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9 La lectura desde una perspectiva histórico-cultural María Griselda Gómez Fries (griselda@univalle. Edu.co) Profesora titular Escuela de Comunicación Social, Facultad de Artes Integradas, Universidad del Valle RESUMEN: Presentación de la perspectiva teórico-metodológica que sobre la lectura como práctica cultural e histórica viene construyendo la historia cultural, especialmente bajo la orientación impartida por Roger Chartier, y con apoyo en elaboraciones afines de M. de Certeau, P. Bourdieu A. Petrucci, entre otros. PALABRAS CLAVE: lectura, práctica, representación, apropiación, habitus LA LECTURA COMO PRÁCTICA SOCIAL

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La lectura desde una perspectivahistórico-cultural

María Griselda Gómez Fries

(griselda@univalle. Edu.co)Profesora titularEscuela de Comunicación Social,Facultad de Artes Integradas,Universidad del Valle

RESUMEN: Presentación de la perspectiva teórico-metodológica quesobre la lectura como práctica cultural e histórica viene

construyendo la historia cultural, especialmente bajo la orientaciónimpartida por Roger Chartier, y con apoyo en elaboraciones afines de

M. de Certeau, P. Bourdieu A. Petrucci, entre otros.

PALABRAS CLAVE: lectura, práctica, representación, apropiación,habitus

LA LECTURACOMO PRÁCTICASOCIAL

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Muy lejos de ser escritores, fundadores de un lugar propio, herederos de los labradores deantaño pero en la tierra del lenguaje, cavadores de pozos y constructores de casas, loslectores son viajeros; circulan por las tierras del prójimo, nómadas furtivos a través decampos que ellos no han escrito, arrebatando los tesoros de Egipto para disfrutarlos. Laescritura acumula, amontona, resiste el tiempo por medio del establecimiento de un lugar,y multiplica su producción a través del expansionismo de la reproducción. La lectura no esuna garantía contra el desgaste del tiempo (uno se olvida y lo olvidan), no conserva susadquisiciones, y cada uno de los lugares por donde pasa es repetición del paraíso perdido.

Michel de Certau

PRESENTACIÓN

Lectura: libertades y restricciones

Mi madre me prohibió la lectura del Martín Fierro,ya que lo consideraba un libro sólo indicado para

matones y colegiales, y que además no tenía nadaque ver con los verdaderos gauchos. Ese libro

también lo leí a escondidas.Jorge Luís Borges

La relación con el libro, anota el historiador Roger Chartier en El orden de loslibros1, texto introductorio de su libro del mismo nombre, está caracterizada porun movimiento contradictorio. Por una parte, a todo lector le toca enfrentar unconjunto de obligaciones, consignas, normas. Todos los que de una forma u otrahan mediado en su producción o circulación social (autor, editor, crítico, profesor,etc.) aspiran a controlar de cerca la producción de sentido y a hacer que el textoque ellos escribieron, publicaron, glosaron, autorizaron o enseñaron seacomprendido sin apartarse de lo que su voluntad ha prescrito como lainterpretación correcta. Pero, por otro lado, hay en los lectores, esos nómadasfurtivos, esos viajeros por las tierras del lenguaje -Chartier, tras la senda de deCertau así lo cree- una especie de pasión por el nomadismo, la rebeldía, elvagabundeo; un gusto por la re-invención, por el desplazamiento, por ladistorsión de lo leído y de las normas inculcadas sobre la lectura. «Son infinitas las

astucias que desarrollan los lectores para procurarse los libros prohibidos, para leer entre líneas, parasubvertir las lecciones impuestas.» El lector: alguien que se debate entre la libertad y la censura

Entre los intelectuales modernos, especialmente en los poco apegados a esquemas socialmentereconocidos como propios del conservadurismo cultural, la libertad de leer es una posición defendidacon todo el entusiasmo del caso. Así, en un artículo originalmente publicado hacia 1976, el escritor H.M. Enzensberger, después de afirmar enfáticamente que «la lectura es un acto anárquico», reivindica laabsoluta libertad del lector al tiempo que cuestiona, con mucha ironía, tanto el respeto a un canon delectura considerado como la forma legítima de leer, como el autoritarismo ligado a la tradición de lainterpretación correcta, ese modo de practicar la lectura que, cuando se aplica a los textos literarios oartísticos, habitualmente se asocia a la formación escolar, especialmente en sus niveles medios,aunque, podríamos añadir, es evidente que también es de uso corriente en sectores de la crítica mas omenos especializada, a veces asociada a ciertas tradiciones disciplinarias y/o opciones políticas, así

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como a las organizaciones que defiendenposiciones ortodoxas en diversos campos delacontecer social, y por supuesto, en institucionesque necesitan controlar la libertad depensamiento de sus integrantes, como es el casode las religiones organizadas en torno a un librosagrado y los partidos políticos de cortetotalitario o fundamentalista, los que, por obviasrazones, precisan ejercer un férreo control sobresus integrantes, asumidos como congregacionesde lectores o de interpretes obligados a leersegún la norma que el grupo considera legítima,esto es, el canon reconocido como dominante alinterior de la comunidad de pertenencia. Muylejos de estas posiciones autoritarias ycontroladoras de la lectura, Enzensberger, comode Certau y, en parte Chartier, considera que

El lector tiene siempre razón y nadie le puedearrebatar la libertad de hacer de un texto el uso

que le cuadre.

Y esta libertad implica hojear, volver atrás,saltarse pasajes completos, leer las frases a

contrapelo, entenderlas mal, transformarlas,buscarles una continuación diferente, adornarlascon todo tipo de asociaciones, sacar conclusionesdel texto de las que el texto nada sabe, sentirse

molesto por el texto, gozarlo, olvidarlo,plagiarlo, y también, en un momento dado, tirarel libro en cualquier rincón. Toda lectura es unacto anarquista. Pero la interpretación, y muy

especialmente aquella que pretende ser la únicacorrecta, se ha propuesto yugular ese acto2.

Posiciones como las anteriormente mencionadas,habría que decirlo, suenan atrayentes, y hastarazonables, cuando la lectura se ejerce por fuerade marcos institucionales. Por fuera, por ejemplode ámbitos que, como el escolar, históricamenteha hecho de la práctica de la lectura unaobligación, un deber debidamente reglamentadopues en él suele estar definido qué, cuando,cómo por y para qué se lee. Y como rara vez elplacer coincide con el deber, ya es un viejo lugarcomún decir que la escuela enseña a leer pero noenseña el placer de la lectura... para, acontinuación, seguir con la inevitable condenade los maestros, culpables de convertir la lecturaen aburrimiento. Ello a pesar de que, como anotaPiedad Bonnet3 en un artículo con estesignificativo título De la literatura por deber yotras aberraciones, cuantas veces no hemos oídoo leído «…a famosos escritores o a inmortalespoetas decir que no habrían sido jamás lo queson sin la concurrencia de su sabio maestro, de

ese adorado profesor que les enseñó a amar aDante, a James o a Kafka. ¿Pero qué decir de lasmultitudes que tendrían que confesar su odio alos libros por culpa del maestro psico-rígido, delretaliador, del poco imaginativo, del perezoso,del que jamás había leído él mismo un libro!»4

No tiene por qué extrañar entonces que, en elmarco de investigaciones realizadas en ámbitosacadémicos colombianos sobre los hábitos delectura de los jóvenes escolares, se pregunteacerca de las lecturas que ellos hacen poriniciativa personal, dando por sentado que lasotras, las que se llevan a cabo por exigencias detipo escolar, las que se realizan en el marco delproceso formativo no se relacionan con susgustos, sus deseos o sus intereses más personales.

No sabemos, cuando estos jóvenes leen poriniciativa propia, qué y cómo lo hacen. ¿Quétemas? ¿Qué autores? ¿Qué géneros? ¿Quéformatos son los que capturan su interés? Nosabemos que es lo que causa su placer. O sobrequé quieren informarse. Tampoco si leen contralos valores y modos de leer aprendidos en sutránsito por la escuela, impugnándolos,resistiéndolos o simplemente ignorando lo que ensu condición de estudiantes es norma obligatoria.O si por el contrario, cuando leen según el ritmode sus gustos, lo hacen repitiendo pasos,esquemas y procedimientos escolarmenteaprendidos.

Lo que específicamente leen por iniciativapropia, así como los procedimientos que emplean;lo que queda en sus recuerdos, con lo que seidentifican o rechazan, así como los autores o lasestéticas que prefieren o que más impresionansu inteligencia o su sensibilidad, aún soncomponentes inasibles de sus prácticas lectoras.

Quizá, lo único que podemos aventurar es quecuando llevan a cabo tal práctica, sobre las queno tienen que rendirle cuenta más que a quienessu deseo escoge, quizá se desempeñen como elcazador furtivo de de Certau. O como,etimológicamente hablando, el lector anarquistade Enzensberger. ¿Cómo saberlo con algunacerteza? ¿Cómo establecer relaciones entre lo quese lee por obligación y lo que se hace por placer oentretenimiento? Los actuales adalides de lahistoria cultural de la lectura, como RogerChartier, creen que desde este campo disciplinares posible proponer métodos de trabajo paraenfrentar tan complejas cuestiones. En lo quesigue pretendo sintetizar sus conceptualizacionesy apuestas metodológicas.

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Las prácticas lectoras. Los problemas queinteresan desde una perspectiva histórico-cultural.

Las investigaciones sobre los saberes corrientes,referidas por tanto no a lo que se aprende graciasa la lectura sistemática y crítica de librosespecializados en los campos del saber que lasdisciplinas estudiadas en las universidadesreconocen y trabajan sino a la experienciapráctica de las personas, muestran que la solaaudición o lectura de una palabra tan comúncomo restaurante puede activar en quien la oye olee, y tiene una cierta experiencia oconocimiento práctico de esta clase de sitios,asociaciones pertenecientes a un amplio camposemántico constituido por términos comunes,obvios, convencionales directamenterelacionados con tal ámbito social urbano:comida, menú, pedido, mesero, etc.

Pero, aunque no sea lo más habitual, igualmentees dable esperar, en algunos casos, asociacioneseruditas, ingeniosas, extrañas o arbitrarias, talcomo las exaltadas por la poética surrealista –cuando se refiere a ese tipo de construccionesmetafórica elaborada según la poética de laaproximación insólita- o las oídas en la escuchapsicoanalítica.

Lo que se piensa, se siente o se hace en relacióna un término común, oído en una conversaciónentre amigos o parientes, en una emisiónradiofónica o leído en un impreso cualquiera esuna concreta manifestación de los habitus (en elsentido elaborado por P. Bourdieu) que hanconfigurado la subjetividad, la sensibilidad, ensuma, las prácticas lingüísticas y culturales de lossujetos sociales.

También se acepta que las palabras oídas/leídas/pensadas remiten a esquemas de acciónpertinentes a la situación social, cultural ehistórica, a aquellas actuaciones que lascondiciones materiales de existencia (y loshabitus que ellas han propiciado) hacen posible,deseable o tan siquiera pensables. En el caso dealguien al que su nivel social ha acostumbrado aver como natural la frecuentación derestaurantes, «el comer fuera de casa», serían,por ejemplo, las acciones nombrables conexpresiones como reservar, leer el menú, pedir,comer, pagar, etc.; o las asociadas atemporalidades, a eventos personales, a ritualessociales o particularidades culturalmentesignificativas en su mundo (sábado al mediodía o

por la noche, encuentro con amigos o colegas,lugar de comidas especiales, internacionales o«típicas», etc.) y a sensaciones, emociones orecuerdos -agradables, molestos, perturbadores-(hambre, olores, música insoportable,aburrimiento por la espera, gusto o insatisfacciónpor consumos o gastos en el lugar, etc).

No está por demás aclarar que, en sentidoestricto, la activación de significaciones, de laclase que sean, no se produce única yexclusivamente cuando la palabra en cuestiónestá asociada con experiencias directamentevividas por quien la oye o lee. También loconocido a través de las representacionesicónicas vistas (en la TV, el cine, Internet,pinturas y fotografías en museos y libros, etc),leídas (en libros, periódicos o revistas) u oídas enla radio o en relatos de otros, en la medida enque han hecho o son parte integral de lascondiciones de vida, pueden cumplir el mismocometido.

