la ciudad literaria en ricardo azuaje e israel centeno. introducción

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1. INTRODUCCIN. ALGUNASCONSIDERACIONES EN TORNO A LA C I U D A D Y L A L I T E R AT U R ALa ciudad es un smbolo de la madre, una mujer que cobija a los moradores, sus hijos. Por eso ambas grandes diosas madres, Rea y Cibeles, llevan una corona de muros, y el Antiguo Testamento considera mujeres a las ciudades. Carl Gustav Jung Smbolos de transformacin

1.1 LA CIUDAD MODERNA

1.1.1 Conceptos y comentarios

El fenmeno urbano que define a la ciudad abarca no slo al espacio en s sino, por supuesto, al habitante. La ciudad moderna tal como la conocemos se conforma como respuesta, entre otras cosas, al inmenso desarrollo y fortalecimiento que las tecnologas obtuvieron en el transcurso del siglo pasado y que se perfeccionaron en el XX (mayor productividad en menor tiempo; recorrido de grandes distancias por vas ms veloces y eficaces; las telecomunicaciones, etc.) y al cambio que se opera en el hombre al formar parte, directa o indirectamente, de estas innovaciones. Pero es que las ciudades han sido siempre, por su cualidad de centros de poder, las protagonistas de la historia de un pas y de su evolucin, el marco en donde se desenvuelven los acontecimientos y los hechos que marcan la vida de una comunidad.

La ciudad, en su sentido ms estricto, es un asentamiento humano con determinadas caractersticas (por ejemplo, sustitucin de la agricultura por la industria y el comercio, reemplazo de las relaciones sociales de ndole primaria afectivas por las de carcter secundario contractuales1) en donde es posible encontrar algo ms que la reproduccin simple de la vida social; digamos que un conjunto urbano de dimensiones importantes ostenta casi siempre la presencia de una gran diversidad socio-cultural2 y adquiere una relacin mucho ms pragmtica con el mundo natural. El hombre moderno, habitante de estas ciudades, convive diariamente con la sensacin de pertenecer a un mundo diferente del de la naturaleza, con la certeza de ocupar un espacio que poco a poco ha ido distinguindose como netamente humano gracias a la influencia que l mismo ha ejercido en el ambiente y a los cambios y trastornos que ha experimentado el mundo occidental3 despus de la Revolucin Industrial y los avances tecnolgicos que sta propici. Segn algunos socilogos y estudiosos del tema, la ciudad moderna surge a partir del siglo XVIII, aproximadamente. En todo caso, es en este momento cuando aparece una verdadera preocupacin por lo urbano: en Pars se inventan las aceras para los peatones, en vista del alto volumen de vehculos; se numeran las casas, se nombran las calles y se instala el

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Jos Luis Lezama, Teora social. Espacio y ciudad, Mxico: El Colegio de Mxico, 1993, p. 33. Si bien este concepto est dado desde la sociologa, resulta esclarecedor y adecuado para nuestro trabajo, ya que las dos obras resisten la visin sociolgica de sus personajes y de su entorno, aunque no sea ste nuestro principal objetivo. 2 (...) La ciudad (...) es el punto de encuentro de una gran diversidad de grupos sociales, la mayor parte de los cuales no son originarios de la propia ciudad, sino que provienen del exterior, Lezama, Ibid., p. 125. Lezama hace referencia a las teoras sociales de Max Weber. 3 Estudiamos el fenmeno social y urbano slo en la sociedad occidental. La oriental ha tenido otros procesos de los que no nos ocuparemos en este trabajo.

alumbrado pblico4. Tambin se crea el cargo de polica (a finales del siglo XVII), quien se encargar del abastecimiento del agua, de los alimentos y de la circulacin en las calles. Pero, y siempre habr un pero, la ciudad no slo trajo ventura y progreso para el hombre, no slo permiti que en su permetro florecieran diversas manifestaciones de lo urbano y que el hombre, como dueo de ese espacio, pudiese delinear, dibujar, crear el perfil de sus ciudades. Una de las mayores y ms importantes consecuencias negativas ha sido el hacinamiento5, propiciado por la proliferacin de numerosas fuentes de trabajo. Los trabajadores urbanos vivan en los edificios en los que trabajaban o a pocos minutos a pie de sus viviendas y esta situacin los oblig a vivir y trabajar apiados y en condiciones muchas veces infrahumanas. El hacinamiento es generado tambin por la transformacin de las grandes casas antiguas en departamentos para satisfacer la voluminosa demanda de vivienda generada por la industrializacin. Esto suceda en el siglo XIX, en muchas de las ciudades europeas. En el presente este mal se ha extendido al mundo entero y las ciudades modernas de todas las latitudes sufren de igual modo el fenmeno, lo que ha obligado a los urbanistas a replantear los espacios urbanos para una mejor y ms justa distribucin de las poblaciones, marginales y centrales.

