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COLABORACIONES
1. Introducción
La reflexión en torno al papel de los
principios y valores éticos en el seno de lasempresas es hoy una realidad inequívocaque da contenido a numerosas publicacio-nes, proyectos de investigación, conferen-cias y congresos en todo el mundo desa-rrollado. Quizá lo más discutible del proce-so es el grado de profundidad o de conven-cimiento con el que esto se ha llevado acabo por parte de los gestores de las gran-
des corporaciones empresariales. Pero laética hoy es un factor inequívoco que for-ma parte de la esencia y de la cultura de
las organizaciones (Chen, Sawers & Wi-lliams, 1997).
Los recientes escándalos financieros,así como la situación de burbuja en algu-nos sectores o mercados (inmobiliario, tec-nológico, bursátil, etcétera) se han unidoen un mismo frente al proceso de mundia- lización o globalización . Y éste ha compor-tado una subsunción inexorable e irreversi-ble del resto de factores productivos al ca-
pital transfronterizo, debilitando la estructu-ra y el poder de los estados y de los siste-
La ética empresarial desde
la perspectiva de los costesde transacción
Un enfoque teórico
Francisco Joaquín Cortés García*
La ética, en el seno de las organizaciones empresariales, implica una im-
portante reducción de los costes de transacción, y en consecuencia una mejora de la eficiencia económica. Y si esto es así, según la teoría de los costes de transacción, la ética permite una justificación contemporánea de la empresa en las sociedades actuales, especialmente en el avance de su proceso institucional. Se puede decir, por tanto, que la ética no es inocua a los procesos que ocurren en el seno de las organizaciones. El desempe- ño de la actividad empresarial en un entorno ético, o, por el contrario, en un entorno eminentemente utilitarista, tiene efectos económicos muy dis- tintos en base a las nuevas relaciones de la empresa con la sociedad y en base a los nuevos diálogos entre la empresa y sus grupos de interés: clien- tes, accionistas, empleados, proveedores y sociedad en su conjunto.
Palabras clave: ética, responsabilidad social, economía de la empresa.
Clasificación JEL: M14, M21.
* Departamento de Dirección y Gestión de Empresas.Universidad de Almería.
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actividad en un entorno ético, que vayamás allá del ordenamiento jurídico, permi-
te a las empresas reducir de forma espec-tacular los costes de transacción (inex-haustividad de los contratos, informaciónasimétrica, riesgo moral, etcétera) y mejo-rar su eficiencia. Con esto queremos decirque la ética es rentable, al menos a largoplazo, y, sobre todo, en términos reputa-cionales. Y el apoyo a la responsabilidad social corporativa (RSC) no se haya tantoen la demanda como en la oferta, y en loscostes de agencia como en los costes de
transacción.La RSC, y los recursos que la empresa
puede destinar a su fomento e implemen-tación, oscila entre un mínimo, definidopor el propio marco jurídico y las obliga-ciones contractuales explícitas, y un máxi-mo, determinado por el deterioro de lacompetitividad de la empresa (De laCuesta y Valor, 2003, p. 8), es decir cuan-do ocurre que el coste en RSC no com-
pensa el beneficio reputacional. La éticaen el ámbito de la empresa contribuye a lamejora reputacional de la misma, perotambién permite introducir elementos re-lacionales y basados en la reciprocidad,que son fundamentales para entender, enconcreto, la función de marketing en elseno de las organizaciones empresarialescomplejas.
En el horizonte de la excelencia em-presarial en nuestros días, dadas las exi-
gencias sociales de los distintos gruposde interés, la ética adquiere una importan-cia inequívoca. En nuestros días, y porsupuesto en las próximas décadas, unaempresa no podrá ser excelente, ni podráavanzar en su desarrollo institucional, sino es socialmente responsable y si no de-sempeña su actividad en un entorno ético.La excelencia y la ética están experimen-tando una aproximación asintótica de la
que cada vez un mayor número de em-presas son conscientes.
