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LA CASA DIANA O EL «ASPECTO VISUAL DE LA HISTORIA»(*) Covadonga Alvarez-Quintana L a arquitectura doméstica indiana con- firma una vez más el eminente valor de testimonio histórico que Bruno Zevi atribuye a cualquier edilicia. La emi- gración a Ultramar es sin duda el hecho de más sobresaliente constancia que la historia de Astu- rias registra durante los casi setenta y cinco años que median entre 1855 y 1925. En relación a ella y al mismo momento histórico una abundante mues- tra de arquitectura doméstica colonial (casas, vi- llas y chalets) se distribuye por la geograa astu- riana y muy especialmente por aquellos concos en su día masivamente afectados por la corriente transoceánica. Pero de igual manera que en la metodología de la historia han prevalecido criterios selectivos que conceden especial prioridad a aspectos concretos de un conjunto histórico, también para el caso de la arquitectura colonial rige el mismo esquema de restringida alusión a un grupo muy determinado de entre el total de la emigración: el de los regre- sados al lugar de origen en circunstancias econó- micas vorables y siempre infinitamente superio- res a las del momento de partida. «Cubanos», «americanos» e indianos fueron al- gunos de los términos con los que se apodó a su reeso a los componentes de este grupo migrato- rio cuya holgada posición económica y prolija ac- tividad financiera e inversora los incluyó en los diferentes estamentos de la burguesía asturiana. A modo de una arquitectura de clases acomo- dadas se configuró la dilatada actividad construc- tiva que registró Asturias durante las dos últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX, y con la que se cubrió la fuerte demanda de viviendas pre- sentada no tanto por la burguesía local o extran- jera, como por la burguesía indiana recién rein- corporada ahora a la vida regional. Pero a diferen- (*) «La arquitectura es el aspecto visual de la Historia». Bruno Zevi, Saber Ver la Arquitectura. Covadonga Alvarez-Quintana 141 cia del primer grupo que instaló sus domicilios en los grandes núcleos urbanos o sus proximidades, siempre a la vera de las bricas o negocios que dirigen, la burguesía indiana tuvo cierta preren- cia por los asentamientos rurales sobre los urba- nos y por la doble vivienda sobre la morada única. El origen predominantemente campesino de los «americanos» y la moda de los veraneos, por aquel entonces privativa de las clases burguesas, decidieron en gran medida estos asentamientos rurales del interior y la costa Asturiana. A pesar de ello no toda la arquitectura domés- tica colonial -si bien su mayoría- se presta a un exclusivo asentamiento rústico. En la tríada de grandes ciudades del centro de la región (Oviedo, Gijón y Avilés), o en ciudades más pequeñas -casi siempre capitales de los concejos en mayor me- dida afectados por la salida hacia América- se edificaron en su momento viviendas indianas si- guiendo el doble esquema tipológico vigente para el momento de chalet u hotel burgués y vivienda de pisos. En cualquiera de los casos, tanto los emplazamientos en barrios y zonas residenciales como la categoría y trazas arquitectónicas que los configuraron, hacen referencia evidente a una ar- quitectura propia de clases acomodadas, cuyo asentamiento urbano favorecía la educación de los hijos del indiano y a él mismo en cuanto que los negocios e inversiones eran dirigidos desde aquí de un modo más directo y eficaz. Es también por esto por lo que son abundantes los casos de «ame- ricanos» con doble residencia: la urbana conce- bida para estos usos y la rural, a modo de segunda vivienda, temporal y veraniega, casi siempre ubi- cada en el mismo pueblo de origen de su propie- tario. A la imperiosa necesidad de morada a la que todo recién llegado queda sometido, se suma siempre la configuración rmal y simbólica de la casa que en última instancia decide su morador y que en el caso concreto del indiano presenta ca-

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LA CASA INDIANA O EL «ASPECTO VISUAL

DE LA HISTORIA»(*)

Covadonga Alvarez-Quintana

La arquitectura doméstica indiana con­firma una vez más el eminente valor de testimonio histórico que Bruno Zevi atribuye a cualquier edilicia. La emi­

gración a Ultramar es sin duda el hecho de más sobresaliente constancia que la historia de Astu­rias registra durante los casi setenta y cinco años que median entre 1855 y 1925. En relación a ella y al mismo momento histórico una abundante mues­tra de arquitectura doméstica colonial (casas, vi­llas y chalets) se distribuye por la geografía astu­riana y muy especialmente por aquellos concejos en su día masivamente afectados por la corriente transoceánica.