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Lezama, Ibid., pp. 101-102. Este trmino lo aplicamos para referirnos a la realidad que se viva en el siglo XVIII (y vlido para ste, pero slo en los barrios, en los suburbios de las ciudades): La ciudad industrial ejerce ms bien un deterioro sobre las condiciones generales de vida de la poblacin. Los grandes procesos tcnicos logrados con la Revolucin industrial slo se destinan para fines productivos sin preocuparse por su aplicacin para el mejoramiento de las condiciones de vida en la ciudad. Una de las expresiones de este deterioro de la vida urbana se present en la vivienda. En Bristol, de 2.800 familias, un cuarenta y seis por ciento viva en habitaciones de un cuarto. En un barrio londinense 12.000 se alojaban en 1.400 casas en una superficie de 400 metros. Lezama, Ibid., pp. 107-108.

En este orden de ideas, nos preguntamos, para ilustrar un poco y entender mejor las fases histricas por las que ha pasado la humanidad hasta ser lo que actualmente es: cul es el proceso que va de la comunidad antigua a la sociedad, trminos, si se quiere, relacionados estrechamente con lo que podramos llamar grado de civilizacin o progreso? Grosso modo, el momento de la sociedad es el que corresponde a la modernidad, a lo nuevo, mientras que la comunidad abarca el tiempo de la tradicin, de lo viejo. Segn Lezama, la comunidad esaquello regido por el principio de autoridad y por la costumbre, por el signo de lo eterno, lo inmutable. Sociedad, en cambio, es lo no sagrado, aquello que cambia, aquello que genera (...) la idea de historicidad, nocin que concibe la vida social bajo la forma del movimiento y el cambio; esto es, el principio de rplica, la apertura hacia la diversidad, el pluralismo, todo aquello que nace con la moderna ciudad industrial. Sociedad y ciudad son (...) casi sinnimos de la modernidad y la modernidad se sustenta en la idea del cambio permanente, del desconocimiento y negacin de la tradicin como forma natural de legitimacin6.

Ahora bien, sabemos que la industrializacin ha jugado el papel ms importante en la conformacin de las actuales ciudades, en sus aspectos fisiolgico, econmico, social y cultural. A partir del siglo XIX, y siguiendo un proceso que vena desde tiempo atrs, se produce una intensificacin de la actividad comercial (lo que trae como consecuencia los inventos y avances tecnolgicos, el desarrollo de las vas de comunicacin, el afianzamiento de las teoras econmicas aplicadas a la sociedad), constituyndose lo que llamaremos el mercado mundial. Las metrpolis europeas, entonces, se encadenan y comienza as la asignacin de funciones econmicas y

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Ibid., p. 29.

comerciales especficas, permitiendo, en consecuencia, el surgimiento de las megalpolis como cadenas de ciudades. Todo esto tuvo como resultado el hacinamiento y patologas especficas, tales como la delincuencia, la violencia, el suicidio. Adems de que, poco a poco, mientras ms creca la poblacin, surga tambin la conveniencia del anonimato. Se dan entonces relaciones contradictorias all, pues la ciudad moderna ha superado las definiciones que se le quieran adjudicar, y vemos que tambin es escenario de solidaridad y de afectos, dados por la necesidad de establecer vnculos que configuren, en la medida de lo posible, relaciones sanas con el entorno. Estos fenmenos surgidos en las ciudades por el deterioro de la calidad de vida y por el desacierto en la planificacin urbana, aunados a un pobre o nulo desarrollo de las actividades y la vida en el campo, delimitan inicialmente los espacios urbanos ya que stos se produjeron de una forma anrquica, sin que los requerimientos humanos fueran tomados en cuenta. Hoy en da, a pesar de que el siglo XIX abund en nuevas teoras ecolgicas urbanas y se trat de contrarrestar los excesos industriales y fabriles que perturbaron la atmsfera (y an la perturban), estos fenmenos todava se presentan y con ms fuerza. De modo que, vuelta la ciudad un tema de estudio, investigadores y especialistas de diversas disciplinas han dirigido la mirada hacia ella, generadora de cambios tanto en lo econmico como en lo poltico, lo religioso, y lo social, entre otros aspectos, aproximadamente desde el siglo XVIII, como ms arriba se mencion. Estos cambios han marcado nuestra sociedad occidental de un modo tan definitivo que difcilmente podramos disociarla de ellos: nos referimos al proceso que ha sufrido la ciudad para

