la ciudad como universo audiovisual contemporáneo

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2 Visiones urbanas de L.A. a través de Short cuts

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Visiones urbanas de L.A. a través deShort cuts

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Page 1: La Ciudad Como Universo Audiovisual Contemporáneo

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Visiones urbanas de L.A. a través de

Short cuts

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ÍNDICE:

INTRODUCCIÓN ..................................................................................................... 3

DE LA METRÓPOLIS A LA POSTMETRÓPOLIS ................................................ 4

DOS VISIONES URBANAS DE L.A.:

LA CIUDAD EXTERIOR: EXÓPOLIS ................................................................. 5

LA CIUDAD PRIVADA: PRIVATOPÍA ................................................................ 9

CONCLUSIÓN .......................................................................................................... 11

APÉNDICE: FICHA TÉCNICA ............................................................................. 13

Page 3: La Ciudad Como Universo Audiovisual Contemporáneo

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INTRODUCCIÓN

He podido observar que a la hora de hablar de la ciudad contemporánea y tratando de dar

nombre a nuevos fenómenos urbanos, se utilizan una serie de palabras, neologismos

mayoritariamente, que resultan en ocasiones algo confusos. Dos de ellos, por diversas

razones que más adelante explicaré, me han llamado especialmente la atención: exópolis y

privatopía y son a los que en este pequeño trabajo trataré de buscar una explicación.

He utilizado como modelo audiovisual para ejemplificar mi exposición la película Short cuts

(Vidas cruzadas) de Robert Altman. La estructura de este filme pertenece a lo que se

denomina película coral, esto es, una serie de historias que se entremezclan entre sí y que

normalmente adquieren sentido unitario a raíz de un giro argumental. Otros ejemplos de

películas corales son Crash, Babel, Magnolia, etc. La acción de la película transcurre en la

desarticulada ciudad de Los Ángeles, un marco urbano roto e inconexo que evoca

perfectamente la estructura narrativa de la película que antes comentaba. La gran ciudad se

nos presenta como un mosaico de insulsas urbanizaciones en las cuales trascurren las vidas

de los protagonistas, los habitantes de una ciudad en la que han perdido ya todo sentido de

convivencia y prima el individualismo y la despreocupación por los vecinos o familiares.

Si hubiese que buscar un punto en común entre la película y los términos de los que aquí

hablaré, diría que la sensación que se desprende es que todos tratan a la ciudad desde un

punto de vista decadente. Parece significativo y preocupante que la ciudad, históricamente

considerada como el elemento central y básico de la sociedad, sinónimo de apertura y

libertad, haya ido adquiriendo, a través de un lento proceso de descomposición, una imagen

negativa en términos de integración o convivencia. Podría decirse que tanto los vocablos

como la película definen una fuerte tendencia urbana hacia la segregación, la

fragmentación, el abandono del sentido comunitario de la ciudad en beneficio de la

formación de guetos unidos por una autopista.

Page 4: La Ciudad Como Universo Audiovisual Contemporáneo

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DE LA METRÓPOLIS A LA POSTMETRÓPOLIS

Es de noche y como si de una operación militar se tratase, los helicópteros fumigadores

sobrevuelan la ciudad de Los Ángeles y su territorio, que sufre una plaga de mosca de la

fruta. Al ritmo que los aparatos van surcando el cielo, abajo, en las calles, en los

restaurantes o en las casas vamos conociendo a algunos de sus habitantes, sus problemas,

sus profesiones, en definitiva, la vida en la ciudad.

Así comienza Short cuts, presentándonos desde el principio el espacio en el que van a tener

lugar una serie de historias fragmentadas; historias con contigüidad, aunque no

necesariamente relacionadas entre sí. Por supuesto, todo esto sucederá en la postmetrópolis, la

ciudad que a su vez contiene a todas las ciudades de esta historia. Los Ángeles es la primera

ciudad a la que Edward W. Soja le aplica este término como una forma de marcar la

transición entre lo que convencionalmente denominamos metrópolis y una forma urbana

postmoderna que se consolida en las últimas décadas del S. XX. La postmetrópolis incluye

todo aquello que aparentemente es opuesto: es un fenómeno poliédrico que define una

ciudad flexible tanto en sus límites como en sus contenidos, engloba al mismo tiempo la

máxima fragmentación del lugar y la homogeneidad de la lógica global, contiene también

suburbios (exópolis), creciendo de ese modo hacia el exterior, pero también es ciudad de

opresión y encierro (carceral city), en ella se dan las mayores diferencias sociales y espaciales y

sin embargo, los límites entre el interior y el exterior se difuminan y conceptos como

“ciudad”, “suburbio”, “campo” y “área metropolitana” aparecen difícilmente disociables.

