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La literatura en Santander: reseña breve Fusader | Tres Culturas Libros Página0 La Literatura en Santander Reseña Breve Presentación Hablar de literatura es hablar de un mundo en el que todo está abierto a la creación y asimismo nada está por inventarse. Como tradición, las letras ensayadas desde el alma, en géneros de la literatura universal como el cuento, la novela, la dramaturgia, la poesía, la fábula, la crónica y el ensayo, entre muchos otros, son un reflejo de la vida que lo dice todo sin la necesidad de llamarlo como tal, pues estiliza, caracteriza, inspira e historia el paso del tiempo, del mundo a la localidad y viceversa. Del pensamiento a la memoria, es el registro de la historia, de igual importancia en un tratado científico-social así como en un diario de memorias. Escribir, como arte, es la manera fehaciente de pertenecer a este mundo, y en instancias menores, de pertenecer a una tierra, de ser de ésta, hacer verificable el paso por la vida y ser testigo a la vez. Es por ello que hablar de la literatura es hablar de un mundo pródigo en el que los clásicos universales son la estampa de lo intocable, de lo majestuoso, y las literaturas nacionales, regionales y locales son el reflejo del acto heredado de su legado, al cual el intento de escribir no ayuda más que a sensibilizar la existencia, no importa la fama ni el orden alcanzado a nivel publicitario y estético. Admirar es el sinónimo de inspirar, comparar y diversificar, en un juego al que una región no viene a pararse de otra manera más que de un referente de lugar sobre una práctica imperecedera del hombre. El presente documento es un recuento elaborado por dos miembros de la Fundación Santandereana para el Desarrollo Regional - Fusader, Orlando Serrano Giraldo y Luis Álvaro Mejía Argüello, quienes durante su vida y en distintas áreas de trabajo han estudiado y promovido la divulgación literaria regional. Como reseña breve, recoge, a manera de evidencia, la presencia de las letras y la actividad literaria en ésta, apenas una región de Colombia. Un espacio tan pequeño e igualmente válido para la literatura universal. Precaria o profusa, la literatura santandereana ha dado sus propios pasos, y por el hecho de darlos, es una historia digna. Juandiego Serrano Durán Bucaramanga, abril de 2016

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La literatura en Santander: reseña breve Fusader | Tres Culturas Libros

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La Literatura en Santander Reseña Breve

Presentación

Hablar de literatura es hablar de un mundo en el que todo está abierto a la

creación y asimismo nada está por inventarse. Como tradición, las letras

ensayadas desde el alma, en géneros de la literatura universal como el cuento,

la novela, la dramaturgia, la poesía, la fábula, la crónica y el ensayo, entre

muchos otros, son un reflejo de la vida que lo dice todo sin la necesidad de

llamarlo como tal, pues estiliza, caracteriza, inspira e historia el paso del

tiempo, del mundo a la localidad y viceversa. Del pensamiento a la memoria, es

el registro de la historia, de igual importancia en un tratado científico-social

así como en un diario de memorias. Escribir, como arte, es la manera fehaciente

de pertenecer a este mundo, y en instancias menores, de pertenecer a una tierra,

de ser de ésta, hacer verificable el paso por la vida y ser testigo a la vez. Es por

ello que hablar de la literatura es hablar de un mundo pródigo en el que los

clásicos universales son la estampa de lo intocable, de lo majestuoso, y las

literaturas nacionales, regionales y locales son el reflejo del acto heredado de

su legado, al cual el intento de escribir no ayuda más que a sensibilizar la

existencia, no importa la fama ni el orden alcanzado a nivel publicitario y

estético. Admirar es el sinónimo de inspirar, comparar y diversificar, en un

juego al que una región no viene a pararse de otra manera más que de un

referente de lugar sobre una práctica imperecedera del hombre.

El presente documento es un recuento elaborado por dos miembros de la

Fundación Santandereana para el Desarrollo Regional - Fusader, Orlando

Serrano Giraldo y Luis Álvaro Mejía Argüello, quienes durante su vida y en

distintas áreas de trabajo han estudiado y promovido la divulgación literaria

regional. Como reseña breve, recoge, a manera de evidencia, la presencia de

las letras y la actividad literaria en ésta, apenas una región de Colombia. Un

espacio tan pequeño e igualmente válido para la literatura universal. Precaria

o profusa, la literatura santandereana ha dado sus propios pasos, y por el hecho

de darlos, es una historia digna.

