la leyenda de las aguas negras

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1 La leyenda de las aguas negras Fernando Ezquerra Lapetra

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Novela corta basada en el magnífico conjunto escultórico románico de Fuente Urbel, Burgos. Sus imágenes hablan de la presencia del cristianismo celta irlandés en la Castilla del siglo XII. Historia de clérigos y pastores en medio de un juicio de Dios. El misterio de unas aguas sagradas.Short novel based on the magnificent Romanesque sculpture of Fuente Urbel, Burgos. His images speak of the presence of the Irish Celtic Christianity in the twelfth century Castile. History of clergy and pastors in the middle of a judgment of God. The mystery of a sacred waters

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Page 1: La Leyenda de Las Aguas Negras

1

La leyenda de las aguas negras

Fernando Ezquerra Lapetra

Page 2: La Leyenda de Las Aguas Negras

2

Novela corta basada en el magnífico conjunto escultórico románico de

Fuente Urbel, Burgos. Sus imágenes hablan de la presencia del

cristianismo celta irlandés en la Castilla del siglo XII. Historia de

clérigos y pastores en medio de un juicio de Dios. El misterio de unas

aguas sagradas.

Short novel based on the magnificent Romanesque sculpture of

Fuente Urbel, Burgos. His images speak of the presence of the Irish Celtic Christianity in the twelfth century Castile. History of clergy and

pastors in the middle of a judgment of God. The mystery of a sacred

waters

A todos los vecinos de Fuente Urbel que han sido, son y serán. En

recuerdo y homenaje de todos los que, un día, tuvieron que

abandonar sus casas y, en especial, a Fernando Arroyo Celis.

A Miguel A. Martín (DEP) y a Jesús Blázquiz, mis amigos y

compañeros del grupo de investigación medieval Ailbe, adscrito a

Círculo Románico, quienes me ayudaron a saber ver este templo

románico con otros ojos.

Page 3: La Leyenda de Las Aguas Negras

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Antes de comenzar, un pequeño divertimento.

Etimología para todos los gustos sobre la palabra URBEL:

Antonio Tovar sugiere partir del étimo *urbeltz 'agua negra' (ur 'agua' + beltz 'negra')

para explicar la etimología de la voz URBEL. El autor compara nuestro hidrónimo con

vocablos como goibel 'cielo oscuro', 'nube': obel (< *o r t z-bel) 'ídem' (133). «Casi

seguro —escribe- debe su nombre a colonos vascos en la repoblación, si nos fijamos en

que entre los pueblos de la región están Pradilla de Hoz de Arreba, dos Villabáscones

en los partidos de Villarcayo y Sedano y un Basconcillos del Tozo en Villadiego» (134).

(Wikipedia)

Origin Celta, Elauer, similar to Allier River, affluent of the Loira in France, although

some vascólogos think that this name comes from eúscaro ur (water) and beltz (black);

but neither the water of this river is black, nor arranges the derivation with the old

form of the name. This is Ulver or Uluer, in a document of the 1,121 year, referring to

the town of Santa Maria Tajadura mentioned by Flórez Father. (www.speedylook.com)

Origen celta, Elauer, similar al riu Allier, afluente del Loira a França, encara que alguns

vascófilos opinen que aquest nom prové de l'eúscaro ur (aigua) i beltz (negre); mes ni

és negra l'aigua d'aquest riu, ni es compagina la derivación amb la forma antiga del

nom. Aquesta és Ulver o Uluer, en un document de l'any 1.121, referent a la vila de

Santa María Tajadura citat pel pare Flórez. (WikiLingua.net)

Tradicionalmente se ha considerado este topónimo como de origen vasco, derivado de

Ur- (agua) y -betz (negra). Pero actualmente está más aceptado entre los expertos el

origen del latín. Como remarcó Luciano Huidobro ya en 1909, las citas más antiguas del

pueblo, datadas en 1121, aparecen escritas como Uluer o Ulver. Esta grafía podría

derivar de Ul- / Ultra- (más allá) y -ver / -verede (ver). Por lo tanto, el nombre de Úrbel

querría decir originariamente "oteadero" o "lugar para mirar a lo lejos". Esta

explicación se corresponde perfectamente con la utilidad de atalaya que podría haber

tenido el cerro del castillo de Úrbel desde la antigüedad. (Wikipedia)

Page 4: La Leyenda de Las Aguas Negras

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1 El miedo

Aquella noche, el miedo pudo más. La suerte de cinco clérigos

artesanos dependía de la decisión de un hombre con fiebre. Debían

separarse para siempre. Tenían que huir. Una vez más, los antiguos

gessa, los tabú del clan1 de los MacNjil, tenían razón. No podían

continuar juntos. Habían esculpido bien. Por fin, se había hecho

piedra la norma que exigía la estricta observancia de una tradición

milenaria que habían aprendido en tierras lejanas.

Sin embargo, todo se había complicado cuando quisieron

esculpir un número indeterminado de gatos. Esta última decisión les

había costado la incomprensión. Alguien los había delatado,

seguramente porque ese alguien pensó que nadie en su sano juicio

podía querer colocar las esculturas de unos gatos como símbolo

cristológico, como animales guardianes de un templo cristiano. Sólo a

ellos, a unos extranjeros.

1 clan: (Del ingl. clan, este del gaélico clann, hijos, descendencia, y este del lat. planta, planta,

brote). 1. m. En Escocia, conjunto de personas unidas por un vínculo familiar.2. m. Grupo predominantemente familiar unido por fuertes vínculos y con tendencia exclusivista. (DRAE)

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5

El precio de su última decisión no se hizo esperar. Mientras en

la cercana cantera del templo acababan de esculpir la preciosa cabeza

de un gato, un vecino les comunicó que un grupo de siete clérigos,

acompañados por un número indeterminado de soldados del obispo,

había llegado desde Burgos preguntando por ellos.

Aidan de Murlough, miembro del antiguo y respetado clan de

los MacNjil, conocía lo que significaba la incomprensión de los otros.

Tal vez por eso, esa noche, no temía tanto el fuego de la fiebre que

notaba como el recuerdo del desprecio con el que le había hablado el

arcediano franco, hacía ya unas cuantas mañanas. Él era el jefe del

grupo de clérigos que, por orden del obispo, había acudido a

contemplar las obras de un remoto templo cristiano. Al obispado,

habían llegado rumores de que, en las fuentes del río Urbel, se estaba

construyendo un templo pagano.

Maestro le había dicho en un latín eclesiástico perfecto,

gracias a Dios, el pueblo tendrá algo lejos de sus miradas los

capiteles historiados del ábside, porque son una provocación, un

canto a los cultos paganos. Pero, lo de querer esculpir gatos es la

gota definitiva.

Aidan quiso responderle, justificar su programa, el contenido de

las bellas imágenes que entre todos habían labrado. Le quiso explicar

que los gatos simbolizan a los guardianes de las puertas del otro

mundo, aquel que se denomina inframundo. Sin ellos, el maligno

podía campar a sus anchas. El clérigo llegado desde Burgos no le

dejó. El arcediano continuó con su argumentación.

Nosotros hemos venido aquí para eliminar todo vestigio del

viejo rito hispano y nos encontramos con esto.

¿Qué quieres decir?

Le cortó Aidan, colocándose intencionadamente como su igual y

hablándole de tú a tú.

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Vuestras imágenes son el símbolo de algunos de los viejos

cultos del cristianismo celta practicado en las grandes islas y en todo

el continente, también en Hispania replicó el sacerdote.

Me alegra encontrarme ante un hombre culto respondió

seco y sin ganas de prolongar el diálogo Aidan.

En París, aprendemos de todo. Pero, no quiero seguir

hablando con un bárbaro. Dentro de tres semanas, se producirá el

juicio de vuestras esculturas y, por descontado, de vuestra fe.

Aquellas palabras habían sido la sentencia pronunciada antes de

hora. Aidan lo intuyó al instante. Tal vez sus imágenes se salvarían,

pero él y los pocos ayudantes que le quedaban serían condenados.

Después de esa breve conversación de Aidan con el arcediano franco,

todos ellos fueron encerrados en su propia cabaña convertida en una

improvisada cárcel.

Por eso, Aidan, esa noche, acababa de tomar la decisión de

ayudar a los suyos. El maestro cantero sabía que sólo les quedaba un

camino si querían salvar tanto sus conocimientos como sus vidas, la

dispersión a través de la huída. Habían llegado como un grupo. No

sólo las duras condiciones de trabajo, los accidentes y el extremo

tiempo de esas fuentes del Urbel se habían encargado de diezmar al

grupo, también la última actuación de los soldados del obispo. De

hecho, ya sólo quedaban cinco.

Aidan sabía que esa era su última noche como fraternidad. Al

amanecer, si no habían logrado escapar y tomar direcciones

contrarias, sus cuatro ayudantes serían expulsados de las hermosas

tierras de las aguas que algunos decían que eran sagradas y negras.

Sabía que serían conducidos hacia Burgos para ser encerrados

en la prisión del obispo. De allí, si no renunciaban de su pasado,

jamás saldrían con vida. También conocía que, hasta la llegada de la

comisión judicial que presidiría el propio obispo, sólo él permanecería

encerrado en esa choza. El clérigo franco lo había acusado como el

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7

responsable directo y único del conjunto iconográfico. Tenía clara su

condena. Sería quemado por hereje en la planicie de la iglesia.

Por eso, les había aconsejado a los otros que, cuando los

torturasen, le diesen la razón al francés. De hecho, les hizo prometer

que todos declararían que él era el único responsable de las imágenes

esculpidas en el templo.

Pensando en esas cosas, sonrió. Los clérigos dirigidos por el

arcediano franco tenían razón. Si había un culpable, ese era él, Aidan

de Murlough. Sí, culpable de querer convertir las viejas imágenes que

había aprendido en las tradiciones del clan de su abuelo, los MacNjil,

en el símbolo perfecto del camino del conocimiento que deben tomar

las almas de todos los hombres educados en la vieja tradición, la de

los verdaderos adoradores del buen Dios.

Sin embargo, en ningún momento, Aidan se arrepintió aquella

noche de la decisión que había tomado hacía ya unos cuantos años.

Como todos los nativos de la bahía de Murlough, conocía que en la

nueva tierra de los Scotti2, más allá de la punta rocosa de Torr Head,

se estaban construyendo nuevos templos.

No obstante, él tenía que cumplir un viejo sueño de su abuelo:

dirigirse a la noble tierra de Los hijos de Mil3. Por este motivo,

todavía en aquella noche de fiebre, incomprensión y miedo, Aidan

pudo recordar una conversación.

Aidan, no ignores jamás estas palabras. Ya las conoces. El

gigante Finn MacCool nos marcó con su sendero de piedra el camino

hacia la nueva tierra de los Scotti más allá de la isla de Staffa. Sin

embargo, no olvides jamás que el buen Dios nos ha dejado indicado,

2 Scotia fue originalmente el nombre romano de Irlanda, habitada por el pueblo escoto (en latín

Scoti o Scotii). El uso de este nombre en la Edad Media pasó a designar a la parte de la isla de Gran Bretaña al norte del fiordo de Forth, el Reino de Alba. En la Baja Edad Media, pasó a ser el término latino de lo que en inglés se llama Scotland y en español, Escocia.

3 En la mitología irlandesa, los Milesianos, eran los hijos de Míl Espáine, llegados de Galicia

(España), que fueron los habitantes finales de Irlanda, y se cree que representan a los celtas goidélicos..

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en el camino de leche de las estrellas, hacía dónde dirigirnos para

encontrar la vieja tierra de los nobles hijos de Mil.

¿Tendré que ir, abuelo?

Tú sabrás encontrar tu destino en tu corazón con la misma

lentitud que los bueyes aran nuestras tierras. Ten fe y paciencia.

Pero, abuelo, ¿y si tú ya no estás?

Eso será lo más seguro. Sin embargo, recuerda que Los hijos

de Mil sobrevivieron al Diluvio Universal. Por lo tanto, nosotros, sus

descendientes, también procedemos del linaje de Noé, el gran

navegante. Además, no olvides que ese camino de leche de las

estrellas siempre ha sido conocido por nosotros como el gran arco iris

que colocó en el cielo el viejo dios Lugh4, nuestro dios de la luz, para

orientarnos en la oscuridad de la noche.

¿Ese será mi camino?

No, Aidan, ese es ya tu camino.

En medio del sudor, del miedo y del frío, el maestro cantero

había podido recordar que las palabras de su abuelo se habían

convertido en una verdadera profecía. El viaje había sido muy duro.

De una dureza tal que sólo los hombres que inician su Peregrinatio

propter Christum5, su camino hacia Cristo, están dispuestos a

soportar. El buen Dios, cuyos antepasados habían conocido bajo el

4 Para los celtas, que vivían en Europa central, Lugh era el dios del Sol. Según la mitología

celta, Lugh no es el dios supremo, sino un dios que cumple todas las funciones o el múltiple artesano y, en nuestros días, Lugh está presente en la fiesta del 1 de agosto llamada “Lugnasad” que se celebra en la ciudad de Lugo, con una fiesta que incluye comida y bodas imitando la tradición celta pues son celebradas en el bosque y con modernas versiones de los antiguos druidas. 5 Una característica de este monacato irlandés o celta es la peregrinación, la cual hay que

distinguirla del pellegrinatio. El pellegrino sería el caminante piadoso que, después de visitar los santos lugares, regresa a su patria. El peregrinus, sin embargo, es otra cosa. La Antigüedad cristiana conocía el ideal ascético del ser sin patria. Se trataba de la renuncia voluntaria a la comodidad de una morada fija rodeado de compatriotas, para caer en la cuenta de que la patria verdadera es la celeste. San Patricio, en su profesión, se denominó a sí mismo «prófugo por amor de Dios». Por eso marcha a un país donde no goza de la protección de los derechos civiles, ni conoce siquiera la lengua de ese territorio. Las fuentes subrayan lo costoso de este tipo de peregrinación: el peregrino no conoce amigos ni tiene relación con las costumbres del lugar.

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nombre de Dagda6, había sido generoso con ellos y les había

mostrado su camino personal.

En la quietud de las primeras horas de la noche, Aidan notó en

sus sienes el lento circular de su sangre. Le dolía la cabeza. Sentía

que se encontraba desamparado, como si su existencia ya no

importase a ningún hombre. Sólo el buen Dios le esperaba. Era

consciente de que su tristeza no terminaba con el abandono de sus

sueños de la infancia. Todo estaba esculpido en esas imágenes; eso

sí, en un pequeño pueblo casi despoblado. Pero, había cumplido la

promesa que había hecho a su abuelo. Su alma podía marchar

serena, había plasmado en imágenes todos los misterios del auténtico

conocimiento del clan de los MacNjil.

6 Dagda (proto-celta Dagodeiwos; irlandés antiguo dag dia; irlandés Daghdha /dˠəi/;

literalmente, "Dios Bueno") es el dios principal de la mitología celta irlandesa, integrante de los Tuatha Dé Danann. Las historias representan a Dagda como una figura de inmenso poder, armado con una enorme porra mágica. El extremo del arma podía matar a nueve hombres de un golpe, haciendo crujir sus huesos como guijarros bajo los cascos de un caballo, mientras que el mango podía devolver la vida a los muertos. Dagda poseía además un arpa de roble llamada Uaithne con la que podía controlar el orden de las estaciones, así como interpretar otros acordes de efectos igualmente mágicos. Dagda también está asociado a la abundancia, ya que se le atribuye la propiedad de un caldero mágico sin fondo con cuya comida podría saciar a todos los hombres de la Tierra.

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2 El falso occidente

El buen Dios había querido dirigir sus pasos no hacia el occidente, el

lugar en el que sus antepasados creían que resucitaban las almas y

emprendían el camino de regreso al cielo, sino hacia unas tierras

extrañas, pero hermosas. Unas tierras que todos conocían con el

nombre de Fuente Urbel.

Como ocurre siempre

entre los hombres, sin ellos

buscarlo, un encuentro casual

cambió tanto el destino de

Aidan como el de los demás

hombres de su grupo de

canteros. Movido por la

curiosidad, Aidan se dirigió

hacia uno de los acantilados de

la abrupta costa a la que

acababan de llegar. Sentado en

una gran piedra, encontró a un

viejo clérigo. Tenía un libro

abierto entre sus manos y se

cubría sus ojos con una venda.

El maestro cantero se dirigió

hacia él. Al oírlo acercarse, el

anciano sacerdote le saludó en un correcto latín eclesiástico. Aidan

respondió el saludo, mientras se sentaba junto a él. Durante más de

veinte minutos, los dos permanecieron en silencio oyendo el rumor

del mar.

Mal tiempo para abandonar las nobles costas de Scottia, la

vieja Hibernia dijo de repente el clérigo en un perfecto gaélico.

Aidan se quedó sin saber qué decir. El viejo sacerdote prosiguió

como si no pasara nada.

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También yo partí de la noble Scottia hace ya muchos años

cuando entre nosotros se hizo público que se precisaban jóvenes

sacerdotes para cubrir las necesidades espirituales de las

Extremaduras de los nuevos reinos cristianos hispanos, al ir estos

ganando tierras de forma constante al infiel.

Perdón por mi sorpresa respondió ya calmado Aidan. No

esperaba que la primera persona que encontrase en la tierra de Los

hijos de Mil fuese precisamente un Scotti.

No te preocupes le tranquilizó el viejo sacerdote, de

forma anónima y en diferentes oleadas hemos ido viniendo muchos

de nosotros, canónigos pobres7, para formar parte de los nuevos

cabildos que se constituyen en las catedrales de las ciudades que se

toman a los sarracenos. Además, ya sabes lo que se cuenta.

¿El qué?

No somos los primeros Scotti que hemos regresado a vivir

aquí, la tierra de nuestros antepasados, los hijos de Mil8. De hecho, si

caminases un poco más hacia el este de Hispania, verías cómo los

navarros se visten con ropas negras y cortas hasta las rodillas como

nosotros.

¿A qué se debe esto?

Cuentan que los navarros descienden de nuestro linaje, por lo

que son semejantes a nosotros en sus costumbres y también en su

aspecto. Tienes que saber que es tradición que el mismo Julio César

7 Esta parece ser que fue una práctica habitual. La necesidad de nuevos sacerdotes para las

tierras ganadas al Islam hizo que los diferentes grupos de clérigos o cabildos se constituyeran con canónigos pobres venidos de diferentes territorios. Éste es, por ejemplo, el caso del cabildo de Zaragoza, constituido por canónigos pobres de diversas regiones en 1121, acabó siendo regularizado en 1160. 8 Fuente Urbel del Tozo, antes de la llegada de los romanos, era territorio Turmogo (pueblo

pacífico celta), después amigo de Roma. El Territorio de los Turmogos ocupaban la zona centro-occidental de la actual Provincia de Burgos y parte de la oriental de Palencia. La ocupación del territorio era en alturas de más de 1000 m., con amurallamientos de carácter defensivos y de guarda de ganado, que podrían ser estacionales y poblamientos en llano, dominando la cuenca fluvial (Fuente Urbel) de mayor extensión que las anteriores y también con amurallamiento, y que son los principales núcleos económicos, que perviven en la época romana.

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envió a tres pueblos, uno de ellos el nuestro, para someterlos, ya que

no le pagaban los tributos. Los nuestros acabaron matando a todos

los varones y se quedaron con sus mujeres con las que tuvieron

hijos.

Jamás había oído nada.

Por eso, los navarros se llaman así, ya que su nombre se

traduce al latín como non verus, es decir, no verdadero. Son una

estirpe no auténtica, de hijos ilegítimos. Eso es lo que afirman

algunas tradiciones.

Seguro que alguien reflejará todas estas historias en un libro

famoso9.

Seguramente. Pero, dejemos de hablar del pasado. ¿Hacia

dónde te diriges con tu grupo?

¿Cómo sabes que dirijo un grupo?

Sólo el bas, el jefe, debe atreverse a adentrarse en lo

desconocido mientras el resto del grupo custodia la preciosa barca

sentenció el viejo.

Hacia el ocaso del sol, a las obras que se están realizando en

la catedral que se está construyendo en honor del santo hermano del

discípulo amado. Siempre, eso sí, si el buen Dios quiere...

Veo que llevas en tus pensamientos al buen dios, aquel que

nuestros antepasados conocían como Dagda. ¿De dónde vienes con

tu grupo?

9 Estas tradiciones sobre la relación de los navarros con los Scotti, efectivamente, se

recogieron en un libro, El Codex Calixtinus o Códice Calixtino, un manuscrito iluminado de mediados del siglo XII. Contiene sermones, himnos, milagros, relatos de la translación del Apóstol, textos litúrgicos y piezas musicales relacionados con el Apóstol Santiago. Su cuarto libro narra el descubrimiento de la tumba por Carlomagno. El quinto constituye una especie de guía para los peregrinos que seguían el Camino de Santiago en su viaje a Santiago de Compostela, con consejos, descripciones de la ruta y de las obras de arte así como de las costumbres locales de las gentes que vivían a lo largo del Camino. Este documento se custodia en la Catedral de Santiago de Compostela. En concreto, estas tradiciones se recogen en el Liber Peregrinationis, el libro V.

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De la bahía de Murlough le informó Aidan. Pertenezco al

noble clan de los MacNjil.

¿De la bahía de Murlough? Eso está junto a la nueva tierra de

los Scotti. Largo viaje. ¿Por qué invocas a Dios en una forma antigua?

Mi abuelo me enseñó los antiguos nombres del Dios único y

Santa Trinidad.

Si es así, ni tú ni tu grupo os tenéis que dirigir hacia el final,

hacia Santiago, hacia el Campo de las estrellas.

¿Qué quieres decirme, noble anciano?

Allá acuden cada día grupos de canteros, cuadrillas enteras

con sus familias. Tu grupo es especial. Estoy convencido de que tanto

tú como tus seguidores profesáis votos eclesiásticos como yo. ¿Sois

Culdees10?

Sí, así es.

Por lo tanto, maestros artesanos con

algunos votos que acudís a la llamada de la

vieja tierra de los hijos de Mil por mar y en

barca, tal y como llegó el cuerpo del glorioso

Santiago hasta las tierras del Finis Terrae,

de la misma manera como yo hice hace ya

muchos años.

El buen Dios ha conducido nuestra

barca a estas tierras y también te ha puesto

en nuestro camino.

Vuestro trabajo en el templo del

Santo Apóstol Santiago puede esperar.

Vuestro camino no es el mismo que el de las

10 Culdees, en la Edad Media. eran originalmente los miembros de las comunidades

monásticas y eremíticas cristianas, de naturaleza ascética, de Irlanda, Escocia e Inglaterra. El término es utilizado por San Juan Evangelista.

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demás cuadrillas de canteros laicos. Tienes que conocer que el buen

Dios se está manifestando en un lugar más allá de estas altas

montañas.

¿Cómo lo sabes?

A través de uno de sus ángeles, el buen Dios me habló, hace

ya unos cuantos años, en un sueño provocado por las llamas de

Imbolc11. Como tú ya conoces, esa fiesta que crearon nuestros

antepasados celtas para exaltar la luz y el fuego purificador, justo en

mitad del invierno. Esa fiesta que, ahora, la iglesia de Roma celebra

en dos días, el 1 y 2 de febrero, dedicando el primero a nuestra

Santa Brígida irlandesa y el segundo a la fiesta de la Candelaria, la

fiesta de las velas. Pero, todo esto tú ya lo sabes. Además, Santa

Brígida no es sólo la protectora del fuego y del hogar, de la poesía y

de la curación sino que también es la patrona de los grandes

artesanos como lo eres tú.

Como tú dices, todo eso ya lo sé.

Veo que no me preguntas por qué tengo un libro abierto si

llevo una venda en los ojos.

Sé que, si tú quieres, me lo explicarás.

Para ti, hoy, yo soy el símbolo de la fe en la verdadera

revelación cristiana. Sabía que vendrías.

Pues, aquí estoy.

Sí, aquí, estás. El ángel de la luz me dijo: “Más allá de estas

montañas, existe un lugar, junto a las fuentes de un río cuyo sendero

es de aguas negras, en el que se acabará construyendo un nuevo

templo cristiano. Cada mañana de Pascua, sube a esa loma. Cubre

tus ojos con una venda y abre el evangelio de San Juan. A tu

11 Imbolc es uno de las cuatro principales festivales del calendario celta, asociado con el ritual

de la Fertilidad, También como el día de Santa Brígida o Brigid, y en tiempos más recientes ha sido celebrado como el festival del fuego, uno de los ocho días festivos (cuatro solares y cuatro lunares) o Sabats de las rueda del año. En Escocia, el festival es también conocido como Latha Fhèill Brìghde, en Irlanda como Lá Fhéile Bríde y en Gales como Gwyl Ffraed.

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encuentro, un año, llegará un Scotti, envíalo.” Hoy, se ha cumplido

mi viejo sueño.

¿Qué tiene de especial ese lugar? preguntó Aidan.

Desde tiempos antiguos, las aguas negras de sus fuentes son

sagradas y han sido utilizadas tanto para forjar indestructibles

metales como para sanar a los hombres y a los animales.

¡Los atributos antiguos de Dagda, del buen Dios! exclamó

excitado Aidan.

El caldero y la vida sentenció el viejo, forjados por el

camino sagrado de las aguas negras y por el fuego.

¿Cómo podremos encontrar ese lugar? preguntó curioso

Aidan.

Siguiendo la ruta de los viejos caminos de los hijos de Mil.

Esas viejas rutas por las que nuestros antepasados celtas movían sus

rebaños de ovejas y vacas y, además, comerciaban. Sí, esos viejos

senderos que acabaron convirtiéndose en calzadas romanas. Por lo

tanto, sigue el camino de piedra que atraviesa estas montañas hacia

los robledales del sur y encontrarás ese sagrado lugar.

Parece un buen lugar para pastorear rebaños a la manera de

la vieja reina Medb.

Allí se deben dirigir tus pasos sentenció el viejo. ¿Lo has

entendido bien? A pesar de los romanos, tanto los antiguos como los

actuales de la iglesia de Roma, todavía quedan en ese lugar nobles

gentes que conocen las sagradas propiedades de esas aguas.

¿Acaso tiene nombre ese lugar? acabó preguntándole Aidan

al viejo sacerdote.

Sí, ese lugar se conoce como Fuente Urbel. No te lo pienses

más. Hacia la catedral de Santiago, pueden dirigirse otros talleres. El

tuyo tiene una misión divina. Debe encontrar las fuentes del Urbel,

donde las aguas negras son sagradas.

Pero... empezó a vacilar Aidan.

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No hay peros que valgan. No te preocupes. Seréis bien

recibidos por sus gentes. Son clanes rudos, pastores en su mayoría,

pero buenas familias. En definitiva, son una tribu con corazón noble

como el de todos los celtas. Valientes tanto en la paz como en la

guerra. Hospitalarios, alegres y orgullosos de ser los guardianes de

unas de las fuentes sagradas de los hijos de Mil.

¿Nos recibirán bien?

¿Acaso un celta puede recibir mal a sus hermanos12?

sentenció el viejo. No dudes. Hacia esas fuentes debes dirigir a

tus compañeros de peregrinaje. Os he estado esperando durante

mucho tiempo. Mi destino se ha cumplido. Ahora, ahora tú debes

cumplir el tuyo: Caelum non animum mutant qui trans mare current.

Sin decir nada más, el anciano sacerdote se quitó la venda de

los ojos. Después, se levantó de la piedra y, sin volver la vista atrás,

se perdió por un estrecho camino que se adentraba en el corazón de

un frondoso robledal. Mientras lo veía marchar, Aidan pensó que el

viejo sacerdote todavía conservaba con orgullo la noble sabiduría de

los últimos druidas. Después, tomó la decisión de no oponerse a su

suerte; un destino que había sido dictado por un ángel de la luz del

buen Dios. Además, Aidan creyó que la máxima de Horacio con la que

se había despedido el viejo sacerdote era toda una premonición:

Quienes atraviesan los mares cambian de cielo pero no de alma.

12 Pese a los escasos datos disponibles, se puede caracterizar a los celtas Turmogos como

una sociedad de estructura clásica guerrera, similar a sus vecinos celtíberos, con un funcionamiento dual pastoril (principalmente en zonas de serranía, con presencia de ganado caballar, ovino y porcino) y agricultura cerealista (en los valles y zonas más llanas donde se hallan las principales poblaciones y numerosos restos de silos de almacenaje, molinos, hoces,…). El aporte alimenticio se vería completado con caza menor y mayor (acusada presencia de restos de cérvidos). Asimismo, en los principales núcleos poblacionales, parece haberse desarrollado una industria textil de entidad, a juzgar por los numerosos hallazgos de pesas de telar.

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3 El nuevo camino

Aquel lejano día de su encuentro con el viejo sacerdote, Aidan había

vuelto a comprobar cómo la fe puede dirigir las voluntades de los

hombres por caminos en apariencia intransitables. Al cabo de unos

cuantos días de viaje, el grupo encontró el sendero de piedra y dirigió

sus pasos en busca de unas fuentes en las que el agua era sagrada.

El camino no fue fácil. Además, en más de una ocasión, las

dudas asaltaron al grupo. Sobre todo, cuando se encontraban con

cuadrillas de canteros que se dirigían a emplearse en las grandes

obras que se estaban realizando a lo largo del camino de occidente.

Sin embargo, Aidan fue obstinado. Ese templo que le había

profetizado un viejo sacerdote era una oportunidad única. Las últimas

palabras de su abuelo antes de marchar de casa para formarse en el

monasterio se habían convertido en realidad.

Aidan, recuerda siempre que la existencia del hombre no es

nada sin el fuego de la luz, la vida del agua y la meditación de las

palabras sabias que el buen Dios nos dicta a través de los hombres y

la naturaleza.

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Aidan lo sabía. Por eso, durante el camino, había ido dando

vueltas a la imagen perfecta que quería dedicar al buen Dios, aquel

que sus antepasados habían conocido bajo el nombre de Dagda.

Esculpiré se repetía constantemente, una figura sedente

que sostenga con unas largas tenazas un objeto apoyado en un

yunque, haciendo que otro personaje golpeé el metal con un martillo

o clava, al tiempo que una enorme ave coma de ello y defeque sobre

un caldero. De esta manera, podré colocar al buen Dios, bajo la

forma antigua de Dagda, en el ábside, el lugar que por derecho

propio le corresponde.

