la cara oculta de edipo. cuento

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    Recuerdo que cuando conoc a Alex me encontraba en un dilema, como cuando desde una

    cima y tienes la mirada privilegiada, capaz de mirar hacia delante pero tambin atrs. Tena

    cuarenta y cinco aos y poda ver el camino por el que haba llegado y el que me quedaba

    por recorrer. Quiz por eso, cuando recuerdo lo que pas aquella noche, me resulta difcil

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    saber si era el final o el inicio de algo serio en mi vida, de una nueva etapa o el ltimo

    acontecimiento de la vieja, o tal vez eran las dos cosas al mismo tiempo. Todava hoy,

    cuando intento reconstruir, no lo que pas, aunque tambin, sino qu significado tena, sigo

    sin tenerlo claro. Pero ahora la sangre ya no ruge como entonces aunque lamentablemente

    hay poco tiempo para el perdn y solo algn suave sentimiento queda todava en custodia.

    Conoca muy bien el camino que transitaba a diario y, aunque despierto, la somnolencia de

    la cena y la hora hacan que, de vez en cuando, cerrase los ojos por instantes, en parte

    arropado por la rutina del trayecto y el hbito de fumar. Recuerdo que fue solo un breve

    instante. Justo el tiempo que tard en bajar la mirada de la carretera para no apagar la

    colilla, como casi siempre, fuera del cenicero. Fue suficiente para que al volver los ojos alfrente apareciese un hombre al inicio del trozo de carretera que iluminaban las luces de

    cruce del coche, las que habitualmente llevaba puestas. La repentina aparicin me oblig a

    apretar el pedal del freno tres veces consecutivas, con fuerza, hasta que consegu pararlo. El

    hombre, demostrando una cierta agilidad, se apart bruscamente y pudo situarse en el lmite

    del arcn con la cuneta. El coche le sobrepas unos metros que recorri hasta situarse a la

    altura de la ventanilla delantera del copiloto. Con el coche frenado, el motor en marcha y

    los ojos cerrados, suspir profundamente. Segua con las dos manos apretando el volante,

    como si tuviera miedo de echar a volar. Abr los ojos cuando escuch los golpes contra el

    cristal de la ventana opuesta. Hice un esfuerzo mental e intent serenarme y pude volver a

    la realidad que estaba ocupada casi totalmente por lo que me pareci, en aquel instante, una

    cara de hombre. La noche era negra, con estrellas y sin luna, de manera que los pinos que

    rodeaban la carretera eran una slida mancha oscura y la luz de los faros solo iluminaba un

    tringulo al frente, manteniendo en la sombra al hombre, pero pude verle la cara ladeada y

    pegada al cristal, percibiendo dos detalles que me situaron. Uno, que era un hombre joven,

    casi un muchacho, y dos, que era bastante ms alto que mi coche, ya que para poderasomarse a la ventanilla tena que estar encorvado. Tuve la intuicin de que iba a tener

    problemas. Confuso an, pude confirmar, por la posicin que mantena el hombre pegado al

    cristal, que los rasgos de la cara eran inequvocamente de un hombre joven, con el cabello

    largo. En aquel momento no es que me importase demasiado y mucho menos vena a

    cuento, pero se me ocurri pensar que en algunos casos es mejor un hombre alto que uno

    bajito. Casi tan rpidamente como se me ocurri esa tontera me recrimin de pensarla. Sin

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    embargo not que intuitivamente tomaba posiciones, como tratando de estar predispuesto a

    un encuentro desagradable. Todo lo cual era absurdo y solo poda deberse al cansancio.

    Haba estado todo el da de reunin en reunin terminando en una aburrida cena de las

    llamadas de negocios en la que lo nico que haba que negociar era decidir el momento

    adecuado para hablar con el comit de empresa, presentar la quiebra y terminar algunas

    operaciones contables para desviar a prdidas algunos recursos, dejando el mnimo en caja

    y en las cuentas bancarias, habida cuenta que de los trabajadores se hara cargo la