convertirse en el espacio urbano y humano por excelencia, en ese espacio como nica y posible sustitucin de la naturaleza. Ciudades como Nueva York, Londres, Pars, Berln e incluso Caracas reflejan la certeza de que el nuevo hombre ya no es capaz de acceder a su felicidad sino a travs de y en la ciudad, pudiendo significar esto la negacin absoluta de su insercin en el mundo natural. Para adecuarse a ste, el hombre moderno queremos decir actual debe despojarse casi de s mismo,

desculturizarse, renunciar, tal vez, a su condicin humana, que lo impele a transformar lo que lo rodea. Este hombre de la modernidad aora la naturaleza pero ya no es capaz de vivir en ella. La polis, el eje urbano, influye en las actitudes, en la forma de vida de una sociedad, moldeando el comportamiento. Tal comportamiento urbano est regido por la ciudad en cuanto marco fsico y cultural del hombre7, es decir, su actuacin y su interrelacin con los dems hombres y con su entorno (lo que llamaramos paisaje urbano8) estn dictadas por un conjunto de caractersticas sociales, squicas, histricas, culturales e individuales, que a lo largo del siglo XIX y del presente ha sufrido significativas variaciones que van desde lo sociocultural hasta lo intelectual, profesional, tecnolgico y geogrfico. Desde el punto de vista literario, la ciudad se ha convertido en objeto de estudio y en inspiracin creativa desde que el hombre moderno, postmoderno? descubri la importancia del escenario urbano y la influencia que ste ha ejercido, efectivamente, sobre s mismo. Por ello, cada autor es7

Acebo Ibez, Enrique del: Sociologa de la ciudad. Un anlisis histrico del arraigo, Buenos Aires: Editorial Claridad, 1993. 8 Con respecto a este punto, ver Mangieri, Rocco: Escenarios y actores urbanos del textociudad. Elementos para una semitica urbana, Ctedra Permanente Imgenes Urbanas, n 3, Caracas: Fundarte, 1994.

dueo de su propia ciudad, de esa ciudad y ese espacio ideales que como individuo posee y que, como escritor, proyecta sobre la pgina impresa. Prueba de lo que afirmamos es el amplsimo espectro que ofrece nuestra literatura (para poner slo un ejemplo, pues desarrollaremos esto ms adelante, tenemos a Salvador Garmendia, quien ha trabajado la cotidianidad urbana con gran acierto9). Podemos advertir que la ciudad posee elementos para elaborar cualquier historia y el escritor, como voz de esa misma ciudad, debe captar los cdigos universales que de ella emanan10 para hablar la ciudad, para enfrentarse con todos sus smbolos y permanecer instalado en ella, con la autoridad de quien conoce. Las ciudades modernas tienen en comn, entre otras cosas, la cualidad de ser causa y efecto de s mismas, de ser su propio metalenguaje, en el sentido de que el crecimiento y los cambios a los que se ven sometidas son generados por ellas mismas, no por factores externos a ellas, lo que las convierte en fuente de su propio desbordamiento. El papel de la literatura viene a ser el de portadora de los mensajes que, secretamente quiz, dicta la sociedad, convirtindose a su vez en tema de estudio. Con esto quisiramos establecer un paralelismo entre ciudad y literatura, en el sentido de que ambas pueden reflejar las realidades anmicas, squicas o sociales de un grupo humano de determinado tiempo en un determinado espacio. Ambas pueden ser, entonces, el lente por el

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Ver las obras Los pequeos seres (1959); Das de ceniza (1963); La mala vida (1968); Doble fondo (1966); Difuntos extraos y voltiles (1970) y Memorias de Altagracia (1974), todas relativas a la vida urbana. 10 Ver la declaracin de Israel Centeno en el artculo Cuando la ciudad es la inspiracin literaria, de Ana Mara Hernndez G., El Universal, 25-07-97, p. 3-10. Centeno seala que Caracas presenta los aspectos que puede brindar cualquier otra ciudad y, en tanto esto, se manejan elementos que universalizan la voz del escritor.

que podemos mirar y adivinar las realidades (sociales, literarias) que nos circundan.

