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La construcción de soluciones locales para la justicia ambiental David Barkin, Universidad Autónoma Metropolitana, Xochimilco 1 Resumen: En América Latina hay grupos significativos, organizados en alianzas de comunidades, que están construyendo sus propias estrategias alternativas para impulsar sus propios programas de bienestar social, capacidad de organización autónoma y conservación ambiental. Estas comunidades parten de cinco principios fundamentales, surgidos de cosmovisiones que integran sus herencias culturales y conocimientos adquiridos con sus experiencias más recientes que reflejan sus capacidades de gobernanza y capacitación; estos principios son: Autonomía, Solidaridad, Auto-suficiencia, Diversificación productiva, y Gestión sustentable de recursos regionales. Se formulan como el “buen vivir” en el mundo andina, la comunalidad en Oaxaca o el “mandar obedeciendo” de los zapatistas en Chiapas (México). El resultado es una diversidad de procesos de crecimiento incluyente que supera a los problemas de marginación característica de las sociedades de que son partes, generando nuevas oportunidades para todos sus miembros. Frente a la visión oficial de sectores sociales en retroceso por su incapacidad de gobernarse y atender a sus propias necesidades, las experiencias incorporadas en el presente análisis muestran las posibilidades de forjar sociedades capaces de satisfacer sus propias necesidades directamente o a través de intercambios con otras, integradas en redes comerciales o asociadas en alianzas sociales y políticas. Se demuestra que muchas comunidades y alianzas de comunidades están deliberadamente implementando procesos para afianzar su capacidad de autogestión y de organizar proyectos para garantizar la producción de sus necesidades básicas y la conservación de sus entornos, incluyendo la ampliación y el enriquecimiento de sus infraestructuras sociales y físicas. 1 [email protected]

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La construcción de soluciones locales para la justicia ambiental

David Barkin, Universidad Autónoma Metropolitana, Xochimilco1

Resumen:

En América Latina hay grupos significativos, organizados en alianzas de comunidades, que están construyendo sus propias estrategias alternativas para impulsar sus propios programas de bienestar social, capacidad de organización autónoma y conservación ambiental. Estas comunidades parten de cinco principios fundamentales, surgidos de cosmovisiones que integran sus herencias culturales y conocimientos adquiridos con sus experiencias más recientes que reflejan sus capacidades de gobernanza y capacitación; estos principios son: Autonomía, Solidaridad, Auto-suficiencia, Diversificación productiva, y Gestión sustentable de recursos regionales. Se formulan como el “buen vivir” en el mundo andina, la comunalidad en Oaxaca o el “mandar obedeciendo” de los zapatistas en Chiapas (México). El resultado es una diversidad de procesos de crecimiento incluyente que supera a los problemas de marginación característica de las sociedades de que son partes, generando nuevas oportunidades para todos sus miembros. Frente a la visión oficial de sectores sociales en retroceso por su incapacidad de gobernarse y atender a sus propias necesidades, las experiencias incorporadas en el presente análisis muestran las posibilidades de forjar sociedades capaces de satisfacer sus propias necesidades directamente o a través de intercambios con otras, integradas en redes comerciales o asociadas en alianzas sociales y políticas. Se demuestra que muchas comunidades y alianzas de comunidades están deliberadamente implementando procesos para afianzar su capacidad de autogestión y de organizar proyectos para garantizar la producción de sus necesidades básicas y la conservación de sus entornos, incluyendo la ampliación y el enriquecimiento de sus infraestructuras sociales y físicas.

1 [email protected]

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Muchas comunidades en América Latina están empeñadas en forjar sus propias estrategias que

prometen trazar caminos hacia otra organización social, productiva y política, creando

posibilidades para mejores niveles de bienestar y una mayor capacidad de conservación y

rehabilitación de los ecosistemas de que dependen. Para estas comunidades, consientes de la

necesidad de entrar en alianzas con otras para construir las complementariedades requeridas para

su buen funcionamiento, estas estrategias se guían por la profundización de su propia

comprensión del significado de sus cosmovisiones que interrelacionan las tareas cotidianas de

administración, de producción y de organización socio-política con las herencias culturales y las

obligaciones comunitarias, incluyendo las requeridas para cumplir con sus responsabilidades

frente a sus ecosistemas.

La Comunalidad:

Para estos procesos la centralidad del concepto de la “comunalidad” entre los diversos pueblos

con ascendencia de la cultura mesoamericana –como el del “buen vivir” en otras partes de

América Latina2– es la puesta en práctica e innovación constante de una forma de organización

comunitaria. Estas prácticas son derivadas de su alto grado de interculturalidad e interrelación con

algunas instituciones de la colonia española (Chance y Taylor, 1987; Lockhart, 1985; Taylor, 1972).

