1994.

El porvenir del dramaAlfonso Sastre, dramaturgo español.No. 6, abril de 1994.

Del baile popular a la danza clásicaEdward Villella, bailarín estadounidense, director artístico del Ballet de laCiudad de Miami.No. 7, agosto de 1994.

Belice: una perspectiva literariaZee Edgell, novelista beliceña, autora de Beka Lamb.No. 8, setiembre de 1994.

El desarrollo de la escultura en la Escuela QuiteñaMagdalena Gallegos de Donoso, antropóloga ecuatoriana.No. 9, octubre de 1994.

Arte en contexto: estética, ambiente y función en las artes de JapónAnn Yonemura, curadora norteamericana de arte japonés de las Galerías Freery Sackler de la Institución Smithsonian.No. 10, marzo de 1995.

NELIDA PIÑON

Hacia el fin del milenioHomero Aridjis, poeta mexicano, ganador del Premio Global 500 de lasNaciones Unidas.No. 11, setiembre de 1995.

Haití: una experiencia de dos culturasEdwidge Danticat, novelista haitiana, autora de Krik! Krak!.No. 12, diciembre de 1995.

Los significados del milenioBernard McGinn, teólogo norteamericano de la Universidad de Chicago.No. 13, enero de 1996.

Milenarismos andinos: originalidad y materialidad (siglos XVI - XVIII)Manuel Burga, sociólogo peruano de la Universidad Nacional Mayorde San Marcos, Lima.No. 14, febrero de 1996.

Apocalipsis en los Andes: zonas de contacto y lucha por el poder interpretativoMary Louise Pratt, lingüista canadiense de la Universidad de Stanford.No. 15, marzo de 1996.

Cuando nos visitan los forasteros: discurso del milenio, comparación y el retorno de Quetzalcóatl

David Carrasco, historiador norteamericano de la Universidad de Princeton.No. 16, junio de 1996.

El mesianismo en el Brasil: notas de un antropólogo socialRoberto Da Matta, antropólogo brasileño de la Universidad de Notre Dame.No. 17, setiembre de 1996.

El milenio de los pueblos: el legado de Juan y Eva PerónJuan E. Corradi, sociólogo argentino de la Universidad de Nueva York.No. 18, noviembre de 1996.

Breves apuntes sobre la literatura ecuatoriana y norteamericanaRaúl Pérez Torres, poeta ecuatoriano.No. 19, marzo de 1997.

LA MEMORIA FEMENINA EN LA NARRATIVA

Sociedad y poesía: los enmantadosRoberto Sosa, poeta hondureño.No. 20, mayo de 1997.

La arquitectura como un proceso vivienteDouglas Cardinal, arquitecto canadiense del Museo Nacional del Indio Americano

en Washington D.C.No. 21, July 1997.

Cómo se escribe una ópera: una visita tras bambalinas al taller del compositorDaniel Catán, compositor mexicano de opera, incluyendo Florencia en el Amazonas.No. 22, agosto de 1997.

La bienvenida mutua: transformación cultural del Caribe en el siglo XXIEarl Lovelace, novelista de Trinidad y Tobago y ganador del premio de laMancomunidad Britanica para escritores en 1997.No. 23, enero de 1998.

De vuelta del silencioAlbalucía Angel, novelista colombiana, pionera del posmodernismolatinoamericano.No. 24, abril de 1998.

Como se están transformando los Estados Unidos por efecto de la inmigración latinaRoberto Suro, reportero estadounidense del Washington Post en Washington D.C.,

y director de la oficina local del New York Times en Houston, Texas.No. 25, May 1998.

La iconografía de la cerámica pintada del norte de los AndesFelipe Cárdenas-Arroyo, arqueólogo colombiano de la Universidad de Los Andes

en BogotáNo. 26, July 1998.

En celebración de la extraordinaria vida de Elisabeth SamsonCynthia McLeod, novelista surinamesa y autora de El caro precio del azúcar.No. 27, agosto 1998.

NELIDA PIÑON

Un país, una décadaSalvador Garmendia, escritor venezolano, ganador del Premio Juan Rulfo ydel Premio Nacional de Literatura.No. 28, setiembre de 1998.

Aspectos de creación en la novela centroamericanaGloria Guardia, escritora panameña, miembro de la Academia Españolaen Panamá.No. 29, setiembre de 1998.

Hecho en GuyanaFred D’Aguiar, novelista guyanés, ganador del Premio Whitbread y el Premio

Malcolm X de Poesía.No. 30, November 1998.

Mentiras verdaderas sobre la creación literariaSergio Ramírez, escritor nicaragüense, Vicepresidente de su país.No. 31, mayo de 1999.

Mito, historia y ficción en América LatinaTomás Eloy Martínez, escritor argentino, autor de Santa Evita.No. 32, mayo de 1999.

Fundamentos culturales de la integración latinoamericanaLeopoldo Castedo, historiador español-chileno.No. 33, setiembre de 1999.

El Salvador y la construcción de la identidad culturalMiguel Huezo Mixco, periodista y poeta salvadoreño.No. 34, octubre de 1999.

La memoria femenina en la narrativaNélida Piñon, novelista brasileña, autora de República de los sueñosNo. 35, noviembre 1999.

Le Grand Tango: The Life and Music of Astor PiazzollaLecture by María Susana Azzi, Argentine cultural anthropologist, and board mem-ber of the National Academy of Tango in Buenos Aires.No. 36, May 2000.

LA MEMORIA FEMENINA EN LA NARRATIVA

Versiones en inglés y en español

La Serie Encuentros es distribuida gratuitamente a las bibliotecas municipales y universitariasde los países miembros del Banco Interamericano de Desarrollo. Las entidades interesadas en obtenerla serie deberán dirigirse al Centro Cultural del BID, en Washington, D.C., a la dirección queaparece en la contratapa.

El fantasma de Colón: El turismo, el arte y la identidad nacional en las BahamasIan Gregory Strachan, profesor de inglés en la Universidad de Massachusettsen Dartmouth, y autor de la novela God’s Angry Babies.No. 37, junio de 2000.

Talkin’ Ol’ Story: A Brief Survey of the Oral Tradition of the BahamasLecture by Patricia Glinton-Meicholas, founding president of the BahamasAssociation for Cultural Studies and recipient of a Silver Jubilee ofIndependence Medal for Literature.No. 38, July 2000.

Fuentes anónimas. Una charla sobre traductores y traducciónEliot Weinberger, editor y traductor de muchos libros de Octavio Paz, y ganadordel primer premio PEN/Kolovakos por su labor como promotor de la literaturahispánica en los Estados Unidos.No. 39, noviembre de 2000.

NELIDA PIÑON

Banco Interamericano de Desarrollo

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