El maestro cantero siempre había creído que eran compatibles

las viejas leyendas que le contaba su abuelo, el bardo del noble clan

de los MacNjil, con la verdad sagrada de la Biblia. Además, su abuelo

le había explicado que siempre había coincidencias entre las leyendas

de los pueblos vecinos, como les sucedía a ellos con las de los

hombres del norte13 que, constantemente, les asaltaban por el mar.

Los hombres no hacen más que cambiar los nombres de los

personajes, pero sus ideas fundacionales son siempre las mismas. No

obstante, su abuelo había sido un gran cristiano que siempre se había

encargado de recordarle la esencia de su fe.

A lo largo de la historia, los hombres han utilizado diferentes

nombres y han narrado divergentes historias para explicar una única

verdad: existe el buen Dios; un Dios que trabaja cada día en su

creación y un Dios que tiene el poder de matar, pero también de

restituir la vida al hombre.

13 De hecho, esta imagen, Pedro Luis Huerta la vincula al relato de una saga nórdica, en

concreto, el de Thidrek, donde un héroe llamado Wieland forja una espada; pero, al no estar contento con el resultado, la pulveriza. La mezcla con harina y se la da de comer a tres aves a las que había mantenido en ayunas durante tres días. Pero, este análisis no propone esta misma línea de interpretación para el resto de las imágenes. De hecho, se presenta como el análisis de un solo capitel. Sin embargo, en este calco de personajes de las diferentes leyendas, tampoco se debe olvidar al herrero anfitrión del héroe de las sagas irlandesas, Cu Chulainn, relato anterior a la leyenda escandinava. La interpretación de todo este conjunto iconográfico como un colectivo de imágenes que vienen a poner de manifiesto la presencia del arte célico cristiano en Castilla, en el siglo XII, se debe al trabajo del grupo de investigación Ailbe, adscrito a Círculo Románico.

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19

Por esta razón, cuando colocó la escultura de Dagda supo que,

con el pasar de los años, muchos hombres ni sabrían interpretar lo

que significaba el caldero ni mucho menos todavía entender que el

martillo, la clava, representaba un ancestral atributo del buen Dios de

la vida y de la muerte.

Pero, él no era el único del grupo preocupado por el tema de la

transmisión del conocimiento. Eunan, un tipo algo rudo en sus

modales pero siempre honesto, el encargado en el grupo de

transportar atados a la cintura los pocos libros que poseían, le había

comentado un día sus preocupaciones.

Si quieres colocar la antigua imagen de Dagda como

homenaje silencioso de agradecimiento a los hijos de Mil, no debes

olvidarte de esculpir también el símbolo de nuestro camino, la barca.

El buen Dios, a través de su palabra encarnada, nos hizo peregrinos

en esta tierra tal y como se nos recuerda en el capítulo 11 de la Carta

a los Hebreos.

Dices verdad le había contestado Aidan. Nosotros hemos

venido a hablar, a través de las imágenes que esculpimos en las

piedras, del buen Dios desde tierras lejanas, pero podemos plasmar

nuestro camino en esta idea de la barca14. Una barca en la que se

vean reflejados hombres que viajan, pero que no pescan con redes.

Nosotros no somos los pescadores de Galilea; sólo somos unos

hombres que imitamos el ejemplo de nuestro glorioso padre Abrahán

saliendo de nuestra tierra para dar testimonio de nuestra fe siguiendo

el curso de los astros.

14 La cristiandad celta irlandesa se caracterizaba por una tendencia a un estricto ascetismo y

por la importancia de los monasterios en la base de la organización eclesiástica y social-tribal. Sus monjes practicarían la “peregrinación por Cristo” (peregrinatio propter Christum) como práctica penitencial y ascética, abandonando temporal o permanentemente la propia patria y viajando por tierra y/o por mar. Lógicamente, una consecuencia directa habría de ser la acción misionera en las zonas por las que pasaban o donde se asentaban. Pero baste ahora recordar, por el relieve que tuvieron en la difusión del Evangelio y en la edificación de la civilización cristiana en Europa, que los monjes irlandeses realizaban sus largos viajes de peregrinación propter Christum, a causa de Cristo.

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20

Ya hacía algunos años de la aparición del grupo de extraños

canteros por las fuentes del río Urbel. Nadie de esos lugares había

preguntado nada. Sus prácticas y forma de vida no dejaban ningún

lugar para la duda. A pesar de su diferente ropa y de sus extrañas

costumbres, su fe no tenía resquicios. Eran verdaderos y buenos

cristianos.

Los pocos pobladores de aquel magnífico paraje lo tuvieron

claro desde el primer momento. Necesitaban buenos canteros y estos

hombres lo eran. Los lugareños sabían que jamás podrían contar con

la sabiduría de todos aquellos que habían aprendido el oficio a la

sombra del gran monasterio de Silos. Sin embargo, el buen Dios, una

fría mañana de primavera les había traído un grupo de hombres que,

a pesar de casi no hablar, trabajaban espléndidamente la piedra.

Eran extranjeros. El mar, las montañas, el sendero de piedra y la

fama de sus aguas sagradas los habían conducido hasta ellos.

Trabajaban bien. No importaba nada más. Ellos querían construir una

iglesia. Ellos les ayudarían, como así hicieron.

Durante esos años, nadie se quejó de nadie. No eran amigos,

pero tampoco unos extraños. Esos hombres, que les había traído el

mar, usaban pocas palabras. Las gentes buenas de Fuente Urbel

Page 21: La Leyenda de Las Aguas Negras

21

también se formaban de generación en generación en el silencio, su

profunda fe y el trabajo. Todos sabían que estaban compartiendo

momentos memorables. Pasarían a la eternidad de la vida a través de

ese magnífico templo que estaban levantando. Aquellas bóvedas de

piedra y aquellas esculturas tendrían el valor de detener todos los

impulsos del tiempo.

Page 22: La Leyenda de Las Aguas Negras

22

4 La confesión

La vida cambió para Aidan el día que uno de sus jóvenes compañeros

murió por no haber querido delatarlo. Se lo había hecho jurar a

todos, pero Kalen no lo cumplió. No abrió la boca. No quiso

condenarlo. No obstante, lo peor de todo fue que tuvo que estar

presente en su interrogatorio. El arcediano franco lo obligó. Hasta ese

momento, los hombres más experimentados como Fiacre o Ciaran

habían cumplido lo pactado. Lo habían señalado como el único

culpable del programa iconográfico. Ellos sabían que la preservación

del pensamiento de sus antepasados estaba por encima de cualquier

vida. Por eso, no vacilaron y confesaron.

Pero el caso de ese joven había sido distinto. Lo que, en un

principio, parecía una nueva farsa, resultó una pesadilla. Los soldados

del obispo lo habían dispuesto una vez más. Todos los clérigos lo

tenían claro, sería una mañana más. Tenían ganas de que acabase

pronto. Si todo iba como tenían previsto, sería uno de los últimos

interrogatorios.

Nombre preguntó el clérigo que hacía las funciones de

secretario de las sesiones.

Kalen

Cargo en la cuadrilla

Aprendiz

Tenían un formulario ya resuelto. Sabían que con sólo tres

preguntas se acababan las sesiones y podían volver a hacer lo que

hacían, esperar a que los días pasasen. Todos los clérigos tenían

ganas de regresar a Burgos. Se estaba transformando en una

próspera ciudad y la vida allí era más agradable. También existían

mejores manjares.

El responsable de esta herejía es…

Lo habían dejado muy fácil. Después del interrogatorio primero

sobre Fiacre, habían visto que todos estaban dispuestos a facilitarles

Page 23: La Leyenda de Las Aguas Negras

23

las cosas. Por eso, cada interrogatorio, previsto en principio para que

durase como mínimo un día, se había concentrado en tan solo tres

preguntas. Los acusados respondían de forma mecánica. En primer

lugar, indicaban su nombre; en segundo, su cargo y acababan con la

misma palabra, Aidan, como respuesta de la tercera y última de las

preguntas. Pero, esa mañana no había sido así.

Se produjo un tenso silencio. Aquel muchacho no respondía.

Todos los clérigos se miraban. Estaban confundidos. Era como si, de

repente, aquel joven hubiese caído en el mayor de los olvidos. El

clérigo volvió a la carga.

El responsable de esta herejía es…

De nuevo, llegó el momento del silencio. El rostro del joven no

expresaba ninguna duda. Aidan empezó a ponerse nervioso. No pudo

soportar lo que estaba sucediendo. Tomó la palabra.

Kalen, por favor, no lo hagas. Di la verdad. Sólo tienes que

decir un nombre. Lo conoces perfectamente. Es el mío.

El muchacho calló. Parecía como si sus palabras se hubiesen

escurrido en la profundidad de su garganta. Su rostro no reflejaba ni

angustia ni miedo. Todo lo contrario. Los ojos del muchacho eran la

expresión máxima de la serenidad.

Entonces, el arcediano franco golpeó sobre la mesa que presidía

ese tribunal acusatorio. Temblaron los papeles y los tinteros, así

como el resto de los clérigos.

Muchacho, déjate de tonterías. Ya lo sabes, estamos en

tierras de la Santa Iglesia. No lo dudes jamás. Aquí, su poder es

absoluto. Pero, no tengas miedo, la Santa Iglesia se preocupa y cuida

muy bien a todos sus miembros. Sólo tienes que darnos un nombre.

No respondió. Se quedó sin decir nada. Su cuerpo estaba rígido

como si sus pensamientos no tuviesen ninguna perspectiva sobre lo

que le podría acabar pasando. Pero, no era así. Kalen tenía todo muy

claro. Había tomado una decisión. Por eso, sus ojos miraron con

Page 24: La Leyenda de Las Aguas Negras

24

calma tanto a los clérigos como a los soldados que lo custodiaban. El

clérigo franco perdió los nervios.

Quieras o no quieras, la Santa Iglesia ha decidido por ti. Estás

bajo su protección. Ella te cuidará hasta el día de tu muerte. A

cambio, a cambio, sólo te pide que le seas fiel, que digas sólo un

nombre. Un nombre nada más. A los miembros de la Santa Iglesia no

nos gustan las lágrimas humanas. No queremos hacerte sufrir. No te

queremos torturar para que nos digas el nombre que todos los demás

miembros de tu grupo ya nos han dado. No seas estúpido. Di, de una

vez por todas, ese nombre y te dejaremos marchar como hemos

hecho con los otros.

Kalen no contestó. Se comportaba como si no le importasen las

amenazas y estuviese dispuesto a soportar todo el dolor del mundo.

El arcediano volvió a las andadas. Lo intentó convencer. En el fondo,

le daba pena tener que someter a tortura a un joven tan hermoso.

Muchacho, recuerda que, si eres fiel a la Santa Iglesia, ella te

cuidará y nunca jamás en tu vida tendrás que preocuparte por lo que

comerás y vestirás. Ella sabrá, en todo momento, tus necesidades y

te las satisfará. Sé fiel y no seas un estúpido. Si dices el nombre, te

prometo que, mañana mismo, dos soldados del obispo te

acompañarán hasta Burgos y que entrarás a formar parte del servicio

privado de su ilustrísima.

Cuando el arcediano pronunció estas últimas palabras, el joven

sintió cómo la rabia se apoderaba de él. Con un rápido y seco gesto,

desenfundó el puñal de uno de los dos soldados que estaban

colocados a su lado. Avanzó un poco e hizo la intención de levantarlo

como si quisiera tirárselo al clérigo. Se produjo una gran tensión. Los

soldados desenvainaron sus espadas y lo rodearon.

Quietos les ordenó. No lo hagas. No ejerzas jamás

ninguna forma de violencia contra ningún miembro de la Santa

Iglesia. Roma no te lo perdonará nunca. Sólo te pedimos que seas fiel

Page 25: La Leyenda de Las Aguas Negras

25

a la Santa iglesia, tu verdadera madre. Si lo haces, te olvidarás para

siempre de tus necesidades materiales. Te lo prometo.

Sólo el espíritu respondió Kalen, se perpetúa de

generación en generación. Sólo el espíritu. Maestro Aidan, ahora,

como me llevas enseñando desde hace algunos años, se debe iniciar

mi camino de la purificación; un camino de la purificación que, como

tú me has inculcado, consiste en recordar algo sencillo. Un nuevo

ciclo de vida es posible después de la muerte y...

El maestro cantero supo entonces lo que tenía pensado hacer

su joven aprendiz. Intentó levantarse del taburete en el que se

encontraba. No pudo. Los dos soldados que lo custodiaban se lo

impidieron. Lo retuvieron por sus hombros. Aidan sabía que tenía que

hablar. Aquel muchacho estaba dispuesto a hacer una barbaridad. Lo

había intuido. Era capaz de condenar su alma para siempre.

Kalen, por favor, no lo hagas, piensa en la paz de Dios. Tú

debes convertirte en el que detenga el choque de estas dos maneras

de entender la fe, la romana y la nuestra, la de nuestros

antepasados.

Page 26: La Leyenda de Las Aguas Negras

26

Maestro, eso queda muy bien en nuestras esculturas. El joven

que detiene a los dos caballeros que representan las dos maneras de

entender la fe, la de Roma y la nuestra, la que ellos denominan

cristiano celta. Pero, eso queda muy bien en imágenes y nada más.

De repente, como si sintiera que había perdido la última

libertad que le quedaba, cambió la dirección de la mano. Con un

movimiento rápido y preciso, como se hace al matar a los corderos,

acabó cortándose el cuello. Su cuerpo cayó al suelo. Algunos soldados

quisieron acercarse para intentar ayudarlo, el arcediano se lo impidió.

¡No lo toquéis! gritó, acaba de condenar su alma para

siempre.

El clérigo se levantó de su silla y se acercó hasta el muchacho.

Estaba intentando respirar, pero no podía. El arcediano le acarició el

pelo. Kalen le dirigió su última mirada.

Joven y hermoso muchacho le dijo mientras no paraba de

toquetear su rostro, la idea de una resurrección es extraña al

pensamiento humano. Pero, es nuestra única salvación y la acabas de

perder. La vida es un regalo del gran Dios y jamás se acabará. Ella

cambia, varía, se transforma, pero se va haciendo constantemente a

sí misma.

Ni lo dejarás morir tranquilo gritó Aidan. Hasta en sus

últimos momentos de vida, le tienes que aleccionar.

¡Calla y escucha! Tú tienes la culpa de esta muerte y de todo

lo que está ocurriendo. Ya lo sabías. La Santa Iglesia se encarga de

vigilar la correcta interpretación de la verdad. Pero, claro, tú no

podías pensar como el resto de los hombres. Lo queráis o no lo

querías, todos vosotros también habéis empezado el camino de la

Santa Iglesia. Sólo lo podréis abandonar cuando muráis.

El maestro cantero quiso librarse de los soldados. No le

dejaron. Uno de ellos le acabó dando un golpe en la cabeza con la

empuñadura de su espada. Aidan se desmayó. El arcediano se acercó

Page 27: La Leyenda de Las Aguas Negras

27

hacia el cuerpo desmayado del escultor. Le cogió de su melena y con

la otra mano le pegó una fuerte bofetada en la cara.

¿Qué haces con estos pelos cortados a la manera de los

antiguos druidas? ¿Por qué conservas esa que llaman la tonsura de

San Juan? Soy galo y, por lo tanto, sé de los celtas como tú. Tú no la

has escogido, ha sido ella, la Santa Iglesia, la que te ha escogido a ti.

De nuevo, volvió a tirar de la cabellera de Aidan y lo abofeteó.

El cantero no respondió. El clérigo gritó fuera de sí.

No lo olvides jamás. En tu interior, vuelves a tener la

oportunidad de llegar al conocimiento verdadero y, allí, encontrarte

con el único Dios. Pero, creo que eso ya lo conoces muy bien.

Después, lo soltó y la cabeza de Aidan acabó chocando

violentamente contra el suelo. El clérigo no se inmutó.

Ahora, queridos hermanos y soldados, dejémonos de charlas.

Enterrad a ese desgraciado joven y encerrad al otro con los demás.

Después, comamos todos un poco y descansemos tranquilos. Aquí

nadie nos tocará ni uno solo de nuestros pelos.

Todos se miraron. Nadie hablaba. Nadie había sido capaz de

anticipar la fuerza interior que había arrastrado al joven aprendiz a

crecerse, en definitiva, a mostrarse como un consumado adorador del

buen Dios. Algo dentro de él le llevó a tomar esa última decisión. Si

los clérigos querían una prueba de su fidelidad al modelo de fe en el

que había estado educado, allí la tenían, su propio cuerpo. Su

cadáver se había convertido en la evidencia definitiva de una manera

de expresar la fe que se había forjado en el misterio de las piedras y

en el secreto de las voces de la sensibilidad de sus antepasados.

Page 28: La Leyenda de Las Aguas Negras

28

5 Pensamientos

Aidan pasó los siguientes días pensando. Hablaba poco. Sólo

recordaba. Era como si con la evocación quisiera retornar a Kalen a la

vida. Por eso, aquella tarde se acordó de cómo, al poco tiempo de

llegar a las fuentes del río Urbel, Fiacre, el mejor escultor del grupo,

había decidido que debían labrar alargadas figuras en los capiteles.

Además, también había sido Fiacre el que le había solicitado que

ideara un programa iconográfico lógico.

Bas le dijo, aunque quieras realizar un homenaje a la

vieja tierra de los hijos de Mil, debes pensar que nosotros pasaremos,

pero no así las piedras.

Ya lo sé. El orden de las imágenes lo llevo grabado en mi

memoria desde que abandonamos la bahía.

No lo dudo. Sin embargo, debe de ser un programa que

contenga elementos que estas gentes y, sobre todo, que sus clérigos

puedan entender.

¿Por qué dices esto?

Page 29: La Leyenda de Las Aguas Negras

29

Porque sabes muy bien respondió triste Fiacre, que

podemos jugarnos la cabeza.

El orden de las esculturas se compone de un núcleo y de

imágenes complementarias. En el núcleo de las imágenes está la

clave, ya que se compone de un recorrido: si queréis llegar a ser

santos, como aspiramos nosotros, para contemplar a nuestro buen

Dios, deberéis seguir el camino de la imitación de Cristo, tal y como

lo hicieron dos de nuestros grandes santos.

De esta forma tan sencilla, Aidan quiso tranquilizar a Fiacre de

la manera que él mejor sabía, a través de la explicación de su

pensamiento con precisas palabras.

Bonitos principios, pero ¿cuáles serán sus imágenes? Por

ejemplo, apreciado Aidan, ¿cómo piensas esculpirnos a nosotros y a

nuestra idea de ser santos?

De una manera fácil de comprender. Nosotros somos un

grupo, por eso, pienso esculpirnos en el contexto de nuestra fiesta de

la noche de todas las ánimas, el Samhain15, la noche que la iglesia de

Roma ha convertido en la fiesta de Todos los Santos.

¿Nos quieres colocar gozando ya de la eternidad del tiempo?

¿Acaso no estamos realizando nuestra propia peregrinación

hacia Cristo con este fin? Nuestra única patria es el Cielo.

15 Samhain es la festividad de origen celta más importante del periodo pagano que dominó

Europa hasta su conversión al cristianismo, en la que la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre servía como celebración del final de la temporada de cosechas en la cultura celta y era considerada como el «Año Nuevo Celta», que comenzaba con la estación oscura. Es tanto una fiesta de transición (el paso de un año a otro) como de apertura al otro mundo. Su etimología es gaélica y significa 'fin del verano'. El calendario celta dividía el año en dos partes, la mitad oscura comenzando en el mes de Samonios (lunación octubre-noviembre), y la mitad clara, comenzando en el mes de Giamonios (lunación abril-mayo). Se consideraba que el año comenzaba con la mitad oscura, así Samonios se convertía en el año nuevo celta. Todos los meses comenzaban con la luna llena y la celebración del año nuevo tomaba lugar durante las «tres noches de Samonios», la luna llena más cercana entre el equinoccio de otoño y el solsticio de invierno. Las lunas llenas marcaban el punto medio de cada mitad del año durante las cuales se celebraban festivales..

Page 30: La Leyenda de Las Aguas Negras

30

Lo que tú digas aceptó Fiacre. ¿Y la representación de

nuestro buen Dios a la manera de los antiguos Scotti de la bahía de

Murlough cómo la has pensado?

Estamos en una tierra donde el agua, por ser sagrada, forja

poderosos metales y sana a los hombres y a los animales, el caldero

y la clava no pueden faltar.

Me parece bien. Pero, ¿cómo hablarás de la imitación de

Cristo?

Con un símbolo de la naturaleza de estas tierras, con el Lilium

Candidum, con la representación de cuatro tulipas de lirios orientadas

hacia abajo y con seis pétalos cada una.

Me parece una gran intuición representar a Cristo como lirio

tal y como indican tanto San Jerónimo como San Bernardo. Además

confirmó Fiacre, la tulipa de un lirio tiene la forma de una copa,

de un cáliz.

Page 31: La Leyenda de Las Aguas Negras

31

Por eso, el otro capitel llevará también el símbolo cristológico

del cáliz. No olvides que del cáliz eucarístico, de la sangre derramada

de Cristo, es de lo que hablaron proféticamente nuestros antepasados

a través del símbolo del caldero de Dagda. Ahora, es nuestro Grial, el

que San José de Arimatea trajo a nuestras islas, en Britania. Por eso,

para el último capitel tengo pensada una síntesis del cáliz con nuestro

antiguo mito celta del hombre pájaro del mundo invisible; ese Cielo

en el que, ahora, creemos que se encuentran todos nuestros santos

en espera de la segunda venida de Cristo.

¿Cómo conseguirás esto? preguntó admirado Fiacre.

Jugando con el nombre de los dos grandes santos cuya vida

imitamos: San Columba y San Columbano. Escupiremos dos palomas,

columba en latín, como tú muy bien conoces, con cara de hombre

que sostengan un caldero, quiero decir, un cáliz.

¡San Columba y San Columbano como los guardianes de lo

maravilloso del universo, de Cristo! Así como nuestros antepasados

intuyeron la existencia de un buen Dios, al que llamaron Dagda, que

poseía el poder de la vida y de la muerte en un caldero, así nosotros,

Page 32: La Leyenda de Las Aguas Negras

32

verdaderos cristianos, conocemos que la vida eterna se hace presente

en un cáliz cada vez que el sacerdote lo consagra.

No te emociones tanto le aconsejó Aidan, que los

sentimientos no conducen al verdadero conocimiento de los misterios

del buen Dios.

¡Oh, viejo Dagda! susurró Fiacre.

Mejor que no lo nombres así le aconsejó Aidan, y que

utilices la fórmula que a todos los habitantes de Scottia nos aconsejó

nuestro glorioso San Patricio: Hoy me alzo con poderosa fuerza e

invoco a la Trinidad con trinitaria fe profesando la unidad del creador

de todo lo creado.

La alegoría del trébol de San Patricio.

Dijo en voz alta y clara Fiacre, mientras, sin despedirse, lo

dejaba solo. Aidan no se sorprendió. Conocía muy bien el carácter del

mejor escultor del monasterio de la bahía de Murlough. Por eso, lo

había escogido. Además, él también guardaba en su memoria la vieja

historia que explicaba cómo San Patricio había convencido a los

mejores de los antiguos druidas de la posibilidad de la existencia de

un buen Dios con tres caras o con tres cabezas diciéndoles que ese

mismo Dios les había regalado una sagrada planta, el trébol, para

que, cada vez que la viesen, pudiesen creer con la luz del

entendimiento.

En sus recuerdos, Aidan se acababa de ver a sí mismo

dirigiéndose hacia su pequeña cabaña de adobe y caña mientras

Fiacre se alejaba hacia el templo. Ahora lo conocía perfectamente. El

gran Fiacre había sido capaz de esculpir en las piedras de Fuente

Urbel la milenaria fe del antiguo y noble clan de los MacNjil. Medio

dormido, el maestro cantero era consciente de que no existe otra

espiral más perfecta que la memoria del tiempo. Esa mágica realidad

que los hombres se pasan de generación en generación en sus

fabulaciones. Estaba preparado. Debía actuar.

Page 33: La Leyenda de Las Aguas Negras

33

6 La fiebre

Al día siguiente, tuvo un nuevo susto. Alguien había querido imitar el

camino de Kalen. Los clérigos se lo habían impedido. Al enterarse de

lo ocurrido, Aidan no lo dudó. De hecho, al contemplar el estado en el

que devolvieron a Ailbe, el único aprendiz del grupo que quedaba,

tomó la decisión. Sus compañeros debían huir. Sólo él era el culpable.

Por esa razón, sólo él debía pasar el amargo precio del odio y de la

incomprensión.

El joven Ailbe había entrado llorando a lágrima viva, ocultando

su mano derecha. Había querido imitar a Kalen. Quiso robar un

cuchillo a uno de los soldados. Esta vez, estaban preparados. No se

dejaron sorprender. Después, actuaron sobre el muchacho. Cuando

los soldados tiraron de malos modos al joven al interior de la choza

en el que estaban prisioneros, Ciaran, un hombre alto y corpulento, el

enfermero del grupo, se percató del problema a la primera. Se acercó

al joven.

¿Qué te han hecho? Muéstrame los dedos dislocados de tu

mano.

En un primer momento, Ailbe no contestó. De hecho, se negó a

hacerlo, encorvándose sobre su propio cuerpo. Ciaran no pudo más.

Se acerco hasta él y, sujetándole el brazo, puso al descubierto, y a la

vista de todos, la mano deformada del joven aprendiz.

Has tenido suerte le dijo. Por ahora, sólo te han dislocado

los dedos.

El que lo ha hecho sabía muy bien lo que se traía entre

manos indicó Eunan, siempre sabio en sus apreciaciones.

Sí, sólo querían asustarte y meternos miedo en el cuerpo a

nosotros sentenció Fiacre, el maestro escultor. Además, el que lo

ha realizado conoce que nosotros podemos arreglarte estas

dislocaciones, para algo somos canteros.

Page 34: La Leyenda de Las Aguas Negras

34

Estoy con vosotros intervino Aidan que había permanecido

callado hasta ese momento. Pero es necesario que intervengamos

ya y que no hagamos sufrir más al joven Ailbe. Después, tiene que

contarnos lo ocurrido. El joven aprendiz no respondió.

¿No habrás querido imitar a Kalen? le preguntó Eunan.

El muchacho calló como si con ese silencio quisiera que se

produjese la ocultación de lo que había hecho. Todos entendieron la

ausencia de sus palabras como una repuesta. Se miraron entre ellos.

Estaban preocupados.

Bueno, sea lo que sea que has hecho, joven Ailbe le

comunicó Ciaran rompiendo el silencio que se había producido,

quiero que sepas que no tengo a mano ninguna hierba u hongo

tranquilizante. Lo tendré que hacer como a los animales. Volveré a

colocar todos los huesos de tus dedos, uno a uno y dedo tras dedo,

en su sitio. No te hagas el valiente. Si sientes que te desmayas,

déjate ir; así, no sufrirás.

Mientras Ciaran le estaba acabando de dirigir estás últimas

palabras, Eunan Fiacre y el propio Aidan estiraron al joven en el

suelo. Ciaran se le sentó sobre el estómago; Fiacre sobre sus piernas.

Aidan le sostuvo la cabeza y Eunan le inmovilizó el tronco y todo su

brazo izquierdo en cuestión de segundos. El joven Ailbe casi no podía

respirar. Ciaran actuó rápido, iniciando su trabajo con el dedo

meñique. Cuando cogió el dedo anular, Ciaran ya sabía que el joven

aprendiz se había desmayado. Ya sin tantas prisas y con más

cuidado, acabó la tarea colocando en su sitio los huesos del resto de

los dedos de la mano.

Al acabar Ciaran, todos dejaron de coger o de hacer fuerza

sobre el cuerpo del muchacho. Sentados junto a su cuerpo, los cuatro

hombres se miraron en silencio. Aidan inició una vez más la oración

de La coraza de San patricio. Cuando los cuatro acabaron de recitarla

en voz alta y en su lengua materna, Aidan creyó que era el momento

oportuno de exponer su plan.

Page 35: La Leyenda de Las Aguas Negras

35

La valentía del joven Ailbe me ha recordado la fuerza del

joven rey David indico Ciaran.

Por eso lo esculpimos le indicó Eunan.

Por eso y para poner de relieve que el joven rey pastor

significaba el nuevo plan de Dios que permite borrar el antiguo

pecado de nuestros primeros padres, de Adán y Eva explicó

orgulloso Ciaran.

Teníamos que hacer referencia al ciclo del génesis y dejar

algunas resonancias de la filosofía teológica neoplatónica que, como

buenos Culdees, todos nosotros profesamos argumentó Eunan.

¿Y la figura emblemática? preguntó Ciaran.

Ya la conoces tú muy bien. Lleva aparejos de pastor, un

zurrón. No sólo eso, aparejos de pastor y corona. Todo el mundo lo

interpretará correctamente. A pesar de que pasen los siglos, todos

dirán cuando lo vean: es el rey profeta David, el iniciador del linaje

real del Mesías explicó Fiacre.

Callad de una vez les interrumpió de malos modos Aidan.

Precisamente, de planes quería hablaros. Y también todos vosotros

tenéis que ser valientes como el joven rey pastor, uno de nuestros

ejemplos bíblicos a seguir como acertadamente habéis comentado.

Esta próxima madrugada, cuando Ailbe esté ya algo mejor, debéis

huir de Fuente Urbel.

Page 36: La Leyenda de Las Aguas Negras

36

No... empezó a hablar de nuevo Fiacre. Todos tenemos el

don de la elocuencia. Todos somos sucesores del gran Oghma, de

Ogmios16.

¿Ahora quieres hablarnos del gran Dios civilizador, el Dios de

la elocuencia y de los discursos persuasivos? le preguntó Ciaran.

Y tanto que sí, afirmó Fiacre. Su fuerza no era física sino

que estaba en las cadenas, su símbolo, que unían su lengua con las

orejas de quienes le escuchaban. De hecho, ya sabéis que se explica

que a los hombres los atrapaba y encadenaba por las orejas.

