la falsa tortuga

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Relación entre PODER y SABER en “La historia de la falsa tortuga” (Alicia en el País de las maravillas) por Hugo Blumenthal En el capítulo de la historia de la falsa tortuga se presenta de una manera muy claramente reconocible la forzosa problemática entre el Saber y el Poder. Obviamente dicha problemática es casi que connatural al ser humano, en especial a las relaciones que instaura entre sí, pero este capítulo de Alicia en el país de las maravillas presenta una cierta relación particular entre los términos, que, estoy seguro, puede ser fácilmente reconocible para muchos, en el plano de su experiencia. Primero que todo, hay que notar que Alicia se encuentra en un mundo singularmente nuevo y asombroso para ella y que como es apenas natural en todo ser humano trata de aprehender este mundo, apropiarselo, conocerlo. Los motivos pueden ser múltiples. Uno de ellos, quizá sea la necesidad de saber desenvolverse, de “sobrevivir” en aquel mundo; otro, el más importante como posibilidad misma de todo aprendizaje, es el deseo de saber por el saber, que es un poco el de la filosofía y que a mi juicio es una de las características propias del ser humano. No sobra decir que estos motivos no son excluyentes entre sí, o de otros posibles. Además, entre más motivos más significativa será cualquier práctica de aprendizaje. Así, pues, Alicia tiene motivos para querer aprender, y se siente complacida de todo nuevo saber que logra articular con su mundo, o con lo que es, que la hace “ser más”. Hay que ver lo complacida que se encuentra hacia el comienzo del capítulo al hallar gracias a sus propios razonamientos lo que cree una nueva clase de regla (o saber sobre el mundo) en relación con la pimienta. Los problemas con que se va a tropezar Alicia en su aprendizaje de aquel mundo no son, pues, connaturales a sí misma, por la carencia de un deseo de saber o por una imposibilidad real de acceder a un determinado conocimiento. La primera cosa que Alicia parece aprender (si no lo sabía ya de su propio mundo), es una forma básica de supervivencia: que no puede decir siempre todo lo que piensa porque a muchos no les interesa escuchar lo que otro pueda decir o simplemente no quieren oír nada diferente a lo que ellos piensan. Paso considerado obligatorio para que al niño se le reconozca como igual (adulto), como a un interlocutor ya valido. Se trata de un saber en últimas negativo, que más que aportar en el desarrollo de un individuo por lo general se lo restringe. Aunque tal saber por fortuna no es compartido totalmente por Alicia, como para mantenerla callada, prácticamente nula frente a los otros. Alicia se rebela contra esa anulación, pero ciertamente la rebelión le viene de dentro, no le es inculcada. Alicia se siente cohibida, y no siempre expresa abiertamente todo lo que piensa; cuando se atreve, le hacen pagar su osadía. Tanto la Duquesa, como la Reina, el Grifo y la Tortuga, cada “maestro” (en inglés la palabra es muy diciente) se encarga de remachar el clavo, ordenándole a Alicia que se calle, y escuche sin interrumpir o poner fácilmente en cuestión sus discursos. Las formas de callar, de anular al otro, son varias, y van desde las más explícitas del “No me interrumpas” de la Tortuga hasta el echar en cara una inexperiencia, donde se pone en cuestión el poder del otro para hablar, acusándolo implícitamente de no saber lo que dice o de ignorar la verdad de algo. Con dichos métodos Alicia y mucho más claramente los súbditos de la Reina se hacen esclavos, soportes del saber del amo. Su saber guardar silencio es una sumisión al poder Hugo Blumenthal © 2007 1

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Relación entre PODER y SABERen “La historia de la falsa tortuga”(Alicia en el País de las maravillas)

