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ISSN: 021 4-0314 cuadernos de Trabajo Social 2000, 13:15-32 La construcción social de la pobreza en la sociología de Simmel J. Manuel FERNÁNDEZ t Resumen Abstract En contraste con las definiciones descripti- vas de la pobreza predominantes en las ciencias sociales, George Sirnmel en su Soziologie (1908) nos ofrece un concepto analítico que puede apor- tar una iluminación teórica original al debate actual sobro la pobreza y la exclusión social. En este artí- culo se analiza la visión constructi vista de este fun- dador de la Sociología en el marco de su proyec- te sociológico. También se señalan algunos desa- rrollos más recientes inspirados en sus ideas, enfarizando algunas implicaciones de esta aproxi- mación a la situación del pobre en la sociedad moderna para el trabajo social L as sociedades occidentales opu- lentas, que en el período expansi- vo posterior a la Segunda Guerra Mundial habían soñado con erradicar la pobreza, han visto en los últimos años del siglo xx emerger en su interior la lla- mada nueva pobreza. En este fenóme- no convergen diversos procesos como la degradación del mercado de trabajo con la multiplicación de empleos ines- tables, el fuerte crecimiento del paro de larga duración, o el debilitamiento de los vínculos sociales que parecen mos- Tbere la a marked contrast between the descn»tive definition about poverty predeminant in the social sciences and the analyrical concept used by George Simmel in his «york Soziologie (1908). In this werk «ve can tind an original theoretical ms- piration for the present-day debate en poverly ano social exclusion. In fhis paper the consfructivist view of this tounder of German socielogy is exa- minad within the framevvork of his sociological pro- ject. Also some recent develepments inspired en his ideas that contain some implications ter social «york are peinfed eut trar el espectacular aumento de las rup- turas conyugales y el declive de las soli- daridades de clase y de vecindad. Es la otra cara de un capitalismo revitalizado por la globalización de la economía y de un individualismo creciente. Como sos- tiene Robert Castel (1997), nos halla- mos ante una nueva cuestión social, la de los individuos que ocupan en la sociedad una posición de supernume- rarios, «inempleables”, desempleados o empleados de manera precaria, muy diferente de la vieja cuestión social de catedrático de Sociología de a Escuela Universitaria de Trabajo Social de la Universidad complutense de Madrid. 15

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ISSN: 021 4-0314cuadernos de Trabajo Social2000, 13:15-32

La construcción social de la pobrezaen la sociología de Simmel

J. Manuel FERNÁNDEZt

Resumen Abstract

En contraste con las definiciones descripti-vas de la pobreza predominantes en las cienciassociales, George Sirnmel en su Soziologie (1908)nos ofrece un concepto analítico que puede apor-taruna iluminación teórica original al debate actualsobro la pobreza y la exclusión social. En este artí-culo se analiza la visión constructi vista de este fun-dador de la Sociología en el marco de su proyec-te sociológico. También se señalan algunos desa-rrollos más recientes inspirados en sus ideas,enfarizando algunas implicaciones de esta aproxi-mación a la situación del pobre en la sociedadmoderna para el trabajo social

Las sociedades occidentales opu-lentas, que en el período expansi-vo posterior a la Segunda Guerra

Mundial habían soñadocon erradicar lapobreza, han visto en los últimos añosdel siglo xx emerger en su interior la lla-mada nueva pobreza. En este fenóme-no convergen diversos procesos comola degradación del mercado de trabajocon la multiplicación de empleos ines-tables, el fuerte crecimiento del paro delarga duración, o el debilitamiento delos vínculos sociales que parecen mos-

Tbere la a marked contrast between thedescn»tive definition about poverty predeminant inthe socialsciences and the analyrical concept usedby George Simmel in his «york Soziologie (1908).In this werk «ve can tind an original theoretical ms-piration for the present-day debate en poverly anosocial exclusion. In fhis paper the consfructivistview of this tounder of German socielogy is exa-minad within the framevvork of his sociological pro-ject. Also some recent develepments inspired enhis ideas that contain some implications ter social«york are peinfed eut

trar el espectacular aumento de las rup-turas conyugales y el declive de las soli-daridades de clase y de vecindad. Es laotra cara de un capitalismo revitalizadopor la globalización de la economía y deun individualismo creciente. Como sos-tiene Robert Castel (1997), nos halla-mos ante una nueva cuestión social, lade los individuos que ocupan en lasociedad una posición de supernume-rarios, «inempleables”, desempleadoso empleados de manera precaria, muydiferente de la vieja cuestión social de

• catedrático de Sociología de a Escuela Universitaria de Trabajo Social de la Universidad complutensede Madrid.

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.1 Manuel Fornández La construcción social de la pobreza en la sociología de Simmel

la pauperización de la clase obreraemergente. Más allá de la novedad enla forma nos encontramos, sin embar-go, con el viejo tema de la interacciónentre el pobre y la sociedad, una de lasformas de socialización analizadashace casi un siglo por Georg Simmel ensu Soziologie <1908). Releer el ensayo«El pobre>’, uno de los capítulos de esaobra, resulta muy sugerente paraentender las implicaciones sociológicasde lo que está ocurriendo hoy. En estetexto clásico, que en muchos aspectospuede considerarse el punto de partidade la sociología de la pobreza, estepadre fundador de la sociología alema-na planteócon gran lucidez cuestionesfundamentales que pueden ayudarnosa descubrir los aspectos más relevantesdel fenómeno de la nueva pobreza y ano perdernos en interminables descrip-ciones que nos ayudan muy poco aavanzar en su comprensión.

La pobreza como unanoción del sentido común

Los investigadores sociales hanintentado muchas veces definir los ras-gos distintivos de las viejas y nuevas for-mas de la pobreza. Partiendo con fre-cuencia de nociones de sentido común,han intentado medir el fenómeno paraestablecer con criterios cuantitativos un“umbral de pobreza». Establecer unmínimo vital plantea, sin embargo,numerosas dificultades, pues las nor-mas que permiten definir ese minimumson relativas, varían en función de diver-sas variables ecológicas y culturales.

cuadernos de Trabajo social

Como ha observado Serge Paugam,«se da en esto una paradoja: los inves-tigadores no llegan a medir de modosatisfactorio un fenómeno cuya defini-ción parece clara a la opinión pública yque, para colmo, moviliza la energía denumerosas instituciones y asociacionespermanentemente enfrentadas a lasmúltiples dificultades de las poblacionesdesfavorecidas’> (1997: 20).

