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    La existencia de Dios ITeología Natural

    Posibilidad y necesidad de demostrar la existencia de Dios.Por: Zeferino González | Fuente: www.filosofía.org

    Artículo IPosibilidad y necesidad de demostrar la existencia de Dios.Para fijar el sentido de las palabras y evitar confusión de ideas, en este y los demásproblemas relativos a la existencia de Dios, conviene tener presentes las siguientesnociones generales:

    Por la palabra Dios entendemos aquí un Ser Supremo que existe a se conexistencia absolutamente necesaria, y del cual depende el conjunto ouniversalidad de los seres que no son él. Excusado es advertir que esta noes una definición real de Dios; pues, aparte de que ésta no es posible a la

    limitada inteligencia del hombre, si se habla de una definición adecuada, aun laimperfecta o inadecuada debe ser el resultado de la investigación relativa a suesencia y atributos. La noción anterior es, pues, una definición nominal, más bienque real.

    ª Ya se ha dicho en la lógica, que la demostración a priori consiste endemostrar el efecto por la causa, es decir, en demostrar la existencia,esencia o atributos de una cosa, tomando por medio para la demostraciónla causa real de la cosa, y digo la causa real, causa essendi, porque no

     basta tomar como medio la causa de conocer aquella cosa, causa cognoscendi,que se intenta demostrar, pues en este sentido, toda demostración es per causam,sin excluir la demostración a posteriori, en la que la causa se demuestra por suefecto.

    3°Entre los adversarios más o menos directos de la posibilidad de demostrarla existencia de Dios, pueden enumerarse. a) Los ateos especulativos o dogmáticos, que consideran la existencia de Dioscomo un error o hipótesis gratuita de los teístas. b) Los ateos negativos, que coinciden con los positivistas contemporáneos, loscuales hacen profesión de ignorar si existe o no existe Dios, o mejor dicho,consideran esta investigación como inaccesible a la razón humana.

    c) Los ateos prácticos, que admitiendo la existencia y realidad de Dios, larechazan prácticamente, en cuanto que viven y obran como si no existierarealmente.

    Bajo otro punto de vista, destruyen o niegan la demostrabilidad de laexistencia de Dios, además de Aylli y algunos otros antiguos, que sóloadmitían una demostración imperfecta y de certeza moral para la

    existencia de Dios:

    Los tradicionalistas rígidos, que afirman que el conocimiento que poseemos acerca de Dios,es debido a una revelación divina y primitiva que llega hasta nosotros por conducto dellenguaje, sin que sea posible a la razón humana individual y abandonada a sus propiasfuerzas, demostrar rigurosamente la existencia de Dios.

    Los sentimentalistas, es decir, los que consideran la noción de Dios como el resultado deuna especie de instintos o sentido divino, más bien que como el efecto de un procedimientoracional y científico; pertenecen a esta escuela, entre otros, Jacobi, y hasta cierto punto el P.

    Gatry.

    Kant y los que con él afirman que la razón humana se halla encerrada dentro de la realidadsensible, y aun ésta fenomenal, sin poder llegar a la posesión de los noumena, ni demostrarla realidad objetiva de los conceptos de la razón pura. 

    5°Por lo que hace a la necesidad de la demostración que nos ocupa, o la niegan, o almenos la debilitan su importancia, por un lado Descartes con la hipótesis de la idea innatade Dios, y por otro los ontologistas partidarios de la intuición primitiva e inmediata de Dios.Dadas estas nociones, vamos a probar ahora que es posible demostrar a posteriori laexistencia de Dios. Para esta demostración se necesitan y bastan tres condiciones: 1ª queexistan realmente efectos de la causa cuya existencia se trata de demostrar: 2ª que estosefectos tengan conexión necesaria con la causa que por ellos se intenta demostrar: 3ª quetanto la realidad de los efectos, como su relación o conexión necesaria con la causa, seconozca evidentemente por la razón. Siendo, pues, indudable que estas tres condiciones severifican en la demostración de la existencia de Dios por medio de sus efectos, lo esigualmente que esta demostración es, no solamente posible, sino hasta relativamente fácil ala razón humana. ¿Puede dudarse, en efecto, que existimos realmente nosotros, y queexisten fuera de nosotros efectos reales, contingentes y finitos, y que estos efectos suponennecesariamente una causa primera de los mismos, y en el concepto de primera, necesaria,superior e independiente?

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    mundo, debe ser una inteligencia y una inteligencia muy superior a la del hombre,y tan perfecta como poderosa.

    En resumen: el mundo que exige un poder infinito por parte de su origen ex nihilo,único origen racional que puede asignársele, exige, supone y revela a la vez, unarazón infinita, a no ser que digamos con los modernos positivistas, aventajadosdiscípulos y restauradores de la doctrina de Empédocles, Leucipo, Demócrito,Epicuro y demás ateos y materialistas de las antiguas escuelas, que el mundo ytodos sus seres, así como el orden, conexión y armonía que en ellos se observan,son lisa y llanamente el resultado de una feliz casualidad, a beneficio de la cualcomenzó a existir el mundo actual con su orden y seres presentes, merced achoques y movimientos fortuitos de la materia y de sus fuerzas ciegas y necesarias,ni más ni menos que las obras de san Agustín, pueden resultar compuestas yordenadas, arrojando al aire y moviendo violentamente y al acaso algunas arrobasde caracteres de imprenta.

    Que en la infancia, por decirlo así, de la filosofía; que durante sus pr imeros pasos,y cuando estaba privada de la luz que la idea cristiana irradia sobre la razón

    humana, hubiera filósofos que profesaran semejantes absurdos, todavía seconcibe, siquiera con dificultad; pero que en el siglo que se llama a sí mismo elsiglo de las luces; que en medio de una Europa tan orgullosa de su civilización yde su saber; que viviendo en una atmósfera literaria en la cual la idea científica sehalla rodeada y como compenetrada por la idea cristiana, haya hombres que nosolamente se llamen filósofos, sino que pretendan regenerar y fundar la verdaderafilosofía, desenterrando los absurdos de Epicuro y Lucrecio, y las caducas teoríasde la antigua escuela jónica, cosa es que apenas alcanzamos a comprender, y quedemuestran una vez más la impotencia y los extravíos a que es arrastrada la razónhumana abandonada a sus propias fuerzas, y sobre todo, cuando en su orgullosatánico se esfuerza en cerrar los ojos a la luz que se desprenden en vivos fulgoresde la revelación divina y de la idea católica.

    C) Demostración o argumento moral.Si lo que la lógica llama criterio de sentido común tiene valor real y científico, esindudable que la existencia de Dios, es una verdad inconcusa; porque ninguna delas que suelen apellidarse verdades de sentido común, reúne con tanta exactitudlas condiciones de este criterio. Los ignorantes, las naciones civilizadas y lospueblos salvajes, los paganos y los cristianos, durante los períodos primitivos dela historia, como en los siglos medios y modernos, la humanidad toda, por decirlode una vez, afirma y reconoce la existencia de Dios como ser superior al hombrey a los seres que le rodean, siquiera al determinar su natura leza y atributos, incurraen errores más o menos notables.

    Añádase a esto:

    a) Que la razón y la ciencia apoyan y confirman esta existencia.

     b) Que el reconocimiento de esta verdad, tiende a contrariar las inclinaciones ypropensiones del hombre a los vicios y pasiones, lejos de serles favorable.

    c) Que esta verdad se sostiene hasta en medio de las tribus cuya barbarie los acercaa los irracionales, y hasta en medio de las naciones, pueblos y clases, en que lainmoralidad más profunda y universal, tienden de su naturaleza a borrar la ideade Dios.

    d) Que se conserva y persevera en la razón y conciencia universal de lahumanidad, no solo a pesar de las extravagancias de todo género que mancharony manchan el politeísmo, sino a pesar también de ciertas objeciones aparentes yobvias, que tienden a persuadir lo contrario a la razón débil e inculta de lageneralidad de los hombres, como es por ejemplo, la prosperidad y abundancia de

    los malos, al lado de las miserias e infortunios que rodean con frecuencia al justo.

    Es, pues, indudable a los ojos de la sana razón, si se tienen en cuenta lasreflexiones y condiciones indicadas, que la existencia de Dios es una de aquellasverdades, cuya evidencia arrastra y determina enérgicamente el asenso de la razónhumana, siquiera ésta, no siempre, ni en todos los hombres, sepa darse cuentaexplícita a sí misma, ni posea la concepción científica y refleja del origen yfundamento de semejante asenso.

    Excusado es advertir, que existen otras demostraciones de la existencia de Diosno menos eficaces y concluyentes, demostraciones que la naturaleza ycondiciones de esta obra no nos permiten aducir, y que hacen de la existencia deDios una de las verdades más evidentes e inconcusas de la ciencia.

    Debemos consignar, sin embargo, que no incluimos en estas demostraciones loque se llama el argumento ontológico, y esto por dos razones principalmente: 1ªporque consideramos inútil y hasta imprudente echar mano de una demostración,cuyo valor y legitimidad son problemáticos para muchos teólogos y filósofos,teniendo a la mano otras demostraciones sencillas, evidentes y admitidas portodos: 2ª porque tenemos por más probable que el argumento ontológico envuelveun sofisma en lugar de una demostración. Es cierto que la existencia física y reales una perfección positiva: es cierto también que un ser no será perfectísimo si notiene existencia real; pero también es cierto que yo puedo concebir un serperfectísimo y por consiguiente, como existente, sin que por eso este ser exista

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    realmente; porque mi concepción no es la medida, ni la causa de la existencia realdel objeto concebido. Esta sencilla reflexión basta para probar que en elargumento ontológico se pasa al orden ideal al real, y por consiguiente, queenvuelve un verdadero sofisma .

    Por lo demás, Descartes ni siquiera tiene el mérito de la originalidad con respectoa esta pretendida demostración ontológica, con la cual tanto ruido metieron él ysus discípulos; pues algunos siglos antes le había presentado ya san Anselmo enlos siguientes términos: «Certe, id quo majus cogitari nequit, non potest esse inintellectu solo: si enim vel in solo intellectu est, potest cogitari esse et in re, quodmajus est. Si ergo id quo majus cogitari non potest, est in solo intellectu, ic ipsumquo majus cogitari non potest; sed certe hoc esse non potest. Existit ergo proculdubio aliquid, quo majus cogitari non valet, et in intellectu, et in re.» Proslog.,cap. 2º.