    Seguridad Social. No haba sido fcil pero al final habamos encontrado una solucin

    pactada con la mayora del comit de empresa. Como casi siempre en estos casos, una

    solucin menos perjudicial para la mayora y muy beneficiosa para unos pocos, pero quedesatascaba el problema y la direccin se sala con la suya. La verdad es que haba hecho

    un buen trabajo. Era lo que se corresponda con los honorarios que me pagaban. Otra gente

    podra pensar que me haba vendido, pero hasta los sindicatos entendieron que era el mal

    menor. Sin parar el motor, volv la mirada hacia la ventanilla y apenas pude ver unos ojos

    de forma almendrada y color claro, que podan ser azules, pero tambin verdes. Por los

    rasgos aparentaba un muchacho de unos veinte aos. Lo tom en cuenta y tratando de

    ponerme en guardia, no s si contra aquel joven extrao o contra m mismo, visualic

    mentalmente las secuencias siguientes. Abrira la ventanilla, le preguntara hacia dnde iba

    para decirle que yo iba en sentido contrario y seguira mi camino. No era la primera vez y

    la vida se me estaba complicando excesivamente en los ltimos meses. Era tiempos de

    incertidumbres, das de paso, de amores regalados y olvidados baos en el mar. No poda

    caer en ninguna veleidad. Venan malos tiempos y tena que aquilatar cada paso que daba y

    cerrar espacios por donde se dispersaban mi tiempo y mi trabajo. Casi al mismo tiempo

    pens que llegaba tarde para ejecutar ese plan. Tena que haber seguido mi camino como si

    no lo hubiera visto. Vi los gestos que haca con la mano derecha abierta, como saludandoen un puerto, desde lo alto de un barco. Dud en abrir la puerta o bajar el cristal, pero baj

    el cristal de la ventana, por prudencia y tambin porque quiz al estar tan pegado el

    muchacho, la puerta podra tropezar con su cara al abrirla. As lo hice y pude or su voz, un

    tanto sorda de tono pero adecuada para la edad que pareca tener. Dnde vas? Antes de

    contestar, que fue lo primero que se me ocurri, me di cuenta de que en aquella escena

    poda haber un cambio de papeles. Lo percib antes siquiera de saber cual era el suyo; ms

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    aun, sin tan solo saber si yo tena papel que representar y en este caso cmo deba actuar.

    La normal pregunta que todos nos hacemos respecto a qu significa cada cosa o persona

    que aparece en nuestro entorno, me la contest rpidamente respecto al muchacho, al darme

    cuenta de que me tuteaba. Cre que con ese dato era suficiente para lo que necesitaba saber.

    A pesar de que la situacin empezaba a rozar el absurdo, o quiz por ello mismo, me

    arriesgu y contest asumiendo de lleno el que pareca habrseme asignado. Lo hice

    consciente de que, aunque tambin l poda haber tomado la iniciativa y poda marcar el

    rumbo de la situacin, no lo haba hecho. A mi casa. Y t?, contest de manera mecnica,

    como si quisiera condicionar la respuesta. Me da igual dnde ir. Lo que quiero es irme de

    aqu. La respuesta que me dio el muchacho no dejaba margen para mantener alguna dudarespecto a lo que poda pasar, y que era, probablemente, una situacin normal, si no fuera

    por la hora tan inslita. Segu expectante unos instantes, ganando tiempo y preparando

    aceleradamente varias respuestas para despejarme el camino y salir disparado a dormir.

    Tuve un momento de confusin. Primero pens: qu mala suerte, con el sueo que tengo,

    tropezar con un muchacho a la deriva, pero casi al mismo tiempo tuve la inevitable

    tentacin en estos casos, de que tal vez estaba a la puerta de una aventura. De lo cual me re

    a continuacin. No era hombre dado a aventuras, nunca lo haba sido, aunque mirndolo

    bien, ahora, precisamente ahora, una aventura algo fuerte que me sacudiese y obligase a

    saltar, a sobrevivir al desalojo de mis sueos, de una muerte preparada, me vendra bien,

    me dije, como queriendo tranquilizarme. En cualquier caso, no era una situacin ordinaria y

    como no saba muy bien cmo entenderla, prefer no equivocarme y tom precauciones.