1.1.2 Las ciudades del Nuevo Mundo. Referencias

Amrica, desde el descubrimiento, fue vista y considerada como la tierra prometida, como el lugar donde podan ser posibles las utopas y los cambios sociales que los pensadores de la poca aspiraban para la sociedad y la cultura occidental. De acuerdo a esto, las ciudades latinoamericanas fueron fundadas segn el orden que dictaba el poder, y ese poder lo representaba en primer lugar, Espaa y luego, Europa. La primera experiencia latinoamericana fue la ciudad-fuerte: el conquistador lleg a fundar. Se haca dueo del suelo, por encomiendas reales, y all pona su espada y su mano y ese pedazo de terreno se llamaba como l. El proceso fundacional en nuestro continente fue a la inversa de la norma europea: en lugar de partir del desarrollo agrcola que paulatinamente llegaba a constituir el polo urbano, se iniciaba con esta pequea urbe asentada en el lugar propicio, con disponibilidad de agua, esperando que fuera ella la que generara el desarrollo agrcola. Para Rama, esta situacin trajo como consecuencia que se transformara violentamente a la poblacin all establecida: (...) quienes haban sido campesinos (...) en urbanizados (...)11. Segn Jos Luis Romero, esta sociedad latinoamericanacorresponda exactamente a la nueva sociedad feudoburguesa que se constitua en esas Indias que queran11

Angel Rama, La ciudad letrada, Montevideo: Comisin Uruguaya pro Fundacin Internacional Angel Rama, 1984, p. 23.

ser una nueva Europa y que eran, en verdad, slo frontera y periferia de la Europa vieja12.

El conquistador comprendi despus que su paso por las ciudades de Amrica no deba ser efmero, slo para disfrutar de las riquezas que all haba y marcharse luego; al contrario, decidi que deba imprimir en esas incipientes sociedades su orden, su cosmovisin. Se traslad a nuestra realidad fsica un orden social que implicaba un diseo urbanstico previo, siendo este diseo resultante el de damero, que reprodujeron las ciudades barrocas de Amrica Latina, con plano a la vista o sin l, prolongndose hasta prcticamente nuestros das13. Las ciudades latinoamericanas sufrieron cambios a lo largo de los siglos posteriores al descubrimiento, siendo las ms importantes Buenos Aires (que tuvo una primera fundacin en 1536), con 677.000 habitantes para 1895; Ro de Janeiro, con 550.000 personas al comenzar el siglo; Chapultepec contaba en 1900 con 390.000 habitantes y otras urbes, como Cuzco, Valparaso, El Callao, Guayaquil, Santa Marta, Cartagena y Barranquilla, Veracruz, crecan lentamente, al comps de los cambios que impriman en ellas las transformaciones emanadas de Europa y el impulso que los pases ya desarrollados (como Estados Unidos) les daban a las economas latinoamericanas para mejorar la calidad de procesamiento de los productos dirigidos a su mercado (caf, caucho, frutas, petrleo, cereales, azcar, etc.). Al comenzar el siglo, la actividad comercial y mercantil hizo que la poblacin de las capitales en Amrica se duplicara o triplicara, hacindose importantes sus centros urbanos para la explotacin extranjera. En estas sociedades pareca12

Jos Luis Romero, Latinoamrica: las ciudades y las ideas, Mxico: Siglo Veintiuno Editores, S.A., 1984, 3 edicin, p. 68. 13 Angel Rama, op. cit., p. 14.

importante resguardar las tradiciones criollas para la consolidacin de las nacientes nacionalidades, pero indudablemente, haba un nuevo estilo de vida latinoamericana marcado inequvocamente por las influencias

extranjeras (francesas, inglesas, sobre todo), oscuramente original, como era original el proceso social y cultural que se desenvolva en ellas (Romero, p. 250). Sin duda, las ciudades ya comenzaban su proceso de interrelaciones, en donde la inmigracin jugaba un papel importante, cuando no vital. La sincretizacin de las costumbres, las relaciones entre propios y extraos, la marcadsima presin que la revolucin industrial

desencadenada en Inglaterra ejerca sobre Latinoamrica, convirtieron poco a poco nuestras ciudades en centros rutilantes de actividad social, cultural y econmica:En rigor la ciudad fue el indicador del cambio, y todos pusieron en ella sus miradas para descubrir si la sociedad a la que pertenecan se haba incorporado al proceso desencadenado en Europa14.

Las ciudades cambiaban. Y cambiaban tambin los que vivan en ellas. Los habitantes latinoamericanos saban que all estaba el progreso (entre comillas, por la distancia histrica), estaba un mayor bienestar econmico y social y, en fin, la esperanza de una mejor vida. Irnicamente, fueron las guerras civiles las que permitieron la integracin y el ascenso de la plebe rural. Todos los pases de Amrica Latina, a lo largo del siglo pasado, sufrieron guerras internas, lo que detuvo o retras un poco la transformacin (fsica y social) de las urbes. En lo social, como dijimos ms

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Romero, op. cit., p. 219.