    Por su parte santo Tomás, descubrió y llamó ya la atención sobre el sofisma queencierra esta argumentación, a la cual contesta en los siguientes términos: «Datoetiam, quod quilibet hoc nomine. Deus, significari hoc quod dicitur, scilicet, illud

    quo majus cogitari non potest, non tamen propter hoc sequitur, quod intelligat, idquod significatur per nomen, esse in rerum natura, sed in apprehensioneintellectus tantum. Nec potest arqui quod sit in re, nisi daretur, quod sit in realiquid quo majus cogitari non potest; quod non est datum a ponentibus Deumnon esse.» Sum. Theol., 1º P. cuest. 2ª, art. I, ad. 2.}De lo dicho en este artículo y en el anterior, se desprenden los siguientes

    Corolarios 

    1º Es imposible, o al menos, muy difícil, que se dé ignorancia negativa, niinvencible de la existencia de Dios; porque es imposible que a un hombre en eluso de su razón, no le ocurra alguno de los varios y fáciles argumentos queprueban la existencia de Dios; y esto tiene lugar, aun tratándose de un hombre

    aislado y de pueblos salvajes. Que si se trata de hombres que viven en una sociedadcivilizada, y sobre todo cristiana, es absolutamente imposible, salvo el caso decircunstancias muy excepcionales y rarísimas, que haya ninguno que no conozca,o al menos dude de la existencia de Dios.

    2º  Con mayor razón es, o imposible, o sumamente difícil que existan ateosespeculativos o dogmáticos. Porque es imposible moralmente que un hombre enposesión de cierto grado de desarrollo de la razón y de la ciencia, cuales son losque hacen profesión de ateísmo, no reconozca el valor científico que encierran lasdemostraciones y pruebas sobre la existencia de Dios, o que por lo menos noabrigue dudas sobre esto. No carece de fundamento, por lo tanto, la opinión de

    los que niegan que hayan existido y puedan existir verdaderos ateos teóricos odogmáticos.

    3º Más fácil es la existencia de ciertos ateos que pudiéramos llamar indirectos, esdecir, aquellos que atribuyen a Dios alguna cosa incompatible con la verdaderaDivinidad, o que le niegan algún atributo que lleva consigo, en buena lógica, lanegación de la esencia divina. En este sentido, son ateos los que niegan la creacióno la Providencia, los politeístas que admiten la pluralidad de dioses, y, por reglageneral, los panteístas que identifican a Dios con el mundo.

    4º Luego Dios posee una inteligencia suma, y una sabiduría suma, porque sóloasí se comprende el orden admirable, el conjunto armónico y las leyes tanconstantes como eficaces y poderosas, que resplandecen en el mundo.

    5º  Luego Dios es un ser perfectísimo, y por consiguiente absoluto e infinito:porque siendo, como es, un ser que existe a se, independientemente de otro, noproducido y absolutamente necesario, excluye toda causa de limitación y finidad,y en virtud de la necesidad y condición absoluta de su esencia, posee todas las

    perfecciones posibles.

    Objeciones 

    1ª Una cosa necesaria no puede demostrarse sino por algo que sea necesario; esasí que los seres que observamos en el mundo que nos rodea, no son necesarios:luego no pueden servir de premisas para demostrar la existencia necesaria de Dios.

    Resp. Dist. la menor. Los seres del mundo no son necesarios en cuanto a suexistencia, pero sí son necesarios en cuanto a la relación y conexión con suprimera causa. Dada la libertad de la creación por parte de Dios, la existencia delmundo y de los seres que le componen, no es necesaria con necesidad absoluta,

    sino con necesidad hipotética, en fuerza del decreto de Dios sobre la creación,puesto que pudo Dios no sacarlos de la nada. Empero, dada su existencia dehecho, es absolutamente necesario que hayan recibido esta existencia de algunacausa, y bajo este punto de vista, los seres contingentes tienen algo de necesario,porque, y en cuanto tienen conexión y dependencia necesaria de Dios.

    2ª Para la producción de un efecto contingente y finito basta una causacontingente y finita: luego la existencia de seres contingentes y finitos, no puededemostrar la existencia de Dios como ser necesario y causa infinita.Resp. Aunque un ser contingente y finito sólo pide una causa contingente y finita,si se trata de su causa inmediata e inadecuada, exige una causa necesaria e infinita,

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    si se trata de su causa inmediata e inadecuada, exige una causa necesaria e infinita,si se trata de la causa primitiva y adecuada. La causa contingente A puedeproducir el efecto B, pero la existencia y acción de ésta causa presupone laexistencia de una causa primera que no reciba el ser de otra, y por consiguienteque existe necesariamente por sí misma. Igualmente, el efecto B, en cuanto es tal

    efecto determinado, procede de tal causa finita, pero en cuanto envuelve la razónde ser, de realidad, de entidad, envuelve en su concepto el tránsito originario yprimitivo del no ser al ser, y en este concepto exige y supone una causa infinita;porque ninguna causa finita produce todo lo que hay en el efecto, sino que suponesiempre una [ materia, o sujeto que recibe la acción. Por eso enseña santo Tomásque en todo efecto de las causas segundas, la razón de ser, el esse, corresponde ala acción y causalidad de Dios como causa primera, universalísima, infinita ycreadora.

    3ª No es imposible una colección que sea necesaria y no producida comocolección, aunque cada uno de los seres que la componen sea contingente yproducido: por consiguiente, de la existencia de éstos, no se infierenecesariamente la existencia de un ser necesario y no producido, distinto de la

    colección. Y esto se corrobora y confirma, porque a un ser colectivo puedeconvenir un predicado que no conviene a cada una de sus partes: una colecciónde mil hombres puede mover una piedra, que no puede ser movida, sin embargo,por cada uno de los que entran en la colección.Resp. Decir que una colección de seres contingentes puede ser necesario, es lomismo que decir que muchas negaciones pueden producir una afirmación, omuchos cuerpos un espíritu. Por grande que se suponga una colección de seres,desde el momento que admitimos que cada uno de estos, sin excepción, escontingente y necesita recibir la existencia de otro, es preciso, o admitir una serieinfinita en la colección, lo cual tampoco explicaría las existencias contingentes,además de implicar contradicción, o admitir un ser distinto de la colección,anterior y superior a ella, que contenga la razón suficiente de la existencia de ésta.Ni se oponen a esto la confirmación y el ejemplo que se citan, porque se trata depredicados ejusdem generis o del mismo orden, y, sobre todo, se trata de fuerzasfísicas y materiales, capaces de ser adicionadas y sumadas, y no de predicados oatributos contradictorios, como aquí. Entre la fuerza de un individuo, capaz demover una parte de la piedra B, y la fuerza reunida de mil individuos, hay unadistancia determinada, pero no hay contradicción, ni distancia infinita, como lahay entre la contingencia y la necesidad, la producción y la no producción, cosasque envuelven oposición entere el ser y no ser.

    4ª No repugna una serie infinita de causas, y por consiguiente no es necesariollegar a una primera. Además es posible una serie infinita de causas a parte post,o sea una serie de causas sin una última: luego también lo será una serie sin

    primera.Resp. Ya se ha demostrado, tanto en la cosmología, como en las pruebas de laexistencia de Dios, que implica contradicción una serie o multitud actualmenteinfinita, y se ha visto también que, admitida esta hipótesis, no podría realizarse laproducción y existencia actual de un efecto, porque para ello sería necesario haber

    pasado lo infinito, como si dijéramos, lo imposible; y el efecto A sería el términopresente y el fin de un infinito.

    Los positivistas modernos, para evitar el absurdo de tener que admitir númerosinfinitos mayores unos que otros, suelen decir que la serie de las plantas y de losanimales y del hombre no forman series distintas, sino una serie única,considerando los hombres como un desarrollo de los animales, a éstos como eldesarrollo de las plantas, éstas de los minerales, &c., pero ni aun con esta hipótesismaterialista consiguen su propósito; porque siempre será verdad que el númerode las hojas de los árboles, y sobre todo el número de los brazos o de los cabellosdel hombre, es mayor que el número de éstos, aun incluyendo en la escala humanalos seres inferiores como partes de la misma. Esto sin contar que la serie infinitade causas y efectos, tropieza por todas par tes con absurdos que sólo puede devorar

    la razón, o mejor dicho, la palabra de los materialistas.

    Ni se opone a esto la posibilidad de una serie de causas sin alguna última; porqueesto solo prueba la posibilidad de una serie no infinita actualmente, sinosimplemente indefinida, y, sobre todo, exige y supone necesariamente una causaprimera.

    5ª El orden que resplandece en el mundo tiene su causa y razón suficiente en lasfuerzas y leyes de la misma naturaleza, y por consiguiente no demuestra laexistencia de Dios, como ser de suma inteligencia y sabiduría.

    Resp. Las leyes y fuerzas de la naturaleza contienen la causa próxima y la razónsuficiente inmediata e hipotética del orden y conservación del universo, pero nola causa primera ni la razón suficiente a priori y absoluta; porque las fuerzas yleyes que regula la producción de los efectos contingentes y sus relaciones, nopueden poseer una necesidad superior a la que corresponde a los seres en loscuales se hallan. Por otra parte, estas leyes y fuerzas, además de ser absolutamentecontingentes en sí mismas, existen en los mismos seres, y no tienen una realidado existencia abstracta y separata de estos fuera de Dios: luego suponen un primerprincipio y una primera causa eficiente, lo mismo que los seres contingentes yproducidos que obran por medio de ellas.

    6ª Hay en el mundo muchos seres y fenómenos inútiles y nocivos, a los cuales nopodemos señalar fines convenientes, como los infusorios, muchos insectos, los

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    rayos que destruyen árboles, o desmenuzan rocas, las lluvias que caen en losarenales, con mil otros fenómenos análogos que indican que el mundo es más bienla obra del acaso que de una inteligencia superior.

    Resp. Esta objeción sólo tendría fuerza en la hipótesis de que el hombre poseyera

    un conocimiento perfecto y adecuado del mundo, de todas y cada una de suspartes, y de todas las fuerzas, leyes y relaciones, que entre estas y en estas existen,hipótesis que dista mucho de ser una realidad, y esto es lo único que de la objeciónse deduce legítimamente. Empero, nuestra ignorancia acerca de los finesespeciales de algunos seres, no prueba que no existan estos fines, o que no seanconocidos y fijados por Dios. Para la legitimidad y valor científico de lademostración a que se refiere la objeción, basta que conozcamos, comoconocemos, por la razón y la experiencia, el orden y armonía general del mundo,y los fines especiales de muchos de los seres que encierra, junto con elpresentimiento racional de otros, por más que no los conozcamos todos conclaridad y certeza.

