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La cuestión democrática en América Latina: algunos temas y problemas Agustín Cueva Introducción En su libro Por que democracia, Francisco C. Weffort (1986, p. 61), afirma que "si los años 50 son los años de constitución del desarrollismo como valor general, (. . .) los años 70 y los 80 son los de constitución de la democracia como valor general". Y el autor tiene razón, con la única aclaración de que no es la primera vez que tal cosa ocurre, como fenómeno generalizado, en América Latina. Muchos recordarán, por ejemplo, que la democracia fue asumida como valor universal altamente movilizador durante el periodo conocido como de la segunda posguerra, esto es, en el lapso comprendido entre el momento inmediatamente anterior a la derrota del nacifascismo (desde 1944 aproximadamente) y aquel punto de inflexión determinado tanto por la guerra fría (iniciada en 1947), cuanto por el declive del boom económico ligado a dicha posguerra (declive que se torna crítico a mediados de los años 50). Esto, para no hablar de aquellos paréntesis democráticos, a veces prolongados; o, por lo menos, de esos destellos de democracia que casi todos nuestros países han atisbado fugazmente, incluso en áreas tan críticas como las de Centroaménca o el Caribe. En algunos casos, tales experiencias democráticas parecieran haber sido bastante más intensas y dinámicas de lo que hoy solemos imaginar. Con referencia al Brasil de comienzos de los años 60, por ejemplo, Daniel Aarão Reis Filho formula la reflexión siguiente: "Es interesante constatar que la coyuntura de 1961 a 1964 registra el nivel de democratización más elevado de nuestra historia republicana; sólo hasta entonces los trabajadores conquistaron efectivamente una posición inédita y realmente se colocaron como interlocutores. Por más que uno pueda formular reservas sobre la consistencia de las propuestas políticas o sobre las formas de lucha o la organización interna del movimiento social de los trabajadores urbanos y rurales, el hecho es que hubo en esta coyuntura un movimiento inédito. Trátase, por lo demás, de un periodo poco estudiado o estudiado de manera injusta, lo que tal vez se deba a que, por razones enteramente diferentes, tanto el PCB como la 'nueva izquierda' surgida después de 1964, decidieron o pretendieron decidir olvidarse de las experiencias de este periodo." (GARCIA, 1986, p. 20-1.) Sea de esto lo que fuere, la verdad es que no sólo en el movimiento real de la historia, sino también en el de las ideas, la cuestión de la democracia jamás dejó de plantearse en la Latinoamérica contemporánea. En este sentido, no es un azar que uno de los libros fundamentales de nuestra moderna sociología surgida en el turbulento clima de los años 60 se llamase precisamente La democracia en México: su autor, como todos lo saben, es Pablo González Casanova (1965) 1 . Y tampoco es fruto de la casualidad el hecho de que en esa especie de vademécum de la sociología *El presente ensayo ha sido escrito como parte de mis actividades de profesor visitante del Instituto de Estudos Avançados de la Universidad de São Paulo (USP), cuy o gentil auspicio agradezco. Mayo-junio de 1987. 1 Desde entonces hasta ahora (1987) la obra ha tenido 17 ediciones, la ultima con un tiraje de 10 mil ejemplares.

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La cuestión democráticaen América Latina:algunos temas y problemasAgustín Cueva

Introducción

En su libro Por que democracia,Francisco C. Weffort (1986, p. 61),afirma que "si los años 50 son losaños de constitución deldesarrollismo como valor general,(. . .) los años 70 y los 80 son los deconstitución de la democracia comovalor general". Y el autor tiene razón,con la única aclaración de que no es laprimera vez que tal cosa ocurre, comofenómeno generalizado, en AméricaLatina. Muchos recordarán, porejemplo, que la democracia fueasumida como valor universalaltamente movilizador durante elperiodo conocido como de la segundaposguerra, esto es, en el lapsocomprendido entre el momentoinmediatamente anterior a la derrotadel nacifascismo (desde 1944aproximadamente) y aquel punto deinflexión determinado tanto por laguerra fría (iniciada en 1947), cuantopor el declive del boom económicoligado a dicha posguerra (declive quese torna crítico a mediados de losaños 50). Esto, para no hablar deaquellos paréntesis democráticos, aveces prolongados; o, por lo menos, deesos destellos de democracia que casitodos nuestros países han atisbadofugazmente, incluso en áreas tancríticas como las de Centroaméncao el Caribe. En algunos casos, talesexperiencias democráticas parecieranhaber sido bastante más intensas ydinámicas de lo que hoy solemosimaginar. Con referencia al Brasil decomienzos de los años 60, porejemplo, Daniel Aarão Reis Filhoformula la reflexión siguiente:

"Es interesante constatar que lacoyuntura de 1961 a 1964 registrael nivel de democratización máselevado de nuestra historiarepublicana; sólo hasta entonces lostrabajadores conquistaronefectivamente una posición inéditay realmente se colocaron comointerlocutores. Por más que unopueda formular reservas sobre laconsistencia de las propuestaspolíticas o sobre las formas de luchao la organización interna delmovimiento social de los trabajadoresurbanos y rurales, el hecho es quehubo en esta coyuntura unmovimiento inédito. Trátase, por lodemás, de un periodo poco estudiadoo estudiado de manera injusta, loque tal vez se deba a que, por razonesenteramente diferentes, tanto el PCBcomo la 'nueva izquierda' surgidadespués de 1964, decidieron opretendieron decidir olvidarse de lasexperiencias de este periodo."(GARCIA, 1986, p. 20-1.)

Sea de esto lo que fuere, la verdad esque no sólo en el movimiento real dela historia, sino también en el de lasideas, la cuestión de la democraciajamás dejó de plantearse en laLatinoamérica contemporánea. En estesentido, no es un azar que uno de loslibros fundamentales de nuestramoderna sociología — surgida en elturbulento clima de los años 60 — sellamase precisamente La democraciaen México: su autor, como todos losaben, es Pablo González Casanova(1965)1. Y tampoco es fruto de lacasualidad el hecho de que en esaespecie de vademécum de la sociología

*El presente ensayo ha sido escrito como parte de mis actividades de profesor visitante delInstituto de Estudos Avançados de la Universidad de São Paulo (USP), cuy o gentilauspicio agradezco. Mayo-junio de 1987.

1 Desde entonces hasta ahora (1987) la obra ha tenido 17 ediciones, la ultima con un tirajede 10 mil ejemplares.

radical latinoamericana ylatinoamericanista, que James Petrasy Maurice Zeitiin publicaron a finalesde la década de los 60 con el títulooriginal de Latin America, reform orrevolutions? (1968), la interrogaciónsobre la democracia (o sobre suausencia) en la región, tambiénestuviese presenteII.

De todos modos, la búsqueda dedemocracia no es algo ajeno a lacultura latinoamericana, a sustradiciones, valores y luchas. Antesque a una supuesta verdad reveladaúnicamente en los años 70, antes quea una suerte de epifanía provenientede los textos de algún Castoriadis oun Leffort, la democracia en AméricaLatina se asemeja más bien al mar delfamoso poeta francés: "toujoursrecommencée"... Y en este sentidoguarda, como es natural, un estrechoparangón con otro de nuestros grandestemas y problemas: el de lamodernidad. Desde hace por lo menosun siglo que venimos entrandovertiginosamente en ésta (no se olvideque el movimiento modernistahispanoamericano, por ejemplo, datade finales del siglo pasado), de lamisma forma en que venimostransitando desde entonces hacia lademocracia. Sólo que una especiede maldición o hechizo pesa sobre elsubcontinente, haciendo que estos dospreciados bienes terminen siemprepor escapársenos.

No obstante, sería absurdo desconocerque el problema de la democracia(como el de la propia modernidad), seplantea ahora en términos nuevos,diferentes de los de hace 20 ó 40 años.El contexto internacional ha cambiadoy la fisonomía de nuestros paísestambién; tenemos una experiencia

política mayor aunque nonecesariamente más alentadora;nuestras pautas culturales han sufridomuchas modificaciones, aunque quizásmenos de lo que solemos imaginar. Yes verdad que, así como el temarecurrente de los años 50 y 60 fue eldel desarrollo, el asunto privilegiadoen la actualidad es el de la democracia,Con una similitud más: tal como enlos años 50 parecía un crimen, a lapar ético y teórico, preguntar de quétipo de desarrollo se estaba finalmentehablando (¡quién no sabía que eldesarrollo era el desarrollo, puro ysobre todo sin calificativos!), asimismoahora parece de mal gusto, por decirlo menos, preguntar hacia qué tipo dedemocracia se está exactamenteavanzando. En uno como en otro casonos encontramos frente a anhelos yposibilidades legítimos y reales, perotambién, no lo ocultemos, nosconfrontamos a un discurso que buscaconvertirlos en especies de entelequiasaristotélicas, que ningún procesohistórico concreto sería capaz dedeterminar. Aquellos procesos sinembargo existen y estasdeterminaciones también, y es mejorno asumir frente a ellos la actituddel avestruz, aunque sólo fuese con elfin de evitar sorpresas como las quenuestro propio desarrollo ha tenidoa bien depararnos hasta hoy.

Contextos de la "Transición"

Lo curioso, en todo esto, es queprácticamente ninguno de los millaresde artículos que en los últimos añosse han escrito sobre el tema de lallamada transición a la democraciaabordan el contexto mundial, regionaly nacional en el que ella vieneocurriendo. Y hablo de artículos, que

II Particularmente los artículos de Merle Kling y Maurice Zeitiin.

Los vientos que soplanactualmente en

Occidente sin dudano son los más

progresistas; son másbien radicalmente

antisocialistas yantitercermundistas,

por mucho que losteóricos occidentales

traten a veces dedorar aquella

pildora con eldiscurso suave,elegante y casi

escéptico, relativo a laposmodernidad.

no de libros, porque una de lasexpresiones más elocuentes de lacrisis del pensamiento latinoamericanoen la década actual consisteprecisamente en la incapacidad deplasmar nuestras inquietudes yproyectos en obras de grande o porlo menos mediano aliento. Pero ésteno es el tema del presente ensayo, asíque volvamos a la cuestión deaquellos contextos.

Tenemos, para comenzar, un datocrucial, en torno del cual parecierahaberse establecido una verdaderaconspiración del silencio: nosreferimos a la profunda derechizaciónde Occidente, notoria no sólo a nivelpolítico (Reagan, Thatcher, Nakasone,Kohl, Waldheim etc.), yeconómico-social (neoliberalismo aultranza, desmantelamiento delwelfare state etc.), sino también anivel ideológico-cultural, como en otrolugar lo hemos tratado dedemostrarl. Los vientos que soplanactualmente en Occidente sin dudano son los más progresistas; son másbien radicalmente antisocialistas yantitercermundistas, por mucho quelos teóricos occidentales traten aveces de dorar aquella pildora con eldiscurso suave, elegante y casiescéptico, relativo a laposmodernidad2.

Un segundo dato en el que poco seinsiste es el de que los paísesimperialistas, que ciertamente no

están en recesión en este momento,registran, en cambio, tasas muymodestas de crecimiento económico3.Ello les impide resolver problemascomo el de su propia desocupación(cerca de 20 millones de paradossólo en Europa Occidental), a la parque los vuelve xenófobos (odio a losemigrados de la periferia que estánquitando el trabajo a los nacionalesde Europa, Estados Unidos y Japón),e inflexibles en sus relacioneseconómicas con los paísessubdesarrollados, con todas lasconsecuencias políticas que elloimplica, dada la profundización denuestra dependencia. Y es que, comoobserva Jair Pereira dos Santos conpalabras sencillas pero pertinentes, lapropia posmodernidad tiene suderecho pero también su envés:

"La riqueza postindustrial es en granparte financiada por los países en víasde desarrollo, puesto que elcapitalismo avanzado se ha vueltotransnacional Vienen para acá lasindustrias pesadas y sucias (acero,automóviles); permanecen allá lasligeras y limpias (electrónica,comunicaciones). Su control socialpuede ser soft (blando, mediante laseducción), pero el nuestro tieneque ser hard (moderno, duro, policial,a base de garrotazos)." (SANTOS,1986, p. 100-1.)

En tercer lugar, está la crisiseconómica de América Latina,

1 Cf. Agustín Cueva en: "Tiempos conservadores. América Latina en la derechización deOccidente" (1987).

2 Cf. a este respecto, p.e., Jean-Francois Lyotard en: "La condición posmoderna" (1984),y o, Gianni Vattino: "El fin de la modernidad. Nihilismo y hermenéutica en la culturaposmoderna" (1986). Para un punto de vista más crítico puede consultarse el artículo deFredric Jameson: "Pôs-modernidade e sociedade de consumo" (1985).

3 Cf. Banco Mundial/Fundação Getúlio Vargas: Relatório sobre o desenvolvimento mundial,1986 (São Paulo), donde se habla de una "tímida recuperação" de la economía occidental.Según estimaciones del propio Reagan (19-X-87), la economía estadounidense crecerá enun 2.5% en 1987.

paradigmáticamente expresada enel voluminoso endeudamiento externoque ahoga a todos nuestros países.Aquí nos limitaremos a observarque nadie atisba hasta ahora salidaalguna para dicha crisis, sobre todo araíz del estrepitoso fracaso del HanCruzado brasileño. Un preinforme dela CEPAL sobre el panoramaeconómico de América Latina en1987 prevé que el producto internobruto de la región crecerá a un ritmosignificativamente inferior al de 1986y que, "en todo caso, las tasas decrecimiento (de la mayoría de lospaíses del área) aparentementeconvergerán a niveles moderados, sino mediocres" (EL DÍA, 1987, p. 22).