El análisis de la literatura socioló-gica permite constatar que los intentosde construir un objeto de estudio basa-do en la noción de pobreza han aboca-do a débiles resultados o, al menos, aresultados no desprovistos totalmentede ambigúedad. Sobre el tema de lareproducción de los comportamientosconsiderados característicos de lospobres se han desarrollado dos teoríasprincipales: la teoría de la ‘<cultura de lapobreza», o más exactamente de la«subcultura de los pobres’>, desarrolla-da por Oscar Lewis; y la teoría «estruc-tural» que, en contraste con la anterior,enfatiza las causas exógenas de lapobreza, y que actualmente tiene enJulius W. Wilson uno de los principalesrepresentantes.

Estas teorías, especialmente lade la cultura de la pobreza, han sidoelaboradas una y otra vez al precio deuna cuestionable disociación del uni-verso de los pobres del resto de lasociedad. Para explicar a reproducciónde la pobreza comienzan describiendoa los pobres y señalando su desviaciónde las normas de la corriente principalde la sociedad. En lugar de analizar losprocesos que conducen a la designa-ción y al etiquetado de las poblaciones

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desfavorecidas en una sociedad o enun ambiente concretos, es decir, enlugar de explicar los mecanismos queintervienen en la construcción social dela pobreza, no hacen más que legitimaren el plano intelectual definiciones einterpretaciones de sentido común. Enla medida en que se apoyan en la dico-tomía características de los pobres ver-sus características del resto de la socie-dad, estas teorías no consiguen rompercon la magia de una prenoción en sen-tido durkheimiano.

La pobreza comocategoría analítica

Simmel, en su ensayo «El pobre»,el análisis más largo y minucioso quehizo de un problema particular en suSoziologie (1908), nos ofrece un cuadroanalítico para pensar en términos socio-lógicos la cuestión de la pobreza en lassociedades modernas. Se trata de unmodo de abordar este tema muy dife-rente de las descripciones minuciosasque hallamos en los informes socialesde la época, como el elaborado pocosaños antes por Charles Booth (1902-1903), quien describe con detalle lacondiciones de vida y de trabajo de lospobres londinenses e intenta determi-nar con precisión la <‘línea de pobreza’<.Tampoco tiene nada que ver con lasdescripciones expresionistas de lascondiciones de vida de los slums conlas que los reformistas norteamerica-nos intentaban llamar la atención de laopinión pública. Simmel elige el casodel pobre para ilustrar su concepción dela sociología como ciencia de la inte-

racción social o de las formas de socia-lización y, como ha escrito E. Hughes,<‘lo que hace especialmente sugerentesu ensayo son esas dimensiones ines-peradas que introduce en el análisis,como es habitual en su aproximaciónsociológica a cualquier fenómenosocial, gratificando incesantemente allector con importantes observacionesteóricas» (1991:208).

En ese texto, que en muchosaspectos puede considerarse como elpunto de partida de la sociología de lapobreza, Simmel clarifica los proble-mas de definición de este fenómenocon una aproximación constructivista,rigurosa y eurísticamente fecunda, quepermite comprender la formación de lacategoría de pobre y los complejos vín-culos que mantiene con el conjunto dela sociedad, rompiendo así con todotipo de concepciones naturalistas osubstancialistas aún en boga en losdebates científicos y políticos actuales,frecuentemente enraizados en la socio-logía espontánea. Al mismo tiempoSimmel aborda las cuestiones de laasistencia en función de la evolución delas sociedades europeas, abriendo asíperspectivas para una teoría socio-his-tórica de los modos de regulación delvinculo social (Paugam, 1998 1-2).

Con este texto, la sociología de lapobreza no se reduce a un campoespecífico de la sociología, sino que,más bien al contrario, remite a las cues-tiones fundamentales sobre el vínculosocial, lo cual permite obtener proposi-ciones teóricas de alcance general.Este es el modo de proceder caracte-rístico de este padre fundador de la

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sociología alemana quien busca entodo momento contribuir a una teoríageneral de la sociedad a través del aná-lisis de losobjetos empíricos más vario-pintos y aparentemente marginales,convencido de que en cualquiera deellos se cruzan todos los hilos que com-ponen el tejido social, de modo análo-go a lo que ocurre con los cuadrosimpresionistas, tan admirados por él,cuyas características son apreciablesen todos y cada y uno de sus detalles(Frisby, 1992).

Este texto, junto con el famosoexcursus sobre el extranjero que halla-mos en otro capítulo de la misma obraSoziologie titulado ‘<El espacio y lasociedad», ha tenido gran influencia enmuchas de las aproximaciones máscreativas al tema de la pobreza y de laexclusión social. Su huella puede perci-birse, por ejemplo, en un interesanteartículo de Alfred Schutz titulado «TheStranger” (1944). Pero su influencia sedejó sentir sobre todo en la sociologíaamericana. En él se inspiraron los tra-bajos sobre la marginalidad de RobertPark, fundador de la Escuela deflhicann y concretamente su concento

de «hombre marginal’>, muy próximo alcuadro analítico propuesto por SimmeIpara estudiar, más allá de la pobreza,fenómenos sin relación directa a prime-ra vista como la delincuencia, el esta-tuto del extranjero e incluso la prostitu-ción, y retomado luego por Stonequist.También se puede encontrar una pro-longación del análisis de Simmel en lostrabajos de Herbert J. Gans sobre lasfunciones de la pobreza en EstadosUnidos y de modo aún más explícito en

cuadernos de Trabajo Social

el intento de L. A. Coser de desarrollaruna sociología de la pobreza.Finalmente, el marco analítico para elestudio de la pobreza esbozado porSimmel ha inspirado los trabajos recien-tes del sociólogo francés SergePaugam sobre los procesos de desca-lificación social.

El proceso deconstrucción socialde la pobreza

La «pobreza>’ como forma deinteracción social, y no el simple hechomaterial de ser pobre, es construidasocialmente cuando se produce unareacción social que señala a algunaspersonas como necesitadas de ayudade acuerdo con los criterios vigentes endeterminado momento en una sociedadconcreta e incluso dentro de un estratosocial por muy elevado que sea su esta-tus. Y es la pobreza como relaciónsocial la que tiene interés sociológico:

«El pobre como categoríasociológica, no es el que sufre deter-minadas deficiencias y privaciones,sino el que recibe socorros o debierarecibirlos, según las normas sociales.Por consiguiente, en este sentido, lapobreza no puede definirse en sí mis-ola como un estado cuantitativo, sinosólo según la reacción social que seproduce ante determinada situación»(Simmel, 1977: 517).

