la magia cataquera

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La Magia Cataquera: Del Embrujo de un Incauto. José Gilberto Ángel Forero Esta historia comienza donde termina, en un bus, y no es que quiera adelantar el final, sino que, aquí empieza el embrujo macondiano. Viajando en la vía que de Fundación conduce a Ciénaga y como parte del segundo recorrido de la salida de campo inter-proyectos, -que pretende integrar la geografía, la literatura y los imaginarios-, nuestro destino era entrar a Aracataca, -la verdad no me emocionaba mucho la idea, pero hacia parte del recorrido del día-, a unos cuantos kilómetros de la población, mis referencias sobre ella eran de un lugar de paso, como algunos de los que ya habíamos dejado en el camino, en el trabajo previo referenciada su clima –un pequeño infierno de 36ºC-, su ubicación – departamento del Magdalena-, y su historia, de la que sabía era la tierra natal de Gabriel García Márquez. En cuanto más nos acercábamos, más era la emoción que se despertaba en mis compañeros por conocer el lugar, o tal vez solo por bajarse del bus, -pues veníamos de un día en el que todo el tiempo estuvimos en él-, pero para mí todavía era indiferente la llegada al casco urbano; la primer chispa de magia se desato cuando los profesores se inquietaron al ver la variante de entrada para Aracataca, una valla en forma de pasa calle que anunciaba a “Bienvenidos al Mundo Mágico de Macondo” Aracataca-Macondo tierra Nobel”, nos pasamos la variante, -pues al igual que yo parecía que los conductores nunca habían ido a ese sitio-, la solución fue dar la vuelta a la gasolinera que estaba en el costado izquierdo y emprender la entrada a un lugar lleno de magia y sorpresa. Tras avanzar unos cuantos metros, aparece una población que el bus empieza a atravesar lentamente, me parece más grande de lo que la había imaginado, y cuando escuche de repente decir: “recuerden Macondo era un pueblo que estaba dividido por la carrilera de un tren”, me dio la impresión que aún era más grande de lo que estaba viendo.

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un escrito sobre una visión particular a la tierra de un novel colombiano.

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La Magia Cataquera: Del Embrujo de un Incauto.

Jos Gilberto ngel Forero

Esta historia comienza donde termina, en un bus, y no es que quiera adelantar el final, sino que, aqu empieza el embrujo macondiano. Viajando en la va que de Fundacin conduce a Cinaga y como parte del segundo recorrido de la salida de campo inter-proyectos, -que pretende integrar la geografa, la literatura y los imaginarios-, nuestro destino era entrar a Aracataca, -la verdad no me emocionaba mucho la idea, pero hacia parte del recorrido del da-, a unos cuantos kilmetros de la poblacin, mis referencias sobre ella eran de un lugar de paso, como algunos de los que ya habamos dejado en el camino, en el trabajo previo referenciada su clima un pequeo infierno de 36C-, su ubicacin departamento del Magdalena-, y su historia, de la que saba era la tierra natal de Gabriel Garca Mrquez.

En cuanto ms nos acercbamos, ms era la emocin que se despertaba en mis compaeros por conocer el lugar, o tal vez solo por bajarse del bus, -pues venamos de un da en el que todo el tiempo estuvimos en l-, pero para m todava era indiferente la llegada al casco urbano; la primer chispa de magia se desato cuando los profesores se inquietaron al ver la variante de entrada para Aracataca, una valla en forma de pasa calle que anunciaba a Bienvenidos al Mundo Mgico de Macondo Aracataca-Macondo tierra Nobel, nos pasamos la variante, -pues al igual que yo pareca que los conductores nunca haban ido a ese sitio-, la solucin fue dar la vuelta a la gasolinera que estaba en el costado izquierdo y emprender la entrada a un lugar lleno de magia y sorpresa.Tras avanzar unos cuantos metros, aparece una poblacin que el bus empieza a atravesar lentamente, me parece ms grande de lo que la haba imaginado, y cuando escuche de repente decir: recuerden Macondo era un pueblo que estaba dividido por la carrilera de un tren, me dio la impresin que an era ms grande de lo que estaba viendo.

