la estética de la violencia en “el apando” de josé revueltas- nº 37 espéculo (ucm)

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La estética de la violencia en “El Apando” de José Revueltas Prof. Claudia Cavallin Calanche Universidad Simón Bolívar. Caracas. Venezuela Localice en este documento Buscar Resumen:La crisis de la modernidad, y su característica exacerbación del individualismo, encara algunos problemas sociales de difícil solución, entre ellos, la posibilidad de que sea en los márgenes del caos, y no en los confines de La Ley, donde se consolide la posibilidad existencia. Un ejemplo magistral de este fenómeno lo constituye el cuento El Apando, de José Revueltas (1969). Esta narración ilustra la posibilidad de la violencia como único mecanismo que permite la convivencia en sociedades fragmentadas. Más allá de adherirse a una nueva estética, El Apando es un discurso que despliega, a través del cuento, algunos de los inconvenientes más dramáticos de la incomodidad del “otro” con respecto a los procesos del orden y las jerarquías del poder. La tolerancia, para los sujetos situados al margen del poder, puede presentarse como algo innecesario puesto que sus estrategias son posibilidades negadas para la mayoría de ellos. Como señala Vattimo, son condiciones huecas, que no se traducen en una acción que pueda modificar la condición de vida de los sujetos marginales. Como consecuencia, al situarse cada vez más lejos de la centralidad del orden y de las leyes, los reclusos de El Apando convienen en producir su propia ley y Claudia Cavallin Calanche: La estética de la violencia en “El A... https://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/numero37/e... 1 de 10 23/06/15 13:22

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La estética de la violencia en “El Apando” de JoséRevueltas

Prof. Claudia Cavallin Calanche

Universidad Simón Bolívar. Caracas. Venezuela

Localice en este documentoBuscar

Resumen:La crisis de la modernidad, y su característica exacerbación del individualismo,encara algunos problemas sociales de difícil solución, entre ellos, la posibilidad de que seaen los márgenes del caos, y no en los confines de La Ley, donde se consolide la posibilidadexistencia. Un ejemplo magistral de este fenómeno lo constituye el cuento El Apando, deJosé Revueltas (1969). Esta narración ilustra la posibilidad de la violencia como únicomecanismo que permite la convivencia en sociedades fragmentadas. Más allá de adherirse auna nueva estética, El Apando es un discurso que despliega, a través del cuento, algunos delos inconvenientes más dramáticos de la incomodidad del “otro” con respecto a losprocesos del orden y las jerarquías del poder. La tolerancia, para los sujetos situados almargen del poder, puede presentarse como algo innecesario puesto que sus estrategias sonposibilidades negadas para la mayoría de ellos. Como señala Vattimo, son condicioneshuecas, que no se traducen en una acción que pueda modificar la condición de vida de lossujetos marginales. Como consecuencia, al situarse cada vez más lejos de la centralidad delorden y de las leyes, los reclusos de El Apando convienen en producir su propia ley y

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eligen vivir en la barbarie. Utilizado los criterios formulados por Foucault acerca de losmodelos tradicionales de exclusión del “otro” hacia los márgenes, intentaremos traducireste comportamiento que trasciende como práctica de la modernidad a nuestros días, comodislocación del poder y como componente estético.Palabras clave: José Revueltas, violencia, barbarie

Cuando José Revueltas publicó desde la cárcel, en 1969, su obra El Apando, probablemente noimaginó que contenía la clave para ilustrar el problema de la violencia como reacción incómoda a losórdenes de la modernidad. Muchos años después, desde el incipiente Siglo XXI, podemos releer estahistoria enmarcada en la crisis de los valores modernos que la inspiran (como la tensión entre elorden y el caos, la emancipación de las minorías y, a grandes trazos, la idea de una “revolución” encontra de las instituciones de poder). Sabemos que la crisis de la modernidad, y su característicaexacerbación del individualismo [1], encara hoy algunos problemas sociales de difícil solución, entreellos, la posibilidad de que sea en los márgenes del caos, y no en los confines de “La Ley”, donde seconsolide la posibilidad existencia. El Apando puede leerse como ejemplo de este fenómeno,cobrando entonces pertinencia para el estudio del tema de la violencia en las sociedadescontemporáneas.