Intelectuales encarnadas (orgánicos) de la Sierra Norte de Oaxaca han aglutinado esta forma

compleja de organización comunitaria desde la categoría de comunalidad (Martínez Luna, 2003,

2010; Díaz, 2007). La comunalidad representa una contribución epistémica que da cuenta de

procesos de apropiación de la naturaleza de una manera alterna a la ortodoxa visión e

instituciones del proyecto civilizatorio occidental (ver figura 1).

La noción de comunalidad se desarrolla en la década de 1980 por diversos intelectuales con

ascendencia indígena de la Sierra Juárez de Oaxaca. Se trata de pobladores de las comunidades

que tuvieron la oportunidad de acceder a una formación superior en diversas carreras, tales como

antropología, lingüística, derecho y educación. En el contexto de la lucha por la recuperación de

los recursos forestales de la Sierra Juárez, promueven formas de autonomía y de “comunidad”

propia, así como proyectos de reagrupamiento étnico a partir de las agencias auxiliares, los

ayuntamientos y las coordinaciones regionales (CDI, 2006: 19).

Para Regino (CDI, 2007:83), la comunalidad se trata de la “construcción de un futuro deseable”,

mientras para los introductores de esta categoría representa una experiencia diversa y compleja,

pero vivida cotidianamente en estas tierras de la Sierra Juárez de Oaxaca; sobre todo a partir de la

asamblea, de su concepto de autoridad, del trabajo colectivo y de la identidad con la tierra.

Díaz (2007) realiza diferentes aproximaciones a la noción de comunalidad. Su primera

aproximación es desde la noción de comunidad. Para empezar distingue entre comunidad

2 La riqueza de la herencia filosófica de los pueblos indoamericanos es documentado en la compilación de

Dussel, et al., (2010).

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occidental con la indígena, posteriormente identificado las características generales de ésta

segunda, identifica a la tierra y el trabajo como carácter de identidad de tal noción. El último salto

analítico los da cuando indica que la comunidad es el aspecto fenoménico, y la comunalidad el

esencial. Para llegar a esta noción dialéctica realiza el siguiente recorrido analítico:

La comunidad indígena es geométrica, por frente al concepto occidental. No se trata de

una definición en abstracto, pero para entenderla señaló los elementos fundamentales

que permiten la construcción de una comunidad concreta. Cualquier comunidad indígena

tiene los siguientes elementos:

Un espacio territorial, demarcado y definido por la posesión.

Una historia común, que circula de boca en boca y de una generación a otra.

Una variante de lengua del pueblo, a partir del cual identificamos nuestro idioma común.

Una organización que define lo político, cultural, social, civil, económico y religioso.

Un sistema comunitario de procuración y administración de la justicia.

Es decir, no se entiende una comunidad indígena solamente como un conjunto de casas con

personas, sino personas con historia, pasada, presente y futura, que no sólo pueden definir

concretamente, físicamente, sino también espiritualmente en relación con la naturaleza toda.

… se puede dar una definición primaria de comunidad como el espacio en el cual las

personas realizan acciones de recreación y de transformación de la naturaleza, en tanto

que la relación primera es la de la Tierra con la gente, a través del trabajo (Díaz, 2007:38-

39).

Una vez abordado este nivel, el de comunidad; entonces arremete al terreno de la comunalidad

como se muestra este texto:

Comunalidad define la inmanencia de la comunidad. En la medida que la comunalidad define otros

conceptos fundamentales para entender la realidad indígena, cumple elementalmente los

requisititos para ser una categoría…

Los elementos que definen la comunalidad:

La tierra, como madre y como territorio.

El consenso en la asamblea para la toma de decisiones

El servicio gratuito, como ejercicio de autoridad.

El trabajo colectivo, como acto de recreación.

Los ritos y ceremonias, como expresión del don comunal (Díaz, 2007:39-40). En complemento a esta categoría, Martínez reafirma el papel del territorio, de la autoridad en las

asambleas, pero también matiza su papel renovador y proceso de apropiación y confrontación de

lo propio con respecto a los ajenos3. La comunalidad

3 Una vertiente conceptual derivada de la propuesta de control cultural de Bonfil (1982; 1987).

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Es el pensamiento y la acción de la vida comunitaria. Es el resultado de la apropiación

social de la tierra y de los códigos de la relación que se deciden por medio de la

comunalicracia… La comunalidad como tal es el pensamiento sustantivo de la educación

regional y extraregional y son acuerdos comunes en un territorio propio. Es suma de

valores de intercambio hacia adentro y al exterior; integra a la individualidad pero es algo

más que la suma de individualidades. Comunalidad es autoridad pero es algo más que

poder en tanto en decisión consensual. Se enfrenta al poder externo en campos diversos

de confrontación: en la educación en la tecnología, en la religión o en la fiesta. Es un

concepto integrador de instancias que alcanzan a reproducir incluso en ámbitos urbanos…