Habría incluso que decir que, en las sociedadesurbanas contemporáneas, sociedades en las quelos medios de comunicación son institucioneshistóricamente muy consolidadas, la cantidad deconocimientos que no son producto de laexperiencia real y directa sino de la experienciamediada constituye un porcentaje cada vez mássignificativamente alto. Antes de la invención delcine, la radio y la TV, en los tiempos delpredominio de la imprenta, y especialmente apartir de su consolidación como industriaeditorial impulsora de la masiva publicación delibros, periódicos, revistas y de otras clases deimpresos de amplio consumo, así como de laimplantación de la escuela gratuita y obligatoriaasociada al proyecto político del estadodemocrático, la necesidad de informarse sobreel día a día y adquirir lo que suele nombrarsecomo cultura general se asoció al ejercicio de lalectura asidua, y en algunos casos cuidadosa ycrítica. Saber leer, y hacerlo con relativafrecuencia, en el ámbito urbano de los pasadossiglos se convirtió en una especie de obligación odeber social.

Entonces se le reconocía a la lectura, además desu valor como entretenimiento, el de ser útil enla adquisición de un conocimiento del mundo y enla formación de un criterio propio sobre losasuntos importantes de la vida colectiva y decada quien. La condición y el ejercicio de unaciudadanía plena estaba asociado al de ser unsujeto lector. No de manera hegemónica, por

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supuesto, pero si como un ideal asociado alejercicio de la democracia.

Hoy, perdida la por algunos llamada centralidaddel libro, sus anteriores funciones, aunque quizámás especialmente las de entretenerse,informarse sobre la actualidad, socializar soncumplidas por la TV e Internet, mucho más quepor la experiencia lectora.

No obstante, por contradictorio que puedaparecer, todavía es común encontrarse conintelectuales que aun siguen pensando que lo quese lee es el principal, sino el único, activador deredes semánticas, vínculos cognitivos, esquemasde acciones y relaciones de sociabilidad; que ellibro, como ningún otro agente cultural, actualizaemociones y recuerdos; promueve imaginaciones,fantasía, deseos y encuentros. Que lo leído (sobretodo en los libros de literatura legítima) aún esel principal agente a la hora de establecervínculos con experiencias pasadas, deseadas osoñadas; con recuerdos de cosas vistas u oídas; dereactivar nostalgias, sentimientos de pérdida,frustración, rabia o felicidad. Que lo leído afecta,significativamente, los procesos relacionados conla cognición, con lo imaginario y con lasensibilidad. Que anima las relaciones delindividuo con si mismo y con los otros; con lasociedad y con la historia (pasada y presente).Nada como el libro para hacer pensar; parareflexionar; para soñar; para sentir, pararecordar.

Pero, en la actualidad, cuando tantos estudioshablan de la crisis de la lectura; del cambioexperimentado por el estatus del libro, ¿puedeaceptarse sin más tales aseveraciones? O dicho deotro modo, ¿no tendríamos que preguntarnos porlas condiciones de posibilidad necesarias para quela lectura produzca semejantes manifestaciones?

¿Qué tipo de autores y textos? ¿Leídos en quecondiciones? ¿Por parte de qué clase de lectores ocomunidades de interpretes? Esto es, ¿lectores,cultural y socialmente configurados en relación aqué tipo de habitus respecto de la lectura y, engeneral, respecto de qué otras formas deconsumo cultural es posible que se de ese tipo deprocesos psico-sociales?

Para los diversas instituciones, autoridades ysujetos comprometidos con la enseñanza de lalectura, con la promoción de su valor, necesidado utilidad social la pluralidad de ocurrencias y deconexiones que las personas –potencialmente-podrían generar a partir de ciertas lecturasparece que, en principio resulta problemática y,hasta podría decirse, un poco peligrosa. Ello, másque sugerir, parece exigir la necesidad deestablecer controles, normas, censuras acerca dequé y cómo leer... Así, limitándonos a la menciónde un caso por muchas razones verdaderamenteejemplar, en el ámbito escolar la práctica lectoraque se enseña, promueve y autoriza sefundamenta en un ordenamiento cultural y social,esto es, en un canon, que define qué leer yestablece diferencia entre los vínculos aceptableso legítimos, y los que deben ser repudiados,sancionados, o prohibidos (calificados con unamala nota)

Según A. M. Chartier y J. Hébrard,5 la lecturaacadémica tradicional ha procurado imponer losvínculos autorizados -los considerados comocorrectos, los constitutivos de la verdaderacultura- al estigmatizar o, por lo menos dejar enlas sombras, silenciar los otros vínculosigualmente establecidos por el lector estudianteentre su lectura, su subjetividad y suexperiencia práctica social e intelectual.Sugieren que aunque no se puede desconocer laproductividad intelectual, cultural, social del

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Jean Paul Sastre

Como la mayoría de mis parientes habían sidosoldados (…) y yo sabía que nunca lo sería, desde

muy joven me avergonzó ser una personadestinada a los libros y no a la vida de acción.

Jorge Luís Borges

La historia cultural de la lectura, como disciplinacontemporánea, quisiera llegar hasta esosvínculos ocultos de que hablan M. de Certau,Chartier y Bourdieu; desentrañar, describir lo queel lector hace y pone en su lectura, inclusocuando no tiene que rendir cuentas a nadie, comono sea a sí mismo. Pero reconoce que ésta es unapráctica difusa, diseminada en infinidad depequeños actos singulares que, por lo mismo,pocas veces se deja rastrear y documentar comoel historiador quisiera. Salvo en escritos dediversos agentes del campo educativo, memoriaso autobiografías de lectores-escritores o enficciones literarias de otras épocas, -Don Quijote,Madame Bovary, Bouvard y Pecuchet- en las quelas representaciones de personajes lectores eranmás comunes8, la lectura (especialmente de loslectores anónimos y humildes del pasado) bienpuede ser una práctica sin discurso.

Tal dificultad exige preguntarse acerca de lascondiciones de posibilidad de una historia de lalectura que no se limite a la historia de lectoresexcepcionales que, como Sartre, Borges o tantosintelectuales de los pasados siglos, dejarontestimonios escritos de sus prácticas lectoras. Elconocimiento acumulado sobre la lectura en otrasépocas, así como el referido a las estrategias yherramientas que la historia cultural ha idoconstruyendo en su intento de dar cuenta de lapluralidad de lecturas y lectores del pasado hoyconstituye un antecedente que no se puedeignorar a la hora de investigar las prácticaslectoras de la contemporaneidad. Aportaperspectivas teóricas y métodos de trabajosometidos a prueba en el marco de una tradicióninvestigativa consolidada. Puede, por lo tanto,constituirse en una ayuda significativa a la horade intentar comprender el impacto de lasactuales condiciones sociales, culturales ytecnológicas de vida en las prácticas lectoras.Refiriéndose a los desafíos que la textualidaddigital le plantea a la historia cultural de escritosy lecturas, Chartier ha recalcado lo urgente ycomplejo de las tareas por realizar:

La tarea es seguramente urgente hoy, en untiempo donde las prácticas de lo escrito sehallan profundamente transformadas. Las

canon escolar de lectura, deberíamospreguntarnos por las restricciones, lasrepresiones, el régimen de censuras, controles ydescalificaciones que su imposición autoriza.También, se podría añadir, habría que atender ala contradicción que significa aceptar el carácterplural de la lectura y, simultáneamente,pretender imponer un modo de practicarla comoel único verdadero o legítimo.

Para la historia cultural de la lectura escolar, unenfoque investigativo apoyado en laconsideración de ésta como una práctica, en elsentido etnosociológico del término, el encuentroentre «el mundo del lector» y «el mundo deltexto» del que habla P. Ricoeur es más complejo,diverso y singular de lo que la institucióneducativa autoriza verbalizar. Y lo es,precisamente, por los vínculos ocultos que elestudiante, semejante al lector furtivo de Michelde Certau, «anuda sin que se enteren losguardianes de la institución». 6 En este orden deideas acerca de lo que el lector hace o le estápermitido hacer cuando lee, en como ello entraen compleja articulación con su trayectoriabiográfica (en tanto historia social y cultural) ycon el marco institucional en que realiza sulectura, el sociólogo Pierre Bourdieu, en charlacon R. Chartier, recordando lo dicho por MaxWeber sobre Lutero, lector de la Biblia, (dijo que«la leyó con las gafas de toda su actitud») anotaque para él (Bourdieu) esto quiere decir que la«leyó con todo su cuerpo, con todo lo que era (…)y que lo que leyó en esa lectura total era élmismo.» En términos de las teorizaciones hechaspor Bourdieu sobre las prácticas, y los agentesque las llevan a cabo, eso significa leer desde elhabitus7.

Empecé mi vida como sin duda la acabaré: enmedio de los libros.

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también se los interroga como objetosimpresos, y no sólo como textos, se conviertenen fuentes de variada información histórica ysocial sobre las prácticas lectoras. Contienenindicios sobre:

• la idea que el autor tiene de si mismo yde su relación con los lectores

• el uso social para el que fueron hechos(«¿para ser leídos como una instrucción,es decir como un escrito destinado acomunicar una manera de hacer, unamanera de obrar»? o ¿para serlo como undirectorio telefónico, un diccionario ouna enciclopedia?, esto es, como unescrito (sin autoría individual) destinado aser leído de manera discontinua,consultado sobre un problema deinformación específico, por ejemplo, unnúmero telefónico, el significado de unapalabra);

• la clase de lectores a la que estándestinados (lectores que son pensados ono como alter ego del autor, sea cual seasu condición o tipo; con tales o cuálesgustos o preferencias en materia detemas, lenguajes, formatos, etc.).

• Y, finalmente, un punto al que leconceden particular importancia: losdispositivos y estrategias mediante loscuales se quiere orientar, controlar oinducir un modo de leer.

A todo lo anotado por ellos yo creo que deberíaañadirse los dispositivos orientados a destacar laautoría, la legitimidad y/o la celebridad dequien escribe mediante la inclusión de discursos eimágenes que proporcionen a los lectores unarepresentación del autor y de su valorintelectual; dispositivos que lo hagansocialmente reconocible como tal (foto en lacarátula, en contracarátula o en solapaacompañada de datos biográficos, bibliografía,distinciones recibidas, elogios, etc.).Que tal proceso de inducción de un modo de leerlogre su cometido depende tanto de la realpresencia de señales o marcas específicas en ellibro11 como de la afinidad existente entre elhabitus del lector real y la idea de lector desdela que se construyó el libro como totalidad.

Las marcas que operan como indicios de unavoluntad de inducir un modo de lectura, y nootro, son signos gráficos de diversa clase.Pueden estar en el contenido del escrito,colocadas allí por su autor o por su sugerencia(dispositivos internos, tipográficos o textuales),

mutaciones de nuestro presente modifican todo ala vez, los soportes de la escritura, la técnica desu reproducción y diseminación, y las maneras de

leer. Tal simultaneidad resulta inédita en lahistoria de la humanidad.9

Condiciones de posibilidad de la historiacultural de la lectura

Cuando en el transcurso de la conversación entreBourdieu y Chartier se toca el problema de lascondiciones de posibilidad de la historia de lalectura en tiempos pasados, el segundo anotaque existen varias vías:

«Una es la que (…) ha seguido Robert Darnton, yaensayada por Carlo Ginzburg, y es la de tratar de

atrapar lo que un lector nos dice sobre suslecturas. El problema que se plantea aquí es que

este tipo de testimonios se inscribe en unasituación particular de comunicación: o bien la

confesión arrancada por la fuerza, en el caso delos lectores a los que se obliga a decir cuáles han

sido sus lecturas, porque ellas pareceninadecuadas desde el punto de vista de la fe,

como se decía en el siglo XV; o bien la voluntadde construir una identidad y una historia

personales a partir de los recuerdos de lectura.Esta es una vía posible pero difícil, en la medida

en que esos textos son históricamente poconumerosos. Otra vía es la de intentar volver a

interrogar los propios «objetos» leídos, en todassus estructuras, interrogando de una parte losprotocolos de lectura inscritos en los propios

textos, y de otra parte interrogando losdispositivos de impresión (utilizados) (…). Entreestos dispositivos hay algunos generales para unperíodo dado. Un libro de 1530 no se presenta

como uno de 1830 y hay ahí evoluciones globalesque cubren toda la producción impresa, en sus

reglas y desplazamientos. Pero es seguro (…) queesas evoluciones se expresan también en los

cambios respecto del público imaginado, y aúnmás en el tipo de lectura que se quiere

imponer.10

A lo ya dicho habría que añadir que también se hautilizado la vía constituida por el análisishistórico de los discursos y las representacionesde la lectura asociadas a instituciones educativas,políticas, artísticas, religiosas o profesionalescuyas normas e idearios son conocidas.