    Finalmente, mientras le preguntaba me cuestion de qu huira el muchacho. Qu quieres

    decir?- interrogu, cambiando la expresin de la cara y arrugando el entrecejo hasta casi

    cerrar los ojos, como si me molestase la oscuridad. El muchacho no pareci arrugarse e

    insisti, arrimando un poco ms la cara hacia el hueco de la ventanilla del coche. Quierodecir que me lleves donde quieras. No vas direccin norte?, Ya...S, s, Pues, eso. La

    situacin no dejaba de ser extraordinaria, no tanto por el dilogo que estaban manteniendo

    un muchacho de alrededor de veinte aos y un hombre de cuarenta y pico, ni tan solo

    porque el escenario fuese una oscura noche de verano en mitad de una carretera cuya

    poblacin ms cercana estaba a diez kilmetros, sino porque, por un momento, pens que,

    casi con total seguridad, aquel inesperado encuentro iba a modificar muchas cosas en mi

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    ordenada y sedentaria vida, que, por otro lado llevaba un ritmo acelerado, sin casi tiempo

    para saborear cuanto me suceda. Tal vez porque apenas tena sentido pararse a valorarlo,

    dada la uniformidad de los perfiles de los hechos que conformaban mi vida, tan montonos

    y parecidos. Llevaba ya algunos aos viviendo diez horas acelerado y las catorce restantes

    con una quietud exasperante. Estos cambios de ritmo son los que matan. Como si de una

    premonicin se tratase, desde haca unos das, vena pensando que la llegada a nuestra

    existencia de una persona nueva, en la mayor parte de ocasiones produce, sin apenas darnos

    cuenta, una reordenacin de muchos aspectos de la vida, hbitos, costumbres, ideas, de

    manera tal que pareciera que entramos a vivir en un nuevo mundo, en el que sigue,

    aparentemente igual todo cuanto haba en el anterior, pero con matices distintos, lossuficientes para, aunque sabemos que son los mismos, respirar un aire distinto y, si nos

    hace falta, podernos imaginar que vivimos en un mundo nuevo olvidando mis largas noches

    sin besos, sin nubes, ni luna, ni estrellas...en blanco. Como dira mi amiga Julliete, creo

    que la importancia de algn elemento del entorno de nuestra vida se aprecia con los

    cambios que se producen cuando desaparece o aparece por primera vez. Habra llegado el

    momento? Se impuso la realidad del instante y pens que lo mejor era excusarme de

    cualquier forma y arrancar el coche que segua en marcha con las luces encendidas. Sin

    embargo, le abr la puerta. No sin antes asombrarme del comportamiento semiautomtico

    que estaba teniendo, como si tuviera memorizado un extrao guin y mi reaccin estuviese

    reiteradamente ensayada. Tuve que abrir la puerta despacio porque el muchacho no

    entendi, con la suficiente rapidez, la accin que iniciaba al inclinarme sobre el asiento del

    copiloto para abrir, y aun as, a punto estuvo de caerse de espaldas en el arcn, como

    consecuencia del pequeo roce que tuve que hacerle para abrirla. Ninguno de los dos dijo

    nada, ni yo ped perdn ni l se quej. El mohn que mostr su cara igual poda ser de

    enfado como de agradecimiento. En aquel momento, no me preocup demasiado porentenderlo, fue bastante tiempo despus, tratando de asimilar por qu y dnde haba

    actuado mal, de manera que las circunstancias me llevasen a donde llegu, cuando pude

    percibir que en ese preciso momento, al abrir la puerta del coche, empez todo lo que

    posteriormente me ira sucediendo. Solemos ser bastante simples en las situaciones

    confusas y apenas encontramos una causa para nuestra actuacin nos quedamos satisfechos,

    cuando en realidad siempre suelen ser varias las causas. Somos la concrecin vital de tantas

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    abstracciones que solo pensarlo me da vrtigo. Pero tratar de ordenar cual es la principal y

    cuales las secundarias resulta demasiado complejo. Por eso quiz, todava hoy, muchos

    psiclogos practican el conductismo y lo cierto es que les va bien. Tambin era cierto que

    dejar tirado a un muchacho, en la carretera o en cualquier otra circunstancia, no iba con mi

    manera habitual de actuar. Prefera dormir tranquilo con mi conciencia, bastante exigente,

    por cierto, aunque alguna vez fuese a costa de parecer un poco ingenuo y lento. Desde haca

    algn tiempo tena claro que la puesta de moda de la psicologa haba tenido un efecto

    perverso (o puede que sea la causa): el de la sobrevaloracin del yo en una actitud ms que

