la gualdra 146

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SUPLEMENTO CULTURAL No. 146 - 28 DE ABRIL DE 2014 - AÑO 3 DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN Elías Manzo Hernández nació en Zacatecas, Zac., el 22 el abril de 2004. No siempre quiso ser pianista; hace algunos años quería ser luchador, más tarde cambió ese deseo por el de ser un guitarrista famoso de rock, y después su interés se volcó a la medicina pediátrica. Apenas el año pasado decidió estudiar piano y este 14 de abril, debutó en el Teatro Fernando Calderón como solista de orquesta bajo la dirección de Alfonso Vázquez, en el Festival Cultural Zacatecas 2014. [Una entrevista con él en páginas centrales, a propósito del Día del Niño y de su debut como solista] Elías Manzo Hernández. Fotografía de Rosy Villa.

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La Gualdra 146

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SUPLEMENTO CULTURAL No. 146 - 28 DE ABRIL DE 2014 - AÑO 3 DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN

Elías Manzo Hernández nació en Zacatecas, Zac., el 22 el abril de 2004. No siempre quiso ser pianista; hace algunos años quería ser luchador, más tarde cambió ese deseo por el de ser un guitarrista famoso de rock, y después su interés se volcó a la medicina pediátrica. Apenas el año pasado decidió estudiar piano y este 14 de abril, debutó en el Teatro Fernando Calderón como solista de orquesta bajo la dirección de Alfonso Vázquez, en el Festival Cultural Zacatecas 2014.

[Una entrevista con él en páginas centrales, a propósito del Día del Niño y de su debut como solista]

Elías Manzo Hernández. Fotografía de Rosy Villa.

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La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

Carmen Lira Saade / Dir. General

Raymundo Cárdenas Vargas /Dir. La Jornada de [email protected]

Jánea Estrada Lazarín /Dir. La Gualdra

[email protected]

Sandra Andrade Trinidad /Diseño Editorial

Juan Carlos Villegas /Ilustraciones

[email protected]

IEl pasado 23 de abril celebramos el Día Internacional del Libro, promulgado así por la UNESCO en 1995 con el fin de promover y fomentar el hábito de la lec-tura en todo el mundo. A propósito de este día, en Zacatecas “Con el objetivo de hacer un análisis para anticipar el futuro del libro en una época de transición compleja en la que conviven tanto los soportes analó-gicos como los digitales, fue inaugurado el Primer Coloquio sobre el futuro del libro dentro del programa general del 28 Festival Cultural Zacatecas 2014”. Parti-ciparon en este coloquio personalidades del mundo editorial como Alejandro Ra-mírez, Alejandro Zenker, Alma Cázares, Arturo Ahmed, Camilo Ayala, Carlos Anaya Rosique, César Augusto Pérez-Gamboa, Juan José Romero, Lourdes Epstein y Mauricio López Valdés. Una serie de diversas actividades académicas se llevó a cabo durante los días 25 y 26 de abril en el Patio de Museo Zacatecano, entre ellas, la presentación de varios tí-tulos que integran la colección “Poéticas Contemporáneas. Colección de narrati-va joven del Centro Occidente”, editada por Pictographia Editorial / CONACUL-TA-INBA. De esa colección presentamos en este número las reseñas de los libros Silenciosa y sutil, de Cecilia Magaña, por Carlos Alberto Hinojosa Ortiz; Otean-do palestras, de Vladimir Reyna, por Mauricio Moncada; y Toque de queda, de Bernardo Araujo, por Alberto Huer-ta. En los próximos números estaremos compartiendo las reseñas de los otros tí-tulos que integran esta colección que re-comendamos ampliamente desde el año pasado, cuando dio inicio la serie de pre-sentaciones de estos libros que reúnen a lo mejor de la literatura de escritores jóvenes de la región centro occidente de nuestro país. Además de las anteriores, en este número incluimos también la rese-ña que realiza Mauricio Flores, quien en esta ocasión nos habla del más reciente libro de Rosa Beltrán, El cuerpo expuesto. Aunque cada semana tratamos por dis-tintos medios de promover la lectura, en esta Gualdra le dedicamos una especial atención al tema, esperando que se des-pierte en usted la curiosidad de leer un libro nuevo.

A Emmanuel Carballo (Guadalajara, Jalisco, 2 de julio de 1929 - Ciudad de México, 20 de abril de 2014)

LA GUALDRA NO. 146 / 28 DE ABRIL DE 2014 / AÑO 3

IIEn este número, además de nuestras sec-ciones ya tradicionales, incluimos la en-trevista que realizamos a un niño que ha decidido ser pianista: Elías Manzo Her-nández; a propósito de su reciente debut como solista acompañado con orquesta y aprovechando que esta semana se fes-teja también el Día del Niño. Nos llena de mucha alegría compartir con ustedes este tipo de noti-cias; en Zacatecas hay niños y niñas muy talentosos que están trabajando todos los días en diferentes disciplinas artísti-cas, que desean llegar a ser profesionales en un futuro y que ponen toda su aten-ción y su voluntad en lograrlo. Es el caso de Eli, un niño de apenas 10 años que tiene la ilusión de tocar próximamente en Bellas Artes. Es un niño que sueña con hacer cosas y que afortunadamente tiene el apoyo de sus padres para con-seguirlo. Seguramente logrará todos sus sueños. ¿Cuántos niños como Eli ha-brá en Zacatecas? Me atrevo a afirmar que no son pocos. Tanto en la capital como en los municipios seguramente existen niños con mucho talento que para desventura de ellos y nuestra, no han encontrado la forma de canalizar ese don. Ojalá que las autoridades edu-cativas enfocaran un poco de los mu-chos recursos que tienen para ubicar a estos niños y fomentar en ellos la edu-cación artística. Como ya había dicho en ocasiones anteriores, estoy convencida de que el arte puede cambiarlo todo.

IIIPor último, y no menos importante, de-dicamos respetuosamente esta Gualdra a la memoria de Emmanuel Carballo, nacido en Guadalajara el 2 de julio de 1929, y quien falleciera en la Ciudad de México el pasado 20 de abril. Que des-canse en paz y que interceda ante quien pueda allá arriba para que cuide de los escritores y de todos los artistas. Ya son muchos los que nos han dejado este año y no vamos ni a la mitad del mismo…

Jánea Estrada Lazarí[email protected]

Oteando palestras de Vladimir Reynapor Mauricio Moncada León

Rosa BeltránUn mirar (novelado) al padredel naturalismopor Mauricio Flores

Navegando en los nobles maresde la locurapor Carlos Alberto Hinojosa Ortiz

Desayuno en Tiffany’s, mon kupor Carlos Belmonte Grey

Toque de queda, de Bernardo Araujopor Alberto Huerta

Manuel por Pilar Alba

Se levanta de la mesa y salepor Edgar Khonde

Grisura por Alberto Huerta

Elías Manzo Hernández[El niño pianista de Zacatecas]por Jánea Estrada

Diario de Mateopor Mateo Estrada Gaviria

Y en medio de nosotros, la paráfrasis como comprensión IVpor Eduardo Campech Miranda