Dispositivos grafico-textuales para inducirmodos de leer

Bourdieu y Chartier están de acuerdo en que losescritos, no importa de qué clase sean, cuando

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como ser resultado de la puesta en impreso, estoes, del trabajo de diseño, composición y edición.Como ilustración del primer caso se mencionaque el tamaño de los párrafos puede indicar laidea que el autor tiene del público al queimaginariamente se dirige: un texto de párrafoslargos (lo que en la jerga mediática y escolarsuele clasificarse como ladrilludo) se construyepensando en un público con un nivel decompetencia lectora mayor que el esperado enlos lectores de un escrito en el que el contenidose presenta ampliamente fragmentado,diseminado en una serie de pequeños párrafos(procedimiento hoy tan habitual en los artículosperiodísticos).

Otro ejemplo de esta primera modalidad deintervención es el relativo a la significación delgrafismo. El uso de letras en itálica, cursiva onegrita y de otros dispositivos gráficos como eltamaño de los caracteres, los subrayados, etc.constituyen, entre otros muchos, dispositivoscuya función es precisamente llamar la atención,resaltar o enfatizar lo que se dice mediante suuso. Los lectores de larga e intensa familiaridadcon la práctica de la lectura en libros y periódicossaben que deben poner atención a ellos, así comoal uso de mayúsculas, a los títulos, subtítulos, alo puesto en recuadros, etc.; en suma, a todos losrecursos gráficos y verbales usados por el autory/o el editor del texto para resaltar lo queconsideran es lo más importante, lo que no debepasarse por alto. Lo que es clave para lacomprensión del texto según la perspectiva delautor (y/o de los que promueven la publicaciónde su escrito)

¿Cómo es que una clase de lectores sabe quedebe atender a estos signos gráficos? ¿Cómo esque conocen el código que rige la interpretaciónde los mismos? ¿Por qué otros lectores no lostienen en cuenta? ¿Es por ignorancia? ¿Es un gestode resistencia al canon instituido? Según Chartiery Bourdieu, lo saben porque lo han aprendidodesde su infancia, con sus padres, en la escuela;alguien se los ha enseñado formalmente o lo hancomprendido viendo a otros hacerlo. Para losautores citados, leer así es producto de unproceso de aprendizaje que se ha practicadotanto que ha terminado por convertirse en unacto involuntario, producto de una especie deinconsciente cultural. No tienen que recordarse así mismos hacerlo cada vez que se enfrentan a unlibro porque leen desde un habitus en el que elloya está previsto.

Para los lectores cuya educación familiar y/oescolar no posibilitó tal práctica de la lectura,una editorial española12 diseñó un proyectoeditorial constituido por una serie de librosdedicados a reflexionar sobre temas deactualidad en el que estaba previsto quelectores anónimos leerían, subrayarían yanotarían los textos que integrarían la colección,destacando y valorando lo que considerasenmás significativo en cada uno de los textos queintegrarían la colección antes de su publicacióncomo libro. Luego se hizo una edición facsimilarde cada texto con las señas o marcas que lalectura anónima dejo sobre la superficie textual.El libro que llegó a los lectores reales, compradoen una librería como libro nuevo esto es, comoobjeto de primera mano, a primera vista tiene laapariencia gráfica de un libro de segunda queotro, antes que el comprador particular, leyó,subrayó, anotó y valoró. Como se aprecia en lasilustraciones mostradas a continuación, la guía dela editorial incluía el sistema de convencionesgráficas que para expresar sus opiniones sobre loleído usó el lector (o los lectores) contratado porla editorial para leer el texto y actuar, en elespacio del libro como una especie de virtual

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maestro de lectura e interpretación de textosescritos, guiando de ese modo a los esperadoslectores precarios que el libro tuviese.13

No creo que exista ejemplo más acabado de laidea que una empresa editorial puede tener de laprecariedad en que un sector de sus públicoslectores se encuentra para leer a fondo un texto,aunque sepa descifrar los signos verbales y delmodo como comercialmente puede sacarlepartido a tales limitaciones culturales. Tambiénes de destacar que lo expuesto acerca de lo quedebe hacerse cuando se lee es una posturaplenamente convergente con las disposiciones delcanon de lectura escolar. Ilustra, de forma pordemás extrema, el punto sobre la existencia delos dispositivos textuales y gráficos contenidos enlos objetos impresos con el fin de orientar unmodo de leer, a los que hacían referenciaBourdieu y Chartier. Que el proyecto editorial demarras sea del año 2000 pone de presente hastaque punto los discursos y las discusiones públicasacerca de la llamada por algunos estudiosos crisisdel canon ilustrado de lectura, han calado en elsector editorial (y no sólo en el español, si

tenemos en cuenta lo mencionado en la nota 13sobre cómo en el periódico El País de Cali lostextos, especial aunque no exclusivamente de lapágina editorial, aparecen con partes resaltadasen amarillo), sector que junto con el educativoquizá constituyen hoy los más decididosabanderados de la cruzada por la lectura.

Que la Feria del libro del Pacífico se realice desdehace varios años en los predios de la Universidaddel Valle, convirtiendo a la principal instituciónuniversitaria del occidente colombiano en la sedepermanente del evento es un dato más de laactual convergencia de intereses entre elmercado librero y la institución escolar en cuantoa promoción pública de la lectura.

Otros dispositivos, de corte gráfico-textual cuyafunción es sugerir o inducir un modo de lectura,destacando ciertos aspectos de un texto ydejando en la sombra otros, lo constituyen lasfajillas exaltatorias, las notas de contracarátula,o de solapa, la Introducción o Presentación(nombradas como Prefacios, Prólogos,

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Advertencia al lector, etc.) y, en general, esostextos que acompañan al texto central; quemediante diversos dispositivos se distinguenmaterialmente del mismo en el libro impreso, quecumplen funciones publicitarias, informativas y,sobre todo, inductoras de un modo de leer yvalorar el texto propiamente dicho. Todos loselementos de composición y acompañamientográfico-textual, tanto los escritoscomplementarios que G. Genette llamóparatextos, como los complementos icónicos(fotografías, dibujos y resaltes cromáticosprincipalmente).

En defensa de los paratextos -y especialmente delos clasificables en la categoría de solapas, de sunecesidad y poder de seducción en el mundo delos lectores de hoy, el profesor mejicano VicenteQuirarte escribió:

El peor insulto que cree hacerse al crítico escalificarlo de solapero. Tal adjetivo argumenta

que el crítico se limita –o así lo parece- a leer eltexto que el libro en cuestión ostenta en la

solapa o en la contracubierta. Sin embargo, asícomo hay libros cuya lectura debía terminar en el

título o en el comentario, existen solapas quecumplen una función primordial: más que ser el

viaje destructor temido por Villiers de l’IsleAdam, son la invitación al viaje que, comoantídoto, descubrió Baudelaire. Cuantos no

hemos comprado un título que ya teníamos enotra edición, sólo porque nos seducen las

imágenes de un Daniel Gil, un Vicente Rojo, unRafael López Castro, un Bernardo Recamier, unAlberto Blanco, y tal seducción nos obliga a no

dejar de mira, y finalmente poseer, ese postextoplástico.

(…)

En las sociedades competitivas como la nuestra,la mayor parte de los lectores hemos olvidado el

gozo que significa enfrentarse al libro sinprecisar de la solapa como escudero para su

primera salida. Precisamente por eso, el libroque la lleva debe exigirle a su autor que tenga en

cuenta que practica un género riguroso yexigente. La buena solapa debe ser un homenaje

a Thomas de Quincey, Julio Torri o el AugustoMonterroso de La palabra mágica. Dicho de otromodo, el solapero debe ser conciente de que en

el breve espacio del cual dispone, debedesarrollar un texto imaginativo, seductor,

original y respetuoso del objeto que le sirve depretexto. (…)

(…)

Por último, si la solapa quiere cumplirdebidamente su objetivo, ha de ser anónima (…)confiada en el poder de las palabras. Sólo de estamanera el lector sentirá que posee la escritura,

que la goza en sus deslumbramientos, eintuiciones, y que no se impone el prestigio de

los nombres. (…)14

Creo que no sobra añadir que las intervencionesorientadas a promover, guiar o controlar lalectura hoy no se limitan a las que estáncontenidas en el texto mismo o en los paratextosintegrados al libro que lo contiene comodocumento principal o central: Tambiéncomprende las reseñas públicas en los periódicos,la TV o en Internet, a cargo de críticos,estudiosos, periodistas o discípulos. Muchas vecesel mismo autor, de común acuerdo con laeditorial responsable de la publicación de suobra, colabora en la promoción e inducción de lalectura. Todo ello puede observarse en el casomencionado a continuación.

Estrategias mediáticas y comerciales ligadas a lapromoción, venta y lectura de los libros

Las empresas editoriales de prestigio y coberturainternacional que tienen entre sus proyectoseditoriales líneas dedicadas exclusivamente a lapublicación de material biográfico referido a«celebridades de todos los tiempos» o figuras deactualidad o que gozan momentáneamente decierto renombre por su conexión con hechos deimportancia colectiva, cuando se aprestan a sacarun nuevo producto al mercado suelen invertir encostosas campañas publicitarias cuyo objetivo estanto promover la compra del libro en cuestióncomo su lectura desde un determinado ángulo oenfoque interpretativo. En el desplieguerealizado, informativo y propagandístico, es biendifícil deslindar fronteras entre lo uno y lo otro:en estos casos, géneros tradicionalmente delregistro de la información y la opiniónperiodística como la entrevista, la reseñapresuntamente crítica o el artículo de opinión sevuelven «fronterizos» entre promoción,información y opinión. Por otra parte, eldispositivo armado para promover la adecuadavisibilización, aprobación, venta y lectura delproducto apela a ciertos ritualismos, a ciertaincitación a la devoción intimista o al fetichismoorientados a darle un «toque singular» a unproducto que también hay que procurar se venda

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bien en el competido mercado de bienesculturales impresos.

El dispositivo informativo-publicitario comprendeactividades tales como la oportuna realizaciónde entrevistas por radio, prensa o televisión, enespacios y con periodistas prestigiosos (o por lomenos populares) al (auto)biógrafo, (o alprologuista, al editor o incluso a personas enalgún sentido conectadas con el biografiado, sutrayectoria, sus vicisitudes o conflictos); lapublicación, en secciones o impresos periódicosmás o menos especializados, de aproximacionescríticas o reseñas, con frecuencia a cargo deespecialistas en este tipo de escrituras o por lomenos conocedoras de la vida y milagros delsujeto referente de la obra en cuestión; aúncuando no se utilice el recurso de los lectoresespecializados, también suele acudirse alexpediente de procurar la publicación defragmentos de la obra «en exclusiva»15, en algunarevista, suplemento o periódico con buenaposición en el campo de la información general.Y, aunque no en muy practicado en Colombia,como no sea en el marco de Ferias del libro comolas que anualmente se celebran en Bogotá y conmenor importancia, en otras ciudades del país,programar la presencia del autor en las librerías oen su stand de feria para cumplir con el ritual defirmar y dedicar el libro a los compradores que lodeseen.

