la melodia de los recuerdos

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Tercer premio del XVI Concurso de narrativa breve Fernando Belmonte, del año 2014, escrito por Manuel Ramírez Ballesteros, de Huelva

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  • La meloda de los recuerdos

    De nuevo en diciembre, esperando que el ciclo vuelva a repetirse, que todo vuelva a ser como

    antes Pero nada ser como siempre y esa es la nica certeza que exista en la mente de

    ngel. Si no llegamos a entendernos por nosotros mismos, jams encontraremos a alguien

    que pueda hacerlo, pensaba l mientras se buscaba a si mismo solo en su casa, sentado en su

    viejo silln negro ya muy deteriorado por los aos, mirando desde su habitacin esa inmensa

    oscuridad, esa nada que entraba por su ventana filtrndose en sus pupilas ya acostumbradas a

    la penumbra. Esa noche, sus padres se fueron nuevamente junto a su hermana Paula a visitar a

    su abuela, quien haba ingresado recientemente en el hospital por motivos que para ngel an

    eran desconocidos. l se haba negado a ir esta vez a visitarla con la excusa de que estaba muy

    cansado ya que la noche anterior apenas pudo conciliar el sueo, pero realmente no tena

    ninguna excusa para no acompaarles al hospital. l slo se vea incapaz de ver nuevamente a

    su abuela en esas condiciones. Ella haba sido uno de sus mayores pilares a la hora de crecer y

    madurar como persona, slo ella consegua delatar sus expresiones corporales cuando exista

    el ms mnimo indicio de que algo no iba del todo bien por la mente de ngel, slo ella era

    capaz de sacarle la sonrisa ms sincera que poda existir cuando su mundo se derribaba ante

    sus ojos y slo ella haba estado ah cuando todos los dems le daban la espalda. Por eso, l

    ahora no poda asumir que una de las personas ms importantes que haba tenido nunca

    estuviese dando tumbos por una cuerda floja situada justo encima de un agujero negro.

    Mientras miles de pensamientos inundaban la mente de ngel, l segua observando

    detenidamente la capa de nubes que escondan el cielo, como si quisiese perderse entre ellas

    o como si esperase que alguien ms fuese a visitarlas pronto. Incluso l sabe que hoy estamos

  • de luto, al menos esta vez recuperaras la estrella que te falta, le deca al cielo en silencio

    mientras empezaba a odiarlo por estar fuera de su alcance. Pens irnicamente que hoy las

    estrellas brillaban por su ausencia, mientras maldeca al tiempo que le robaba las pilas de su

    reloj con ese agnico tic-tac que le revelaba lo que, segn l, era el sentido de la vida. Estaba

    descubriendo que realmente nunca haba llegado a aprovechar todo el tiempo que haba

    tenido, y que en este mismo instante miles de personas daran lo que fuera por poder

    recuperar ese tiempo perdido en meras banalidades asociadas a las modas y a los

    estereotipos dictados por la sociedad. Comprendi que slo uno mismo puede llegar a saber lo

    que realmente se quiere, y que dejarse influenciar por el resto sin preguntarnos a nosotros

    primero slo conlleva a malgastar un tiempo que nunca nos ha pertenecido.

    Se acomod en su asiento y cogi algo de la pequea mesa de roble que se encontraba justo

    en frente de su silln. Era una antiqusima caja de msica que le regal su abuela poco despus

    de que su abuelo falleciese en el fro diciembre de hace dos aos. Por fuera, era una caja de

    madera pintada de rojo y negro con dibujos orientales por los lados, mientras que en la

    tapadera se encontraban grabados los tres monos msticos, Mizaru, Kikazaru e Iwazaru,

    quienes solan ser los protagonistas de las historias que se inventaba su abuela cuando

    ngel se iba a la cama y le peda que le contase un cuento antes de dormir. Haca ya

    muchsimos aos de todo eso, ya casi ni se acordaba de cundo fue la ltima vez que ella

    le cont uno, pero no porque ella no quisiera, sino porque l haba dejado de pedrselos. l

    supona que eran las consecuencias de crecer, aunque interiormente saba que la realidad

    y la ficcin no eran tan incompatibles como intentaba creer. Por dentro de la caja haba

    una bailarina de porcelana que giraba cuando se abra la caja. Tena una sonrisa dibujada

    en su cara demasiado sincera para no tener vida propia. l siempre pens que

    representaba la felicidad de poder disfrutar de lo que uno quiere con todas sus fuerzas,

  • como lo es bailar para ella. Siempre estaba sonriendo y eso le animaba a ngel a luchar

    por sus sueos al igual que la bailarina.