Juandiego Serrano Durán Bucaramanga, abril de 2016

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Comparadas con las grandes ciudades de la Nueva

Granada, los establecimientos de imprenta en las villas

del actual territorio santandereano son tardíos: don

Nicolás Gómez apenas abrió el suyo en 1849 en la villa

del Socorro, y hubo que esperar hasta 1858 para que la

de Bucaramanga corriera a cargo del doctor Vicente

Herrera. Pero a diferencia de las santafereñas, dedicadas

tempranamente a las devociones eclesiásticas, las

“santandereanas” propiciaron el debate político que

estimulaban los publicistas radicales, tal como lo

ejemplifica el primer periódico, titulado El Demócrata (1849). Además,

divulgaron el nuevo proyecto pedagógico liberal y sirvieron de medio de

divulgación a las plumas de los hombres de letras, como se vio en los periódicos

El Instructor Popular (1864), La Escuela Primaria (1871) y El Pestalozziano

(1875). Uno de esos nuevos maestros, don Nepomuceno Navarro, escribió unas

Flores del Campo (1870) que se publicaron por entregas sucesivas, y también

las primeras novelas de santandereanos pudieron ver la luz pública.

La primera Constitución del Estado federal de Santander (1857) garantizó

la plena libertad de expresión del pensamiento por todos los medios que estaban

al alcance de los ciudadanos. Don Daniel Mantilla Orbegozo (Piedecuesta,

1836—Bogotá, 1868) como el primer poeta lírico de Santander, le publican en

París, en 1860, Una Tarde de Verano y Resignación, consideradas las dos

primeras novelas santandereanas. Por su parte, Constancio Franco Vargas

(Vélez, 1842) publicó la primera novela sobre el héroe fabricado por los

radicales, titulada Galán el Comunero (1891). Pronto los lectores de las dos

tendencias políticas que contendían en los campos de batalla y en la Asamblea

Legislativa del Estado pudieron leer las producciones de sus escritores locales:

Teódulo Vargas (Mogotes, 1844), Nepomuceno Serrano (Barichara, 1848),

Pomiana Camacho de Figueredo (Velez, 1841), Adolfo Harker (Bucaramanga,

1828), Nepomuceno J. Navarro (San Gil, 1834) y José Joaquín García

(Bucaramanga, 1849), entre otros.

El primer siglo republicano se cerró con la Guerra de los Mil Días, en la cual

fueron los campos santandereanos los más damnificados. Miles de jóvenes

sacrificados sumieron a Santander en un estado de incertidumbre que incidió en

la vida social. Este acontecimiento tenía que dejar su testimonio en la literatura.

En 1905 fue publicado en Barranquilla un título apropiado, Dianas Tristes, un

conjunto de relatos que recrean las escenas de la guerra. Su autor, Enrique Otero

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D´Costa, nació en Bucaramanga (1883) y participó en esa guerra como

ayudante de campo del general Benjamín Herrera. Con este libro se inició la

literatura santandereana del siglo XX, seguida por otros títulos del mismo autor:

Historietas, leyendas y tradiciones colombianas (1932), El cronicón solariego

y Montañas de Santander (1940).

La generación que asistió a la concordia de

1910 y que hizo votos de no volver a desangrar la

nación publicó obras de gran factura en los campos

de la novela, la poesía y la crítica. Ismael Enrique

Arciniegas (Curití, 1863) y Aurelio Martínez Mutis

(Bucaramanga 1885) son los nombres principales

de la poesía en la primera parte del siglo XX. En el

ensayo, la crónica, la novela y la poesía brillaron

Juan de Dios Arias (Mogotes 1896), Gabriel

Carreño (Bucaramanga 1896), Gustavo Wiches

Castro (Bucaramanga, 1889), Alfonso Acevedo

Díaz (Zapatoca, 1902), Luis E. Antolinez

(Bucaramanga, 1891), Sebastián Antolinez, más

conocido como Pablo Zogoibi (Bucaramanga,

1909); Vicente Arenas Mantilla (Piedecuesta,

1901), José Fulgencio Gutiérrez (Mogotes, 1895),

Cándido Amézquita (Bucaramanga, 1898),

Flaminio Barrera Rivero (Mogotes, 1916), Jaime

Barrera Parra (San Gil, 1890), José Camacho

Carreño (Bucaramanga 1903), Manuel Serrano Blanco (Zapatoca, 1897),

Gonzalo Buenahora (Piedecuesta, 1909), Jaime Ardila Casamitjana (Zapatoca,

1912) y Camilo Forero Reyes (Onzaga, 1871), entre otros. Por su parte, Ernesto

Camargo Martínez (Bucaramanga 1912) publicó tres novelas en la década de

los años cuarenta: De la Vida de Iván el Mayor (editada en dos partes, en 1942

y en 1943), La niña del Río (1944) y Toñito (1947).

