la historia de iqbal

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© Ediciones SM La historia de Iqbal Francesco D’Adamo APERTURA A HORIZONTES MÁS AMPLIOS 8 Colección El Barco de Vapor, serie roja, n.º 157 Madrid, Ediciones SM, 2004 Fátima trabaja desde muy temprano hasta muy tarde, sin apenas descanso ni comida. Un día, lle- ga a la fábrica de alfombras un nuevo niño esclavo llamado Iqbal, rebelde e inconforme. Iqbal escapa porque quiere ser libre, pero es descubierto y devuelto a su “cárcel” particular. Sin embargo, Iqbal no se rinde y logra escaparse de nuevo. Esta vez, el joven da con una sociedad dedicada a liberar a los niños esclavos. Así, Iqbal y sus amigos son liberados y empiezan, junto al Frente para la Libera- ción del Trabajo Infantil, su lucha contra la esclavitud de niños. Iqbal recibe el premio Juventud en Acción. Al final, es asesinado supuestamente por la mafia de las alfombras. Los temas • La libertad frente a la esclavitud, los trabajos forzados infantiles. • Los derechos humanos y, más concretamente, los de los niños. • La solidaridad y su importancia en la lucha contra las injusticias. La unión que hace la fuerza. • La valentía y la superación del miedo. El heroísmo. • La importancia de saber leer y escribir. Las ventajas de la educación. Aportaciones a la formación Probablemente, los estudiantes se verán sorprendidos por esta historia y, sobre todo, por la realidad descrita que, lamentablemen- te, sigue produciéndose en nuestros días. Hablamos de niños tomados como esclavos desde los cuatro años, obligados a trabajar desde el amanecer, sin apenas recibir alimento ni agua, maltratados, enfermos, sucios y carentes de cualquier muestra de afecto... Es bueno que los niños y jóvenes conozcan la realidad, por dura que sea, para sacudir sus corazones en pro de la lucha contra la injusticia. Lo poco que puedan hacer será mucho. Iqbal era tan solo un niño, pero no tenía miedo porque ese sentimiento había sido sustitui- do por sus ganas de luchar, de hacer saber al mundo, de ayudar a los que habían sufrido como él. Un niño que nos enseña muchas cosas y un mundo que tiene, todavía, muchas cosas que aprender. ASPECTOS DESTACABLES Para comprender 1. Indica en qué momento los niños de la fábrica se dan cuenta de que, unidos, son fuertes y el patrón les tiene miedo. 2. Las marcas que el patrón dibuja en las pizarras de los niños no parecen bajar nunca. Sin embargo, él borra todos los días una marca. ¿Cómo puede ocurrir esto? 3. Karim es un personaje conflictivo porque, a pesar de ser un niño esclavo, ayuda al patrón en contra del resto de los compañeros. ¿Por qué se comporta de esa manera? Para reflexionar 1. El autor del libro nos dice en el prólogo que algunas personas le han comentado lo triste que es el relato. Él, sin embargo, no lo considera así porque “es la historia de cómo se puede conquis- tar la libertad”. ¿Qué piensa cada uno? 2. Fátima se siente infeliz en Italia porque la gente la trata como si fuera transparente: la empujan, hablan a través de ella, etc. ¿Por qué ocurre esto? 3. ¿Por qué los niños, cuando son liberados y les dan la oportuni- dad de hacer lo que quieran, sienten miedo? Para crear 1. Iqbal es un personaje real que murió asesinado, con aproxima- damente doce años, el 16 de abril de 1995. El estudiante debe buscar información sobre Iqbal Masih en Internet. 2. Iqbal repasa todas las noches sus recuerdos porque eso le ayu- da a seguir luchando. Añora a sus padres, a sus hermanos, su vida en su pueblo, etc. El estudiante debe tratar de imaginar que su vida cambia radicalmente y se ve obligado a vivir en otro lugar diferente, con una familia distinta, etc. Explicar qué cosas echaría de menos y por qué. Para ir más allá 1. En la página 102, se hace una descripción muy clara de lo que siente una persona cuando, por primera vez, es capaz de leer. El estudiante debe imaginar o rememorar sus sentimientos cuan- do descubrió que podía leer: las letras formando palabras, fra- ses, ideas... 2. Los padres de los niños esclavizados se ven en la obligación de venderlos por deudas que contraen debido a su pobreza. El estudiante debe imaginar que pertenece al FLTF (Frente de Liberación contra el Trabajo Forzado). ¿Qué diría a los padres de estos niños? 3. En el capítulo seis, Iqbal rompe la alfombra que estaba tejiendo justo antes de que lleguen los compradores. Con ello, consigue que lo encierren en la “tumba” durante tres días. Sus compañe- ros se preguntan por qué lo ha hecho. ¿Alguien puede respon- der a esta pregunta? SUGERENCIAS DE TRABAJO

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Breve resumen de la historia

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© Ediciones SM

La historia de Iqbal Francesco d’adamo

aPertura a horizonteS MÁS aMPlioS

8

Colección El Barco de Vapor, serie roja, n.º 157 Madrid, Ediciones SM, 2004

Fátima trabaja desde muy temprano hasta muy tarde, sin apenas descanso ni comida. Un día, lle-ga a la fábrica de alfombras un nuevo niño esclavo llamado Iqbal, rebelde e inconforme. Iqbal escapa porque quiere ser libre, pero es descubierto y devuelto a su “cárcel” particular. Sin embargo, Iqbal no se rinde y logra escaparse de nuevo. Esta vez, el joven da con una sociedad dedicada a liberar a los niños esclavos. Así, Iqbal y sus amigos son liberados y empiezan, junto al Frente para la Libera-ción del Trabajo Infantil, su lucha contra la esclavitud de niños. Iqbal recibe el premio Juventud en Acción. Al final, es asesinado supuestamente por la mafia de las alfombras.

