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Graciela Bayo Ruiz David Díaz Soto Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales Grado en Trabajo Social 2014-2015 Título Director/es Facultad Titulación Departamento TRABAJO FIN DE GRADO Curso Académico La dimensión ética y política de la acción social humana Autor/es

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Graciela Bayo Ruiz

David Díaz Soto

Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales

Grado en Trabajo Social

2014-2015

Título

Director/es

Facultad

Titulación

Departamento

TRABAJO FIN DE GRADO

Curso Académico

La dimensión ética y política de la acción social humana

Autor/es

© El autor© Universidad de La Rioja, Servicio de Publicaciones, 2015

publicaciones.unirioja.esE-mail: [email protected]

La dimensión ética y política de la acción social humana, trabajo fin de gradode Graciela Bayo Ruiz, dirigido por David Díaz Soto (publicado por la Universidad de La

Rioja), se difunde bajo una LicenciaCreative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.

Permisos que vayan más allá de lo cubierto por esta licencia pueden solicitarse a lostitulares del copyright.

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Trabajo fin de grado

La dimensión ética y

política de la acción social

humana

Nombre: Graciela Bayo Ruiz

Curso: 4º Trabajo social

Tutor: David Díaz Soto

DNI: 16630335-R

Curso académico: 2014/2015

Resumen Este trabajo trata sobre la influencia que tiene tanto la ética como la política en la acción

social que lleva a cabo el trabajador social en su práctica diaria. Primeramente, comenzamos

con una introducción, en la cual ofrecemos una justificación de la relevancia del tema del

presente trabajo, seguida de una aclaración preliminar sobre nuestro enfoque a la hora de

abordar los tres conceptos fundamentales de nuestro estudio: “ética”, “política” y “acción”, y

los referentes teóricos que nos guían para abordarlos. Seguidamente, damos paso al

desarrollo del trabajo propiamente dicho. Iniciamos éste explicando con mayor profundidad

nuestros tres conceptos fundamentales, empezando por las diversas concepciones de la ética

y tipos que existen de la misma. A continuación, especificamos a qué nos referimos con el

concepto de “política” cuando hablamos de política como profesión y cuando hablamos, en

cambio, de política como actividad, en un sentido más amplio. Seguidamente, explicamos

qué es la “acción” y más concretamente, la “acción social”. Después de esto, analizamos una

serie de cuestiones relativas al vínculo entre los tres conceptos previamente analizados y el

trabajo social. La primera de ellas es el papel de la política social y la acción social dentro

del ámbito del Trabajo Social. La segunda es la repercusión que tienen las distintas actitudes

éticas en la relación con el usuario del Trabajo Social. Y la tercera son los dilemas y

conflictos éticos, tocantes a la relación con el usuario, que se pueden plantear en la práctica

de esta profesión. Finalmente se exponen las conclusiones del trabajo, que confirman nuestra

hipótesis inicial sobre la relevancia de la dimensión ético-política en la acción social llevada

a cabo por los profesionales del trabajo social.

Abstract

This document deals with the influence of both ethics and politics in social action carried

out by the social worker in their daily practice. First, we begin with a justification of this

work and clarification of these three basic concepts of our study mentioned above. Next,

we step to the development of job explaining itself, deeper, different approaches about

what is ethical and its types of it, what we mean when we talk about politics as a

profession and when we talk about politics as an activity and finally explain what "action"

and more specifically "social action". After this, we analyze the social policy and social

action within the field of social work, the impact they have different ethical skills in

relation to the user of social work and ethical dilemmas and conflicts that may arise in the

practice of this profession. Finally the findings of work in general are exposed.

ÍNDICE

1. Introducción

a) Justificación del presente trabajo

b) Aclaración preliminar de los conceptos fundamentales de

nuestro estudio

2. La dimensión ética y política de la acción social humana

en el Trabajo social

a) “Ética”, “política” y “acción”: tres conceptos cruciales para

el Trabajo social

i. La ética y la pluralidad de enfoques y tipos de ética

ii. “Política” como profesión y como actividad

iii. “Acción” y “acción social”

b) Política social y acción social en la profesión del Trabajo

social

c) Repercusión de los tipos de actitudes éticas en la relación

con el usuario en el Trabajo Social

d) Dilemas y conflictos éticos en la práctica del trabajador

social

3. Conclusiones

4. Bibliografía

5. Anexo

La dimensión ética y política de la acción social humana

1

1. INTRODUCCIÓN

a) Justificación del presente trabajo

Nos proponemos abordar, en este Trabajo de Fin de Grado, el tema de la dimensión

ética y política de la acción social humana, tema que se encuadra en el área de la Ética y

Filosofía Moral. Más concretamente, abordamos esta temática desde la perspectiva de

su relación e implicaciones para la disciplina y práctica profesional del Trabajo Social,

con la cual se encuentra estrechamente relacionada. El carácter profundo de dicha

relación se nos puso de manifiesto en el transcurso de nuestro periplo formativo en los

estudios del Grado en Trabajo Social, tanto en las clases teóricas de las diversas

materias cursadas como en las prácticas de intervención; en unas y otras, tuvimos

repetida ocasión de adquirir experiencias y conocimientos relativos a la dimensión

ético-política de la acción social, de la cual se hace partícipe el trabajador social en el

ejercicio de su profesión. De esas experiencias y conocimientos adquiridos intentamos

en buena parte dar cuenta mediante en este trabajo.

Teniendo en cuenta las exigencias de la temática que abordamos, hemos decidido

adoptar un enfoque que parte del análisis conceptual (planteamiento que cuenta con una

larga y avalada tradición en el campo de los estudios sobre filosofía, y en particular

sobre Ética) para, en una etapa posterior, trascender ese enfoque analítico e intentar

establecer su conexión con la experiencia de la práctica del Trabajo Social, en la línea

propia del enfoque de las llamadas “éticas aplicadas”. Por lo que hace al nivel analítico,

nos orientaremos, principalmente, por tres autores clásicos, como son Adela Cortina,

Max Weber y Hannah Arendt, para intentar perfilar conceptualmente las nociones

relativas a la dimensión ético-política de la acción. Pero mantendremos siempre la

referencia al Trabajo Social, para lo cual tendremos también en cuenta las aportaciones

de autores como Aguayo, Bermejo o Banks (por mencionar sólo algunos), que proceden

de la práctica del Trabajo Social y sistematizan resultados de experiencias en la misma,

o bien han propuesto reflexiones teóricas directamente referidas y centradas en ella.

La dimensión ética y política de la acción social humana

2

Así pues, para abordar nuestra tarea, y con la guía de estos tres autores, comenzaremos

en la presente “Introducción” por justificar en líneas generales el tratamiento que

daremos a las nociones de “ética”, “política” y “acción social”, y las razones por las

cuales hemos decidido en cada caso acogernos a una determinada orientación sobre

cada una de estas nociones, de entre las muchas que existen y que cabría adoptar. Hecha

esa aclaración preliminar, podremos pasar ya a abordar el desarrollo de nuestro trabajo.

Éste lo realizamos en cuatro secciones. En la primera, abordaremos, ya en detalle, las

tres nociones fundamentales de nuestro estudio. Comenzaremos por asentar una noción

operativa de “ética”, para considerar a partir de ella la diversidad de tipos y

planteamientos en ética, recogiendo algunas distinciones básicas entre los mismos, a

modo de clasificación. A continuación, nos centraremos en la noción de “política” y las

derivaciones que tiene la política como actividad, la cual puede constituir el centro de

una profesión específica, o bien ser realizada desde y con ocasión del ejercicio de otras

profesiones que no son la del político; ello nos llevará a dejar planteada la cuestión de

en qué medida sucede también así en la profesión del trabajador social. Finalizaremos

este apartado examinando cómo la noción genérica de “acción” adquiere concreción en

la forma específica de la “acción social”. Partiendo de esta base, las tres siguientes

secciones abordan cuestiones ya más directamente relacionadas con el Trabajo Social.

En la segunda sección examina el vínculo entre política social y acción social. En la

tercera, se traen a consideración las implicaciones que tiene la pluralidad de

planteamientos éticos para la práctica del trabajo social, y cómo el trabajador social ha

de encararlas. Y en la cuarta, conceptualizaremos y pasaremos revista a una serie de

dilemas y conflictos éticos que pueden surgir en este contexto, y que deben ser resueltos

de modo adecuado para poder actuar en función del interés del usuario, y no del propio

trabajador social. Constataremos asimismo cómo se trata, frecuentemente, de conflictos

que implican una dimensión política. Para terminar, haremos un recuento de las

conclusiones pertinentes a extraer en el correspondiente apartado final de

“Conclusiones”. Adjuntamos a nuestra bibliografía, en un “Anexo”, el Código

Deontológico del Trabajo Social, del Consejo General del Trabajo Social, documento

indispensable para nuestro tema de estudio.

La dimensión ética y política de la acción social humana

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b) Aclaración preliminar sobre los conceptos fundamentales de nuestro estudio

¿Qué es exactamente la ética? ¿Qué significa que un Estado o una institución llevan a

cabo buenas políticas sociales? ¿A qué nos referimos con el concepto de acción social?

Consideramos necesario partir de la constatación de la importancia que tienen estos tres

términos en la profesión del Trabajo Social, ya que se ponen de manifiesto diariamente

en la práctica profesional de la misma. Pero esto nos plantea el problema de cómo

enfocar el tratamiento de unas nociones de alcance tan amplio, en un marco con las

limitaciones del presente trabajo. A continuación vamos a intentar ofrecer una

aclaración preliminar sobre el tratamiento que daremos a estos tres conceptos clave en

nuestro trabajo. No se trata ahora de desarrollar, uno por uno, los tres conceptos (tarea

de la cual nos ocuparemos más adelante), sino de dar cuenta del sentido y de los límites

dentro de los cuales los vamos a abordar en el marco concreto de esta investigación.