Es preciso mencionar las revistas que jugaron un papel fundamental en la

historia literaria de la región. Para empezar, El Nuevo Tiempo Literario (1902),

dirigida por el poeta Ismael Enrique Arciniegas; también Horizontes (1913),

Tricolor (1914), Revista Santandereana (1914) y finalmente Tierra Nativa

(1925-1931), salida de la imprenta La Cabaña, que alcanzó a editar 240 entregas

con lo mejor de la literatura hispanoamericana de su tiempo.

Hay cuatro autores de esa primera mitad del siglo XX, que son referentes

fundamentales en la literatura colombiana:

Tomás Vargas Osorio (Oiba, 1908 - Bucaramanga, 1941), novelista, poeta,

cuentista y periodista autodidacta. Hay que decir que su visión fue alimentada

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por los clásicos de la literatura y del pensamiento universal. Construyó una

forma característica de expresión literaria que muestra la dimensión de un

escritor que encontró en la realidad social de su región el fundamento de su

expresión literaria. Lo cotidiano, el paisaje, el río, la selva, el petróleo, el

ferrocarril encontraron en Vargas Osorio el camino de la expresión de lo bello

y de lo poético. Sus cuentos fueron el principio de novelas. Su obra en general

es un proyecto inconcluso, que quedó a mitad del camino por su temprano

fallecimiento a los 33 años, pero que señaló el horizonte donde las palabras

construyen la posibilidad de una obra maestra.

Jesús Zárate Moreno (Málaga, 1915 - Bogotá, 1967).

Abogado, periodista, escritor y diplomático. Ocupó

importantes cargos diplomáticos en España, Estados

Unidos, Cuba, México, y Suecia. Fue jefe de redacción

del diario Vanguardia Liberal de Bucaramanga,

columnista de El Tiempo y El Espectador, y codirector

de la revista Rumbos. Sus obras: Un zapato en el jardín,

cuentos (1948); No todo es así, cuentos (1948); El viento

en el rostro, relatos (1953); El día de mi muerte, cuentos

(1955); La cárcel, novela (Premio Planeta del año 1972,

recibido de forma póstuma, es una obra que ha sido

reeditada en Colombia por Villegas Editores y editada en otras lenguas como el

inglés y el portugués desde 2003); y El cartero, novela (1973). En 1982,

Colcultura compila los cuentos de los libros No todo es así y El día de mi muerte

y se incluye el cuento “Dios”, con prólogo de James Alstrum de la Universidad

de Wyoming (U.S.A). El Instituto Caro y Cuervo, publica en el 2003, Tres

piezas de teatro: “El Único Habitante”, “Automóvil en Noche de Luna” y

“Cuando Pregunten por Nosotros”. Tiene dos obras de teatro inéditas: “La

Flecha y la Espada” y “Nuestra Adorada Cárcel”. Sostuvo una columna semanal

titulada “Pabellón de Reposo”, en el diario El Espectador, entre los cuarenta y

cincuenta, bajo el seudónimo de “Zalacaín”. También ensayista, muchos de sus

textos aparecieron en periódicos y revistas nacionales y extranjeras.

Pedro Gómez Valderrama (Bucaramanga, 1923) fue ministro, diplomático

y escritor. Su obra más reconocida, La Otra Raya del Tigre, recrea la presencia

de Geo von Lengerke en Santander, una novela política enmarcada en el

proyecto del radicalismo liberal. Incursionó en el cuento y el ensayo. Don Pedro

Gómez Valderrama, junto con Hernando Valencia Goelkel, representa el aporte

santandereano a la revista Mito, que además contó con el concurso de dos

nortesantandereanos excepcionales: Jorge Gaitán Durán y Eduardo Cote Lamus

El otro aporte modernizador de los años cincuenta lo hizo Elisa Mújica

(Bucaramanga, 1918), quien a muy temprana edad se trasladó a Bogotá. En su

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obra narrativa se expresaron sus preocupaciones por la historia social de

Colombia, por la dificultad de la mujer en hacerse sujeto de su propia biografía.

Hacen parte de su obra narrativa tres novelas: Los dos Tiempos (1949), Catalina

(1963) y Bogotá de la Nubes (1984). También tres libros de cuentos: Ángela y

el Diablo, Árbol de ruedas y la Tienda de Imágenes (1987).

