la casa-torre del consulado, un edificio con...

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9 S ituado junto a las rampas de varada del puerto de Donostia, el edificio que es en la actualidad sede del Untzi Museoa, constituye, en sí mismo, un notable ele- mento de valor patrimonial. Vinculado a la historia marítima de la ciudad desde mediados del siglo XVIII, es uno de los contados edificios que se salvó de la destrucción del 31 de agosto de 1813 y único vestigio arquitectónico del Consulado de San Sebastián que ha llegado a nuestros días. Como agrupación de comerciantes ma- rítimos, patrones y propietarios de barcos, el Consulado –fundado en 1682– fomentó el comercio y la navegación, y promovió obras de mantenimiento y mejora de puertos y caminos. Durante el Siglo de las Luces esta insti- tución jugó un papel decisivo en la creación de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, y trató de resucitar –con escaso éxito– las pesquerías trans- atlánticas fundando la Compañía Ballenera de San Sebastián. El Consulado contribuyó a sufragar en aquel tiempo una nueva edificación destinada a Casa Consistorial y en ella tuvo su sede y archivo, ocu- pando una de sus plantas nobles. La Casa-Torre del puerto era una de las dependencias del Consulado y se utilizaba como domicilio del tenien- te del muelle, almacén y prisión, aunque durante tiempo indeterminado fue utilizada también como Escuela de Náutica. La destrucción de la suntuosa construcción barroca concebida como Ayuntamiento y Con- sulado fue uno de los efectos de la devastadora acción de las tropas anglo-portuguesas de 1813. En el incendio provocado desaparecerían también los archivos de la ciudad. Gran parte de la memo- ria histórica local se volatilizó en tan aciaga jornada, incluyendo los documentos que hubieran permiti- do reconstruir con detalle la trayectoria del Consulado y del edificio que nos ocupa. Aun cuando se desconoce la fecha exacta de construcción de la Casa- Torre, ésta debió efectuarse a media- dos del siglo XVIII. Su presencia se detecta ya en un plano de San Se- bastián de 1760, con la denomina- ción “Casa del Consulado”. Fuente bastante precisa sobre los servicios y funciones que desempeñó son las Ordenanzas del Consulado de 1766. Se indica en ellas que en la Casa-Torre del Consulado tenían su asiento y domicilio el teniente del puerto y su bedel. El teniente debía encargarse de auxiliar a todas las embarcaciones, bien fueran mercantes o buques de guerra, que hallándose en la bahía o sus inmediaciones se encontraran en dificultades. Para ello tenía a su disposición un almacén provisto de cables, cala- brotes, guindalezas, anclas y anclotes de todo género. Contaba también con una “lancha grande” que debía estar siempre preparada para dar soco- rro en casos de necesidad y temporal. La Casa-Torre disponía de una campana que se utilizaba para llamar a los mareantes de la Cofradía de San Pedro en caso de que su ayuda fuera nece- saria de noche, una vez cerradas las puertas de la ciudad, para acudir a alguna operación de salva- La Casa-Torre del Consulado, un edificio con historia Kontsulatuko Dorretxea, 1773. Casa-Torre del Consulado, 1773.

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Situado junto a las rampas de varada delpuerto de Donostia, el edificio que es enla actualidad sede del Untzi Museoa,constituye, en sí mismo, un notable ele-

mento de valor patrimonial. Vinculado a la historiamarítima de la ciudad desde mediados del sigloXVIII, es uno de los contados edificios que se salvóde la destrucción del 31 de agosto de 1813 yúnico vestigio arquitectónico del Consulado de SanSebastián que ha llegado a nuestros días.

Como agrupación de comerciantes ma-rítimos, patrones y propietarios de barcos, elConsulado –fundado en 1682– fomentó elcomercio y la navegación, y promovió obrasde mantenimiento y mejora depuertos y caminos. Durante elSiglo de las Luces esta insti-tución jugó un papel decisivo en la creación de laReal Compañía Guipuzcoana de Caracas, y trató deresucitar –con escaso éxito– las pesquerías trans-atlánticas fundando la Compañía Ballenera de SanSebastián.

El Consulado contribuyó a sufragar en aqueltiempo una nueva edificación destinada a CasaConsistorial y en ella tuvo su sede y archivo, ocu-pando una de sus plantas nobles. La Casa-Torredel puerto era una de las dependencias delConsulado y se utilizaba como domicilio del tenien-te del muelle, almacén y prisión, aunque durantetiempo indeterminado fue utilizada también comoEscuela de Náutica.