Para empezar, la noción de “ética” no sólo es central para todo un campo de la Filosofía,

sino que da nombre a la propia disciplina filosófica que lo investiga (disciplina que

cuenta con una larga tradición histórica, y con una pluralidad de escuelas y enfoques

muy diversos). Por ello, son muchos los autores que han intentado proponer una

definición lo más completa y universal posible para aportar más claridad sobre este

concepto. Debido a esta pluralidad de planteamientos, en este trabajo se ha elegido la

propuesta de Adela Cortina1, como punto de partida a partir del cual se desarrollará el

mismo. La implicación personal de Cortina en las éticas aplicadas y en las éticas de las

profesiones (conceptos que se explicarán más adelante, siempre haciendo referencia al

campo del Trabajo Social) hace de ella un referente idóneo para orientar nuestra

investigación en lo relativo a las nociones éticas. Para esta autora, la ética tiene que

tener carácter universal y debe ser capaz de ofrecer criterios que permitan distinguir

entre lo bueno y lo malo a partir de unas normas universales de corrección, que tienen

que ser aceptadas por todos los individuos. Sobre estas premisas, Cortina ha sugerido

las implicaciones consiguientes para una práctica de las profesiones éticamente fundada;

de este modo, la propuesta de Cortina puede ayudarnos a comprender mejor porqué

existen intervenciones adecuadas a un usuario concreto y otras que son un completo

1Cortina, A. y Martínez, E. (2001). Ética. Ed. Akal. Tres Cantos, Madrid.

La dimensión ética y política de la acción social humana

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fracaso. Aquí es donde entrarán en juego los valores del trabajador social, su ideología

política y los posibles dilemas a los que pueden enfrentarse, entre otras cuestiones.

En lo que se refiere a los derechos humanos, tema con el que un trabajador social se

encuentra día a día en su profesión, Adela Cortina sostiene que para la fundamentación

de los mismos es necesario llevar a cabo la defensa de una concepción que atienda tanto

al ámbito ético de estos derechos, como a su promulgación en la normativa vigente. Se

ha de buscar una base ética de carácter procedimental; esto es, un criterio válido para

promulgar estas normas, pero que sea al mismo tiempo compatible con la múltiple

variedad de creencias que encontramos en las distintas culturas a las que los hombres

pertenecen. Cortina entiende por “derechos humanos” aquellos que se le atribuyen a

toda persona por el hecho de serlo; y por “personas”, entiende a todos aquellos

individuos que poseen o podrían poseer competencia comunicativa. Este planteamiento

tiene la ventaja de posibilitar una fundamentación normativa de los derechos humanos

mediante el principio de la ética discursiva, ya que pone en el centro de la ética los

procedimientos de discusión y legitimación que hacen posible llegar a consensos sobre

las normas que se han de promulgar como “válidas”, y hace de la capacidad

comunicativa el rasgo constitutivo de los sujetos de derecho. Así, los derechos humanos

son un tipo de exigencias cuya satisfacción debe ser obligada legalmente y por tanto

protegida por los organismos correspondientes, y el respeto hacia estos derechos es la

condición de posibilidad para poder hablar con sentido de hombres y mujeres como

sujetos de derecho, es decir, como personas.

La ética está vinculada a la política; por esta razón, pasamos a continuación a explicar

este segundo concepto. Para ello, se toma como referencia a Max Weber, considerado

como el padre fundador de la sociología moderna junto con Auguste Comte

(habitualmente considerado fundador de la disciplina de la sociología), y Emile

Durkheim, por sus estudios sobre la administración pública y la política (principalmente

de Alemania). Para Weber, la política es la dirección o la influencia que tiene el Estado

sobre los individuos que viven en la sociedad en la que el Estado ejerce su poder como

entidad política; por lo tanto, según este autor, la política está directamente relacionada

con el ejercicio exclusivo, o al menos la posibilidad de éste, de la violencia considerada

legítima que ejerce el Estado sobre las personas. Pero, cuando hablamos de “política”,

no sólo nos referimos a esto, sino que también se pueden entender por tal varias cosas:

la política de un padre hacia su familia y sus hijos; la política de una organización social

La dimensión ética y política de la acción social humana

5

que decide proyectarse hacia su medio; etc. De ésta última es de la que más se hablará

en este trabajo.

Pero, ¿qué sería de una ética política si no se produce una acción social? Por ello,

abordaremos en este trabajo la noción de “acción social” tomando como eje central el

pensamiento de Hannah Arendt a través de su obra “La condición humana”. Primero

consideraremos sucintamente su propuesta sobre la noción de “acción”, y luego su

reflexión sobre la “acción social”. Arendt reflexiona sobre el concepto de “acción”

buscando comprender y explicar la vida del hombre desde la búsqueda del sentido, la

idea de igualdad y distinción entre cada ser humano, desde la que surge la pluralidad, la

cual será la condición primordial para que se dé la acción. El concepto de acción

permite entender el hecho de que cada hombre no es la repetición del otro. Cada quien

es único, pero al mismo tiempo igual al otro con el cual se comparte la acción y el

discurso, que es lo propio de cada individuo, y que tiene que ver con un nuevo

comienzo dado siempre en la relación con los otros, nunca aisladamente. Pues es sólo

en contacto con los otros, en el “entre-nos”, como se va a lograr el reconocimiento y la

representatividad. La acción, por lo tanto, es entendida como la condición humana de

recrear la propia vida de cada individuo dentro de la pluralidad, de empezar de nuevo,

de reinventar la propia vida desde un nuevo comienzo, un nuevo nacimiento en la esfera

social. A través de la acción social, el individuo se va insertando en este mundo plural

para hacerse presente y formar parte de la comunidad humana, para demostrar quién es

y, de este modo, ser un agente social que aparece ante el mundo, y no un mero objeto al

que se puede tratar como venga en gana, ni un animal de cual se puede disponer en todo

momento. A través de la acción, por tanto, la persona afirma su existencia en el mundo

y le da sentido al mismo.

Para Arendt, la acción social es la forma que tiene el individuo de darse a conocer al

mundo desde su propia identidad; en razón de ello, el individuo necesita obligadamente

estar inserto entre una pluralidad de personas para poder intercambiar pareceres y

puntos de vista a partir de las relaciones humanas. Lo interesante de todo ello, y de la

acción como rasgo característico de la vida humana, es que ésta no es algo terminado,

sino que es todo un proceso constante en el ser humano, que nunca se agota, sino que

prosigue a lo largo de toda la vida; pues toda la vida es acción para el hombre.

La dimensión ética y política de la acción social humana

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2. LA DIMENSIÓN ÉTICA Y POLÍTICA DE LA ACCIÓN

SOCIAL HUMANA

a) “Ética”, “política” y “acción”: tres conceptos cruciales para el Trabajo social

i. La ética y la pluralidad de enfoques y tipos de ética:

Siguiendo a Adela Cortina y Emilio Martínez2, la ética es, como disciplina de la

Filosofía, un tipo de saber que intenta construirse racionalmente, utilizando el rigor

conceptual y los métodos de análisis y explicación propios de la Filosofía. Como

reflexión sobre las cuestiones morales, la ética pretende desplegar los conceptos y

argumentos que permitan comprender la dimensión moral de la persona humana en su

dimensión originaria y constitutiva, es decir, sin reducirla a sus componentes

psicológicos, sociológicos, económicos o de cualquier otro tipo. La ética, o filosofía

moral, pretende dar cuenta racionalmente a la dimensión moral de la persona,

haciéndole alcanzar un mayor grado de libertad. Filosofamos para encontrar sentido a lo

que somos y hacemos, y buscamos sentido para colmar nuestras ansias de libertad, ya

que la falta de sentido hace experimentar cierto tipo de esclavitud.

La ética es un saber o disciplina de carácter normativo; es decir: un saber que pretende

orientar las acciones de todos los seres humanos. Esta disciplina, entendida como

“filosofía moral”, reflexiona sobre las distintas morales y sobre los distintos modos de

justificar racionalmente la vida moral. Su modo de orientar la acción es indirecto: no

suministra normas de acción concretas, sino que más bien ofrece unas pautas que

permitan a las personas se sirven de ella para orientar racionalmente sus decisiones con

respecto a las normas de acción a seguir, y de este modo, puedan obrar racionalmente a

lo largo de su vida. Esta caracterización de la ética como filosofía moral hace que no

podamos identificarla con ningún código moral concreto; pero ello tampoco significa

que permanezca neutral entre ellos. Algunos métodos y objetivos de la ética la

comprometen con determinados valores razonables, recomendables o incluso

excelentes, y la obligan a dejar de lado otros por ser incorrectos o inhumanos.

2Cortina, A. y Martínez, M. (2001). Ética. Ed. Akal. Tres Cantos, Madrid, passim.

La dimensión ética y política de la acción social humana

7

En cuanto a sus funciones, y siempre siguiendo a Cortina, la ética cumple una triple

función: aclarar qué es lo moral, cuáles son sus rasgos específicos; fundamentar la

moralidad, es decir, tratar de averiguar cuáles son las razones por las que tiene sentido

que las personas se esfuercen en vivir moralmente; aplicar a los distintos ámbitos de la

vida social los resultados obtenidos en las dos primeras funciones, de manera que se

adopte en estos ámbitos sociales una moral crítica en lugar de un código moral

dogmáticamente impuesto debido a la ausencia de referentes morales.