Esta es la ciudad que se nos presenta en Short cuts, un lugar en el que la vida también resulta

contradictoria, donde lo que prima es el individualismo y el aislamiento, aunque también

hay lugar para aquellos que no soportan tanto egoísmo, como la violonchelista que se

suicida en su garaje cuando la indiferencia de su madre ante la muerte del hijo pequeño de

sus vecinos le hace perder definitivamente la esperanza en que las cosas puedan ser

diferentes; o como cuando la mujer del pescador se indigna cuando este le cuenta que en su

excursión con dos amigos encuentran el cadáver de una mujer en el río y solo dan la alarma

una vez que regresan a sus casas, ya que hacerlo antes habría supuesto la cancelación de su

fin de semana de pesca.

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LA CIUDAD EXTERIOR: EXÓPOLIS

Exópolis es un término propuesto por Edward Soja para designar a las “ciudades exteriores”

o “limítrofes” que nacen a partir de mediados de los años setenta en torno a Los Ángeles.

La palabra describe un espacio urbano surgido a partir de la nueva industrialización

fundamentada en la investigación y producción de tecnologías punteras,

telecomunicaciones, etc., un nuevo tipo de espacio característico de la sociedad

contemporánea.

Soja utiliza el término exópolis por el provocativo doble significado del prefijo exo,

refiriéndose por un lado al crecimiento de la ciudad “fuera” de los núcleos urbanos

tradicionales y por otra parte a la ciudad “sin”, la ex – ciudad, diferente de lo que las

ciudades solían ser, la ciudad que ya no ofrece las tradicionales cualidades de ciudadanía.

Exópolis se entiende como un espacio hiperreal (Jean Baudrillard, Umberto Eco)1, un

simulacro, una ficción. Así pues, la vida en exópolis sería real (allí se trabaja, se duerme…)

pero a la vez ficticia, ya que gran parte de las experiencias que en ella tienen lugar forman

parte de la imaginación o son producto de un simulacro (de historia, naturaleza, sentido de

comunidad…). Exópolis es presentada por sus partidarios como la ciudad soñada, perfecta,

si bien parece que según lo dicho hasta ahora, se asemejaría más a una especie de parque

temático dedicado a la vida cotidiana. Desde este punto de vista, resulta sencillo

aproximarse a una visión más materialista, en el sentido de entender la exópolis como un

modelo inmobiliario para hacer más atractivo el suburbio de siempre. Soja relaciona

directamente la formación de exópolis con la creciente hiperrealidad de la vida urbana,

convirtiéndose así en “lugares en los que lo real y lo imaginario se encuentran tan

difuminados que anima al fraude y a la mentira como formas de conductas, por no decir

rutinarias, adecuadas”.2 Utiliza como ejemplo en sus disertaciones el condado de Orange, al

sur de Los Ángeles, paradigma de exópolis tanto en el sentido de “ciudad exterior”, con sus

propias características como unidad urbana, como también en el sentido de lugar de

simulacro o simulación. Este condado es uno de los más ricos y republicanos de Estados 1 Concepto ligado a la filosofía postmoderna. El término se usa para denominar la incapacidad de la conciencia de distinguir la realidad de la fantasía, especialmente en las culturas postmodernas tecnológicamente avanzadas. 2 Edward W. Soja: “Seis discursos sobre la postmetrópolis”, en Ángel Martín Ramos (ed.), Lo urbano en 20 autores contemporáneos (Barcelona: Edicions UPC, 2004), pp. 91 - 98

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Unidos y en su momento fue ejemplo del liberalismo económico puro y duro (de aquí salió

la candidatura de Reagan abogando por la limitación del papel del estado). Durante años, el

gobierno local había invertido gran parte de sus bienes en productos especulativos de alto

riesgo, hasta que a finales de 1994 el alza de los tipos de interés provocó su bancarrota total

y Orange County cayó en la mayor quiebra que había sufrido hasta el momento un

municipio del país. Parece que Soja, ya en 1995, predecía a partir de un ejemplo local

aislado, las consecuencias globales de un capitalismo sin regulación y una política neoliberal

que engaña a unos para beneficiar a otros con sus ahorros. Soja establece una relación

directa entre estos sucesos y el modo en que la clase política y la sociedad civil se modelan a

las realidades e hiperrealidades del momento, es decir, relaciona directamente las formas

urbanas con las formas sociales.