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    Demostrar la existencia de Dios Teología 

    Prueba desde la estructura metafísica del ente finito y el acto puro.Por: Antonio Orozco | Fuente: Arvo.net

    I. Predisposiciones necesarias para la demostración

    II. Presupuestos de la demostración 1. Existe algo cognoscible con certeza2. Alcance metafísico de nuestra mente

    III. Metafísica del ente finitoCompuesto de acto y potenciaLo compuesto implica un acto previo para actuar

    IV. El Acto puro.

    I. PRE-DISPOSICIONES PARA LA DEMOSTRACIÓN

    Que Dios existe se ha demostrado de muchas maneras y se puededemostrar de muchas más. En rigor, cualquier cosa que existe, conexistencia real, es un punto de partida suficiente para demostrarque Dios existe. Como hemos visto en otra ocasión, el sentidocomún sería suficiente para saberlo. Pero también es natural eintelectualmente necesario que nos exijamos pruebas racionales en

    el más riguroso sentido de la palabra.Si queremos que se nos demuestre rigurosamente la existencia deDios, debemos estar «pre-dispuestos» a razonar rigurosamente  yaplicar la lógica racional a los argumentos.

    Se nos podrá decir: tú ya comienzas presuponiendo que Diosexiste, crees en su existencia, estás inclinado a aceptar cualquier

    apariencia de demostración; pero en rigor, esas pruebas que túpropones no concluyen, no convencen más que a los que ya creen.

    Pero, a su vez, podemos replicar justamente: lo cierto es que tú pre-

     juzgas la inexistencia de Dios o la imposibilidad de demostrarla yno estás dispuesto a reconocerla aunque Dios se te presentara en«carne mortal». De hecho, Dios se ha presentado en «carne mortal»y, según los Evangelios, resucitó a Lázaro después de cuatro díasde iniciar su corrupción en el sepulcro. Pero muchos que lo vieronno creyeron en Él.

    Queremos decir que es cierto que para que una demostración de laexistencia de Dios se entienda concluyente, es preciso tener algunapredisposición a aceptar el resultado, sea el que fuere, porque si no,sucederá como a algunos filósofos que niegan incluso la existencia

    del mundo y sólo reconocen acaso la suya propia. Con talespresupuestos es punto menos que imposible demostrar nada. Sólocabría, si no fuera una falta de educación, tirarles una mesa a lacabeza, para que se dieran cuenta de que existe algo más que sumente. Pero aún así, cuando uno no está dispuesto a aceptar másque la realidad que desea, se sale por la tangente. Menos aúnaceptará que Dios existe y que es creador. Lo cual no quiere decirque no pueda demostrarse sino que -lo adelantamos- hace falta unmínimo de rigor intelectual, una disposición de querer razonarsegún la lógica racional, es decir, según las leyes que la mismarazón descubre en sí misma y que el orden de la realidad implican

    para poder discurrir con certeza hacia cualquier verdad. Si nosotrosno cumplimos este requisito, reconoceremos a quien nos lomuestre, que nuestro intento se ha frustrado.

    II. PRESUPUESTOS DE LA DEMOSTRACIÓN 

    Ninguna demostración puede partir de cero. Requiere unaspremisas a partir de las cuales se llega a una conclusión. Para

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    concluir que A=C, es preciso partir de evidencias anteriores: A=By B=C.

    Pues bien, veamos algunas premisas necesarias para una

    demostración rigurosa de la existencia de Dios, asequibles a todos,con tal de aplicar la atención de la mente al discurso:

    1. Existe algo cognoscible con certeza.

     — Tú, yo, el mundo...

    -- Conocemos la propia existencia del yo, la del tú y la del mundo.Sabemos que somos algo, tenemos una idea – todo lo confusa quese quiera —  de la existencia y naturaleza del yo, del tú y del mundo,

    pero pedimos más.

     2. Alcance «meta-físico» de nuestra menteLa realidad en la que nos encontramos implantados o inmersos,presenta múltiples facetas y niveles de comprensión, que explicanla existencia de diversas ciencias naturales y permite comprenderla posibilidad de una comprensión sobrenatural con la ayuda deldon de la fe en la divina revelación.Un vaso de agua limpia se presenta a la vista como un líquidoperfectamente transparente, sin que muestre quizá ninguna señalde otro elemento que no se pueda formular con la famosa H2O.

    Si aplicamos un microscopio a una gota de agua, veremos multitudde «bichos» de muy diversas formas, algunas incluso repugnantespara los que no están habituados a semejantes experiencias.

    Si aplicamos un microscopio electrónico suficientemente potente,quizá podamos llegar a ver lo que ahora llamamos átomo, con sunúcleo y los electrones, los neutrones, etcétera.

    La misma realidad se nos presenta de diversas maneras segúnel método, o lo que es equivalente, el instrumento que utilicemos. Y,por lo demás, no se nos ocurre pensar que lo que vemos con el

    microscopio electrónico sea «cosa» distinta de la observamos en elmicroscopio sencillo, o con el ojo sin más instrumental. Vemos lomismo (agua) y, en lo mismo, distintos elementos, algunosesenciales, otros accidentales.

    La ciencia experimental o empírica, cuenta con instrumentos quepermiten ver la realidad en distintos niveles. El conjunto deobservaciones nos ofrece un conocimiento más completo y perfectodel contenido de un vaso de agua.

    Ahora bien, si razonamos a partir de lo que nos manifiestan los

    sentidos y aplicamos el magnífico instrumento con que contamostodas las criaturas racionales que llamamosmente   (o intelecto, oentendimiento, o razón) podemos concluir que en aquel vaso secontiene una sustancia (el agua), que «es»; y que «es» en estemomento; no sólo fue o será, sino que «es» ahora, es decir, es oexiste «en acto»; dicho de otra manera: es una «sustancia» que tieneuna «esencia» (la del agua y no la del petróleo) no sólo «enpotencia», como posibilidad futura, sino actualmente: «en acto»; esdecir, no sólo tiene «esencia», sino que la tiene en «acto de ser». Esacosa, pues, que es el contenido del vaso, está compuesta de «esencia»y «acto de ser». No es una esencia meramente imaginada opensada, a la que mi mente prestaría el ser, sino que está ahí,ejerciendo un acto de ser propio, independientemente de que yo lapiense o imagine.

    Estas realidades (esencia y acto de ser  o existencia), que componenuna (sola) cosa ya no son visibles con ningún instrumento óptico,sino cognoscibles sólo mediante la aplicación de la mente a lopercibido por los sentidos. Hemos alcanzado un nivel más hondo

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    de la realidad del agua que el físico, llamado «meta-físico», tan realcomo el físico; que no contradice, sino al contrario, lo que hemosvisto con los instrumentos físicos (ojos, microscopios, etc.). Por esola metafísica es un saber tan científico como el físico y se refiere a

    las mismas cosas, pero vistas desde una perspectiva o nivel distinto.

    La metafísica se llama también filosofía del ser , ya que su objeto másespecífico es el «ser» de todo cuanto existe, o si se prefiere, su objetoson todas las cosas en tanto que «son» o «tienen ser».

    III. METAFÍSICA DEL ENTE FINITOHay verdades ciertas de la metafísica del ser que han sido negadosmuchas veces, pero quien las niega, se condena a no ser capaz de

    razonar con sentido inteligible, porque admite que una cosa puedaser y no ser a la vez, bajo el mismo respecto. Y así no se puededemostrar la existencia de Dios ni la del rábano, porque admite lacontradicción en la misma realidad de las cosas, como si lo blancopudiera ser a la vez negro, o un círculo pudiera ser a la vezcuadrado. Con tales premisas no se puede avanzar, el pensamientose bloquea.

    Hay que reconocer que conocemos no sólo «fenómenos» -apariencias, de cosas: colores, sabores, cantidades, magnitudes...Es preciso reconocer que el color que vemos no es algo sostenidopor nada, sino por alguna sustancia como el melocotón o laatmósfera, etcétera. Las ciencias naturales alcanzan los fenómenosde las cosas. Ahora bien, los fenómenos no pueden ser merailusión, se nos resisten, no podemos hacer con ellos lo quequeramos, tienen realidad extramental, están sustentados por algoreal, que existe y que Aristóteles llamó substancia, que es en sí y noen otro, como los accidentes.

    El ser de la manzana es lo que hace que la manzana exista y exista;y que exista con tal dimensión, color, sabor, etc. Los fenómenos — lo que aparece de las cosas a los sentidos —   son objeto de las

    ciencias naturales. Pero la mente humana no sólo conoce losensible de las cosas, tiene la capacidad de "leer dentro" de ellas:intus legere. Penetra más a fondo en las cosas que los sentidos.

    El intellectus capta lo inteligible que hay en lo sensible y entiendeque las cosas no sólo "aparecen", sino que "son", "tienen ser"; noun ser meramente pensado por mí, sino ejercido fuera de mí. Estoes evidente y sólo mediante un proceso de complicacióninjustificado puede ponerse en duda.

     La composición de acto y potencia

    Hay "ser". Y lo que es, es, y lo que no es, no es. Esta obviedadplanteó problemas a los filósofos anteriores a Aristóteles. Si lascosas son o no son, si no hay alternativa entre el ser absoluto y elno ser absoluto, sólo existe el ser absoluto. Del no ser, nada puedeproceder. Por lo tanto sólo existe el ser y éste ha de ser eterno einmutable. La mutabilidad del ser, llega a pensar Parménides, esmera apariencia.

    Pero Aristóteles dice: no, es evidente e innegable que el ser de las

    cosas (los entes) es mudable. Existe el movimiento, el cambio, noya en las apariencias de las cosas (en sus fenómenos o accidentes),sino en el ser mismo. No sólo hay el Ser, sino seres (entes) que  sonen acto, pero compuestos, limitados por algo real. Vio tambiénAristóteles que lo limitante no puede ser el acto, que de suyo esperfección, sino la potencia (pasiva). 

    El ente móvil o cambiante, pasa de ser de una manera a ser de otra.

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    No sólo cambia de lugar, cambia de cualidad, de propiedades,algunas de las cuales son muy relevantes. El piñón se transformaen pino. El piñón es piñón en acto, no es pino en acto, pero puedellegar a serlo. En cambio, un grano de trigo no llegará a ser nunca

    un pino. El piñón tiene algo que le permite, en ciertas condicionesllegar a ser pino. ¿Qué es ese algo? Es algo que no es en acto, sinode cierta manera que llamamos en potencia  (pasiva). El piñón esuna mezcla — mejor dicho, una composición —  de acto de piñón ypotencia de pino. Cuando el piñón se entierra y germina y sedesarrolla, actualiza su potencia  pasiva, se convierte en pino. Hahabido un cambio, una alteración, que podemos llamar también«movimiento», no necesariamente local, sino cualitativo.