Simmel establece con enorme cla-ridad la diferencia entre pobreza abso-luta y pobreza relativa. yel carácter rela-tivo de la pobreza en la sociedad moder-na. En este segundo sentido es pobre

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‘<aquel cuyos recursos no alcanzan asatisfacer sus fines». Por un lado haydeterminadas necesidades, como el ali-mento, la vivienda y el vestido que pue-den considerarse como independientesde toda fijación arbitraria y personal,aunque no puede determinarse conseguridad la medida de estasnecesida-des. Por otro, hay necesidades típicas decada ambiente general, cada clasesocial y la imposibilidad de satisfacerlastambién significa pobreza. De aquí quepueda haber personas que son pobresdentro de su clase y no lo serían dentrode otra inferior, ya que dispondrían demedios suficientes para satisfacer lasnecesidades típicas de estas últimas.Resulta muy sugerente la relación queestablece Simmel entre la sociología dela pobreza y la sociología del regalo.

Mucho antes de que la teoría deletiquetado o de la reacción social cris-talizase como una corriente explicativade la desviación social con perfiles biendefinidos en torno a los años sesentadel siglo pasado, como podemos apre-ciar en algunos ensayos sociológicosque tuvieron gran impacto entre losque destacan Los extraños de HowardBeckero Internados de Erving Goffman,Simmel ya concebía sociológicamentela pobreza como el producto de la reac-ción social. No es que en esto fuesetotalmente original, pues él mismo reco-noce que un enfoque análogo ya habíasido empleado por Durkheim, a quiencha sin nombrar, al definir el delito enLas reglas del método sociológico como“una acción castigada con una penapúbdica”, es decir por la reacción queproduce y no por el contenido del acto.

También reconoce Simmel que en sutiempo está vigente “una especie decontinuación del idealismo moderno,que ya no trata de determinar las cosaspor la esencia que tengan en sí, sinopor las reacciones que producen en elsujeto» (1977:517).

Es la reacción social ante lapobreza la que, según Simmel, terminaasignando un rol específico al pobre:«La función que desempeña el pobredentro de la sociedad no se producepor el solo hecho de ser pobre; sólocuando la sociedad —la totalidad o losindividuos particulares— reaccionafrente a él con socorros, sólo entoncesrepresenta un papel social especifico”(1977:517-518). Simmel deja bien cla-ro que la categoría del pobre se cons-truye desde fuera, siendo la etiquetaimpuesta la que unifica a los ojos de lasociedad el heterogéneo mundo de lospobres al que se llega siguiendo lasmás diversas trayectorias: «Esta signi-ficación social del «pobre’>, a diferenciadel sentido individual, es la que le con-vierte en una especie de clase o capaunitaria dentro de la sociedad. El hechode que alguien sea pobre no quieredecir que pertenezca a la categoríasocial determinada de los «pobres»...Sólo en el momento en que son soco-rridos —con frecuencia ya desde quesu situación lo pide normalmente y aun-que no acontezca de hecho— entran enun círculo caracterizado por la pobreza.Este círculo no se mantiene unido poruna acción recíproca de sus miembros,sino por la actitud colectiva que lasociedad en conjunto adopta frente aél>’ (1977: 518).

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Desde esta perspectiva construc-tivista que aborda la pobreza como unacategoría social que emerge a través dela definición social, no siempre ha habi-do pobres. En aquellas sociedades enlas que prevalecía la indigencia y lamiseria sin que hubiese conciencia desu presencia, los pobres no existíanfenomenológicamente como una cate-goría separada, sino que eran situadosen la misma categoría que las víctimasde una enfermedad o un desastre.Como ha escrito Lewis A. Coser inspi-rándose en Simmel, «históricamente lapobreza emerge cuando la sociedadopta por reconocer la pobreza como unestatus especial y asigna personasespecíficas a esta categoría. El hechode que algunas personas puedan pri-vadamente considerarse a si mismascomo pobres es sociológicamente irre-levante. Lo que es sociológicamenterelevante es la pobreza como una con-dición socialmente reconocida, comoun estatus social» (1965:232).

De la reacción social ante lapobreza pueden derivarse unas conse-cuencias muy diferentes a las que conlas mejores intenciones persiguen losactores sociales. Desde Max Weber lossociólogos se vienen percatando de laimportancia que tienen las consecuen-cias no intencionadas de la acción sociala la hora de comprender cómo funcionarealmente la sociedad. Mediante la reac-ción se construye el rol social de pobre,quien se halla en la situación paradójicade estar al mismo tiempo dentro y fuerade la sociedad, de modo análogo alextranjero. Esta paradoja se puso espe-cialmente de manifiesto cuando el

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Estado, al tiempo que organizaba laasistencia a los pobres, les negaba cier-tos derechos civiles. De este modo, conla expansión de la asistencia social esta-tal y municipal, los pobres se conviertenen objetos pasivos de intervencionesque, como sostiene Coser, al mismotiempo que tratan la pobreza la constru-yen como una categoría de exclusión yde degradación de estatus.

Los fundamentos de larelación de asistencia

Más allá del interés del ensayo deSimmel «El pobre» por ofrecer un cua-dro analítico para pensar en términossociológicos sobre la cuestión de lapobreza en las sociedades modernas,se encuentran en él muchos elementosde reflexión sobre la relación de asis-tencia y su función social en el momen-to en que se estaban institucionalizan-do los principios nacionales de la asis-tencia en la mayoría de los paíseseuropeos, paralelamente a las primerastentativas de elaboración de un cuadrolegislativo para unos seguros socialesobligatorios con mejor cobertura de losr¡e=gossoci¿I~s; que a sir vez ibanhaciendo cada vez más residual la asis-tencia. Simmel nos ofrece su miradadesencantada sobre la beneficencia yla filantropía privada y pública orienta-das a conseguir la cohesión social y lagarantía del vínculo social. En su análi-sis tiene como referencias empíricas lasituación de la asistencia en Inglaterra,Francia y sobre todo Alemania.