La comunalización es el ejercicio cotidiano de la comunalidad (Martínez, 2003:51)

Hay otros aspectos cotidianos que acercan a la concepción de las relaciones involucradas en la

conformación de la comunalidad, como, por ejemplo, lo representan los dispositivos

organizacionales y culturales que limitan la acumulación de la riqueza individual a costa del trabajo

comunitario. Se destacan, por ejemplo la orientación recursos obtenidos hacia obras de

infraestructura y servicios hacia la comunidad; así como los gastos realizados dentro de los ciclos

rituales y de consumo simbólico.

Existe, por otra parte, un sistema complejo de contrapesos y vigilancia mutua que impide la

acumulación del poder político y su consecuencia en la transformación de una acumulación

económica.

En principio nadie que llegue a un puesto de poder comunitario tiene porque enriquecerse

pues no se paga un sueldo que lo permita, de tal modo que, para el pueblo, no hay

explicación verosímil que legitime la compra de un nuevo camión o una casa en la ciudad

de Oaxaca. Y en el ethos comunitario no es la acumulación de riqueza económica, sino la

acumulación de prestigio lo que permite el ejercicio del poder (Garibay, 2005:133)

De la comunalidad, entonces, se aglutinan un conjunto de atributos institucionales comunitarios,

tales como a continuación se enumeran:

La democracia participativa o directa, alimentada por el ejercicio cotidiano en la asamblea

ciudadana, comunal y las diversas instancias de vigilancia. Es decir, en gran parte de estas

comunidades se despliega la democracia directa (uso constante de la asamblea para informar

acciones, toma de decisiones y la rendición de cuentas), pero también la representativa. Ello

contribuyó a que en Oaxaca, las reformas en materia electoral permiten incorporar el sistema

de normas consuetudinarias (“usos y costumbres”) para elegir a sus autoridades municipales

(Hernández Díaz, 2007). Debe de destacarse en este punto la relación entre esta democracia

participativa y las acciones vinculadas con el tema ambiental (Mitchell, 2008);

La organización del trabajo comunitario, el cual se desarrolla sin compensación monetaria,

sino ligado a otro tipo de valoraciones como el desarrollo de prestigio local o de compromisos

impuestos desde la comunidad “para seguir perteneciendo a ella”. Se expresa a través de una

diversidad de actividades, entre estas, a las siguientes: en la asamblea para la decisión; el

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cargo para la coordinación; el tequio para la construcción; y la fiesta para el goce (Martínez

Luna, 2003);

La posesión territorial comunitaria. No sólo es factor de cohesión social basada en el bien

común definido cultural e históricamente (como puede la tenencia de la tierra comunal), sino

también es vital por la preservación del espacio vital. Como la base territorial para la

transformación, la expresión de los conocimientos específicos sobre la utilización de los

recursos naturales y como la base material para la autonomía política y productiva;

La cosmovisión. En el que se agrupa y se explora todas aquellas manifestaciones sobre la

percepción cultural de la naturaleza. Por ello su trascendencia en la indagación para

relacionarla con los procesos de apropiación social de la naturaleza.

La comunalidad no es la representación conjunta de los intereses individuales sobre los colectivos

como sucede en la noción de “contrato social” de Hobbes o de Locke. No se entiende como

un convenio [donde] cada quién hacía el contrato para resguardar su interés particular; si

el contrato, la asociación política, no lo resguardaba, me siento con todo el derecho de ir

en contra porque acepté el contrato en función de mi interés egoísta, y si no responde a

él, me rehúso a continuarlo (Villoro, 2003: 48-9).

En el caso de las citadas praxis campesinas se puede entender como un contrato en el que

puesto que lo acepto buscando el bien de todos por medio de la voluntad general, aunque

vaya en contra de mi interés personal, seguiré fiel el contrato… La democracia es, en este

segundo tipo de contrato, una asociación política que a la vez, necesariamente, es ética,

porque es la manera de mantener una entidad pública que garantice la libertad de todos, y

que sea, por lo tanto, garante de autonomía (Villoro, 2003: 49).

Estas características serán fundamentales para enfrentar los procesos de enfrentar las empresas

comerciales y su superación.