Despus de un rato llegamos al parque, al desmontarnos la alegra se enfocaba estar por fin fuera del bus, para explorar un lugar por un tiempo amplio, -claro con relacin a los lugares donde parbamos a comer algo-. En ese momento aunque con una temperatura ambiente de 36C, mis sentidos se pasmaron y solo exista la vista, pues lo principal para m, era ver y fotografiar la iglesia de Aracataca -como es costumbre hacer cuando se visita los pueblos- pero aqu empez a agrandarse la magia, era un parque central con plantas ms grandes de lo que uno encuentra en otros -y que como ah, se repeta en todo el pueblo, dando la impresin de ser una vereda ms que un casco urbano-, haba que dirigirse al otro extremo para lograr el objetivo de las imgenes, pero al hacerlo en la parte central apareca un monumento, era el estatua del Libertador, completamente en bronce y con una base en piedra que anunciaba el nombre del espacio: Plaza Bolvar.

Bast solo caminar el doble de trayecto y ah estaba, era la iglesia de Aracataca, cerrada por el da y la hora, siendo una martes 25 de septiembre de 2007, a las 10: 50 a.m. La fachada revelaba que mantena un buen estado, pues su blanco color, con biseles dorados, en un estilo un poco rabe en la ventana y la puerta, que era madera caf oscura; un pequeo balcn sobre la puerta que determinaba un centro prolongando una cruz; y por ltimo tena el campanario al dado izquierdo, con cuatro campanas de tamao pequeo, dentro de una torre de octgono, que terminaba en punta con una cruz en su final.

Solo con empezar a fotografiar la iglesia y de repente apareci el primer curioso, preguntaba de donde ramos, qu hacamos en el pueblo, y claro no paro sin antes darnos unas recomendaciones de visita, como ir a la biblioteca de lugar, la verdad es que no me fije su aspecto, yo estaba ocupado, pero si me fije en que deca, claro sin darle muchos datos al hombre. Terminada la sesin de fotos y a caminar, bamos hacia la carrilera del tren, tomamos de la parte derecha de la iglesia una cuadra hacia la alcalda, luego volteamos y llegamos a lo que pareca un lugar de paso o una vereda, porque las calles eran dispares, pues tenan solo unas pocas vas pavimento, dando la impresin de estar en un lugar abandonado, pueblo fantasma, con calles polvorientas y bajo los ms inclementes rayos del sol, como esos espejismos de quien es expuesto al sol del desierto por mucho tiempo; en los andenes la mayora posea rboles, que como los de la plaza central dejaban la impresin de ser una sola cuadra y que las otras no existan, como unas vereda de cualquier zona clida del pas. No tardo mucho tiempo para encontrar de que hablar, debido a que las casas, en comn solo tenan el ser del pueblo, por lo general de una sola planta y construidas con madera. Las casas no posean una rplica, pues los contrastes se notaban principalmente en si la casa estaba habitada o no; en caso de estarlo y sin ser de apariencia vieja, su aspecto lo marcaba el estar pintada de vivos colores tropicales, contar con materiales de construccin ms slidos y un habitante por mnimo en su interior; las casas abandonadas manifestaban diferentes pocas y por lo general conservaban, aunque en mal estado restos de madera que algn da las decoro, en algunos casos era triste ver como se perdan en el tiempo y espacio unas casas que otrora debieron ser majestuosas por quienes las habitaban, el pasto cubra los andenes, el moho verde que deja la humedad, envolva las paredes, que en general eran de madera.La casa ms relevante de las cuatro o cinco cuadras recorridas en esta direccin, lo marcaba la tienda de provisiones las cuatro A, que con dos pisos y pintada de dos tonos verde -pastel y oscuro-, posea dos plantas con estructura de edificio de los aos 20`s, que con el nombre de la Herminia en el segundo piso, daba la apariencia de casa, pero el primero de negocio, con unas viejas vitrinas de madera, repletas de granos, vendidos a granel. Otra casa, de la que no puede dejar de fijarme, fue una pequea, de color rosado fuerte, con una salita en un lado y sin paredes, donde descansaban -como todos los personajes del pueblo- a la sombra del techo y estirados en dos sillas plsticas rojas, sus dueos. Para terminar una casa, de madera blanca, con techo cobrizo por el xido de zinc, muy larga y con mltiples puestas de madera, que la hacan ver como una bodega, pero sin poder precisar cul era su funcin, pues su abandono marcaba las conclusiones.