Por último, no hay que olvidar algoque pareciera ser la evidencia misma,pero que a pesar de ello termina porsumergirse en la más profundaamnesia: las fuerzas de izquierda,propulsoras de cambios estructuralesverdaderos, sufrieron en los años 60 ysobre todo en los 70 una severaderrota a manos de las dictadurasmilitares en un gran número de países,especialmente sudamericano, hechoque transformó completamente elpanorama político de la región. Enparticular — y en ese orden demagnitud de la derrota — hay quemencionar los casos de Argentina,Brasil, Bolivia'e Uruguay (Chile,donde ni la más feroz represiónpinochetista consigue doblegar a laizquierda, constituye desde luegouna excepción).

Como dice el sociólogo Augusto Varas,aunque desde una perspectiva muydistinta de la nuestra, tales dictadurasconsiguieron "la marginalización y/o elaislamiento de las fuerzas antisistema"(antisistema capitalista se entiende), el"asilamiento de ideologías de corte

fundamentalista" (sic), la "derrota del

ideologismo" (hay que suponer que elde izquierda) y la emergencia deperspectivas más pragmáticas einstitucionalistas" (VARAS, 1986). Endefinitiva — y esto es obviamente unaconclusión nuestra y no de Varas —esas dictaduras realizaron algo queperfectamente podría ser el programade restauración político-institucionalde la administración Reagan.

A este nítido triunfo de las fuerzasprosistema (burguesía, militares,actitud pragmática en vez de crítica,marginamiento de las ideologías deizquierda), es a lo que denominamoscondiciones conservadoras detransición. Y ello, porque no se tratade un simple cambio de nuestracultura política (como reza eleufemismo en boga), sino,esencialmente, de un cambio muymarcado en la correlación de fuerzassocio-políticas.

Principales Posiciones Teóricas

En la América Latina de hoyencontranos, como es natural, lasmás diversas posicionesteórico-políticas con respecto alproblema de la democracia, dentrode una constelación ideológica queademás varía significativamente enrazón del país concreto al que nosrefiramos. Empero, creemos noviolentar demasiado la realidad siagrupamos aquellas posiciones encuatro rubros principales.

Existe, en primer lugar (y cada díacon mayor fuerza), una corriente depensamiento conservadora, encabezadaa nivel continental por dos escritoresde enorme prestigio: Mario VargasLlosa y Octavio Paz. Lo medular desus ideas sobre el tema se hallarecopilado en el libro América Latina:desventuras de la democracia, escrito

con la colaboración de dieciochointelectuales de diferentes países dela región. En México, dicha corrientese agrupa en torno de la revista Vuelta,dirigida por el propio Paz, y tiene sumejor exponente en la materia en lapersona del politólogo EnriqueKrauze. Su libro Por una democraciasin adjetivos, que adquirió súbitanotoriedad en 1986, ligado a la oleadaderechizante que se formó en tornodel Partido de Acción Nacional (PAN),revela con su sólo título una de lasprincipales aspiraciones delconservadurismo latinoamericano:que la democracia no recibaadjetivos; es decir, que seaconcebida como una esferaexclusivamente política, carentede determinaciones exteriores ydesvinculada de todo sustratoeconómico y de cualquier dimensiónhegemônica. En palabras de Krauze:

"La democracia busca la libertad yla igualdad políticas, igualdad departicipación, influencia y vigilanciasobre decisiones políticas. En estesentido, la democracia es un objetivodistinto de otros, no menosimportantes: igualdad material,bienestar, paz, seguridad, orden,fraternidad etc..." (KRAUZE, 1986,p.81.)

Prácticamente desconocido fuera deMéxico, Krauze fue sin embargocanonizado por Mario Vargas Llosacomo uno de los poquísimos autoreslatinoamericanos (junto con GabrielZaid) que han superado "eloscurantismo ideológico" y "hanproducido espléndidos trabajos deactualidad política y económica"(BENEDETTI e VARGAS LLOSA,1984, p. 50). Opinión que tal vez norevele mayor competencia en lamateria por parte de Vargas Llosa,aunque sí testimonia sobre la

agresividad y el desparpajo con semaneja y pontifica el pensamientoconservadorIII.

Si la tesis de Krauze se centra en ladefensa de una democracia sinadjetivos, opiniones como la delprofesor Albert O. Hirschman insisten,en cambio, en la democracia sincondiciones. Cito a continuación unpasaje de un conocido artículo suyo:

"Una manera especialmente perniciosade reflexionar en el fortalecimiento dela democracia (porque puede ayudara debilitarla, como ha sucedido en elpasado) consiste en enumerar lascondiciones estrictas que han desatisfacerse para que la democraciaexista: por ejemplo, que debe haberun crecimiento económico vigorosoy una mejor distribución del ingreso;que la autonomía nacional debeafirmarse. . ." (HIRSCHMAN,1986, p.28.)IV

Posición que no puede ser másexpresiva de cómo, para elpensamiento conservador, no sólo latradicional tesis socialdemócrata deuna democracia adjetivada (social) seha tomado perniciosa, sino queigual ocurre con los más clásicosplanteamientos de la CEPAL, comolos que Hirschman rebate. Sé muy

bien que Hirschman no es un autorlatinoamericano, mas no es por azarque dicho texto ha sido tan difundidoen nuestros países.

En segundo lugar tenemos aquellacorriente que tiende a ser lapredominante en el plano teórico,por la sencilla razón de que ya lo esen el plano político, al menos enSudamérica: nos referimos, como esobvio, a la corriente socialdemócrata.No se olvide, por lo demás, que eneste momento ella controla por lomenos el 80 por ciento del aparatoburocrático encargado de orientarla producción de nuestras cienciassociales.

Esta tendencia, de la que FernandoHenrique Cardoso es el exponenteintelectual más brillante en elcontinente, ha producido infinidadde textos, de los cuales señalaremosdos antologías, a título de ejemplo:Autoritarismo y alternativas popularesen América Latina4 y Caminos de lademocracia en América Latina5. Elpensamiento de los autoressocialdemócratas no es desde luegohomogéneo; pero es un hecho quehoy el sector más productivo ymilitante respecto del tema quevenimos analizando proviene,

III En el campo de las ciencias sociales, ese pensamiento ha sido casi nulo o extremadamentepobre, sobre todo en los países de lengua española. Se comprende por eso la euforia conque ha sido recibido el libro EL otro sendero, de Hernando De Soto, con prólogo de MarioVargas Llosa (Ed. Oveja Negra, Bogotá, Colombia, 1987; la edición peruana apareció unaño antes). El trabajo de Hernando De Soto tiene sin duda una calidad y una consistenciamucho menores de lo que sus coidearios le atribuyen, pero ciertamente está a kilómetrosde distancia de las mediocridades a que nos tenía acostumbrados, por ejemplo, un CarlosRangel (El tercermundismo, Del buen salvaje al buen revolucionario, etc.).

IV Fue publicado en portugués por Novos estudos CEBRAP, número 15, julho de 1986, conel título de "A democracia na América Latina: dilemas".

4 De varios autores, Ediciones FLACSO, Colección 25 aniversario, San José, Costa Rica,1982.

5 Fundación Pablo Iglesias (varios autores), Editorial Pablo Iglesias, Madrid, 1984.Cf. especialmente el cap. VI, dedicado a "La política".

desafortunadamente, de las posicionesmenos progresistas. Localizado en elCono Sur, especialmente en Chiley Argentina, su actitud está muyinfluida por tres órdenes de factores:

a) En el caso chileno, dicho sectorse enfrenta a una alternativamarxista vigente, a la que combatecon esmero.

b) En el caso argentino, tiende aatribuir la frustración histórica delpaís a un extremismo que, sinembargo, fue la última expresión yno la causa de problemas másprofundos que sistemáticamente seevita analizarv.

c) En ambos casos, la corrientesocialdemócrata está integrada porun núcleo de ex-marxistas, inclusoex-comunistas.

Esta constelación de factores llevaa que trabajos como los de TomásMoulián, Ángel Flisfich, Manuel A.Carretón, José Aricó, Juan CarlosPortantiero o Marcelo Cavarozzi6,además de limitarse a la defensa deconcepciones estrechamente liberalesde la democracia, estén impregnadosde un reiterado antimarxismo, dentrode un proyecto de desmontar hastaen sus últimos detalles y consecuenciasla visión de América Latina que laizquierda revolucionaria — e inclusola reformista o populista —construyeron a lo largo de este siglo.

La tercera corriente quemencionaremos es la eurocomunista,con respecto a la cual hay poco quedecir. Ella no dispone de ningún

aparato institucional tanimpresionante como el que sirve deinfraestructura a los conservadoresy a los socialdemócratas, ni estáen la cresta de una onda políticaascendente, cual es el caso de estosúltimos en América Latina y de losprimeros en el Occidente en general.

Por lo demás, en regiones comoAmérica Central el eurocomunismocarece de espacio, en la medida en queel lado izquierdo está ocupado por lasdiferentes tendencias revolucionarias,al mismo tiempo que en el Cono Surparece condenado a ser una variantepobre y superada de lasocialdemocracia.

En tales condiciones, la vertiente deinspiración eurocomunista hacontribuido al debate más por elvalor individual de algunos de susexponentes que por el vigor comocorriente teórico-política. Melimitaré a citar como ejemplo doslibros, tan brillantes cuantocontrovertibles: La democraciaausente, del mexicano RogerBartra (México, 1986), y Ademocracia como valor universale outros ensaios, de Carlos NelsonCoutinho (Rio de Janeiro, 2a ed.,1984.)

Queda, en cuarto lugar, la corrienteque denominaré del pensamientoradical (antimperialista y en generalmarxista), ligada al movimientorevolucionario latinoamericano. Aella pertenecen, para comenzar, lostrabajos directamente derivados de laexperiencia centroamericana, que son

V Al menos por la mayor parte de los sociólogos argentinos; lo cual no impide que hayaestudios de gran lucidez sobre la Argentina contemporánea, como el del investigadoringlés Richard Gillespie en: "Soldados de Perón. Los Montoneros" (1987).

6 Cf., p. e., A. Flisfich, N. Lechner y T. Moulián: "Problemas de la democracia y la políticademocrática en América Latina", en A. Flisfich et alii: Democracia y desarrollo en AméricaLatina (1985), y o M. Cavarozzi: Autoritarismo y democracia (1983).

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innumerables. A simple título deejemplo mencionaremos La revoluciónen Nicaragua. Liberación nacional,democracia popular y transformacióneconómica (México, 1985), librocolectivo que recoge críticamente laexperiencia de la revoluciónmencionada, o Perfiles de larevolución sandinista, de Carlos M.Vilas (Cuba, 1984). Sólo que estetipo de trabajos son frecuentementediscriminados dentro del debate sobrela democracia, en la exacta medidaen que la ideología conservadoraconsigue imponer ciertos clisés comoevidencias: "no puede haberrevolución democrática, puesto quetoda revolución es perversa", "nopuede haber democracia revolucionariaya que la democracia no tieneadjetivos". Aún así, dicha corrienteradical sigue produciendo una vigorosareflexión en muchos países, inclusofuera del área mencionada. Citemos,siempre en calidad de ejemplo, obrascomo El poder al pueblo, de PabloGonzález Casanova (México, 1986), o,para el caso brasileño, los estudiosde Octavio Ianni7 y FlorestanFernandes8 o, con menor repercusióninterna, los últimos ensayos de RuyMauro Marini9.

Tales son, a nuestro parecer, lasprincipales corrientes en vigor, conla necesaria aclaración de que ellas noconfiguran compartimientosrigurosamente estancos. Todasparticipan, aunquecontradictoriamente, de un

mismo espacio cultural, con unbuen número de referencias comunes;en algunos casos, como el de latendencia socialdemócrata y laeurocomunista, ellas se recortan comocírculos secantes. Y hay autores,muchas veces notables, que se ubicanen la intersección de hasta tres deesas corrientes: las que acabamos demencionar más la radical. Sería elcaso, por ejemplo, de FranciscoWeffort, si nuestra lectura de susvaliosos textos no nos engaña.

La Crisis de Identidad

En un artículo intitulado "Pactosocial nos procesos dedemocratização: a experiencialatinoamericana", Norbert Lechnertuvo el acierto de plantear algunascuestiones relativas al momentoactual de América Latina que confrecuencia se dejan de lado o, lo quees más probable, ni siquiera seperciben con nitidez. El autor advierteque durante los años de dictadurase produjo una "erosión de lasidentidades colectivas" (LECHNER,1985, p. 34), y que, por ende, lacrisis que atravesamos consiste(además de todo lo que ya se sabe)en una "pérdida o, por lo menos,una renovación del significado de lasidentidades colectivas' (Idem, p. 29).Luego apunta que hay una "crisis desentido" para enseguida señalar que,por lo tanto, "la negociación relativaa las instituciones formales se basa,

7 Sobre el tema específico cf., p. e.t "A nova república do Brazü", que aparecerá en laedición brasileña de Tiempos conservadores: América Latina en la derechizacion deOccidente, (ver nota 5), en prensa.

