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Apuntes de la intervención de Julián Carrón en la Asamblea de responsables de Comunión y Liberación de Italia, Pacengo (VR), 27 de febrero de 2011 PÁGINA UNO LA EVIDENCIA DE LA EXPERIENCIA MARZO 2011 I Zaqueo (detalle), mosaico de la Basílica de San Marcos, Venecia.

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Apuntes de la intervención de Julián Carrón en la Asamblea de responsables

de Comunión y Liberación de Italia, Pacengo (VR), 27 de febrero de 2011

PÁGINAUNO

LA EVIDENCIADE LA EXPERIENCIA

MARZO 2011 IZaqueo (detalle), mosaico de la Basílica de San Marcos, Venecia.

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LA EVIDENCIA DE LA EXPERIENCIAPÁGINA UNO

Apuntes de la intervención de Julián Carrón en la Asamblea de responsables

de Comunión y Liberación de Italia, Pacengo (VR), 27 de febrero de 2011

Esta mañana, al levantarme y recordarel día de ayer, me ha invadido unasombro lleno de gratitud, porque elSeñor sigue teniendo piedad denuestra nada. He recordado un pa-

saje de don Giussani que me ha leído un ami-go esta semana: «Especialmente en estos tiem-pos me venía a la mente que esto explica porqué nuestro movimiento ha crecido sin pro-grama alguno, sin ningún proyecto ni ningu-na pretensión: ha crecido de la nada. Lo últi-mo que pensábamos era que pudiéramos se-guir viviendo a la semana siguiente, que exis-tiéramos todavía. Hemos nacido con esta, nodigo humildad, sino con este sentido realistade nuestra poquedad» (El hombre y su destino.Encuentro, Madrid 2003, p. 74). Es exactamentela misma impresión que me invade a menu-do: que todavía existimos, noque existamos como organiza-ción, sino que existimos, que elSeñor sigue teniendo piedad denuestra nada, y que continua-mente puede despertarse nuestralibertad ante la excepcionalidad deSu presencia. Creo que el día deayer lo confirma claramente.

Las preguntas que nos había-mos planteado eran: ¿De quémodo el camino que hemos he-cho con ¿Se puede vivir así? ha sido y es unaayuda para que la inteligencia de la fe se con-vierta en inteligencia de la realidad? ¿Qué hasupuesto para la vida del movimiento la pre-sentación pública de El sentido religioso y el ma-nifiesto «Las fuerzas que cambian la historiason las mismas que cambian el corazón delhombre»? Porque, después de esto, sería lógi-co esperar que estuviésemos en mejores con-diciones para juzgar. Sin embargo, hemos re-gistrado en algunos una reacción temerosa conrespecto al acto en el Palasharp (la presenta-ción del libro de don Giussani); en otros unaposición confusa con respecto al momento his-tórico-político. Hay algunos que tratan de re-solver el problema a través del análisis, otrosinvitan a sus comunidades al experto de tur-no (el político, el psicólogo, el periodista) para

obtener un “suplemento” de juicio, reducien-do de este modo el carisma del movimiento areflexiones piadosas e “internas” que no sirvenpara vivir.

La cuestión es muy, muy seria. ¿Para qué sir-ve la fe? O, por decirlo de otro modo (sobretodo si tenemos presente las dificultades quehan surgido en la Escuela de comunidad so-bre la primera premisa de El sentido religioso):¿Dónde se genera nuestro juicio?

Por resumir un poco, habíamos partido delo que don Giussani responde a Angelo Scolaen la entrevista: «El corazón de nuestra pro-puesta es más bien el anuncio de un aconte-cimiento que sorprende a los hombres del mis-mo modo en que, hace dos mil años, el anun-cio de los ángeles en Belén sorprendió a los po-bres pastores. Un acontecimiento que acaece,

antes de toda otra consideración,y que afecta tanto al hombre reli-gioso como al no religioso. La per-cepción de este acontecimiento re-sucita o potencia el sentido ele-mental de dependencia y el núcleode evidencias originarias a lasque damos el nombre de “sentidoreligioso”» («El ‘poder’ del laico, esdecir, del cristiano», en 30Días, n.3, 1987, pp. 50-63). A nosotros nosha sucedido un encuentro, que se

ha prolongado en una historia; en nosotros sehan potenciado las evidencias originales; y he-mos tenido experiencia de una correspondenciaque es incomparable, pues lo que nos ha pa-sado es excepcional y nos ha sucedido en el en-cuentro con Cristo: cualquier otra experien-cia (enamorarse de una mujer o afanarse porun amigo) es una «analogía, una sombra deello» (L. Giussani, L’io rinasce in un incontro(1986-1987), Bur, Milano 2010, p. 44).