2. La ética empresarial
Como ya hemos advertido, en los últi-mos años se ha ido profundizando de ma-nera consciente en las dimensiones éti-cas de la economía, de la empresa y de lasociedad. Cada vez es más frecuente en-contrarnos el concepto de ética empresa-rial, así como la vinculación de valores yconceptos de la moral convencional ypostconvencional al ámbito de las organi-zaciones (Lozano, 1999). Amartya Sen hadesempeñado un papel capital en este
sentido. La ética introduce un acervo nor-mativo, basado en principios y valores,que limita la racionalidad convencional,esencialmente la racionalidad económicay tecnocrática, y establece un nuevomarco relacional en el ámbito de los nego-cios. Empieza a adquirir una especial re-levancia la consideración de la decisióneconómica como una decisión moral, trashaber quedado al margen el concepto de
justicia de los patrones de la economíaneoclásica.El concepto de RSC ha sido asumido
voluntariamente por la mayoría de lasgrandes corporaciones y empresas trans-nacionales, especialmente en el ámbitode influencia anglosajón, incorporandocódigos deontológicos que pretenden re-gular y enriquecer, en base a un compro-miso ético, las relaciones con los grupos de interés (stakeholders ). La sociedad
empieza a demandar de forma sistemáti-ca valores corporativos como la honesti-dad en los negocios, la imparcialidad y laobjetividad profesional, la confianza o latransparencia.
En concreto, la ética empresarial es unconcepto que empieza a cristalizar en lasegunda mitad del siglo XX. Por su parte,el siglo XXI nos propone conceptos comoel de la ciudadanía corporativa (Zadek,
2000), que viene a materializar transver-salmente el supuesto contrato social im-
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plícito entre la empresa y la sociedad y aenriquecerlo con el nuevo papel socializa-
dor y de canalización de la ciudadanía que está tomando la empresa en nuestrassociedades complejas.
El desarrollo de la Business Ethics como especialidad precisamente se loca-liza temporalmente en los años sesenta(De George, 1987). Las aportaciones aeste concepto tuvieron un origen clara-mente multidisciplinar. Se hicieron aporta-ciones desde la teología, desde la filoso-fía, desde la gestión empresarial… La
ética empresarial aparece como la res-puesta cívica a la diversidad y a la multi-culturalidad en las sociedades complejas.
La ética empresarial en su acepcióncontemporánea surgiría de la esfera deinfluencia de las grandes corporaciones yde la separación de la propiedad y la di-rección (Chandler, 1977) a través de lasgrandes estructuras jerárquicas y forma-les. La intervención pública, según Gal-
braith (Galbraith, 1967), vendría a justifi-carse en el ámbito empresarial a partir delos costes derivados de las grandes tec- noestructuras de las grandes corporacio-nes, con sus elevados costes de agencia,y que suponen un deterioro de la ciudada-nía. La empresa, especialmente en lassociedades de la información y de la co-municación, se convierte en un instru-mento para el ejercicio de la ciudadanía,de ahí las reivindicaciones de carácter
ético que se producen en el seno de lasorganizaciones empresariales.
Es en los años sesenta del siglo XXcuando la ética empresarial adquierecarta de naturaleza, especialmente vincu-lada al desastre de la guerra de Vietnamy al papel imperialista de las empresasestadounidenses. A esta posición reflexi-va, de un profundo calado práctico, seunieron teólogos y filósofos que empeza-
ban a preguntarse de forma sistemáticasobre la responsabilidad de las grandes
corporaciones, especialmente cuando seapuntaban los primeros dilemas éticos en
torno a la biotecnología y la biomedicina.Es precisamente en los EstadosUnidos donde arraiga con mayor fuerza,y, aún a pesar de encontrar un amplio ecoen Europa, aún sigue siendo EstadosUnidos quien lidera el discurso, especial-mente pragmático, de la ética empresa-rial, de la responsabilidad social corpora-tiva y de la ciudadanía corporativa. Noobstante, «mientras que la tradición norte- americana tiende a dar por bueno el siste-
ma económico (y suele preguntar por los valores éticos en relación con el funciona- miento de las empresas y las organizacio- nes), la tradición europea suele tender a preguntarse críticamente por los valores éticos del sistema económico (a menudo con el supuesto implícito de que, una vez aclarado este punto, sólo queda un pro- blema práctico de segundo orden: su apli- cación)». (Lozano, 1999, p. 36).
