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 Argumentos 48/49.  Número especial 149 a ciencia política en Estados Unidos Cien años de la Asociación  Americana de Ciencia Política Roberto García Jurado* Con este artículo se conmemoran los cien años de existencia de la Asociación Americana de Ciencia Política (  APSA, por sus siglas en inglés), la cual fue fundada a principios del siglo XX. A partir de entonces ha cumplido una función determinante en la profesionalización de la discipli- na en Estados Unidos. Además, la conmemoración permite hacer un recuento del desarrollo de la ciencia política en este país, la cual ha influido enormemente durante el siglo XX en muchas otras partes del mundo. POLITICAL SCIENCE IN THE UNITED STA TUS: 100 YEARS OF THE AMERICAN POLITICAL SCIENCE ASSOCIA TON This article commemorates the hundred years of existence of the American Political Science  Association (  APSA), which was founded in the early 20th century. Since then it has played a central role in the professionalization of the discipline in the United States.The commemoration also allows an overview of the development of political science in that country, which had an enormous influence in many parts of the world during the 20th century. LA SCIENCE POLITIQUE AUX ÉTA TS-UNI S: LES 100 ANS DE L’ASSOCIATION AMÉRICAINE DE SCIENCE POLITIQUE Fondée au début du XX e  siècle, I’  APSA a joué un rôle déterminant dans la professionnalisation de la science politique américaine. Ses 100 ans donnent l’occasion de rendre compte du développement de cette discipline aux États-Unis et de son influence énorme dans des nombreuses parties du monde. * Profesor-investigador del Departamento de Política y Cultura de la Universidad Autónoma Metro- politana, Unidad Xochimilco .

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La Ciencia Política en Estados Unidos - Cien Años de La Asociación Americana de Ciencia Política (APSA)

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 Argumentos 48/49. Número especial 149

a ciencia política

en Estados UnidosCien años de la Asociación

 Americana de Ciencia Política

Roberto García Jurado*

Con este artículo se conmemoran los cien años de existencia de la Asociación Americana deCiencia Política ( APSA, por sus siglas en inglés), la cual fue fundada a principios del siglo XX. Apartir de entonces ha cumplido una función determinante en la profesionalización de la discipli-na en Estados Unidos. Además, la conmemoración permite hacer un recuento del desarrollo de

la ciencia política en este país, la cual ha influido enormemente durante el siglo XX en muchasotras partes del mundo.

POLITICAL SCIENCE IN THE UNITED STATUS: 100 YEARS OF THEAMERICAN POLITICAL SCIENCE ASSOCIATON

This article commemorates the hundred years of existence of the American Political Science Association ( APSA), which was founded in the early 20th century. Since then it has played acentral role in the professionalization of the discipline in the United States.The commemorationalso allows an overview of the development of political science in that country, which had anenormous influence in many parts of the world during the 20th century.

LA SCIENCE POLITIQUE AUX ÉTATS-UNIS: LES 100 ANS DE L’ASSOCIATIONAMÉRICAINE DE SCIENCE POLITIQUE

Fondée au début du XXe siècle, I’ APSA a joué un rôle déterminant dans la professionnalisation de

la science politique américaine. Ses 100 ans donnent l’occasion de rendre compte dudéveloppement de cette discipline aux États-Unis et de son influence énorme dans desnombreuses parties du monde.

* Profesor-investigador del Departamento de Política y Cultura de la Universidad Autónoma Metro-politana, Unidad Xochimilco.

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l 30 de diciembre de 1903 se fundó en Nueva Orleans la American Political 

Science Association, y en el otoño de 1904 realizó lo que podría considerar-se su acto inaugural: su primera reunión anual. Eso significa que en diciem-

bre de 2003 cumplió su primer centenario, y que la reunión anual que se convocópara septiembre de 2004 fue también la número cien. Más allá de la pura celebra-ción por la longevidad y constancia de una asociación de este tipo, el hecho tieneuna significación especial por tratarse de una institución de importancia determinan-te para la ciencia política estadounidense y, de manera indirecta, para una buenaparte de la que se hace en otros países.

Es probable que para muchos politólogos poco familiarizados con la academiaestadounidense el nombre y la celebración del primer centenario de la APSA no tengamayor relevancia. Sin embargo, a reserva de brindar más información en las seccio-nes centrales de este escrito, las siguientes consideraciones preliminares puedenilustrar de manera general su significación.

En primer lugar, como quizá sea notorio en otros campos del conocimiento, laciencia política estadounidense ha experimentado un impresionante desarrollo en elsiglo XX, particularmente luego de la Segunda Guerra Mundial. Para poner un ejemplomuy sencillo de esto, baste considerar que las corrientes teórico-metodológicas quemás reflexión y polémica han suscitado dentro de la disciplina en la segunda mitaddel siglo se han originado precisamente en Estados Unidos. Así, el conductismo, lateoría de sistemas, la elección racional y el nuevo institucionalismo, pueden conside-rarse los paradigmas teóricos en torno a los cuales han girado la reflexión e investiga-ción no sólo de los politólogos estadounidenses, sino de los de muchas otras partesdel mundo, en donde si bien no han sido aceptados de manera incondicional, de unmodo u otro han estado presentes en la atención de los especialistas. En este senti-do, siendo la APSA la organización que congrega a los politólogos más importantes deese país, parece que bien vale la pena asomarse a lo que ocurre en ella.1

En segundo lugar, a pesar de que existen otras asociaciones similares en el país,la APSA es sin duda la más importante, numerosa y reconocida. Su importancia semanifiesta en tanto que es el mayor y más resonante foro de discusión en materia po-lítica, lo cual puede constatarse sencillamente observando los programas de activida-des de sus convenciones anuales, a las cuales asisten casi 7 mil especialistas. Sinduda es la más numerosa no sólo dentro de Estado Unidos, sino también en elmundo. El último reporte de su director ejecutivo indica que han rebasado la cifra delos 14 mil afiliados, la cual queda muy por encima no sólo de cualquier otra asociaciónnacional, sino incluso del conjunto de los politólogos asociados en Europa occidental,los cuales, de acuerdo con datos de la Internacional Political Science Association,rondan apenas los 2 500.2

1 Cfr . el texto de Daniel Bell, Las ciencias sociales desde la Segunda Guerra Mundial , Alianza,Madrid, 1984.

2 En la actualidad esta cifra parece excesivamente baja. La fuente de la que se ha extraído estainformación no permite reconocer el procedimiento seguido para hacer la sumatoria, ya que contandoa los politólogos asociados de los cinco mayores países de Europa occidental se rebasa claramentela cifra de 2 500. En todo caso, de manera acumulada o aislada, ninguna de las asociaciones europeas

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Un tercer factor digno de mención es el conjunto de presidentes que ha tenido la APSA a lo largo de su historia. Desde sus primeros años de existencia la presidieronpersonajes de gran renombre. Su cuarto, sexto yvigésimo presidentes fueron James Bryce, Woo-drow Wilson y Charles Merriam, respectivamen-te. Bryce no es estadounidense sino británico,pero se le distinguió con este nombramiento por su enorme contribución a la ciencia política mo-derna, y aprovechó que por entonces había sidodesignado embajador de su país ante el gobiernoestadounidense. Wilson es uno de los raros ca-sos en los que se funden el lúcido intelectual y elhábil político. Algunos de sus artículos y libros sonconsiderados clásicos, y su larga carrera políticase vio coronada con la presidencia de EstadosUnidos, desde la cual, por cierto, se convirtió en uno de los arquitectos más impor-tantes del orden político mundial de entreguerras. Merriam no tuvo la misma suerte ensu carrera política, en la cual fracasó notoriamente, pero su tarea como promotor yempresario académico sigue siendo admirada y reconocida en ese país.

