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La clase revolucionaria La clase obrera argentina hasta 1955 Iñigo Carrera En una primera aproximación, la historia de la clase obrera argentina puede dividirse en dos grandes ciclos de alrededor de 50 años cada uno. Hoy estaríamos transitando el tercer ciclo, que habría comenzado a fines de la década de 1970 y comienzos de 1980, después de la muerte de tosco. Este tercer ciclo se corresponde con la fase del capitalismo argentino donde predomina el desarrollo en profundidad y la repulsión de población sobrante y domina el capital financiero. En el primer ciclo, que se extendió desde la década de 1870 y tuvo su punto culminante en la semana de enero de 1919, las luchas tendieron a darse por fuera del sistema institucional y enfrentado a él. Aunque algunas fracciones obreras lograron incipientemente formar parte del mismo. El segundo ciclo, que se extendió desde la década de 1930 hasta la década de 1970, la tendencia dominante fue a que las luchas se libraran dentro del sistema institucional, hasta que la extensión e intensidad de esas luchas termino por poner en cuestión al sistema, al tiempo que se hacía presente la estrategia de la clase obrera que tiene como meta la superación del capitalismo y la instauración de otra forma de organización social. Aunque se señale como punto de partida del segundo ciclo la década de 1930, la estrategia de insertarse en el sistema existió casi desde los orígenes del movimiento obrero y comenzó a potenciarse a partir de 1910, estos ciclos se vinculan con los momentos de génesis y formación del dominio del capital industrial en la argentina, el primero, y con el desarrollo y crisis de ese dominio, el segundo. Génesis de la clase obrera argentina En el último tercio del siglo XIX las nuevas condiciones de inserción en el mercado mundial potenciaron la extensión del capital en Argentina hasta constituirlo como relación social dominante. Esa inserción se produjo en el momento en que el capitalismo iniciaba una nueva fase, imperialista, con la génesis y desarrollo del capital financiero. En Argentina país dependiente, la gran burguesía, cuyos intereses la llevaron a establecer una fuerte alianza con el capital financiero a escala internacional, completo la delimitación de su territorio, constituyo al soldado ciudadano y formo el aparato estatal. En esa expansión capitalista, la “importación” y la acumulación local de capitales fueron acompañadas por la inmigración de crecientes contingentes de población, “importación” de trabajadores que el capital necesitaba para existir.

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La clase revolucionariaLa clase obrera argentina hasta 1955

Iñigo Carrera

En una primera aproximación, la historia de la clase obrera argentina puede dividirse en dos grandes ciclos de alrededor de 50 años cada uno. Hoy estaríamos transitando el tercer ciclo, que habría comenzado a fines de la década de 1970 y comienzos de 1980, después de la muerte de tosco. Este tercer ciclo se corresponde con la fase del capitalismo argentino donde predomina el desarrollo en profundidad y la repulsión de población sobrante y domina el capital financiero.En el primer ciclo, que se extendió desde la década de 1870 y tuvo su punto culminante en la semana de enero de 1919, las luchas tendieron a darse por fuera del sistema institucional y enfrentado a él. Aunque algunas fracciones obreras lograron incipientemente formar parte del mismo. El segundo ciclo, que se extendió desde la década de 1930 hasta la década de 1970, la tendencia dominante fue a que las luchas se libraran dentro del sistema institucional, hasta que la extensión e intensidad de esas luchas termino por poner en cuestión al sistema, al tiempo que se hacía presente la estrategia de la clase obrera que tiene como meta la superación del capitalismo y la instauración de otra forma de organización social.Aunque se señale como punto de partida del segundo ciclo la década de 1930, la estrategia de insertarse en el sistema existió casi desde los orígenes del movimiento obrero y comenzó a potenciarse a partir de 1910, estos ciclos se vinculan con los momentos de génesis y formación del dominio del capital industrial en la argentina, el primero, y con el desarrollo y crisis de ese dominio, el segundo.