    de ensimismamiento, de obnubilacin narcisista que lleva, en muchos casos de las

    relaciones humanas, a la exacerbacin de las diferencias de cada persona respecto a otra. Latendencia, que todava se amortigua entre sujetos de una misma cultura, ciudad o familia,

    sobresale cuando no se dan estos constructos sociales, despertando las diferencias hasta el

    racismo, que no se limita, obvia y nicamente a las diferencias del color de la piel, o las

    diferentes violencias de gnero que existen. El hecho real de que cada nio sea diferente a

    la hora de nacer y tenga un modo propio de reaccionar emocionalmente, de actuar y

    controlar su accin por cuestiones genticas, nos hace olvidar la inmediata y continua

    asuncin de aquellos valores que ir compartiendo el resto de su vida, creando y recreando

    la sociedad del entorno como espacio de convivencia y realizacin personal. La patologa,

    siempre individual, oculta la ontologa que todo hombre, por el hecho de serlo, comparte

    como ser universal, estadio de la persona sobre el que necesariamente se asienta lo social,

    lo colectivo. En tanto en cuanto esto nos diferencia de los animales, el ser social, la

    persona, de seguir avanzando esta tendencia, estaramos cavando una fosa desde la que

    volveramos, a pesar de los avances tcnicos, a los orgenes de la tribu. Lo cierto es que me

    sonre mentalmente al observar mis pensamientos y me detuve en la argumentacin que

    usaba aquel muchacho y me qued extraado al venirme a la memoria que nunca habasubido a ningn autoestopista. Lo que no podra saber nunca con exactitud es qu hubiese

    sucedido si no llego a abrir la puerta y arranco el coche dejando al muchacho, como fue mi

    impulso inicial. Por eso es absurdo que quince aos despus siga pensando qu hubiera

    pasado si no hubiera abierto la puerta del coche. Una vez la puerta del coche abierta el

    muchacho cogi con la mano izquierda una bolsa mediana de deporte que llevaba, mientras

    que con la derecha, inclinando medio cuerpo dentro del coche, levant el seguro de la

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    puerta de atrs con toda naturalidad. Me result difcil no ver el inici de su pecho, casi

    hasta los pezones que se marcaban debajo de la camiseta verde que llevaba sin mangas. El

    muchacho deposit la bolsa en el asiento trasero y cerr la puerta, sentndose delante, a mi

    lado. Observ, por su rostro y ademanes que era atractivo y me sorprend a m mismo

    dando un paso ms y pensando que incluso poda que fuese arrebatador y voluptuoso.

    Necesit pensarlo con urgencia para tomar las medidas preventivas adecuadas y mantener

    viva la alerta. En aquel momento se me olvid una mxima que en ocasiones usaba

    respecto a que la voluptuosidad estaba en el cerebro del dueo de los ojos que miran. Antes

    de decidir arrancar el coche y para completar el examen del joven, observ que llevaba

    unos pantalones cortos de lycra, que aunque cubran una parte de cintura hacia abajo, casihasta las rodillas, resaltando a la vez lo que tapaban, dejaban al descubierto unas piernas

    bien moldeadas y firmes que terminaban, en unos pies de medidas normales, calzados con

    zapatillas de footing, y por el otro con unas nalgas respingonas que conformaban un trasero

    perfecto, de acuerdo con mis gustos. Sal de la contemplacin con el bocinazo de un

    camin que se vio obligado a hacer un zigzag violento para no llevarse por delante mi

    coche con los dos dentro. Tuve un lapsus y de vuelta me di cuenta de que mantena el

    motor en marcha y que la radio segua ofreciendo la interpretacin que haca un tenor

    francs del Aria de una Cantata de Telemann. Desconect la radio. Hubiera dicho que rl

    coche no se haba movido pero la verdad es que tena la mitad de la carrocera en el arcn.

    Observ que las luces de posicin estaban encendidas. El camionero deba conducir medio

    dormido ya que las luces debera haberlas visto a distancia, en aquella noche cerrada sin

    ms luz que un tenue reflejo azulado obscuro de las estrellas sobre las hojas de los olivos y

    naranjos. Antes de arrancar, suspire, ms bien di un resoplido, como saliendo de otro

    trance, me qued mirando al muchacho que segua sentado tranquilo, igual que si todo

    formara parte de un plan que hubiera estado previsto y me sonrea, tal vez para darmeconfianza y serenidad. Me haca falta. Arranqu el coche y pregunt, mirando al frente.