En relación con estas tres funciones nos encontramos con diferentes tipos y

planteamientos en ética, en consideración de las cuales se hace posible entender las

complejidades y las razones de ciertas intervenciones con los usuarios, de las que se

hablará más adelante. Para sistematizar estas diferencias de enfoque y tipo, conviene

disponer de una clasificación elemental, al objeto de la cual nos hemos orientado, una

vez más, por Cortina y Navarro, con algunas modificaciones que indicaremos

oportunamente:

Las éticas naturalistas reducen lo moral a lo placentero, a los deseos naturales de las

personas, a lo que les proporciona la felicidad; se entiende por natural las inclinaciones

del ser humano en tanto que son rasgos condicionalmente naturales, es decir, los

individuos están dotados de ellos por naturaleza. En cuanto a las éticas no-naturalistas

consideran lo moral como un ámbito autónomo y, por tanto, irreductible a otros

fenómenos, por lo que lo moral no puede ser identificado con ninguno de los fenómenos

naturales que afectan a la vida humana.

Las éticas cognitivistas conciben el ámbito moral como un ámbito más del

conocimiento humano, cuyos enunciados pueden ser verdaderos o falsos; y las éticas

no-cognitivistas niegan que se pueda hablar de verdad o falsedad en este terreno y, en

consecuencia, conciben la moral como algo ajeno al conocimiento. Por ello, la

distinción entre ambas éticas radica en la posibilidad de considerar los enunciados

morales como susceptibles de verdad o falsedad.

Las éticas de móviles realizan una investigación empírica de las causas de las acciones.

Pretenden descubrir cuáles son los móviles que determinan tácticamente la conducta

humana. El bien o fin moral consistirá en satisfacer estas aspiraciones fácticas, que una

investigación psicológica puede descubrir. La pauta de la conducta es la naturaleza

humana, pero entendiendo por "naturaleza humana" el comportamiento humano

La dimensión ética y política de la acción social humana

8

empíricamente accesible. Las éticas de fines tratan de investigar en qué consisten el

perfeccionamiento y la plenitud humanos, los cuales constituirán la finalidad de toda

acción humana, porque en ello radica el bien de todo hombre. A partir de lo que el

hombre es verdaderamente podemos extraer lo que debe ser: cuál es el fin de su

naturaleza metafísicamente considerada. El acceso a la naturaleza humana no es, pues,

empírico, sino que se trata de llegar a la esencia del hombre, y esa esencia de presenta

como algo pendiente de realizar, es decir, como algo del orden ideal. El fin o bien

propuesto por este tipo de éticas será un fin objetivo, independiente del deseo fáctico de

cada sujeto, porque la ética no se basa aquí en la psicología, sino en la naturaleza

humana, considerada metafísicamente. Ambas coinciden en considerar la naturaleza

humana como pauta de la conducta, pero acceden a tal naturaleza desde diferentes

métodos y la entienden, por tanto, de modo diverso.

En cuanto a la siguiente distinción, Cortina y Navarro advierten que resulta casi

coincidente con la anterior: las éticas de bienes consideran que el bien moral consiste en

la realización de un fin subjetivo, es decir, en la obtención de un bien deseado. Algunas

de ellas otorgan prioridad a los bienes sensibles en su conjunto, mientras que otras

valoran sólo algunos de ellos, como resultado de la selección practicada desde algún

criterio. Para las éticas de fines, el bien moral reside en el cumplimiento de un objetivo

independiente del deseo del sujeto. Tal objetivo puede consistir en la perfección de

individuo o la perfección progresiva de la edad.

La distinción entre éticas materiales y éticas formales procede en gran mayoría de Kant.

Las éticas materiales afirmarían que el criterio de moralidad para enjuiciar cuando nos

hallamos ante acciones o normas morales puede explicarse mediante enunciados con

contenido, puesto que estas éticas suponen que hay un bien (un fin, un valor) supremo

determinado a la base de la moral. Dichos bienes, fines, valores, serían la materia de la

que versa la moral, la cual tendría, por tanto, un fundamento material.

Las éticas formales no dependen del bien moral de un contenido sino de la forma de

los mandatos, que deben ser universales e incondicionales. Aquellas normas que

revistan una determinada forma son las que deben ser realizadas porque tienen la forma

de la razón, la cual aspira a lo universal e incondicionalmente válido.

Las éticas procedimentales, entre las que se encuentra el planteamiento de Adela

Cortina, se consideran, en líneas generales, como herederas del formalismo kantiano,

La dimensión ética y política de la acción social humana

9

aunque sustituyen algunas de las piezas más vulnerables de éste como la insistencia en

la conciencia individual, por nuevos elementos teóricos. Entre los autores

representativos se encuentran K.O. Apel y J. Habermas, quienes insisten en que la ética

no tiene como tarea la recomendación de contenidos morales concretos, sino más bien el

descubrimiento de los procedimientos que permitan legitimar normas procedentes de la

vida cotidiana. Las éticas sustancialistas afirman que es imposible hablar de la

corrección de las normas si no es sobre el trasfondo de alguna concepción compartida

de la vida buena. Frente a los prodecimentalistas, los éticos sustancialistas coinciden en

concebir la moral como un ámbito en el que lo principal no es el discurso sobre las

normas justas, sino el de los fines, los bienes y las virtudes comunitariamente vividos en

un contento vital concreto.

Las éticas teleológicas se ocupan en discernir qué es el bien moral antes de determinar

el deber, y consideran como moralmente buena la maximización del bien no moral,

mientras que las éticas deontológicas marcan el ámbito del deber antes de ocuparse del

bien, y sólo consideran bien lo adecuado al deber. Las primeras permiten un

enraizamiento de la acción moral en la naturaleza del hombre, dándole un sentido desde

ella; las segundas salvan la contradicción de propuestas individuales de bien, pero

desligan lo moral del concepto de vida buena, sea individual o política.

Una última distinción que tendremos en cuenta, no viene recogida por Cortina y

Navarro en su clasificación. Se trata de la contraposición entre éticas de convicciones y

éticas de la responsabilidad, que tiene su origen en Max Weber (1967). Según este

autor, cualquier persona que pueda ejercer poder sobre los demás tiene que tener tres

cualidades3: pasión, responsabilidad y mesura. Precisamente por ello, a la hora de elegir

una actitud moral, tiene que tener en cuenta su obligación de responsabilidad. Las éticas

de la responsabilidad atienden a los efectos de las acciones; de modo que un individuo

que obra siguiendo un planteamiento de este tipo asumirá lo que Weber denomina su

“obligación de responsabilidad”, y a la hora de decidir cómo ha de obrar, se atendrá a

las consecuencias que tendrán sus acciones. Ha de tenerse en cuenta que tal

responsabilidad se extiende hasta incluir las consecuencias no previsibles de la acción:

aquellas que el agente en principio, no podía saber, en el momento de tomar su decisión,

3Weber, M. (1967). Política como vocación. p.153, Alianza, Madrid

La dimensión ética y política de la acción social humana

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que su acción podría tener como resultado. Una ética de la responsabilidad se apoya en

la justificación de los medios para el fin: la acción tiene como propósito realizar una

finalidad, y se juzga buena aquella acción cuyo resultado es el fin pretendido, o que

tiene como consecuencia un resultado que pueda considerarse beneficioso, con

independencia de las razones o motivos por los que la acción se realizó. Las éticas de

convicciones4, en cambio, basan la acción en las convicciones del agente, entendiendo

por “convicciones” aquellas creencias e ideas sobre lo que es bueno, justo, debido o

indebido a las que el agente, en su conciencia, otorga credibilidad, respeto o

asentimiento. El principal defecto de la ética de la intención es el mal no querido como

consecuencia de una acción bienintencionada (es decir, de una acción en la cual el

agente se atiene a sus propias convicciones sobre lo que es bueno, correcto, debido, por

encima de cualquier consideración sobre conveniencias o intereses, sean personales o

colectivos). Por el contrario, que el principal defecto de la ética de la responsabilidad es

aceptar el mal (obrar en contra de las convicciones sobre aquello que es bueno, debido,

correcto…) como medio para realizar un fin beneficioso.

Una última distinción entre tipos de ética la encontramos en Rawls: “mínimos de

justicia y máximos de felicidad” 5

. Las éticas de justicia o éticas de mínimos se ocupan

únicamente de la dimensión universalizable del fenómeno moral, es decir, de aquellos

deberes de justicia que son exigibles a cualquier ser racional y que, en definitiva, sólo

componen unas exigencias mínimas. Las éticas de la felicidad o éticas de máximos

intentan ofrecer ideales de vida buena, en los que el conjunto de bienes de los que los

hombres pueden gozar se presentan de manera jerarquizada para proporcionar la mayor

felicidad posible. Estas éticas nos invitan a tomar su modelo como una orientación de la

conducta, pero no pueden obligar a que se siga, ya que la felicidad es cosa de consejo e

invitación, no de exigencia.

4En el ámbito hispanohablante, es frecuente emplear la expresión “éticas de la intención” para traducir

esta noción de Weber. Pero esto es inexacto: la expresión alemana usada por Weber es Gesinnungsethik,

un término derivado del sustantivo Gesinnung, que en alemán significa normalmente “convicciones,

ideas, modo de pensar”, o incluso, el credo religioso o las opiniones politicas sostenidas por un individuo.

Emplear la expresión “ética de intenciones” introduce, pues, un serio riesgo de equívoco.

