la estrategia del ‘addendum’mucha

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JUAN RUBIO. Director Vida Nueva España La ortodoxia positiva E s algo que se viene escuchando en algunos foros eclesiásticos con cierta preocupa- ción y con no menos temor. La “ortodo- xia positiva” parece que ha levantado vuelo, con alguna sospecha, en los últimos meses. La sorprendente elección de un sucesor de Pedro que nadie esperaba ni entraba en las cábalas periodísticas o eclesiásticas, ha levantado un estado de euforia y beneplácito, incluso en muchos no creyentes, o en creyentes que buscan una Iglesia menos romana y más universal. Los gestos y palabras del nuevo Papa vienen a corroborar este estado de euforia, vista con rece- lo por algunos grupos, y cada vez más encajada y reconducida a la vereda propia y al “corralito” del pensamiento único de muchos de los que se echaron las manos a la cabeza aquel 13 de marzo. Hay quienes se han escondido en una “oposición silenciosa” y se atreven a ir dando lecciones, trazando agendas y enmendando planas. También hubo “oposición silenciosa” al pontífice emérito. Hay quien se va acostum- brando a las nuevas formas, en espera de re- formas, aunque cierto aire de sospecha flota en el ambiente de quienes creen que el mundo se salva a fuerza de doctrina. Hay quienes creen que todo el monte es orégano y que Francisco llegará rompiendo y rasgando. Y hay quienes están alarmados de lo que ellos consideran un armisticio de la opinión pública y mediática para con el nuevo Papa. Y hasta les molesta que la prensa agnóstica hable bien de él y elogie su la- bor y ponga en solfa muchas de sus estrategias. Y hablan de “ortodoxia positiva”, como de una actitud que muestra la verdad, la expone, la ofrece y no la impone. El estilo Ratzinger del que muchos aún no se han enterado era ese. Y es que hablar proponiendo luz y verdad en un mundo con muchas oscuridades y mentiras es tarea difícil, pero necesaria. Y el nuevo Papa sigue sorprendiendo, haciendo gestos, proclamando verdades, trazando cam- bios y gobernando una Iglesia que iba perdiendo credibilidad a manos llenas. Y si eso es “orto- doxia positiva”, pues bienvenida sea. 6 6 6 6 L a Cruzada Nacional contra el Hambre acaba de ser relanzada desde el poblado de Zinacantán, Chiapas. Las crónicas periodísticas reportan que el invitado de honor y de lujo a ese magno evento fue el expresidente brasileño Lula da Silva, a quien se suele presentar como campeón contra el hambre en su país. A él se atribuyen observaciones agudas durante el evento y, sobre todo, el dicho de que el hambre no se debe a la carencia de alimentos ni de técnica, sino a “la falta de vergüenza de los gobernantes del mundo”. Así sus palabras en las crónicas. Todo esto tenía lugar dentro del debate nacional suscitado entre los partidos políticos, por haberse descubierto las intenciones de funcionarios públicos de utilizar los recursos de la Cruzada con fines electorales. En otro contexto, mucho más modesto pero casi simultáneo, se celebró en Querétaro el XI Encuentro Nacional de Bancos de Alimentos que, en número superior a los sesenta, apoyan con despensas a más de un millón de familias cada mes. Se comentó que, si se utilizaran las más de treinta mil toneladas diarias de alimentos que se desperdician “en campo”, se lograría abatir considerablemente el hambre que padecen los 21 millones, que no siete, de conciudadanos. Nadie puede razonablemente oponerse a una lucha más contra el flagelo del hambre que azota inmisericorde a tan gran número de compatriotas. Menos la Iglesia. Por eso, me permito pensar que la vergüenza de la que habló el señor Lula ha de ser algo así como la recta intención unida a la eficacia en la acción. Pero, para no entrar en subjetividades, me atengo a lo que enseña el papa Benedicto XVI en su encíclica Caridad en la Verdad, cuando afirma que la caridad “es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad”; y, para que esta caridad sea auténtica y operativa, “necesita estar fundada sobre la verdad”. Sin verdad no puede haber auténtica caridad y, por tanto, todo proyecto de servicio al prójimo, si no respeta la verdad de las personas, es decir, su dignidad, está de antemano condenado al fracaso. La caridad -todo proyecto de solidaridad humana- necesita tanto de la razón como de la fe, para que la inteligencia pueda llegar a la verdad natural y sobrenatural de la caridad. Sólo así se vuelve operativa y evita caer en el sentimentalismo y en la manipulación de las personas, dañando su libertad y ofendiendo su dignidad. Al agravio inferido a las personas se suma el social, el fracaso del proyecto. Esto lo dijo con toda claridad el papa Benedicto XVI en Londres, en Westminster Hall, cuando explicó que, “sin la ayuda correctora de la religión, la razón puede también ser presa de distorsiones, como cuando es manipulada por las ideologías o se aplica de forma parcial en detrimento de la consideración plena de la dignidad de la persona humana”. Del abuso de la razón se originaron las ideologías totalitarias que todavía estamos padeciendo. Después de estas consideraciones, el primer ministro David Cameron dijo que el Papa “había puesto al país a sentarse a pensar”. Ojalá que nosotros hagamos otro tanto. MARIO DE GASPERÍN GASPERÍN. Obispo Emérito de Querétaro LA PUERTA DE LA FE Pan con verdad La caridad necesita tanto de la razón como de la fe