El Apando es un discurso de violencia descarnada que despliega algunos de los inconvenientesmás dramáticos de la incomodidad del “otro” con respecto a una de las ventajas de los procesos demodernización de América Latina: el mantenimiento del orden a través de la imposición de la ley y elconfinamiento de las cárceles. La modernización, para los sujetos situados al margen del poder,puede presentarse como algo innecesario puesto que sus estrategias -como la industrialización, lasociedad de consumo, el progreso, la tecnificación -son posibilidades negadas para la mayoría deellos. Como señala Vattimo [2], son condiciones huecas, que no se traducen en una acción que puedamodificar la condición de vida de los sujetos marginales.

Cabe destacar que, al hablar de sujetos marginales, estamos haciendo una relación aproximada deaquellos quienes se encuentran excluidos de un centro, cuya valoración es variable. En otras palabras,los sujetos son marginales dependiendo de lo que estudiemos como centralidad. En el caso de losapandados, vemos que el margen es algo relativo, es decir, al comienzo del texto pareciera que sonlos monos o gendarmes, quienes están “encerrados” en un mundo marginal al centro representado porel trío de presos que hace alarde de su posición, al asumirse poderosos y controladores. Esta relaciónno es sólo simbólica, sino además física, ya que la disposición de la celda con respecto a las demásáreas, y las condiciones del diseño del apando, les permite a sus cautivos observar el mundo sólo dedeterminada manera y aumentan ese margen diferencial entre quienes están adentro y afuera delorden preestablecido. Dadas estas condiciones, El Apando representaría, desde el inicio, una afrentaa las institucionalidad y un quiebre total entre este espacio y la centralidad del poder establecido porLa Ley.

Sin embargo y pese a lo que los apandados puedan pensar, los confinados a esta celda representanlo marginal dentro de lo marginal, es decir, si los márgenes pudiesen distenderse hasta el infinito, loshabitantes del apando estarían centrífugamente desplazándose siempre hacia la orilla más distante.Como consecuencia, al situarse cada vez más lejos de la centralidad del orden y de las leyes, losapandados convienen en producir su propia ley y eligen sobrevivir en la barbarie.

A lo largo de nuestra historia, hemos desterrado la noción de barbarie de casi todos los espacios,

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que van desde la geografía hasta la literatura, favoreciendo la cultura de la razón, donde losciudadanos ilustrados podrían garantizar la convivencia armoniosa del hombre a través de laimplementación de patrones de conducta o modelos de comportamiento diseñados para tal fin. Comocasi todas las promesas de la modernidad, este ideal sufre un deslaste ante la irrupción del “otro”como ente que desafía el orden establecido.

Los presos de El Apando se encuentran totalmente excluidos de los espacios de la cultura y losespacios sociales [3]. Están, además, excluidos de los espacios de lo público, vale decir, del lugarpropio, de la pluralidad, de la acción y la política. Como reclusos, tienen anulada su condición deciudadanos activos, pero la condena va más allá, también les han sido negados los más mínimosrasgos de civilidad, comenzando por su nombre propio, al que sustituyen por apodos que hacenalusión a características identitarias (El Carajo, La Chata, los monos), pasando por la negación unapersonalidad más allá de los rasgos del cuerpo que muchas veces responde a descripciones grotescas,más cercanas a los rasgos de un animal o bestia monstruosa que a los del humano: “… la familia demonos bailaba, chillaba, los niños y las niñas y la mujer, peludos por dentro (…) los impetuososmontones de la bocanada de humo que soltó Polonio, invadieron la zona de luz con el desordenarrollador de las grupas, los belfos, las patas, las nubes, los arreos y el tumulto de su caballería,encimándose y revolviéndose en la lucha cuerpo a cuerpo de sus propios volúmenes cambiantes ypausados (…) La cabeza - de El Carajo - separada del tronco, guillotinada y viva con su único ojoque giraba en redondo, desesperado, en la misma forma en que lo hacen las reses cuando se lasderriba en tierra y saben que van a morir, desató desde el principio en Meche y La Chata un furorenloquecido”. [4]

Los protagonistas de esta historia son verdaderos bárbaros embebidos en las exudaciones de ladroga, que contribuye a distorsionar aún más la imagen de cada uno y a socavar el abismo quedistancia el mundo de los apandados del mundo real.