    Descubrir esta composición en el ser de todo cuanto existe en elámbito de nuestra experiencia, es un acontecimiento no físico,

    sino meta-físico. Hemos analizado la entidad de las cosas no yacon instrumentos que permiten analizar los fenómenos que en ellaso entre ellas suceden, sino que con el intelecto, hemos leídodentro de ellas, hemos conocido que todas están compuestas dedos «elementos» (co-principios) en distinta proporción: el acto yla potencia pasiva . Llamamos a ésta «pasiva» para distinguirla dela potencia como poder de hacer algo, que es más bien acto.

    Llegar a ser algo que no se era (por ejemplo, pino) supone que habíaalgo en acto (el piñón) con mucha potencia pasiva. Si en el piñónsólo hubiera potencia pasiva, nunca llegaría a ser pino. El piñóntiene que tener algo capaz de actualizarlo en pino; tiene que haberun acto o varios entes en acto que actúen sobre el piñón para queel piñón llegue a ser pino. El piñón solo se pudre. Para llegar a serpino se requiere la actualidad del piñón, la potencia pasiva delpiñón y muchos entes en acto (los de la tierra y los de las sustanciasnutricias). Ningún ser en potencia pasiva puede llegar a ser acto sinotros actos previos.

     Lo compuesto implica un acto previo

    Tenemos pues que todo cambio o movimiento metafísico indica

    a) un ente compuesto de acto y de potencia; yb) la acción de algún acto anterior al del ente en cuestión que le mueva aactualizar su potencia.

    a) Fijémonos en algo muy fácil de descubrir, razonando sobre unaexperiencia universal. Es obvio que en la realidad en la que existo,todas las cosas son cambiantes : se mueven en el espacio o adquiereny pierden cualidades. Pasan de cierta potencia a cierto acto. Yoahora estoy escribiendo y tú leyendo. Hace un rato estábamos

    tomando un café. Entonces no escribíamos ni leíamos, peropodíamos hacerlo. Esto en la filosofía clásica, se llama «estar enpotencia de», o «ser en potencia». Hace un rato yo estaba enpotencia de escribir. Mi escribir era sólo, pero no menos que unaposibilidad. Mi posibilidad de escribir y tu posibilidad de leer era«algo» no actual, sino «en potencia». Ahora que tú lees lo que yohe escrito, lees no en potencia, sino «en acto». Estás en acto de leer.Dejarás de leer y pasarás a otra cosa, quizá a cantar: estarás «enacto de cantar».

    Las nociones de «potencia» y «acto» responden a la realidad de

    todo nuestro mundo conocido, en donde hay continuos pasos depotencia a acto; de no ser algo, a serlo; y de serlo a no serlo. Es evidenteque existen multitud de cosas («entes») que están compuestos deacto y potencia. Antes de ser concebidos éramos «en potencia»(pura potencia pasiva); al llegar a la existencia comenzamos a seren acto (“pequeños” actos, con mucha potencia pasiva). Como elpiñón que es algo, pero no es pino; pero puede llegar a serlo: estácompuesto del acto de piñón y de la potencia de pino.

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      b) Ahora bien, si el pino no era en acto y ahora es en acto, es porquealgo ha hecho que el piñón en acto se haya cambiado en pino enacto. Algo que no puede haber sido pura potencia pasiva, sino en

    cierta medida, acto. (La potencia pasiva sólo puede recibir, no dar).

    Advirtamos que el piñón en acto no puede pasar a ser pino en actosi no es bajo la acción de otro/s acto/s previos.

    Todo lo que se mueve o cambia, pasa de la potencia de cambiar alacto de cambiar por otro acto previo.

    La de la piedra, de suyo, está en reposo sobre la tierra. Para que semueva es necesario que algo la empuje, por ejemplo un palo; peroha de ser un palo que esté en acto de moverse, porque si no se

    mueve tampoco puede hacer que la piedra pase de la potencia demoverse al acto de moverse. Volvemos a constatar que para queuna potencia pase a acto necesita un acto previo.

    Podríamos objetar que en el ser vivo hay movimientos que notienen su origen en algún acto exterior, que el viviente se muevepor sí mismo, en virtud de su propio acto: yo muevo el brazo quemueve el palo que mueve la piedra, por mi propia voluntad. Ahora bien, la voluntad, para mover el brazo ha necesitado ponerse enacto de querer. Ha pasado de la potencia de querer al acto dequerer. ¿Cómo? Cabría responder: por su propia virtud, por su

    propia fuerza, por su propio acto. Es evidente que la voluntad “semueve” en virtud de su propio acto y sin ese acto no habríamovimiento de la voluntad. Ahora bien, si estaba “en reposo” yahora se mueve, es que antes estaba en potencia de moverse y noen acto. Es evidente que ayer no tenía ese acto de mover. Peronadie da lo que no tiene. Por tanto no se basta a sí misma paradarse ese acto. Se requiere un acto ajeno (exterior, distinto) a lavoluntad.

    La voluntad es el caso límite en el que parece que no se cumple lanecesidad de que al acto preceda otro acto. El acto libre es unaradical novedad en el cosmos creado. Pero tampoco la voluntad

    puede sustraerse al principio de no contradicción: nadie da lo queno tiene. Por tanto la actualidad del acto de moverse - de elegir, eneste caso-, requiere necesariamente un acto previo, además de losdistintos actos previos que serán los motivos, los deseos, lasinclinaciones, etc. Pero ninguno de estos actos son determinantesdel acto de la voluntad. La voluntad se mueve porque quiere, noporque le mueven a esto o aquello. Sin embargo, la voluntad nopuede se excepción en la dependencia de un acto previo.

    El actuar libre ha de estar fundado en un acto precedente al actodel ser que es libre. ¿Qué es lo que puede fundar el acto de libertad

    sin anularla eo ipso? Sólo el acto que hace ser libre a la persona.Sólo un acto que sea puro acto de libertad, libertad pura en acto.Es decir sólo Dios, que es acto puro de libertad, es capaz de crearlibertad ex nihilo y conservar en la libertad. Conviene advertir aquíque el acto fundante de la libertad creada no ha de entenderseestrictamente como «causa», puesto que, como dice LeonardoPolo «la libertad es irreductible a la noción de causa, ya que una libertaddependiente de la causalidad es una contradicción». Con lo dicho quedaestablecido que el acto libre requiere un acto previo que actualicesu capacidad de actuar libre. Pero en este caso, el acto previo es elmismo acto creador, sin el cual la persona se vería determinada por

    impulsos y motivaciones con los que no se identifica. Sólo el actocreador que es pura libertad y pone el acto creado “ex nihilo”,puede fundar y sostener un acto de la criatura verdaderamentelibre.

    Por lo tanto, podemos y debemos admitir que:

    El acto precede siempre a la potencia   (en cualquier género de

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    movimiento o cambio). En el principio de todo cambio ha de habersiempre un acto; y ese acto ha de ser anterior y distinto del acto delo que cambia. Esto es lo que no han entendido muchos filósofosmodernos, que ponen, como principio absoluto, la nada (Hegel) o

    una sutil materia, que es mera potencia que se actualiza a sí misma.

    Ahora bien, con pura pasividad nunca podrá devenir ningún acto.Sería una contradicción. Para que haya acto ha de haber un actoprimero. Y el primer acto, en sentido absoluto, ha de carecer decualquier género de potencia. Para pasar de la nada al ser,obviamente se requiere una potencia activa infinita, es decir unacto puro de ser. Si no, no sería primero y nada podría llegar a ser.

    Si lo primero fuera compuesto, no sería absolutamente primero. Lacomposición indica limitación del acto por alguna potencia. Y la

    composición implica acto anterior, porque un acto compuesto conla potencia pasiva no puede actuar por sí solo.

    Una consecuencia de lo dicho hasta aquí es que el Acto puro actúaen todo devenir.

    IV. EL ACTO PURO

    El acto puro no puede tener limitación alguna, en cuanto acto,porque cualquier límite significaría (como una frontera) unaposibilidad de traspasarlo, de actualizarse más; pero esto sería

    contradictorio, porque implicaría alguna potencia pasiva en el puroacto.

    El Acto puro (ya podemos escribirlo con mayúscula) es perfecciónimperfectible, es decir, perfección pura. Más aún, posee todaperfección, precisamente porque es perfección imperfectible.

    Pues bien, la Bondad en acto perfecto, la Sabiduría en acto

    perfecto, la potencia activa en acto perfecto (o sea, laomnipotencia), el Amor en acto perfecto, ¿a qué corresponden sinoa quien llamamos Dios? Precisamente, tal perfección correspondeal Dios que se ha revelado así en el pueblo hebreo y, al fin, en

    Jesucristo resucitado

    Ante la ciencia: ¿existe Dios? La ciencia es limitada, pero creer en Dios supera y resuelve muchaspreguntas del hombre

    Por: Salvador I. Reding Vidaña | Fuente: Catholic.net

    ¿Es Dios un invento del hombre, producto de su ignorancia, su miedo a las fuerzas

    de la naturaleza y a lo desconocido? Esto y cosas semejantes dicen ateos, nocreyentes (a algunos gusta esta diferenciación) y los enemigos de la religión.

    Preguntemos de otra manera, ¿por qué la gente de las diversas culturas humanascree en la existencia de una o más deidades todopoderosas? ¿Por qué no seconforma con ir descubriendo las leyes de la naturaleza? Si la gente "inventa" orealmente descubre sistemáticamente un Dios, un ser todopoderoso,omnipresente, no es por miedo, sino al revés. La gente deduce la existencia de unser semejante porque su conocimiento heredado y adquirido, no le dan ningunaotra explicación del mundo y de su ser humano espiritual.

    Reconocer la existencia de Dios es producto de la razón, resultado de un procesodeductivo, es de estricta lógica y no de la imaginación, o de la ignorancia científica

    o de debilidades y miedos humanos. Por muchas razones también, el hombredescubre la trascendencia anímica sobre su muerte.

    El hombre encuentra la respuesta a sus preguntas sobre el universo y la mentehumana en la religión, después de que su conocimiento general y del llamadocientífico, no le dan respuesta a la existencia de ambas cosas. No la dan porqueno la tienen. Las ciencias llamadas exactas, naturales, nos dan conocimiento dela realidad física y de las leyes que gobiernan al universo, pero no explican suorigen o su por qué; no pueden, en cambio creer en Dios sí da esa respuesta.