Reseña de viaje por Guadalupe Dávalos

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28 de abril DE 2014

Por Carlos Alberto Hinojosa Ortiz

Navegando en los nobles mares de la locuraLiteratura y locura son un binomio que, al parecer, ha estado presente desde el inicio de la primera, ya que, suponemos, hoy como ayer, mañana como hoy, Bécquer dixit, se ha con-siderado que quienes lo apuestan todo por el arte de la escritura no se encuentran por completo en sus ca-bales, amén que el catálogo de obras y personajes que han surgido de tan fructífero maridaje ya se halla, en cierta forma, dentro del inconsciente colectivo, como es el caso de la triste figura de cierto hidalgo manchego, o las curiosas e inquietantes travesías de Alicia por esos otros mundos que bien pueden ser los de su propia psi-que, circunstancia que Lewis Carroll enuncia en el ya clásico diálogo entre la pequeña en cuestión y el Gato de Cheshire:

A Alicia le pareció que esto no tenía vuelta de hoja, y decidió hacer otra pregunta: —¿Qué clase de gente vive por aquí?—En esta dirección —dijo el Gato, haciendo un gesto con la pata dere-cha —vive un Sombrerero. Y en esta dirección —e hizo un gesto con la otra pata —vive una Liebre de Marzo. Visi-ta al que quieras: los dos están locos.—Pero es que a mí no me gusta tratar a gente loca —protestó Alicia.—Oh, eso no lo puedes evitar —re-puso el Gato—. Aquí todos estamos locos. Yo estoy loco. Tú estás loca.—¿Cómo sabes que yo estoy loca? —preguntó Alicia.—Tienes que estarlo —afirmó el Gato—, o no habrías venido aquí.

Lo anterior nos señala, de una for-ma por demás insuperable, que este tópico que atormenta a una enorme multitud de “buenas consciencias”, esto es, el definir quién es el cuerdo y quién el loco, depende del cristal con el que se mire, Ramón de Campoamor dixit, como lo demuestra la tragicó-mica historia del primer manicomio del mundo, el “Bethlem Royal Hospi-tal” de Londres, inaugurado en el año 1247 con el fin de albergar a todo tipo de “lunáticos” y enfermos mentales. Sin embargo, gracias a sus métodos brutales, pronto empezó a conocerse como el Hospital de “Bedlam”, que en inglés significa confusión o algarabía. El nombre se lo pusieron los londi-nenses que escuchaban los gritos que salían del edificio, alaridos de internos enjaulados o encadenados a las pare-des, donde el látigo y las cadenas eran el habitual “tratamiento” para los pa-cientes. Como los seres humanos so-lemos estar hambrientos de espectá-culos de toda índole, durante mucho tiempo la gente acostumbraba visitar

el hospital de Bedlam, para contem-plar las peripecias de sus pacientes y del personal encargado de ellos, lo cual debió ser algo similar a lo que nos relata en su novela Bram Stoker, en los pasajes referentes al manicomio don-de se halla encerrado Renfield, el fiel sirviente del conde transilvano prota-gonista. En tales circunstancias surgió la idea del “autocontrol”, el cual era considerado como antídoto de la de-mencia dentro del hospital psiquiátri-co, para poder discernir a los internos de los visitantes. Ahora sí que, jugan-do un poco con el lenguaje, ante tanta locura de la sociedad de la época, no faltó quien señalara que “el mundo no es sino un Bedlam en el que los que están más locos encierran a los que lo están menos”. Cecilia Magaña (Ciudad de México, 1978), en las 16 narracio-nes que conforman su volumen de cuentos, Silenciosa y sutil, se une a la que, posiblemente, sea una de las más nobles tradiciones literarias, la del recuento de la locura, donde podemos mencionar, sólo por citar algunos notables ejemplos, a Erasmo de Rotterdam, quien en su Elogio dio voz a la Dama Locura, convirtien-do su obra en una burla de aquéllos que creen “saber”; asimismo, no podemos dejar de mencionar al ya citado Quijote, quien encabeza el desfile al que Lope colaboró con El cuerdo loco y al que el propio Cer-vantes volviera a sumarse con El licenciado vidriera. Tal vez por per-catarse de lo anterior, la autora nos propone un singular recorrido por los mares procelosos donde chocan y se unen las corrientes de la locura y la literatura, en una simbiosis que nos mueve a reconocer la dimensión pantagruélica del Bedlam donde nos encontramos, como en su relato “Gracias, Manolo”:

Silvia se encaja las uñas entre uno y otro dedo. Trata de no mirar a nadie mientras escucha la voz describiendo esa primera vez, que no tiene nada que ver con la suya. Y, como cada tercer día, no sabe qué está haciendo aquí. Debería de estar en la calle, en la prepa, en cualquier lado. Pero no aquí. Cierra los ojos y busca algo que tan siquiera se parezca a esa sensa-ción de horror que sigue saliendo de esos labios y no encuentra nada.

Estructurado en cuatro secciones, como el cabalístico tetragramaton, este volumen pareciera fungir como la proverbial Nave de los locos de El Bos-co, la cual toca tierra en las latitudes poco cartografiadas de los primeros años de vida, donde bien pudiera com-probarse, o no, la sentencia freudiana

Libros

que señala “infancia es destino”, cues-tión que permanece latente después de leer el texto “Reconstrucción”:

Pero en el 86 no tembló. Papá se la pasaba trabajando y a mamá no le importaba que hiciera mis tareas en el tapanco. En Pachuca, cuando era Ana, no hacía ninguna, así que “mien-tras cumplas hazlas donde quieras”. Y las hice. Sentía una especie de obligación con las monjas del Tere-siano. La vez en que me habían he-cho la prueba, cuando no alcancé a leer las cien palabras en un minuto y decidieron que debía repetir primero de primaria. Reprobar. Al principio me había dado vergüenza, pero, una vez en el salón de clases, descubrí que ya me sabía casi todo y sacar dieces era fácil. Ahora estaba en tercero y todo era nuevo, pero me llamaba Cristi. Y Cristi era alumna de diez.

Después de sondear los puertos in-fantiles, Cecilia nos lleva a surcar los fiordos latentes de los arquetipos que moran en el interior de cada uno de nosotros, para finalizar echando ama-rras con la locura, frente a frente, de la cual brota el caudal conformado por la dualidad “enfermo–sanador”, mis-ma que puede convertirse en un gran guiñol impredecible:

El cenicero ya esperaba sobre el di-ván. Yo me acostaba y lo ponía sobre mi estómago, donde depositaba todo el residuo de la sesión. Un cigarro

tras otro. Hablando y hablando mien-tras él anotaba, detrás de mí, sin ha-cer ruido, salvo por darle la vuelta a la hoja. Aunque a veces demostraba la rara habilidad de regresarme una frase mía sin hacer sonar el cuader-no, sin mirar atrás. Y entonces, lo que hacíamos en ese cuarto, parecía ser combinación entre una lectura de mano y un acto de ventriloquía.