5Rawls, J. (1979). Teoría de la justicia. Fondo de Cultura Económica, Madrid

La dimensión ética y política de la acción social humana

11

ii. “Política” como profesión y como actividad:

“Quien hace política aspira al poder; al poder como medio para la consecución de otros fines

(idealistas o egoístas) o al poder por el poder, para gozar del sentimiento de prestigio que él

confiere”6

Para Weber (1959), la política es un concepto que abarca cualquier género de actividad

directiva autónoma. La entendemos como la influencia sobre la dirección de una

asociación política, de un Estado, el cual puede ser definible por poseer un medio

específico: la violencia física, aunque no sea el medio normal ni el único. Actualmente,

el Estado sería aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio,

reclama para sí el monopolio de la violencia física legítima; sería, pues, la única fuente

del derecho a la violencia, por lo que la política significará la aspiración de los

ciudadanos a participar en el poder o a influir en la distribución del poder entre los

distintos Estados o, dentro de un mismo Estado, entre los distintos grupos de personas

que lo componen.

En la mayoría de los casos, se piensa que el político lo es por vocación, alguien que ha

sido llamado internamente a ser líder de los ciudadanos, los cuales no le prestan

obediencia porque lo mande la costumbre o una norma legal, sino porque creen en él.

Aunque está claro que estos “políticos por vocación” no son los únicos miembros

determinantes en la empresa política de luchar por el poder; lo decisivo son los medios

de los que se sirven para llevar a cabo esta dominación política: por un lado, necesitan

la orientación de la actividad humana hacia la obediencia a aquellos señores que se

pretenden portadores del poder legítimo y, de otro, el poder de disposición sobre

aquellos bienes que sean necesarios para el empleo del poder físico (equipo de personal

administrativo y medios materiales de la administración).

Para el mantenimiento de la dominación explicada anteriormente, los Estados son

clasificados en dos grandes categorías según el principio al que obedezcan. En unas, los

funcionarios poseen en propiedad los medios de administración (dinero, edificios), y en

las otras, el equipo administrativo se encuentra separado de los medios de

administración de manera que son meros artífices para el titular del poder, quien lo

6Weber, M. (1959). El político y el científico. p.3. Ed. Alianza, Madrid

La dimensión ética y política de la acción social humana

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gestiona como si fuera su propia empresa. Podemos observar como en el Estado

moderno se realiza al máximo la separación entre los funcionarios y los medios

materiales de la administración. En definitiva, el Estado actual es una asociación de

dominación con carácter institucional que ha tratado, con éxito, de monopolizar dentro

de un territorio la violencia física legítima como medio de dominación, para lo que ha

reunido todos los medios materiales en manos de su dirigente y ha expropiado a todos

los funcionarios que antes disponían de ellos por derecho propio, sustituyéndolos por

sus propias jerarquías supremas.

Este proceso político de expropiación ha llevado a la aparición de “políticos

profesionales”, que no gobiernan por sí mismos, sino que actúan al servicio de alguien.

Se puede hacer política también como político ocasional, como profesión secundaria o

como profesión principal. Los políticos ocasionales los somos todos nosotros cuando

votamos, aplaudimos o protestamos en una reunión política, hacemos un discurso

político o realizamos cualquier otra manifestación (cabe destacar que para muchas

personas la relación política se reduce a esto). Los políticos semiprofesionales serían

hoy todos esos delegados y directivos de asociaciones políticas que, por lo general, sólo

desempeñan estas actividades en caso de necesidad, sin vivir principalmente de ellas y

para ellas, ni en lo material ni en lo espiritual. En la misma situación se encuentran

también los miembros de los Consejos de Estado y otros cuerpos consultivos que sólo

funcionan cuando son requeridos para ello. Pero no sólo éstos, también son

semiprofesionales ciertos grupos que sólo hacen política mientras está reunido el

Parlamento. La mayoría de estas personas aprovechan su poder para percibir rentas o

beneficios.

Siempre siguiendo a Weber (1959), no es difícil definir en qué consiste, al menos

teóricamente, la profesión como forma especial de desempeñar una ocupación política.

Sin embargo, debido a la versatilidad de las profesiones, el ritmo acelerado de la vida

profesional y la profesionalización creciente, como ambición y tendencia de muchos

oficios, la conceptualización de la profesión no es tan fácil como parecía en un

principio. En palabras de Fernández Hortal: “Un profesional puede definirse como la

persona que posee un amplio conocimiento teórico aplicable a la solución de

problemas vitales, recurrentes pero no estandarizables y que se siente en la obligación

de realizar su trabajo al máximo de sus competencias, al mismo tiempo que se siente

identificado con los demás profesionales del ramo”. (Fernández, Hortal; 1994:21,25).

La dimensión ética y política de la acción social humana

13

Para Weber (1959) existen dos formas de hacer de la política una profesión: o se vive

para la política o se vive de la política. Quien vive de la política hace de ello su vida en

un sentido íntimo, o goza simplemente con el ejercicio del poder que posee, o alimenta

su equilibrio y su tranquilidad con la conciencia de haberle dado un sentido a su vida,

poniéndola al servicio de alguien o algo. La diferencia entre vivir para algo y vivir de

algo se sitúa en el nivel económico. Quien vive de la política como profesión intenta

hacer de ella una fuente duradera de ingresos; quien vive para la política es

económicamente libre e independiente de ella, tiene un patrimonio o una situación

privada que le proporciona ingresos suficientes. Los políticos profesionales de esta clase

no están obligados a buscar una remuneración por sus trabajos políticos, cosa que, en

cambio, deben hacer quienes carecen de medios. El político profesional que vive de la

política puede ser un simple funcionario a sueldo: o recibe ingresos provenientes de

tasas y derechos por servicios determinados (propinas y cohechos) o percibe un salario

fijo, o ambas a la vez. A los funcionarios políticos cabe identificarlos exteriormente por

el hecho de que pueden ser trasladados o destituidos a placer, o colocados en situación

de disponibilidad. Si es fiel a su verdadera vocación, el auténtico funcionario no debe

hacer política sino limitarse a administrar. La cuestión que a continuación se plantea, y

es en qué medida esto se aplica al Trabajo Social; es decir, en qué sentido y de qué

modo el trabajador social, en el ejercicio de su profesión (que, ciertamente, no es la

profesión específica del político), está ejercitando una actividad con una dimensión

“política”. Esta cuestión, que debemos aquí dejar planteada, la intentaremos abordar

más adelante.

iii. “Acción” y “acción social”:

“Actuar, en un sentido muy general, significa tomar una iniciativa, comenzar, poner algo en

movimiento”.7

Siguiendo a Hannah Arendt (1998), la condición básica de toda acción es la pluralidad

humana, ya que ésta no podría entenderse si todos los seres humanos fueran iguales, ya

que tanto la acción, como la comunicación, se basarían en meros signos y sonidos para

satisfacer unas necesidades inmediatas e idénticas. Por tanto, para que exista ética y

7Arendt, H. (1998). La condición humana. p 307. Ed. Paidós

La dimensión ética y política de la acción social humana

14

política de la acción social humana, es necesario que existan opiniones distintas y

confrontaciones a la hora de actuar frente a una determinada problemática social.

“Una vida sin acción (…) está literalmente muerta para el mundo; ha dejado de ser una vida

humana porque ya no la viven los hombres”.8

Con cada palabra y con cada acto ponemos de manifiesto nuestra presencia en el mundo

humano, lo cual no es generado ni por la necesidad, como sería en el caso de la labor, ni

por la utilidad, como sería en el caso del trabajo. La persona se ve obligada a actuar o no

actuar impulsada por la presencia de otros cuya compañía desea, pero nunca se ve

condicionada por ellos; es decir, la persona siempre actúa por iniciativa propia, ya sea

para ayudarse a sí misma o a los demás.9 Actuar, prestarse a la acción, comenzar, es

condición humana de las personas, desde que nacen hasta que mueren. Este hecho

significa que los hombres son capaces de realizar lo inesperado, lo improbable, ya que

cada persona es única y piensa de manera diferente en relación a la acción social. Las

personas muestran quiénes son a través de la acción, y el discurso, ya que revelan su

identidad única y personal.

El problema de la acción social es importante en la discusión contemporánea de las

ciencias sociales y, por tanto, de la acción profesional. Para Weber (1944:5), por acción

debe entenderse la conducta humana siempre que el sujeto o sujetos de la acción se

encuentre inmersos en ella en un sentido subjetivo. Por tanto, la acción social es una

acción que se basa en la acción del otro, orientándose por ésta en su desarrollo, es decir,

en función de cómo actúe el prójimo actuará el propio individuo.

La acción humana está inserta en un debate epistemológico y ético: toda comprensión y

transformación de los problemas sociales obedece a ciertos paradigmas; la ética los

valores, la capacidad de discernimiento moral, corresponde a un continuo en la

profesión del trabajador social.

En este debate epistemológico, este autor señala que la acción humana es comprendida,

explicada e interpretada sólo en virtud del significado subjetivo que le atribuye el

8Arendt, H. (1998). La condición humana. p 306. Ed. Paidós. Arendt precisa la noción de acción

cuidadosamente, distinguiéndola a las de “labor” y “trabajo”.