Génesis de la clase obrera argentinaEn el último tercio del siglo XIX las nuevas condiciones de inserción en el mercado mundial potenciaron la extensión del capital en Argentina hasta constituirlo como relación social dominante. Esa inserción se produjo en el momento en que el capitalismo iniciaba una nueva fase, imperialista, con la génesis y desarrollo del capital financiero. En Argentina país dependiente, la gran burguesía, cuyos intereses la llevaron a establecer una fuerte alianza con el capital financiero a escala internacional, completo la delimitación de su territorio, constituyo al soldado ciudadano y formo el aparato estatal.En esa expansión capitalista, la “importación” y la acumulación local de capitales fueron acompañadas por la inmigración de crecientes contingentes de población, “importación” de trabajadores que el capital necesitaba para existir. Contingentes que se sumaron a los que en argentina iban siendo desposeídos de sus condiciones de existencia por la destrucción de los modos productivos articulados hasta ese entonces por el capital mercantil. El crecimiento de la población y su concentración en las grandes ciudades del litoral incrementaron la división del trabajo, constituyendo los ramos productivos de medios de consumo necesarios. Esto produjo con la resolución de la crisis económica de 1890, un crecimiento de la actividad industrial propiamente dicha, en mayor grado, pero no exclusivamente en el litoral.La nueva articulación con el mercado mundial potencio la expansión de las relaciones capitalistas en la Argentina y cambio el tipo social de explotación dominante., pasando de la fase del dominio de capital mercantil a la de dominio de capital industrial. En este proceso se formó, en el campo y las ciudades el proletariado, junto con una masa de trabajadores no proletarios. A fines del siglo XIX el proletariado y el semiproletariado constituían más de la mitad de la población inserta en la actividad económica.Pero como las clases sociales se gestan en la lucha, se sitúa la génesis de la clase obrera en la década de 1870, cuando la organización de las secciones locales de la asociación Internacional de los Trabajadores (dirección teórica de la lucha) y la huelga de los obreros tipógrafos en septiembre de 1878 (dirección económica de la lucha) señalan un proceso que tendrá un hito fundamental en los actos y movilizaciones del 1º de mayo de 1890, donde se observan ya las tres direcciones concertadas de la lucha, incluyendo la lucha política.

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Otros hitos de este proceso son la huelga de los talleres ferroviarios de 1896, la huelga de panaderos de Buenos Aires en 1901, la huelga general de Rosario en 1901, la huelga general nacional del 22 de noviembre de 1902, hasta alcanzar su forma desarrollada en la huelga general nacional del 1º y 2 de diciembre de 1904. La huelga general se constituye como forma de lucha de la clase obrera argentina y surge una de las modalidades, la huelga con movilización de masas, que presenta como uno de sus rasgos la lucha callejera, como ocurre el 1º de mayo de 1904, de 1905 y 1909 (semana roja) y en agosto de 1907. Contra lo que suele afirmarse, la lucha de los obreros no se limitó a Buenos Aires y los puertos del litoral sino que se extendió a provincias del interior. La huelga fue tomada como instrumento de lucha, incluso por fracciones proletarias no industriales como los trabajadores domiciliarios en la huelga de 1907.Otro hito lo constituyo la Semana Roja de 1909, cuando después de ocupar Buenos Aires con tropas del ejército y policía, el gobierno nacional se vio obligado a entablar negociaciones en el máximo nivel con los dirigentes obreros y aceptar sus exigencias. Al año siguiente las luchas obreras fueron contenidas con la intensificación de las acciones policiales y parapoliciales, continuación de la política de utilizar la fuerza, incluso abiertamente la fuerza armada, como lo ejemplifica la sanción y aplicación de la Ley de residencia (1902) y la Ley de defensa Social (1910), la declaración del estado de sitio y la ocupación de Buenos Aires por tropas del ejercito y marina en 1902, 1905 y 1909.Al mismo tiempo a comienzos de la segunda década del siglo, algunos cuadros políticos de la cúpula de la burguesía argentina desarrollaron una política distinta hacia las fracciones sociales (burguesas y proletarias) excluidas del poder político, dirigidas a incorporar al sistema institucional a una parte de ellas.Dirigido a los trabajadores estuvo el fallido proyecto de código nacional de trabajo de 1904, que pretendía legislar sobre las condiciones laborales, también sobre las formas de la organización y lucha de los trabajadores. También la creación del departamento Nacional del Trabajo, orientado por intelectuales inspirados en la doctrina social de la iglesia católica.La promesa de garantizar cierta “neutralidad” gubernamental en las elecciones, a partir de la sanción de la Ley Sáenz Peña, abrió una puerta para aquellos que, dentro del movimiento obrero, venían impulsando una política de cambios paulatinos, mediante la sanción de leyes que mejoraran las condiciones de vida y laborales de los trabajadores.Hasta ese momento en la primera década del siglo, la corriente que privilegiaba la lucha parlamentaria era minoritaria en el movimiento obrero: eran los anarco comunistas y los sindicalistas revolucionarios, que postulaban la acción directa y la huelga general revolucionaria, los que tenían el mayor protagonismo en las luchas obreras.