La destrucción de la suntuosa construcciónbarroca concebida como Ayuntamiento y Con-sulado fue uno de los efectos de la devastadora

acción de las tropas anglo-portuguesas de 1813.En el incendio provocado desaparecerían tambiénlos archivos de la ciudad. Gran parte de la memo-ria histórica local se volatilizó en tan aciaga jornada,incluyendo los documentos que hubieran permiti-do reconstruir con detalle la trayectoria delConsulado y del edificio que nos ocupa.

Aun cuando se desconoce la fechaexacta de construcción de la Casa-Torre, ésta debió efectuarse a media-dos del siglo XVIII. Su presencia sedetecta ya en un plano de San Se-bastián de 1760, con la denomina-ción “Casa del Consulado”.

Fuente bastante precisasobre los servicios y funciones

que desempeñó son las Ordenanzas del Consuladode 1766. Se indica en ellas que en la Casa-Torredel Consulado tenían su asiento y domicilio elteniente del puerto y su bedel. El teniente debíaencargarse de auxiliar a todas las embarcaciones,bien fueran mercantes o buques de guerra, quehallándose en la bahía o sus inmediaciones seencontraran en dificultades. Para ello tenía a sudisposición un almacén provisto de cables, cala-brotes, guindalezas, anclas y anclotes de todogénero. Contaba también con una “lancha grande”que debía estar siempre preparada para dar soco-rro en casos de necesidad y temporal.

La Casa-Torre disponía de una campana que seutilizaba para llamar a los mareantes de la Cofradíade San Pedro en caso de que su ayuda fuera nece-saria de noche, una vez cerradas las puertas de laciudad, para acudir a alguna operación de salva-

La Casa-Torre del Consulado, un edificio con historia

Kontsulatuko Dorretxea, 1773.

Casa-Torre del Consulado, 1773.

mento. Esta campana servía también para recabarla colaboración de los ciudadanos en la extinciónde los incendios que pudieran producirse en losbarcos. La campana que hoy puede verse en loalto de la torre lleva grabada la siguiente inscrip-ción: “Soi de el noble Consulado de esta ciudad1799”.

El teniente del puerto tenía además la obliga-ción de disponer de suficiente espacio de almace-namiento en la casa para depositar la carga de losbuques en el supuesto de que llegaran al puertocon vía de agua o sufrieran en él algún percance.

El auxilio marítimo era pues una de las atribu-ciones más destacadas de la Casa-Torre. El céle-bre “Derrotero” de Vicente Tofiño, publicado en1788, resulta significativo al respecto: “Con vien-tos forzados del cuarto cuadrante es peligrosísimala entrada en dichos muelles, porque se tiene pre-cisión de fondear frente del muelle exterior, dondeabsolutamente no hay abrigo alguno, y es menes-

ter en el punto de la pleamar ser auxiliado por laslanchas del país, que le llevan a bordo el chicotede un cable, y que viren desde tierra por él hastaintroducirlo dentro de los muelles. Esta maniobrasiempre es arriesgada no obstante del mucho celodel Consulado, que tiene un almacén bien provistode cables, calabrotes, guindalezas, cabrestantessobre el muelle, y grandes cuadernales y motonespara formar aparejos”.

Hasta comienzos del siglo XIX la Casa-Torre fueel único edificio ubicado en el espacio portuario.Las embarcaciones que arribaban una vez cerradaslas puertas de la ciudad tenían que recurrir a ellapara obtener ayuda, bebida y alimentos. El tenien-te podía suministrar pan, vino y otras provisionessiempre que fuera antes de las ocho de la noche. Apartir de esa hora, los marineros debían retirarse asus embarcaciones. Encargado de velar por elbuen orden en el puerto el teniente podía encar-celar a los alborotadores. En las Ordenanzas delConsulado se define así su cometido en la mate-

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Kontsulatuko Dorretxea, XX.mendearen hasieran.

Casa-Torre del Consulado acomienzos del siglo XX.

ria: “Hará que en ninguna embarcación hayaescándalos entre Capitanes y su tripulación, y cela-rá especialmente de noche para su remedio, y acualesquiera delincuentes arrestará, y dará parte”.

