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LA CRÍTICA LITERARIA POLACA FRENTE A LA NOVELÍSTICA DE CERVANTES EN EL PERIODO DEL NEORROMANTICISMO, 1889-1918 Kazimierz Sabik Desde la primera traducción al polaco del Quijote en 1781 -fecha en que se inicia en Polonia la recepción de la narrativa española-,l la novelística de Cervantes centra la atención de la crítica literaria polaca, siendo el periodo del Modernismo -que en Polonia recibe el nombre de Neorromanticismo- uno de los más fecundos en comentarios y exégesis de la obra cervantina. Éstos, sobre todo en forma de artículos, aparecen en las más importantes re- vistas literarias y las dedicadas a la problemática cultural y social. La primera fecha importante en este periodo es el año 1898, que constitu- ye el punto de partida de una apasionada polémica no sólo entre críticos lite- rarios propiamente dichos, sino también -en general- entre publicistas, y que pierde a menudo el carácter puramente literario para pasar al terreno de la problemática social y de la ideología. Esta polémica, basada en una antagónica interpretación del personaje de don Quijote, la inició el publicista Ludwik Straszewicz, en las páginas de una de las más influyentes revistas polacas de aquel tiempo, al publicar el artícu- lo titulado "Dwa typy-dwie idee. Don Quichotte i Robinson Kruzoe» (Dos tipos- dos ideas_ Don Quijote y Robinson Crusoe»).2 Partiendo de un acontecimiento político de tanta importancia para Espa- ña como fue la derrota en la guerra con Estados Unidos en 1898, Straszewicz trata de buscar las causas de tal resultado del enfrentamiento bélico entre un antiguo imperio colonial en declive y una potencia nueva en auge recu- rriendo a la literatura. De ésta, escoge a dos personajes: don Quijote y Robin- son Crusoe, considerándoles como representantes no sólo de dos naciones sino de dos razas: románica y anglosajona. A diferencia de la interpretación romántica de la figura de don Quijote, Straszewicz no ve en ésta más que defectos: holgazanería, presunción y sober- bia. Los nobles fines y sublimes ideales no son sino palabras vacías. Lo que para los exegetas románticos era un ideal, una poesía, a los ojos del publicis- 1. Sobre este tema. cfr. K.. Sabik, "La recepción de la narrativa española en Polonia, 1781·1918". Cua- dernos Hispanoamericanas. 409. julio (1984), 77-98, 2. Cfr. Kraj (El País), 43 (1898). 5-9. 235

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LA CRÍTICA LITERARIA POLACA FRENTE A LA NOVELÍSTICA DE CERVANTES

EN EL PERIODO DEL NEORROMANTICISMO, 1889-1918

Kazimierz Sabik

Desde la primera traducción al polaco del Quijote en 1781 -fecha en que se inicia en Polonia la recepción de la narrativa española-,l la novelística de Cervantes centra la atención de la crítica literaria polaca, siendo el periodo del Modernismo -que en Polonia recibe el nombre de Neorromanticismo­uno de los más fecundos en comentarios y exégesis de la obra cervantina. Éstos, sobre todo en forma de artículos, aparecen en las más importantes re­vistas literarias y las dedicadas a la problemática cultural y social.

La primera fecha importante en este periodo es el año 1898, que constitu­ye el punto de partida de una apasionada polémica no sólo entre críticos lite­rarios propiamente dichos, sino también -en general- entre publicistas, y que pierde a menudo el carácter puramente literario para pasar al terreno de la problemática social y de la ideología.

Esta polémica, basada en una antagónica interpretación del personaje de don Quijote, la inició el publicista Ludwik Straszewicz, en las páginas de una de las más influyentes revistas polacas de aquel tiempo, al publicar el artícu­lo titulado "Dwa typy-dwie idee. Don Quichotte i Robinson Kruzoe» (Dos tipos­dos ideas_ Don Quijote y Robinson Crusoe»).2

Partiendo de un acontecimiento político de tanta importancia para Espa­ña como fue la derrota en la guerra con Estados Unidos en 1898, Straszewicz trata de buscar las causas de tal resultado del enfrentamiento bélico entre un antiguo imperio colonial en declive y una potencia nueva en auge recu­rriendo a la literatura. De ésta, escoge a dos personajes: don Quijote y Robin­son Crusoe, considerándoles como representantes no sólo de dos naciones sino de dos razas: románica y anglosajona.

A diferencia de la interpretación romántica de la figura de don Quijote, Straszewicz no ve en ésta más que defectos: holgazanería, presunción y sober­bia. Los nobles fines y sublimes ideales no son sino palabras vacías. Lo que para los exegetas románticos era un ideal, una poesía, a los ojos del publicis-

1. Sobre este tema. cfr. K.. Sabik, "La recepción de la narrativa española en Polonia, 1781·1918". Cua­dernos Hispanoamericanas. 409. julio (1984), 77-98,

2. Cfr. Kraj (El País), 43 (1898). 5-9.

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ta no es más que una mentira. Para él, el valor universal del Quijote reside en el hecho de que en su protagonista Cervantes mostró la enfermedad de su nación, en la que el quijotismo se convierte en epidemia y a los don Quijo­tes se les considera héroes. Según el autor del artículo, la nación española se entrega constantemente a las fantásticas ilusiones, carece de autocrítica y ansía siempre algo que nunca puede realizar.

A don Quijote, personaje negativo, quc encarna todos los defectos de la sociedad española, contrapone Straszewicz la figura de Robinson, que tiene las cualidades, tan apreciadas por los positivistas, de la laboriosidad, perseve­rancia y espíritu de empresa. No es de extrañar que no quepa duda sobre quién va a ser vencedor en el duelo entre estos representantes de España y del mundo anglosajón. La conclusión de Straszewicz es tajante: don Quijote es la decadencia, Robinson es la fuerza y el futuro.

Las tesis expuestas en el artículo de Straszewicz fueron apoyadas por uno de los más grandes novelistas polacos, Bolesl'áw Prus.3 Ampliando el marco de la comparación del autor de «Dos tipos-dos ideas ... », Prus afirma que en la actualidad no sólo en España se encuentra a don Quijotes y no sólo en Inglaterra o Estados Unidos a Robinsones. Cada sociedad civilizada tiene don Quijotes como reliquias de la Edad Media y R.obinsones como producto de la instrucción y la industria modernas. Unos y otros están en todas partes, lo importante es -según el escritor- cuántos son y qué grupo de protagonis­tas impone sus ideas a la sociedad. Don Quijotes son, para Prus, los que vuel­ven los ojos, sin espíritu crítico, hacia el pasado, mientras que los Robinsones son aquéllos que con fe se dirigen hacia el futuro, a donde les conduce el camino de un racional y perseverante trabajo.