8 Por ejemplo, o libro Que tipo de república (1986). América Latina en la derechizacion deOccidente.

9 Cf. p. e. su artículo "A nova democracia latino-americana", en el periódico: Humanidades(1987).

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así, en una producción de unsentido de orden" (Idem, p. 30).Finalmente concluye que:

"Si entendemos por democracia nosólo un sistema formal y nosreferimos, en la perspectiva de lasoberanía popular, a lademocratización como unproceso de subjetivación, entoncespodríamos ver tal vez en lanegociación un mecanismo deconstitución de sujetos." (Idem, p. 30.)

No sé si alguna vez en algún lugar dela tierra alguien consiguió constituirsujetos a través de la negociación,o si ésta sirve más bien para adaptarlos sujetos a condiciones estructuralesdadas o, en la mejor de las hipótesis,para pactar algunos reacomodos yafinamientos que faciliten taladaptación. Más adelante volveremossobre este tema; entre tanto, convienedestacar nuestro acuerdo con lasdemás observaciones de Lechner, delas que aprovecharemos para extraernuestras propias conclusiones.

a) Es verdad que las dictadurasmilitares no sólo consiguieron

desarticular — en mayor o menorgrado, según el país del que setrate — las institucionesdemocráticas y las organizacionespolíticas y parapolíticas de laizquierda, sino que además lograronerosionar las identidadescolectivas de los actoresderrotados. Y estos derrotadosfueron, en el plano político,fundamentalmente dos: elmarxismo revolucionario y, enmenor escala, lo que aún quedabadel populismo progresista(populismo de izquierda, si cabeel término). La victoria, en todoslos casos, fue del sector monopólicodel gran capital.

b) Es verdad, asimismo, que desdeentonces pasó a plantearse elproblema de forjar un nuevosentido del orden, modelarnuevos actores y construir unanueva subjetividad o cultura.Cosas que fueron ocurriendo demanera lenta y a la vez tortuosa,mas no en el vacio sino sobre labase de la nueva correlación defuerzas creada tanto por elcontundente triunfo de lasburguesías a nivel local, cuantopor el contexto mundial a queya nos referimos.

Para quienes no lo tengan presente,conviene recordar que en 1976, porejemplo, casi no existía país alguno deAmérica Latina libre de algún tipo dedictadura militar, con el agravantede que, incluso las dictaduras en ciertosentido progresistas, como las dePerú, Ecuador y Honduras, habíanvirado ya a la derecha. Sólo a partir de1977-78 las masas del continentecomenzaron a recuperar la iniciativa,aunque en muchos casos (sobre todoen América del Sur) la capacidadpopular de automovilización estuvobastante por el encima del nivel

Para quienes no lotengan presente,

conviene recordar queen 1976. por ejemplo,

casi no existía paísalguno de América

Latina libre de algúntipo de dictadura

militar, con elagravante de que.

incluso las dictadurasen cierto sentido

progesistas, como las dePerú, Ecuador y

Honduras, habíanvirado ya a la derecha.

Sólo a partir de1977-78 las masas del

continente comenzarona recuperar la

iniciativa, (...).

organizo propiamente tal. Y es quesus anteriores organizaciones, cuadrosy aparatos habían sido destrozadoso reducidos a su mínima expresión,al mismo tiempo que su tradición(cultura política) fue cortada odistorsionada por la verdaderacontrarrevolución cultural que lasdictaduras emprendieron con variableéxito. No olvidemos, por lo demás,que este período contrarrevolucionariocoincide con el momento de unvertiginoso desarrollo de los massmedia en Latinoamérica, quetransforma con bastante profundidadnuestra cultura de masas,

En tales condiciones, el ritmo de lasaperturas y negociaciones se anticipócasi siempre al ritmo de reorganizacióny de recomposición de la identidadpolítica autónoma de las masas; locual no quiere decir, en modo alguno,que tales aperturas hayan sido ajenasa la presión popular. Pero si fue elcelebrado momento (celebrado porquienes no querían ver a esas masaspolitizadas) de la espontaneidad: aquellapso, finalmente breve, en que los"nuevos movimientos sociales"(TOURAINE, 1982, cap. VI), en elsentido tourainiano del término,parecían remplazar definitivamente alos "viejos" movimientos políticos.Situación que no tardó en revertirse,como el propio Touraine (1986, p. 12)lo reconoce10, mas sin que estosignifique que los movimientospopulares hubiesen recuperado latotalidad del tiempo y la identidadperdidos. La burguesía, en cambio,aparecía remozada en el mejor estilosocialdemócrata, reorganizada y conun gran poder de convocatoria, comose nos enseñó a decir (antesllamábamos a eso poder de

manipulación). Cosa poco común enAmérica Latina, esa burguesía inclusoapareció revestida de hegemonía (enla también flamante acepción deltérmino), palpable a través de sucapacidad de cooptación de muchossectores hasta entonces rebeldes denuestra intelectualidad.

Y es que en América del Sur, sobretodo, esta intelectualidad había sidoobjeto de un doble tratamiento. Deun lado, la más brutal represión:asesinatos, prisiones, tortura, exilio,desmantelamiento de aquellos núcleosculturales (sobre todo universitarios)donde se producía una ideologíaanticapitalista y antimperialista Deotra parte (lado carrot de lahistoria), un gran apoyo financiero quelas principales fundaciones capitalistasdieron para la creación de institutosprivados de investigación que con eltiempo vendrían a remplazar, en laproducción y difusión de las cienciassociales, a aquellas instancias víctimasde la represión. Nacía así esa extensared de los que luego se autocalificaríande centros de excelencia, torres demarfil libres incluso del bullicioestudiantil, y que no tardarían engenerar e institucionalizar una enormeburocracia académica continentalencargada, entre otras cosas, deobliterar todos los conductos de unpensamiento crítico que hastaentonces había sido la característicamás relevante de la intelectualidadlatinoamericana (crítico de lasestructuras vigentes, claro está).

¿Fin del "Fundamentalismo"?

En efecto, y contrariamente a lo quea veces se piensa, la vía prusiana ojunker no genera en los países

10 "En 1985, os atores políticos dominan claramente sobre os atores sociais" en "Aspossibilidades da democracia na América Latina" (1986).

dependientes una intelectualidadsumisa y conformista. Al contrario — yel ejemplo de América Latina loatestigua — tal vía tiende a engendrar,como reacción contra ella, fuertescorrientes jacobinas, tercermundistas,leninistas. A menudo el propiomarxismo no es (o por lo menosno fue) sino la culminación de talescorrientes: noventa por ciento de loslatinoamericanos de izquierdaseguramente fuimos primero jacobinosy tercermundistas, luego leninistas (aveces avant la lettre) y sólo al final, yno siempre, marxistas. Todo ello,mezclado a dosis mayores o menoresde populismo, fenómeno al que luegonos referiremos con más detenimiento.

Ahora bien, si algo ha impedido queel marxismo se socialdemocraticefácilmente en América Latina, esjustamente la existencia de aquellosingredientes que, por así decirlo,han constituido la sal de la tierrade los movimientos revolucionarioscontemporáneos y, desde la otraorilla, el principal dolor de cabezade nuestros teóricos europeizantes11.Es natural, entonces, que el proceso desocialdemocratización de AméricaLatina, y por ende del marxismo dela región o de lo quede de él, pasepor un empeño de erradicación deaquellas raíces. ¿ De qué manera vieneesto ocurriendo?

En primer lugar mediante lainvención de un pasado mítico,aunque reciente, en el cual los héroesde ayer son convertidos en los villanosde hoy. Gracias a este trastrocamientode papeles, la izquierda marxista

aparece como la principal culpablede los golpes de Estado ocurridos enlas décadas de los 60 y los 70, por másque en muchos casos sea inclusocronológicamente evidente que susacciones armadas fueron una respuestaal golpismo burgués y, por lo mismo,no constituyeron una provocación sinomás bien un acto de resistencialegítima contra la militarización de losEstados latinoamericanos. En el casobrasileño, por ejemplo, Weffort esenfático en señalar que:

"Aunque las simpatías por larevolución cubana vengan desde susinicios, en 1959, las acciones armadasde la izquierda (brasileña, A.C.) sóloempezaron nueve años después, en1968. Su preparación es posterior alDecreto Institucional Nº 2, de 1965,que disuelve los partidos políticos dela democracia de 1946 (...) Pretendodecir que, cualquiera haya sido suretórica, la lucha armada de aquellosaños tenía el sentido de una luchade resistencia. Y se dio no porqueen Cuba hubiese un régimen socialista,sino porque había en el Brasil unrégimen militar." (WEFFORT, 1986,p. 81.)

Y el mismo autor, que está lejos deabrigar simpatías por el PartidoComunista de su país, reconoce que:

"En todo caso es un hecho que,siempre que las circunstanciaspolíticas les permitieron, loscomunistas trataron de ceñirse a lasreglas del juego democrático. Estoocurrió especialmente después de1954, lo cual les aseguró una posición

11 Como escribió alguna vez Torcuato di Telia: "El problema, para quienes profesan valoresmás universalistas, es cómo adaptarse a las ásperas realidades del populismo". En la"tanda de partidos populista" que enumera di Telia están incluidos, desde luego, lospartidos de Lenin, Mao y Fidel Castro Cf. Gino Germani, Torcuata S. di Telia y OctavioIanni en: "Populismo y contradicciones de clase en Latinoamérica" (1973), esp. p. 70,71 y 82.

de activa participación en defensa dela legalidad democrática en 1961.También es cierto que después de1964 buscaron siempre caminosdemocráticos para oponerse alrégimen militar." (Idem, p. 79.)

Pero hechos como estos, que para loshombres honestos de la generaciónde Weffort constituyen una evidencia,no necesariamente lo son para losjóvenes de hoy, mal informados conrespecto a lo que de veras sucedió,pero saturados por las imágenes dela leyenda negra sobre el marxismo ylos marxistas de los años 60 y 70:terroristas, fundamentalistas,golpistas de izquierda, ideologistas,atrasados, antidemocráticos...Adjetivos que hasta se llegan a aplicara la experiencia de la Unidad Popularchilena, en Una suerte de trágicaironía, pues, si de algo pecó aquellavía, fue exactamente de un excesode confianza, no en la democracia asecas, pero sí en la democraciaburguesa que existía en Chile.

Ideológicamente cercado, sometido acuarentena, el marxismorevolucionario viene sufriendo,simultáneamente, un proceso deestrangulamiento teórico que comenzócon una primera operación quirúrgica:la extirpación del leninismo. Si enEuropa Occidental esta operaciónsirvió para limpiar al marxismo hastade las más leves aristas revolucionarias(recuerdos jacobinos inclusive), entrenosotros se la viene usando, además,para resquebrajar nuestra concienciatercermundista. No es una casualidadque el pensamiento conservador, desdeVargas Llosa hasta E. Krauze, insistaen que la europeización de la izquierdalatinoamericana es poco menos queun requisito del proceso civilizatorio:

"Entre los intelectuales europeos deizquierda ha tenido lugar un saludablereplanteamiento, pero en AméricaLatina la mayoría baila aúnobedeciendo a reflejos condicionadoscomo el perro de Pavlov. "(BENEDETTI e VARGAS LLOSA,1984, p. 48, nota 14.)

"(Es necesario) una izquierda queevolucione hacia formas europeas —españolas — de acción y pensamiento."(KRAUZE, 1986.)

¿ Civilización vs. barbarie? La viejaantinomia de Sarmiento ciertamenteno es ajena a este tipo de reflexión.Pero la arremetida contra el marxismorevolucionario no proviene sólo delconservadurismo strictu sensu. Si haciamediados de la década de los 70 lateoría de la dependencia, por ejemplo,era criticada desde su flanco izquierdo,en nombre de la teoría delimperialismo, un quinquenio mástarde las críticas eran ya abiertamentesocialdemócratas o eurocomunistas,en nombre de la "interdependencia"y de la perspectiva de los supuestos"países capitalistas de desarrollomedio". Además, a esas alturas, elnacionalismo antimperialista dealgunos sectores de la izquierda ibaconvirtiéndose, grotescamente, enpuro y llano patrioterismo. Conbastante retraso acababan de descubrir¡ la "cuestión nacional"!

El resto del proceso teórico es másconocido. Empezó con críticas y"autocríticas" a desviaciones delmarxismo tales como el"economicismo" o el "reduccionismoclasista"12; críticas que hubierantenido toda razón de ser si en verdadhubieran sido lo que aparentabany no lo que en verdad fueron: unpretexto para arrojar el agua sucia de

12 Cf. p. e. el trábalo ya clásico de Ernesto Laclau: "Política e ideología en la teoríamarxista" (1978).

la bañera con niño y todo. En lacrítica al "economicismo" se fue tanlejos, que hasta las más palmaríasdeficiencias de Gramsci en el análisiseconómico fueron rescatadas a títulode "error fecundo" (COUTINHO,1984, p. 72); a la vez que las clasesse volatilizaban en favor de los"movimientos sociales". El conceptode "lucha de clases", que ya empezabaa parecer de mal gusto, fue remplazadopor la oposición "Estado/sociedadcivil", mientras el propio proceso dedominación política pasó a seranalizado en términos de simple"hegemonía". La explicaciónestructural era, a su turno,remplazadas por los análisisculturalistas, de un nivel no siempreencomiable, helas!