    Bueno, vamos all? El cruz los brazos, hizo un mohn y se arrellan en el asiento.

    Cualquiera que hubiese podido observarlo con detenimiento, habra llegado a la conclusin,

    atendiendo a la serenidad que desprendan sus ojos, el equilibrio del conjunto de su cuerpo,

    el perfil de su cara y la sensualidad de sus manos, que abiertas parecan querer peinar sus

    cabellos con los dedos, que era una de esas personas que estn predestinadas a ser felices,

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    incluso en situaciones retorcidas y tensas, estado de nimo que perfectamente se poda

    confundir con la indiferencia o apata. Pero quise ir ms all de las apariencias y pude ver

    que en aquel momento pareca que viniese de una situacin desagradable y temiera entrar

    en otra de iguales o peores caractersticas. Al muchacho pareca que le resultaba extraa

    aquella situacin, como si nunca en su vida hubiera decidido hacer nada y sin embargo no

    parara de hacer, de ir y venir, como si tuviera una o varias metas que alcanzar, como si

    alguien lo llevara de la mano de aqu para all, siguiendo un orden tan desconocido que

    solo a posteriori podra establecerse el guin. Era muy probable que en alguna ocasin

    hubiera intentado encontrarlo y que desde haca tiempo se dejara llevar. En este sentido

    pareciera que de nuevo se encontraba en otro vaivn sin causa aparente. De reojo observque me mir un instante largo, aprovechando que yo estaba pendiente de la carretera y

    luego volvi la mirada al frente, al espacio que alumbraban los faros del coche y hua

    desesperado por las ventanas. La luz, que se iba tragando los rboles sin dar tiempo a

    observarlos, debi invitarlo a reflexionar sobre su vida y suscitarle recuerdos no muy

    agradables, porque arrug el entrecejo y se ausent. Supuse que necesitaba salir de aquellos

    recuerdos y lo hizo como solemos hacerlo la mayora, acudiendo al truco de hablar de algo

    para intentar forzar al pensamiento que siguiese detrs de lo que l deca y huir as del

    recuerdo que le ofrecan las revoltosas neuronas, como tema de reflexin. Me das un

    cigarrillo? Fui lento en responderle, justo porque me pillo pensando en l y no cre que

    pudiera salirse de su ensimismamiento y tratar de entrar conmigo en una conversacin a

    dos. Pero hice un esfuerzo, aunque por toda contestacin me limit a hacer un gesto que

    pareca de asentimiento. Con esta respuesta dej pasar unos segundos y saqu del bolsillo

    derecho de mi chaqueta una cajetilla de tabaco rubio tpicamente americano y le ofrec un

    cigarrillo, golpeando el cabezal de la cajetilla sobre el volante, con tan mala suerte que

    cayeron dos al suelo y uno qued medio fuera de la cajetilla. Ninguno de los dos trat derecoger los cados y el que asomaba de la cajetilla el muchacho se lo puso entre el dedo

    ndice y el corazn de la mano izquierda y se me acerc, en ademn de pedirme fuego, pero

    el coche atravesaba unas curvas y tal vez le pareci que no atenda su gesto, pero fue

    porque estaba mirando al frente. El hecho es que el muchacho se dio cuenta que el coche

    llevaba mechero y puls para encenderlo. Cmo te llamas? pregunt, arrellanndome

    sobre el asiento y aparentando indiferencia. La pregunta pretenda romper la concentracin

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    de los dos, distender el espacio e introducir un aire propicio para la comunicacin. Supuse

    que, al igual que yo, tambin l, aunque aparentaba lo contrario, estaba pensando en sus

    cosas a la vez que tratando de adivinar en qu estara pensando yo. Todo a la vez. El

    silencio se prolong demasiado y se hizo tenso, impersonal y limpio, nicamente alterado

    por los extraos dibujos que el humo que despeda su cigarrillo configuraba en el interior

    del coche. La respuesta lleg con un tono de naturalidad, pero que pareci dar un salto

    sobre una situacin que se estaba enfriando excesivamente. Tuvo un efecto reconfortante y

    dej abierto un resquicio para poder seguir hablando de cualquier cosa que se nos ocurriera.