Los temas • La libertad frente a la esclavitud, los trabajos forzados infantiles. • Los derechos humanos y, más concretamente, los de los niños. • La solidaridad y su importancia en la lucha contra las injusticias. La unión que hace la fuerza. • La valentía y la superación del miedo. El heroísmo. • La importancia de saber leer y escribir. Las ventajas de la educación.

Aportaciones a la formación Probablemente, los estudiantes se verán sorprendidos por esta historia y, sobre todo, por la realidad descrita que, lamentablemen-

te, sigue produciéndose en nuestros días. Hablamos de niños tomados como esclavos desde los cuatro años, obligados a trabajar desde el amanecer, sin apenas recibir alimento ni agua, maltratados, enfermos, sucios y carentes de cualquier muestra de afecto... Es bueno que los niños y jóvenes conozcan la realidad, por dura que sea, para sacudir sus corazones en pro de la lucha contra la injusticia.

Lo poco que puedan hacer será mucho. Iqbal era tan solo un niño, pero no tenía miedo porque ese sentimiento había sido sustitui-do por sus ganas de luchar, de hacer saber al mundo, de ayudar a los que habían sufrido como él. Un niño que nos enseña muchas cosas y un mundo que tiene, todavía, muchas cosas que aprender.

a S P e c t o S d e S t a c a b l e S

Para comprender 1. Indica en qué momento los niños de la fábrica se dan cuenta de

que, unidos, son fuertes y el patrón les tiene miedo. 2. Las marcas que el patrón dibuja en las pizarras de los niños no

parecen bajar nunca. Sin embargo, él borra todos los días una marca. ¿Cómo puede ocurrir esto?

3. Karim es un personaje conflictivo porque, a pesar de ser un niño esclavo, ayuda al patrón en contra del resto de los compañeros. ¿Por qué se comporta de esa manera?

Para reflexionar 1. El autor del libro nos dice en el prólogo que algunas personas le

han comentado lo triste que es el relato. Él, sin embargo, no lo considera así porque “es la historia de cómo se puede conquis-tar la libertad”. ¿Qué piensa cada uno?

2. Fátima se siente infeliz en Italia porque la gente la trata como si fuera transparente: la empujan, hablan a través de ella, etc. ¿Por qué ocurre esto?

3. ¿Por qué los niños, cuando son liberados y les dan la oportuni-dad de hacer lo que quieran, sienten miedo?

Para crear 1. Iqbal es un personaje real que murió asesinado, con aproxima-

damente doce años, el 16 de abril de 1995. El estudiante debe buscar información sobre Iqbal Masih en Internet.

2. Iqbal repasa todas las noches sus recuerdos porque eso le ayu-da a seguir luchando. Añora a sus padres, a sus hermanos, su vida en su pueblo, etc. El estudiante debe tratar de imaginar que su vida cambia radicalmente y se ve obligado a vivir en otro lugar diferente, con una familia distinta, etc. Explicar qué cosas echaría de menos y por qué.

Para ir más allá 1. En la página 102, se hace una descripción muy clara de lo que

siente una persona cuando, por primera vez, es capaz de leer. El estudiante debe imaginar o rememorar sus sentimientos cuan-do descubrió que podía leer: las letras formando palabras, fra-ses, ideas...

2. Los padres de los niños esclavizados se ven en la obligación de venderlos por deudas que contraen debido a su pobreza. El estudiante debe imaginar que pertenece al FLTF (Frente de Liberación contra el Trabajo Forzado). ¿Qué diría a los padres de estos niños?

3. En el capítulo seis, Iqbal rompe la alfombra que estaba tejiendo justo antes de que lleguen los compradores. Con ello, consigue que lo encierren en la “tumba” durante tres días. Sus compañe-ros se preguntan por qué lo ha hecho. ¿Alguien puede respon-der a esta pregunta?

S u G e r e n c i a S d e t r a b a j o

© Ediciones SM

t e M a S t r a t a d o S

r e S u M e n

F i c h a t é c n i c a

La historia de Iqbal • Francesco d’adamo

P L A N L E C T O R

Textos y poemas

“En la medida en que el sufrimiento de los niños está permitido, no existe

amor verdadero en el mundo”. Isadora Duncan

P L A N L E C T O R

Textos y poemas

“En el mundo hay bastante para satisfacer las necesidades de todos, pero no para

satisfacer la avidez de cada uno”. Gandhi

P L A N L E C T O R

Textos de apoyo

Iqbal es vendido Empezó en el año 1986. Y las bromas de sus pa-

rientes más cercanos sobre el futuro conyugal de Aslam se multiplicaban... A los 22 años pasados, Aslam, por su madre, debía fundar un hogar. [No entiendo.] De complexión fuerte, aspecto tosco y poco locuaz, este hijo mayor nacido de su primer matrimonio debería encontrar un alma gemela más tarde. Pero sus orígenes muy modes-tos y sus treinta rupias diarias penosamente ga-nadas en un taller de ladrillos cercano no eran muy seductores.

Con menos de mil rupias, el hermano mayor se quedó soltero. El imparable número de sacri-ficios realizados en cada familia pakistaní para casar a los hijos mayores y asegurar una honora-ble descendencia había desencadenado, en casa de Inayat Bibi, una sed desenfrenada de rupias.

En el subcontinente indio los intocables se-guían llevando como una cruz el peso de las costumbres ancestrales. Ahí viven millones de personas que a lo largo de los siglos se han con-vertido al cristianismo para escapar del oprobio de las castas superiores.

