la genealogía de la tragedia argentina · 2013-03-14 · consideraba que la penetración del...

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er-saguier--Genealogia--Capitulo-00 La Genealogía de la Tragedia Argentina Tomo I Violenta subordinación de una población a un orden imperial-absolutista (Río de la Plata-siglos XVII y XVIII). Capítulo 0 Introducción del Tomo-I Los principales exponentes de un pensamiento dualista o marxista (Puiggrós, 1940; Astesano, 1941), aunque influidos por el economicismo positivista (Baran, Dobb), identificaban al cabildo con la comuna feudal, y consecuentemente, al estado colonial con el estado feudal. Consideraban al estado colonial como un aparato que controlaba todas las clases sociales con el orden imperial-absolutista como el principal flagelo, y a la denominada Revolución de Mayo como una revolución burguesa que se proponía un proyecto jacobino dispuesto a liberar a cuanto indio o negro subsistiera como esclavo. Más luego, los dependentistas (Peña, 1966; Frank, 1967; Spalding, 1974), siguiendo un criterio circulacionista y reduccionista, consideraban al estado colonial como un aparato controlado centralmente por el capital comercial y consecuentemente sobreestimaron el rol jugado por el orden patrimonial (venalidad de los oficios públicos) en las luchas políticas. Esta escuela de pensamiento visualizó al estado colonial como un estado burgués, a los conflictos inter-municipales como luchas inter-capitalistas, y consideraba que la penetración del capital comercial bajo el débil dominio de un orden mercantilista reforzaba un estado corporativo colonial. Entre aquellos que enfatizan las interpretaciones economicistas como explicación del proceso de formación de la estructura social colonial, las diferencias historiográficas concernientes a la caracterización de la etapa histórica se han centrado alrededor de la cuestión de cuál nivel económico era capaz de resolver el problema de la periodización. Al decir de Semo (1978) “…los períodos se caracterizan por el hecho de que en ellos se resuelven problemas históricos determinados de importancia fundamental para el desarrollo de una época histórica”. 1 Un extremo de este debate historiográfico es el nucleamiento de aquellos investigadores americanistas que recurren fundamentalmente al nivel de la producción como clave para resolver dicho problema metodológico. 2 Una debilidad común a este grupo consiste en desconocer el proceso de satelización o periferalización del hinterland por obra del capital comercial. Este grupo no reconoce que subestimar el rol de la circulación, implica una reducción del origen del proceso de periferalización a sólo causas políticas o extra-económicas. Para este nivel de análisis la clave para caracterizar una etapa histórica debe buscarse o bien en el grado de desarrollo y conformación de las fuerzas productivas, incluida la tasa marginal de sustitución entre los mismos factores de la producción para cada producto, o bien en el grado de divorcio o disolución de la relación de los productores directos (peones o sirvientes) con la tierra y los medios de producción, o

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  • er-saguier--Genealogia--Capitulo-00

    La Genealoga de la Tragedia ArgentinaTomo I Violenta subordinacin de una poblacin a un orden

    imperial-absolutista (Ro de la Plata-siglos XVII y XVIII).

    Captulo 0 Introduccin del Tomo-I

    Los principales exponentes de un pensamiento dualista o marxista (Puiggrs,1940; Astesano, 1941), aunque influidos por el economicismo positivista (Baran,Dobb), identificaban al cabildo con la comuna feudal, y consecuentemente, al estadocolonial con el estado feudal. Consideraban al estado colonial como un aparato quecontrolaba todas las clases sociales con el orden imperial-absolutista como el principalflagelo, y a la denominada Revolucin de Mayo como una revolucin burguesa que sepropona un proyecto jacobino dispuesto a liberar a cuanto indio o negro subsistieracomo esclavo.

    Ms luego, los dependentistas (Pea, 1966; Frank, 1967; Spalding, 1974),siguiendo un criterio circulacionista y reduccionista, consideraban al estado colonialcomo un aparato controlado centralmente por el capital comercial y consecuentementesobreestimaron el rol jugado por el orden patrimonial (venalidad de los oficios pblicos)en las luchas polticas. Esta escuela de pensamiento visualiz al estado colonial comoun estado burgus, a los conflictos inter-municipales como luchas inter-capitalistas, yconsideraba que la penetracin del capital comercial bajo el dbil dominio de un ordenmercantilista reforzaba un estado corporativo colonial.

    Entre aquellos que enfatizan las interpretaciones economicistas comoexplicacin del proceso de formacin de la estructura social colonial, las diferenciashistoriogrficas concernientes a la caracterizacin de la etapa histrica se han centradoalrededor de la cuestin de cul nivel econmico era capaz de resolver el problema de laperiodizacin. Al decir de Semo (1978) los perodos se caracterizan por el hecho deque en ellos se resuelven problemas histricos determinados de importanciafundamental para el desarrollo de una poca histrica.1 Un extremo de este debatehistoriogrfico es el nucleamiento de aquellos investigadores americanistas que recurrenfundamentalmente al nivel de la produccin como clave para resolver dicho problemametodolgico.2 Una debilidad comn a este grupo consiste en desconocer el proceso desatelizacin o periferalizacin del hinterland por obra del capital comercial. Este grupono reconoce que subestimar el rol de la circulacin, implica una reduccin del origendel proceso de periferalizacin a slo causas polticas o extra-econmicas.

    Para este nivel de anlisis la clave para caracterizar una etapa histrica debebuscarse o bien en el grado de desarrollo y conformacin de las fuerzas productivas,incluida la tasa marginal de sustitucin entre los mismos factores de la produccin paracada producto, o bien en el grado de divorcio o disolucin de la relacin de losproductores directos (peones o sirvientes) con la tierra y los medios de produccin, o

  • bien en el grado de restriccin de las actividades de los arrendatarios o aparceros, ya seaal plano de la reproduccin simple o al de la reproduccin ampliada, o bien, finalmente,en el grado de conflicto o coexistencia entre la economa natural y la economamonetaria. O entre la produccin para el mercado y la produccin para el uso.

    A juicio de Bag (1949), quien en esto sigue a Maritegui, el sector externoregional debi su crecimiento durante la conquista y la colonizacin no a la imposicinde relaciones sociales de produccin feudales sino, por el contrario, a la instauracin derelaciones esclavistas (mita y repartimiento) en la explotacin de la fuerza de trabajo,frenando con ello la eventualidad de una transicin del indio a la condicin detrabajador libre o asalariado. La existencia de un asalariado indgena no implicaba enmodo alguno la vigencia de relaciones sociales de produccin capitalistas, pues setrataba a todas luces de un salario bastardeado por el endeudamiento, incapaz de atraermano de obra a menos que fuera expulsada de su lugar de origen por una suerte demigracin forzada (Chevalier, 1952; Zavala, 1968). No obstante, para liberalesrevisionistas como Gibson (1967), Kay (1976, 1977), Katz (1974) y Bauer (1979), lasdemandas indgenas de crdito como condicin para su trabajo no eran, tal como losugieren Zavala (1969) y Chevalier (1952), un indicio de servidumbre, mas por elcontrario, un testimonio de la ausencia de poder extra-econmico por parte de losterratenientes, y de la presencia de un fuerte poder negociador en manos de losindgenas.

    Ms luego, segn Spalding (1974), exponente de la escuela de la dependencia, laprincipal fuente de obtencin de dinero para el indio era la venta de trabajo y el trabajoasalariado. Mas para Reyes Flores (1983), no es la venta de fuerza de trabajo delcampesino lo que caracteriza a las relaciones sociales en el Per colonial, sino todo locontrario, son las prestaciones en especies y en trabajo las que rigen las relaciones entrela clase campesina y la clase dominante en general. Lo cierto es que los campesinos novenden sino que, por el contrario, pagan sus deudas con fuerza de trabajo, porcuanto al ser el circulante metlico muy escaso en el Per colonial, no podan pagar loscampesinos sus deudas en dinero.

    Sin embargo, de la crtica a las postulaciones dualistas (Puiggrs, Astesano) queafirmaban la naturaleza feudal de las regiones ms aisladas, las corrientescirculacionistas (Pea, 1966; Frank, 1967) derivaron la tesis de que an las ms remotasregiones de Amrica Latina haban estado dominadas por la economa de mercadosiendo por ello capitalistas desde el mismo inicio de su colonizacin. Es por reaccin aesta dicotoma que hay quienes afirman que el pecado original de la conquista y lacolonizacin ibrica no reside en que ella hubiere sido capitalista, tal como lo sostienenlos dependentistas, por haber formado parte del proceso originario de acumulacin aescala mundial, ni en que hubiere sido feudal, tal como lo venan sosteniendo lashistoriografas liberal y dualista o marxista tradicional, sino en que, al decir de Mires(1980), ni siquiera fue lo suficientemente feudal como para generar condicionescapaces de evolucionar en trminos capitalistas.

    El recurso metodolgico del circulacionismo se haba originado en la influenciaprovocada por el pensamiento liberal decimonnico.3 Este grupo identificaba laAmrica hispana colonial con el orden feudal. Segn sus integrantes, el orden feudal eraun sinnimo de atraso y de economa cerrada, y el orden capitalista de dinamismo y deprogreso. La identificacin entre feudalismo y estancamiento tambin la proyectaban al

  • perodo posterior a la denominada revolucin de independencia. El afn de asociar alorden feudal todo lo ms autoritario acontecido en la Amrica Latina los llev aaquellos autores ms propensos a las lecturas de los historiadores romnticos, aidentificar por analoga el perodo de la anarqua posterior a la revolucin deindependencia con el de la Guerra de los Cien aos acontecida durante la edad media, ya los dictadores decimonnicos con los reyes feudales que pusieron fin a dichas guerras(Magarios Cervantes, 1854; Estrada, 1877; Lpez, 1896; y Quesada, 1898). Laasociacin paradigmtica del dictador argentino Juan Manuel de Rosas con el reyfrancs Luis XI es en ese sentido el fruto directo o indirecto de la lectura acrtica de losescritos romnticos de Chateaubriand acerca de los orgenes de la nacionalidadfrancesa.4 Como Luis XI, quien ataj la oposicin interior y exterior (alianza anglo-borgoona) con una resolucin inflexible, utilizando todos los recursos de su espritusutil, de sus retorcidas combinaciones, y de su desvergonzado cinismo, recuperandopatrimonios provinciales, acaparando gobiernos municipales, extorsionando mayoresimpuestos, y reprimiendo las intrigas aristocrticas; Rosas tambin fren la oposicininterior y exterior al poder de los terratenientes ganaderos porteos con los recursos desu doblez y espritu ladino y con el arma del terror, expropiando a sus opositores,premiando con ddivas y sinecuras a sus cmplices y aduladores, bloqueando la librenavegacin de los ros interiores, e impidiendo la organizacin constitucional de larepblica.5

    Como reaccin frente a las interpretaciones economicistas y esencialistas, otrascorrientes de pensamiento quedaron prendadas por reflexiones sociologistas,antropologistas, demografistas y culturalistas. El centralismo y el orden patrimonialfueron ubicados por autores ms recientes como opciones distintas en los mecanismosde concentracin del poder poltico.6 A diferencia del centralismo que debe encuadrarseen la denominacin racional de Weber; y el caudillismo que debe concordar con ladominacin y legitimacin carismtica; el patriarcalismo, el clericalismo, elestamentalismo y el patrimonialismo caen --a juicio de Vliz (1984)-- dentro de lacategora Weberiana de autoridad tradicional.