Un caso muy ilustrativo de lo arriba anotado sepudo observar con relación a la publicación, enformato libro y por la editorial Planeta, del diariode Leszli Kalli. Esta joven, en la época de autostenía 19 años, hizo parte del grupo de pasajerosdel avión de Avianca que el 12 de abril de 1999fue secuestrado por un comando del Ejército deLiberación Nacional; su liberación se produjodespués de 373 días de reclusión. De todos lossecuestrados liberados, ella fue la única que logróla autorización del ELN para llevar consigo eldiario que día a día escribió mientras duró sucautiverio. Obviamente, la autorización para salircon el diario se hizo después que sus captoresleyeron el escrito y censuraron (tacharon) lo queconsideraron inconveniente. Sin embargo, en laedición de Planeta, la autora dio a entender quecomo ella sabía lo que los censores habíansuprimido estaba, aparentemente, en condicionesde reescribirlos sin mayores problemas,reconstruyendo así la integridad del original.

En un país como Colombia, en el que es frecuenteoír las quejas de escritores e intelectuales en

torno a las dificultades para editar sus escritosresulta verdaderamente sorprendente la rapidezcon que esta joven logró publicar su diario porparte de una editorial transnacional como elgrupo Planeta. Para precisar la novedad de loocurrido con el escrito de la, hasta entonces,anónima joven santandereana, quizás senecesario recordar, así sea de modo muy sucinto,lo sucedido a partir de su liberación.

No obstante la obligada y permanente actualidaddel tema del secuestro en Colombia, de laspresumibles ganas de contar lo vivido que debenexperimentar los liberados, muchos de los cualesescriben durante el cautiverio, salvo lo hecho porGarcía Márquez hace algún tiempo, en laColombia del 2000 no se había oído de ningúnproyecto editorial, en el área de los mediosimpresos periodísticos o no, orientado a unaexposición quizás más elaborada que la permitidapor las coyunturales entrevistas, televisivas oradiofónicas, sobre las experiencias actuales desecuestro, contadas por las mismas víctimas.como sí se observa ahora con la proliferación detestimonios de secuestrados liberados oescapados como Luís Eladio Pérez, Frank Pinchao,Araujo, amen del anunciado con autoría de ClaraRojas y la considerada por muchos joya de lacorona, el esperado libro de Ingrid Betancourt.

Así que el libro de la joven Kalli fue –presumiblemente- el primero que utilizando lamodalidad de escritura propia del diario personalcontó, desde la perspectiva de una mujer jovende clase media urbana, el día a día de unsecuestro por parte de un grupo guerrillero deizquierda. En un contexto como el nuestro, en elque con tanta frecuencia se oyen lamentos entorno al desapego de los jóvenes por la lectura yla escritura, puede parecer sorprendente que lajoven santandereana se hubiese mantenido en ladisciplina de la escritura de su diario durantetodo el tiempo que duró el secuestro: casi unaño,

Hay la idea de que este tipo de escritos (el diarioen papel, no en blogs en Internet) hoy constituyeuna práctica absolutamente marginal, cuasiextinguida, incluso entre los jóvenes estudiantesde colegios y escuelas de las ciudades, con losque habitualmente se relacionaba. Tambiénsorprende, quizá hasta más, que una vez liberadala joven Kalli dedicara un mes a corregirlo con elfin de hacerlo público... ya que en la Colombia dela época no era muy frecuente la publicación deese tipo de escritos16 . Sin embargo, se sabe -por

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propia confesión y porque también se dice en lanota de solapa que la presenta como autora- quecuando se puso en el empeño de llevar un diariocon la memoria del día a día del secuestro teníaa su haber una experiencia consolidada, pues losha escrito desde los 9 años.

El domingo 30 de abril del 2000, a muy poco díasde producirse la liberación de la joven, en unaedición dominical del periódico El Tiempo, en unapopular sección de publicada aún hoy y conocidacomo Teléfono Rosa, de tono que bien puededescribirse como chismorreo light, se publicóuna nota, breve como todas las que suelen saliren esa sección, en la que se comentaba queLeszli quería publicar un libro contando suexperiencias como secuestrada durante un año.La nota también mencionaba que la madre de lajoven aseguraba «...que si se revelaran(públicamente) los duros momentos que cuentaese diario, se acabaría el secuestro en Colombia».Quizás lo más significativo, en una notaaparentemente muy intrascendente, fue lapregunta de cierre: «¿Qué editor se le mide?»

Al poco tiempo la revista Semana anunció que laEditorial Planeta publicaría el diario de Leszli;aproximadamente un mes después, en la edicióncorrespondiente a junio 5-12, la misma revistaconstruyó su portada con una foto de la jovendiarista, apoyada en el bastón que ya hacía partede su identidad visual, (ornado de las marcasnegras que, según parece, la joven usó comoespecie de personal código mnemotécnico) y conel Fokker de Avianca en segundo plano. El textocomplementario destacaba que ella «...escribiótodas las noches un diario sobre sus 373 días decautiverio en poder del ELN. SEMANA publica losprincipales apartes.» En páginas interiores, en lasección DOCUMENTO, bajo el título Secuestrada,el mismo del libro próximo a salir (lo haría el 8 dejunio), y cuya portada aparece reproducida en elángulo inferior izquierdo de la misma página, labajada o intertitulo nuevamente puso de presenteel carácter autobiográfico de lo que el lectorencontraría a continuación: «...escribió enprimera persona el drama y el horror quevivió...», seguido de la acotación sobre el hecho,como sabemos altamente significativo en elmundo del periodismo, de que «SEMANA publicaen exclusiva fragmentos de su diario». Y másadelante, en un recuadro colocado sobre lafotografía del avión de Avianca como fondo, sedice que

Leszli, junto con otros 32 pasajeros, estuvo encautiverio 373 días. En ese período escribió de su

puño y letra un diario íntimo en el que plasmólos sufrimientos, angustias y temores de su

secuestro: Esas vivencias están en cincocuadernos que ahora se han convertido en un

libro que la Editorial Planeta acaba de editar yque saldrá este jueves al mercado. Semana

obtuvo en exclusiva apartes de ese desgarradortestimonio».17

La publicación de los fragmentos veníaprofusamente ilustrada con fotos de la autora enespacios, momentos y poses diversas. De talconjunto sólo me referiré a aquellas que implicansu reconocimiento como autora. Entre ellas unade las más significativas corresponde a unafotografía tomada a la joven en una habitacióncon aire de biblioteca, estudio o «despacho» (porlas estanterías observables en segundo plano,repletas de libros), presumiblementeperteneciente a la casa de su familia. Ellaaparece sentada ante una mesa o escritorio, muybien puesta (bien peinada, maquillada, anillos encada mano, aretes, reloj, etc.); no mira a lacámara, pues aparentemente está muyconcentrada (con el bolígrafo en la boca, ojos ymanos puestos en los papeles) en la revisión delos apuntes del diario íntimo consignados, comoya se dijo, en cinco cuadernos. Esta tarea, segúninforma la nota que acompaña la foto, le llevóun mes, esto es, aproximadamente el mismotiempo transcurrido entre la publicación de lanota en la sección Teléfono Rosa del Tiempo y elanuncio de SEMANA...

«Cruzando» lo dicho en el pie de foto con lorepresentado en esta, un detalle aparentementeanodino llama la atención: contrario a lo queparece sugerir la mencionada nota, en la foto esclaramente perceptible que la joven no estátrabajando en uno de sus cuadernos sino en sufotocopia. ¿Por qué lo hace? Una respuesta obviapodría ser: porque no quiere estropear su propiomanuscrito. Otra, porque resulta más fácil. No searriesga demasiado al suponer que lo hace tantopor razones más o menos pragmáticas (facilitarsela tarea de corregir) como por la conciencia delvalor de sus manuscritos.18

Precisamente, ahora que va a ser objeto dereproducción masiva es que el diario, en suversión manuscrita, esto es en su condición deoriginal único, se constituye públicamente (y nosólo para su autora y allegados) en un objetoreliquia. No sería extraño que terminara en el

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Museo Nacional, si tenemos en cuenta que una desus pasadas directoras, cuando aún estaba vivo,alguna vez sugirió que la toalla con la que Tirofijosolía aparecer en sus escasas aparicionespúblicas, hasta el punto de ya ser parte de suidentidad visual, debía donarla a dichainstitución…

La revista SEMANA también incluyó, como partede la ilustración de los fragmentos de diariopublicados, dos fotos de (presumiblemente) unode los cuadernos; una lo muestra cerrado, parahacer visible la portada con datos como elnombre de la autora (Leszli Kalli), la clase ocondición del manuscrito (diario), el año y ellugar de escritura (1999, montañas de Colombia)todo ello escrito con lo que parece ser tintanegra, dada la nitidez del trazo, sobre un fondode montañas azules, muy picudas, extrañas, comode otro mundo, más bien imaginario. En la otra,el mismo cuaderno (u otro) aparece abierto,mostrando dos páginas, una densamente cubiertapor la escritura manuscrita en azul; enfrente, enclaro contraste con esta, la otra página presentaun dibujo (de corte más bien abstracto) ubicadoen la parte central, ocupando la mayor parte dela página, aunque dejando espacios simétricos,por ubicación y dimensión, arriba y abajo, paraser ocupado por texto manuscrito, a modo demarco cuasi circundante. A simple vista seobserva que quien ha trabajado en estas páginastiene un sentido estético de la composición y unaclara comprensión del valor del papel comosoporte de sus escritos y dibujos, máxime en lascondiciones en que se encuentra en el momentoen que los realiza; lo cual no es de extrañar enalguien que, como ya se dijo, «lleva diariospersonales desde los nueve años».

Para los lectores de materiales biográficos,especialmente para los muy familiarizados con laspublicaciones actuales y sobre todo en formatolibro, de materiales (auto) biográficos de artistasplásticos y escritores consagrados, no es sorpresaencontrarse con este tipo de ilustración:reproducciones fotográficas de pinturas, bocetos,dibujos, escritos manuscritos (o a máquina, perocon tachones hechos a mano por el mismobiografiado) y de portadas de los libros impresosdel mismo. Tales ilustraciones van camino deconstituirse en una tradición estética, si es queno lo es ya; dan testimonio del artista o delescritor en su condición de practicantereconocido de los tradicionales oficios de escribiro pintar.

Es muy común, cuando se trata de manuscritos,que en tal reproducción literalmente no se puedaleer nada; ello porque más que texto destinado ala lectura funciona como trazo pictórico, comoimagen que, ante todo, pone de presente unviejo y obvio imaginario sobre la escritura: ella,como la pintura o el dibujo, es también unapráctica corporal, realizada a mano por un sujetoespecífico, y al que, como quien dice, estáorgánicamente ligada; hace parte no sólo de lamente, de la subjetividad del que escribe;también de su cuerpo, como especie de extensióno emanación del trabajo cuidadoso de sus manos.

Así, puede decirse que la reproducciónfotográfica de la escritura manuscrita de unescritor está allí a modo de testimonio fehacientede su condición de autor «auténtico». Por eso noes casual el que, comúnmente, este tipo deilustraciones entren en una relación decomplementariedad (y de contraste) con aquellasotras (más «modernas») en las que se reproducenlas portadas de los libros publicados; otra formade reiterar, con base en otro imaginario, lacondición de sujeto socialmente reconocido comoescritor/autor.

Y es por este ligue material con el sujeto queescribe y es reconocido socialmente como autor,que sus manuscritos, aún en vida, pero máscuando ya está muerto, porque entonces se sabeque nunca más volverá a trazar esos signos,pueden llegar a valer tanto en el mercado debienes culturales, o a singularizarse,convirtiéndose en objeto coleccionable, a veceseconómica y simbólicamente tan valiosos que sulugar sólo podría ser el museo especializado,como parte de un patrimonio culturalcolectivamente valorado.

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No deja de ser paradójico aunque comprensibleque, precisamente ahora que la escritura encomputador prácticamente elimina la milenariatradición del manuscrito (y del «borrador»), suvaloración fetichista obtenga en el mercado losmás altos rendimientos.