Su hijo Aslam empezaba a superar una etapa decisiva donde su éxito se reflejaría en los suyos. También sus dos hermanastros menores, Iqbal y Patras, debían mostrase solidarios con su herma-no mayor. Al igual que su madre y sus vecinos, aferrados en preparar el matrimonio de sus hijos, esta campesina pobre de Haddoquey no entendía por nada del mundo estar libre de esta obliga-ción: reunir una suma apreciable para permitir a su hijo construir una casa o adquirir tierras antes de la unión ardientemente deseada.

Y fue así como Iqbal fue vendido. El pequeño de los tres hijos de Ynayat Bibi, el débil Iqbal al

que las mujeres del pueblo tenían costumbre de ver diariamente llevar agua para sus vecinos en bidones pesados de agua clara, tenía ya más de seis años. Quizá tenía más de 10 años si nos fia-mos en la fecha de nacimiento dada en 1983 por su madre al cura de Haddoquey, José Luis, en el bautizo de su hermana pequeña Sobya.

Pero observando al pequeño Iqbal, encorvado por el peso de la carga, su estatura era compara-ble a la de un niño de cuatro o cinco años, nada sería más arriesgado que adivinar su edad. Por otra parte, ¿qué importancia tiene esto?

Para Inayat, Aslam debía casarse pronto y él mismo no cesaba de quejarse. Iqbal tenía que es-perar la edad de seguir el ejemplo de otros niños nacidos en familias desfavorecidas de Punjab: la edad de llegar a ser esclavo.

El intratable En este Pakistán feudal donde los más pobres

no tienen más que sus brazos y los de sus hijos para comer y vivir, el hecho de que una madre de familia —divorciada por añadidura— piense en vender a su hijo pequeño para permitir que otro de sus vástagos funde un hogar es corrien-te. Inayat Bibi sabía que podía obtener del futuro patrón de Iqbal, a cambio del trabajo realizado, el tradicional ‘paishgee’, una especie de préstamo en el que las futuras generaciones eran vendidas a cambio de una cantidad que se devolvía por me-dio del trabajo. Como en usura más tradicional el prestamista no deseaba que le fuera devuelta la cantidad; prefería refinanciar una y otra vez: así la esclavitud se perpetuaba mientras el trabaja-dor tuviera capacidad de trabajo; si caía enfermo no se descontaba su salario de la cantidad.

Desde hace varias generaciones la familia MASIH vivía, como tantas otras, a la espera

La historia verdadera: Historia de Iqbal Masih

P L A N L E C T O R

de ese momento de desahogo que era la marcha del hijo varón, al taller, a la fábrica de ladri-llos o al campo. Para estas cuadrillas de obreros asalariados desprovistos desde hacía varias ge-neraciones de sus tierras ancestrales, los ‘pais-hgee’ conseguidos gracias a la venta de sus hijos, encarnaban un desahogo a corto plazo y la des-dicha perpetua. No existía otra posibilidad; ni siquiera concebían que en algún lugar se viviera de otra manera.

Las deudas así contraídas pesaban en adelan-te como un espada que pende sobre la cabeza del niño vendido. El propietario explotaría al mucha-cho hasta la saciedad para recuperar la cantidad de su préstamo. Hasta algunas veces, concedién-dole un derecho de vida o de muerte. Inayad Bibi sabía que el hecho de pedir prestado dinero al fu-turo patrón de Iqbal volvería al niño vulnerable a sus peores exigencias. Pero ¿existía otra posibili-dad? El cristianismo predicaba una igualdad muy lejana a la experiencia de las sectas, pero ¿hasta dónde llegaba esa igualdad? ¿Cuándo llegaría?

Según la costumbre, los patronos recuperarían el dinero prestado descontando la mitad del sa-lario mensual acordado con sus obreros esclavos, lo que forzaba a estos últimos a permanecer a su servicio hasta la restitución total de la deuda ini-cial. Aquel que osaba abandonar a su patrón sin previamente haber reembolsado la cantidad de su ‘paishgee’ cometía una falta que le marcaba para siempre. Alegraba a los patrones ver a las familias de sus esclavos pidiendo nuevas cantida-des antes de que el miserable salario hubiera re-dimido la deuda anterior. Por ello, normalmente, el ‘paishgee’ no se amortizaba nunca.

Gravemente enferma y forzada a comprar nu-merosos medicamentos, la madre de Iqbal bus-

caba, al contrario, vender lo más deprisa posible a su pequeño, como lo hizo anteriormente con su hijo mayor, Aslam, con el propietario del ta-ller de ladrillos donde el futuro esposo se mató a trabajar desde los 8 años.

En esa época Inayat, había vendido a su hijo mayor con conocimiento de causa; ella sabía que Aslam se consumiría cada día girando los ladri-llos cocidos al sol, antes de apilarlos de forma circular alrededor del horno encendido. El tra-bajo lo realizaba rápidamente y el propietario le había ofrecido incluso por su hijo algunas ru-pias más que a sus competidores cercanos.

De Shaukat a Arshad El primer patrón de su hijo pequeño, Iqbal, se

llamaba Shaukat. Este arrendatario de un pe-queño taller de tejidos, viendo a este niño en-clenque, fijó de entrada unas reglas drásticas: menor salario que a otros, sin límite de horario ni posibilidad de salir algún rato a estirar las piernas. A pesar de los temores que Inayat man-tenía sobre la salud de su hijo, Iqbal quedó al servicio de Shaukat; había importantes deudas que pagar al propietario.

Tres meses después del contrato del niño ya ha-bía sufrido el trato cruel de Shaukat. En cuanto su estado de salud mejoró un poco, Inayat buscó para su hijo un nuevo patrono.

