la divinidad que somosquería saber cosas acerca de él, y punto: que-ría experimentarlo, sentir su...

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AÑO 10 • NÚMERO 128 • ENERO 2020 divinidad que somos la ENTREVISTAS CON: Margaret Atwood P. 14 liliana blum p. 16 Markus Zusak P. 18 Amin Maalouf P. 20 Arun Gandhi P. 22 leila slimani p. 24 Roger Bartra P.26 Javier Cercas P. 28 annie ernaux p. 30 dios es humano p. 6 el cielo entre nosotros p.10 los libros de dios p. 12 premio mauricio achar 2019 p. 25

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AÑO 10 • NÚMERO 128 • ENERO 2020

divinidadque somos

la

ENTREVISTAS CON:Margaret Atwood P. 14

liliana blum p. 16 Markus Zusak P. 18Amin Maalouf P. 20

Arun Gandhi P. 22leila slimani p. 24

Roger Bartra P.26Javier Cercas P. 28annie ernaux p. 30

dios es humano p. 6el cielo

entre nosotros p.10los libros de dios p. 12

premio mauricio achar 2019 p. 25

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Tema del mes:

LA DIVINIDAD QUE SOMOS

EDITORIAL

Editor responsable: Yara Beatriz Sánchez De La Barquera Vidal, Información y Ventas Publicidad: (55) 5335 1327. Editado por www.taraediciones.com [email protected], Distribución: Librerías Gandhi, S.A. de C.V., Dirección: Benjamín Franklin 98, Piso 1 y 3, Escandón, Delegación Miguel Hidalgo, 11800, Mexico, D.F. Número de Reserva al Título ante el Instituto Nacional del Derecho de Autor: 04-2009-051820092500-102. Certificado de Licitud de Título No. 14505 y Certificado de Licitud de Contenido No. 12078 expedidos en la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. Registro Postal EN TRÁMITE. Preprensa e impresión: Multigráfica Publicitaria S.A. de C.V. en Democracias no. 116, col. San Miguel Amantla, Azcapotzalco, C.P. 02700, Ciudad de México. Título incorporado en el Padrón Nacional de Medios Impresos de la Secretaría de Gobernación. Queda prohibida la reproducción parcial o total, directa e indirecta, por cualquier medio o procedimiento, del contenido de la presente obra, sin contar con la autorización previa, expresa y por escrito del editor, en términos de la legislación autoral y, en su caso, de los tratados internacionales aplicables, la persona que infrinja esta disposición se hará acreedora a las sanciones correspondientes. El contenido de los artículos es responsabilidad de los autores. Librerías Gandhi y la casa editorial se deslindan de los mensajes expresados en los espacios publicitarios cuya responsabilidad pertenece al anunciante. Hecho en México.

Esta revista utiliza tipografías Gandhi Sans y Gandhi Serif, diseñadas para una mejor lectura. Puedes descargar ambas fuentes en: www.tipografiagandhi.com

(55) 5335 1327 / 69 953920 [email protected]¡Anúnciate con nosotros!

Encuéntranos a nivel nacional en: FILIJ • FIL GDL • FIL Minería • FIL Zócalo • Cine Tonalá • Cineteca Nacional • Universidades, preparatorias CDMX y área Metropolitana • Orquesta Sinfónica de Minería • OFUNAM •Teatro de la Ciudad Esperanza Iris • Colegio Nacional • UNAM • Universidad IBERO • Universidad ANÁHUAC del Norte • Biblioteca José Vasconcelos • Museo Nacional de Culturas Populares • Centro Cultural España • CONARTE (Monterrey) • CENART• MUAC • Museo Jumex • Museo El ECO • MUCA Roma • Museo Universitario del Chopo • Museo Soumaya “Loreto”• Museo Rufino Tamayo • Museo Franz Mayer •

/mascultura @revistaLeemas /revistaleemasdegandhi @revistaleemasENVÍA TUS COMENTARIOS A: [email protected] VISITA: www.revistaleemas.mx • www.mascultura.mx

Directora General y Editora

Yara Sánchez De La Barquera Vidal

[email protected]

Coeditor

José Luis Trueba Lara

[email protected]

Difusión cultural

Beatriz Vidal De Alba

[email protected]

Marketing

Fabián Vásquez Escalante

[email protected]

Directora de Ventas

Adriana Alcocer

[email protected]

Editor de Mascultura.mx

Gilberto Díaz

[email protected]

Director de arte y

editor audiovisual

Edwin Reyes Maya

[email protected]

Consejo editorial

Alberto Achar

Jorge Lebedev

En portada:

La divinidad que somos

Basado en el filme

El cielo sobre Berlin (1988)

Director:

Wim Wenders

En algunos días, Dios y sus criatu-ras se acercan a los humanos: ellos siempre están ahí y creémos que

no nos permiten escucharlos. A veces, los ángeles descienden para mirarnos y experimentar lo que sentimos; además, ellos se revelan en palabras e imágenes que deben ser desentrañadas. Un proce-so que abre la puerta al diálogo o al fun-damentalismo. En esta entrega de Lee+ nos asomamos a esos instantes: el cine y los libros de Dios, el recuerdo del diálo-go religioso que se mantuvo en Levante gracias a las palabras de Amin Maalouf, y una brevísima encuesta sobre las rela-ciones que algunos escritores mantienen con la divinidad. Además de esto, podre-mos descubrir las voces de la literatura escrita por mujeres que apuestan a una nueva mirada, a una resignificación del mundo: Liliana Blum, Leila Slimani, An-nie Ernaux y Alaíde Ventura, la ganadora del Premio Mauricio Achar, nos obligan a observar lo que negamos, aunque siempre ha estado frente a nosotros. Una mirada aún más penetrante en la conversación con Margaret Atwood. Por último, visitaremos el mundo de los robots y de las rupturas y las transformaciones gracias a las entrevis-tas con Roger Bartra, Javier Cercas, Markus Zusak y Arun Gandhi. El año comienza, es-tas páginas se revelan como una parte de un diálogo incesante, como una conversación que nos hace humanos.+

Índice 6 Dios es humano

Reza Aslan

10 El cielo entre nosotros

Gilberto Díaz

12 Los libros de Dios

José Luis Trueba Lara

14 Entrevista con Margaret Atwood

Yara Sánchez De La Barquera

16 Entrevista con Liliana Blum

Fabián V. Escalante

18 Entrevista con Markus Zusak

Herles Velasco

20 Entrevista con Amin Maalouf

José Luis Trueba Lara

22 Entrevista con Arun Gandhi

Yara Sánchez De La Barquera

24 Entrevista con Leila Slimani

Fabián V. Escalante

25 Premio Mauricio Achar 2019

26 Entrevista con Roger Bartra

Herles Velasco

28 Entrevista con Javier Cercas

Herles Velasco

30 Entrevista con Annie Ernaux

Herles Velasco

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Y también:EL YOGADE JESÚSDE JESÚS

Y también:Y también:

Una monumental obra escrita por Paramahansa Yogananda,

considerado el padre del Yoga en Occidente y autor del clásico

espiritual Autobiografía de un yogui, en la lista de los 100 mejores libros espirituales

del siglo XX.

Un revelador comentario sobre las enseñanzas originales de Jesús. Paramahansa Yogananda dilucida los profundos signi� cados espirituales que se hallan en el fondo de conceptos mal comprendidos tales como el bautismo y «nacer de nuevo», la Trinidad y el papel de Satanás, el karma y la reencarnación, el «cielo» y el «in� erno», cómo orar, cómo utilizar el poder curativo del pensamiento y de la fuerza vital, o los métodos que le permiten a toda alma alcanzar la Conciencia Crística. También disponible en forma de compendio, El Yoga de Jesús.

Un revelador comentario sobre las enseñanzas originales de Jesús. Paramahansa Yogananda dilucida los profundos signi� cados espirituales que se hallan en el fondo de conceptos mal comprendidos tales como el bautismo y «nacer de nuevo», la Trinidad y el papel de Satanás, el karma y la reencarnación, el «cielo» y el «in� erno», cómo orar, cómo utilizar el poder curativo del pensamiento y de la fuerza vital, o los métodos que le permiten a toda alma alcanzar la Conciencia Crística. También disponible en forma de compendio,

espiritual

LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTOLa resurrección del Cristo que mora en tu interior

Paramahansa Yogananda

Distribuidor exclusivo en MéxicoEditorial Océano de México:

Tel.: 55 9178 5100; [email protected] f .org

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De niño, creía que Dios era un anciano corpulento y poderoso que vivía en el cielo; una versión más grande y más fuerte de mi padre, y con poderes mágicos. Me lo imaginaba apuesto y

canoso, con una larga cabellera gris que le cubría los anchos hombros, sentado en un trono forrado de nubes, y cuando hablaba, su voz re-tumbaba por el cielo, sobre todo cuando estaba enfadado, como solía ser el caso. Pero también era tierno y amoroso, clemente y amable. Se reía cuando estaba alegre y lloraba cuando estaba triste. No estoy seguro de dónde saqué esta imagen de Dios. Quizá la viera en algún lugar, pintada en una vidriera o impresa en un libro. También es posible que naciera ya con ella. Hay estudios que demuestran que a los niños pequeños, con independencia de su lugar de origen o de su religiosidad personal, les cuesta distinguir entre los seres humanos y Dios en cuanto a sus actos o modo de ac-tuar. Cuando se les pide que imaginen a Dios, siempre describen a un humano con poderes sobrehumanos.

A medida que fui creciendo, dejé atrás la mayoría de mis ideas infantiles, pero conser-vé la imagen de Dios. Aunque no crecí en una familia demasiado religiosa, siempre me fas-cinaron la religión y la espiritualidad. Tenía la cabeza llena de vagas ideas sobre qué era, de dónde venía y qué aspecto tenía Dios (curio-samente, seguía pareciéndose a mi padre). No quería saber cosas acerca de él, y punto: que-ría experimentarlo, sentir su presencia en mi vida. Pero cuando lo intentaba, no podía evi-tar imaginarme que nos separaba un gran abismo, con Dios a un lado y yo al otro, sin que hubiera forma de que uno de los dos lo cruzara.

Durante la adolescencia, me convertí del Islám tibio de mis padres iraníes al cristianismo ardiente de mis amigos estadounidenses. De pronto, mi afán infantil de ver en Dios a un ser humano poderoso cris-talizó en el culto a Jesucristo como “Dios hecho carne”, literalmente. Al principio, la experiencia fue como si me rascara en un lugar que llevara picándome toda la vida. Hacía años que buscaba una manera de superar el abismo que me separaba de Dios, y ahora una religión me decía que tal impedimento no existía. Si quería saber cómo era él, todo lo que tenía que hacer era imaginar al ser humano más perfecto.

Tenía cierto sentido. ¿Qué mejor manera de eliminar la barrera en-tre los seres humanos y Dios convirtiéndolo a él también en un ser hu-mano? Como dijo el célebre filósofo alemán Ludwig Feuerbach para explicar el enorme éxito de la idea cristiana de Dios, “solo un ser que comprende en sí a todo el hombre puede satisfacer a todo hombre”.

La primera vez que leí esa cita fue en la universidad, más o menos en la época que decidí dedicar mi vida al estudio de las religiones. Lo que parecía decir Feuerbach es que el atractivo casi universal de

un Dios que piensa, siente y actúa como nosotros radica en nuestra profunda necesidad de experimentar lo divino como un reflejo de nosotros mismos. Esa verdad me golpeó como un rayo. ¿Por eso de adolescente me atraía el cristianismo? ¿Había estado construyendo mi imagen de Dios todo este tiempo como un reflejo de mis propios rasgos y emociones?

La posibilidad me dejó resentido y desilusionado. Buscando una concepción más amplia de Dios, abandoné el cristia-nismo y volví al Islám, atraído por la iconoclasia ra-dical de la religión: la creencia de que Dios no puede quedar limitado por ninguna imagen, humana o de otra índole. Reconocí rápidamente, sin embargo, que el rechazo del Islám a la representación de Dios en forma humana no se traduce en un rechazo a pensar en Dios en términos humanos. Los musulmanes son tan propensos como las demás personas religiosas a atribuirle sus propias virtudes y vicios, sus propios sentimientos y defectos. No es algo que puedan esco-ger. Ni ellos ni nosotros.

Resulta que esta compulsión por humanizar lo divino es algo para lo que está programado nuestro cerebro, y por eso se ha convertido en un rasgo fun-damental de casi todas las tradiciones religiosas que el mundo ha conocido. El mismo proceso mediante el cual surgió el concepto de Dios en la evolución hu-mana nos obliga, conscientemente o no, a formarlo a nuestra propia imagen. De hecho, la historia de la espiritualidad humana en su conjunto puede ver-se como un esfuerzo constante, interconectado, en permanente evolución y con una notable capacidad cohesionadora para dar sentido a la divinidad otor-

gándole nuestras emociones y personalidades, atribuyéndole nues-tros rasgos y nuestros deseos, proporcionándole nuestras fortalezas y nuestras debilidades, incluso nuestro propio cuerpo; en resumen, haciendo que Dios seamos nosotros. Lo que quiero decir es que muy a menudo, aunque no nos demos cuenta, y con independencia de si somos creyentes o no, lo que la gran mayoría imagina cuando piensa en Dios es una versión divina de nosotros mismos: un ser humano con poderes sobrehumanos.

Esto no equivale a afirmar que Dios no existe, o que lo que llama-mos Dios sea por completo una invención humana. Ambas afirmacio-nes pueden ser ciertas. No tengo ningún interés en tratar de probar la existencia o la inexistencia de Dios por la simple razón de que no pue-de probarse ni lo uno ni lo otro. La fe es algo que se elige; quien diga lo contrario intenta convertirte. Eliges creer que hay (o no) algo más allá del ámbito material; algo real, algo conocible. Si, como en mi caso, optas por lo primero, entonces debes hacerte otra pregunta: ¿quieres experimentarlo? ¿Quieres estar en comunión con eso? ¿Conocerlo? Si es así, puede que te sea útil contar con un lenguaje que te permita expresar lo que es fundamentalmente una experiencia inexpresable.+

Fragmento del libro Dios. Una historia humana de Reza Aslan (Taurus 2019).