Pero de igual manera que en la metodología de la historia han prevalecido criterios selectivos que conceden especial prioridad a aspectos concretos de un conjunto histórico, también para el caso de la arquitectura colonial rige el mismo esquema de restringida alusión a un grupo muy determinado de entre el total de la emigración: el de los regre­sados al lugar de origen en circunstancias econó­micas favorables y siempre infinitamente superio­res a las del momento de partida.

«Cubanos», «americanos» e indianos fueron al­gunos de los términos con los que se apodó a su regreso a los componentes de este grupo migrato­rio cuya holgada posición económica y prolija ac­tividad financiera e inversora los incluyó en los diferentes estamentos de la burguesía asturiana.

A modo de una arquitectura de clases acomo­dadas se configuró la dilatada actividad construc­tiva que registró Asturias durante las dos últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX, y con la que se cubrió la fuerte demanda de viviendas pre­sentada no tanto por la burguesía local o extran­jera, como por la burguesía indiana recién rein­corporada ahora a la vida regional. Pero a diferen-

(*) «La arquitectura es el aspecto visual de la Historia». Bruno Zevi, Saber Ver la Arquitectura.

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cia del primer grupo que instaló sus domicilios en los grandes núcleos urbanos o sus proximidades, siempre a la vera de las fábricas o negocios que dirigen, la burguesía indiana tuvo cierta preferen­cia por los asentamientos rurales sobre los urba­nos y por la doble vivienda sobre la morada única. El origen predominantemente campesino de los «americanos» y la moda de los veraneos, por aquel entonces privativa de las clases burguesas, decidieron en gran medida estos asentamientos rurales del interior y la costa Asturiana.

A pesar de ello no toda la arquitectura domés­tica colonial -si bien su mayoría- se presta a un exclusivo asentamiento rústico. En la tríada de grandes ciudades del centro de la región (Oviedo, Gijón y Avilés), o en ciudades más pequeñas -casi siempre capitales de los concejos en mayor me­dida afectados por la salida hacia América- se edificaron en su momento viviendas indianas si­guiendo el doble esquema tipológico vigente para el momento de chalet u hotel burgués y vivienda de pisos. En cualquiera de los casos, tanto los emplazamientos en barrios y zonas residenciales como la categoría y trazas arquitectónicas que los configuraron, hacen referencia evidente a una ar­quitectura propia de clases acomodadas, cuyo asentamiento urbano favorecía la educación de los hijos del indiano y a él mismo en cuanto que los negocios e inversiones eran dirigidos desde aquí de un modo más directo y eficaz. Es también por esto por lo que son abundantes los casos de «ame­ricanos» con doble residencia: la urbana conce­bida para estos usos y la rural, a modo de segunda vivienda, temporal y veraniega, casi siempre ubi­cada en el mismo pueblo de origen de su propie­tario.

A la imperiosa necesidad de morada a la que todo recién llegado queda sometido, se suma siempre la configuración formal y simbólica de la casa que en última instancia decide su morador y que en el caso concreto del indiano presenta ca-

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El Marciel. Vista general y fachada oeste y norte. Sornado, Pravia.

racterísticas muy específicas, no en vano relacio­nadas con el brusco cambio social operado a causa de la emigración.

A modo de un universo de formas y símbolos en estrecha y meditada conexión van perfilándose los aspectos más definitorios de la vivienda «ameri­cana». U ni versos en cuanto que las formas y los símbolos que la configuran a duras penas se some­ten a criterios unificadores que simplifiquen su estudio, dada la complejidad y heterogeneidad de sus múltiples componentes.

Insoslayable en cualquier análisis honesto de la arquitectura, el aspecto simbólico debe conside­rarse aparte de inmanente como clarificador y complementario del aspecto estrictamente formal; sobremanera en el caso de la edilicia colonial donde este sistema de doble lectura propuesto su­pone la única vía de acceso al tratamiento integral que el tema exige.