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Figura 1. Modelos Alternativos de Proyectos de Modernidad

Fuente: Colaboraciones con Mario Fuente de la Universidad de la Sierra Juárez de Oaxaca, México.

Hacia una organización social alternativa de la sociedad y de las regiones

En la actualidad muchas comunidades están inmersas en contiendas sociales de diversa

envergadura por los esfuerzos cada vez más decididas de apropiar a sus recursos naturales y sus

territorios para otro modelo de acumulación en aras de una visión de sociedad integrada

internacionalmente bajo el control del capital globalizado. Las disputas para el control recursos

naturales se ha magnificado en las últimas dos décadas. Las causas son múltiples, entre ellas las

siguientes: a) las medidas de ajuste estructural impulsadas por el estado mexicano en el proceso

de la integración económica internacional; b) el valor del control de los bosques por los

importantes pagos ofrecidos por los programas de pagos por servicios ambientales que muchas

comunidades rechazan por la pérdida de control que implica; c) la alta demanda de productos

forestales maderables y minerales (no petroleros) estratégicos requeridos por la industria (sobre

todo militar, electrónica, automovilística y de salud) de los países del norte; d) el desarrollo

tecnológico para abaratar los costos de extracción; e) las altas tasas de ganancia generadas por los

inversionistas a través de la extracción de los minerales, lo que ha favorecido un clima de

optimismo de encontrar en la minería una de las fuentes de desarrollo económico más

importantes después del petróleo; f) el hecho de que gran parte de los recursos mineros están

ubicados en territorios habitados por pueblos originarios con un alto patrimonio biocultural; y, g)

Versión Europea

(católica)

La Modernidad capitalista

Individualismo liberal

Liberación del Mercado

Propiedad privada

Democracia representativa

Instituciones de la Modernidad Capitalista

Equivalencia Monetaria de la

Naturaleza

Poder como Dominación

Crecimiento económico

como progreso

Versión

Americana(protestante)

Matriz Mesoamericana

Instituciones de la Otra Modernidad

Comunitarismo

Comunalidad

Propiedad comunitaria

Democracia participativa

Poder obediencial

La Tierra como Madre

La Otra Modernidad

Interculturalidad

Estados-Nación

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que el proceso de otorgamiento de concesiones mineras se está realizando sin un proceso

adecuado de consulta y de apego a la normatividad ambiental nacional e internacional.

Así, el caso de las industrias forestal y minera, por su parte, aporta indagaciones de alto interés

epistémico al tema de la significación de la sustentabilidad.4 Puede ser ubicado como uno de los

asuntos paradigmáticos sobre el debate que existe en la sociedad latinoamericana en la

construcción de proyecto de nación con atributos de justicia, equidad, democracia y

sustentabilidad. En la querella del desarrollo forestal o minero se expresa nítidamente la

confrontación de diferentes perspectivas para la significación de la idea de desarrollo, de progreso

y en particular de la sustentabilidad.

En el enfoque ortodoxo se pueden identificar las premisas de una teoría económica que le asigna

al mercado el factor de equilibrio y de organización de la sociedad, y que supone una

conmensurabilidad de los procesos naturales con los económicos. Son la economía ambiental y la

ecología industrial dos de las disciplinas más socorridas en la academia desde las cuales se evalúa y

diseña la pertinencia ambiental de los proyectos. Ambas disciplinas asumen las premisas

económicas citadas. Es en y desde la academia donde la significación del desarrollo sostenible se

ha reproducido, justificada e instrumentada en gran parte de la política pública. Esta simbiosis

entre la teoría económica y las políticas públicas se intensificó desde mediados de la década de los

años ochenta; desde entonces se ha convertido en el eje del desarrollo del país. El impulso de las

industrias que dependen de los recursos naturales no está ajeno a esta orientación. Estas

perspectivas teóricas y políticas presentan diferentes sesgos para analizar el caso de estas

industrias en las sociedades latinoamericanas. Uno de estos sesgos es la falta de comprensión de

otras dimensiones éticas de la sustentabilidad, entre ellas el asunto de la generación de los

conflictos distributivos (económicos y ambientales) y la presencia de otros lenguajes de valoración

de la naturaleza expresadas por las comunidades con una fuerte ascendencia en la cultura

mesoamericana.