Reza Aslan@rezaaslan

Dios es humano

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FICCIÓN NO FICCIÓN

JÓVENES

LUGARES ASOMBROSOS: TRAVESÍAS INSOLITAS Y OTRAS MANERAS EXTRAÑAS DE CONOCER AL MUNDOLuisito Comunica ALFAGUARAViaja a los lugares más recónditos de los continentes: a sitios abando-nados que conservan la huella de un hecho inexplicable; espacios de-lineados por trazos y personajes místicos; habitáculos hechizados por almas que vagan entre dimensiones desconocidas; zonas marcadas por los errores de la historia y sus fantasmas, y pintorescas comisuras del orbe con el sello de una costumbre o un suceso perturbador.

TODO LO QUE FUIMOSAlberto Villareal

PLANETA

RENASER: SUPERA CUALQUIER CRISIS Y CONOCE TU VERDADERO VALORTania KaramALAMAHEn esta obra, la autora de Una vida con Ángeles y Tiempo de Arcán-geles responde preguntas esenciales: ¿Cómo te recuperas cuando estás lastimado, cuando no tienes fuerza ni confianza? ¿Alguna vez te han dolido la mentira o algo que no puedes cambiar? ¿Tu corazón está roto? ¿Estás defraudado por algo que no puedes ni mencionar? A través de su vida, Karam soluciona estos interrogantes y da alas a los que aún no pueden volar.

EL PRINCIPE DEL SOLClaudia Ramírez Lomelí

PLANETA

EL TRAIDORAnabel HernándezGRIJALBOLa historia de este reportaje se remonta a 2011, cuando Anabel contactó a uno de los abogados de Vicente Zambada, el Vicentillo, quien enfrentaba un juicio en Chicago. Él le entregó varios docu-mentos del narcotraficante: un inquietante autorretrato como pa-yaso y los diarios que escribió durante su negociaciones para co-laborar con el gobierno norteamericano. En esas páginas, el capo reconstruyó su historia y la de uno de los cárteles más poderosos.

CIRCEMadeline MillerALIANZA DE NOVELASEn el palacio de Helios, dios del sol y el más poderoso de los titanes, nace una niña. Pero Circe es una niña rara: carece de los poderes de su padre y de la agresiva capacidad de seducción de su madre. Cuando acude al mundo de los mortales en busca de compañía, descubre que sí posee un poder, el poder de la brujería, con el que puede transfor-mar a sus rivales en monstruos y amenazar a los mismísimos dioses.

HACIA UNA ECONOMIA MORALAndrés Manuel López ObradorPLANETAEste libro permite entender con claridad la propuesta del presidente Andrés Manuel López Obrador para crear una economía nacional ba-sada en la prosperidad general de la población, y la restructuración de los organismos, las instituciones y, sobre todo, de las prácticas políticas y sociales para que sirvan al bien común y propicien un ver-dadero Estado de bienestar. Un libro indispensable para conocer a un hombre y su gobierno.

EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDOViktor FranklHERDEREste libro es mucho más que el testimonio de un psiquiatra sobre los hechos y los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial, es una lección existencial, es el estremecedor relato en el que Viktor Frankl nos narra su experiencia en los campos de concen-tración. Traducido a medio centenar de idiomas, se han vendido millones de ejemplares en todo el mundo.

EL LIBRO NEGRODross

PLANETA

EL AMANTE POLACO Libro 1Elena PoniatowskaSEIX BARRAL1743, mientras Stanislaw escucha las hazañas de su familia, recorre el paisaje invernal. Lejos está su pasión por Catalina la Grande y la llegada de los Poniatowski al trono de Polonia. Dos siglos más tarde, Elena mira caer la nieve sobre París. La espera un viaje a México, el país de su madre, en el que encuentran refugio los perseguidos por la guerra. Esta primera parte de El amante polaco es un viaje a través de las cortes europeas y la Ciudad de México.

HISTORIAS CONVERSADASHéctor Aguilar CamínLITERATURA RANDOM HOUSEEstos cuentos, que se revelan como novelas condensadas, nos re-cuerdan que conversar es el origen primordial de la literatura. En cada uno de ellos, Aguilar Camín reproduce con maestría la lección de Sherezada: contar una historia dentro de una historia. Y así, me-diante esta estrategia, pasa revista a las pasiones de toda una vida: la amistad, la familia, los reinos perdidos, el alcohol, el amor y el deseo, la imperfección de la historia...

LA LADRONA DE LA LUNAClaudia Ramírez Lomelí

PLANETA

EL VENDEDOR DE SILENCIOEnrique Serna ALFAGUARAA mediados del siglo XX, Carlos Denegri era el líder de opinión más influyente de México. Reportero estrella de Excélsior, tenía una en-vidiable red de contactos. Mimado por el poder, como columnista político sobresalió por su falta de escrúpulos: Julio Scherer lo llamó el mejor y el más vil de los reporteros. Enrique Serna vuelve a una de sus vetas narrativas predilectas, la reconstrucción del pasado, para entregarnos un fresco histórico apasionante.

INQUEBRANTABLESDaniel HabifHARPERCOLLINS MÉXICOEste libro reúne y expande los mensajes de inspiración y motivación más populares que han tenido el mayor impacto y que representan mejor a Daniel Habif como orador motivacional.

MOMOMichael Ende

ALFAGUARA CLÁSICOS

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ELECTRÓNICOS ARTE Y RECREACIÓN

NIÑOSMUJERES CON HISTORIA

Varios AutoresDISTRIBUIDORA MARÍN

MONETFelicitas TobienNUMENHasta mediados del siglo xix, la obra de Claude Monet estuvo marcada por el realismo; sin embargo, en 1860 pintó un cuadro definitivo: Impresión, sol naciente, la cual transformaría y daría un nombre a una de las grandes rupturas de la historia del arte. En este libro, Felicitas Tobien abre la oportunidad de adentrarse en la vida y la obra del padre del impresionismo y valorar el im-pacto de esta escuela en nuestra mirada.

GUSTAV KLIMTF. L. CardonaNUMENEn la pintura de Gustav Klimt se funden el realismo y la sensuali-dad exhuberante; las enseñanzas del impresionismo y la creación de una obra que revela mundos imposibles. En este libro, F. L. Car-dona ofrece la posibilidad de descubrir la vida de este creador y de adentrarnos en los secretos que se esconden en sus pinturas. Un recorrido inugualable por las obras de un pintor fundamental.

MAPA CARRETERAS NACIONALES 2019EDICIONES INDEPENDENCIAViajar por carretera es una invitación a la aventura, al descubri-miento de lo nunca pensado y lo jamás visto. Y, para adentrarse en los caminos como un viajero con todas las de la ley, es impres-cindible contar con un mapa perfecto, con un atlas que nos re-vele las distancias y las rutas, lo que podemos encontrar en las 18 zonas turísticas del país y en los parajes más recónditos de la región maya.

PEQUEÑO CERDO CAPITALISTASOFÍA MACÍASAGUILAR¿Quieres sacarle el mejor provecho a tu dinero? En este libro, Sofía Macías te enseña a utilizar tu dinero de una manera in-teligente, solucionando todas tus deudas y ahorrando sin que te llegues a dar cuenta…. No importa que tan hippie, yuppie y bohemio seas, lo importante es que podrás solucionar tus pro-blemas económicos y evitar los fraudes que te asechan.

El PRINCIPITO(POP-UP)

Antoine de Saint-ExupérySALAMANDRA

DISNEY BABYS HABÍA UNA VEZVarios Autores

PI KIDS

DIARIO DE GREG 1: UN RENACUAJO

Jeff KinneyOCEANO TRAVESÍA

MEXICO EN CONTRASTEJosé JiménezAM EDITORESMéxico no se entiende sin sus contrastes: los naturales, los de sus valles y montañas, los de sus desiertos y mares; los de su arquitec-tura de la Colonia y modernidad, y, por supuesto, los culturales que nacieron del sincretismo y del mestizaje. México en contraste es un recorrido fotográfico que nos lleva por los caminos de las tradiciones, la naturaleza, y la arquitectura y sus sorprendentes detalles.

INQUEBRANTABLESDaniel HabifHARPERCOLLINS MÉXICOEste libro reúne y expande los mensajes de inspiración y motivación más populares que han tenido el mayor impacto y que representan mejor a Daniel Habif como orador motivacional.

PINTORES: VINCENT VAN GOGHPer AmannNUMENVincent van Gogh es el mejor ejemplo del artista menosprecia-do y que tras su muerte llevado a las más elevadas cumbres. Sus pinturas, antes ignoradas, ahora forman parte de los museos. En este libro, Per Amann recorre su tragica vida, la manera cómo fue redescubierto y nos ofrece un recorrido por su creaciones. Una obra indispensable para conocer y admirar la vida y los cuadros de un artista indispensable.

EL TRAIDORAnabel HernándezGRIJALBOLa historia de este reportaje se remonta a 2011, cuando Anabel contactó a uno de los abogados de Vicente Zambada, el Vicentillo, quien enfrentaba un juicio en Chicago. Él le entregó varios docu-mentos del narcotraficante: un inquietante autorretrato como pa-yaso y los diarios que escribió durante su negociaciones para co-laborar con el gobierno norteamericano. En esas páginas, el capo reconstruyó su historia y la de uno de los cárteles más poderosos.

RENASER: SUPERA CUALQUIER CRISIS Y CONOCE TU VERDADERO VALORTania KaramALAMAHEn esta obra, la autora de Una vida con Ángeles y Tiempo de Arcán-geles responde preguntas esenciales: ¿Cómo te recuperas cuando estás lastimado, cuando no tienes fuerza ni confianza? ¿Alguna vez te han dolido la mentira o algo que no puedes cambiar? ¿Tu corazón está roto? ¿Estás defraudado por algo que no puedes ni mencionar? A través de su vida, Karam soluciona estos interrogantes y da alas a los que aún no pueden volar.

EL VENDEDOR DE SILENCIOEnrique Serna ALFAGUARAA mediados del siglo XX, Carlos Denegri era el líder de opinión más influyente de México. Reportero estrella de Excélsior, tenía una envidiable red de contactos. Mimado por el poder, como colum-nista político sobresalió por su falta de escrúpulos: Julio Scherer lo llamó el mejor y el más vil de los reporteros. Enrique Serna vuelve a una de sus vetas narrativas predilectas, la reconstrucción del pa-sado, para entregarnos un fresco histórico apasionante.

GRAVITY FALLS. DIARIO 3

Disney PLANETA JUNIOR

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Como una metáfora de nuestro espíritu, el director de cine ale-mán Wim Wenders y el guionista —y ahora Premio Nobel de Literatura— Peter Handke, decidieron contarnos la historia de

un ángel que termina enamorándose de una trapecista. El amor tiene un precio: renunciar a sus cualidades celestiales para convertirse en uno de nosotros. Solo así podrá sentir lo que nosotros, y mirar al mun-do desde las cualidades terrenas que poseemos. En castellano, este fil-me lo conocemos como Las alas del deseo, pero en su idioma original (Der Himmel über Berlin), su nombre podría traducirse literalmente como El cielo sobre Berlín. En estas palabras se comienza a sentir el tono y el profundo misticismo que encierra la película.

Wim Wenders forma parte de una generación de cineastas alema-nes que —junto a Rainer Werner Fassbinder, Margarethe von Trotta y Werner Herzog, entre otros— a finales de los años sesenta con el renovado auge de la sociedad germana de la posguerra (al menos des-de la parte occidental), buscaron darle un nuevo aire a su cine en el mismo sentido que la Nouvelle Vague francesa, pero retomando los géneros establecidos por Hollywood desde una perspectiva mucho más humana y sincera.

El cielo sobre Berlín (cómo le llamaremos a partir de ahora) contie-ne muchas metáforas sobre nuestra relación espiritual con la vida, de nuestros conflictos, pero también de nuestros gozos. Todo ello visto desde la perspectiva de dos seres: Damiel y Cassiel, quienes atestiguan invisibles cada momento de cada habitante de la ciu-dad, sus pensamientos, sus sentimientos, sus decisiones internas y externas; ellos son ángeles pero no en un sentido bíblico, pues viven sin ejercer juicio alguno, solo observando, acompañando y escuchando incondicionalmente.

Como el título original lo señala, la protagonista de la historia podría ser la ciudad de Berlín, que en aquel momento estaba dividida por el infame muro que se mantuvo durante 28 años como la representación de la herida más profunda de Alemania en la posguerra. Y sin embar-go, el cielo sobre la ciudad era lo único que la hacía sentir unificada. En la película, el muro es una representación más de las barreras entre las personas, eso que no podemos decir a pesar de que lo sentimos, y los representantes del cielo —los ángeles— son los únicos testigos de esa verdad muda e invisible.

La construcción de estos ángeles en la cinta está profundamente in-fluenciada por la obra de Rainer Maria Rilke, específicamente por sus Elegías del Duino, dónde muestra una concepción metafísica de la realidad en que nos encontramos. Para Rilke, los ángeles son seres que transitan en dos mundos simultáneos: el visible y el invisible. El primero es donde nos encontramos, el segundo dónde se halla la ver-dad, sea esta una especie de realización o complementariedad con el todo y, de acuerdo con Rilke, el mundo del que provienen los ángeles es al que debemos aspirar como una especie de realización o toma de conciencia de un mundo interior que se complementa en la naturale-za. En otras palabras: para Rilke un ángel es “aquella criatura en que aparece ya cumplida la transformación de los visible en lo invisible que nosotros realizamos”.

En la película, ángeles y humanos coexisten en ambos mundos, pero mientras los humanos son incapaces de percibir a los ángeles, éstos se cuestionan con curiosidad lo que significa una vida como la nues-tra, llena de interrogantes, deseos, pesares, memorias y marcas que nacen por el paso del tiempo. Tal vez por esto, en la cinta el punto de vista de los ángeles se presenta mediante una fotografía en blanco

y negro, como una perspectiva donde todo es atemporal, donde la percepción de la vida —si bien es pasiva— no obedece a una interpretación terrenal.