El grupo indiano de mayor peso económico asume con total meticulosidad las formas de vida que la nueva posición social le confiere. Al igual que para el resto de la mediana y alta burguesía regional, la casa se constituye en el signo de clase con mayor poder diferenciador y por consiguiente en símbolo máximo de posición social. La vi­vienda adopta por lo general la tipología mencio­nada de villa u hotel burgués unifamiliar, exento y ajardinado, ubicado casi siempre en las zonas resi-

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denciales de los núcleos urbanos donde también con menos frecuencia pero igual importancia se presenta configurada a modo de vivienda de pisos confortables y de calidad.

La ausencia del estilo único que padeció la ar­quitectura «culta» desde la caída hegemónica del neoclasicismo y la consecuente proliferación de historicismos de diversa índole, historicismos de signo ecléctico y modernismo, afectaron decisi­vamente los rasgos estilísticos de la arquitectura colonial asturiana. París se convirtió en capital emisora de los sucesivos estilos históricos y de «vanguardia» (art nouveau) a los que el indiano -como buen burgués que se preciara de «mo­derno»- tuvo acceso de un modo más o menosdirecto y por diferentes vías. Primero en América,constituida tras ef período colonial en continente­satélite de los dictados franceses sobre arquitec­tura y luego en España, a través de la Academia yEscuela de Arquitectura de San Fernando, institu­ciones ambas de excepcional relevancia en la di­vulgación del pensamiento arquitectónico francésy de un modo muy especial esta última, dada sucalidad de centro formador de profesionales y portanto difusor de modelos que a través del mismoarquitecto fueron divulgándose por las provinciasdonde éste ejerció su cargo.

Por su parte, los libros de láminas de arquitec­tura y catálogos diversos de proyectos de villas y

Indianos ,

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San Esteban de Pravia, vista general.

Fachada norte. Sornado, Pravia.

hoteles, muy difundidos entre las clases holgadas de la sociedad del cambio de siglo y en concreto entre profesionales no titulados (constructores lo­cales, contratistas .y maestros de obras), contribu­yeron también de un modo decisivo con esta acep­tación generalizada de la arquitectura francesa o europea en general.

Las villas indianas de las dos últimas décadas del siglo XIX, concebidas según estos clichés formales, adosan a las diferentes fachadas que lo

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configuran a modo de «cajas de muros», todo un repertorio decorativo preferentemente clásico -frontones, entablamentos, columnillas, pequeñaspilastras ... -, sobre medieval -ojivas, torres ... -; ysiempre con un tratamiento que oscila entre elpurismo más o menos exacto y el eclecticismo enboga. Curiosamente convive con esta tipología decasa indiana de referencia culta, otra igualmentede origen y procedencia extranjera pero popularde trazas. Se trata de la relacionada con el chaletsuizo o centroeuropeo, de pendiente cubierta ados aguas y caballete perpendicular a la fachada,rico en ornamentación y remates en madera dis­puestos de un modo abundante y virtuoso en fa­chadas, cumbrales de tejados y aleros.

Una última incursión formal esta vez a base de formas autóctonas de continuado uso regional -ga­lerías y miradores- complica más aún el esquema de la casa «americana» de estas fechas ya de por sí heterogéneo, a la par que dificulta cualquier pretendida adscripción a un estilo único y con­creto.

En el cambio de siglo y durante algo más de una década, el estilo modernista afectó en cierta me­dida a una parte de esta edilicia doméstica. Sólo en cierta medida porque al igual que en las dos décadas anteriores, el estilo quedó reducido a un mero revestimiento ornamental, ahora concebido en clave «nouveau» y que en modo alguno alteró

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Muros del Nalón. Vista general, fachadas norte y oeste o principal.

la tradicional concepción especial y volumétrica de la casa.