    La auto-representacin y los imaginarios de los diferentes grupos ideolgicos,tnicos y sociales, como motores del proceso de formacin del orden colonial-absolutista, tambin sufrieron variantes profundas segn a que regin geogrfica serefirieran y cual corriente de pensamiento tuvo la responsabilidad de caracterizarlos.Tratndose de las regiones centrales del imperio colonial con alta densidad de poblacinoriginaria y escasa inmigracin europea (Mxico y Per), el pensamiento liberal eindigenista tiende a reducir el hecho tnico al hecho econmico, con el resultado que elindio es visto como el equivalente del campesino (Bonfil Batalla, 1980). Por elcontrario, el pensamiento conservador, nacionalista o de la continuidad endgena oterritorial tiende a aislar el hecho tnico con una autonoma tan absoluta, que lasdiferencias econmico-sociales en el seno de la masa originaria quedan camufladas porlos comunes elementos histrico-populares.

    Tratndose de las regiones perifricas del imperio espaol con baja densidad depoblacin originaria y abundante inmigracin europea (Nueva Granada y Ro de laPlata) el debate se traslada a las corrientes migratorias y el eje del mismo se desplazadel originario al criollo. Para los liberales los criollos constituan la minora dominantey los inmigrantes europeos conjuntamente con los negros y las castas la masa oprimida.Sin embargo, para una visin crtica de las minoras tnicas y nacionales, los

  • inmigrantes europeos no constituyeron ni una minora opresora ni una oprimida, sinouna suerte de minora intermediaria.7 Elegir al criollo, al negro, al gaucho, al originario,o al inmigrante europeo como ncleo central de la cuestin nacional, en los trminostnicos en que las diversas escuelas de pensamiento histrico los trataban, implica elsurgimiento de un vasto repertorio de antagonismos: criollos versus europeos, negrosy/o originarios vs. blancos, campo vs. ciudad, puerto vs. interior, federalismo vs.unitarismo. Ello no slo implica el imperio de una clave racial que subordinaba lasclaves sociales, culturales, econmicas, polticas e histricas; sino tambin reproduciren todos y cada uno de estos planos de la realidad, el conflicto de la clave principal.

    Entre los que enfatizaron las interpretaciones antropologistas y sociologistascomo explicaciones del proceso de formacin de la estructura social colonial, Blank(1972), Ramrez-Horton (1977) y Felstiner (1976) descansaron (forzados por la realidady la documentacin que estudiaron) en una red fundacional de clanes familiaresfocalizando esencialmente en la clase terrateniente y encomendil, con un fuertedesinters por una poblacin flotante de comerciantes itinerantes que operabanprincipalmente a travs de transacciones crediticias. Por el contrario, Johnson (1974),Socolow (1978) y Moutoukias (1988) se basaron en una poblacin exgena o portuariadonde el movimiento migratorio jug un rol crucial. Pese a sus inobjetables mritos lastesis de Johnson y Socolow adolecen de serias carencias metodolgicas. Al exagerar elvalor de los autos sucesorios, las cartas dotales y los testamentos, Socolowindebidamente ponder unos pocos momentos nicos en el ciclo de vida mercantil delos comerciantes porteos (aquellos del matrimonio, viudez y deceso), dejando a unlado el largo perodo de acumulacin y desacumulacin entre esos crticos eventosdemogrficos. De igual manera, acentuando el rol de las manumisiones, Johnson (1979)ha dado implcitamente implicaciones estratgicas a slo dos momentos en el ciclo devida de los esclavos porteos, aquellos de la libertad y el aprendizaje, con lo que si bienha contribuido al conocimiento de la gestacin de la clase asalariada, ignora un ciclo devida completo de cambios domsticos ocurridos antes de la manumisin, as como de lahistoria de la segregacin racial que le sigui cuando liberto.

    A diferencia del mundo andino donde como hemos visto persista el modo deproduccin comunal o de subsistencia, en el Ro de la Plata, Johnson (1974) prob que elfcil acceso a los oficios artesanales para los miembros de las castas, especialmente paralos inmigrantes negros del Brasil, permiti a estos ltimos un potencial para la seguridadeconmica que les hubiera sido negada dentro de la forma corporativa tradicional. Enforma similar, Rosal (1988) prob que el frecuente acceso de los negros libres a lapropiedad inmueble urbana, permiti a estos ltimos un potencial para la movilidad socialque les hubiera sido negada dentro de la estructura estamental tradicional. Sin embargo,ese potencial para la movilidad social se consolid? las compraventas de chacras, tiendasy casas eran seguidas por las compraventas de los esclavos que las poblaban?,8transitaran los miembros de las castas cerradas de la esclavitud urbana colonial unproceso hacia un sistema abierto de clases con la sola presencia del mercado y el capitalcomercial? Contestar afirmativamente conducira tambin, a resultados errneos, pues laformacin, amplitud y dinamismo de los mercados de mano de obra esclava urbana sehallaba frenada por la persistencia de un modo de produccin comunal o de subsistenciarepresentado por las llamadas fraternidades o naciones africanas.9

    No obstante estas evidencias, McCaa, Schwartz y Grubessich (1979), y McCaa(1984) concluyen que la expansin y colonizacin capitalistas en Amrica Latina en lugar

  • de acelerar el mestizaje o crisol de razas reforz la estratificacin racial. En efecto, en laAmrica Latina colonial al no haber el mismo espacio socio-poltico para todos, es la lneadel color o de castas la que se convierte, segn Halpern Donghi (1969), en un dolorosoinstrumento de control y de exclusin social, envenenando de sentimiento anti-peninsular atodos sus incriminados, por lo general miembros de la elite, que procuraban un lugar enese margen tan estrecho.10 Ms an, sostener que las castas aisladas de la sociedadcampesina andina transitaran a un sistema abierto de clases con la sola presencia delmercado y el capital comercial conduce, segn Golte y la Cadena (1983), a resultadoserrneos, pues la formacin de los mercados de mano de obra rural se hallaba frenada nosolo por la persistencia del modo de produccin campesino o parcelario sino tambin porla persistencia del modo de produccin comunal o de subsistencia.11

    En tanto que para Roig (1982), la lucha de castas fue el particular modo en que sedio la lucha de clases y la lucha entre las fracciones de clase en el mundo colonial.12 Estaes tambin la posicin sustentada por Stoler (1992) para explicar el rol del mestizaje omestizacin en el Sudeste Asitico; por Klein (1992) para explicar el mismo fenmeno enel Sudoeste Norteamericano; por Lombardi (1975) para el caso del Brasil; y por muydiversos y numerosos autores para demostrar dicha situacin en el Cono Sur de AmricaLatina.13 Stoler se funda para ello en la nocin de frontera interior, acuada por Fichte ensu famoso Discurso a la nacin Alemana.14 La pretensin de probar Limpieza desangre no era, segn Roig (1982) y Robinson (1979), un ardid ni un mecanismo legal malvisto en ese entonces, sino una va legtima "...para asegurar una determinada posicinsocial".15 Una va legtima que fue inaugurada en la Europa mediterrnea para combatir laasimilacin de los hebreos. En efecto, por el proceso de limpieza de sangre cualquierindividuo poda --entre los momentos del bautismo, el matrimonio y el fallecimiento--'aclarar' legalmente, es decir cambiar un status racial por otro. Mientras hubiere testigosdispuestos a sostener dicho cambio ninguna autoridad eclesistica se habra atrevido adesafiar la voluntad del aspirante a un mejor status.16 Finalmente, para Andrews (1980) yBrown (1986), ni siquiera el fenmeno de la Independencia, pese a sus "buenasintenciones", quebrant la continuidad del tipo de segregacin racial, heredado de lacolonia.

    Analizando la experiencia contempornea del llamado Tercer Mundo, Lemarchand(1968), Kuper (1971) y Connor (1972), hallaron que la descomposicin de los sistemasjerrquico-tnicos condujo a menudo a una considerable transformacin social que fueacompaada de una formidable cuota de fracturas violentas.17 En ese sentido, en laAmrica Hispana, para Endrek (1966), Mrner (1980), Gngora (1975) y Cotler (1978), elproceso de diferenciacin interna de las clases sociales no habra podido desarrollarsedebido principalmente a los obstculos que le oponan elementos tnicos y estamentales.Sin embargo, en otras sociedades, donde dichos elementos existan y donde el proceso demestizaje o mestizacin tampoco se materializ, la sociedad de clases pudo por el contrarioprosperar. En efecto, mientras en los estados norteos de los Estados Unidos las burguesaslocales se pensaban a s mismas en trminos econmicos o de clase, el patriciado oburguesa criolla en Amrica Latina tomaba conciencia de s misma en trminos raciales ode casta, entendindose por este ltimo trmino la posicin social ocupada en un amplioabanico de innumerables cruzamientos tnicos.

    ltimamente, influido por ciertas corrientes de pensamiento post-modernas,18Smith (1992) ha concluido que al igual que la conciencia de clase no surgeautomticamente del modo de produccin, la conciencia tnica tampoco surge

  • automticamente de condiciones objetivas tales como la nacionalidad, la religin, el origengeogrfico o los atributos raciales, sino que es socialmente producida a travs de lascontinuas y repetidas interacciones de grupos.19 En ese sentido, Pietschmann (1987) haafirmado que el color de la piel no siempre operaba como un estigma excluyente, pues si algrupo dominante y clientelstico le convena incorporar a sus propias filas elementossociales de otro color no dudaba en hacerlo; y Flores y Yudice (1990) han explorado cmola identidad tnica latina en los Estados Unidos ha sido construida a travs de luchasalrededor del lenguaje.20

    Y como reaccin frente a las interpretaciones sociologistas, demografistas yculturalistas, otra escuela de historiadores ha alegado que las aproximacioneshistoriogrficas que no toman en consideracin las cuestiones polticas, como las crisisde estado, tampoco pueden explicar por qu las transiciones ocurrieron. Para este nivelde anlisis la clave para caracterizar una etapa histrica debe buscarse o bien en el gradode desarrollo y conformacin de los rdenes polticos prehispnico, imperial-absolutistay nacional-republicano, o bien, en el grado de coexistencia entre dichos rdenes.

    Mientras Beezley; Fals Borda y Wiarda hicieron eje en las crisis de estado; lasaproximaciones etnolgicas (Foucault) o antropolgicas (Descola) lo hicieron en lasmatrices polticas, sociales y cosmolgicas; Skocpol, Trimberger y Andrien lo hicieron enlas crisis fiscales; y Pietschmann y Moutoukias en la corrupcin de las elites.21 Para lascorrientes y autores citados, los moldes cosmolgicos y comunitarios del ordenprehispnico, las reglas, dispositivos o esquemas de relacin que hacen posible todas lasformas de intercambio, produccin, consumo, predacin, proteccin y transmisin; lospatrones jerrquicos y nepticos de estamentos y corporaciones; el sistema de fueros yprivilegios corporativos; y el poder de las estructuras poltico-patrimoniales propias delorden colonial-absolutista habsburgo o de los Austrias persistieron an despus de haberseproducido las Reformas Borbnicas y la denominada Revolucin de Independencia.22 Porejemplo, el hecho de que en tiempos de Rosas (1836-52), e incluso en tiempos de lapresidencia de Roca (1880-86), el gobierno siguiera reclamando el pago de personeros,23como requisito para que alguien de posibles lograra ser exceptuado del servicio deMilicia, reflejara la permanencia del patrimonialismo militar.24 Y pese a que losmayorazgos y las vinculaciones fueron prohibidos por la Asamblea del Ao XIII (1813)--dichas instituciones lograron perpetuarse maquillados en la sucesin de los patronatos y losbeneficios capellnicos, hasta sancionarse en la segunda mitad del siglo XIX el CdigoCivil.25 Qu era lo que defina la constitucin de una burocracia patrimonialista ycorporativa? fueron el patrimonialismo y el corporativismo, prevalecientes en el ordencolonial-absolutista, semejantes a los vigentes durante el orden nacional-republicano?fueron las limitaciones etno-cntricas (la alternativa y la legislacin persecutoria delnepotismo), vigentes durante el orden colonial-absolutista, semejantes a las existentesdurante el orden nacional-republicano?. No contestar estos interrogantes correra el riesgode no poder explicar porqu las revoluciones ocurrieron, ni por qu ocurrieron cuando ydonde lo hicieron.