    Alex. Y t? La contestacin tuvo mucha carga en el tono, aunque hubiera sido difcil

    evaluar con exactitud qu pretenda. Distrado con la conduccin, me qued en blanco y nosupe qu contestar, pero por el rabillo del ojo observ que Alex se qued ladeado y

    mirndome fijamente. No tena, pues, escapatoria. El hecho es que su contestacin, aunque

    volvi a dejar colgando una pregunta, como un golpe seco cerr el espacio abierto, como si

    alguien extrao hubiese decidido que no era conveniente que supiramos demasiado cada

    uno del otro. Alguien pareca susurrarme que no debera demostrar tanto inters sobre

    tantas cosas. Lo que ms me molesta, en general y tambin en aquella ocasin, es que se

    supiera qu iba a hacer o a decir. Es como si ni intimidad estuviera abierta de par en par y

    antes de que yo tomase una decisin alguien ajeno estuviera ya valorndola. Tena, ahora,

    que contestar lo que se supone que deba, dando mi nombre a aquel muchacho que vete a

    saber para qu quera saberlo? Me llamo Juan, dije con un suspiro, como si al dar el nombre

    me desprendiese de una buena parte de m mismo. Transcurrieron unos minutos, esperando

    alguna reaccin que no llegaba y aceler la velocidad moderada que llevaba el coche.

    Desde los campos pareca emanar una oscuridad que envolva la carretera. Las luces del

    coche iban abriendo paso y conformando un tnel alto con las ramas de una hilera de

    eucaliptos que separaban el arcn de la derecha, de los cultivos. Por la izquierda, all alfondo se vislumbraba el muralln de una pequea cordillera, cuyas faldas plantadas de

    almendros y algarrobos, llegaban hasta la carretera, cerrando as la luz azulada y

    temblorosa que difuminaban las estrellas desde el firmamento. Alex se haba deslizado por

    el asiento, apoyando las rodillas sobre la guantera delantera y el short se le haba subido

    hasta casi las ingles. Pareca estar ausente, absorto, mirando todo cuanto iba poniendo al

    descubierto la luz de los faros del coche. Inmvil, sus nicos gestos eran los de la mano

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    izquierda acercando el cigarrillo a los labios y separndolo despus con sensualidad,

    mientras se consuma. Por un instante el coche pareca haberse parado porque el escenario

    aunque se mova con la velocidad, iluminado por los faros, era como una foto fija sin

    troncos, piedras o cualesquiera otros referentes. Alex rompi el silencio y me dijo, con

    alguna intencin que se me escap en aquel momento: Lo que te he dicho es la verdad. No

    tengo dnde ir. Estoy de vacaciones. Quiero decir que no me espera nadie y por tanto me da

    igual. Lo nico que quiero es alejarme de aqu. Comprendes?, S, claro. Por el tono de voz

    dej entrever que no entenda nada, creo que porque lo que me haba dicho no era lo que

    quera escuchar. Como en otras ocasiones, no fui consciente de que, en algunos casos, no

    son los hechos observados los que me provocaban emociones que se van consolidandohasta crear sentimientos, sino que son sentimientos de origen desconocido, los que me

    sugieren emociones que despiertan abiertamente cuando encuentro hechos, datos, paisajes o

    recuerdos con los que acoplarme, como un guante de seda en una fina y delgada mano. Pero

    aquello era razonar. Mi intuicin me deca que el muchacho me estaba diciendo, llvame

    donde quieras. Qu poda hacer? Si no pasaba algo extraordinario, bamos directos a mi

    casa donde se supona que estara Susana, despierta an, esperando. Incluso mi hija habra

    llegado. Me qued balancendome sobre la duda que abra aquella frase de Alex. Tampoco

    poda ser tan pretencioso de entender a un muchacho que aparentaba tener veinticinco aos

    menos que yo y que acababa de conocer. El hecho es que me ruboric a causa de las tres

    cosas; por su pretensin, por la diferencia de edad y por estar dudoso sobre algo que pareca

    tan evidente. Record lo de un buen ataque y le interrogu de forma absurda y supongo que

    paternal por el tono. No tienes padres? Apag el cigarrillo y su mirada, primero de

    asombro y despus burlona, me confirm que efectivamente me estaba poniendo nervioso,

    y lo que era o me pareca peor, el muchacho se daba cuenta que estaba a punto de caer en el

    ridculo ms espantoso y a mis aos, sobre todo si tratas con un hombre joven,conjuntamente con el ridculo se suele ser tambin impertinente. Esper, como si me

    ahogase el tiempo, sus palabras. Me mir enfadado, como cuando de pequeo mi madre me

    miraba rindome, despus de haberme pillado en una travesura. S, claro. Pero, ya sabes,

    me quieren para ellos, no a m. Entiendes? Estoy cansado de ser quien soy, porque adems

    casi siempre coincide con lo que quieren que sea. No crees que a mi edad ya debera

    querer ser de la manera que a m me guste, les guste a los dems o no?, Supongo que s le