Pero es en la década de los ochentacuando empiezan a consolidarse las posi-ciones éticas desde el ámbito empresa-rial. En los años ochenta empiezan a apa-recer instituciones y publicaciones espe-cíficas vinculadas al ámbito de la éticaempresarial y de la RSC. En concreto, en1981, aparece el Business and Profes- sional Ethics Journal , del Centre for Applied Ethics , adscrito a la Universidadde Florida. En 1982, aparece el Journal of
Business Ethics , revista que se ha con-vertido en el paradigma de las publicacio-nes en este ámbito. En 1985 aparece larevista, editada por la Universidad deWinsconsin, Economics and Philosophy .En 1991 nos encontramos con la publica-ción Business Ethics Quaterly , editadapor la Society for Business Ethics .
El enfoque europeo en el ámbito de laética empresarial es mucho menos nor-
mativo, buscando unas raíces filosóficasmucho más profundas que el enfoque
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proveniente de los Estados Unidos. La ré-plica del movimiento norteamericano no
se hizo esperar. En 1987 se creó enEuropa la European Business Ethics Network (EBEN), y aparecieron las revis-tas Etica degli affari , en 1987, y que mástarde pasó a denominarse Etica degli affa- ri e delle profesioni , y Business Ethics. AEuropean Review , editada esta última porla London Business School (1992).Además se han ido creando centros y cá-tedras específicas relativos a la ética em-presarial y a la responsabilidad social de
las empresas.En las puertas del siglo XXI aparecen
los grandes escándalos empresariales deEnron, Parmalat, etcétera, hechos quehan permitido renovar con mayor ahíncoel interés por la ética empresarial y elbuen gobierno corporativo. No obstante,el entorno ético de las empresas aún noestá, ni de lejos, sistematizado. La éticaempieza a surgir como la respuesta a un
entorno empresarial y organizacional tec-nológicamente saturado en el que elpapel del individuo puede quedar relega-do ante otros fines y medios.
El reconocimiento del capital humanocomo el elemento diferencial competitivoentre las empresas ha obligado a una re-visión humanista de las organizacionesen las que la persona aparece en un pri-mer plano. La gestión de los activos intan-gibles, y la comoditización de los activos y
recursos tangibles, es decir, el agotamien-to de sus posibilidades de diferenciación yde incorporación de valores a la propues-ta comercial, está obligando al reconoci-miento de la importancia de definir unclima laboral ético, basado esencialmenteen las relaciones humanas, muy distintoal vinculado a las exigencias de las orga-nizaciones empresariales que venían dela crisis de la organización científica del
trabajo . La sociedad del conocimiento y lautilización intensiva de las tecnologías de
la información y de la comunicación porparte de las empresas están permitiendo
un entorno relacional en el seno de la or-ganización con una gran trascendenciaen el ámbito del desarrollo de la ciudada-nía y del proceso de socialización.
Las propias relaciones interempresa-riales han experimentado importantesmodificaciones en su concepción. Desdeuna concepción aniquilativa de la compe-tencia, hemos pasado a una concepciónmucho más cooperativa. Hoy más quenunca hay cooperación empresarial, tanto
en el ámbito de los sistemas productivoslocales como en el ámbito global. La inte-rrelación de intereses propia de las eco-nomías de mercado en la actualidad se hahecho más compleja que nunca. En con-creto, se puede decir que hemos pasadode un deseo y de un enfoque de adquirir y poseer a un enfoque de crear y compartir (De Anca y Vázquez Vega, 2005, p. 19).