Nuevas condiciones políticasLas principales vías de la institucionalización fueron la UCR y el Partido socialista. Cuando llego al gobierno en 1916, la UCR, que no se reivindicaba como partido de los trabajadores, aunque contenía en sus filas a muchos asalariados, impulso una política de negociación y conciliación con algunas de las luchas económicas prácticas de determinadas fracciones de la clase obrera. El PS estaba vinculado a una parte del movimiento obrero y había participado del proceso de lucha, enfatizando la participación electoral y la acción política dentro de la legalidad, a pesar de que padeció ataques estatales y no descarto otros medios si el régimen cerraba los caminos legales. Con la nueva ley electoral el PS logro tener una creciente representación parlamentaria, que se incrementó durante las décadas del 20. También logro gobernar municipios.Desde finales del siglo anterior se fueron formando las federaciones, confederaciones o uniones de sindicatos, que culminaron con la constitución de 1915 de la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) (IX Congreso), momento en que los cuadros sindicales lograron, dentro del periodo, el máximo grado de unificación. En sus filas militaba ferroviarios y marítimos, que junto a estibadores y carreros podían paralizar el flujo de comercio interno y externo. Mayoritariamente adscribía al sindicalismo revolucionario, en franco proceso de transformación, en la medida en que su fuerza le daba un mayor poder de negociación. Solo quedaron fuera los comunistas anárquicos (FORA V Congreso). Fue en la FORA del IX Congreso que el gobierno radical encontró a su interlocutor mediando en las huelgas de marítimos y ferroviarios. La FORA IX, intervino en numerosas huelgas y algunos gremios

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conquistaron la semana de 44 hs. de trabajo o lograron aumentos de salarios, y unos pocos mejoraron sus condiciones de trabajo.En la segunda década del siglo la lucha económica por intereses inmediatos de algunas fracciones obreras comenzó a penetrar en el sistema institucional político y jurídico. Pero no todas las fracciones obreras encontraron cabida en esa política de negociación del gobierno. Cuando el movimiento huelguístico se extendió choco con los límites del régimen social vigente, del cual el gobierno es expresión política. La “Semana de Enero” de 1919, las huelgas en la Forestal (entre 1919 y 1921) y las huelgas de la Patagonia (1921-1922) derrotadas mediante el uso de las fuerzas armadas, lo mismo que el movimiento indígena de Napalpi (Chaco) en 1924 masacrado mediante el uso de la policía, o las huelgas en el ingenio Las Palmeras son algunos ejemplos de la política radical cuando el movimiento huelguístico alcanzaba a ciertas fracciones proletarias y/o salía de la mera lucha reivindicativa inmediata para cuestionar, en los hechos el orden establecido. En este primer ciclo de la historia de la clase obrera argentina, y en el contexto del desarrollo del capitalismo argentino predominante en extensión, la lucha de los obreros constituye y legitima su organización sindical, es decir su organización en tanto asalariados. Emerge la estrategia que tiene como meta, más que la superación del sistema social vigente, la incorporación al mismo, sea de todos los obreros o de una parte de ellos. Comienza a constituirse la hegemonía del capital industrial, que se desarrollara plenamente después de 1945. “Pero, como lo muestran tanto los hechos de la Semana de Enero de 1919 como los posteriores, determinadas fracciones obreras no pueden realizar sus intereses, ni siquiera los más inmediatos, dentro del sistema institucional, y solo pueden dar su lucha por fuera de él”. No debe olvidarse de la existencia de organizaciones que no accedían o rechazaban formar parte del sistema institucional vigente, y que desde mediados de la década del 20 desarrollaron acciones armadas, realizadas por pequeños grupos que adscribían al anarquismo, dirigidas a la obtención de fondos para publicar periódicos, folletos y libros, y a la ejecución de policías o guardiacarceles, acusados de torturadores. Ls gobiernos que siguieron al golpe de Estado de 1930 implementaron, entre 1931 y 1933, una política de aniquilamiento contra estas organizaciones, y sus cuadros fueron encarcelados, fusilados o secuestrados y desaparecidos.Las últimas huelgas generales de este ciclo (1923, 1924 y 1927) no alcanzaron la magnitud de la de 1919. Comenzó un proceso de desafiliaciones de la central sindical, que continuo con su fractura y la formación de tres y después de cuatro centrales y la proliferación de gremios autónomos.