Por tanto, debería resultarnos fácil juzgar. Sise han potenciado todas las evidencias origi-nales que constituyen el criterio de juicio, si he-mos tenido una experiencia de correspondenciatal que no se puede comparar con ninguna otra,todo parecería dispuesto para una compara-ción inmediata, de golpe. Y sin embargo, es-cuchamos decir que estamos confusos, y con

La cuestión es muy seria.

¿Para qué sirve la fe? O,

por decirlo de otro modo:

¿Dónde se generanuestro juicio?

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frecuencia lo estamos. Como cuando, para sa-lir de la confusión política, leemos todos los pe-riódicos, ¡y todo se vuelve más confuso aún! Obien cuando nos dirigimos a los “expertos” paraafrontar los problemas en la política, en la edu-cación o en la vida afectiva. Con lo que, de he-cho, el cristianismo se demuestra inútil, a pe-sar de nuestras intenciones, a pesar de nuestrosdiscursos, a pesar de nuestras lógicas. Y entoncesnos encontramos alienados como todos: de-pendemos siempre de alguien al margen de laexperiencia. Y uno se pregunta: entonces, ¿cuáles la conveniencia humana de la fe? ¿Cuál es larazonabilidad de la fe?

A esto se añaden otras dos formas de com-plicación.

Una tiene que ver con la relación entre la co-nexión por vídeo con la Escuela de comunidady los gestos en las comunidades locales. Una per-sona me comentó en una reunión que se habíadado cuenta de que algunos participaban en laconexión y no en la Escuela de comunidad lo-cal. ¿En dónde radicaría el problema? «En la co-nexión, que hace que las personas no se res-ponsabilicen», dijo ella. Yo le repliqué: «¿No estal vez lo contrario? ¿No es acaso que, si no es-tamos a ese nivel en nuestras comunidades lo-cales, es difícil soportar el hecho de encon-trarnos?». Al día siguiente recibí esta carta deuna amiga nuestra: «Durante estos años he re-

corrido este camino. Primero: “Cristo me atraepor entero, tal es su hermosura”, como dice eltítulo de los Ejercicios de la Fraternidad quecambiaron mi vida. Segundo: entonces, sóloquiero vivir así; si la realidad me da la posibi-lidad de elegir, no quiero nada que sea menosque esto. Ahora quiero contarte que durantemuchos años he sufrido en la Escuela de co-munidad, porque era pesada y aburrida. Pen-saba que era un problema mío, aunque nuncahe dejado de ir; no para “fichar”, sino porqueobjetivamente era el único camino para vivirla relación con Cristo según el carisma que heencontrado. Y para mí esto es indispensable, seaal coste que sea. Después llegó tu Escuela de co-munidad: ha sido un regalo infinito, más alláde cualquier esperanza e imaginación. He re-cuperado el gusto del inicio, y la Escuela de co-munidad se ha convertido nuevamente enalgo vital. Cuando llegan los avisos me digo:“Pero, ¿ya se ha terminado?”. La clave no es quetú seas más capaz, sino que eres como un ami-go que está haciendo un descubrimiento, noslo comunica y nos empuja a que tambiénnosotros lo hagamos. En definitiva, para mí su-pone un horizonte infinito. Por eso no tengo ga-nas de ir a la Escuela de comunidad local, tanencajonada y pesada, en donde no sólo no hayningún atractivo para mí, sino que tengo la ten-tación de ver sólo lo que no funciona. Te lo

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Bernardo Strozzi, Cristo con los fariseos. Galería de los Uffizi, Florencia.