Tan solo cuatro años antes, el periodista del Washington Post Joel Garreau publicaba Edge

city, life in the new frontier. Desde ese momento, el término edge city pasó a ser uno de los más

usados a la hora de hablar de las nuevas ciudades norteamericanas. El texto de Garreau se

nos presenta como un encendido elogio a las edge cities y sus habitantes, que serían algo así

como los pioneros de un nuevo modelo social y económico. Según su interpretación, el

origen de las edge cities suele estar en la localización fuera de los grandes centros urbanos de

las industrias y empresas más competitivas. Esto sucede porque las edge cities ofrecen a las

corporaciones muchas ventajas: suelo más barato, seguridad, buenas comunicaciones, un

entorno natural, etc. Las características formales de las edge cities inciden en su atractivo, con

preferencia por edificios bajos y separados por zonas verdes y un centro comunitario

presidido por uno o varios centros comerciales que se convierten en el principal espacio

público.

La visión de Garreau es tan positiva que no tiene ningún problema a la hora de plantar cara

a las críticas que desde diferentes frentes ha recibido su modelo de ciudad. Uno de los

reproches apunta a que las edge cities son en esencia un fenómeno económico cuyos padres

son los agentes inmobiliarios. Garreau, por su parte, defiende que estas ciudades son

simplemente lo que la gente quiere, resultado de la demanda y no de una imposición de

arquitectos, políticos o promotores.

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Por otra parte, el principal reproche que se le hace, es el considerar la edge city como un

nuevo fenómeno, cuando solamente sería un espacio dependiente de un centro urbano de

jerarquía superior, algo así como un suburbio, es decir, Garreau simplemente estaría

aplicando un nuevo nombre a un fenómeno ya conocido. Para demostrar sus tesis, constata

que las edge cities tienen lo que él considera que son los elementos definitorios de una

ciudad: industria, gobierno, seguridad, cultura, sociedad y religión, comprueba que son

centros de consumo y en los que existen diversas industrias culturales, lo que las hace

capaces de independizarse de los centros metropolitanos. Todo ello le hace llegar a la

conclusión de que son ciudades mejores que las conocidas hasta el momento, adjetivo que

estaría justificado por la mayor satisfacción de sus residentes.

Es frecuente que el término edge city sea usado como sinónimo de suburbios o ciudades

periféricas y no como lo que Garreau pretende, que es precisamente la antítesis de estos

modelos, aunque es probable que él aceptase tanto las críticas como las interpretaciones

incorrectas, toda vez que el paso del tiempo “demostrará que lo que ahora sigue pareciendo

suburbio, es ciudad, que lo que ahora se considera individualismo, es comunidad o que lo

que se ve como cartón-piedra, es realidad”.3

Vemos que, salvo pequeños matices, tanto Soja como Garreau nos describen el mismo tipo

de ciudades; exópolis, como “ciudades exteriores” o “limítrofes” y edge cities como “ciudades

de frontera” son básicamente lo mismo, si bien, sí que observamos una gran diferencia

entre el planteamiento del geógrafo y el del periodista. Mientras Garreau ensalza las

virtudes de este tipo de ciudades y alaba a sus habitantes, Soja no es tan optimista y plantea

un discurso no tan ingenuo al darse cuenta de que estos núcleos urbanos que por un lado

constituyen aglomeraciones muy heterogéneas de producción industrial, empleo, comercio,

instalaciones culturales y de ocio, también sufren otras cualidades característicamente

“urbanas” tales como bandas, crimen, tráfico de drogas y violencia callejera.

En diferentes momentos de la película short cuts tenemos ocasión de oír hablar de dos de las

exópolis que Soja considera paradigmáticas. La primera de ellas es la policéntrica Orange

3 Joan Vicente Rufí: “¿Nuevas palabras, nuevas ciudades?”, Revista de Geografía, Nº 2 (2003)

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County, un condado cuyo desarrollo se basa en una serie de centros de alta tecnología y

financieros y que, como ya he comentado anteriormente, considera como la ciudad

simulada o espacio hiperreal por excelencia. El otro ejemplo de exópolis es la ciudad de

Riverside, perteneciente al territorio conocido como Inland Empire, que se extiende desde

el límite del condado de Los Ángeles hasta la propia Riverside. Su desarrollo tuvo origen en

el establecimiento de la industria militar a partir de la segunda guerra mundial.