Están también la antropóloga nacida en el Socorro

Virginia Gutiérrez de Pineda y Monserrat Ordoñez,

crítica literaria, que trabajó la obra de Elisa Mújica. De

la antropóloga Virginia Gutiérrez de Pineda, su libro

Familia y cultura en Colombia ha sido una piedra

angular en las investigaciones sociales y culturales

sobre las tipologías de las familias colombianas y la

tipología de las familias. El caso de la escritora,

maestra y crítica literaria Monserrat Ordoñez ilustra

muchas de las tensiones que he planteado, como si el

desarraigo y la sensación de no encajar en los moldes

de un sociedad cerrada, asfixiante y controlada por los

hombres, fuera el motor de la búsqueda por construir

otro leguaje. Monserrat es hija de madre catalana y padre santandereano. Vivió

su infancia en Barcelona. Ella estudió a Elisa Mújica para mostrar como su obra

padece el mismo síndrome que llama Monserrat de la exaltación de una

literatura de y para un mundo de valores masculinos, al referirse a Catalina, la

segunda novela de Elisa y que fue postulada en 1962 para el premio Eso de

Literatura

Dos mujeres excepcionales llenan la segunda mitad del siglo XX: Aída

Martínez Carreño (Bucaramanga, 1940–Bogotá, 2009) y Silvia Galvis Ramírez

(Bucaramanga, 1945–2009), una con una mirada de lo cotidiano en la historia

y la otra de la historia y el periodismo a la literatura. A través del ensayo, Aída

recreó épocas de la vida cotidiana y de la moda, investigando la historia de

situaciones en las que la mujer fue la protagonista. Extravíos, el mundo de los

criollos ilustrados, fue su libro ganador del Primer Premio de Historia

convocado por Colcultura, en el que dio a conocer la vida y la escandalosa

historia de Micaela Mutis, sobrina del sabio Mutis. Silvia Galvis noveló hechos

históricos. En ¡Viva Cristo Rey! recreó cincuenta años de guerras civiles, donde

con humor definió a muchos de los protagonistas. En Soledad, conspiraciones

y suspiros, se ocupó de la historia de Soledad Román, la última esposa de Rafael

Núñez. Publicó además las novelas, Sabor a Mí y La Mujer que sabía

demasiado, en la que recreó hechos de la historia política colombiana

relacionados con la presidencia de Ernesto Samper.

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Otros escritores contemporáneos podemos referenciar a Gustavo Cote

Uribe, Guillermo Reyes Jurado y Jaime Álvarez Gutiérrez.

En cuanto a los escritores de las últimas generaciones, vinculados a grupos

o talleres de creación literaria, a partir de la década de 1970, hay que mencionar

el Grupo Jorge Zalamea, el papel que jugó el Suplemento Literario Vanguardia

Dominical, el Taller Umpalá y el taller Relata de la Universidad Industrial de

Santander, vinculado a la Red de Escrituras Creativas del Ministerio de Cultura

nacional, lo cual no significa desconocer una serie de escritores que no

pertenecieron ni pertenecen a estos grupos y que realizan un trabajo muy

significativo para la narrativa y poética tanto regional como nacional. El grupo

Zalamea, con su revista El Gran Burundún-Burundá, y el suplemento dominical

de Vanguardia Dominical fueron un momento brillante de la literatura en la

región y el país. En la revista El Gran Burundún–Burundá aparecieron

escritores regionales como José Ortega Moreno, Carlos Nicolás Hernández,

Carlos Barriga, Miguel Ángel Pérez y Carlos Arnulfo Arias, entre otros, y

además figuras de talla nacional como R.H. Moreno Durán, Germán Espinosa,

Celso Román y Jairo Aníbal Niño. Un papel fundamental jugó el Suplemento

de Vanguardia Dominical que dirigió Jorge Valderrama. Éste, recreó y divulgó

la literatura latinoamericana y abrió un espacio a los nuevos escritores locales y

nacionales. Esta tarea la continuaron Miguel Ángel Pérez con Luis Álvaro

Mejía, como directores del Suplemento durante 5 años.