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pregunto a ti, porque, si no, ¿a quién podríapreguntárselo?». A ella le responderé lo que seaconveniente para su camino personal. Pero, acada uno de nosotros, ¿qué nos dice la urgen-cia que experimenta esta persona?

En estas últimas semanas he señalado a me-nudo la segunda dificultad: algunos piensan quetendríamos una incidencia histórica mayor sihiciésemos cosas distintas de las que hacemos,por ejemplo si ofreciésemos juicios distintos y“detallados”, porque los nuestros serían dema-siado abstractos. ¿Qué nos dice este “comple-jo de inferioridad”?

En estos tres días se ha puesto de manifies-to con claridad lo que está en el centro de nues-tro método (y sobre lo que debemos tener unaidea clara, sometiendo la razón a la experien-cia): cuál es la naturaleza del cristianismo, cuáles la naturaleza de nuestro movimiento. Por-que si no ganamos en claridad a este respecto,siempre pensaremos en el fondo que seríamejor hacer otra cosa (un partido, un gabine-te psicológico o un centro de asistencia social).

Y hay quien lo hace, tratando de reducir el ca-risma a alguna de estas variantes, en nombre deuna presunta incidencia histórica. Como si ennuestra historia no hubiese sucedido nada,como si no hubiésemos vivido ya el 68, cuan-do todo parecía incidir más que el cristianismoy la comunión cristiana. Todos recordamosaquel episodio en el que don Giussani, al ver aun universitario que hacía una barricada, le pre-guntó: «¿Qué haces?». «Estoy aquí, con las fuer-zas que cambian la historia». Y Giussani le res-pondió con la frase genial que hemos utiliza-do recientemente en un manifiesto: «Las fuer-zas que cambian la historia son las mismas quecambian el corazón del hombre».

Por eso queremos preguntarnos cada vez más,junto al Papa, «qué puede mover al hombre porencima de todo y en lo más íntimo» (BenedictoXVI, Sacramentum caritatis, 2): ¿Hay algoverdaderamente concreto, algo que incidaverdaderamente en la raíz del “yo”, de modo quepueda cambiar también la historia? Si no so-mos claros en este aspecto –y esto dice hastaqué punto es adecuado el trabajo que estamos

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Aleksandr Ivanov, Aparición de Cristo

al pueblo. Galería Estatal Tretjakov, Moscú.

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haciendo–, no se despierta el sentido religioso;si el cristianismo no es capaz de despertar nues-tra persona, somos como todos, y lo que vivi-mos no es decisivo ni para nosotros ni para losdemás. ¡Qué tenacidad y qué certeza ha teni-do don Giussani para no ceder en este puntoa lo largo de toda nuestra historia! Ante cual-quier intento de buscar una solución fuera denuestra experiencia, don Giussani nos propo-ne continuamente un método distinto. Ya des-de el primer capítulo de El sentido religioso nosrecuerda que si uno quiere comprender qué esel sentido religioso, no debe ir a buscar fuera(qué dice internet, qué dicen los libros, qué di-cen los expertos). No. Pero, ¿por qué no? ¿Por-que don Giussani está obsesionado o porque laexperiencia nos muestra que el método dia-léctico de la multiplicación de los puntos de vis-ta al final nos confunde más? Porque tú pue-des leer todo lo que se dice sobre una cosa, perosi no partes de la experiencia no tienes el cri-terio de juicio para juzgar ni siquiera lo quelees… Y el método es la experiencia, como diceél: «Si no partiera de mi propia indagación exis-

tencial sería como preguntar a otro en qué con-siste un fenómeno que vivo yo. Si la confir-mación, el enriquecimiento o la contestaciónnegativa no tuvieran lugar después de una re-flexión emprendida personalmente con ante-rioridad, la opinión del otro vendría a suplan-tar un trabajo que me compete a mí e inevita-blemente se convertiría en vehículo de una opi-nión alienante» (L. Giussani, El sentido religioso,Encuentro, Madrid 2008, p. 20).