arriba, estas guerras permitieron que el pueblo, la plebe rural, pudiera acceder a posiciones ms elevadas dentro de sociedades cerradas, sociedades aristocrticas con marcadas costumbres europeas. De modo que se fue uno de los primeros cambios en la configuracin social de la ciudad, ruralizndose gracias a la entrada de estas poblaciones. Paulatinamente, el espritu urbano propio de las ciudades fue apoderndose de esta ruralizacin, urbanizndola a su vez. As fue cmo estas clases, populares, pasaron de la miseria rural (no slo por la guerra, sino por los servicios an incipientes de que careca el campo) a la miseria urbana, confinndose en barrios marginales y perifricos que se constituyeron como un mundo aparte15. Es notable que, desde el siglo XIX, cuando la revolucin industrial arrasaba todo a su paso, en Amrica Latina se fueron creando las condiciones de vida que hoy sufrimos en los cinturones marginales de nuestras ciudades, cada vez ms grandes y peligrosos. Romero, en su obra citada, nos da un panorama del crecimiento de los barrios:Era en los suburbios donde tena su baluarte la delincuencia urbana, all donde nadie saba quin era nadie, donde nadie preguntaba al recin llegado qu haba sido antes. Una polica fue organizndose poco a poco en las ciudades ms importantes, pero la inseguridad era grande. Hurtos, robos y grandes asaltos que a veces terminaban en el crimen alarmaban a los ciudadanos. Los delincuentes que hacan sus incursiones por el centro urbano tenan sus guaridas en los suburbios o aun ms lejos (...)16.

La modernidad y las ganas de borrar el pasado colonial obligaron a las clases altas y a los gobernantes a transformar el aspecto fsico que

15 16

Ibid., p. 237. Ibid., p. 239.

ofrecan las ciudades. Crecieron nuevos barrios, se fue modificando la traza de las calles y aparecieron los servicios propios de una ciudad moderna (Sao Paulo es un ejemplo perfecto). Las clases populares se confinaron an ms, consolidndose as el puesto que ocupaban en la entramada social. Las clases altas buscaron ms all lugares propicios para asentarse, creando una periferia elegante que poco a poco pas a pertenecer al mbito citadino. Naturalmente, esto suceda en cada ciudad con sus propias caractersticas: el proceso de Ciudad de Mxico fue diferente, por ejemplo, al de Caracas, por tener ambas configuraciones distintas, una por ser un valle, encerrado entre sus montaas, y la otra por tener ya la infraestructura que le permita acrecentar su territorio, es decir, la construccin fsica de Ciudad de Mxico era lo suficientemente amplia y grande como para albergar el crecimiento de sus fronteras; estaba previsto que creciera. Lo ms importante, pensamos, es que todas, de una u otra forma, obedecieron los impulsos renovadores que ofreca el siglo XX, siguieron los caminos que marcaba la modernidad, acomodada a nuestros requerimientos. Importante es, tambin, tener en cuenta que para los habitantes era inobjetable el lugar predominante de la ciudad en sus vidas y en sus necesidades:Se aoraba (...) el gnero de vida mundano que difundan las novelas y los peridicos, y esa cierta forma de anonimato que caracterizaba la existencia de la gran ciudad, gracias al cual la vida pareca ms libre y la posibilidad de la aventura ms fcil. Y ante ese modelo, la placidez provinciana pareca ms insoportable para quien senta la tentacin de la aventura metropolitana17.

17

Ibid., p 258.

Las ciudades del Nuevo Mundo decidieron formar parte de esa aventura metropolitana. A partir de 1930, en todas hubo un notorio crecimiento de las poblaciones, lo que se manifest, por diversas razones econmicas (y en cada ciudad segn su evolucin), en un intenso xodo rural: las ciudades se vieron ocupadas por estas masas de gente que buscaban algo mejor, que huan de la desidia provinciana, del

estancamiento a que el campo estaba condenado en Latinoamrica. La inmigracin tambin fue un factor importante para delinear el problema social que se iba creando en las urbes, problema que, en trminos generales, se manifiesta en la franja enorme de marginalidad, en los barrios que han surgido entre una urbanizacin y otra como prueba evidente de que no ha habido una planificacin urbana satisfactoria, en el ndice delictivo que azota las ciudades del continente y en el alto grado de contaminacin ambiental que agobia a muchas de nuestras metrpolis (Ciudad de Mxico, Santiago de Chile, Caracas). Todo esto hizo que la fisonoma citadina cambiara radicalmente. En los aos 20, 30 y 40, numerosas ciudades comenzaron la reconstruccin (o demolicin) de los lugares pblicos, de edificios, plazas, calles y avenidas. En algunas, la arquitectura jug un papel importantsimo que signific su entrada a la modernidad (como es el caso de Caracas, por ejemplo). Hoy en da, las comunicaciones hacen efectivo el acercamiento entre todas, por medio de la tecnologa es posible entrar en contacto con Tokio, con Berln, Nueva York, en cuestin de minutos o segundos; eso y el crecimiento desbocado de todas hacia un centro comn, es decir, hacia afuera, las convierte en una sola ciudad, lo que Arnold Toynbee podra calificar de megaciudad o ecumenpolis:

un crecimiento como de hongos de las megalpolis que ya se ven en camino hacia su fusin en una Ecumenpolis, la ciudad nica que abarcar todo el globo en un futuro no muy distante18.