Entender la locura en el siglo XXI, por paradójico que parezca, sigue siendo tan complicado como en la antigüedad y, en virtud de ello mismo, tal como nos lo hacen ver las narraciones de Cecilia Magaña, la labor de la literatura permanece como algo imprescindible para arrojar luz sobre una de las crea-ciones más complejas del Cosmos: la consciencia humana. La locura, aun-que tal vez nunca podamos definirla con total claridad, posiblemente nos brinde ese sano distanciamiento que hace que la voz de un loco sea como el despertar de conciencia que con frecuencia utilizan —en las artes, las ciencias y la técnica— los mejores ta-lentos, así como los más grandes ge-nios, para que la humanidad avance a pasos acelerados. Por ello, podemos estar de acuerdo con George Bernard Shaw cuando dice que “El hombre ra-zonable se adapta al mundo. El loco persiste en tratar de adaptar al mundo a sí mismo. Por lo tanto, todo progreso depende de los hombres locos”.

Carlos Alberto Hinojosa Ortiz, Zacatecas, 22 de

abril de 2014

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LA GUALDRA NO. 146

Oteando palestrasde Vladimir Reyna*

Por Mauricio Moncada León

Libr

os

Observar con cuidado el lugar donde se debate, fue lo primero que pensé al leer el título del libro de Vladimir Reyna. Desde luego, esperaba una se-rie de cuentos en donde la discusión fuera parte de la narración y, afortu-nadamente, no sucedió, pues de ha-ber sido así me habría correspondi-do las funciones de árbitro entre los narradores o personajes: objetividad, visión crítica, etcétera; por el contra-rio, llegué como cualquier lector se acerca a un libro, con las ganas por descubrir a qué se refiere el título, qué historias encierra, cómo se con-jugan en un volumen. De entrada, llamó mi aten-ción la narración en segunda persona de la mayoría de los cuentos; no pude evitar recordar Aura de Carlos Fuen-

tes; sin embargo, hay algo diferente, pues esa voz narrativa que evoca y describe las acciones se vuelve parte de la historia, en ocasiones para dejar en el olvido al lector, como si dijera “estás ahí, pero éste es mi monólogo, es lo que veo y recuerdo”. El truco está en que las historias son un recor-datorio de los personajes, la memoria que les habla, pero no hay reproche, no es la voz de la conciencia pues la moral no forma parte de la argumen-tación; es una descripción de suce-sos. En los cuentos “Dos de espadas”, “Calzones en el circo”, “Atrapados en el supermercado”, “No hay manera de saberlo”, “Trompetas de ángel”, “Un brasileño hijo de puta”, “Filo-sofía latinoamericana”, “Te gusta, ¿verdad?” y “Patines de la Barbie” la

voz narrativa deja en claro, a través de la descripción, que no habrá de profundizar en la vida de los perso-najes, por el contrario, muestra esos pequeños acontecimientos narrados que se convierten en la historia, sin contar una gloria o una gran batalla, simplemente las cosas que pasan para volverse un recuerdo que el narrador se encarga de plasmar en los cuen-tos cortos. Como lector, permiten pensar que basta con una parte, en apariencia insignificante, de la vida cotidiana para generar una historia que necesita ser contada, que al-guien necesita que la recuerdes, que no olvides (como lector o persona-je) esos pequeños detalles habitua-les. Es así como he participado de Oteando palestras en una lectura sin pretensiones, sólo dejándome llevar como un lector curioso, para darme cuenta de que, quizá, soy parte de una historia más. Pero, ¿qué más une a estos cuentos? Puede observarse como un recurrente en las historias el uso de drogas, casi siempre sintéticas, por los personajes, el uso de aparatos tecnológicos que son comunes en la actualidad, como los celulares, los reproductores de música, pero ante todo el uso constante de la red mun-dial, como Vladimir Reyna decide llamarle; sin embargo, también apa-recen una serie de artefactos que nos son menos conocidos, aunque no por ello resulten ajenos, como robots de segunda, tercera, cuarta generación capaces de albergar sentimientos o capaces de ser controlados desde un teléfono celular. La música electro en sus cuatro tiempos con el bajeo potente y sonidos atmosféricos per-mean los cuentos como una forma de aislamiento o para desconectarse de la realidad o ignorarla, pero también como portal a otras dimensiones del inconsciente combinada con el uso de drogas. En otras palabras, se trata de historias que pueden resultar co-tidianas a un grupo no tan reducido de jóvenes de nuestro mundo actual. Son una serie de cuentos que hablan de un mundo conocido, no es ciencia ficción como lo hubieran planteado

en su momento Julio Verne o Philip K. Dick, tampoco habla como los ro-mánticos de los paraísos artificiales, como hiciera Baudelaire, o los beat-niks, porque, como ya había mencio-nado líneas atrás, no se trata de expo-ner una moral (positiva o negativa), se trata de mostrar historias simples. El cuento que da título al li-bro, “Oteando Palestras”, es un buen ejemplo, pues los personajes, Mau-ro, Jared y el narrador, se muestran dentro de una cotidianidad, cómo sería que un unos amigos vayan a un concierto a escuchar a un grupo que ya no es tanto de su agrado por el cambio electrónico, se intuye, en esas sensaciones pasadas, porque las sensaciones actuales, primer aparta-do del cuento, es la nueva onda elec-tro con las fiestas de toda la noche, bebidas energéticas y ácidos. Los ideales de los personajes siguen, aun-que en ocasiones parece que les re-sultan pasados de moda, aunque son algo para aferrarse, como para Jared y su lucha contra los monopolios y el capitalismo recién reconocido como neoliberalismo al querer acabar con Mc’Donalds y su supuesta filosofía de hermandad y liderazgo. En con-clusión, se trata de un libro de un escritor joven, con el que se pueden identificar otros jóvenes; y los viejos de alma, como yo, podrán encontrar en lo cotidiano esa forma de vida que en ocasiones se nos escapa, y es ahí en donde encuentro la eficacia de la literatura, en poner a la luz mundos que nos son ajenos, en ocasiones por estar tan cercanos que no reparamos en ellos o por tratar de evitarlos. Pero quizá habla un lector, como yo, que aún anhela la música con guitarras, donde los compases no se resuelven en cuatro tiempos, que aún concibe la “fiesta” como la convivencia con otros y no soledades acompañadas de tecnología. Cualquiera que sea el caso, el lector podrá enfrentarse a es-tos cuentos que invitan a una lectura sin pretensiones.

* Poéticas contemporáneas. Colección de narra-

tiva joven del Centro Occidente. Pictographia

Editorial / CONACULTA-INBA, 2013.