Las opiniones de Straszewicz y Prus, partidarios del ideal del hombre mo­derno representado por Robinson, encontraron inmediatamente una enérgica réplica. En defensa de don Quijote sale el eminente crítico literario polaco Ignacy Matuszewski, en el artículo «Don Quijote y Robinson. Algunas pala­bras en defensa del noble caballero de La Manehal>.4

A diferencia de sus predecesores, que consideraban la figura de don Qui­jote desde el punto de vista de su valor o utilidad social, Matuszewski ve al protagonista cervantino desde un ángulo subjetivo, moral y ético. A juicio del crítico, la medida del valor moral de don Quijote -o sea del individuo- no es el éxito, sino los motivos que le mueven a actuar. Así las cosas, se puede condenar un determinado acto desde el punto de vista de su utilidad y, no obstante, admirarlo como un hecho altamente ético.

Considerando el valor de la actitud social de don Quijote, el crítico explica cómo se debe -a su entender- interpretar el sentido de la noción de «quijota­da». Según él, ésta es «una fase de cada idea, cada reforma, cada descubrimien­to o mejora, de cada progama, de cada lucha por la verdad y la justicia. Siempre tiene que haber alguien que llame la atención sobre una determinada cosa, equi­vocarse una y otra vez, exponerse a burlas y palizas, luchar contra los molinos

3, Cfr, "Kronika Tygodniowa" (<<Crónka Semanah), Kurier Codzienny (Correo Diario), 314 (1898), 423-429, 4, "Don Kichot i Robinson, Slów kilka w obronie szlachetnego ryeerza z La Mancnp, Tygodnik Il/ustro·

wany (Semanario Ilustrado), 48 (1898). 938,939.

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de viento de supersticiones, contra los carneros de la rutina, así como contra la mala voluntad, la indiferencia y la mofa irreflexiva de las grandes masas».';

Al defender la figura de don Quijote, Matuszewski no sólo presenta su pro­pia lectura de ésta sino que somete a crítica la idea básica del artículo de Stras­zewicz, a saber, la de elegir al personaje de Robinson como símbolo, como tipo universal. En opinión del crítico, don Quijote encama no sólo lo español, como sostenía Straszewicz, sino que pertenece a una muy selecta galería de tipos cuya base psicológica no es sólo la de raza, sino universal. Se le puede comparar con figuras-símbolos byronianos o shakesperianos tales como Manfred, Caín o Harnlet, ya que estas figuras -además de rasgos puramente ingleses- poseen rasgos uni­versales, mientras que Robinson no es más que una fiel y exacta copia de un inglés de clase media, recreada con talento, pero no animada con aliento de más altas aspiraciones.

Refiriéndose a Hamlet, a Matuszewski se le ocurre una original idea de in­vertir la manera en que sus respectivos creadores, Sbakespeare y Cervantes, con­cibieron a sus grandes protagonistas. Según el crítico, Hamlet tiene muchos ras­gos comunes con don Quijote, la diferencia entre ellos radica en la manera de enrocarlos. Dice nuestro crítico: «Hagamos de Ramlet el protagonista de la co­media y se convertirá en un don Quijote, y -al contrario- pongámosle a don Quijote coturnos y una máscara trágica y se transformará en un Hamlet».6

Demostrando la comparabilidad de las figuras de Hamlet y don Quijote, y la imposibilidad de parangonar a éste con Robinson, no niega Matuszewski la utilidad del personaje de Defoe como cierto tipo de modelo personal, recomen­dable desde el punto de vista del desarrollo material de la sociedad, sin embar­go, siempre tiene que existir -continúa el crítico- el tipo de don Quijote como fermento que impide un excesivo embrutecimiento en la costra de egoísmo e in­tereses puramente prácticos.

Termina Matuszewski -reconciliando el arrebato neorromántico con la me­sura positivista- con una brillante y original aserción: "El entusiasmo, el aura romántica y los ensueños son como fuertes narcóticos: en dosis excesivas, em­briagan y paralizan, y -por el contrario- en cantidades adecuadas excitan y fortifican al organismo individual y socia!"'?

La respuesta a las tesis sostenidas por Matuszewski no se hace esperar mucho. Prus publica un artícul08 en que se erige, esta vez, en un árbitro de los dos contrincantes: Straszewicz y Matuszewski, e indica que el malentendi­do entre ellos se debe, sobre todo, a la riqueza de los rasgos que caracterizan a la figura de don Quijote y a su heterogeneidad, lo que ofrece la posibilidad de unas lecturas muchas veces contrapuestas. El novelista considera que Ma­tuszewski se ha equivocado en su interpretación de la noción de «quijotada» al aplicarla a todas las aspiraciones idealistas humanas que no habían tenido éxito. Éstas -en opinión de Prus- se pueden dividir en dos grupos: unas son prematuras, incomprensibles para las masas, y otras son simplemente )0-

5. Art cit., 939. 6. Art. cit, 938. 7. Art. cit., 939. 8. Cfe "Kronika Tygodniowa" (<<Crónica Semana],,), Kurier Coc!z!e¡my (Correo Diario), 335 (1898),

549·553.

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cas o estúpidas. En estas últimas incluye Prus las aspiraciones y propósitos de don Quijote, considerando que los motivos que movían al héroe cervantino eran nobles pero irreales, que los medios empleados para llevar a cabo los objetivos propuestos no eran adecuados, y -por fin- que los efectos conse­guidos resultaron opuestos a sus intenciones.

Para Prus, el fermento mencionado por Matuszewski, sin el cual la sociedad se inmovilizaría, lo constituyen no don Quijote sino los grandes idealistas que habían sufrido una derrota, pero debido a un conjunto de circunstancias adversas.

Rebatiendo las tesis de Matuszewski, Prus defiende la figura de Robinson, que es para él no la de un vulgar arribista sino la de uno de los más grandes héroes de la humanidad, su símbolo, que expresa la razonable voluntad y la in­vencible paciencia de un modesto e ínfimo ser humano a quien debe ceder has­ta la inmortal naturaleza.