En cambio, la perspectiva humana se presenta llena de colores vivos, en un contraste no solo metafórico, sino de lenguaje cinematográfico puro. La curiosidad de Damiel, interpretado por el gran Bruno Gantz, se transforma en un deseo que emana desde la emoción que le des-pertó Marion, la trapecista, interpretada por Solveig Dommartin. La caída del ángel se da por amor, por amor a Marion, pero también a los humanos, a sus sensaciones, a sus virtudes y carencias, a ese deseo de libertad que se restringe en el infinito y lo separa de lo absoluto; esto en contraparte al deseo humano de habitar en el mundo de los ángeles, ese mundo invisible, inmanente, lleno de paz y donde no se sufre y no se desaparece.

A pesar de ser una historia enfocada en los seres que asociamos con el monoteísmo judeocristiano, es curioso que en ningún momento se menciona o se hace referencia a “Dios”, o tal vez esa sea la misma in-tención de la obra de Wenders, presentarnos una conexión espiritual mucho más cercana al fuero interno, donde la conciencia de que lo visible y lo invisible son parte del mismo plano y constituyen la verda-dera forma de una especie de “vida total”.

El cielo sobre Berlín, comenzó su producción como una historia que evocaría aquellas moralejas de la vida que Hollywood produciría en los años cuarenta, como It’s a wonderful life de Capra o la fantasía de A Matter of life and Death de Powell y Pressburger, para robustecerse de un simbolismo metafísico que conmueve al espectador. Si bien su temática es la sinfonía de una ciudad (con un paralelismo que por mo-mentos nos hace recordar a Fritz Lang y su Metropolis), también es un retrato hablado, a manera de pintura al óleo, de los momentos previos a la caída del muro de Berlín (finalmente la película se estrenó dos años antes de que ocurriera) y, al mismo tiempo, es una exploración de nuestras barreras —llámense emocionales, espirituales o menta-les— y las alternativas que se nos permite con el albedrío.

La luminosidad de El cielo sobre Berlín se reprodujo en distintos pro-ductos culturales: ganó la Palma de Oro del festival de Cannes en 1987, y en 1993 se realizó una secuela (¡Tan lejos, tan cerca!) dirigida por el mismo Wenders, pero ya sin la pluma de Handke. También se realizaron dos adaptaciones teatrales para el Reino Unido y Estados Unidos, y también influyó en videos musicales como los de R.E.M. en Everybody Hurts, dónde incluso se utilizan citas de la película, de Red Hot Chilli Peppers en Soul to squeeze y, sobre todo, con U2 en canciones como All I want is you y la propia Stay, que la inspiró desde su composición y se utilizó para promocionar la secuela de 1993 antes mencionada. Incluso en la arquitectura de Jean Nouvel se encuentra su marca, lo que me pone a pensar en la conmoción y esperanza que deja la película tras verla.

El cielo sobre Berlín puede ser una reverencia a nuestra más profunda humanidad y a aquello en lo que nos podemos transformar si pasamos de lo efímero a lo perdurable con conciencia. Si pudiéramos transitar a esa comprensión total y consciente de la vida —como la definía Rilke en sus elegías— experimentar el asombro de transfigurar la realidad para vivir, ya que al transfigurar la realidad nos podemos convertir en ángeles, volvernos inmanentes, desde ese mundo interior hasta ese todo que comprendemos e interpretamos como “Dios”, de la misma forma que Damiel, en la mecánica del amor, decide humanizarse para sentirse completo.+

EL CIELO entre nosotros Gilberto Díaz@GilbertoDiazF

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Mira cómo los ángelesa través del espacio están sintiendo

sentimientos perpetuosNuestra ascua al rojo vivo sería para ellos cual

frescor.Contempla en el espacio arder los ángeles.

Mientras que a nosotros,que somos incapaces de saber de otro modo,

esto se nos prohíbe y aquello se nos da gratuita-mente,

fascinados por metas, ellos andansu región instruida.

Rainer Maria Rilke

El cielo sobre Berlin (1988)Director: Wim Wendersa la venta en gandhi.com.mx

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Dios nunca me ha llamado. La fe siempre pasó de largo delan-te de mi puerta. Un solo toquido habría bastado para que le abriera gustoso y lo invitara a sentarse a mi lado. Tomar un

café con él sería maravilloso. La presencia del Todopoderoso me ayudaría a enfrentar las derrotas y encarar lo que me parece inven-cible: la muerte que caería vencida gracias a la certeza de la vida eterna. Por desgracia, esto jamás ocurrió y aquí sigo, condenado a la orfandad y certeza de la finitud. Confieso que a veces quisiera en-contrarlo y, en un arrebato de soberbia, he anhelado transformarme en su escriba; sin embargo, tampoco he tenido la suerte de Esdrás en el exilio, de Juan en la isla de Patmos o de Mahoma en el desierto. Los dragones de siete cabezas y siete coronas, la Puta de Babilionia y las trompetas de los ángeles no me fueron reveladas.

A pesar de esto, la búsqueda y la lectura de sus palabras me acompañan desde hace varias décadas. Muy cerca del lugar donde me siento a trabajar, me miran algunos de los libros que le dictó a sus escribas más notorios. La Torá, la Biblia y el Corán me observan para revelarme las palabras sagradas y fundacionales, las voces que vinculan a los humanos con la divinidad y les exigen obediencia, las que ofrecen una manera de prolongar la existencia más allá de la vida, las que dan respuesta a todo lo que ocurre y, por supuesto, las que muestran los caminos que deben seguirse para disfrutar de la eternidad sin torturas ni sobresaltos.

Hace un momento me levanté y tuve el deseo de tocarlos, de vol-ver perderme en sus páginas para tratar de hallar las respuestas que se me niegan; pero, al cabo de unos instantes, descubrí que las reli-giones del libro son distintas en la manera como Dios se manifiesta en sus superficies. Es más, creo que la idea de las “religiones del libro” quizá no sea del todo correcta. Entre el Judaísmo, el Cristia-nismo y el Islám existe una diferencia crucial: la distancia la marca con precisión el uso de los antiquísimos rollos y las hojas que se encuadernan.

Cuando Esdrás se presentó en la Puerta de las Aguas junto con los representantes de las doce tribus de Israel, le mostró al pueblo elegido unos rollos; en cambio, los cristianos y los musulmanes pre-firieron fijar sus obras sagradas en forma de libros. En este caso, la antiguedad del Judaísmo es más que notoria. A pesar de esta dife-rencia de formato, las grandes religiones que nacieron en Levante están unidas por un hecho maravilloso: Dios se encarna en un texto, en una serie de palabras que obligan a la interpretación. Las letras que trazaban sus escribas debían ser analizadas y discutidas para descubrir su significado más profundo. En esos textos, más allá de la superficie del papel y la tinta, existía un mensaje que debe ser encontrado. Incluso, en el caso de sus representantes que no deja-ron nada escrito —como ocurrió con Jesús de Nazareth o en el caso de Buda— los memoriosos y los escribas fueron los encargados de mostrar sus enseñanzas. Jesús y Buda también son un conjunto de palabras, justo como sucede con el Quijote, con el joven Werther, con Pedro Páramo o con el mismísimo Aureliano Buendía.

En los tres grandes monoteísmos Dios es un texto, algo que al parecer no necesariamente ocurre en otras religiones. Hace algunos

años, al mirar una imagen creada por un chamán huichol, me explicaban que esa figura era una de sus deidades.

Sin embargo, los hilos que creaban esas formas no eran una representación, sino

Salterio bizantino, ca. 110. The M

etropolitan Museum

of Art.

Los libros de DioSJosé Luis Trueba Lara@TruebaLara

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una encarnación. Así pues, mientras entre los huicholes dios se materializa en un ob-jeto, en los tres grandes monoteísmos toma la forma de las palabras, aunque el libro que las contiene no es su encarnación. Así pues, la divinidad-palabra no sólo obligaba a la lectura, sino a establecer un diálogo esclare-cedor, una conversación silenciosa que sería capaz de revelar los secretos.

LOS FUNDAMENTALISMOS, LAS INTERPRE-TACIONES

Si Dios es un texto, el problema de su inter-pretación de las palabras es fundamental, pues él sólo podría comprenderse de dos maneras absolutamente excluyentes: la pri-mera de ellas es una lectura textual que asu-me que cada una de sus letras es lo que es y, por lo tanto, no necesitan interpretarse.

Si Dios creó el mundo y lo que en él existe en seis días, ese

fue exactamen-te el tiempo que le llevó la creación. En cambio, la se-gunda posibili-dad está cierta de que esas le-tras mercen ser interpretadas, comprendidas

más allá de su sig-nificado aparente.

Estas dos mane-ras de entender las palabras divinas no

solo implican dife-rentes actitudes ante los textos sagrados,

pues también abren

dos caminos distintos: el fundamentalismo que lleva hasta sus últimas consecuencias a los textos que se transforman en una ley inobjetable, y una postura comprensiva que intenta dilucidar su significado. La distancia entre la fe absoluta y la razón son los signos de estas actitudes. Evidentemente, el fun-damentalismo es peligroso y ha provocado muertes, atentados y un sinnúmero de ho-rrores; mientras que la comprensión se abre al diálogo y posibilita la ecumene.

Hasta aquí pareciera que no hay nove-dades y que solo se muestran los oríge-nes de muchos de problemas que enfren-tamos. Decir que los sucesos del 11 de septiembre están vinculados con el fun-damentalismo ya es un lugar común, un tópico que asumimos sin problemas. Sin embargo, cuando miramos nuestro mun-do y descubrimos que desde el siglo xix las religiones políticas han marcado pro-fundamente la historia, la distancia entre el fundamentalismo y la comprensión ad-quiere un nuevo sentido. Hoy estamos de acuerdo en que Mi lucha —el libro sagra-do del nazismo— debe ser leído con una mirada afilada. Los horrores del III Reich no pueden ser negados y debemos estar alerta de sus resurreciones. Sin embargo, esta actitud no necesariamente se ejerce en contra de las obras sagradas y funda-cionales de las otras religiones políticas: El manifiesto del Partido Comunista —al igual que el Libro rojo de Mao, las obras de Lenin y Stalin, o los discursos de los líderes fundamentalistas— muchas veces no pasan por el tamiz de la interpreta-ción, y lo mismo ocurre con los libros sagrados del capitalismo. La necesidad de recuperar la interpretación es funda-mental, de ella depende el futuro de las sociedades.+

MOTHER!(2017, dir. Darren Aronofsky)

Dios es un artista en busca de inspiración, la madre tierra es su obra maestra y los huma-nos vivimos en su historia de amor.

Él (Javier Bardem) tiene una vida relajada y está aleja-do del mundo en lo que parece

un paraíso perdido esperando encontrar la ins-piración para su siguiente obra, mientras que Madre (Jennifer Lawrence) se dedica a com-placer todos los caprichos y deseos de su pare-ja hasta conseguir una armonía casi celestial. Todo se viene abajo con la llegada inesperada de una familia que no trae más que problemas, destruyendo la serenidad de Madre.

Con obvias referencias bíblicas, Darren Aronofsky nos muestra un mundo que termi-na patas arriba con la llegada intempestiva de una sociedad que no siente respeto por nues-tro planeta mostrando una aterradora simili-tud con la realidad.

Con más de treinta y cinco nominaciones en distintos festivales y un reparto multieste-lar Mother! es la película perfecta para todos los amantes del thriller, terror, y cine inde-pendiente generando un híbrido que resalta por su extrañeza.

MGMTMGMT

Rock psicodélico para la generación millennial. Luces neón y referencias místicas. Todos podemos pretender ser rockstars.

MGMT es el tercer disco homónimo de la banda estadounidense que se catapultó a la fama en 2008 con el súper éxito “Time to Pretend”. Con un sonido psicodélico cargado de pensamientos filosóficos que rayan en el pesimismo, MGMT logró asentarse en la in-dustria musical.

Así, con una campaña publicitaria origi-nal enfocada en el mundo, donde se explica de manera sencilla cómo funciona The Opti-mizer, MGMT se convierte en una punta de flecha en la innovación musical. Cabe resal-tar temas como “Your Life is a Lie” y “Alien Days” pues retratan el concepto del disco, que podría parecer un material no apto para todo publico por lo singular del concepto, pues tiene un estilo similar a bandas como Tame Impala y Ratatat, gracias a lo cual MGMT hace un trabajo casi antropológico de la música de esta época.+

Por Adrián García@adrian_garciros

Corán manuscrito.Ca. 1180.

The Metropolitan Museum of Art.

Ilustración inglesa del Apocalipsis.Ca. 1325.

The New York Public Library.

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E N T R E V I S T A C O N M A R G A R E T A T W O O D

El mas grande mal es creerse Dios

Margaret Atwood (Canadá, 1939) nos habla de lo que ya so-mos, de los horrores cotidianos que nos acarician. De una manera simbólica, ella nos revela el presente que nos al-

canzó investido con distintas y maquilladas fórmulas: la división en la sociedad, el abominable trato a la mujer, la esclavitud, el tráfico sexual, la tecnologización casi absoluta y, por supuesto, la existen-cia de una civilización que fue capaz de rebasar toda ética, moral y conciencia, con tal de exacerbar el individualismo, el poder y el dominio que hoy caracterizan a la condición humana.

Atwood comenzó a escribir El cuento de la criada (Salamandra, Penguin Random House) justo en 1984, bajo el manto del mundo orwelliano y la herencia de Huxley. Esta obra no es una metáfora de nuestra sociedad distópica que endiosó a la tecnología y al abuso de poder, es la crónica adelantada que nos muestra hacia donde vamos. Su autora siempre plantea situaciones extremas para lo humano y la civilización en esos mundos que reflejan la realidad.