    La ciencia, así en general, -como usan el término quienes oponen el conocimiento

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    científico a creer en Dios-, no es solamente limitada, sino que a través de lostiempos va cambiando sus enseñanzas, según se descubren tanto nuevas cosascomo los errores en que habían caído sus creadores.

    Así, la ciencia griega enseñó que había cuatro elementos: agua, tierra, aire y fuego;

    pero los científicos llegaron a descubrir muchos elementos de la materia, que elcientífico ruso Mendelejeff encuadró en su "tabla periódica de los elementos".Pero la misma ha sido enriquecida al descubrirse nuevos elementos.

    La ciencia enseñó que la tierra es plana, que el sol gira alrededor de ella; hasta quenuevos científicos dedujeron que era al revés, como ahora sabemos "a cienciacierta". Los científicos del siglo XIX afirmaban que había generación espontánea,pero Louis Pasteur, un científico creyente, demostró lo contrario. La cienciaenseñó que el átomo es indivisible -significado exacto del término. Ahoraconocemos más y más elementos subatómicos.

    La ciencia dice que la velocidad "terminal" es la de la luz, que nada puede moversemás rápido, pero otros lo ponen en duda; quizá en algunos años sepamos una

    nueva "verdad" científica al respecto. La duda es lo que ha llevado al hombre aadquirir nuevos conocimientos, cuando los de su entorno no responden a suraciocinio, y así descubre verdades antes ignoradas y/o rechazadas.

    También el conocimiento mágico es superado por la racionalidad. La magiaintenta explicar lo que no se entiende, pero sus intentos no son racionales, sinoemocionales, y son tentativas (muy fructíferas, por cierto) de controlar voluntadesajenas, de crearse el mago, hechicero o brujo un halo de superioridad que infundetemor, respeto, veneración y dominio.

    Cuando la ciencia, la magia y otros intentos de conocer la verdad del universo yde su origen, no responden a la sed de saber del hombre, de entender su entornoy sobre todo su propia persona, su ser, entonces, por racionamiento, deduce quedebe haber alguien, un ser que tenga el poder de crear esa naturaleza, esas leyesque la humanidad aprende. Es entonces cuando deduce que Dios existe. Sí, creeren un Dios todopoderoso, omnipresente y creador, es producto de la deducción,no del miedo o debilidad mental. La gente temerosa prefiere no creer en nada, osaberse comprometida en responsabilidades con un Dios juzgador y exigente.

    El gran centro de la creencia en Dios está en dos cosas básicamente: el origen deluniverso y el del espíritu humano, con toda su superioridad inmensa sobre otrosseres vivientes. La ciencia enseña la realidad, pero no su origen, no puede, estáfuera de sus fronteras; la teología sí, porque es su campo de conocimiento: Dios.

    La ciencia no explica el espíritu humano, su inteligencia, su conciencia quedistingue el bien del mal. Con la tecnología actual las ciencias: la anatomía, lafisiología, y otras, nos informan qué sucede en el cerebro humano cuando piensa,o tiene emociones, pero no nos dicen nada sobre la actividad inmaterial de la

    mente, sólo la del cerebro, la del sistema nervioso, es decir de las manifestacionesfísicas de los procesos del sentir afectivo o del pensar, pero no sobre éstos en sí.

    El ingenio humano, su creatividad, hacer poesía o música, y el arte en general,están fuera del ámbito científico; no son actos materiales, aunque para llevarlos acabo el hombre utilice su cuerpo, son mentales. La afectividad humana no secomparte con los animales, cuyos "afectos" son instintivos; pero el hombresobrepasa con creces sus instintos, como los de protección a la descendencia.

    Las ciencias de la conducta intentan conocer las funciones de la mente humana,pero no explican el por qué de su existencia, sólo investigan su realidad, es todo.La mente humana, el espíritu del hombre, que están por encima del resto de losseres vivos, solamente tienen explicación cuando se deduce que fueron creados

    por "alguien", con ese poder y esa voluntad.

    La ciencia es limitada, pero creer en Dios supera y resuelve muchas preguntas delhombre. Así, creer en Él no es resultado ni del miedo, ni de debilidades, sino dela razón. Ciencia y religión no se oponen, se complementan en el ser humano, ypor eso las gentes de diversos tiempos y culturas encuentran en la existencia de ladeidad todopoderosa la respuesta a sus preguntas; la respuesta: Dios existe.

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    "Vanos son por naturaleza todos los hombres que ignoran a y no alcanzan a conocer por los

     bienes visibles a Aquel-que-es, ni, atendiendo a las obras, reconocieron al Artífice; sino que

    al fuego, al viento, al aire ligero, a la bóveda estrellada, al agua impetuosa o a las lumbreras

    del cielo los consideraron como dioses, rectores del universo. Si, seducidos por su belleza,

    los tuvieron como dioses, sepan cuánto les aventaja el Señor de todos ellos, pues es el Autor

    mismo de la belleza quien los creó. Y si se admiraron de su poder y de su fuerza, debieron

    deducir de aquí cuánto más poderoso es su Creador; pues, de la grandeza y de la belleza de

    las criaturas, se llega por razonamiento al claro conocimiento de su Autor. Con todo, no

    merecen éstos tan grave reprensión, pues tal vez caminan desorientados buscando a Dios y

    queriéndole hallar. Ocupados en sus obras, se esfuerzan en conocerlas, y se dejan seducir

    por lo que ven. ¡Tan bellas se presentan a sus ojos! Pero, por otra parte, tampoco son éstos

    excusables; porque, si llegaron a adquirir tanta ciencia y fueron capaces de investigar el

    universo, ¿Cómo no llegaron más fácilmente a descubrir a su Señor?" (Sabiduría, 13, 1-9).

     b) Conocimiento de Dios por los grados de perfección 

    Más duras son las palabras de San Pablo en la Epístola a los Romanos. En ella pone de

    manifiesto que la incredulidad produce la degradación del hombre, cosa evidente, por

    cuanto que el que no quiere reconocer a Dios cae en una vida inmoral. Esta recriminación

    sería injusta si el hombre no fuese capaz de conocer a Dios con su inteligencia. Pero no es

    así, porque las perfecciones divinas se hacen visibles a la inteligencia humana por el

    conocimiento que de las mismas nos dan las cosas creadas. Los grados de perfección que el

    hombre conoce en la naturaleza reflejan la perfección absoluta de un Dios único y personal,

    al que todos los hombres son llamados a adorar y a seguir.

    "La cólera de Dios se revela desde el cielo contra la impiedad e injusticia de los hombres,

    que aprisionan la verdad en la injusticia; pues lo que de Dios se puede conocer, está en ellos

    manifiesto: Dios se lo manifestó. Porque las perfecciones invisibles de Dios, su poder eterno

    y su divinidad, se han hecho visibles después de la creación del mundo por el conocimiento

    que de ellas nos dan las criaturas, de forma que son inexcusables; porque, habiendo conocido

    a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron en vanos

    razonamientos, y su insensato corazón se llenó de tinieblas: jactándose de sabios se

    volvieron estúpidos, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una representación en

    forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos, de reptiles. Por eso, Dios los entregó

    a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos;

    a ellos que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura

    en vez del Creador, que es bendito por los siglos. Amén" (Rom 1, 18-25; cfr Hech 14, 14-18;

    17, 22-30).

    Según este texto, el que no reconoce a Dios lo hace por su culpa, pues no se trata sólo de no

    percibir lo invisible de Dios en las cosas visibles, sino de una rebelión del corazón que no

    reconoce a Dios como Señor, y le niega el dominio sobre el hombre y sobre las cosas. Con

    tal actitud, el hombre se degrada, no es capaz de reconocer su puesto en un mundo que se

    ha convertido en desordenado y caótico, y no acierta a descubrir la dimensión divina que

    aflora en todas las cosas.

    c) El testimonio de la conciencia  

    También en la Sagrada Escritura encontramos otro medio a través del cual el hombre puede

    conocer a Dios: se trata de su conciencia, la cual atestigua tanto la existencia de Dios como

    la ley natural que Dios escribió en el corazón de todo hombre.

    "Cuando los gentiles, que no tienen Ley, cumplen las prescripciones de la Ley guiados porla razón natural, sin tener Ley son para sí mismos Ley -es decir, obran según su conciencia-

    . Y con esto muestran que los preceptos de la Ley están escritos en sus corazones, siendo

    testigo su conciencia con los juicios que, alternativamente, ya les acusan o bien les defienden

    (Rom 2. 14-15).

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    Los que no han recibido la Revelación de Dios conocen por su razón natural los principios

    esenciales que informan la ley natural. En la intimidad de su corazón, todo hombre tiene

    grabada una ley moral natural. que participa de la ley eterna de Dios.

    Pruebas de la existencia de Dios 

    Es una sentencia próxima a la fe la que afirma la posibilidad de demostrar la existencia de

    Dios por medio del principio de causalidad (cfr Pío X, «Juramento antimodernista», DS

    3538 [2145]).

    Ya desde la misma época patrística, los teólogos han elaborado una diversidad de

    argumentos demostrativos de la existencia de Dios. Esto es así porque la proposición «Dios

    existe», desde el punto de vista del conocimiento humano, es una proposición mediata, que

    necesita de demostración racional, aunque tal proposición es en sí misma inmediata por

    hacer referencia al Ser absoluto e incausado.

    Como se ve, las argumentaciones demostrativas de la existencia de Dios, desde la dimensión

    de su conocimiento racional o natural, caen en el área filosófica, y, más concretamente, en

    aquella parte de la metafísica llamada metafísica teológica o teología natural; ésta tiene

    como objeto el conocimiento del Ser absoluto, de la Causa incausada de todos los seres

    existentes o posibles.

    Experiencia personal de Dios 

    Pero no todos los hombres, en concreto, necesitan acudir a una reflexión intelectual parallegar a la convicción de que Dios existe como ser Supremo y diferente al mundo, al que se

    le debe sumisión y adoración.