 A mediados del sigloXX ocuparon la presidencia de la asociación intelectuales queno necesitan presentación, ya que cualquier estudiante de ciencia política podría re-conocer sus nombres de inmediato. Entre ellos figuran David Easton, Robert Dahl,Seymour Lipset, Karl Deutsch y Gabriel Almond. Asimismo, en los últimos años handesempeñado ese cargo personas cuyo nombre tal vez sea menos conocido, peroque están protagonizando los debates más interesantes y fructíferos de la materia, yquienes seguramente dentro de algunos años se considerarán también autores clási-cos. De ellos basta mencionar a Robert Keohane, Robert Putnam y Theda Skocpol.

Como puede observarse, un ligero repaso por la lista de los presidentes que ha te-nido la APSA en sus primeros cien años implica un sugerente recorrido por algunos delos principales autores políticos del siglo XX, cuyas ideas, en muchos casos, de unao de otra manera, siguen vigentes.

En resumen, estas consideraciones preliminares tienen como objeto presentar, demanera general, a esta institución y demostrar que bien vale la pena asomarse a loque han sido estos cien años para la asociación y la ciencia política estadounidense.

Las universidades estadounidenses

No deja de ser una curiosa paradoja que una nación que ha promovido como ningunaotra el culto por lo nuevo, se distinga en algunos aspectos por su conservadurismo ysu alta valoración de lo antiguo; tal es el caso de las universidades estadounidenses,entre las cuales las más prestigiosas son las más antiguas, particularmente las que

a pesar de que existen otras

asociaciones similares en[ EU  ], la APSA es sin duda la

más importante, numerosa

y reconocida [ya que es] el 

mayor y más resonante foro

de discusión en materia

 política

se acerca al volumen de la APSA. Cfr . John Coakley y John Trent, History of the International Political 

Science Association, 1949-1999, International Political Science Association, Dublin, 2000, pp. 4-5.

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forman parte de la Ivy League; aquellas que por su antigüedad han visto recubrirse susmuros de hiedra. Entre éstas destaca la Universidad de Harvard, la más antigua,fundada en 1636, cuyos primeros avances se debieron al impulso que recibió delreverendo John Harvard, de quien recibió su nombre en 1638. Así, la Universidad deHarvard no sólo es la más antigua, sino la que los estadounidenses consideran lamás prestigiosa, aun cuando las evaluaciones más objetivas la releguen a posicionessecundarias.3

Luego de la creación de Harvard, vinieron el College of William and Mary  de Virginiaen 1695 y después el de Yale, en 1701. Estas primeras instituciones de educación su-perior distaban mucho de lo que se considera una universidad moderna. Para comen-zar, ni siquiera se asignaba ese nombre, sino el de college. Esto se debía a que muchosde los puritanos ingleses que emigraron a América habían recibido u oído hablar de laeducación impartida en los colegios de Cambridge y Oxford, por lo que fundaron en elnuevo continente instituciones que se asemejaran lo más posible a aquéllas.4

 Así, antes de la independencia existían ya en Estados Unidos nueve escuelas deeste tipo. A las tres anteriores se sumaron el King´s College, que se convertiría luegoen la Columbia University ; el Queen´s College, luego Rutgers University ; el College of 

Philadelphia, luego Pennsylvania University ; y el College of Rhode Island , luego Brown

University . Todos estos colegios tenían objetivos muy limitados, ya que sus vínculosreligiosos los hacían depender directamente de las congregaciones que los habíanfundado, las cuales los concebían básicamente como centros de educación y forma-ción de sus propios ministros de culto.

 A pesar de que durante el proceso de independencia estadounidense y los prime-ros años de la nueva república llegó a hablarse de la creación de una UniversidadNacional, nunca se hizo nada en concreto al respecto. Así, los colleges de inspiraciónreligiosa siguieron creciendo de manera discrecional, al grado de que para la época dela Guerra Civil había ya casi 250. No obstante, tanto fuera como dentro de estas ins-tituciones comenzó a discutirse con intensidad creciente la naturaleza y el propósitode la educación que impartían. A pesar de su carácter confesional, el concepto deeducación que animaba a todas las escuelas era la formación integral del ser huma-no; mediante las consideradas artes liberales: gramática, retórica, lógica, música,aritmética, geometría y astronomía, se pretendía dar tanto una visión global del cono-cimiento como una educación moral y religiosa a cada individuo.

Esta concepción clásica de la educación comenzó a ser fuertemente cuestionadadesde el principio del siglo XIX, momento a partir del cual se sumaron cada vez másvoces al coro que insistía en una orientación más práctica y utilitaria de la formación quese brindaba en los colleges. No obstante, la orientación clásica y la situación hastacierto punto caótica que reinaba en la educación superior prevalecieron hasta el últimotercio del siglo XIX, cuando apenas al estallar la Guerra Civil se inició un proceso de

3 Para el caso específico de la ciencia política, cfr . Arthur H. Miller, Charles Tien y Andrew Peebler,“Department Ranking: an Alternative Approach”; y Albert Somit, “Rankings: Some Important but Slighted Aspects”, ambos en PS: Political Science and Politics, vol. XXIX, núm. 4, diciembre de 1996.

4 Cfr . Bruce Wilshire, The Moral Collapse of the University: Professionalism, Purity, and Alienation,State University of New York Press, Albany, 1990.

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reforma que por su extensión y profundidad se asemejó a una verdadera revolucióneducativa.5

La modernización económica, social y política que propició la Guerra Civil y que, asu vez, se potenció debido a las consecuencias de ésta, cambió por completo el pa-norama educativo en Estados Unidos. Cuatro factores resultaron determinantes.