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    dije, y aad-. Te lo dije porque parece como si huyeras de algo o de alguien. Parece...No.

    De nadie. Estaba con una amiga en el camping que hay unos kilmetros atrs. Lo

    conoces?-.Y sigui sin esperar la respuesta,- De repente, me di cuenta que ella estaba

    enamorndose de m y me he asustado. Solo eso. Supongo que me he comportado como un

    guarro, pero.... Hoy me encuentro raro, muy raro. Ni yo mismo me entiendo. No creas, la

    chavala es buena gente, como tantos buenos que sin darse cuenta te fastidian. Yo con estas

    cosas no tengo problemas, sabes?, pero no me da la gana, si no estoy enamorado, atender

    solo a que me apetezca o no, cuando ella cree otra cosa. Cmo voy a pasarlo bien sabiendo

    que, sin querer, la estoy engaando? No entiendo por qu las mujeres creen que con el

    reclamo del sexo pueden conquistar a alguien aunque uno solo quiera pasarlo bien, sin estarenamorado. Me gusta el sexo, s, pero no me gusta engaar ni que me engaen. Las mujeres

    son tan previsibles... Supongo que ser porque son pasionales y no hay nada ms previsible

    que cmo nace y muere una pasin. Me extra tanta palabra y en especial aquella ltima

    idea y le pregunte: Y los hombre no? No. Los hombres fantaseamos ms; y quin se

    atreve a saber cmo empieza y termina una fantasa? Afirmando con la cabeza le di a

    entender que quedaba claro y que participaba de su parecer. Subi los pies sobre la guantera

    y el cristal. No pudo evitar, ni pareca que quisiera, que el short dejase al descubierto, de

    forma exagerada, los muslos. No quise reprimirme y mir por el rabillo del ojo, pero la

    carretera no era recta y no quera ms sorpresas aquella noche. As que reprim el morbo y

    segu mirando al frente, lo cual me oblig a fantasear sobre Alex y sus muslos, hasta que

    avergonzado, como si me hubieran pillado robando un libro, recurriendo a que estaba cerca

    el cruce por donde tena que torcer para entrar hacia mi casa, intent serenarme y centrar la

    cuestin en lo que me pareci que deba. Tienes razn. Puede que sean cosas de la edad,

    reflexion con la mirada al frente. Mira, Alex- le dije tratando de recoger el hilo-, en el

    prximo cruce tuerzo a la derecha. A unos diez kilmetros tengo mi casa. Comprendes?Vivo en una urbanizacin que hay ah cerca del mar. Te dejo, pues, en el cruce y esperas a

    otro coche?, Oye, no tengo dnde ir a esta hora de la noche. No me hagas eso... Lo que

    quiero es tan solo llegar a la ciudad y all ya me las arreglar. Supongo que faltar todava

    un rato. Es que... Quin va a pasar a esta hora? Anda, llvame. Se me abrieron todas las

    dudas posibles y junto a cada una de ellas un camino por el que seguir viviendo lo que

    quedaba de noche. Los fui descartando hasta quedarme con la que me pareci que deba

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    transitar un hombre de mi edad en una situacin como la que se abra en aquel momento y

    con un muchacho como Alex a mi lado. Me pareci que el futuro haba llegado y de golpe

    adems. Todo imprevisto por mi culpa pero naturalmente previsible, estaba a la puerta

    llamando y tuve la intuicin de que el punto final haba ya traspasado la lnea del presente.

    Sin embargo no cerr todas las posibilidades porque no terminaba de tener claro por cul de

    ellas debera salir, y sin saber por qu, dej varias puertas abiertas para que fuese l quien

    apuntase una salida. Qu quieres que haga, entonces? Alex no titube ni por un momento.