    Por tratarse de un presupuesto que ilumina la vida entera del hombre y el sentido del mundo,

    es lógico que la inmensa mayoría no se plantee reflexivamente cómo se puede demostrar la

    existencia de ese Dios en el que ya creen. Para el hombre es tan natural la convicción de la

    existencia de Dios como la luz del día o las estrellas de la noche, pues no en vano ha salido

    el hombre de las manos divinas. Como imagen de Dios, el hombre conserva esa convicción

    divina no como algo extraño y añadido por la presión de la cultura, sino como algo propio,

    como el fundamento radical de su ser, como la luz que explica el dinamismo de su vida, y

    como el amor en el que encuentra su plenitud. Se trata de algo vivido como por instinto; es,

    además, algo tan sublime y tan íntimo, que resulta difícil explicarlo con propiedad.

    A esto hay que añadir la experiencia personal de Dios que han tenido muchos hombres a lo

    largo de la historia. Ellos mismos han descrito con tal precisión sus experiencias, que no

    cabe atribuirlas a pura ficción o a invención poética, sino a un verdadero encuentro personal

    con Dios.

    Así, por ejemplo, en su afán de profundizar en la vida interior, Newman se convierte al

    catolicismo por la oración y el estudio. Claudel se siente conmovido en su espíritu al oír el

    canto del Magníficat en una tarde de Navidad; y confiesa:

    "Qué dichosas son las personas que creen! Pero... si fuera verdad... ¡Es verdad! ¡Dios existe, está ahí!

     ¡Es alguien, es un ser tan personal como yo! Me ama. Me llama» (Lessort, P.: «Claudel visto por sí

    mismo», p. 54). 

    También se dan otras experiencias personales de Dios, que se manifiestan como una acción

    propia y sobrenatural de Dios en el interior del hombre. En la Sagrada Escritura

    encontramos, por ejemplo, este tipo de intervención divina en la conversión de San Pablo:

    «Oyó una voz que le decía: -Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? El respondió: ¿Quién eres, Señor? Y

     El: -Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que debes hacer'

    (Hech 9, 4-6; cfr 22, 5-8; 26, 10-18; Gál 1, 12-17).  

    También en la vida de muchos santos se encuentran estas intervenciones divinas, que

    atestiguan no sólo la existencia de Dios, sino también su amor a los hombres, a quienes

    llama a Sí. Valga como ejemplo la experiencia de San Agustín:

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    "Y he aquí que oigo de la casa vecina una voz, no sé si de un niño o de una niña, que decía cantando,

     y repetía muchas veces: ¡Toma, lee; toma, lee! Y al punto, inmutado el semblante, me puse con toda

    atención a pensar, si acaso habría alguna manera de juego, en que los niños usasen canturrear algo

     parecido; y no recordaba haberlo jamás oído en parte alguna. Y reprimido el ímpetu de las lágrimas,

    me levanté, interpretando que no otra cosa se me mandaba de parte de Dios, sino que abriese el libro y

    leyese el primer capítulo que encontrase. Porque había oído decir de Antonio, que por la lección

    evangélica, a la cual llegó casualmente, había sido amonestado, como si se dijese para él lo que se leía:

    "Ve, vende todo cuanto tienes, dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; y ven y sígueme" (Mt

    19, 31); y con este oráculo, luego se convirtió a Vos. Así que volví a toda prisa al lugar donde estaba

     sentado Alipio, pues allí había puesto el códice del Apóstol al levantarme de allí; lo arrebaté, lo abrí y

    leí en silencio el primer capítulo que se me vino a los ojos: 'No en comilonas ni embriagueces; no en

     fornicaciones y deshonestidades; no en rivalidad y envidia; sino vestíos de nuestro Señor Jesucristo, y

    no hagáis caso de la carne para satisfacer sus concupiscencias' (Rom 13, 13-14). No quise leer más, ni

     fue menester; pues apenas leída esta sentencia, como si una luz de seguridad se hubiera difundido en mi

    corazón. todas las tinieblas de la duda se desvanecieron" (San Agustín, "Confesiones", VIII, 12 [29]). 

    Las cinco vías 

    La reflexión metafísica sobre el conocimiento de Dios, en cuanto fundamento o causa

    primera de los seres finitos, va de lo conocido a lo desconocido, de lo sensible a lo espiritual,

    de los efectos a la causa suprema. Por eso se llama conocimiento derivado o a posteriori.

    Este modo de conocer coincide con el testimonio de la Sagrada Escritura, que hemos visto

    anteriormente.

    El conocimiento derivado o a posteriori responde a la estructura de la inteligencia humana.El hombre conoce con facilidad las cosas sensibles y concretas, que percibe de modo

    inmediato: esta piedra, aquel árbol; asimismo, el viento que arrastra esta piedra y el

    crecimiento de aquel árbol. A partir de este conocimiento inmediato, la inteligencia del

    hombre es capaz de abstraer mentalmente las esencias de esas cosas sensibles: los conceptos

    de piedra, árbol, movimiento, vida, etc., y adquirir un nuevo conocimiento de valor

    universal.

    Fundamentándose en este conocimiento derivado, Santo Tomás de Aquino sistematizó las

    clásicas "cinco vías" para demostrar la existencia de Dios. Estas pruebas constituyen la

    demostración más sencilla, a la vez que profunda, de la existencia divina y han alcanzado

    gran prestigio. No haremos referencia a las otras pruebas filosóficas.

    La estructura de cada una de las cinco vías es la siguiente (cfr « Suma Teol.», 1, q2, a3):

    1) Punto de partida: consiste en consignar un hecho de experiencia cierto: la existencia del

    movimiento, la subordinación de las causas eficientes, la contingencia de los seres sensibles,

    los diversos grados de perfección que hay en los seres y la ordenación de los mismos a un

    fin.

    2) Primer grado de la vía: consiste en demostrar que los hechos consignados son

    necesariamente efectos; es decir, algo causado. Asegurado el carácter de efecto, la razón se

    eleva a demostrar la existencia de una causa en virtud del principio de causalidad.

    3) Segundo grado de la vía: consiste en la afirmación de que en una subordinación de causas

    del ser no se puede dar un proceso al infinito, sino que es absolutamente necesario llegar a

    una primera causa, de la cual dependen todas las demás. Pensar en una serie infinita de

    causas, lo único que hace es aplazar indefinidamente el problema, pero no buscar su

    solución; viene a ser como prolongar el cauce del río, pero no llegar nunca a su fuente. Si la

    fuente no existe, no se da el agua del río.

    4) Término final de la vía: esa causa primera es lo que nosotros denominamos Dios. Luego

    Dios existe.

    a) Primera vía: Se funda en el movimiento

    1) Es innegable, y consta a nuestros sentidos, que hay cosas que se mueven, es decir, que

    cambian. No se trata sólo del movimiento en sentido físico (locomoción), sino en sentido

    metafísico, es decir, como paso de la potencia al acto (cambios de una condición a otra, de

    un ser a otro, etcétera).

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    2) Pues bien, todo lo que se mueve, cambia, muda o transforma es movido por otro, ya que

    nada se mueve más que cuando está en potencia respecto a aquello para lo que se mueve.

    En cambio, mover requiere estar en acto, ya que mover no es otra cosa que hacer pasar algo

    de la potencia al acto, y esto no puede hacerlo más que lo que está en acto. Por ejemplo, el

    fuego hace que un leño -que está caliente sólo en potencia- pase a estar caliente en acto. Pero

    no es posible que una misma cosa esté, a la vez, en potencia y en acto respecto a lo mismo,

    sino en orden a cosas diversas. Es imposible que una misma cosa sea, por lo mismo y de la

    misma manera, motor y móvil, como también lo es que se mueva a sí misma. Por

    consiguiente, todo lo que se mueve es movido por otro.

    3) Pero, si lo que mueve a otro es, a su vez, movido, es necesario que lo mueva un tercero,

    y a éste otro. Mas no se puede seguir indefinidamente, porque así no habría un primer motor,

    y, por consiguiente, no habría motor alguno, pues los motores intermedios no mueven más

    que en virtud del movimiento que reciben del primero, lo mismo que un bastón nada mueve

    si no lo impulsa la mano.

    Por consiguiente, es necesario llegar a un primer motor que no sea movido por nadie.

    4) Este primer motor que no es movido por nadie es el que todos entienden por Dios. Luego

    Dios existe.

     b) Segunda vía: Se basa en la causalidad eficiente

    1) Nos consta por experiencia que hay en el mundo sensible un orden determinado entre las

    causas eficientes, pues están subordinadas esencialmente entre sí para la producción de unefecto común.

    2) Pero no se da, ni es tampoco posible, que una cosa sea causa de si misma, ni en el orden

    del ser ni en el de la operación, pues en tal caso habría de ser anterior a sí misma, y esto es

    imposible.

    3) Ahora bien: esa serie de causas eficientes, subordinadas esencialmente entre sí, no se

    puede prolongar indefinidamente, porque siempre que hay causas eficientes subordinadas,

    la primera es causa de la intermedia, y ésta causa de la última. Cada una de estas causas

    actúa por influjo de las causas que la preceden. Y así tenemos que, suprimida una causa se

    suprime su efecto. Por consiguiente, si no existiese una causa primera, tampoco existiría la

    intermedia, ni la última. Si, pues, se prolongase indefinidamente la serie de causas eficientes,

    no habría causa eficiente primera y, por tanto, no habría efecto último, ni causa eficiente

    intermedia, cosa falsa a todás luces.

    Por consiguiente, es necesario que exista una causa eficiente primera.

    4) Esta causa eficiente primera, que no es causada por ninguna otra, a la que están

    subordinadas todas las demás causas; es decir, esta causa eficiente incausada es llamada por

    todos Dios. Luego Dios existe.

    c) Tercera vía: Se fundamenta en la contingencia de los seres

    1) Es evidente que hallamos en la naturaleza seres que pueden existir o no existir, pues

    vemos seres que vienen a la existencia por generación y seres que se destruyen por

    corrupción; es decir, seres que no tienen en sí mismos la razón de su existencia, sino que

    están condicionados por otros seres, y, por tanto, hay posibilidad de que existan y de que no

    existan. Estos seres reciben el nombre de seres contingentes.

    2) Ahora bien: es imposible que los seres contingentes hayan existido siempre, ya que lo que

    tiene la posibilidad de no ser, hubo un tiempo en que no fue. Es decir, los seres contingentes,que tienen la posibilidad de existir y de no existir, reciben la existencia, no por sí mismos,

    sino por otro ser que ya existe. Así, pues, los seres contingentes son, por esencia, efecto,

    seres que piden causa, seres que alguna vez han comenzado a existir causados por otro.

    Pero, como ya se demostró antes (segunda vía), es imposible y absurdo que haya una serie

    infinita de seres contingentes, es decir, de causas subordinadas, ya que es imposible que sólo

    existan efectos.