9Aguayo, C. (2007). Las profesiones modernas: dilemas de conocimiento y del poder. Un análisis para y

desde el Trabajo Social. Ed. Espacio

La dimensión ética y política de la acción social humana

15

individuo. La acción social humana sólo puede ser comprendida a través de un modo

inductivo, por cuenta ella es histórica, singular, significativa y subjetiva. El trabajo

social, en tanto acción social, deberá avanzar hacia un enfoque más fenomenológico y

hermenéutico. La acción profesional se caracteriza por su pertenencia a grupos

económicos y poseer cierto status en la sociedad. Las profesiones, en general, son

representantes del conocimiento y del poder en la regulación del comportamiento

humano. Sus funciones requieren a la capacidad que ellas desempeñan en los procesos

de institucionalización y normalización de las relaciones sociales. Por ello, todo tipo de

“regulación” que lleve a cabo el Trabajo Social, será interpelada por su carácter ético-

político.

El hombre de acción es el que, en una coyuntura singular y única, elige en función de

sus valores e introduce en la red del determinismo un nuevo hecho, cuyas consecuencias

no pueden ser rigurosamente previsibles. Obrar razonablemente es adoptar, después de

haberlo meditado, la decisión que ofrezca más probabilidades de conseguir el fin que se

pretende conseguir.

Para saber quién es o ha sido alguien es necesario conocer su historia, su biografía, para

saber cómo actuar en tanto en cuanto se produzcan distintas situaciones problema con

las que se deberá lidiar para conseguir que esta persona vuelva a insertarse en la

sociedad. A colación de esto, es necesario decir que la acción social nunca es posible en

aislamiento, es obligada la presencia de otros para poder actuar.

A todo ello le siguen tres problemas (Arendt, 1998:241): impredecibilidad del resultado

de la acción, irrevocabilidad del proceso y carácter anónimo de sus autores. Basémonos

en el ejemplo de una intervención que se lleve a cabo en los Servicios Sociales del

Ayuntamiento de Logroño con una familia en la que el padre se encuentra en el paro, la

madre no tiene estudios y los hijos no suelen acudir a clase. Desde un principio es

imposible saber si el plan de intervención propuesto va dar resultados positivos, por lo

que puede, en el peor de los casos, que ni el padre ni la madre encuentren trabajo y los

hijos acaben por abandonar el colegio; si esto se produce es muy complicado volver al

inicio por lo que la intervención puede que se alargue mucho en el tiempo o

directamente se dé por finalizada; y sobre todo en servicios sociales municipales, la

responsabilidad no es tanto del trabajador social concreto sino de la administración en

sí, por lo que no existe nadie concreto a quien pedirle cuentas.

La dimensión ética y política de la acción social humana

16

b) Política social y acción social en la profesión del Trabajo social

Decir que actualmente no existe coherencia entre política y acción social no es nada

nuevo. En la mayoría de los casos, no se actúa en función de lo que se predica, por lo

que nos encontramos con personas que defienden políticas sociales que nada tienen que

ver con sus estilos de vida; además, son políticas que no llegan a toda la población de

manera que no resuelven los problemas sino que únicamente los apartan. Tomando, por

ejemplo, el caso de ACCIONA10, esta empresa considera que para poder evaluar de

manera positiva cualquier acción social, ésta debe aportar respuestas efectivas, dentro

de las capacidades que le son propias, a los retos de las comunidades donde opera. Para

conseguir este objetivo, esta empresa busca alinear la colaboración social y su actividad

de negocio, reforzando la confianza entre la empresa y las sociedades donde opera e

incrementando sus aportaciones positivas de acuerdo a las Directrices para Empresas

Multinacionales de la OCDE. Aunque todo esto parece muy bienintencionado, estas

políticas parecen sólo surtir efectos en el papel ya que cuando se ven los resultados en la

práctica, éstos no son tan positivos como se hacían entrever en un principio y distan

mucho de lo que en un principio se quiere conseguir.

Centrándonos en el concepto de política social, lo definiremos como el conjunto de

intervenciones que se desarrollan en el campo de lo social (aunque éstas sean poco

satisfactorias). En este sentido, tanto la abstención como la improvisación o la acción

constituyen verdaderas políticas sociales. Los actores de la política social pueden ser

privados, públicos o semi-públicos. Los actores privados se manifiestan generalmente

mediante organizaciones que agrupan una fracción más o menos importante de personas

en una sociedad: sindicatos asalariados o patronales, organizaciones familiares,

instituciones de consumidores, asociaciones de diversos tipos de ayuda social, etc.

Vinculados a estos actores privados nos encontramos con los actores públicos,

(organismos del Estado, administración pública, ayuntamientos, ministerios) en diversos

niveles y entidades supranacionales (Unión Europea y sus distintas instituciones) y los

semi-públicos, actores mixtos dependientes del Estado pero que disponen de la

suficiente autonomía para poder tomar ciertas decisiones, organismos tales como

correos. Por lo tanto, lo que se puede afirmar día a día es que tanto los actores privados

10 http://www.acciona.es/legacymedia/1091363/politicaaccionsocial.pdf

La dimensión ética y política de la acción social humana

17

como los públicos y semi-públicos viven en una constante tensión. De esta compleja

situación se entiende que la política social sea el resultado de este conjunto de tensiones

y conflictos entre los grupos sociales (López, 2005-2006: p. 153).

A partir de aquí, podemos considerar la acción social como un elemento revelador de

los procesos de construcción/destrucción/reconstrucción del campo social. Además, este

concepto se aplica a menudo a un sector social determinado, sometido a un dictamen

pericial objeto de la intervención pública. En un sentido normativo, la noción de acción

social hace también referencia a aquellas actividades que concurren a la organización y

a la coordinación social mediante la reciprocidad entre las clases sociales y entre los

grupos que componen una colectividad determinada, incluso si tal reciprocidad produce

efectos asimétricos según la posición social de los individuos que formen parte de la

misma.

Tras considerar todas estas nociones que puede tomar la acción, Weber identifica tres

formas de acción social, como modelos ideales:

a) Tradicional

Son acciones conducidas por principios, normas, etc. en las cuales el

componente racional es prácticamente insignificante. La rutina colectiva es el

punto de partida originario en que puede surgir la acción social como tal, en

cuanto acción tradicional; aquí la racionalidad subjetiva parece disuelta en el

automatismo mecánico de la costumbre popular.

b) Afectiva

De carácter principalmente irracional guiada por emociones como el amor, odio,

etc. La acción afectiva constituye un momento posterior en el proceso de

racionalización, y su contenido es la pasión individual. En su propia descarga

afectiva, la conciencia subjetiva rompe con la rutina tradicional y, afirmándose

como subjetividad, se pone en camino de la auto-conciencia racional.

c) Racional con arreglo a valores

Se trata de aquellas acciones que, además de perseguir un fin racional, están

guiadas por principios o normas morales. La racionalidad con arreglo a valores

sigue implicando el momento de la colectividad y se corresponde con

La dimensión ética y política de la acción social humana

18

formaciones intelectuales tales como la religión, la ideología o la ética

(determinada por la creencia en el valor religioso, ético o de cualquier otro y

determinada conducta, sin relación alguna con el resultado).

d) Racional con arreglo a fines

Se trata de la acción con mayor grado de racionalidad. En ella hay determinados

medios racionales que pueden servir para vencer los obstáculos y obtener un

determinado fin. Existe una selección y elección de medio a fin, de modo que el

resultado obtenido coincida con el fin buscado.

Esos cuatro tipos de acción afectan, obviamente, a todas las profesiones de la acción

social, de manera que se conseguirán unos logros u otros dependiendo de los objetivos

buscados y de la forma de llegar hasta ellos. Los profesionales de la acción social

(trabajadores sociales, psicólogos, educadores sociales) se encuentran con una sociedad

con altas tasas de desempleo, población muy vulnerable en riesgo de exclusión y

jóvenes que tienen que irse fuera del país para poder encontrar un futuro laboral. Es aquí

donde la las políticas sociales deberían de dar lo mejor de sí para paliar estas

situaciones. El problema radica en un conflicto de intereses: lo que ciertos actores,

públicos o privados, desean, los otros lo rechazan. Algunos de ellos se proponen influir

ante todo sobre ciertos sectores determinados como el urbanismo, el entorno, la cultura,

el empleo, la salud; por lo que desarrollan intervenciones particulares en estos ámbitos.

Otros ambicionan influir sobre varios sectores; otros abogan por intervenciones

solidarias y militan por ella. Como ciertos proyectos pueden excluir a otros es necesario

negociar y arbitrar; es el conjunto de estas resoluciones lo que da lugar a la política

social y la dinamiza.

Por ello, dichos profesionales deben disponer de una formación diferenciada, de alto

nivel de excelencia, tanto en términos de saber hacer como en términos de saber ser;

para poder mediar entre los intereses de estos actores de manera que se lleven a cabo

políticas sociales que lleguen a toda la población, en especial a la más vulnerable. Es

necesario apostar por políticas sociales efectivas diseñadas y llevadas a cabo por

personas competentes en el campo de la intervención social y conocedores del ámbito

en el que se ha de intervenir, y no por meros artífices que operen en función del partido

que se encuentre en el poder. Es necesario crear políticas sociales neutras que satisfagan

las necesidades y las demandas de la sociedad en la que se van a llevar a cabo.

La dimensión ética y política de la acción social humana

19

c) Repercusión de los tipos de actitudes éticas en la relación con el usuario en el

Trabajo social

Según el Consejo General del Trabajo Social, esta disciplina es “una profesión basada

en la práctica y una disciplina académica que promueve el cambio y el desarrollo

social, la cohesión social, y el fortalecimiento y la liberación de las personas. Los

principios de la justicia social, los derechos humanos, la responsabilidad colectiva y el

respeto a la diversidad son fundamentales para el trabajo social. Respaldada por las

teorías del trabajo social, las ciencias sociales, las humanidades y los conocimientos

indígenas, el trabajo social involucra a las personas y las estructuras para hacer frente

a desafíos de la vida y aumentar el bienestar”.11

El usuario, también llamado cliente, es

el individuo, grupo o comunidad sobre quien actúa el Trabajo Social.