Escarmentada por la experiencia con Shaukat, colocó a su pequeño con un patrono llamado Kalu, pero terminó sacándole de allí. En el ter-cer intento la madre de Iqbal juzgó haber encon-trado al fin un patrono conveniente. Fue Sardar, el tío enano del chiquillo, quien lo indicó.

El patrono Arshad Mahmood, estaba como siempre sentado a la sombra en el corralillo de

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su taller, cuando Inayat Bibi se presentó allí. La madre se levantó pronto y delicadamente pre-paró a su hijo, alisando su pelo fino con un poco de gomina y le hizo calzar para esta ocasión su único par de sandalias nuevas de cuero. Arshad tenía, según Sardar, la reputación de un hom-bre bueno y recto. Además de su aspecto afable, la mirada contrastaba con las miradas torvas de los capataces ordinarios. De entrada él se dife-renciaba de los otros, a menudo enganchados al alcohol o a la droga.

El reino de los intermediarios Como la mayoría de los patrones tejedores, Ar-

shad no poseía los cuatro telares de tejido de su taller. Era socio de Rafik y dependían de un ma-yorista de Lahore. Unido a Rafik por un contrato oral, Arshad era el último eslabón de esta cade-na compleja de intermediarios característica de la industria de alfombras pakistaní.

Como todos los patrones de fábricas de hilados, Arshad era inflexible con los plazos descontados en los salarios de los trabajadores. Convencido de las ventajas del ‘paishgee’ y de la autoridad que este tipo de contrato ejerce sobre los niños y hombres recibió a Inayat. Arshad comenzó a negociar con la madre el ‘paishgee’, que le ase-guraría sobre el niño un derecho perpetuo. Por un préstamo inicial de mil quinientas rupias (alrededor de seis mil pesetas) y con la garantía de que Inayat podría en cualquier momento re-currir a otros préstamos si el trabajo de su hijo era satisfactorio, el hábil empresario tomó pres-tado al niño. Prometió fijar un salario mensual de cien rupias, y lo aumentaría si lo mereciera. Cuatrocientas pesetas de salario; doscientas al menos para pagar el préstamo. De momento era un esclavo para dos años y medio sin descanso. Cualquier enfermedad o nuevos préstamos alar-garían la esclavitud.

La amenaza de la deuda Este engranaje duraría realmente más de cin-

co años. Y con las exigencias de la familia, el ‘paishgee’ no cesaba de crecer a medida que au-mentaban los préstamos de Inayat: cuatro mil rupias el primer año, seis mil el segundo... La deuda contraída sobre las espaldas del niño con-tinuó aumentando con la boda de Aslam.

Conforme a los deseos de la madre, el hermano mayor de Iqbal pudo satisfacer sus necesidades adquiriendo, antes de casarse, tres muros de la-drillos recubiertos por una chapa donde podría vivir. Pero otros gastos continuaron absorbiendo el miserable salario del niño. Comenzando por el alquiler de la modesta casa que se encontraba en el barrio de Ghauzia Colony, en el centro de Haddoquey. Era una habitación ocupada por Ina-yat y los tres hijos que tenía a su cargo: Iqbal, su hermano Patras y su hermana pequeña, Sobya. Una casa baja, ocupada por tres camas de cuerda y por un cofre de hierro blanco donde guardaba los vestidos y los escasos objetos de valor.

A fuerza de pequeños trabajos y como criada, la madre de Iqbal llegó a convencer a una fami-lia propietaria de casas en alquiler que le alqui-lase la mitad de la casa que estaba al final de un corralillo que desembocaba en la calle. Pero debido a sus problemas de salud, la carga del al-quiler recaía sobre Iqbal.

Arshad descontaba la mitad de la paga de Iqbal con el fin de reembolsarse los préstamos que pe-día su madre, dejando solamente para el niño una pequeña cantidad que Iqbal entregaba a su madre. Engranaje que cada vez era peor por las malversaciones del empresario de Haddoquey que imponía a los niños esclavos del taller toda clase de penalidades destinadas a alargar la du-ración del reembolso de su ‘paishgee’. La deuda llegó en 1992 a doce mil rupias.

P L A N L E C T O R

Un autómata hábil A diario el trabajo del chiquillo se parecía al

de los niños explotados en estos distritos rurales de Pakistán, donde cada granja, cada tienda y cada taller estaban llenos de aprendices entre-gados al arbitrio del patrón.

Se levantaba todas las mañanas antes que las campanas del templo protestante cercano sonaran a las cuatro de la madrugada. Iqbal recorría los es-casos doscientos metros que separaban su casa del taller de Arshad, donde algunos de sus compañe-ros dormían, acurrucados agotados por el trabajo del taller. Cada mañana comenzaban quince horas ininterrumpidas de trabajo, dedicadas a reprodu-cir los gestos inmemoriales de los tejedores persas. Iqbal se había convertido en un autómata hábil, sumiso a la norma de todos los aprendices de al-fombras: una tira de papel llena de signos en “ta-lim” y atada con una cuerda de hilos.

Importado de Irán hace varios siglos, el “ta-lim” es un lenguaje de signos, compuesto por una decena de letras y acentos destinados a indicar a los obreros analfabetos el color y el número de nudos que tenían que efectuar. Un punto era un hilo. Un acento grave significaba el color azul. Una especie de acento circunflejo designaba el color rojo... El plano de la alfombra se encon-traba indicado en estos trozos de papel, cuyos signos y motivos por tejer son complejos. Las alfombras que representan escenas de la vida cotidiana o monumentos célebres, necesitaban decenas de horas para transcribirlos en “talim”. Las alfombras normales son fabricadas según una simple hoja con una decena de signos. Iqbal se mataba construyendo este tipo de alfombras cada día, hasta el punto de conocer de memoria la colocación de los hilos y colores.