PEQUEÑO MUSEO DE HISTORIA FETICHISTA

(fragmento)

En el segundo nivel del centro comercial Galleriade la ciudad de Dallas (...), se encuentra TheAmerican Museum of Historical Documents,

donde, bajo la publicidad History for Sale, elconsumidor puede adquirir autógrafos,

fotografías, documentos, prendas de ropa decelebridades de todos los tiempos y lugares. Por

cantidades que van más allá de la imaginación, esposible llevarse una fotografía firmada por WaltWhitman, una carta de Jack London, un beso de

Marilyn Monroe en una servilleta, un sobredirigido a Hemingway, rescatado de su refugio

habanero en Finca Vigía; se ofrece también unahumilde lista de víveres escrita por Paul Revere,cuando era un hombre más y no un adalid de laIndependencia. Cada pieza está elegantementeenmarcada, certificada y lista para ingresar enlos museos privados de la casa que cualquiermortal, ignorante pero acaudalado, puede

poseer19.

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Carácter histórico –y estratégico- de losdispositivos de control de la lectura

Bourdieu llama la atención acerca del carácterhistórico de los dispositivos de control de larecepción por parte de los autores. Y arriesga unahipótesis sobre la posible conexión entre laproliferación de los signos orientadores de lalectura y el hecho de producir, no para un públicopequeño de conocidos, sino para un vasto públicode lectores anónimos que son también unmercado de compradores virtuales.

Hipotéticamente podría también preguntarse si laansiedad de la que habla tiene algo que ver conel grado de reconocimiento de que goce el autor,el tipo de impreso en que publica, el tipo depúblico lector al que se dirige (¿periódico detiraje masivo? ¿Revista de información general oaltamente especializada? ¿Libro en edición debolsillo (barata) o de lujo?).

«Sería muy interesante observar la aparición(histórica) de todos los signos visibles del

esfuerzo por controlar la recepción: ¿estos signosno aumentan a medida que crece la ansiedad

concerniente al público, es decir el sentimientode que se tiene relación con un vasto mercado yya no más con algunos lectores escogidos? (…)20

En principio, su hipótesis suena plausible, almenos en parte. Por un lado, es posible que laconciencia de escribir para públicos masivos delectores haga que los autores intensifiquen el usode dispositivos de control o inducción de larecepción deseada, precisamente por laconciencia, que también tienen, de que lamasificación implica la posibilidad de una mayorpluralidad de lecturas y, en consecuencia,mayores riesgos de malentendidos,incomprensiones, tergiversaciones ointerpretaciones indeseadas. Por otro, la hipótesisparece dependiente del presupuesto o la creenciaacerca de que los autores desean o ansían sercomprendidos por sus lectores en sus propiostérminos, cuestión que habría que examinar conmayor detalle: ¿no será que más que sercomprendidos, lo que ansían es ser reconocidos?También habría que preguntarse, si tal concienciadebe ser planteada con respecto a todo tipo deproductores de escritos de circulación pública yamplia o sólo para cierta clase. ¿Opera por igualpara los científicos, los escritores productores denovelas y poemas, los periodistas, los políticos?¿O para toda clase de autores modernos,independiente del grado de prestigio,

reconocimiento o poder social del que ya gocen?Por otra parte, ¿no es contradictorio reconocer elcarácter plural de la práctica lectora y, al mismotiempo, actuar como sacerdotes defensores de lalectura legítima de un texto al parecerimplícitamente considerado como sagrado?

Los dispositivos de control de la lectura enrelación al reconocimiento de la autoría

En dominios ajenos a la escritura literaria todosesas intervenciones orientadas a imponer unmodo de leer, una interpretación o una tesisconsiderada como las únicas correctas, etc., ymuy especialmente las que claramente provieneno se reclaman como representativas del puntode vista del autor, resultan más o menosadmisibles o legitimadas, entre otrasinstituciones, por la escolar. Sería ridículoreprochar a Marx, a Freud, al mismo Bourdieu oChartier que en sus escritos hagan los énfasis queconsideren necesarios para ser comprendidossegún las convicciones y perspectivas teóricasque, como investigadores y autoridades en susrespectivos campos de trabajo, defienden; aúnsabiendo como sabemos que ellos reconocen,como un hecho evidente, comprobable y hastairritante, la pluralidad de lecturas a que estáexpuesto todo texto publicado, incluido loscientifistas.

Una tradición lectora –ciertamente moderna- haimpuesto y en cierta forma considerado comolegítima «que, como dice Michel Tournier, ellector de una obra de historia, un tratado defísica o una tesis política debe ser todoreceptividad, y pagar así su cuota de memoria, deinteligencia y, sobre todo, de docilidad». Ellosería parte esencial del proceso de formarsecomo lector crítico, como también delconocimiento y aprendizaje de un saberreconocido o socialmente legitimado: reconocerla superioridad intelectual del otro en tantoAutor con autoridad intelectual o cultural paradecir lo que dice. Someterse, «voluntariamente»,al poder del Maestro. No es que la posicióncrítica, el apunte imaginativo, la interpretacióninsólita le esté vedada por siempre. Pero antes deaceptársele dar tales muestras de independenciao libertad de pensamiento lo que se espera es quelea, con la atención debida, para comprenderbien, a fondo y en sus propios términos, lo que eltexto del autor/autoridad está planteando.Cuando sepa y realmente comprenda lo que elOtro en tanto Autor dice está autorizado acriticarlo, a impugnarlo… Ha adquirido la

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competencia intelectual. Ya tiene el derecho dehacerlo.Pero en el dominio literario/novelesco lo quepuede definirse como «intervenciones fuertes yautoritarias del autor», presentadas, porejemplo, a través de un paratexto o deafirmaciones en entrevistas periodísticas omediante ciertos enunciados del narrador o losparlamentos de algún personaje novelesco al quediversos indicios permiten considerar comorepresentantes textuales de sus convicciones másqueridas hoy, para muchos, son francamenteinsoportables. Y lo son aunque, justo es decirlo,no siempre fue así. Durante buena parte delpasado siglo, en Colombia, como quizá en lamayor parte de Latinoamérica y en muchos otroslugares de Occidente, otra tradición lectora,ampliamente compartida en los mediosintelectuales y académicos de corte«progresista», justamente exaltaba la llamada«literatura de tesis», «con mensaje» o«comprometida». Los lectores formados en talcanon de lectura, muy relacionados con ideariosinspirados en la izquierda o en derivas locales delmarxismo y/o de la fenomenología sartreana (elintelectual comprometido) leían las obras de susautores favoritos con la esperanza de encontraren ellas manifestaciones explícitas de lasconvicciones políticas con las que se sentíanplenamente identificados. Leían con laexpectativa de que la autoridad del escritorconfirmara la justeza de las ideologías defendidaspor él y nosotros… Y de paso, proporcionaranuevos argumentos para defenderlas en elcombate ideológico esto es, las discusiones a queestaban abocados o expuestos en la cotidianidadfamiliar, el trabajo, la vida universitaria, el grupode estudio. Eran otros tiempos. Nadie pensabaque dar cartilla (actuar como maestro, en eldoble sentido del término -enseñante y autoridad-obviamente si era por parte de un autorreconocido como de los nuestros) fuera un actode autoritarismo que coartara la libertadcreadora del lector…

El lector formado en una tradición de lectura enla que la figura del autor aún se consideraimportante21, cuando adquiere un libro, con lafirme intención de leerlo para comprender elpunto de vista expuesto por el autor sobre unproblema específico que como lector le interesaconocer no suele ignorar los paratextos. Por lomenos les echa un vistazo. Lo anotado por V.Quirarte, más arriba citado, cuando habla de laimportancia de una solapa bien hecha o de unatrayente diseño de carátula es muy ilustrativo

del punto. Pero es evidente que, ni siquiera loslectores formados en esta tradición, en todos loscasos se puede decir que siempre tienen encuenta no digamos que las breves y anónimasnotas de solapa o contracarátula, sino losextensos prólogos o notas de presentación aveces escrita por una persona de reconocidasolvencia intelectual. ¿En qué casos puedesustentarse/aceptarse que el ignorarlos o nodarles demasiada importancia es una opciónconcientemente elegida, no el producto de laignorancia de los que ellos significan, como sípodría ser el caso de los lectores poco diestros,con escaso conocimiento de los procedimientospropios de la lectura atenta, analítica, crítica, aquienes es posible que esos signos le sean, ensentido estricto, insignificantes?

Desde el punto de vista del análisis del objetolibro (y no exclusivamente de su contenidosemántico textual) habría que tener en cuentahasta esas intervenciones paratextuales,situadas en la periferia del texto, operadas en elproceso de edición y tradicionalmenteignoradas/despreciadas por la prácticaacadémica de la lectura que, como se sabe, estáexclusivamente centrada en lo que considera eltexto central. Me estoy refiriendo a lasconstituidas por la inclusión de las llamadasnotas de solapa o de contracarátula, notas que,en un sólo movimiento, informan sobre elcontenido del libro, sugieren la lectura ointerpretación más pertinente y hasta incluyenvaloraciones precisas de críticos, de escritores ode periodistas a cargo de secciones especializadasen la reseña de libros, en periódicos detrayectoria reconocida en el campo. También eldiseño de portada, la inclusión de fotografías delautor, de fajillas exaltatorias, el tipo de formatoseleccionado, la inclusión de ilustraciones, etc.

Nota de contracarátula del libro Autobiografía,de J. L. Borges

La Autobiografía de Jorge Luís Borges, escritaoriginalmente en inglés con la colaboración deNorman Thomas di Giovanni, fue publicada por

primera vez en 1970 en la revista The NewYorker. Concebida como una guía biográfica que

acompaña y a la vez esclarece la evoluciónliteraria de Borges desde la precoz erudiciónhasta su definitiva consagración universal, laobra obtuvo un éxito rotundo que le valió ser

traducida de inmediato al portugués, el italiano,el alemán. Es por otra parte el texto más

extenso que Borges haya escrito y cada una de

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sus páginas irradia en el estilo aparentementesencillo de sus última producción la inteligencia,

el humor sutil y la perfección en el usos dellenguaje que lo distinguen: Los especialistas en la

obra de Borges le han considerado una piezafundamental para establecer cualquier tipo deinterpretación crítica: En el año del centenario

de su nacimiento, por primera vez se presenta enversión completa en español este «retrato

intelectual y moral» que Jorge Luís Borges hizode sus propia vida.

También habría que considerar el papel de losmedios –verbales y audiovisuales- que hablan delos libros y de sus autores en forma densa oliviana y de cuya información muchos dependenpara ordenar su consumo de libros como de eseconjunto de saberes de circulación oral, tan pocoasequibles a los historiadores.

En resumen: La postura de historiadores de lalectura como Chartier es que con los libros y conel control de los modos de leer se aspira ainstaurar un orden o a mantenerlo. Pero este, noobstante la multiplicidad de sus figuras y losdispositivos de poder con que cuentan autores,editores, maestros, autoridades, se restringe perono se logra anular la libertad de los lectores.Esta libertad, aunque puede estar disminuida porel poder de los códigos y convenciones que rigenlas practicas lectoras de una comunidadespecífica, (la escolar, religiosa o política, porejemplo), por el desconocimiento de las formasdiscursivas y materiales de los textos leídos y lasincompetencias, ignorancias u otras carenciaspresentes en los lectores, a la hora de enfrentarlos impresos, siempre sabe «cómo tomar atajos yreformular las significaciones que deberíanreducirla». Esta tensión dialéctica entre la normacoercitiva y el impulso trasgresor, entre «lasimposiciones trasgredidas y las libertadesrefrenadas», que Chartier postula comoconstituyente esencial de la práctica de lalectura, no es igual en todas partes, siempre ypara todos. «Reconocer sus diversas modalidades,sus variaciones múltiples constituye el objetoprimero de un proyecto de historia de la lecturaque se compromete a captar en sus diferenciaslas comunidades de lectores y su arte de leer.»22

Libros: sensibilidades, materialidades, sentidos

…el libro, ese instrumento sin el cual no puedoimaginar mi vida, y que no me es menos íntimo

para mí que las manos o que los ojos.J. L. Borges

Era un libro gordo, válgame Dios, era un libropara quedarse a vivir con él, para comer, para

dormir con él(…)

A veces me sentaba en la hamaca parabalancearme con el libro abierto en el regazo,

sin tocarlo, en un éxtasis purísimo(…)

Ya no era una niña con un libro: era una mujercon su amanteC. Lispector

Todo libro debería caber en el bolsillo; hay quellevarlo, tiene que ser manual, para leerlo al piede los árboles, al lado de las fuentes, en dondenos coja el deseo. Un libro bueno tiene que ser

manoseado, vivir con uno, pasear con uno. En fin,este amor ilegal por los libros se apoderó de mí yno me dejó dormir, como una muchacha que hubo

en casa, cuando yo era joven (…)Fernando González Ochoa

El orden de los libros, advierte Chartier, tambiéntiene otro sentido. Bien sea en su condición demanuscrito o impreso, los libros son objetos cuyacomposición, forma y materialidad ordenan losusos que pueden serles atribuidos a los textos ylas apropiaciones a las que socialmente estánexpuestos. Dicho de otra forma, los textos, lasobras, los discursos, desde la perspectivahistórica promovida por el autor citado, «noexisten sino a partir del momento en que setransforman en realidades materiales», esto es,cuando se inscriben en las páginas de un libro (uotro objeto afín), cuando son oralizados por unavoz que los lee, los relata o los explica a otros,cuando son interpretados en el escenario de unteatro o convertidos en audiovisual televisivo,cinematográfico, o hipermedial.