Sabemos que los mecanismos de exclusión varían según cambian las condiciones desde donde seejerce el poder. Para ver más claro este punto, podemos utilizar los criterios formulados por Foucault,quien señala que existen dos modelos tradicionales de exclusión del “otro” hacia los márgenes,implementados en la época antigua y medieval, respectivamente, pero que trascienden como prácticasde la modernidad a nuestros días. El primero de ellos, sería la “expulsión” de los enfermos -específicamente, de los leprosos - de la ciudad donde habitan las personas sanas. Esto marcainmediatamente una posición de “lugares” y una distinción geográfica donde el sano (sujeto queejerce el poder) está “adentro” y el enfermo (sujeto desterrado) está afuera. Está situación nos colocainmediatamente ante la figura de un sujeto marginal que no solamente es ignorado, sino ademásolvidado. De hecho, a los leprosos se les despedía con un ritual “fúnebre”, y se repartían suspertenencias entre sus herederos, tal y como se practica cuando alguien muere en Occidente. Elsegundo modelo de diferenciación del otro según Foucault, parte ya no de un principio de exclusión,sino todo lo contrario: es un mecanismo de inclusión [5]. Además tiene la particularidad de ser unaestrategia para implementar los más rigurosos mecanismos de control. Se trata, como señalaFoucault, del modelo de convivencia con los infectos de peste, en las ciudades medievales. Alenfermo, esta vez, no se le excluye o margina (en cuanto a lugar geográfico) sino que se le confina asu casa, desde donde debe probar su mejoría o resignarse a permanecer en este recinto hasta lamuerte. Esta actitud, justificada por el “bien común”, requiere de frecuentes controles y supervisiónpor parte del Estado, que verifica constantemente la situación de sus enfermos. [6]

En este sentido, la cárcel podría ser considerada como un dispositivo de expulsión, a donde searroja, en algunos casos literalmente, la escoria humana para salvaguardar a la sociedad “sana”. Pero,dentro de la cárcel, la celda de El Apando es una pequeña casa para enfermos, que respondería al

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segundo modelo de Foucault. Allí fueron confinados los “apestados”, es decir, aquellos a quienes LaLey excluye como delincuentes, pero con los cuales la convivencia es imposible aún en los espaciosde exclusión, y por ello permanecen marginados hasta que puedan resarcir sus faltas y regresar juntoal resto de los reos, o mueran en su encierro. La policía, los monos, es decir, La Ley, está presentepara controlar esporádicamente que el caos del apando permanezca dentro de los confines de la celday no contamine al resto de los reos. Ya no es tan importante lo que allí suceda, siempre y cuando nose derrame por el postigo de la puerta. Hacia adentro, existe un espacio sin ley, donde las relacionesinterpersonales están negadas a favor de la supervivencia inmediata, de la urgencia de las necesidadesbásicas, del conseguir la droga balsámica a costa de todo sacrificio.

¿Quién ejerce el poder desde la cárcel? ¿A quiénes se excluye y cómo se logra sobrevivir en laexclusión? Foucault demuestra que el poder es ejercido de manera “material”, es decir, a manera deun cuerpo cuyos órganos están conectados y centralizados pero que también posee extremidadesimportantes donde toman lugar ciertas relaciones opresoras. “Hay que admitir, en suma, que estepoder se ejerce más que se posee, que no es el “privilegio” adquirido o conservado de la clasedominante, sino el efecto de conjunto de sus posiciones estratégicas, efecto que manifiesta y a vecesacompaña la posición de aquellos que son dominados. Este poder, por otra parte, no se aplica pura ysimplemente como una obligación o una prohibición, a quienes “no lo tienen”; los invade, pasa porellos y a través de ellos; se apoya sobre ellos, del mismo modo que ellos mismos, en su lucha contraél, se apoyan a su vez en las presas que ejerce sobre ellos” [7]. En Microfísica del poder (1985),Foucault ilustra estas cualidades del poder al desmontar la estructura de las de las cárceles, y ponecomo ejemplo la acción del grupo de prisiones (GIP), destacando las diferencias entre una prácticahumanista y las que tiene lugar en estos recintos:

“ El sistema penitenciario, es decir, el sistema que consiste en encerrar a la gente, bajouna vigilancia especial en establecimientos cerrados hasta que se reformen, -al amenoseso es lo que se da por supuesto-, ha fracasado por completo. Este sistema forma parte deun sistema mucho más vasto y complejo que es, si usted quiere, el sistema punitivo: losniños son castigados, los estudiantes son castigados, los obreros son castigados, lossoldados son castigados, en fin, se castiga a lo largo de toda la vida. Y se castiga por unconjunto de cosas que son las mismas del Siglo XIX.” [8]

Penalizar los mismos crímenes y de manera similar a cómo se hacía en el Siglo XIX, demuestracierta anacronía en el sistema de prisiones. En el fondo, hay un halo de barbarie que propicia elescenario válido para las escenas de rebeliones y motines, como sucede en El Apando. La misión dela cárcel, ligada desde el comienzo a un proyecto de transformación del individuo, fracasa porque losmecanismos de poder que en ella toman lugar sirven, más que para redimir, para fabricar nuevoscriminales. Pero, es precisamente allí donde podemos leer el anverso de la modernidad. “La prisiónfabrica delincuentes, pero los delincuentes, a fin de cuentas, son útiles para el campo económico ypara el campo político. Los delincuentes sirven: sirven por ejemplo, para el lucro que se puedeobtener de la explotación del placer sexual (…), luchas políticas y sociales, en las misiones devigilancia, de sabotaje, etc.” (Foucault, 1975: 27-33).

Por ello, en El Apando el fracaso de la institución carcelaria es evidente, puesto que tantoapandados como monos, mujeres jóvenes como señoras, vigilantes y vigilados, son delincuentes,trasgreden la norma y utilizan el poder a su antojo, de manera de obtener ciertos placeres, privilegioso concesiones. Cualquiera que entre en contacto con el lugar de la prisión, inmediatamente activa unmecanismo que lo convierte en un ser infame, en un rufián, en un policía, en un informante, en unaChata, en un mono, en un “Carajo”. [9]

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Este sería el reverso de la individualización, cuando el derecho a las diferencias se distiende hastalos confines de la barbarie y anula toda la posibilidad de existencia individual. Lo que narra estecuento parece ser un mal de nuestros tiempos, una paradoja más de la modernidad que derrumba todaposibilidad de reconciliación con la certeza y el orden. El Apando presenta los resultados de laindividualización descarnada, potenciada y barbarizada. Pero además, interpela al supuesto orden quese desea imponer con este castigo, pues los apandados se ven obligados a adoptar el modelo del caosy de este modo alejarse, cada vez más de la centralidad anhelada. En este sentido, son bárbaros perotambién individualistas, por una razón de supervivencia inmediata del mismo modo que los “monos”.Como señala Camps: “Son individualistas los miembros de las sociedades cuando se muestraninsolidarios, sobretodo, insensibles hacia las desigualdades” y eso es lo que ocurre en El Apando deuno u otro lado de la reja.