En esta época aparecen, entre otros, Gonzalo

España, un novelista de quien Hubert Poppel opinó

que España no tiene que salirse de sus novelas de

Colombia, ni tiene que ubicar sus historias en las

grandes ciudades para estar a la altura de los

tiempos de la globalización. Enrique Serrano,

premio Juan Rulfo con su obra La marca de

España; quien además ha publicado novela, cuento

y ensayo. Y siguen Pablo Montoya, con sus novelas

La sed del ojo (Eafit, 2004), Lejos de Roma

(Alfaguara, 2008) y la ganadora del premio Rómulo

Gallegos de 2015, Tríptico de la infamia (Random

House, 2015); Nahum Montt, premio nacional de

novela en el 2004 con su obra El Eskimal y la Mariposa; y Andrea Cote, que

con su libro Puerto Calcinado obtuvo el Premio Nacional de Poesía de la

Universidad Externado de Colombia. Los cuatro últimos, todos ellos hijos de

Barrancabermeja, representan valores literarios fundamentales en la literatura

colombiana.

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Están igualmente el poeta y novelista Augusto Pinilla,

Yolanda Reyes con obras de literatura Infantil y juvenil, lo

mismo que Triunfo Arciniegas. Se destacan así mismo los

poetas radicados en Bogotá: Hernán Vargas Carreño,

Yirama Castaño, Luz Helena Cordero y Adriana Simona.

Pablus Gallinazus, seudónimo de Gonzalo Navas, quien

ganó el premio de novela nadaista (1966) con su obra La

Pequeña Hermana. Otros nombres en la narrativa como

Joaquín Breton y Alirio González y en la poesía Carlos

Arnulfo Arias, Angye Gaona, Idania Ortíz, Karim Quiroga

y Danny Yesid León.

Con el programa El jardín de la poesía, un espacio abierto durante varios

años, a la divulgación del trabajo de los poetas de la región y del país,

coordinado por Claudia Patricia Mantilla e Idania Ortiz y apoyado por la

Dirección Cultural de la UIS y transmitido por las emisoras de la Universidad,

se promovieron poetas nacionales y regionales. Como resultado de ese proceso,

está la antología Silencio… en el jardín de la poesía, cuya selección fue

realizada por Beatriz Vanegas Athías, donde se reúne a todos los poetas que se

presentaron en el programa.

El trabajo del maestro Hernando Motato con el Taller

Umpalá dejó una marca en una juventud ávida de

conocimiento. Con parte de este grupo de jóvenes se

desarrolló el Taller Relata de la UIS, donde se abren

puertas a otros jóvenes que encontraron espacio para

recrear sus intereses por la literatura. Allí, es ese espacio

se comparten y trasmiten experiencias, donde el

conocimiento, la crítica y la autocrítica son fundamentales

en el proceso de formación del escritor. No solamente la

estructura misma del lenguaje literario, sino las lecturas

siempre orientadoras sobre el proceso de escribir. De esta

última generación tenemos a Ricardo Abdahllah, Fabián Mauricio Martínez

González, Jesús Antonio Álvarez Flórez, John Fredy Galindo, Miguel Castillo,

Luz Andrea Castillo, Óscar Humberto Mejía Blanco, Mario Echeverry y Pablo

Sergio Arias, entre otros.

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En este proceso de formación de escritores, la

Dirección Cultural de la UIS desarrolló un proyecto de

publicaciones que no solamente recoge la memoria, sino

que muestra y deja constancia de las nuevas generaciones

que le vienen aportando a la literatura en la región. El

proyecto editorial “Colección Generación del

Bicentenario”, se integró con 12 obras de escritores entre

los 25 y 40 años. Allí se recogió buena parte de los

autores referenciados y otros que han tenido ya un

reconocimiento como poetas, narradores o dramaturgos.

Sus miradas le apuestan a la innovación, con tendencias

que van más allá del tratamiento tradicional de la

violencia, lo cual permite esperar un futuro promisorio que supera los límites

de la provincia. Otras colecciones como “Temas y Autores Regionales” y

“Biblioteca Mínima Santandereana” han recogido escritos de literatos

regionales del ayer y del hoy, mientras colecciones de antaño han sido

reeditadas en tiempo y forma para conservar esta intención, como los

contenidos regionales y literarios de la segunda época de la Revista de

Santander, dirigida por el doctor Armando Martínez Garnica, y la “Biblioteca

Santander”, proyecto editorial de obras completas de escritores y letras,

desarrollada por la UIS en coordinación con la Fundación Santandereana para

el Desarrollo Regional – Fusader. Esta dinámica reciente proyecta caminos y

amplía los horizontes de las nuevas generaciones que quieren recrear con las

palabras su vida, sus sueños y sus utopías.

Orlando Serrano Giraldo

Luis Álvaro Mejía Argüello

Bucaramanga, abril de 2016

fusader.org/tres-culturas