En este marco, una característica que potencializa el conflicto de visiones –del papel de los

recursos naturales en el desarrollo– se deriva de que en gran parte de los territorios con potencial

se manifiesta un alto patrimonio biocultural (Boege, 2008); es decir, una sinergia entre el grado de

conservación de los recursos y la diversidad cultural. Se destaca, también, la presencia de

instituciones y cosmovisiones diferentes a la impulsada por la racionalidad de la globalización

económica. Una de estas instituciones es identificada como la comunalidad, la cual se ha

constituido en un instrumento muchas comunidades indoamericanas para propiciar una cohesión

al interior de la comunidad, pero a la vez para cimentar la posibilidad de un dialogo intercultural

sobre las diferentes visiones de desarrollo y de sustentabilidad en la construcción del proyecto de

nación.

De esta forma, los principales actores de esta querella se encuentra en tres sujetos sociales: el

Estado, los inversionistas y las comunidades que habitan los territorios con el potencial minero.

4 El International Institute for the Environment and Development (2002) realizó un ambicioso estudio de la

posibilidad de una gestión sustentable de la minería, con base en un consultoría involucrando 200 trabajos

comisionados y trabajos en 16 países, llegando a la conclusión que los obstáculos son muchos.

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Cada sujeto social manifiesta sus concepciones de proyecto de nación, y con ello de desarrollo

sustentable. Los dos primeros sujetos coinciden que el proyecto de nación solo es posible se basa

en la incorporación competitiva de los proceso de integración económica internacional, de ahí que

la noción de desarrollo sostenible está vinculada con la necesidad de un crecimiento económico

sostenible, en el que ubican el papel de la extracción de recursos naturales.

Pero esta disputa no solo se debate en el terreno de la lucha cotidiana de las visiones entre estos

sujetos sociales, sino también desde la esfera del discurso desde la cual se reproduce la política

pública (económica, ambiental, educativa). La postura de muchos estados enfatiza la evaluación

de un análisis de costo-beneficio, la importancia del desarrollo tecnológico como estrategia para

disminuir los problemas ambientales y la conmensurabilidad entre el capital socialmente fabricado

y el “capital” natural. Todo ello desde los cimientos de la teoría económica que identifica al

mercado como el factor de equilibrio y regulador de la sociedad.

Por eso, las comunidades comprenden la necesidad de una re-significación de la sustentabilidad

desde otras perspectivas que favorezcan una mayor responsabilidad ambiental y social frente a la

visión ortodoxa. Los temas de los lenguajes de valoración de la naturaleza, los conflictos

distributivos (ambientales y económicos) y la interculturalidad son vertientes éticas que

contribuyen a analizar el debate desde una perspectiva más integral a la ofrecida por la visión

ortodoxa. En los territorios con pueblos con ascendencia en varias de las culturas indoamericanas,

entonces, la dimensión de la justicia ambiental, de la interculturalidad y de la sustentabilidad

adquiere matices especiales que son necesarios explicitar e incorporar dentro del debate del

proyecto de nación.

Estas disputas desempeñan un rol importante. Los habitantes de las comunidades participantes no

comparten la visión homogénea de desarrollo impulsada por el estado mexicano y las empresas

con relación al tema de la industria minera. Su valoración incorpora dimensiones culturales

alternas a la valoración ortodoxa; primero con la revaloración del recurso agua (cantidad y

calidad), y luego en valoraciones de tipo cultural (el paisaje, lo sagrado). Un aspecto sociocultural

que se evidencia es la fuerte asociación entre el territorio y la comunidad. El territorio, por su

parte, se muestra y reivindica como la base de identidad cultural y de sustento de vida; la

comunalidad es un instrumento político-cultural para un diálogo intercultural.

Las enseñanzas de estas luchas comunitarias son en diversos niveles. Desde una perspectiva

epistémica muestra a la categoría de comunalidad como una institución fundamental para

impulsar lenguajes de valoración de la naturaleza alternos a la visión de la economía global. Pero

por otro lado es política: muestra que en la medida el Estado interviene de manera autoritaria o

violenta genera disenso social; pero al mismo tiempo puede ser catalizador de respuestas

organizadas de los grupos sociales (como la comunalidad) que logran identificar que han sido

excluidos como ciudadanos en la construcción del proyecto de nación.

Estas praxis campesinas expresadas en la comunalidad no son estáticas. Requieren

cotidianamente la construcción de espacios autonómicos; espacios que son frágiles y demandan

su constante reconfiguración en función a las señales de las instituciones de la racionalidad

económica de corte neoliberal: el Estado y el mercado. Su configuración implica, al mismo tiempo,

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el enfrentamiento de diversas luchas políticas no solo al exterior, sino al interior de las mismas

comunidades. Estas luchas se están dando actualmente en muchas regiones del continente y en

diversos ámbitos de la sociedad rural (local, regional, estatal).