La marginación de los apandados, de cierta forma, también oculta mucho más que a un trío depresos, situados en el borde de su ya marginal entorno. Marca una diferencia. El apando es unestigma. De allí la incomodidad manifiesta que poseen todos los personajes respecto a él. Sinembargo, aunque podría pensarse lo contrario, en vez del desencanto, los apandados buscan, desde sumiserable celda, un re-encantamiento, confían en la providencia de la madre de El Carajo, queencinta de la droga, traería dentro de su vientre (Virgen María llena de desgracia), una especie dejusticia divina; unos gramos de ese tesoro salvador cuyo hálito mágico puede curar todos los males.Por ello, planean cuidadosamente la preñez de la vieja mujer, cuidando cada detalle, pues en elapando no hay alternativas. Conscientes de su desamparo, de su desvinculación con el resto de lasociedad y de la imposibilidad de asumirse como parte de los otros presos, los protagonistas searriesgan en esta misión salvadora a través de la barbarie. Los apandados eligen la barbarie: “Labarbarie se elige. Animados por la idea de que la verdad es una y el error, múltiple, basta con quecreamos hallar la nuestra en un pasado esplendoroso o en un futuro radiante para que emprendamosinsensatamente la marcha, guiados por una luz remota que, sin embargo, no nos resulta de ningunautilidad en el camino. Primero habrá que transigir por un pequeño contratiempo, después por otroalgo mayor, más tarde por uno que ya se acerca al sacrificio y, finalmente, por los más atrocesrequerimientos hechos en nombre de una causa. Y, pese a ello, todavía seguiremos avanzando unabuena tirada, animados no tanto por la idea de que la meta que nos propusimos vale lo que ahora nosexige, como por la que el tributo ya pagado nos conmina a proseguir” [10].

Asumir la barbarie como estrategia de supervivencia y considerar la violencia como dispositivoque garantiza un mínimo de convivencia, tal y como ocurre en El Apando, cuestiona abiertamentealgunos de los principales postulados de la modernidad; modernidad que en nuestros países nunca fueasumida de manera cabal, puesto que amén de haber ingresado de manera tardía, reprodujo sistemasque en ocasiones fueron implementados fuera de contexto, sin tomar en cuenta las diferenciasparticulares que las sociedades latinoamericanas poseían con respecto a los países del primer mundo.La universalización de las normas y la generalización de los valores son principios utópicos siintentamos implantarlos en una cárcel latinoamericana. Los patrones de socialización orientados a laformación de identidades abstractas en lugar de suponer una homologación ciudadana, potencian laindividualización de los sujetos que se ven amenazados ante esta posibilidad. El proyecto de lamodernidad, que en principio garantizaría el desarrollo histórico, fracasa ante la posibilidad deexistencia de situaciones en las que, como en El Apando, se apuesta por la barbarie. El liberalismo,por su parte, como teoría política de la modernidad, postula principios como el universalismo y eligualitarismo, que en casos como el que estudiamos se diluyen ante la necesidad de supervivencia.Los valores de moralidad, ciencia y productividad, implícitos en la cultura moderna y herederos deuna tradición encaminada hacia el progreso, quedan anulados al confrontar las contingencias del día adía de quienes habitan en los espacios marginales como las cárceles.

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El decadente sentido moderno parece inútil ante la emergencia de la diferencia. Nuestraincapacidad de pensar en términos de diferencia y en posicionarnos en el lugar del “otro” deslustra ensu totalidad al proyecto de modernidad. La inconmensurabilidad de expresiones teóricas que estudianeste fenómeno, se dispersa al intentar exponer la brecha entre las minorías marginadas y la concienciamoderna.

La crisis de la modernidad es también la crisis de los artefactos culturales que la acompañan, entreellos, las teorías. Desde la teoría literaria no se puede explicar cabalmente lo que ocurre en ElApando. Tampoco podemos explicar la violencia carcelaria desde la sociología, las teorías culturaleso el psicoanálisis. Esta crisis de asidero es sinónima de una revolución necesaria que devuelva a lossujetos su condición de falibilidad. Los esfuerzos de la modernidad por esgrimir una escala de valoresconsistente no funcionan ante la posibilidad de existencia de un ser fragmentado, escindido. Comoseñala Lipovetsky el individualismo de la era postmoderna implica una lógica del vacío, la deserciónde lo público, de lo común, en la búsqueda de la satisfacción del individuo puro, que se autocomplacey se rige por sus propias reglas, propenso a desfallecer o a hundirse en cualquier momento. No existeuna necesidad de trascendencia que sea superior a las necesidades individuales inmediatas. Sólo restaun inminente afán de sobrevivir en el presente. En El Apando, las necesidades son otras. Esto se debea que, apandados, el número de elecciones y opciones tienen los reos dentro de la comunidad a la quepertenecen es nulo. Las normas que rigen esta privación de libertad fomentan la intolerancia hasta loslímites de la violencia.