    Probablemente esa cajita de msica era su objeto ms preciado, ya que era todo lo que le

    quedaba de su abuelo, la meloda de los recuerdos estaba contenida en aquel cofre del tesoro,

    pero sobre todo, ahora es cuando ms haba empezado a valorarla, ya que la esencia de ese

    sonido que viajaba por sus odos tambin impregnaba su memoria de millones y millones de

    recuerdos de su abuela, coloreando eterno ese momento bajo la tenue luz de unos

    sentimientos que perpetuaban la noche. Esa vieja reliquia representaba todo lo que realmente

    le importaba y no pudo contener las ms sinceras lgrimas que haban derramado nunca sus

    ojos. Pero tan solo unos segundos despus, el sonido de su telfono rompi aquel instante de

    desahogo sentimental y ngel se levant casi sin fuerzas de su asiento, empezando a

    deambular a oscuras por su propia habitacin, an con la caja de msica en la mano, guiado

    nicamente por la luz de su mvil como causa de la llamada entrante y por la tenue luz que

    dejaban las estrellas en su ventana. Cogi el telfono y mir de quin era la llamada; era su

    madre. No quiso contestar por miedo a lo que le dijese ni quiso creer que su abuela ya no

    estuviese entre ellos, o mejor dicho; no quiso saberlo, as que esper a que el mvil dejase de

    sonar mientras imaginaba lo peor pero el peso de la llamada le quemaba por dentro la

    conciencia. Cuando la luz del mvil volvi a apagarse, se qued nuevamente en mitad del

    silencio sepulcral que le haba acompaado durante toda la noche pero no dur mucho ya que

    la meloda de su mvil lo rompi por segunda vez. ngel no poda contestar, no tena fuerzas,

    pero ya no pudo evitar responder a la llamada por mucho que se hubiese intentado

    concienciar de que no era buena idea. Sostuvo el telfono en la mano unos segundos mientras

    observaba la tecla para colgar Pero no pudo. Suspir y puls la pantalla para contestar a la

  • llamada. La mano le temblaba como si estuviese haciendo algo que no debera. Se llev el

    mvil a la oreja derecha y escuch lo que le dijo su madre.

    La conversacin fue breve, de apenas tres minutos. La madre le cont con la voz rota que la

    abuela haba empeorado mucho y que los mdicos haban confirmado que no conseguira

    sobrevivir a esa noche. Tras escuchar eso, l se derrumb y empez a llorar

    desconsoladamente mientras que su madre guardaba silencio al otro lado del telfono. Justo

    antes de finalizar la llamada, ella le pidi a ngel que viniese a verla, que no le negase el poder

    compartir sus ltimos momentos rodeada de su familia, y mucho menos sin l. Eso fue lo

    ltimo que escuch ngel, no quiso saber nada ms porque saba que no le iba a servir de

    nada y colg directamente, dejando el mvil en el mismo lugar del que lo cogi. Se sent de

    nuevo en el silln e intent secar las lgrimas que an no haban dejado de ahogarle los ojos.

    Estuvo all sin moverse un buen rato, con la vista perdida en una pared que casi no consegua

    ver por culpa de la oscuridad intentando olvidarse de todo cuanto le haba contado su madre,

    de todo lo que haba pasado en estos ltimos meses y de todo lo que le atormentaba en

    general. l no quera ir al hospital, no quera volver a ver as a su abuela, pero saba que si no la

    vea ahora no lo podra volver a ver nunca ms y eso s que no se lo perdonara. Madurar es

    quitarle la coraza al corazn, se dijo as mismo como intentando consolarse por todo lo que

    estaba viviendo y tras esto, se dispuso a cambiarse para salir cuanto antes, no tena tiempo

    que perder.

    Tard un par de minutos en quitarse el pijama y en ponerse lo primero que vio, luego cogi

    una pequea bolsa para llevar la caja de msica con l al hospital ya que quera que su abuela

  • escuchase otra vez la cancin que ella le regal aos atrs y que se haba convertido en su

    meloda favorita en muy poco tiempo. Cogi tambin las llaves de casa y sali corriendo

    escaleras abajo hasta llegar a la puerta principal, la abri, y tras cerrarla, comenz a correr

    como nunca antes lo haba hecho. No crea que pudiese aguantar mucho corriendo ya que no

    estaba acostumbrado, pero el hospital tampoco estaba muy lejos de su casa. Calcul

    aproximadamente que a ese ritmo tardara unos diez o quince minutos en llegar, as que no se

    par ni un solo segundo a descansar y se dej las piernas, los pulmones y todo su cuerpo en el

    esfuerzo.