Por favor, callad vuestras historias de una vez por todas.

Dejadme hablar les ordenó Aidan. Al amanecer, debéis escapar

juntos aprovechando que yo me pondré enfermo.

¿Cómo sabes que te pondrás enfermo? ¿Acaso tienes el don

de la profecía? le preguntó escéptico Eunan.

16

Ogmios era el dios galo de la elocuencia y de la escritura, de su nombre deriva oghámico, ya que se supone que fue él quien inventó el alfabeto oghámico a base de muescas y rayas grabadas sobre piedra o madera. Representado como un anciano calvo y maltrecho por la edad, vestido con piel de león y lleva maza, arco y carcaj. Arrastra multitudes de hombres atados por las orejas con una cadena de oro en cuyo extremo pasa por la lengua agujereada del dios. Ogmios es la elocuencia segura de su poder, el dios que, a través de la magia, atrae a sus fieles. Es también símbolo del poder de la palabra ritual que une el mundo de los hombres con el mundo de los dioses. En su nombre se profieren las bendiciones a favor de los amigos y las maldiciones contra los enemigos. En Irlanda, tenía su equivalente en Ogma el inventor de signos mágicos cuya fuerza es tan grande que puede paralizar al adversario. Asociado a los dioses romanos Hércules y Hermes en la tradición céltica oriental.

Page 37: La Leyenda de Las Aguas Negras

37

Dejadme primero que os explique todo le cortó seco y de

forma desagradable Aidan. Después, hacedme las preguntas que

queráis. Una vez que me ponga enfermo, llamad a los dos vecinos de

Fuente Urbel que custodian nuestra choza. Son buena gente. Gente

pacífica que nos aprecia. Cuando ellos me encuentren con fiebre,

explicadles que tenéis que ir a buscar unas plantas medicinales y, sin

ejercer violencia sobre ellos en ningún momento, abandonad

tranquilamente la estancia por la puerta. Estoy convencido de que no

alzarán su mano contra vosotros y de que os dejaran partir.

En ese momento, Aidan se levantó del suelo y se dirigió hacia el

cercano fuego. Con la ayuda de una escoba de brezo, fue haciendo

una pequeña montaña de ceniza. Se volvió hacia ellos y se puso a

comerla. Cuando acabó de tragar la primera medida de ceniza que

había tomado con la ayuda de su mano derecha, se volvió hacia sus

tres compañeros que lo observaban atónitos y les dio una orden.

Una vez que abandonéis Fuente Urbel, escondeos por algunos

meses en algún viejo robledal cercano. Estáis acostumbrados a vivir

de ellos. Cuando el joven Ailbe recobre todas sus fuerzas, debéis

separaos y, mediante un sorteo, cada uno de vosotros tendrá que

tomar un camino diferente. Es la última orden de vuestro bas. No

olvidéis que me debéis obediencia eclesiástica hasta el final de

vuestras vidas. Sólo así os salvaréis; sólo así cada uno de vosotros

acabará su propia peregrinación.

Al finalizar estas últimas palabras, Aidan les dio la espalda y

continuó comienzo ceniza hasta que la fiebre visitó tanto su cabeza

como sus entrañas.

Sabía que los verdaderos adoradores del buen Dios escriben su

propio destino desde el mismo día que deciden realizar la

peregrinación de sus vidas. Por eso, era consciente de que, algún día,

llegaría por fin el silencio a su vida y tendría que cruzar

definitivamente la nada. Las viejas leyendas morirían con su último

suspiro.

Page 38: La Leyenda de Las Aguas Negras

38

Por este motivo, Aidan conocía que, seguramente, nadie

recordaría la forma de sus palabras. Era muy consciente de que, allá,

en el borde de la nada, estaría a solas con su conciencia y con la

silenciosa voz del Dios de la elocuencia.

Su memoria era polvo y piedras. Miró hacia sus compañeros. El

camino había sido hermoso y su compañía había resultado un

encuentro lleno de abrazos y de nostalgias. Este era el último paisaje

que le quedaba a su alma. Tenía que hacerlo. Sabía que la vida

pasaba en un instante, a pesar de que los hombres se empeñaban en

celebrarla cada día como si, con ese acto, pudiesen detener la verdad

del tiempo. Estaba decidido. Nadie se lo impediría. En esos

momentos, recordó unas palabras que le había enseñado su abuelo.

Si siempre la esperanza es un veneno amargo en el

pensamiento de un hombre, todavía sabe más amarga en la boca del

que ha perdido su libertad porque ha sido arrancado a la fuerza de su

casa. Si abandonas nuestro clan, que sea de manera voluntaria.

En esos momentos, Aidan fue consciente de que él ya no era él.

En las fuentes del río Urbel, acababa de dejar para siempre al hombre

alegre y confiado que siempre había sido. La muerte de su joven

aprendiz y la actuación de Ailbe habían significado, para él, el

abandono de todos los principios de la felicidad. Estaba atontado y

triste. Una extraña confusión coronaba su cabeza. En el fondo, en

esos momentos, todo le daba igual. El maestro cantero sintió miedo

de sus propios pensamientos.

Page 39: La Leyenda de Las Aguas Negras

39

7 El héroe

Al cabo de un par de horas, la seca y dura tos volvió a hacer su

aparición. La ceniza se había encargado de irritar su garganta. Sentía

calor, mientras le parecía escuchar cierto rumor de agua. Empezó a

temblar, a sudar y a recordar. Cuando llegaron a Fuente Urbel, tenía

muy claro que debía hablar del combate que todo hombre santo tiene

que realizar contra el maligno. Sabía que la Biblia lo dejaba bien claro

a través de la figura del general arcángel, de San Miguel.

Los habitantes de Fuente

Urbel conocían su historia. Por

algo, como buenos pastores,

celebraban sus fiestas el 29 de

septiembre en honor del santo

ángel que venció al dragón en el

libro del Apocalipsis. Sin embargo,

Aidan sabía que sus antepasados

del clan de los MacNjil también

habían anticipado esa batalla final

contra el maligno en la figura de un

héroe, el joven Cuchulain.

En medio del sudor, de la

fiebre y del miedo, los recuerdos

de Aidan se alargaban como las

sombras que proyecta el fuego.

Aidan recordó la sorpresa que

causó al joven Ailbe la visión del

boceto del capitel con el que quería

homenajear al hijo del antiguo dios

Lugh, a Cuchulain.

Bas le preguntó indeciso, ¿qué expresa la lucha de ese

héroe contra tan monstruoso perro?

Page 40: La Leyenda de Las Aguas Negras

40

Pertenece al relato de una de las antiguas leyendas que

todavía recuerdan las gentes del clan de los MacNjil en las frías

noches de invierno alrededor del fuego.

Este caballero no es el glorioso San Miguel ni tampoco el

valeroso San Jorge apreció Ailbe.

Tienes razón. No es San Miguel porque no tiene alas; no es

San Jorge porque su lucha no es contra un dragón. Este capitel

recoge el momento en el que un joven se enfrenta accidentalmente al

monstruoso perro del héroe Culann17. El momento del nacimiento de

la leyenda del héroe que vence con su honestidad y con su valor y

fuerza. Un héroe que no teme a lo desconocido.

17 Cú Chulainn, también conocido como "el Aquiles irlandés" (debido a que le profetizaron ser

el protagonista de grandes hazañas, recogidas en el libro "La batalla de los bueyes de Cualinge", que le harían famoso, y que moriría joven), es el héroe mitológico irlandés más famoso del ciclo del Ulster (Irlanda del Norte), así como dentro del folclore de Escocia y de la Isla de Man. Hijo del dios Lugh y Dectera, hermana del rey del Ulster, su nombre originario era Setanta, pero tomó el nombre por el que es más conocido de Cú Chulainn ("el perro de Culann", en irlandés) cuando de niño, al ir a visitar a su padre adoptivo a casa del herrero Culann, mató a la perra que la guardaba. En ese momento se comprometió a hacer de perro guardián del herrero hasta que la cría de la difunta llegara a la edad adulta y pudiera hacer su trabajo.

Page 41: La Leyenda de Las Aguas Negras

41

¿Me puedes explicar algo más? le sugirió Ailbe.

Te presento a Cuchulain, el más grande y más famoso Héroe

de las sagas irlandesas, incansablemente evocado por druidas y

bardos. El fiero guerrero que combatió siete días con sus noches

contra las olas del mar. Incluso los dioses le entregaron la lanza

llamada Gae bulga para que pudiera defenderles mejor empezó a

cantar Aidan a la manera de un bardo.

Estás imitando a tu abuelo afirmó Ailbe.

En este capitel se refleja el momento en que,

accidentalmente, se enfrenta con el monstruoso perro del héroe

Culann. Se trata de un animal con poderes sobrenaturales, capaz de

enfrentarse a cien guerreros a la vez. Para asombro de todos,

Cuchulain mata con facilidad al animal. Sin embargo, para no

contrariar a su anfitrión, se ofrece ser su perro guardián hasta que

Culann logre tener otro perro con los mismos poderes. A partir de

entonces, el joven héroe será llamado CU (perro) Chulain (de Culann)

le acabó explicando Aidan.

Este héroe refleja muy bien el pensamiento de la voluntad

que tienen que tener todos aquellos que quieran realizar su

peregrinación hacia Cristo sentenció el joven Ailbe. ¿Por eso lo

colocas?

No sólo por eso, sino también como homenaje a mi abuelo, el

viejo Macartan del noble clan de los MacNjil, el mejor bardo de

nuestras antiguas historias que jamás he conocido.

Es honesto recordar y admirar a nuestros ancestros.

Sí, joven Ailbe, ellos se han encargado de construir en

palabras el paraíso perdido de cada niño, su infancia.

Aidan, aquella lejana mañana, tuvo muy claro que el joven

Ailbe iría corriendo a buscar a Eunan para que le dejase el libro en el

que estaban guardadas las antiguas leyendas irlandesas. Aidan sabía

muy bien que ese joven querría imitar a su nuevo héroe, Cuchulain,

el perro de Culann.

Page 42: La Leyenda de Las Aguas Negras

42

Tanto recuerdo, el miedo y la fuerte irritación de la garganta

provocada por la ingestión de ceniza, hicieron que Aidan tuviese la

necesidad urgente de beber agua. Desde hacía días, la fiebre rompía

su alma en forma de recuerdos y alucinaciones. De repente, sintió

que una mano le sujetaba la cabeza. Después, notó cómo alguien le

estaba ayudando a beber. Al sentir la humedad y la frescura del

agua, abrió sus labios pero también sus ojos. Al hacerlo, el agua

empezó a refrescar su malherida garganta y su pensamiento le dijo

que se encontraba ante el juicio particular de su alma. El rostro que

contemplaba sólo podía pertenecer a un ángel.

Todavía no estás muerto.

Aidan oyó cómo le decía una agradable voz de mujer. Intentó

hablar, pero no pudo. Como si conociese sus pensamientos y supiera

sus intenciones, la mujer que le estaba dando de beber se puso a

hablarle.

Tranquilízate o la fiebre no abandonará jamás tu cuerpo. No

te preocupes más. Tus compañeros han marchado y están bien.

Ahora, ya se deben encontrar lejos o, al menos, bien escondidos.

Pero,... los francos quiso decir algo Aidan.

Esos, esos también han marchado. Los clérigos francos han

huido cuando los dos vecinos encargados de vuestra custodia les han

ido a informar de que los cinco extranjeros bárbaros se habían

suicidado quemando, con ellos en su interior, la cabaña en la que se

encontraban como prisioneros.

Eso no puede ser verdad dijo con dificultad Aidan.

Ya te he dicho que han escapado. La quema de la cabaña es

cierta. La hemos hecho como parte de un engaño para que los

clérigos y soldados se lo acabasen creyendo. Ha funcionado. La

verdad sólo la conocemos los vecinos de Fuente Urbel. ¿Por qué no

hablasteis con nosotros? ¿Por qué pensasteis que no os ayudaríamos?

¿Por qué has puesto en peligro tu vida?

Tuve un plan...

Page 43: La Leyenda de Las Aguas Negras

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¡Menudo plan!, arriesgando tu propia vida. Los dos vecinos de

Fuente Urbel fueron más sabios y hábiles que vosotros. Se inventaron

la historia que os ha permitido escapar a todos. Cuando tus

compañeros empezaron a narrarles su historia, algo acerca de unas

plantas, en definitiva, tu plan, ellos intuyeron que sólo se trataba de

un intento desesperado por huir que no acabaría bien. Entonces, ellos

decidieron ayudarlos. Montaron la historia del suicidio con la cabaña

quemada y, luego, avisaron a los viejos pastores para que los

acompañasen hacia un viejo robledal. Por tu estado, a ti te trajeron a

esta cueva de pastores, húmeda y fresca, que todos conocemos como

la cueva de San Blas.

Pero, los dos vecinos, quiero decir, todos pusisteis vuestras

vidas en peligro por nosotros.

Las gentes de Fuente Urbel no somos desagradecidas. Es

cierto. Todos acabamos colaborando. Vosotros habéis construido para

todos los habitantes de hoy y de mañana una hermosa iglesia con

unas espléndidas imágenes. Nos habéis regalado una iglesia hecha

con amor que dará que hablar con el paso de los siglos. De ello,

estamos convencidos.

¿Y los clérigos francos?

No te preocupes por ellos. Ya te he dicho que ya no están.

¿Cómo acabó su historia?

Ya te lo he dicho. Los dos vecinos se encargaron de hacerles

marchar del pueblo. No sólo les contaron que os habíais suicidado,

sino también que lo habíais hecho abrazando cada uno de vosotros a

varios gatos negros. Les dijeron que vuestros cuerpos estaban

estirados junto a los cuerpos decapitados de trece gatos negros.

Vaya historia…

Eso no es todo. Para evitar la condenación de todas las almas

que habitan en Fuente Urbel, los vecinos comunicaron a los clérigos

francos que, en el incendio, se habían quemado tanto vuestros

cuerpos como los de los trece gatos negros dentro de vuestra choza.

Page 44: La Leyenda de Las Aguas Negras

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Afirmaron que nadie os podría reconocer. Además, también les

hicieron creer que con el fuego se habían quemado todas vuestras

pertenencias, entre ellas, vuestros libros paganos. También les

informaron que, ante tal catástrofe, ellos, más tarde, habían optado

por arrojar vuestras cenizas y las de los gatos al río.

¿Se lo creyeron?

¡Y tanto! Los clérigos francos, al comprobar que vuestra

choza ya no existía porque estaba totalmente calcinada, creyeron a

los dos vecinos y marcharon despavoridos hacia Burgos, no sin antes

decirnos que volverían para hacernos destruir el templo pagano.

Al oír estas últimas palabras, Aidan abrió los ojos con

desesperación. La hermosa mujer lo tranquilizó.

No te preocupes. No volverán. Ya han podido explicar al

obispo que han cumplido el encargo que les dio, vuestra destrucción.

Pero, ¿y vosotros?

Nadie volverá en años por aquí, a Fuente Urbel. Nos

consideran analfabetos. Piensan que, para nosotros, las imágenes

que habéis esculpido no significan nada. De hecho, algo de razón

tienen. No obstante, estamos acostumbrados a vivir sin la ayuda de

los poderosos y, por cierto, no nos va tan mal.

Intuyo que eres una mujer con instrucción.

Por suerte para mí, algo he estudiado. Pero tú, ahora, duerme

un rato. Tanto tu cuerpo como tu espíritu lo necesitan.

Page 45: La Leyenda de Las Aguas Negras

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Aidan supo que su templo se había salvado gracias a la

sabiduría iletrada de las gentes de las fuentes del río Urbel. También

él, ahora, estaba convencido de que nadie regresaría para destruir

ese templo homenaje a los hijos de Mil. A los poderosos sólo les

interesa el mundo de las apariencias, de las riquezas, de los miedos,

de la violencia y de las supersticiones y todas estas sólo se

encontraban junto a los templos importantes del poderoso camino de

occidente. Además, con el paso de los años, nadie entendería

aquellas imágenes.

Mientras escuchaba el murmullo del agua sagrada de las

fuentes del río Urbel, cerró sus ojos dispuesto a aceptar el justo

veredicto del caldero de Dagda. Estaba decidido. Acataría la voluntad

de la Divina Sabiduría. Tenía profunda fe en un Dios que, a imagen y

semejanza de una hoja de trébol, expresa siempre su unidad como

trinidad. Se sintió bien. Había encontrado el destino final de su viaje.

Sus compañeros harían lo mismo. Sabía que cada uno de ellos se

había dirigido hacia tierras diferentes. El crepitar de las llamas de la

hoguera, con la que esas gentes estaban tratando de sanar su cuerpo

enfermo, le devolvió una agradable sensación. Sabía que su alma

estaba tranquila.

Page 46: La Leyenda de Las Aguas Negras

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8 El viaje

Aquella mujer le salvó la vida. Sin embargo, por unos días, no

pudieron regresar a Fuente Urbel. Cuando se le había acabado la

fiebre, habían decidido subir hacia las montañas. Las tierras de los

pasiegos estaban en esa dirección, esperándoles desde su perfección

natural. Según iban caminando en silencio, Aidan recordaba su

infancia.

Siguiendo las enseñanzas de su abuelo, su padre le había

educado a saber distinguir las huellas de Dios en todas las formas y

manifestaciones de la naturaleza. Además, también le había

preparado para realizar sus futuras obras en la piedra como una

alabanza a la técnica divina. Su padre siempre le decía que debía

procurar vivir en armonía con su cuerpo y en equilibrio con su alma.

Sin embargo, cuanto más ascendía aquellas tierras, sus ojos no se

acordaban de nada. Sólo recordaba los ácidos misterios del dolor que

le habían clavado en su alma los sucesos que había vivido el día en el

que le anunciaron que tanto su padre como su abuelo acababan de

morir en una batalla defendiendo la noble tierra del clan de los

MacNjil.

Page 47: La Leyenda de Las Aguas Negras

47

Entraron en las primeras estribaciones de las montañas. Se

habían alejado de las sendas principales. Se apartaron de los pueblos

y empezaron a transitar por una estrecha pero limpia y cuidada

vereda que, en su inicio, corría paralela al camino de las estrellas.

Sería al mediodía de la séptima jornada por esas tierras,

cuando llegaron a una explanada. La vereda se había transformado

en un perfecto círculo limpio de árboles y naturaleza. En el punto

central de todos sus posibles diámetros, se levantaba una pequeña

construcción de piedra de forma circular y con el tejado de paja de

centeno trenzada con brezo. Con un sencillo gesto, la mujer detuvo

su caminar. Después, mirando al cantero, sentenció.

¡Por fin en casa!

¿Qué quieres decir?

Ya nadie puede ponernos la mano encima. Esta es la vía sacra

de mi gente. Es un camino que está al margen de cualquier ley de los

hombres. Es el camino de los pastores que realizan la trashumancia.

Aidan no tuvo ganas de decir nada. Sólo sintió un deseo. No

podía callar por más tiempo.

¿Cómo te llamas? ¿Dónde has aprendido a hablar tan bien en

latín eclesiástico?

Maestro, son muchas preguntas. Sólo tienes que saber que,

aquí, estaremos a salvo. Después, cuando haya pasado el invierno,

podremos regresar a Fuente Urbel. Recuerda que, si eres fiel a la

naturaleza, ella te cuidará y nunca jamás en tu vida tendrás que

preocuparte por lo que comerás y vestirás. En todo momento, ella

sabrá lo que necesitas y te cuidará. Sé fiel a la madre naturaleza y no

seas un estúpido como lo fueron tus aprendices. ¡Quién sabe la vida

que, ahora, llevarán el resto de tus compañeros!

La mujer sacó del saco que abrazaba un poco de carne seca,

algunos frutos secos y un pellejo de vino. Se sentó en la hierba. Se

puso a comer. Aidan la imitó.

Me llamo Blanca.

Page 48: La Leyenda de Las Aguas Negras

48

Un bonito nombre. ¿Qué hacías en Fuente Urbel?

¿Por qué lo preguntas?

Me da la impresión de que no eres una mujer sin instrucción.

Blanca lo miró con los ojos de una persona cansada de vivir. En

el fondo, no tenía ganas de explicar su vida a ese extranjero. Lo

había salvado de las garras de la Santa Iglesia por un impulso. Ella

no había sido feliz mientras había vivido siendo una más de las

monjas de aquel monasterio.

Sólo tienes que saber una cosa. Mi círculo está cerrado. La

palabra de Dios a través de la Iglesia romana ha dejado de hablarme.

Ahora, soy una mujer sin destino.

¿Qué quieres decirme?

Me escapé del monasterio en el que vivía acogida como oblata

pobre. No aguantaba más servir a las señoras monjas.

¿Por qué?

Le preguntó Aidan mientras dejaba de comer. Había intuido que

los ojos de aquella mujer sólo estaban abiertos para vivir en el dolor.

Ya te lo acabo de decir. Hace

un par de años, sentí que había

colocado mi último esfuerzo en la vida

religiosa. Yo no había nacido para

servir a unas mujeres que tenían todo,

sino a las gentes de mi pueblo.

También yo he tenido más de

una vez esa misma sensación y, por

eso, no he abandonado jamás el

camino que empecé.

Tú tenías un destino como

clérigo artesano y lo has encontrado.

No te entiendo. ¿A qué te refieres?

Como maestro escultor acogido a tus monasterios, te

esperaba la realización del conjunto de imágenes de Fuente Urbel. Y

Page 49: La Leyenda de Las Aguas Negras

49

tengo que decirte que lo has conseguido. Has hecho un verdadero

tratado de fe en esas piedras.

Pero, Roma no lo entiende así. Ya sé que soy y formo parte

de ese viejo camino de los maestros canteros que se declaran

adoradores del buen Dios. Siempre me he sentido orgulloso del hacha

que sostengo y alzo mientras trabajo. Esas esculturas son nuestra

vida.

Las habéis colocado bien. Sin embargo, ¿cuántas personas las

entenderán cuando caminen los siglos?

El maestro cantero no se esperaba esa pregunta. Se atragantó

con un trozo de la carne salada que se había llevado a la boca. Tuvo

que estornudar.

No te me mueras de una forma tan estúpida, sólo era una

simple pregunta le dijo Blanca.

Pero, no era cualquier pregunta. Es la clave de todo nuestro

trabajo. Desde que abandonamos nuestro monasterio en el que

recibimos nuestro aprendizaje, hemos recorrido muchas millas tanto

por mar como por tierra. Después de todo nuestro esfuerzo, sólo

faltaría que nadie entendiese el mensaje que hemos dejado escrito en

las piedras de Fuente Urbel. ¿De qué habrían servido nuestras vidas?

De nada respondió Blanca sin inmutarse. Pero, desde que

abandonasteis vuestras islas, todos vosotros erais conscientes de que

esa era la verdadera partida que jugabais con los dados de vuestro

destino sagrado. Sólo esa, ninguna más.

En esos momentos, Aidan recordó que el Tighearn, el maestro

del grupo, no puede quejarse jamás. La mente le hizo una mala

pasada. Le llevó a recordar que, durante todos estos años, había

contado con la ayuda siempre fiel de la mejor cuadrilla de canteros

que se había preparado jamás para abandonar las islas de los Scotti.

Blanca intuyó su pensamiento.

¿Piensas en tu gente?

Page 50: La Leyenda de Las Aguas Negras

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A pesar de sus apariencias, son personas buenas. Claro está

que son hombres con expresiones duras en sus expresiones, gestos y

palabras: Pero, al fin y al cabo, son artesanos nacidos en islas que

perdieron casi la totalidad de sus árboles.

Te veo abatido. Realmente, ¿en qué piensas? le preguntó

Blanca.

En una sola cosa. Nuestro tiempo ha pasado demasiado

deprisa.

Pero, no te pongas triste. Lo habéis conseguido.

Si por conseguir se entiende que nos hemos encargado de

labrar las piedras de Fuente Urbel para dejar memoria y constancia

del triunfo definitivo de la verdadera fe, entonces, entonces, tienes

razón. Sin embargo…

Sin embargo, ¿qué? le cortó Blanca.

Tengo que tener memoria de todos ellos: de Fiacre, de

Euman y los otros artesanos, pero también de Kalen y de Ailbe, mis

aprendices. De hecho, nada serían mis obras sin las expertas manos

de todos estos duros hombres que pagarán, como yo mismo, el

precio de no salir jamás en ningún libro de historia.

¿Aspiras a la eternidad del recuerdo?

El maestro cantero no se esperaba esa pregunta. Se quedó

clavado. Sostuvo por unos instantes con sus dos manos el pellejo de

vino del que se disponía a beber. No se atrevió a responderle.

¿Tanto te duele el alma? volvió a preguntarle Blanca.

Ni te lo imaginas. Durante años, la Santa Iglesia nos ha

estado esperando a todos detrás de cada portada que hemos

ayudado a esculpir. Sin embargo, yo, Aidan del clan de los MacNjil, ya

no puedo más. Definitivamente, esta ha sido la última de mis obras.

Debo salvar no sólo mi alma, también mi vida.

¿Te has rendido?

Page 51: La Leyenda de Las Aguas Negras

51

No Blanca, no. Mi alma me lo pide. Una vez más, tengo que

marchar. Es mi hora. No tengo la voluntad necesaria para seguir

luchando contra las fuerzas de la Santa Iglesia de Roma.

¿Te han abandonado tus fuerzas?

Mis manos ya no son capaces de encontrar la verdad de las

piedras. Mi misión se ha concluido. He enseñado todo lo que sé al

grupo.

Estás muy pesimista. Es mejor que nos tumbemos un rato y

durmamos.

Como tú digas, Blanca.

Aidan dejó todo lo que llevaba en sus manos sobre la fresca

hierba y se puso a dormir. No era de noche; pero, se sentía

terriblemente cansado. En su corazón, no le quedaba ninguna

perspectiva de retorno a la aldea que le había visto nacer. Sabía que

nada puede superar a la quietud mágica de la tarde. Tenía toda la

calma del mundo delante de sus ojos. No quería hablar más con esa

mujer. De hecho, mientras él le había explicado cómo se sentía, ella

no le había contado nada de nada acerca de su vida. Por no conocer,

no conocía ni sus orígenes.

En esos momentos, el maestro cantero quiso alcanzar el secreto

de las costumbres que, de generación en generación, se esconden en

el tiempo y se transmiten los hombres. Sin embargo, se sentía muy

cansado. Cerró los ojos sin importarle si Blanca hacía lo mismo.

Quería dormir. Y eso hizo.

Page 52: La Leyenda de Las Aguas Negras

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9 Cambios en la vida

En un primer momento, Aidan pensó que estaba teniendo uno de

esos malditos sueños que le dejaban hundido y humillado cuando se

despertaba. Creía que lo que estaba experimentando era fruto de su

imaginación dormida. Sin embargo, la presión creciente de la sangre

le hizo abrir los ojos. No, no era un sueño. Blanca había metido su

mano por debajo de su camisa y estaba acariciando todo su bajo

vientre. El maestro cantero reaccionó sentándose sobre el suelo.

¿Qué haces?

Ya lo sabes. No hace falta que lo preguntes.

Soy un clérigo.

No, Aidan, desde que abandonamos Fuente Urbel, tú ya sólo

eres un hombre.

Siempre seré un clérigo, hasta el día de mi muerte.

Clara no respondió. Se puso de rodillas. Se sacó su vestido. El

cantero se quedó sin palabras.

¿Nunca habías visto tan de cerca el cuerpo desnudo de una

mujer?

En un primer momento, no respondió. Sus ojos subían y

bajaban buscando contemplar la excelencia de sus pechos y la

delicadeza de su vello púbico. Blanca no le dejó reaccionar. Lo acabó

desnudando. Lo abrazó para que sintiera el hermoso tacto de su

Page 53: La Leyenda de Las Aguas Negras

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cálida y húmeda piel. Después, le cogió sus dos manos y se las llevó

hacia su culo.

También yo, todavía, soy virgen. Estaba esperando a mi

hombre. Por fin, lo he encontrado. No te dejaré escapar. Tú serás mi

marido hasta el día de mi muerte.

Se puso a besarlo por el cuello, mientras que con sus manos

acariciaba sus pequeños pezones. Aidan notaba que se había

quedado sin palabras. De hecho, no las necesitaba. Creía que, entre

sus manos, tenía la perfección del universo. La suavidad del tacto del

poderoso culo de Blanca le estaba hablando con unas nuevas voces

que él jamás había oído. Le habían dicho que la piel del cuerpo de

una mujer era la extensión del alma del maligno. Sin embargo, según

acariciaba ese culo, él sólo sentía en esa piel la expresión de la gloria

de Dios. Se dejó ir. Respondió a la invitación de Blanca. Se puso a

acariciar sus pechos. Después, los besó y mordisqueó.

El cantero estaba fuera de sí. Jamás lo había hecho. Pero, todo

le salía de forma natural. El cuerpo de Blanca era la pura invitación a

comprobar la intensidad del fuego de su piel. De repente, ella lo hizo

estirarse en el suelo. Se subió sobre él. Con la ayuda de sus dos

manos, hizo que la penetrase. Aidan sintió que su piel estaba más

caliente que una piedra al ser golpeada por el cincel impulsado por la

maza. Se sentía bien. Jamás en la vida había experimentado esa

sensación. Era como si la piel del hermoso cuerpo de Blanca quisiera

bebérsele toda su sangre. Ella empezó a jadear mientras le mordía en

su oreja derecha.

Aidan, nos estamos casando para siempre. Sigue. No pares.

Soy tu mujer hasta la eternidad del tiempo.

Al oír esas palabras, el cantero sintió la necesidad de

contestarle. Pero, de nuevo, se había abrazado a su poderoso culo.

Ella no dejaba de moverse haciendo que subiese y bajase con unos

movimientos armónicos que, en esos momentos, le recordaron a la

culminación de la existencia humana.

Page 54: La Leyenda de Las Aguas Negras

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Blanca, soy tu marido para siempre.