Después de varias semanas en el taller, su destreza no tenía nada que envidiar a la de sus

compañeros. Iqbal sabía —como sus compañe-ros— manejar con habilidad los hilos.

Quejarse o callarse Los métodos de este nuevo patrón eran menos

brutales. La situación —igualmente—, muy grave. Era otra forma de explotación, posible-mente más eficaz, pero al menos no recurría sis-temáticamente a los malos tratos físicos.

Con su primer patrón, Shaukat, Iqbal había aprendido a manejar la cuchilla y su inseparable acólito, el “kangi”, un peine de acero muy cortan-te con el que los obreros amontonaban los nudos finamente apretados para dar a la alfombra una densidad mejor. En el momento de castigar a un niño desobediente culpable por haber perdido algunos minutos por correr en la calle, Shaukat utilizaba estos utensilios para pegar al niño, le-vantándole la carne con el peine de metal.

Solo le bastó unas semanas a Iqbal para con-vencerse. Comentó a su madre y a Sardar que Arshad, al contrario que Shaukat, apenas mal-trataba a los niños del taller.

Orgulloso de conservar a sus jóvenes emplea-dos con buena salud, el “honesto” Arshad prefe-ría obligar a los padres que actuaran con rigor, disminuyéndoles proporcionalmente el salario de los vástagos bajo su tutela.

Pero no nos engañemos, estriado por grietas jamás cicatrizadas a fuerza de manejar hilos y utensilios cortantes, las dos manos del niño ter-minaron por parecerse en pocos meses a las de un viejo campesino. Las posiciones en el trabajo le habían impedido crecer normalmente; la tos seca, provocada por la inhalación masiva del fino polvo de las fibras, sacudía su cuerpo huesudo. Delgado y bajito de nacimiento, el segundo hijo de Inayat y de Saif padecía raquitismo crónico agravado por la mala circulación sanguínea.

P L A N L E C T O R

Los siguientes años en el taller de Arshad le con-sumieron su cuerpo. Iqbal, a la edad en que los niños pasan el tiempo en los patios del cole, daba una imagen desoladora de un niño con un físico de viejo.

Millones de esclavos Iqbal rellenó las filas de estas legiones de ni-

ños explotados, pequeñas bestias al servicio de los patrones tan numerosos como poco escru-pulosos. En las hilanderías, en las fábricas de ladrillos, en las granjas, en los garajes, en las fábricas... una multitud.

Las duras condiciones de trabajo a las que es-taba sometido Iqbal en su taller de tejidos eran representativas del calvario de esos chiquillos vendidos. Con todo eran, probablemente, menos horrible que en otros lugares.

El infierno de los ladrillos Casi todas estas fábricas ofrecían el mismo es-

pectáculo de obreros abandonados, flotando en su amplia camisa ensuciada por el polvo y acom-pañados de toda su familia. Hombres, mujeres, niños... todos empleados en la misma tarea: ase-gurar en una jornada el máximo de ladrillos. Es-pectáculo medieval dominado por el color rojo ocre de la arcilla sobre la que resaltaba el blanco inmaculado de las camisas limpias de los “jama-dar”, contramaestres muy ricos. Estos interme-diarios temedores y temidos eran contratados por los propietarios para vigilar las ventas de ladrillos, para pagar al personal y de ocuparse de la contabilidad de la empresa.

En estas fábricas, a menudo poseídas por peque-ños patrones musulmanes ávidos de ganancias, el sistema del ‘paishgee’ estaba muy extendido. Cuanto más produjera más se le pagaría, le asegu-raba al recién llegado este sargento cruel, instala-do a menudo en una casucha construida lejos del

horno. Apresurado de reembolsar su ‘paishgee’, el obrero hacía trabajar a su mujer y a sus hijos a su lado para aumentar al máximo la productividad. Pero ni la esposa ni los niños figuraban en el con-trato. Infernal engranaje: sólo el padre, incapaz de asegurar un rendimiento suficiente para vivir, llevaba la responsabilidad de poner a trabajar a los suyos en las peores condiciones.

La dureza empleada por el contramaestre hacia los empleados era la imagen diaria de estas fábri-cas. Doce horas al día, bajo un calor tórrido, todas las generaciones estaban presentes alrededor del horno central. Desde los cuatro y cinco años, tra-bajaban desde la mañana hasta la noche en reco-ger con las manos el barro sacado por su propio padre con la ayuda de una herramienta.

El trabajo de estos chiquillos, algunas veces más pequeños que los montones allí encontrados, consistía en llenar de barro las pequeñas carre-tillas que su madre o sus hermanos y hermanas mayores llevaban a otro miembro de la familia, encargado de comprimir la tierra en el molde de hierro blanco. Los ladrillos acabados se apila-ban horizontalmente para secarlos. Después al día siguiente, caminando en cuclillas entre las filas, los más jóvenes se encargaban de llevarlos uno a uno, antes de amontonarlos y una vez se-cos, alrededor del horno. Se formaba entre cada columna de ladrillos una especie de pozos donde metían el carbón destinado a cocerlos.

El vulgar ganado humano Todos los ladrillos que no resultaban perfec-

tos eran deducciones en el salario, o peor, eran objeto de una retención de dinero. Como en los talleres de tejidos, los patrones de ladrillos utili-zaban sin vergüenza toda clase de artificios para colocar a sus empleados en una situación de de-pendencia total.