Por otro lado, la posmodernidad relega los valores espirituales y fomenta un nuevo culto al cuerpocomo símbolo. Esta cualidad también está presente en la historia de Revueltas. El gran capital queposeen los personajes de El Apando es su propio cuerpo y, por extensión, el de sus mujeres y el de lamadre de El Carajo, que lo utilizará para transportar la droga. En estas circunstancias, la deformidad,el albinismo, las heridas, las cicatrices o cualquier otra marca es determinante para la identidad. Estoestá tan marcado en la narración, que los personajes se distinguen más por el vínculo con sus cuerpos(generalmente accidentado y nefasto) que por cualquier relación entre ellos mismos. Los apodos queya hemos mencionado, en ocasiones, les definen en totalidad. Como consecuencia, se exacerba laindividualidad corporal, sus movimientos (recordemos la danza del vientre del Albino), y se generannuevos imperativos hedonistas, como el sexo y las drogas, todos ellos concebidos para complacer ycomplacerse. La felicidad producto de la adopción de estos mecanismos está libre de culpa, pues norequiere de la satisfacción de las normas o de la comunión con los principios. Es una suerte de éticasin deber, donde los apandados disfrutan de mínimas satisfacciones efímeras pero intensas. Es elreino del hedonismo interregno.

Los presos del apando conviven en un mundo descreído, sin más valores que los antesmencionados. Aquí “la vida individual es demasiado corta para apostarla a empresas de carácter total,a revoluciones que auspician la transformación del mundo o de la humanidad. Así cada uno acabaprefiriendo vivir para sí mismo, (…) sin complicaciones de inciertas consecuencias” [11]. En ElApando, las mayores expectativas se limitan a observar, desde la perspectiva limitada del postigo, elmundo también caótico e intervenido por la violencia de los monos, disfrutar de una sexualidad sinpromesas y conseguir algo de droga. Existe, entre los apandados, un marcado egoísmo por lasatisfacción de los objetivos individuales (a pesar de que juntos fraguan un plan común para obtenerla droga) y una tenacidad rapaz por conseguirlos. Quizás lo único compartido sea el afán de consumirestupefacientes. La droga, diseñada para satisfacer las necesidades individuales es, paradójicamente,la única condición colectivizante de la celda. En esa dirección el consumo y el individualismo sedesarrollan simultáneamente. Como una paradoja: tres seres diferentes, únicos, y sin embargo,igualados por el vicio, por la desesperación y el encierro.

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Por otro lado aún cuando los diálogos toman lugar, casi exclusivamente, en la celda de castigo,existe entre los apandados un alto grado de incomunicación. “El individualismo -decimos - es feroz,la competitividad inevitable, no hay tiempo para estrechar los lazos afectivos; la sordera, el ruido, laincomprensión se hacen insoportables, asistimos impotentes -si no indiferentes - a las frecuentesexpresiones de insolidaridad, racismo e intolerancia. Nada nos asegura que la comunicación entre laspersonas, es decir, la capacidad de convivir, de acompañarse unos a otros, de llegar a grados decomprensión satisfactorios, la capacidad de establecer diálogos que diriman pacientemente nuestrasdisputas, nada nos asegura que todo ello haya progresado mucho desde que Sartre o Ionescodenunciaran la incomunicación existente” [12].