No pudo decir nada más. Blanca se puso a realizar unos

movimientos tan rítmicos y acompasados que hicieron que Aidan

perdiese la conciencia de su vida y del paso del tiempo. Jamás había

experimentado nada parecido. El cantero desconocía la intensidad del

fuego que abrasa las pieles. Quiso que ese momento no se acabase

jamás. Volvió a agarrar el poderoso culo de Blanca. Se incorporó y

empezó a mordisquear los pezones de sus pequeños pero perfectos

pechos. Blanca también empezó a sentir que esa era la única

eternidad que puede experimentar un hombre en la vida. Sus dos

cuerpos abrazados acabaron siendo la perfecta expresión del silencio

de Dios. Después, se separaron. Se pusieron juntos a contemplar el

cielo, uno al lado del otro. Aidan la abrazó.

Yo vengo de una raza de pastores que perdió su libertad

cuando la Iglesia de Roma les hizo abandonar sus viejos ritos y

costumbres.

Aquellas palabras de Blanca trajeron al maestro cantero de

nuevo a la realidad.

Durante mucho tiempo, a partir de la primavera, mis

antepasados cuidaron sus rebaños en estas tierras. De hecho, en esta

cabaña nací yo y, aquí, quiero que nazcan mis hijos.

Aidan quiso contestarle. Pero, ella no le dejó. De nuevo, se

puso a acariciarle el interior de sus muslos. No sólo eso. Empezó a

besarle en su vientre. Ante las nuevas sensaciones, el cantero, una

vez más, perdió el control de su sangre. Como si, en esos momentos,

no tuviese otro dios que su propia existencia, se abalanzó sobre ella.

La abrazó.

Me muero por tu culo poderoso.

Le susurró mientras le mordía su oreja derecha. Después, sus

manos se lanzaron a apresarlo con la intensidad del que ni quiere ser

olvidado ni convertirse en pasto de las llamas de la nada.

Tu cuerpo será nuestra memoria.

Page 55: La Leyenda de Las Aguas Negras

55

Los dos acabaron besándose por toda su piel como si, con esos

besos, quisieran beberse la sangre de la que se alimentaban sus

vidas. Lejos, muy lejos, quedaban todos los recuerdos. Ellos habían

conseguido que sus cuerpos se convirtieran en la memoria verdadera

que les había conducido al olvido de sus anteriores vidas.

Aidan le dio la vuelta. Mientras contemplaba su perfección con

sus asombrados ojos, tenía que amarla, al menos una vez, pudiendo

acariciar y besar a la vez su poderoso culo. Cuando Blanca le permitió

hacerlo, él sintió que sus sensaciones se perdían en las fuentes del

tiempo. Ella sabía lo que le estaba ocurriendo. Por eso, se puso a

moverlo muy lentamente. En esos momentos, Aidan creyó que había

regresado al instante en el que el hombre nace, a la explosión

primera de toda vida.

Poco a poco le pidió Blanca susurrando.

El cantero obedeció. Había experimentado que, en el sosiego,

no sólo se le acumulaba la sangre sino que también todas sus

sensaciones se volvían más intensas. Durante el tiempo en el que sus

cuerpos aguantaron, acabaron amándose con todas sus fuerzas.

Después, volvieron a estirarse juntos en el suelo mientras se

abrazaban.

Acabo de volver de la nada sentenció Aidan.

Te has puesto muy reflexivo le contestó Blanca.

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56

Ya no es necesario que continuemos con nuestra huida. Por

fin, he encontrado mi hogar. Mi única casa eres tú.

Los dos se besaron. Por unos instantes, sintieron que ya no

conocían el miedo. En medio de la protección de un solitario robledal,

habían alcanzado el verdadero sentido de sus vidas. Lo tenían claro.

No se separarían jamás. Algo tan hondo como lo que acababan de

vivir sólo podía ser la gran señal de la revelación de la propia

existencia del buen Dios. No, ellos no seguirían la fe a través de las

normas de la Santa Iglesia de Roma. Su auténtica fe se había

instalado, para no abandonarlos jamás, en la cálida humedad de la

piel de sus cuerpos.

Page 57: La Leyenda de Las Aguas Negras

57

10 El regreso

Durante algunas semanas, Aidan y Blanca vivieron la experiencia de

no necesitar a nadie más para sentirse felices. De hecho, ellos no

fueron conscientes de que la maquinaria de la ley de la Santa Iglesia

no para jamás. El arcediano franco no había dejado de estar

esperando noticias suyas para atraparlos hasta que murió pisado por

su propio caballo, mientras cazaba.

Aquella mañana de mediados de septiembre, había amanecido

como siempre. Ellos vivían con poco. Aidan había aprendido a cazar y

pescaba en el cercano río. Blanca recogía los frutos del bosque. Eran

muy felices. Esperaban su primer hijo. Estaban desayunando en el

interior de la choza circular, una cabaña de pastor. Tenían el fuego

encendido y comían algunos frutos.

Es mi hora anunció Aidan. Tendré que acercarme a alguna

población para ganarme la vida como albañil. Necesitamos tener unas

cuantas monedas. Con ellas, podremos comprar las cosas que

necesitemos para sobrevivir aquí durante este invierno.

Haz lo que tengas que hacer. Pero, ten mucho cuidado.

Últimamente, te veo muy pensativo.

No te preocupes. Soy muy feliz. Sólo pensaba en mis cosas.

¿En tus cosas?

No volveré a esculpir para que nadie me reconozca. Sin

embargo, tengo miedo de que el mensaje que dejamos en las

imágenes de Fuente Urbel se haya perdido ya para siempre.

Es una posibilidad le respondió Blanca de forma pragmática.

El cantero la miró. No se esperaba esta respuesta.

No me mires así. De hecho, nadie conoce el miedo de tan

cerca como nosotros. No olvides que hemos tenido que escondernos

para poder sobrevivir. Si a nosotros nos pasa esto, ¿qué no les puede

estar pasando a tus esculturas?

¿Por qué me dices esto?

Page 58: La Leyenda de Las Aguas Negras

58

Aidan, en estos momentos, ¿quién se estará preguntado si,

todavía, estamos vivos? Y tú preocupándote por si alguien se

acordará de lo que significan esas bellas imágenes. Además…

Además, ¿qué?

Seguro que a ese templo ya le han puesto una puerta para

que nadie pueda entrar a ver la herejía que hay esculpida en su

interior. Mira en qué nos hemos

convertido.

Blanca, ¿qué quieres decirme?

Mientras esperamos nuestro

primer hijo, vivimos en el interior de un

bosque como si fuésemos cazadores

furtivos que deben escapar de la

autoridad del rey. Esta no es una buena

vida para el hijo que esperamos.

No te entiendo.

Es muy fácil de entender.

Mientras hemos vivido la intensidad de

nuestro amor, el lugar no importaba.

Ahora, las cosas han cambiado. Nuestro

hijo se merece una oportunidad. No

podemos criarlo como si se tratase de

una fiera salvaje.

¿Dónde quieres que vayamos?

Debemos regresar a Fuente

Urbel.

Aidan no se esperaba esa respuesta. Se levantó de la mesa y se

puso a caminar nervioso por el interior de la cabaña.

¿A Fuente Urbel?

Sí, nadie nos esperará ya allí. Todos creerán o que hemos

huido muy lejos o que estamos ya muertos.

¿Y la Santa Iglesia?

Page 59: La Leyenda de Las Aguas Negras

59

Aquellos clérigos se morían de ganas por regresar a Burgos,

por vivir junto al obispo. Nadie nos espera. Estoy convencida.

Blanca también se levantó y se acercó al fuego. Puso unos

cuantos troncos más. Las llamas se avivaron. Entonces colocó sobre

ellas un caldero en el que había preparado una serie de hierbas y un

conejo que el cantero había cazado el día anterior.

Hoy, comeremos bien observó Aidan.

Como todos los días, cuando se puede comer contestó ella.

Los dos se pusieron a reír. Acababan de tomar una decisión.

Regresaban a Fuente Urbel. Allá, tendrían y educarían a sus hijos. Se

esconderían entre los pastores. Tal vez, no pudiesen acercarse a los

lugares del saber y del poder político; pero, estaban convencidos de

que sus hijos crecerían felices.

En el fondo, tengo miedo de descubrir que, con el paso del

tiempo, no existan hombres que sean capaces de encontrar, de

descifrar y de interpretar nuestras esculturas advirtió Aidan.

Ya vuelves a las andadas. No tiene que importarte tanto el

olvido de tu obra. Recuerda que tú siempre pasarás en la memoria de

tus hijos y en la sangre de los hijos de tus hijos. Esa es la ley sagrada

que el buen Dios quiso que tuviésemos clara. No tengas miedo. Si

quieres, puedes salvar todo tu proyecto.

¿Cómo?

Cuando lleguemos a Fuente Urbel, hazte con unos buenos

pergaminos. Copia en ellos todas tus esculturas.

¿Me estás pidiendo que cree un libro de bocetos sobre una

obra ya esculpida?

¡Aidan!, cuando te pones así…

¿Qué quieres decirme?

Tranquilízate.

Blanca calló. Sabía que si quería que su marido fuese feliz tenía

que ayudarle de alguna manera en su lucha contra el miedo al olvido.

Había venido de tierras muy lejanas y la nostalgia de los acantilados

Page 60: La Leyenda de Las Aguas Negras

60

de su infancia jamás había abandonado sus ojos. Sabía que la

soledad puede arrastrar al hombre al mayor de los olvidos. Pero, no

quería que Aidan se sintiera un muerto.

Tú, eres el padre de mi hijo le argumentó. Por lo tanto,

debes alzarte sobre cualquier impedimento y luchar con todas tus

fuerzas.

Ya sabes que estoy dispuesto a todo lo que sea por él y por ti.

Entonces, no dejes que la soledad de este bosque alimente de

olvido a tu hijo antes de nacer.

¿Qué quieres decirme?

Si vivimos solos aquí los tres, ¿quién, aparte de nosotros,

conocerá su existencia? Ninguno viene al mundo para no ser

reconocido por nadie. Nuestro hijo tiene el derecho al reconocimiento

público de su vida.

No te preocupes. Te he entendido. No hace falta que me

argumentes más. A primeros de la semana que viene, regresamos a

Fuente Urbel. ¿Quién te educó con estas palabras?

Ya lo sabes, una monja que decidió que yo sería su hija.

También, por su recuerdo y por todo lo que me enseñó y regaló, debo

luchar por nuestro hijo.

Blanca no dijo nada más. Justo en ese preciso momento, oyó

cómo el agua hirviendo saltaba sobre las llamas.

Ayúdame a apartar el caldero del fuego. Nos quedaremos sin

caldo.

Aidan la ayudó. Al hacerlo, sintió cómo la ternura crecía dentro

de su cuerpo. Era muy feliz con esa mujer. Además, sería padre. No

tenía necesidad de más dudas. No podía dejar que sus miedos se

acabasen convirtiendo en un impulso violento que le impidiese ser

feliz. No era momento de volver a vivir en la soledad que provoca

aceptar que has fracasado en todo por lo que habías luchado.

El cantero se apartó del fuego y salió de la cabaña. La decisión

estaba tomada. Regresaban. Lo tenía claro. Su familia era mucho

Page 61: La Leyenda de Las Aguas Negras

61

más importante que cualquiera de las imágenes que había dejado

esculpida. Debía abandonar la sensación de amargura que sentía en

su alma. Cualquier fuego, cualquier movimiento de tierras podría

hacer desaparecer esas imágenes. Sin embargo, nadie, nadie le

podría robar jamás la sensación de ser un hombre feliz.

Se adentró en el interior del bosque. Sabía que tenía que

intentar cazar un pequeño cierzo. Salarían su carne. Era consciente

de que tendrían que caminar transportando unos cuantos víveres

hasta poder volver a ver las aguas sagradas de las fuentes del río

Urbel. Sus habitantes les dejarían vivir en paz en medio de ellos. Eran

buena gente. El cantero pensó que su mujer tenía razón. No había

fuerza de la memoria mayor que la herencia de la sangre. Y él, el

escultor del clan de los MacNjil, había sido capaz de crear una imagen

más perfecta y mejor que cualquiera de sus esculturas, el cuerpo de

su propio hijo.

Al interiorizar lo que pensaba, Aidan sonrió. Después, sin darse

cuenta, se puso a silbar. En esos momentos, vio cómo un joven

cierzo pasaba delante de él por entre las ramas bajas de un enorme

roble. Dejó de silbar. Volvió a sonreír. Tenía que cazarlo. Era una

señal del buen Dios. Tenía que luchar por la supervivencia de su

familia. Se adentró en el bosque.

Page 62: La Leyenda de Las Aguas Negras

62

11 De nuevo, en casa

Cuando los vieron aparecer, no se lo podían creer. Las gentes habían

hablado. Se habían difundido diferentes versiones, Unos decían que

se habían escapado para regresar a las islas de las que el maestro

cantero era originario. Otros, que los habían apresado y estaban en la

cárcel episcopal de Burgos. Incluso, se llegó a afirmar que habían

muerto y las versiones también eran divergentes. Habían sido

devorados por lobos, los habían asesinado unos ladrones de caminos

al encontrar que no llevaban nada, se habían ahogado al intentar

cruzar el río Ebro.

Nadie les puso mala cara. Sólo les exigieron una condición.

Tenían que oír la voz del concejo. Se convocaría el domingo, después

de misa. Y, así, fue. Los cincuenta y dos vecinos se reunieron

después de escuchar la misa que celebró un sacerdote que acabó

abandonando rápidamente el pueblo. Habían tenido suerte. Ese

domingo, aunque no era el 29 de septiembre, había caído entre

semana, celebraban la fiesta del glorioso Arcángel San Miguel.

Cuando terminase la misa, se celebraría el concejo. Se harían los

pactos de invierno entre pastores y comerían y bailarían hasta que

acabase el día.

Page 63: La Leyenda de Las Aguas Negras

63

El concejo se reunió en el llano de los prados ubicados ante la

puerta del templo, al abrigo y sombra de los árboles. Primero, se

recordaron los acuerdos tomados en el último año. Todos los que

tuviesen ganados, así como los pastores que sólo contasen con

alguna res, podían entrar a los montes comunales respetando una

única ley. Por la noche, todas las cabezas tenían que estar de nuevo

en el pueblo. No podían dormir al raso. Después, se acordaron los

pactos de invierno para proteger las hierbas de otoño que les

corresponderían a los ganados de cada vecino.

Luego, fue su turno. Nicolás, el vecino que hacía las funciones

de alcalde, tomó la palabra.

Antes de nada, Blanca y compañía, tenéis que comprender

que, durante estos días, no hayamos hablado mucho con vosotros.

Nadie esperaba vuestro regreso. Los unos os creíamos en el

extranjero; los otros pensábamos que estabais muertos.

No te preocupes le respondió Blanca para tranquilizarlo.

Si deseáis vivir entre nosotros, este concejo sólo os pide una

cosa.

¿Cuál? preguntó Aidan poniéndose a la defensiva.

Tranquilo. No hace falta que te pongas así le respondió

ahora Sebastián, el sacristán del pueblo.

Sólo queremos que nos prometáis que el maestro cantero

dejará de ejercer su oficio. De hecho, lo tiene prohibido.

¿Sólo es eso? preguntó Aidan.

Sí, solo eso.

Entonces, no os preocupéis, lo aceptaré a cambio de una sola

condición.

Tú dirás volvió a hablar el sacristán.

Que nadie informe de nuestra presencia aquí al obispo de

Burgos y a sus clérigos. Hemos vuelto para vivir en paz y para criar a

nuestros hijos.

Page 64: La Leyenda de Las Aguas Negras

64

Trato hecho. Te doy mi palabra en nombre de todos los

vecinos de Fuente Urbel.

Al decir estas palabras, Nicolás se levantó de la piedra sobre la

que estaba sentado y caminó hasta donde se encontraba el maestro

cantero.

Aidan, ¿por qué puedo llamarte así, no? Ten mi mano en

nombre de este concejo y en representación de todos los vecinos.

Nadie os traicionará. Pero vosotros también tenéis que cumplir lo

pactado.

Así se hará le respondió el cantero mientras le devolvía el

apretón de manos.

Al producirse la encajada de manos de los dos hombres, como

si todo el mundo se sintiese bien y aliviado, los vecinos empezaron a

aplaudir. Nicolás alzó su mano derecha. Todos dejaron de dar

palmas.

¿A qué te dedicarás para alimentar a tu familia? ¿Qué oficio

harás?

Si os parece bien a todos, no haré uno solo sino dos.

Explícate mejor le pidió Sebastián, el sacristán.

Si a Bernardo no le parece mal, le puedo ayudar haciendo con

él de albañil. Al fin y al cabo, algo sé sobre piedras.

Al decir estas palabras, todos los vecinos empezaron a reír.

Sólo Sebastián había puesto mala cara. Aidan se percató y volvió a

hablar.

Tranquilo, sacristán, ahora te explico el segundo oficio. Si

también os parece bien, todos los domingos, puedo enseñar a los

niños del pueblo a operar con los números y a leer y escribir en latín.

Además, supongo que todos vosotros habéis comprobado que he

mejorado mucho hablando como vosotros lo hacéis estos seis meses

que he vivido en soledad con Blanca.

En eso, tienes razón respondió Nicolás.

Y, tú, Blanca, ¿a qué te dedicarás?

Page 65: La Leyenda de Las Aguas Negras

65

La que había hecho esta pregunta era Sancha, la mujer del

sacristán. Todas las miradas se dirigieron hacia ella. Ella alzó su

mirada. Guardó unos instantes de silencio y, después, habló.

Sancha, seré una madre más entre vosotras. Me dedicaré a

vivir como una más, como cuando éramos niñas. Siempre hemos sido

amigas.

¿Y no podremos aprovecharnos para nada de todo lo que

aprendiste en el monasterio? le volvió a preguntar Sancha.

Mujer intervino Sebastián, déjate de meternos en líos. En

este pueblo, el único clérigo que quedaré seré yo y ya sabes que ni sé

ni aprenderé más que cuatro frases en latín para responder

correctamente en la misa.

No os preocupéis se puso a hablar Aidan, nuestro pasado,

pasado es. Ni nos hará mal a nosotros ni tampoco a vosotros.

El cantero, quiero decir, el albañil tiene razón. El pacto es el

pacto. Las manos están entregadas y confirmadas ante la puerta de

nuestra iglesia. Quien rompa el pacto, que sea castigado por las

fuerzas ocultas del maligno.

¡Que así sea! gritó Sebastián, el sacristán.

¡Qué así sea!

Respondieron todas las gargantas de los vecinos como si fuesen

una sola voz. Nicolás, el alcalde, sonrió.

Ahora, toca compartir nuestra comida, beber y bailar hasta

que nos caigamos muertos de cansancio.

O por el vino gritó un vecino.

O por el vino.

Respondieron unos cuantos hombres de Fuente Urbel. En un

momento, se montó la fiesta en la explanada. Aidan condujo a Blanca

bajo la sombra de una encina.

Siéntate, que empiezas a estar cansada le dijo con

ternura. Voy a buscar algo de comida.

No tardes.

Page 66: La Leyenda de Las Aguas Negras

66

Ya sabes que no lo haré. ¿Dónde puedo estar mejor que junto

a mi mujer y la futura madre de mis hijos?

Blanca vio cómo el maestro cantero se dirigía a buscar un poco

de comida. Se sintió una mujer extremadamente feliz. Por fin, era

consciente de que el buen Dios le había perdonado y que la protegía.

No quería recordar nada de su pasada vida en el monasterio. Sólo su

recuerdo, le agriaba la voz. Acababa de comprender que tenía que

eliminar todos aquellos recuerdos que le hablaban de la soledad de

una niña y adolescente que, en mitad de la noche, era forzada a rezar

a un Dios terrible que la podía castigar por cualquier cosa y a servir a

unas mujeres que la esclavizaban y gobernaban a su antojo.

Mirando cómo regresaba Aidan cargado de comida y de

sonrisas, entendió que tenía que hacer huir de su memoria los años

en que sus ojos no habían conocido otra cosa que la tristeza. Había

tratado con mujeres tristes y solitarias que escondían su vida en el

silencio. Ella no sería una más de ellas. Sentía en su interior las

patadas del hijo que esperaba. Mirando al hombre que tanto amaba,

acababa de comprender que la vida no era humo, sino brasas. Para

ella, tenía todo el sentido del mundo. No le importaba ni pensar en la

eternidad de su alma. Lo tenía muy claro. Ella era feliz cada vez que

Aidan la abrazaba y le regalaba sus besos más lentos. En esos

momentos, sentía cómo su sangre se espesaba, una y otra vez, en el

interior de su cuerpo.

Aidan llegó junto a ella. Le repartió algo de comida. Se sentaron

en la hierba. Empezaron a comer en silencio. A sus pies, corría el

agua de una vieja canalización. No necesitaban palabras. Sus ojos

habían aprendido a hablarse. Sus miradas conocían palabras

invisibles que no querían compartir con nadie.

Page 67: La Leyenda de Las Aguas Negras

67

12 Rutinas

Se habían instalado en una pequeña casa. Para empezar, no

necesitaban nada más. Aidan había empezado a trabajar de albañil.

No sólo ayudaba a construir algún nuevo edificio, también se

dedicaba a reparar las viejas construcciones. Le pagaban algunas

monedas. Además, los vecinos le daban alimentos por tomarse la

molestia de enseñar a sus hijos cada domingo por la mañana. Los

había convencido. Aprender cuatro operaciones y leer las letras no les

haría ningún mal.

Precisamente, fue así como acabó adoptando como hijo a

Pedro, un muchacho de catorce años que se había quedado huérfano

de madre a los once y sobrevivía cuidando rebaños. Su padre lo había

abandonado. Al quedarse solo con el chico, no supo hacerse cargo de

la situación y desapareció. Al principio, las gentes de Fuente Urbel lo

habían acogido bien. Se lo repartían entre las casas. Pero, era una

boca más para alimentar.

El chico tuvo que espabilarse. Se ofreció como zagal a un

rabadán que lo aceptó. Así, podía ir de rebaño en rebaño según sus

necesidades. Sin embargo, a principios de octubre, todo cambió para

él. Se puso enfermo de fiebres. Tuvieron que traerlo al pueblo. En

primera instancia, lo acogió en su casa el sacristán. No tenían hijos.

Pero, a las dos semanas, las cosas cambiaron. Un domingo por la

mañana, Sebastián se presentó en casa del maestro cantero y de

Blanca.

Ya sé que estáis esperando un hijo, pero tengo un muchacho

acogido en casa que necesita una familia. A vosotros no os

molestará.

El sacristán no les dio tiempo ni a poner la más mínima excusa.

Se fue dejando a Pedro junto a la puerta. Estaba empezando a llover.

Al verlo allí quieto, mojándose, a Blanca, quizá por lo avanzado de su

maternidad, se le rompió el alma.

Page 68: La Leyenda de Las Aguas Negras

68

Aidan, hazlo pasar. Todavía se pondrá más enfermo.

El cantero hizo caso a su mujer. Lo hizo pasar. Le preparó un

montón de paja seca junto al fuego. Lo desnudó. Le puso una vieja

camisa suya.

Está seca.

Le dijo al muchacho. Después, lo hizo estirarse. Lo tapó con

varias pieles de oveja. El muchacho durmió doce horas seguidas. En

todo ese tiempo, el cantero jamás lo dejó solo. Nunca marchó de su

lado. Cada vez que veía que bajaba la temperatura de la estancia que

servía tanto para cocina como para comedor e incluso para corral de

las dos cabras que poseían, colocaban un par de troncos secos en el

fuego.

El muchacho pasó así varias semanas. De hecho, hasta

mediados de noviembre no recobró la sonrisa y empezó a hablar con

aquel matrimonio que lo había acogido y cuidado.

Tengo que marchar. Mi rabadán estará muy preocupado por

mí.

No te preocupes, ya hemos hablado con él. Este invierno,

hasta que recuperes todas tus fuerzas, te quedarás con nosotros. Te

buscaremos un trabajo en el pueblo, aunque no hay muchos le

explicó Blanca.

Pero…

No hay peros que valgan le cortó Aidan. A cambió de

comida y de cobijo, colaborarás en los trabajos de la casa.

Tendré un niño y necesitaré que me ayudes.

No necesitaron más palabras. Pedro se dio cuenta de inmediato

que la vida le acababa de regalar una segunda oportunidad. Volvía a

formar parte de una familia. Se acababa el tiempo de los silencios

tristes, de las noches durmiendo acompañado sólo por la compañía

de unas cuantas ovejas y cabras. Ya no volvería a sentir la quietud

amarga del amanecer. No sentiría el miedo a las primeras luces del

día del que vive solo. No tendría la tentación de salir huyendo de la

Page 69: La Leyenda de Las Aguas Negras

69

vida. Lo tuvo claro. Los compensaría con creces por todo lo que

estaban haciendo por él. Se sentía afortunado. Mientras durase el

invierno, no le faltaría un fuego para sentirse feliz contemplando el

azul de sus llamas.

El muchacho empezó a sufrir menos por la dura experiencia que

siempre resulta ser la ausencia definitiva de una madre. De hecho,

algún atardecer, cuando el fuego del hogar iluminaba la estancia,

había empezado a pensar que no había tenido otros padres que Aidan

y Blanca. Pero, a pesar de todo, sabía que tenía que luchar contra la

desposesión de su memoria. Por este motivo, decidió que, como

pudiese, guardaría unos cuantos recuerdos de su primera familia.

Empezó a esperanzarse y a alegrarse porque la vida, en unas

semanas, le concedería la experiencia de tener un hermano.

El domingo anterior al nacimiento de Lambra, porque fue una

niña, Aidan lo había invitado a acompañarlo a la iglesia para que

viese cómo enseñaba a los niños del pueblo cuatro operaciones y a

leer. Pedro aceptó. Mientras el cantero practicaba con los niños

cuatro operaciones básicas, se fijó en que el muchacho no paraba de

mirar las esculturas. Dejó que pasase la clase. Cuando todos los

alumnos abandonaron la nave de la iglesia, fue el momento para las

reflexiones.

Te he visto más atento a las esculturas que a lo que les

explicaba a los niños.

Las cuatro cosas que necesito saber para contar ovejas y

cabras ya las sé. De letras, las pocas que he podido aprender para

saber escribir mi nombre.

Pero, te he visto que mirabas las esculturas. ¿Las entiendes?

No, pero me gustan.

Entonces, Aidan se quedó callado. Se puso triste. No había

hecho falta que pasara ni una sola generación de hombres para que

el mensaje se perdiera. Sintió como un instinto. Necesitaba pasar el

significado de esas imágenes. Lo tuvo claro. Dios le había hecho el

Page 70: La Leyenda de Las Aguas Negras

70

regalo de Pedro. Le explicaría al muchacho lo que significaba cada

una de las esculturas.

O sea, que te gustan pero no las entiendes. Esto sí que es

curioso.

Sí, eso es. Me gustan sus formas y su manera de estar

hechas, pero no sé lo que quieren decir le respondió Pedro.

Intentaré ayudarte un poco. ¿Cuál es la que más te ha

llamado la atención?

Esa de las cabecitas que están cubiertas por sábanas.

¿Por qué?

Porque creo que es la única de la que he entendido algo.

¿Estás seguro? le preguntó Aidan.

Para mí que son fantasmas.

El cantero aplaudió con sus dos manos y sonrío. No todo el

mensaje se había perdido. Con esa imagen habían querido

representar la antigua fiesta de Sahmain.

Es un homenaje a los antiguos pobladores de esta tierra, a los

abuelos de tus abuelos.

Nunca los he conocido respondió el muchacho.

Ya lo sé le contestó sonriendo Aidan. Ellos celebraban el

nacimiento del año el día de Todos los santos.

¿Para noviembre celebraban el año nuevo?

¡Claro! Habían recogido las cosechas y los rebaños habían

vuelto a casa y, además, empezaba la estación oscura.

Eso ya lo entiendo, que soy pastor. Quieres decir que los días

se hacen más cortos y las noches más largas.

Eso mismo. Además, la celebración del año nuevo se alargaba

durante las llamadas tres noches de Samonios.

¿Una fiesta de tres días?

Sí, Pedro, una fiesta de tres días realizada en la luna llena

más cercana que se da entre el equinoccio de otoño y el solsticio de

invierno. De hecho…

Page 71: La Leyenda de Las Aguas Negras

71

El cantero dejó de hablar. Dudó. No sabía si se lo tenía que

explicar al muchacho. Tantos datos le acabarían confundiendo.

Acaba, que entiendo de lunas, que soy pastor.

No se trata de la luna, sino de este templo.

Si me lo explicas, igual soy capaz de entenderlo.

Salgamos fuera, tal vez con un dibujo pueda explicártelo

mejor.

Los dos abandonaron el interior del templo Aidan estaba

contento. Había tomado una decisión. Había trazado un plan. El

mensaje no quedaría oculto; pero, tampoco lo conocería mucha

gente. Tendría que pasarse de generación en generación a través de

las fiestas que se celebrasen en las fuentes del río Urbel.

Llegaron fuera. El cantero buscó un palo y se dirigió hacia una

parte de la planicie de la iglesia. Se acercó a un espacio donde había

tierra húmeda. Se puso a dibujar.

¿Sabes lo que es esto?

No respondió Pedro.

Es el plano de la iglesia.

¡Ah!, sí, ahora me doy cuenta.

Aidan continuó dibujando dos pequeños

círculos junto a la parte ovalada que

representaba el ábside de la iglesia con sus

respectivas ventanas.

Y estos dos círculos, ¿sabes qué

representan?

Colocados así, sólo he visto, a veces,

al sol y a la luna.

Muy bien, de eso se trata. Los dos

círculos representan los dos astros que nos

iluminan.

Pero, no entiendo lo que quieres explicarme.

Page 72: La Leyenda de Las Aguas Negras

72

Es muy sencillo. Para edificar este templo, con la ayuda de

una vara sagrada, se orientó su colocación a la luna llena de Samhain

y al sol que marca el día que la Iglesia de Roma celebra como la de

Todos los santos.

Esa sí que la conozco. Además, al día siguiente, se celebra la

fiesta de los difuntos. Es cuando les llevamos flores al cementerio le

respondió Pedro.

Allí, está la clave. Por eso, la disposición de sus ventanas es

tan especial.