El segundo ciclo: ciudadanizaciónEn la determinación de este ciclo de las luchas obreras no puede dejar de tenerse en cuenta un doble proceso de crisis: la crisis capitalista mundial que comenzó en 1929 y la crisis del sistema político argentino observable en 1930, con el golpe de estado.Entre las décadas de 1930 y 1960 se expandió la industria en argentina. La resolución capitalista de la crisis mundial iniciada en 1929 dio continuidad a la tendencia al desarrollo del capitalismo en extensión más que en profundidad, que se vio reforzada por las condiciones creadas por la guerra mundial iniciada en 1939. A esta dirección predominante del desarrollo capitalista correspondió un movimiento de atracción de población desde el campo y pequeños núcleos urbanos hacia las grandes ciudades donde crecía la actividad industrial: primero Buenos Aires, después Córdoba, el cordón industrial del Paraná y otras ciudades del interior.El desarrollo capitalista en extensión fue la base a la que correspondió en la superestructura política, después de un momento de incremento de la exclusión política en la primera mitad de la década de 1930, un proceso de creciente ciudadanización e institucionalización de distintas fracciones sociales. Este proceso culmino a fines de la década de 1940 y comienzos de la de 1950 como lo indica el incremento de la participación en el sistema electoral, debido fundamentalmente a la instauración del voto femenino (1947) y la provincialización de los territorios nacionales. El porcentaje de votantes sobre la población mayor de 14 años paso de 14,9 % en 1916 a 60 % en 1951. Otro indicador es el incremento de la afiliación obrera a los

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sindicatos. De este proceso formo parte la institucionalización de una porción creciente de los conflictos entre obreros y patrones, lo que no significo la desaparición de las luchas sino su tendencia a penetrar el sistema institucional.La década infame, que se extendió hasta 1943, se caracterizó en lo político institucional por el fraude electoral y la violencia, incluyendo el asesinato de opositores. El fraude y el crimen político fueron acompañados por la abierta influencia de las empresas monopólicas en las políticas del gobierno, en particular en los servicios públicos, y por la generalizada imagen de corrupción.Los efectos de la crisis mundial de 1929 sobre la población obrera en la argentina se manifestaron fundamentalmente en el incremento de la desocupación, que llego a su punto más alto en 1932. El repunte de las actividades desde 1934 dio lugar al proceso de expansión ya referido, acompañado por un aumento en los salarios reales globales. En ese contexto se desarrollaron las luchas de los trabajadores, en las que primaron como meta las reivindicaciones inmediatas. Pero esa lucha económica devino en la lucha política, principalmente en defensa de las organizaciones sindicales y por la libertad de reunión y asociación. La persecución desatada por Uriburu había aumentado el aislamiento de la clase obrera, pero el cambio del gobierno y el levantamiento del estado de sitio, crearon mejores condiciones para la lucha obrera. Se produjo un incremento en el número de huelgas generales; las más importantes por diferentes motivos, fueron en 1932 y 1936. La ultima con gran repercusión en la ciudad de buenos Aires y acompañada por las luchas callejeras que recordaron, en una escala menor, las de 1919. En ese proceso fueron ganando adhesiones los cuadros sindicales socialistas y comunistas, y se produjo el desplazamiento en 1935, de la dirección mayoritariamente “sindicalista” de la CGT constituida en 1930, por la fusión de la COA, USA y sindicatos autónomos.Así, desde mediados de la década de 1930, la clase obrera se encontró en un momento ascendente de sus luchas. Estableció alianzas con fracciones de la burguesía y conformo un movimiento de protesta social que recorrió varias regiones del país, mientras se generaba en el pueblo un estado de ánimo antimonopolista, antiimperlista, antifascista y potencialmente anticapitalista. Esta tendencia pronto se manifestó en el campo de las relaciones políticas de partido. Si la primera dirección de la CGT que adscribía a la correinte sindicalista, contraria a la presencia de partidos políticos en el movimiento obrero, fue acusada de pasividad, con los gobiernos de Uriburu y Justo, la nueva dirección vinculada al partido Socialista, encontró condiciones favorables para buscar una alianza, bajo la consigna Frente Popular, con otras fracciones de la burguesía, cuyos cuadros políticos habían sido desplazados del gobierno de la concordancia. La posibilidad de formar ese frente popular, se combinó con un cambio en la situación de la lucha interburguesa: el reiterado fracaso en los intentos de recuperar el gobierno por las armas, llevo a los radicales al abandono de la abstención electoral de 1935. Se produjo así un término de unidad en los cuadros políticos de la burguesía, incluyendo los radicales, sobre la base de la exclusión del radicalismo dl ejecutivo naconal, mediante el fraude electoral. Si pudo acceder al parlamento y a algunos gobiernos provinciales, entre ellos el de Córdoba.A partir de ese momento comenzó a desarrollarse el intento, frustrado, por formar una alianza social y política que encauzara al movimiento de protesta social que recorria el país y enfrentaran en el terreno electoral, a la alianza social que ocupaba el gobierno y cuya expresión política era la Concordancia. Este intento de alianza política fue tomando forma en 1936, su primera manifestación pública, de la que participo la mayoría de los obreros organizados (en la CGT, el partido socialista, y el partido comunista) lo constituyo la huelga con movilización y acto multitudinario del 1º de mayo de 1936, realizado por iniciativa de la CGT, indicador del intento del movimiento obrero organizado sindicalmente por desempeñar un papel dirigente en la alianza que se estaba gestando.El análisis de los enfrentamientos sociales protagonizados protagonizados por la clase obrera en la década de 1930 permite observar dos alternativas principales que se le presentan desde sus organizaciones políticas:

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Una minoritaria, pretendía superar la forma de organización social existente, reivindicando la lucha del conjunto de la clase obrera, pero sin desdeñar utilizar los instrumentos del sistema institucional.

Otra planteaba formar parte del orden social vigente como poseedores de fuerza de trabajo, luchando por obtener las mejores condiciones posibles dentro del sistema institucional, como ciudadanos. Esta ultima alternativa presentaba dos variantes:

o Los que perseguían la incorporación al sistema de una parte de los trabajadores, aquellos que encontraban mejores condiciones para lograrlo,

o y los que planteaban la incorporación de todos los trabajadores, exigiendo del sistema institucional el reconocimiento de sus intereses en la parcialidad de las relaciones sociales que los constituyen como asalariados y ciudadanos.

Ninguna de estas dos alternativas era novedosa en las décadas de 1930 y 1940: estuvieron presentes en el proceso de formación de la clase obrera argentina y se manifestaron durante el gobierno de Yrigoyen, cuando una parte de la clase obrera encontró mejores condiciones para su política de inserción en el sistema institucional, mientras otras recibían el peso de la fuerza armada del estado. Ellas remiten a dos estrategias presentes en el movimiento obrero desde sus orígenes:

una que tiene como objetivo incorporarse al sistema capitalista vigente, la otra que apunta a transformarlo radicalmente, a construir una sociedad no

capitalista.La primera estrategia, dominante durante casi todo este ciclo histórico, busca, en la confrontación con los capitalistas y el gobierno, que sean reconocidos los intereses de los trabajadores como asalariados, como poseedores de fuerza de trabajo que intentan venderla en mejores condiciones posibles. Para ello necesitan una fuerte organización sindical y prolongar su lucha en el terreno político por su derecho a organizarse para defender sus intereses como (aparentes) propietarios de fuerza de trabajo. Pretende el reconocimiento de una parcialidad de los intereses de los obreros, pero no su interés como desposeídos de sus condiciones materiales de existencia. Lograr esa meta reafirma la condición de los trabajadores como atributo del capital, en tanto la reproducción en mejores condiciones de su fuerza de trabajo solo permite a los obreros estar en condiciones de entregarla nuevamente para poder seguir obteniendo sus medios de vida bajo la forma del salario.No cambia de raíz la forma de organización económica y social vigente, no supera el capitalismo, aunque puede introducirle profundas reformas. Esta estrategia obrera se manifiesta, también, en la lucha democrática de la clase obrera. Se corresponde con un grado de conciencia que ve como camino para lograr sus metas como asalariados, entrar al sistema. Hace al proceso de elevación del proletariado a la condición de clase nacional, a su constitución en nación, a su lucha por el poder político. Constituye un paso necesario en el proceso de la formación de la conciencia de la clase obrera.Implementar esta estrategia implica formar parte del sistema institucional y para ello los trabajadores necesitan formar parte de una fuerza política que democratice el régimen político y social, condición necesaria para poder tener alguna influencia sobre el poder estatal, para ejercer su influencia en los asuntos del estado.Esto es lo que ocurrió durante las décadas de 1930 y 1940, en diferentes alianzas sociales y bajo distintos signos políticos. A partir de su lucha la clase obrera creo las condiciones para postularse como dirigente de la alianza política en la que intento tomar forma, principalmente en el terreno electoral, el movimiento de protesta social que recorrió el país desde comienzos de la década de 1930.Esa embrionaria alianza política tuvo como meta la incorporación al sistema institucional político de fracciones sociales excluidas. Al comenzar la década de 1940, la estrategia de incorporación al sistema era dominante en la clase obrera argentina, conducida por socialistas, sindicalistas y comunistas. La posibilidad de una superaciondel capitalismo, aunque siempre presente en declaraciones y estatutos, quedaba postergada a un remoto tiempo futuro.