Don Pino decía ayer: «Don Gius siempre haproclamado la precedencia del hecho sobre lasinterpretaciones. Entre nosotros, el problema nopuede ser la mejor interpretación de Giussani,porque entonces es una gnosis. Si se trata de unconflicto de interpretaciones según la historiade cada uno, entonces sólo habrá opiniones yningún juicio, ninguna libera-ción, ninguna novedad». Y luegola autoridad debería hacer la sín-tesis entre las diversas interpre-taciones. Yo estaría aquí para ges-tionar el punto sobre el que po-nerse de acuerdo, como si se tra-tase de una cuestión de poder.

Todo esto explica cuál es elreto que tenemos ante nosotros,amigos: si queremos seguir adon Giussani ya desde el primercapítulo de El sentido religioso yponer en el centro la experiencia;porque, en caso contrario, siem-pre necesitaremos de un experto, de un suple-mento de verdad al margen de la experienciamisma. O la experiencia lleva en sí misma lasrazones («La experiencia lleva en sí misma laevidencia», decía ayer por la mañana uno devosotros), o bien siempre tendremos que to-marlas de fuera. Pero de este modo todo se des-moronaría. Y, todavía más grave, haríamos delcristianismo algo “inútil”. En cambio, todos sa-bemos y todos aceptamos que no bastan las mu-chas flechas que apuntan al Misterio para res-ponder al deseo de cumplimiento, sino que hacefalta algo distinto, que no es una dialéctica o unconflicto de interpretaciones, sino un hecho, esmás, “el” Hecho. Porque el dualismo, en el quemuchas veces nos vemos inmersos hasta la mé-dula, no se vence con un discurso, sino con unaexperiencia. Sin esto, nuestra inteligencia de

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Queremos preguntarnoscada vez más, junto

al Papa, «qué puede moveral hombre por encima

de todo y en lo más íntimo»:¿Hay algo verdaderamenteconcreto, algo que incidaverdaderamente en la raíz

del “yo”, de modo que pueda cambiartambién la historia?

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la fe no se convierte en inteligencia de larealidad, y por eso no resultamos decisivos.Nuestra contribución será decisiva «sólo si lainteligencia de la fe se convierte en inteligen-cia de la realidad», como dijo Benedicto XVI.

¿Qué ha sucedido en estos días? Decía ayeruno de vosotros: «Cristo es Memor mei», y lostestimonios que había escuchado le hacían de-cir: «Mis ojos han visto, mis manos han toca-do al Verbo de la vida. Yo soy memor Dominiporque Él es Memor nostri, Memor mei, es de-cir, hay Alguien que me arranca de mi nada, quese hace tan evidente ante mis ojos, que toda mivida se llena de Su memoria, de Su presencia,y yo veo qué es Él porque soy más consciente

de la irreductibilidad de mi “yo”».O, como describía otro: «Soymás consciente de la naturalezade mi necesidad, porque deboconfesar que, después de tantotiempo en el movimiento, habíareducido mi exigencia humana.Tú eras feliz y yo no, y he com-prendido que nadie consiguemantenerse por sí mismo en laactitud justa a la que le ha abier-to el encuentro con Cristo. Si novivo personalmente esta des-proporción estructural, no soyun sujeto». Escuchándole, meacordaba de lo que dice donGius: «Hay que estar muy aten-tos porque demasiado fácilmenteno partimos de nuestra verda-

dera experiencia, es decir, de la experiencia com-pleta y genuina. En efecto, a menudo identifi-camos la experiencia con impresiones parcia-les, reduciéndola así a una caricatura, como su-cede frecuentemente en el campo afectivo, al en-amorarse o soñar sobre el porvenir. Y, más a me-nudo todavía, confundimos la experiencia conlos prejuicios o con los esquemas quizá in-conscientemente asimilados del ambiente quenos rodea. De ahí que en vez de abrirnos conesa actitud de espera, de atención sincera, de de-pendencia, que la experiencia nos sugiere y exi-ge profundamente, imponemos a la experien-cia categorías y explicaciones que la bloqueany angustian, presumiendo de comprenderla» (Elcamino a la verdad es una experiencia, En-cuentro, Madrid 1997, p. 60). ¿Por qué? Porque

nosotros no partimos de nuestras verdaderas ne-cesidades, a veces no sabemos ni siquiera lo queson. ¿En qué se ve que Cristo se acuerda denosotros, que Cristo está presente en medio denosotros? En el hecho de que nos hace más cons-cientes de nuestra necesidad, de nuestro misterio,de la irreductibilidad de nuestro “yo”, de la des-proporción estructural; y esto me lleva al des-cubrimiento de mi persona, de la verdadera na-turaleza de mi “yo”, de hasta qué punto soy unmendigo, soy dependiente.