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28 de abril DE 2014

En Rosa Beltrán las dualidades se consiguen. Durante lustros ha sabido combinar sus afanes por promover las letras mexicanas y construir una obra que la coloca a un tiempo en ese vas-to y rico territorio. Prueba de ellos su nueva novela, donde el lector accede a diferentes voces que parecen tener un único hilo conductor, pero que en su desdoblamiento más personal (la recepción de cada uno de nosotros) pueden ubicarse en uno u otro centro. Al momento de leer y releer El cuerpo expuesto; al tiempo de su re-comendación, me quedo con la parte que rinde culto al coleccionista extre-mo, aquel ser empecinado en reunir, clasificar y guardar, el gran Darwin, el hombre de los ojos tristes. Revisando los títulos de Bel-trán, al menos en su novelística, pa-reciera que tiende hacia la recreación de un pasado lejano a su tiempo; lo que no sucede en su obra cuentísti-ca. Su anterior novela, La corte de los ilusos, dicho por ella misma en el sub-título, reinventa la vida y la muerte del único emperador mexicano, Agustín de Iturbide. Ahora, las miradas que se perciben en El cuerpo expuesto, resul-tan las de una documentación previa en fuentes no estrictamente litera-rias, y que se centran en la vida y la obra del llamado padre del naturalis-mo, el inglés Charles Darwin (1809-1882). De manera que si un subtítu-lo mereciera esta nueva obra de la escritora mexicana, bien pudiera ser el de “Darwin, a la luz de un nuevo milenio”. Propuesta nada banal, puesto que el reencuentro con Darwin se da en el aquí y en el ahora de la propia narradora, quien realiza el entretejido de pretérito y actualidad a partir de la incorporación de un nuevo coleccio-nador a la trama de El cuerpo expuesto. Un científico también atormentado por mostrar las características cam-biantes de la especie humana y que desde un aparente desequilibrio, uti-lizando las herramientas más avanza-das de la comunicación en nuestros días, cataloga a su manera miles de

Por Mauricio Flores*

Rosa BeltránUn mirar (novelado)

al padre del naturalismo

¿Cuántos factores confluyen en el cuerpo humano?, se pregunta. Tantos como discursos y tejidos narrativos caben en la nueva novela de la mexicana Rosa Beltrán (1960), El cuerpo expuesto, donde viajamos de los tiempos de Charles Darwin a los de la Red, pueda ser ahora —en la tercera parte del año 2014— la más pertinente respuesta.

EnvidiososLos humanos tienen fascinación por experimentar el peligro en cuerpo ajeno. Y tiende a admirar al miembro de la especie que se ha atrevido a arriesgar más, a ir más lejos. Aunque mientras lo admiran, aguardan en secreto el momento de ver su caída.

Rosa Beltrán, El cuerpo expuesto (fragmento).

Obras de Rosa BeltránLa corte de los ilusos (1995)Amores que matan (1996)América sin americanismos (1997)El paraíso que fuimos (2002)Alta infidelidad (2006)

Libros

ejemplos que denomina “homínidos en plena involución”. Lo que nos remi-te nuevamente al subtítulo del clásico darwiniano del XIX, “o la preserva-ción de las razas preferidas en la lucha por la vida”.

Reunir, clasificar, guardar… es la con-signa. En cualquier tiempo. Desde cualquier plataforma. De modo que la recuperación de las una y mil vicisitu-des del biólogo inglés incorporadas a la novela por Beltrán son las que más destacan en la estructura de esta nue-va obra. Al leer El cuerpo expuesto nos adentramos en los sentimientos (un poco más profundos) de un hombre bueno. En la experiencia que acumuló a partir de la expresión de las palabras —inéditas, incómodas, irreverentes. En la zozobra interna que lo llevó a recorrer el mundo en “un bergantín precario de tres velas al que se la había añadido una cuarta para sortear en lo posible las tormentas”. En momentos en que la ma-yoría de las instituciones, públicas y privadas, realizan inmorales experi-mentos a espaldas de la humanidad, y en el que pocos escapamos a la per-versión de las normas básicas de la evolución, leer El cuerpo expuesto de Beltrán es recuperar no ya la tras-cendencia histórica de un personaje como Darwin sino sus sentidos más profundos. Al hombre que, aquejado por las enfermedades, hizo a un lado “es-posa, hijos, casa, honores y prestigio” para hacerse a la mar en aquella em-barcación de cuatro velas. Todo con el único fin de de-mostrar la hermosura y la maravilla de lo diverso del mundo y desde él. Un registro en movimiento, así sean sólo detalles de la humanidad más es-condida de un hombre de ojos tristes, resultado del buen oficio literario de esta escritora mexicana que no se afe-rra a los esquemas únicos del género novelístico.

* [email protected]

Rosa Beltrán, El cuerpo expuesto, Alfaguara,

México, 2013, 288 pp.

Optimistas (2006)Mantis: sentido y verdaden la cultura posmoderna (2010)Efectos secundarios (2011)

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LA GUALDRA NO. 146

Elías ManzoHernández

[El niño pianista de Zacatecas]Por Jánea Estrada

Mús

ica

Elías Manzo Hernández nació en la ciudad de Zacatecas el 22 de abril de 2004. Actualmente cursa el cuarto año de primaria y su sueño es con-vertirse en un gran pianista. Su caso en el medio musi-cal es singular; aunque desde muy temprana edad tuvo contacto con la música de concierto debido a que su padre –el pianista y profesor uni-versitario Antonio Manzo D´nes- es docente de la Unidad Académica de Artes de la UAZ, no fue sino hasta el año pasado que se interesó de mane-ra formal en el estudio del piano. No siempre quiso ser pia-nista; hace algunos años, Eli (como le dicen de cariño) quería ser luchador, más tarde cambió ese deseo por el de ser un guitarrista famoso de rock, y después su interés se volcó a la me-dicina pediátrica: decía que cuando fuera grande quería ayudar a niños enfermos de gravedad; Elías estuvo muy enfermo cuando nació y tal vez el vago recuerdo de los hospitales le motivó en su momento a querer ser médico. Ese deseo duró unos tres años hasta que finalmente su padre le obsequió una colección de métodos especialmente creados para el apren-dizaje del piano en los primeros años de la infancia; eso fue a principios de 2013. A partir de ahí empezó a destacar por su talento y por su velo-cidad de aprendizaje: logró tocar en su totalidad el primer tomo en vein-te días aproximadamente -cada libro contiene unas cincuenta o sesenta lecciones (mini piezas)-. Este tipo de trabajo en un estudiante regular de escuela de música se da en uno o dos semestres. Ante lo notorio su avance, se le animó a participar en una con-vocatoria que lanza el Centro de Es-tudios Cedros UP en asociación con Yamaha de México en el D.F., el Pri-mer Concurso Nacional de Piano In-fantil Cedros UP-Yamaha, que convo-ca a jóvenes pianistas de todo el país entre 8 y 17 años de edad. “Me di cuenta de su rapidez de aprendizaje, y en un principio yo quería motivarlo con una razón pode-rosa, no a que fuera al concurso, sino a que por esa razón se pusiera a estu-diar el repertorio de la competencia, ya que aunque tenía mis dudas de que se lo aprendiera por su poco tiempo con el piano, me servía de señuelo para alcan-zar la meta... Elías se aprendió todo el repertorio impuesto y no quedaba op-ción más que ir. Yo le dije, vamos, pero

no hay qué ilusionarse demasiado, pues todos los chicos que allí se presentan tienen años tocando y mucho más ex-periencia que tú, así que el solo hecho de que te presentes te convierte en ga-nador, será un gran logro para ti el que vayas. La cosa no para ahí, estando allá Eli toca muy bien su primera prueba; nerviosos escuchamos el anuncio de los jueces de quiénes pasaban a la final… con gran alegría escuchamos su nom-bre entre los que tocarían por el premio y finalmente tocó una prueba impeca-ble y ganó el segundo lugar nacional”, nos platica Antonio Manzo, su padre y maestro.