¿Tanto misterio esconde una iglesia?

El cantero no se esperaba esta sencilla pregunta. En un

principio, no supo qué decirle. Acabó borrando con la ayuda de su pie

el dibujo que había realizado. Lo tomó del hombro. Sonrió.

Sí, tanto misterio. La construcción de un templo no es otra

cosa que un juego de creación entre la razón de los hombres y la

inteligencia divina. No hay ningún espacio que no sea símbolo.

No lo entiendo.

El ábside, la cabecera de la iglesia, es semicircular y está

orientada hacia el este, hacia la salida del sol porque representa el

cielo en el que vive Dios. Debes saber que nuestro Dios dijo de sí

mismo: Ego sum lux mundi. En esta zona, como tú bien sabes, sólo

pueden entrar los clérigos.

Esa frase la entiendo. Yo soy la luz del mundo. Me lo explicó

un día un cura.

Por eso, también tienes que saber que la nave, en la que

siempre se ponen todos los que no son clérigos, representa a la

Tierra, al universo, al mundo en el que viven los hombres.

¡Esto es la hostia!

Vigila tus palabras siempre le sugirió Aidan, mientras hacía

una pequeña pausa. Si pudieses tirar la puerta de un templo

románico al suelo, verías que se produce la planta con la que se

levantan y edifican todos los templos románicos. La parte superior,

Page 73: La Leyenda de Las Aguas Negras

73

también semicircular, en la que muchas veces se colocan tímpanos

con bellas imágenes, simboliza el cielo. El resto de la puerta, donde

van las columnas en forma de árboles y que, si te fijas bien, adopta

una forma cuadrada como la nave del tempo, pasa a significar la

Tierra. Pero, por ahora, ya vale, que seguro que tu madre ya nos

estará esperando para comer.

Otro día, ¿me explicarás más cosas?

Sí, te las explicaré. No tengas prisa por aprender, pero

tampoco seas un vago. De hecho, lo que se aprende lentamente y

por propia experiencia siempre se queda en la memoria.

Aidan empezó a caminar. Estaba contento. Había encontrado la

manera natural de transmitir los conocimientos del clan de los

MacNjil. No se perderían. Pasarían de generación en generación. Ese

muchacho sería la salvación. Ahora, el silencio amargo de sus

antepasados no resonaría más en las frías mañanas del invierno.

Había encontrado al mensajero de su memoria, al dueño de su

destino. De la misma manera que la soledad necesita del olvido, así

él había dado con un muchacho que almacenaría todos sus recuerdos.

Esperaba un hijo, pero ya tenía una memoria viva que no permitiría

que se olvidasen los recuerdos de su infancia. En esas fuentes negras

donde el agua era sagrada, había encontrado el lugar donde

descansaría para siempre la perfección inmortal del alma. Allí,

permanecería la belleza simbólica más antigua de la que se tenía

memoria en las diferentes tribus. Pero, también, en esa tierra, había

tenido la suerte de hallar a la persona adecuada para hacerlo.

Según caminaban, su alegría era mayor. Aidan era consciente

de que Pedro no dejaría escapar ninguno de sus recuerdos. El

muchacho quería ser agradecido con los que, ahora, consideraba sus

auténticos padres. Si le pedían que guardase la memoria de sus

antepasados, así lo haría. De hecho, era la única manera que Pedro

poseía para poder tener también su propio pasado.

Page 74: La Leyenda de Las Aguas Negras

74

13 La espera

Estaba lloviendo. Al caer, la lluvia permitía escuchar los latidos de esa

tierra sagrada. Se filtraba. Se acabaría convirtiendo en el agua negra

con la que los hombres curaban a sus animales y forjaban sus armas

y herramientas. Por fin, había llegado. Desde hacía un par de horas,

Blanca había empezado a tener contracciones cada vez más rápidas.

Finalmente, parecía que la cosa iba en serio.

Las tres mujeres que asistían el parto, le habían preparado un

caldo de gallina al que habían añadido vino a la hora de dárselo.

Cuando llegase el momento, querían que tuviese las fuerzas

necesarias. Además, la habían bañado con agua caliente para que

estuviese más tranquila.

Sin embargo, en la casa, no se oía nada. Aidan y Pedro estaban

solos, junto al fuego. El cantero no había querido que ningún hombre

del pueblo los acompañase. Cuando todo acabase, ya los llamaría y lo

celebrarían.

No sale ni una sola palabra de la habitación rompió la

espera.

A veces, el silencio es más elocuente que muchas palabras.

Eso ya lo entiendo. Además, está el ejemplo del dios Ogmios,

tal y como me explicaste.

¿Qué quieres decir?

¿No me explicaste que Ogmios representaba para los

antiguos el don divino de la palabra?

Así es, pero no sé dónde quieres ir a parar.

Pues que ese dios muchas palabras no diría.

¿Por qué? preguntó extrañado Aidan.

¿Cómo quieres que hablase si de su lengua salía una cadena

de la que se iban enganchando sus seguidores? ¿Cómo podía hablar

si el metal de la cadena se lo impediría? ¿Cómo articulaba la boca?

Page 75: La Leyenda de Las Aguas Negras

75

Al oír este razonamiento, Aidan se puso a reír. Nunca lo había

pensado, pero era verdad. ¿Cómo podía hablar Ogmios si la cadena

que salía de su boca y se enganchaba en su lengua tendría que

impedírselo?

¿Por qué sonríes, padre?

Porque has pensado muy

bien. Tienes razón, sí señor. ¿Cómo

va a poder hablar si arrastra

multitudes de hombres atados por

las orejas con una cadena de oro

cuyos extremos pasa por su lengua

agujereada? Esta es tu pregunta,

¿no?

Sí. No me lo explico.

Es el gran símbolo de la

elocuencia y de la escritura. Piensa

que es una manera anterior de

hablar de Cristo sin saberlo.

El muchacho puso una cara

rara. No estaba entendiendo la

comparación que le hacía su padre.

Era como si aquellas palabras

estuviesen resecas y no tuviesen

un claro significado.

Tranquilo, ahora te explico.

Ogmios representó para nuestros

antepasados el dios que les enseñó

la escritura y a hablar bien. Él era

el símbolo de la palabra ritual que

unía el mundo de los hombres con

el de los dioses. De hecho, en su nombre, todos los clanes proferían

las bendiciones a favor de los amigos y las maldiciones en contra de

Page 76: La Leyenda de Las Aguas Negras

76

los enemigos. Es el inventor de los signos mágicos que son capaces

de paralizar al maligno y a los enemigos.

¿Qué tiene que ver todo esto con Cristo?

¿Recuerdas el inicio del evangelio de San Juan, del águila de

Patmos?

Creo que sí: En el principio existía la Palabra y la Palabra

estaba con Dios, y la Palabra era Dios.

Al decir esta cita, a Pedro se le iluminó la cara. Lo había

entendido.

Padre, veo que los hombres han intentado hablar del poder

divino de la palabra desde los tiempos más antiguos. Nuestro Dios es

también el Dios de la palabra. Por eso, Ogmios está representado en

nuestra iglesia junto a un águila.

Pedro, no lo olvides. Siempre lo ha sido. Como dice el libro

del Génesis, nuestro Dios creó con el poder de su palabra, que no es

otra que su propio Hijo, nuestro señor Jesucristo, tal y como tú te has

encargado de recordarnos a través del evangelio de San Juan.

Ahora, entiendo muchas cosas. Por eso, la palabra ritual

pronunciada por el sacerdote convierte al agua y al vino en la carne y

la sangre de Cristo.

¡Buf! exteriorizó Aidan mientras se levantaba para darle un

fuerte abrazo , has aprendido mucho. Lo has entendido muy bien.

Después, se acercó a la jarra de vino. Llenó dos vasos de

madera y le pasó el primero al muchacho. Pedro no se lo esperaba.

No alargó el brazo para coger el vaso con su mano.

No seas tonto. Es para ti. Ya puedes beber conmigo. Con tus

razonamientos, me acabas de convencer, todavía más, de lo que ya

sabía. Eres ya un hombre. Atrás quedó el muchacho.

Los dos acabaron bebiendo. Levantaron sus vasos en señal de

brindis al vacío más terrible, el de la espiritualidad común a todos los

hombres. Después, bebieron. Lo hicieron en silencio como si, con ese

gesto, quisieran detener para siempre el paso del tiempo. Los dos

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77

estaban bien. No necesitaban nada más. El silencio parecía querer

arrancar todos los surcos del dolor del alma del muchacho. Por fin, lo

tenía claro. Tenía un padre de verdad que se sentía orgulloso de él.

La vida le era generosa. No era necesaria la tradición de la sangre

para poder amar a un hombre como padre.

Entonces dijo Pedro dejando el vaso en el suelo, ¿los

adivinos, los hechiceros y las brujas invocan el antiguo poder de

Ogmios cuando realizan bendiciones en favor de la gente y

maldiciones como castigo?

Vistas así las cosas, diría que sí.

Pedro calló. Miró directamente a los ojos de Aidan. Era como si

quisiera preguntarle algo y no se atreviera. El cantero esperó, sabía

que volvería a preguntarle. De hecho, no tomó la palabra para evitar

hacerle pasar un mal rato.

¿Los hechiceros, adivinadores y brujas forman parte de

nuestros antepasados? preguntó Pedro, por fin, después de beber

un nuevo sorbo.

Así es. No lo olvides jamás. Además, no todos ellos son

malos. Ya sabes que todo depende del lado en el que quieran utilizar

su poderosa magia.

Esto lo entiendo. Sin embargo, también me has explicado que

fue el encargado de paralizar al maligno y a sus enemigos con signos

mágicos…

¿Y…?

Preguntó el cantero sin saber muy bien lo que quería explicarle

el muchacho. De hecho, se puso nervioso y volvió a llenar los dos

vasos de vino.

¿Es, por eso, que ponéis las marcas de cantero en las piedras,

quiero decir, en los sillares de los templos que edificáis? ¿Ellas

simbolizan vuestros signos mágicos que os regaló el dios Ogmios?

¿Las colocáis para librar a las iglesias del poder el maligno y de la

fuerza de vuestros enemigos?

Page 78: La Leyenda de Las Aguas Negras

78

El maestro cantero lo miró. Pero, no pudo responder. Se abrió

la puerta de la habitación en la que Blanca estaba dando a luz. Salió

una de las dos ayudantas de la partera.

Aidan, esto ya va en serio. Tu hijo ya viene. De momento,

todo va bien. Avivad el fuego y calentad más agua. La necesitaremos.

Los dos hombres se abrazaron. Estaban contentos. Todo iba

bien. En cuestión de minutos, su familia crecería. Se sintieron felices

como, seguramente, ningún otro ser humano lo era en esos

momentos. Esperaban escuchar los latidos de una nueva vida. Se

miraron como si, con ese gesto, quisieran destruir todos los rincones

de la memoria en los que fermentan el miedo y el olvido. Ellos serían

los maestros que enseñarían a esa nueva criatura los secretos de la

vida y la memoria sagrada de sus ancestros. De repente, Pedro volvió

a hablar.

Lo he entendido. No hace falta que busquemos los caminos

de las palabras. Siempre han estado y continuarán estando con

nosotros. Las palabras nos hacen hombres, en definitiva, hijos de

Dios.

Al oírlo hablar así, Aidan no cabía de satisfacción en su cuerpo.

Cuando se acercase el momento de su muerte, no marcharía triste.

Dios le había puesto en su camino a un muchacho que había

entendido todos los símbolos del camino de la vieja tradición. El clan

de los MacNjil podría estar tranquilo. En unas hermosas tierras del

mágico interior de la Hispania de sus antepasados, junto a los

bosques sagrados de Los hijos de Mil, había sido capaz de vencer el

sabor de la muerte. Aunque él desapareciese, en la memoria de

Pedro, se quedaban para siempre las palabras que eran rituales y

mágicas, los últimos signos que podían más que los ríos profundos

del miedo y de la muerte.

De repente, oyeron llorar a un niño. Los dos se abrazaron. Los

dos sintieron la quietud del momento. Era la voz de la continuidad de

su sangre. Era la manifestación más sencilla de que el espíritu de

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79

Dios no abandonará jamás a los hombres. Los dos tomaron sus vasos

de madera. Bebieron.

El cantero se dio cuenta. Por fin tenía en casa las dos

memorias, la de la sangre y la del aprendizaje de los misterios. Sintió

sus labios resecos. Volvió a beber un poco más de vino. No tenía ya

otro destino. Ya no era un animal sin recuerdos ni nombre. Sabía

cómo encontrar el alma inmortal de las antiguas leyendas. Ahora, su

corazón se sentía indestructible. Era padre. Sin embargo, en ese

mismo momento, recordó algunas de las pocas palabras de su madre

que conservaba como recuerdo.

Cuando alguien tiene un hijo, su vida cambia para siempre.

Y era verdad. Él lo acababa de experimentar. Ya nada era como

antes. No todo le daba igual. A partir de ese momento, fue consciente

de que tendría que luchar en su interior por la vida de los suyos como

si fuese un guerrero que derramase su sangre al sol. Ya no era

desposesión y miedo al tiempo lo que sentía. Había llegado al sitio

definitivo en el que tendría que quedarse para siempre aunque, para

ello, tuviese que pagar un alto precio, los paisajes de su infancia.

Jamás regresaría. Esa era la verdad cifrada en el destino del llanto

que acababa de escuchar.

Aidan, tienes una hija. Blanca quiere que se llame Lambra.

le dijo una de las mujeres que había asistido al parto mientras le

entregaba a la niña.

Así se llama, Lambra.

Las lágrimas corrían por la cara del maestro escultor como si

estuviesen buscando el camino en el que se detiene por unos

instantes el tiempo. Era feliz. Nadie podría robarle jamás la

experiencia de ser padre. Tomó a la niña en brazos. La meció.

Empezó a cantarle una antigua canción.

Page 80: La Leyenda de Las Aguas Negras

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14 Noticias

El nacimiento de Lambra había traído un motivo especial de alegría.

Eran una familia. El invierno y la primavera fueron inolvidables en la

casa. Los cuatro se sabían unidos, sus ojos no estaban solos en la

vida. De hecho, sus cuerpos podían permanecer alejados de la

tristeza. Sus recuerdos no se desmoronarían como una estatua de

sal. Ellos los compartirían.

Nadie les condenaría al olvido. Mientras uno de ellos viviese, lo

harían los cuatro. No se cansaban de reunirse alrededor del fuego.

Unas veces, hablaban; las otras, se miraban. No había prisa. El

tiempo no importaba. No tenían la necesidad de vivir bajo los

recuerdos y la nostalgia. Todos estaban unidos.

Sin embargo, una tarde de la primera semana de mayo, todo

cambió. Pedro regresó a casa antes de lo previsto. Se abrió la puerta

y dejó pasar a las dos cabras que tenían para consumo propio de la

leche.

Después de la repentina muerte del pastor encargado de

hacerlo, el muchacho había sido el escogido por el concejo para sacar

a pastorear cada día el ganado doméstico de todo el pueblo con la

finalidad de que los animales se alimentasen de lo que pudieran en

los bosques cercanos al río. De su buena alimentación, dependía la

cantidad de leche y queso fresco que podrían consumir todas las

familias en los fríos días del invierno. En la primavera, era distinto.

Entró asustado. Dentro, estaban sus padres y su hermana Lambra.

No le esperaban tan pronto. De hecho, no les dio tiempo ni a que le

preguntaran qué pasaba.

El obispo de Burgos ha enviado una comisión de clérigos por

todos los pueblos del río Urbel para buscar indicios de herejes.

Aidan se levantó del taburete que ocupaba junto al fuego.

Blanca abrazó a Lambra y empezó a besarla en la frente.

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Dicen continuó informando, que les han llegado noticias

de que, en estas tierras, de nuevo se refugian herejes que llegan con

la excusa de hacer el camino de Santiago.

¡Vaya tontería se han inventado! contestó Aidan.

De hecho, Sebastián también dice lo mismo que tú.

¿Qué te ha comentado el bueno del sacristán? le preguntó

Blanca mientras empezaba a acariciar los pelirrojos cabellos de su

hija.

Me ha dicho que eso es una mentira y que, como otras veces,

vienen para meter miedo y quedarse con el dinero y las propiedades

de los que declaren herejes. Además…

Además, ¿qué? le preguntó nervioso el cantero.

Sebastián opina que sólo quieren meter miedo a la gente para

que los unos acusen a los otros y que todos acaben ofreciendo

propiedades o dinero a cambio de las misas celebradas por la

salvación de sus almas.

Blanca se levantó y se puso a caminar por la estancia mientras

acunaba a su hija. Su mirada se llenó de miedos. El pasado había

regresado y, precisamente, ellos dos tenían todos los números de

acabar pasándolo mal. Habían roto sus votos eclesiásticos. Vivían en

pecado. No se habían casado y tenían una hija.

Se las saben todas aseguró sin dejar de pasear a Lambra.

Todos acudirán corriendo a apuntar más misas para la salvación de

sus almas y acabarán acusando a quien les digan para salvar sus

vidas y conservar sus haciendas. De esta manera, todos demostrarán

que son buenos cristianos romanos.

Es un buen negocio para el obispo sentenció Aidan.

Eso mismo dice Sebastián. También está seguro de que

acabarán viniendo a Fuente Urbel. Él ha sido el que ha venido

corriendo a avisarme a los linares, donde me encontraba con el

ganado, en el mismo momento en que lo ha sabido. También ha sido

el bueno del sacristán el que me ha ordenado que devolviese a los

Page 82: La Leyenda de Las Aguas Negras

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animales a cada casa. Me ha dicho que tenía que venir a contaros lo

que pasaba.

Es un buen hombre sentenció Blanca sin dejar de acunar

entre sus manos a su hija.

Me ha dicho que os diga que, más tarde, pasará por casa

para hablar con vosotros.

¿Te ha dicho en cuántos días llegará esa comisión de clérigos?

le preguntó Aidan.

No, eso no me lo ha dicho.

No nos escaparemos de ser condenados afirmó Blanca.

Movidos por una voluntad compartida, todos callaron. Se

sentaron alrededor del fuego en los taburetes que cada uno tenía

asignado.

Como siempre, volvieron a mirar el azul intenso de las llamas.

Pero, esta vez, era diferente. Blanca pensaba en su interior que los

mercaderes de almas volvían a las andadas. Una vez más, montarían

sus puestos de mentiras y acabarían arruinando, encarcelando y

matando a más de un inocente. La historia se volvía a repetir. Era

como si el recuerdo de días pasados hubiese estado apostado para

regresar con la vergüenza y el miedo.

Estaban callados, sin decir nada. La puerta se abrió. Sus

corazones se llenaron de inquietud. Era Sebastián y no venía solo, le

acompañaba Alfonso, el jurado encargado de la justicia en el pueblo.

Buenas tardes indicó Sebastián.

Por decir alguna cosa. No os esperábamos tan pronto

señaló Blanca.

Sí, por decir alguna cosa. Además, mejor cuanto antes

respondió Alfonso.

No nos asustéis. Coged esos dos taburetes y sentaos junto al

fuego. Os preparo un trozo de pan con algo de queso y un vaso de

vino anunció Aidan.

Page 83: La Leyenda de Las Aguas Negras

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No les dio tiempo a que rechazasen su ofrecimiento. Se levantó

del asiento que ocupaba junto al caldero del fuego y preparo todo, tal

y como había indicado. Después, esperó a que los dos hombres

comiesen algo y bebiesen. Se produjo un breve silencio. Volvió a

llenarles sus vasos de vino.

¿Cuándo estarán aquí? era Blanca la que había hecho la

pregunta.

Creemos que en un par de días contestó Sebastián.

¿Qué queréis que hagamos? ¿Habéis venido a casa para

aconsejarnos que mañana marchemos para evitar meter a nadie del

pueblo en problemas? ¿Nos dais la oportunidad de escapar? les

preguntó Aidan.

No, no, tranquilos informó Alfonso. Queremos que sepáis

que el concejo y los vecinos del pueblo nos hemos reunido sin que

vosotros lo supieras para tomar una decisión. Hemos tardado poco.

Por eso, estamos ya en vuestra casa.

¿Os habéis reunido sin nosotros? gritó Pedro fuera de sí

mientras se ponía de pie de un salto.

Tranquilízate y déjales hablar le sugirió Blanca mientras lo

miraba con ternura. Por favor Pedro, cálmate y siéntate. Déjales

hablar. Tenemos que oír lo que tienen que decirnos.

Tu madre tiene razón, tranquilízate. Los vecinos nos quieren.

Se han reunido por nosotros. Alfonso, acaba, por favor intervino

Aidan.

Seré breve, pues lo hemos sometido a la votación de todos

los vecinos y no sólo han participado en ella los miembros del

concejo. Hemos decidido que, cuando llegue la comisión de clérigos,

os esconderemos en el lugar que menos se lo esperan, en la torre de

la iglesia.

Page 84: La Leyenda de Las Aguas Negras

84

Entre todos intervino Sebastián, nos encargaremos de

vuestro cuidado y alimentación mientras dure esta investigación.

Creemos que serán pocos días. Somos un pueblo de pastores y así se

lo haremos creer.

Gracias por vuestro ofrecimiento; pero, si queréis, mañana,

por la mañana, a primera hora, abandonamos el pueblo. No

queremos que nadie resulte herido o se convierta en un preso por

nosotros les indicó Aidan.

Todos sabíamos que nos diríais esto y que haríais este

ofrecimiento le confirmó Sebastián. Por eso, no ha habido ningún

problema con la votación. Todos, a una, hemos decidido que vosotros

sois uno más de nosotros y que os salvaremos.

Muchas gracias, muchas gracias respondió Blanca.

No se merecen era Alfonso el que ahora hablaba.

Sabemos que vosotros también haríais lo mismo por nosotros. Pero,

ahora, preparad unas cuantas cosas para así, mañana por la mañana,

estar dispuestos para instalaros en la torre. Mientras dure la

comisión, esta casa será habitada por Bartolomé, el herbolario. Está

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85

en perfectas condiciones. Si la encontrasen cerrada, los clérigos de la

comisión podrían sospechar y empezar a hacernos demasiadas

preguntas.

De acuerdo, así lo haremos afirmó el cantero.

Y mientras dure esto, Pedro, tú vendrás a vivir conmigo. Te

presentaré como un sobrino huérfano. Ya sabes que, en mi casa,

dispones de una habitación le informó Sebastián. Tres caben

mejor en la torre y, además, como el zagal que pastorea por el

pueblo, tú podrás servirnos de espía a todos. No se hable más. Hasta

mañana por la mañana.

El sacristán se levantó. Alfonso lo imitó. Abandonaron la

estancia. Blanca observó a su marido. Le dio mucha pena. De nuevo,

había visto la tristeza reflejada en sus ojos. Se notaba claramente.

Era como el alimento del miedo. Ella también había sentido cómo su

aliento se volvía amargo en la lengua. Tenía dudas. Por eso, se quedó

helada cuando escuchó la pregunta que les hizo Pedro.

¿No será un engaño para que no escapemos y, así,

entregarnos mañana a los clérigos?

Todos se miraron. Sus corazones caminaban muy lentamente.

Ninguno de los dos tuvo las fuerzas o el valor de contestar al

muchacho. A veces, las palabras tienen eso, se llenan de presagios y

anuncian desgracias. Los dos callaron.

Sabían lo que pasaba cuando la Santa Iglesia enviaba a sus

tribunales en busca de herejes. Todas las calles del pueblo acabarían

convirtiéndose en un páramo estepario. Desaparecerían las risas, los

gestos y hasta las más insignificantes conversaciones. Nadie querría

hablar con sus vecinos. Todos desconfiarían de todos. El recelo denso

y profundo se instalaría en sus ojos. Se mirarían los unos a los otros,

pero sin conocerse. Ya no habría tiempo para la melancolía. Nadie

danzaría. Las canciones y los juegos desaparecerían y, en su lugar, el

silencio se pasearía como el único amo y señor de las pocas calles del

lugar. Regresarían los antiguos recelos entre familias. El día a día se

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haría más lento y más cruel. Los diálogos no nacerían y, cuando lo

hiciesen, se acabarían en breves instantes como si se tratasen de

antiguas piedras destruidas por un inesperado temblor de tierra.

Nadie se saludaría en público. Así, si algún vecino era apresado, a

ellos no los podrían llevar a declarar porque habían visto cómo le

deseaban buenos días en medio de la plaza. Una vez más, la cobardía

regresaría a habitar en las entrañas de unos hombres que, muchas

veces, no entendían las palabras pronunciadas por los que les

interrogaban.

Aidan y Blanca conocían muy bien todo eso. Por eso, Blanca

dejó por unos momentos a Lambra en el interior de su canasto. Tenía

miedo. No quería volver a pasar por las descalificaciones personales y

los insultos. Todavía recordaba los golpes en sus pechos y las palizas

en sus piernas cuando la habían apresado la primera vez que se

había escapado del monasterio. Sin embargo, ella fue más fuerte que

el destino de los misterios sagrados que proclamaban las monjas de

su convento. La segunda vez, le salió bien. Ahora, no quería perder lo

que había conseguido. Era feliz, muy feliz, como sólo entiende el

corazón de una mujer que acaba de ser madre.

En esos momentos, en el paisaje de su memoria, sólo cabía un

encendido deseo. Quería disfrutar de la vida junto a su marido y a

sus hijos. Nada más. Era muy sencillo. Para ella, se habían acabado

los interminables días de la nostalgia, del miedo por conseguir la

salvación de su alma como único camino de su felicidad. Sin

embargo, las voces de su pasado habían regresado. Sintió un fuerte

escalofrío recorriéndole toda su espalda. Entonces, lo entendió. Se

hizo una promesa a sí misma. Tenían que permanecer juntos y ser

fuertes. En presencia de sus hijos, los dos se abrazaron.

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15 Miedos

A los dos días, tal y como había pronosticado Sebastián, aparecieron

los primeros soldados del obispo. En un primer momento, fueron

cuatro. Llegaron con las primeras luces del día. Uno de ellos,

haciendo sonar un cuerno y pasando calle por calle, convocó a todos

los habitantes del pueblo en la explanada de la iglesia a las doce del

mediodía. Los otros tres se dedicaron a asustar a los niños, a romper

pequeños objetos y a meterse con las mujeres que encontraron.

A la media hora, llegó el resto del grupo. En total, eran algo

más de una docena de soldados y ocho clérigos. Los soldados iban

todos a caballo; los clérigos, en tres carretas. La cosa parecía ir muy

en serio. Pidieron ver al alcalde. Le solicitaron alojamiento para una

noche y abundante comida y vino para todos mientras estuvieran en

el pueblo. Todos los vecinos colaboraron y trajeron cosas. A los

clérigos, les cedieron la casa del alcalde. A los soldados, los metieron

en tres o cuatro establos.

Llegó la hora. Los soldados pasaron casa por casa para

asegurarse de que no quedaba ningún vecino sin acudir a la cita, ni

siquiera los niños. Algunos soldados habían preparado una especie de

tribunal aprovechando como refugio la puerta de la iglesia. Los

clérigos se habían repartido los puestos. Habían hecho sentarse en el

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suelo a los vecinos. Los soldados los rodeaban formando un círculo.

Algunos de ellos no habían desmontado. De hecho, utilizaban el

movimiento de sus caballos para atemorizar todavía más a las

gentes. El clérigo que mandaba la comisión se levantó del taburete

que ocupaba y tomó la palabra.

Habitantes de…

Se produjo un silencio incómodo. Todo el mundo esperaba que

continuase hablando. Sebastián no pudo callar e hizo un comentario

en voz baja a su mujer.

Lo está haciendo de manera intencionada. Calla para que, así,

tengamos más miedo.

El clérigo los miraba. No decía nada. Movía su boca, pero no

hablaba. Era como si su lengua no fuese capaz de pronunciar lo que

le ordenaba su cabeza. Por fin, volvió a hablar.

Habitantes de…

De nuevo, volvió a encallarse. Era como si su boca se llenase de

espinas que le herían por dentro con más fuerza cada vez que

intentaba hablar.

¿Cómo se llama este miserable lugar? He olvidado el nombre

de este pueblo abandonado de la mano de Dios.

Gritó el clérigo fuera de sí mientras se acercaba al primer

muchacho que tenía más a mano.

Tú, levántate.

El chico se levantó. Su cara era la expresión del miedo. En

todas las casas, les habían aleccionado bien. No debían hablar bajo

ningún concepto, pasara lo que pasara. Los clérigos no podían saber

nada. Sólo el alcalde y el sacristán estaban autorizados para hablar.

El muchacho obedeció. Estaba levantado, pero calló.

¿Cómo se llama esta aldea maldita donde las aguas son

negras?

Le preguntó el clérigo con una voz muy tensionada para

provocarle miedo. El joven no respondió.

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¿Te he preguntado que cómo se llama este maldito lugar?

Volvió a insistir el clérigo. De nuevo, como si su boca estuviese

cerrada por resina, el muchacho no dijo ni una sola palabra.

Por última vez, ¿dónde estamos?

El clérigo no obtuvo respuesta. Entonces, perdió los nervios y le

dio una bofetada. Después, otra y otra más, hasta acabar dándole

golpes en la cabeza con el puño cerrado. El muchacho no decía nada.

Simplemente hacía lo que le habían ordenado sus mayores, resistía

con todas sus fuerzas a las provocaciones del clérigo. Entonces, el

sacerdote lo cogió de los pelos y lo hizo poner de rodillas.

Tú, mejor dicho, todos vosotros no sabéis con quién os la

estáis jugando. ¡Sargento!

Acabó llamando al soldado que mandaba el grupo de la gente

armada del obispo. Haciendo pasar su caballo por entre medio de las

gentes que estaban sentadas y muertas de miedo en la explanada de

la iglesia, el guerrero se acercó hasta el lugar en el que estaba el

clérigo. Los vecinos estaban nerviosos. De nuevo, habían notado el

sabor del miedo en el interior de sus bocas.

Baja del caballo.

El sargento obedeció y se puso junto al clérigo. El sacerdote tiró

del pelo del muchacho hasta que su cabeza tomó la dirección que él

quería. De esa manera, estaba ofreciendo su cuello.

¡Córtale la cabeza!