El proyecto es una esfuerzo para crear canales para la entender el contenido de las otras voces

tratando de lograr incluirse en la estructuración de nuevos escenarios socioambientales y de

justicia ambiental en el proyecto de nación; voces para un diálogo de saberes (Leff, 2004, 2006) y

diálogo intercultural (Zemelman y Quintanar, 2007). Así, frente a la concepción única de

modernidad o posmodernidad desde el modelo de la globalización económica, el trabajo se

inscribe en la posibilidad de una trans-modernidad e interculturalidad (Dussel, 2006), o de una

modernidad alternativa (Toledo, 2000).

Así, dada la característica pluricultural de las sociedades donde hay una fuerte presencia de

culturas indoamericanas, la resignificación de la sustentabilidad desde otras perspectivas éticas se

convierte en una tarea no solo de importancia teórico-metodológica, sino epistémica y política en

la construcción de sociedades más incluyentes, democráticas y justas: todos estos como atributos

inherentes a la sustentabilidad. Los campos emergentes de la economía ecológica y la ecología

política reconocen estas valoraciones, de ahí la sinergia y los retos epistémicos que se abren entre

estos campos emergentes y la praxis de estas comunidades.

Los numerosos ejemplos citados en la literatura involucran comunidades que están en diversos

tipos de conflictos para defender sus patrimonios. Pero estos conflictos reflejan una actividad más

amplia encaminada hacia la construcción de estrategias alternativas para su avance, fincadas en

las cosmovisiones que mantienen y fortalecen. Nuestra labor es acompañar a miembros de las

comunidades participantes para explicar sus propias visiones de la construcción de estas

alternativas.

La construcción de alternativas

Hablar de la construcción de alternativas es entrar en los detalles operativos del funcionamiento

de una sociedad incluyente. Esto implica buscar mecanismos para combinar la solidaridad social

con responsabilidades ambientales. Resulta evidente de la experiencia ganada que las sociedades

que puedan avanzar en esta dirección empiezan terminando con la necesidad de enfrentar los

interminables debates de la comunidad internacional de cómo superar la pobreza y la

marginalidad, ya que su punto de partida es el compromiso colectivo de asegurar un nivel

adecuado –socialmente determinado– de satisfactores materiales, servicios colectivos como

educación y asistencia médica y actividades culturales y organizativas que garantizan la

continuidad de la sociedad y la salud de sus ecosistemas. En nuestros intercambios con estos

grupos resulta evidente que hay un conjunto de principios fundamentales que deben cumplir sus

programas; los hemos sintetizado en cinco conceptos medulares:

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a) La autonomía implica la capacidad de autogestión de las comunidades, pero no solo al interior

de una comunidad, sino a nivel de alianzas de comunidades. Porque la idea de trabajar a una

escala de una sola comunidad es una escala demasiada pequeña;

b) El segundo principio se deriva del primero: la solidaridad social como elemento esencial en la

organización empresarial y el control por parte de todos los participantes con base en la

democracia directa, es decir la participación de todos los involucrados en la toma de decisiones,

en la repartición de responsabilidades y la distribución de beneficios, así como en la rendición de

cuentas e incluso la revocación del mandato de los dirigentes sino se cumplen los objetivos

sociales;

c) El tercer principio es promover en la medida en que sea posible la autosuficiencia, no sólo de la

alimentación sino de todas aquellas facetas de la vida social que sea posible para los participantes;

d) Para complementar la producción propia, es fundamental el cuarto elemento, la diversificación

productiva. Como hemos visto en múltiples experiencias de desarrollo comunitario, limitarse a la

autosuficiencia es trazar un camino al empobrecimiento, ya que restringe a los participantes a

acceder solamente los productos tradicionales que provienen de sus propios recursos, sin

posibilidades de adquirir los que contribuirían a diversificar su sistema productivo y tener acceso a

las enormes oportunidades generadas por bienes y servicios disponibles en otras partes. La

diversificación productiva es un mecanismo para promover y profundizar el intercambio entre

comunidades de una misma región y con otras que participan en el mercado externo;

e) Finalmente, por supuesto, la gestión sustentable de los recursos regionales es fundamental

para que los esfuerzos sean compatibles con el mantenimiento de la calidad del entorno y

garantizar la posibilidad de seguir ampliando la estrategia sin amenazar sus propias condiciones

naturales. Aquí, la palabra regional es central, porque implica salir de los ámbitos políticos para

entrar en la necesidad de una colaboración entre comunidades, entre grupos sociales, rompiendo

definiciones de antaño; en muchos casos, la región podría definirse como una cuenca hidrográfica

– una unidad 'natural' – que obliga a la colaboración entre "los de abajo" con "los de arriba", una

colaboración que en sí obligaría romper barreras tradicionales, entre grupos históricamente

apartados.