Al final de su articulo, afírma Prus que no tiene fundamento el tan extendi­do temor desde hace algún tiempo en Polonia a que una sociedad compuesta por la gente que trabaja corra el peligro de hundirse en el materialismo. Para el novelista, no son don Quijotes los que la guían y elevan hacia los ideales, sino la religión, la filosofía, la ciencia y el arte, así como el cultivo de los sentimien­tos humanos universales.

La controversia mantenida entre los representantes de una interpretación posi­tivista, de un lado, y -del otro- la idealista o neorromántica de la figura de don Quijote, que surgió y a la vez alcanzó su punto culminante en el mismo año 1898, hizo pasar a un segundo plano los trabajos dedicados a Cervantes ya su nove­lística.

Uno de ellos es Historia de la literatura universal de W. Gostomski, edita­da precisamente en 1898.9 Su autor elogia las Novelas ejemplares, su carác­ter humorístico y satírico, a la vez que poético, su "invención» y forma, apre­cia también las bellas escenas e imágenes del Persiles, que, no obstante, padece -según el historiador- de una excesiva y caótica carga de lo fantástico.

El Quijote, a su vez, es para Gostomski una obra que debajo de un cúmu­lo de extravagancias románticas esconde el puro idealismo de las aspiraciones humanas, en contraste con el buen sentido positivo de un trivial Sancho Pan­za y de la cotidiana vulgaridad del mundo circundante. Llamando la atención sobre lo cómico y la ironía contenidos en la obra, admira Gostomski el arte de escribir de Cervantes, quien sabe con unos simples recursos expresar la profunda y universal verdad de la vida.

un trabajo mucho más extenso sobre la novelística de Cervantes es la intro­ducción de uno de los mejores conocedores de la literatura española en Polonia en el periodo que nos interesa, Julian Adolf Swi¡::Cickí, a una nueva edición del Quijote en 1899,10 en la que aprovecha muchos párrafos de otro estudio suyo pu­blicado en 1893. 11

9, W Goston1ski, Hislurya literalllry ¡Jm-vszecllJu!j íV z.urysie, Varsovia, 1898. 10. Cfr. M. de Cervantes, Do" Kisz.Ol ~ Mamzy (W przekladzic W Zakrzewskiego. z przedmow¡l

J.A. Swi~dckiego, z ilustracjami Gustava Doré'go) (<<1'1'1. de Cervantes, Don Quijote de la Mancha. En la traducción de W Zakrzewski, con In introducción de J.A, Sv .... "itrdcki, con ¡lustraciones de Gustavo Doré)}), Varsovia, 1899 (Bib!ioteka Dziel Wvboyowyc/¡ ["Biblioteca de Obras Selectas»]' núms. 75-80, t.l-6). La in­troducción ocupa las pp. 3-16.

11. Cfr. J,A. Sv./it;dcki, ,(Literatura his¡;panska wkku ztotcgo>) (/(Ln literatura espanola del Siglo

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La crítica litenuia polaca

Swi~cicki sitúa a Cervantes sobre el fondo de la literatura y la sociedad de su tiempo, subrayando su influencia en la obra del escritor. Dedica mucha atención a las Novelas ejemplares, fijándose tradicionalmente en valores tales corno una «rica invención», originalidad de los caracteres, multiplicidad de situaciones, la gracia de la narración, el verdadero sentido de la naturaleza, un delicado análisis del corazón humano y un estilo magistral.

Después de dedicar unas breves y críticas observaciones a La Galatea y LDS

trabajos de Persiles y Sigismunda, Swi~cicki centra su atención en el Quijote. Al igual que para sus antecesores románticos, para el autor polaco, la vitalidad y la inmortalídad de la novela la deciden no las intenciones explícitamente men­cionadas por Cervantes o las que se le atribuían, sino problemas que entrdn en el campo de la filosofía. En una magistral yuxtaposición del más elevado idea­lismo y del realismo más bruto, de la cual -sin menoscabo para el sublime ca­rácter de la idea conductora de la obra- brota la comicidad, reside -según Swi~cicki- el mayor valor del libro, su significación universaL

El idealismo de don Quijote nos es conocido, cada lector, por su propia ex­periencia, debe de conocer una análoga disposición del espíritu, ya que -y aquí viene la pregunta de nuestro crítico- ¿quién de nosotros no ha tomado alguna vez en la vida a los molinos de viento por gigantes, o sea, quién no ha potenciado con la fuerza de su imaginación varias situaciones, gentes y cosas?

Podemos suponer que el atento lector del Quijote no se opondrá a esta opi­nión, pero seguramente no aceptará la interpretación que ofrece Swi~cicki de la figura de Sancho Panza. Despojado de su astucia y jovialidad, se convierte a sus ojos en un tipo de racionalista, y alcanza casi la categoría de un símbolo que expresa los resultados de aquellos cambios que se producen en el hombre cuando el tiempo y la experiencia transforman nuestro espíritu y le obligan a considerar fríamente lo que antes le absorbía con ardor y entusiasmo.

Siguiendo las opiniones del historiador francés de la literatura española, Eugene Baret,12 subraya Swkcicki el saber que demuestra Cervantes en representar la hondura psicológica de los protagonistas mediante la alegórica imagen de la con­tl<tposición de dos rasgos fundamentales de la vida humana, en lo que -según el crítico polaco- supera a tantos presuntos análisis psicológicos. La originalidad del autor español -continúa Swi~cicki- resulta del prisma individual, prisma de sus propias derrotas y desilusiones a través del cual miraba la vida humana. Por ello, supo representar al hombre con todas sus contradicciones, con su vacilante ló­gica y su permanente oscilar entre la verdad y la mentira, la razón y la imagi­nación.

Volviendo al enfoque filosófico, llama la atención Swi~cicki sobre la idea que tiene Cervantes de la condición humana, la cual-según él- es una mezcla de la nada y de la grandeza, de la que -a su vez- nace el contraste entre lo elevado de las aspiraciones y lo reducido de los medios de que dispone el hombre. De esta idea sobre la condición humana nace la ironía, la cual es una sublime queja

de Oro),), en Dz,ieje literalury pvwszechnej illuslracyami (Historia ilustrada de la literatura wziversal)¡ 1, IIl. parte 1. Varsovia, 1893. pp, 179-404. La obra d" Cervantes la estudia el autor en las pp. 359·372.