Posteriormente, sufrió un fuerte impacto con la desindustrialización de los años sesenta y

setenta y desde la década de los noventa, en la que se sitúa la película, es una de las ciudades

con crecimiento más rápido de Estados Unidos, de tal modo que se ha producido un

desequilibrio entre el desarrollo productivo y el residencial, ganando terreno este último

hasta convertirse, de acuerdo con la revista Money Magazine, en uno de los mejores lugares

en donde vivir.

Hay un personaje en la película, Paul, que vive en Riverside y se desplaza hasta el hospital

en Los Ángeles para visitar a su nieto Casey, que ha sido atropellado. Paul es el prototipo

de habitante de una ciudad residencial y su comportamiento presenta muchas de esas

características “hiperreales” que Soja otorga a las exópolis y por extensión, a la vida en ellas:

lleva varios años viviendo sin apenas otro contacto que el que pueda tener con su

comunidad; tanto con su actitud despreocupada como con su forma de vestir parece que se

esfuerza por demostrar un cierto “estilo” de vida y se muestra optimista en todo momento

ante la convalecencia de su nieto y sus posibilidades de recuperación, pero cuando este

finalmente fallece, no parece que sea capaz de enfrentarse a la realidad y enseguida vuelve a

Riverside, que es donde realmente se encuentra seguro. Y es que no puede ser de otra

manera, ya que estas comunidades, que suelen bautizarse con nombres tradicionales,

realizan un gran esfuerzo por crear un sentido de pertenencia. Soja cita algunos testimonios

de residentes: “es esta una comunidad que ofrece un gran estilo de vida, ¿cómo puede

alguien sentir otra cosa más que el deseo de mudarse aquí?”, “no puedo hablar demasiado

de la comunidad: estoy enamorado de ella”. También hay otros comentarios que lejos de

ser tan positivos, resultan muy esclarecedores a la hora de comprender ese “estilo” de vida

del que hablaba: “de lo que se trata aquí es solamente del status; uno debe ser feliz, debe

tener una buena silueta y debe tener hijos que desempeñen un sinnúmero de actividades. Si

uno no practica jogging ni camina ni anda en bicicleta, la gente comienza a preguntarse si

uno no tiene diabetes o alguna otra enfermedad paralizante”.

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LA CIUDAD PRIVADA: PRIVATOPÍA

Mientras Paul se encuentra en el hospital, entabla conversación con los padres de Brian, el

niño herido de bala que se encuentra en la habitación vecina a la de su nieto, y le cuentan

que a su hijo le han disparado mientras circulaba por la autopista. Él, por su parte, les

explica que su nieto ha sido atropellado y que el conductor se dio a la fuga. Paul parece no

ser capaz de comprender que estas cosas tan horribles puedan suceder, que les puedan

ocurrir a personas como ellos, en sus acomodados barrios y ciudades.

Paul siente miedo. Ha descubierto que Los Ángeles es un paisaje lleno de encuentros

violentos, fronteras inestables, enclaves de riqueza y desesperación yuxtapuestos. La

materialización del miedo en la ciudad ha tomado distintas expresiones y una de ellas es la

privatización del espacio urbano. Privatopía es una respuesta al miedo y a la incertidumbre

que genera la ciudad occidental, un temor que se sufre en determinados niveles económicos

(medios y acomodados). Privatopía es también la antítesis de la ciudad como espacio abierto

y público, la tendencia a restringir los espacios donde pueda haber desconocidos o

sorpresas desagradables y se materializa con parques que se cierran o a los que se dificulta

el acceso desde determinadas zonas de la ciudad, calles a las que se quitan los bancos,

edificios con plantas bajas totalmente opacas, etc., una arquitectura “defensiva” pensada

para aislarse del exterior.

Algunos aspectos de privatopía existen desde muy antiguo (como los squares británicos

reservados a los vecinos) pero hay otros novedosos que pueden llegar a transformar el

concepto de ciudadanía. Así por ejemplo, nacen las homeowners associations, asociaciones de

propietarios que llegan a ser auténticos gobiernos dentro de la “ciudad privada”, lo que en

algunos casos ha sido causa de conflictos con las autoridades. Constituyen un poder que

puede llegar a tratar de ordenar, en nombre de un determinado modelo de bienestar, desde

los mínimos detalles arquitectónicos de las construcciones hasta el comportamiento de los

individuos y de la familia.