En un plano de 1773, correspondiente a unproyecto de ampliación del puerto presentado porel arquitecto Pedro Ignacio de Lizardi, se alude aledificio del Consulado como “Torre en donde seenseña la Náutica”. El Consulado estableció suEscuela de Náutica y Cosmografía en 1765, enca-minada, al parecer, a la formación de pilotos dealtura para las navegaciones de Ultramar. Según sedesprende de un documento facilitado por la his-toriadora Itsaso Ibáñez, esta Escuela obtuvo RealProtección en 1784 tras la inspección efectuadapor el gran marino José de Mazarredo, por enton-ces Jefe de Escuadra de la Armada. A través delmencionado documento –que nada dice sobre laubicación de la Escuela– sabemos también quepor aquel tiempo el maestro del centro de ense-ñanza era Asencio Amestoy, quien ejercía ademásel cargo de teniente de puerto y muelle.

La Casa-Torre sobrevivió al asalto de 1813,aunque, según se aprecia en un dibujo de la época,también debió sufrir algún destrozo. Un documen-to municipal dejó además constancia de susaqueo a manos del comandante de un bergantínde la Armada británica, quien mandó sustraer deledificio cables, velámenes, anclas, hierro y otros

útiles.

Con la llegada del siglo XIXy sus convulsiones políticas elConsulado perdería parte desus atribuciones hasta derivaren la actual Cámara deComercio. La Casa-Torre pasóa manos del Estado convir-tiéndose en dependencia delMinisterio responsable deobras públicas y puertos. Enella el teniente de muellecompartiría vivienda con el

capataz encargado de las obras y mantenimientodel puerto. En una foto de finales del XIX se lee enla fachada del edificio un gran rótulo que delimitasu función: “Obras Públicas y Auxilios Marítimos”.Para entonces el teniente había pasado a residir enotro edificio cercano al muelle.

En julio de 1936, durante los primeros días dela guerra civil, fue utilizado como refugio por losvecinos del muelle ya que en él se encontrabanmás protegidos contra el fuego cruzado y las balasperdidas.

Hasta 1988, año en que comienzan las obrasde habilitación de la Casa-Torre como Museo, el

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Donostiako portua, XX.mendearen hasieran.

Puerto de Donostia, acomienzos del siglo XX.

edificio cumplió una serie heterogénea de funcio-nes. Además de domicilio del capataz, sirvió paraalojar la lancha del farero de la isla, el equipa-miento de los buzos del puerto y los utensilios delservicio de limpieza y obras del muelle. Llegó inclu-so a ser utilizado como vivienda de un chófer de laDelegación de Obras Públicas y oficina para lamatriculación de coches. Según Rafael Aguirrehasta los años setenta la Casa-Torre siguió siendovivienda del capataz del muelle. Transferido alGobierno Vasco pasaría finalmente a manos de laDiputación Foral de Gipuzkoa.

Desde la modestia de su arquitectura la Casa-Torre del Consulado evoca sugestivos episodios delpasado marítimo de la ciudad. Testigo silencioso delos últimos años de la Compañía de Caracas y dela creación de la de Filipinas, tiempos en que losmuelles olían a cacao, tabaco y canela, por susventanas el puerto se veía en ocasiones erizado demástiles escandinavos, holandeses, franceses,ingleses, cántabros y vizcaínos. En sus aledaños seafanaban los marinos donostiarras que se disponí-an a zarpar hacia Cuba y Venezuela. El viejo lemadel Consulado resonaba probablemente en sumemoria:

Giro la vuelta al mundoy al riego de mi sudor

toda la tierra fecundocon la industria y el valor

Desde el observatorio de la Casa-Torre se pudoasistir con asombro a la arribada de los primerosbuques de vapor que en su audacia tecnológicaanunciaban el declinar de la navegación a vela.Atalaya de dos siglos y medio de actividad portua-ria, desde ella se ha visto el duro bregar demuchas generaciones de familias pescadoras y elaristocrático inicio de la navegación de recreo.

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“Kai-Arriba”, Miguel Altuberen olio pintura1892. San Telmo Museoko bilduma.

“Kai-Arriba”. Óleo de Miguel Altube, 1892.Colección Museo San Telmo.

Donostiako portuko lehorreratzeko arrapala (1857-1873). Didier Petit de Meurville-ren gouachea, Javier Satrustegiren bilduma.

Rampa de varada del puerto de San Sebastián (1857-1873). Gouache de Didier Petit de Meurville, Colección Javier Satrústegui.