2.1. Dos posturas contrapuestas
Existen básicamente dos posturas con-trapuestas y extremas en el ámbito de laconcepción de la ética empresarial y de laeconomía de mercado. Una primera postu-ra, la neoliberal y encarnada especialmen-te por Milton Friedman (Friedman, M.,1962, 1970), o por el propio Friedrich A.Hayek ( Hayek, 1960), y, remontándonos
aún más en el tiempo, por los padres delindividualismo posesivo Locke y Hume,considera que la empresa no debe ir másallá de los objetivos de maximización desus beneficios, siempre que se respeten elordenamiento jurídico y la ética básica dela economía de mercado (el cumplimientode los contratos). Las empresas serían, enesencia, retomando el espíritu neoclásico,una función de producción, y cualquier al-
teración intencionada en el objetivo últimode maximización del beneficio a favor de
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una deriva social , ética o filantrópica haríaincurrir a aquéllas en un claro coste de
agencia. Mediante este paradigma, laaportación de la empresa a la sociedad semanifiesta a través de la contribución impo-sitiva, más allá no habría ninguna obliga-ción implícita.
En este sentido, la eficiencia económi-ca, es decir la optimización de los recur-sos que utiliza la empresa para la conse-cución de sus fines, sería la única respon-sabilidad de la organización mercantilpara con la sociedad. Una empresa so-
cialmente responsable sería aquella queno despilfarra sus recursos a través deuna mala gestión o a través de la inefi-ciencia organizacional. La búsqueda de laeficiencia sería el principal garante de laoptimización de los recursos y de la sos-tenibilidad medioamental. Por su parte, lalibertad de concurrencia y de mercado se-rían las garantías de la transparencia delmismo en el ámbito de la información y de
la eficiencia económica.Según Friedman, la ética estaría rela-cionada más con el establecimiento de unmarco de seguridad económica y jurídica,que con la virtud o con la acción positiva.La actividad económica, de forma induci-da, genera bienestar y más recursos yempleo para todos. Las empresas, eneste sentido, no deben torturarse con re-flexiones éticas, pues, como ocurría enlos inicios de la Economía política, la ética
no explicaba de ningún modo el progresoeconómico, era la mano invisible del mer-cado la que generaba beneficios paratodos. En esta línea encajaría la concep-ción que asume que la única responsabi-lidad de la empresa es la de optimizar elvalor del accionista dentro del enfoque fi-nanciero principal-agente . No obstante,en situaciones teóricas como la del mer-cado perfecto, tal como planteó William
Baumol, siempre es necesario un princi-pio ético.
En el pensamiento de Milton Friedmansólo en los casos de monopolio debería-
mos hablar de una ética consecuencialis-ta u organizacional. Pero, en términos ge-nerales, es decir, en situación de equili-brio de mercado, basado en la libre con-currencia, la empresa es un instrumentodel accionista (Friedman, 1962, p. 175) yel objetivo de los directivos de las grandescorporaciones, en las que hay una sepa-ración entre la dirección y la propiedad, noes otro que incrementar el valor para elpropietario/accionista. El hábitat de la em-
presa es el mercado, e ir más allá delmercado, a través de conceptos como elde RSC, no supone sino introducir finesen las empresas para los que ésta no fueconcebida, alterando sustancialmente losparámetros de eficiencia asignativa de losrecursos empleados, y por consiguiente elbienestar global de la sociedad. La em-presa, desde el punto de vista del com-promiso social, quedaría abstraída del
resto de la sociedad como un elementoaislado. Concepción descontextualizadaque revisaría Grant (Grant, 1991, p. 907)a través del análisis pormenorizado de lasfalacias de Friedman en este ámbito con-ceptual.