En otro orden de cosas, un nuevo factor diversi­ficador introduce en esta arquitectura el mismo profesional encargado de su configuración y di­seño. Porque muy lejos de la situación actual, el número de arquitectos titulados en la escuela de Arquitectura de Madrid y establecidos luego en la región durante el período referido es escaso, con­centrándose además su actividad profesional siempre alrededor de las tres ciudades más impor­tantes (Oviedo, Gijón y Avilés) y siempre también allí al servicio de la mediana y alta burguesía.

El arquitecto queda por ello configurado como otro signo más de poder y posición social para todo cliente que utilice sus servicios y no en vano la casa indiana de arquitecto -si bien escasa- in­corpora nombres de los profesionales más presti­giosos de la arquitectura asturiana del momento: J. M. de la Guardia, Manuel del Busto, Julio Ga­lán. No obstante los asentamientos preferente­mente rurales que registraron estas villas y el ais­lamiento de las zonas periféricas de la región res­pecto al centro -dado el pésimo estado de lascarreteras-, actuaron como cuestiones de pesoque decidieron el carácter excepcional de la casa«americana» de arquitecto. Para la inmensa mayo­ría de los casos restantes prima lo que bien pu­diera considerarse arquitectura «anónima», en el

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sentido de que sus autores, casi siempre construc­tores o maestros de obras locales sin otra forma­ción que la adquirida en la misma práctica del oficio, se limitaron a hacer una transcripción más o menos literal de los dictados estilísticos cultosque emergen del gusto de la época, a través siem­pre de los ya mencionados catálogos de modelosque el mismo constructor poseía y utilizaba amodo de guía y entre los que el cliente efectuabala correspondiente selección.

Muy distante de la producción doméstica de esquema foráneo y culto referida hasta aquí, otra tipología de casa indiana con exclusiva vincula­ción a modelos, formas, profesionales y técnicas constructivas autóctonas, completa y complica a la vez que enriquece el aspecto formal de esta arquitectura ya de por sí complejo. Se trata ahora, una vez más, de una nueva «casa-cubo» de gene­ralizada cubierta a dos o cuatro aguas bajo la que se ubica una tipología muy específica de buhardi­lla, perfectamente habitable y visible al exterior a través de un prominente cuerpo central que al­berga un amplio vano de acristalado (también a veces configurado a modo de pequeña galería) y que muy curiosamente rompe en ocasiones la misma línea de aleros de la fachada principal que lo alberga.

A sus muros se adosan en vez del consabido repertorio estilístico culto de frontones, arcos y

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Muros del Na/ón.

pilas trillas, formas arquitectónicas locales -gale­rías, miradores- perfectamente acomodadas a las necesidades domésticas y condiciones climatoló­gicas de la región. La proliferación de añadidos decorativos alusivos a uno u otro estilo queda totalmente descartado en estos muros de mampos­tería enlucida y pintada, sobre los que a lo sumo destacan algunas bandas horizontales o verticales en ligero relieve, bien a modo de indicadores de separación de pisos, bien como realce de esquinas o enmarque de vanos.

Los aspectos funcionales -en la galería, porejemplo, pieza doméstica de inestimable valor en la casa de la cronología que nos ocupa, tanto por sus propiedades caloríficas como lumínicas; o la igualmente omnipresente buhardilla, siempre habi­table- relegan así las meras recreaciones estilísti­cas con objeto puramente ornamental y de este modo, pese a hallarnos ante un mismo tipo de cliente, parece no existir conexión alguna entre esta y aquella tipología arquitectónica descritas; la primera de clara preferencia culta y foránea, la segunda en estrecha relación con los esquemas regionales e incluso populares de la arquitectura asturiana.

La adscripción de la casa indiana a este o aquel esquema guarda estrecha relación no sólo con el profesional, sino también con el mismo cliente, su nivel cultural y «gusto», su posición económica y,

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cómo no, con su propio universo personal y social de símbolos. Porque si bien existe una diferencia estilística evidente entre las dos líneas formales mencionadas, diferencia que alude a su vez a po­siciones culturales y económicas contrastadas, también es cierto que la casa sometida a esquemas regionales incluye las premisas de confort, calidad y buenas trazas siempre privativas de la vivienda de clases acomodadas. Es por esto por lo que la casa «americana» -confórmese según uno y otro esquema estilístico e incluso una vez en él, aco­módese a esta o aquella categoría- queda configu­rada siempre a modo de arquitectura de prestigio con un marcado carácter diferenciador sobre el resto de las construcciones domésticas con las que convive y de un modo muy concreto en las zonas rurales.