12. Cfr: E. Baret, Bis/oire de la IittérwUIe espa{!.l1ole depuis ses origines les plus reculés jusqu'a 1105 jours, París, 1873.

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de un gran genio-poeta, un espíritu imbuido de altos ideales y helado por lo prosaico de la vida, queja que hace que subyacentes a la comicidad vibren lágrimas.

Por encima de la antítesis idealismo-realismo, expresada en las figuras de los dos protagonistas, existe -según Swiccicki- una síntesis de estas dos posturas que se transparenta en los personajes secundarios de la novela. En cierta manera, ésta es una lección moral en la que -en nuestra opinión­Swi~cicki une los rasgos psicosociales que contraponían en las figuras de don Quijote y Robinson de un lado Matuszewski y del otro Straszewicz y Prus, afirmando que Cervantes no condenó el amor del ideal o el sano sentido prác­tico de la vida sino un extremado aislamiento de ambos elementos.

Resumiendo sus observaciones sobre el sentido del Quijote, escribe nues­tro autor: «En síntesis, el Quijote es, por un lado, una crítica de los libros de caballería y del feudalismo caballeresco, hecha bajo la influencia del Rena­cimiento, y. por otro, una intuitiva representación de la eterna lucha del idea­lismo contra el materialismo y una crítica de lo que supone llevar a su extre­mo ambos elementos».13

Mientras Swiccicki consideraba la obra maestra de Cervantes desde el pun­to de vista filosófico, social, moral y estético, Z. Kaminski, autor de una edi­ción resumida del Quijote para el público juvenil, 14 en el prólogo a ésta se fija casi exclusivamente en su mensaje didáctico-moralizador.

La figura de don Quijote es -en opinión del prologuista- simpática y tiene muchas virtudes; sus aspiraciones son nobles, pero el héroe cervantino escogió un mal camino para realizar sus objetivos, a saber, la pelea. Tal actitud, que se caracteriza por la tendencia a imponer por la fuerza sus quimeras y utopías al mundo, actitud presente también en la sociedad actual, no merece más que la enérgica condena. Le contrapone Kaminski la postura elogiada y recomendada por Straszewicz y Prus como modelo positivo, o sea la de Robinson, «un trabajo honrado y un espíritu de previsión que serían útiles para la sociedad».!'

Al final de su simplificadora lectura del libro cervantino hecha para el destinatario juvenil, Kamihski hace resaltar aquellas cualidades que conside­ra de actualidad en los tiempos contemporáneos. a saber, las de poner en ridículo las supersticiones y hechicerías y el ataque contra los libros nocivos que infestan de malas hierbas a los espíritus, parecidos a los que se editan tanto en los tiempos de hoy.

La obra maestra de Cervantes no sólo inspira una rica gama de interpre­taciones -incluidas las comparaciones del protagonista con las grandes figu­ras de otras obras maestras de la literatura europea-, sino también mueve a la búsqueda de paralelos en la literatura polaca, iniciada ya 30 años antes por S. Duchinska. 16

Ya Zygmunt Krasinski, uno de los tres más grandes poetas y dramaturgos

13. Op. cit. p. 15, n.o 10. 14, Z. Kaminski. Don Kiszot La Mamzy i przvgody. dla mlodziezy slrescil... (Don Quijole de la

Alancha sus aventu.ras. para la juventud Varsovia, 1900. «Przednl0wa» {({Prólogo);.), pp. V·VIIL 15. 01'. cit.. p. VI. 16. Cfr, S. Duchinska, "Michal Cervantes. Jego zycic i prisma ... » (<<Miguel de Cervantes. Su vida y

sus escritos ... ,,). en Biblioleka Warszawska (Biblioteca Varsoviana). 1867, t. r, pp, 129-144. 388-422; L II. pp. 83-1Ol.

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La crítica literaria polaca

románticos polacos, que escribieron sus mejores obras en la forzada emigra­ción parisina, había llamado la atención sobre analogías que -en su opinión­existían entre el Quijote y el gran poema épico El señor Tadeo, obra maestra del que es considerado el más eminente poeta polaco, Adam Mickiewicz. 17

Este tema lo señaló también un autor anónimo que había publicado en París, y en francés, un estudio sobre la Polonia repartida entre las tres potencias invasoras (Austria, Rusia y Prusia) y sus tres grandes poetas. 18

El problema del parentesco entre El señor Tadeo y el Quijote despertó también el interés del ya mencionado W. Gostomski, pero es el crítico e histo­riador de la literatura K. Wojciechowski quien -siguiendo la pista indicada por sus predecesores- ahonda más en el estudio de la posible influencia de la lectura del Quijote sobre la obra de Mickiewicz. 19

Wojciechowski destaca sobre todo analogías que -según él- existen en la manera de presentar a las figuras de don Quijote y de uno de los protagonistas de El señor Tadeo, el Conde. Entre los rasgos que aproximan a ambas, menciona el crítico un excesivo balanceo de fantasía, originado por una asidua lectura de las aventuras caballerescas, que conduce a plegar por la fuerza la realidad para que corresponda con las imágenes que pueblan las «novelas fantásticas». Tam­bién la manera de expresarse del Conde, su lenguaje ampuloso y seudopoético atestiguan -a juicio de Wojciechowski- una semejante concepción de los res­pectivos personajes en el autor español y el polaco. Otros rasgos comunes son la defensa de los débiles y oprimidos, el culto de las mujeres y la importancia del sentimiento del honor.

Semejante, si no idéntica, es -en opinión de Wojciechowski- la actitud de ambos autores ante sus personajes: ambos los presentan con un enfoque cómico, pero sienten hacia ellos simpatía y es la ironía la que caracteriza su manera de verlos.

Dentro de los rasgos comunes existen -según el crítico- diferencias que re­sultan generalmente de un mayor grado de intensidad de las vivencias de don Qui­jote, de haber llevado sus ideas y actos a unos límites extremos, lo que logra evitar Mickiewicz, quien -al pintar la figura del Conde- redondea el perfil demasiado agudo del prototipo, salvando así a su héroe de una exageración caricaturesca.