En primer lugar, hubo una voluntad política consciente y comprometida con el fomen-to de la educación superior. En 1862, apenas iniciadas las hostilidades entre unionistasy confederados, Lincoln firmó la llamada Morrill Act , la ley que el senador Justin S. Morrilhabía promovido para alentar la educación superior. Mediante ésta, el gobierno federalcedía a los estatales determinada extensión de terreno, proporcional al número desenadores y representantes que cada estado tuviera en el Congreso. El compromisoque éstos adquirían era crear, en un lapso no mayor a cinco años, al menos un college

o institución de educación superior. Gracias a ello, desde entonces, cada estado tuvo almenos una institución de este tipo asentada en su territorio.

En 1890 el Congreso aprobó la segunda Morril Act , que tenía el propósito de conti-nuar financiando el desarrollo de la educación superior y hacerla llegar a sectores dela población que hasta entonces habían estado marginados de ésta.6

En segundo lugar, el acelerado crecimiento económico que experimentó el país du-rante la segunda mitad del siglo XIX permitió que se acumularan fortunas fabulosas,muchas de las cuales se utilizaron para crear universidades privadas. Sobran ejemplosde magnates que emplearon su fortuna o la legaron para este tipo de empresas. En1875 se fundó la Vanderbilt University  a instancias del commodore Cornelius Vanderbilt;en 1887 inició la Clark University , financiada por Jonas Gilman Clark; en 1862 se creó laCornell University , con el apoyo de Ezra Cornell; en 1891 apareció la Stanford University ,a instancias de Leland Stanford; y en 1892 la University of Chicago abrió sus puertasgracias a una donación de John D. Rockefeller.7

Sin embargo, es probable que el ejemplo más significativo de la importancia de lainiciativa privada en la creación de centros de educación superior sea la fundación dela Johns Hopkins University  en 1876. La relevancia de esta universidad no sólo se de-be al hecho de su temprana creación, sino a su orientación particular. Desde el prin-cipio, se destinó exclusivamente a los estudios de posgrado y a las tareas de inves-tigación. La carencia de este tipo de programas prácticamente en la totalidad de lasuniversidades estadounidenses la colocaron desde entonces en una posición espe-cial, por lo que muy pronto otras universidades comenzaron a seguir su ejemplo.

En tercer lugar, y en buena medida por los dos factores mencionados, se inició unaprofunda reforma en la orientación de la educación superior. Como ya estaba ocurrien-do en muchas de las sociedades occidentales, la universidad comenzó a dejar de ver-se como la institución preservadora del conocimiento para convertirse en una entidadpromotora, creadora y difusora de éste. Antes del siglo XIX las obras más importantes

5 Cfr . Christopher Jencks y David Riesman, The Academic Revolution, Anchor Books, Nueva York,1969; y Hugh Brown, Pautas de la enseñanza superior: organización y desarrollo en los Estados Uni-

dos, Troquel, Buenos Aires, 1968.6 Cfr . Page Smith, Killing the Spirit: Higher Education in America, Viking, Nueva York, 1990.7 Cfr . Paul Woodring, The Higher Learning in America: a Reassesment, McGraw-Hill, Nueva York,

1968.

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del pensamiento científico y humanístico habían sido creadas fuera de los muros uni-versitarios, pero a partir de entonces, la parte más significativa de la producción cien-tífica y humanística tiene como origen las universidades. Así, hacia el final del sigloXIX, la mayoría de los antiguos colleges de artes liberales y vínculos religiosos respon-dieron a esta transformación y se convirtieron en universidades. Las facultades tradicio-nales de medicina, derecho y teología se fueron viendo acompañadas por la creaciónde otras, entre las que se debe mencionar, desde luego, la de ciencia política.8

Este cambio de orientación se guió en buena medida por el modelo de las universi-dades alemanas, que por esta época eran las más prestigiosas del mundo occiden-tal. De éstas, los estadounidenses importaron el esquema de la jerarquía de gradosacadémicos, la libertad de cátedra y de investigación, y la libertad de los estudiantespara elegir las materias que deseaban cursar, confeccionando así su propio y perso-nal plan de estudios. Importaron incluso la práctica mediante la que los presidentes ydirectores de las universidades trataban de captar a los profesores e investigadoresmás famosos, con el fin de dar lustre y realce a la institución. Un ejemplo anecdóticode los problemas y desajustes que en un principio trajeron muchas de estas prácti-cas, sobre todo cuando eran llevadas al extremo, es que hacia finales del siglo XIX,cuando en Harvard se había dado la libertad absoluta para la configuración personaldel plan de estudios por parte de los estudiantes, casi la totalidad de ellos registrabaen su historial académico una larga lista de cursos introductorios a las más diversasmaterias, sin que hubiera entre ellos mayor coherencia o continuidad.9

En cuarto lugar, y también en buena medida como consecuencia de los dos prime-ros factores, se inició una progresiva y consistente profesionalización del trabajo univer-sitario, tanto en sus aspectos administrativos como académicos. Hasta esa época, lospresidentes, directores y administradores de los centros de educación superior habíansido ministros de culto de las congregaciones religiosas que patrocinaban a cada insti-tución, pero a partir de entonces comenzaron a encomendarse estos mandos a cientí-ficos, profesores y administradores profesionales, quienes se encargaron de racionali-zar su organización y acelerar su modernización. Del mismo modo, el profesoradocomenzó a tener más garantías de estabilidad y la posibilidad real de desarrollar unacarrera académica. La formación de la Asociación Americana de Profesores Universita-rios en 1915, en la que participó animosamente John Dewey, fue una muestra de madu-rez y extensión que había alcanzado ya el profesorado universitario.10

En la cresta de esta ola de reformas y transformaciones tuvo lugar el nacimiento dela ciencia política como disciplina de conocimiento y departamento académico univer-sitario, lo cual sentó las bases estructurales necesarias para el consistente desarrolloposterior que experimentó.

8 Cfr . Craig Calhoum, “The Changing Character of College: Institutional Transformation in AmericaHigher Education”, en A. Pescosolido Berebice y Ronald Aminzade (eds.), The Social Worlds of Hig-

her Education: Handbook for Teaching in a New Century , Pine Forge, California, 1999.9 Cfr . Fritz K. Ringer, El ocaso de los mandarines alemanes: la comunidad académica alemana,

1890-1933, Pomares-Corredor, Barcelona, 1995; y Charles M. McClelland,  Society and University in

Germany: 1700-1914, Cambridge University Press, Cambridge, 1980.10 Cfr . el amplio y bien documentado texto de Louis Menand, El club de los metafísicos: historia de

las ideas en América, Destino, Madrid, 2002, en donde pueden encontrarse muchos datos biográfi-cos curiosos de los intelectuales estadounidenses de la época.

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El nacimiento de una disciplina y una asociación

Muchos historiadores y politólogos consi-deran el año de 1880 como la fecha delacto inaugural de la ciencia política en Es-tados Unidos. En ese año se creó, a ins-tancias de John W. Burguess, la primeraEscuela de Ciencia Política. El Columbia

College, que poco después se convirtió enuniversidad, fue la institución receptora dela primicia, lo cual le valdría ponerse a lavanguardia en esta materia por varios años.Este hecho resultó significativo porque to-davía pasaron más de dos décadas paraque se crearan otros departamentos deciencia política similares: la Universidad deIllinois en 1904, la de Wisconsin el mismoaño, la de Michigan en 1911 y la de Minne-sota en 1915.