Después del concurso de noviembre de 2013, Elías fue invi-tado a presentarse en el Teatro Me-tropolitano de la Ciudad de Tampico, Tamaulipas, donde tocó muy bien y el público aplaudió su actuación. A principios del presente año vino un reto mayor: continuar con sus lecciones del método y con sus ejercicios técnicos para piano, así como aprender nuevas piezas para su gusto personal, como una sonata de Domenico Cimarosa y una polka de Sergei Rachmaninov; luego vino el proyecto del Festival Cultural Zaca-tecas 2014 donde se le presenta la

oportunidad de debutar como solista de orquesta; desafío enorme para un niño de casi diez años de edad con sólo uno en la práctica del instru-mento. Los retos eran varios: apren-der una obra de dimensiones gran-des, distintas a las acostumbradas, la pieza ejecutada en el Teatro Fernan-do Calderón el día 14 de abril pasado, el concierto para piano y orquesta, duró casi quince minutos, por lo que las condiciones de concentración fueron totalmente diferentes –consi-derando que una pieza para su nivel, normalmente dura entre uno o dos minutos-; las dificultades técnicas y musicales que la obra presentaba, eran totalmente nuevas para él. Para lograr su objetivo, Eli practicó un promedio de tres horas cada día, pero eso no lo desanimaba, la mayor vir-tud de este niño pianista es que es un practicador incansable y esto ha sido la diferencia en su desarrollo. Finamente llegó el día y Elías Manzo Hernández tocó el Con-cierto No. 2 para piano de Alexander Peskanov, dirigido por Alfonso Váz-quez. Muy emocionado, el público del Teatro Calderón lo hizo salir tres veces a recibir aplausos.

Fotografía: Rosy Villa

Fotografía: Rosy Villa

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28 de abril DE 2014

Música

A propósito de su más reciente con-cierto y del Día del Niño, entrevis-tamos a Elías y esto fue lo que nos contestó:

Jánea Estrada: ¿Por qué decidiste es-tudiar piano y no otro instrumento?Elías Manzo Hernández: Porque siempre he acompañado a mi papá a sus conciertos, lo escucho tocar… y de ahí me empezó a gustar el piano.

JE: ¿Cuántas horas estudias piano al día?EMH: Estudio más o menos 3 horas todos los días.

JE: ¿Cuando no estudias piano a qué sueles jugar?EMH: Hago deportes como patinar, practico fútbol y me gusta andar en bicicleta.

JE: ¿En qué escuela estudias actual-mente y en qué año vas?EMH: Estudio el cuarto año en la Es-cuela Narciso Mendoza.

JE: ¿Qué te dicen tus amigos cuando saben que eres pianista?EMH: Que toco muy bien…

JE: ¿Cuáles son las cosas que más te llenan de alegría?EMH: Tocar el piano es lo que más me gusta…

JE: ¿Y lo que más te entristece?EMH: Lo que más me entristece es el maltrato a los animales, que no cui-den a las especies en peligro de ex-tinción.

JE: ¿Sólo te gusta la música de con-cierto o te gusta otro tipo de música?

EMH: Sólo me gusta la música de con-cierto, me gusta mucho la de los pe-riodos barroco, clásico y romántico.

JE: ¿Quiénes son tus compositores favoritos?EMH: Me gustan muchos, pero más Chopin, Mozart, Bach y Beethoven.

JE: ¿Qué sientes cuando estás tocan-do frente a un público tan grande como el del Teatro Calderón?EMH: Antes me daban muchos ner-vios pero ahora me siento relejado, me da mucha emoción.

JE: ¿Qué haces antes de salir al esce-nario para dominar los nervios?EMH: Mi papá me dio un tip: que me sienta como el rey de España… [ríe]

JE: ¿Cómo es eso?EMH: Que me sienta relajado y que imagine que soy dueño de todo, así como se siente el rey de España cuan-do tiene que salir al público… [ríe otra vez] Sí funciona.

JE: ¿Quieres ser pianista profesional cuando seas grande?EMH: Sí, quiero ir a tocar en el con-curso Chopin y llegar a tocar en el Palacio de Bellas Artes en México.

JE: Por último, dime cómo te gustaría que los niños de Zacatecas celebraran su día…EMH: Me gustaría que fueran a escu-char un concierto de piano, para que vean que no es música aburrida y que es muy bonita; ésa sería una buena celebración…

Eli no se considera a sí mismo un ge-nio (este calificativo sólo se lo asigna a Bach, Mozart, Beethoven y Chopin, sus compositores favoritos). Disfruta mucho la música compuesta para su instrumento, y concluye la entrevista con la siguiente frase: “Me gusta ima-ginarme cosas cuando toco y lo disfruto mucho”. Este año vienen varios pro-yectos, se presentará en recitales, cla-ses magistrales, concursos y festiva-les, con nuevo repertorio más amplio

y más complicado, pero con mucha ilusión de realizarlo todo y cada día mejor. En la siguiente dirección en internet, con el título “Alexander Pes-kanov Piano concierto No. 2”, puede ver usted la participación de Eli en el Festival Cultural Zacatecas 2014: https://www.youtube.com/watch?v=q_ty8CXhB7U. Vea el video y sígale la pista a este niño pianista, seguramente nos dará muchas más sorpresas y alegrías.

Fotografía: Rosy Villa

Fotografía: Denysse Ramírez

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LA GUALDRA NO. 146

JuevesAntonio se fue al mediodía. Iba crudísimo. La fiesta co-menzó como todas: “vamos por una”. En Las Quince en-contró amigos. Compartimos mesa. Esta vez él invitó. Lo dejé a la una. A las cuatro lle-gó al depa con aquéllos. Tra-jeron tequila y cerveza. Ellos se conocen desde el cole. Son hijos de exfuncionarios del PRI, mé-dicos, ingenieros (esta ciu-dad todavía no tiene un arquitecto); laboran en el gobierno como asesores; tienen un master en España o Inglaterra. En Localía los más, sean ricos, pobres, indies, hipsters… tienen su camino amarillo: es previsible dónde estudiarán; los enlaces matri-moniales; hasta se tiene la lis-ta de asistentes a la boda del amigo. Conviví un rato con ellos. Apenas media cerve-za. No platiqué, ni dejé que metieran mano a mi Lap. Me comporté como una amante correcta: desaparecí sin alte-rar su fiesta. Antonio vino a la cama a las seis. La mañana refrescó. Al quitarse los zapa-tos y tirarse al lado izquierdo (me quito de allí) dijo: “Pero no lo beses como a mí”… Ahora son las siete 37 de la tarde. Comí tacos de frijol y aguacate. No tengo ga-nas de salir. Luz Casal estuvo anoche en la feria. Desde hoy los cre-yentes visitan sus templos. En Facebook proliferan me-mes sobre “la pasión de Cris-to” y el temblor en DF. Las citas cultas provienen de García Márquez, son muy Se-lecciones. Escucho a Bruno Mars. La hija de M. la sugirió para recordar amores añejos. Me va la de When I was your man. Con el viaje de An-tonio estaré libre hasta el lu-nes o martes. Fue a Vallarta. Presumió que fue con una chica que conoció hace poco.Anoche mandé un mensaje a Sujetín: “Sábado, después de las seis”. No respondió. Viernes: Dejé la tesis en Lo-calía… Bebo Real de Jalpa. La ventana de la estancia está abierta, quiero que el ruidal del callejón ambiente.