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Recurrían a dos métodos complementarios: hacían contraer a sus jornaleros préstamos más elevados y jugaban con sutileza con la interrup-ción del trabajo por la estación del monzón. Sin trabajo, por la llegada de las lluvias, las fábricas cerraban provisionalmente. La mayoría de los obreros se quedaba sin recursos durante cuatro a ocho semanas, en que se podía incrementar la necesidad de pedir préstamos.

Algunos hombres trabajaban en el campo al-gunos meses o en las afueras de las ciudades. La gran mayoría esperaba a que volvieran a abrir su lugar de trabajo. Cualquier enfermedad o accidente que aparecía les obligaba a pedir un préstamo al empleador habitual. Con la conse-cuencia de continuar en ese círculo infernal del endeudamiento y del ‘paishgee’.

Tienen la prohibición de salir sin autorización, de cuidados en caso de enfermedad, de defensa en caso de violación o de otras formas de abuso sexual, o peor todavía, susceptibles de ser vendi-dos como vulgar ganado humano por su patrón a otra fábrica de ladrillos, añadiendo al ‘paishgee’ de los obreros vendidos su comisión, la cual se eleva algunas veces a miles de rupias. El compra-dor realiza lo mismo, aumentando la deuda de la familia que no lo descubrirá hasta más tarde. Así la venta se convierte en otra forma más de cerrar el círculo infernal del ‘paishgee’. Si el cabeza de familia se muere, la integridad de la deuda con-traída se transfiere a la esposa y a sus hijos. Y si estos son incapaces de fabricar diariamente el mismo número de ladrillos que su padre, todos son separados, la madre vendida por un lado y los hijos por otro. Algunos propietarios consideran que el hecho de poseer un credencial sobre estas familias les da el derecho de acosar sexualmente a las esposas e hijas. Otros no dudan en encarce-larlas en cárceles privadas hasta que estas ceden.

La aventura de Bhatta El Bhatta Mazdoor Mahaz (Frente de los Tra-

bajadores de Ladrillos), una especie de sindica-to, fue creado en 1967 para defender a los traba-jadores de las fábricas de ladrillos. Su fundador, Ehsan Ullah Khan, un joven estudiante de Dere-cho de Lahore, conoció la historia de un grupo de ladrilleros de Kasur, uno de los distritos más feudales de Punjab próximo a la frontera india. El más viejo de estos obreros, Baba Kula MASIH, había contado sus desventuras y el secuestro de una mujer de su grupo por el patrón. Tomando el caso, Ehsan Ullah Khan convenció al viejo para que pusiera una denuncia y hacerle declarar en un tribunal. Iniciativa determinante, ya que esta acción con la justicia acabó, algunos días más tarde, con la liberación de la rehén.

Al poco tiempo, se constituyó, con los medios escasos, un grupo de presión agrupando a pe-riodistas y a intelectuales izquierdistas, y un sindicato uniendo a los obreros pobres para la defensa de sus derechos. El Bhatta Mazdoor Ma-haz llegó a ser la única fuerza de agitación y de oposición que se esforzaba en defender por todo Pakistán a los trabajadores esclavos. Esta tarea militante que conducía a sus miembros y a Eh-san Ullah Khan a atravesar las provincias, con el fin de entrar en contacto con el mayor núme-ro de obreros, les hacía correr serios riesgos para su seguridad personal. ¿Cómo hacer comprender la ignominia de la esclavitud a una clase domi-nante de feudales acostumbrados, de padres a hijos, a abusar de la voluntad de sus empleados y de sus criadas?

Solo contra todos La tarea a la que se había consagrado Ehsan en

1967 se oponía a las costumbres locales. Peor to-davía: la causa que había llegado a defender con

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entusiasmo, iba claramente en contra de la isla-mización, acentuada por la dictadura militar en el poder desde 1977. La mayoría de los cristianos eran considerados ciudadanos de segunda, excep-to algunas familias ricas. Su peso político nulo les condenaba a la impotencia. Las desigualda-des económicas que padecían reflejaban una des-igualdad social que era vista como normal.

Desde su creación en 1967, este “Frente de Tra-bajadores del Ladrillo” era fuertemente comba-tido. Y entre los millones de obreros explotados que contaba el país, ningún nombre era tan popular como el de su fundador, Ehsan Ullah Khan. Con su aspecto fiero, era capaz de convo-car a las masas cuando apelaba ardientemente a la liberación de todos los esclavos. Este hijo de un modesto empleado de correos de Punjab se convirtió, en alguna forma, en el ‘Moisés’ de estos millones de esclavos cristianos oprimidos. Su vida, marcada por los cantos emotivos que se transmitían oralmente de generación en gene-ración, había sido reflejada en una obra de tea-tro titulada “Itt o el ladrillo”. Un espectáculo destinado a ser representado en varias ciudades de Punjab con la esperanza se sensibilizar a las clases medias mostrando cómo se trataba a estos hombres peor que si fueran animales.

www.solidaridad.net/iqbal

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Textos de apoyo

Proclamada por la Asamblea General en su re-solución 1386 (XIV), de 20 de noviembre de 1959

Preámbulo Considerando que los pueblos de las Nacio-

nes Unidas han reafirmado en la Carta su fe en los derechos fundamentales del hombre y en la dignidad y el valor de la persona humana, y su determinación de promover el progreso social y elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad,

Considerando que las Naciones Unidas han proclamado en la Declaración Universal de De-rechos Humanos que toda persona tiene todos los derechos y libertades enunciados en ella, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, opinión política o de cualquiera otra índole, ori-gen nacional o social, posición económica, naci-miento o cualquier otra condición,

Considerando que el niño, por su falta de madurez física y mental, necesita protección y cuidado especiales, incluso la debida protección legal, tanto antes como después del nacimiento,