Simmel concibe la sociedad como«una reciprocidad de seres dotados de

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derechos morales, jurídicos, convencio-nales y aun de otras muchas categorí-as’>, una red de derechos y deberes, enla que los derechos de unos se con-vierten en los deberes de los otros,quienes a su vez tienen derechos quese convierten en deberes para losdemás. ¿Es primero el derecho o laobligación? Entre las categorías socio-lógicas y las categorías éticas se mues-tra a veces una oposición fundamental:«sólo para el derecho es el otro el ter-minus a quo, pero para la moral en sinoes más que el terminus ad quem”. Porlo que se refiere a la asistencia a lospobres, él se muestra inequívocamentea favor de poner el énfasis en el dere-cho.- «el derecho del demandante...parece ser el fundamento último y másracional en que pueden basarse lasprestaciones de los hombres unos enpro de otro... el derecho al socorro sefunda en la pertenencia del necesitadoal grupo... <y) cabe sostener desde unpunto de vista social, que el derecho delnecesitado es el fundamento de todaasistencia a los pobres. Pues sólo si sepresupone semejante derechopareceposible sustraer la asistencia de lospobres a la arbitrariedad... (y) facilitarinteriormente a los pobres la demanday aceptación del socorro>’ (1977:481).

En las diversas concepciones queexisten sobre la asistencia a los pobres,nos dice Simmel, hallamos un ejemploo símbolo empírico de este dualismofundamental en los sentimientos querigen la conducta moral. Su ensayo pue-de interpretarse, pues, como un intentode aproximarse a la evolución de esedualismo en el marco del proceso de

diferenciación social. Aunque Simmel secentra en las sociedades modernas, nodeja de echar una mirada amplia al pro-ceso que va desde las sociedades pri-mitivas indiferenciadas, pasando por laEdad Media, hasta llegar a las socieda-des modernas organizadas en estadosnación. Allí donde la asistencia a lospobres tiene su razón suficiente en unvinculo orgánico, sea de origen biológi-co o metafísico, el derecho de lospobres está más acentuado. Este dere-cho quedó totalmente obscurecido en laconcepción cristiana medieval de lalimosna que ponía el énfasis en el deberdel que da, en vez del derecho del querecibe. Finalmente, la moderna asisten-cia a los pobres como institución públi-ca ya no se basa en la motivación deldonante, lo que no significa un retornoal derecho del pobre como fundamentoprincipal sino que éstese halla ahora enla prosperidad del todo social.

La asistencia a los pobres comoinstitución pública ofrece, nos diceSimmel, un carácter sociológico muysingular: “ se dirige, en su actitud con-creta, al individuo y su situación. Y jus-tamente ese individuo es, para la formaabstracta moderna de la beneficencia,la acción final, pero no en modo algunosu fin último, que sólo consiste en laprotección y fomento de la comunidad>’(1977:484).

La antinomia sociológicadel pobre

En las sociedades modernas elpobre, de modo análogo al extranjero,

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es en alguna medida un extraño a lasociedad. Por un lado, aparece comoobjeto de una asistencia a la que no tie-ne derecho, el derecho a la asistenciapasa por encima de él, es más bien elderecho de los ciudadanos a que elEstado responda de la correcta utiliza-ción de sus impuestos evitando las con-secuencias negativas que para elfomento de la comunidad puedan den-varse de la pobreza incontrolada. «Asíel pobre está, en cierto modo, fuera delgrupo, pero esta situación no es másque una manera peculiar de acciónrecíproca, que lo pone en unidad con eltodo en un sentido más amplio. Por otrolado, el pobre es un ciudadano y, comotal, participa de los derechos que la leyconcede a los ciudadanos, en correla-ción con el deber del Estado de soco-rrer a los pobres» (1977: 490). Unica-mente entendiéndolo así se resuelvela antinomia sociológica del pobre, en laque se reflejan las dificultades de laasistencia.

Aunque en la concepción moder-na del socorro el pobre se encuentra enuna serie teleológica superior a él, es,sin embargo, un e!ernento que pertene-ce orgánicamente al todo y se hallaentretejido en las finalidades de lacolectividad. Al rehabilitar de nuevo suactividad económica, al salvar del ani-quilamiento su energía corporal, alimpedir que sus impulsos le lleven alempleo de medios violentos para enni-quecerse, la colectividad recibe delpobre una reacción. Este modo simme-liano de concebir la interacción entre elpobre y la sociedad tiene enormesimplicaciones para la acción social. El

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pobre no es un mero objeto inerme, unmero perceptor de ayuda sino que tam-bién ofrece algo a la sociedad. Entrelíneas, Simmel parece estar evocandola teoría del pacto social. En cualquiercaso no deja de señalar el carácterconservador de la beneficencia moder-na cuyo objetivo último no es acabarcon la pobreza sino mantener el statuquo con los mínimos costes posibles.

El largo camino hacia lamoderna concepcióncentralista del socorro alos pobres

Para ilustrar el proceso que hadesembocado en la concepción centra-lista del socorro a los pobres como unsistema asistencial competencia delEstado, Simmel nos ofrece una síntesispanorámica de la evolución de la asis-tencia en Inglaterra que va desde queera ejercida por los conventos en laEdad Media, pasando por la asistenciavinculada al impuesto para los pobres ala propiedad territorial hasta llegar a laforma estatal centralizada que adquie-re en el siglo xíx. Simmel consideraesas diferentes formas, cada una deellas la más adecuada en su momentopara garantizar lo mejor posible la asis-tencia a los pobres de acuerdo con laevolución social y económica, como<‘símbolos sustanciales” del papelorgánico de la asistencia en la vida dela colectividad. La lógica del proceso noobedece principalmente a una organi-zación de las clases propietarias pararealizarel sentimiento del deber moral,sino que es más bien ‘<una parte de la

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organización del todo, al que el pobrepertenece lo mismo que las clases pro-pietarias’>, forma parte de la evoluciónde la sociedad hacia una organizaciónestatal acorde con los intercambioscomerciales y culturales en espacioscada vez más amplios y una movilidadgeográfica creciente.

Al filo de la pregunta, ¿a qué cír-culo pertenece el pobre?, Simmel evocala ley alemana de 1781 sobre el socorrodomiciliario en la que se afirma que elpobre pertenece a aquella comunidadque ha utilizado su fuerza económicaantes de su empobrecimiento. «Antesdel triunfo completo de la idea delEstado moderno, el municipio es el lugarque ha disfrutadodel trabajo económicodel empobrecido. Pero la libertad del trá-fico moderno, el cambio interlocal detodas las fuerzas, ha suprimido esta limi-tación, de modo que el Estado enterodebe considerarse como el terminus aquo y el ad quem de todas las presta-ciones. Este es, pues, el estadio extremoque ha alcanzado la posición formal delpobre, estadio en el que se revela sudependencia respecto al grado generalde la evolución social» (1977:493).