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Columnas: Felipe Monroy, Juan Rubio, Mario de Gasperín

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Page 1: La estrategia del ‘addendum’mucha

JUAN RUBIO. Director Vida Nueva España

La ortodoxia positiva

Es algo que se viene escuchando en algunos foros eclesiásticos con cierta preocupa-ción y con no menos temor. La “ortodo-

xia positiva” parece que ha levantado vuelo, con alguna sospecha, en los últimos meses. La sorprendente elección de un sucesor de Pedro que nadie esperaba ni entraba en las cábalas periodísticas o eclesiásticas, ha levantado un estado de euforia y beneplácito, incluso en muchos no creyentes, o en creyentes que buscan una Iglesia menos romana y más universal.Los gestos y palabras del nuevo Papa vienen a corroborar este estado de euforia, vista con rece-lo por algunos grupos, y cada vez más encajada y reconducida a la vereda propia y al “corralito”

del pensamiento único de muchos de los que se echaron las manos a la cabeza aquel 13 de marzo. Hay quienes se han escondido en una “oposición silenciosa” y se atreven a ir dando lecciones, trazando agendas y enmendando planas. También hubo “oposición silenciosa” al pontífice emérito. Hay quien se va acostum-brando a las nuevas formas, en espera de re-formas, aunque cierto aire de sospecha flota en el ambiente de quienes creen que el mundo se salva a fuerza de doctrina. Hay quienes creen que todo el monte es orégano y que Francisco llegará rompiendo y rasgando. Y hay quienes están alarmados de lo que ellos consideran un armisticio de la opinión pública y mediática para

con el nuevo Papa. Y hasta les molesta que la prensa agnóstica hable bien de él y elogie su la-bor y ponga en solfa muchas de sus estrategias.Y hablan de “ortodoxia positiva”, como de una actitud que muestra la verdad, la expone, la ofrece y no la impone. El estilo Ratzinger del que muchos aún no se han enterado era ese. Y es que hablar proponiendo luz y verdad en un mundo con muchas oscuridades y mentiras es tarea difícil, pero necesaria.Y el nuevo Papa sigue sorprendiendo, haciendo gestos, proclamando verdades, trazando cam-bios y gobernando una Iglesia que iba perdiendo credibilidad a manos llenas. Y si eso es “orto-doxia positiva”, pues bienvenida sea.

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La Cruzada Nacional contra el Hambre acaba de ser relanzada desde

el poblado de Zinacantán, Chiapas. Las crónicas periodísticas reportan que el invitado de honor y de lujo a ese magno evento fue el expresidente brasileño Lula da Silva, a quien se suele presentar como campeón contra el hambre en su país. A él se atribuyen observaciones agudas durante el evento y, sobre todo, el dicho de que el hambre no se debe a la carencia de alimentos ni de técnica, sino a “la falta de vergüenza de los gobernantes del mundo”. Así sus palabras en las crónicas. Todo esto tenía lugar dentro del debate nacional suscitado entre los partidos políticos, por haberse descubierto las intenciones de funcionarios públicos de utilizar los recursos de la Cruzada con fines electorales.

En otro contexto, mucho más modesto pero casi simultáneo, se celebró en Querétaro el XI Encuentro

Nacional de Bancos de Alimentos que, en número superior a los sesenta, apoyan con despensas a más de un millón de familias cada mes. Se comentó que, si se utilizaran las más de treinta mil toneladas diarias de alimentos que se desperdician “en campo”, se lograría abatir

considerablemente el hambre que padecen los 21 millones, que no siete, de conciudadanos.

Nadie puede razonablemente oponerse a una lucha más contra el flagelo del hambre que azota inmisericorde a tan gran número de compatriotas. Menos la Iglesia. Por eso, me permito pensar que la vergüenza de la que habló el señor Lula ha de ser algo así como la recta intención unida a la eficacia en la

acción. Pero, para no entrar en subjetividades, me atengo a lo que enseña el papa Benedicto XVI en su encíclica Caridad en la Verdad, cuando afirma que la caridad “es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad”; y, para que esta caridad sea auténtica

y operativa, “necesita estar fundada sobre la verdad”. Sin verdad no puede haber auténtica caridad y, por tanto, todo proyecto de servicio al prójimo, si no respeta la verdad de las personas, es decir, su dignidad, está de antemano condenado al fracaso.