Pintando esta figura -resume nuestro crítico-, el poeta le dio todos los rasgos característicos de don Quijote. En los detalles, estas figuras presentan muchas e importantes diferencias, pero en lo esencial se corresponden plena­mente. Mickiewicz -según Wojciechowski- quiso poner en ridículo un tipo literario efímero, generado por la fiebre romántica, sobre el fondo de un ago­nizante clasicismo francés, y -con el fin de ridiculizar con más eficacia a ese tipo- pintó al personaje del Conde como una figura quijotesca.

Antes de pasar revista a los artículos y estudios escritos en Polonia du­rante los años 1904-1905, con motivo del tricentenario de la edición de la Pri­mera Parte del Quijote, merece la pena señalar dos trabajos publicados en

17. Cfr. Anónimo, La P%gne cap/ive e/ ses /rois pué/es, Leipzig-Londres-París, 1864. 18. Ibidem. 19. Cfr. K. Wojciechowski, «Hrabia w "Panll Tadeuszu" a Don Kiszot)) «(El Conde en El Sei10r Tadeo

yel Quijo/e»), en Sprawozdanie Dyrekcyi c.K. GimJ1azyum w Stryju za rok szkolny 1900 ([¡1forme de la Dirección del InSlifufo de Bachillerato de Sfryj para el cursu escolar 1900), Stryj, 1900.

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Kazimicrz Sabik

1903 Y dedicados a la novelística de Cervantes. El primero, basado en el libro Cervantes inédit del hispanista francés Clément Rochel,2° amplía el conoci­miento que de aquélla tenía el lector polaco, especialmente en lo que se refie­re al Persiles y las Novelas ejemplares.

Escribiendo sobre la génesis del primero de estos libros, afirma el autor del artículo que Cervantes se daba cuenta perfectamente de la decadencia de los an­tiguos ideales de la caballería, de su bella locura, de su disonancia con la reali­dad y los tiempos nuevos, pero al mismo tiempo creía que esos antiguos ideales tenían un valor místico para la humanidad. Por ello, quiso crear una novela de caballería llena de gravedad que fuerd un equivalente del sarcástico Quijote.

Presentando las Novelas ejemplares, hace resaltar el autor del artículo el valor de El licenciado Vidriera como uno de los más profundos estudios lite­rarios sobre la locura, tratada ya en el Quijote.

es la obra a que dedica especial atención el historiador de la literatura L. German.21 Entre sus observaciones, cabe destacar tres. Parece acertada la que dice que el enfoque irónico de la figura de don Quijote es tan sutil y tan conse­cuente que no es posible separar las virtudes de un auténtico y noble caballero de la ambición exagerada de un aventurero afán de fama, vanidad y delirios de grandeza, acompañadas del menosprecio por toda ocupación prosaica.

Más discutible parece la opinión según la cual el propio Cervantes sí se liberó por completo de las tradiciones del estado caballeresco, pero, sin em­bargo, su herencia está viva en él, más, se le puede considerar un involuntario representante de los defectos y las virtudes de toda la nación española, desa­rrollados en el proceso de su evolución histórica.

La tercera observación se refiere a la figura de Sancho Panza. A juicio de German, éste es un representante de las amplias capas de población que has­ta ahora no han desempeñado ningún papel histórico, pero no tardarán mu­cho en hacerlo, sucediendo a las clases privilegiadas. En este lugar, cabe pre­guntarse si esta opinión expresaba las convicciones ideológicas del autor polaco en un periodo de una creciente importancia de la clase obrera y de sus mani­festaciones políticas o, simplemente, resultaba de la búsqueda de un nuevo sentido de la figura del escudero cervantino.

Una fecha importante en la recepción de la novelística de Cervantes en Polo­nia son los años 1904-1905, cuando, como ya hemos dicho, se conmemora el tri­centenario de la edición de la Primera Parte del Quijote. Dado el gran número de trabajos publicados, nos vemos obligados a pasar revista sólo a los más inte­resantes. Digamos en seguida que la mayoría de ellos son típicas publicaciones conmemorativas, que más que aportar una luz nueva sobre la novelística cer­vantina recapitulan lo dicho en los trabajos que hemos resumido con anterioridad.

Tal carácter, por lo menos en parte, tiene el artículo que publica sobre el Quijote el ya presentado crítico, Ignacy Matuszewski,22 Discutiendo la evolución

20. Véase A,WL., {(Z Hteratury hiszpanskiej. Cervantes nlcznany)j «, De la Hteratura espaflola. Cervantes desconocido»J, WcdlOwiec (Peregriname), 41 (1903),828-829; 42 (1903), 852·853.

21. Cfr. L. German. Przeg/¡¡d dziejów literatury powszedmej (Esboz.o de la historia de la literawra uni· versal), t. iII, Lwów, 1903, pp. 77·78.

22. Cfr. 1. Matusze\vski! «(Trzechsetna rocznka Don Kkhota») (<<El tricentenario del Quijote})). T:..vgodnik mustrowany (Semanario I1uslado), 21 (1904), 406.

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de las opiniones de los críticos e historiadores de la literatura sobre la obra cla­ve de Cervantes que tuvo lugar durante tres siglos, Matuszewski destaca su ca­rácter popular, el placer estético que nace de su lectura y. sobre todo, el valor universal de la obra. su simbolismo. Se opone el crítico a tratar el Quijote corno parodia, ya que -en su opinión- todos los personajes viven una vida verdade­ra. piensan, sienten. lloran, expresan sus alegrías y sufrimientos corno cualquier ser humano. y despiertan en nosotros no sólo risa, sino también compasión.