La otra postura enfrentada, por el con-trario, considera que la empresa es bene-ficiaria neta del desarrollo social e institu-cional, y, como consecuencia, debe con-tribuir a la sostenibilidad del propio marco
social e institucional en los ámbitos eco-nómico (la eficiencia como un conceptosostenible: asignación óptima de los re-cursos empleados), social y medioam-biental. Las empresas obtienen cuasi-ren-tas del orden social e institucional. Existeuna ciudadanía corporativa y reconocelas relaciones complejas, más allá delmero campo económico, que mantienenlas organizaciones empresariales con el
conjunto de la sociedad. Al objetivo pura-mente económico de Friedman, habría que
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añadir una pluralidad de objetivos, esen-cialmente objetivos morales (Donaldson,
1982, p. 168).Esta postura reconoce que el enfoqueexclusivamente economicista de la orga-nización es insuficiente (Boatright, 1993,p. 10) y requiere de una implicación éticay social importante. La ética permite unaconciliación de razonabilidades entre losintereses de los stakeholders . Además, laacción social puede ser vista bajo esteprisma, como es el caso de Porter (Porter& Kramer, 2002) como una oportunidad
de diferenciación y como una auténticaventaja competitiva.
Entre ambas posturas ideológicas yconceptuales podemos encontrar un au-téntico claroscuro por el que se van mo-dulando ambos extremos en sus preten-siones de universalidad.
La aparición del concepto de RSC impli-ca que el ordenamiento jurídico no es sufi-ciente para encontrar el equilibrio entre la
empresa y la sociedad. La RSC reconocela no identificación de la ética/moral con elderecho, como se podría percibir desde laconcepción iusnaturalista. Los fallos delmercado, las externalidades, etcétera, sonrazones suficientes como para introducir elconcepto de responsabilidad, y, en gene-ral, de ética, en el ámbito de la conducta delas empresas.
La ética del trabajo, en el ámbito de laeconomía y del mercado, comporta una
mejora neta de la eficiencia (Congleton,1991). En concreto, siguiendo la hipótesisde Buchanan, la ética del trabajo permitecontrarrestar la suboptimalidad resultantede la elección individual entre trabajo yocio (Buchanan, 1991, 1994) y tiene efec-tos positivos en la división del trabajo.Para Buchanan la ética (puritana) esesencial para el desarrollo económico,algo que explicaría Max Weber en su cé-
lebre libro La ética protestante y el espíri- tu del capitalismo , en el que relacionaba
la génesis del espíritu del capitalismo conla moral puritana. No obstante, estos
efectos, para algunos autores, se han di-luido sustancialmente con el proceso deglobalización (Ng & Ng, 2003, p. 349). Elincremento de la división del trabajo queha supuesto la globalización, especial-mente con el desarrollo del transporte, hapermitido compensar la pérdida de la cul-tura del trabajo. Para Buchanan trabajarduro y ahorrar mucho (valores éticos quedefiende: trabajo y ahorro frente a ocio yconsumo) permiten la ampliación del mer-
cado, y, por tanto, la división del trabajo yla productividad. Las personas con uncomportamiento ético, en el sentido deBuchanan, trabajan más y mejor, por loque permite una mayor especialización, laespecialización permite un mayor creci-miento económico y una mayor producti-vidad, una mayor disponibilidad de bienesy servicios, y ésta contribuye de formainequívoca al incremento del bienestar de
las personas.
3. Ética empresarial y costes detransacción
3.1. Una aproximación a la teoría de los costes de transacción (TCT)
Cuando hablamos de costes de tran- sacción nos estamos refiriendo a los cos-
tes implícitos en todo intercambio económi-co, es decir, los costes implícitos a la es-tructura de los mercados de bienes y facto-res. Por consiguiente, se puede afirmarque los costes de transacción son inheren-tes a la economía de intercambios. Esdecir, en las robinsonadas económicas, o,dicho de otro modo, en los escenarios pre- mercantiles no hay cabida para los costesde transacción (Cheung, 1992). Estos cos-
tes incluyen esencialmente los relaciona-dos con la búsqueda de información para
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la toma de decisiones, con la supervisiónde la transacción económica, etcétera. Los
costes de transacción pueden ser origina-dos ex ante (búsqueda de información, re-dacción y negociación de los acuerdos),pero también pueden ser originados ex post , es decir, con posterioridad a la propiatransacción (aseguramiento del contrato).La TCT, básicamente, viene a explicar porqué hay empresas y no mercado; o a resol-ver la dicotomía entre producir/fabricar ocomprar (to make or to buy ).