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    Por consiguiente, los seres contingentes exigen la existencia de un ser que no haya

    comenzado a existir; un ser no causado, que exista por sí mismo; un ser que ha existido

    siempre. A este ser se le llama ser necesario.

    3) Pero el ser necesario, o tiene la existencia por sí mismo, o la ha recibido de otro ser

    necesario superior. En esta segunda hipótesis, si el ser necesario ha recibido su existencia de

    otro ser necesario superior, es imposible aceptar una serie indefinida de seres necesarios. Es

    forzoso, por tanto, admitir la existencia de un ser necesario que exista por sí mismo y que

    no tenga fuera de sí la causa de su necesidad, sino que sea causa de los demás seres.

    4) A este ser necesario, que no tiene la existencia recibida de otro, sino que existe por sí

    mismo, en virtud de su propia naturaleza, es al que todos llaman Dios. Luego Dios existe.

    d) Cuarta vía: Considera los grados de perfección que hay en los seres

    1) Vemos en los seres que unos son más o menos buenos, más o menos verdaderos y nobles

    que otros; y lo mismo ocurre con las diversas cualidades. Así, por ejemplo, nadie duda que

    el hombre es más perfecto que el animal; el animal, más perfecto que el vegetal; y éste más

    perfecto que el mineral. Lo propio se ha de decir de la bondad, de la verdad, de la nobleza y

    de otras perfecciones semejantes, las cuales están realizadas en todos los seres según una

    diversidad de grados, en virtud de la cual unos seres son más perfectos que otros.

    2) Pero la diversidad de grados que se da en esas perfecciones, es decir, las cosas más o

    menos buenas, más o menos verdaderas, más o menos bellas, etc., suponen la existencia de

    lo máximo; están reclamando un ser óptimo, verdaderísimo, bellísimo, etc. En otraspalabras, esos grados dc perfección son algo causado por otro, el cual, si posee esas

    perfecciones en grado limitado, las tendrá, a su vez, causadas por otro.

    3) Pero como es imposible admitir una serie infinita de causas limitadas, causadas, en este

    proceso de ascensión, llegamos a una primera causa en donde todas esas perfecciones se

    encuentran en grado sumo y en toda su plenitud. Por lo tanto, ha de existir algo que sea

    verísimo, nobilísirno, bellísimo y óptimo, y por ello ente o ser supremo, pues lo que es verdad

    máxima es máxima entidad.

    Ahora bien: quien tiene una perfección pura en grado máximo, o por esencia, es causa de

    esta perfección en todos aquellos que la poseen en grado inferior, o por pparticipación.

    Además, no puede ser más que un único ser, una única perfección subsistente en sí misma,

    una única perfección en toda su plenitud y totalidad.

    4) Por consiguiente, existe algo que es para todas las cosas causa de su ser, de su bondad, de

    su belleza y de todas sus perfecciones, porque se trata del Ser sumo, de la Verdad suma, de

    la suma Bondad; y a este ser todos lo llamamos Dios. Luego Dios existe.

    e) Quinta vía: Se toma del gobierno del mundo

    1) Vemos que cosas que carecen de conocimiento, como los cuerpos naturales, obran por un

    fin, como se comprueba observando que siempre, o casi siempre, obran de la misma manera

    para conseguir lo que más les conviene, es decir, su plena evolución y desarrollo, o la

    conservación de su especie, o el orden dinámico del cosmos, etc., por lo que se comprende

    que no van a su fin obrando al azar, sin rumbo ni orientación, sino intencionadamente.

    2) Ahora bien: los seres que carecen de conocimiento no pueden tender a sus respectivos

    fines si no los dirige un ser inteligente que conozca dicho fin, a la manera como el arquero

    dirige la flecha.

    3) Esta inteligencia ordenadora no puede estar ordenada por una serie indefinida deinteligencias, sino que es preciso llegar a un ser inteligente supremo, que consiste en su

    mismo acto de entender, un entender infinito, subsistente y único; es decir, que es el origen

    y el fundamento de todas las demás inteligencias que conocen y dirigen las cosas carentes

    de conocimiento a sus propios fines.

    4) Luego existe un Ser inteligente supremo que dirige todas las cosas naturales a sus

    respectivos fines, y a este Ser lo llamamos Dios. Luego Dios existe.

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    ¿Te imaginas a un científico buscando a Dios con su

    microscopio? Las afirmaciones másirónicas de la cienciaPor: Daniel Prieto 

    ¿Existe Dios?, «Diez mil dificultades no hacen una soladuda» afirmaba con una basta experiencia Newman. Elproblema no son tanto las dificultades cuanto afrontar (yaceptar) el riesgo del salto; ese que nos permitirá abrazar, o

    mejor dicho ser abrazados, por el misterio. La fe(sobrenatural) es un don que no se impone.La fe es un tejidode múltiples hilos que bajan desde el cielo y suben desde latierra. La fe es mucho más que una mera convicción. La fe escontacto que nos transporta a vislumbrar el horizonte infinito(en una especie de presencia-ausencia de esa realidadinvisible que sostiene el mundo).

    Para realizar un asentimiento auténtico – pues no basta creery ya –  (los demonios también creen), se requiere un espíritu

    dispuesto. Los primeros pasos por ello deben ir en direccióna disponer mejor nuestro espíritu. En ese sentido creo que esfundamental superar el nivel más mecánico y funcional de larealidad, pues en relación a su estructura matemática y a laefectividad manipulativa, todos más o menos tenemos unaidea bastante clara y compartida del mundo, esto es asíporque en esta dimensión mecánica y más horizontal, elmundo no expone lo decisivo acerca del misterio del hombre.

    Mientras nos quedemos pegados solo a un nivel matemáticono haremos más que progresar técnicamente (que no esequivalente a progresar humanamente) hasta convertirnos enun engranaje más del complejo mecanismo cosmológico. Encambio, si re-flexionamos y vamos más allá del plano de lafactualidad de la materia, es decir, si abrimos nuestroespíritu y nos elevamos sobre la materia para preguntarnossobre el por qué de la misma y de su eficiencia, y el sentidode ambos para nuestra vida; entonces nos adentraremos enun mar de infinitos pensamientos que nos harán rozar por uninstante un horizonte infinito, de un ya pero todavía no, queconstituye nuestra infinita superioridad sobre el universo,pero la razón nunca será suficiente. El hombre, decía Pascal,«no es más que un junco, el más débil de la naturaleza; peroes un junco pensante. No es necesario que el universo enterose arme para aplastarlo: un vapor, una gota de agua bastapara matarlo. Pero, aun cuando el universo lo aniquilara, elhombre sería todavía más noble que lo que lo mata, porqueél sabe que muere y conoce la ventaja que el universo tienesobre él; el universo no sabe nada» (Pensamientos 347).

    Este es el primer paso necesario para encaminar nuestroespíritu hacia la acogida del don: debemos vencer el terribleindiferentismo para buscar y afrontar con seriedad laspreguntas decisivas de nuestra existencia, e ir hasta el fondoen las respuestas. ¿Por qué existe algo en vez de nada?, ¿porqué brota orden y regularidad de una materia que en suestructura más íntima se comporta en modo indeterminado?,¿por qué este micro-cosmos luego se amalgama hasta

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    conformar un macro-cosmos con el cual parece ni siquierapoder compaginarse (al menos según nuestros modelosactuales)? ¿Por qué a pesar de todo ello la realidad funcionacon regularidad y responde a nuestros modelos científicos? Ymás aún, ¿por qué podemos apreciar e inteligir la realidad endimensiones que van más allá de su estructuramatemática?, ¿por qué se suscitan en nosotros experienciasde belleza y estupor que nos llevan a plantear sistemaséticos, filosóficos, estéticos, que nos permitanrelacionarnos de manera más profunda con la creación toda(especialmente con nuestros hermanos)? ¿Por qué existimosnosotros en primer lugar, a quienes estas dimensionescargadas de misterio atormentan?

    El hombre es un ser que consciente o inconscientemente vivede creencias donde la certeza y la duda se alternan; viveconfiando y creyendo en realidades que no puede explicar deltodo, o de las cuales, en muchos casos, ni siquiera comprendeuna pizca.

    A este punto se pone también, casi inevitablemente, lapregunta decisiva por el Misterio (con mayúscula): ¿Quién oqué (si es que lo hay) es la fuente de todo estos fenómenosque llamamos cosmos y hombre?  Y aquí es inútil, como

    recordaba Chesterton, «hablar siempre de la alternativa entrerazón o fe». Aquí nos encontramos más bien ante laalternativa entre fe y fe. El Misterio por más razonable quepueda ser no será jamás racional. El misterio, que constituye,por así decirlo, el tejido más profundo de la realidad, mientrasmás se le desvela, más crece, extendiéndose hacia lasdimensiones de lo invisible. Por eso este jamás entrará en loslímites de nuestra pura razón. Aquí el salto o traspaso es

    necesario: el corazón tiene razones que la razón no entiendedel todo pero que intuye, entonces la razón se ensanchapara aceptar y acoger lo que está más allá de sí misma.  Hayrealidades que solo se conocen plenamente con el corazón.Aun así no estamos del todo desprovistos para lograr estemovimiento. En realidad si tomamos conciencia, nosvenimos ejercitando cotidianamente (es algo natural anuestra condición), pues de cierta forma cada día realizamoscientos de pequeños asentimientos de fe (natural) en los quenuestro corazón afirma la razonabilidad de tantas verdadesque no podemos demostrar. Las esferas más importantes denuestra existencia se mueven en estas coordenadas(culturales, éticas, filosóficas, religiosas). Incluso cuandousamos nuestra razón para afirmar algo tan banal como“Dios no existe” depositamos en nuestra afirmación un gradode confianza que constituye en sí misma un acto de fe, encuanto que aceptamos de modo intuitivo lo que no podemosni comprobar con una certeza matemática, ni corroborar através de un experimento de laboratorio. Como decía conironía Chesterton:

    «Es un acto de fe afirmar que nuestros pensamientos tienenalguna relación en absoluto con la realidad. Si usted es tansólo un escéptico, tarde o temprano tendrá que preguntarse:

    “¿Por qué ha de salir bien cualquier cosa; incluso laobservación y la deducción? ¿Por qué la buena lógica no hade ser tan engañosa como la mala lógica? ¿No son ambasmovimientos en el cerebro de un mono confundido?” Elescéptico joven nos dice:  –“Tengo derecho a pensar por mimismo”– . Pero el escéptico viejo, el escéptico total, nos dirá:

     –“No tengo derecho a pensar por mi mismo. No tengoderecho a pensar en absoluto”– » (Ortodoxia).