    Finalmente, otra corriente de historiadores ha alegado que las aproximacioneshistoriogrficas que no toman en consideracin las cuestiones morales y espirituales,como las religiosas, tampoco pueden explicar por qu las transiciones ocurrieron.Hidalgo (1982), Abercrombie (1986), Platt (1987), Szeminski (1990), Spier (1994),Canessa (2000) y Hall (2004) han sugerido que en momentos de extrema radicalizacinpoltica, sta se volva una guerra de religin pues los originarios negaban su identidad

  • cristiana, y resucitaban con ms fuerza las ideas precolombinas de legitimacin ritual.Ms an, Abercrombie (1990, 1992) y su discpula Pitzer (1992) han ensayado la tesisde que el rol y la participacin de los originarios en los cabildos y las cofradas, quetenan la responsabilidad de montar el sistema de festividades religiosas, poda serinterpretado como en medio de una tensin entre los poderes secular y eclesistico ysimultneamente como sucumbiendo y como resistiendo al poder colonial.

    Plan del Tomo-I

    El tomo est dividido en ocho (8) secciones, y cada una de stas en captulos,totalizando treinta (30) captulos, y ms de un centenar de apartados y acpites, dondecada captulo est identificado con su respectiva notacin diferenciada. El tomocomienza con una breve introduccin, seguida por la metodologa y las fuentesdocumentales analizadas.

    En la primera seccin tratamos el trasiego cultural y las guerras en el contexto deun orden inquisitorial; en la segunda la configuracin de un orden multiculturaljerarquizado, estamental y esclavista; en la tercera la articulacin de un entreptmercantilista con un hinterland minero-rural; en la cuarta el mercadeo y valorizacin detierras, casas y mano de obra; en la quinta la explotacin mercantil de un enclave minero;en la sexta la patrimonializacin de una administracin venal; en la sptima la corporativizacin dela burocracia colonial; y en la octava la aristocratizacin y nepotizacin del orden colonial-absolutista.

    La seccin primera est compuesta por tres captulos, consistentes en la crisis orgnica enel estado colonial americano, la naturaleza contradictoria del estado colonial hispano-americanoy el origen del auto-gobierno, y el reformismo erasmiano y las luchas intra-coloniales. Lasegunda seccin la comprenden cuatro captulos, consistentes en la intermediacin de unaminora fornea en una polis fragmentada., la gestacin de un patriciado rural, laretribucin estipendiaria de la esclavitud urbana colonial y la subalternizacin de losoriginarios como fuerza de trabajo colonial. La tercera seccin est compuesta por sietecaptulos, consistentes en la guerra y la paz y las fases del comercio, las presionesmercantiles y el reparto forzoso en el siglo XVIII, y los ciclos del mercado de mercancas yel rol del crdito mercantil (siglo XVIII). La cuarta seccin la comprenden cuatrocaptulos: el mercado inmobiliario urbano y la movilidad social (Buenos Aires, sigloXVIII); el mercado inmobiliario rural y su incidencia en la estructura social Rioplatense; yel mercadeo de trabajo forzoso (indgena, liberto y mestizo). La quinta seccin lacomprenden cuatro captulos consistentes en: la penuria de agua, azogue, y mano de obraen el Potos de fines del siglo XVIII, la escasez de medios de vida en la industria minera, lafase extractiva de la minera colonial y la fase del refinado y clculos de rentabilidad de laazoguera potosina.

    La sexta seccin la comprenden cinco captulos: la venalidad de los oficios capitulares,el poder de recaudar impuestos, librar licencias y administrar bienes, el patrimonialismo enel rgimen de personeros y levas de la milicia, el reclutamiento y promocin en la carreraeclesistica, y las presiones crediticias eclesisticas y su recepcin en la estructura social.La sptima seccin est compuesta de tres captulos, la naturaleza de la burocracia colonial, lalucha del gran comercio contra las presiones corporativas de Cabildos, Iglesia y Milicia, y lascontradicciones entre los fueros capitulares y el poder de una burocracia subordinada(Gobernadores, Virreyes y Oidores).

  • Y la octava seccin est compuesta por seis captulos, consistentes en elcortesanismo y endogamia en los Cabildos del interior del Ro de la Plata (1760-1790), el etno-centrismo capitular en las ciudades carentes de inmigracin del Ro de la Plata (1700-1776), laexogamia en los cabildos y la inmigracin de comerciantes peninsulares (1760-1810), lascuotas exgenas o endgenas en las recusaciones capitulares, y las nepotizaciones clerical y militar.

    Seccin I-A Trasiego cultural y guerras en el contexto de un ordeninquisitorial

    En la historiografa del colapso imperial espaol, la de la crisis poltica propiamente dichagir tradicionalmente alrededor de las repercusiones que las guerras de religin (1618-1648), y de sucesin (1700-13), as como las derivadas del Pacto de Familia (1754-56)tuvieron en sus colonias, y en especial alrededor de los episodios desencadenados por losexpansionismos holands y britnico. Sin embargo, las repercusiones culturales y socio-religiosas que tuvieron en los siglos XVI y XVII el trasvasamiento cultural hispano y lasproposiciones erasmianas, relativas a los rituales, las ceremonias y los sacramentos,rescatadas muchas de ellas de antiguos textos latinos, fueron por lo general ignoradas odejadas de lado.

    En esta primera seccin, dedicada a investigar el contagio de la crisis colonial en elcontexto de un orden inquisitorial, trato en tres captulos consecutivos el trasiego otrasvasamiento cultural y las luchas intra-coloniales, la crisis orgnica en el estado colonialamericano, y el anlisis del origen del auto-gobierno, y de la naturaleza contradictoria del estadocolonial hispano-americano

    Captulo I-A-1: Trasiego cultural y luchas intra-coloniales.

    ndice

    A-I. El desplazamiento violento del orden y la cosmologa prehispnica.A-II. Imposicin de la cultura hispana y gestacin de la cultura hispano-criollaA-III Recepcin de nociones humanistas (antigedad clsica) del RenacimientoEuropeo.A-IV Luchas de facciones en la elite dominanteA-V Faccin Confederada e influjo erasmiano.A-VI Derecho al voto pasivo.A-VII Venta de cargos.A-VIII Nuevo bloque histrico.A-IX Requisitos de eleccin capitular.

    A-I. El desplazamiento violento del orden y la cosmologa prehispnica.

    El orden prehispnico y su cultura, que estaba fundado en un orden cosmolgicopre-moderno, fue violentamente desplazado por el orden hispnico, su dominacinabsolutista y la cultura del siglo de oro en los siglos XVI y XVII. Este nuevo orden estabaa su vez cimentado en el dualismo entre cultura y naturaleza, que fue quiz el verdadero

  • secreto del xito del absolutismo colonial.26 Pero este desplazamiento no fue homogneo,pues contaba con profundas diferencias determinadas por las cualidades histricas,geogrficas y etnolgicas de las poblaciones prehispnicas.27 Tal como lo anunciamos enla Introduccin general, para poder evaluar y comparar estas diferencias el antroplogofrancs Descola (2005) nos provee de un esquema cuatripartito de cuatro ontologas odistribucin de propiedades: la animista, la totmica, la analgica y la naturalista, segncomo se articulaba entre humanos y no-humanos (plantas y animales) la sociedad y lanaturaleza.28

    A semejanza de las Guayanas y de la Nueva Guinea, en donde la construccinontolgica contaba con un comportamiento y unas formas exteriores diferentes odiscontnuas y una interioridad (alma, espritu) parecida o contnua, las civilizacionesguaranticas que poblaban el litoral paraguayo y rioplatense estaran fundadas en unaconstruccin ontolgica animista, conocida como la tierra sin mal.29 Y parangonandocon las civilizaciones maya y azteca, que fraccionaban el conjunto de interioridades yfisicalidades en una multiplicidad de esencias, formas y sustancias separadas, lasculturas altiplnicas de Amrica del Sud (quechuas, aymaras, diaguitas) estarancimentadas en una construccin ontolgica analgica.30 Finalmente, los contingenteshispnicos de la conquista y la colonizacin al estar preados de una discontinuidad en lasinterioridades y una continuidad en las fisicalidades (donde regan unas mismas leyes de lamateria y la vida) estaran basados en una construccin ontolgica naturalista.31 Estaltima y slo ella autoriza --de acuerdo con Descola-- la coexistencia de diferentesesquemas de relacin (intercambio, predacin, don, produccin, proteccin, transmisin)donde ninguno alcanza a dominar a los otros.

    A-II. Imposicin de la cultura hispana y gestacin de la cultura hispano-criolla

    El esquema ontolgico naturalista habra emergido durante el renacimiento delseno del mundo analgico de la edad media.32 Los colegios eclesisticos y lasuniversidades cuyas aulas integraron los maestros llegados de la pennsula, son los queabrieron los cauces propicios a la corriente espiritual, intelectual y cientfica de dichoorden dualista. La distincin entre naturaleza y cultura tuvo una propagacin creciente ydiversa, cuyos resultados se palparon prontamente en el sentido de un peculiar sincretismoo adopcin definitiva de los bienes del trasplante o trasiego; o como sostiene GrossoLorenzo (2004) de una hibridacin ascendente; o al decir de McClary (1997), de unasubrepticia difusin de trazos y tropos de otras procedencias tnicas y geogrficas.33 Noobstante la relevancia del largo y contradictorio proceso de bsqueda de un discursocultural, literario y jurdico propio --donde la expresin de los agravios sufridos con lacolonizacin abonara en la conciencia de las elites criollas la concepcin de laindependenciaeste no mereci hasta el presente un tratamiento equivalente.34

    En lo que respecta a la imposicin de la cultura hispana, la presencia de escritores,poetas y juristas, algunos de los cuales decidieron permanecer en las distintas coloniasamericanas, contribuy a complementar y fundir las experiencias con los conocimientosprodigados desde la ctedra. A Nueva Espaa acudieron Mateo Alemn,35 sevillano, autorde Aventuras y Vida de Guzmn de Alfarache, Atalaya de la Vida, novela cuya primeraparte se public en Madrid en 1599, y de Vida de San Antonio de Padua, precedida decomposiciones en versos latinos; el neoescolstico renacentista Alonso Gutirrez,36discpulo de Fray Luis de Len, con quien tuvo el privilegio de la amistad, y que al tomarel hbito religioso de San Agustn, se llam Alonso de la Veracruz;37 el bastardo Bernardo

  • de Balbuena, autor de Grandeza Mexicana;38 y Gutierre de Cetina, el italianizante ypetrarquista poeta de los madrigales, as como eximio sonetista, quien a instancia de unode sus hermanos, compaero dilecto de Hernn Corts, arrib a Mxico en el ao de1547.39