En la dictadura teocrática en la República de Gilead —donde los úteros son una propiedad estatal debido al descenso de la tasa de natalidad como resultado de la contaminación extrema— las muje-res fértiles se transforman en criadas sexuales. Con este telón como fondo, El cuento de la criada nos ofrece un mundo en el que el lector se adentra en una pesadilla vista a través de Offred (Defred en espa-ñol). Aunque la República de Gilead parece lejana, basta con hojear la prensa para toparse con su realidad: en México, todos los días ase-sinan a más de diez mujeres. A ellas las violan, las calcinan y nada se

hace para frenar este horror. La posibilidad de considerarlo como una emergen-

cia nacional jamás se menciona. Con esto en nuestros corazones nos

sentamos a platicar sobre Los testamentos (Salamandra, Pen-guin Random House) la secuela de El cuento de la criada.

¿Cómo ocurrió el regreso a Gilead en su nueva novela?“Las peticiones para que es-

cribiera una secuela eran mu-chas. A medida que pasaba el

tiempo, en lugar de alejarnos de Gilead, comenzamos a avanzar ha-

cia él, especialmente en Esta-dos Unidos. Si bien es cier-

to no podía continuar con la narrativa de Offred,

sí podía avanzar des-de la perspectiva de

otros personajes y responder nue-

vas preguntas.

¿Cómo desaparecen este tipo de regímenes? Estaba interesada en ex-plorar esto y cómo sería la existencia para la segunda generación en Gilead: esto es todo lo que saben los personajes y su vida les parece normal. Ellos no están involucrados en la parte violenta del asunto. Uno de los narradores crece en Gilead, uno más al otro lado de la fron-tera en Canadá y otro estaba allí en la fundación. Gracias a ellos vemos a Gilead desde adentro, desde afuera y desde su fundación”.

¿Cuándo lo comenzó a escribir?“En febrero de 2017 envié un resumen de dos párrafos a mis editores. Creo que estaban aterrorizados. Debo haber estado lo suficientemente adelantada en las ideas como para decirles lo que estaba haciendo. Estaba pensando en Gilead desde 2015 y comencé una planificación de la novela al año siguiente”.

¿Cuánta presión sintió al escribir este libro después de tres dé-cadas de que apareció El cuento de la criada?“Siempre existe el peligro de decepcionar al público a cada paso, en cada ocasión. El lector seguramente tendrá diferentes opiniones: existe un peligro, pero es un peligro que ya he enfrentado”.

Los testamentos parece mucho más optimista que El cuento de la criada, ¿por qué ocurrió eso?“El cuento de la criada es optimista. No maté al personaje central, y al final vemos el simposio que demuestra que Gilead no duró. Es lo mismo que sucede con Los testamentos; en sus páginas aún está claro que Gilead terminó y que, en parte, el régimen se derrumbó desde adentro.”

La secuela la desarrollas a través de tres personajes y ya no solo con la protagonista de El cuento de la criada, esto te permitió am-pliar los matices y los aspectos que era necesario contar. Ahora es-cuchamos a la tía Lydia, la despiadada instructora que hará todo lo necesario para no ser dañada; ella es la encargada de adoctrinar a las mujeres que llegan al Centro Rojo. Ahí las tortura brutalmente para convertirlas en esclavas sexuales, mientras adopta modales basados en las escrituras del Antiguo Testamento. El papel de la tía Lydia es aterrador. “A la tía Lydia solo la vimos desde afuera en El cuento de la criada. En Los testamentos ella me ofrecía la posibilidad de explorar nuevas pre-guntas: ¿por qué razón algunas personas se convierten cómplices de estos regímenes?, ¿para qué usan el poder que tienen?, ¿de qué manera se justifican ante ellos mismos?”.

¿Considera a Los testamentos como una distopía o como algo que de alguna manera ya la vivimos?“Una distopía es una sociedad imaginada que suponemos que es peor que la que vivimos. En cambio, una utopía imagina un mundo mejor. El siglo xix fue una era utópica porque creíamos que estaban mejorando las cosas, y de alguna forma así fue. Esa mirada se trans-formó con el cambio de siglo: después de la Primera y la Segunda Guerra Mundial, las utopías se volvieron difíciles de escribir. ¿Los testamentos es un mundo distópico? Esperemos que así sea”.

Yara Sánchez De la Barquera Vidal

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La adaptación para serie de El cuento de la criada —que hizo Hulu y fue transmitida por HBO en Hispanoamérica— dejó una profunda huella tras su estreno en 2017. En las tres tempora-das disponibles, sus capítulos ahondaron en problemas funda-mentales de nuestros tiempos: el cambio climático, el papel del Estado, la libertad, el respeto a la vida, y lo que hoy vivimos como la cuarta ola del feminismo que busca revindicar la lucha por los derechos de las mujeres en todo el mundo, reclamando un progreso casi nulo en la paridad de sexos. ¿Su participación en la serie de televisión afectó la forma en que escribió Los testamentos? “Bruce Miller —el creador y productor— y yo hablamos por te-léfono y tenemos conversaciones importantes. Leo los guiones y realizo notas. No tengo ningún poder real para hacer cambios, pero sí una cierta influencia. Nosotros estamos de acuerdo la mayor parte del tiempo. ¡Ahora, él ha leído el nuevo libro y tie-ne mucho más espacio en la pizarra!”.

Es imposible pasar un día sin algún tipo de protesta. ¿Qué se siente ver que su libro nuevamente se usa en ellas?“Esto comenzó en Texas, donde una legislatura exclusivamente con-formada por hombres comenzó a crear más leyes sobre los cuerpos de las mujeres. Las fotos parecían tomas de la serie de televisión. Lo que en ellas se miraba era la forma perfecta de protesta porque era pacífi-ca, aunque también son una imagen visual muy llamativa. Se trata de cosas que se escapan de un libro al mundo real. Nada de esto sucedería si los países dejaran de poner a las personas a cargo de los cuerpos de las mujeres, que por supuesto no son esas mujeres. Hasta que terminó la Guerra Fría, Estados Unidos se presentó como la alternativa liberal. Antes no mostraban su lado oscuro, sus verdaderas sombras; pero una vez que ese oponente se fue, todo lo que siempre había estado en el armario podía salir, y ha salido”.

¿Cómo ha sido ver a los Estados Unidos acercándose a Gilead?“Si se observan los movimientos legislativos en Estados Unidos, puede verse que casi están allí: el mensaje es que el Estado será dueño de los cuerpos de las mujeres. Están obligando a las mujeres a dar a luz para tener mano de obra barata, y eso es un juego de palabras. Los tes-tamentos contribuye a una conversación que ya está ocurriendo. En una sociedad que afirma valorar la libertad individual, sus legisladores evidentemente no piensan que esa libertad también se extiende a las mujeres.”

¿Está abrumada por el lanzamiento? ¿Se considera una estrella de rock literaria?“Bueno, todavía no he muerto de una sobredosis de opioides… ¡pero hay tiempo! ¿Estoy abrumada por eso? Estoy muy complacida y agra-decida con los lectores y con los equipos de todo el mundo que han estado armando todo y, sobre todo, protegiendo el manuscrito”.

Acaba de cumplir 80 años y la crítica recibió este libro con gran op-timismo. En la presentación en Londres, sus fanáticos se disfraza-ron de las criadas y cientos corrieron por su copia a las librerías de las calles de Picadilly y Charing Cross. Toda una manifestación cul-tural. ¿Qué opina de la reacción de sus lectores en la presentación? “¡Londres ama un acontecimiento! Es sorprendente cómo la gente vino en medio de la noche para ver los libros revelados. Fue muy di-vertido. ¡La gente la pasó muy bien!”.

¿Cree que escribir es un acto de fe?“Escribir siempre es un acto de esperanza porque asume la existencia de un lector, sin importar el contenido”.

¿Volvería a Gilead de nuevo?“Nunca digo nunca a nada”.

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EditorialPenguin Random House UK

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No hay salidaFabián Vásquez [email protected]

Siempre es posible desconfiar de las cuartas de forros, las sobra-das alabanzas obligan a levantar la ceja. Evidentemente, es increí-ble que todos los libros sean obras maestras indispensables y de

lectura obligada. Sin embargo, en el caso de los textos de Liliana Blum hay un comenta-

rio en el que vale la pena detenerse. Bernardo Esquinca, que bastante

sabe de horrores, escribió que sus cuentos están “confec-

cionados con una prosa demoledora que no da

respiro al lector”; ade-más, él está convenci-do que Liliana tiene del don de ahondar “en las tragedias de sus personajes para demostrar que no hay salida posible”. Esquin-ca tiene razón, en Tristeza de los cítricos (Páginas de

Espuma) no existe ningún escape. To-dos sus pobladores, a pesar de sus inten-

ciones, están conde-nados a causar y sufrir

el mal.Los que saben de bo-

tánica están convencidos que “la tristeza de los cítricos”

es un mal que mata a los árboles después de teñirlos de gris. Esto jus-

tamente es lo que ocurre con los cuen-tos del nuevo libro de Liliana Blum: sus creaturas están marcadas por el gris de la tristeza y la oscuridad de la

violencia que los transforman en

cenizas, en seres liminares que se encuentran con la desgracia omni-presente. Durante la FIL de Guadalajara conversamos con ella, esto fue lo que nos contó.

LILIANA BLUM, PALABRAS SIN INTERRUPCIONES

Creo que la violencia y la tristeza surgen de la frustración. Esa es una conclusión a la que llegué después de observar cómo nos relaciona-mos con los otros, cómo incesantemente chocamos con una pared en el momento en que nos encontramos con una buena parte de las per-sonas. Poco importa si esto ocurre en las parejas, en las familias o en cualquier otro ámbito. Incluso, lo que algunos llaman amistad o amor también está marcado por los encontronazos y los desencuentros.

Sin embargo, aquella acción y ese sentimiento no son los protago-nistas de mis cuentos, solo son su trasfondo. Es más, puedo sentirme completamente segura de que ellos caracterizan a mis personajes, a mi manera de observarlos. La razón de que esto suceda es simple: to-dos podemos mirar —y tal vez miramos— los mismos acontecimien-tos, pero cada uno posee una perspectiva distinta. Lo más lindo de la literatura es que nos muestra una visión distinta de la nuestra, una posibilidad para reconocer lo que creíamos conocer. En mi caso, la grisura es una característica esencial.

A pesar de aquella certeza y su presencia en mi literatura, no creo ser pesimista. Cada vez que escribo me pregunto cómo se puede transformar esta situación; por eso también estoy segura de que cada uno de los acontecimientos trágicos es una lección que, a largo plazo, nos permitirá cambiar el rumbo, pero este proceso tiene que comen-zar a nivel personal y familiar. Cuando dañamos a un niño abrimos la posibilidad de que él, en el momento en que crezca, también dañe a los otros.

Esto que digo no es una justificación, tampoco es un vaticinio, es una posibilidad que no podemos ignorar. A como de lugar, tenemos que romper la cadena perversa de la violencia, del mal que se exacerba en nuestro país debido a la impunidad. Hoy, la sociedad está podrida, pero la putrefacción se inicia en las familias y en cierta medida se nutre del conservadurismo, de la idea que el pasado siempre fue mejor. Muchas veces se dice que antes los matrimonios duraban más, que las familias eran más estables, con esto se trata de mostrar que en el pasado las cosas eran mejores, pero esto es falso. Los matrimonios duraban más a costa del sufri-miento de las mujeres, del dolor y la violencia que padecían en un mundo marcado por la grisura. Lucía, la protagonista de uno de los cuentos de Tristeza de los cítricos, engaña a su marido, y eso me permite mostrar que nada es tan malo o tan bueno como parece, que el mundo no es de blancos y negros. Su matrimonio es una

muestra de que, aunque existan el cariño y el amor, se le puede hacer daño al otro y que la realización de este mal es una

elección que se tomó de manera conciente o inconciente. En el fondo, pareciera que todos mis personajes están

condenados a pesar de la posible bondad de sus actos.

Liliana Blum y la Tristeza de los cítricos

E N T R E V I S T A A L I L I A N A B L U M

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Ve la entrevistaen mascultura.mx

y en YouTube revistaleemasdegandhi

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¿Cuántas historias caben en un libro? ¿Es posible capturar una realidad tan compleja como la

mexicana? ¿Cómo retratar sus elementos sórdidos, la violencia que tantas personas viven?

Las preguntas son un claro artilugio retórico: no faltan obras que demuestren cómo la

literatura se ha dado la tarea de representar, revisar y reflexionar en torno a estas cuestiones,

dentro y fuera del país norteamericano. El reciente volumen de Liliana Blum, Tristeza

de los cítricos, es un caso ejemplar. A través de diez narraciones, que recogen historias diversas, aunque siempre construidas en torno al tema de

la violencia en sus distintas formas, este libro explora el complejo y abrumador mundo en el

que viven sus personajes.

Javier Ignacio Alarcón.

LAS ETERNAS VÍCTIMAS

Hoy, la gente sabe que se puede atacar a una mujer en la calle, que es posible violarla, asesinarla y descuartizarla sin miedo a ser detenido y juzgado. Y exactamente lo mismo sucede con los horrores de la pedofilia o con las masacres perpetradas por el narco, pues la políti-ca gubernamental parece estar guiada por la regla de no hacer nada, mientras que el Ejército se ocupa del problema de los migrantes. To-dos sabemos que estos problemas comenzaron hace muchos años, pero se han transformado en una especie de virus que se reproduce sin control. Este es un asunto que también toco en uno de los cuen-tos de Tristeza de los cítricos.

Aunque todo esto que he comentado es muy importante y su solu-ción es fundamental, yo no soy una escritora que se proponga la reali-zación de un proyecto con tal o cual tema, sea este la tristeza o la vio-lencia. Lo que más me interesa es contar una historia desde mi punto de vista y, por supuesto, explorar a mis personajes internamente para descubrir sus grises. Más que concentrarme en los acontecimientos aparatosos y excesivos me gusta explorar a los personajes. Un hecho que puede detonar las cosas más terribles. En mi cuento “Picota”, si bien se muestra una gran violencia física, ella es mucho más brutal a nivel interno. Lo interesante de este caso es que, en una buena parte de mis cuentos, las mujeres desempeñan un papel decisivo. “Picota”, visto desde esta perspectiva muestra una de mis obsesiones.