 Antes de 1880 la ciencia política no había conocido mayor desarrollo en las universi-dades de este país. Quizá el hecho más sobresaliente fuera que en 1827 había emigra-do a Estados Unidos como refugiado político el alemán Francis Lieber, quien se integróal South Carolina College en 1835 y pasó luego al Columbia College, donde a requeri-miento propio recibió el nombramiento de profesor de Historia y Ciencia Política.

La figura de Francis Lieber es importante para la ciencia política no sólo por la origi-nalidad de su nombramiento académico, sino por ser el autor del Manual of Political 

Ethics (1839) y de Civil Liberty and Self-government  (1853), los primeros textos académi-cos que se ocupaban de analizar al Estado estadounidense. Además, dos facetas pococonocidas de este pionero de las humanidades y la ciencia política en Estados Unidosson, por un lado, la traducción al inglés que hiciera de la Enciclopedia Alemana, dandoasí origen a la Enciclopedia Americana, y, por el otro, su asociación inicial con Alexis deTocqueville legó a la posteridad su invaluable obra La democracia en América.11 Sinembargo, luego del destello que dio Lieber, pasaron largas décadas sin que se produjeramayor avance en esta disciplina.12

Pero, como ha quedado dicho, a partir de la década de 1880 comenzó a percibirseun fuerte impulso en la materia. Además de la fundación de la Escuela de CienciaPolítica en el Columbia College, comenzaron a aparecer obras de intelectuales deenorme importancia para el pensamiento político estadounidense. La cosecha

11 Cfr . el recuento histórico y el análisis de la teoría política estadounidense de John G. Gunnell, elcual es sin duda uno de los más completos y relevantes, The Descent of Political Theory: the Genea-

logy of an American Vocation, University of Chicago Press, Chicago/Londres, 1993.12 Como se puede apreciar en el discurso presidencial de 1990 de Judith Shklar ante la APSA, en el

siglo XIX la teoría política no era generada precisamente por académicos o intelectuales. Cfr . “Redeeming American Political Theory”, Redeeming American Political Thoughy , University of Chicago Press, Chi-cago/Londres, 1998.

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comenzó desde 1877, cuando Theodore Woolsey publicó Political Science; luegovino en 1884 el texto clásico de Woodrow Wilson; Congresional Government : en 1886apareció An Examination of the Nature of the State,de W.W. Willoughby; en 1891 JohnW. Burguess dio a conocer su Political Science and Contitutional Law ; en 1898Henry Jones Ford dio a la luz The Rise and Growth of American Politics; y en 1900Frank J. Goodnow publicó su también clásico Politics and Administration.13

Por esta misma época aparecieron también dos publicaciones periódicas de enor-me relevancia para la disciplina. Una de éstas fue The Johns Hopkins Studies in His-

torical and Political Science, que inició en 1883, y la otra la Political Science Quarterly ,creada en 1886 por la Universidad Columbia, que fue durante varias décadas la publi-cación más importante de la disciplina. Como puede intuirse por estas publicacionesy algunos otros indicios, hacia finales del siglo XIX la Universidad Johns Hopkins y laUniversidad Columbia estaban a la vanguardia de la ciencia política.14

En este periodo se registró también otro acontecimiento de enorme importancia,no sólo para esta disciplina, sino para el resto de las ciencias. Entre el último cuartodel siglo XIX y el primero del siglo XX aparecieron la mayoría de las editoriales univer-sitarias que desde entonces se han encargado de difundir los textos científicos y hu-manísticos producidos en Estados Unidos. A diferencia de Europa occidental, y demuchas otras partes del mundo, en donde la impresión y difusión de los textos cien-tíficos corre a cargo de editoriales comerciales, en Estados Unidos una buena partede éstos se publican en editoriales universitarias.

Como puede verse, eran años de ebullición en varios aspectos del quehacer en laeducación superior. Regresando al estanco particular de la ciencia política, algunosautores han planteado que la siguiente fecha significativa en la evolución de la discipli-na, luego de la fundación de la primera escuela, fue 1903, ya que en esa fecha se creóla American Political Science Association ( APSA), acontecimiento crucial para lospropósitos de este escrito.

Para todos aquellos que no compartimos el legado social y cultural estadouniden-se, no deja de parecer extraño el hecho de considerar la fundación de una asociaciónprofesional como un suceso tan determinante en la historia de la formación de unadisciplina. Como se encargó de mostrar Tocqueville con su aguda observación, lasasociaciones y los grupos de interés organizados son un componente básico de laestructura social estadounidense. En el sector específico de la educación, la carenciade un sistema nacional de educación superior controlado y supervisado por una insti-tución estatal, deja huecos que tienden a ser llenados de alguna manera, en estecaso por una asociación profesional como ésta, cuyas iniciativas y proyectos llegan atener una cobertura nacional y permiten alcanzar cierta coherencia y articulación endeterminadas ocasiones.

 Así, esta fuerte descentralización política y administrativa impuesta por la estructu-ra federal estadounidense hace muy difícil que se dé una coordinación nacional efec-tiva en determinadas políticas públicas, como las educativas, en este caso. Por ello

13 Cfr . J. Mark Jacobson, The Development of American Political Thought, a Documentary History,

Century, Nueva York/Londres, 1932.14 Cfr . Albert Somit y Joseph Tanenhaus, El desarrollo de la ciencia política estadounidense, Ger-

nika, México, 1988.

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mismo, desde esta época muchas de las prácticas y costumbres ahora instituciona-lizadas en el ambiente universitario se impusieron por imitación. Las innovaciones ymodelos más exitosos que una universidad ponía en práctica pronto eran seguidospor muchos otros, sustituyendo así con la imitación lo que no podía establecerse por medio de una coordinación consciente.

Puesto que el asociacionismo era ya una característica muy arraigada en la socie-dad estadounidense del siglo XIX, incluso en el sector profesional y educativo, la APSA

no fue sino una más de las múltiples organizaciones que se formaron por esos años.Más aún, la asociación podría considerarse uno de los muchos desprendimientos quese originaron de la American Social Science Association, fundada en 1865.15

Durante sus años de actividad, la ASSA fue el semillero de muchas otras asociacio-nes y un foro de abierta discusión sobre los fines y objetivos a los que debía servir unaorganización de este tipo. En su origen habían estado presentes las intenciones depromover la investigación científica y el trabajo académico. No obstante, las dificulta-des que naturalmente surgen al tratar de conciliar objetivos tan dispares y los impul-sos crecientes hacia la especialización, sobre todo tratándose de un área tan exten-sa como las ciencias sociales, propiciaron que poco a poco se fueran formando aso-ciaciones profesionales más específicas y circunscritas a una sola disciplina.