Tras las cuadras recorridas, llegamos a uno de los objetivos de los profesores: la carrilera del tren (para m no era algo sorprendente, porque crec viendo una frente a mi casa, claro por esta nunca vi un tren, y ya solo queda un camino donde alguna vez estuvo), la carrilera divida el pueblo en dos, y tena a sus costados vas para carros, los que nos tocaba esquivar cuando pasaban, por la alta velocidad con la que andaban a pesar de no ser muy moderno; tras caminar unas cuadras vi algo que sobrepasaba el tiempo, una mujer lavando ropa en el cao que atravesaba el pueblo en sentido contrario a la carrilera, me pareci algo bonito y contra producente a la vez, una prctica desechada por las comodidades contemporneas y contrastada por su poder de contaminacin.

El asombro anterior, lo marchitaba un carro cual camin de la serie Escalona, que demostraba dcadas de estar botado en ese lugar, sin ser menos extraa su presencia. Pero ms raro que la lavandera, era la mujer que pona a secar la ropa de su familia en la carrilera, calzones, faldas, camisas y todo tipo de ropa de bebe y nio decoraban la gramilla de los rieles, que prometan secar con ese sol inclemente la ropa en muy poco tiempo.

Al fondo de la carrilera estaba la estacin del tren, una construccin de blanco color, decorada con las mgicas mariposas amarillas de Gabo; cuadrada, con la mitad encerrada con paredes y la otra solo sostenida por cinco columnas; piso de cemento; y dos sillas dobles del mismo material. Llegados a la estacin y presintiendo lejos a mis compaeros de travesa, me deje llevar por una obra de arte con cuerpo de mujer, era un homenaje a la obra cien aos de soledad, especficamente a Remedios la Bella; era la figura de una mujer desnuda, rodeada de mariposas amarillas, que emulaban las sabanas en las que ascendi al cielo, con un libro de fondo ocupando una de sus pginas, la otra pgina escrito estaba lomas significativo del personaje, desde la percepcin que se tena de ella y la escena que se ambientaba. Tras ver la obra de contenido monumental, regrese a la estacin, eran las 12 meridiano y un ruido a lo lejos despertaba mi sentido del odo -dominado por la vista todo en tiempo-era el tren, que a lo lejos aumentaba mi emocin por verlo pasar, y claro tomarle algunas fotografa; ah estaba un tren con locomotora roja y negro que marcaba el paso, su paso estaba marcado por un seco e incesante turum turum, que para m significo mucho tiempo, aunque solo fueran unos 5 minutos de 120 Vagones vacos, de la compaa carbonfera Drumont.

Luego de pasar el tren, llegaba la exposicin de los compaeros del Imaginario prestos a seguir escuchando de los imaginarios de cachacos y costeos, aparece en escena una mujer que dice no poder evitar escucharnos y nos demuestra, en forma ntida el imaginario de la regin con respecto a los del interior, adems de contarnos del pueblo, su profesin y labor, la economa y referirse de modo alegre al monumento cautivador de Remedio, la mujer era una profesora de artes, no lugarea de nacimiento sido de conviccin, pues su proceder era Barranquilla; su aspecto era el de una seora de 45 aos, estatura media, pelo largo y castao, y claro, un tumbao costeo que delataba su alegra por vivir y compartir. Mi piel despert ante tal testimonio, pues con sus palabras me emocionaba ms saber del lugar; lo arrosudo de mi piel fue recorrido por una brisa clida que cual mariposa de la pared, llevaba las hojas en las que estaba tomando nota.