Como hemos señalado, en El Apando todo rasgo individualista colinda con la barbarie, tambiénen lo concerniente a los fenómenos de la comunicación y del lenguaje. En la Antigüedad la condiciónde bárbaro, además de referirse a aquellos que habitaban en el borde mismo del limes, agrupabaindistintamente a todos aquellos que no podían ser considerados como griegos. El bárbaro era aquelcon quien no podíamos comunicarnos, más que por la distancia, por la imposibilidad de comprendersu lengua, su verdad, su razón. Los primeros mecanismos de discriminación y exclusión de la historiase fundamentan en estas distinciones. El imperio de la barbarie en El Apando es de tal magnitud, queaún cuando se nos presenta a través del formato de ficción breve, que sublima la violencia y apuestapor una narrativa fragmentada, nos resulta incomprensible y hasta cierto punto injustificable. Sonestos los nuevos bárbaros de la modernidad, que se amoldan a fantasías, sobre todo ideológicas, sobrelas etapas o grados de la civilización. Los personajes de El Apando responden a una lógica medieval,donde se cobra ojo por ojo y diente por diente, no importa cuán bien manejen sus armas o sobrevivanen el mundo moderno. Como señala Ridao: “Por diferente que sea el grado de excelencia técnica quehayan alcanzado los diversos bárbaros de la historia, los sucesivos detentadores de la verdadheracliteana - los sucesivos civilizados - siempre los han visto como parte inseparable de lanaturaleza, seres gobernados por un instinto que responde a los ritmos del sol y de la luna, del hambrey de la saciedad, de la procreación y de la supervivencia. Carentes de la mirada superior queproporciona la razón, se limitan a reproducir conductas exigidas por el medio natural en el que viven.El carácter ancestral que se suele asociar a éstas procede, no de que se tenga conciencia fehaciente dela fecha aproximada de sus orígenes sino de un razonamiento tan elemental, de un prejuicio tantransparente que resulta inverosímil su capacidad para pasar indemne desde los estudiosantropológicos a los culturales, y desde estos a la acción política: puesto que todo lo que hacen losbárbaros no es más que una respuesta del instinto a la naturaleza, y la naturaleza es ancestral a su vez,puesto que cualquier variación implicaría un juicio racional que, por definición, son incapaces dellevar a cabo” [13].

Esto nos lleva a juzgar severamente todo lo que ocurre dentro de El Apando. Podemos no haberestado nunca en México, ni haber visitado una cárcel, ni mucho menos una celda de castigo, pero lamera condición de occidentales nos confiere autoridad suficiente para concluir que los actos debarbarie representados en el cuento, y que se inspiran en hechos reales acontecidos en la vida delautor, escapan a nuestra racionalidad. Los apandados no son como nosotros, por ende, algo defuncionar mal en ellos. Es necesario reflexionar acerca de que el “otro” nunca ha estado tan distanteni tan lejano de nosotros mismos como desearíamos suponer. Es más, en muchos aspectos, sucomportamiento responde a los efectos perversos de la civilización y no de la barbarie. La violenciaen las sociedades contemporáneas es una muestra más del fracaso del modelo de control socialesgrimido por la modernidad.

El Estado moderno intentó inútilmente eliminar la violencia de la vida social, sin embargopareciera que el desarrollo de las sociedades produce de manera residual desajustes y disfunciones

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como la delincuencia y la criminalidad. Esta condición se ve reforzada cuando el vínculo entre elsujeto y su entorno se fragilita o se rompe. El individualismo toma allí el disfraz de la barbarie. Loque sucede en El Apando es una representación literaria de este fenómeno pero, al mismo tiempo, esun documento que ilustra dónde estamos y con quiénes estamos dialogando.

Ninguna teoría contemporánea puede dar respuesta al fenómeno de la violencia. Los principalespostulados sobre el tema entran en crisis, ya no existen valores que puedan ser considerados comouniversales, ni categorías abarcantes que puedan discriminar a un grupo de personas con relación aotras. Sólo podemos explorarla a través de testimonios, de relatos, de suposiciones sobre lo quesignifica pertenecer a estas minorías peligrosas, que no se ajustan al orden social. El fenómeno es, ensí mismo, irreductible.