    Asimismo, a tierras del Per viajaron numerosos poetas y escritores que dejaronhondos testimonios de su estada.40 Entre ellos, ingenios como el lusitano EnriqueGarcs,41 traductor de Los Lusiadas de Camoens; y el poeta Montesdoca, apodado "elIndiano", ambos amigos de Cervantes;42 el andaluz Luis de Belmonte Bermdez;43 elrenacentista Diego Dvalos y Figueroa, fundador de la Academia Antrtica;44 lossevillanos Diego Mexa de Fernangil,45 y Mateo Rosas de Oquendo;46 fray Diego deHojeda, dominico y regente de su orden, autor de La Cristada, poema barroco en octavasreales, considerado el primero de los picos sagrados espaoles,47 y muchos poetas ydramaturgos, algunos que escriban en lenguas originarias (quechua, aymara y nahuatl)como Juan de Espinosa Medrano, apodado El Lunarejo,48 y Fray Luis Jernimo de Or,mencionado este ltimo en ese entonces por una poetisa annima.49

    La imprenta llevada a Nueva Espaa por el Virrey Antonio de Mendoza en losprimeros aos de la colonizacin,50 y al Per por los Jesuitas en 1567,51 signific unapoyo categrico a la accin de los colegios y universidades en el desarrollo de las letras yel gnero potico. La aparicin de libros impresos en ambos territorios, los de mayorimportancia en Amrica para el orden imperial-absolutista, tanto desde el punto de vista delos intereses materiales como religiosos, profundiz el afn por el estudio y la creacinartstica. Del Inca Garcilaso se editaron los Comentarios Reales y fue el primer americanoen escribir en lengua de castilla;52 de Snchez Viana, se public Arte Potico enEspaa;53 de Diego Aguilar y Crdoba,54 se edit El Maran, crnica en verso, entreotras obras literarias y religiosas que fueron apareciendo hasta fines del siglo XVII. El rolde las bibliotecas pblicas y privadas, as como la de los biblifilos, tambin signific unbastin decisivo en el cultivo de la prosa y el verso.55 Las Academias Literarias y loscertmenes poticos constituyeron a su vez un centro de difusin e inspiracin de la venapotica.56

    En estos testimonios ex-profeso compendiados, puede apreciarse el florecimientoen Hispano-Amrica, de un discurso al estilo de la metrpoli y la recepcin esttica de losgneros, las mtricas y los tropos literarios (virgilianismos, pindarismos, petrarquismos,garcilacismos, gongorismos) vinculados al renacimiento y a los barrocos espaol eitaliano, as como la presencia de profusos tratados de cortesa y buenas costumbres, loscuales constituyen hitos para profundizar el desarrollo intelectual que se dio en losdistintos virreinatos.57 Al respecto, sealemos que en 1540, apenas unos veinte aosdespus del sitio de Mxico, algunos indgenas de la nobleza Mexicana vencen la angustiade la influencia y escriben, segn Bernardino de Sahagn, versos heroicos en latn,58 y en1586, apenas transcurrido medio siglo de la iniciacin de la conquista y del trasiego ytrasplante cultural, ms de dos centenares de poetas acudieron a un certamen convocadopor obispos regionales.59 Esta ltima circunstancia es otro signo de la recepcin alcanzadaen Amrica por diversos gneros literarios.60

    A-III Recepcin de nociones humanistas (antigedad clsica) del RenacimientoEuropeo

  • Pese a la aparente homogeneidad ideolgica, las cosmovisiones y pensamientosde las facciones capitulares en pugna no eran tan semejantes. Mientras la elitecolonizadora continuaba cultivando los textos clsicos griegos y latinos y en ellapredominaban los disciplinamientos tico-religiosos de la guerra contra el Islam y laconducta inquisitorial que instrument la expulsin de los judos en las cuales por regiruna suerte de responsabilidad colectiva o culpa de la inocencia los crmenes de losindividuos "trascendan a los parientes"en la poca que sigui el ideario y losprocedimientos extirpatorios y persecutorios de la Inquisicin se fueron paulatinamenteamortiguando.61

    No es extrao entonces que el famoso debate acerca de las nociones de virtud ynobleza, que fueron lugar comn entre los humanistas del Renacimiento Europeo,62 hayallegado con tardanza a travs de clsicos latinos como Salustio,63 o a travs de El PrincipeCristiano de Erasmo, de "El Banquete" de la Divina Comedia, o de las obras deBuonaccorso da Montemagna, Giovanni Francesco Poggio Bracciolini y GiovanniNenna,64 existentes para entonces slo en las bibliotecas de algunos clrigos.65 Ya en elsiglo XVII, las citas de autoridad de autores clsicos greco-latinos se difunden cada vezmas en los foros, donde se citan textos de Anicio Boecio, Salustio, Virgilio, Ovidio,Cicern y Tcito.66 Las proposiciones erasmianas, relativas a los rituales, las ceremoniasy los sacramentos, en especial del matrimonio, entresacadas de textos latinos, fueronidentificadas en un principio como un desafo ideolgico, luego fueron condenadascomo hereja, y acabaron, en 1559, siendo prohibidas por el Papa Pablo IV y, en 1612,por el Index o ndice espaol.67

    A pesar de esta prohibicin, algunos eruditos espaoles, como Luis de Granaday Venegas del Busto, tuvieron xito en difundir las ideas erasmianas. En Buenos Aires,el Obispo Pedro de Carranza, un fraile Carmelita influido por la Reforma Teresiana (unmovimiento religioso liderado por Santa Teresa de Jess y San Juan de la Cruz), y elcabildante Juan de Vergara, dos de los mas influyentes individuos en el crculo polticodominante del Ro de la Plata (que a propsito eran primos), tenan entre sus libros lasobras completas de Fray Luis de Granada, incluida su famosa Gua de Pecadores (quede acuerdo con Marcel Bataillon tena una clara semejanza con el Enchiridion deErasmo), y que antes de ser expurgada en 1561 haba sido incluida en el Index.68Adems, Juan de Tapia de Vargas, un comerciante, terrateniente y poltico, era uno delos pocos que tom partido a favor del Gobernador Cspedes en 1629, as como el nicoque trat en el siglo XVII de fomentar la manufactura local. Tambin tena en subiblioteca privada la "Agona del Trnsito a la Muerte", de Venegas del Busto, quesiguiendo a Bataillon, tomaba prestado captulos enteros de la "Preparacin para laMuerte" de Erasmo.69 Por un lado, el Obispo Carranza estaba enteramentecomprometido durante la dcada de 1620 con los intereses de la faccin Confederada,orientada hacia el mercado externo, con la cual sus intereses burocrticos y personalesse hallaban estrechamente ligados. Por el contrario, el Cabildo Eclesistico, quegobernaba la principal iglesia de la nueva dicesis de Buenos Aires, y muyespecficamente su dicono Paraguayo Francisco de Zaldvar, estaba totalmenteimbuido del ideario inquisitorial y de los intereses de la faccin Benemrita, orientadahacia el mercado interno.70

    A-IV Luchas de facciones en la elite dominante

    A travs de la larga cadena de intereses econmicos orquestados por las burguesascomerciales y mineras, los conflictos ocurridos en el cono sur de Hispano-Amrica fueron

  • en parte herederos de los provocados por la conquista y la colonizacin en el siglo XVI. Enla primera mitad del siglo siguiente dichos legados se convirtieron en causales de nuevasluchas intra-coloniales. El conflicto se dio primero en el principal enclave minero, Potos, yen segundo lugar, en uno de sus entrept o puertos de salida, Buenos Aires. Ambas luchasfueron manifestaciones de un fenmeno similar principalmente el rol revolucionariojugado por el capital comercial expresado en el mismo nivel institucional, el Cabildo.71 EnPotos la lucha alcanz niveles de una violencia inusitada entre los vascongados, lamayora dueos de minas e ingenios, y los vicuas, la mayora terratenientes (de origencriollo o espaol no vasco), y comerciantes Portugueses. En Buenos Aires, sin embargo, elconflicto ocurri entre los Benemritos, que representaban los intereses econmicos de losproductores orientados hacia el mercado interno, y los Confederados, representantes de losintereses de contrabandistas, traficantes de esclavos, y nuevos pobladores Portugueses. Enesos casos, una victoria se alcanz en ambos lugares, los vascongados y los confederadospudieron preservar su hegemona poltica.

    Ambos, los Benemritos y los Confederados eran facciones polticas dentro dediferentes corporaciones y estamentos. De aqu que, las luchas intra-coloniales en elBuenos Aires del siglo XVII consistan no solo en conflictos inter-estamentales perotambin en oposiciones inter-corporativas. A fines del siglo XVI, el Cabildo de BuenosAires estaba fuertemente representado por los Benemritos, que representaban losintereses orientados hacia el mercado interno. Los Benemritos ganaron hegemona ylegitimidad en materia poltica esencialmente a travs del Cabildo. Temprano en el sigloXVII las luchas que asomaron por el control del Cabildo aparentaban ser luchas entrediferentes estamentos y facciones polticas (Benemritos versus Confederados). Enrealidad, fueron luchas entre facciones de la elite dominante: los Benemritos, que eranprincipalmente productores orientados hacia el mercado interno, versus los Confederados,que eran comerciantes orientados hacia el mercado externo. Esta lucha a largo plazoestimul la formacin de un nuevo bloque histrico.

    A-V Faccin Confederada e influjo erasmiano.

    La principal caracterstica de la faccin Confederada era su ofensiva ideolgicaexpresada en una suerte de reformismo erasmiano, nutrido por el procedimiento casi libreen que los libros ilegales estaban siendo introducidos por Buenos Aires durante la Treguade los Doce Aos (1609-1621). Una vez que Felipe III muri y la Guerra de los TreintaAos (1621-48) comenz, las oportunidades para los conversos portugueses (cristianosnuevos) de introducir libros ilegales y participar en la vida hispanoamericana seincrementaron an ms.72 La exuberancia del pensamiento neo-erasmiano o lascasiano(Robles, Vives, Valds), se expres en la forma en que los militantes confederadosluchaban contra los patrones de comportamiento etnocentristas e inquisitorialespracticados por los Benemritos.73 Ya en la dcada del 1610 algunos comerciantes sequejaban del genocidio de originarios y de las prcticas chauvinistas. La embrionariaconciencia de clase de la burguesa mercantil estaba siendo desarrollada a travs de unaintensa crtica de la sociedad feudal. En 1614, Simn de Valds y Mateo Leal de Ayala,ambos Confederados, procesaron a Francisco de Salas Videla, un lder Benemrito, por suparticipacin en una masacre de indgenas que haba ocurrido en 1609 en Crdoba.74

    Con relacin a la estrategia seguida por los Confederados para conquistar el poder,Juan de Vergara, su principal lder, rechazo la posibilidad de que los Confederadospudieran encontrar una herramienta autnticamente reformista exclusivamente a travs de

  • los mecanismos electorales de un parlamentarismo propio de un orden imperial-absolutista(cabildos). Tambin insisti que la nica manera de quebrar la hegemona Benemrita eraincorporando gradualmente los miembros de la "sociedad civil" bajo la hegemonaConfederada y combinando un par de mecanismos para reclutar la elite poltica: laselecciones capitulares y la adquisicin venal en subasta de los oficios pblicos.

    Ms an, a diferencia de la actitud seguida respecto al genocidio y al chauvinismo,la conducta hacia el nepotismo observ un doble criterio dependiendo de quien lopracticaba. Mientras ya en 1589 y 1627 el Cabildo de Buenos Aires confront a losGobernadores espaoles sobre su intento de designar varios de sus parientes en puestospblicos, los cabildantes propietarios se comportaron como si esta regla tica no lesconcerniera en absoluto.75 A propsito, cuando Juan de Vergara, el lder de la faccinConfederada, adquiri cinco regiduras o regimientos, de Buenos Aires, en el mercado deCharcas, los colacion en su suegro Diego de Trigueros, en su cuado Juan Barragn, y ensu ahijado Juan Bautista ngel.76 Aunque las Leyes de Indias formalmente prohiban elnepotismo ya fuere en designaciones a puestos pblicos o en la eleccin de candidatos alos cargos municipales, la implementacin prctica de estas leyes experiment profundasalzas y bajas. Con relacin a ello, el objetivo intentado de desalentar el nepotismo fuetraicionado desde el mismo comienzo del proceso colonizador de Buenos Aires poraquellos que se supona venan a quebrar el bloque poltico-ideolgico tradicional.