Hace un rato, durante la presentación de Tristeza de los cítricos, comentaba que me parece muy difícil que los hombres sientan lo que sentimos las mujeres; al menos esto es lo que ocurre en Méxi-co, donde las mujeres desde siempre han enfrentado tragedias, a menos que vivan en una burbuja rodeada por cuarenta guaruras. Cuando era adolescente y vivía en Querétaro, salía a la calle y me gritaban las cosas más soeces. Ninguno de los que vociferaban se daba cuenta de cómo me sentía: violada, ultrajada por sus pala-bras; ellos no podían comprender lo que sentimos las mujeres. Y exactamente lo mismo ocurre cuando uno te sigue por la calle: no sabes si va a violarte, a secuestrarte o si te va a matar. Mi hija, que apenas tiene 16 años, en alguna ocasión me preguntó: ¿por qué los hombres dan tanto miedo?

Esta soledad y este abuso hacia las mujeres tam-bién la muestro en uno de los cuentos de Tristeza de los cítricos. “El diablillo en la balsa” se adentra en el mundo de las migrantes, en sus deseos de encontrar una pareja estable, en los sueños que las marcan. Pero esos deseos y sueños también chocan con la realidad: el abuso siempre se hace presente y reve-la la posibilidad de mancillar, de aprovecharse, de seguir incomprendiendo. La razón de esto también está vinculada con lo que aprendemos y vivimos: la sociedad, todo el tiempo, nos dice que no podemos estar solas y a esto se suma la necesidad humana de que alguien te quiera. Pero no solo esto, los migran-tes de mi cuento —que anhelaban llegar a Miami— también se enfrentan con la Naturaleza que los des-vía de su rumbo y los hace llegar a Tampico, al lugar donde la política también se ensañará con ellos. El mensaje de estas páginas es claro: todos somos víc-timas y victimarios, todos somos jueces y partes, todos somos grises y los otros nos importan muy poco. Las cosas no son tan simples, tan sencillas, y exactamente lo mismo sucede con mis personajes.

Evidentemente no es posible generalizar esta incapacidad de una manera absoluta, por supues-to que existen excepciones; pero sobra evidencia de la incomprensión y la violencia hacia las muje-res. Estos hechos también forman parte de uno de los cuentos de mi libro más reciente. Ese texto lo

escribí en Tampico, cuando los taxistas comenzaron a transformar-se en “halcones” de los narcotraficantes. En ese momento, también comenzaron a secuestrar, a violar y a asesinar a sus pasajeras, cuyos cuerpos terminaban tirados en una laguna. Las advertencias de las madres y sus anhelos de muy poco servían. El “te lo dije” era la fór-mula que solo se usaba cuando sobrevivían a la tragedia.

EL ENCUENTRO CON EL EDITOR

Los cuentos que forman par-te de Tristeza de los cítricos los escribí a lo largo de varios años y —como es obvio— en ellos se muestran mis obsesiones, mis filias y mis fobias. Yo sólo pue-do escribir de lo que conozco, de lo que vivo, de lo que sucede a mi alrededor. Si me propu-siera escribir, por ejemplo, un libro sobre Porfirio Díaz, nada lograría, él es muy lejano a mi realidad cotidiana. Por esta causa, todos mis cuentos están unidos por la violencia y el des-amor que nos rodea en estos momentos.

Este libro me costó mucho trabajo publicarlo. Sus caracterís-ticas no son fáciles de digerir. En México me lo bateaban y me lo bateaban. A veces hasta parecía que estaba condenado a seguir inédito. Sin embargo, lo aceptaron en Páginas de Espuma. El tra-bajo editorial fue interesante: entre la versión inicial y la final des-aparecieron dos cuentos por una razón muy simple y sensata, se parecían demasiado a los otros, y de lo que se trataba no era de reiterar, sino de explorar la grisura, la enfermedad que mata a los árboles y envenena a las personas.+

E N T R E V I S T A A L I L I A N A B L U M

EditorialPáginas de Espuma

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El puente de Clay de Markus Zusak es una épica familiar donde cinco hermanos intentan sanar las heridas que les causó el abandono de su padre. Por esta razón, el retorno de su progenitor pro-voca una revolución: ellos no sólo tendrán que lidiar con sentimientos pasados, pues también

tendrán que replanteárselos para poder seguir adelante. El nuevo libro es un buen pretexto para entrevistar a Markus, para conversar sobre los nexos que existen en sus obras.

—Al igual que en La ladrona de libros (Penguin Random House), los personales principales de esta novela son muy jóvenes ¿Hay alguna razón para ello?

—Si hablamos de La ladrona de libros, debemos tomar en cuenta que yo crecí escuchando histo-rias de mis padres y su vida en Alemania y Austria durante los años de la Segunda Guerra Mundial. Las historias de su niñez era muy naturales, eso me dio la sensación de que todos comenzamos a convertirnos en lo que somos mucho antes de nacer, que las historias que nos rodean están dentro de nosotros. No estoy seguro de pensar demasiado en el lado generacional de las cosas; para mí, solo es la idea de que estamos hechos de historias, sin importar si eres viejo o joven.

—En El puente de Clay (Penguin Random House), haces guiños a Homero; me pregunto si las grandes historias también pueden darse en la cocina o en el patio trasero, y no solo en las gestas heroicas.

—Cuando comencé a trabajar en esta novela me di cuenta de que les había dado apodos a mis personajes, cada hermano —son cinco— tiene un sobrenombre en la familia. Y luego, en otra parte del libro, otros chicos tienen algún apodo. Pensé que esto es un poco como lo que hacía Homero: el veloz Aquiles o el ingenioso Odiseo, son ejemplos de su perspectiva. Me resultó interesante que estas conexiones fueran tan antiguas; y luego, cuando pensé en un apodo para su madre, escribí una oración que decía que venía de un “desierto acuoso”, y supe que eran referencias que salían directamente de Homero.

“Como dices, solemos pensar que tenemos vidas pequeñas, en comparación con aquellas grandes gestas, pero lo cierto es que todos vivimos grandes momentos en situaciones comunes: todos nos enamoramos o tenemos una gran idea que puede cambiar nuestro mundo, estando aun en la cocina. Quería celebrar, de algún modo, estos grandes momentos”.

—¿Tuviste mayor confianza o experimentaste mayores desafíos para escribir este libro después de que La ladrona de libros vendió 10 millones de copias?

—Los desafíos dependen de tu personalidad. En mi caso pensé que tenía que intentarlo de nuevo. Es cierto, empiezas a creer que el problema es que, mientras más personas te aman, el libro viajará más lejos por el mundo, pero luego te topas con una certeza: la gran mayoría de la gente no te ama tanto. Entonces, irónicamente, cada vez que encuentras a alguien a quien le gusta tu trabajo, te hace cada vez más feliz; especialmente hoy, pues con las redes sociales pareciera que no tienes ninguna opi-

nión a menos que la expreses ahí.

“Creo que también hay un punto en el que escuchas mucho ruido, y luego se calla un poco hasta que solo estás tú, escri-biendo un libro, y después no te preocupas por él, sólo intentas hacer lo correcto para tu historia. Creo que, de to-das formas, El

puente de Clay iba a tomar todo este tiempo, independientemente de lo que pasó con La ladrona de libros, porque era un libro muy difícil y tenía muchos personajes, es mi libro más ambicioso, y eso siempre me preocupó”.

—Los silencios dicen mucho de Clay, un personaje que habla poco a pesar de ser el protagonista.—Clay espera hasta el final de la primera parte del libro para decir algo. Durante las primeras

60 o 70 páginas que no ha dicho nada, y sus primeras palabras son “Hola, papá”. Aquí queda claro quién es esa persona que viene a su casa después de tanto tiempo. El silencio es, en realidad, una especie de contensión, Clay no es un personaje que hable si no tiene necesidad de hacerlo, pero al mismo tiempo fue quien más amó las historias de su familia. Creo que su silencio es una herida, y esto revela que ha experimentado algo que sus otros hermanos no conocen, y que descubriremos en el desenlace del libro. Yo era un poco así en la escuela; es increíble como ponemos pequeños trozos de nosotros en nuestros personajes.

En realidad, solo tengo mi vida y mi trabajo para reflexionar. No tengo ninguna respuesta a las grandes preguntas, pero todos los personajes que creo tienen amor, coraje y miedo. Hay violencia en ocasiones, y también perdón.

Markus Zusak.

E N T R E V I S T A A M A R K U S Z U S A K

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—Hablemos de Michael, el padre de estos cinco her-manos: ¿buscas que el lector se reconcilie con él gracias a la empatía, mostrando que al final todos tenemos ciertos claroscuros?

—Esta es una gran pregunta, me siento bastante empá-tico con Michael, aun cuando Mathew y Clay a veces son muy duros con él por haber dejado a la familia; pienso por ejemplo en la escena donde Clay va a reunirse con él para construir el puente y, cuando Michael le da las gracias, Clay responde: “No vine por ti”.

“Michael es un personaje que sufre tratando de hacer una cosa hermosa: el puente. Quiero pensar que existe una puer-ta abierta para empatizar con Michael. Incluso, en algún mo-mento del libro, Mathew dice que comprende por qué se fue. Este es un libro de pistas que se van dejando todo el tiempo; creo que hay una pista de que Matthew ha perdonado a su padre, y si Matthew puede perdonarlo, no veo por qué los demás no podríamos”.

—No es difícil pensar en una adaptación cinematográfica de este libro, justo como la hubo con La ladrona de libros, ¿te gustaría?

—Siempre me han encantado las películas. Creo que el caso de El puente de Clay es un tipo de libro que sería casi más fácil de contar si fuera una película; aunque no nece-sariamente considero esto como algo positivo. Si miras la primera parte, ella podría ser contada en apenas tres o cinco minutos, bastaría ver a Clay haciendo lo que está haciendo, pero eso implica no poder narrar aquello que no se puede ver en la pantalla.

“De momento no hay planes para hacer de este libro una adaptación. Es curioso, el libro que escribí en 2002, antes que La ladrona de libros, finalmente parece que se transfor-mará en una serie para la televisión australiana; por lo tanto, en este caso, podría llevar otros 17 años saber qué rumbo tomará el libro… ya veremos qué pasa.

—Además del desafío como escritor, este libro también presenta grandes desafíos para tus lectores.

—Es un libro que requiere atención por parte del lector, no te diré que la misma que cuando lees el Ulises, o a Tols-toi; este libro no tiene un vocabulario complejo, nunca he tratado de ser un intelectual, pero siempre me ha gustado que exista cierta inteligencia emocional en mis obras y, en este caso, quise presentar una especie de “ambiente inteli-gente”, donde, como ya dijimos, se necesita prestar atención a lo que está sucediendo, incluso en los objetos que se van mostrando, es probable que cada uno tenga un significado.

—¿Cuánto han cambiado tú y tu manera de ver la literatu-ra desde aquel primer libro, hasta El puente de Clay?

—Es casi imposible no cambiar. Cuando se publicó La ladrona de libros no tenía hijos, ahora tengo una hija de 13 años y uno de nueve; a veces digo que por eso me tomó tanto tiempo escribir El puente de Clay, pero esto no es cierto. Siem-pre he tenido una idea muy positiva de lo que los libros pueden darme. En una película tú ves a los perso-najes; en un libro, tienes que con-vertirte en ellos, por eso estoy cada vez más convencido de que leer nos da más que cualquier otro medio, gracias a las palabras llegas a ser alguien más du-rante un momento.+

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EditorialLumen/ Penguin Random House

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Jamás nos habíamos encontrado. Él no sabe que, desde hace años, muchas de sus palabras se entretejen con lo que pienso y hago. A partir de la década de los ochenta, cuando publicó Las

cruzadas vistas por los árabes (Alianza Editorial), iniciamos un diálo-go silente, una conversación que solo tenía respuestas en el blanco y el negro de las páginas, en la imaginación que convocaba a las voces que olían a café y especias. En aquellos días, Amin Maalouf me reve-ló un mundo desconocido y nunca había pensado. Una mirada que Occidente se negó a dirigirle a las guerras medievales. Por si esto no fuera suficiente, él también me mostró otra manera de comprender la novela histórica. León el africano (Alianza) me acompaña desde hace tiempo, y las páginas de mi ejemplar ya muestran las marcas de las lecturas que vuelven. Solo los Caballos desbocados (Alianza) de Mishima me habían marcado de una manera tan profunda.

Algunos años más tarde, cuando el Islám ya se había transforma-do en el gran culpable de todos los males y en el origen de todos los horrores que se enfrentan en Occidente, Maalouf volvió para darme respuestas, para obligarme a repensar y tratar comprender lo que sucedía más allá de los anatemas que surgieron tras los atentados en Estados Unidos y Europa. En Identidades asesinas, por ejemplo, él —sin ninguna contemplación— me puso frente a los hombres que tenían “una actitud parcial, sectaria, intolerante, dominadora, a ve-ces suicida”, la cual los convertía “en asesinos o en partidarios de los asesinos” y, por supuesto, también me llevó a asomarme con nuevos ojos al Levante, a la región del mundo donde nació Occidente.

Hoy nos encontramos. El escritor y el lector estamos frente a frente. Amin Maalouf sonríe y comienza a platicar:

—Desde que publiqué mi primer libro, Las cruzadas vistas por los árabes, todo lo que escribo está marcado por los mismos valores, por el mismo escenario que marca mi vida: el Levante. No importa que este término esté cayendo en desuso y que el topónimo de Medio Oriente se imponga con toda su fuerza para llamar a su olvido. Lo importante es que él marca una región fronteriza entre dos mundos cuyas relaciones jamás han sido sencillas. Incluso, en este momento, son muchísimo más complicadas que hace un siglo. Tú y yo lo sabe-mos, en este lugar se encuentran y chocan los mundos que no se en-tienden, que se conocen bastante mal y que, por supuesto, se acusan mutuamente de todo lo que les ocurre. El mundo árabe considera que los conflictos son culpa de Occidente, y Occidente asume que todos los problemas son provocados por el mundo árabe.