 Así, dentro de esta tendencia, se fundaron la American Historical Association en1884, la American Economic Association en 1888, la American Anthropological Asso-

ciation en 1902, y la American Sociological Association en 1905, con la cual se dio encierto sentido el estoque mortal a la ASSA.16

En concreto, la formación de la American Political Science Association en 1903estuvo precedida de una serie de circunstancias azarosas. El año anterior un grupode personas interesadas en los asuntos jurídicos y políticos lanzó una amplia convo-catoria, con la finalidad expresa de formar una sociedad nacional en esta materia. Enla convocatoria para la celebración de la conferencia se eligió como fecha y sede di-ciembre de 1903 en la ciudad de Nueva Orleans, las mismas en las que se verificaríala reunión anual conjunta de la American Economic Association ( AEA) y la American

Historical Association ( AHA), ya que muchos de los promotores de la iniciativa seencontraban vinculados de uno u otro modo a estas organizaciones.

 Así, a pesar de que la convocatoria se había hecho con el fin específico de crear una sociedad especializada en la legislación comparativa, al final y después de unaserie de deliberaciones en las que intervinieron muchos de los miembros de la AEA yla AHA, se decidió darle un contenido más amplio a la naciente formación, así comouna estructura más institucionalizada, por lo que se decidió cambiar su nombre por elde American Political Science Association.17

15 Cfr . Louis Menand, op. cit.16 Cfr . David M. Ricci, The Tragedy of Political Science: Politics, Scholarship, and Democracy , Ya-

le University Press, New Haven/Londres, 1984.17 Cfr . American Political Science Association, “The Organization of the American Political Science

 Association”, Proceedings of the American Political Science Association, vol. 1, 1904; y MichaelHass, “The Rise of a Science of Politics”, en Michael Hass y Henry S. Kariel (eds.), Approaches to the

Study of Political Science, Chandler, Pensilvania, 1970.

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Desde un principio la asociación contó con la participación de personajes muydestacados de la época. Su primer presidente fue Frank Goodnow, a quien acompañó

como vicepresidente Woodrow Wilson. A partir de su primera reunión anual, celebrada en 1904,la APSA inició la publicación de una serie de Pro-

ceedings que tenían por finalidad dar a la luz pú-blica los documentos relativos a la asociación,así como las contribuciones a la disciplina quese generan dentro de la misma. Pero estos Pro-

ceedings tuvieron corta vida, ya que en 1914 sedecidió suspender su publicación. En su lugar quedó sólo la American Political Science Review ,que la APSA venía publicando desde 1906 y quese había sumado a las publicaciones periódicasque cada disciplina comenzó a poner en circula-

ción por esta época. A la postre, la APSR  se convertiría en la revista de ciencia políticamás importante de Estados Unidos, y en una de las más influyentes en el mundo.

La ciencia política estadounidense y la APSA

La American Political Science Association se fundó en un momento en que estabancomenzando a cuestionarse muchos de los principios teóricos y metodológicos quehasta entonces habían guiado a las investigaciones en ciencia política dentro yfuera de Estados Unidos.

Durante el siglo XIX la ciencia política había estado ocupada principalmente en elestudio y descripción de las instituciones más importantes del Estado. Entonces, lomás común era que las materias de discusión y reflexión entre los politólogos fuerancuestiones como soberanía, la ley, el poder y la autoridad política. Sin embargo, ya des-de antes de finalizar ese siglo, y con mayor fuerza al iniciarse el siguiente, se multiplica-ron los cuestionamientos de quienes discrepaban sobre todo de su imagen formal y so-porte legal, lo cual no siempre era un medio adecuado para describir la realidad, ymuchas veces daba una imagen distorsionada y falsa de la verdadera situación políticade una sociedad. El cambio que se pedía era que la indagación política se ocuparaprincipalmente de los procesos políticos, no sólo de las estructuras. De este modo sepodría dar cuenta no simplemente de la constitución formal de las instituciones, sinocentrarse en el análisis de entidades y grupos sociales que de otra manera escaparíana la observación.18

las corrientes teórico-

metodológicas que másreflexión y polémica han

suscitado dentro de [la

ciencia política] en la se-

gunda mitad del siglo se

han originado [...] en

Estados Unidos

18 David Easton fue uno de los primeros teóricos estadounidenses en analizar, reseñar y caracte-rizar con claridad la diferencia entre lo que llamó la ciencia política tradicional y la del siglo XX. Cfr . sutexto clásico The Political System: an Inquiri into the State of Political Science, Alfred A. Knopf, Nue-va York, 1953. Otro texto muy conocido al respecto es el de Waldo Dwight, “Political Science: Tradition,Discipline, Professión, Science, Enterprise”, en Fred I. Greenstein y Nelson Polsby, Handbook of Po-

litical Science, vol. I, Addison-Wesley, Massachussets, 1975.

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En realidad, quienes pedían que la ciencia política se hiciera más realista se uníany confundían frecuentemente con quienes esperaban que así se hiciera más científi-ca; deducían que una cosa llevaba forzosamente a la otra.19

Dos de las obras teóricas que de manera general fueron consideradas ejemplo delánimo realista que nacía, y que se ocupaban precisamente de desentrañar el funcio-namiento de las instituciones políticas de Estados Unidos, fueron producto de dos fu-turos presidentes de la  APSA –Woodrow Wilson y James Bryce–, el Congresional 

Government  que el primero publicó en 1885 y The American Commonwealth que elsegundo publicó en 1888. Ambas obras se convirtieron en modelos de lo que debíaser el análisis y la descripción política.20

Sin embargo, la significación que tuvieron estas obras en la historia del pensamientopolítico estadounidense no está a salvo de la polémica. Para algunos, ésta forma partede la vieja tradición legal formalista de la ciencia política, para otros se trataba de obrasprecursoras de la nueva escuela, de orientación científica y realista. Así, poco después,en 1908, aparecieron otras dos obras que también han sido consideradas parteaguas enla historia de la disciplina, sobre todo porque fueron consideradas, casi por unanimi-dad, muestras típicas del estilo de la nueva escuela. Como en el caso de las dosobras previstas, éstas también eran producto de un estadounidense y un británico.La primera, The Process of Government , de Arthur Bentley, y la otra, Human Nature

in Politics, del británico Graham Wallas.En Estados Unidos Wallas es conocido sobre todo por esta obra, pero en Gran

Bretaña tuvo relevancia mucho mayor. Junto con Sydney Webb y otros miembrosde la Sociedad Fabiana, fue un activo promotor de la London School of Economics,fundada en 1895. De hecho, durante los trabajos preparatorios, Sydney Webb lepropuso encargarse de la dirección de la escuela, lo cual aceptó en un inicio, aun-que luego declinó. No obstante, colaboró activamente desde los primeros años de lainstitución. Además, en la historia de la ciencia política británica Wallas es recono-cido como el primero que introdujo y práctico el análisis empírico, y aunque no tuvoseguidores inmediatos, a la postre quienes siguieron estos pasos reconocieron sucontribución originaria.21

Curiosamente, también Arthur Bentley tuvo una suerte muy similar en EstadosUnidos. Aunque en la actualidad su obra es considerada uno de los hitos de la discipli-na, en su momento no causó mayor impresión. Pero, al paso del tiempo, The Proces

of Goverment  ha venido a considerarse la obra de referencia obligada de la muy ex-tendida e influyente escuela Plurales.