La violencia que toma lugar en la celda de El Apando responde a una lógica de masificación delas cárceles, con sus características económicas, políticas y culturales. De esto se desprende que no sepuede entender la violencia apenas como un efecto regional de cada país. No se puede explicartampoco la violencia y la delincuencia por el aumento del desempleo y los bajos salarios o comoconsecuencia de una revolución. Es necesario analizar cómo y quién lleva los instrumentos de podery de placer a las cárceles, y cómo se establecen y se refuerzan los valores que impulsan a la acción deuna búsqueda irrefrenada de ese poder y de ese placer, remarcando que éstos constituyen uncuestionamiento de los valores habituales de las minorías. En tanto que las poblaciones marginadasno pueden internalizar los valores de las sociedades dominantes, existirá la violencia como síntomade una sociedad dividida, como dispositivo de poder y como condición de supervivencia, y allí estarápresente la literatura para dar su testimonio.

Notas:

[1] Entre los elementos que definen la relación del hombre con respecto a la sociedad, elindividualismo puede definirse como la primacía moral de la persona, frente a cualquiercolectivo social.

[2] (Vattimo:1994:15)

[3] Según Carrera Damas, estaríamos hablando de marginalidad cultural y marginalidadintrasocial. (Cfr. Carrera Damas, G. De la Dificultad de ser criollo. Caracas, Grijalbo. P. 33)

[4] Revueltas José, La palabra Sagrada. Prólogo y selección de José Agustín. México, ERA.P. 69-91.

[5] “No se trata de una exclusión, se trata de una cuarentena. No se trata de expulsar sino, alcontrario, de establecer, fijar, dar lugar, asignar sitios, definir presencias, y presencias en unacuadrícula. No rechazo, sino inclusión. Deben darse cuenta que no se trata tampoco de unaespecie de partición masiva entre dos tipos, dos grupos de población. La que es pura y la quees impura, la que tiene lepra y la que no lo tiene., Se trata, por el contrario, de una serie dediferencias finas y constantemente observadas entre los individuos que están enfermos y losque no lo están. Individualización, por consiguiente, división y subdivisión del poder, quellega hasta coincidir con el fino grano de la individualidad” (Foucault: 1999:53)

[6] (Foucault:1999:53-54)

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[7] Foucault, M (1992) Microfísica del poder. Madrid: La Piqueta. Pág. 86.

[8] Foucault (1973) Entrevista con B. Morawe. En esta entrevista Foucault comenta el resultadode una investigación en las cárceles francesas. Foucault obtuvo declaraciones confidencialesde los propios presos, en donde señalaban los maltratos a los que eran expuestos, comohacinamiento en locales pútridos, abusos sádicos, repetido desprecio de las prescripcionesmédicas, malos tratos continuados, entre otras vejaciones. Posterior a este informe, seprodujo un hecho extraordinario: el Ministerio de Justicia no pudo desmentir la evidenciarecaudada y, por tanto, sin ser desautorizados por “la Institución” se asumió, finalmente, quelos presos decían “la verdad”.

[9] En Venezuela, la palabra “carajo” va más allá de la interjección que denota sorpresa, disgustoo enfado. La expresión “me importa un carajo”, por ejemplo, le confiere a esta palabra unapropiedad nula, hueca; un carajo es algo reducido a la nada, a su mínima expresión, losresiduos o la escoria.

[10] (Ridao:2002:168)

[11] (Camps: 1999:61)

[12] (Camps: 1999: 126-127)

[13] (Ridao: 2002:41)

Bibliografía

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Damas Carrera, Germán (1993) De la dificultad de ser criollo. Grijalbo. Caracas.

Foucault (1973) Prisiones y motines en las prisiones. Entrevista con B. Morawe,Dokumente: Zetschrift für übernationale Zusammenarbeit, año 29, nº 2. Junio de 1973.Págs. 133-137.

Foucault (1975) Entrevista sobre la prisión: El libro y su método. Magazine Littéraire,101. Junio de 1975. Págs 27-33.

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Ridao, José María (2002) La elección de la barbarie: liberalismo frente a ciudadanía enla sociedad contemporánea. TusQuets Editores. Barcelona

Vattimo, Gianni (1995) El fin de la Modernidad. Gedisa. Barcelona.

[Ponencia presentada ante el XII Congreso de Literatura Mexicana UTEP]

© Claudia Cavallin Calanche 2008

Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid

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