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La situación creada por la segunda guerra mundial trastoco todas las alianzas políticas de la década anterior. La necesidad de mantener las condiciones de la expansión capitalista lograda por la guerra sentó las bases de la alianza entre la fracción nacionalista de la burguesía y la mayoría reformista de clase obrera, aunque sus principales anteriores conducciones reformistas se alinearon en el antiperonismo. La casi totalidad de la clase obrera, sea que se alineara en la alianza social que tomo la forma política de peronismo o en la que tomo la forma política de antiperonismo, tuvo como meta formar parte del sistema en las mejores condiciones posibles. El cambio en el programa enunciado 8una argentina con justicia social, libertad política, independencia económica, en la década de 1930; una patria socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana en 1950) señala el cambio en la conducción de la alianza, pero no un cambio en la estrategia.En octubre de 1945 ambas alianzas se movilizaron en todo el país, mayoritariamente obreros en el peronismo, mayoritariamente pequeña burguesía (especialmente los estudiantes) aunque también una minoría de obreros, en el antiperonismo; y también sus cuadros militares. Aunque todo estaba dispuesto para el enfrentamiento armado, ambas fuerzas lo difirieron, para librarlo en el campo electoral, en febrero de 1946. En octubre la movilización de masas de obreros definió el enfrentamiento. La decisión del antiperonismo de utilizar la fuerza armada contra las masas movilizadas se realizó diez años después. Pero entre 1946 y 1955 el movimiento obrero organizado sindicalmente fue protagonista de la profunda transformación de la sociedad y participo del gobierno, intentando, en algunos momentos y con escaso exitom disputar su dirección. Pero la pretensión de mantener una organización política abiertamente independiente del gobierno fue prontamente anulada. En el plano de las formas de conciencia la integración en la alianza peronista implico abandonar, aun en el terreno discursivo, la meta de una sociedad no capitalista, aunque, esa meta, inherente a la condición de expropiada de la clase obrera, reapareció una década más tarde en algunas vertientes del peronismo.La alternativa de insertarse en el sistema institucional resulto afín a la estrategia que desarrollaba la burguesía en ese momento y que se correspondía con la expansión del capitalismo argentino en extensión más que en profundidad, que produce un movimiento de atracción más que de repulsión de la población obrera en la actividad económica. Se observan elementos de la revolución política burguesa, realizada en buena medida por el proletariado: el peronismo completo la revolución política de la burguesía. Al mismo tiempo cerro el paso a cualquier desarrollo de una estrategia alternativa, que tuviera como meta la superación del capitalismo.Se debe recordar varios hechos de masas, como la huelga general de enero de 1936, pueden advertirse elementos de la otra estrategia, presente en la Semana roja de 1909 o la semana de enero de 1919, y que volvió a aparecer en hechos como la huelga del frigorífico Lisandro de la Torre en 1959 y en los “azos” de 1969, cuando las masas enfrentaron al conjunto de los patrones y al gobierno, al estado. La confrontación en las calles, otorga a esos hechos, al menos potencialmente, otro carácter manifestando una tendencia insurreccional en la lucha de la clase obrera, una estrategia que tiene como meta la superación del capitalismo.Para la clase obrera la estrategia de incorporarse al sistema solo comenzó a entrar en crisis a partir de 1955, para dar lugar a otra estrategia que creció a partir de 1969.