Diar

io de

Mat

eoPor MateoEstrada Gaviria

“Duelos y quebrantos”, si el lector pone atención a la estructura y campo semánti-co en que se insertan estas palabras, podría inferir que se trata de algo relacionado a la comida, a un platillo. De lo contrario, suce-derá lo que citábamos en la tercera parte de este artículo. Duelos y quebrantos es algo similar a lo que hoy conocemos como hue-vos con tocino (desde luego tendrá sus par-ticularidades). Paráfrasis como las señaladas poco o nada muestran que se presente un proceso de comprensión lectora. La res-puesta es relativamente sencilla: porque no observamos un esfuerzo por jerarquizar, organizar, clasificar, analizar, sintetizar la estructura del párrafo. El cual permitiría una comprensión más profunda. Como opción, considerando lo an-terior y sin que sea la única interpretación válida, propongo la siguiente paráfrasis: En cierta región de Europa (puede precisarse que en España), vivía un caballe-ro, de los de armadura, lanza y caballo. Te-nía una dieta muy predecible cada semana, en la cual gastaba un tercio de sus bienes. Su guardarropa se conformaba con vestidos para los días de fiesta y los días comunes. Su casa la habitaban él, su sobrina y dos sir-

Por Eduardo Campech Miranda

Promoción de la lectura

vientes (una mujer madura y un hombre joven). Este caballero de cincuenta años, de hábitos madrugadores, complexión del-gada, gustaba de la cacería. Le apodaban Quijada o Quezada, aunque hay quienes dicen que se llamaba “Quijana”. Eso es lo de menos, lo importante es no mentir en lo que se narrará. Insisto, el ejemplo anterior, si bien puede ser susceptible de múltiples cuestionamientos, también sirve para ilus-trar que la paráfrasis no implica una edi-ción del texto original (cortar, pegar, cor-tar, copiar). Para llegar a un resultado así, es necesario mostrar, lo más gráficamente posible, al incipiente lector (entendiendo por éste, a aquel lector que no es capaz de regular su propio proceso) cómo es la di-sección de un texto. El subrayar las ideas principales (ambigüedad recurrente, según Emilio Sánchez Miguel), no siempre es una prác-tica que posibilite la estructuración del texto. Principalmente cuando la premisa es errónea, como aquélla de que la idea principal siempre está en la primera ora-ción de cada párrafo (?). El docente, o me-diador, deben –primero aprender- y luego enseñar a sus discípulos a identificar ideas

principales y secunda-rias; jerarquizarlas, es-tablecer vínculos entre esas jerarquías, relacio-nes entre esas ideas. En resumen, se trata de enseñar el proceso de la lectura y no sólo la decodificación. Me consta que lo anterior no es una ta-rea que se realice en la mayoría de las escuelas. Lo anterior no necesa-riamente es culpa de los maestros, si no del mis-mo diseño del sistema educativo. Por más re-formas que se efectúen a los planes de estudio, mientras en las capaci-taciones y actualizacio-nes no se contemple, y se entienda, a la lectura como un acto sociocul-tural, y por ende, his-tórico, los docentes no contarán con las herra-mientas para mejorar la comprensión lectora.

Y en medio de nosotros,la paráfrasis comocomprensión IV

El paisaje de los viernes santos nunca me ha sido diferente. Hay viento y el cielo contiene nubecillas acuosas… Viaje en un ETN de doble piso. En el bus venía H. el editor de HegMag. Vine para ordenar todo. Hoy recibí la sorpresa: el domingo llegan los españoles. Vienen a donde mi vieja. Elena advirtió: “Quizá acuda la señora”. El mensaje me inhi-bió. Ayer no salí. Tomé lo que quedó del tequila de Antonio. Me entretuve con Spotify y Encuentros heroicos [Carlos García Gual, México: FCE, 2009, 160p.]. El héroe es hijo de sus hazañas. El dolor es da sentido humano en el mundo helénico. Príamo se arrodilla para pedir el cuerpo de su hijo Héctor… Aquiles lo entregó. Eumeo, el esclavo de Ulises. Lo ayuda en el viaje a Itaca. Jasón es un cabrón. Enamoró a Medea. La seduce para robar [Volveré al guión de Medea, en la que actúo Ma-nuel desnudo]… Son las 8pm. Iré a cenar donde Memo… Sábado Aquí estoy. Espero. Bebo mezcal. Estoy en el sofá que fue de mi padre. Escucho lo que se-leccioné en Spotify [Martirio dice “Qué me importa que todo se acabe si me quedas tú”]. Pese a la feria (el depa está a dos cuadras) y la algarabía discreta del callejón, yo espero. Espero a un hombre del que no sé su nombre. Pero conozco sus tatuajes y sé cómo cambian cuando juego con su piel. A él lo llamo Sujetín, por su cuerpecillo, por sus piernas delgadas... [Snow Patrol dice “Forget what were told, before we get too old, show me a Gar-den that’s bursting into life”]. Dijo, quizá por de-cir, que yo era su primera vez. Su pericia ni confirma ni des-miente… finalmente perdu-ra en mí su olor de albañil y aliento de mota barata. Estoy ebrio… [Vetusta Morla dice “He viajado a lomos de la lava de un volcán, esclavo de su ur-gencia y su velocidad”]. Lunes Los españoles llega-ron ayer…

Egon Schiele. Desnudo masculino

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28 de abril DE 2014

CineLibros

La Selección Oficial de Cannes sin directores mexicanosPor Carlos Belmonte Grey

Desayuno en tiffany’s, mon ku

Ya ha sido publicada la Selección Ofi-cial del 67 Festival de Cannes que tie-ne como nota colorida la ausencia de películas mexicanas y a tan solo cuatro direcciones hispanoamericanas. Después de dos años consecu-tivos en que la cinematografía mexicana había estado presente y premiada, para este 2014 no hay ni siquiera una cinta dentro de los proyectos de Cinémas du Monde o en Fuera de Competición. En el 2012 Carlos Reygadas se llevó el premio a la Mejor Mise en Scène por su Post Tenebras Lux; un año después, Heli de Amat Escalante ganó la Mejor Dirección, y La Jaula de Oro de Diego Quemada-Diez recibió el re-conocimiento a Un Cierto Talento. Pero parece que el caso mexi-cano es una generalidad para la cinema-tografía hispanoamericana que estará representada sólo por cuatro cintas: El argentino Damián Szifrón hace su debut a lo grande, compitiendo por la Palma de Oro con Relatos Salvajes. Otros dos directores compi-ten en la categoría Un Certain Regard: el español Jaime Rosales que el año pasado obtuvo el reconocimiento Fi-presci por Las horas del día, vuelve a

Cannes con Hermosa Juventud; por su parte, el argentino Lisandro Alonso participa por primea vez en el festival con una gran coproducción -en la que aparece México- con Jauja... Y por último, en la Compe-tición de Cortometrajes aparece el co-lombiano Simón Mesa Soto con Leidi.