La centralización del deber desocorrer a los pobres en un círculo tanamplio como el Estado nación hasupuesto un gran cambio en las formasde socialización o interacción entre elpobre y la sociedad que expresa la evo-lución de formas de vida comunitariahacia formas de vida societaria, en tér-minos de Tónnies, o de la sociedad desolidaridad mecánica a la de solidaridadorgánica en palabras de Durkheim.Ahora ya no es la impresión inmediata

que produce el pobre en los demás loque motiva el socorro, sino el conceptogeneral de pobreza. «Este —escribeSimmel— es uno de los caminos máslargos que han tenido que socorrer lasformas sociológicas para pasar de laforma sensible inmediata a la formaabstracta. Al verificarse este cambio,que considera la asistencia a los pobrescomo un deber abstracto del Estado —

en Inglaterra desde 1834, en Alemaniadesde mediados del siglo xíx—, modifi-cose su naturaleza con arreglo a estaforma centralizada» (1977:497).

Para Simmel el pobre pertenece“al círculo máximo». En el horizontehistórico en que él escribe este era sinduda el Estado nación. Pero ya hapasado casi un siglo desde que estepadre fundador de la sociología alema-na hiciera esta afirmación y desdeentonces la evolución de la sociedadnos ha llevado a una red creciente deorganizaciones supraestatales y a unaglobalización muy avanzada, al menosen la esfera económica. Actualizar elanálisis de Simmel supondría ampliaren esta dirección el círculo máximo ycomenzar a preveer las implicacionesque ello puede tener para la globaliza-ción de la política social, algo que aúnpuede parecer una utopía, pero queestá en la lógica de lo que RalfDahrendorf, entre otros, ha llamado ciu-dadanía universal.

Sentido y funciónde la asistencia local

En el sistema moderno centrali-zado de asistencia de los pobres el

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U? Manuel Fernández La construcción social de la pobreza en la sociología de Sinimel

municipio tiene, según Simmel, la fun-ción delegada de otorgar y administrarrecursos para evitar el esquematismo.Hay casos en que la situación de pobre-za puede determinarse con criteriosobjetivos, este es el caso en que aque-lla tiene su origen en una enfermedado en minusvalías físicas o psíquicas. Enestos casos, opina, Simmel, «la asis-tencia tiene un carácter más técnico ypor tanto, el Estado, o la corporaciónmás amplia, está en mejor situaciónpara encargarse de ella>’ (1977: 497-498). En los demás casos las comuni-dades locales pueden conocer mejorlas circunstancias personales de lospobres y movilizarse para obtener losrecursos necesarios para socorrerlos,aunque la responsabilidad continúasiendo del Estado.

El derecho del pobre a ser soco-rrido, por lo que se refiere a las canti-dades a percibir, tiene unos límites quese rigen, según Simmel, por el principiodel mínimum ético exigible en las accio-nes colectivas. Este mínimo se hallaríaen «lo que se necesita para salvar a unhombre de la miseria física>’, lo que hoyllamaríamos el mínimo de subsistencia.Limitado al mínimo así entendido elsocorro al pobre tiene un carácter obje-tivo, mientras que «todo lo que excedade este mínimum, todo socorro enca-minado a una positiva elevación delnivel, requiere criterios menos claros,depende de estimaciones subjetivas» y<‘los casos de necesidadsubjetivamen~te homogénea, que, por tanto, no exi-gen una estimación subjetiva —particu-larmente los casos de enfermedad ydeficiencia corporal—, son los que más

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se prestan a la asistencia por el Estado,al paso que los que tienen un caráctermás individual corresponden más biena lascomunidades locales» <1977:505).

Beneficencia públicaversus pflvada

Ambos tipos de beneficencia pue-den considerarse complementarios. Laasistencia pública sólo interviene cuan-do existe una carencia completa derecursos objetivamente determinada.De este modo se renuncia a comprobarcualquier otra circunstancia personal.Su complemento se halla en la benefi-cencia privada cuyo objetivo va másalláde atender al pobre con criterios objeti-vos universales ateniéndose a un míni-mo y se orienta a rehabilitar en funciónde circunstancias personales. En expre-sión de Simmel, <‘el Estado socorre a lapobreza, la beneficencia privada soco-rre al pobre’>.

Las formas concretas de articular-se ambos tipos de beneficencia variande acuerdo con los contextos históricosy culturales de las sociedades contem-poráneas. En Inglaterra es donde, deacuerdo con Simmel, aparece de modomás claro esa complementariedad defunciones. Allí el Estado se enfrentacon más decisión que en ninguna otraparte a las necesidades objetivas mien-tras que la beneficencia privada seorienta hacia las causas individuales dela pobreza. De modo diferente, enFrancia la asistencia a los pobres esincumbencia de las asociaciones y per-sonas privadas, mientras que el Estado

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sólo interviene cuandoéstas no bastan.El principio francés implica que no pue-den separarse, en cuanto al contenido,los dos grados del socorro, tan clara yfundamentalmente como en Inglaterra.

La cuestión es, sin embargo, máscompleja de lo que aparece a primeravista, pues, como observa Simmel, <‘darforma a la situación fundamental eco-nómica y cultural que sirve de base aaquellas circunstancias personales, esa su vez incumbencia de la generalidad,la cual debe conformar de tal manera lavida social que la debilidad individual olas condiciones desfavorables, la torpe-za o la mala fortuna tengan las meno-res probabilidades posibles de engen-drar pobreza>’ (1977:509).

El estatus estigmatizantede los asistidos

En las sociedades modernas lainclusión en la categoría esencial de lospobres tiene lugar cuando los que sehallan en situación de privación sondesignados para recibir asistencia.Individuos de las más diversas profe-siones pueden hallarse en dificultadeseconómicas, pero mientras continúensiendo definidos en primer lugar por suestatus ocupacional no son clasificadoscomo pobres. Sin embargo, una vezque esos individuos son reconocidospúblicamente como necesitados deasistencia y la aceptan, el estatus depobre pasa a primer plano. Como escri-be Simmel <‘la aceptación de asistenciaremueve a quien la ha recibido de laprecondición del estatus previo; ésta

simboliza su desclasificación formal”.Apartir de ese momento, los individuosde las más diversas procedencias quepasan a ser incluidos en la categoría depobres son vistos y clasificados en vir-tud de lo que se hace con ellos y no conlos criterios que se emplean ordinaria-mente en la categorización social, estoes, en virtud de lo que hacen. Creo queen nuestro contexto actual encontra-mos un buen ejemplo de ese procesode degradación de estatus en los de-sempleados que una vez agotadas lasprestaciones <‘contributivas» por de-sempleo, se ven obligados a acudir aprestaciones «no contributivas» o «asis-tenciales”, con connotaciones estigma-tizantes que no se hallan en las contri-butivas.