La caridad -todo proyecto de solidaridad humana- necesita tanto de la razón como de la fe, para que la inteligencia pueda llegar a la verdad natural y sobrenatural

de la caridad. Sólo así se vuelve operativa y evita caer en el sentimentalismo y en la manipulación de las personas, dañando su libertad y ofendiendo su dignidad. Al agravio inferido a las personas se suma el social, el fracaso del proyecto. Esto lo dijo con toda claridad el papa Benedicto XVI en Londres, en Westminster Hall, cuando explicó que, “sin la ayuda correctora de la religión, la razón puede también ser presa de distorsiones, como cuando es manipulada por las ideologías o se aplica de forma parcial en detrimento de la consideración plena de la dignidad de la persona humana”.

Del abuso de la razón se originaron las ideologías totalitarias que todavía estamos padeciendo.

Después de estas consideraciones, el primer ministro David Cameron dijo que el Papa “había puesto al país a sentarse a pensar”. Ojalá que nosotros hagamos otro tanto.

MARIO DE GASPERÍN GASPERÍN. Obispo Emérito de Querétaro

▶LA PUERTA DE LA FE

Pan con verdad

La caridad necesita tanto de la razón como de la fe

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Page 2: La estrategia del ‘addendum’mucha

▶LA COLUMNA DEL DIRECTOR

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FELIPE DE J. [email protected]

“EL BUENA ESPERANZA”

La estrategia del ‘addendum’

mucha falta arriesgar algo de sí para entrar en construc-ción con el otro, sacrificar la comodidad propia para abra-

Hay quienes prefie-ren poner la diana después de haber lanzado la flecha;

así siempre se aseguran de haber dado en el blanco aun-que el dardo les esté perfo-rando el pie o aún si no han hecho tiro alguno.

Estos son los amigos del espectáculo, los que nunca se equivocan, los que hacen prestidigitación mental para crear ilusiones de conciencia. Y, a pesar de todo, sigue sien-do la opción preferida para responder a las dolencias de la cultura y la sociedad mexicana; la estrategia del ‘addendum’ es infalible.

Tenemos así una cruzada contra el hambre a la que hay que agregar hambrien-tos, pactos políticos con ne-gociadas excepciones sobre condiciones irrevocables, reformas integrales para modelos inamovibles. No es sólo el emprender caminos de exploración para saber de antemano a donde hay que llegar; es vivir en la ilusión del arribo triunfal allí de don-de jamás se ha salido. Hace

zar la necesidad del prójimo. Durante la pasada visita del cardenal Gianfranco Rava-si a México, con la genuina

intención de generar diálo-go, debate y encuentro de cultura no me sorprendió el que la ansiada apertura del pensamiento se diera desde un espacio privado o que el traslado de un evento para fortalecer el diálogo universal se debiera a la intransigencia de grupos de la universidad más prestigiada de México. Esto es normal en un país en donde el surrealismo es nues-tra estampa más fidedigna.

Lo que merece una re-flexión aparte es la inalte-rable posición que se tomó frente a ello, no fue solo la in-diferencia, fue la satisfacción que produce el haber estado en lo correcto, aunque jamás se hubiera imaginado.

Sería lamentable pensar que ‘eso es lo que hacía falta’ o que ‘se ha revelado algo que venimos asegurando desde hace tiempo’; esto es tan útil como echar agua al río con el fin de levantar puentes entre sus riberas.

En uno de sus aforismos, el autor y filósofo mexicano Leonardo da Jandra expresa: “La historia la hacen los des-esperados; la historiografía la rehacen constantemente los que nunca podrán deses-perarse”. Me atrevería a con-cluir que la construcción de la cultura requiere de aven-tureros; su discusión, apenas de eruditos.

Siempre habrá quien pre-fiera esperar y mirar fuera de su coraza un paisaje que se encuentra derrumbándose, sin arriesgar, sin exponerse, añadiendo lentes para mag-nificar los daños y las rup-turas; pero la identidad no tiene espacios para adendas, tiene brazos para extender y alcanzar lo desconocido.

La nueva generación

Publicó CNN en México un texto sobre “una nueva generación de obispos que gana espacios en la jerarquía mexicana”, algo que hemos apuntado aquí desde hace tiempo y que no sig-

nifica sino más responsabilidad de estos obispos de recambio generacional -identificados con el concepto de ‘ortodoxia positiva’- con las necesidades actuales de la sociedad. Sin embargo, llama la atención que frente a un perfil de hombres que están dando pasos importantes en la operación y gestión de las estructuras eclesiales en el país se contraponga acríticamente la historia de otros personajes aduciendo toda diferencia en las personalidades e intereses. Hay situaciones profundas que han cambiado en la Iglesia y en el mundo. Cuando pregunté al cardenal Rivera Carrera -ubicado por CNN como miembro de la ‘vieja guardia’- sobre el curso de Baby Bishops en Roma para nuevos obispos, él reconoció el valor de esta formación que en el pasado no existía y que sus coetáneos debían ir descubriendo en las espesuras del trabajo de campo. Nada muy distinto de ahora, pues la necesidad de apertura y diálogo que exige el mundo a la Iglesia de hoy es para entrar en ámbitos de mayor densidad y trascendencia.

Suena el mar

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