Las luminarias residentesAsí como hay carencia o, mejor dicho, ausencia de cine hispano, hay abun-dancia de luminarias ya bien conoci-das, casi residentes, del festival francés

por sus múltiples apariciones y pre-mios obtenidos. Podemos mencionar a cuatro que seguramente acapararán reflectores: El primero es la leyenda de la Nouvelle Vague, el director francés de 84 años, Jean-Luc Godard con su Adieu au langage, quien a pesar de sus varias nominaciones y premios en otros tan-tos festivales internacionales nunca se ha podido llevar la Palma de Oro, espe-ramos que su presencia no sea su des-pedida de este mundo como lo fue La Berlinale 2014 para Alains Resnais.

Están los hermanos Darden-ne, Jean-Pierre y Luc, que vuelven con Deux Jours, une nuit. Ellos, a diferencia de Godard, suman ya seis reconoci-mientos en este festival, de entre ellos se pueden contar dos Palmas de Oro, Rosetta (1999) y L’enfant (2005). El tercero es el nuevo niño prodigio de la cinematografía inter-nacional, el canadiense Xavier Dolan, quien regresa una vez más a la alfom-bra roja del Palacio con Mommy. Dolan, a sus 25 años, ha ganado cinco recono-cimientos dentro de las categorías del festival -se cuenta la Queer Palm que recibió en 2012 por Laurence Anyways- pero ésta es su primera nominación por la Palma de Oro. Y vuelve la leyenda viviente de cine social comprometido, el británi-co Ken Loach, que aparece con Jimmy’s hall. De todos los aquí mencionados es él quien acumula más nominaciones y pre-mios en Cannes, mas sólo ha logrado una Palma de Oro, la del 2006 con The Wind That Shakes the Barley. No por ausencia de nacionales el interés será menor, la presencia de directores consagrados abre grandes ex-pectativas, ojalá y nos emocionen.

Checael facebook de:

Treinta y cinco textos –mini-ficciones, cuentos breves, rela-tos− constituyen y dan cuerpo a Toque de queda, de Bernardo Araujo -bajo el sello editorial Poéticas Contemporáneas. Co-lección de narrativa joven del Centro Occidente. CONACULTA.

INBA-, en la que se advierte una voz narrativa propia. Una voz que Bernardo ha ido puliendo con el paso del tiempo. Una voz que disfruta contando, lo que le permite jugar de ma-nera muy libre con sus textos. Son los propios habitantes de este espacio narrativo los que se han impuesto el toque de queda que les impide circular con libertad y a toda hora por las calles de la ciudad, dadas las condiciones de peligro que prevalece en su entorno, no por las autoridades civiles y militares. La cotidianeidad está trastocada, modificada. Los personajes tienen una voca-ción de soñadores. A saltos evi-tan la boñiga que dejaron los caballos, mientras se piensa en el debe y haber de la escritura, son amorosos, se anuncian en

el periódico en la página de los anuncios clasificados, practi-can el reciclaje, y no hacen mu-cho caso de las nubes negras de moscas, ni se asustan con lo sobrenatural, intentan formar una nueva industria cinema-tográfica, y no se preocupan de las premoniciones, viven como cualquier hijo de vecino la rutina monótona y prede-cible de las noches de antro, practican el sexo telefónico, y no faltan pericos o loros habla-dores, ¿quién habita los cuar-tos de azotea? No se asustan con las carreras alocadas de un rinoceronte despistado; en sus páginas se desprende un aroma de jazmines. La unión de textos brevísimos en una suerte de patchwork, que es la que le proporciona coherencia y armonía. Dicha unión debe de ser muy cuidadosa. Ahora, sólo queda esperar que el lec-tor concluya el círculo de la escritura.* Poéticas contemporáneas. Colección

de narrativa joven del Centro Occiden-

te. Pictographia Editorial / CONACUL-

TA-INBA, 2013.

Toque de queda, de Bernardo Araujo*Por Alberto Huerta

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28 de abril DE 2014

A Dolores Castro siempre se le reci-be con música, bien sea de la Banda del Estado que ensaya en la Plaza de Armas para un concierto, bien de los organilleros que se han trasladado a esta ciudad por la temporada vacacio-nal en busca de una mejor propina, o por la generada por las campanas de catedral al abrirse la gloria. Ella no es ajena a estos rit-mos, tampoco deja de saludar a un po-tosino que se alegra de verla al bajar del auto y corre a abrazarla; ella tie-ne tiempo para todos, conversa con la gente de sus quehaceres. En este eterno retorno por medio del cual ella viene a su Zacatecas, a “recoger sus pedazos” ella se revitaliza, a cada paso recuerda su tránsito durante la infancia y adolescencia, y sus poste-riores viajes y estancias en casa de sus parientes. La ciudad y el viento se rees-criben, sus pasos son ahora cortos em-pujando su brioso corcel de aluminio y baquelita plastificada que la llevan a la rinconada de catedral, donde reci-bió su instrucción primaria casi a es-condidas debido al conflicto cristero; a la alameda, donde resurgen los per-sonajes de la única novela que escri-bió La ciudad y el viento; y que retoma trazo a trazo, señalando con el índice las ventanas de las fincas que alguna vez existieron y sobre las cuales desa-rrolló la novela que motivó a Severino Salazar a ser escritor de novelas. Re-corre el Portal de Rosales, donde su tío Pedro Varela tenía una tienda en la que se vendía telas, sombreros, mercería, entre otras cosas, llamada El Surtidor; me señala también el sitio donde algu-na vez estuviera La Ciudad de Londres, y la finca que habitó por un tiempo en los altos del actual Sanborns. Insistimos en jalar el hilo del tiempo e ingresar casi al final de su estancia a la que fuera la fábrica de velas La Estrella, situada en la Av. Morelos 86, donde Mary García, su esposo Eugenio, su hijo, y Sergio Gar-cía, le permiten una vez más como a la mujer del Titanic, recobrar los res-tos del naufragio de imágenes en el que se sumerge en sueños. Cuando

Guadalupe DávalosReseña de viaje ingresa, precisa tender los puentes al pasado para darnos a conocer ¿qué es lo vivido? Coloca uno a uno los naran-jos, la granada y las azaleas en su si-tio, retira la escalera del segundo piso que no existía, invoca a la abuela, a la tía Lupe, al tío Manuel, al tío Andrés,

a los primos con los que compartía sus juegos, cuando el padre les dejaba con sus abuelos por largas tempora-das o estaba con ellos surtiendo los li-bros que hacían falta en la biblioteca; y también llegaban los parientes de Calera o los que habían quedado huér-

fanos y se cobijaban bajo el regazo de la abuela que tenía cariño para todos. Al ingresar al segundo patio de la zotehuela, recuerda cuando las cenizas del volcán de Colima se hicie-ron presentes en ese soleado reciento, o cuando las cajetas de membrillo se oreaban cubiertas por papel estraza,

porque la baranda de ese patiecillo con olor a ajenjo le permitía abarcar un mundo que empezaba a compren-der. Mirar a los transeúntes, regar las macetas plantadas en botes de hoja de lata, y recargada en su pretil, iniciar la búsqueda de las palabras para colocarlas

en el tendedero de la vida, sacarlas al sol, sumisas, jaladas por el viento de la ima-ginación, en esa vastedad, hacia ese cielo que no deja de deslumbrarla. Ha venido una vez más y ha te-nido que marcharse, no sin antes recordar el canto de los pájaros que cantan para pe-dir comida o para simplemente alegrarse

porque ha salido el sol y que se emocio-nan como todos los animales, tanto como los seres humanos, aunque se cuestiona a sí misma y dice: “Bueno, no sé tanto, por-que nunca he sido orangután”. Y entonces una llamada indica que se debe formar para abordar, hasta entonces.