    Subordinando los funcionarios tradicionales a la hegemona de funcionarios"reformistas", la faccin Confederada fue capaz de quebrar la unidad poltica de la faccinBenemrita. Mientras los funcionarios Confederados gradualmente ganaban en unidadpoltica, los funcionarios Benemritos perdieron mucha de su antigua cohesin ysolidaridad. La elite Benemrita fracas en mantener un frente unido incluso enoportunidad de agresiones. Presionados entre voluntades antagnicas, sus integrantestuvieron que practicar dolorosas opciones personales y polticas.

    Ya en 1608, habiendo logrado convencer al Rey y al Virrey en subordinar lagobernacin del Ro de la Plata al control judicial de la Real Audiencia de Charcas, lospobladores Confederados pioneros fueron capaces de equilibrar el poder local de la eliteBenemrita, tradicionalmente bajo la hegemona Paraguaya.77 Ms luego, en 1608, Diegode Vega, un pionero de la faccin Confederada, logr convencer a la Audiencia deCharcas en revocar la sentencia de Hernandarias contra Gaspar de Acevedo, el Escribanode Registro y Real Hacienda, un funcionario pblico que haba sido acusado de introducir198 esclavos.78 Cuatro aos ms tarde, en 1612, Diego de Vega y Juan de Vergara,precursores de la faccin Confederada, ganaron para su lado al Tesorero Real Simn deValdz, el ex Teniente del Gobernador Hernandarias.79 Dos aos mas tarde, en 1614,Simn de Valds y Toms Ferrufino, como miembros del Cabildo y lideres de la faccinConfederada, ganaron para su lado a Francisco de Manzanares, un encomendero yterrateniente, prometindole que sera designado Procurador General y Mayordomo de laCiudad; y al cabildante Felipe Navarro, en retribucin por la promesa de que seradesignado Alcalde de la Santa Hermandad.80 De la misma manera, el Gobernador Gngoragan para el lado Confederado a Gabriel Snchez de Ojeda, un abogado, que una vez en elpasado reciente fue expulsado de la ciudad de Buenos Aires por tratar de defender losintereses de la faccin Benemrita.81 Quebrando el bloque burocrtico Benemrito, elliderazgo Confederado fue capaz de subordinar gradualmente bajo su hegemona losintereses de alcaldes, notarios, Oficiales Reales, y procuradores tradicionales.

  • Adems, desbaratando el bloque poltico-ideolgico benemrito, los mercaderesconfederados orientados hacia el mercado externo estaban capacitados para incorporargradualmente bajo su hegemona a los miembros de la sociedad civil de Buenos Aires,compuesta por comerciantes minoristas, mdicos, maestros, artesanos, pulperos,mayordomos de capellanas y cofradas, propietarios de tierras no encomenderos,extranjeros, abogados, y miembros libres de las castas, y crearon consecuentemente unbloque histricamente nuevo. Los mdicos sin licencia (curanderos y barberos) y losmaestros, considerados una suerte de "intelectuales tradicionales", contemplaban alCabildo, nico rgano que otorgaba dichas licencias, con hostilidad por cuanto tena lafacultad de excluirlos de la sociedad civil. Consecuentemente, en torno de esta cuestinresultaron severas contiendas.82

    A-VI Derecho al voto pasivo.

    En su lucha intra-colonial contra los Benemritos, los Confederados no pudieronalegar una prosapia distinguida, procedente de los primeros pobladores y conquistadores,ni la virtud de sus ancestros, como lo hicieron los Benemritos. A partir de la defensa delderecho a ser elegidos como alcaldes o funcionarios pblicos de aquellos que eran deorigen extranjero o haban sido artesanos y pulperos en el pasado, los Confederadosestaban capacitados tanto para burlar la idea feudal de que el linaje contaba con sus propiosderechos, como para incorporar a nuevos sectores sociales en su programa poltico yeconmico. En marzo de 1619, por ejemplo, Juan de Vergara, el intelectual orgnico de lafaccin Confederada, fue capaz de ganar el apoyo para Juan Cardoso Pardo, un candidatopara un cargo capitular, contra objeciones fundadas en el hecho de que Torres haba sidoun zapatero y un pulpero.83

    El proceso de desbaratar el bloque ideolgico de la hegemona benemrita noconsista slo en frustrar o disminuir las prcticas genocidas y chauvinistas, sino tambinen intentar imponer una reforma moral, intelectual, econmica y poltica. Una reformamoral implicaba de parte de los funcionarios eclesisticos progresistas un inters crecientepor una justicia que sera idntica para todos. Esto fue realizado a travs de lasrestituciones y donaciones impuestas como penitencias en testamentos. Fue realizadotambin a travs de la "libre voluntad" en la seleccin de consortes en las decisionesjudiciales en las cortes eclesisticas.

    Adems, una reforma econmica tuvo lugar, con nuevos contratos societarios y unagudo incremento en las transacciones crediticias. Una vez que el bloque ideolgico ypoltico de la faccin Benemrita fue demolido, Diego de Vega, la cabeza de la red oconexin contrabandista, alcanz un acuerdo societario con Manuel Rodrguez deAcevedo para introducir una enorme cantidad de esclavos en Potos y Chile.84 Un da mstarde, Manuel Rodrguez de Acevedo cedi sus derechos a favor de Juan de Vergara.85Vega y Vergara entonces vendieron cientos de esclavos a crdito desde Buenos Aires haciael interior. Adelantando esclavos a crdito Vega y Vergara ensancharon su influenciapoltica y obtuvieron una larga lista de seguidores. Muchos de aquellos que se endeudaroncon Vega y Vergara tornaron en ser los miembros ms leales de la faccin Confederada.86Debido a esta polarizacin la membreca del Cabildo se dividi profundamente, marcandoun punto de inflexin en la historia de la poltica colonial de Buenos Aires.

    Finalmente, comenzando en 1608, mucho antes de que ocurriera la principal crisisde hegemona, en 1614, cuando la mayora de los viejos encomenderos y cabezas

  • fundadoras de las familias porteas comenzaron a perder su liderazgo econmico y social,la nueva burguesa mercantil centrada en el trfico esclavo, comenz una reforma poltica.

    El Cabildo de Buenos Aires pas de ser casi una Junta de Encomenderos a ser casiun Consulado de Comercio. Cada vez que los intereses orientados hacia el mercadoexterno controlaban el estado colonial de Buenos Aires, el Cabildo se asemejaba msfuertemente a un Consulado de Comercio, y la composicin de la junta del Cabildoexperimentaba una expansin sbita. La posicin de Buenos Aires como el asientoinformal del gobierno del Ro de la Plata (as como la residencia de una burguesamercantil) tenda a conferir sobre el Cabildo de Buenos Aires una porcindesproporcionadamente amplia de poder poltico para un cuerpo municipal,particularmente cuando se lo compara con aquellos Cabildos de las ciudades interiores.Pero este cambio en la naturaleza poltica del Cabildo no ocurri sin contiendas intra-coloniales.

    A-VII Venta de cargos.

    Los representantes del capital comercial, implicados en el contrabando intra-colonial a comienzos del siglo XVII, comenzaron a dominar el Cabildo comprando loscargos municipales de Buenos Aires en la Real Audiencia de Charcas. La venta de cargosreales y municipales incrementaba los ingresos reales e impeda los conflictos relacionadoscon la confiscacin y valuacin de la mercadera contrabandeada. Tambin se evitaban losconflictos relacionados con la concesin de certificados de impuestos aduaneros paraintroducir esclavos africanos, productos brasileros, y mercadera europea. Esta venta decargos pblicos slo afectaba a los regimientos o regiduras, a las depositaras, a lasescribanas, a los alguacilazgos y a las oficialas reales. Tales ventas en ambos virreinatosde Mxico y Per se remontaban tan atrs como el ao 1591, pero quince aos ms tarde,en 1606, la corona espaola ces de otorgar regimientos, que se volvieron disponibles solopor renunciacin.87 El efecto de la Cdula de renunciaciones de 1606 sobre las dignidadesmunicipales se evidenci tambin en Buenos Aires.88

    El grado de independencia de los cargos pblicos en Buenos Aires dependaampliamente del tipo de poltica fiscal adoptada. Los intereses orientados hacia el mercadoexterno de Buenos Aires demandaban ms autoridad poltica en secciones de la burocraciacolonial, en las que perciban mayores oportunidades de negocios y menor competencia.Cuanto ms poderoso era el cargo burocrtico y cuanto menos sometido estaba al controlexterno, tanto mayor era su demanda y tanto ms alto su valor monetario. Cuando losOficiales Reales y los notarios comenzaron a ser autorizados a investigar (visitar) navosentrantes, el precio de los oficios pblicos alcanzaron un alto valor comercial en elmercado de Charcas. Este incentivado valor estuvo alimentado por el hecho de que en1614 (y de nuevo entre 1619 y 1621) los Oficiales Reales y los notarios fueron capaces departicipar en asambleas capitulares. Por lo tanto, cuando perdieron estos derechos, el valorde mercado de estos oficios se desplom drsticamente. Cuando los oficios pblicosfueron estrechamente monopolizados, especialmente los oficios notariales y losalguacilazgos, sus precios alcanzaron el valor ms alto posible en el mercado de Charcas.La competicin ms intensa era posible que sucediera. La Escribana Pblica y de Cabildo,que devino vacante con la muerte de Juan Ramrez de Abreu, fue vendida en 1608 aCristbal Remn en subasta pblica en $2.900. Siete aos ms tarde, en otra subasta, elprecio de este oficio en particular se dobl ($7.500).89 Ms an, la Escribana de Minas,Registro y Hacienda Real de Buenos Aires, un oficio ms que valioso por su

  • responsabilidad para controlar el trfico de esclavos, fue vendido en Charcas en 1608 en$7.000 a Gaspar de Acevedo. Veinte aos ms tarde, el hijo de Acevedo, Domingo deRoxas y Acevedo, vendi este ltimo oficio al doble de su precio original ($12.000) a JuanAntonio Calvo de Arroyo.90

    En el caso de las regiduras los precios respectivos permanecieron indistintamentebajos. Desde que sus tenedores no recibieron ni salarios ni aranceles, tales oficios, nofueron aparentemente rentables. Sin embargo, como es indicado por el valor comercial deestos oficios aparentemente de valor despreciable, estas posiciones proveyeron a su vez deentrada en otros oficios que seran, de hecho, generosamente rentables. Estos oficios erande tres tipos distintos: oficios con ingresos arancelados (el Fiel Ejecutor), oficiosasalariados (Procurador General, Defensor de Menores, Mayordomo de Propios, yMayordomo de Hospital), y oficios de retribucin simblica (Alfrez Real). En una Tablase muestra una lista de cabildantes que compartieron durante sus vidas esos puestospblicos.91 Por ejemplo, el regidor Sebastin de Ordua fue elegido como Alfrez Real en1611 y 1614, como Fiel Ejecutor en 1611 y 1616, como Procurador General en 1610, ycomo Mayordomo de Hospital en 1612. El Regidor Francisco de Manzanares fue elegidocomo Fiel Ejecutor en 1610 y 1619, como Procurador General en 1614 y 1615, y comoAlguacil Mayor en 1615 y 1619. De igual forma, el regidor Diego de Trigueros fue elegidocomo procurador general en 1608, como mayordomo de hospital en 1617 y 1618, y comofiel ejecutor entre 1619 y 1621.92