La profesión de Trabajo Social promueve el cambio social, la resolución de problemas

en las relaciones humanas y el fortalecimiento y la liberación del pueblo para

incrementar el bienestar. Mediante la utilización de teorías sobre comportamiento

humano y los sistemas sociales, el trabajo social interviene en los puntos en los que las

personas interactúan con su entorno; los principios de los Derechos Humanos y la

justicia social son fundamentales para esta disciplina.12

Su misión es la de facilitar que

todas las personas desarrollen plenamente sus potencialidades, que enriquezcan sus

vidas y la prevención de las disfunciones. Además, el Trabajo Social es un sistema de

valores, teoría y práctica interrelacionados entre sí.

Haremos a continuación una breve explicación sobre estas tres nociones:

a. Valores

El trabajo social ha crecido con ideales humanitarios y democráticos, y sus

valores se basan en el respeto a la igualdad, el valor y la dignidad de todas

personas. Los valores del trabajo social están expresados en los códigos de ética

profesional nacionales e internacional.

11 http://www.cgtrabajosocial.es/DefinicionTrabajoSocial.2015

12Federación Internacional de Trabajadores Sociales (2000)

La dimensión ética y política de la acción social humana

20

b. Teoría

El trabajo social basa su metodología en un cuerpo sistemático de conocimientos

sustentados en la experiencia y derivados de la investigación y evaluación de la

práctica. La profesión de trabajo social recurre a teorías acerca del desarrollo y

comportamientos humanos así de los sistemas sociales, para analizar las

situaciones complejas y facilitar los cambios personales, organizativos, sociales

y culturales.

c. Práctica

El trabajo social se enfrenta a las fronteras, desigualdades e injusticias que

existen en la sociedad. Responde a las crisis y emergencias así como a los

problemas personales y sociales del día a día. Utiliza distintos conocimientos,

técnicas y actividades consecuentes con su centro de atención holístico en las

personas, por un lado y en sus entornos por otro. Las intervenciones de trabajo

social abarcan desde los procesos psicosociales focalizados a nivel individual,

hasta el compromiso con la política, la planificación y el desarrollo social.

En relación a la ética, el objetivo fundamental en el ámbito del trabajo social es advertir

al profesional sobre la obligación que tiene de asumir responsabilidades dentro de su

propia práctica, lo que le exige tomar conciencia de las implicaciones morales de su

profesión y reflexionar detenidamente sobre ellas, en relación siempre con el usuario.

Siguiendo a Bermejo (2002:11-22), el trabajador social individual es quien ha de asumir

su responsabilidad profesional respecto al trabajo que realiza, ha de dar cuenta de sí

mismo desde un punto de vista ético: debe ir construyendo su propia moral sobre la cual

actuará en un futuro. El desarrollo de los planteamientos de su ética profesional ha de

entenderse siempre en una continua relación y comunicación bidireccional con la

sociedad a la que pertenece, de manera que las dos vayan evolucionando al mismo

tiempo. Nos encontramos con muchos tipos de sociedades, los cuales condicionan en

gran medida el modo de relación profesional que se establece dentro de ellas. A su vez,

las necesidades, los recursos, las oportunidades, las personas, etc. serán en cada caso

distintas, por lo que el modo de trabajar también deberá ser distinto. Un aspecto muy

importante que se debe tener en cuenta es la cultura, ya que, dependiendo de ella, el

trabajador social tendrá unos valores u otros de distinta índole. Esto supone ser

La dimensión ética y política de la acción social humana

21

consciente de los elementos positivos que existen en las diversas culturas y valorar

críticamente aquellos aspectos que supongan una desconsideración del respeto a la

dignidad humana de los seres humanos.

Una vez explicado qué es el Trabajo Social y qué importancia tiene la ética en esta

disciplina, es necesario abordar la influencia que tiene sobre la intervención con el

usuario la ética del profesional que la esté llevando a cabo.

Recordaremos, primero, algunos tipos de ética explicados anteriormente: éticas de

móviles y éticas de fines; éticas de bienes y éticas de fines; éticas procedimentales y

éticas sustancialistas; éticas teleológicas y éticas deontológicas; éticas de la

responsabilidad y éticas de intenciones; éticas de justicia y éticas de la felicidad.

Procederemos, así, a explicar por qué la moral del profesional influye en la

intervención; aunque ningún profesional es neutro en la práctica, ya que probablemente

dependiendo de la situación se actuará de una manera o de otra, por lo que se intentará

ser lo más general posible.

El trabajador social que se identifique con éticas de móviles, buscará siempre los

motivos que han llevado al usuario a encontrarse en la situación actual, por lo que le

será más fácil realizar un buen estudio y diagnóstico de la situación problema y el

posterior plan de intervención estará orientado hacia los principales focos deteriorados o

minados. De esta manera, se intentará que el usuario no vuelva a repetir esas conductas

inadaptadas que le han llevado a encontrarse en esa situación problema. En cambio, el

profesional que aplique una ética de fines, no se centrará tanto en los motivos que han

llevado al usuario a encontrarse en dicha situación sino en la situación en sí, es decir, no

quiere conocer su pasado ni las causas que le han llevado a encontrarse en dicha

situación, sólo quiere cambiar ésta última sin importar el porqué de la misma. De esta

manera, al no conocer las causas del problema tan en profundidad, será más difícil

realizar un plan de intervención acorde con sus necesidades individuales. Así, lo más

probable es que el usuario recaiga constantemente o, en el peor de los casos, llegue a la

exclusión social total.

Para un trabajador social que se identifique con las éticas de bienes, lo importante no

será tanto que se consigan todos los objetivos planteados en el plan de intervención

correspondiente, sino que el usuario aprenda ciertas competencias, capacidades o

valores que antes no tenía. Aunque no se consiga todo lo previsto, el usuario queda

La dimensión ética y política de la acción social humana

22

dotado de herramientas necesarias para una vida en sociedad. Por otro lado, el

profesional que se identifique con éticas de fines, buscará a toda costa que el plan de

intervención propuesto se cumpla por parte de su usuario, de manera que se consiga una

evaluación de la implementación muy positiva ya que todos los objetivos han sido

cumplidos.

El trabajador social que se identifique con éticas procedimentales, no dará la solución al

usuario, sino que le ayudará a dotarse de las suficientes herramientas para que sea éste

mismo quien las descubra por su propio pie a partir de su autorrealización. De esta

manera, el usuario ira paliando poco a poco sus propias necesidades en función de lo

que consensuadamente se haya marcado como áreas prioritarias de intervención. En

cambio, el profesional que se encuentre a favor de éticas sustancialistas, entenderá que

siempre hay una carencia o situación problema que prevalecerá sobre las demás, por

consiguiente, se le dará más importancia y se marcará como área prioritaria de

intervención.

El trabajador social que se identifique con éticas teleológicas, intentará que el usuario

consiga el ideal de vida buena a partir de un plan de intervención orientado a las tareas,

de manera que puede que éste no entienda bien el porqué de dicho plan ya que

podríamos decir que se basa en una economía de fichas: si acudes al tutor de empleo dos

veces al mes, te solicitamos el IMI (Ingreso Mínimo de Inserción). El profesional a

favor de éticas deontológicas, explicará siempre a su usuario lo que se debe hacer en

cada situación, a partir de la explicación y comprensión de unos valores morales férreos

y serios adaptados a la situación y a los tiempos. De esta manera, ayudará al usuario a

comprender su día a día y las situaciones que le pueden ocurrir en él.

El trabajador social que actúe en función de una ética de la responsabilidad, hará

también co-responsable a su usuario de sus actuaciones de forma que le hará entender

que todo acto (social) que realice tendrá consecuencias, ya sean malas o buenas. Por

otro lado, el profesional que se identifique con una ética de convicciones, entenderá que

lo importante no es cumplir los objetivos planteados sino la convicción de la persona de

querer cumplirlos. Podría decirse que lo importante no es tanto conseguir la meta sino

los pasos que se den durante el camino. El problema que esto puede ocasionar es que,

aunque un usuario tenga en principio buenas intenciones y ocasione daños a un tercero,

La dimensión ética y política de la acción social humana

23

él no se verá a sí mismo como responsable directo, ya que sus intenciones en un

principio eran buenas.

En relación a las éticas de justicia o éticas de mínimos, el trabajador social exigirá a su

usuario unos requisitos mínimos en materia de normas básicas de convivencia, base

imprescindible si éste quiere volver a insertarse en la sociedad; normas básicas pueden

ser, por ejemplo, el respeto y la educación hacia y con los demás. De esta forma el

usuario tendrá ya el punto de partida para empezar a cambiar su propia actitud y su

situación. En relación a las éticas de felicidad o éticas de máximos, el trabajador social

reflejará en su plan de intervención que el usuario debe marcarse un modelo de vida

buena, una meta a conseguir, de forma que sea la matriz a partir de la cual deberán ir

mejorando las otras situaciones problema.

En definitiva, para que no se produzcan estas situaciones existen los códigos

deontológicos, que se ocupan de los aspectos éticos y son los mecanismos de

autorregulación más conocidos que se pueden poner en marcha en el ámbito de la

comunicación social, la psicología, la medicina, entre otras profesiones, aunque no son

el único instrumento. En este caso, el código deontológico del Trabajo Social es un

documento que recoge un conjunto más o menos amplio de criterios, normas y valores

que formulan y asumen quienes llevan a cabo correctamente una actividad profesional.