«Contra la representación, elaborada por laliteratura misma y retomadas por la más

comúnmente aceptada de las historias del libro,según la cual el texto existe en sí mismo,

separado de toda materialidad, se debe recordarque no hay texto fuera del soporte que lo da aleer (a escuchar o ver), y por lo tanto no hay

comprensión de un escrito, cualquiera sea este,que no dependa en alguna medida de las formaspor medio de las cuales alcanza a su lector.»23

Comprender los principios que, en distintasépocas y sociedades, gobiernan lo que Foucaultllamó el orden del discurso para Chartier supone«que se descifren en rigor las leyes que fundanlos procesos de producción, de comunicación y derecepción de los libros» (y de todos los objetos

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que, en las distintas épocas y sociedades,permiten la circulación de los escritos canónicoso comunes). En el caso del libro, al historiador dela lectura eso le implica atender a losdispositivos técnicos, visuales, físicos queorganizan la puesta en impreso del escrito y noconcentrarse, única y exclusivamente, en elanálisis del contenido semántico del texto. De allíque también conceptúe que «la lectura no es sólouna operación abstracta de intelección: es puestaen juego del cuerpo, inscripción en un espacio,relación consigo mismo y con los otros.»24. Estapostura implica re-definirla en términos derepresentaciones y prácticas, dos nociones que enla perspectiva histórica defendida por Chartieraparecen frecuentemente asociadas.

La noción de representación es usada enreferencia a tres registros distintos aunquerelacionados, de la experiencia histórica deindividuos y comunidades:

• Las representaciones colectivas (en elsentido elaborado por Durkheim) sobre lasque se funda la manera en que losmiembros de una misma colectividadperciben, clasifican y juzgan el mundosocial.

• Las representaciones «entendidas en elsentido de los diferentes signos o«perfomances» simbólicos encargados dehacer ver y hacer creer la realidad de unaidentidad social o la potencia de unpoder.» Las representaciones, asíentendidas, se objetivan en discursos, enimágenes y en prácticas.

• Por último, la representación concebidacomo la delegación que se le hace a unactor social (individual o grupal) para quecomo delegado o representante actúe enlugar de una comunidad, un grupo socialespecífico, una clase, un individuoincluso; para que los sustituya, hable enlugar de ellos, defienda sus intereses, losrepresente en una negociación, porejemplo, con el Estado o con otro grupoo poder social.

En su opinión, el concepto de representación –ensu múltiple significación- permite comprender larelación dinámica que articula la interiorizaciónque hacen los individuos de las divisiones delmundo social y las transformaciones de talesdivisiones en virtud de las luchas simbólicas cuyosinstrumentos y apuestas son las representacionesy las clasificaciones de los demás y de uno

mismo». (Se refiere a las llamadas «luchas derepresentaciones»)

La noción de práctica, como ya se dijo, Chartierla considera inseparable de la de representación,«en la medida en que designa las conductasritualizadas o espontáneas que, acompañadas ono de discurso, manifiestan (o revelan) lasidentidades, permiten reconocer los poderes enjuego y las tácticas que intentan oponérseles,resistirlos o impugnarlos. «La noción de prácticadesigna así las representaciones concretadas enla inmediatez de las conductas cotidianas o en elordenamiento de los ritos sociales» 25.

Hablando sobre la utilidad de la noción depráctica en relación a la historia de la lectura enpaíses de gran diversidad social y cultural, comolos latinoamericanos, Chartier comentó que estanoción, «entendida como la manera en que losindividuos, las comunidades o las clases manejanlos códigos, los textos o los objetos permiteevitar dos escollos que aparecen a menudo en lasciencias sociales:

• Por una parte, recuerda que losdispositivos en que se fundan lasdominaciones (sean estas políticas,sociales, sexuales, étnicas o de otro tipo)nunca suprimen por completo el espaciopropio de la apropiación que puededesplazar, reformular, subvertir lo queestá impuesto: un sistema derestricciones, una autoridad social, elsentido o la interpretación canónica de untexto, etc. Como sostenía Michel deCertau, las tácticas de los más débilessiempre pueden limitar, modificar odesviar los efectos que procuran producirlas estrategias de los poderosos. Aunqueno se trata de un juego justo,equilibrado, equitativo, siempre que hayaprácticas de control, de vigilancia, dedisciplina, se oponen de manera más omenos eficaz, según la circunstancias,otras prácticas que expresan distancia,resistencia, impugnación o rechazo. Enlos estudios sobre la lectura en paísescultural y socialmente muy diversosChartier considera que es muy pertinenteel uso de la noción de práctica, «queapunta justamente a dar cuenta de lasapropiaciones diferenciadas, desiguales yconflictivas de los códigos, las reglas, lostextos compartidos»26

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• Por otra parte, el concepto de prácticalleva a todos aquellos que se desempeñancomo investigadores, docentes ointelectuales a controlar los efectos queello produce en la relación que mantienencon el mundo social. Este –recuerda- noes solamente un universo de textos ydiscursos. Se va construyendo, a cadainstante, en virtud del entrecruzamientode prácticas sin discurso, de gestoshechos sin pensar, de conductasautomáticas y espontáneas. [Contra loque Pierre Bourdieu designó como unarelación «escolática» con la realidad,característica de una posición quepretende pasar por desinteresada,distanciada y discursiva, hay que pensar«en las lógicas propias de las prácticas,que no son las que rigen el enunciado delos discursos sobre el mundo» El que comocientífico se enfrenta a la necesidad de«escribir las practicas» a fin decomprenderlas, de producir y trasmitir suconocimiento, no debe dejar dereconocer que «estas prácticas sonirreductibles a todos los discursos queprocuran objetivarlas». 27

Comunidades lectoras: comunidades deintérpretes

En Comunidades lectoras, Chartier hace del textode M. de Certeau citado al inicio «un fundamentoobligado y un inquietante desafío para todahistoria que se proponga levantar un inventario ydar razón de un práctica -la lectura- que muy raravez deja huellas, que se esparce en una infinidadde actos singulares, que se libera gustosa detodas las imposiciones que aspiran a someterla.»

Tal proyecto se funda en estos postulados:

• la lectura no está ya inscrita en el texto,sin distancia posible entre el sentido quele es socialmente asignado por el autor, eluso escolar, la crítica especializada, etc.y las interpretaciones (o lecturas) que deltexto pueden hacer los lectores conhabilidades y capitales culturalesespecíficos y, con frecuencia, desiguales.

• Un texto existe porque hay un lector paraotorgarle significación mediante unapráctica lectora. Ya se trate de unartículo del periódico o de la novela de un

autor legitimado, plenamente reconocidopor el canon de occidente, Proust oFlaubert, por ejemplo, «el texto no tienesignificación sino a través de sus lectores;cambia con ellos; se ordena de acuerdocon códigos de percepción que escapan aél.» No cobra su valor de texto sino en surelación, en su encuentro con el lector ysu mundo, «por medio de un juego deimplicaciones y astucias entre dos tiposde expectativas combinadas: la queorganiza un espacio legible, esto es, unatextualidad, materialmente configuradacomo un objeto sensorialmenteperceptible, y la derivada de la ejecuciónlectora, la práctica concreta, específica,mediante la cual la significación de laobra se construye, existe.

Por lo tanto, concluye Chartier,

la tarea del historiador es reconstruir lasvariaciones que diferencian los «espacioslegibles» –es decir, los textos en sus formasdiscursivas y materiales- y aquellas quegobiernan las circunstancias de su ejecución –esto es, las lecturas, entendidas comoprácticas concretas y como procedimientosde interpretación-. realizadas por individuos ogrupos de lectores no menos concretos.

Siempre apoyándose en las sugerencias de M.de Certau, Chartier define el campo de lahistoria de la lectura teniendo en cuenta treselementos, generalmente separados por lasfronteras de la especialización disciplinaria,tanto las ligadas a la tradición historiográfica,como las derivadas de otras disciplinas (lalingüística, la psicología, la semiología, etc):

• Por un lado, el análisis de los textos, seancanónicos u ordinarios, descifrados en susestructuras, sus motivos, sus alcances.

• Por otro, la historia de los libros y, másallá de ellos, de todos los objetos y detodas las formas que vehiculan losescritos.

• Por último, el estudio de los discursos ylas prácticas que, de diversos modos, sehacen cargo de esos objetos o de esasformas, produciendo usos ysignificaciones diferenciadas.

Varias cuestiones se derivan de este modelo:

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• Las formas materiales producen sentidoy tienen historiaDe esta convicción se deriva la particularatención con que se observa el encuentroentre «el mundo del texto» y «elmundo del lector» (P. Ricoeur).Reconstruir en sus dimensiones históricaseste proceso de «actualización» de lostextos exige, ante todo, considerar quesus significaciones dependen, en parte,de las formas a través de las cuales sonrecibidos y apropiados por sus lectores (osus oyentes). Estos, como siempreenfatiza Chartier, «jamás se enfrentancon textos abstractos, ideales,desprendidos de toda materialidad:manejan o perciben objetos y formascuyas estructuras compositivas ysoportes materiales gobiernan o dirigenla lectura (la escucha o la visibilización),y en consecuencia la posible comprensióndel texto leído (escuchado o visto). Estacomprensión es siempre tanto elresultado del trabajo intelectual(mental) como de la experiencia de lossentidos.

Contra la concepción puramenteintelectual y/o lingüística del texto (conénfasis en lo sintáctico-semántico), tanhabitual en la perspectiva estructuralistaen todas sus variantes, como también enteorías literarias más interesadas enreconstruir la recepción de las obras (serefiere a la estética de la recepciónpropuesta por autores como W. Iser y H.R. Jauss), «hay que sostener –afirmaChartier- que las formas materialesproducen sentido, y que un texto,estable en su letra, está investido de unasignificación y de una categoría inéditascuando cambian los dispositivos que loproponen a la interpretación.» Así mismo,habría que añadir, que también lo hacecuando cambia la comunidad lectora quelo interpreta. Comunidad que, para elenfoque que interesa a Chartier, essiempre una comunidad histórica y socialconcreta, no exclusivamente unadimensión puramente textual como la quetiene en mente U. Eco cuando habla dellector modelo

Como ejemplo de que las variaciones enlas modalidades más formales depresentación de los textos puedenmodificar no sólo su registro de

referencia sino también su modo depresentación, Chartier recuerda lo queconsidera la principal mutación de laimpresión europea entre los siglos XVI yXVII: «el triunfo definitivo de los blancossobre los negros», es decir, la ventilaciónde la página por obra de la multiplicidadde los párrafos que quiebran lacontinuidad ininterrumpida del texto yde los apartados que haceninmediatamente visible, por medio de loscortes y los puntos aparte, el orden deldiscurso. «Así los nuevos editoressugieren una nueva lectura de las mismasobras o de los mismos géneros, unalectura que fragmenta los textos enunidades separadas y que reencuentra, enla articulación visual de la página, laarticulación intelectual o discursiva delargumento» 28.