Ante esa orden, el soldado no supo cómo reaccionar. Se quedó

inmóvil.

¡Te he ordenado que le cortes la cabeza!

Volvió a gritar el clérigo con el rostro visiblemente enrojecido y

con el cuello hinchado por el gran esfuerzo que había hecho al gritar.

Esta vez, el soldado obedeció. Sacó su espada y la alzó a dos manos.

Entonces, todo el pueblo se levantó y gritó como un solo hombre.

¡No!

Page 90: La Leyenda de Las Aguas Negras

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Los soldados del obispo rodearon a todos los vecinos y a golpes

les hicieron que se volviesen a sentar.

Si no queréis que pase, que el muchacho diga, de una vez por

todas, cómo se llama este lugar.

Díselo gritó Sebastián, el sacristán.

El muchacho, estando en la posición incómoda en la que

estaba, esta vez, obedeció.

Se llama Fuente Urbel.

El clérigo le soltó el pelo; pero, volvió a abofetearle.

¿Tanto trabajo te ha costado decir el nombre?

Después, tomó aire y empezó a caminar por entre medio de los

habitantes.

Si para conocer el nombre del lugar hemos tardado tanto, ya

veo que este santo proceso será más largo de lo que esperaba.

Aunque, no os preocupéis, nosotros ya hemos traído una lista de los

tres sospechosos de herejía más importantes que tenéis en este

pueblo.

Al oír estas palabras, la planicie se convirtió en un murmullo.

Todos los vecinos se pusieron a hablar entre ellos. Estaban muy

asustados. Entre ellos, existía un traidor. Alguien había dado el

nombre de tres acusados y todos conocían quiénes eran esos

acusados. Rápidamente, algunas madres se ofrecieron para cuidar de

la pequeña Lambra. Se quedaría huérfana y sin hermano. El clérigo

hizo que el soldado volviese a hacer sonar el cuerno una sola pero

prolongada vez. Se produjo el silencio.

Tranquilizaros, ya os lo he dicho. Nosotros hemos venido

aquí a una sola cosa, a ayudaros. No me miréis así. Esta es la única

verdad. Nosotros queremos libraros de todos los herejes que hay en

vuestra aldea. Los demás sois tenidos como buenos cristianos

romanos. Nuestro amado obispo me ha dicho que os diga que, si

cada año cumplís con el encargo de diez misas por vecino y pagáis no

una décima sino hasta tres, con dos especiales, él personalmente se

Page 91: La Leyenda de Las Aguas Negras

91

encargará de que vuestras almas, cuando muráis, sean conducidas

directamente al cielo. ¿Lo habéis entendido?

El clérigo calló. Estaba en medio de la explanada, rodeado por

las gentes de Fuente Urbel. Pero, no estaba solo. Desde que se había

puesto a caminar entre ellos, el sargento lo había seguido montado

en su caballo. El soldado lo tenía claro. Nadie tocaría ni un solo pelo a

uno de los clérigos más queridos en esos momentos por el obispo de

Burgos y también por sus soldados. Lo sabía hacer mejor que nadie.

Este clérigo no paraba de conseguir para el obispado más rentas cada

día; no sólo en forma de monedas, también en forma de ricas

propiedades. Eso sólo significaba una sola cosa. Los soldados del

obispo de Burgos eran los mejor pagados de toda Castilla.

Había olvidado el nombre de este lugar, pero no el contenido

de mi misión. ¿Sois buenos cristianos romanos?

¡Sí!

Contestaron todos a una los hombres y mujeres de Fuente

Urbel. El miedo les había desatado la lengua. Estaban dispuestos a

decir todo lo que ese clérigo quisiera escuchar.

Entonces, entonces volvió a gritar el clérigo, eso quiere

decir que estáis dispuestos a asistir al juicio de Dios de los tres

herejes que tenéis viviendo entre vosotros.

Se produjo el silencio más tenso. Todos estaban nerviosos.

Ninguno se atrevía a hablar. Era como si el tiempo no quisiera pasar

y hubiese llenado sus segundos de piedras para ir más lento.

¿Os pensabais que no estábamos bien informados en el

palacio episcopal de Burgos de que, entre vosotros, viven tres

herejes?

Nadie hablaba. Parecía como si todas las mentes se hubiesen

parado a la vez y ninguno fuese capaz de hablar.

Lo sabemos; sí, lo sabemos. Estamos bien informados.

Además, con nosotros viene un joven clérigo artesano que nos ha

confirmado la lista. Tomad ejemplo de él. Confesó. La Santa Iglesia lo

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perdonó. Cumplió su penitencia. Y, ahora, no sólo es uno de nuestros

miembros más activos en las santas comisiones contra los herejes del

obispado sino que hasta es el secretario personal de nuestro amado

prelado. Él en persona nos ha querido acompañar hasta aquí. Tiene

información de primera mano. Ha hablado con muchos de vosotros.

Conoce muy bien a los tres herejes. Seguramente, cuando lo veáis,

alguno de vosotros lo reconoceréis. Vivió entre vosotros hasta hace

unos cuantos meses. Formaba parte de la cuadrilla de canteros que

vinieron desde las grandes islas.

El clérigo hizo un gesto de mano. El soldado del cuerno

interpretó ese gesto como una orden. Hizo sonar el cuerno por tres

veces. Al momento, tres caballos entraron a galope en la explanada.

Dos soldados y un clérigo joven. Desmontaron. El clérigo joven se

acercó y se colocó al lado del sacerdote.

Aquí lo tenéis. Hasta hace poco, lo conocíais como Ailbe. A

partir de ahora, tenéis que llamarlo Pablo. Ha cambiado su nombre

por el de nuestro gran santo converso que pasó de ser perseguidor

de Cristo a uno de sus máximos defensores. Por cierto, yo me llamo

Diego de Miñón y, a parir de este momento, seré el juez eclesiástico

de Fuente Urbel.

Cuando Diego acabó de hablar, todos se miraron. Conocían y se

acordaban de aquel joven muchacho. Era uno de los aprendices de la

cuadrilla de Aidan. No se esperaban esto. Todos temían las

barbaridades que puede acabar haciendo alguien que cambia de

bando en una guerra. No pudieron hablar más. Los había traicionado.

Como os ha indicado mi amado hermano Diego, ahora me

llamo Pablo de Burgos y soy el secretario personal de su ilustrísima.

Por eso, me ha enviado aquí. Conoce la existencia de esos tres

grandes herejes. Ahora, vayamos todos a comer. A las dos nos

volveremos a reunir todos juntos para celebrar un gran y único juicio

de Dios.

Page 93: La Leyenda de Las Aguas Negras

93

Los hombres y mujeres de Fuente Urbel no se lo acababan de

creer. Eso sólo podía significar una cosa. Alguien los había delatado.

Mientras algunos soldados estaban dando órdenes por la mañana en

las calles del pueblo, lo más probable era que otro grupo de

guerreros se había dirigido hacia la torre y, con traición, los habían

hecho prisioneros. Tenían un delator entre ellos. Las gentes lo

tuvieron claro. Sus vecinos y amigos estaban presos en una de las

tres carretas. Por eso, la carreta de mayor tamaño siempre había

estado custodiada por dos soldados fuertemente armados.

El bueno de Sebastián no salía de su asombro. Todos habían

jurado fidelidad a Aidan y a su familia; pero, no había sido así. Al ver

al joven clérigo y escuchar sus palabras, su alma se le había roto en

mil pedazos. Lo conocía bien. Era uno de los aprendices del maestro.

En esos momentos, las sensaciones del sacristán fueron amargas. Le

quemaban en el corazón con la intensidad de la tristeza que se

produce en el alma de un hombre cuando descubre que un amigo le

ha traicionado.

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94

16 El juicio

A las dos en punto, todo el mundo estaba reunido en la explanada del

cementerio. Nadie hablaba, ni siquiera lo hacían los soldados. Los

clérigos habían ido ocupando sus lugares reservados. Diego y Pablo

presidían el tribunal. Ante una señal de Diego, todos se pusieron de

pie. Entonces, dos clérigos empezaron a cantar de memoria los

primeros versículos del Salmo 50.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,

por tu inmensa compasión borra mi culpa;

lava del todo mi delito,

limpia mi pecado.

De pie, la gente de Fuente Urbel se moría de miedo. Sabían lo

que estaba ocurriendo. Había empezado el juicio de Dios. Pasados

unos instantes, todos los demás clérigos al unísono contestaron

también de memoria cantando la segunda estrofa del salmo.

Pues yo reconozco mi culpa,

tengo siempre presente mi pecado:

contra ti, contra ti solo pequé,

cometí la maldad que aborreces.

Los clérigos se acabaron sentando. Nadie tenía ganas de hablar.

Además, conocían los mecanismos de estos procesos judiciales. Si a

alguien se le ocurría hablar cuando no debía, podía acabar costándole

la pena de muerte.

Ahora, podéis sentaros ordenó Diego. Supongo que, más

de uno de vosotros, ya conoce cómo continúa este salmo penitencial:

En la sentencia tendrás razón. Y eso es lo que pasará aquí. Dios nos

iluminará a los miembros de este santo tribunal. Y acabaremos

teniendo una verdad divina en nuestra sentencia. Hermano Pablo de

Burgos, llame a los acusados y formule sus cargos.

Al oír estas palabras, las gentes de Fuente Urbel se miraron.

Ahora, sería cuando los conducirían ante el tribunal. Más de uno

Page 95: La Leyenda de Las Aguas Negras

95

pensó que ya los habrían torturado para hacerles hablar y que

estarían machacados por los golpes.

Su cara será todo un poema le dijo Sancha a su marido, al

sacristán. Seguro que los han torturado.

No les dio tiempo a decir nada más. El soldado volvió a tocar el

cuerno. En la planicie, se produjo el silencio más absoluto. Los

vecinos vieron cómo los dos soldados encargados de la custodia se

dirigían hacia la parte posterior de la carreta y levantaban su toldo.

Los vecinos no veían muy bien desde donde estaban; pero la mayor

parte de ellos pudo distinguir que dentro había tres siluetas. Sin

embargo, parecía que no se movían. Todos los vecinos se temieron lo

peor. Ya los habían ajusticiado antes de presentarlos ante el tribunal.

He oído que, en algunos lugares, la Santa Iglesia ha llegado a

realizar el juicio de Dios sobre cadáveres le dijo Sebastián a su

mujer.

¡Pobres! Sólo espero que no hayan sufrido mucho.

Entonces, el bueno del Sacristán no pudo más. Se levantó. Miró

al tribunal y se decidió a hablar.

Como miembro del clero, pues tengo uno de sus órdenes, el

de ostiario, el de portero del templo, solicito a los ilustrísimos

miembros de este santo tribunal que, para evitar un mal momento a

las mujeres y a los niños, no sean traídos hasta aquí los cadáveres de

los tres herejes. El juicio de Dios puede realizarse sin su presencia.

Tú no eres nadie aquí le respondió Diego dando un fuerte

golpe en la mesa. ¡Cállate de una vez por todas! Deja que el juicio

de Dios proceda. Si eres hombre de iglesia, cosa que no muestras

con dignidad, pues no luces la tonsura reglamentaria, sabrás que esta

clase de procesos tienen unos procedimientos mecánicos que se han

de cumplir como parte de la voluntad de Dios. Hermano Pablo de

Burgos, procede de una vez por todas.

Page 96: La Leyenda de Las Aguas Negras

96

Sebastián volvió a sentarse. Su mujer le cogió del brazo Se

abrazaron. El sacristán vio cómo el alcalde y algunos vecinos le

miraban y con sus ojos le pedían calma.

Este santo tribunal empezó a gritar el nuevo Pablo, llama

a los acusados: Dagda, Chulainn y Ogmios.

Las gentes de Fuente Urbel se miraron. No conocían a nadie del

pueblo que se llamara por esos nombres.

¿Quiénes son? decía el uno.

¿Alguien sabe quiénes son? preguntaba la otra.

De hecho, conocían muy bien el nombre de los cuatro vecinos

que faltaban y que, todavía, tenían que estar ocultos. Estaban

convencidos de que Aidan, Blanca y Lambra permanecían todavía en

la torre. A esas horas, Pedro estaba escondido en la cueva de San

Blas con el ganado de todo el pueblo, para evitar que los soldados se

lo llevasen. Pero, además, Lambra era un bebé acabado de bautizar y

que, todavía, no había hecho daño a nadie.

¿Quiénes son esos tres vecinos a los que acusan con nombres

tan raros? acabó preguntando en forma de susurro Alfonso, el

justicia del concejo.

Nadie le respondió. Nadie conocía a nadie por esos nombres.

Además, si los convocaban ante un juicio de Dios era evidente que

existían. No sólo eso. Todos ellos estaban viendo cómo un grupo de

soldados había ido a buscarlos y los traían a peso. Los llevaban

Page 97: La Leyenda de Las Aguas Negras

97

sentados en unas sillas de madera y cubriendo todo su cuerpo con el

manto negro penitencial de los herejes.

Colocadlos mirando al tribunal y destapad al primero de ellos.

Aunque sea un juicio colectivo, a cada uno se le procesará de manera

individual por las faltas cometidas.

Les ordenó Diego a los soldados con una voz impostada. Los

soldados obedecieron. Destaparon al primero. En un primer

momento, todos los vecinos se miraron con cara de asombro.

Ninguno se atrevió a decir nada. Después, una mujer vieja se atrevió

a gritar.

Pero si es un muñeco que le está dando de comer a un

pajarraco que se caga en un caldero.

Todos cambiaron de actitud. Se pusieron a reír abiertamente.

Los clérigos se miraron. No daban fe a lo que estaba sucediendo.

¿No lo reconocéis? gritó ahora el clérigo que era más

viejo. Es uno de los vuestros.

¿Qué dices? le preguntó un muchacho.

Lo tenéis representado en el interior de vuestro templo y es

un dios hereje.

¡Ah!, bueno, se trata de eso, de dioses herejes.

Gritó el bueno de Sebastián provocando que todos los allí

presentes se pusieran a reír sin poder controlar las risas. Todo

cambió cuando algunos oyeron las voces que daba Diego y todos

escucharon el fuerte sonido del cuerno de guerra.

¡Soldado!, avisa que saquen los arcos y disparen.

A los vecinos casi no les dio tiempo a ver cómo algunos

soldados sacaban un arco y un carcaj de debajo de su manta de

montar y se disponían a disparar sobre la población desarmada. Al

instante, dejaron de reír. Algunos, que se habían levantado para

hacer burla y hablar entre ellos, volvieron a sentarse sobre la hierba.

Page 98: La Leyenda de Las Aguas Negras

98

¡Pablo!, prosigue de una vez. Soldados levantad y mostrad a

los tres. Seguro que, de esta manera, sí que los reconocerán

ordenó gritando Diego.

Y fue cierto. Ahora, Nicolás, el alcalde, fue el primero que habló

con voz baja para no ser oído.

Se tratan de las imágenes de la iglesia. Callad todos. Que

hagan su farsa. Así, marcharán y nos dejarán en paz. No conocen que

Aidan y Blanca viven entre nosotros y que, además, han formado su

propia familia.

No le dio tiempo a decir nada más. El nuevo apóstol Pablo se

había puesto a hablar con una voz alta y clara.

El primero de los acusados es Dagda, el dios que quiere tener

el mismo poder sobre la vida y la muerte de los hombres a través de

su caldero mágico que Dios nuestro Señor. El segundo es un héroe,

Chulainn, hijo del dios Lugh. Un guerrero que se sacrificó a sí mismo

de la misma manera que lo hizo nuestro Señor Jesucristo en la cruz.

El tercero representa al gran dios Ogmios, la palabra. Decir su

nombre es como pronunciar la palabra de Dios.

Movido por un impulso incontrolable, Sebastián se puso en pie.

Empezó a hablar de manera pausada.

Esos tres dioses representan el símbolo de la sagrada

Eucaristía: el sacrificio, su cáliz y la palabra que transforma el vino

que contiene en la sangre de Nuestro Señor Jesucristo.

Diego dio un salto. La mesa sobre la que hasta entonces había

sujetado sus brazos se movió y tembló. Estaba fuera de sí. Se puso

pálido. No acertaba a hablar.

¿Tú también eres un hereje? ¿Quieres discutir acerca de la

sagrada teología cristiana con nosotros?

¡No! le respondió calmado Sebastián, sólo he dicho lo que

se me ha pasado por la cabeza. Los tres forman un símbolo fácil de

ver y de entender.

Page 99: La Leyenda de Las Aguas Negras

99

Lo que nos faltaba gritó Pablo, que estos pueblerinos

entiendan el secreto mensaje de estas piedras paganas.

¡Soldado, mátalo, clávale una flecha! ordenó Diego al

soldado que se encontraba a su lado.

Le hizo caso. Lanzó la flecha. Por suerte, al ver lo que estaba a

punto de pasar, su mujer le tiró de la camisa. Ese rápido gesto, salvó

la vida del sacristán. La flecha le dio de refilón en el hombro. Unos

centímetros más abajo y le habría traspasado el corazón.

Todos los vecinos se pusieron a correr en todas direcciones.

Sebastián sujetó con su mano derecha la flecha y también empezó a

huir acompañado de su mujer.

¡Soldados, no disparéis! Y, vosotros, huid, huid, no os

necesitamos para nada. Nosotros solos acabaremos este juicio de

Dios les gritó Diego.

Los clérigos volvieron a tomar sus posiciones. La tropa del

obispo de Burgos se colocó a su lado con la intención de protegerles.

Se produjo un breve silencio. Entonces, sucedió.

Oigo llorar a un bebé y en la plaza no había ninguno indicó

el clérigo mayor.

Es verdad confirmó otro con mucha dificultad al hablar, ya

que era tartamudo.

Luego nos encargaremos de este misterio. Acabemos este

juicio de Dios de una vez por todas en el lugar que tiene que hacerse

ordenó Diego.

Los clérigos hicieron toda la farsa del juicio de Dios. Tomó la

palabra el fiscal. Le respondió el abogado defensor y el juez dictó

sentencia. Fue clara. Sus representaciones serían eliminadas. No

quedaría ninguna de sus imágenes.

Sin embargo, en esos momentos, lo que ninguno de ellos sabía

era que, en la torre de la iglesia, una madre temblaba muerta de

miedo por el destino de su hija. Mientras, su marido rezaba en su

interior, sin atreverse a pronunciar ni la más mínima palabra. Sólo

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100

pensaba en lo que sucedería si alguien reconocía su voz. El maestro

cantero sintió cómo su conciencia le torturaba. Sin embargo, poco a

poco, según rezaba, se fue tranquilizando. Tenía muy claro que no

había cometido ningún error al tomar la decisión de ingerir la ceniza

para ponerse enfermo y tener fiebre. De hecho, ese gesto había

hecho cambiar la suerte de su destino para siempre. Se calmó. Se dio

cuenta de que no había ninguna necesidad de huir.

Se acercó a su mujer y sonrió a su hija. Lambra había dejado

de llorar. Los miraba como si ella también hubiese entendido lo que

sucedía. Aidan acarició las manos de su mujer. Con ese gesto, quería

que supiera cuánto las quería a las dos.

A través de sus cuerpos y de sus sangres, por fin, había

agarrado definitivamente su alma a la vida. No quería saber nada

más de la acidez de la falsa religión. Seguramente, esos hombres

estarían actuando de buen corazón. Pero, se habían quedado en los

bordes exteriores del gran misterio de lo sagrado. Dios era bueno. No

podía ser de otra manera. Lo tenía claro. Según el evangelio de San

Juan, al creyente no se le juzgará. Y el no creyente, por el hecho de

haber hecho un acto libre en su conciencia, ya había sido juzgado.

Estaba sereno. Al maestro escultor le habían enseñado que los que

llegan a la luz, los que creen en Cristo en cualquiera de las

manifestaciones de la fe, eluden definitivamente todo juicio o

proceso.

Por estos motivos, resguardado en el interior de la torre del

templo en el que había dejado esculpido el pensamiento sagrado de

sus antepasados, tenía su conciencia tranquila. Aidan estaba

convencido. Su fe era cierta. No tenía miedo. La bondad de la

providencia del buen Dios, en el que desde hacía tantos siglos habían

creído las gentes del clan de los MacNjil, los acabaría salvando.

Sonrió. Se abrazó a su mujer y a su hija. El mundo estaba bien

hecho.

Page 101: La Leyenda de Las Aguas Negras

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17 En mitad de la nada

Al acabar el juicio, Diego tuvo la necesidad de conocer, de primera

mano, las figuras a las que habían condenado. Le había impresionado

la manera como habían sido presentados los poderes de esos

antiguos dioses. De hecho, era verdad, compartían muchos de los

atributos que los grandes maestros en teología y los Santos Padres le

daban al mismo Dios. Estaba intrigado. Era como si aquellos linajes

ancestrales hubiesen intuido el mensaje de Dios antes de que se

hubiese producido su revelación por medio de los profetas. Por este

motivo, decidió que tenía que hacer que Pablo le acompañase al

interior de la iglesia.

Hermano Pablo, vamos dentro, quiero ver esas imágenes.

No hizo falta que se lo repitiese dos veces. Se levantó del

taburete que ocupaba. Abrieron la puerta. Entraron. La penumbra de

los sillares les dio la impresión de que todas las imágenes dormían.

Sin embargo, Diego, había percibido en la distancia el poder oculto de

esas piedras. Se sintió observado por cientos de ojos invisibles. Notó

en ellas el reflejo del peso de la tradición y el alma de algunas

conciencias.

Page 102: La Leyenda de Las Aguas Negras

102

¿Qué diría nuestro santo Padre, el Papa, si viese todas las

esculturas de este templo? le preguntó de repente Pablo.

Cosas como estas, no le preocupan.

Pablo no supo responder a esa afirmación. No se la esperaba.

Tampoco sabía que su hermano clérigo estaba sintiendo una extraña

sensación. No le podía explicar que se sentía turbado y muy agitado.

No era miedo lo que estaba notando circular por el interior nervioso

de su corazón. Experimentaba que su sangre se resecaba ella misma

en la comisura de sus labios. Era algo más profundo lo que vivía;

pero, no era una experiencia de fe. De hecho, no sabía explicarlo. Se

quedó quieto, como si alguien le acabase de quitar los palos de

regaliz de su infancia. Por fin, reaccionó.

No te quedes tan callado. Creo que no me has entendido

volvió a hablarle Diego. El Papa sabe que la verdadera religión es

la nuestra. Por eso te he dicho que cosas como estas ya no le

preocupan. Son agua pasada.

Pero, estas piedras hablan.

Si eliminamos a todos los que conocen su significado, cuando

otras personas las contemplen dentro de un par de años, ¿qué daño

les harán?

¿Qué quieres decir?

El problema se produce ahora, cuando alguien les puede

explicar su significado.

Explícate mejor, por favor.

Ahora sí que son imágenes peligrosas.

Porque se entienden, ¿no? intervino Pablo.

Exactamente. Estas esculturas pueden llevarles a creer que la

Santa Iglesia de Roma no tiene la primacía de la fe. Cuando los

símbolos se vacían de significado, ya no asustan, no dan más miedo.

Diego continuó caminando. Se quedó mirando las esculturas. A

través de ellas, era como recorrer el mundo de la fe sin haber salido

de casa. Miró hacia la cabecera del templo. Contempló sus sombras.

Page 103: La Leyenda de Las Aguas Negras

103

En esos momentos, sintió cómo su alma presentía que algo iba a

suceder. Sin embargo, jamás hubiese pensado que se tratase del

peso de una conciencia humana.

Si no hubiese recorrido toda esta distancia empezó a hablar

Pablo, estas imágenes me continuarían guiando en la salvación de

mi alma.

¿Qué quieres decir con estas palabras?

Si no hubiese venido a estas tierras de Hispania y me hubiese

quedado en mi monasterio, cada día continuaría oyendo hablar de

estos dioses y de sus atributos. Y no pasaría nada. Los mezclaría con

las enseñanzas de la Sagrada Biblia sin ningún pudor y no sentiría

que mi alma estaba en pecado. Ahora, no ocurre lo mismo. Desde

que me abristeis los ojos a la verdadera fe, cada día, sólo hago una

cosa.

Tú dirás.

Dar gracias a Dios por haber encontrado el verdadero camino.

¿Qué piensas de los hombres que no han tenido esta

oportunidad? le preguntó Diego.

Me dan pena. Sé que son buenas personas. Pero, son tercos.

No quieren renunciar a la fe de sus antepasados. De hecho, todos los

que me acompañaron murieron sin haber renunciado a su antigua fe.

¿Estás seguro?

Lo estoy. Por eso, cada noche, rezó por ellos. En las tierras de

Scottia, creemos en la existencia de un lugar intermedio entre el

Cielo y la Tierra en el que esperan las almas de todos aquellos que se

han equivocado. Mis antiguos hermanos no abrazaron al maligno,

simplemente, se equivocaron al no querer reconocer que la salvación

sólo se encuentra en nuestra Santa Iglesia.

Diego se había sentado en el escalón que separaba el ábside de

la nave. Se sentía bien. Esa conversación le estaba recordando sus

viejos sueños de juventud, cuando había decidido hacerse clérigo

para defender la causa de la verdadera Iglesia de Roma.

Page 104: La Leyenda de Las Aguas Negras

104

Y tu maestro, ¿cómo era? le preguntó.

Un buen hombre. Creo que si pudiese volver a hablar con él

algún día, entendería todo lo que hice por defender a la Santa Iglesia.

No sólo me perdonaría que arrastrase a nuestros hermanos a la

confesión final, sino que hasta me comprendería. Tal vez, él también

haya muerto. Sin embargo, lo más seguro es que se encuentre

escondido en alguna pequeña aldea. Sin embargo, esté donde esté,

sé que no podrá renunciar jamás a dos cosas.

Veo que lo apreciabas le indicó Diego. Perdona, te he

interrumpido.

No, tranquilo. Al ver estas imágenes, comprendo que Aidan

jamás podrá renunciar ni a esculpir ni a intentar plasmar el antiguo

pensamiento de sus ancestros, su manera de entender, expresar y

vivir la fe. Era un buen hombre y un auténtico creyente.

Nosotros también somos hombres buenos y auténticos

creyentes. No lo olvides jamás. Lo que hacemos lo hacemos por

nuestra madre, la Santa Iglesia.

Tranquilo, Diego, no me quejo. He aprendido. Y ya has visto

cómo no he temblado en el juicio de Dios al decir los nombres con los

que mis antepasados hablaban de los atributos de Dios. Además, no

te preocupes. No me temblarán las manos cuando con mi cincel y mi

mazo tenga que romper todas estas imágenes en nombre de la única

y verdadera fe, la que guarda como un auténtico tesoro la Santa

Iglesia de Roma.

Jamás lo he dudado, Pablo. Personalmente, también te tengo

por un buen hombre y por un mejor cristiano. En el fondo, me dan

pena los hombres que se obstinan en no darse cuenta de que la

Iglesia de Roma es la única depositaria de la verdadera fe. Te tengo

que confesar una cosa…

Diego dejó de hablar. Se incorporó. Entró en el ábside. Se

arrodilló. Se santiguó. Guardó silencio por unos segundos. Volvió a

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105

levantarse. Se acercó a la pared norte del ábside. Tocó sus piedras

sillares. Suspiró.

Hermano reanudó Diego su pensamiento, lo paso muy

mal cuando tengo que someter a la violencia a hombres, mujeres y

niños para salvar sus almas. Pero, sé que tengo que hacerlo.

Además, soy consciente de que ni el mismo Dios quiere que lo

hagamos. De hecho, la obstinación de todos estos condenados a no

arrepentirse no deja de ser más que otra forma más que escoge el

maligno para hablar en la Tierra. Por eso, hay que erradicarlo.

No te tortures la conciencia. Nuestro Señor Jesucristo, antes

de marchar, dejó todo atado y bien atado en la figura de San Pedro.

Por eso, ahora, los Papas son los verdaderos depositarios de la única

y verdadera fe. Si hay que hacerlo, se hace.

Hermano Pablo, en pocos meses, te has convertido en uno de

los mejores mensajeros de la voz universal de la Iglesia de Roma.

Me harás ponerme rojo y pecar de vanidad.

No seas tonto. Tú tienes un don, Dios te lo ha regalado.

Todos te acabarán…

Diego no pudo acabar la frase. Sintieron un ruido que provenía

del tejado. Los dos se miraron.

No tengas miedo le dijo Diego. Estamos en el interior de

un templo cristiano.

Sí, pero sus imágenes no lo son.

Me olvidaba de esto.

No esculpimos ninguna imagen de Cristo nuestro Señor, ni de

la Virgen María, ni tampoco ningún santo y, mucho menos, un ángel.

Sólo tenemos a hombres pecadores, a Adán y Eva, nuestros primeros

padres, los que pecaron por todos nosotros ya en el origen, y al rey

David, el adúltero.

¿Este templo no tiene ninguna imagen basada en el Nuevo

Testamento?

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106

¡No!, así es. Sus imágenes, basadas en el Antiguo

Testamento18 y en la representación de los atributos de sus dioses

antiguos, son un canto a la antigua y noble iglesia cristiana celta.

Entonces, ya no tengo ninguna duda. Todas estas imágenes

deben ser eliminadas. ¿Cómo podemos levantar un templo cristiano

sin una sola representación de Cristo? Aquí, tenemos la justificación

de su herejía. Tranquilo, hermano, lo hemos hecho bien. El juicio de

Dios debía realizarse. Somos los servidores de la Santa Iglesia de

Roma, la que reconoce la verdad de la revelación de Dios en la

gloriosa encarnación de su Hijo, Cristo. Y, de Nuestro Señor, sólo se

habla en el Nuevo Testamento.

Por suerte para nosotros, Dios nos ha iluminado afirmó

Pablo.

¿Ya no quieres saber nada de tu pasado?

Sólo soy un fiel servidor de la Santa Madre Iglesia.

Ya te he dicho antes que Dios te ha escogido porque ha visto

en ti a un buen hombre. Dios no tendrá ningún reparo en que,

cuando mueras, en tu alma broten las alas de la eterna espiritualidad.

Vamos, salgamos, que seguro que el resto de nuestros hermanos

están preocupados.