    Sin embargo, el prestigio adquirido por Buenos Aires (debido al crecimientocomercial y demogrfico) y los oficios con ingresos arancelados ofrecidos por el Cabildofiguraban como los principales factores en el valor relativo de las regiduras. En 1617 seisregiduras de Buenos Aires fueron vendidas en Charcas en $700 cada una. No obstante, elcomprador Juan de Vergara no pudo hacerlas efectivas hasta 1619.93 Ms luego, lasregiduras fueron vendidas. En 1624 Vicente Bracamonte adquiri una regidura en $550.En 1626 el Cap. Domingo de Ibarra adquiri otra regidura en $730. Finalmente, en 1629,Don Diego de Roxas y Briones adquiri otro regimiento en $600.94

    Ms an, tambin particular y especficamente relacionado con la incorporacin deBuenos Aires en el restringido comercio de las metrpolis mercantil-absolutistas de lapoca, los precios de los Oficios Reales de contador y tesorero se multiplicaronincreblemente. En 1615, Francisco Garca Romero, Felipe Navarro, y Francisco BernardoXijn depositaron en Buenos Aires una sea o pago adelantado de 1.000 ducados comofianza por la compra del oficio de contador ocupado por Luis de Salcedo.95 De resultas desu creciente importancia, el valor de la contadura se dobl en Buenos Aires en la dcadade 1620. Precisamente, en 1629, el mismo Luis de Salcedo obtuvo una fianza para elmismo propsito que en 1615, por 23.000 ducados (gracias a las firmas de Sebastin deOrdua y Juan Fernndez Camacho).96 La tesorera exhiba una importancia comparable.En 1622, Francisco de Manzanares y Hernn Surez Maldonado depositaron un pago enefectivo de 2.000 ducados para la adquisicin de la tesorera ocupada por Alonso Agredade Vergara.97 En forma similar, el precio del oficio del alguacil mayor trep hasta lasnubes. En 1623, cuando Martn Martnez de Eulate adquiri el oficio de Alguacil Mayor,tuvo que pagar una fianza de $10.000. Este alto precio fue cubierto por siete diferentesfiadores que tambin supieron ser los principales contrabandistas de esclavos de su tiempo.Por ejemplo, Antonio de Govea hizo un pago en efectivo de $2.000. Gaspar de Gaetedeposit $1.000. Alonso Guerrero de Ayala, Alonso Caravallo, Matas Machado, DiegoLpez de Lisboa, y finalmente, Antonio lvarez depositaron $1.400 cada uno.98

  • Aquellos que adquiran oficios pblicos garantizaban su perpetuidad en los puestoscapitulares. Por ejemplo, los cuados Juan de Vergara y Juan Barragn sirvieron comoregidores perpetuos por casi treinta aos. De hecho, votaron en cada asamblea anual desde1619 hasta 1650. Se abstuvieron solo entre 1615 y 1618 y en 1628-1629 cuando fueronexpulsados de la asamblea concejil por ser Confederados,.99 El hecho que ciertos vnculoseconmicos y financieros entre poderosos comerciantes y cabildantes propietarios fueronestablecidos antes que las autoridades municipales ocuparan sus cargos consolid an masel bloque en el poder. En una Tabla se muestra una lista de cabildantes con las fechascuando se incorporaron en el trfico de esclavos as como los aos cuando se convirtieronen cabildantes o adquirieron chacras o estancias.100 En todos estos casos su ligazn con eltrfico de esclavos precedi sus cargos pblicos as como sus adquisiciones inmobiliarias.

    El estado colonial puede no haber sido capaz de impedir que los factoreseconmicos y financieros individuales jugaran un muy importante rol en las polticas deBuenos Aires. Pareciera que los acreedores de eventuales alcaldes les sirvieran depromotores de sus candidaturas. En 1633, dos aos antes de ser elegido alcalde ordinario,Marcos Sequera tom prestado $5.790 del Lic. Martn Martnez de Eulate, quien en esetiempo era Alguacil Mayor, en dos transacciones.101 En 1640, un ao antes de ser elegidoalcalde de segundo voto, Pedro de Giles tom prestado $2.791 de manos del procuradorgeneral del Colegio Jesuita R.P. Toms de Urea, S.J.102 En una forma similar, losdeudores de los futuros alcaldes pueden haber jugado el rol de propagandistas en suslobbies pre-electorales. Por ejemplo, Enrique Enrquez tom prestado $1.000 de Juan deMena en 1637, un ao antes este ltimo fue elegido como alcalde de primer voto.103

    Como era el deber del Cabildo reclutar funcionarios pblicos para fijar vnculos,los cabildantes patrimonialistas (aquellos que haban comprado sus cargos) tambininstrumentaban estos vnculos para consolidar el bloque de poder. Cada autoridad que erasometida al juicio de residencia (el juicio luego de haber dejado un cargo pblico), comoun gobernador, o quienquiera que hubiera tratado con fondos pblicos, como unfuncionario del tesoro, tena por deber establecer vnculos antes de su recepcin formal enel Cabildo. Desde que el monto para este vnculo era considerable, los gobernadores y losfuncionarios reales encontraban imposible pagar ste con sus reservas personales. KennethAndrien revel, en el caso del Per, que aunque los pagos de una fianza no necesariamentecomprometen a un Oficial Real con los intereses de su fiador, si provee un vnculoevidente entre los Oficiales Reales en la Tesorera y vecinos prominentes, por lo comnmiembros del Cabildo. En otra se ilustran estos vnculos incestuosos en Buenos Aires.104Dichas Tablas, publicadas en un trabajo anterior del autor, revelan como Enrique Enrquez,Juan de Mena y Marcos de Sequera, quienes comenzaron como traficantes de esclavos,terminaron un perodo ms tarde apoyando a un Tesorero, a un alguacil mayor, y a ungobernador, respectivamente, en sus requisitos legales para depositar fianza. Ms an,porque los salarios de los funcionarios espaoles eran generalmente bajos y muydemorados en su concrecin, muchos Oficiales Reales recurrieron a los esclavistas paraprstamos, crditos y subsidios. En reciprocidad, los Oficiales Reales a menudo vendancon una tasa de descuento el derecho a recaudar sus salarios.

    Sin embargo, la perpetuidad de los oficios adquiridos no era siempre garantida.Durante la dcada de 1630 problemas sobre fianzas e instrumentos de deuda fueronelevados con el intento de socavar el poder sobre su oficio de los funcionarios propietarios.Cuando el fiador responsable falleca o entraba en quiebra, los funcionarios pblicos eran

  • requeridos para que buscaran nuevos fiadores. Por ejemplo, cuando el Cap. Diego PezClavijo y el Cap. Nuo Fernndez (ambos fiadores garantes del Tesorero Juan de Vallejo)fallecieron, los miembros del Cabildo, especialmente Juan de Vergara, urgi a Vallejo en1637 para que antes que pudiera ser reinstalado obtuviera un nuevo fiador que respondierapor su fianza de 2.000 ducados.105 De una forma semejante, cuando los funcionariospblicos deban a las Cajas Reales parte del precio de su propio oficio el Cabildo suspendael uso del mismo. Luego que Juan Antonio Calvo de Arroyo adquiriera la escribana aDomingo de Roxas y Acevedo en 1626, el Cabildo de Buenos Aires, bajo el liderazgo deJuan de Vergara, impidi que Calvo de Arroyo utilizara su oficio, fundado en que andeba parte del precio del mismo a la corona y al propio vendedor.106

    A-VIII Nuevo bloque histrico.

    Aparte de la alianza con algunos sectores sociales locales, el nuevo bloquehistrico hegemonizado por los mercaderes orientados hacia el mercado externo fueampliado mediante una contradictoria alianza con encomenderos norteos y dueos deingenios y yacimientos mineros. Este nuevo bloque histrico era cimentado mediante unarenta producida por las tierras del norte y los yacimientos de plata. Esta renta no erainvertida ni gastada en las ciudades del interior. La renta vino a alimentar a los tratantes deesclavos porteos, favoreciendo de este modo el despegue comercial de la regin. No hayque sorprenderse entonces, que durante las dcadas de 1630 y 1640, una extensa rebelinindgena estallara en la provincia de Tucumn (valle Calchaqu) y una rebelin deComuneros en el Paraguay contra la Compaa de Jess. Estas rebeliones probaron, a pesarde la buena voluntad que el liderazgo Confederado pudiera haber mostrado, la intensidaddel descontento y oposicin indgenas y criollas a la opresin colonial orquestada por laburguesa comercial de Buenos Aires, en alianza con la burguesa minera Altoperuana ylos intereses jesuticos.107

    Por otra parte, la principal caracterstica de la faccin Benemrita era sunegligencia ideolgica, expresada en la pobreza de su pretendido liderazgo moral ycultural, la cual estaba fundada en prejuicios raciales, religiosos y sexuales, propios de unorden imperial-absolutista, que se acentuaron con las prcticas de la excomunin y laextirpacin de idolatras introducidas por la Inquisicin de Lima.108 Obviamente estosprejuicios no podan haber sido el discurso ideolgico de una vanguardia social, capaz deaportar un liderazgo hegemnico, pero s el de un mecanismo represivo. La indigencia delos prejuicios raciales y de gnero como programa poltico se alimentaba de una defensanegativa del status quo, sin establecer una alternativa terica y, mucho menos, sin proponeruna forma ideolgica e intelectual de afirmacin social. Ya en 1619, quince aos antes dela complicidad grande descubierta en Lima, el Cap. Manuel de Fras, Apoderado Generaldel Ro de la Plata, un poderoso aliado de los Jesuitas y el representante de los productoresorientados hacia el mercado interno, propuso a la corona espaola un extensomemorandum rogando por la inauguracin de una oficina de la Inquisicin en BuenosAires., para poner un alto a los numerosos arribos de "cristianos nuevos Portuguesesanteriormente judos", que amenazaban la pureza de la religin y constituan un monopolioeconmico, por cuanto "...muchos de ellos eran ricos y poderosos y muy inteligentes entoda clase de mercancas y esclavos".109 De un modo semejante, cuando esos interesesgobernaban Buenos Aires, la faccin Benemrita trat consecuentemente de impedir que laIglesia local fuera infiltrada con curas espaoles, muchos de ellos influidos por el idearioErasmista. El Gobernador Hernandarias escribi al Rey en 1617 pidindole que se ahorraralos gastos de enviar sacerdotes Europeos, en quienes no confiaban, y tratara por todos los

  • medios de imponer a los curas criollos (la mayora de ellos mestizos), una suerte deintelectuales tradicionales, que trajo de Asuncin.110 Tambin, cuando en 1621 el CabildoEclesistico eligi al Dicono Francisco de Zaldvar, un Paraguayo que representabadentro de las iglesia a las fuerzas orientadas hacia el mercado interno, para reemplazar alObispo Carranza, una suerte de intelectual orgnico de los intereses orientados hacia elmercado externo, que estaba fuera de la ciudad, el clero secular de Buenos Airesexperiment su primer serio conflicto interno. Eligiendo al Dicono, el CabildoEclesistico antagoniz al poder del Obispo para designar prebendados.111

    Finalmente, los representantes de los intereses orientados hacia el mercado internointentaron impedir la interferencia del capital comercial en la estructura poltica de BuenosAires. El intento de fortalecer la legislacin colonial con respecto a las elecciones delCabildo lo prueba. Cuando los intereses orientados hacia el mercado interno gobernabanBuenos Aires, el Cabildo pareca una Junta de Encomenderos y la composicin delCabildo estaba principalmente restringida a los miembros reclutados por los mtodostradicionales de la eleccin.