De este modo, el problema estructuralde América Latina que, nos guste ono, sigue radicando en su condiciónsubdesarrollada y dependiente, quedócompletamente preterido. Seconvirtió, en el mejor de los casos,en un asunto técnico decompetencia de los economistas.Desesperada ante la ramplonería yfalta de vuelo de los dentistasque ella misma había contribuidoa crear, la propia burguesíalatinoamericana acabó por quejarse — por boca del cancillerargentino Caputto por ejemplo — dela falta de economistas de la talla deun Prebisch o alguien parecido. E,ironía del destino, tuvo que ser AlainTouraine el encargado de recordar asus discípulos criollos que seríabueno volver a vincular lo social conlo político:

"El proceso democrático vienedesarrollándose en muchos paísessin referencia a los problemas socialesmás urgentes. Resultado de lo cual,las expectativas depositadas en losgobiernos democráticos se ven

frustradas, lo que restituye muchafuerza a los movimientos de tipopopulista, a una política de masasque es peligrosa para la democracia(...) El éxito de partidos deizquierda como el PDT de LeonelBrizola, el nuevo partido socialista deMiguel Arraes, en Recife, o el PT,indica la necesidad de unarevinculación entre demandas socialese instituciones políticas."(TOURAINE, 1982, p. 12.)Esta revinculación se produjo, en elcaso brasileño, a través del PlanCruzado, hecho que permitió laaplastante victoria del PMDB ennoviembre de 1986. Alegría de pobre,como después se vio. El temor de queel PMDB se convirtiera en el PRIbrasileño no tardó en desvanecerseante el fantasma redivivo de LeonelBrizola, a medida que la crisis volvíaa mostrar sus raíces estructurales,más allá de los movimientosinerciales que los padres del Cruzadohabían tratado de refrenar.

El Fantasma (no exorcizado)del Populismo

Para quien no es brasileño resultauna situación paradójica, no exentade sarcasmo, ver a un país de 140millones de habitantes, que ademásgusta ufanarse de su modernidad así"como de ser la octava potenciaeconómica del mundo, marcandosu compás político y alterando suspulsaciones vitales en función de losgestos de un personaje al que losmarginados perciben como una suertede Llanero Solitario, mientras eloficialismo lo cataloga como un"caudillo bárbaro", portador del "caosy la irresponsabilidad". Brizola, aquien obviamente nos referimos,curiosamente no encabeza ningúnmovimiento armado ni pregona la

De este modo, elproblema estructural

de América Latina que,nos guste o no, sigue

radicando en sucondición

subdesarrollada ydependiente, quedó

completamentepreterido. Se convirtió,

en el mejor de los casos,en un asunto técnico de

competencia de loseconomistas.

revolución, no represente poderespecial alguno que no sea el de supropio verbo y, remate de laironía, es un partner normalmenteaceptado por la comunidadsocialdemócrata internacional.¿ En qué reside entonces supeligrosidad y en qué estriba suirresponsabilidad?

El problema que deseo destacar através del caso Brizola no es porsupuesto inédito en América Latinay remite a un complejo juego depapeles y de máscaras, en el cualnunca es fácil establecer de qué ladose sitúa la supuesta bastardía y de cuállado está la reivindicada legitimidad.¿ Quién representa mejor al país:aquellos políticos modernos queestudian sesudamente las formas enque ocurrieron los pactospolítico-sociales en los países de

Europa Occidental para aplicarlosen América Latina, o aquel caudilloque dice al pueblo que lasocialdemocracia que él practicasiempre habrá de conservar algo deesa "pimienta revolucionaria" que senecesita para construir el "socialismomoreno" en el Brasil?VI ¿Y quiénestá más cerca de la realidad: aquellosintelectuales ultrarrefinados que yapregonan el fin de la escuela, oaquel líder populista que casi reducesu programa político a lamultiplicación de construccionesescolares?

Para bien o para mal, la verdad es queel populismo siempre extrae suvitalidad de los estratos sumergidosde nuestro continente, de aquellascapas casi telúricas que el oficialismo,cuando no también cierta izquierdaeuropeizante, se empecinan en

desconocer. Como escribiera Martíhace casi un siglo.

"La incapacidad no está en el paísnaciente, que pide formas que se leacomoden y grandeza útil, sino en losque quieren regir pueblos originales,de composición singular y violenta,con leyes heredadas de cuatro siglosde práctica libre en los EstadosUnidos, de diecinueve siglos demonarquía en Francia (. . .) El buengobernante en América no es el quesabe cómo se gobierna el alemán o elfrancés, sino el que sabe con quéelementos está hecho su país ( . )La forma de gobierno ha de avenirsea la constitución propia del país."(MARTÍ, 1977, p 38-9)

El populismo resurge, pues, en laestricta medida en que las transicionesdemocráticas (igual que lasdemocracias fraudulentas delpasado) desvinculan intencionalmentelo social y económico de lo políticoo, lo que es peor, en la medida en quenuestras burguesías relacionan aquelloselementos de una manerahistóricamente perversa, quetiene más de chantaje que de pacto.En efecto, mientras en el conveniosocialdemócrata clásico (europeo) lasburguesías ofrecían ventajas materialesa las clases subalternas con el fin deconsolidar la vida democrática de susrespectivas naciones, en nuestrospaíses, las burguesías en lugar depagar, cobran: bajo la amenazaconstante de volver a dominar pormedio del terror dictatorial, esperanque las masas populares escarmentadasrenuncien a sus más elementalesderechos económicos y sociales. Poreso, en el caso europeo no se temíahablar de una democracia social; enel nuestro, lo que se busca es unademocracia absolutamente formal,sin adjetivos y sin condiciones. Así,

todo pacto social se torna imposible(ahí están los ejemplos de Brasil,Uruguay, Argentina o Bolívia) y lomás que puede lograrse es un obligadopacto político: una convergenciaantidictatonal para ser más precisos.

En los años 60, el populismo fuecriticado por sus insuficiencias, nopor la savia popular que circulaba ensus venas. Hoy, es vilipendiado por larazón estrictamente inversa: porquecon su retórica plebeya (jacobina aveces, tercermundista en otras) seencarga de recordarnos que no hemosdejado de ser pueblos pobres ycoloniales, morenos o mestizos deLatinoamérica. Aguafiestas del procesode occidentalización, el populismo deizquierda aparece además como undiscurso irresponsable en la medidaen que atenta contra la regla áurea dela actual democratización de AméricaLatina: pedir al trabajador que en loeconómico (o sea en susreivindicaciones salariales) secomporte como el nativo que enverdad es, pero que en lo políticoactúe como un auténtico ciudadanoescandinavo.

Por lo demás, cabe recordar quecuando ahora se habla de populismo,no siempre se está utilizando el términoen la acepción latinoamericanatradicional. Muchas veces se lo empleadesde un punto de vista neoliberal,para condenar cualquier modalidad de"welfare state"', en otras ocasiones,no pasa de ser un rótulo aplicadoa diferentes formas culturales de lasque se quiere abominar, como laliteratura social de los años 30 o lapoesía comprometida de la década del60. Se trata, en estos últimos ejemplos,de la mirada que la "posmodernidad"aséptica lanza sobre todo cuanto seaparte de un vanguardismo

estrictamente formal (COUTINHO,1984, p.l49)VII.

¿Subdesarrollo de ayer, Modernidadde hoy?

Otro dato que llama la atención dequien visita Brasil es la conviccióngeneralizada de su modernidad. Dichaconvicción se asienta, desde luego,en hechos tanto empíricos comoideológicos. Entre estos últimos, no espequeño el residuo del discurso de"héroe modernizador" que adoptarael régimen surgido de la "revolución"(sic) de 1964, discurso que por lodemás empalmó admirablemente conla ideología del "gigantismo" que laclase dominante brasileña cultivósecularmente. Pero junto a la retóricatenemos también los hechos objetivosque nadie puede negar: durante elperiodo 1965-84 el PNB per cápitabrasileño se incrementó a un ritmopromedio anual del 4,6%, sólocomparable, dentro de la órbitacapitalista, con algunos de losmilagros ocurridos en Ásia o enciertos países árabes. En este sentido,puede decirse que Brasil se comportóen dicho periodo más como un país"oriental" que "occidental".

Pero las razones de la fe en lamodernidad no terminan ahí. Asícomo a un mexicano no le pasa porla cabeza la idea de insistir en lamodernidad de su país por lasencilla razón de que el punto decomparación exterior esobligadamente Estados Unidos, a unbrasileño le parece evidente sucondición "moderna" en la medida enque el punto normal de referencia esParaguay, Bolivia o Uruguay. Y aúncuando se compara con la Argentina

carece de razones para sentirseatrasado: en 1929 el nivel de vida delos argentinos era 5 y media vecessuperior al de los brasileños; hoy seencuentran prácticamente a la par(SINGER, 1978, p. 1-10). ¿ Qué mejorprueba de modernización?

¿ Impresiones populares solamente, yopiniones detectables también en eldiscurso teórico, incluso de laizquierda? El texto siguiente, deCarlos Nelson Coutinho, ilustra bienuna idea compartida por buena partede la intelectualidad brasileña (notoda, por cierto):

"... el régimen posterior al 64modernizó definitivamente el país:y modernizar, aunque sea de un modoconservador, significa desarrollar lasbases objetivas sobre las que seasienta la posibilidad de construiruna sociedad civil efectivamenteautónoma. En esto radica, a miparecer, la contradicción fundamentalde los regímenes autoritariosmodernizadores pero no fascistas:tal como el aprendiz de brujo,desencadenan procesos quedifícilmente son capaces decontrolar después." (SINGER, 1978,p. 199.)

Más adelante me detendré a examinarhasta qué punto es verdad aquellahistoria de los militares-aprendicesde brujo. Por ahora, me limito aseñalar que la observación de Coutinhosobre la modernización del Brasilparece tan empíricamenteincuestionable cuanto teóricamenteengañosa. En efecto, ¿qué mismosignifica modernizar definitivamenteun país como Brasil? Obviamente,Coutinho no quiere decir con elloque Brasil alcanzó ya el pináculo del

VII Por esto, no deja de llamar la atención que Coutinho condene como "populistas" elrealismo social de Jorge Amado o la poesía comprometida de Thiago de Mello.

progreso — sería absurdo suponerlo —ni afirmar que es la primera vez queese país experimenta un proceso demodernización — lo que equivaldría adesconocer la historia. Y tampocotengo la impresión de que el autordesee significar que los militaresmodernizaron a tal punto el Estadoburgués, que tornaron irreversible elcarácter capitalista del Brasil. Puedeser que esto último haya en verdadocurrido y que la modernidadpolítica de los países más grandes deAmérica Latina consista finalmente enello. Sin embargo, la reflexión deCoutinho no parece encaminarse ental dirección, puesto que apunta máshacia la sociedad civil que hacia elEstado. ¿Se querrá decir, entonces,que algunas sociedades como labrasileña han dejado definitivamente

No quiero enfrascarme aquí en unadiscusión interminable sobre lo que eso no es el subdesarrollo; pero sí voya permitirme recordar algunos datossignificativos que, sin cuestionar en lomás mínimo el grado demodernización del Estado burguésen el Brasil, ponen en cambio en dudala supuesta robustez de la "sociedadcivil". En 1981, o sea antes de queestallara la última crisis regional,Brasil ocupaba, en términos de PNBper cápita, el quinto lugar entre lossiete países más grandes de AméricaLatina. Lo antecedían, en este orden,Venezuela, Chile, México y Argentina.El PNB per capita brasileño era apenassuperior a la media latinoamericana(2.048 dólares para América Latina y2.347 dólares para Brasil), media quea su vez representaba menos de lacuarta parte de la media del "PrimerMundo" (10.721 dólares en ese mismoaño) (FURTADO, 1986). Tres anosdespués, en 1984, la situación no sehabía modificado mayormente: Brasilocupaba el sexto lugar en AméricaLatina por su ingreso per capita(atrás de Venezuela, Argentina,México, Uruguay y Panamá) y en elmundo se ubicaba, según el mismocriterio, en el lugar número cincuenta.Francia tuvo aquel año un ingresoper capita cinco veces superior al deBrasil y los Estados Unidos ochoveces mayorVIII.