Contraponiendo la «parte externa» de la novela, su comieidad, a la «parte interna", es decir, a su profunda psicología de los protagonistas, Matuszewski escribe: "Los caracteres en el Quijote tienen más importancia que las situa­ciones, de la misma manera que la parte interna es más importante y domina sobre la parte externa, al igual que el espíritu domina sobre la materia. Es gracias a ello que la novela cervantina entró en la galería de las obras maes­tras de la literatura universal y su protagonista alcanzó la categoría ya no sólo de tipo, sino de un símbolo que encarna nostalgias y aspiraciones del alma humana, constantemente sofocadas, pero nunca apagadas».23

Mientras Matuszewski se limita a discutir sólo algunos aspectos del Quijote. el conocido poeta Lucjan Rydel presenta en su artículo el conjunto de la obra de Cervantes, y dedica, como era de esperar, especial atención a su gran novela.24

Rydel, poeta modernista, es decir. neorromántico, subraya los condiciona­mientos subjetivos que acompañaron al escritor en el momento de crear el Quijote y que constituyeron su génesis. Recordando que esta novela la escribió un hombre de más de cincuenta años de edad, que había vivido toda su juventud de manera romántica y heroica bajo la bandera de la gran idea cristiana y patriótica, y que esta juventud no le había traído más que derrotas, dice Rydel: «[ ... ) al fin, las desilusiones sufridas, esperanzas enterradas, los sueños de la juventud frustrados, un doloroso pesar y el sentimiento de tener una vida malograda, todo ello se vuelve en amargura en su alma y se convierte en una mordaz ironía. Y de esta ironía nace don Quijote».25 Cervantes -según Rydel- ha hecho en él una carica­tura de sí mismo. Presenta en él su propio idealismo o ideología que corre ciega­mente detrás de las quimeras y se estrella contra una fría e implacable realidad.

Transponiendo sus consideraciones al terreno del comparatismo, Rydel des­cubre analogías entre el vínculo psicológico sobre la base de la ironía que une a Cervantes con su protagonista y el que existe entre Moliere y el personaje de Arnolfo en la Escuela de las mujeres, escrita 60 años después del Quijote. El ras­go común de estos «dos más grandes genios cómicos de la literatura moderna». corno los califica el autor polaco, es ese trágico ironizar sobre sí mismos, esas mofas de su propia desdicha, esa risa y burla que no son más que una máscara que oculta amargas lágrimas.

Tal corno lo hacían los críticos románticos, Rydel contrapone en Cervantes y, por ende, en don Quijote, la razón al corazón. La razón del autor y de su héroe comete errores, le hace quedar en ridículo, pero su corazón no se equivoca y el lector no puede reírse de su carácter.

23. lbidem. 24. Cfl: L Ryde!, «'.v trzechsetlecÍe Don Kiszota» (<<En el tricentenario de! Quijo/e»), Przegl"d Powszechny

(Revis/a Utliversal), 224,4 (1904), 22-35. 25. Art. cit., 29.

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En la figura de don Quijote, Rydel ve casi a un Cristo, cuando escribe de la misión del protagonista, de sus sacrificios, de la voluntad divina que le había llamado para que combatiera la injusticia y, por fin, de esa paciencia propia de un mártir con la que sigue el camino una vez escogido.

Al igual que la mayoría de los comentaristas, el autor del artículo sostie­ne que el Quijote es una obra maestra de la literatura universal gracias a la contraposición del Caballero de la Triste Figura al personaje de Sancho, la cual considera la idea básica del libro. A pesar de su carácter práctico y el sentido común, Sancho le coge cariño a su amo y le sigue a todas partes. Recalcando esta paradoja, exclama Rydel: «¡El sentido común al servicio de una manía y la ideología que arrastra tras de sí un grosero y tosco realismo -éste es un colmo de ironía!».26

Entre otras publicaciones conmemorativas, merece la pena citar un artículo de un conocido crítico literario, Józef TretiakY Éste contrapone dos grandes fi­guras de la literatura española: el Cid y don Quijote, considerando que represen­tan, respectivamente, un ideal y una caricatura del guerrero. Don Quijote evolu­ciona paulatinamente bajo la pluma de Cervantes, y de una encarnación de la caricatura de un estamento social se transforma en el representante de toda la humanidad. La superficial comicidad inicial se convierte, al final, en lo trágico. Para el crítico, la novela de Cervantes es una sátira sobre los grupos de gente que se dan en cada tiempo y en cada país, los que, enamorados de las poéticas formas del pasado, lo idolatran con todos sus errores, menospreciando el pre­sente. Al escribir estas palabras, el autor del artículo se refería, sin duda, a los representantes de la conservadora novela histórica polaca y sus partidarios, que se oponían a toda novedad y progreso en la literatura y la vida social.

Los demás artículos conmemorativos publicados en 1905 repiten las tesis y consideraciones contenidas en la polémica de 1898 entre Straszewicz, Prus y Ma­tuszewski. Predominan los partidarios de la interpretación de este último, inter­pretación idealista, neorromántica, que contrapone el sublime idealismo quijo­tesco a la interesada ideología pequeño-burguesa con su culto del materialismo.

Después de dos años (1904-1905) de auge del interés por la novelística cer­vantina, sigue un periodo de retroceso que dura hasta 1918: la prensa polaca no aporta sino informaciones aisladas y esporádicas o reimprime algún que otro artículo de críticos extranjeros.

La excepción será la publicación, en 1913, de una extensa introducción que precede a la primera edición polaca de las Novelas ejemplares, escrita por el propio traductor, Z. Milnel~28 Casi la mitad de la introducción la ocu­pan consideraciones sobre el fondo histórico de la obra y la vida de Cel"Van­tes. La otra mitad está dedicada al estudio de la novelística del autor del Qui­jote. Encontramos aquí opiniones discutibles, sobre todo en lo que se refiere

26, Art. cit., 34, 27. J. Tretiak, "Przedziwny rycerz z Manczy» (<<El ingenioso caballero de la Mancha»), Cz,as (Tiempo),

132 (1905), 1-2; 134 (1905), 1; 135 1-2. 28, Cfr. Miguel de Cen'antcs, pr~yklad¡¡e (Novelas eíemplares) (Tlomaczyl z hiszplÍskiego i

slowen wstG'pnem opatrzyl Zdzislaw Milner) (<<Tradujo del español y escribió la introducción Zdzislaw Milner»), 2 vol s" Varsovia, 1913, La introducción, titulada «Miguel de Cervantes Saavedra», se encuentra en el t. 1, pp, XXXIV

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a las obras menos difundidas y menos apreciadas de Cervantes, como es el caso de La Galatea y de Los trabajos de Persiles y Sigismunda. Especialmente controverti­da es la opinión que le merece a Milner la primera de estas novelas. A su juicio, ésta puede ser considerada un modelo de la bella prosa castellana, que, por pri­mera vez, tiende a la sencillez de la expresión. liberándose en gran medida de la ampulosidad tan característica de la literatura española de aquel entonces.