    El estado colonial municipal intentaba garantizar, de acuerdo a las costumbrestradicionales espaolas, que la eleccin de los miembros del Cabildo estuviera "libre" delpoder absoluto del estado y la iglesia metropolitanos, en otras palabras, "libre" delgobernador, de la Audiencia, del obispo, o de cualquier influencia extra-corporativa.Cuando la penetracin del capital comercial estaba en juego, como en 1607, el Cabildo deBuenos Aires hizo lo posible para impedir que la Real Audiencia de Charcas vendiera losoficios pblicos de Buenos Aires.112 De nuevo en 1615, el Cabildo de Buenos Aires serehus a admitir al Regidor Juan de Bracamonte, quien haba adquirido el oficio de fielejecutor en la Real Audiencia de Charcas.113

    Adems, los cabildantes Benemritos hicieron de las elecciones capitulares unacuestin muy seria. En las elecciones de 1614, por ejemplo, el Alcalde Francisco de SalasVidela, el alfrez real Bernardo de Len, y los regidores Gonzalo de Carvajal y Miguel delCorro, insistieron que aquellos en prisin debieran de retener, de acuerdo a viejas reglastradicionales, sus derechos al voto.114 Una vez que el alcalde Benemrito Domingo Gribeo,quien estaba en la crcel, modific su posicin poltica y se volc a la faccinConfederada, los cabildantes Benemritos cancelaron su queja y denunciaron al Teniente-Gobernador Mateo Leal de Ayala y al Tesorero Real Simn de Valdz, ambos activoscontrabandistas, por haber solicitado en varias oportunidades votar a favor de DomingoGriveo, un procedimiento que estaba prohibido.115 Ms luego, en Febrero de 1619, losterratenientes encomenderos Gernimo de Benavdez y Cristbal Ximnez, ambosregidores electos que pertenecan a la faccin Benemrita, fueron removidos de sus oficiospor los Confederados sobre la base de que los nuevos cabildantes propietarios, o regidoresperpetuos, tenan prioridad por sobre los electos.116 Finalmente, durante la gobernacin deCspedes todos los cabildantes que no estuvieron de acuerdo con las polticas delGobernador fueron forzados a retirarse del Cabildo y nuevos miembros ms obsecuentesfueron admitidos.117 Esta inestable situacin dur 18 aos, desde 1614 hasta 1632, cuandofinalmente el Rey intervino.118 Sorprendentemente, la corona intervino cuando unconstreimiento interno directo, una rebelin indgena, estall en el norte de la provinciadel Ro de la Plata.119

    A-IX Requisitos de eleccin capitular.

  • A fin de garantizar la legitimidad poltica y de evitar diferentes fuentes deconflicto, los requisitos de eleccin capitular estaban regulados por una legislacin muyestricta. Los miembros de los Cabildos eran votados en sus funciones slo por losmiembros precedentes. Aquellos miembros precedentes de los Cabildos no podan votarpor extranjeros, funcionarios reales, deudores del estado, parientes, funcionariosexcomulgados, pulperos, artesanos o por ellos mismos.120 Inicialmente, la identidad dequien votaba a cada cual se mantuvo secreta. Subsecuentemente, las elecciones fueronhechas pblicas. Los Acuerdos del Cabildo, en 1634 comenzaron a registrar el voto decada elector. Desafortunadamente, es imposible asegurar la verdadera motivacin detrs decada votacin, por cuanto el Cabildo registraba solo la opcin individual final tal como eraexpresada en la asamblea formal. Para evitar posteriores desafos que pudieran invalidar laeleccin y la produccin de empates que habilitaran al Gobernador para intervenir ydesempatar, los funcionarios municipales mantenan reuniones informales donde podanllegar a acuerdos mutuos previos a la asamblea formal.

    El hecho de que hubiera elecciones capitulares, sin embargo, no transformabanecesariamente al Cabildo en una institucin representativa. Elecciones hubo en laantigedad griega y romana y tambin en las universidades y ordenes religiosas de la edadmedia.121 La influencia mercantil sobre las elecciones del Cabildo estaba garantizada por lanaturaleza venal con que se adquiran algunas funciones pblicas. El alguacil mayor y eldepositario general tenan garantizado "voz y voto" en el concejo, desde los comienzos dela colonizacin, sin haber sido elegidos. Como tenan el derecho de hablar y proporcionarsus votos anualmente, ejercan una gran y duradera influencia en las deliberacionescapitulares. Ms an, era posible para ellos perpetuar su poder. Por ejemplo, Bernardo deLen dur como Depositario General desde 1606 hasta 1637, votando en cada asambleaanual en un perodo de treinta aos. En una forma similar, Francisco Gonzlez Pachecodur como alguacil mayor desde 1618 hasta 1657, votando en varias asambleas cuando supobre salud se lo permita. De manera semejante, la influencia mercantil sobre laselecciones capitulares se increment con la admisin de los funcionarios de la TesoreraReal en el cabildo. En 1614 y entre 1619 y 1621, el Cap. Simn de Valdz, el TesoreroReal, y los Contadores Reales Toms Ferrufino y Luis de Salcedo, participaron en lasasambleas anuales, influyendo as poderosamente en las elecciones concejiles.122 Por lotanto, el Cabildo no representaba al vecindario, mas bien, representaba grupos de interesescontradictorios. No obstante, los funcionarios capitulares estaban naturalmente mas vidosde complacer a sus electores que al Gobernador o a la Audiencia, y celosamente sostenanlos privilegios de la ciudad contra los de la corona.

    La eleccin anual de los miembros del cabildo slo afectaba a los alcaldesordinarios y a los alcaldes de hermandad. Los primeros eran los propios magistradoscapitulares. El alcalde de primer voto se desempeaba como alcalde, una funcinejecutiva, mientras el alcalde de segundo voto, se desempeaba como un funcionariojudicial de primera instancia.123 Tambin tenan que desempearse comovicegobernadores y notarios. Adems de la litigacin criminal, sus deberes concernan alos litigios civiles (la redaccin de legados y sucesiones, la apertura de testamentos, laconfeccin de inventarios, y la adjudicacin de herencias).124 Su legitimidad dependa dela forma en que administraban justicia y en el grado en el que los crmenes comunes y lospecados pblicos, tales como el concubinato, el juego clandestino, la usura, la idolatra, labrujera, la adivinacin y la blasfemia, eran castigados.

    Los alcaldes de Hermandad representaban el control urbano de la campaa. Ah

  • compartan el control con el corregidor o protector de naturales, quien haba sidodesignado asimismo por el Cabildo, y con mayordomos y capataces de chacras y estancias.Eran elegidos anualmente entre los estancieros ms poderosos. Su deber era aprehender loscuatreros y esclavos fugados en la campaa.125

    Adems de las alcaldas ordinarias y de las alcaldas de la hermandad, haba otrosseis puestos electivos en el concejo de Buenos Aires. El alfrez real, el fiel ejecutor, elprocurador general, el defensor de menores, el mayordomo de propios, y el mayordomo dehospital eran elegidos por el Cabildo de entre sus propios miembros. El alferazgo (oficiodel portaestandarte) era un cargo esencialmente ceremonial, que tena precedencia sobrelas otros cargos pblicos, a causa del prestigio conferido por la permisin de portar elpendn real en ceremonias civiles y religiosas. El hombre con este cargo tena precedenciasobre todos los dems miembros del Cabildo; este puesto se situaba justo debajo del de losalcaldes ordinarios.126 El alferazgo fue vendido por primera y ltima vez en 1631 a Juande Tapia de Vargas. Aunque no hay registros escritos del precio pagado por Tapia,sabemos merced a Parry (1953), que el precio pagado por los alferazgos cotizaba entre dosy tres veces el precio de los regimientos o regiduras.127 En 1639, sin embargo, como Tapiaestaba incapacitado de montar a caballo durante los desfiles, debido a una enfermedad quesufri en ambas piernas, se lo oblig a renunciar a su puesto. Despus de la renuncia deTapia, el gobierno de la ciudad de Buenos Aires retuvo el alferazgo a la disposicin delCabildo.

    El fiel ejecutor (inspector del comercio) gobernaba los gremios artesanos. Elinspeccionaba las tiendas al menudeo, las pulperas, y los talleres de artesanos y establecalos standards para los pesos y medidas y para los precios de todo abastecimiento (conexcepcin de la carne), que se introduca en Buenos Aires.128 La panadera, por insumircuantiosa mano de obra esclava, era el negocio mas cerradamente supervisado por el fielejecutor, quien determinaba el precio, la calidad, el peso, y la disponibilidad de pan.Aunque el oficio de fiel ejecutor fue vendido en La Plata (Charcas) en 1615 a Juan deBracamonte, el Cabildo de Buenos Aires no lo admiti.129 El procurador general se parecaa un defensor fiscal al extremo que representaba clientes y vigilaba los intereses de todoslos vecinos, especialmente de los ms pobres.130 El defensor de menores tambin servacomo abogado, defendiendo los intereses de los menores hurfanos, particularmentecuando el padre o madre viudo contraa segundas nupcias. 131 La mayordoma de propios yla mayordoma del hospital eran oficios semejantes a la Tesorera, elegidos por el Cabildo.Recaudaban las rentas y mantenan las cuentas que eran sometidas al cabildo para suaprobacin luego del ao de administrado.132 Finalmente, debe ser especificado que larenovacin anual del Cabildo no inclua a los regidores perpetuos (autoridades quedetentaban un ttulo perpetuo adquirido). No obstante, a pesar del hecho de que no eranelectos, los cabildantes propietarios intervenan en las elecciones municipales. En efecto,sus votaciones reflejaban fielmente un orden de prioridad.

    En las elecciones anuales del Cabildo el gobernador contaba los votos, queusualmente promediaban en nmero la media docena. Dos votos eran sufragados por losalcaldes ordinarios y cuatro por los regidores. Aquellos candidatos que reciban la mayora(o pluralidad) eran elegidos. Cuando la mayora no era lograda, el gobernador tena laresponsabilidad de decidir la eleccin. Tan hondo era el deseo de aspirar a la igualdad quecuando las elecciones resultaban en un empate, los gobernadores, para su desempate,incorporaban el sorteo. Por ejemplo, en 1611, el Gobernador Diego Marn Negrn recurri"a la inocencia de un menor" para instrumentar el sorteo y resolver la eleccin entre los

  • candidatos Cristbal Naharro y Francisco de Manzanares.

    Los mecanismos de elecciones y reelecciones del cabildo constituyen un ejemploilustrativo de las caractersticas del estado colonial que permitieron el surgimiento delbloque histrico colonial. Sin embargo, el ms importante motivo de la corona espaolapor evitar el mecanismo electivo era el de impedir la formacin de fuertes oligarquascriollas. Los funcionarios intentaron evitar esta oligarquizacin imponiendo interregnos deuno o dos aos como requisitos ineludibles para poder ser reelegidos.

    La lucha por dominar a la faccin opositora hizo a las hegemonas de cada una deestas facciones transitorias y fluctuantes. El cabildo, que era la institucin polticaprincipal, que reflejaba este conflicto, mantena una autonoma relativa debidoprecisamente a la intensidad de la lucha y al poder de los otros agentes burocrticosopositores (obispos y gobernadores). La relatividad de su autonoma reflejaba el carcterde una elite que se estructuraba a s misma en relacin a los constreimientos econmicos,sociales y polticos externos e internos.