Los dos hombres volvieron a atravesar la nave de la iglesia. Se

sentían en la intimidad incómoda de Dios. Sabían que Él estaba allí,

pero eran conscientes de que aquellas imágenes no le gustaban.

18 No hay que olvidar el carácter judaico de la Iglesia celta. En la Iglesia celta, el Antiguo

Testamento continuaba gozando de la misma importancia que el Nuevo. Cuando se consagraba una iglesia, se dejaba en ella tanto los Evangelios como un ejemplar de la ley mosaica. En la iglesia celta, las leyes sobre el matrimonio seguían estrictamente los principios del Antiguo Testamento. No sólo eso, se observaba el sábado judaico. La Pascua judaica se celebraba oficialmente. La matanza de animales para comerlos se efectuaba de acuerdo con los requisitos judaicos. Y misales y otros documentos de la Iglesia celta, que se conservan, aparecen llenos de extractos de libros apócrifos judaicos y de otros textos que, desde hacía tiempo, estaban prohibidos rigurosamente por Roma. De hecho, tan marcada era la orientación judaica de la Iglesia celta que, según consta en los anales, fue acusada explícitamente de judaísmo, a la vez que a sus seguidores se les tachaba de judíos.

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107

Este templo acabará siendo una ruina por voluntad de Dios,

afirmó Diego.

No te preocupes, hermano. Si no, la Santa iglesia lo cerrará

para siempre, para que nadie pueda contemplar estas imágenes.

Los dos sonrieron. Se supieron instrumentos de Dios en las

manos santas de la Iglesia. En sus corazones, no había lugar ni para

la tristeza ni para la angustia. Allá, en lo alto, se quedaban aquellas

imágenes, fijas en unas tinieblas solitarias, que jamás podrían ser

entendidas por nadie. Les quedaban pocas horas. Después, las

destrozarían a golpe de cincel y de maza.

Ellos dos eran conscientes de que formaban parte del más bello

y maravilloso sueño de los hombres, la realidad de la Santa Iglesia de

Roma. Nunca antes, ninguna religión había creído ser la verdadera

intermediaria de las relaciones íntimas entre Dios y los hombres. Su

presencia en esas tierras lo dejaba todo muy claro. Ellos eran los

encargados de alzar el silencio sagrado. Ninguna imagen hablaría ya

más de las puras invenciones de las leyendas antiguas. El viento no

recogería más el sonido de las voces de los antepasados. Ellos

estaban preparados. Cristo lo había prometido, vendría por segunda

vez.

Ahora, sabían lo que tenían que hacer. Ya no deberían esperar

a la manifestación de los secretos más íntimos de las piedras. Las

destruirían. No podían permitir que esas esculturas despreciasen

tanto los sagrados mensajes escondidos en los libros del Nuevo

Testamento. Ellos eran cristianos, cristianos romanos. Sabían que,

cuando su pensamiento juzgaba, no estaban solos. Intuyeron la

presencia de los ángeles de la luz. Por eso, al abrir la puerta, notaron

cómo su corazón se robustecía. Empezaron a abrazar a sus hermanos

clérigos. Dios estaba en medio de ellos, preparado para destruir para

siempre los antiguos caminos que mostraban aquellas esculturas,

aquellas imágenes mezcla de locos sueños y de agitados espíritus.

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18 Voces de mujer

Al escuchar los gritos de la explanada de la iglesia, Aidan y Blanca

habían intuido que algo malo ocurría. Lambra se puso a llorar.

Entonces, tuvieron miedo. Si la oían, podían subir a la torre y, si los

encontraban, todo habría acabado. Abandonaron la edificación alta

del templo sin ser vistos. Rodearon las calles del pueblo y se

dirigieron a casa de Sebastián. Cuando entraron, poco podían

imaginar que el bueno del sacristán había resultado herido.

¿Qué hacéis aquí? preguntó Sancha.

Hemos oído muchos gritos.

Pues, ya lo veis. Lo han herido.

Ten, Aidan, coge a la niña. Sancha, yo te ayudo.

Espera, que Aidan se lleve a la niña. Entra a nuestro cuarto.

Si tenéis frío, métete en nuestra cama con tu hija. Así, estaréis

calientes.

Dejaos de hablar tanto y curadme de una vez por todas la

condenada herida, que me duele protestó Sebastián.

El cantero y su hija abandonaron la cocina. Aidan sabía que no

tenía que molestar en esos momentos. Después, ya hablarían.

Bébete una jarra de vino empezó a dar órdenes Sancha. Y

tú, Águeda, ayuda a Blanca. Preparad dos o tres cuchillos en el fuego

para hacerle el cauterio y calentad también mucha agua.

Las dos mujeres se pusieron a hacer lo que les había ordenado.

Águeda era la vecina y la mejor amiga de Sancha. De hecho, las tres

se conocían desde niñas. Nunca habían dejado de estar juntas. Por

eso, cuando había visto que Sebastián recibía un flechazo, no se lo

había pensado ni dos veces. Sabía hacia dónde tenía que dirigirse.

¿Ya has bebido?

Toda la jarra, mujer.

Entonces, estírate encima de la mesa.

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109

Sebastián obedeció. Al hacerlo, notó cómo se mareaba. Había

perdido bastante sangre. Además, tenía la impresión de que la flecha

no había salido limpia. Notaba algo en el borde de su hombro, como

si, en su interior, se le hubiese quedado algo incrustado.

Sancha se puso a limpiarle la zona del hombro. Al pasar el trozo

de lino sobre la herida abierta, lo notó. Allí había algo. Tenía que

sacarlo cuanto antes. No podía dejar que se le fuese más para

adentro.

¡El cuchillo! ordenó.

Blanca se lo trajo a la primera. Se lo entregó y se quedó a su

lado.

Cógele de los dos hombros. Tiene algo clavado.

Ya lo decía yo contestó Sebastián.

Tú calla y no te muevas, que esto te hará daño le comentó

Blanca.

Sancha le metió el cuchillo. Sebastián gritó y se desmayó.

El muy hombre… Mejor, así.

Movió el cuchillo con destreza por entre la piel y los músculos,

tendones y nervios del hombro de Sebastián.

Creo que lo he sacado bien. Es un trozo de astilla de la flecha.

Es bastante grande; pero, ya está. Ahora, Águeda, pásame los otros

dos cuchillos. Le practicaremos el cauterio.

Sancha lo hizo con mucha habilidad. Taponó por efecto del calor

la herida. Dejó de sangrar. Limpió el trozo del hombro.

Ya está. Ahora, pásame ese recipiente de barro que está a la

fresca de la ventana.

¿Qué contiene? preguntó Blanca.

Aguas negras, aguas sagradas tomadas de la fuente del río la

mañana de San Juan.

La magia de la luz y el agua recordó Blanca.

Sancha limpió todo el cuerpo de Sebastián con esas aguas

sagradas. Después mojándose los dedos de su mano derecha,

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110

extendió los dedos índice, corazón y meñique, mientras replegaba el

anular hacia el pulgar y los llevaba hacia la palma de la mano.

Practicó tres cruces, una en su frente, otra en su corazón y la tercera

en su vientre.

Este no dará tormento por un par de horas informó

Sancha. Vamos a sentarnos. Comamos algo y hablemos. Seguro

que Aidan y la niña se han dormido. Las aguas negras harán su

magia. Es cuestión de fe.

Se sentaron junto al fuego. Empezaron a compartir un pan con

un buen trozo de queso bien curado y una jarra de vino. Durante

unos minutos comieron y bebieron, mirando el fuego.

De nuevo las tres juntas, como cuando éramos niñas habló

Águeda.

Sí, como cuando éramos niñas y nos íbamos a bañar al río,

recordó Sancha.

Siempre, en verano, disfrutábamos de nuestra máxima

felicidad, hasta...

Blanca no pudo terminar la frase. Se puso a llorar.

Llora, es bueno sentenció Águeda.

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También para nosotras dos fue muy duro que esas monjas se

te llevasen le confirmó Sancha.

Lo tuviste que pasar mal entre ellas sugirió Águeda.

¿Por qué lo dices? le preguntó Blanca, dejando de llorar.

Si la vida te hubiese ido bien, no habrías regresado al pueblo.

No seas animal le dijo Sancha. Ella es una buena mujer.

Nunca lo he puesto en duda le contestó Águeda. Pero, es

verdad. Uno intenta regresar a sus orígenes sólo por dos razones: o

porque la vida le va mal, o porque quiere morir allí.

Mira que eres animal volvió a repetir Sancha.

No, es verdad. Águeda tiene razón reconoció Blanca. Sólo

existen esos dos motivos para regresar. Y, sí, tienes razón. La vida

me trató mal entre las monjas. Era una niña pobre que me llevaron

para servir a monjas ricas. Durante los primeros años, todo fue bien.

Encontré a una monja que me trató como una madre y me educó. Me

hizo aprender a leer, a cantar, a tocar música y a muchas otras

cosas. Sin mujeres como ella, niñas como yo, jamás tendríamos la

oportunidad de aprender como lo hacen los niños en los monasterios

de canónigos y monjes.

Blanca calló. De nuevo, aparecieron las lágrimas. Primero, en

forma de casi invisibles gotas de agua; después, acabó llorando de

forma abierta. Pero, continuó hablando.

Me la mataron. La vida me había dejado sin padres. Y los

suyos me la mataron. Se enteraron de que un joven la pretendía.

Quisieron saber sus razones. Calló. No dijo nada. Su hermano mayor

se enfrentó en un duelo con el joven y lo mató. Mi señora Leonor se

acabó dejando morir de pena, de melancolía. Dejó de comer hasta

que se murió.

¡Qué historia más triste! A ti, ¿qué te ocurrió?se interesó

Águeda.

Me culparon. Primero, de no haber dicho nada del tema del

joven. Después, de esconder su comida y no obligarla a comer.

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Es decir, te condenaron sentenció Sancha.

Sí le contestó Blanca. Además, ya sabéis que no hay

peor juez para una mujer que otra mujer. A partir de entonces, mi

vida en el monasterio se convirtió en un tormento. Me hacían hacer

de todo. Me levantaba a rezar de madrugada en sustitución de las

monjas ricas que continuaban durmiendo en sus camas, les barría y

limpiaba sus habitaciones, les cocinaba y cosía…, a cambio de una

mala comida y un montón de paja.

Eso tiene la condición de ser pobre sentenció Águeda. La

discriminación no conoce de sexos cuando hay monedas de por

medio. Los ricos y las ricas se comportan igual y los pobres… los

pobres… es mejor ignorarlo.

Tienes razón le respondió Blanca. Allí, en el monasterio,

aprendí que la maldad no distingue ni entre edades ni entre sexos.

De niña, tal vez porque tuve la suerte de vivir con dos grandes

mujeres, mi madre y mi abuela, y con vosotras dos, creía que las

mujeres éramos mejores que los hombres. O, al menos, más dulces y

más amables. Allí, aprendí que el odio se enquista en un corazón sin

importarle si está dentro del cuerpo de un hombre o de una mujer.

Hablas muy bien le comentó Sancha. Aprendiste mucho

con aquella monja de la historia triste. Tienes razón, tanto un hombre

como una mujer pueden tener podrido el corazón.

Pero volviste. Aquí, has vuelto a encontrarte con todas

nosotras le dijo Águeda.

Y con una familia por la que daré mi vida. Ella es ahora mi

nueva conciencia.

Blanca, no te pongas a hablar así, que somos tus amigas de

la infancia le recordó Sancha.

Es que ahora soy muy feliz.

También nosotras de que tú lo seas señaló Águeda.

¿Lo quieres mucho? le preguntó Sancha.

¿A quién?

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¡Burra!, a quién quieres que sea, al cantero, que no te

enteras de nada volvió a decirle Sancha.

¿Es bueno en la cama? le preguntó Águeda.

Las tres callaron. Se miraron y se pusieron a reír. No podían

dejar de hacerlo.

¡Como un toro!

No me digas que tiene el rabo como un toro señaló Águeda.

¡Qué la medida no importa, sino si es juguetón el rabo!

contestó Sancha.

Lo dirás por el sacristán, que sabe más de tu conejo vivo que

de latines para contestar la misa replicó Águeda.

Las tres mujeres volvieron a reír. Sentían que la vida, una vez

más, era generosa con ellas. Tenían la impresión de que el tiempo

había regresado. Las había conducido a su infancia, cuando sus

emociones formaban parte de una sola voz. Era como si los años

transcurridos, como si todo lo posterior a aquellos recuerdos de niñas

sólo hubiese servido para recordarles que las amistades de la infancia

son eternas.

Volvieron a comer un poco. No hacían falta más palabras. Se

encontraban bien así. Sabían lo que eran, tres mujeres de pueblo a

las que les habían crecido antes sus almas que sus cuerpos. Estaban

tranquilas. Sabían que no tendrían que volver a cavar en el dolor.

Conocían el valor de sus recuerdos. Ya no tenían miedo de mirar

hacia delante. Se habían vuelto a encontrar. Eso era lo único

necesario.

Sancha volvió a llenar los vasos de vino. Entre ellas, no hacía

falta mentir. Habían compartido sueños. Se imaginaron grandes

damas, esposas de valientes guerreros. Sus amores circularían en

canciones, en boca de trovadores y juglares. Vivirían en estancias

nobles. Poseerían hombres y criadas que las servirían. Las tres

tendrían buena suerte. Se convidarían a sus respectivas torres y

castillos.

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En esos momentos, se creyeron unidas para siempre. Pensaron

que compartían lazos entre sí que no los rompería ni el paso del

tiempo. Y había sido cierto. Ahora, en esa pequeña cocina de la casa

en la que Sancha había nacido, a pesar de los años que habían vivido

apartadas, las tres volvían a compartir los mismos cielos de su

infancia.

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115

19 La búsqueda

Una vez que acabaron el juicio de Dios, los clérigos tenían hambre.

Pero, tuvieron que esperar a que Diego y Pablo saliesen del templo.

Los recibieron con abrazos. Cuando ellos regresaron a la explanada,

todo estaba preparado. En primera instancia, decidieron cantar un

tedeum para dar las gracias a Dios por el desarrollo del juicio. Lo

hicieron fuera, en el llano del templo. Dios los había iluminado. A

partir de ese momento, la iglesia permanecería cerrada hasta que la

comisión de expertos entrase para destruir las imágenes heréticas.

Después, se pusieron a comer de lo que les habían preparado algunos

vecinos.

Los soldados del obispo cuidaban bien a estos clérigos. De

hecho, eran envidiados por todas las milicias. Se sabía que ningún

soldado de Castilla cobraba tan buena soldada ni comía tan bien

como ellos. Esos hombres de Dios siempre se les portaban bien.

Ordenaban que se preparase siempre suficiente comida tanto para

ellos como para los soldados que tenían que defenderlos.

Los canónigos burgaleses no eran tontos. Eran conscientes de

que, si cuidaban bien a los soldados, estos les corresponderían y los

pondrían a salvo de cualquier ataque sin importarles caer heridos.

Incluso, estarían dispuestos a dar su vida por ellos, pues también

cuidaban muy bien a sus viudas a y sus huérfanos. A pesar de todo

esto, las clases eran las clases. Los soldados comían en un lado de la

planicie de la iglesia y los clérigos en el otro.

¡Sargento! gritó Diego.

El guerrero se levantó, atravesó la explanada y se acercó hasta

la portada en la que comían los canónigos. De hecho, lo hacían en el

mismo lugar en el que se acababa de desarrollar el juicio de Dios.

¿Qué deseas?

Después de comer, toma dos o tres soldados y acércate a

casa de ese justicia loco, llamado Alfonso, e intenta sacarle

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116

información acerca del llanto del infante que hemos oído. Si hace

falta, déjale las marcas de Dios en su cara.

Puedo ir ya, ahora mismo respondió el sargento.

No corras tanto. Come un poco más y bebe, que así tendrás

más vigor y fuerzas para cumplir con el cometido que te encarga tu

Santa Iglesia.

El sargento asintió con la cabeza y se retiró. Volvió de nuevo al

lugar en el que comía con sus soldados. Diego vio cómo se disponía a

dar cuenta de un buen trozo de pan con cebolla.

La comisión tiene que ser precisa. Entraremos solos, quiero

decir, escoltados por nuestros soldados avisó Diego.

No te preocupes, así lo haremos contestó el clérigo más

viejo.

Para las siete de la mañana, todo tiene que estar acabado.

Por lo tanto, Pablo, dentro de un rato, debes disponerte a preparar

los andamios necesarios para realizar esta noche nuestra santa

misión. Recuerda que tienes que hacerlo tanto con los clérigos más

jóvenes como con los soldados que hemos acordado señaló Diego.

No te preocupes respondió Pablo. Tenemos todo previsto.

Haremos dos andamios interiores y uno exterior. Pues, mientras dos

de los dioses paganos se encuentran en el interior del templo, el

tercero se esculpió en el exterior.

Parece ser que lo tienes todo previsto comentó uno de los

clérigos jóvenes.

No sólo eso. Además, ya os he dicho que seré yo mismo en

persona el que los elimine. Para eso traje mi cincel y mi maza. Con

este acto, quiero purificar mi alma de los años de aprendizaje que

pase junto a los adoradores del maligno explicó Pablo.

No se hable más. Mañana, desayunaremos mejor, con la

conciencia lavada y limpia. Todos, a los trabajos encomendados

indicó Diego.

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117

Los clérigos se levantaron de la mesa. Cada uno se fue hacia el

lugar en el que le esperaban sus obligaciones. Conocían muy bien lo

que tenían que hacer. Entonces, Diego se volvió.

¡Sargento!, que cada soldado cumpla con sus órdenes. Tú ya

sabes lo que tienes que hacer.

El soldado no necesitó más palabras. Llamó a tres de sus

compañeros y empezaron a caminar por la primera calle del pueblo.

Encontraron a un vecino. Le preguntaron por la casa de Alfonso, el

justicia. No hizo falta insistir mucho. El hombre se asustó mucho ante

tanto soldado bien armado. Se la indicó. Estaba cerca. Llegaron en

unos cuantos minutos.

El sargento no se tomó la molestia de llamar a la puerta. La

abrió con un solo golpe. El justicia y su mujer estaban junto al fuego

de la estancia baja.

¿No sabéis llamar como un buen cristiano? les preguntó

Alfonso.

Déjate de ironías y saca un par de buenas jarras de vino, que

tenemos que hablar le contestó el sargento.

¿Y si no quiero?

¿Eres estúpido? ¿Qué no ves cómo miran mis hombres a tu

mujer? Todavía está de buen ver. Tiene lo mismo que las otras y

hace ya algunos días que estos no han comido conejo vivo.

Los soldados rieron y se acercaron hasta rodear a Manuela, la

mujer de Alfonso. El miembro del concejo se puso muy nervioso.

No la toquéis les dijo con una ronca voz que temblaba

visiblemente. Te daré lo que me pides.

Alfonso se acercó hasta el hueco de la escalera y regresó no

con dos sino con cuatro jarras. No quería que le sucediese nada a su

mujer.

Así me gusta. Lo has entendido muy bien. Una jarra para

cada uno indicó uno de los soldados.

Page 118: La Leyenda de Las Aguas Negras

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Se las repartieron. Se las bebieron de un solo trago. El soldado

que había hablado eructó antes de volver a abrir su boca.

Trae otras cuatro más, todavía tenemos sed.

Obedeció. Regreso con otras cuatro jarras y acabó sentándose

junto a su mujer. Si querían hacerle algo a Manuela, antes tendrían

que pasar por encima de su cadáver. Al ver lo que hacía, el sargento

tiró contra el suelo la segunda jarra de vino que ya se había bebido

de un solo trago.

Tranquilo, hombre, que no le pasará nada a tu mujer. Tú ya

has cumplido con lo acordado le recordó el sargento.

Me siento aquí porque quiero, para eso estoy en mi casa le

respondió Alfonso.

Déjate de tonterías y vayamos al grano. Don Diego me ha

dicho que te haga una pregunta muy sencilla. Si la contestas bien,

me ha autorizado a informarte que hablará bien de ti a nuestro

amado obispo para que te ofrezca un puesto de justicia en la ciudad.

Tú dirás. Soy todo oídos.

En la explanada, no había ningún bebé. ¿De quién es el bebé

que hace un rato hemos oído llorar? Y, sobre todo, ¿dónde estaba

escondido?

¿Qué bebé? ¿Este?

Alfonso se puso a imitar perfectamente el llanto de un niño

recién nacido. Nadie, en su sano juicio, podía negar que ese sonido

no fuera el mismo que todos habían escuchado en la explanada de la

iglesia. De repente, callo.

Sargento, ¿no decís nada? ¿Todavía dudáis de que, allí, no

había ningún bebé? El llanto lo imité yo para rebajar la tensión del

momento. Le acababais de clavar una flecha al bueno de Sebastián,

el sacristán. ¿No os lo acabáis de creer?

Alfonso volvió a imitar por segunda vez el llanto de un bebé a la

perfección. Todos los soldados sonrieron.

Page 119: La Leyenda de Las Aguas Negras

119

Mi sargento se atrevió a hablar uno de los soldados, es

igual al que todos hemos oído en la explanada. Además, tu oído no

puede fallarte. Tú siempre nos dices que tienes un buen oído para la

música.

¡Sí, sí!, tienes razón, es el llanto que escuchamos. Como tú

muy bien dices, es verdad que tengo buen oído para la música.

El sargento no quiso que los demás descubriesen que estaba ya

algo sordo. Si el obispo se enteraba, le obligaría a quedarse en

palacio y a no salir a guerrear. Su ilustrísima haría servir un fácil

argumento: “Sordo, no podrás oír con claridad las órdenes emitidas

por los cuernos de guerra”. Sin escuchar bien las órdenes, no podría

hacer pelear bien a sus soldados en la batalla.

Tenéis razón. Ya hemos descubierto el misterio. Es este

hombre el que lo hizo. Si quiere, que lo juzgue don Diego. Nosotros

nos vamos. Sólo tenemos que informar y punto.

Así es sargento. Aunque, ya que hemos aclarado las cosas en

menos tiempo de lo previsto, podríamos divertirnos un rato

comentó un soldado.

¿Qué quieres decir?

¿Nos das tu permiso para jugar con la mujer de este

pueblerino?

El sargento no respondió. Abandonó la estancia sin decir nada.

Los soldados entendieron lo que les quería decir a la primera, sin

necesidad de palabras. Sin que se lo esperase, Alfonso fue sujetado

por uno de los soldados mientras el otro le golpeaba fuertemente con

la empuñadura de su espada en la cabeza. Cayó desmayado al suelo.

El tercero ya se había hecho con Manuela. Le rompió el vestido de un

solo tirón.

Tenemos premio. ¡Vaya tetas y vaya conejo! exclamó fuera

de sí mientras la arrastraba hasta tumbarla encima de la mesa.

Manuela no pudo ni empezar a gritar. Uno de los soldados le

metió en la boca un trozo de su vestido y la sujetó por los brazos. El

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120

otro aguantó sus piernas. El tercero la violó. Uno tras otro los

soldados la violaron varias veces. A Manuela no le quedaba ni una

sola lágrima.

Cansados, los soldados se vistieron de manera precipitada,

abandonando incluso alguna de sus armas. Cerraron de un golpe la

puerta de la casa. Salieron a la calle riéndose.

No sé si fue ese hombre o no el que imitó el llanto de un crío

explicó el primero de los soldados.

Es igual. Todos sabemos que el sargento está medio sordo

anunció el segundo.

Me da lo mismo. Me lo he pasado de fábula con esa zorra.

¡Qué tetas y qué conejo tiene la condenada! indicó el tercero.

Y te dejas el culo…

Ninguno de los otros dos soldados volvió a hablar. Se iban con

una sonrisa en sus labios. No tenían ganas de comentar la jugada, ya

lo harían en sus noches de vino y lluvia. Sin embargo, no se habían

dado cuenta de que un par de muchachos curiosos lo habían visto

todo por la ventana de la casa y que, en esos momentos, se estaban

dirigiendo a casa del alcalde para informarle de lo que habían visto.

En el interior de la casa, Alfonso se acababa de despertar. Le

dolía mucho la cabeza. No se encontraba bien. Sus ojos se fueron

acostumbrando. Se quedó inmóvil. Quiso gritar; pero, no pudo. Su

mirada acababa de encontrar el cuerpo de su mujer. Se acabó de

incorporar del suelo. Se dirigió hacia la mesa. Comprobó que su

mujer estaba desmayada y desnuda. La empezó a abrazar. Vio que

los soldados le habían hecho heridas que sangraban por sus brazos,

por sus pechos mordisqueados, por su bajo vientre… Se puso a llorar

como un niño cuando no tiene consolación posible. Sentía que no

tenía aliento, que la misma vida le abandonaba.

Sus ojos se fijaron en uno de los trozos del vestido de su mujer.

Los tomó. Con mucho cuidado, fue limpiado su cuerpo. El lino se iba

empapando de la sangre de las heridas de Manuela. Después, hizo un

Page 121: La Leyenda de Las Aguas Negras

121

ovillo. Al impregnarse, el color rojo de la sangre había acabado

produciendo una fuerte impresión cromática sobre algunas fibras

vegetales del vestido. El blanco del lino adoptó tonos entre rojos,

morados y violáceos.

Alfonso no pudo soportar tanta vergüenza. Pensó que todos lo

acabarían sabiendo. Todos se enterarían. En esos momentos tan

íntimos, su memoria se estaba alimentando de una tristeza muy

amarga. Entonces, lo decidió. Se vengaría de la manera con la que

más daño podría hacer a esos clérigos y soldados. Su mujer y él se

convertirían en fantasmas.

Se desnudó. Se quitó la única prenda de vestir que llevaba en

esos momentos, una larga camisa. Con lágrimas en sus ojos, miró a

su mujer. Le acarició la cara. La besó en los labios. A continuación,

con su propia camisa, desnudo como estaba, le tapó la cabeza. La

acabó asfixiando. Notó que el cuerpo de su mujer se quedaba rígido.

Abandonó la mesa. Después, se acercó al hogar. De un baúl,

sacó una cuerda de ahorcar. La custodiaba como justicia del pueblo.

Llevó uno de los taburetes junto a la viga central del techo. Pasó la

cuerda. Se subió al taburete. Introdujo su cabeza. Desplazó el

mueble con sus pies.

Sólo los perros se dieron cuenta de lo que acababa de suceder

en casa de Alfonso. Aunque era de día, empezaron a ladrar

anunciando lo obvio. La muerte se había vuelto a alimentar no de los

sueños de un matrimonio que se quería sino de su desesperación y

mala suerte. Al oír el amargo ladrar de los perros a esas horas,

algunos vecinos intuyeron lo que había pasado. La muerte volvía a

pasearse por el interior de sus casas. Se pusieron a rezar.

Page 122: La Leyenda de Las Aguas Negras

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20 La noche de los odios

Después de que los muchachos le informasen, el alcalde se había

dirigido a casa de Alfonso. Tuvo que sujetarse a la puerta para no

caer al suelo. El espectáculo era brutal. Mientras vio a Manuela

desnuda y sin vida encima de la mesa, el bueno del concejal estaba

colgado en medio de la estancia. Uno de los muchachos que

acompañaron al alcalde se atrevió a hablar.

Cuando los soldados se han ido, los dos estaban vivos.

Eso ya da igual. Esos soldados no sólo violaron a Manuela

sino que, también los han matado a los dos. Marchad de aquí y

avisad a Felipe, el pregonero, que convoque a concejo extraordinario.

Ahora, yo aviso a los vecinos de la calle y hacemos con sus cuerpos lo

que tenemos que hacer.

Al oír la señal de reunión, todos los habitantes volvieron a

dirigirse a la planicie de la iglesia. Esta vez, lo tenían claro. Era el

cuerno que utilizaba Felipe. Según iban llegando, se iban enterando

de la noticia. Alfonso y Manuela estaban muertos. A ella, unos

soldados del obispo la habían violado.

A pocos metros del lugar tradicional de reunión de las gentes de

Fuente Urbel, los clérigos y soldados guiados por Pablo estaban

levantando el tercer y último andamio, el exterior. Se extrañaron al

ver venir a las gentes del pueblo. No obstante, no dejaron de

continuar con su trabajo. La voz de Dios era más importante que la

de cualquier hombre, hubiese pasado lo que hubiese pasado. Ellos,

esa noche, tenían que cumplir la sentencia del tribunal de la Santa

Iglesia. Eliminarían cualquier indicio de la representación de todos los

dioses paganos de esa iglesia. No podía quedar en pie ni una sola de

sus esculturas. Era evidente que siempre se podía dar la orden de

cierre definitivo de las puertas de ese templo. Pero, las gentes

siempre las acabarían abriendo.

Page 123: La Leyenda de Las Aguas Negras

123

Tenemos que acabar este andamio y empezar a subir ya. Hay

que eliminar la escultura exterior. Me parece que la cosa se está

poniendo fea. ¿Sabe alguien si ha pasado algo? acabó preguntando

Pablo.

Nadie le respondió, aunque todos, tanto los clérigos como los

soldados, se encontraban repartidos haciendo su trabajo.

Que unos cuantos soldados aseguren la puerta del templo. En

caso de que la cosa se ponga mal, todos entraremos dentro. Nos

defenderemos en el interior. Hay que acabar esto, ya.

Pablo estaba tan absorto en dar instrucciones que no vio cómo

algunos vecinos se presentaban a la explanada trayendo los dos

cuerpos de Alfonso y Manuela en una carreta tirada por dos bueyes.

Todos callaron. La carreta llegó y se detuvo en medio del llano.

Entonces sucedió. El dolor pudo más que la desesperación y

que el propio miedo.

¡Asesinos! gritó una mujer.

No sólo son violadores y asesinos. Además, los herejes son

ellos.

Todo el pueblo se volvió a mirar. Las gentes habían reconocido

esa voz. Era Aidan el que hablaba. A su lado, caminaba Blanca

trayendo a su hija Lambra en los brazos. Los clérigos y, en especial,

Pablo se quedaron quietos, sin hablar, sin saber qué decir. Los

soldados se paralizaron ante la visión de un hombre que llevaba la

parte anterior de su cabeza afeitada y dejaba caer en su parte

posterior una larga cabellera que le llegaba por debajo de sus

hombros.