En contraste, Ins trabajos de Persiles y Sigismunda son, para Milner, una fábula insulsa, fatigosamente elaborada. carente de fantasía creativa, compo­sición y valor filosófico.

Siguiendo con sus opiniones poco ortodoxas, el autor polaco no ve nin­gún sentido oculto, ninguno de los misterios que veían en el Quijote los ro­mánticos. Para Milner, esta novela presenta la historia de un hombre que no supo humillar a su propio espíritu ante la realidad de la vida cotidiana. De ahí, la eterna antítesis entre el ideal y el mundo de los fenómenos reales.

Como es lógico. son las Novelas ejemplares a las que dedica especial aten­ción el autor de la introducción. Las divide en dos grupos: el primero reúne las sentimentales y «románticas», y el segundo las picarescas. A ambos los une -según Milner- su fondo satírico y costumbrista.

De entre todas las novelas, las que más aprecia son El celoso extremeño y El coloquio de los perros. Su admiración por la primera va tan lejos que no duda en calificarla de la primera novela psicológica en la literatura universal. A su vez, El coloquio de los perros es, para Milner, una obra maestra de humor y gra­cia con un fondo filosófico. presente también éste en El licenciado Vidriera.

El final de su introducción lo dedica el autor al estilo de Cervantes, tanto en el Quijote como en las Novelas ejemplares, considerándolo un fenómeno único en su género. Para él, el lenguaje cervantino es natural, fluido e intuiti­vo, modelo insuperable de la prosa castellana.

Un año después de la aparición de la edición polaca de las Novelas ejem­plares, estalla la primera guerra mundial. y dos años más tarde se celebra el tricentenario de la muerte de Cervantes. Esta vez no se repite el aumento del interés por la obra del autor del Quijote que había caracterizado los años 1904-1905, debido, sin duda, a las adversas circunstancias bélicas y a la para­lización de la actividad editorial.

De las revistas que siguen apareciendo, sólo el siempre fiel a Cervantes Se­manario Ilustrado publica, en 1917, el artículo titulado «El inmortal don Quijo­te».29 El autor anónimo, entre los fulgores de la guerra, en la cual sólo cuentan «fuerza, hierro y sangre», vuelve los ojos hacia el personaje cervantino, que en­carna para él la generosidad, la verdad y la justicia. El idealismo de don Quijote se contrapone aquí al positivismo y realismo del mundo contemporáneo. Este mundo no tiene razón -afirma el autor del artículo. Dada la situación en que el materialismo en nombre del cual se empezó la guerra no trajo solución a los problemas de la humanidad sólo queda la fe quijotesca en los ideales de la ver­dad y la justicia. Sólo él, el inmortal don Quijote siente, oye y comprende ellati­do de los corazones de la gente esperando la paz.

El año 1918, fecha de la terminación de la guerra, es un año

29. «Níesmiertelny Don Kiszol», 7}'godnik [//ustrowaIlY. 2S (1917), 309·310.

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nal en cuanto a la recepción polaca de la obra cervantina. Aparecen entonces dos importantes trabajos de carácter científico: un inteligente estudio dedica­do a la investigación de analogías y posibles influencias del Quijote en una de las más apreciadas obras de la literatura polaca, Dziady (<<l..os antepasa­dos»), de Mickiewicz, estudio cuyo autor era Zygmunt Matkowski;30 y otro, una especie de monografía titulada Al margen del Quijote, escrita por el filó­sofo y estético, Micha! Sobeski.31

Matkowski, examinando la génesis, el fondo histórico-líterario del Quijote y su influencia en la líteratura europea, afirma que, en esta obra, Cervantes une la actitud moralizadora y costumbrista a la tendencia antisentimental, y estos elementos entran a formar la noción de un nuevo género satírico-mora­lizador al que Matkowski da el nombre de «donquijotada». Este género, por otra parte, se había desarrollado, sobre todo en Francia, en el siglo XVII, como instrumento de lucha contra el sentimentalismo de la novela pastoril y «le roman précieux». La esencia de la «donquijotada» el autor- consiste en crear un cierto tipo de manía, alimentada por una específica literdtura o, más generalmente, cultura, la misma que debe ser el objeto de la condena. Matkowski llama la atención sobre la extraordinaria riqueza de posibilidades interpretativas del Quijote, y menciona la novela inglesa de! siglo XVIII de Fiel­ding y Sterne, con su modificación de la «donquijotada», la recepción román­tica de la obra de Cervantes en Alemania y la manifiesta influencia del Quijo­te sobre J.J. Rousseau.

Analizando la novela cervantina y Los antepasados, e! crítico pasa revista a problemas tales como la locura causada por la lectura, la locura amoro­sa, la religión del amor cortesano, el amor platónico hacia una mujer ideal. En la locura amorosa, Matkowski distingue en Cervantes dos géneros: uno es la seudolocura que expresa el sentimentalismo caballeresco imitado de Ama­dís, y e! otro, la locura de amor que tiene una base místico-erótica. En las conclusiones, el autor del estudio subraya el didactismo común de Cervantes y Mickiewicz, llama la atención sobre la maestria de ambos autores en el campo del «moralizar artísticamente», consistente en aprovecbar de una manera su­gestiva la psicología patológica de los protagonistas, así como en aplicar há­bilmente los factores formales del arte literario: el simbolismo y la decorativi­dad. Según Matkowski, Mickiewicz no es un imitador pasivo de Cervantes, sino que aprovecha de una manera creativa, transformándolos, VdriOS elementos y motivos de la obra del escritor españoL

La monografía de Sobeski constituye un ambicioso intento de dar una visión global de la obra de Cervantes, analizada en relación con los azares de su vida. Es como una síntesis o un resumen de todo lo que se había dicho hasta ahora en esta materia, basándose en la lectura de los trabajos de cer­vantistas franceses, alemanes y españoles.