Y una vez dicho todo esto, cabe hacerse una pregunta: ¿qué es lo que lleva a los ciudadanos

a sentir la necesidad de protegerse? En mi opinión, la experiencia directa con el crimen,

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incluso en una ciudad peligrosa como Los Ángeles, sigue siendo algo excepcional y la

mayor parte de las veces, la sensación de miedo viene provocada por la imagen del delito

ofrecida por los medios de comunicación. Una vez que el ciudadano percibe el problema

de inseguridad como algo real, demanda ciertas garantías de estabilidad y protección, lo cual

determina que el mercado responda con una oferta acorde y propicia un desarrollo urbano

específico. Las estructuras urbanas resultantes marcan un espacio exclusivo y en el que no

todo el mundo es bienvenido, segregan por cuestiones sociales, económicas o culturales.

Me parece muy curioso que “en un contexto de mundo globalizado y de apertura, los

individuos, paradójicamente, se encierren cada vez más en sí mismos, en comunidades

simuladas y en estructuras urbanas llenas de muros físicos y simbólicos a la búsqueda de

bienestar, exclusividad y seguridad.”4

En la misma línea, el mercado, siempre dispuesto a aprovechar una buena oportunidad allí

donde se presente, favorece la construcción de enormes centros comerciales a modo de

espacios cerrados que por un lado fomentan el consumo y por otro sustituyen a otras

opciones de esparcimiento como los parques, que se perciben ya como sucios e inseguros.

La consolidación del encierro se ha dado durante el último cuarto del siglo XX. Los centros

comerciales y las urbanizaciones cerradas comienzan a proliferar a partir de los años

ochenta y se han convertido en una tendencia que parece continuar en la actualidad. Los

efectos más reconocibles de esta decisión de encierro pasan por una descomposición y

erosión de la sociedad y la ciudad actual, unas consecuencias que a priori no parecen muy

compatibles con el concepto ideal de ciudadanía responsable e inclusiva, basada en el

entendimiento y fundamentada sobre el objetivo de optimizar el bienestar público general.

4 Isabel Rodríguez Chumillas: “¿”Privatopía” versus ciudad pública? La materialización del miedo en el espacio urbano.”, en La ciudad y el miedo (Girona: Universitat de Girona, Publicacions, 2005), pp. 127 – 152.

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CONCLUSIÓN

Short cuts es una película de contrastes. Hay familias pobres que viven en barrios marginales

y familias ricas que habitan lujosas urbanizaciones; música clásica que toca la sensible

violonchelista frente a la música de jazz que canta su inconmovible madre; lugares diurnos

en los que la vida transcurre con normalidad, se trabaja, se va a pescar y se disfruta y

lugares nocturnos, sórdidos, bares decadentes en los que pasan el tiempo alcohólicos y

gánsteres.

Robert Altman fue el que escogió Los Ángeles como localización para el film, buscando

precisamente “un vasto contexto suburbano para que los personajes se pudieran conocer

de una manera fortuita” ya que la recopilación de relatos de Raymond Carver en que se

basa y que lleva el mismo nombre, está ambientada en el noroeste del país. Altman nos

presenta en la película un mosaico de nueve historias, nueve incidentes, pero a diferencia

del libro de Carver, en el que las historias constituyen relatos independientes, en la película

los personajes “han pasado de un cuento a otro; están relacionados entre sí por diversos

lazos”. Precisamente nos damos cuenta al final, cuando un gran terremoto nos hace

recordar que todas las historias han estado sucediendo en el mismo lugar y al mismo

tiempo. Altman busca un nexo, una unidad, algo que de sentido a la fragmentación e

independencia de las historias.

De la misma manera, Los Ángeles también es una ciudad de contrastes. En Estados

Unidos, la brecha entre ricos y pobres es cada vez mayor y el efecto más inmediato en las

ciudades es que progresivamente sus vidas discurran más separadas. Las familias adineradas

mandan a sus hijos a los colegios privados de sus urbanizaciones y las escuelas públicas de

los barrios quedan para los niños de las familias más humildes; los clubes privados

sustituyen a los polideportivos y piscinas municipales; las zonas residenciales más pudientes

contratan servicios de seguridad privados y dependen cada vez menos de la policía; la

posesión de varios coches elimina la necesidad del transporte público, etc. Las

consecuencias de estas actuaciones han tenido efectos nocivos tanto desde el punto de vista

fiscal como cívico. Por un lado, los servicios públicos han terminado por deteriorarse