El estatus especial que tienen lospobres en las sociedades modernasestá marcado sólo por atributos nega-tivos, por lo que no tienen los que par-ticipan de él. A diferencia de cualquierotro estatus, el de pobre no conlíevaninguna expectativa de contribuciónsocial, lo que se simboliza en la falta devisibilidad social del pobre. Los pobresno sólo suelen padecer la segregaciónfísica, sino también una especie deinvisibilidad moral que hace que nor-malmente la supervivencia de la po-breza en las sociedades opulentaspase despercibida como denuncia-ron John K. Galbraith, en su famo-sa obra La sociedad opulenta, o MichaelHarrington en The OtherAmerica (1963).A este ocultamiento de la pobreza con-tribuye actualmente la fuerza con quelos medios de comunicación transmitenimágenes de éxito con enorme conte-

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nido simbólico. En nuestro país, porejemplo, el machaconamente procla-mado eslogan del Partido Popular,«España va bien”, en un momento deintenso crecimiento económico, reflejael optimismo de quienes pilotan lasituación o de quienes se beneficiande ella, pero el énfasis con que se pro-dama refuerza la lógica de oculta-miento de cuanto pueda simbolizarque no es así para todos. La barrida depobres del centro de las ciudadescuando hay algún evento deportivo ode otra índole con gran eco en losmedios de comunicación internaciona-les es otro ejemplo de ocultamientodescarado de la pobreza y consi-guientemente de reforzamiento de suestigma.

En el hecho de prestar asistenciaa los pobres la sociedad muestra suvoluntad de asumir cierta responsabili-dad para con ellos y reconoce que sonefectivamente parte de la comunidad.¿Pero cuáles son los términos en quese garantiza la asistencia y cuáles sonlas consecuencias para el que la reci-be?. Inspirándose en Simmel y en algu-nos desarrollos posteriores del interac-cionismo simbólico, L. A. Coser (1965)sostiene que la asignación de una per-sona a la categoría de los pobres tieneel coste de una degradación de esapersona.

Recibir asistencia significa serestigmatizado y apartado de la carreraord:nar¡a de -los--hombres; implica- una«degradación de estatus” en el sentidoque Harold Garfinkel (1956) dio a estaexpresión en un artículo prolusamentecitado por los teóricos de la reacción

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social. La identidad pública de quienrecibe asistencia experimenta unatransformación hacia una nueva formaconsiderada socialmente inferior, se leasigna un nuevo estatus inferior, unnuevo rol, el de pobre, que tiene el ran-go de estatus principal, en el sentido deque a partir de ese momento cualquieractuación de esa persona se interpre-tará a través de ese rol, lo mismo queocurre con el paciente mental una vezque es definido como «loco”(Goffman,1973), o con el que comete un delitouna vez que es etiquetado como delin-cuente <Becker, 1971).

Una de las manifestaciones deesa degradación de estatus la halla-mos, de acuerdo con Coser (1965), enla violación de hecho del derecho a laprivacidad de quienes perciben asis-tencia social. Para que a un pobre lesea reconocido su derecho a la asis-tencia se le obliga a abrir su vida alescrutinio público. A los pobres se lesinvestiga in situ, el territorio del hogarque se considera inviolable suele inva-dirse en este caso, lo que no puededejar de serexperimentado como humi-llante y degradante. Otro símbolo deesa degradación de estatus es el con-trol que suele ejercerse sobre el dineroasignado a los pobres. Esto contrastacon lo que ocurre cuando se asignadinero a los miembros de cualquier otracategoría de estatus, por ejemplo a losparados, quienes son libres para dispo-

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pleo como ellos consideren apropiado.Con esos procedimientos los pobres nosólo son degradados sino tambiéninfantilizados.

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Los agentesde la estigmatización

Quienes tratan de ayudar a lospobres con la mejor voluntad, o simple-mente por imperativo del rol profesionalque desempeñan, como ocurre con lostrabajadores sociales, los investigado-res y administradores del bienestar, olos voluntarios locales, son paradójica-mente los agentes de su degradación.Las intenciones subjetivas y las conse-cuencias institucionales divergen eneste caso. La ayuda se puede prestarpor los motivos más puros y benevo-lentes, sin embargo el mero hecho deser ayudado degrada (Coser, 1965:236).

Si lo anterior vale para situacionesordinarias, hay situaciones en las quese produce lo que podríamos llamaruna doble degradación: cuando los queprestan la ayuda o sus mentores sonresponsables directos de la situaciónque pretenden remediar. Este es elcaso de los indígenas del Quiché(Guatemala) quienes después de verarrasadas sus aldeas y sus cultivos porel Ejército durante el mandato de RíosMontt (1982-1983>fueron obligados porlos mismos que previamente les habíanmasacrado a recibir los alimentos quese les daba a cambio de trabajo en lasaldeas modelo del Triángulo lxii, en elmarco de un programa significativa-mente llamado «Fusiles y Frijoles». Ysin ir tan lejos en el espacio, aunquealgo más en el tiempo, tengo muy gra-vada en mi memoria la extraña sensa-ción de humillación ajena que me pro-dujo en mi infancia la imagen, cargada

de un simbolismo que entonces intuíapero no podía desentrañar, de un sacer-dote repartiendo, en la capilla de unapequeña población de la cuenca mine-ra de Asturias en los años cincuenta,leche en polvo y queso pasteurizadodonado por los americanos a familias«pobres’> de mineros, alguno de loscuales había desempeñado un puestode oficial del Ejército republicano duran-te la contienda civil.