Considerando que la necesidad de esa protec-ción especial ha sido enunciada en la Declara-ción de Ginebra de 1924 sobre los Derechos del Niño y reconocida en la Declaración Universal de Derechos Humanos y en los convenios consti-tutivos de los organismos especializados y de las organizaciones internacionales que se interesan en el bienestar del niño,

Considerando que la humanidad debe al niño lo mejor que puede darle,

La Asamblea General,

Proclama la presente Declaración de los Dere-chos del Niño a fin de que este pueda tener una infancia feliz y gozar, en su propio bien y en bien de la sociedad, de los derechos y libertades que en ella se enuncian, e insta a los padres, a los hom-

bres y mujeres individualmente y a las organiza-ciones particulares, autoridades locales y Gobier-nos nacionales a que reconozcan esos derechos y luchen por su observancia con medidas legislati-vas y de otra índole adoptadas progresivamente en conformidad con los siguientes principios:

Principio 1 El niño disfrutará de todos los derechos enun-

ciados en esta Declaración. Estos derechos serán reconocidos a todos los niños sin excepción al-guna ni distinción o discriminación por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de otra índole, origen nacional o so-cial, posición económica, nacimiento u otra con-dición, ya sea del propio niño o de su familia.

Principio 2 El niño gozará de una protección especial y

dispondrá de oportunidades y servicios, dispen-sado todo ello por la ley y por otros medios, para que pueda desarrollarse física, mental, moral, espiritual y socialmente en forma saludable y normal, así como en condiciones de libertad y dignidad. Al promulgar leyes con este fin, la consideración fundamental a que se atenderá será el interés superior del niño.

Principio 3 El niño tiene derecho desde su nacimiento a

un nombre y a una nacionalidad.

Principio 4 El niño debe gozar de los beneficios de la se-

guridad social. Tendrá derecho a crecer y desa-rrollarse en buena salud; con este fin deberán proporcionarse, tanto a él como a su madre, cuidados especiales, incluso atención prenatal y postnatal. El niño tendrá derecho a disfrutar de alimentación, vivienda, recreo y servicios médi-cos adecuados.

Declaración de los Derechos del Niño

P L A N L E C T O R

Principio 5 El niño física o mentalmente impedido o que

sufra algún impedimento social debe recibir el tratamiento, la educación y el cuidado especia-les que requiere su caso particular.

Principio 6 El niño, para el pleno y armonioso desarrollo

de su personalidad, necesita amor y compren-sión. Siempre que sea posible, deberá crecer al amparo y bajo la responsabilidad de sus padres y, en todo caso, en un ambiente de afecto y de seguridad moral y material; salvo circunstan-cias excepcionales, no deberá separarse al niño de corta edad de su madre. La sociedad y las au-toridades públicas tendrán la obligación de cui-dar especialmente a los niños sin familia o que carezcan de medios adecuados de subsistencia. Para el mantenimiento de los hijos de familias numerosas conviene conceder subsidios estata-les o de otra índole.

Principio 7 El niño tiene derecho a recibir educación, que

será gratuita y obligatoria por lo menos en las etapas elementales. Se le dará una educación que favorezca su cultura general y le permita, en condiciones de igualdad de oportunidades, desarrollar sus aptitudes y su juicio individual, su sentido de responsabilidad moral y social, y llegar a ser un miembro útil de la sociedad.

El interés superior del niño debe ser el princi-pio rector de quienes tienen la responsabilidad de su educación y orientación; dicha responsabi-lidad incumbe, en primer término, a sus padres.

El niño debe disfrutar plenamente de juegos y recreaciones, los cuales deben estar orientados hacia los fines perseguidos por la educación; la sociedad y las autoridades públicas se esforza-rán por promover el goce de este derecho.

Principio 8 El niño debe, en todas las circunstancias, figu-

rar entre los primeros que reciban protección y socorro.

Principio 9 El niño debe ser protegido contra toda forma

de abandono, crueldad y explotación. No será objeto de ningún tipo de trata. No deberá permi-tirse al niño trabajar antes de una edad mínima adecuada; en ningún caso se le dedicará ni se le permitirá que se dedique a ocupación o empleo alguno que pueda perjudicar su salud o su edu-cación o impedir su desarrollo físico, mental o moral.

Principio 10 El niño debe ser protegido contra las prácticas

que puedan fomentar la discriminación racial, religiosa o de cualquier otra índole. Debe ser educado en un espíritu de comprensión, tole-rancia, amistad entre los pueblos, paz y frater-nidad universal, y con plena conciencia de que debe consagrar sus energías y aptitudes al servi-cio de sus semejantes.

P L A N L E C T O R

Textos de apoyo

La Convención fue adoptada unánimemente mediante resolución de la Asamblea General el 20 de noviembre de 1989. Se abrió a la firma de los Estados Miembros el 26 de enero de 1990 y, ese mismo día, 61 países la firmaron. Entró en vigor el 2 de septiembre de 1990, después de que fuera ratificada por veinte países. En agosto de 1999 ya había sido ratificada por 191 Estados, siendo en la actualidad el tratado de las Naciones Unidas más ampliamente ratificado. Solo dos países, Estados Unidos y Somalia, no han ratificado la Convención. La Convención define al niño como ‘todo ser humano menor de dieciocho años de edad, salvo que, en virtud de la ley que le sea aplicable, haya alcanzado antes la mayoría de edad’, y establece unos niveles legales y morales básicos para la protección de los derechos de los niños. Establece los siguientes principios gene-rales: los Estados deben asegurar que cada niño disfrute de plenos derechos sin discriminación o distinciones de ninguna clase; el interés supe-rior del niño debe ser la principal consideración en todas las acciones que conciernan a los niños, ya sean tomadas por instituciones sociales pú-blicas o privadas, tribunales, autoridades admi-nistrativas u organismos legislativos; todos los niños tienen un derecho inherente a la vida y los Estados deben asegurar en la mayor medida posible, la supervivencia y el desarrollo de los niños; los niños tienen derecho a ser escucha-dos. La Comisión también estipula las siguien-tes provisiones sustantivas:

• Derechos y libertades civiles: todos los ni-ños tienen derecho a un nombre y una nacio-nalidad; libertad de expresión; libertad de pensamiento, conciencia y religión; libertad de asociación. Ningún niño debe ser objeto de tortura u otros tratos inhumanos o degra-dantes.