Y si nos detenemos a examinar algunosíndices de desarrollo social, lamodernidad de la sociedad civilbrasileña tampoco se impone comouna evidencia. En 1985, o sea despuésde realizado el milagro económico,la tasa de mortalidad infantil esexactamente igual en Ecuador y Brasil(67 por 1.000 en los dos casos); la

VIII Según datos del Banco Mundial /Fundação Getúlio Vargas en Relatório sobre odesenvolvimento mundial - 1986 (São Paulo).

esperanza de vida es mayor en elpaís andino (65 años para Ecuador,64 para Brasil); la tasa dealfabetización de adultos, tantopara hombres como para mujeres,es más alta en Ecuador que en Brasil(85% de hombres y 80% de mujeresalfabetizados en Ecuador, frente a 79%y 76%, respectivamente, en Brasil), yhasta las más recientes tasas deescolarización (periodo 1982-84)masculina y femenina son superioresen Ecuador que en Brasil (UNICEF,1987, p. 127). Conviene subrayar,por lo demás, que si se comparan estosindicadores de bienestar con los deCosta Rica o Cuba, el atrasoecuatoriano y brasileño en talescampos se torna más que evidente(UNICEF, loc. cit.).

Pero, más allá de estas diferencias,¿qué cabe pensar del desarrollolatinoamericano en su conjunto?Todo depende de cómo y con quienqueramos medirnos. Comparados connuestro propio pasado, sin duda hemosavanzado mucho: el PIB per capita deAmérica Latina, por ejemplo, seduplicó entre 1950 y 1975. Encambio, si nos cotejamos con lamedia mundial (digo bien mundialy no del Primer Mundo), nuestrodesempeño fue bastante mediocre:el PIB per capita de América Latinacreció en aquel lapso por debajo deesa media mundial (FURTADO, 1986,p. 18). Y nuestro gap con respectoal Primer Mundo desafortunadamenteaumentó desde la posguerra para acá,según el mismo indicador del nivelde vida. Además de que en algunoscampos, como los de la educacióny la salud, los últimos diez años nohan sido especialmente felices paraAmérica Latina. Alguien podría decir,haciendo de la miseria ironía, que elestancamiento en estos rubros revelalo bien que hemos superado el

populismo y otros tipos deasistencialismo y paternalismoestatales...

No es mi intención seguir echando aperder la fiesta de la modernidad(que todavía no acabamos de pagar,por lo demás), aunque sí consideronecesario llamar la atención sobre elhecho de que, a mi parecer, seguimossiendo países subdesarrollados. Lo cualquiere decir, por definición, quecontinuamos poseyendo una caramoderna y otra que ciertamente nolo es (la "Belindia " de la que hablanmuchos intelectuales brasileños), enuna relación simbiótica que lesconñere unidad. Doble faz engañifaque permite negar la existencia mismadel progreso en nuestros arrebatos decatastrofismo ultraizquierdista (de losque la obra de André Gunder Franksería la mejor expresión), o ver sólo"modernidad" y "modernización"por doquier, en momentosconservadores como los quevivimos hoy.

La Superexplotación "Revisitada"

En este contexto cabe preguntarse¿ qué sucede con las clases trabajadoras?¿ Existe o no existe la otrora tandiscutida sobre o superexplotación?Una vez más me gustaría retomar untexto de Coutinho, en el que esteautor polemiza con algunosplanteamientos de Rogério Freitasy Ruy Mauro Marini. In extensodice así:

"Al desarrollar necesariamente lasfuerzas productivas, la productividaddel trabajo social, el capitalismoprepara los presupuestos para que elaumento de la tasa de plusvalía puedadarse a través del crecimiento de laproductividad, y no de laSuperexplotación. En este sentido,

No es mi intenciónseguir echando a perderla fiesta de lamodernidad (quetodavía no acabamos depagar, por lo demás),aunque sí consideronecesario llamar laatención sobre el hechode que, a mi parecer,seguimos siendo paísessubdesarrollados. Locual quiere decir, pordefinición, quecontinuamosposeyendo una caramoderna y otra queciertamente no lo es(la "Blindia"de la quehablan muchosintelectualesbrasileños), en unarelación simbiótica queles confiere unidad.

ningún capitalismo — ni siquierael brasileño — conducenecesariamente, en todas susetapas, a una pauperización absolutade las clases trabajadoras y delconjunto de la población, tal comoFreitas parece suponer. Con elaumento de la productividad deltrabajo se vuelve siempre posible —dependiendo ciertamente del nivelde la lucha de clases — combinar unaumento de la tasa de ganancia conun aumento del salario real de lasclases trabajadoras o, másgeneralmente, combinar unaelevación de la tasa de acumulaciónmonopolista con una mejordistribución de la renta entre lossectores monopolistas y nomonopolistas. A menos queaceptemos las tesis catastrofistasy neoluxemburguistas de sectoresde la ultraizquierda, que afirman elcarácter estructural (y no sólocoyuntural) de la superexplotaciónde la fuerza de trabajo en elcapitalismo dependiente, el cualtendería necesariamente alestancamiento (por causa deuna limitación permanente de losmercados), tenemos que admitir quetambién el capitalismodependiente-asociado promueve unaumento de las fuerzas productivasdel trabajo social y, como tal, apartir de cierto punto, puedesatisfacer las demandas de aumentosalarial y de mejor distribución dela renta entre sectores monopolistasy no monopolistas." (COUTINHO,1984, p. 189-90.)

Para ir por partes, empecemos porseñalar nuestro acuerdo conCoutinho en el sentido de descartarla pertinencia de las tesisestagnacionistas, con la necesariaaclaración de que el padre de ellasno es precisamente Marini (que en

rigor ni siquiera las sostuvo en eltexto que Coutinho (1984) cita ensu nota de pie de página — nota 29,p. 190 —), siendo que más bien setrata, como Weffort lo hace notar,de tesis elaboradas por "figuras tanimportantes del pensamientoeconómico brasileño como unCelso Furtado, con su 'teoría delestancamiento' de la economíabrasileña" (WEFFORT, 1986, p. 82).

Central o periférico, autónomo odependiente, el capitalismo tiene, sinduda, un mecanismo inherente dereproducción ampliada que determina,entre otras cosas, el desarrollo máso menos continuado de las fuerzasproductivas. Hasta aquí estamos deacuerdo con Coutinho. Luego, esigualmente verdad que, en el planode la abstracción más elevada, resultaprácticamente imposible sustentar unateoría de la sobrexplotación. Sonvarios cientos, si es que no miles depáginas (entre ellas algunas nuestras),las que ya han sido escritas parademostrar las inconsistencias teóricasde conceptos tales como pagopermanente de la fuerza de trabajopor debajo de su valor, prolongaciónpermanente de la jornada de trabajo,etc. Sólo que, el hecho de que algono aparezca con nitidez en el planoteórico no demuestra que no existaen el plano histórico; al igual que ladependencia, la superexplotaciónpuede darse dentro de unaconstelación histórico-concreta sinque necesariamente refleje unalegalidad teórica inexorable.

Al momento de redactar estas líneas,casi veinte años después de escrito elfamoso texto de Marini, Dialéctica dela dependencia, tengo ante mis ojosla siguiente noticia periodística, quepor cierto no proviene de ningúnsector de la ultraizquierda:

"Los intereses del Japón para invertiren México se están volviendo cada vezmayores, según afirma la revistainglesa The economist Además deque este país podría convertirse enun gran abastecedor de petróleo paralos japoneses, también es consideradocomo una importante plataforma deexportación, que facilitaria el accesode Japón al mercado de EstadosUnidos. El salario mínimo mexicanodiario, debido al bajo valor del peso, esde cerca de US$ 3, equivalente a 420yenes. A ese precio, dice un banquerojaponés a la revista norteamericanaBusiness week, el trabajo esprácticamente gratuito." (Folha deS.Paulo, 1987, p.A-11.)¿ "Trabajo prácticamente gratuito" =superexplotación? Teóricamente laequiparación puede siempre discutirse,más ninguna controversia teóricapodrá echar tierra sobre la miseriareal. En efecto, si el salario mínimomexicano ha llegado a tales nivelesde pauperismo, el de Brasil es todavíapeor: menos de un dólar y medio pordía en la segunda quincena de juniode 1987. Como comenta el mismodiario en otra de sus notas:

"... Brasil posee uno de los salariosmínimos más bajos del mundo. Luegodel reajuste de 20%, el salario mínimopasa a valer apenas US$ 42,24 (pormes, A.C.), mientras en Argentinallega a US$ 140, en el Ecuador aUS$ 104, en Colombia a US$ 84,en Uruguay a US$ 74 y en el Perúa US$ 53." (Folha de S. Paulo,1987.)

¿Nos encontramos ante un problemaestructural o frente a una cuestiónmeramente coyuntural? Digamos que,para ser una coyuntura, es demasiadoprolongada. Me parece que se trata deun hecho por lo menos tendencial,dadas no tanto las características

teóricas (leyes) del modo deproducción capitalista, o delcapitalismo monopolista de Estado,sino más bien las modalidadesconcretas de articulación delcapitalismo en escala mundial, estoes, del imperialismo. En este sentido,creo que si algún error podemosdetectar en el mencionado texto deMarini a dos décadas de distancia,ese error no radicaría en lo de lasuperexplotación sino en lo que dicerespecto al subimperialismo: es ésteel que jamás se concretizo, por razonesque no es del caso entrar a discutiraquí. Brasil, México y la Argentina —los tres candidatos a la categoría depaíses subimperialistas -permanecieron, por ello, en unlugar bastante menos airoso de loque las tesis de Ruy Mauro dejabanentrever.

¿ Y el futuro? Por supuesto que nadaestá escrito fatalmente de antemano,aunque tampoco hay que hacernosla ilusión de que nos encontramosante una página en blanco. Latendencia a la superexplotación (meparece, hasta que alguien demuestrerazonablemente lo contrario) estáen la agenda de nuestras relacionescon los países imperialistas por lasencilla razón de que sinsuperexplotación no hay la másremota posibilidad de pagar la deudaexterna de América Latina (queactualmente bordea los 400 milmillones de dólares). Cosa sabidapor tirios y troyanos, desde el FMIque no en vano postula la másrigurosa austeridad, hasta lossindicatos del subcontinente queno por casualidad son unánimes enoponerse al pago de esa deuda.

Queda la incógnita referente al poderde la lucha de clases, esto es, a sueventual capacidad de revertir estay otras tendencias. En principio,

nada impide que tal reversión ocurra;sin embargo, no me parece habersignos convincentes de que, porlos menos en los países más grandesde América Latina, aquella luchaesté en una etapa ascendente.

El Autoritarismo como Tendencia

La discusión de temas como lamodernidad o la superexplotaciónno se agota obviamente en sí misma,sino que tiene que ver con el análisisde nuestras perspectivas políticas.Afirmar que por fin estamos viviendoen sociedades modernas, en las cualesel sistema no necesitará más recurrira la superexplotactón, es, para muchosautores, una laudable manera deafirmar que ha llegado la hora deconstruir democracias sólidas yestables, con respeto pleno a losderechos de la persona humana ycon justicia social. A la inversa, laexpresión de dudas sobre nuestramodernidad (que algunos quisieranver incluso como posmodernidad)

y la denuncia de la persistencia de unasuperexplotación son interpretadas, amenudo, como un claro indicio deenemistad hacia la democracia.

Sin embargo, personalmente no meacabo de convencer de que la mejormanera de servir a la democracia seatomando nuestros wishful thinkingspor realidades, ni que, en sentidocontrario, la búsqueda de la verdad,por triste que sea, pueda constituir unacto antidemocrático. ¿ O es que deveras se piensa que la democracialatinoamericana sólo puede asentarseen un espacio plagado de lagunasmentales, verdades a medias yambigüedades bien calculadas?

En este orden de ideas, la primeracuestión que no podemos soslayar esla de que las estructuras capitalistassubdesarrolladas engendran unautoritarismo tendencialhistóricamente comprobable (digobien tendencial y no fatal). Para elcaso de Brasil, por ejemplo, Francisco

Weffort observa lo siguiente, conmucha razón:

"La verdad es que en 160 años dehistoria independiente, Brasil no tuvola oportunidad de corroborar la tesisde que la democracia es la forma porexcelencia de la dominación burguesa.Si Marx hubiese sido brasileño, conseguridad habría dicho que ladictadura es la forma por excelenciade la dominación burguesa. Y tal vezhubiera dicho también que lademocracia es la forma por excelenciade la rebeldía popular." (WEFFORT,1986, p.67.)

A lo cual yo quisiera añadir que siMarx hubiese sido natural de cualquierotro país latinoamericano tampocohabría mudado substancialmente deopinión, y menos aún si le hubiesetocado nacer en Asia o África. Con suconocida ironía habría observado queDios no reparte el maná de lademocracia por igual entre sus hijos(para variar, a los blancos les hatocado más que a los pueblos decolor); y seguramente hubiera dichoque sólo un conocedor de los recursosmás exquisitos de la retórica francesa,como Alain Rouquié13, podíaemprender la tarea de demostrar,contra toda evidencia, que no existecorrelación alguna entre la democracia,de una parte, y, de otra, el grado dedesarrollo económico y el lugarque cada país ocupa en el seno de lacadena capitalista-imperialistaIX. Sinduda Marx habría anatemizado,igualmente, a quienes piensan que lacuestión democrática es antes quenada un problema cultural. Mosaico

compuesto por mil culturas distintas yun generalizado autoritarismo, elmundo subdesarrollado y dependientemuestra cómo, más allá de esaabigarrada configuración cultural,ciertas tendencias estructuralespersisten a lo largo de una tormentosahistoria, hasta que las luchas popularesde liberación consigan alterarconscientemente esos caucesantidemocráticos.