Luego de la exposicin era momento de regresar al bus, pasamos frente a Remedios la Bella, pero mi atencin se dirigi a la casa de la profesora de artes, una casa de una planta, humilde, con una salita frente a la calle y con mltiples pequeas plantas que la rodeaban. Despus de caminar unas dos cuadras volteamos a la derecha para pasar por un colegio, en ese momento, me fije en que nosotros en Aracataca ramos los extraos y no Aracataca o sus habitantes, pues el lugar era de ellos y no nuestro. Los cataqueros nos miraban sin parar, hasta las clases del colegio -que se tomaban fuera de las aulas, bajo los rboles-, desprendan miradas curiosas hacia los cachacos invasores.

Lo sorprendente, despus de ser mirados todo el tiempo, era los vehculos del lugar: uno que otro bici taxi; y unas zorras de traccin animal, tiradas por asnos, con una singular propaganda electoral en la madera desgastada, y que a menos de estar en movimiento, siempre estaban acompaada de otra, con su respectiva propaganda al consejo y la alcalda.

Ya casi en el final de la ruta resulto algo sorprendente, era algo mgico y deseado, un Arahuaco, una fotografa que no debera dejar pasar y que no me perdonara el hacerlo, tras un tmido acercamiento, le pregunte si se dejaba tomar fotografiar, a lo que me respondi que s, pero que le diera una Chicha, accediendo a su peticin l se ubic en una alcantarilla, que estaba al lado, se sent y poso. De finos rasgos faciales, su piel de un color trigueo bronceado, de atuendo tnico, con sandalias caf claro y dos mochilas terciadas en sentido contrario, una azul con rojo y la otra caf con amarillo quemado; sudaba a borbotones, lo que me llevo a pensar en el estado de mi piel, pues si as estaba la de l, que eran del una zona clida, que sera yo que soy de la nevera. Mientras le tome la foto reflexione lo que estaba haciendo, lo enfocaba y quera su imagen como si fuera algo raro, una espcimen o algo as, me sent arrepentido y un poco extrao en esta posicin, pero era demasiado tarde para arrepentimientos y tena su aprobacin, lo siguiente oprimir para lograr la toma, preguntar cunto vala la chicha -$500-, pagar -$1.000- y salir corriendo porque el grupo me haba dejado.

Mientras me diriga al bus, lo haca observando una tienda donde tomaban refrescos algunas personas, sentados en sillas de madera o de plstico, salidas por las puertas del lugar; lo interesante era fijarse en lo rojo de las paredes de bloque mal sementado, que con algunas mariposas amarillas y la cara de Gabo estaban decoradas.Luego me fije en la casa Liberal, una casa roja con letreros blancos anunciando su funcin, con dos puertas blancas en un costado y tres rojas en otro, un parasol verde y una proyeccin como si fuera de dos pisos. Lo curioso de la construccin no era su color sino lo que deca en una de sus esquinas: Aqu estuvo presente el coronel Aureliano Buenda.

Y as, entre unas mariposas amarillas, que solo aparecieron pintadas en las paredes de algunos lugares los ms especiales-; casas abandonadas a su suerte; calles polvorientas y pavimentadas,

que en algunos momentos se volvan sendas delgadas y estrechas, tiles solo para caminantes; un debate entre lo urbano y lo rural del casco; y las costumbres en desuso de sus habitantes, que competan con el Internet y las llamadas a celular de los anuncios comerciales improvisados, termina el embrujo, culmina la magia que me cautivo, otra vez a montar en el bus y a llevare en la mente y en la cmara recuerdos de lo que ser una de las mejores experiencias de mi vida.Escrito publicado en el libro: LA SALIDA DE CAMPOSE HACE ESCUELA AL ANDAR. Bogot; 2011