La profesionalización de la asis-tencia en los paises de democracialiberal durante el siglo xx no eliminó elcarácter estigmatizante de ésta, sinoque tuvo dos series divergentes deconsecuencias para el perceptor, comoha señalado Coser (1965). Primera, lainstitucionalización de la ayuda eliminóel elemento personal en la relación,transformándola en una transacciónimpersonal, lo que sin duda evita cier-tas humillaciones y dependencias per-sonales. Hay que añadir, sin embar-go, que el procedimiento burocráticoempleadoen la asistencia a los pobresmantuvo ciertas peculiaridades degra-dantes si lo comparamos con los poco-dimientos burocráticos seguidos conotras personas. Por ejemplo, en la per-cepción del seguro de desempleo,considerado como un derecho incues-tionable, el control de la agencia quegestiona las prestaciones sobre eldesempleado es mínimo, en contrastecon lo que ocurre con la asistencia,donde el control sobre la persona asis-tida suele ser un requisito previo. Elpoder del funcionario de cualquier ofi-cina de desempleo frente al desem-pleado es mínimo, en contraste con el

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poder del trabajador social sobre elasistido, poder que se ve incrementa-do cuando por razones humanitarias ybenevolentes el trabajador de casodispone de mayor discrecionalidadsobre el cliente, de modo parecido a loque ocurre con el tratamiento penal delos menores cuando con el pretexto deuna actuación más humana y apropia-da a las circunstancias acaban impo-niéndose exigencias más duras de lasque requeriría una estricta aplicacióndel código penal.

Una segunda consecuencia de laprofesionalización de la asistencia esque ésta, por definición, evita el flujo deafecto entre los trabajadores profesio-nalizados y los perceptores de ayudaconvertidos en clientes. Esto no tienenada que ver con simpatías o antipatí-as personales, sino que es una conse-cuencia de un tipo de relación estructu-ralmente asimétrica. Como en cualquiertipo de procedimiento burocrático, losaspectos impersonales del caso estánpor encima de otras consideracionespersonales. Una simpatía excesiva conel cliente o una consideración indebidade sus necesidades personales perju-dicaría la realización del rol. A evitarlocontribuye el hecho de que en este tipode trabajo se supone que la apreciacióndel logro profesional proviene del grupode pares profesionales y no del per-ceptor. El cliente que es definido como«pobre», a diferencia de los clientes deotras profesiones, tiene pocas posibili-dades, si es que tiene alguna, de con-trolar el comportamiento del profesio-nal. Es así como se construyen desdedentro mecanismos de aislamiento que

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garantizan que el profesional no se veaarrastrado por una excesiva empat~acon el cliente y no deje de considerar alpobre más que como un objeto de cui-dado y un perceptor de ayuda. De estemodo se refuerza constantemente ladiscrepancia de estatus entre trabaja-dor social y cliente. Esto se acentúa,además, en aquellos casos en que lostrabajadores del bienestar, procedentesde la clase media baja, sienten pánicoa que una estrecha identificación conlos clientes pueda poner en peligro elestatus respetable recientemente con-seguido.

Cuando no hay reciprocidad entreel que recibe y el que da se produceuna dependencia unilateral. Al incorpo-rarse al sistema de ayuda los pobresson degradados a la condición de per-ceptores unilaterales. Y en una socie-dad instrumentalmente orientada, aque-llos que no pueden dar sino solo recibiry de los que no se espera que den enel futuro son naturalmente asignados alestatus más bajo. Al no implicarse enactividades que establecen interdepen-dencia los pobres son excluidos delreconocimiento social.

El problema de la pobreza, porconsiguiente, sólo podrá resolversemediante la abolición de las relacionesunilaterales de dependencia genera-das por la asistencia. Ello supone elque se capacite a los pobres para darlo mismo que para recibir, y para quelos pobres tengan la oportunidad dedar han de hallarse en condiciones depoder funcionar al nivel óptimo de suscapacidades. Algunas estrategias delucha contra la pobreza han sido dise-

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ñadas para caminar en esta dirección.Por ejemplo, el ingreso mínimo garan-tizado para cada ciudadano, que per-mita verse libre de la presión de lamiseria, puede ser muy bien una pre-condición para la abolición de ladependencia, pero sólo eso, un medioque permita a los pobres liberarse dela ansiedad mientras se preparan paraprestar a la sociedad aquellos servi-cios que les hagan interdependientes.

Pero el obstáculo principal no estáen el lado de los pobres. La situación dedependencia a la que han llegado escon frecuencia el resultado de procesosde pauperización enraizados en laestructura social. La historia socialreciente ha mostrado las resistenciasestructurales a la movilización de lospobres tanto en los paises más indus-trializados como en los del TercerMundo. Este último es el caso de loscampesinos los maya-quichés deGuatemala, exhaustivamente estudia-dos por varias generaciones de antro-pólogos sociales norteamericanos,algunos de los cuales, con olvido o des-conocimiento de una historia de opre-sión colonial, han pretendido explicar lasituación de extrema pobreza en la queviven la mayoría de ellos desde sus raí-ces culturales y una supuesta pasividadcampesina ante toda innovación. Perola realidad es que cuando las comuni-dades indias se movilizaron a finales delos años setenta y comienzos de losochenta para protestar la usurpación desus tierras, la sobreexplotación en lasfincas agroexportadoras y la opresiónétnica fueron implacablemente masa-cradas.

En las sociedades industriales lamovilización de los pobres resulta unaempresa casi imposible. La falta de unelemento positivo que aglutine a uncolectivo formado por gente de la másdiversa procedencia social y el hecho deno resultar imprescindibles, en contras-te con lo que ha ocurrido con la clase tra-bajadora en la sociedad industrial o conlos campesinos en las sociedades agra-rias, así como la tendencia hacia unamayor invisibilidad moral son algunos delos factores señalados por Simmel paraque a los pobres les resulte muy difícilmovilizarse en función de sus intereses.

Posibilidad de sustraerseal determinismodel estigma

Una visión menos deterministaque la de Coser sobre los efectos de larelación de asistencia la podemos hallaren la obra reciente de Serge Paugam.En un intento explicito de desarrollar yaplicar a la investigación la intuición deSimmel sobre la construcción social dela pobreza, este sociólogo francés haconstruido su “objeto científico» reem-plazando la antigua categoría depobres proveniente del mundo social,una prenoción en sentido durkheimiano,por el concepto analítico de «asistidos”y ha analizado con gran detalle las rela-ciones que en el contexto de la llama-da «nueva pobreza» se establecen enun barrio degradado de Saint-Brieuc enCótes-dArmor, Francia, entre los mis-mos asistidos, y entre los asistidos y lostrabajadores sociales de lo que son laclientela (Paugam, 1995).