1.2 CARACAS COMO ESCENARIO Y FICCIN DEL MUNDO. ALGUNAS OBRASQUE LA ILUSTRAN

Caracas fue fundada el 25 de julio de 1567 por Diego de Losada. Eso significa que tenemos 430 aos de ciudad. Caracas, durante la colonia y los siglos siguientes (hasta el XIX) no fue una de las metrpolis que asombraron a los visitantes por la grandeza de sus plazas ni por la magnificencia arquitectnica. Su encanto radicaba en su extraordinaria situacin geogrfica, que permita un clima favorable, y la belleza del valle en donde se enclava. Lo ms llamativo era, definitivamente, el vila, la montaa que se dibuja contra el cielo. En el siglo pasado, durante la poca de Guzmn Blanco, la ciudad se vio transformada por el mpetu afrancesador del dictador: la construccin del Capitolio, el frente neogtico de la universidad y la remodelacin de la Plaza Bolvar fueron algunos de los cambios que Caracas experiment arquitectnicamente y que contribuyeron a definir su fisonoma decimonnica. En el siglo XX, a partir de los aos cuarenta y cincuenta, se acomete una empresa urbanstica de

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Arnold Toynbee: Ciudades en marcha, Madrid: Alianza Editorial, 1990, 1 reed., p. 20.

la ciudad, con el arquitecto Carlos Ral Villanueva a la cabeza de un movimiento que trataba de reunir las ventajas naturales con construcciones modernas, y de acoplar stas a las necesidades humanas propias del momento histrico, aunando practicidad y modernidad. Pero es en los aos ochenta cuando se abre la arquitectura contempornea, que sus espacios (los de Caracas) permiten la creacin y la posibilidad de un estilo de vida caraqueo que, poco a poco, se ha convertido en el estilo venezolano, como bien lo indica el arquitecto William Nio: desde los 50 y durante dos dcadas Caracas conform una geografa construida por toda la nacin, pero lo venezolano a partir de los 80 constituir una condicin pautada por lo caraqueo19. Caracas es el lugar desde donde se dictan las normas, desde donde se establece el orden. La ciudad es el punto en donde convergen exiliados, inmigrantes, campesinos, sobrevivientes: estamos, sin duda, en el centro del pas, en su cabeza. El proceso urbano de nuestra ciudad no ha sido fcil. Se ha visto afectada por la miseria y la descendente calidad de vida, traducindose en delincuencia, inseguridad y pobreza. Pero al mismo tiempo, se erige como una megalpolis en donde es posible encontrar construcciones

modernsimas, donde hay vida nocturna, incluso hasta el amanecer (zonas como Las Mercedes, Altamira, Sabana Grande hacia el este y la avenida Baralt, la avenida Urdaneta, entre otros hacia el oeste), donde hay numerosas alternativas culturales, donde existe una diversidad tnica respetable y significativa, donde el anonimato permite una vida individual,

William Nio Araque: La ciudad como museo en nuestro continente, pp. 203-212, en: Marina Heck (coord.): Grandes metrpolis de Amrica Latina, Mxico: FCE y So Paulo: Fundao Memorial da America Latina, 1993, p. 211.19