El enfoque tradicional de la empresa, o
enfoque neoclásico de la organizacióneconómica, descansa en la conceptua-ción según la cual los mercados, específi-camente el de la demanda final de bienesy servicios, son el espacio idóneo para larealización de la actividad económica. Enconcreto, la teoría neoclásica concebía ala empresa como una unidad axiomática,como una auténtica caja negra (black box ) sobre la que no se concebía ninguna
actividad analítica desde el punto de vistateórico. La empresa venía a desempeñaren el sistema económico la función deproducción, es decir, la conversión de losinsumos generales y específicos (inputs )en productos (outputs ), y sus limitacionesvenían establecidas por la tecnologíaexistente. La empresa, en el pensamientoneoclásico, era concebida como una es-tructura técnica, una estructura de pro-ducción. En concreto, para la teoría clási-
ca el contrato en el ámbito del mercado secorrespondía con un acuerdo transparen-te en el que los límites son precisos deacuerdo con la hybris racionalista delhomo oeconomicus . El mercado, para lateoría económica clásica, resulta ser elmarco ideal para el intercambio de los ac-tivos genéricos. En el contrato convencio-nal clásico los costes de transacción sonclaramente marginales e ínfimos.
En el ámbito de la TCT, Ronald H.Coase (1937), un economista neoliberal
radical, fue el primero que llegó a enfocarla organización empresarial como un sub-
sistema, como una estructura de gobier-no, basada en la jerarquía y en las rela-ciones relativas de poder. La empresa esuna unidad epistemológica básica, perotambién es una unidad descomponible enelementos menores que muestran yponen de manifiesto una estructura y una jerarquía de poder, la irracionalidad eco-nómica de los agentes económicos y suoportunismo.
En concreto, Coase se preguntó por la
existencia y la naturaleza de la empresa.Es decir, por qué hay empresa y no mer-cado. Y, además, por qué unas empresastienen un mayor grado de especializacióno de integración que otras. La informaciónimperfecta en los mercados de bienes yfactores implica costes de transacciónque a veces originan la necesidad especí-fica del marco institucional de la empresa.Se podría decir, en este sentido, que el
desarrollo institucional permitiría reducirsustancialmente los costes transacciona-les. Además, el comportamiento estratégi-co que se deriva de la organización insti-tucional/empresarial permitiría la obten-ción sistemática de beneficios extraordi-narios a raíz de la imperfección de losmercados y de la asimetría de la informa-ción entre los agentes económicos.Básicamente, la teoría de los costes detransacción describe la diferencia de cos-
tes entre formas alternativas de direccióneconómica: dirección basada en la jerar-quía (empresa), dirección basada en el in-tercambio (mercado), y dirección mixta,es decir, dirección que utiliza elementosde mercado y elementos de poder .
Las grandes aportaciones teóricas a laTCT corresponden a Williamson (1985),que viene a retomar el concepto que intro-dujo Ronald H. Coase (1937). La teoría de
los costes de transacción vendría a seruna respuesta ontológicamente explicati-
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va a la debilidad de la teoría microeconó-mica de los mercados. La teoría sería de-
sarrollada por numerosos economistas deprestigio como Rosen, Williamson, Jos-kow, Hart, Demsetz, Winter, etcétera. Losmás importantes participaron en 1987 enla conferencia conmemorativa de los 50años de la publicación del clásico artículode Ronald Coase que lleva por título: The Nature of the Firm .