    No haba casi nadie por la calle a esas horas, tan solo un par de coches que pasaban por su

    lado ignorando su presencia. Seran ya las tres de la madrugada y slo la luz de las farolas le

    indicaban el camino que deba seguir. sta era la primera vez que se diriga solo al hospital,

    aunque nunca se haba planteado que llegara el momento en el que tendra que hacerlo.

    Cuando ya empez a ver a lo lejos el hospital, sus fuerzas empezaron a aumentar

    inconscientemente. Ahora s que no poda parar de correr ni aunque quisiera, lo haca por

    inercia como si ngel fuera un polo negativo y su abuela fuese el positivo y eso le empujase a

    llegar lo antes posible all. Sigui corriendo sin parar, el sudor rodeaba toda su frente y an

    tena los ojos un poco irritados por las lgrimas. Nada ms llegar, se quit la sudadera y se

    limpi la frente con ella, luego entr en el hospital buscando a alguien para preguntarle por

    cul era la habitacin de su abuela, necesitaba verla cuanto antes y no poda pensar en nada

    ms ahora. All pregunt en la recepcin dnde estaba la habitacin y la recepcionista le indic

    detalladamente cmo poda llegar hasta ella. Estaba en la tercera planta y ngel se dirigi al

    ascensor para perder el menos tiempo posible aunque realmente, la espera mientras suba se

    le hizo eterna. Los pasillos se convirtieron en laberintos para l, el hospital era ms grande de

  • lo que imaginaba, pero sigui las instrucciones que le dio la recepcionista y no tard mucho en

    encontrar la habitacin. All estaban sus padres pero no su hermana. Segn le dijeron, se haba

    ido a comer algo ya que llevaba toda la noche all sin probar bocado.

    Se encontraba tumbada en la cama con los ojos cerrados, su cara sin fuerzas delataba como lo

    estaba pasando. l se acerc a la cama y se qued solo junto con ella en la habitacin mientras

    que sus padres le esperaron fuera para darle ms intimidad. La abuela estaba conectada a

    varios cables, uno de ellos era un ventilador mdico para mover aire de sus pulmones, ya que

    ella era incapaz en su estado de hacerlo por si misma. Todo esto era demasiado duro para

    ngel, haba llegado el momento que tanto haba intentado evitar, que tanto haba empezado

    a odiar desde varios das atrs, pero que irremediablemente tuvo que llegar.

    An no estoy preparado, nadie de nosotros estamos preparados No te mereces esto,

    abuela, pens mientras se sentaba en una silla blanca que se encontraba justo al lado de la

    cama. Espero unos segundos mientras observaba cada mnimo detalle del rostro de su abuela,

    como si fuese a ser la ltima vez que la vera y quisiera grabar a fuego esa imagen en sus

    retinas para no olvidarla nunca. Tan slo los pitidos del monitor cardiaco rompan el silencio de

    la habitacin, comprendi que era la hora de despedirse definitivamente de ella.

    -Abuela, siento no haber podido llegar antes, no era capaz de verte as pero tampoco he sido

    capaz de dejarte sin despedirme. Slo t has podido sacar lo mejor de m y si hoy soy alguien

    es porque esta planta ha recibido los mejores rayos de luz que han iluminado el mundo, los

    tuyos. Esta noche so que vena a verte, tal y como estoy haciendo ahora mismo, y que t

    escapabas volando por la ventana como si fueras un ngel; mi ngel de la guarda, y tu tiempo

    en la Tierra hubiese llegado a su fin Por primera vez agradec a mi telfono que me

  • despertase de esa pesadilla porque no es un sueo si te vas de mi lado para siempre. Espero

    que me haya comportado contigo como te has merecido siempre y que no haya sido ese factor

    entrpico que provoca el caos all donde va. Suea que todo esto es un sueo y que

    realmente no existimos, que all donde vayas mi cuerpo no podr acompaarte, pero un trozo

    de m siempre estar contigo. Djame soar que vas a seguir siempre aqu, conmigo. Mi

    mundo deja de girar si se va su centro de gravedad. Djame soar que la vida es sueo, que

    me cuentas nuevamente otro cuento antes de que me duerma y que nunca dejar de sonar

    nuestra meloda en la caja de msica que me diste. No dejes que se hagan ruinas mis castillos

    en el aire por culpa del tiempo que es el viento ms fuerte Puedes llamarlo sueo o llamarlo

    como quieras, abuela, pero si realmente lo es, por favor, no dejes que me despierte.