El uso de una puntuación que fragmentala continuidad textual a algunosintelectuales les causó gravespreocupaciones cuando se usó en untexto sagrado. Chartier recuerda eldesasosiego de J. Locke por la costumbre,habitual en su tiempo, de dividir el textode la Biblia en capítulos y en versículos:«para él, dicha disposición corría el granriesgo (de entorpecer) la potentecoherencia de la Palabra de Dios.». Apropósito de las Epístolas de San Pablo,este filósofo anotaba que «no solamenteel Hombre Común toma los versículoscomo Aforismos distintos, sino que inclusolos Hombres dotados de mayor Saber, alleerlos, pierden mucho de la fuerza y dela potencia de su Coherencia y de la Luzque de ellas depende». En suma, losefectos de tal puntuación le parecíandesastrosos, pues podían autorizar a cadasecta o partido religioso a fundar sulegitimidad en los fragmentos de lasEscrituras que les parecieran másadecuados a sus puntos de vista, a usarlossegún sus intereses:

«Si se publica una Biblia como se debe, esdecir, tal como fueron escritas sus

diferentes Partes, en discursos continuosdonde el Argumento tiene continuidad,estoy persuadido de que los diferentes

Partidos la criticarían como unaInnovación y un Cambio peligroso en la

publicación de estos Libros santos […]. Le

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basta [al fiel de una iglesia particular]con munirse de ciertos Versículos de las

Santas Escrituras, que contengan Palabrasy Expresiones que le será fácil

interpretar […], y su Sistema, que loshabrá integrado a la Doctrina ortodoxade su Iglesia, hará inmediatamente de

ellos los Abogados poderosos eirrefutables de su Opinión. He aquí laventaja de las frases separadas, de la

Fragmentación de las Escrituras enVersículos que muy pronto se

transforman en Aforismosindependientes» 29.

• La lectura, una práctica en el sentidoantropológico del término.

Desde el horizonte histórico-cultural en elque se ubica Chartier, horizonte que elha ido construyendo a partir de unacompleja articulación de referenciasteóricas y metodológicas (que además delas derivadas de su propio campodisciplinar, la Historia, de las tomadas delantropólogo M. de Certau, también

incluye, entre otros, aportes de lossociólogos N. Elias y P. Bourdieu, asícomo del filosofo M. Foucault,…), lalectura, enfatiza,

(…) es siempre una práctica encarnada engestos, espacios, hábitos. A distancia de

una fenomenología que borra todamodalidad concreta del acto de lectura ylo caracteriza por sus efectos, postuladoscomo universales (…) una historia de los

modos de leer debe identificar lasdisposiciones específicas que distinguen a

las comunidades de lectores y lastradiciones de lectura» (que les

pertenecen o con las que se identifican)30

Una historia cultural de la lectura obliga aenfrentar la otredad en relación a lasprácticas lectoras. Aunque en Occidenteestas no parecen ofrecer perfiles tanraros o extravagantes como los presentesen la narración que Robert Darnton hacesobre el lugar que la lectura de cuentosocupa en los ritos funerarios de la isla deBali, su radical singularidad respecto denuestras actuales tradiciones,convenciones y expectativas lectorasilustra, con especial claridad, a que serefiere Chartier cuando habla de lanecesidad de identificar (también en laspracticas de occidente) lasparticularidades que distinguen a lascomunidades lectoras y a su modos deleer. Desde la perspectiva histórica ycultural que defiende, es un presupuestoequivocado negar el problema de laotredad y creer que en todas lassociedades, culturas y épocas donde sepractica la lectura, ésta se lleva a cabode modo fundamentalmente igual a comohoy lo hacemos, variando sólo los textosleídos o la cantidad de personas queestán en condiciones, con deseos uobligadas a hacerlo. Dice R. Darnton:

«Cuando los habitantes de Bali preparanun cadáver para enterrarlo, se leen

historias mutuamente, historias comunesde recopilaciones de sus cuentos más

familiares. Leen sin parar, las 24 horas(del) día, durante dos o tres días, y no

porque necesiten distracción, sino debidoal peligro de los demonios. Los demonios

se apoderan de las almas durante elperíodo vulnerable que sigue

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inmediatamente después de una muerte,pero las historias los mantienen alejados.

Como las cajas chinas o los jardineslaberínticos ingleses, estas historias

contienen cuentos dentro de los cuentos,de tal manera que el individuo queempieza a leer uno entra al otro,

pasando de una trama a otra cada vezque llega a una esquina (de la casa del

muerto o del lugar donde éste seencuentra), hasta que por último llega al

centro del espacio narrativo, quecorresponde al lugar que ocupa el

cadáver en el patio interior de la casa.Los demonios no pueden penetrar en esteespacio porque no pueden dar vuelta en

las esquinas. Se golpean la cabezainevitablemente con la masa narrativa

que los lectores han levantado, y por ellola lectura ofrece una especie de

fortificación que rodea el rito balinés.Crea una muralla de palabras quefunciona como la estática de las

transmisiones de radio. No divierte, niinstruye, ni cultiva ni ayuda a pasar elrato: protege a las almas mediante latrama narrativa y la cacofonía de los

sonidos31.

• Las obras y sus cambiantes sentidos «Las obras –aún y sobre todo las más

grandes- no tienen sentido estable, fijo,universal.» Se cargan de significacionesdiferentes y cambiantes construidas en elmarco del encuentro de una propuestamaterial, formal, de edición y unasespecíficas condiciones de recepción. Lossentidos atribuidos a sus disposicionesformales, a sus desarrollos temáticos, asus configuraciones textuales dependende las competencias y de lasexpectativas de los diferentes públicosque entran en relación con ellas. Losmismos creadores, los estudiosos,eruditos o especialistas, los críticosespecializados o no de los medios, losprofesores, en suma los representantesde los diversos poderes sociales que vivenmaterial y espiritualmente de losescritos, «aspiran siempre a fijar elsentido y a enunciar la interpretacióncorrecta que deberá forzar la lectura (laescucha o la mirada). Sin embargo, larecepción siempre inventa, desplaza,distorsiona» (los sentidos autorizados yautoritarios)32.

• Las grandes obras, un recurso socialpara pensar lo esencialProducidas en el marco de un ordenespecífico que tiene sus reglas, susconvenciones, sus jerarquías, hay obrasque están hechas de tal forma que encierto modo favorecen el que talescódigos de producción sean eludidos,cambiados o difuminados al peregrinar, aveces durante siglos, a través de diversosmundos sociales. Descifradas a partir delos esquemas mentales y afectivos queconstituyen la «cultura» (en el sentidoantropológico del término) de lascomunidades que se las van apropiandoen ese largo trasegar, se convierten paraéstas «en un recurso precioso para pensarlo esencial: la construcción del vínculosocial, la subjetividad individual, larelación con lo sagrado33.

• Las obras y las determinaciones socialesque las constituyen«(…) toda creación inscribe en sus formasy en sus temas una relación con lamanera en que, en un momento y sitiosdados, se organizan el modo de ejerciciodel poder, las configuraciones sociales ola economía de la personalidad.» Pensado(y pensándose) como un poder autónomo,un creador en el sentido romántico deltérmino, el escritor crea sin embargo en ydesde múltiples dependencias.Dependencia respecto de las reglas –delpatronazgo, del mecenazgo, del mercado-que definen su condición de autor.«Dependencia, aún más fundamental,respecto de las determinaciones nosabidas que habitan la obra y que hacenque ésta sea concebible, comunicable,descifrable.» 34 Dependencias, re-conocidas o secretas, que fundan suscondiciones de posibilidad, decomunicabilidad y de inteligibilidad.

• Reconocimiento de las diferencias entrelas obrasConsiderar que toda obra estádeterminada por las prácticas y lasinstituciones del mundo social que laproduce o se la apropia no implicapostular una igualdad general entre todaslas producciones intelectuales. Unas, másque otra, no agotan jamás su potencialsignificativo. Para comprender esto

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resulta insuficiente invocar las creenciasacerca de la universalidad de lo bello ode la unidad de la naturaleza humana. Loesencial –cree Chartier- se juega en otraparte: en las relaciones complejas,sutiles, cambiantes, anudadas entre lasformas propias de las obras (susconfiguraciones sígnicas y materiales),diferencialmente expuestas a lasapropiaciones, a los hábitos, a laspreocupaciones, a las expectativas y alos gustos de los diferentes públicos quehistóricamente han entrado en relacióncon ellas35.

Sugerencia metodológicaPara identificar las disposicionesespecificas que caracterizan lascomunidades lectoras y sus tradiciones delectura, el enfoque y la concepción delectura propuesta por Chartier supone elreconocimiento de varias series decontrastes:

• Entre competencias lectorasLa primera división, esencial peroincompleta, entre alfabetizados yanalfabetos no agota las diferencias en larelación con los escritos. Todos aquellosque pueden leer los textos no los leen deigual modo. Es apreciable la distanciaexistente entre los lectores hábiles,culturalmente muy competentes,expertos en hacer inferencias, en «leerentre líneas», capaces de establecerconexiones textuales por su cuenta, deproducir otros textos a partir de lo leído ylos poco diestros, obligados, por ejemplo,a leer muy lentamente, en voz alta yrepitiendo frases o párrafos enteros parapoder comprender y retener algo de loleído; a gusto sólo con algunas formastextuales o tipográficas (frases sencillas,párrafos pequeños, letra grande, dibujos,etc.) Bourdieu también plantea que haylecturas diversas –luego competenciasdiferentes-, posibilidades diferenciadaspara apropiarse del objeto libro;instrumentos intelectuales desigualmentedistribuidos, por ejemplo, según el tipode texto, según la edad, y esto loconsidera esencial, según la relación conel sistema escolar, desde el momento enque este existe.

• Entre normas y convenciones de lectura

Cada comunidad de lectores realiza supráctica apoyándose o rigiéndose pornormas, convenciones, usos consideradoslegítimos de los libros y de lo leído; comotambién de modos de leer derivados detal o cual instrumental teórico,perspectiva o tradición intelectual,cultural o política; de sistemas oprocedimientos de interpretaciónelaborados o más o menos arbitrarios oazarosos..

• Entre expectativas, intereses y gustosLas comunidades llevan a cabo suslecturas y se relacionan con textos ylibros desde representaciones de lalectura que configuran expectativas,intereses, sensibilidades, preferencias,propósitos o finalidades muy diversas.Incluso desde prejuicios, creencias,sospechas, prohibiciones, libertades,servidumbres, fobias y filias… Hay porejemplo lectores que no pueden leer unaficción novelesca sino es desde lacreencia de que el contenido de la obra,sea cual sea la historia contada y losrecursos utilizados para hacerlo, essiempre autobiográfico36

Desde el análisis pormenorizado de toda estaserie de contrastes es posible explicar el que unmismo texto, en el mismo soporte, sea leído demuy distintos modos por lectores que no disponende los mismos instrumentos intelectuales yculturales, que no mantienen la misma relacióncon los escritos, que no se identifican en materiade preferencias temáticas o discursivas, en gustoso estéticas; que no necesariamente comparten elsentido, función o valor acordado a la lectura, alescrito, al libro por los profesionales de lalectura, por las instituciones, autoridades opoderes a quienes tal práctica interesa opreocupa. Para la historia cultural de la lectura«lo esencial es, en consecuencia, comprendercómo, en distintas épocas, sociedades ycomunidades de interpretes, los mismos textospueden ser diversamente aprehendidos,manejados, comprendidos.» 37

Identificar las redes de prácticas y las reglas delectura propias de las diversas comunidades delectores del pasado o del presente (religiosas,intelectuales, científicas, profesionales, políticas,aunque también, las regidas por otros criterioscomo las clases de edades, las identidades de

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género, etc.) es una tarea de primordial importancia para una historia de lalectura también preocupada por comprender, en sus singularidades ydiferenciaciones pasadas o actuales, la figura paradigmática del lector furtivo.

Notas

1 Roger Chartier, El orden de los libros. Lectores, autores, bibliotecas en Europa entre lossiglos XIV y XVIII, Editorial Gedisa, Barcelona, 1994.