“Yo vivo entre esos mundos. Esto no es cómodo, tampoco es sencillo, pero estoy profundamente convencido de que es necesario rebasar el conflicto y superarlo por difícil que esto parezca. Se bien que la gente nace con la certeza de que este choque existe y también estoy convencido de que muchos morirán sin que el enfrentamiento se haya solucionado. Sin embargo, y pesar de todos los fracasos, aún tengo esperanzas. Levante es el lugar donde nacieron las religiones monoteístas más importantes, el sitio donde se creó la escritura, el espacio donde florecieron las primeras ciudades. Sin el pasado de esta región, la historia del mundo sería muy distinta. Aún más, si en Levante convivieron durante varios siglos estas grandes religiones, algo de aquel eco puede permanecer y amplificarse para terminar con la destrucción y la tragedia”.

La idea de Maalouf es tentadora: todo se inició en Levante, y lo que sucede en esa región de alguna manera anticipa a lo que

ocurrirá en Occidente. En su libro más reciente, El naufragio de las civilizaciones, hay una figura que aparece constantemente: Gamal Abdel Nasser, quien durante casi 15 años se convirtió “en el dirigen-te más popular del mundo árabe y en una de las personalidades más destacadas en la escena internacional”. En aquellos días, nadie era más nacionalista que Nasser, nadie era más árabe que Nasser y, por supuesto, nadie comprendía mejor al pueblo que él.

—Nasser —me dice con palabras que saben a recuerdo— fue una figura determinante en mi juventud y también lo fue en la vida de mi familia, aunque los Maalouf mantenían una actitud contraria a él y a sus ideas. Nosotros, al igual que muchos más, nos convertimos en migrantes cuando asumió el poder.

“Cuando era joven, su imagen estaba en todos lados y, cuando murió en septiembre de 1970, su figura no tardó mucho tiempo en ser olvidada casi por completo. Hoy, apenas es un párrafo en mu-chos libros de historia, un olvido para la gran mayoría de los habi-tantes del mundo árabe, aunque en esos días, muchos creían que se hablaría de Nasser durante siglos. Hoy, él casi es una sombra. A pesar de esto, su lugar no ha podido ser ocupado por ninguno de los líderes árabes.

“Al igual que su imagen, el nacionalismo de Nasser, que apenas tenía un barniz religioso, también fue barrido con gran rapidez. No pudo soportar las derrotas políticas y militares de su creador, y tam-poco dio paso a una propuesta política capaz de vencer a los Her-manos Musulmanes y a otras organizaciones fundamentalistas. Por esta causa, en su lugar floreció el nacionalismo religioso que brotó en una serie de grupos minoritarios que tomaron el poder y se trans-formaron en gobernantes, justo como sucedió en Afganistán y en la revolución iraní, por solo mencionar dos casos.

“El nacionalismo religioso se convirtió en un fenómeno aplastante que hoy parece omnipresente en el mundo árabe. En este momento es imposible saber si este tipo de nacionalismo

José Luis Trueba Lara@TruebaLara

E N T R E V I S T A C O N A M I N M A A L O U F

Mirar al Levante

Mapa de Levante, s. xviii. John Carter Brown Library, Brown University.

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se prolongará, si permanecerá durante varias décadas. Aunque también existe la posibilidad de que se debilite y caiga para dar paso a una nueva manera de comprender el mundo. Nada es eterno en política. Tengo la esperanza de que el futuro quedará marcado por una democracia con instituciones estables. Desde este punto de vista, el gran reto del mundo árabe es construir sociedades modernas. Y, para lograrlo, hace falta una fuerza política que sea capaz de personificar la alternativa democrática”.

—Nosotros estamos lejos del Levante y del mundo árabe —le digo a Amin Maalouf—. En este caso la idea de la pequeñez del mundo no tiene cabida, ¿cómo nos miran desde aquella región?, ¿qué significan para él los populismos y los nacio-nalismos exacervados que marcan la vida política de Estados Unidos, Europa y América Latina?

—No es sencillo pensar una respuesta para esta pregunta; es díficil pensar en cómo se miran desde el mundo árabe los regímenes populistas y nacionalistas de América Latina, o los que existen en Europa y Estados Unidos. Al igual que ocurre en Occidente, el mundo árabe gira en torno a sus problemas, a sus creencias. Ya he dicho que para el nacionalismo religioso es claro que la causa de todos los problemas es Estados Unidos, y esta es una certeza que se manifesta de una manera constante. Así pues, la llegada de un nuevo man-datario en Brasil o en Hungría —por solo men-cionar dos posibilidades— no es una gran noticia en el mundo árabe.

“Por esta razón, las críticas que se hacen a los proyectos políticos que se desarrollan en Occidente solo existen en la perspectiva oc-cidental. Los nuevos dirigentes populistas, en el fondo, únicamente generan reacciones en sus regiones, en los espacios que les son cer-canos, y el mundo árabe continúa siendo lejano e incomprendido. El escándalo que acompaña a estas figuras populistas y nacionalistas, no está vinculado con el mundo árabe, sino con las ideas que sobre la democracia se tienen en América Latina, Estados Unidos o Europa.

“Desde mi perspectiva, lo preocupante en este caso es que este nuevo tipo de dirigentes —a los que no siempre se les puede calificar como dictadores— tienen una tendencia autoritaria y personalista, perdón que no se me ocurra un término políticamente correcto para describirlos. Casi siempre, se muestran como seres inalcanzables, como personas que pueden ser siempre vistas y que concentran el poder. En los lugares donde gobiernan, la democracia también en-frenta retos muy importantes. Esperemos que estos regímenes sean pasajeros, aunque esta esperanza no implica que esta oleada termine pronto. En las democracias más antiguas —como ocurre en Inglate-rra o en Estados Unidos—, o como sucede en el Tercer Mundo, este nuevo tipo de fenómenos se está extendiendo.

“Al principio, muchos pensaron que estos nuevos gobiernos eran una suerte de accidente histórico; sin embargo, conforme ha pasado el tiempo y cada vez se fortalecen más el naciona-lismo y el populismo, ya es imposible pensar en la idea de accidente. A pesar de esto, de nueva cuenta creo que existe la posibilidad de la esperanza, de creer que la democracia y la libertad terminarán imponiendose”.

Mi mano se acerca a la grabadora. Presiono una de sus teclas y el clic que se escucha pone fin a la conversación. ¿Qué más puede preguntarse después de depositar la esperanza en la libertad? Nada. En este momento, las palabras salen sobrando.+

Si los ciudadanos de esas diversas naciones y los fieles de las religiones monoteístas

hubieran seguido viviendo juntos en esa región del mundo y conseguido cohesionar sus

destinos, la humanidad entera habría tenido por delante un modelo elocuente de coexistencia

armoniosa y de prosperidad. Por desgracia, fue lo contrario lo que ocurrió, fue

el aborrecimiento lo que prevaleció, fue la incapacidad de vivir juntos lo que se

convirtió en norma. Las luces de Levante se apagaron. Luego, las tinieblas se extendieron

por el planeta.

Amin Maalouf. El naufragio de las civilizaciones.

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EditorialAlianza

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La violencia pasivaYara Sánchez De la Barquera Vidal

Alos 12 años, cuando mis padres me llevaron al ashram de mi abuelo en Sudáfrica, yo estaba muy enojado. Casi de inmediato me convertí en víctima del odio y los prejui-cios de los blancos y los negros. Solo me quería desquitar, y fue entonces cuando mi

abuelo me enseñó que la ira es idéntica a la electricidad: es útil y poderosa, pero solo si se usa de una manera inteligente. Ella es mortal cuando abusamos de su fuerza. Por esta causa, debemos aprender a canalizar la ira; necesitamos tener control sobre nuestras mentes, pero desgraciadamente no lo tenemos, pues nunca hacemos ejercicios mentales.”

En aquellos tiempos, el Mahatma le pidió que escribiera un diario con sus emociones y fortaleciera su mente. “Me puso a hacer un ejercicio todos los días: sentarme en silencio, mantener algo frente a mí y concentrarme en ese objeto durante un minuto. Después cerraba los ojos para descubrir cuánto tiempo podía mantener su imagen en mi mente. Al principio se desvanecía, pero cuando comencé a hacer esto regularmente, descubrí que podía mantenerla más y más. Así, cuando enfrenté la siguiente crisis, mi mente ya no se volvió loca.”

En Sudáfrica, el entorno de Arun estaba formado por familias campesinas que recurrían a Gandhi por consejos. Esa era una enseñanza de humildad y compasión. Mientras hablába-mos sobre el nombre de nuestra librería, que fue dado en honor a su abuelo y sus lecciones, la pregunta no se hizo esperar: ¿cuál es su lección que a la gente le cuesta trabajo compren-der? “Creo que muchos no han entendido la filosofía de la no violencia. Ellos creen que la no violencia es la ausencia de guerra y conflictos. Pero mi abuelo me enseñó que no solo ejercermos la violencia física, también utilizamos la violencia pasiva que, entre otras cosas, lastima con la discriminación, la opresión y la explotación. Esto genera enojo y las víctimas recurren a la violencia física para obtener justicia. La violencia pasiva alimenta el fuego de

la violencia física. Debemos apagar esta lumbre y, dado que el combustible proviene de cada uno de nosotros, tenemos la obligación ejercitar nuestra mente.”

Pero eso es algo complicado por el sistema... “Sí, estamos atrapados en el sistema y somos parte de él. Sin embargo, no podemos convertirnos en sus

esclavos. Tenemos que darnos cuenta de que hay más en la vida que hacer lo mismo una y otra vez. Si entendemos la filosofía de mi abuelo y compren-demos la idea de paz, será más fácil hacer algo; pero hoy no entendemos nada de esto. Por lo tanto, es muy importante aprender sobre estas cosas y comprenderlas. Así podremos hacer los cambios que queremos ver en nuestro mundo. La meditación ayuda mucho, gracias a ella podemos mirar hacia adentro y descubrirnos. Si la ejercitamos regularmente podremos adentrarnos en el camino correcto, pero si no la practicamos estaremos yendo de aquí para allá, y nuestro andar se convertirá en un círculo”.

Uno de los discursos más poderosos de tu abuelo sostiene que todos somos una familia. Desde que fuiste el adolescente que lo acompaña-

ba hasta hoy, ¿cómo percibes sus lecciones?, ¿cómo se siente llevar ese parentesco? “Debo ser honesto y decirte que, cuando era más joven, sentí que el legado de mi abuelo era una carga muy pesada, porque la gente tenía expectativas muy altas y todo el tiempo me comparaban con él. Un día fui con mi abuela, le dije: ‘No sé cómo voy a vivir con este legado, porque ya se está con-virtiendo en algo muy pesado’. Y ella me respondió: ‘Depende de ti, si consideras que ese legado es una carga, cada vez se hará

más y más pesada, pero si conside-ras que este legado es una luz que te

muestra el camino a seguir, te será más fácil lidiar con él’. Por eso, ahora, lo veo

como una luz y la luz me muestra el cami-no correcto y me siento feliz”.+

Lev

Rad

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E N T R E V I S T A C O N A R U N G A N D H I

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DIOS Y LA VERDAD ARUN GANDHI

Dios para mi es la verdad. La verdad es Dios, y si la buscamos y somos honestos, entonces encontraremos

lo que llamamos Dios, porque no creo que sea una persona humana o alguien allí sentado juzgándonos, creo que es un concepto muy equivocado. Dios existe

en cada uno de nosotros, en cada alma y debemos reconocerlo. Quiere que hagamos lo correcto; enton-

ces, en lugar de buscarlo dentro de nosotros, estamos buscándolo afuera; y no podemos encontrarlo afuera,

no hay Dios afuera, Dios está adentro.

EditorialOcéano

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LapidarioFabián Vásquez [email protected]

Una charla con Leila Slimani

descubrir cosas que no co-nocía de mi trabajo. Los escri-tores no somos dioses ni viden-tes, no tenemos una mirada clara de nuestro trabajo. Yo prefiero es-tar a oscuras y me gusta escribir en mi oscuridad.

El norte de África. El Magreb forma par-te de mi cultura y de la religión musul-mana. En esa región están las luces, los colores, una manera de pensar y ver el destino. En este espacio se funden la inmensa ternura y la inmensa violen-cia. Ser mujer en el Magreb no es igual a serlo en Francia o en cualquiera otra parte del mundo. El Magreb está muy presente en mis obras y cada vez estará más ahí, porque finalmente mi infancia llega a la superficie. Es imposible com-batir ese regreso al pasado.

Lejos de las referencias. Cuando pu-bliqué Canción dulce (Cabaret Vol-taire), la primera frase que escribí es “El bebe ha muerto”. En París, un periodista muy inteligente me dijo: “Obviamente es una referencia a Camus”. Tenía razón, es una refe-rencia, se parece a la primera fra-se de El extranjero. Soy honesta, cuando escribí estas palabras no había una referencia, fue un acto inconciente, un recuerdo de un punto de vista está presente en mi obra. Las obras de Camus me influyen y me marcan. Me fascina el ser humano que era Camus: un es-critor capaz de resistir el éxito y mantenerse como alguien puro, como alguien decente.+

Leila Slimani nació en Marruecos y radica en Francia, un lugar que le ofrece las experiencias que le permiten expresar nitidia-mente su postura. A pesar de esto, Leila vive en un mundo tan

híbrido como su literatura. Conversar con ella es perderse, andar a caballo entre las culturas. Por eso, más que preguntar conviene oír y anotar fragmentos y líneas que se transforman en un lapidario, en el sitio donde se encuentran las lascas de una historia y un pensa-miento.