Tanto Coase como su discípulo Dou-glas North (North, 1981) entendían esen-cialmente como costes de transacción la
búsqueda de partenariados , la búsquedade información oportuna y relevante parael intercambio económico, el asegura-miento y el control de las transacciones,etcétera. Los elementos perturbadoresque implicaban el desarrollo institucionalde la empresa frente al mercado no sonotros que el oportunismo, la complejidadde los bienes o factores que son objeto dela transacción económica, la información
asimétrica y la racionalidad limitada de losagentes económicos, la incertidumbre y lainseguridad (paramétrica, derivada de lasituación de mercado, o conductual, deri-vada de la posibilidad de un comporta-miento oportunista en el socio de la tran-sacción, Williamson, 1985, pág. 57 y ss.),la especificidad de activos, la frecuenciade las transacciones, el conocimiento deexpertos externos…
Se puede decir, por tanto, que los ele-
mentos perturbadores pueden ser tantode origen humano, es decir, derivados dela racionalidad limitada, como de caráctercontextual, como puede ser el caso de laespecificidad de los activos. En concreto,para Coase, el coste de la información esel elemento fundamental que nos permiteentender el marco de racionalidad limita-da en el que se desarrolla la TCT y por elque surge la necesidad de la estructuras
jerárquicas, es decir, la empresa. ParaCoase, la característica más relevante de
le empresa reside en su actitud sustitutivadel mecanismo de los precios. En concre-
to, Ronald H. Coase toma de Commons(1931) el concepto de transacción , enten-dida como una alteración de los derechosde propiedad (enfoque institucional) másque como un intercambio convencional debienes económicos.
En el ámbito de la TCT, por tanto, laasignación de los recursos tendrá esen-cialmente dos fuentes: por un lado, elmarco clásico del mercado, regulado através de los propios mecanismos de los
precios y la mano providencial smithiana;y, por el otro, el marco institucional de laempresa, a través de la decisión jerárqui-ca y unilateral del empresario en un entor-no de poder y dependencia. La empresa,concebida institucionalmente, como elpropio concepto de transacción, existeporque la información es imperfecta, por-que el mercado tiene fallos desde el puntode vista asignativo, y es preciso asumir
cierto proceso de institucionalización.Pero también el mercado es la respuestaa los costes de escala de las empresas.El crecimiento de la propia dimensión delas empresas genera ineficiencias de ca-rácter organizativo que inequívocamenteproducen costes que pueden compensara los propios costes de transacción delmercado inherentes a la referencia de losprecios. Y es precisamente aquí cuandose hace imprescindible definir un marco
ético que permita seguir avanzando en elproceso de institucionalización de la em-presa, y de este modo poder seguir con-tribuyendo a paliar los fallos y limitacionesdel mercado.
A través de la internalización de tran-sacciones dentro de la empresa, ésta pre-tende unificar los contratos y simplificarsustancialmente la toma de decisiones.Por tanto, y en orden a este nuevo marco
de racionalidad económica limitada,habrá empresa cuando los costes de tran-
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sacción en el ámbito jerárquico sean infe-riores a los costes de transacción del mer-
cado, y habrá mercado en la situacióncontraria, es decir, cuando los costes detransacción del mercado sean inferiores alos costes de transacción en el seno de laorganización empresarial. En la TCT,como en la teoría de la agencia, la empre-sa es concebida como un conjunto decontratos.
3.2. Ética y costes de transacción
Como hemos advertido previamente,la TCT desentrañó el contenido de la em-presa, aquella caja negra, o mera funciónde producción, que consideraron los eco-nomistas neoclásicos y que resultaba irre-levante, desde el punto de vista interno,para explicar la lógica de los intercambioseconómicos y del mercado. No obstante,los problemas derivados de la asimetría
de la información y de la información im-perfecta se han trasladado al seno de laempresa, especialmente en las grandescorporaciones, generando problemas decalado ético como, por ejemplo, los cos-tes de agencia, o lo que es lo mismo, loscostes derivados del desfase entre los in-tereses de la dirección de la empresa, porun lado, y, por el otro, lo intereses de lapropiedad (los accionistas).