Dolores Castro. Foto: Dolores Peñalosa Castro

Dolores Castro, ya es parte de la historia literaria de MéxicoEn el marco del Festival Cultural de Zaca-tecas 2014, la escritora, poeta, narradora, ensayista y crítica, Dolores Castro, recibió un sentido homenaje por parte de la familia literaria en el Estado. Reconocida por su trabajo y su esencia como la mujer contemporánea, la madre, la abuela, y a pesar de todo, la niña que refleja con su sonrisa y a través de sus ventanas del alma, “Lolita”, como la llaman de cariño, agradeció a la vida y al público ser lo que es, una mexicana que ya forma parte de la historia y de un sinfín de vidas que ha im-pactado a lo largo de sus 91 años de edad.

Fue durante la presentación del libro Dolores Castro 90 años. Palabra y tiempo (Cele-braciones críticas), realizada en el Foyer del Tea-tro Calderón, que la reconocida poeta de Algo le duele al aire recibiera la presea Minero de Plata y un reconocimiento por parte del gobernador Mi-guel Alonso Reyes, a través del titular del Instituto Zacatecano de Cultura, Gustavo Salinas Íñiguez. “Los zacatecanos la sentimos nuestra”, expresó Salinas Íñiguez al mencionar la identidad que tie-ne con el Estado la escritora de origen hidrocálido. La obra, recientemente presentada en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, está coordinada por Carlos Pineda.

Guadalupe Dávalos, encarga de la moderar en el evento, compartió junto a Ana Corvera, Yamilet Verónica Fajardo Veyna, Rubén Mendieta y Javier Peñaloza Mendoza, la lectura de textos dirigidos a la Lolita admira-da por el público, en su mayoría son jóvenes amantes de las letras inspirados por la vida de la poeta. Dolores Castro nació en la Ciudad de Aguascalientes en 1923. Cursó las carreras de Leyes y Literatura en la Universidad Nacional Autónoma de México, y posgrado en Estilística e Historia del Arte en la Universidad Compluten-se de Madrid.

Fue fundadora de Radio UNAM y co-laboró en la dirección de Difusión Cultural de la Universidad. También condujo el programa Poe-tas de México en el Canal 11 con Alejandro Avilés. Ha sido maestra de literatura en la Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad Iberoamericana, la Escuela de Periodismo Carlos Septién, entre otras instituciones. Ha sido durante décadas maestra de muchas generaciones de poetas. Formó tam-bién parte del grupo Ocho Poetas Mexicanos, integrado por Alejandro Avilés, Roberto Cabral del Hoyo, Javier Peñalosa, Honorato Ignacio Margaloni, Efrén Hernández, Octavio Novaro y Rosario Castellanos.

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LA GUALDRA NO. 146 / 28 DE ABRIL DE 2014

Río d

e pal

abra

sPor Pilar Alba

Por Alberto Huerta

Por Edgar Khonde

Manuel

Grisura

Se levanta de la mesa y sale

Manuel tiene dos trabajos, uno que no le gusta y otro que sí. El que no le gusta es el de ir a la escuela, se la pasa viendo las horas que faltan para que suene la campana que anuncia la salida, o contando los días para salir a vacaciones. Se le hace demasiado aburrido eso de los números, las ma-temáticas, la historia y la geografía. La lectura sí le agrada, pero la maestra ya casi no les lee cuentos como antes; lo de escribir eso sí le cae muy gordo: recibir los trabajos todos coloreados, con las faltas de ortografía encerradas en círculos rojos... “¿Para qué tanto sí de todos modos se entiende?”. Para Manuel ese trabajo es una pérdida de tiempo, no le ve el chiste, sólo es ir a calentar la banca. El que sí le gusta es su otro trabajo, el de ir a ayudarle a

Un silencio que llena, llena la noche, la noche que termina y aparece el día, el día que termina aburrido, aburrido el paisaje, paisaje urbano, urbano, es decir: gris. Gris la pared de enfrente, enfrente de ti: ella. Ella te mira. Mira, miras, te mira seria, seria como un gris profesor de historia por la mañana, mañana será otro día. Mañana.

- Me acuerdo de la primera vez que tra-bajaste en cine. Me acuerdo del temor que había en tus ojos, de cómo tem-blaba tu voz cuando dijiste que sería la primera y única vez que lo harías. Sin embargo, yo estaba seguro que ha-bías encontrado tu camino. Supe que a partir de ahí, tu vida giraría en torno a hacer películas. Tú pensabas que es-tabas en ese lugar por casualidad. Me acuerdo y me da cierta ternura, porque yo estuve en ese momento en el que finalmente te decantaste por algo, por-que creciste hacia alguna parte- le digo. Luego ella da dos caladas al cigarrillo, no entiende o no quiere entender. Hace años que dejamos de frecuentarnos, hace años que nos vol-vimos extraños. - Escribo, quiero encontrar espacios para contar historias. La bús-queda de esos espacios ha ido llenan-do mi vida hasta convertirme en una extensión de mi literatura. Es decir, la paraliteratura y la literatura se han confundido volviéndose una misma

su padre en el campo. Ahí en la labor siente que es realmente útil, le gusta remover la tierra, poner las semillas y ver cómo van saliendo poco a poco las matas de lo que plantan asegún le toque ese año: frijol, chile o maíz. Pero, sobre todo, le gusta el tiempo de la cosecha; cuando va con toda la familia a comer a la labor, o al muni-cipio a vender lo que sacaron. Sin em-bargo, últimamente, aunque su traba-jo le guste tanto, cada vez lo pone más triste: ya casi no llueve, no cae agua en la acequia y los pozos ya no dan para el riego. Es por eso que Manuel a veces llora, aunque los hombres no deban hacerlo, porque si se muere el campo también él, sus padres, sus hermanos, es más, todo el pueblo, al-gún día, terminarán por hacerlo.

cosa. Y eso me ha apartado de perso-nas y lugares. Para mí tú eres un lugar, no sólo una mujer. Eres un lugar que me dio momentos hermosos, casi poé-ticos. Me gusta esa idea de pensar en ti como un lugar, porque los lugares son duraderos, en el tiempo son has-ta eternos. Pero eres un lugar fuera de la literatura y yo soy una persona que camina y respira literatura. Eso nos ha vuelto extraños- le digo, luego sorbo un trago de café. Pone la mano sobre la mesa, aprieta sus labios, mira hacia un lado. - Eres un hijo de puta, con haberme dicho que me has extrañado y que has estado ocupado habría sido suficiente, pero vienes con esa perorata a hundir-me el corazón- dice. Se levanta de la mesa, camina hasta la salida. Llamo a la mesera para que me dé la cuenta. Nunca había escrito sobre ella, ahora que lo hago, creo que vol-verla sonidos, sílabas, palabras, la ha-cen parecer literatura. Eso me tiene ahora confundido.

Fernand Leger