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Doctorado en Educación LA GLOBALIZACIÓN. En la clase pasada se comentó lo referente a la globalidad, y precisamente en torno a ella gira mi deliberación, para lo cual presento los siguientes puntos: Ya hace más de una década, que la globalización o mundialización es una cuestión recurrente en la literatura económica e, incluso, en los medios de comunicación. Sin embargo, ambos términos circulan por todas partes, cargados de sentido y de valores contradictorios. Por lo que cabe, una aclaración terminológica: “mundialización” y “globalización” son dos términos prácticamente sinónimos. “Globalización” (globalization) predomina entre los anglosajones y “mundialización” (mondialisation) en el mundo francófono. En España se aprecia cierta tendencia a designar con el término “mundialización” la paulatina unificación del planeta Tierra —es decir, un fenómeno muy amplio que tiene dimensiones políticas, tecnológicas, culturales, etc.— y Mtro. en C. Fernando A. Granados Hernández 1

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Doctorado en Educación

LA GLOBALIZACIÓN.

En la clase pasada se comentó lo referente a la globalidad, y precisamente en

torno a ella gira mi deliberación, para lo cual presento los siguientes puntos:

Ya hace más de una década, que la globalización o mundialización es una

cuestión recurrente en la literatura económica e, incluso, en los medios de

comunicación. Sin embargo, ambos términos circulan por todas partes,

cargados de sentido y de valores contradictorios.

Por lo que cabe, una aclaración terminológica: “mundialización” y

“globalización” son dos términos prácticamente sinónimos. “Globalización”

(globalization) predomina entre los anglosajones y “mundialización”

(mondialisation) en el mundo francófono. En España se aprecia cierta

tendencia a designar con el término “mundialización” la paulatina unificación

del planeta Tierra —es decir, un fenómeno muy amplio que tiene

dimensiones políticas, tecnológicas, culturales, etc.— y reservar el término

“globalización” para los aspectos económicos de la mundialización. (Cassen,

2001).

En español, decimos habitualmente, "mundo", no "globo"; por lo tanto, sería

más correcto hablar de mundialización, no de globalización. El término

globalización como tendencia de los mercados y de las empresas a

extenderse, alcanzando una dimensión mundial que sobrepasa las

fronteras nacionales, no existe en el Diccionario de la lengua española, de

la Real Academia Española, hasta su vigésima segunda edición, publicada

en octubre de 2001; en esa misma edición todavía no ha aparecido el

término mundialización. Refiero ese año, porque es la última edición

impresa que adquirí.

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Así, al hablar de globalización se puede entender que dicho concepto se

trata una práctica hegemonizada de los Estados Unidos. Ya lo dijo el

famoso economista Galbraith (Borón, 1999: 146). que: “la globalización…

no es un concepto serio. Nosotros los americanos lo inventamos para

disimular nuestra política de penetración económica en otros países”

Es tan poco serio el concepto de globalidad que, surgió de un artículo

periodístico acerca de la microelectrónica (Mires, 1999: 177).

Ya es común entender a la globalización como la intensificación de las

relaciones económicas, sociales y culturales planetarias impulsadas por la

dinámica de los mercados; sobre todo de capitales, revolución tecnológica,

redes internacionales productivas, sociedad de la información y el

conocimiento y movilidad Internacional.

Con el concepto anterior se rompe el proceso de mundialización que se

venía dando con fenicios comerciando por el Mediterráneo, los venecianos,

los misioneros que llegaron a Japón era parte de un proceso de

mundialización, no de globalización.

Según Touraine (2004), la globalización significa una ruptura con el pasado

y consiste en un proceso nefasto mediante el cual los pueblos han cedido

(sin haberlo acordado) el poder sobre sus economías y sus sociedades a

fuerzas globales y antidemocráticas, tales como los mercados, las agencias

de calificación de deuda, etc.

Néstor García Canclini (1995), opina, que aun que cada término

(mundialización y globalización) nos posiciona ante un proceso diferente:

globalización, refiere cuestiones materiales (económicas y financieras),

mientras mundialización, refiere a los procesos culturales; los procesos de

globalización incluyen aspectos de interconexión e interdependencia

cultural. Es decir, que la globalización no existe si la cultura no participa.

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Pero, de igual forma los cambios globalizadores han modificado la manera

de concebir la cultura (procesos de producción, circulación y consumo de la

significación de la vida social).

Sin embargo, en la práctica se manejan ambos términos de manera

indistinta. Lo cual viene a comprobar la veracidad de lo que afirma García

Canclini (2001: 45), al decir que: “no es cierto lo que se dice sobre la

globalización. Por ejemplo, que unifica a todo el mundo. Ni siquiera ha

conseguido que exista una sola definición de lo que significa globalizarse, ni

que nos pongamos de acuerdo cuando comenzó, ni sobre su capacidad de

reorganizar o descomponer el orden social”.

Para muchos la mundialización es la “aldea global”, lugar de encuentro de

las personas y de los lugares, en el que no hay distancias y la información

se generaliza. En este sentido, la Internet nos brinda la posibilidad de

formar parte del mundo sin fronteras, cuando menos en apariencia, ya que

se necesita contar con los aparatos adecuados que hacen posible el

rompimiento de los límites espaciales, que antes eran inaccesibles y

continúan siéndolo para muchos (Granados, 2006: 111).

Los frutos del progreso se reparten de manera desigual, y son nocivos en

terminos del despilfarro y polución (Brucker, 2002), produciendo una

indigencia de más de 200 mil millones de personas a nivel planetario que

subsisten con un dólar o menos por día con privación de capacidades (Sen,

2000).