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U? Manuel Femández La construcción social de la pobreza en la sociología de Sinimel

Con ocasión de estas relacionesse establece un sistema permanente denegociación entre responsables y clien-tes de la acción social. Los asistidos noson simples víctimas manipuladas porun “sistema’> que determinaría susconductas, sino actores sociales quedisponen de un espacio de maniobrasy de negociación. Aunque las posibili-dades que tienen los clientes de mani-pular a los trabajadores sociales sedesenvuelven en un marco muy limita-do, esas posibilidades no deben subes-timarse. Paugam toma en considera-ción el tipo de libertad de que disponenlos asistidos mudando mediante el dis-curso el sentido de sus experienciasvividas, evitando a aquellos de los quetratan de distinguirse, presentando alos trabajadores sociales una imagende sí mismos que despierte simpatía ysuscite ayudas, reconstituyendo jerar-quías sutiles dentro de un mundo glo-balmente descalificado.

A partir de los datos obtenidos enla investigación realizada en 1987 enSaint-Brieuc, Serge Paugam elaboróuna triple tipología en función de larelación mantenida con los serviciossociales: los frágiles, los asistidos y losmarginales, distinguiendo dentro decada una de estas categorías diversostipos de experiencias vitales. Esta tipo-logia tiene también en cuenta la estra-tificación de los “pobres”, en parte ins-titucionalizada por la clasificación de lapoblación que hacen los diferentes ser-vicios de asistencia, y los diferentessentidos que dan a sus experienciasquienes enfrentan a la necesidad deobtener recursos en estos servicios.

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Esos tres tipos no corresponden asituaciones fijas sino a tres fases dife-rentes en los procesos de descalifica-ción social. Una encuesta longitudinalrealizada por Paugam entre 1990 y1991 a los perceptores del RMI, le per-mitió no sólo verificar a gran escala latipología elaborada en Saint Briac, sinotambién analizar la evolución temporalde esta población. Por otra parte, laexplotación reciente de la encuestaSituations défavorisée que había sidorealizada en 1986 y 1987 por el INSEEpermitió el análisis de las múltiples for-masque puede tomar la fragilidad en lasociedad francesa y captarde un modoaún más amplio los factores y los pro-cesos de descalificación social suscep-tibles de ir llevando a diversas franjasde la población de la inactividad a laasistencia, aumentando para ellas elriesgo de cúmulo de dificultades o dehandicaps. Para dejar clara esta ideadeproceso y para disipar el malentendidoque suele darse a propósito de las tipo-logías, que por desgracia muchos nodistinguen de las categorías empíricas,Paugam prefiere hablar de fragilidad enlugar de hablar de frágiles, de depen-dencia frente a los trabajadores socia-les en lugar de asistidosyde rujfurádel vínculo social en lugar de margina-dos.

Más allá de los asistidos, Paugamsugiere, la existencia de un mecanismosocial más general: el de los modos degestión del fracaso social en las socie-dades fundadas sobre el valor del éxitomaterial. Al proclamar formalmente quetodas las posibilidades están abiertas atodos los individuos, siguiendo el mito

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americano de que todo el mundo quese lo proponga y se esfuerza puedepasar de la cabaña del tío Tom a laGasa Blanca, nuestras sociedades sus-citan todas las ambiciones posibles y alno poder satisfacerlas generan una pro-funda decepción. Los asistidos, en susituación extrema, revelan cómo cadauno de nosotros debe esforzarse porgestionar sus fracasos sociales.

Las políticas sociales suelen serobjeto de una doble denuncia. De unlado encontramos las críticas radicalesde la sociedad «capitalista» que denun-cian el rol de cómplices involuntariosque juegan los trabajadores socialespara reforzar el control social. De otrolado está la crítica llamada liberal o«ultraliberal» que pone al día los efec-tos perversos del Estado del bienestarPaugam retiene algunos elementos deambas críticas, pero intenta superarlasmediante una interpretación propia-mente sociológica de la política socialen las sociedades democrático-libera-les. Admite que la política social coníle-va la posibilidad de efectos perversos,que corre el riesgo de disolver las soli-daridades familiares, de instalar a lospobres en una carrera de asistidos másque incitarles a <‘salir>’ de ella por símismos. Sin embargo, los riesgos deefectos perversos no deben servir depretextos para dejar de garantizar quecada ciudadano disponga de mediospara alimentarse, tener un techo y criara sus hijos. La política social está liga-da al fundamento de la legitimidaddemocrática. La supervivencia materiales un derecho del ciudadano desafor-tunado al que la sociedad democrática

debe responder. Es por ello que sedebe descartar la hipótesis de una vuel-ta a la caridad privada como forma prin-cipal de intervención con las poblacio-nes desfavorecidas. Aquellos que sólose fijan en los efectos perversos delEstado del bienestar suelen olvidar que,por principio, la caridad privada practi-cada de modo exclusivo, es contraria alideal democrático que afirma la igualdignidad de todo individuo.

En las sociedades modernas, lapobreza no es sólo el estado de unapersona que carece de bienes materia-les, ella comporta igualmente un esta-tus social específico, inferior, desvalori-zado, que marca profundamente laidentidad de aquellos que la padecen.Los pobres no están sólo privados derecursos económicos, sino también deinfluencia política y de reconocimientosocial. De acuerdo con Paugam (1997),estudiar la descalificación social o, enotros términos, el descrédito de aque-líos que tienen a primeravista poco quedecir, que no participan plenamente enla vida económica y social, es estudiarla diversidad de estatus que les definen,las identidades personales, es decir lossentimientos subjetivos que tienen desu propia situación en el transcurso dediversas experiencias sociales, y final-mente las relaciones sociales que man-tienen entre sí y con los demás.

A modo de conclusión

La definición constructivista delpobre que nos ofrece Simmel resultaheurísticamente fecunda para com-

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U? Manuel Fernández La construcción social de la pobreza en la sociología de Simniel

prender la situación no como algo mar-ginal sino más bien como una forma deinteracción en la que se cruzan todoslos hilos que forman el tejido social.Este clásico de la sociología eligió taltema, aparentemente irrelevante delpobre, ni más ni menos que para ilus-trar su teoría de la sociedad y su ideade lo que debía ser la sociología comociencia con perfiles propios. Aunque suintención era teórica, su penetrantemirada sociológica nos pone en la pis-ta de las consecuencias no intenciona-das que pueden derivarse de la acciónsocial en el caso de la asistencia a lospobres. Los análisis más recientes deLewis Coser y Serge Paugam sobre lapobreza, inspirados directamente enSimmel, nos muestran la relevancia deesta perspectiva constructivista para eltrabajo social.

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