19 Cfr . el artículo de David Easton, “Ciencia política”, en David L. Sills (ed.). Enciclopedia internacio-

nal de las Ciencias Sociales, vol. 2, Aguilar, Madrid, 1977; Evron M. Kirkpatrick, “The Impact of the Be-havioral Approach on Tradicional Political Science”, en Austin Ranney (ed.), Essays on the Behavioral 

Study of Politics, University of Illinois Press, Urbana, 1962; y el texto de Vernon van Dike, Ciencia Po-

lítica: un análisis filosófico, Tecnos, Madrid, 1962.20 Cfr . Dorothy Ross,The Origins of American Social Science, Cambridge University Press, Cam-

bridge, 1991.21 Cfr . la amena y completa narración que ofrece Ralf Dahrendorf de los orígenes y la historia de

esta institución. LSE: a Story of the London Schoool of Economics and Political Science, Oxford Uni-versity Press, Nueva York, 1995; y David E. Butler, “The Study of Political Behavior in Britain”, en AustinRanney (ed.), op. cit.

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Hasta ese momento, la mayor parte de los análisis sobre el Estado partían del hechoindiscutible de su soberanía, la cual quedaba fuera de toda duda, y lo que se intentabadilucidar era sólo si se trataba de una soberanía popular, monárquica o aristocrática.Pero Bentley señaló que las decisiones de gobierno y los procesos políticos dentro delEstado se debían a la interacción de una serie de grupos y organizaciones sociales queintervenían afectivamente en la política. Así, al menos en Estados Unidos, comenzó adesarrollarse una teorización del Estado completamente nueva, una que en lugar deponderar la soberanía popular, ponderaba el pluralismo político y social.22

 A partir de entonces y durante toda la primera mitad del siglo XIX la ciencia políticaestadounidense se desarrolló con enorme vigor. La expansión de esta disciplina enEstados Unidos se debe en buena medida a las tareas y cometidos que de maneracasi espontánea y natural se le asignaron por parte de la sociedad y el sistemaeducativo. Desde la segunda mitad del siglo XIX se difundió la noción de que la cienciapolítica debía encargarse de la educación cívica de la ciudadanía; se consideraba queesta disciplina era la encargada de educar a los ciudadanos de la república, preparar-los para la vida civil e incluso para asumir las tareas más altas de gobierno. A partir deesta asignación, la mayor parte de los colleges y universidades estadounidenses co-menzaron a introducir en sus planes de estudio una asignatura sobre el  American

Government , la cual se esperaba que atendiera a este cometido. Gracias a ello, laplanta docente del área de la ciencia política recibió un impulso muy generoso, quealimentó en buena medida la expansión de la disciplina.23

En toda esta labor de investigación y expansión académica que se desarrolló en elperiodo de entreguerras, es preciso subrayar la contribución de tres politólogos muydestacados: Charles Merriam, George Catlin y Harold Lasswell. Ellos emprendieronuna tarea de investigación muy intensa y fructífera en las décadas de los veinte y trein-ta. De ellos cabe destacar sobre todo a Merriam y a Lasswell, quienes no sólo encar-naron y encabezaron la que se llamó la Chicago School de ciencia política, sino quea partir de ahí sentaron las bases de lo que después se denominaría el conductismo,que se convertiría en toda una corriente teórico-metodológica, y alcanzaría incluso elestatus de un paradigma.24

Cuando era presidente de la APSA, Merriam organizó una serie de ConferenciasNacionales sobre la investigación política que en su momento tuvieron repercusionesconsiderables. Se efectuaron tres reuniones en 1923, 1924 y 1925, las cuales desem-peñarían un papel fundamental en la difusión del espíritu cientificista que en un princi-pio fue el motor del conductismo.25

22 Cfr . John G. Gunnell, “La declinación del Estado y los orígenes del pluralismo estadounidense”, enJames Farr, John S. Dryzek y Stephen T. Leonard (comps.), La ciencia política en la historia, Istmo,Madrid, 1999; y Sheldon Eolin, “La idea del Estado en América”, en Paul E. Sigmund y Javier Roiz(comps.), Poder  y sociedad en USA, Teide, Barcelona, 1985.

23 Cfr . Harold Lasswell, El futuro de la ciencia política, Paidós, Madrid, 1971; y David M. Ricci, op. cit.24 Cfr . la introducción y el conjunto de semblanzas sobre los intelectuales más distinguidos que tra-

bajaron en la Universidad de Chicago en el texto que editó Edgard Shills, los cuales forjaron toda unatradición y escuelas en las áreas de sociología, ciencia política, filosofía y economía. Remembering 

the University of Chicago: Teachers, Scientist, and Scholars, University of Chicago Press, Chicago/Londres, 1991.

25 Cfr . Albert Somit y Joseph Tanenhaus, op. cit.

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 Así, del conductismo (o el behaviorismo, anglicismo ya reconocido por la Acade-mia) comenzó a difundirse con cierta intensidad desde la década de los veinte, perono se instaló como un verdadero paradigma teórico y metodológico de la cienciapolítica estadounidense sino hasta después de la Segunda Guerra Mundial. Para1959 se había desarrollado ya de tal manera que resultaba evidente aun para muchospolitólogos allende las fronteras estadounidenses, particularmente en Gran Bretaña,en donde Bernard Crack escribió su trabajo seminalThe American Science of Politics.26

Poco después, Robert Dahl, uno de los personajes más brillantes del conductismo ya la sazón también presidente de la APSA, pronunciaría, en el marco de la reunión anualde 1961, uno de los discursos presidenciales más citados en los anales de la asocia-ción. En ese mensaje Dahl sugería de manera hiperbólica que el conductismo habíamuerto. Es decir, lo que trataba de expresar era que había muerto sólo como corrientemetodológica, pues al haber triunfado sobre otros enfoques y siendo considerada laúnica metodología científicamente aceptada, no tenía sentido ya referirse al conductismo,sino que a partir de entonces había que hablar simplemente de la teoría y el método dela ciencia política unánimemente aceptado.27

Sin embargo, el optimismo de Dahl no duró mucho, pues la hegemonía del con-ductismo comenzó a ser duramente cuestionada fuera y dentro de Estados Unidos.Más aún, muchas de estas críticas emanaron del interior de la propia APSA, en dondeparecía haber ganado todas las posiciones de influencia.