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debido principalmente a que quienes no los usan están menos dispuestos a costearlos con

sus impuestos y por otra parte, el hecho de que los parques, centros cívicos o escuelas

dejen de ser lugares de encuentro entre ciudadanos de diferente clase y condición hace que

se pierda el sentimiento comunitario necesario en cualquier sociedad. Escribía en la

introducción que de entre los numerosos términos que se utilizan para dar nombre a los

nuevos fenómenos urbanos, los dos que aquí he tratado más ampliamente, exópolis y

privatopía, me habían llamado especialmente la atención. La razón es que aunque en

principio se podrían entender como términos opuestos (la exópolis representa la expansión

de la ciudad “fuera” de los núcleos urbanos, lo que se podría identificar con el crecimiento

y el desarrollo, mientras privatopía significa el encierro, el apartamiento, la restricción), en

realidad y a pesar de que no son sinónimos ni mucho menos, hemos comprobado que su

imagen real ofrece más similitudes que diferencias al ser ambas una representación de la

segmentación, fragmentación o erosión de la ciudad que en muchas ocasiones viene

producida por diferencias sociales. Durante muchos años en Estados Unidos se han hecho

millonarias inversiones en carreteras que dieron a los ciudadanos posibilidades infinitas de

movilidad aunque esta actuación también tuvo otros efectos como la ubicación de las

empresas en zonas muy alejadas de los centros urbanos tradicionales, la dependencia del

automóvil privado, la dispersión de las urbanizaciones alrededor de las ciudades o la

degradación medio-ambiental. Parece necesario que desde la política, el urbanismo y la

arquitectura se tome el compromiso de tratar de cambiar esta situación hacia algo

socialmente mejor, invirtiendo en mejores escuelas públicas a las que acudan tanto los hijos

de los ricos como los de los pobres, transportes públicos eficaces que sustituyan el uso del

vehículo privado, parques, polideportivos, bibliotecas, museos y otras instalaciones públicas

que saquen a la gente de sus urbanizaciones cerradas y la hagan volver a los espacios

comunes.

Al igual que hace Robert Altman al buscar un nexo entre las historias de su película, parece

que deberíamos tratar de encontrar aquello que de un sentido comunitario a nuestras

ciudades y dejar de dar por buenas la palabras de Alain Touraine, cuando dice que parece

que cada vez más dejamos de ser ciudadanos y únicamente somos habitantes: gente que

vive en un barrio, en un distrito, en una zona, en un edificio, etc.5

5 Alain Touraine: “La transformación de las metrópolis”, La Factoría, Nº 6, Julio – Septiembre (1998)

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APÉNDICE I

FICHA TÉCNICA:

Título Original Short cuts

Año 1993

Duración 188 min.

País Estados Unidos

Director Robert Altman

Guión Frank Barhydt & Robert Altman (Historias: Raymond Carver)

Música Mark Isham

Fotografía Walt Lloyd

Reparto Madeleine Stowe, Julianne Moore, Jennifer Jason Leigh, Tim

Robbins, Frances McDormand, Bruce Davison, Matthew Modine,

Anne Archer, Chris Penn, Fred Ward, Lily Tomlin, Tom Waits,

Peter Gallagher, Andie MacDowell, Lori Singer, Jack Lemmon, Lyle

Lovett, Robert Downey Jr.

Productora Spelling Films International / Fine Line Features / Avenue Pictures

Premios 1993: Nominada al Oscar: Mejor director (Robert Altman)

1993: 2 nominaciones al Globo de Oro: Mejor reparto, guión

1993: 2 premios en el Festival de Venecia: León de Oro, Copa

Volpi al mejor reparto

1993: Nominada al Cesar: Mejor película extranjera

1993: 3 premios Independent Spirit, incluyendo mejor director,

guión. 4 nominaciones

1994: Premios Guldbagge (Suecia): Mejor película extranjera

Género Drama | Película coral

Sinopsis Adaptación de varios relatos del escritor norteamericano Raymond

Carver (1939-1988). "Short Cuts" aborda la vida cotidiana de un

grupo muy heterogéneo de hombres y mujeres que viven en Los

Ángeles e intentan afrontar como pueden las dificultades de su vida

laboral y personal, gentes que se cruzan indiferentes ignorando los

dramas ajenos. Sin embargo, en medio de tanta cotidianeidad late la

presencia del terror. (FILMAFFINITY)