Para esta profesión es necesario establecer un marco de regulación de principios éticos y

criterios profesionales por los que se deberá regir la profesión, a la luz de los principios

generales de la ética del Trabajo Social. Tal como los formula la Federación

Internacional del Trabajo Social en su declaración de Adelaida de 2004, se aseguran una

serie de principios y líneas de actuación, otorgando a los profesionales del Trabajo

Social un marco normativo que favorezca su independencia, credibilidad, honestidad e

intervención respetuosa, correcta y adecuada a las características y necesidades de los

usuarios, que les permita utilizar los servicios con las debidas garantías. Estas garantías

son igualmente fundamentales para los propios profesionales, ya que es imprescindible

que cuenten con un marco legal perfectamente delimitado en el que apoyar su actuación

profesional, frente a posibles injerencias o alteraciones en su labor13

.

13 http://www.trabajosocialburgos.org/codigodeontologico.php

La dimensión ética y política de la acción social humana

24

d) Dilemas y conflictos éticos en la práctica del trabajador social

Siguiendo a Cecilia Aguayo (2007), el Trabajo Social sólo se ha centrado en intervenir

funcional y técnicamente en los ámbitos socio-económico y político. La acción social de

estos profesionales se ha realizado teniendo en cuenta modelos teóricos racionales, pero

no reconociendo el aspecto ético-político de sus intervenciones, el cual ha quedado

claro que existe en el apartado anterior.

El trabajador social, en su tarea por aumentar el bienestar de los individuos y las

oportunidades vitales, luchar por la justicia y enfrentarse a todo tipo de

discriminaciones, desarrolla una labor que repercute en todo el conjunto social, no sólo

desde el punto de vista de la concienciación individual, sino con la mirada puesta en la

transformación de toda la sociedad para que las relaciones entre sus miembros sean cada

vez más justas. (Bermejo, 2002:172), por ello es necesario que los trabajadores sociales

elaboren una decisión meditada a la hora de actuar de una manera o de otra.

Sarah Banks (1997:26), por ejemplo, matiza que las cuestiones éticas más frecuentes

son las relativas a los derechos individuales de los usuarios y a su bienestar, las

cuestiones sobre el bienestar público y las cuestiones sobre las desigualdades y las

opresiones estructurales. Así, los problemas éticos surgen cuando el trabajador social ha

de tomar una decisión moral difícil, por ejemplo rechazar una solicitud de una persona

necesitada porque no cumple todos los requisitos para acceder a un programa

determinado. Los dilemas éticos implican un conflicto entre principios morales, por lo

que es aún más difícil decidir qué acción es la más acertada.

Siguiendo a Reamer (1990)14

, los principales dilemas éticos a los que se enfrentan los

profesionales en su práctica diaria se agrupan en torno a tres grandes categorías que

explicaremos seguidamente. Esta clasificación ha sido corroborada gracias a entrevistas

realizadas a trabajadores sociales procedentes de instituciones de diversa índole.

14Ballestero Izquierdo, A. et al. (2012). Dilemas éticos de las trabajadoras y los trabajadores sociales en

España. Papers 2012 97/4, p. 894. Universidad Pública de Navarra. Navarra

La dimensión ética y política de la acción social humana

25

1. Dilemas éticos en el servicio de individuos, grupos y familias

Se trata de los dilemas éticos relacionados con la intervención con individuos, grupos y

familias, donde las principales problemáticas éticas de dificultad son las referidas a la

confidencialidad, la información, la autodeterminación del usuario, el paternalismo y el

consentimiento informado.

Decir la verdad, no toda la verdad o mentir

Pongamos el ejemplo de un usuario que miente sobre algunos datos para conseguir una

prestación determinada. En estos casos, el profesional se debate entre su obligación de

comunicar este tipo de situación fraudulenta o, por el contrario, ocultar la información

para que el usuario pueda adquirir dicha prestación. En la mayoría de estas situaciones,

los profesionales consideraban que los usuarios necesitaban de verdad esa prestación

para poder cubrir las necesidades básicas, aunque no cumplieran los requisitos

establecidos.

El deber de informar a terceras personas

En este dilema quedan comprometidos varios aspectos relevantes para la intervención

profesional: el principio de confidencialidad, el principio de beneficencia y el tipo de

relación que se establece entre el usuario y el trabajador social. La titularidad de la

información pertenece siempre al usuario, pero existen circunstancias especiales en las

que se justifica la ruptura de dicha confidencialidad, como en casos en los que la

información confidencial pueda ser peligrosa para el usuario o para terceras personas.

En algunas ocasiones, personas que no están trabajando directamente en la intervención

solicitan algún tipo de información relativa a los usuarios. A veces, esta petición está

justificada, pero en otros casos se trata de una supuesta posición de poder o superioridad

de quien demanda la información y hace que los profesionales de la institución se

sientan en la obligación de proporcionársela. Así, los dilemas surgen cuando el

trabajador social opine que revelar esos datos pueda suponer algún tipo de daño para el

usuario.

Paternalismo/autonomía del usuario

¿Hasta qué punto puede decidir el trabajador social sobre la vida de su usuario? Se

supone que el respeto a la autonomía del usuario también implica respetar que éste

La dimensión ética y política de la acción social humana

26

pueda seguir realizando actividades que puedan ser perjudiciales para él. Así, se dan

situaciones en las que esta autonomía entra en conflicto con otros principios, como el de

bienestar por ejemplo, y ello plantea un dilema ético. En todo caso, el respeto a la

libertad y a las decisiones del usuario es un aspecto fundamental para esta práctica

profesional.

Conflicto entre lealtades profesionales

En ocasiones, el trabajador social se debate entre cumplir con las normas y regulaciones

de la institución en la que trabaja y atender a usuarios que, aunque técnicamente no

reúnan los requisitos para acceder a un determinado programa, realmente lo necesitan.

En estos casos se trata de un conflicto entre el deber de cumplir con determinadas

normas de la institución y la búsqueda del bienestar de los usuarios.

Conflictos entre leyes, políticas y metas de los tratamientos

Tomemos el ejemplo en el que el trabajador social cree que se encuentra ante el caso de

un menor desatendido y duda si comunicarlo al Servicio de Protección de Menores. En

este caso, si el profesional da a conocer esta situación puede que ponga en riesgo el

tratamiento en el que se encuentra el padre del menor a través del cual está intentando

solucionar sus problemas de pareja. En todo caso, se debe valorar la situación para

conocer el grado de riesgo o de vulnerabilidad de la misma.

Consentimiento informado

Una de las obligaciones de los trabajadores sociales es obtener el consentimiento del

usuario para muchos aspectos de la intervención: iniciar un tratamiento, utilizar

información sobre su persona, etc. Este consentimiento ha de ser real, efectivo e

informado. Esto significa que se debe explicar realmente a los usuarios los distintos

programas, las ventajas y desventajas de los mismos, asegurándose de que realmente

han comprendido esta información.

Duración de la intervención

¿Cuándo puede darse por finalizada una intervención? ¿Cómo se sabe cuál es el

momento concreto en el que el usuario está preparado para continuar con su vida sin

ayuda profesional? ¿Depende la duración de las intervenciones del número de casos que

se tengan en la intervención? Existen situaciones en las se han tenido que cerrar

La dimensión ética y política de la acción social humana

27

expedientes sin finalizar la intervención debido a la carga de casos de la institución o al

poco volumen de trabajadores sociales, entre otros.

2. Dilemas éticos en políticas y en planificación social

Los dilemas derivados del diseño y la administración de programas y políticas de

bienestar, donde los principales dilemas éticos son los relativos a la distribución de

recursos limitados, el derecho de los individuos al bienestar y la cobertura de personas

en situación de extrema necesidad.

Distribución de recursos limitados

Cuanto más escasos son los recursos disponibles, más difícil es repartirlos entre los

usuarios a los que se atiende, más aún cuando el volumen de casos es mucho mayor que

el volumen de recursos disponibles.

Conflicto de intereses

Existen casos en los que aparecen conflictos de intereses entre las distintas instituciones.

A veces puede oírse: “¿de quién es este usuario?, ¿es mío o tuyo?” Puede que

dependiendo de la situación, a una entidad “le interese” más tener un perfil de usuarios

u otro, el cual puede ir variando a medida que pasa el tiempo. Ahora bien, es necesario

tener presente que los usuarios no son marionetas a los que se les pueda manejar a su

antojo, son personas que necesitan ayuda.

Diseño de programas

En la mayoría de los casos, los programas de intervención realizados se llevan a cabo

sin tener en cuenta la opinión de los futuros usuarios, por lo que es difícil que satisfagan

las demandas de dicha población.

3. Dilemas éticos en las relaciones entre profesionales

Nos referimos a los dilemas éticos derivados de las relaciones con los demás

profesionales y cuyas fuentes principales de problemas son relativas a la incompetencia

profesional, el uso de la información relativa a los usuarios o los conflictos con las

normativas de cada institución.

La dimensión ética y política de la acción social humana

28

Confidencialidad

Los trabajadores sociales deben mantener la confidencialidad sobre la información

relativa al usuario obtenida en el trascurso de la relación profesional. Las dudas pueden

aparecer cuando la confidencialidad se concreta en situaciones muy complejas, como el

tipo de datos que se puede dar o no, las problemáticas en las que hay menores

implicados, las situaciones en las que se teme perder la relación de confianza con los

usuarios si se revela algún dato que ellos no han pedido que fuera revelado.