• Familia: los Estados deben respetar los de-rechos y responsabilidades de los padres. El niño no debe ser separado de sus padres y debe disfrutar de condiciones de vida ade-cuadas.

• Salud y bienestar: todos los niños tienen el derecho a la vida y al más alto nivel de salud posible.

• Educación y tiempo libre: todos los niños tienen derecho a recibir una educación y a disfrutar de actividades recreativas, cultura-les y de tiempo libre.

• Medidas de protección especial: los Esta-dos deben asegurar que los niños menores de quince años no tomen parte directa en hostilidades y proteger a aquellos que se en-cuentren involucrados en conflictos arma-dos; tratar con dignidad a aquellos niños con problemas con la ley; protegerlos de la ex-plotación económica; protegerlos del uso de narcóticos, de la explotación sexual, el rapto y el tráfico infantil. Los niños de las comu-nidades minoritarias y las poblaciones indí-genas tienen derecho a disfrutar su cultura, hablar su idioma y practicar su religión.

El Comité de los Derechos del Niño, formado por 10 expertos internacionales, es el órgano creado en virtud de la Convención que vela por la implementación del tratado. Una vez que han ratificado la Convención, los Estados están obli-gados a revisar su legislación nacional para ase-gurar que se ajuste a las provisiones del tratado.

Actualmente se están discutiendo los borra-dores de dos protocolos relacionados con la Con-vención: el protocolo sobre la participación de los niños en conflictos armados y el protocolo sobre la venta de niños, prostitución infantil y pornografía infantil.

La Convención de los Derechos del Niño

P L A N L E C T O R

El 17 de junio, la Organización Internacional del Trabajo adoptó unánimemente una nue-va Convención relativa a las peores formas de trabajo infantil. La nueva Convención sobre la Prohibición y Acción Inmediata para la Elimi-nación de las Peores Formas de Trabajo Infantil es aplicable a menores de dieciocho años y pide, con carácter de urgencia, medidas inmediatas y efectivas para asegurar la prohibición y elimi-nación de las peores formas de trabajo infantil. Aunque la Convención se refiere al trabajo in-fantil, su ámbito no se limita a la explotación económica.

Centro de Información de las Naciones Unidas para España - www.onu.org

Textos de apoyo

Día Internacional contra la Esclavitud InfantilCampaña del 16 de abril

NO ES TRABAJO INFANTIL: ES ESCLAVITUD INFANTIL

Con el inicio de este nuevo siglo asistimos a una de las si-tuaciones más vergonzosas de nuestro tiempo: 400 millones de niños esclavos en todo el mundo, entre 4 y 14 años, de los cuales 165 millones tienen menos de 5 años. Guerras, pros-titución, explotación laboral, hambre, malos tratos... es el panorama de millones de niños cada día.

La explotación infantil sigue aumentando en todo el mundo (se multiplica en el Sur empobrecido y reaparece en el Norte enriquecido) como consecuencia del comercio internacional, el monopolio tecnológico, la pasividad y ci-nismo de los organismos internacionales, así como por las políticas económicas impuestas por las instituciones finan-cieras internacionales (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, etc.) y su complicidad con los Gobiernos para favorecer a las grandes compañías internacionales.

El 16 de abril de 1995, el niño pakistaní Iqbal Mashib, mili-tante de la sección infantil del Frente de Liberación del Tra-bajo Forzado de Pakistán, fue asesinado a la edad de 12 años por la mafia de la tapicería, después de múltiples amenazas, por cerrar empresas en las que todos los trabajadores eran niños esclavos. Su ejemplo trascendió internacionalmente, siendo premiado en Estocolmo y Boston y dedicando el pre-mio para abrir una escuela, manifestando en la colocación de la primera piedra su intención de hacerse abogado para continuar la lucha contra la esclavitud infantil.

En memoria de Iqbal, símbolo de los 400 millones de ni-ños esclavos de la actualidad, queremos reivindicar el 16 de abril como Día Internacional contra la Esclavitud Infantil.

Movimiento Cultural Cristiano y Camino Juvenil Solidario

P L A N L E C T O R

P L A N L E C T O R

De viaje

Nombre oficial: República Islámica de Pakistán

Nombre común: Pakistán

Nombre antiguo: West Pakistán

Gentilicio: pakistaní

Capital: Islamabad (204.364 habitantes)

Ciudades principales: Karachi, Lahore, Faisalabad (ex-Lya)

Moneda: rupia pakistaní

Religión: islamismo (mayoritaria), hinduismo, budismo, cristianismo

Idioma: urdú (oficial); inglés

Estado de Asia meridional situado entre China al noreste, India al este y sureste, Irán al oeste y Afganistán al oeste, no-roeste y norte. Se distinguen tres regiones: la montañosa del norte y noreste (Karakorum y parte del Hindu-Kush y del Hi-malaya), las altas tierras del Baluchistán y el valle del Indo. El gran río pakistaní es el Indo, al que afluyen caudalosos afluen-tes. Clima tropical excepto en el norte, que es de tipo alpino.

Pakistán

bandera de Pakistán