Las actividades específicas en que estamos involucrados incluyen proyectos, algunos de los cuales

pueden sonar raros, tales como la producción de carne de puerco "light" (baja en grasas y en

colesterol); huevos enriquecidos con Omega-3 (que son más saludables para los consumidores);

artesanías con base en insumos propios, como la seda que se produce en las propias

comunidades, de hilos generados por gusanos de seda criados por los comuneros, cuyo alimento,

las hojas de morera proviene de árboles reproducidos y plantados por ellos mismos en sus propios

terrenos, ahora con un apoyo de programas gubernamentales. También se está promoviendo la

instalación de sistemas domésticos para la calefacción solar del agua y construcción de plantas

locales dentro de las comunidades, de tratamiento de aguas residuales para generar nuevas

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fuentes de agua para producción de traspatio y comunitaria. Otros grupos están creando

empresas para ofrecer servicios de ecoturismo, de alimentos orgánicos, de comidas tradicionales y

de aguas embotelladas. En otro plano, varias comunidades forestales están trabajando con

sistemas comunitarios para el aprovechamiento sustentable y certificado de sus recursos naturales

y para la participación en los mercados internacionales de venta de servicios ambientales,

actividad que no deja de ser controversial (Barkin, 2012).5

Para nosotros, investigadores, el reto que tenemos es desarrollar estrategias para acercarnos a las

comunidades, para cuando vayamos a colaborar con una comunidad a proponerles a sus

integrantes algún proyecto, debemos preguntarnos qué garantía les podemos ofrecer de que

nuestras propuestas no les van a hacer más mal que bien (Barkin, 2012). No hay situación más

clara que evidencia las dificultades de una interacción constructiva entre la academia y las

comunidades que la experiencia de los zapatistas desde su levantamiento en 1994; sin embargo,

son claros sus propios avances y la evidente consolidación de su capacidad de gobernanza con la

consecuente elevación en la calidad de su vida, a pesar de todos los obstáculos que siguen

enfrentando (Baronnet, et al., 2011). Quisiéramos mencionar que hay muchos otras experiencias

de las cuales podemos aprender. Es aleccionador, por ejemplo, explorar las iniciativas actuales,

evaluarlas y aprender de ellas; en el propio Distrito Federal hay experiencias extraordinariamente

interesantes, tal es el caso de los 32 parques comunitarios y servicios de esparcimiento y en el

Valle de México otros tantos. Hay que decir que no todas las experiencias en estos parques han

sido exitosas, sin embargo, algunas son verdaderamente buenas, como la del parque Ejidal San

Nicolás Totolapan, donde 2300 hectáreas de bosque han sido rescatadas y puestas al servicio de

los visitantes por un grupo de campesinos, los que agregan a sus actividades cotidianas, la de

ecoguías. También están las notables experiencias de algunos de los chinamperos de Xochimilco,

empeñados en rescatar al ajolote (Ambystoma mexicanum), tan apreciado como amenazado en su

supervivencia como especie (Barkin 2012).

La clave del éxito en estas comunidades es su capacidad de asegurar la reproducción continua de

la vida social y productiva mientras que afianzan la salud de sus entornos naturales. Para este

proceso lo que nuevo es una capacidad de garantizar no solamente la generación de excedentes

que permitirían aumentar sus posibilidades de atender las necesidades básicas de la comunidad y

mejorar sus infraestructuras. Lo realmente importante del enfoque presentado aquí es el

reconocimiento de la importancia de estos excedentes y de la capacidad de la comunidad de

organizarse para controlarlos y distribuirlos para seguir fortaleciendo las diversas dimensiones del

programa colectivo (Barkin, et al., 2011).

5 Las distintas formas de programas internacionales para el pago de servicios ambientales ha generado

intensos debates en muchas comunidades y con las administraciones nacionales, las ONGs que los están

administrando, ya que se están advirtiendo que en muchos casos implican una pérdida de control de los

recursos naturales incluidos en los programas. El problema ha intensificado a raíz de la extensión de los

programas para incluir REDD (reducción de emisiones por deforestación y degradación) además de los

programas originales surgidos del acuerdo de Kyoto de 1992 (McAfee, 2012; Schmink, et al, 2011; Van Dam,

2011).