Competencia profesional

Si un compañero tiene una conducta poco profesional, ¿habría que comunicarlo? ¿es el

trabajador social responsable de las conductas de los demás profesionales?

Política de la institución

En algunos casos, los ideales políticos y valores de la institución no son los mismos que

la del trabajador social, por lo que será más complicado que las intervenciones del

profesional con los usuarios vayan encaminadas en la misma línea que las de la

institución en general.

Comunicación privilegiada

El origen de este derecho consiste en no declarar en contra de un usuario. Entonces,

¿qué ocurre cuando el trabajador social es requerido por otro profesional para compartir

determinada información?

De lo explicado anteriormente se pueden extraer 15 áreas de riesgo que pueden

ocasionar dilemas éticos dentro de la práctica profesional:

1. Derechos de los usuarios

Derecho a su autonomía y a su libertad para tomar sus propias decisiones. El trabajador

social debe guiar y servir de apoyo al usuario, no obligarle a realizar determinadas

acciones. Es necesario que sea él mismo quien se encuentre convencido de querer

cambiar su situación desde dentro.

La dimensión ética y política de la acción social humana

29

2. Confidencialidad y privacidad

Ambas dos son algo básico, los usuarios acuden a Servicios Sociales con problemáticas

muy dispares y buscando respuestas y ayuda para su situación, lo último que necesitan

es que estos problemas se aireen entre su entorno más cercano o entre los compañeros

de profesión de su trabajador social.

3. Consentimiento informado

Esta área de riesgo es muy importante ya que el usuario debe saber en todo momento las

múltiples consecuencias de sus actuaciones, ya sean buenas o malas.

4. Oferta de servicios

En una intervención hay que darlo todo, por lo que se ofrecerá al usuario todas las

alternativas y soluciones posibles que se encuentren en nuestras manos para ayudarle.

De esta manera, si la institución en la que se encuentra no puede cubrir todas las

necesidades del usuario, el trabajador social tiene la obligación de informarle sobre

otras alternativas y derivarle a otro servicio.

5. Conflictos de intereses

Suele darse entre distintas organizaciones que buscan más o menos cumplir los mismos

objetivos; se pone de manifiesta el dilema de qué es más importante, el nº de casos

atendidos o la evaluación de las intervenciones, por ejemplo.

7. Tiempo de mantenimiento de los informes sobre los usuarios

Cuando un usuario pasa por un determinado servicio sus datos se registran en una

plataforma para que queden mejor organizados y estructurados de manera que se acceda

a ellos de manera más rápida. ¿Quién decide cuánto tiempo tienen que tenerse esa

información? Si el usuario vuelve ¿hay que volver a realizar un nuevo historial?

8. Supervisión de las intervenciones

La supervisión de las intervenciones es muy necesaria para poder averiguar si los planes

propuestos surten efectos verdaderos a largo plazo. Si sucede lo contrario, se pondría de

manifiesto que lo único que está haciendo el usuario es perder el tiempo ya que sus

La dimensión ética y política de la acción social humana

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problemas no se ven resueltos; en este caso, lo mejor es detener la intervención y

derivarle a otro programa antes de que las consecuencias sean mayores.

9. Lenguaje utilizado en las sesiones

¿Hasta qué punto es agresivo el lenguaje utilizado en las sesiones? ¿Es cierto que a

veces el trabajador social emplea palabras que dañan la integridad de su usuario?

10. Desarrollo y formación de los profesionales

La sociedad y las personas se encuentran en continuo cambio, y con ellas sus problemas

¿Es necesario que los trabajadores sociales estén en continuo aprendizaje? ¿Es necesaria

la retroalimentación?

11. Consultas de los trabajadores sociales entre compañeros

En esta área hay que tener cuidado de no revelar cierta información que quizás el

usuario no quiere que revelemos. En caso de hacerse, es necesario recordar que nunca se

debe decir el nombre, el lugar donde vive o donde trabaja.

12. Remisión de los usuarios a otros servicios

En este caso entra el juego la política de la institución, si está más orientada al resultado

de las intervenciones o al número de ellas. De esta manera, lo más normal sería que si el

profesional se da cuenta de que en su institución no se está resolviendo de manera

satisfactoria los problemas del usuario, le derive a otra en la cual le atenderán de forma

más adecuada a su demanda.

13. Fraude

Con fraude se refiere más concretamente a fraudes fiscales, esto nada tiene que ver con

los usuarios sino con las instituciones a las que acuden. De manera que, ¿qué ejemplo

dan estas entidades si no son honestas en otros ámbitos de actuación?

14. Finalización de la intervención, duración de la misma o abandono del usuario

¿Por qué se dan casos en los que el usuario abandona la intervención? ¿A quién hay que

pedir responsabilidades, al profesional o al cliente? ¿Cuándo se puede confirmar que

una intervención ha llegado a su fin?

La dimensión ética y política de la acción social humana

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15. Situaciones en las se produce algún perjuicio para el usuario

Este área es muy importante y a la vez muy compleja, ya que puede ocurrir que algo que

para el trabajador social sea algo positivo, al usuario le produzca sensación de malestar

y no quiera continuar con el programa. ¿Es posible conocer a ciencia cierta los

resultados? Como se ha explicado al principio, no; recordemos, a este respecto, que

Arendt destaca esta impredictibilidad como un rasgo consustancial de la acción humana.

16. Evaluación de los planes de intervención

Realizar evaluaciones de las intervenciones es algo muy importante ya que nos ayuda a

conocer sus resultados y si deben seguir realizándose o no. Pero, ¿quién debe llevar a

cabo estas evaluaciones? ¿El usuario? ¿Otro profesional? ¿Ambos?

La dimensión ética y política de la acción social humana

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3. CONCLUSIONES

Antes de todo, es necesario decir que el trabajador social es un profesional de la acción

social que se ocupa de fomentar el bienestar del ser humano y la prevención y atención

de dificultades y carencias sociales de las personas, grupos o comunidades del medio

social en el que vive, a partir de la gestión de los recursos sociales pertinentes para

superar estas situaciones de crisis individual, grupal o familiar. Es la persona encargada

de dar información, orientación y ayuda psicosocial a personas y grupos familiares en

situación de crisis, violencia, desorganización, pérdidas familiares, laborales, de

vivienda, etc. Recoge las demandas de estas personas, hace un estudio de la situación y

establece un plan de intervención para mejorar la situación de los usuarios.

Continuamente está expuesto a una fuerte carga emocional y moral tanto propia como

de las personas a las que atiende.

Por lo tanto, tras esta breve indicación, y teniendo en cuenta todo lo que hemos venido

argumentando en este trabajo, se puede afirmar que la ética y la política juegan un papel

muy importante en la acción social de los profesionales del Trabajo social. Una

disciplina como esta necesita una firme base ética y una política fundamentada

principalmente en la acción social, de manera que todas las acciones e intervenciones se

orienten por un código ético y por políticas que defiendan los derechos humanos y la

dignidad de las personas. El trabajador social necesita tener unos valores firmes y

propios y las políticas sociales del momento deben responder a ellos. Estas políticas

deben convertirse en estrategias, que más allá de sus objetivos económicos y políticos,

tengan un alcance humano, integrando las necesidades sociales y promoviendo

el desarrollo social, fomentando el uso funcional de los recursos y medios estatales en

las alternativas de solución a las contradicciones sociales, valoradas en la participación

desde los diferentes agentes y el sujeto social.

Pero esto no es algo fácil de poner en práctica en la acción social cotidiana de un

trabajador social, éste se encuentra con ciertos dilemas que es imprescindible encarar y

resolver en términos éticos y políticos satisfactorios: 1) la coexistencia de dos posturas

(analítico-crítica y funcional-pragmática) frente al rol del Estado, 2) la disyuntiva del

compromiso político versus el apoliticismo, 3) la opción entre propiciar la apertura del

Estado y su repliegue en manos de entidades privadas, 4) el rol de formuladores frente

al rol de meros implementadores de la política social, 5) delegar la formulación teórica a

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otras disciplinas producto de la práctica invasiva, frente a una actitud sistematizadora y

propositiva de pensamiento teórico.

Por otro lado, el número de personas que se encuentran “abonadas” a una misma

entidad durante años y años es cada vez más elevado; parece que las organizaciones

sociales no buscan tanto la mejora de la calidad de vida del usuario como, más bien,

poder exhibir recuentos del número de personas a las que atienden cada año. La mayoría

de ellas pone más énfasis en el número de intervenciones que en la calidad de las

mismas. Es necesario crear vínculos verdaderos entre el individuo y el Estado; es

necesario que los individuos participen en las decisiones por las que se van a ver

afectados. Las intervenciones serían mucho más adecuadas si los usuarios podrían tener

más iniciativa para poder decidir qué es lo que realmente quieren hacer de sus vidas y lo

que realmente quieren cambiar. Es importante saber cómo se sienten, qué sentimientos

les suscita la situación en la que se encuentran y porqué creen que se sienten así. El

trabajador social tiene que ser capaz de realizar todo lo anterior pero sin dejar que ello

afecte a su propia esfera emocional individual y la sature; ya que, si esto ocurriera, le

sería imposible continuar con el ejercicio de su profesión. Ética, política y acción social

deben ir siempre de la mano y el trabajador social ser el mediador entre ellas para que el

camino sea más fácil.

La dimensión ética y política de la acción social humana

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4. BIBLIOGRAFÍA

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Biblioteca Nueva, Madrid.

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5. ANEXO