Una buena parte de los cuestionamientos a la hegemonía conductista se origina-ron en sus propias pretensiones cientificistas, es decir, había algo en el propio plan-teamiento de esta metodología que no terminaba de convencer a todos los especialis-tas.28 Pero, además, su hegemonía teórica comenzó a ser cuestionada desde otraposición, ya que desde la década de los sesenta se comenzó a desarrollar con rapi-dez un nuevo enfoque teórico-metodológico, la teoría de la elección racional , la cualmuy pronto ganó gran cantidad de adeptos. Esta nueva escuela se caracterizaba por compartir algunos de los presupuestos metodológicos básicos del conductismo, peroasumía algunos otros que se le oponían radicalmente.

En efecto, la teoría de la elección racional compartía con el conductismo el indivi-dualismo metodológico y el rechazo a la vieja tradición formalista y legalista, pero sediferenciaba de éste en la medida en que trataba el proceso político como una

26 Cfr . Bernard Crack, The American Science of Politics: its Origins and Conditions, Routledgeand Kegan Paul, Londres, 1959; también puede verse el texto de W.J.M. MacKenzie, “Ciencia política”,en Jean Piaget, W.J.M. MacKenzie y Paul F. Lazarsfed (comps.), Tendencias de la investigación en

ciencias sociales,  Alianza,  Madrid, 1976.27 Cfr . Robert Dahl, “The Behavioral Aproach in Political Science: Epitaph for a Monument to a Suc-

cessful Protest”, en Heinz Eulau (ed.), Behavioralism in Political Science,  Atherton, Nueva York,1969. Una reseña del movimiento conductista puede encontrarse también en John S. Dryzek Farr yStephen T. Leonard (eds.), op. cit .; y David Butler, The Study of Political Behaviour , Radious Book/Hut-chinson, Londres, 1970.

28 Cfr . las críticas al conductismo que se hacen en Hans J. Morgenthau, Scientific Man vs. Power 

Politics, University of Chicago Press, Chicago/Londres, 1946; Klaus von Beyme, Teorías  políticas

contemporáneas, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1977; Nevil Jonson, Los límites de la ciencia

 política, Tecnos, Madrid, 1991; y Elinor Ostrom, “Beyond Positivism: an Introduction to this Volume”, enElinor Ostrom (ed.), Strategies of Political Inquiry , Sage, Londres, 1982.

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162 La ciencia política en Estados Unidos...

racionalización de los intereses individuales de todos los participantes, desde lossimples ciudadanos hasta los más altos líderes políticos. Así, esencialmente a suscriterios deductivos, pero a diferencia de la teoría decimonónica, esta vez los precep-tos no eran extraídos de la filosofía política y moral, sino de la teoría económicaclásica, particularmente de la teoría de los mercados.29

 Además, la creación crítica que había provocado el conductismo dentro de la APSA

adquirió la forma de todo un movimiento. El inconformismo y las ansias de reforma so-cial o política que llegaron a la sociedad estadounidense con los años sesenta nodejaron a salvo el medio académico y profesional de la ciencia política. El conductismofue acusado de conservadurismo, debido en buena medida a su pretendida neutrali-dad valorativa y por la exigencia de distanciamiento del investigador respecto de cual-quier compromiso con la política práctica. Muchos de los politólogos que criticaban alconductismo consideraban que los profesionales de esta disciplina no sólo debíanadoptar un compromiso explícito con las causas sociales y políticas más urgentes,sino que también la misma  APSA debía asumir una posición activa en la contiendapolítica, tratando de influir en algún sentido sobre las propias políticas públicas.30

Fruto y expresión de este malestar fue la formación dentro de la asociación delCaucus for New Political Science en 1967. Los efectos prácticos y teóricos del Caucus

no fueron muy profundos ni perdurables; sin embargo, en ese momento tuvieron fuer-tes repercusiones en el medio profesional y académico, que seguramente se vieronmagnificadas por el contorno político e ideológico de esos años. Hay que recordar quefue la época en que grandes disturbios y movilizaciones estudiantiles conmocionarona varias universidades estadounidenses, y tal vez en una proporción y con una serie-dad que ningún otro acontecimiento previo o posterior lo ha hecho.31

La mayoría de los teóricos que se habían distinguido dentro de la corriente con-ductista recibieron las críticas que provenían del Caucus y de los sectores izquierdis-tas en general con cierto dejo de desdén. Sin embargo, a pesar de ello, admitieron lavalidez de muchas de estas críticas y las incorporaron tanto al esquema teórico co-mo al metodológico de la ciencia política.32 Esta crítica, y en buena medida tambiénla autocrítica, propició que a partir de los años setentas se reconociera que la épocadorada del conductismo había pasado ya, y que se había iniciado una etapa que en-tonces David Easton llamó posconductista. Como ocurre con casi todas las caracte-rizaciones a las que se antepone el prefijo post , la realidad era que no se sabía bien a

29 Cfr . Alan R. Ball y B. Guy Peters, Modern Politics and Government , Macmillan Press, Londres, 2000.30 La polémica sobre la neutralidad valorativa de la ciencia, especialmente de la ciencia política,

siempre ha sido una cuestión muy debatida. En este caso particular, la controversia que generó puedeverse en Gabriel A. Almond, “Political Theory and Political Science”, en Ithiel de Sola Pool (ed.), Contem-

 porary Political Science: Toward Empirical Theodry , McGraw-Hill, Nueva York, 1967; Harry Eckstein,“Political Science and Public Policy”, Regarding Politics: Seais on Political Theory, Stability, and Change,University of California Press, Berkeley, 1992; y Sheldon S. Wolin, “Teoría política: desarrollo histórico”,en David L. Sills (ed.), op. cit.

31 El ambiente universitario y específicamente el académico se vieron seriamente alterados por esosacontecimientos. Algunos de los sucesos y consecuencias de este movimiento pueden verse en AlanBloom, El cierre de la mente moderna, Plaza y Janés, Barcelona, 1989; y John H. Bunzel, Virajes

 políticos: los intelectuales norteamericanos y las ideologías, GEL, Buenos Aires, 1990.32 Cfr . Gabriel Almond, Una disciplina segmentada, FCE, México, 1999.