hasta solitaria, donde, en fin, hemos aprendido a vivir nuestra realidad bajo la sombra verde del vila. La literatura siempre ha tomado a la ciudad como inspiracin literaria, pero nos remitiremos tan slo a la produccin nacional. Desde Los mrtires, de Fermn Toro (considerada la primera novela urbana venezolana), hasta Despus Caracas, de Jos Balza, o Juegos bajo la luna, de Carlos Noguera, Caracas ha sido escenario principal de la produccin novelesca y cuentstica. Obras como Ifigenia, El falso cuaderno de Narciso Espejo, Los alegres desahuciados, Los pequeos seres, Pas porttil, por nombrar slo algunos ttulos, muestran la amplia gama de visiones de un mismo espacio y la problemtica de la ciudad, tratada desde diferentes ngulos y posturas. Buena parte de los ejercicios narrativos de Balza (que suele contraponer la vida en Caracas a la del Delta), as como las tres novelas de Noguera: Historias de la calle Lincoln, Inventando los das y Juegos bajo la luna, reflejan el espacio de la ciudad y la cuentan. Sin duda, tambin son importantes las obras que reconstruyen la historia de nuestra capital (por ejemplo, El exilio del tiempo, de Ana Teresa Torres, La ltima cena, de Stefania Mosca o las novelas de Herrera Luque, empeado este ltimo en reconstruir el pasado a partir de los personajes histricos) y en las que la ciudad se presenta parcialmente (como en las novelas de Renato Rodrguez, El Bonche y Al sur del Equanil). Es imprescindible, igualmente, nuestro clsico Piedra de mar, de Francisco Massiani, cuya novela enfoca brillantemente la vida adolescente en la Caracas de los setenta. En los ochenta y noventa, son destacados los libros de cuentos Cerrcolas, de Angel Gustavo Infante, Historias del edificio, de Juan

Carlos Mndez Gudez, y Salsa y control, de Jos Roberto Duque, los tres con caractersticas urbanas bien especficas: la incomunicacin, el confinamiento en los espacios limitados de un apartamento; la vida en los barrios, el lenguaje de sus habitantes. Asimismo, tenemos a Federico Vegas, con su libro de relatos El borrador, a Luis Felipe Castillo, con Luna roja y, sin duda, el segundo libro de Centeno, El rabo del diablo, cuya temtica, indiscutiblemente, apunta a lo urbano. Diramos, sin temor a equivocarnos, que la produccin narrativa actual es eminentemente urbana, aunque, por supuesto, hay algunos autores que no toman a Caracas como referente narrativo (vase, por ejemplo, la que se orienta al gnero fantstico, como podran ser los casos de Ednodio Quintero o Gabriel Jimnez Emn) o que registran voces y discursos localizados en el interior de Venezuela: El osario de Dios, de Armas Alfonzo, Las hojas ms speras, de Jos Napolen Oropeza, o Mata el caracol, de Milagros Mata Gil, entre otros, y tal vez algunas vertientes de la narrativa experimental, tomando como ejemplos a Oswaldo Trejo (Textos de un texto con Teresa), Slavko Zupcic (Barbie) o Dina Piera di Donato (La sonrisa de Bernardo Atxaga). Tal vez esta lista sea una suerte de inventario de la narrativa venezolana contempornea, y no sirva ms que para sealar

superficialmente autores y ttulos. Pero, sin lugar a dudas, demuestra claramente nuestra intencin: resaltar la imagen de la ciudad, el tema de lo urbano, que en nuestra literatura est presente y cuyo estudio es insoslayable.

1.2.1 El acercamiento

Ahora bien, entrando en tema, en el caso especfico del presente anlisis nos proponemos la reflexin sobre dos obras literarias: Calletania, de Israel Centeno (1992) y Viste de verde nuestra sombra, de Ricardo Azuaje (1993), ambas de autores venezolanos cuyo escenario es Caracas. Dentro del universo de la literatura de los noventa escrita por jvenes que puede abarcar hasta una treintena de ttulos, los libros escogidos enfocan la problemtica del espacio de una forma peculiar, cada uno con sus caractersticas, plasmando, a nuestro parecer, lo que la Caracas actual representa para sus habitantes. En las dos obras, la carencia de algo trascendente que justifique la existencia humana y su historia es crucial. Es importante anotar, tambin, que los autores plantean los graves problemas de la urbe: la

incomunicacin, la violencia, la marginalidad, la alienacin. Sin duda el estudio de la ciudad en nuestra literatura ya se ha hecho con suficiente eficacia en numerosas ocasiones20 pero el hecho ineludible es que buena parte de autores venezolanos jvenes y no tan jvenes toman a Caracas como la fuente generadora de su escritura: lo urbano es el mundo y el hombre el nico capaz de marcar el ritmo dentro de ese mundo. Por lo tanto, adquiere suma importancia estudiar la produccin literaria actual en el marco urbano ya que mucha de esa produccin es resultado de vivencias de la ciudad y sus visiones denotan que, paulatinamente, hemos pasado del campo a la capital.20

Por ejemplo, estn el trabajo indito de Angel Gustavo Infante, Ciudad textual, que estudia tres novelas venezolanas de los aos cuarenta y el libro ganador del Premio de Ensayo Fernando Paz Castillo que otorga el CELARG, de 1992: La novela urbana en Latinoamrica durante los aos 1945 a 1959, de Mara Elena DAlessandro.