Con la globalidad se relaciona: 1) vertiginosa mundialización de los

capitales financieros 2) Cobertura geográfica planetaria y 3) la

universalización de las imágenes y mensajes audiovisuales en una versión

“Mac donalizada” de adopción de valores, estilos culturales, íconos, e

imágenes planetarias proyectada por el modelo estadounidense de

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consumo muy estandarizado, fetichizado y con baja calidad cultural

(Moreno, 2010). Es decir, cultura y educación rápida uniforme y chatarra.

Pero pese a todo, el termino se ha impuesto a nivel planetario, a través del

movimiento reaccionario iniciado por R. Reagan en Estados Unidos y M.

Thatcher en Gran Bretaña, postula la muerte definitiva del Estado de

Bienestar. Y prescribe a través de los organismos de Breton Wood, Banco

Mundial y el FMI, y de otros, (OCDE, CEPAL, OMC), la descentralización y

la delegación de funciones de gestión y de financiamiento a las propias

escuelas y a sus comunidades como el remedio apropiado para resolver la

incapacidad del Estado para sostener la educación pública, y asegurar el

pago de la deuda externa.

De esta manera, el BM, a través de sus “recomendaciones” agendadas

impone estándares para evaluar la calidad, eficacia, pertinencia,

productividad, y competitividad educativa.

Los estándares impuestos comprenden las llamadas competencias, las

cuales no aparecen a lo largo de la historia pedagógica, y si en la de la

economía. Surgen en 1776, con el libro: La riqueza de las naciones, de

Adam Smith, y debido a las tres revoluciones tecnológicas el Modelo de

Educación Basado en Competencias (MEBC), se ha convertido en un

modelo pedagógico único (Moreno, 2010).

Este formato educativo unidimensional, que apunta al predominio de la

formación en competencias laborales y capacidades técnico-racionales,

instrumentales de destrezas y habilidades puestas al servicio de las

estructuras socioeconómicas, subordina el desarrollo del sujeto como ente

multidimensional (Moreno, 2010). Algo similar, a las orejeras para las

mulas, que sólo ven el camino que el amo les impone.

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En México, el MEBC surge durante el inicio de la década de los noventa, el

BM lo lanzó para ser aplicado en el nivel medio superior y para la

modalidad tecnológica: CETIS, CBTIS, CONALEP Y CECATI, bajo el

nombre de Educación Basada en Normas de Competencias Laboral. de

manera gradual se extendió a todos los niveles y casi todas las

modalidades educativas.

Las acciones emprendidas desde 1992 en nuestro país para adoptar el

enfoque curricular de “competencias”, resultaron inadecuadas, pues Simon

Marginson (2005), uno de los expertos de mayor prestigio a nivel

internacional por sus investigaciones en el ramo, ha señalado que la

educación en competencias -como la que se busca aplicar en este país, ya

desde el milenio pasado- es la vía en que los sistemas educativos en el

mundo se "han destruido", debido a que sólo proporciona al alumno

"pedazos de información y habilidades concretas", lo cual le permite

insertarse en el mercado laboral dejando de lado los conocimientos

que fomentan la crítica. Esta misma visión es compartida por expertos de

instituciones educativas, como la máxima casa de estudios y la Universidad

Pedagógica Nacional.

La fase globalizante aparece como un capitalismo vacio, sin promesas

humanas, con un creciente lado oscuro de Internet. En el mejor de los

casos, con promesas de mejoramiento racional instrumental y tecnológico.

Extremadamente miserable en desarrollo de potencialidades educativas y

humanas (Moreno, 2010).

Además existe una severa bancarrota ético-moral que está produciendo el

proceso de decadencia de nuestra República como pocas veces se ha

presentado en toda la historia de nuestro país. Y sin embargo, dentro de

esta realidad “sísmica”, no se señala la posibilidad o necesidad de cambios

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profundos de las formas dominantes, sino la intensificación de la

competencia para triunfar sobre otros y las conocidas características de tal

estructura social (Granados, 2006).

Cuando la calidad en las aulas no es cuestión de modas, es un reclamo

social cada vez más intenso porque la escuela no satisface las expectativas

de la sociedad en este mundo cambiante. Y precisamente, ahora que

requerimos de un cambio en nuestra mentalidad colectiva para enfrentar los

problemas sociales y de competitividad; cuando de manera obligada,

debemos pensar en función de personas y no en términos de meras

mercancías se decide manejar la educación y la cultura con criterios y

necesidades de “libre mercado”.

Fuentes:

Borón, A. Falacias de la globalización, Nueva Sociedad, No. 163, Caracas, 1999.

Burke, J., Competence and Higher Education: Implications for institutions and professional bodies, en Raggat P. & Unwin L-, Chance and Intervention-Vocational Education and training, Londres, The falmer I´ress, 1991.

Cassen Bernard, Contra la mundialización liberal, un nuevo internacionalismo, Revista Le Monde Diplomatique, Barcelona, noviembre 2001.

García Canclini, Néstor. Consumidores y ciudadanos, Grijalbo. México, 1995.

García Canclini, Néstor. La globalización imaginada, Paidos, México, 2001.

Granados Hernández, Fernando, Investigación y guión cinematográfico: “Pancho Contreras”, FCPyS, UNAM, 2006.

Marginson Simon, La educación basada en competencias, La Jornada, 25 de agosto 2005.

Mires, F., La política en tiempos de la globalización, Revista Nueva sociedad, Caracas.

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Moreno, Prudenciano, La política educativa de la globalización, Horizontes educativos, UPN, 2010.

Sen A., Desarrollo y libertad, México, 2000.

Touraine Alain, Cómo salir del liberalismo, Paidós, 2004.

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