Entonces, ¿cuál es el criterio de la verdad y dela claridad? ¡Que suceda el acontecimiento deCristo, que lleva dentro de sí la evidencia de lasrazones, que me arranca de mi confusión, queaclara mi persona y la realidad! Y por eso nobasta todo el pasado, toda la historia; necesi-tamos ahora la contemporaneidad de Cristo,hace falta que Alguien siga teniendo piedad denosotros, porque, de otro modo, terminamosen la misma confusión que todos y somos in-útiles para el mundo. Entonces, cuando vemosque de nuevo se despierta el asombro, no hayque darlo por descontado. Lo que sucedióayer no hay que darlo por descontado: que seisaños después de la muerte de don Giussani elSeñor siga teniendo piedad de nosotros no hayque darlo por descontado, y esto exige denosotros una disponibilidad para dejarnosgenerar.

Mientras preparaba la presentación de El sen-tido religioso, me vino a la cabeza que el primerintento educativo de Dios fue el pueblo de Is-rael. Y sin embargo, de este pueblo provienendos figuras que el Evangelio pone ante nuestrosojos. Los escribas se habían tomado en serio lahistoria, se habían esforzado por estudiarla, co-nocían su lógica, pero esto no les movió a es-tar disponibles; la tentación de lo “ya sabido”está siempre al acecho para todos, y los escri-bas lo ponen de manifiesto –también nosotros,en nombre de lo “ya sabido”, podríamos no es-tar disponibles a lo que el Misterio está haciendoahora, porque la verdadera intención de la edu-cación de Dios no es lo “ya sabido”, que seríanuestra tumba, sino la pobreza de espíritu–. Losque se han mostrado abiertos y disponibles antela modalidad elegida por Dios han sido la Vir-gen, Juan y Andrés, Zaqueo. Siempre tendremosante nosotros estas dos posibilidades. No se tra-ta solamente de una historia del pasado, sino

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VI MARZO 2011

Si todo esto que heaprendido es una jaula,entonces, ¿cómo puedo

vivir constantemente anteeste acontecimiento? Esetrabajo que he construido

en torno a mi personapuede convertirse

en una jaula. Don Giusme respondió: “Sí, lo quedices es verdad; a menosque lo que sabes te sea

dado de nuevo por alguienque está presente”

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que se trata de la historia del presente: en nom-bre de lo “ya sabido” podemos medir el presente,en vez de dejarnos impactar por él y hacer ex-periencia de la liberación.

Me ha impresionado el relato que hace unapersona que lleva muchos años en el GrupoAdulto, en el que ha recordado cuando en 1992don Giussani, citando al filósofo Finkielkraut,había dicho que sólo se puede conocer a travésde un acontecimiento: «Cuanto más miraba estaafirmación, más conciencia tomaba de ella, ymás me parecía que ante mis ojos emergía eltipo humano que hace una experiencia de estetipo, es decir, un hombre con coraje, un hom-bre libre. Me fascinaba muchísimo esta con-cepción del conocimiento como aconteci-miento. Entonces le pregunté a Giussani: “Todoel trabajo que he hecho en este tiempo en elGrupo Adulto ha sido querer aprender si-guiéndote. Si todo esto que he aprendido es unajaula, entonces, ¿cómo puedo vivir constante-mente ante este acontecimiento? Ese trabajo quehe construido en torno a mi persona puede con-vertirse en una jaula, y quedo aprisionado asípor el resultado de mi pasión, que era apren-der. ¡Ni rastro de hombre libre, de hombre po-bre, con coraje, libre y creativo! Don Gius me