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En el plano nacional:

En las condiciones actuales de América Latina, las iniciativas de la sociedad civil son

particularmente importantes. Mediante sus acciones, están diseñando nuevas estrategias para

promover el bienestar social y la conservación ecosistémica. En el proceso, los propios actores

están generando alternativas que no se limitan a la esfera productiva, ya que su implementación

requiere de actos de gestión que les lleva a asumir responsabilidades de gestión ambiental y

gobernanza; estas acciones resultan particularmente significativas, ya que históricamente las

instancias "oficiales" no las han cumplido de una manera adecuada, sobre todo cuando se trata de

beneficiar a grupos sociales de menores ingresos o a organizaciones locales y regionales que han

adquirido capacidades para actuar efectivamente. Pero, en el proceso de generar y consolidar

estos espacios políticos alternativos no podrán sobrevivir si no incluyen también espacios

territoriales donde sus actividades productivas, sociales, culturales y ambientales dejen una fuerte

herencia que contribuya a elevar los niveles de bienestar de los participantes.

Por eso, es fundamental insistir en las actividades de la sociedad civil no se limitan a lo que se está

concibiendo como la Economía Solidaria, una visión que se limita a grupos pequeños y asilados

que se abocan a procesos de pequeña escala de producción y a circuitos restringidos de

intercambio. No debería verse simplemente como otro modo de realizar la producción y la

comercialización de los mismos productos, que contribuya a crear nuevas oportunidades para los

que han estado excluidos del modelo globalizado. Tampoco se trata de otra forma de exaltar la

"economía popular" como la economía de los pobres, que valientemente están mostrando su

extraordinaria creatividad en establecer micro-emprendimientos que contribuyen a su capacidad

de sobrevivencia en niveles un poco arriba del nivel de subsistencia. No es simplemente otra

forma de apropiación social de la naturaleza y de comercializarla sino, más bien, constituye un

nuevo modelo de satisfacer las necesidades básicas de la población y de organizar las formas

colectivas para asegurar la inclusión de todos los sectores sociales en los nuevos compromisos

asumidos por los impulsores de la economía social y solidaria (Barkin y Rosas, 2006). Como lo

expresó Nicolás Georgescu-Röegen (1995), considerado como el padre de la economía ecológica

moderna, superar nuestras crisis actuales "…no será posible sin una profunda reestructuración y

una reorientación radical [de la economía]".6 En este sentido, cobra relevancia realizar procesos de

apropiación social de la naturaleza desde una economía neguentrópica, desde un equilibrio

dinámico (Schrödinger, 1944; Leff, 2010). La implicación de esta aportación es que la sobrevivencia

de la humanidad depende no tanto del "desarrollo sustentable", el "estado estacionario" o del

"crecimiento cero" sino de una dramática transformación en los patrones del metabolismo social

para llegar a un modelo diferente de sociedad.

6 La cita es del autor en la introducción de los editores, p. 6. Una de sus aportaciones fundamentales a la

teoría económica es la centralidad de la segunda ley de la termodinámica, señalando la incapacidad de seguir aumentando la generación de desechos generando crecientes índices entrópicos, recursos desperdiciados que generan diversas formas de contaminación no recuperables para la sociedad y no asimilables por los ecosistemas.

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Esta agenda de principios y actividades dejaría de ser relevante en un plano nacional si nos

limitáramos únicamente a sólo aquellas comunidades comprometidas con forjar soluciones para

ellas mismas y para ofrecer aportaciones propias a aminorar los peores estragos ambientales de

modelo nacional de economía y sociedad que tenemos. Las contradicciones fundamentales

evidentes en la sociedad mexicana, generadas por las profundas crisis económicas y ambientales

que se agudizan con el paso del tiempo, han motivado a millones de mexicanos – quizás un 15% de

la población nacional – a dedicarse a construir otras sociedades dentro de la sociedad nacional,

implementando los principios enunciados en lo que hemos planteado hasta ahora. La sugerencia

enunciada al principio de esta intervención – la posibilidad de ofrecer una estrategia alternativa

que terminaría con la manifiesta incapacidad actual para asegurar la satisfacción de las

necesidades básicas en las comunidades, en todos los hogares mexicanos – y con ello terminar con

el desempleo – debe ser el punto de arranque de cualquier iniciativa para implementar una

política de economía social y solidaria.

Para finalizar: lo fundamental es asegurar a las comunidades con quienes colaboremos, que

nuestros esfuerzos conjuntos para reforzar la construcción de alternativas contribuirán a crear y

reforzar a la comunidad, a reorganizar las prioridades y los sistemas de producción. Es en este

proceso que podríamos construir puentes que nos comuniquen, basados en la confianza mutua. Es

imprescindible que estemos seguros de que en el proceso de tratar de colaborar para mejorar

nuestras sociedades, tomemos caminos que nos unan, y no que nos dividan.

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