En este sentido, mal podemos olvidarque las últimas dictaduras sufridaspor América Latina (igual o másque las anteriores) no son fruto delazar ni acontecimientos desconectadosde las estructuras y los procesos de lallamada "sociedad civil". El golpede Estado de 1964 en Brasil, porejemplo:

"... fue preparado con el apoyo deun amplio movimiento de opinionpública, del cual participó lamayoría de la clase media, de laburguesia y de la Iglesia, así comotoda la gran prensa y una buenaparte de los partidos de centro y dederecha." (WEFFORT, 1986, p. 70.)

No fue pues un golpe de mano que elaparato represivo del Estado dabasobre el conjunto de una inocentesociedad civil. Y ni qué decir de ungolpe como el de Chile, precedido,como todos recordarán, de un intensotrabajo reaccionario de masas.

Por tal razón, me parece ademáserrado ver en aquellas dictaduras lasimple presencia de una "fuerzabruta", carente de un proyectohistórico de clase. En este punto,

13 Cf. "O mistério democrático — das condições da democracia às democracias semcondições", en Alain Rouquié y otros: Como renascem as democracias (1985)

IX Uno de los ejemplos esgrimidos por Rouquié para demostrar cómo las democraciaspueden florecer aún en las condiciones más adversas (gran pobreza, fuerte oligarquía,poca integración nacional, etc.), es el de Colombia; ejemplo que no se caracteriza por sermuy feliz.

discrepo totalmente de opinionescomo la siguiente, del mismo Weffort:

"Lo que llamábamos gobierno enaquellos años tenia mucho de parecidocon una banda de gansters (. . .) Era unantigobierno, apenas más que unabanda de sectarios que manejaba losinstrumentos del poder en su propiobeneficio y en beneficio de susintereses privados, que tomaban alEstado como cosa suya. Losindividuos que se decían gobiernotrataban a la sociedad en generalcomo un ejército de ocupacióntrataría a un país ocupado. Silograban dar la ilusión de constituirun gobierno era porque estábamos enpleno 'milagro económico', resultadode una coyuntura de expansión de laeconomía nacional e internacionala la que la propaganda insistía enconsiderar como una realización delpoder." (WEFFORT, 1986, p. 67.)

Es cierto, desde luego, que las formasde dominación burguesa en los paísessubdesarrollados poseen, por reglageneral, mucho de gansteril. Sintratar de competir con los colores demi país en este triste terreno, diríaque en el Ecuador actual, porejemplo, el gobierno civil yconstitucional encabezado porLeón Febres Cordero tiene muchode gansteril y otro tanto delumpenesco. Sólo que, en muchoscasos (que no parece ser el delgobierno de Febres), lo gansterilno quita lo eficiente ni deja de seruna manera posible de gobernar.Bertold Brecht diría, por lo demás,

que esto no es un patrimonio exclusivode los países subdesarrollados.

Estimo, pues — con el perdón deWeffort y respetando su iramoralmente justa —, que en sumomento la dictadura militarbrasileña representó uno de losmomentos más elevados deracionalización de los interesesburgueses monopólicos en AméricaLatina, con una forma de gobiernosuficientemente eficaz como paracrear y desarrollar las condicionesóptimas de funcionamiento de ciertamodalidad de acumulación decapitalx. Esto no hizo desde luegola felicidad del pueblo, ni muchomenos; pero tampoco cabe esperarperas del olmo: fue un gobiernosurgido de un movimientocontrarrevolucionario y provistode un proyecto de clase perfectamenteclaro, como lo han demostrado hastala saciedad estudios como los de unRene Dreifuss (1964), por ejemplo.En este sentido, incluso el que losmilitares tratasen al pueblo como unejército de ocupación trataría a unpaís ocupado, es un hecho execrablepero no necesariamente excepcional.De una parte, las oligarquíaslatinoamericanas siempre seconsideraron verdaderas ocupantesde estos países de negros, indios,mestizos y mulatos (que no deciudadanos14); de otra parte, lamodernización de nuestros ejércitosfue realizada exactamente en laescuela de los ocupantes de Argeliay Vietnam. No aprendieron, pues,

X Una lectura del libro Geopolítica do Brasil, del general Golbery do Couto e Silva (JoséOlympio Ed., Rio de Janeiro, 1967), muestra, por lo demás, que los articuladoresmilitares del "milagro" sí tenían una visión de estadistas, por mucho que su línea políticase sitúe en las antípodas de nuestras propias convicciones.

14 Como dice José Murilo de Carvalho refiriéndose a la Vieja República de principios de estesiglo. "Na República que não era, a cidade não tinha cidadãos" en Os bestializadosO Rio de Janeiro e a República que não foi (1987).

a tratar a sus compatriotas comocitoyens de París o como citizensnewyorquinos, sino como a pariasde la Casbah argelina o de las selvasde Indochina.

En esta óptica, y retomando unapregunta que dejamos pendiente,¿ puede considerarse que las dictaduraslatinoamericanas terminaron porrepresentar el papel de aprendicesde brujo o, más bien, estimar querealizaron exitosamente las metas quese habían propuesto?

Si partimos del supuesto de que losmilitares tomaron el poder por elmero capricho de gobernarindefinidamente, por cierto quela sola retirada a los cuarteles estaríaconfirmando su fracaso. Pero bastacon recordar el pensamiento de unGolbery do Couto e SilvaXI, para elcaso brasileño, o del civil MarianoGrondona, que tanto teorizó en favorde las dictaduras sudamericanasXII,para darse cuenta de que aquelsupuesto es absurdo. Su proyectoconsistía, en primer lugar, en acabarcon el "peligro comunista", ensegundo término en eliminar lasveleidades "civil-populistas", en tercerlugar en "poner orden en el manejode la cosa pública" y, en cuartotérmino, en robustecer, inclusomediante el desarrollo económico, las"bases civiles de la democracia ";además de fortalecer y dar coherenciaal Estado capitalista, claro está. Lademocracia que querían cimentar eraobviamente la de tipo burgués, quela década de los 70 tuvo, como se

recordará, una sutil adjetivación:democracia viable.

¿ Fracasaron las dictaduras en algunosde estos objetivos? La brasileñaprácticamente en nada, aunquehubiera preferido un país sinBrizola y sin el ala izquierda del PT.En el caso argentino, la dictaduraobtuvo también algunos de losfrutos esperados: la sociedad civilfue encaminada hacia lamoderación, dentro de límitesharto estrechos; la intelectualidad deizquierda sufrió un trauma tanprofundo, que quedó vacunada encontra de cualquier actitudantisistema. A diferencia de suscolegas brasileños, los militaresargentinos no poseen la aureola degrandes modernizadores; tienen, encambio, una eficiencia represivainternacionalmente reconocida (suknow how en la materia llegó a serobjeto de exportación). Los únicosque hasta ahora han fracasado en suobjetivo final son los militareschilenos, en razón de la enormeconsistencia orgánica de laizquierda; pero por eso mismose mantienen tenazmente en el poder(les es prácticamente imposibleencontrar una fórmula de democraciaviable).

En rigor, ninguna de las dictadurasha salido verdaderamente derrotada;ni siquiera la uruguaya que perdióun plebiscito y tiene que habérselascon una izquierda relativamentefuerte. Por eso, los juicios a lostorturadores hasta ahora han fracasado

XI Teórico del golpe del 64, Golbery fue también, significativamente, el teórico de laapertura a finales de los 70 y comienzo de los 80.

XII En los múltiples editoriales que publicó en la segunda mitad de la década de los 70, en larevista Visión, Grondona insistió siempre en que las dictaduras onosureñas eran elequivalente histórico de las monarquías absolutistas de Europa, cuya misión era sentarlas bases de la futura democracia.

En rigor, ninguna de lasdictaduras ha salidoverdaderamentederrotada; ni siquiera iauruguaya que perdióun plebiscito y tieneque habérselas con unaizquierda relativamentefuerte. Por eso, iosjuicios a lostorturadores hastaahora han fracasadotanto en Argentinacomo en Uruguay, y enBrasil ni siquiera hanllegado a plantearse.

tanto en Argentina como en Uruguay,y en Brasil ni siquiera han llegado aplantearse. No hay que olvidar quelos procesos de Nuremberg fueronposibles porque los nazis, ademásde cometer crímenes abominables,habían perdido la guerra. Lo otro, estan iluso como esperar que Franciaprocesase a sus militares quecometieron crímenes contra lahumanidad en Argelia, o que losencubridores estadounidenses deBarbie (que todo el mundo sabequienes son) fuesen juzgados juntocon su protegido. La historiaciertamente tiene su moral, y porsupuesto su justicia, pero enmarcadasdentro de ciertas correlacionesde fuerzas.

En fin, me parece que aún no debemoshacernos mayores ilusiones sobre laprofundidad de nuestros procesosdemocráticos. Las tendenciasautoritarias siguen vigentes y, porel momento al menos, el reposo delguerrero dista mucho de sercompleto. Vivimos lo que en términosde Adam Przeworski se denominaríanregímenes de "democracia tutelar".Esto es:

"... regímenes en los que las fuerzasarmadas se separan del ejerciciodirecto del gobierno y se retiranpara sus cuarteles, pero lo hacenordenadamente y listas para cualquiereventualidad. A pesar de las eleccionesy de los representantes electos, en talesregímenes las fuerzas armadascontinúan rondando cual sombrasamenazadoras, prontas para lanzarsesobre quienquiera que vaya demasiadolejos en la amenaza a sus valores osus intereses." (PRZEWORSKI,1984, p. 36.)

Y lo peor, añadiría, es que ello no

obedece a la sola imposición de lasfuerzas armadas. Incapaces de articularuna verdadera hegemonía, en laacepción gramsciana del término,son las propias burguesíaslatinoamericanas las que recurren,ora abierta, ora veladamente, a laamenaza de nuevas intervencionesmilitares. O son ellas, también, lasque inevitablemente terminancediendo ante el menor amagogolpista, porque en el fondo temenmás a las masas movilizables que alos fascistas uniformados. Abril de1987, en Argentina, fue una claracuanto dolorosa ilustración de estasituación.

La "Sociedad Civil": ambigüedadesteóricas e ilusiones empíricas

¿ El mundo occidental en general, yAmérica Latina en particular, estánviviendo realmente una era derenacimiento de la sociedad civil?No es fácil responder a esta preguntaen la medida en que ella nos sitúa enun típico espacio de ambigüedad en elque pueden rondar muchos espectros,desde el de la primera ministra inglesaMargaret Thatcher hasta el delpensador Antonio Gramsci, o al menosde lo que cierta posteridad ha hechode él.

En efecto, desde el año 1979 en queasumió el cargo para el que acaba deser relecta por segunda ocasión, laseñora Thatcher no ha dejado debregar teórica y prácticamente por ladesestatización de la economía inglesa,o sea, por su privatización, yendo eneste sentido tan lejos que hoy sehabla de su devoluciónconservadora"l5. ¿ Triunfo de lasociedad civil sobre el Estado? Si se

15 Así la califica la revista Newsweek, p. e. Cf. "The amazing Mrs. T", June 22, 1987.

quiere, sí. Los términos son tanelásticos que todo depende delcontenido político que coloquemosdetrás.

En el caso de América Latina lafortuna del concepto de sociedadcivil obedece, sin embargo, a algomuy distinto del antiestatismo(económico) que orienta la políticathatcheriana, reaganiana o, lo quees igual, fondomonetarista. Entresnosotros, tomar el partido de lasociedad civil quiere decir,llanamente, oponerse a las dictaduras,rechazar el autoritarismo encarnado enlo militar. Sólo que, sobre la base

de este rechazo legítimo a laexacerbación de la función dedominación por parte del Estadoburgués latinoamericano, la ondaconservadora de Occidente penetrapara intentar llevar el agua a sumolino, insistiendo en la totaldesestatización de nuestras economíasy, a veces sobre todo, en eldesmantelamiento de los últimosvestigios del Estado benefactor. Seapunta, de este modo, al máximorecorte de los gastos sociales(educación, salud, vivienda popular)y al fin definitivo de los subsidios:subsidio a los bienes de primeranecesidad, se entiende, que no los

recibidos por el gran capital bajoel nombre de incentivos .

Como puede verse a través de estosejemplos, la contraposiciónEstado/sociedad civil, lejosde ser un sustituto analítico de lascontradicciones de clases, es un campoen el que se refleja la lucha de éstas,descubriendo y a la vez encubriendolos divergentes proyectos históricos.

Empero, más acá de la dimensiónpropiamente política existe tambiénun problema teórico (y aquí entramosen el ámbito gramsciano) en el que laforma de relación Estado/sociedadcivil pareciera ser la marca distintivaentre Occidente y Oriente, quenos llevaría, casi ineluctablemente, acierta ecuación explicativa de locivilizado-democrático, de una parte, ylo primitivo-antidemocrático, de otra.