Gentes de Fuente Urbel empezó el maestro cantero un

brillante discurso, no podemos dejar que, además de violar y matar

a los nuestros, también quieran romper y hacer desaparecer a los

dioses de nuestros ancestros. Esas imágenes que esculpimos en

nuestra iglesia nos indican el camino de la única fe. Tenéis que

conocer algunas cosas. Han condenado a estos tres dioses antiguos

Page 124: La Leyenda de Las Aguas Negras

124

porque saben que, antes del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo,

eran los encargados de representar nuestros principios más sagrados,

aquellos que nos hacían vivir siempre unidos como clanes o tribus.

Recordad que, a través de la historia, nuestras gentes han tenido

claras tres cosas. La primera: siempre que la damos, cumplimos

nuestra palabra. La segunda: no abandonamos jamás a ninguno de

los nuestros, ni en la vida ni en la muerte. La tercera: luchamos

contra cualquier clase de injusticia sin importarnos perder la vida en

el intento. Desde hace siglos, antes de que llegasen los primeros

misioneros cristianos y nos trajesen la manifestación definitiva de la

auténtica y verdadera religión, los abuelos de nuestros abuelos ya

creían en la resurrección, en la existencia de otra vida más allá del

inframundo cuyas puertas mágicas y misteriosas se esconden debajo

de las aguas negras de nuestro río sagrado.

Acompañado de dos soldados, Pablo, se había acercado sin que

ni Aidan ni las gentes de fuente Urbel se diesen cuenta.

El que así os habla es un hereje gritó con una voz

desesperada.

No le dio tiempo a decir nada más. Un muchacho se agachó,

cogió una piedra de la explanada y se la lanzó con tan buena puntería

que lo alcanzo sobre el ojo derecho. Al momento, toda la cara de

Pablo estaba llena de sangre. No pudo quejarse. No pudo replicar.

Una segunda piedra le alcanzó en la pierna.

Entonces, los dos soldados que lo acompañaban empezaron a

cubrirlo con sus escudos. Detrás de ellos, se oyó la voz de Diego.

Al interior del templo, tenemos que refugiarnos en él.

En un abrir y cerrar de ojos, todos los clérigos y los soldados

entraron al templo y cerraron sus puertas. Los vecinos esperaban la

reacción de Aidan; pero, esta vez, no fue él quien hablo.

Gentes de las fuentes sagradas del río Urbel empezó a decir

Blanca, me conocéis desde niña. Soy una más de vosotros, aunque

la vida me sacó de vuestro lado durante un tiempo. Pero, sabéis que

Page 125: La Leyenda de Las Aguas Negras

125

regresé de corazón para, de nuevo, ser una más de vosotros. No

podemos dejar que se encierren allí dentro. Si no hacemos nada,

aprovecharán para destruir las imágenes sagradas que hay esculpidas

en el interior del templo. Dentro, también tienen colocados otros

andamios. Somos más que ellos y somos la fuerza de un pueblo.

Armémonos con lo que podamos y ataquémoslos. No se lo esperan.

Rápidamente, los hombres salieron corriendo. Al poco tiempo,

algunos volvieron con herramientas de labranza, otros con hachas,

picos y palos. Un tercer grupo regresó pertrechado con las armas que

utilizaron cuando tuvieron que ir a servir de peones para el rey de

Castilla.

No tenemos ningún ariete para derribar la puerta señaló el

alcalde.

No hace falta. Traed toda la leña y paja que podáis ordenó

Aidan. Le pegaremos fuego a la puerta. A las piedras no les pasará

nada. Ellos pasarán un mal rato y la iglesia se habrá convertido para

ellos en una ratonera. Después, disponed un par de carretas, forradas

de madera y cubiertas con pieles de ovejas, cabras, bueyes y vacas.

Por cierto, mojadlas tanto como podáis. Las utilizaremos de parapeto,

para hacer una defensa en el interior de la puerta. Desde allí,

lanzaremos todo el fuego que podamos sobre los andamios. Se

prenderán y caerán. Al techo no le pasará nada. Las piedras

aguantarán. No se creará tanto calor para que el tejado se venga

abajo. Cuando se rindan, los haremos prisioneros y apagaremos lo

que quede del fuego. Así, salvaremos nuestra iglesia.

Todos se pusieron manos a la obra. En cuestión de minutos, la

puerta del templo estaba ardiendo. Los vecinos esperaron a que la

madera estuviese lo suficientemente quemada para acabarla de tirar

ayudados con unas largan lanzas hechas con palos de roble. Después,

arrojaron agua sobre los restos de la puerta e hicieron pasar las

carretas. Construyeron el parapeto como había indicado el maestro

escultor y lanzaron todo el fuego posible sobre los dos andamios.

Page 126: La Leyenda de Las Aguas Negras

126

Enseguida, los dos armazones empezaron a arder. El humo en el

interior de la iglesia era insoportable. Los soldados se dirigieron hacia

la salida. No pudieron abandonar la iglesia. El alcalde había mejorado

la idea de Aidan y había hecho uncir a las carretas a todos los bueyes

y vacas disponibles del pueblo con la idea de hacer un tapón que los

soldados no pudiesen atravesar. Los animales estaban muy

nerviosos. Aunque no veían el fuego, olían el humo.

Os apartaremos a todos estos animales y os dejaremos salir,

si arrojáis todas vuestras armas y salís de uno en uno.

Diego, espantado y muerto de miedo al ver cómo iban

creciendo las llamas en el interior del templo, aceptó la proposición

del alcalde.

Arrojad todas vuestras armas

y disponeos a salir de uno en uno.

Por su parte, los vecinos

también cumplieron con lo que el

alcalde había prometido. Cumplieron

lo pactado. No obstante, según salían,

desarmados y de uno en uno, cada

soldado era apresado por varios

vecinos. Inmediatamente, los ataban

de pies y de manos. Más tarde, fue la

hora de los clérigos.

Cuando los tuvieron a todos

bajo custodia en la planicie, la

inmensa mayoría de vecinos entraron

para apagar los restos encendidos de

los andamios. Lo hicieron con mucho

cuidado, pues algunos troncos ya

habían empezado a desprenderse.

Aunque la nave del templo olía a

Page 127: La Leyenda de Las Aguas Negras

127

humo, la piedra no había sufrido nada, tal y como les había indicado

el maestro cantero.

Algunos deben quedarse dentro, vigilando para que no se

reanimen las llamas indicó Aidan.

Después, salió fuera. Todos los soldados y clérigos estaban

atónitos.

Esto no acabará así le gritó Diego al verlo.

Y tanto que no le contestó Aidan.

Después, con un movimiento seco de mano, convocó a los

hombres del pueblo. Las mujeres se encargaron de custodiar a los

presos.

Debemos encerrarlos en el corral de Fermín. Allí los

custodiaremos bien, sin miedo a que se escapen. Mañana, por la

mañana, tendremos que pactar con ellos una salida a esta situación.

Hay que ser cautos y ceder un poco. Si queremos que nos vuelvan a

dejar en paz, tendremos que pasar por alto las muertes y la violación

de nuestros queridos amigos. Sin embargo, tenemos que quedarnos

con pruebas en nuestro poder. Siempre se las podemos presentar al

rey.

Aidan, tiene razón. Haremos todo lo que nos ha indicado. Los

llevaremos al corral de Fermín y los vigilaremos entre todos. Mañana,

hablamos con ellos. Todo quedará resuelto sentenció Nicolás, el

alcalde.

Los vecinos se pusieron manos a la obra. Cada uno sabía lo que

tenía que hacer y lo haría. Sus corazones latían como uno solo. Sus

sangres marchaban a alimentarse de las voces de sus antepasados.

Todos estaban convencidos de que sus ancestros estarían orgullosos

de ellos por cómo habían actuado. Nadie se había salido del camino.

Nadie había abandonado. Entre todos, habían conseguido que las

antiguas leyendas volviesen a circular por las aguas negras de su río.

Las primeras sombras de la noche empezaron a proyectarse sobre el

Alto de las cruces.

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128

Antes de que anochezca, nos falta de hacer una cosa señaló

Nicolás. Queda el andamio de la pared.

Muy bien visto replicó Aidan, falta hacer caer el tercer

andamio.

No hizo falta que el maestro cantero dijera nada más. Un grupo

de hombres se acercó a él y utilizando cuerdas lo derribó. Se notaba

que no era la primera vez que lo hacían. Al ver caer el último

armazón, Nicolás respiró tranquilo. Tenían la situación controlada.

Conocía que venían de una raza de pastores. Formaban parte de un

linaje que siempre había luchado unido contra todas las dificultades

que les habían puesto los diferentes caminos de la vida. Se sentía

orgulloso de pertenecer a las gentes que bañaban sus cuerpos en las

aguas negras. Además, tenían la suerte de que con ellas, no sólo

sanaban a sus animales, también construían buenas herramientas y

armas. De hecho, hacía un momento, lo habían vuelto a demostrar.

Miró hacia el cielo. Con su mirada, buscó la estrella polar. Estaba

convencido de que, detrás de esa blanca e intensa luz, se encontraba

la eterna mirada del creador. Se puso a caminar.

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129

21 La conversación

Aidan y Blanca regresaron a su casa. Cenaron en silencio. Pedro

pasaría la noche en la cueva de San Blas cuidando los animales

domésticos del pueblo. Estaban tranquilos. Todo el mundo lo decía.

Cada hora que pasaba, se notaba que entre ellos crecía la

profundidad más absoluta, la de la confianza. Jamás se peleaban.

Precisamente, por esos días, los vecinos habían empezado a

comentar entre ellos que había sido una suerte del destino que los

dos se encontrasen. Nadie como ellos dos entendía la vida como

celebración y fiesta. Estaban orgullosos de que formasen parte de su

pueblo. Les ayudaban a vivir. Con su inteligencia, les habían ayudado

a desvelar y alejar de sus pensamientos los secretos de las absurdas

preocupaciones. También les habían enseñado a vivir al día, pues los

habían convencido de que aquellos tiempos se lo permitían. No les

faltaba ni comida ni animales con los que alimentarse. No debían

querer nada más. Dios estaba con ellos. No podían permitirse el lujo

de ser egoísta.

El cantero dejó el plato encima de la mesa. Cogió a Lambra,

que estaba despierta en un pequeño cesto de mimbre, y se puso a

hacerle carantoñas. De forma repetitiva, la besó en la frente varias

veces. A continuación, le acarició su hermoso pelo rojo. La volvió a

dejar.

Me voy hasta el corral de Fermín. Ahora, les tocará a otros

regresar a sus casas para cenar un poco. Pasaré la noche allí.

Ya me lo imaginaba. Tranquilo. Tenéis que estar todos los

hombres del pueblo. Hay que evitar que todo esto salga mal.

El cantero se levantó. Se acercó hasta donde estaba su mujer y

le dio un beso en los labios.

Te quiero mucho.

Yo también te quiero mucho.

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130

Abandonó la casa. Salió a la calle. La noche se presentaba

serena. El cielo estaba poblado de estrellas. En el aire, empezaban a

crearse las imágenes de los sueños. Cruzó el pueblo. Se dirigió hasta

los pies del Alto de las cruces. Allí, se encontraba el corral. Entró.

Todo estaba en calma. Los soldados y los clérigos habían sido atados

a las vigas maestras que sujetaban el techo de toda la edificación.

Los tenían con los brazos pasados por detrás de la espalda y la

cuerda rematada en lo alto. Era evidente que alguno de los

habitantes de Fuente Urbel sabía muy bien cómo atar animales.

Al verlo entrar, los vecinos le saludaron. Lo tenían como a su

héroe. Estaban orgullosos de lo que habían hecho. Los prisioneros no

dijeron nada. Estaban avergonzados. Se habían dejado ganar por una

partida de pueblerinos analfabetos. En mitad de sus entrañas, el odio

les crecía con toda su rabia.

¡Buenas noches, Aidan! le acabó saludando Nicolás. ¿Ya

tienes pensado lo que haremos por la mañana?

Casi todo. Pero, ahora, me gustaría hablar con uno de los

clérigos.

Con tu aprendiz, ¿no?

Sí, con ese…

El maestro cantero no acabó las palabras. Le costaban

pronunciarlas. Jamás se hubiese imaginado que Ailbe lo acabaría

traicionando de esa manera. No a él en persona, sino a la vieja

tradición de los adoradores. Llegó hasta donde estaba. Se sentó a su

lado. El joven Ailbe, Pablo, o como quisiera llamarse, lo miró. No le

dijo nada.

Oíche mhaith le dijo Aidan.

¿Todavía no sabes decir buenas noches como lo hacemos

todos los buenos cristianos? le respondió el joven.

¿No quieres que hablemos en nuestra lengua?

Page 131: La Leyenda de Las Aguas Negras

131

Lo que tengas que decirme, en la lengua de estas gentes,

para que todo el mundo se entere de lo que hablamos. ¿O es que

quieres proponerme un trato?

Aidan calló. Su joven aprendiz lo había adivinado a la primera.

Precisamente, le quería proponer una salida a su situación actual.

Quería que se quedara con ellos, a vivir según las normas sociales de

la antigua tradición.

No pienso traicionar a mis hermanos canónigos de Burgos. Ni

lo pienses por un segundo le dijo el joven.

¿Son tus hermanos? ¿Qué te han enseñado?

La verdadera fe, la de la Santa Iglesia de Roma.

¿Y tus auténticos hermanos?

¿Te refieres a los artesanos? le preguntó con desprecio.

El maestro cantero calló. Esperaba una respuesta para saber

cuál había sido la suerte de sus compañeros, aquellos hombres que lo

acompañaron en la Peregrinatio propter Christum, esa peregrinación

por la salvación de su alma que habían emprendido juntos, hacía ya

unos cuantos años.

Fiacre permanece preso en la cárcel episcopal de Burgos. Los

otros murieron. Mejor dicho, ayudé a que renunciasen a su fe

herética antes de morir, ya convertidos en auténticos cristianos.

Al oír esta confesión, Aidan no pudo detener los límites en los

que guardaba oculto su odio. Se abalanzó sobre el joven y empezó a

estrangularlo muy lentamente. El alcalde se dio cuenta de lo que

estaba sucediendo. Se acercó y, con la ayuda de dos vecinos, logró

que lo dejase.

Tranquilo, Aidan.

Pero, este animal ha matado a mis hermanos gritó,

aguantándose las ganas de llorar y exteriorizando en su mirada toda

la rabia que sentía en el interior de su corazón.

Están mejor que tú y que yo, ya participan de la gloria de

Dios volvió a decirle orgulloso Ailbe.

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¡Qué sabrás tú de la gloria de Dios!

¡Más que tú!

Al oír estas últimas palabras, Aidan se puso de pie. Quería que

todos oyesen claramente lo que tenía que decir.

¿También tú has comprado tu participación en la gloria de

Dios? ¿Lo has hecho con monedas o con propiedades? No, me

olvidaba. Lo has hecho traicionando, encarcelando y matando a

personas que te consideraban su hermano pequeño. Este es el precio

de la fidelidad que exige la Santa Iglesia de Roma.

No te pongas patético le contestó Ailbe, gritando e

intentando levantarse. No hagas el ridículo entre estas gentes. Ya

te he dicho que lo que hice lo hice en nombre de la que tú con

desprecio dices Santa Iglesia romana.

Así es.

Estás muy equivocado. Mi alma gozará de la eternidad para

siempre. ¿Puedes asegurarles a estos hombres que tu alma y las

almas de los vecinos de esta aldea contemplarán cara a cara la

presencia de Dios en la eternidad? Sois todos unos malditos y

fanáticos herejes.

¡Tú eres el que estás equivocado! ¡Qué equivocado estás! le

contestó Aidan bajando la voz. Te comportas como un sabio

hablando de la inmortalidad cuando, en tu interior, sólo habita el

odio. Habrá, habrá un día en el que vendrá sobre ti el silencio y tu

alma cruzará la nada. Entonces y sólo entonces, lo entenderás todo.

¿Qué quieres decirme?

Si en verdad eres un hombre de Dios, piensa que un día

reflexionarás y te encontrarás ante tu propio destino. Y, entonces…

Entonces, entonces ¿qué? le gritó Ailbe sin dejar que el

maestro cantero acabase su frase.

Entonces, tendrás que tomar una decisión, como hizo Judas

Iscariote después de darse cuenta de la absurda traición que había

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cometido sobre su maestro. ¿Supongo que recuerdas el precio que

tuvo que pagar?

No me hagas reír. No me quieras hundir en el barro. Ya ves,

he aprendido bien. De hecho, hemos conseguido que todos estos

hombres nos escuchen. Aunque, estoy convencido de que muchos de

ellos no se enteran ni de la mitad de lo que hablamos.

No los menosprecies. Más allá de toda inteligencia engreída,

se encuentra la memoria sagrada de los clanes y de las tribus. En

recuerdo de lo que yo un día pensé que era una verdadera amistad,

quería hablar contigo con la idea de darte una oportunidad. No la has

aceptado. Mañana, recibirás el mismo trato que los demás.

Aidan se incorporó y empezó a caminar mirando a todos los

soldados y clérigos que estaban presos. En sus caras, encontró

reflejada la memoria del miedo. Todos ellos sabían que, ahora, eran

los proscritos.

Es hora de dormir todos un rato. Pero, no se apagará ni una

sola luz. Si alguno de vosotros intenta escapar que sepa que lo

mataremos aquí mismo, sin pensárnoslo dos veces. Quiero que sepáis

que ya hemos decidido vuestro destino. Por la mañana, lo sabréis. De

vuestras decisiones personales, dependerá que marchéis de aquí.

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Al acabar de hablar, se fue a un rincón del corral, junto al grupo

del alcalde. Le ofrecieron un trozo de carne seca, algo de pan y un

poco de vino. Comió y bebió. De nuevo, miró a los prisioneros.

Mientras veía cómo algunos de ellos se movían con la intención de

aliviar sus piernas, cansadas de presentar la misma posición desde

hacía ya un par de horas, el maestro cantero pensó que esa no era

una noche cualquiera. Como un auténtico clan, acababan de tomar

una decisión. No era extraño encontrase en esos momentos ahí. El

destino milenario de sus ancestros los había conducido al encuentro

de las verdaderas razones por las que tenían que defender su

auténtica fe de una iglesia que se llamaba santa a sí misma.

Aidan miró con admiración y respeto al grupo de hombres con

los que estaba compartiendo vino y silencios. Sonrió. Más allá de esa

costumbre, se encontraba la sustancia antigua que, de generación en

generación, les obligaba a buscar las múltiples formas que adopta la

búsqueda de la inmortalidad en la mirada ensangrentada de los

hombres. Se sentía feliz. Había encontrado un lugar en el que ya no

tendría que ocultar su memoria. Tenía una familia y formaba parte de

un nuevo clan que había sido capaz de encontrar reflejada la imagen

de Dios en las aguas negras de un río.

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22 El pacto

En el corral de Fermín, los hombres del pueblo se fueron turnando

para dormir un rato. Estaban juntos tantos los despiertos como los

dormidos. Si alguno de los que les tocaba vigilar notaba algo raro,

sólo tenía que despertar a los que dormían. Sin las mujeres y los

muchachos, el número de fuerzas había quedado más igualado. El

obispo se había tomado muchas molestias enviando a tanto clérigo y

soldado a una pequeña aldea que, en cualquier momento, podía

convertirse en un despoblado.

Amaneció. Uno de los pastores del pueblo se puso a tocar una

melodía con su flauta de caña. El dulce sonido hizo que tanto los

guardianes como los prisioneros respetasen esa melodía y

permaneciesen en silencio. Las notas cruzaban el corral flotando

entre los montones de paja y de heno. Parecía como si las miradas de

esos hombres hubiesen encontrado en esa tonada el antídoto de la

desesperación. Todos escuchaban sin decir nada.

Cuando el pastor acabó de interpretar la canción, Aidan se

levantó. Miró directamente a los prisioneros.

Os proponemos un pacto.

¿Con qué autoridad? le preguntó orgulloso Ailbe, el llamado

Pablo.

Con la de nuestro linaje, el de los Urbel.

Aquí no existen los clanes o linajes le volvió a replicar.

¡Pablo!, calla de una vez por todas. Deja que nos explique lo

que nos proponen afirmó entonces el sargento.

Por la manera de entrar en la conversación, el cantero se dio

cuenta de que el viejo soldado era un hábil negociador.

Os dejamos libres con la condición de que, por estas tierras,

no regrese jamás un solo miembro del obispado de Burgos, ni

clérigos ni soldados.

Eso es inaceptable gritó entonces Diego.

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¿Por qué? preguntó entonces Nicolás, el alcalde.

Pertenecéis al rebaño del señor obispo…

La carcajada de Aidan hizo que Diego dejase la frase sin acabar.

Todos miraron sorprendidos al cantero. No sabían de lo que se estaba

riendo.

Tranquilo, lo tenemos todo pensado. Tu querido obispo no se

quedará sin su cuarta y sus décimas.

¿Era eso? preguntó Nicolás.

¿Qué otra cosa quieres que sea? Lo que les importa son las

monedas con las que salvaremos nuestras almas. La Santa Iglesia de

Roma es la única intermediaria válida que existe entre nuestras

almas y Dios; es decir, es la encargada de cobrar los peajes en el

camino que conduce hacia el cielo.

Al oír esta argumentación del cantero, los vecinos se pusieron a

reír. Habían entendido todo.

¡Basta! ¿Quiénes os creéis que sois para hacer mofa de

nuestra madre la Santa Iglesia? intervino muy acalorado el clérigo

Pablo.

Por favor, hermano se añadió a la conversación el más viejo

de los clérigos, deja que esas buenas personas nos digan cómo se

lo harán para hacer llegar hasta Burgos las rentas que nos

corresponden sin que nosotros tengamos que subir a buscarlas.

Este sí que es un cura práctico afirmó Nicolás.

Todos los vecinos rieron. Pero, en esta ocasión, no sólo lo

hicieron ellos, también se unieron los soldados. De hecho, entre ellos,

ese viejo sacerdote tenía fama de huraño y tacaño. Además, se decía

que había guardado escondidas muchas monedas debajo de una

baldosa del dormitorio que compartía con los canónigos, en la gran

basílica.

No os preocupéis volvió a razonar Aidan. Para la fiesta de

la Exaltación de la cruz, a mediados del mes de septiembre, una

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137

partida de hombres os llevará todo hasta la misma sede del palacio

episcopal.

¿Y si nos negamos y no aceptamos vuestras condiciones?

preguntó nervioso Diego.

Lo pasaréis mal. Os acusaremos.

¿De qué? saltó rápidamente y muy herido Pablo.

De herejes, violadores y asesinos.

No me hagas reír. ¿Ante quién nos acusaréis? preguntó el

sargento.

Ante el mismo rey.

Todos los hombres callaron. Nadie se había fijado. Pero,

mientras hablaban, las mujeres del pueblo y los muchachos habían

abierto la puerta del corral de Fermín y estaban escuchando. Blanca

había sido la que había realizado esta solemne declaración. Al

saberse observada, empezó a caminar hasta colocarse junto a su

marido y el alcalde.

Tenéis que saber empezó a razonar que tenemos pruebas

que os incriminan.

¿Qué pruebas? volvió a preguntar el sargento.

Te las revelaré con mucho gusto porque alguna de ellas te

incrimina directamente a ti y a tus soldados.

Soy todo oídos afirmó en tonó irónico el soldado.

Tenemos dos puñales con la epigrafía milites episcopi, varios

fragmentos de un vestido de mujer impregnado en sangre, una serie

de muñecos y alguna prueba más que no os descubriré.

¿Y? ¿De qué sirve todo esto? volvió a preguntar ahora

Pablo.

Con las primeras pruebas, os acusaremos a todos los

soldados de violación y asesinatos.

Todos callaron. Estaba claro que la violación y las posteriores

muertes de Manuela y Alfonso habían llegado hasta los oídos tanto de

los clérigos como de los soldados de Burgos.

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No tenéis nada contra los clérigos afirmo engreído Pablo.

Te equivocas Aidan era el que ahora respondía muy poco a

poco y marchando cada una de las palabras. Con esos muñecos, os

acabaremos acusando de herejes.

Nadie os creerá acabó gritando Diego.

¿Qué os apostáis? le respondió con una pregunta Blanca.

Como dice mi auténtico hermano en la fe, nadie, nadie os

harán ni caso recalcó Pablo.

Déjate de decir tonterías y de jugártela le aconsejó el

alcalde. En estos momentos, una pequeña comisión de vecinos se

está dirigiendo hacia la corte del rey con el conjunto de todas las

pruebas. ¿Estáis seguros de que nadie nos creerá? ¿Qué relaciones

mantiene ahora el obispo con el rey?

Entonces, sí es así, ¿para qué nos queréis? El pacto no puede

realizarse explicó Diego.

No corras tanto le volvió a explicar Aidan. Los vecinos

esperaran por tres días a que alguien del pueblo baje a comunicarles

que se ha producido. De esta manera y no lo olvidéis jamás, las

gentes de Fuente Urbel custodiarán de por vida todas las pruebas,

por si volvéis a caer en la tentación de aniquilarnos y destruir nuestro

templo. De hecho, cuando lleguen a la ciudad, esas pruebas serán

autentificadas por un notario real.

¿Qué tenemos que hacer para que se inicie el cumplimiento

del pacto? preguntó Diego.

Firmar en el documento que hemos elaborado.

No se hable más. Desatadnos. Firmamos y nos vamos

indicó Diego.

Los vecinos miraron al alcalde y a Aidan. Los dos sonreían. Con

un ligero movimiento de sus cabezas, les autorizaron a que soltaran a

los prisioneros. Al hacerlo, uno de los soldados quiso coger a un

vecino del cuello.

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¡Ni lo toques! le ordenó el sargento. El pacto es legal.

Firmemos y marchemos de esta aldea perdida.

¡No! De esta aldea maldita en la que se adora al maligno

afirmó Pablo.

Id con Dios les dijo Nicolás. Pero, antes, según vayáis

saliendo, firmar el documento que está sobre esa mesa. No os paséis

de listos. Os vigilan las mujeres y ya sabéis cómo se las gastan en

este pueblo.

Los clérigos y soldados firmaron tal y como habían prometido.

Salieron del corral de Fermín. Entonces, los vecinos se abrazaron los

unos con los otros. Estaban contentos. Habían ganado a la poderosa

maquinaria del obispo.

Aidan y el alcalde chocaron sus manos y acabaron dándose un

fuerte abrazo. Los vecinos se pusieron a aplaudir.

¡Escuchadme! gritó el alcalde. Yo continuaré siendo el que

presida debajo de los dos robles centenarios el concejo de nuestro

pueblo; pero, el verdadero jefe espiritual del linaje de los Urbel se

llama Aidan, el maestro cantero.

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Aidan sintió que se le hacía un nudo en la garganta. Miró hacia

atrás. Se encontró con la mirada de Blanca. Sus ojos eran la

expresión más pura de la luz. Ya no quedaba ni el más pequeño

rastro de las sombras que los habían cubierto tan sólo hacía unos

cuantos años, cuando había tomado la decisión de escaparse del

convento. Eran una familia y formaban parte de un auténtico clan.

Ahora, era el tiempo propicio de guardar la memoria.

¡Los soldados y los clérigos se van! gritó un muchacho.

Es cierto, están tomando el camino del puente comentó

nervioso otro.

He oído decir a un soldado que entre todos ellos han

acordado no decir nada de lo que ha sucedido aquí informó una

mujer.

¡Toca fiesta! Improvisemos un buen almuerzo entre todos en

la planicie de la iglesia. Comamos, bebamos y a cantar y bailar toda

la tarde. Hemos vencido indicó Nicolás, el alcalde.

Al maestro cantero no le dio tiempo ni de ponerse a pensar en

lo que había pasado. Salieron fuera.

¿Cómo se encuentra Aidan de Urbel? Se le saluda.

Era el bueno de Sebastián, el sacristán. Traía el brazo sujetado

por telas. Al verlo, todos empezaron a aplaudir. Los hombres se

pusieron a cantar sus viejas canciones de pastor. Al escucharlas,

Aidan se sintió formando parte de un ancestral milagro. De nuevo,

siguiendo la espiral del tiempo que se pierde en la noche de los

primeros hombres, se había producido la sagrada manifestación de la

fe más antigua, la que guardan en sus leyendas las voces ancestrales

de todos los pueblos.

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Fernando Ezquerra Lapetra, natural de Biota (Zaragoza) y vecino de

Tona (Barcelona) profesor, ensayista, conferenciante y experto en

Humanidades.

Es autor de diversas publicaciones de contenido medieval, en las que

trata especialmente las lecturas de los programas iconográficos de los

templos románicos en función de la filosofía neoplatónica, con

particular referencia a Juan Escoto Eriúgena y a Joaquín de Fiore. El

análisis de contenidos literales de los símbolos y la evolución de los

mismos a lo largo de la historia es otra de las manifestaciones de sus

conocimientos.

Es miembro activo del Grupo de Investigación medieval AILBE

adscrito a CÍRCULO ROMÁNICO. Ha publicado numerosos artículos

de investigación relacionados con el arte románico y es coautor de la

publicación La propuesta gaélica del Taller de La Losa.

También es autor de la novela histórica Los traductores del Arba. Una

novela ambientada en la mitad del siglo XII, en el año 1157, en la

Valdonsella aragonesa. Una abadía en construcción, Biota. La

presencia del Maligno. Brutales asesinatos sin resolver. Se enfrentan

dos maneras de entender la fe y el infierno. Los obispos de Zaragoza

y Pamplona, ayudados por el conde de Barcelona, se oponen al rey

Sancho de Navarra por el control del territorio. En medio, hombres

sabios de diferentes partes de Europa enviados por el abad de Cluny,

Pedro el Venerable, con la finalidad de traducir todo el conocimiento

científico del mundo árabe. En este ambiente irrespirable, Robert de

Ketton, traductor del Corán, estudiante en Chartres y en París

además de seguidor del irlandés Eriúgena, deja de ser la autoridad

eclesiástica. Se ha enfrentado a su obispo. Novela de personajes,

salvajes misterios y piedras románicas.