2 H. M. Enzensberger, «Una modesta proposición para proteger a la juventud frente a losproductos de la poesía», en Mediocridad y delirio, Editorial Anagrama, Barcelona 1991,pág. 31.

3 El artículo mencionado salió publicado en el libro La pasión de leer. Frontera entre elsueño y la vigilia. Bajo la coordinación académica de Augusto Escobar Mesa allí aparecencompiladas las intervenciones que, en el marco de las Segundas Jornadas de literatura,tuvieron además de P. Bonnet, Héctor Abad Faciolince, Juan G. Cobo Borda, Fernando CruzKronfly, Octavio Escobar, William Ospina, Jaime Alberto Vélez, entre otros. El libro haceparte de la colección Atraparte, Comfama, Editorial de la Universidad de Antioquia,Medellín, 2002.

4 Un ejemplo reciente de lo anotado por Bonett se pudo leer recientemente. En ElEspectador del pasado domingo 11 de enero del 2009, págs 16 y 17, Nelson Freddy Padillapublicó un texto titulado Vida y muerte de un maestro de literatura.Se refería al profesor Eduardo Jaramillo Zuluaga, quien murió congelado en un arroyo deGransville (Ohio) el 23 de diciembre del 2008 cuando intentaba salvar a su perro. Acomienzos de los años 80 vivía en Bogota y era profesor de literatura para estudiantes desexto de bachillerato en el Colegio Refous. Anota Padilla: «La posibilidad de que en un solocurso surjan tres destacados escritores profesionales (Mario Mendoza; Santiago Gamboa yRamón Cote) parece de una en un millón, pero tal record se le atribuye al talento deJaramillo para inspirar y enseñar.» A raíz de su muerte, Ramón Cote escribió: «Lo únicoque podía disipar esas mañanas de neblina y pánico en ese colegio de las afueras deBogotá, era la figura de Eduardo Jaramillo, el profesor de literatura, quien llegó a nuestrasvidas en el momento que más lo necesitábamos. (…) fuímos varios los que caímosfulminados ante sus clases donde nos reveló con gran generosidad a nombres como Borges,Kafka, Vallejo, Poe, Guillén, Paz (…). Padilla informa que en abril del pasado año, larevista SOHO le pidió a M. Mendoza un artículo sobre el profesor ideal. Escribió sobreJaramillo, quien lo atrapó con las Crónicas Marcianas, de Ray Bradbury.

5 Anne-Marie Chartier y Jean Hébrard, La lectura de un siglo a otro. Discursos sobre lalectura (1980-2000), Editorial Gedisa, Barcelona, , pág. 175, 2002.

6 Chartier-Hébrard, op. cit., pág. 175.

7 Renán Silva (traductor), La lectura: una práctica cultural.Debate entre Pierre Bourdieu yRoger Chartier en Revista Sociedad y Economía No.4, abril de 2003, Facultad de CienciasSociales y Económicas de la Universidad del Valle, Cali, pág. 173.

8 Cfr: con lo anotado por Nora Catelli en Testimonios tangibles. Pasión y extinción de lalectura en la narrativa moderna, Anagrama, Barcelona, 2001. También: con Ricardo Piglia,El último lector,Anagrama, 2005.

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9 Roger Chartier, Escuchar a los muertos con los ojos, Katz editores, Buenos Aires,pág.11.

10 Renán Silva, La lectura: una práctica cultural, págs. 165/6.

11 Marcas que pueden no estar presentes, por ejemplo, en una fotocopia del texto en laque se ha eliminado partes del texto que se considera no esenciales para su lectura/comprensión: Carátula del libro, Tabla de contenido, Referencias bibliográficas, etc.

12 Editorial Plaza y Janés, Colección Circulo Cuadrado, dirigida por Margarita Rivière,Barcelona, 2000. En uno de los libros de la colección la nota de Presentación de lamisma titulada ESTA COLECCIÓN DARÁ QUE PENSAR…anotaba a continuación: «ElCírculo Cuadrado intenta poner al alcance de una mayoría los saberes esenciales paravivir. El Círculo Cuadrado es la puerta que nos abre paso al camino que permiteentender el mundo que vivimos. Ésta es una colección ecléctica, escrita paradesmontar tópicos y «saberes inamovibles». Esta es una colección mestiza, capaz demezclar armoniosamente un círculo con un cuadrado y descubrir que pensar esdivertido».

13 El periódico El País, de Cali, desde hace algún tiempo acostumbra resaltar enamarillo los fragmentos que desde el periódico se consideran más importante en losartículos publicados.

14 Vicente Quirarte, Enseres para sobrevivir en la ciudad, Grupo Editorial Norma,Bogotá, 1994, págs. 85 y siguientes.

15 Un ejemplo significativo: la publicación, por la revista Cambio, de un fragmento delas, en su momento, esperadas memorias del escritor Gabriel García Márquez. Verportada y páginas interiores del No. 397, del 29 de enero al 5 de febrero del 2001. Nosobra resaltar que se trata de un número singularizado, en la parte superior de lacarátula, con el distintivo de ESPECIAL ANIVERSARIO.

16 El auge global de las publicaciones biográficas no ha pasado desapercibido en laprensa nacional. El Tiempo publicó el domingo 18 de febrero del 2000 una nota de unapágina de extensión titulada «El arte del yo-yo». Allí se intentaba explicar su auge conbase en el testimonio aportado por el poeta E. Escobar, quien opinaba que se debía «alcreciente interés por las historias personales» y al «recrudecimiento de la naturalinclinación humana a meter la nariz en las vidas de otros, para escarmentar en cuerpoajeno y para ver que e todas las cosas suceden hasta en las mejores familias». Estaexplicación, basada en el gusto por fisgonear en la vida del otro, se complementó conuna cita del libro del profesor de literatura de la Universidad de Yale, Georges May, LaAutobiografía (1979), según la cual el fenómeno se debe a que «el individualismopreconizado por la sociedad contemporánea crea las condiciones para elaborar decuando en cuando exámenes de conciencia». El periodista, recordando que a HillaryClinton le pagarán más de 10.000 millones de pesos por relatar su vida, anota de sucosecha, que las motivaciones económicas también cuentan. Razones que tienen quever con el cuidado o el cultivo de la propia individualidad, con la seducción que ejerceel conocer la vida del otro (alteridad) o con el rendimiento que la historia de una vidapuede obtener en el mercado editorial, explicarían tanto el surgimiento de revistasespecializadas como la argentina Intramuros, la publicación de la autobiografía delúltimo condenado a la silla eléctrica en USA y las de «los ilustres desconocidos queparticipan en proyectos para autobiografiarse (...) en talleres de universidades como laJaveriana (Bogotá) y en sitios de Internet originados en Brasil, Canadá y Francia.

Por lo que hace al mercado colombiano de lo autobiográfico, J. I. Pérez, director paraColombia de la Editorial Grijalbo comentó que «las autobiografías se venden bien,cuando se trata de una figura destacada en la sociedad. Como ejemplos cita la deBolillo Gómez, de la cual se hizo un tiraje de 15.000 ejemplares, cifra que para unpersone de nuestro país constituye un best seller, pues las autobiografías que máscirculan, junto con sus parientes cercanos (memorias, biografías, diarios íntimos,entrevista y narraciones de viajes) son las vinculadas a figuras extranjeras (europeas ynorteamericanas principalmente), pues «colombianas casi no tenemos», anotó alguno

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de los libreros bogotanos entrevistados, situación que una rápida revisión en laslibrerías caleñas también corrobora.

La falta de una buena oferta de autobiografías nacionales se sustenta en el supuestode que «en Colombia no se ha cultivado este tipo de escritura como en otraslatitudes» , pues unos profesores (M. J. Durán y P. Londoño, de quienes no se damayor información) apenas encontraron 376 títulos publicados entre 1817, cuandoapareció Vida de la venerable monja Francisca Josefa del Concepción Castillo, y 1996,cuando lo hizo Pendejadas mías, de Germán Llano Posada. «Desde entonces, elpromedio de dos autobiografías por año se mantiene»; este promedio resulta de unaaplastante inferioridad respecto del alcanzado en Italia, Alemania, Estados Unidos yFrancia, países en los que, según datos de la Association pour l’Autobiographie,«llegan a las librerías mas de 300 novedades anuales.»

El autor de la nota periodística y los profesores que en ella dan su testimonio noestablecen diferencia (necesaria) entre escribir y publicar: También pasan por altoque tal tipo de narrativas se puede estar construyendo en formatos distintos al dellibro y en lenguajes diferentes al verbal escrito; así que sin mayores maticesdiagnostican que en Colombia no se escriben autobiografías porque «en el paísescasean los factores que alimentan el interés por contar la historia de la propia vida:tener un pasado heroico, un alto nivel de instrucción pública, un amplio circuito debibliotecas y una vasta afición por la lectura y la escritura». De los factoresmencionados al comienzo –afirmación de la individualidad, interés en el acceso a laexperiencia vivida por otros, existencia de un mercado para este tipo de escritos- nose vuelven a referir. Pero como de alguna manera hay que explicar que, contra eldiagnóstico general –«en Colombia es escaso el cultivo del yo»- el ex-presidente C.Lleras Restrepo le dedicó doce volúmenes a la escritura de Crónicas de mi propiavida, que la Autobiografía de Tomás Carrasquilla ha sido reeditada veinte veces, setraen a cuento «otros motores de le escritura biográfica también mencionados por elcitado profesor May», factores que, casualmente, si se dan en Colombia: «deseo deponer las cosas en claro, de dejar un testimonio, de saborear el placer de revivir lapropia vida, de dar ejemplo, de rebelarse contra el olvido, de buscar un sentido a laexistencia».

17 A los pocos días de el libro estarse vendiendo en todo el país, la periodista ClaudiaGurisatti la entrevistó por televisión en el programa a su cargo llamado La Noche; aldía siguiente lo hizo con otros liberados o familiares de personas aún secuestradas,práctica que aún sigue realizando, dada la permanente actualidad del flagelo delsecuestro en nuestra sociedad. Finalmente, en lo que parece ser el cierre deldispositivo informativo-publicitario implementado por la casa editorial, parece queLeszli estuvo dedicada a viajar por el país, promoviendo la venta de su libro medianteel expediente de asistir a las librerías, a horas previamente acordadas y publicitadas,a firmar autógrafo y escribir dedicatorias a los compradores interesados en obtenertales recuerdos En Cali estuvo el 8 de julio del 2000, en algunas de las sedes de lalibrería Nacional, especialmente las ubicadas en conocidos centros comerciales comoChipichape y Unicentro.

18 Por el lado paterno, Leszli Kalli es de ascendencia judía. Desde los 9 años escribediarios íntimos y había terminado sus estudios de bachillerato cuando fuesecuestrada. Teniendo en cuenta estos antecedentes no sería raro que conociera, asífuera de oídas, el caso de Anna Frank y lo sucedido con su diario.

19 Vicente Quirarte, op. cit., pà.128

20Renán Silva, La lectura: una práctica cultural. Conversación Chartier-Bourdieu, pág.173.

21 Recuérdese que en la tradición lectora inspirada en la Semiología Estructural elreconocimiento de la autoría no era un rasgo particularmente importante a la hora deanalizar los textos literarios.

22 R. Chartier, El Orden de los libros, pág. 20.

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23 Ibíd., pág. 25.

24 R. Chartier, El orden de los libros, pág. 29.

25 R. Chartier, Las revoluciones de la cultura escrita, pág. 125.

26 Ibíd., pág. 125.

27 R. Chartier, Las revoluciones de la escritura, pág 126.

28 R. Chartier, El orden de los libros, pág. 31.

29 Ibíd., pág 32.

30 Ibíd., pág. 23.

31 Robert Darnton, La gran matanza de gatos y otros episodios de la historiacultural francesa, pág.216.

32 Chartier, Orden de los libros, pág. 21.

33 Ibíd.

34Ibíd.

35 Chartier, El orden de los libros, pág 22.

36 Cfr: Lo dicho por M. Kundera en Los testamentos traicionados.

37 Chartier, Orden de los libros, pág.28.

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