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bien hacia dónde se dirigía exactamente la ciencia política, ya que habiéndose jacta-do de poseer la única metodología valedera, es decir, científicamente, el conductismono podía entrar sino en una confusión seria al reconocer que se habían cometido ex-cesos, errores y distorsiones. Así, habían pasado unos cuantos años cuando comen-zó a desarrollarse con vigor el nuevo institucionalismo, otro paradigma teórico que sesumaba así al conductismo y la teoría de la elección racional. Con esto se enriquecióy, también, complicó el terreno metodológico de la ciencia política.33

El nuevo institucionalismo se desarrolló fundamentalmente a partir del texto seminalde Olsen y Marsh, Rediscovering Institutions, de 1989.34 El planteamiento central deltexto y, en general de esta nueva corriente, era que el análisis político debía prestar mayor atención a las instituciones políticas, ya que éstas tenían la capacidad de ejer-cer una fuerte influencia en la sociedad y los individuos a la hora de determinar compor-tamientos, actitudes y preferencias. A diferencia del conductismo y de la teoría de laelección racional, dejaba a un lado el individualismo metodológico para encauzar susesfuerzos mediante un nuevo enfoque institucional, que se conectaba ciertamentecon el institucionalismo que se había practicado en el siglo XIX, pero que asumía elcalificativo de nuevo en tanto que pretendía ampliar sus fuentes de información, aná-lisis y percepción de la realidad política, así como ajustarse a una serie de criteriosmetodológicos más estrictos.35

Es difícil decir si el nuevo institucionalismo ha desplazado al conductismo y a la teo-ría de la elección racional como enfoque metodológico hegemónico. Sin duda constitu-ye un punto de referencia fundamental en el panorama teórico y metodológico con-temporáneo, al grado de que, como ocurrió con el conductismo en los años cincuenta,una señal inequívoca de su actual relevancia es que varios de los últimos presidentes dela APSA pertenecen a esta corriente, como Robert Kehoane y Theda Skocpol. Comodecía esta última en su discurso presidencial de 2003 ante la asociación: el auge y lapreeminencia de las distintas escuelas y corrientes que han distinguido a la cienciapolítica estadounidense, desde el conductismo hasta el nuevo institucionalismo, bienpodrían quedar documentadas por medio de los discursos presidenciales de la APSA.36

En este sentido, tal vez ya no sea útil ni pertinente hablar de una etapa poscon-ductista como lo planteaba Easton en 1969. Desde entonces han ocurrido demasia-das cosas como para tratar de aludir a ellas simplemente con el prefijo pos. Es muy

33 Cfr . David Easton, “Political Science in the United States: Past and Present”, en David Easton, JohnG. Gunnell y Luigi Graziano (eds.), The Development of Political Science: a Comparative Survey , Rout-ledge, Londres/Nueva York, 1991; William Galston, “Political Theory in the 1980s: Perplexity Amidst Diver-sity”, en Ada W. Finifter (ed.), Political Science: the State of the Discipline II , APSA, Whashington, 1993;John Gunnell, “The Historiography of American Political Science”, en David Easton, John G. Gunnell y LuigiGraziano (eds.), The Development of Political Science..., op. cit., y Leonard Tivey, “Introduction: Philosophy,Science, Ideology”, en Leonard Tivey y Anthony Wright (eds.), Political Thought Since 1945 , Worcester,Edward Elgard, 1992.

34 Cfr . J.G. March y J.P. Olsen, Rediscovering Institutions, Free Press, Nueva York, 1989.35 Una descripción general del nuevo institucionalismo puede encontrarse en B. Guy Peters, El nuevo

institucionalismo: teoría institucional en ciencia política, Gedisa, Barcelona, 2003; Karen Orren y Ste-phen Skowronek, “Orden y tiempo en el estudio de las instituciones: un alegato a favor del enfoque his-tórico”, en James Farr, John S. Dryzek y Stephen T. Leonard (eds.), op. cit.

36 Cfr . Theda Skocpol, “Obice and Inequality: the Transformation of American Civic Democracy”,Perspectives on Politics, vol. I, núm. 4, diciembre de 2003.

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probable que se aplique mejor la metáfora que utilizaba Almond en 1988 para referirsea la fragmentación y diversidad de los enfoques teóricos y metodológicos que se uti-lizan en la ciencia política, aludiendo a éstas como si se tratara de especialistas de lamateria. Muchos de los protagonistas que señalaba entonces Almond ya tampocotienen vigencia en nuestro tiempo, especialmente los teóricos de la dependencia y losmarxistas en general, pero aun con nuevos comensales, como los neoinstitucionalistas,la metáfora parece tener sentido en la actualidad.37

Cien años después

Como se ha demostrado en el texto precedente, en los últimos cien años el desarrollode la ciencia política estadounidense ha corrido en buena medida de modo paralelo alnacimiento, expansión y consolidación de la APSA. En nuestros días la asociación esya una institución madura y sólida. Su renombre y significación le otorgan una gran in-fluencia dentro de la disciplina, la cual no se circunscribe al terreno académico, sinoque se traduce también al terreno profesional. Las publicaciones, actividades y opinio-nes que están avaladas con su etiqueta gozan de una confiable garantía y son amplia-mente acogidas y aceptadas.

Respecto de sus publicaciones, por ejemplo, su prestigio está fuera de toda duda.De acuerdo con un sondeo relativamente reciente, la American Political Science Review ,que edita la asociación, es la revista que produce el mayor impacto entre los politólogosestadounidenses, lo que la convierte en el escaparate más importante de las preocupa-ciones y nuevas tendencias que guían a la disciplina.38 Además de esta revista, la aso-ciación publica otras dos que poco a poco van ocupando una posición definida dentrodel mercado. Una de ellas es PS: Political Science and Politics, que se publica desde1968 y que se encarga principalmente de captar las discusiones y reflexiones sobre laenseñanza, el ejercicio profesional y la organización de la disciplina, dando un amplioespacio a las cuestiones internas de la APSA. La otra revista, Perspectives on Politics,es mucho más reciente, pues apareció apenas en marzo de 2003. Hasta ahora, sutarea parece ser la de publicar noticias, recensiones y comentarios sobre los libros dereciente edición vinculados con la disciplina, lo cual permite tener una visión panorámi-ca muy completa sobre las novedades que ofrece el mercado.

 Además de la revista, la APSA edita libros, organiza seminarios, otorga premios,organiza concursos y cubre una amplia gama de actividades. A pesar de que existenotras asociaciones de ciencia política en Estado Unidos, ninguna se le compara; másaún, no existe una asociación similar en el resto de las sociedades occidentales. Por ello, en este país, referirse en la actualidad a la investigación, práctica o enseñanzade la ciencia política implica aludir de alguna manera a la APSA, y el recuento de susprimeros cien años de vida significa en buena medida hacer también un repaso por lahistoria de la ciencia política en Estados Unidos.

37 Cfr . el ensayo de Gabriel Almond, “Mesas separadas: escuelas y corrientes en las ciencias po-líticas”, Mesas separadas..., op. cit .

38 Cfr . James C. Garand y Michael W. Giles, “Journals in the Discipline: a Report on a New Surveyof American Political Scientist”, PS: Political Science and Politics, vol. XXXVI, núm. 2, abril de 2003.