respondió: “Sí, lo que dices es verdad; a menosque lo que sabes te sea dado de nuevo por al-guien que está presente”. Esta frase me gustómuchísimo, pero no la comprendí, y tampocome di cuenta de que no la comprendía. Sin em-bargo, la he recordado muchos años como untrasfondo presente en mi memoria, y como unrío subterráneo ha vuelto explícitamente a miconciencia escuchado en estos años hablar a Ca-rrón: al escucharle hablar he hecho y hago la ex-periencia de la que hablaba don Gius». Puedoser yo o cualquier otro, esto no es lo importante.Lo decisivo es si yo estoy disponible ante aquela través del cual el Misterio se hace presente,dándome de nuevo lo que ya sabía, porque siyo no estoy dispuesto a acogerlo como presente,estamos acabados. ¿En qué se ve esto, en qué sepone de manifiesto? En que yo estoy disponi-ble, aunque no comprenda, pero me siento afe-rrado de nuevo; en que vuelvo a respirar, y estome permite comprender verdaderamente.

Amigos, ésta es la única posibilidad de que elmovimiento siga siendo movimiento: que nosdejemos generar por algo presente, sea cual seala modalidad a través de la cual el Misterio lohace suceder de nuevo, que puede ser –comodecíamos ayer– el último que ha llegado, un»

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Lorenzo Lotto,Anunciación (detalle). Museo Cívico, Recanati.

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“viejo”, uno “nuevo”, con historia o sin ella,cualquiera. Porque la libertad del Misterio semanifiesta así. Nosotros lo hemos visto en mu-chas ocasiones, como testimoniabais ayer,porque cuando las personas se dejan generar,sorprendemos el florecimiento de figuras conautoridad, que salen de la minoría de edad, por-que se apoyan sobre la evidencia de las razo-nes que proceden de la experiencia que han he-cho, convirtiéndose así en protagonistas, no enborregos necesitados siempre de una confir-mación por parte del responsable por falta deevidencias. Y la prueba de este protagonismoes el modo de estar ante la realidad, la realidadcon sus datos, el afecto, hasta llegar a la di-mensión cósmica de lo que se vive.

A diferencia de lo que podíamos pensar, plan-tear este tema no sólo no ha hecho disminuirla amistad, sino que ha generado una intensi-dad desconocida en nuestras relaciones deamistad, una intensidad no formal, una verdadque llena de asombro, una amistad en loesencial, en aquello que más nos importa, y nosólo en las consecuencias, en los aspectos se-cundarios. Porque cuando el drama de lavida llama a nuestra puerta –como nos contabaayer un amigo, hablando de la muerte de suhijo–, no basta otra cosa que no sea Cristo: ¡nin-

guna otra cosa nos permite mantenernos en pieante los verdaderos desafíos de la vida! Por eso,es como si la palabra amistad adquiriese antenuestros ojos una intensidad de relación an-tes desconocida, y esto se ve en el florecimientode las comunidades, que son también genera-das por estos “yos” nuevos, por estas criaturasnuevas, por estos protagonistas que son, antetodo, un don para las mismas comunidades, yque, al mismo tiempo, necesitan de un espa-cio, necesitan acogida, un abrazo, si no que-remos perderles –porque estos tienen unaevidencia, no son personas sometidas–.

Amigos, todo esto requiere una intensa con-versión a todos los que tienen una responsa-bilidad, porque no se trata de un programa deconversión diseñado en un despacho: se tratade convertirse a lo que el Misterio hace. ¿Quéotro modo de afrontar la Cuaresma hay másinteresante, más incisivo y más adecuado queacoger el Acontecimiento presente, que el Se-ñor nos regala haciéndolo suceder ante nues-tros ojos? Porque la responsabilidad es la con-versión del “yo” al Acontecimiento presente. Pi-damos a la Virgen tener su misma sencillez: lacapacidad de acoger todo lo nuevo que el Se-ñor hace, que se nos da para nosotros y paratodo el mundo.

Nicolas Tournier, Cristo entre los niños. Galería Nacional de Arte Antiguo, Roma.

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