No es posible establecer entonces en lo refe­rente a cuestiones formales y estilísticas, caracte­res particulares y específicamente privativos de esta arquitectura; porque en ella es el cliente, y no el arquitecto o constructor encargado de su confi­guración, el utilizado como criterio seleccionador, y por tanto quien -al igual que el resto de la burguesía- adopta los esquemas arquitectónicos de casa de posición que el pensamiento y los pro­fesionales del momento deciden en última instan­cia.

Pero pese a no hallar en ellas unidad estilística

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alguna, sino muy al contrario una rica y variada red de tipologías -que incluso en ocasiones se entrelazan entre sí definiendo múltiples y dispara­tadas combinaciones- ha de considerarse este «mestizaje» formal como una de las característi­cas más específicas de la casa indiana, aunque no tanto en exclusividad como en «relación a», o en «reflejo de» el resto de la arquitectura coetánea.

Sólo un posible estudio actualizado del tema que contemple la producción edilicia de casas in­dianas, aún en pie tras los cien, ochenta o sesenta años que median desde su erección, puede recu­perar otro tipo de valores e incluso referencias específicas que de otra manera parecen ausentes. En este último sentido, Asturias se configura como la región española de más prolija arquitec­tura colonial. A pesar de compartir con las cuatro provincias gallegas, Santander y Canarias las tasas más altas de la emigración a Ultramar, la produc­ción arquitectónica con ella relacionada no ad­quiere en modo alguno la dilatada presencia de nuestra región. Y también a diferencia de otros puntos de la geografía peninsular en los que la arquitectura doméstica de clases acomodadas -semejante en trazas a la indiana y de su mismacronología- fue sucumbiendo progresivamente,víctima de la creciente amenaza de la especula­ción del suelo en los núcleos urbanos en los que seasentó, la vivienda «americana» en Asturias, de­bido a su ubicación preferentemente rural, sigueofreciendo aún hoy ciertas garantías de supervi­vencia.

Es precisamente esta descentralización de la casa indiana respecto a los núcleos urbanos más importantes de la región y su preferente asenta­miento rural dos de sus características más especí­ficas, que si bien determinaron la actual perviven-

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cía de esta arquitectura en nuestra geografía, tam­bién fueron causa de reiterada polémica. Porque a modo -de atentado contra el medio rural fue con­cebido tanto el diseño arquitectónico que la casa adoptó como la creación del entorno propio que la rodea, es decir, la finca y la vegetación privada y de un modo muy especial, la omnipresente pal­mera originaria de climas cálidos. Los sucesivos actos deshonestos con el paisaje asturiano que la arquitectura doméstica vino cometiendo desde en­tonces y hasta nuestros días, redimen a la edilicia indiana de toda exclusividad de culpa, e incluso de la referida culpa, dado que en su momento ni en los profesionales ni en la legislación vigente al respecto, ni siquiera en los mismos propietarios -empeñados en la empresa individual de cons­truirse la más suntuosa vivienda del entorno- exis­tía esa preocupación consciente por el medio quehoy se registra.

Ahora que al fin la edilicia del siglo XIX e inicios del XX se halla en proceso de franca recu­peración, sería correcto replantear la cuestión de nuestra arquitectura colonial. Eximirla de cual­quier acusación de ruptura ambiental y sobrevalo­rar toda una serie de aspectos en modo alguno ineludibles. Como su evidente valor de documento arquitectónico, prácticamente sin paragón en el resto del país, o su valor como archivo arquitec­tónico-regional, al que queda reducida la casi tota­lidad de la geografía asturiana y que incluye todo un material documental de incalculable valor ar­quitectónico, tipológico e histórico y en el que se registra no sólo la concepción de la vivienda bur­guesa previa a la revolución de la arquitectura moderna, sino también la muy referida circuns­tancia histórica de la emigración que registró As­turias durante el período reiteradamente aludido.

Indianos