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    El hombre es un ser que consciente o inconscientemente vivede creencias donde la certeza y la duda se alternan; viveconfiando y creyendo en realidades que no puede explicar deltodo, o de las cuales, en muchos casos, ni siquiera comprendeuna pizca. En el fondo, como decía en otro de sus“pensamientos” Pascal, estamos embarcados y hay queapostar; esto no es voluntario. Y, querámoslo o no, enrealidad ya lo hacemos. Así pues, el dilema es: ¿sobre quéapostaremos?, ¿cómo acogeremos el inevitable Misterio quese nos presenta y acucia nuestro corazón? Quizá algunos sedesentenderán del todo llamándolo “caos ordenado por unazar improbable que siempre ha existido” y este será su Dios.Y cabe decir que hay que tener mucha fe y coraje para realizareste salto. «Yo no tengo tanta fe como para no creer», decíacon ingenio un autor del que ahora no recuerdo el nombre.Otros dirán, buscando una componenda, que se trata de un“Relojero indiferente que ha abandonado su obra”, o tal vez,evitando culpar a alguien, algunos depositarán su fe en una“Energía cósmica impersonal”. Cada loco con su tema – como decimos en mi tierra – , pero se lo quiera o no al fin deldía un tema hay que tener. En fin, habrá un grupo, y no sonpocos, que verán en la belleza del cosmos un reflejo de unDios que es “Verdad, Belleza, Bondad”, ya que nadieda de lo que no tiene – dirán – ; solo así se explica que puedaexistir y subsistir este cosmos que tiene tanto gusto a milagroimposible y del cual, además, brotan tantos destellos deverdad, belleza y bondad. Este grupo apostará por un“Creador” y buscarán (lógicamente) entablar una relaciónmás profunda con Él. ¿Quién sabe?, tal vez Él les responda;¿quién sabe?, tal vez Él ya les ha respondido, y ahora aguardaen silencio, pacientemente, a que le escuchen y den así ese

    pequeño gran salto, ayudándose de los cientos de hilos que sehan tejido y se siguen tejiendo a lo largo de la historia; ¿quiénsabe?, quizá Él estará allí para recibirlos y abrazarlos con unAmor Infinito. El corazón habla al corazón. 

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    Si la Resurrección fuese uncuento… ¡pues nos lo hacontado un tarado!Por: Mauricio Artieda 

    La resurrección de Cristo es el evento fundamental sobre elcual está construido el cristianismo. Sin resurrección no haynada: ni Iglesia, ni Jesús, ni sacramentos, ni Papas, ni curas,ni monjas, etc.; nuestra fe sería una gran mentira y loscatólicos nada más que un puñado de embaucadores. La

    resurrección, además, es un evento histórico; no tratemos dedisfrazarla con ropajes míticos ni simbólicos. Para ser másclaro: si hoy día alguien confirmara al 100% que haencontrado el cuerpo de Jesús, mañana mismo dejaría lavida consagrada y me dedicaría a volar parapente por elresto de mi vida. Así están las cosas.

    Yo creo en la resurrección… es decir, ¡realmente creo!Cuando digo que Tomás metió sus manos en el costado deCristo resucitado no estoy diciendo que la fe es una camino de

    búsqueda hacia el corazón de Dios … ¡patrañas! Estoy diciendo eltipo metió su manazo en la herida abierta del Señor y lo tocó.Cero poesía. Cero simbolismo. ¡Lo tocó, caracoles! Tocó elcuerpo glorioso de Dios como yo estoy tocando las teclas deesta computadora.

    ¿Cómo así llegué a esta convicción? Creo que de muchasmaneras. La más fuerte sin dudarlo es mi propia vidaespiritual, pero para explicarme tendría que escribir un libro

    y no un post (será en otro momento). Otra manera fue larazón, y entre las muchas posibilidades que esta ofrece paracreer que Cristo resucitó, una que me llamó siempre laatención — y me ayudó a volver a la fe — es lo disparatado queresulta el nacimiento del cristianismo sin la resurrección alcentro de la ecuación.

    Permítanme que me explique mejor. Si Cristo murió pero noresucitó, y fueron los apóstoles quienes por alguna razónsiguieron adelante con este fraude, entonces… yo digo que

    Pedro y compañía serían tan idiotas que si les diéramos unamoneda por su inteligencia nos darían vuelto. Puesto de otromodo: si Jesús no resucito, los evangelios no serían eltestimonio de un fraude exquisitamente elaborado — como

    creen muchos

     — 

    ; sino todo lo contrario, serían el testimoniode una artimaña inocentona, poco sofisticada eirremediablemente destinada al fracaso.

    Por esta razón, para rescatar de la ingenuidad el pensamientode muchos ateos que piensan este disparate, he decididoescribir un relato de ficción donde apóstoles de verdad — esdecir, judios con un mínimo de sentido común y no idiotasde pacotilla

     — 

    enfrentan la muerte definitiva de su maestro yemprenden la titánica hazaña de encender el fuego delcristianismo sin la llama divina de la Resurrección.

    Veamos qué sale.

    http://catholic-link.com/author/mauricio/http://catholic-link.com/author/mauricio/http://catholic-link.com/author/mauricio/http://catholic-link.com/author/mauricio/

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    Habiendo pasado más de tres días de penosa espera, yllegados todos a la amarga certeza de que el maestro noresucitaría… Pedro rompió el silencio y pidió la palabra: 

     — Hermanos — dijo con solemnidad — sé que muchos creen

    que este es el fin de nuestro camino con Jesús, nos sentimosdesilusionados y traicionados, y es justo que nos sintamos así.Nadie como yo esperaba tanto su resurrección y heme aquí…con el corazón hecho jirones pero dispuesto a proponerles unúltimo acto de heroísmo.

    Los apóstoles empezaron a murmurar entre ellos. Era obvioque alguno había previsto este momento. Pedro se aclaró lagarganta y continuó:

     —  Quiero serles sincero, tenemos un deber con las personasa las que hemos dado esperanza. Aunque el maestro no hayaresucitado, su mensaje ha traído paz y serenidad en untiempo de mucho dolor y eso es innegable. ¿Qué les diremosa esas personas?, ¿¡Qué todo fue una mentira!?, ¿¡Qué siguensiendo esclavos de su pecado!?

     — ¿Qué propones, Pedro? — preguntó Santiago visiblementeagitado

     — 

    ¿que pregonemos una mentira? ¿Que… 

     — ¡Todo fue una mentira, Santiago! Al menos mentiríamos

    por compasión. La gente tendrá la esperanza que busca ycuando nuestro mensaje haya sido aceptado daremos un pasoatrás.

     — Todos sabemos que no será así  — dijo Mateo con unadesenvoltura que sorprendió a más de uno —   si vamos ahacerlo por lo menos seamos sinceros con nosotros mismos.En estos años hemos ganado un nombre y un prestigio entoda Judea. ¿Quién de nosotros quiere renunciar a esto yvolver a la insignificancia y al olvido? ¡¿Quién?!

    Por algunos segundos un silencio vergonzoso se apoderó delambiente. Todos tenían la cabeza baja menos Felipe, quemiraba a cada uno mientras resoplaba con ironía:

     — Veo que esta propuesta no es extraña para algunos, ¿no?Esta es una cosa de la que habían hablado antes de quepasaran los tres días, o peor, ¡tal vez antes de que Jesúsmuriera!…

     — 

    y dando un golpe sobre la mesa, añadió

     — 

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    :¡Pues me alegro que el maestro no haya resucitado! Somosunas sabandijas. Judas ha sido el único con el coraje parahacer lo justo: ¡matarse!

     — ¡Basta, Felipe!

     — 

    interrumpió, Pedro

     — 

    que cada uno luchecon su conciencia por no haber amado a un charlatán. No nosreprochemos algo que no podemos juzgar. Lo único quequeda claro es que no es posible llevar a cabo este plan si noestamos todos de acuerdo. ¿Quién está a favor de continuar?

    Con resistencia afectada algunos, con auténtico dolor otros,los 11 aceptaron el plan de Pedro y se dieron cita para lamañana siguiente. Ahí prepararían la mayor mentira jamáscontada: el relato de la resurrección.

    Todos llegaron puntuales a la habitación donde Pedro, Juany Santiago se hospedaban. Dispusieron con apuro algunasviandas alrededor del tablón central y ocuparon sus lugares.

     — El primer problema es el cuerpo — dijo Tomás apenas sehizo un poco de silencio  — si queremos predicar que resucitódebemos desaparecer el cuerpo. En el sepulcro hay dosguardias que vigilan día y noche, sin contar la piedra de 200

    kilos que cubre la entrada. Suponiendo que lográsemosasesinar o amarrar a los guardias, remover la piedra y luegoextraer el cuerpo, Pilato y el Sanedrín iniciarían unapersecución implacable contra nosotros y todos losdiscípulos… y recuerden, saben perfectamente quiénessomos.

    Las palabras de Tomás impresionaron a los demás apóstoles.El cadáver de Jesús planteaba un problema aparentementeinsalvable.

     — Del cuerpo no se preocupen — dijo Pedro

     — 

    no les hubierapropuesto seguir adelante si esto no estuviese resuelto.Imaginando que el contenido de ese sepulcro desapareciesemisteriosamente ¿qué otras dificultades tendríamos?

    Los apóstoles se miraron unos a otros con sorpresa. ¿Cómoasí Pedro podía haber organizado el robo de los restos delmaestro? La duda no obtuvo respuesta porque Andrés, sininmutarse, prosiguió:

     — El segundo problema sería explicar de qué modo supimos

    que Resucitó. Si el cadaver desapareciese sin dejar rastros nitestigos, los romanos jamás lo harían público.

     — ¡Yo tengo una idea!

     — 

    exclamó Juan

     — 

    la Magdalena y suprima desean tercamente ir al sepulcro para terminar el ritode ablución que no pudieron terminar el viernes. ¿Qué tal sidijésemos que ellas encontraron la piedra corrida, a losguardias durmiendo y repentinamente se les apareció elmaestro resucitado?

     — Es una idea estúpida —   dijo tajante Mateo — ¿de verdad

    pondrías a dos mujeres como las primeras testigos de laresurrección? ¿Quién nos creería? No olvides, si es que losabes, que las mujeres no pueden testificar en ningún tribunalde palestina. Los primeros testigos del prodigio deben serhombres, eso es un hecho.

    A Juan no le cayó nada bien ni el tono ni el sarcasmo deMateo, pero muy dentro de él sabía q