La ética, en el seno de las organizacio-
nes empresariales, y desde el punto devista apriorístico, implica una importantereducción de los costes de transacción, yen consecuencia una mejora de la eficien-cia económica e institucional en general.Y si esto es así, siguiendo el razonamien-to de la TCT, la ética permitiría una justifi-cación contemporánea de la empresa enlas sociedades actuales. De no ser por laimplantación de un marco ético apropiado
en la empresa, ésta tendría que ir devol- viendo al mercado una gran parte de sus
logros institucionales, encontrándonosnuevamente con la paradoja de los fallos
del mercado y los costes de transacciónSe puede decir, por tanto, que la ética noes inocua a los procesos que ocurren enel seno de las organizaciones. El desem-peño de la actividad empresarial en unentorno ético , o, por el contrario, en unentorno eminentemente utilitarista , tieneefectos económicos muy distintos enbase a las nuevas relaciones de la empre-sa con la sociedad y en base a los nuevosdiálogos entre la empresa y sus grupos de
interés: clientes, accionistas, empleados,proveedores y sociedad en su conjunto.
Dado un aceptable nivel institucional, unavanzado compromiso ético en la empresano necesariamente comporta un retrocesoen los objetivos económicos a corto, medioo largo plazo. El compromiso ético es unode los principales activos intangibles de laempresa, que contribuye de forma inequí-voca a un mayor y mejor desarrollo institu-
cional en el ámbito del desempeño econó-mico. Y precisamente es el desarrollo insti-tucional de la empresa el que contribuye,según los principios más elementales de laTCT, a seguir reduciendo los costes detransacción e ir mejorando la eficienciaeconómica. Un entorno ético para la em-presa permite una mayor institucionaliza-ción, y ésta, una posible reducción de loscostes de transacción, y, obviamente, unamejora de la eficiencia asignativa.
Precisamente, es el propio déficit insti-tucional el que introduce la posibilidad debeneficios extraordinarios o estratégicos(cuasi-rentas) basados en un comporta-miento empresarial éticamente reproba-ble. La ética permite fortalecer la raciona-lidad económica en la medida en que in-troduce transparencia, reduce la asime-tría de la información, reduce los costesde la búsqueda de información (transpa-
rencia institucional), reduce los costes deaseguramiento de los contratos, simplifica
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57BOLETÍN ECONÓMICO DE ICE Nº 2899
DEL 11 AL 17 DE DICIEMBRE DE 2006
COLABORACIONES
LA ÉTICA EMPRESARIAL DESDE LA PERSPECTIVA DE LOS COSTES DE TRANSACCIÓN
las relaciones contractuales, y generaconfianza institucional. Igualmente, permi-
te una mejor posición negociadora para laempresa basada en la confianza mutua.La ética, a través de la generación de laconfianza, puede llegar a ser un importan-tísimo elemento complementario de la ra-cionalidad limitada (Rosanas, 2004), delos fallos del mercado y de los contratosincompletos. En definitiva, la ética en elámbito empresarial y contractual-mercan-til permite reducir los costes de transac-ción en todos los niveles.
De hecho, el compromiso ético en laempresa comporta una mayor transpa-rencia, una menor necesidad formalistaen el ámbito contractual, con las ventajasque implica en el ámbito de los costes detransacción. Cuanto mayor transparencia,menores costes de transacción. El de-sempeño económico y empresarial en unentorno ético permite reducir la asimetríade la información y las externalidades.
Además, la implantación de un sistemaético permite mejorar el entramado jurídi-co, reduciendo la profusión de normas y lacomplejidad contractual.
Hasta la fecha no existen estudios con-cluyentes acerca de los beneficios de laética y de la RSC en el ámbito de la empre-sa (Margolis & Walsh, 2003). Pero, desdeel punto de vista teórico, resulta inequívocala relevancia que tiene la ética para le me- jora de la eficiencia empresarial y del mer-
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COLABORACIONES
FRANCISCO JOAQUÍN CORTÉS GARCÍA
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