    Tras esto se call un instante pensando en que ms decir, no saba cmo todas esas frases

    estaban saliendo solas de su boca casi sin pensarlas y no poda controlar que, de vez en

    cuando, una lgrima se deslizase por su mejilla involuntariamente. No tena nada preparado

    para decirle pero, sin embargo, an le quedaba mucho por contarle y no quiso que lo ltimo

    que escuchase antes de soar para siempre fuera el monitor cardiaco, cuyos pitidos cada vez

    eran ms dbiles como seal de que la estaba perdiendo, as que volvi a inclinarse un poco

    para hablarle y continu diciendo:

    -Recuerdas la historia que me contaste de Mizaru, el mono que no vea? Si no recuerdo mal,

    me dijiste que cada noche, Mizaru se suba solo a lo ms alto de un rbol y pona su mirada en

    el cielo aunque no lo viese. Haba odo hablar de un ser llamado Luna que presida el cielo

    cuando la oscuridad inundaba todo el mundo. l siempre so con encontrar su Luna, como

    buscando la ms mnima luz entre unas sombras que le ahogaban como si fuera una tortura

    que llevaba sufriendo desde que naci. l slo se sentaba all en el rbol y empezaba a hablarle

  • y contarle todo lo que le pasaba cada da, su rutina. l no saba que el ciclo lunar iba por fases y

    que a veces la Luna no estaba visible para escucharle, pero aun as, l segua yendo cada noche

    al rbol. Se haba enamorado de la luna sin verla ni escucharla, pero senta que slo cuando

    estaba hablando con ella todo volva a la normalidad, todo el caos y la maldad del universo se

    evadan de su lado y la soledad se escapaba de aquel lugar como agua entre sus manos. Quiz

    nunca llegase a recibir una respuesta de ella pero l muri encontrando a alguien con quien

    compartir toda su vida y a quien contarle cualquier cosa, sabiendo que nunca le abandonara

    antes de que lo hiciese l. Hoy he entendido que t eres mi Luna, abuela. Siempre has estado

    ah para escucharme cuando lo he necesitado, y siempre vas a estar aqu, en la caja de msica,

    cuando lo vuelva a necesitar, pues aunque no puedas responderme ni pueda verte, nunca

    dejars de escucharme ests donde ests. Ojal todo sea de nuevo como antes pero nada

    volver a ser como siempre

    Despus de esto, ngel cogi la caja de msica y la abri, dejando que la meloda de sta

    anegase la habitacin mientras la bailarina comenzaba a dar vueltas en crculos. Esto sera lo

    ltimo que escuchase su abuela antes de sucumbir definitivamente al sueo, pero justo antes

    de hacerlo, ngel pudo ver como su cara dibujaba una pequea sonrisa en su rostro que, hasta

    ahora, no haba cambiado nada en todo el tiempo que l llevaba all. Adems vio como algo

    brillante sala lentamente de su ojo, era una lgrima. Otra lgrima cay sobre la mejilla de

    ngel, que no pudo contenerse al ver llorar y sonrer a la vez a su abuela. Los pitidos del

    monitor cardiaco empezaron a bajar de golpe, estaba a punto de morir, pero la meloda de la

    caja de msica le impeda escuchar los pitidos de aquel aparato, que segn pens ngel, era lo

    mejor. Tan solo unos segundos despus la maquina dej de pitar y ngel comenz a llorar bajo

    la sonrisa de la bailarina que segua dando vueltas dentro de la caja. Al escuchar el llanto del

    joven, sus padres entraron en la habitacin junto con su hermana. No haca falta que nadie les

  • explicase qu haba pasado, se lo podan imaginar por si mismos tan solo mirando a su hijo y al

    monitor cardaco con una lnea verde horizontal dibujada en la pantalla.

    -Lo siento muchsimo hijo - dijo su padre consciente de lo que significaba la prdida de su

    abuela para ngel.

    l no quiso hablar durante el resto de noche, tuvieron que esperar un rato para que el mdico

    les confirmase el fallecimiento de su abuela y poco despus se fueron todos a casa. Las calles

    le parecan mucho ms fras ahora pero el cielo era ms brillante, ya no haba nubes. Quizs

    fuese por sus ojos que al recibir la luz de las farolas refractndose en sus lgrimas creaban ese

    brillo, pero l prefera imaginar que era porque su abuela ya haba llegado all y por eso ahora

    el cielo estaba contento de haber recuperado la estrella que, segn ngel, le faltaba. Esa

    noche, antes de dormirse, mir al cielo y se fij en la luna mientras escuchaba una y otra vez la

    misma meloda, la de la caja de msica de su abuela, no quera llorar ms, saba que por

    mucho que llorase no volvera a recuperarla, pero empez a hablarle a la luna diariamente

    desde esa noche, como si fuese aquel mono de la historia que le cont su abuela. Saba que

    ella estaba observndole desde all y no dejara de escucharle cada vez que l quisiera hablarla.

    Todo termina en diciembre como ya saba ngel, pero desde entonces la luna ya no le mira

    como antes, y eso que su cara sigue siendo la de siempre.