    Captulo I-A-2: Crisis orgnica en el estado colonial americano.

    ndice

    B-I Tradicin historiogrfica en materia de crisis poltica y regionalB-II Crisis de hegemona del bloque en el poderB-III Guerras del siglo XVIIB-IV Guerras del siglo XVIII

    B-I Tradicin historiogrfica en materia de crisis poltica y regional

    Los historiadores romnticos de la Argentina decimonnica arrostraron crucialescuestiones tales como las causas primarias del conflicto entre el puerto y las provincias ylas causas bsicas de las crisis internas de las diferentes corporaciones y grupos de intersespeciales en la ciudad de Buenos Aires misma. Un poco ms tarde, influidos por el boomcomercial de la dcada de 1860, los intelectuales positivistas locales, an reconociendo laexistencia de una suerte de lucha de clases en el Buenos Aires del siglo XVII, negaban quela repercusin de las crisis polticas fuera extrema.133

    La aguda crisis experimentada por la historia poltica de la Argentina decimonnicaforz a una nueva tendencia de intelectuales a prestar atencin en la base poltica de lasociedad argentina. Siguiendo esta escuela de pensamiento, Ricardo Levene, el msrepresentativo de la Nueva Escuela Histrica, implement una perspectiva evolucionista yla superestructura jurdica como criterio para caracterizar las estructuras polticascoloniales, en lugar de analizar las luchas intra-coloniales o las crisis polticas.134 Sinembargo, a pesar de su conocimiento acerca del derecho colonial hispano-americanoLevene fracas en explicar la razn de la existencia en las colonias hispano-americanas decrisis polticas cclicas.

  • Ms luego, liberales de izquierda, siguiendo un paradigma idealista y unilineal,consideraron las crisis polticas en la era colonial como acontecimientos progresistas parasocavar el rgimen corporativo colonial y la estratificacin social estamental, as comopara debilitar el absolutismo virreinal, su poltica de despotismo ilustrado y su economamercantilista. Ellos visualizaron las crisis polticas acontecidas en el seno de los cabildoscomo una expresin de las libertades coloniales en medio de una sociedad estamental, y laantesala de la emergencia de una burguesa nacional local.135 Como herramienta contra elliberalismo argentino la escuela Revisionista (nacionalistas) conjuntamente con losnacionalistas de izquierda consideraron que las crisis polticas en la era colonial estabanapoyadas en intereses capituladores orientados hacia el mercado externo (Confederados) ycontrarios a la hegemona de intereses patriticos y nacionalistas (Benemritos).136

    B-II Las crisis de hegemona del bloque en el poder

    El bloque histrico a estudiar era el resultado poltico de una larga crisis que habadurado casi sesenta aos. En ocho diferentes ocasiones entre 1580 y 1640, el bloqueporteo en el poder alcanz una crisis de hegemona y profundas luchas intra-coloniales.Durante las primeras tres crisis, que obedecieron a un bajo grado de penetracin comercial,la hegemona del bloque en el poder correspondi a las viejas fuerzas orientadas hacia elhinterland o mercado interno, que se articulaban esencialmente con la economa deenclave del Alto Per. Sin embargo, comenzando con la cuarta crisis, que constituy unasuerte de crisis revolucionaria, la hegemona del bloque en el poder, debido a un alto gradode penetracin mercantil, correspondi a fuerzas orientadas hacia el mercado externo.Aparte de la penetracin comercial, la manera en que los oficiales pblicos adquirieron suscargos fue tambin un motivo de crisis. En otras palabras, las posiciones capitularesdevinieron en una fuente de crisis dependiendo que fueran fruto de una compra o de unaeleccin.

    Durante el comienzo del siglo XVII, los vecinos de Buenos Aires parecan estarmenos preocupados acerca de la posibilidad de rebeliones criollas que los peninsulares dela dcada de 1580, cuando una poblacin criolla en la ciudad de Santa F, la mayora delos mismos mestizos (de origen mixto), amenazaron la hegemona poltica de losespaoles.137 Sin embargo, a fines de la dcada de 1580, una poca de actividad comercialdecreciente, el Cabildo de Buenos Aires estuvo por primera vez en confrontacin con elGobernador espaol Adelantado Juan de Torres de Vera y Aragn, sobre su intento denombrar a algunos de sus parientes en puestos pblicas. Como resultado de unaimpugnacin legal, el Cabildo logr en abril de 1589 frustrar los esfuerzos delGobernador.138 Inmediatamente despus,, en 1591, el Cabildo de Buenos Aires, anrepresentando a los productores orientados hacia el mercado interno, apoyados por elConsejo de Indias, desafiaron al mismo Gobernador Torres de Vera, cuando quisomonopolizar las vaqueras de ganado cimarrn.139 El principal resultado de esta crisis fuela habilidad demostrada por el Cabildo de Buenos Aires para tomar ventaja de unasubordinacin antagnica a las autoridades metropolitanas, desafiando as por s mismo ypor vez primera a un agente burocrtico externo.

    A fines de 1594 el Contador Real Hernando de Vargas, aliado a los productorescriollos orientados hacia el mercado interno, desafiaron exitosamente al GobernadorHernando de Zrate.140 En esta crisis, el Gobernador espaol represent por primera vez

  • intereses orientados hacia el mercado externo, mientras que el Contador Real representopor ltima vez las fuerzas orientadas hacia el mercado interno.

    Durante la tercer crisis, en 1607, el Gobernador fue capaz de prevalecer contra losOficiales Reales dividindolos. Hernandarias desafiantemente design al nuevo TesoreroReal Simn de Valdz como su Teniente General, pblicamente opuesto al Contador RealHernando de Vargas. Este acto estuvo en contra de la voluntad de la mayora del Cabildo.Finalmente, Hernandarias, a pesar de la oposicin del Cabildo, fue capaz de reforzar sudecisin mediante un decreto especial.141 Durante el mismo ao 1607, Hernandarias entren un conflicto severo con la Real Audiencia de Charcas, por haber procesado a Gaspar deAcevedo, Escribano de Registro y Real Hacienda, que haba sido acusado de introducirilegalmente doscientos esclavos.142 Dos aos ms tarde, Hernandarias una vez ms seenemist con el Cabildo al asignar voz y voto a su nuevo designado Alguacil MayorGaspar Teves y Britos.143 La principal peculiaridad de esta crisis fue la habilidad delCabildo de tomar ventaja de las diferencias entre el Gobernador y la Real Audiencia deCharcas con respecto a la venta y designacin de escribanos, tenientes gobernadores, yAlguaciles Mayores. Sin embargo, estas repetidas crisis del establishment polticohegemnico proveyeron las condiciones objetivas para una toma del poder por las nuevasfuerzas sociales.

    Durante la cuarta crisis poltica (1614), la ms crtica de todas, los constreimientosexternos directos fueron leves debido a la vigencia de la Tregua de los Doce Aos (1609-1621) entre Espaa y los Pases Bajos. Como resultado de esta Tregua losconstreimientos externos indirectos (actividades de contrabando) o, en otras palabras, unalto grado de penetracin comercial en Buenos Aires, fueron capaces de provocar unaproliferacin de corrientes migratorias, muchas de ellas sospechosas de estar constituidaspor marranos y cristianos nuevos, de erosionar el poder de la censura y de los oficiales delSanto Oficio, permitiendo la penetracin de literatura erasmiana, y de generar asimismoextendidas luchas intra-coloniales. La sola candidatura de Juan de Vergara, una suerte deintelectual orgnico de la faccin Confederada, a alcalde en el Cabildo, era capaz deproducir una profunda lucha intra-colonial. Los cabildantes Gonzalo de Carbaxal yFrancisco de Salas Videla (Benemritos) desafiaron la candidatura de Vergara sobre labase de que mantena una cerrada amistad con Diego de Vega, un famoso contrabandistaPortugus.144 El orgullo y la vanidad de Vergara fueron profundamente heridos por elhecho de que fue tratado despreciativamente por residentes locales del viejo cuoencomendero, los que continuaban midiendo los valores humanos y el derecho a dirigir losnegocios pblicos por la cualidad de los ancestros. Para que Juan de Vergara, Sebastin deOrdua, Simn de Valds, y Toms Ferrufino, los cabildantes Confederados, fuerancapaces de ganar la mayora del Cabildo, el Teniente Gobernador Mateo Leal de Ayala,una de las cabezas de la faccin Confederada (que haba reemplazado al GobernadorMarn Negrn, ausente en Santa F) tena que poner en prisin al cabildante DomingoGribeo y al notario capitular Cristbal Remn, y liberar de la crcel a Juan Quintero, quienestaba en prisin por un crimen comn. Valds y Ferrufino tambin ganaron para sufaccin al cabildante Francisco de Manzanares, un encomendero y terrateniente, y FelipeNavarro.145

    En represalia por la manera que Gonzalo de Carvaxal actu, contra la candidaturade Vergara, su voto fue declarado nulo, debido al hecho de que haba votado por si mismo,una actitud que estaba tradicionalmente prohibida.146 En retribucin por la manera en queFrancisco de Salas, el suegro del Cap. Gonzalo de Carvaxal, vot en el Cabildo, los lderes

  • de la faccin Confederada (Simn de Valds y Mateo Leal de Ayala) procesaron a Salaspor su participacin en una masacre indgena.147 Finalmente, veintiseis das despus de laselecciones, el Gobernador Marn Negrn, quien aparentemente amenazaba el xito de laconexin contrabandista, muri en Santa F como resultado de un sospechosoenvenenamiento, y Domingo Guadarrama, un alguacil menor, quien tambin amenazaba laconexin contrabandista, fue asesinado en una emboscada.148

    Grandes dificultades asoman con respecto a esta crisis, primero las volteretas de lacrisis, donde por primera vez, debido al alto grado de penetracin comercial, las fuerzasorientadas hacia el mercado externo removieron de la posicin hegemnica el sector delmercado interno; segundo, el poder de una faccin capitular para influir en la designacinde un Teniente Gobernador, y su autoridad para despojar a alcaldes legalmente designadosde sus derechos al voto; y tercero, la casi total omnipotencia de una faccin capitular deactivar la lucha intra-colonial dentro del Cabildo. Obviamente, esta situacin crtica nopoda continuar, y muy pronto la Real Audiencia de Charcas, conjuntamente con elConsejo de Indias, tuvieron que restaurar el poder de las fuerzas orientadas hacia elmercado interno, cuya lealtad a las autoridades reales era incuestionable, restaurando aHernandarias como el nuevo Gobernador en 1616.

    B-III Las Guerras del siglo XVII

    Desde que los juicios de residencia no controlaban mas a la corrupcin, y la Guerrade los Treinta Aos (1618-48) ya se haba desatado, con los piratas holandeses asediando alos bajeles de plata en el Caribe, la corona espaola decidi controlar sus coloniasmediante Visitadores Reales. En 1620, un juez espaol, Matas Delgado Flores, fuedespachado con poderes extraordinarios para investigar la conducta del GobernadorGngora y para poner fin al contrabando holands. El Gobernador Gngora encaraba unCabildo pesadamente influido por la participacin de los Oficiales Reales y por eldesplazamiento de los cabildantes electos por cabildantes propietarios. De ah que,Delgado Flores dej de desafiar a la faccin Confederada.149 Sin embargo, el GobernadorGngora, a pesar de haber fomentado el contrabando, comenz en 1621 por socavar lahegemona Confederada aceptando la Real Cdula de Permisin (importaciones espaolasdirectas) y acusando a Diego de Vega y a los Portugueses de introducir mercancasilegalmente.150 Algunas consideraciones con respecto a esta crisis merecen muchaatencin: primero, el Cabildo, el Gobernador, y los Oficiales Reales, se juntaron porprimera vez para resistir exitosamente la intervencin formal de un agente burocrticoexterno, enviado por el Consejo de Indias, quien responda a las fuerzas orientadas hacia elmercado interno; y s