por Hugo Blumenthal

En el capítulo de la historia de la falsa tortuga se presenta de una manera muy claramente reconocible la forzosa problemática entre el Saber y el Poder. Obviamente dicha problemática es casi que connatural al ser humano, en especial a las relaciones que instaura entre sí, pero este capítulo de Alicia en el país de las maravillas presenta una cierta relación particular entre los términos, que, estoy seguro, puede ser fácilmente reconocible para muchos, en el plano de su experiencia. Primero que todo, hay que notar que Alicia se encuentra en un mundo singularmente nuevo y asombroso para ella y que como es apenas natural en todo ser humano trata de aprehender este mundo, apropiarselo, conocerlo. Los motivos pueden ser múltiples. Uno de ellos, quizá sea la necesidad de saber desenvolverse, de “sobrevivir” en aquel mundo; otro, el más importante como posibilidad misma de todo aprendizaje, es el deseo de saber por el saber, que es un poco el de la filosofía y que a mi juicio es una de las características propias del ser humano. No sobra decir que estos motivos no son excluyentes entre sí, o de otros posibles. Además, entre más motivos más significativa será cualquier práctica de aprendizaje. Así, pues, Alicia tiene motivos para querer aprender, y se siente complacida de todo nuevo saber que logra articular con su mundo, o con lo que es, que la hace “ser más”. Hay que ver lo complacida que se encuentra hacia el comienzo del capítulo al hallar gracias a sus propios razonamientos lo que cree una nueva clase de regla (o saber sobre el mundo) en relación con la pimienta. Los problemas con que se va a tropezar Alicia en su aprendizaje de aquel mundo no son, pues, connaturales a sí misma, por la carencia de un deseo de saber o por una imposibilidad real de acceder a un determinado conocimiento. La primera cosa que Alicia parece aprender (si no lo sabía ya de su propio mundo), es una forma básica de supervivencia: que no puede decir siempre todo lo que piensa porque a muchos no les interesa escuchar lo que otro pueda decir o simplemente no quieren oír nada diferente a lo que ellos piensan. Paso considerado obligatorio para que al niño se le reconozca como igual (adulto), como a un interlocutor ya valido. Se trata de un saber en últimas negativo, que más que aportar en el desarrollo de un individuo por lo general se lo restringe. Aunque tal saber por fortuna no es compartido totalmente por Alicia, como para mantenerla callada, prácticamente nula frente a los otros. Alicia se rebela contra esa anulación, pero ciertamente la rebelión le viene de dentro, no le es inculcada. Alicia se siente cohibida, y no siempre expresa abiertamente todo lo que piensa; cuando se atreve, le hacen pagar su osadía. Tanto la Duquesa, como la Reina, el Grifo y la Tortuga, cada “maestro” (en inglés la palabra es muy diciente) se encarga de remachar el clavo, ordenándole a Alicia que se calle, y escuche sin interrumpir o poner fácilmente en cuestión sus discursos. Las formas de callar, de anular al otro, son varias, y van desde las más explícitas del “No me interrumpas” de la Tortuga hasta el echar en cara una inexperiencia, donde se pone en cuestión el poder del otro para hablar, acusándolo implícitamente de no saber lo que dice o de ignorar la verdad de algo. Con dichos métodos Alicia y mucho más claramente los súbditos de la Reina se hacen esclavos, soportes del saber del amo. Su saber guardar silencio es una sumisión al poder

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del otro, que permite que el otro se erija con el poder convirtiendo cierto saber (suponiendo que sepa algo) en el Saber, es decir, en la Verdad. El único consuelo es que la esclavitud une (véase las señas que se hacen los súbditos a espaldas de la Reina) mientras el poder aísla, ya que los amos se excluyen entre sí (lo que se ve ante la aparición de un poder mayor, más despótico, como la Reina, que no le da otra opción a la Duquesa frente a Alicia que eclipsarse, desaparecer (entonces por orden expreso de la Reina)). Así, la Reina prácticamente termina jugando sola, así como prácticamente habla y vive en su propio mundo, al no reconocer como posibilidad la diferencia del otro, sino considerándolo como simple apéndice de sus deseos (de Reina). “En este mundo todo el mundo da ordenes”, resume perfectamente Alicia la actitud de los otros frente a ella. Todos van a manejar un saber que pretenden sea obvio para los demás. La Duquesa, por ejemplo, se sirve de su saber para asumir cierta condescendencia frente a Alicia. Cree que eso le da autoridad para mirarla desde arriba, porque ella sabe (puede encontrarle una moraleja a todo), y Alicia no (sin tener en cuenta que ella no cree que todo deba tener una moraleja, una verdad que se pueda inferir tan fácilmente como hace la Duquesa). Hablar enrevezado, de manera “complicada”, es otra forma (simple por cierto) de la que se sirve la Duquesa para reafirmar su posición de superioridad (de poder) frente a Alicia. Ello es para que Alicia “vea” que ella sabe, y se dé cuenta de que no está a su altura, porque no puede entenderle. Por su parte, Alicia no tiene ese problema de petulancia (no quiere tener un poder sobre nadie), sino que por el contrario, como dirá la Duquesa (cabe suponer que un poco despectivamente), tiene el poder de decir las cosas de una manera clara y sencilla (cosa casi que propia de los niños). Todo esto, junto al hecho de que parece no reconocerle a Alicia el derecho de que pueda pensar porque simplemente ese pensar sea diferente al que ella maneja, hace que la Duquesa se sienta con el derecho de “educar” a Alicia, de mandar sobre ella; aunque ciertamente lo hará de la manera más suave, en comparación con el Grifo o la Tortuga, que ante la “confesión” de parte de Alicia de no poseer el mismo saber que ellos, la castigan con la acusación de simpleza (boba). Y si el poder no se ha podido establecer eficientemente, cuando el otro aún se cree con el derecho de replicar, ante las preguntas insistentes de Alicia, el Grifo cambia de tema. Cuando un sistema de imposición de poder falla, cuando el otro todavía se rebela (pregunta, objeta), es necesario pasar a terrenos más seguros, a otras prácticas (o a la misma con diferente apariencia (tema)). ¿No se les hace estas actitudes bastante familiares?

Hugo BlumenthalCali, 1998

Hugo Blumenthal © 2007

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