Nuestro corpus de trabajo responde en cierta medida a esa visin de gran ciudad o, en todo caso, de ciudad, no ya solamente como monstruo, como devoradora de la sensibilidad, sino tambin como un posible espacio de reconciliacin, en el que ambos aspectos se combinan para darle al hombre un equilibrio (tal vez el de la cuerda floja) o, nada ms, la conclusin de que no tenemos cabida, tal como estamos, en el mundo natural y de que la ciudad puede ser una madre torturadora pero, a la vez, la nica opcin y los nicos brazos en los que nos sentimos ms a gusto. Queremos estudiar esa ciudad en las obras escogidas pues pensamos que es la que realmente surge de las lecturas. La necesidad de un vnculo religioso, en el sentido ms amplio del trmino, con el entorno social que ligue al hombre desde su desarraigo a lo comunitario, es casi un denominador comn en las obras a analizar. Hasta qu punto se diferencian o asemejan entre s? Cmo se plantea esta necesidad, si es que existe? Es Caracas todava el lugar para el anonimato, para los pequeos seres o, al contrario, su mundo es tan reducido que todos podemos conocernos? Es importante el que los autores sean o no caraqueos? En alguna de las obras alguien propone o hace algo para cambiar la ciudad? Nos proponemos demostrar que, tanto Centeno como Azuaje son escritores de la ciudad y para la ciudad, y que su escritura pertenece al orden urbano, aunque entre los dos podemos observar, naturalmente, distintas formas de aproximarse a la ciudad: en Centeno, ella est ah, no hace falta nombrarla, invocarla; en Azuaje, por el contrario, hay un exceso, una compulsin por nombrar, como una necesidad de reafirmar su lugar en Caracas.

Cabe tambin sealar, por otra parte, que no hay contradiccin aparente entre lo que plantean los autores y el discurso de los tericos que explica el mismo fenmeno desde el mbito de sus respectivas disciplinas: lo que socilogos e historiadores dicen lo dicen tambin los escritores desde la literatura. Estos no solamente inventan una ciudad, tambin evocan un espacio real, hecho que nos permite tomar a la literatura como tamiz que permea la visin de mundo de los autores objeto de nuestro estudio. En los dos autores, aparentemente, hay una unidad de fondo que va ms all de la forma en que abordan lo urbano. Tomando en cuenta las diferencias lgicas entre uno y otro, aspiramos a demostrar que la literatura actual se encamina hacia predios sociales enmarcados en la ciudad. Creemos que valdra la pena tratar de demostrar que en los ltimos aos, el escritor le ha perdido el miedo a la capital. La lectura de las obras nos lleva a estudiar los siguientes aspectos: a) los temas que confluyen en la construccin de la ciudad, a saber: la msica, la literatura, la cultura popular, etc.; b) el tratamiento de la violencia, cmo reaccionan los personajes ante la agresin; c) la necesidad de cada autor, como lo dijimos en el punto precedente, de nombrar la ciudad y la asiduidad con que lo hacen; d) el planteamiento de cada uno de los autores en lo que respecta al problema del espacio urbano y de su espacio en la ciudad; e) el concepto de cronotopo como valor literario para abordar el espacio de la ciudad;

f) resultados de la confrontacin de los anlisis de cada obra con los conceptos tericos que se utilizarn. La tesis se dividir en tres captulos. El primero tratar sobre la novela de Israel Centeno, Calletania, viendo en ella, detalladamente, el acercamiento del autor al espacio urbano, la lucha social como excusa para agruparse y justificar la soledad; finalmente, las referencias espaciales: la casa como absoluto; el barrio y la calle como universo. El segundo, versar sobre Viste de verde nuestra sombra, de Ricardo Azuaje: en ella intentaremos descifrar el mundo irracional que lucha por conseguirse un espacio dentro de la racionalidad urbana. La visin del autor: la ciudad como vctima y victimaria del hombre; la figura del loco como su transformador. El ltimo captulo ser dedicado a las conclusiones que se desprendan del trabajo crtico y eventualmente plantear si ha habido un cambio en nuestra literatura en su forma de ligarse al entorno. Una breve panormica, inventario ms que nada, de la literatura actual escrita por jvenes dar asimismo una idea de lo que se hace y est haciendo en Venezuela en lo que a ciudad y tema urbano se refiere. En cuanto a nuestros objetivos, plantearemos cul es la percepcin que cada uno de los autores a analizar tiene de la ciudad y cules son las diferencias, si las hay, entre esas percepciones. Queremos resaltar la cualidad urbana de estas dos obras que, vistas en conjunto, pueden darnos una idea de hacia dnde va la narrativa venezolana actual y cul es la proposicin de cada uno de ellos respecto a la problemtica del espacio de su espacio, fsico y literario en un lugar en donde los lmites se han perdido.