Renunciar al lirismo. El principal trabajo de cada escritor es tratar de encontrar su estilo y su guía. Me tardé muchos años en descubrir cómo tenía que escribir, yo sabía que era escritora, pero desconocía cuál era mi estilo. Por eso trabajé mucho, trabajé con mi editor y entendí que en esa forma tan dura y simple —la ausencia de liris-mo— estaba mi voz. Yo trabajo con temas muy duros: la adicción sexual en mi primer novela, el infanticidio en la segunda. Debido a esto me parece muy difícil asociar esos hechos al lirismo. Yo quiero confrontar al lector con la dureza de los temas que intento explorar.

La búsqueda de la realidad. El objeto de la literatura es levantar el velo que cubre a la gente para adentrarse en lo que ocultan. Desde que era pequeña me fascina la máscara social, el hecho de que uno es una persona en público y es totalmente distinto en la intimidad. Los novelistas siempre sospechamos cuál es la verdadera persona escon-dida tras los discursos y las falsas sonrisas. De lo que se trata es de buscar al monstruo que habita en las personas.

El supuesto refugio llamado hogar. A menudo se dice que el hogar es un espacio de suavidad, que uno regresa a casa para refugiarse; justo como se mostraba en la iconografía de los años cincuenta: la mamá muy dulce que espera el papá, y toda la familia que se sienta feliz alrededor de la mesa. Eso es un mito, eso no existe; el hogar es el pri-mer espacio de la violencia: dentro de la casa golpean a los niños y a las mujeres, en la casa se cometen la mayoría de las violaciones y los asesinatos. Me interesa mucho explorar cómo el espacio doméstico es un espacio político, un lugar donde hay guerras constantes entre los adultos y los niños, entre los hombres y las mujeres.

La oscuridad y la luz. Cuando escribo estoy a oscuras y ciega. Escribo sobre lo que se me atraviesa, pero no tengo un mensaje, tampoco poseo una intención muy clara. Solo cuento con una obsesión que termina convirtiéndose en un libro. Finalmente, es el lector a quien le toca cubrime de luz. Cuando me encuentro con ellos me hacen

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Catherine H

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DIOS Y LA PLUMA Markus Zusak

Es gracioso, mis sentimientos acerca de Dios están relacionados con dónde Dios está. Si veo algo flotando en el cielo, por ejemplo una pluma, tengo esta extraña

superstición que toca mi corazón y pienso por ejemplo en mi esposa “esto es para ella”, luego pienso en mis hijos y tengo el deseo de que estén bien y felices, porque veo to-das estas cosas cuando no están conmigo, y para mi Dios existe en lo mejor de esos momentos, cuando pensamos

de esta manera.

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EditorialCabaret Voltaire

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Los cazadores observan a las personas con su ojo mecánico, las delgadísimas líneas que se muestran en su mira les indican el momento preciso en que deben accionar el disparador. Clic. El

instante queda congelado, atrapado para siempre y, quienes obser-van la fotografía, pueden encontrar un secreto, un jirón, una desga-rradura que nunca sana. En algunos casos, las miradas apacibles y las sonrisas tiesas ocultan infiernos, roturas y fracturas que jamás se repararán. Las fotos también pueden mentir. Aunque, en otros casos, la verdad no puede esconderse tras las muecas y los fingimientos. La pupila del retratado que se transforma en una navaja es suficiente para contar su vida.

Alaíde Ventura Medina —la ganadora del premio Mauricio Achar 2019 con su novela Entre los rotos (Penguin Random House)— no es ajena a las consecuencias de estas cacerías y sus los retratos (casi) involuntarios: “hay una foto en la que apenas debo tener tres meses de edad. Estoy mirando a la cámara y mis padres se están viendo con odio. Cada vez que la observo me pregunto: ¿quién la tomó? Creo que fue mi hermano mayor que siempre fue mi refugio. Esa fotografía condensa la historia de nuestra familia completa, y gracias a ella se detonó la idea de escribir este libro”.

La detonación de la que habla Alaíde se mantuvo a lo largo de su obra: Entre los rotos se teje gracias a las fotografías que encuentra la protagonista. Todas las había conservado su hermano, ninguna muestra un momento marcado por la alegría, y en su grisura se re-velan la inminencia de la violencia, del desencuentro absoluto, de la desgracia cotidiana que hiere la vida de su familia desgarrada. Ahí, en esas imágenes —que tal vez podrían parecer indefensas para un observador ajeno— se encuentra condensado el horror doméstico, la inocuidad absoluta. El lugar donde transcurre la historia jamás se menciona, pero —según lo contó Alaíde— “obviamente es Veracruz”.A golpe de vista, podría pensarse que se trata de una novela de tópi-cos, de un melodrama llevado al extremo de lo grotesco y la hipér-bole: un padre miserable, violento y golpeador; una madre plena de odios y rencores, un hijo que se transformó en un convidado de pie-dra. Desde la primera página de la novela esto queda perfectamente claro: “La primera guerra a veces es la casa. La primera patria perdi-da, la familia”. Hasta aquí, todo parecería que las páginas de Entre los rotos, esconden pocas sorpresas.

Sin embargo, en un momento de la obra, la protagonista hace un afirmación peligrosa y capaz de trastocar lo que se cuenta en el blanco y negro de las páginas. Tal vez, solo tal vez, en Entre los ro-tos hay otra historia. La voz de la narradora es precisa al revelarnos su secreto: “Aprendí a mentir no solo con palabras: con hechos. Mi existencia entera era una invención”. Esta capacidad para trastocar la verdad y manipularla nos coloca ante un problema: si bien es cierto que la novela —según lo dijo Alaíde— “dibuja las desolaciones de la

protagonista, de su hermano y su madre”, al tiempo que da cuenta del silencio que nació como una respuesta al maltrato paterno, tam-bién contiene la posibilidad de que todo lo que en ella se cuenta tan solo sea una interpretación, un intento por crear y dar sentido a los personajes rotos, a los fantasmas de la memoria que requieren una narración que les permita ser manipulados. No por casualidad, en una de las entrevistas que concedió, Alaíde dijo: “Andamos por ahí como fantasmas y los que tenemos suerte logramos conectar unos con otros, pero hay varios que no. Estamos siempre con una sábana, siempre cubiertos”.

Ante estos hechos, las preguntas son obligadas: ¿en verdad la pro-tagonista está contando la historia de los fantasmas rotos?, ¿es posible creer que cada una de sus palabras le otorga sentido a la vida real de sus personajes? Evidentemente, si todo esto fuera cierto, la novela sería verdadera y la historia de la familia nos revelaría el recuento de su tragedia. Sin embargo, también existe otra posibilidad, una lectura que tal vez sería más escalofriante: si la existencia de la protagonista es una invención, ¿no lo serán también todas sus palabras? Y, tal vez, estaríamos delante de una manipuladora que nos obliga a mirar el horror donde no existe. La posibilidad está abierta, ya sólo hace falta que abras la primera página.+

Entre los rotos

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El robot esclavo

La distancia que existe entre la inteligencia y la conciencia es de-cisiva en Chamanes y robots (Anagrama), mi libro más reciente. En el caso de la cibernética ella es muy nítida: la inteligencia

puede formar parte —y ya la encontramos muy desarrollada— en muchísimas máquinas, pero ninguna tiene la po-sibilidad de poseer una conciencia. Creo que la inteligencia es la capacidad para encontrar, por medios lógicos, un camino para alcanzar un fin determinado, para resolver un problema preciso: cazar un jabalí o ganarle una partida de go a un coreano, por ejemplo. En cambio, la conciencia es muchísimo más compleja, implica un proceso que supone la existencia de un “yo”, de una indivi-dualidad que es capaz de reconocerse a sí misma como un ser diferente de los otros que forman su especie. Yo soy yo y soy distinto de ti. Todo pa-rece indicar que esta cualidad casi es privativa de los seres humanos, pues existen ciertas muestras de ella en algunos mamíferos superiores, aunque no está plenamente desarrollada. La conciencia es tan poderosa que, entre otras cosas, impulsó la creación de las ideas religiosas y el desarrollo de la cultura que solo existen en los humanos.

En la literatura y el cine muchas veces se han presentado a los robots y a las máquinas inteligentes como una suerte de esclavos. Por esta razón, vale la pena preguntarse si la posibilidad de que adquieran conciencia les permitiría revelarse

contra esta destino. De entrada debemos recordar que la

palabra “robot” significa “trabajador” en las

lenguas eslavas. En este momento,

es imposible dudar que las máquinas que c o n o c e m o s —incluyendo las más inteli-gentes— son herramien-tas que tie-

nen un dueño y que, solo si

fueran concien-tes, se podría ha-

blar de esclavitud. Por esta razón, se-ñalar de este tipo

de sometimiento en el caso de un te-

léfono celular o de

cualquier otra máquina no tiene mucho sentido; pero, si surgieran robots concientes, nos enfrentaríamos a un problema moral, a un dilema ético: la máquina habría dejado de ser un objeto para trans-formarse en un sujeto, en un ser absolutamente individual que sería

propiedad de alguien, de una persona o de una empresa o de un la-boratorio, solo por mencionar algunas posibilidades. Así pues, en un futuro más o menos lejano quizá se pueda hablar de esta forma de esclavitud, pero hoy aún no tiene sentido.

Si echo a volar la imaginación, puedo suponer que —en la medida que en el futuro se crearán diferentes marcas de robots concientes— sí existiría la esclavitud y, además, también habría un racismo que se alimentaría de las marcas, las tecnologías y las diferentes calidades que tuvieran esas máquinas. Un robot que se creara con la mejor tecnología y los mejores materiales, sería superior a uno que fuera construido con tecnología vieja y una materia prima de menor ca-lidad. La humanidad tiene una larga historia de racismo y, en este nuevo ámbito, tal vez reviviría con fuerza. Nuestros problemas y nuestras creencias se transferirían a estas máquinas, a los humanoi-des. Sin embargo, también aparecerían nuevos desafíos, pensemos que, si estas máquinas son autoconcientes, terminarán creando una cultura y una serie de redes sociales que no soy capaz de imaginar. Pero esto —no lo perdamos de vista— sólo es una especulación.

En la ciencia ficción, cuando las máquinas concientes se revelan, los robots casi siempre se convierten en seres malignos. El ciborg bondadoso y buena onda es una rareza que apenas existe en la lite-ratura y el cine. El Yo, robot es un caso. Este es un asunto que estudié en otro de mis libros que se publicó hace poco tiempo: Los salvajes en el cine. En esas páginas muestro que una parte del mito del salvaje se encarna en los robots que se revela como una mezcla de huma-no y máquina. La máquina, vista desde esa perspectiva, cumple una función bestial que en el antiguo mito del salvaje desempeñaban sus cualidades animales, como ser medio lobo; pero la ciencia ficción —que podría verse como una suerte de mitología moderna— solo es literatura.

Así pues, si nos alejamos de la literatura y la mitología, pronto descubrimos el verdadero conflicto ético que en estos momentos enfrentamos: la autonomía de la inteligencia artificial, pues los ro-bots aún no son concientes. Esta autonomía, sin duda alguna, puede

En el cine, en los ciborgs, la parte mecánica cumple la función del lado bestial típico de los

salvajes. En la cultura popular ha circulado la idea de que las máquinas, especialmente los

artilugios cibernéticos, pueden significar un peligro y una amenaza. Este miedo a la máquina es conocido y ha poblado el imaginario moderno

desde la época de la Revolución Industrial.

Roger Bartra. Los salvajes en el cine.

E N T R E V I S T A A R O G E R B A R T R A

Herles Velasco@HerlesVR

Archivo UNAM

Page 27: la divinidad que somosquería saber cosas acerca de él, y punto: que-ría experimentarlo, sentir su presencia en mi vida. Pero cuando lo intentaba, no podía evi-tar imaginarme que

ser muy peligrosa. El ejemplo evidente lo tenemos en las armas: los misiles inteligentes que son programados contra un objetivo también son autónomos y, debido a esto, la posibilidad de abortar su misión es muy difícil, por no decir es que casi imposible. La creación de estas armas ya es por sí misma un problema ético, y si a este problema se agrega la autonomía, el resultado es peligrosísimo. Evidentemente, la tecnología per se no tiene un signo moral, aun-que todavía existen personas que están convencidas de que cualquier tecnología es maligna en sí misma. Yo no creo esto, estoy convencido de que su uso es el que crea los problemas; por lo tanto, el problema ético se encuentra en sus constructores y en la intencionalidad con la que son creadas esas máquinas. Construir un misil es distinto a fabricar una imprenta o una tecnología para ayudar a las cirugías.

En mis investigaciones, lo que más me ha impresionado es la existencia de una verdadera revolución tecnológica: el proceso de autoeducación de una máquina, lo que se conoce como “aprendizaje profundo”. Este proceso es el que permite que un robot, a partir de casi cero, pueda aprender a jugar ajedrez, go o cartas para ganar en el póquer. La primera máquina que venció a una humano en el ajedrez tenía la ventaja de contar con una inmensa memoria y una velocidad que no tenía la mente de Garri Kaspárov, aunque él era uno de los grandes maestros internacionales. Posteriormente se creó una nueva máquina que logró derro-tar a la que venció a Kaspárov; sin embargo, ya no tenía en su memoria todos los juegos anteriores, sólo conocía las reglas del ajedrez y comenzó a jugar consigo misma a una velocidad tan grande que, en una semana, estaba en condiciones de derrotar a cualquier ajedrecista humano.

En Chamanes y robots —que es resultado de mis investigaciones— muestro que, si en verdad se quiere crear una conciencia artificial, los robots tendrán que desarrollar un “exocerebro” capaz de replicar el “exocerebro” humano. Me ex-plico: la conciencia humana está basada en hechos biológicos, culturales y en lo que yo llamo un “exocerebro”, en las prótesis simbólicas externas que permiten lograr esta característica. Algunas de estas prótesis tienen un carácter técnico, pero otras son estrictamente simbólicas, justo como sucede con las letras que forman este texto o con la voz cuando hablamos, solo por mencionar las más conocidas. Este “exocerebro” abre la posibilidad de tejer relaciones culturales y sociales que, en el caso de las máquinas, darían paso a una cultura robótica.