Sin entrar a discutir la legitimidadde un esquema que, para comenzar,ignora la relación histórica entre esosdos polos (como si nada tuvieranque ver entre sí Occidente yOriente), quisiera insistir en laslimitaciones de la tan conocida y ala vez sibilina afirmación de Gramsci:

"En Oriente, el Estado era todo, lasociedad civil era primitiva ygelatinosa; en Occidente, entre Estadoy sociedad civil existía una justarelación y bajo el temblor del Estadose evidenciaba una robusta estructurade la sociedad civil. El Estado erasólo una trinchera avanzada, detrásde la cual existía una robusta cadenade fortalezas y casamatas..."(GRAMSCI, 1975, p. 95-6.)

Me limito aquí a plantear el siguienteproblema: ¿ qué quiso decirexactamente Gramsci con eso de"robusta estructura de la sociedadcivil" ? ¿Quería advertir con ello que

el orden burgués se había robustecidode tal forma, que ahora estabapresente en todos los intersticiosdel cuerpo social? Personalmente meinclino a pensar que es ésto, y no otracosa, lo que Gramsci detectó, y quela historia le ha dado plena razón:hasta finales de 1987, en que terminode redactar este texto, ningunarevolución ha ocurrido en Occidenteni se vislumbra el más levemovimiento en dirección alsocialismo. Por el contrario,vivimos la época de las "revolucionesconservadoras" y de laestigmatización, incluso, de laspasadas revoluciones burguesas (dela francesa, por ejemplo).

Habida cuenta de esta evidenciadifícil de soslayar, lo menos quecabe esperar de los análisislatinoamericanos inspirados enGramsci, es que sean claros en cuantoa decir si les parece o no que laAmérica Latina actual registra ungrado tal de robustecimiento de laburguesía y del Estado burgués, queha convertido al capitalismo en unhecho irreversible. Si es así, no meparece escandaloso aspirar a uncapitalismo que al menos sea lomás democrático posible en el planopolítico: una "vía italiana", si sequiere. Lo que en cambio me pareceiluso — para no usar un términomás fuerte —, es concluir, por unlado, a la "occidentalización"definitiva de nuestras sociedades(o por lo menos de algunas deellas) y, por el otro lado, celebrarlas posibilidades, por finmaterializadas, ¡del socialismo!

En rigor, hasta me atrevería a decirque el concepto de "robustecimientode la sociedad civil" ni siquiera puedeser interpretado como sinónimo deentrada en la "era de las grandesorganizaciones de masas", como

algunos analistas dejan entrever.Estados Unidos, ejemplo porantonomasia de tal "robustecimiento",está lejos de caracterizarse por dichotipo de organizaciones. E inclusoEuropa Occidental viene registrando,precisamente en esta década, elpaulatino desvanecimiento de losorganismos sindicales y hasta demuchos de los denominados "nuevosmovimientos sociales", amén delreflujo de los partidos de izquierda.

¿ Es posible detectar fenómenosanálogos en América Latina? Laprimera cuestión que me gustaríaobservar es que nuestra "sociedadcivil" no ha sido necesariamente"primitiva y gelatinosa" en el pasadoreciente. Hubo lugares y segmentossociales que lo eran, otros que no. ElChile de la Unidad Popular, porejemplo, parecía tener una sociedadcivil harto desarrollada, tal como loregistró Regís Debray en este pasajeindeleble, que data de 1971:

"Más allá de sus alteracionesmomentáneas — las ha tenido, perobreves —, la democracia liberalburguesa que ha marcado hasta hoydía con su sello todo el tejido socialchileno, ha demostrado unaexcepcional capacidad deamortiguamento, de recuperacióny de conciliación. Ella haproporcionado y continúaproporcionando la ideologíadominante, el legalismo y lajuridicidad, que permanecen enel ambiente; las estructuras políticasde encauzamiento, es decir, uncuadro institucional estable; y todoun sistema de representaciones vividasal nivel más prosaico, mitos de laLibertad y de la Ley con mayúsculadifundidos hasta en loscomportamientos de losexplotados. No desaparecerácon un simple guiño, porque incluso

si el Estado actual fuera derribadomañana, toda la 'sociedad civil' estáimpregnada de ella. Chile, en estesentido, pertenece a esas sociedades'occidentales' de las que hablabaGramsci, en las cuales, detrás de lafortaleza principal del Estado, quepuede siempre ser tomada por ungolpe de mano afortunado, seescalona en profundidad toda unared de trincheras, de fortines y debastiones cuya conquista no puedeser tan simple." (DEBRAY, 1971,p.18-9.)

Además de ilustrar el tipo de lecturaque los propios marxistas europeoshicieron de Gramsci muy a comienzosde los años 70, el texto revela bienel grado de consistencia ideológica,cultural e institucional de la sociedadcivil chilena de entonces. En dichosniveles, o sea, sudesarrollo ydependencia a parte, Chile eraobviamente occidental. AlainTouraine reconoce que incluso elmovimiento obrero chileno, con suelevado grado de autonomíaorganizativa, parecía constituir unode los puntales de la democraciatradicional chilena:

"La fuerza de la democracia chilenase basó (. . .) en la existencia de unmovimiento obrero que sin dudatenía orientaciones políticas fuertes,pero que actuaba más como unafuente de legitimidad para los partidosde izquierda que como instrumentosindical de tal o cual partido."(TOURAINE, 1982, p. 12.)

El problema de Chile no era, pues,el de una sociedad civil débil, primitivay geltinosa, sino el de una bürgerlicheGesellschaft en la que el elemento"Bürger" no consiguió afirmarindiscutiblemente su "hegemonía"frente a las clases populares. Y hasta

hoy no lo consigue, ¡ 14 años despuésdel golpe de Pinochet!

El caso de Uruguay guardaba bastantesemejanza con el de Chile, aunque elespacio izquierdizado de la "sociedadcivil" era menor. Incluso en el casoargentino no me atrevería a decirque la sociedad civil hubiese sidodébil en las cuatro últimas décadas,sobre todo si del concepto desociedad civil extraemos el elementoeconómico; era la hegemonía burguesala que no lograba tomar forma,definirse más allá de la ambigüedadpopulista. Y tampoco en Bolivia elproblema podía plantearse como deuna sociedad civil débil en general,sino, como también lo señalara RégisDebray, de un superproletariadoenfrentado a una infraburguesía:

"... hay en Bolivia un contrasteacentuado entre los platillos de labalanza de clases (.. .) que opone,desde un punto de vista cualitativo,a un superproletariado unasubburguesía que hace tan poco elpeso, como se dice, que ella debe sincesar restablecer el equilibrio por lafuerza represiva de las armas o bienceder el lugar a este sucedáneo deburguesia moderna que constituyeuna burocracia militar, desgarradaentre vertiginosas veleidadesreformistas y sus reflejos de miedoreaccionario frente al ascenso delpoder obrero" (DEBRAY, 1971,p. 18).

¿ Qué ha occurrido en estas y otrassociedades civiles similares de Américadel Sur? ¿ Son ahora más fuertes o másdébiles que hace 15 ó 20 años? Engeneral puede decirse que aquellossegmentos de la sociedad civil en losque el pueblo tenía cierto grado dehegemonía se han debilitado (han

sido debilitados por la represión,para ser más precisos), mientras quela hegemonía burguesa se ha ampliadorelativamente. Verdad es que esaburguesía dista mucho de ser amaday reconocida por su capacidad dedirección espiritual y moral, masen cambio ha logrado ser temida.Protegida por ese paraguas de temor(todo el mundo sabe ahora que talburguesía es capaz de usar sin límitesni escrúpulos el peor terror cuandofuere menester), ella intenta, como esobvio, construir lo más rápidamenteposible el mayor número decasamatas y fortificacionesideológico-institucionales. El pueblotambién, pero su libertad demovimientos es condicional, vigilado.Para eso están, incólumes, las fuerzasarmadas.

¿ Puede, en tales condiciones, seguirprofundizándose el procesodemocrático? Sí, pero probablementepor el lado burgués y conservador,sobre todo en los paíseslatinoamericanos consideradoscomo de desarrollo capitalista medio.Como escribe Przeworski( 1984, p. 46),"el conservadurismo social yeconómico puede ser el precio quehaya que pagar por la democracia". Ypara pactar ese precio siempre habrá,además, algún Santiago Carrillodispuesto a explicar a los trabajadoresque "es mejor ceder plusvalía a laburguesia que tener que habérselascon un destino todavía peor"(PRZEWORSKI, 1984, p.43)XIII.

Posibilidad que, por su lado, echapor tierra la retórica afirmación deque, a la larga, la democracia esincompatible con el capitalismo.Retórica, decimos, porque esa frasetan hueca como triunfalista no hace

XIII Citado por Przeworski y retraducido por mí.

más que soslayar el problema defondo; es decir, el tipo de democraciadel que se está hablando. Lademocracia que se viene construyendoen Nicarágua, no lo dudo, puede seren su perspectiva históricaincompatible con el capitalismo(es el único punto en que coincidocon la opinión de R. Reagan). Lademocracia que se viene construyendoen Brasil o la Argentina no me parece,en cambio, apuntar hacia talincompatibilidad. Problema generalque, mutatis mutandi, no deja derecordarme aquellos tiempos en quealgunos filósofos marxistas trataban deconvencernos de que el arte en generales incompatible con el capitalismo, sinsiquiera tomar conocimiento de losprecios a los que se vendían loscuadros en el mercado de NuevaYork...

Nación, Transnacionalización yDemocracia

A juzgar por el tenor de ciertos textos,pareciera que los últimos años de lahistoria latinoamericana se hubierancaracterizado por el renacimiento dela cuestión nacional, según algunosautores, o por la conformación de unavoluntad nacional, según otros. Pormi parte debo confesar que, dejandode lado la demagogia de ciertosdiscursos, oficiales o no, me resultaimposible ubicar con precisiónaquellos lugares en que tal fenómenosupuestamente ocurre. En Sudamérica,por ejemplo, creo que el Perú es elúnico país en donde el nacionalismoparece mantenerse vivo y respirandotodavía con algún brío, aunque yase vislumbra el precio que la derechalocal y el imperialismo estándispuestos a hacerle pagar por talanacronismo. En los demás países,la invocación de la nación no pasa de

ser el homenaje nostálgico que el viciosuele rendir de cuando en cuando ala virtud. Muchas veces me hepreguntado, por ejemplo, si el mismoresurgimiento del indigenismo endeterminados estratos de la sociedadecuatoriana actual, es algo más queel último saludo a la autoctoníaperdida, por parte de aquellas capasaborígenes en rápido proceso deaculturación (como antes sesolía decir).

En Centroamérica habría que analizarel problema con mayor detenimiento,pues tenemos situaciones que vandesde el nacionalismo revolucionario(antimperialista) de Nicarágua hastael chauvinismo conservador de CostaRica, pasando por las tribulacionesde lo nacional en Panamá. En cambio,en el norte, el nacionalismo mexicanoatraviesa sin duda por una de suspeores crisis, sutilmente resumida enestas líneas de Roger Bartra:

"El nacionalismo mexicano ha llegadoa un punto crítico: no sólo resultauna odiosa fuente de legitimación delsistema de explotación dominante, quebusca justificar las profundasdesigualdades e injusticias pormedio de la uniformización de lacultura política: ello compane contodos los nacionalismos; peroademás — y en ello radica la situacióncrítica — las cadenas detransfiguraciones y transposicioneshan acabado por perfilar una culturapolítica que ya no corresponde a lasnecesidades de expansión del propiosistema de explotación. Aún el avancede un capitalismo brioso e imperialistachoca abiertamente con la estela detristezas rurales, de barbariesdomesticadas por caciques, deobrerismo alburero y cantinflesco,de ineficiência y corrupción ennombre de una cohorte de pelados,Pero no se trata solamente de una

A juzgar por el tenorde ciertos textos,pareciera que losúltimos años de lahistoria latinoamericanase hubierancaracterizado por elrenacimiento de lacuestión nacional, segúnalgunos autores, o porla conformación de unavoluntad nacional,según otros. Por miparte debo confesar que,dejando de lado lademagogia de ciertosdiscursos, oficiales ono, me resultaimposible ubicar conprecisión aquelloslugares en que talfenómenosupuestamente ocurre.

necesidad del desarrollo econômicopor salir de la crisis y delestancamiento; una gran partede los mexicanos comienza a rechazaresa vieja cultura política que ha sidodurante más de sesenta años la fielcompañera del autoritarismo, de lacorrupción, de la ineficiência y delatraso (... ) Los mexicanos han sidoexpulsados de la cultura nacional;por eso, cada vez rinden menos cultoa la metamorfosis frustrada por lamelancolía, a un progreso castradopor el atraso (...) Han sido arrojadosdel paraíso originario, y también hansido expulsados del futuro. Hanperdido su identidad, pero no lodeploran: su nuevo mundo es unamanzana de discordancias ycontradicciones." (BARTRA, 1987,p. 241-2.)

Y los relojes caribeños tampocoparecen marcar la hora de lo nacional,con la probable excepción de Haití. Enfranco proceso de despolitización, parano decir de descomposición, aún elnacionalismo puertorriqueño, otrorasímbolo de nuestras mejoresaspiraciones independentistas,pareciera deslizarse — en los textosde algunos intelectuales al menos —hacia una versión bastante folclóricade sí mismo.