Al presentar las interpretaciones de la obra de Cervantes, conocidas ya

30. Z. Matkowski, ({Cervantes \V Polsee. I. Don Kichot a Dziady wilenskoko\vienskie}) (<<Cervantes en Polonia, L El Quijote y Los Antepasados de Vi]na y Kowno»), Pami¡;tnik Líteracki (Diario Literario), 1918, pp. 26·66. 246-283,

31. M, Sobeski, «Na marginesie Don Kiszota», Zdrój (<<Mananlial»j, L lII, 1918, pp, 118·121, 144-148, 177-179; 1. IV, pp. 17-19, 49·51, 77·79, 113·115, 146-149, 180-182; t. V. pp, 46-49,

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en Europa occidental. pero todavía no en Polonia, Sobe ski se detiene en el comentario que le dedicó al Quijote Unamuno en su Vida de don Quijote y Sancho y, luego, en el libro Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos. En este comentario, como es bien sabido, el autor español traza un paralelo entre las vivencias de don Quijote y los destinos de España, especialmente los acontecimientos del año 1898.

Al comparar a don Quijote con las grandes figuras de la literatura espa­ñola, figuras profundamente místicas, Sobe ski afirma que entre los hermanos de aquél hay que contar a Calderón, «desgarrado en su impotencia para reco­nocer la vida y el sueño, a Santa Teresa con San Juan de la Cruz, invitando a la muerte para conquistar la vida y, por fin, a Ignacio de Loyola, que sale al camino como un caballero andante de Cristo»,32

Mirando desde otro punto de vista, en volver las espaldas al mundo con­siderado como un fantasma, creado engañosamente por el intelecto, y en la admiración del mundo como producto de la voluntad activa, en el Quijote. interpretado por Unamuno, ve el crítico polaco el reflejo de una nueva co­rriente filosófica, nacida a principios de siglo en los Estados Unidos, corrien­te conocida bajo el nombre de pragmatismo.

Para discutir las observaciones que Unamuno le dedica al «quijotismo», Sobe ski elige el último capítulo Del sentimiento trágico de la vida, titulado «Don Quijote en la tragicomedia europea contemporánea».

En la interpretación del autor español, el «quijotismo filosófico», en el fondo, es -según Sobe ski- lo mismo que la filosofía de los conquistadores, filosofía de los contrarreformistas, que hacían frente a un nuevo asalto de los bárbaros del norte, lo mismo que la filosofía de san Ignacio de Loyola y, sobre todo, la de san Juan de la Cruz. Este quijotismo filosófico, especulati­vo o meditativo, es el mismo que él practicó, una locura, siempre odiada por la razón, la misma que padecía don Quijote.

Para Unamuno -continúa el crítíco polaco-, la razón es destructiva, afir­mando que no hay Dios, ni alma, ni inmortalidad. Es precisamente de la con­traposición y de la reconciliación de la razón con el sentimiento, con la fe, de donde se deben beber jugos vitales para la verdadera filosofía, filosofía quijotesca que mediante el sentimiento reconstruye de nuevo el mundo, des­truido por la razón.

En el último capítulo de su trabajo, Sobeski se ocupa del problema del contenido y la forma del Quijote, de su lenguaje, de la estructura de la novela y de su última traducción polaca.

El crítico empieza su análisis afirmando que el Quijote es plenamente una obra de arte, ya que el contenido "divertido al mismo tiempo que melan­cólico» ha encontrado una forma adecuada: una amplia, impetuosa, a la vez que vigorosa narración cervantina. Lo que en otro autor resultaría una inso­portable habladuría -escribe Sobeski-, en Cervantes es una ornamentación abundante, pero orgánicamente vinculada con la arquitectura de la obra cual las fachadas de Miguel Ángel. que, a pesar de toda su riqueza ornamental, no ahogan las principales líneas de construcción. más bien las ponen de relieve

32. Art. cit .• 180.

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de una manera ingeniosa y eficaz. Un paso más -añade el crítico- v todo ello degeneraría en un barroquismo de mal gusto.

El tono general de la novela -según Sobeski- es familiar, natural, sólo a veces, cuando es necesario, adopta sonidos solemnes, patéticos o carácter rebus­cado, elegante. El lenguaje de Cervantes es, generalmente, homogéneo. Es el so­noro, vigoroso y, ya por naturaleza, algo solemne lenguaje de los castellanos.

Considerado como una obra de arte, el Quijote tiene, para Sobeski, mu­chos defectos de composición, le falta «homogeneidad arquitectónica)} y cone­xión entre las distintas partes de su estructura.

Desde este punto de vista, Cervantes -en opinión de Sobeski- es dife­rente de los otros creadores del mundo románico, que siempre han observado unas reglas de composición determinadas con precisión, tanto en el arte como en la literatura. Si, a pesar de todo, Cervantes llega a crear un conjunto arqui­tectónicamente aceptable, eso se debe -según el autor de la monografía­a su talento natural: «el genio de la raza cubre en gran parte las exuberancias y los defectos individuales)}.'>3

Para la estética y la filosofía románticas, las cuales consideraban que la ima­ginación tenía el poder de crear y destruir y que, asimismo, le concedían al ar­tista romántico la libertad total de creador y destructor, las carencias debidas a un despreocupado descuido o defectos estmcturales, visibles en la obra de Cer­vantes, tenían las cualidades de una descabellada genialidad romántica.

Sobeski termina su trabajo con unas breves observaciones sobre la últi­ma traducción polaca del Quijote. Estas observaciones tienen un carácter mar­ginal y no son más que un suplemento a la parte principal de la monografía. El valor de ésta consiste, sobre todo, en presentar, por primera vez en la crítica literaria polaca, un estudio tan amplio y matizado de la vida y la novelís­tica de Cervantes, así como en aportar nuevos elementos a la recepción pola­ca de la obra maestra del autor español: presentación y un competente co­mentario filosófico a la interpretación de Unamuno y un análisis del Quijote desde el punto de vista estético.

Resumiendo las consideraciones expuestas en esta comunicación, pode­mos afirmar, en función del material estudiado, que la crítica literaria polaca del periodo neorromántico se ha esforzado en mostrar toda la riqueza de la novelística cervantina. Ello se refiere, sobre todo, al Quijote y, ya en menor medida, a las Novelas ejemplares. Se amplía también el conocimiento que el lector polaco tenía de otras dos novelas de Cervantes, en especial de lns tra­bajos de Persiles y Sigismunda.

La lectura de la obra maestra del «manco de Lepanto» da lugar a las más variadas interpretaciones: filosóficas, estéticas, morales, sociales, didácti­cas, ideológicas o psicológicas, y la figura de don Quijote inspira y estimula la imaginación de los críticos y publicistas, y es significativa su presencia en la cultura polaca del periodo analizado.

33. Art. cit., 47.

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