Hasta hoy, las máquinas inteligentes están gobernadas por algoritmos; pero, en el preciso instante en que tengan prótesis culturales, generarán nuevos sím-bolos y las cosas se complicarían debido al nacimiento de una nueva cultura, una cultura robótica. No importa si estas prótesis culturales se nutren con al-goritmos, con ellas sucedería algo muy parecido a lo que ocurrió con nosotros que funcionamos con neuronas y un sistema de símbolos e instrumentos. Este podría ser el futuro; pero nuestro encuentro con él aún tendrá que esperar a que pasen varios años.+

Los dioses que sí funcionan Roger Bartra

Depende de cuál dios, hay muchos dioses. Tengo diferentes opiniones de cada uno de la mitología griega, romana, los dioses nórdicos, el Dios cristiano, el Dios judío etc. Entonces no puedo establecer una sola opinión. Si la pregunta es ¿Dios existe? O ¿los dioses existen? Yo diría que sí existe en la literatura, en la mitología, ahí funcionan muy bien o muy mal. Por ejemplo en la mitología griega hay dioses malvados. Y el mismo Dios cristiano, si uno lee con detenimiento la Biblia es un dios maligno como el que ataca a Job.

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EditorialAnagrama

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Javier Cercas se reinventa en su más reciente novela: Terra Alta (Planeta), una obra nacida a raíz de los conflictos que se desa-taron en Cataluña durante el otoño de 2017, cuando se llevó a

cabo el referendum para votar por la independencia. A pesar de esta reinvención, Cercas también creó un libro marcado por los temas con los que desde siempre se identifica: el desarraigo, la violencia y la justicia, todo a través de la mirada del policía Melchor Marín, quien está convencido de que Los miserables de Victor Hugo habla de él.

LA VERDAD, LA LUCHA CONTRA LA MENTIRA Y LA ESCRITURA

Para conversar con Javier Cercas, en este momento hay un punto de partida casi obligado: los premios que recibió este año.

En la literatura, primero, felicidades por el Premio Planeta 2019 que te otorgaron por Terra Alta, y también felicidades por tu premio más reciente: El Cerecedo de Periodismo. Hace poco escribiste un artículo que está muy relacionado con el discurso de recepción de este premio, lo titulaste “Ya no basta con contar la verdad, hay que destruir las mentiras”.

“Estoy totalmente de acuerdo conmigo mismo, no he cambiado de opinión. Hoy, mucho más indispensable que contar la verdad, es fundamental evitar que se cuenten más mentiras. Si en estos

momentos la mentira tiene una mayor capacidad de difusión, es primordial destruirla: sabemos que la verdad hace hombres y muje-res libres, mientras que la mentira los convierte en esclavos.

“Todas las tormentas de mentiras a las que hemos asistido han provocado catástrofes. En Cataluña vivimos una de esas tormentas, y fue letal. Los grandes medios deberían preocuparse por contar la verdad, pero esto no está sucediendo.

“Ningún país está condenado a ser un desastre aunque existan periodistas que corrompan la verdad. Es cierto que cada vez existen menos en naciones donde la democracia funciona mejor, pienso —por ejemplo— en algunos de los países escandinavos, pero también sé que eran una catástrofe a finales del siglo xix. En aquellos años

tenían problemas enormes, y decidieron que debían arreglarlos. Lo han hecho. Esto quiere decir que el futuro está en nuestras manos; ni los mexicanos, ni los españoles llevamos la corrupción en los genes.

“El primer paso para lograr el futuro que se desea es destruir las mentiras y abrirle camino a la verdad”.

Hablando de tus artículos, siempre regreso a uno que escribiste en 2007: “¿Por qué escribir?”. Y a pesar de que lo concluyes diciendo que “escribo tanto quizá para que la gente deje de preguntarme por qué escribo”, perdonarás mi rebelión; pero, ¿por qué escribes ahora?

“A pesar de aquella conclusión, la pregunta que la originó nun-ca deja de ser pertinente, tal vez es la pregunta fundamental que nos hacemos todos los que nos dedicamos a este oficio. Cuando nos cuestionan “¿por qué escribimos?”, decimos “Dios mío”. Quizás esto se debe a que es el interrogante menos banal que pueden hacernos. Uno escribe para averiguar por qué escribe.

UNA NOVELA, UNA REINVENCIÓN

Entremos en tu novela: pienso en Melchor Marín, un policía muy lejano de ser la encarnación de la virtud. ¿Por qué nos atraen tanto los antihéroes, los personajes decadentes?

“En los libros que he escrito, sobre todo a partir de Soldados de Salamina, hay una reflexión acerca del heroísmo y los héroes. En

parte podría atribuirla a las novelas de aventuras de mi infancia, incluyendo La Ilíada y La Odisea que yo leía como historias de aventuras; para mí, Aquiles era como Miguel Strogoff, o como Jean Valjean.

“He realizado una larga investigación sobre este tema, que en el fondo solo es una indagación sobre la virtud y la ética. ¿Qué hace un hombre valioso? Ese es el misterio, por eso sigo escribiendo sobre este tema, creo que forma parte de mi ADN en medida que remarca una de las cosas que me han preocu-pado desde siempre: la virtud cotidiana. Por esta razón, el protagonista de Terra Alta, aunque es visto como un héroe por algunos, él se oculta porque le molesta que así consideren, Melchor tiene un pasa-do que no le gusta”.

La muerte de la madre de tu protagonista, es el de-tonante que mueve al personaje a través de la novela. ¿Cuál es el detonante de Javier Cercas para escribir Terra Alta?

“Una serie de hechos: el descubrimiento de la Terra Alta, la volun-tad de renovarme como escritor, el miedo a convertirme en un imi-tador de mí mismo, y también el hecho de haber vivido experiencias personales a raíz de la crisis catalana que cambiaron mi manera de ser y de ver el mundo.

“Necesitaba reinventarme como escritor y estas realidades me ayu-dan. Estoy ante una realidad conflictiva, dura, que nunca pensé vivir: la realidad que vivimos en Cataluña en otoño de 2017. Lo bueno no nos sirve a los escritores, la felicidad es muda, en un mundo feliz quizá no habría literatura. Los escritores trabajamos con la discordia, con la desgracia, con el dolor; lo bueno no es bueno para nosotros; el carbu-rante de la literatura es el mal. Somos recicladores de basura”.

Terra Alta es una comarca de pasajes idílicos enclavada en Cataluña. Es también un territorio

sacudido por un crimen terrible y la patria anhelada de un hombre que busca su lugar en el

mundo. Thriller, novela negra, historia policial. Muchos de estos adjetivos se le han colgado

a Terra Alta, aunque su autor no tenía ninguno de ellos en mente cuando comenzó a escribirla.

Sylvia Georgina Estrada

Letras y basura

E N T R E V I S T A A J A V I E R C E R C A S

Herles Velasco@HerlesVR

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¿Comparte Javier Cercas los sen-timientos de Melchor Marín, con Te-rra Alta, en relación con Cataluña? ¿Ambos son unos desarraigados?

“Los comparto. Aunque Mel-chor nació en Cataluña es un des-arraigado, y yo también soy un desarraigado. A los cuatro años, mi familia me sacó del sitio don-de habían vivido desde siempre. Quizá por eso soy escritor, porque no encuentro mi lugar. Cuando lo pierdes no puedes recuperarlo. Quien se va no puede regresar, el sitio del que uno se salió ya desa-pareció, y no depende de una si-tuación geográfica. Comparto ese

hecho con Melchor, él piensa encontrar un lugar de pertenen-cia, un sitio donde pueda ser libre y feliz, cree que se encuentra en Terra Alta y siempre es frágil llegar a esa situación”.

La identificación de Melchor Marín con el personaje de Los miserables, Javert, ¿Va más allá de una simpatía por compartir el oficio de policía?

Va mucho más allá, la relación de Melchor con Javert es una de las claves de la obra. Los Miserables es una novela que le cambia la vida al protagonista de Terra Alta, Marín la lee en la cárcel y sus palabras lo vuelven loco, cree que ese libro habla de él. Eso es lo que hacen los gran-des libros, hacer que pensemos que están hablando de nosotros. Melchor se convierte en policía porque quiere ser como Javert, pero Javert es el malo de Los miserables, es el policía inflexible, justiciero, el hom-bre que persigue implacablemente al protagonista; sin embargo, Melchor ve en este antagonista al ver-dadero protagonista, al bueno de la historia, porque también cree que, en realidad, los buenos solo lo son en apariencia; por eso se hace policía, para conver-tirse —como Javert— en un paladín de la justicia, el único refugio de los miserables que son como él: po-bres e indefensos frente a los ricos y poderosos, no le falta razón.

En Terra Alta hay un modo de narrar distinto al que Javier Cercas nos tiene acostumbrados. ¿Se puede consi-derar a esta novela una ruptura en tu trayectoria?

“Espero que sí, Terra Alta es el inicio de algo distinto; es, como bien dices, un modo de narrar distinto, es un retorno a eso que algunos llaman la ‘ficción pura’, y en este sentido es la puerta de entrada a un territorio nuevo. Eso es fan-tástico, esta sensación es la mejor que le puede pasar a un escritor: descubrir un territorio virgen, una escritura fres-ca, temas nuevos, otros modos de ver la realidad, y estoy muy contento de que esto me haya sucedido”.+

LA LITERATURA Y LA RELIGIÓNJAVIER CERCAS

No soy creyente, lo fui de niño, y perdí la fe en el momento en que empecé a pensar en ser escritor; creo que en la lite-ratura busqué, y esto lo descubrí más tarde, una especie de sustituto de la religión. Cosa absurda porque la literatura no proporciona certezas, y si lo hace sus certezas son parciales, frágiles, contradictorias, a diferencia de la religión.

E N T R E V I S T A A J A V I E R C E R C A S

Vicens Gimenez

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Pasado presente

Een Memoria de chica (Cabaret Voltaire), Annie Ernaux revela el despertar sexual y muestra las huellas de la violencia y la sumi-sión inesperada. Ella describe, al mismo tiempo, una realidad de

la feminidad contemporánea que trasciende el tiempo y el lugar en el que ocurre su novela: Francia a finales de los 50.

¿Cómo te marcaron las experiencias que se cuentan en Memo-ria de chica: el despertar sexual, la violencia, la sumisión? “Hoy veo cómo mi escritura nació a partir de ese despertar, que ocurrió cuan-do tenía 22 años. En ese momento escribí un libro y se lo envié a los editores, no lo aceptaron. En parte, esto ocurrió porque tenía demasiadas cosas que decir y no encontraba la manera de hacerlo.

Lo más importante es que había creado un texto y decidí que tenía que seguir escribien-

do. 40 años después, y 20 libros más tarde, cuando retomé ese

momento de mi vida, nació Memoria de chica”.

E N T R E V I S T A C O N A N N I E E R N A U XC

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¿Qué situación o elemento habría marcado una diferencia para evitar la sumisión que viviste y que describes en tu novela? “Cuando se habla de sumisión al orden masculino entran tantos factores que es muy difícil encontrar cuál es el que podría permitir liberarse de ella. Lo que a mi me sirvió de apoyo fue la literatura, específicamente la lectura de Simone de Beauvoir que me permitió construirme y sa-lir de esa experiencia desdichada para seguir adelante”.

¿Hay poca literatura que toca el despertar sexual femenino? “Me parece que cada vez hay más mujeres que escriben sobre sus expe-riencias. El problema no es que no se escriba, el problema es que no se habla de estos libros. Mi libro es un texto autobiográfico, no hay ficción, sino una búsqueda de lo que sucedió. La principal diferencia entre las mujeres de aquel momento y las de hoy, es ya no se enfren-tan los miedos de la misma manera; pero no ha logrado borar sus terribles semejanzas, por eso surgen movimientos como el #metoo”.

Mencionas al movimiento #metoo que hizo mucho ruido en Es-tados Unidos y en el mundo; en Francia algunas personalidades to-maron una posición más laxa, ¿Qué piensas de estos hechos? “Esas mujeres —que vienen del mundo del espectáculo y que gozan de ciertos privilegios— lo que hacen es sumarse al campo de quien do-mina, en vez de solidarizarse con las mujeres ordinarias que toman el metro y sufren acosos. Es la postura de quienes tuvieron mayores posibilidades; la libertad se gana, pero ellas tienen todo más fácil”.

¿Podríamos decir que eres una autora feminista? “Me considero una mujer que escribe y tiene una visión del mundo que deriva de mi lugar en el mundo; es decir, el haber padecido ciertas dominacio-nes. Cuando empecé a escribir lo hice a partir de las especificaciones que me hacían mujer. Por otro lado está el hecho de que, después de haber comprobado estas situaciones de dominio, tuve el deseo de reivindicar la igualdad que sigue ausente. Todo esto significa que soy feminista; pero decir que soy una autora feminista constituye para mi crear un coto en la literatura, una literatura aparte, que rechazo absolutamente”.

Utilizas frecuentemente la palabra vergüenza para describir las sensaciones de tu protagonista, ¿se puede sentir vergüenza de estar “locamente enamorada”? “Se puede estar avergonzada de estar loca-mente enamorada de alguien; pero esto es un poco ambiguo, porque es una circunstancia en la que uno está por encima de las cosas. Da vergüenza, porque esa felicidad no se puede compartir con los de-más, y sabemos que —en fondo— es una especie de locura”.

Dices en Memoria de chica: “Soy un ser literario que vive las cosas como un día debieran escri-

birse” ¿Cómo es este vivir? “En varias ocasiones he sentido

que la escritura te pone apar-te. Es un poco como dar un paso atrás y mirar en vez de vivir, es como vivir en dos planos. Por ejemplo, estamos aquí, en el pla-no de la vida, y también estamos en el de la es-critura. Podría decir exactamente lo mis-mo de todo lo que me ocurre y todo lo que vivo”.+Ve la entrevista

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EditorialCabaret Voltaire

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Soon to be an HBO limited series starring

Ben Mendelsohn!