Si uno analiza el procesolatinoamericano desde otrosángulos, también es fácil comprobarcuanto hemos caminado en el sentidode una desnacionalización. Comoescribe André Furtado a propósitode la crisis latinoamericana actual:

"(Hay una) pérdida de autonomía yde capacidad de decisión por partede estas sociedades. Frente a unacrisis tan profunda, las élites y lasclases dirigentes parecen estar sin lamínima capacidad de decisiónautónoma, para engendrar una

alternativa. En este punto, lasituación actual se opone radicalmentea la de 1930, cuando hubo laformulación de una políticaindustrializante frente a la crisis.El proceso de apertura de esaseconomías las llevó progresivamentea una desagregación de los centrosde decisión nacionales. La propiasituación de descontrol de losgobiernos en relación con la inflaciónilustra bien este fenómeno. En estesentido, la lógica de la reciente crisisrefuerza ese aspecto en la medida enque concentra el poder en la economíacentral. La intervención del FMI enla política económica de numerosospaíses latinoamericanos ilustra bieneste punto." (FURTADO, 1986,p. 30.)

Junto con esta pérdida de autonomíay soberanía se da también un procesode internacionalización de todas lasesferas de la vida social, comenzandopor la propiamente política. En efecto,si exceptuamos unos pocos partidoscomunistas y afines que se especializanen marchar a contrapelo de la historia(eran internacionalistas cuandovivíamos la era de los nacionalismosy están tornándose ultranacionalistascuando el mundo se transnacionaliza),el resto de partidos políticos seinscribe, por regla general, no sólodentro de corrientes sin dudauniversales, sino también dentro deorganizaciones internacionales como lasocialdemócrata, la demócratacristiana e incluso la de los liberales.Hecho sintomático, aún los viejoscaudillos como Joaquín Balaguer, yno se diga los más jóvenes comoLeonel Brizola, han tenido querendirse ante este embate de lamodernidad. Y yo, personalmente,no veo nada de censurable en ello:sólo destaco que es un fenómenonuevo, prácticamente inexistente en la

América Latina de hace 10 ó 20 años,según el caso.

La internacionalización de las pautasde consumo (de un consumoestratificado, claro está), con todolo que ello significa en términos detransnacionalización de la cultura,así como la tendencia a la relativaestandarización de los medios decomunicación de masas (que siempreconservan, desde luego, cierto aderezolocal), tampoco parecen ser pruebasdel más leve desplazamiento en favorde lo nacional. Incluso dichoaderezo es cada día menos originalen la medida en que la industrialatinoamericana de telenovelas, porejemplo, tiene que recurrir adeterminados ingredientes susceptiblesde producir efectos lacrimógenosdesde el Río Grande hasta laPatagonia, cosa que efectivamenteocurre con las produccionesmexicanas, venezolanas o brasileñas.A su manera, estas novelas tambiénhablan un lenguaje universal:el del kitsch.

En fin, deseo destacar otro fenómenoque me ha llamado últimamente laatención: la rápidatransnacionalización de laalta cultura. No sólo que vemossimultáneamente los mismoscult-movies (además de los otros)en los diferentes países de AméricaLatina, sino que también leemos,concomitantemente y conindependencia de los gustosnacionales, el mismo Mishima, elmismo Milan Kundera, el mismoPatrick Süskind y la mismaMarguerite Duras, que los grandes

aparatos de producción ydistribución cultural ponen anuestra disposiciónXIV. O que nosimponen, eso habría que discutir.

Nada de lo anterior niega el hechode que los espacios nacionales siguenexistiendo; en la medida en quecontinúan habiendo Estados quearticulan ciertos noveles de poder,ciertas modalidades concretas deacumulación de capital y ciertahistoria oficial, a partir de lo cuallos sujetos históricos se constituyeny encuentran por lo menos una"comunidad ilusoria" (para retomarla olvidada expresión de Marx). Sóloque la lógica de articulación de estastotalidades es cada vez menos local ymás transnacional, y los centros dedecisión última no residen,precisamente, en aquella míticavoluntad nacional.

Democracia y Poder

Y así llegamos al momento deplantear uno de los temas másimportantes — y curiosamenteolvidados — del momento actual;a saber, la relación entre democraciay poder. En resumen, puede decirseque al respecto hay dos tesis:

a) La que sostiene que la democraciaconsiste en "la libertad departicipación del conjunto de losciudadanos, a través del voto, enlos momentos de constitución delpoder": en esta perspectiva, elpoder nacería de las urnas.

b) La que concibe a la democraciano tanto como una manera de

XIV En Brasil p. e., fue raro que en los años 1986 y 87 algún autor nacional lograsemantenerse consistentemente en las listas de best-sellers, tanto de ficción como de noficción. Entre los pocos que lo consiguieron — si es que no fue el único — se encuentraFernando de Moraes con su libro Olga, sabia mezcla de biografía, novela y — por quéno decirlo — melodrama.

En las llamadastransiciones pactadas

hacia la democraciaesta situación se tornamás evidente aún: los

políticos profesionalessaben, mil veces mejor

que el modestoprofesor que escribe

estas líneas, que no haytransición (a menos que

fuera revolucionaría)que no implique un

acuerdo previo con elpoder. En el caso deBrasil, por ejemplo,

eso se hizo, en palabrasde José Alvaro Moisés

(1987), a través de una"negociación informal,

no explícita, y cuyostérminos todavía no

son enteramenteconocidos del público".

construir el poder, cuanto comouna forma de relación del conjuntode ciudadanos con un poderestructuralmente determinado. Enesta óptica, el poder no nace delas urnas sino de ciertaconfiguración socio-estructural.

El problema de la primera concepciónreside, a nuestro parecer, en su carácterabsolutamente ilusorio, alejado de laexperiencia real. Que sepamos, enningún país sudamericano, porejemplo, los ciudadanos han sidollamados a participar de instanciaalguna de constitución del poder, pormás que en ciertos casos — comopodría ser el del propio Ecuador -seguramente han concurrido a lasurnas tantas veces como un ciudadanoinglés o alemán. En el planoeconómico, pongamos por caso, nadieles ha consultado sobre si están o node acuerdo con la existencia degrandes monopolios que dominan lavida del país; tampoco, que se sepa,la población ha sido llamada a elegir

los propietarios y gerentes de fábricas,bancos, etcétera, cosa que tampocose hace en los Estados Unidos (enrigor, es más fácil imaginar a losobreros rusos eligiendo a los directoresde sus fábricas, hecho que ya está enestudio). En fin, no creo que losciudadanos puedan intervenir, a travésdel voto, en la estructuración orestructuración del poder militar.Cuando el pueblo ha intervenido eneste ámbito, como en México, Bolivia,Cuba o Nicarágua, no ha sidoprecisamente por aquel medio.

Por eso, me parece que es más bienel poder, entendido como resultantede una estructura económica, social,política e ideológica determinada,el que interviene en la constituciónde los ciudadanos-subditos, y no ala inversa. Es dicho poder quien señala,para empezar, los lugares muchas vecesfalsos, engañosos, de constitución desí mismo; es él el que muestra — otroalibi — al gobierno como origen yno como culminación de un poder;

es él, en fin, quien interpela a losciudadanos sobre lo que le interesainterpelarlos; él, quien decide sobrequé puntos los subditos se han depronunciar.

En las llamadas transiciones pactadashacia la democracia esta situación setorna más evidente aún: los políticosprofesionales saben, mil veces mejorque el modesto profesor que escribeestas líneas, que no hay transición(a menos que fuera revolucionaria)que no implique un acuerdo previocon el poder. En el caso de Brasil,por ejemplo, eso se hizo, en palabrasde José Alvaro Moisés (1987), a travésde una "negociación informal, noexplícita, y cuyos términos todavíano son enteramente conocidos delpúblico".

El poder posee, como es obvio, sussecretos; pero de lo que no cabe dudaes de que aquellas negociacionestienen un límite reconocido deantemano: no se le puede pedir alpoder que se autodesmantele con elfin de permitir la formación real deun nuevo poder, consensual. Por esto,las mencionadas transiciones se dandentro de lineamientos que son detodos conocidos: (a) respeto al sistemaeconómico vigente, sin perjuicio deque puedan hacerse modificacionesen sus formas concretas defuncionamiento; (b) legitimacióndel monopolio de la violencia enfavor del aparato represivo yainstituido; y (c) adscripciónpermanente al mundo occidental,con todo lo que ello implica.

En relación a estas cuestiones, quetienen que ver con el poder más quecon el gobierno propiamente dicho,las otras son relativamentesubordinadas y constituyen uneventual objeto de negociación,dependiendo de cada correlación

de fuerzas. En casos límites, comoel de Haití (donde la transición nofue tan pactada que se diga, aunquesí supervisada por Estados Unidos),hubo incluso que ceder la cabeza dealgunos tontons macoutes con tal deaplacar la furia popular y, sobre todo,de salvar la imagen y la integridad delaparato represivo más moderno, osea, de las fuerzas armadas regulares.En Portugal, si mal no recuerdo, lasacrificada fue la policía política,igualmente. En Argentina, algunosgenerales han terminado en la prisión,pero más como chivos expiatoriosde una guerra perdida que por sucondición de torturadores. En cuantoal poder económico, lo que llama laatención en las transicionesdemocráticas contemporáneas es que,a diferencia de algunas anteriores(Ecuador, 1944; RepúblicaDominicana, 1961, por ejemplo),esta vez no ha tenido que sacrificarabsolutamente nada, ni siquiera demanera simbólica. La continuidaddictadura-democracia es, en este plano,inverosímil.

Reflexiones con las cuales no estamosqueriendo decir que la democraciasea un simple engaño, o un ritual delque bien pudiéramos prescindir. Sino es una forma de constituir elpoder, sí es, en cambio, una buenaforma de relacionarse con él: la mejorque podamos concebir. Por eso, hayque insistir en la defensa de unsistema de libertades lo más amplioposible, en la igualdad irrestrictaante la ley, en el respeto de losderechos humanos por parte deaquel poder.

Nos parece, además, que debemosaspirar a una democracia cada díamás transparente (como está demoda decir), en un doble sentido:primero, que los actos y decisiones

de los gobernantes sean de inmediatoconocimiento y fiscalización pública;y segundo, que la ciudadanía puedapronunciarse de manera inequívocasobre las cuestiones políticasverdaderamente fundamentales.

Recuerdo que, antes de ser aplastadospor la represión de Víctor PazStenssoro (en una demostración deque "la democracia nos es sinónimode relajo", según palabras de larevista brasileña Veja (1987), losmineros bolivianos intentaronrealizar un plebiscito sobre el pagode la deuda externa, sobre el tipode reformas económicas internas,etc. Banderas de este género deberíanser retomadas, hasta conseguir elestablecimiento de consultas concretasque eviten sorpresas traumatizantescomo la que la población del Brasilexperimentó en noviembre de 1986,cuando ni bien los votos se habíanterminado de contar, que ya elgobierno aplicaba una políticaeconómica rigurosamente opuestaa la que implícitamente aprobara lamayoría abrumadora de los electores.

No digo que el poder constituido vayaa aceptar de inmediato este tipo deconsultas, susceptibles de cuestionarno sólo los hábitos autoritarios(¡ojalá fuera sólo éso!), sino tambiénalgunos mecanismos normalizados dereproducción del sistema. Aún así,el intento tiene que ser realizado.

Al contrario de lo que elconservadurismo pregona, unapolítica responsable no es la quese mueve siempre dentro de losestrechos límites marcados por laburguesía — además ocultándolos —,sino la que se encarga de mostraral pueblo la estrechez clasista de taleslímites. En este sentido, lo"pernicioso" no estriba, como piensael profesor Hirschman, en exigir unademocracia con crecimientoeconómico, mejor distribución delingreso y autonomía nacional, sino enabandonar esas metas y dejar anuestras jóvenes democracias (comotan tiernamente se las llama) a mercedde los males que secularmente les hanimpedido prosperar en los paísescapitalistas subdesarrollados.

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Agustín Cueva

Agustín Cueva, 51, é cientista político, historiador, sociólogoe ensaísta, nasceu em Ibarra, no Equador. Entre seus principais

livros estão: Entre la ira y la esperanza (l 967), El proceso dedominación política en el Ecuador (1972, com onze edições

em espanhol e tradução para o inglês), El desarrollo delcapitalismo en América Latina, Prêmio Ensaio do Editorial

Siglo XXI, do México (1977, com dez edições em espanhol etraduções para o japonês, holandês e português), Teoría social

y procesos políticos en América Latina (México, 1979),Lecturas y rupturas (Quito, 1986, dez ensaios sociológicos

sobre a literatura do Equador). Autor de numerosos artigosem revistas especializadas e obras coletivas da América Latina,

Estados Unidos, Europa e Canadá, é professor-titular daFacultad de Ciencias Políticas y Sociales da Universidad

Nacional Autónoma de México e um dos coordenadores doCentro de Estudios Latinoamericanos daquela Faculdade.

Reconhecido por vários prêmios internacionais, professor econferencista convidado em diversos centros universitários e

membro-fundador da Associação dos Historiadores daAmérica Latina e Caribe (ADHILAC), Agustín Cueva foi o

primeiro professor-visitante do IEA em 1987, nos mesesde maio e junho, contribuindo para a definição do perfil

acadêmico buscado pelo Instituto.