    Me mir con una sonrisa abierta y sin doblez, casi como si exigiera un derecho. Si no

    quieres acercarme a la ciudad, porque se te hace tarde, llvame a tu casa a dormir, solo por

    esta noche. La propuesta le sali con espontaneidad y tan natural, sin el menor asomo dezalamera. Lo cual, obviamente me llen de dudas porque sugera que su ofrecimiento no

    tena nada que ver con el clima que, me pareca a m, se haba establecido entre los dos. Lo

    mir entre sorprendido y sonriente. De momento no supe qu responder. Me qued colgado

    y sin saber cmo dejarme caer. El hombre responsable que me gustaba ser, acab

    imponiendo sus criterios, como suceda en la mayor parte de las ocasiones que me

    planteaba la vida. Hasta tal extremo esto era as que mucha gente llegaba a pensar que

    realmente era lo que pareca. En esta ocasin lo tena claro. Cmo iba a presentarme en

    casa, en mitad de la noche, con un muchacho desconocido y decirle a mi esposa: aqu

    estamos, venimos a dormir? Con el sentido comn por delante me result fcil encontrar la

    solucin. No puedes venir a mi casa a dormir. Estoy casado. Lo dije suavemente y como

    insinuando que lo lamentaba. Como hay que soltar un no que intenta no herir, casi como si

    fuera un s. En caso contrario Alex poda haber entendido que rechazaba una propuesta que

    siempre podra pensar que nunca hizo. Me qued tenso a la espera. Pero Alex que en aquel

    instante pareca que slo pensaba en dormir en algn sitio para seguir camino a la maana

    siguiente, no quiso reflexionar ms y sigui en la lnea de la propuesta inicial, si bienpretendi introducirse en las contradicciones que empezaba a intuir que me paralizaban.

    Creo que por diversin. Como un juego, sin medir las consecuencias, si las pudiera haber.

    Es por ti o por tu esposa? Por aquellos aos yo no era consciente de que, en algunas

    circunstancias poda ser pusilnime, pero recuerdo que en pocos das, varias personas, en

    situaciones muy dispares, me lo haban insinuado, por eso fue como un golpe bajo, con las

    defensas bajadas y, de entrada, no entenda nada y como tantas veces me suceda cuando

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    andaba perdido en un dilogo, hice una pregunta para tomar tiempo, ver qu sala e intentar

    situarme en buena posicin. Qu quieres decir?, pregunt dando un paso ms en la lnea

    que haba abierto y que empezaba a gustarme, Quiero decir -sigui Alex-, que si tienes

    miedo de tu esposa, porque cuando me vea llegue a intuir algo que todava no ha pasado, o

    es que tienes miedo de m. Pues mira: en tu casa o fuera de ella, no puede pasar nada de lo

    que creo que ests pensando. De qu hablas? pregunt hacindome el asombrado, aunque

    probablemente el no pens en que me haban sorprendido sus palabras, sino que no saba

    por dnde salir, y aunque quera parecer asombrado, en realidad deba tener cara de idiota.

    El hecho es que ca en la cuenta de que estaba al borde de un precipicio y por un instante se

    me abri un paisaje nuevo, no esperado, que ahora me daba cuenta que exista, ms bien seme estaba desvelando. Ahora reconozco que por entonces no era precisamente un

    adolescente incauto y virgen en este tipo de trances, pero tambin es cierto que no te

    defiendes igual con cuarenta y pico aos por medio que adems los llevas cargados a tus

    espaldas y apenas dejan asomar la valenta, fuerza y sinceridad, que a los veinte se tienen.

    De lo que quieres que pase insisti Alex. Par el coche en el arcn, me arrellan en el

    asiento, encend un cigarrillo, lade la cabeza, despus de soltar la primera bocanada de

    humo y le dije, tratando de que no se notase demasiado que estaba nervioso y manteniendo

    a la vez de una pose excesivamente autosuficiente, casi como un susurro: T ests loco,

    Otro error, me dijo agudizando los ojos, como queriendo penetrar ms all de lo que mi

    cara mostraba, lo cual debi ser harto difcil pues ni yo mismo saba en aquel momento qu

    hacer ni cmo. Haca mucho tiempo que no deseaba algo tan fuerte y confuso y a la vez que

    desease disimularlo con tanta delicadeza. Me agazap sobre m mismo y le dije, dispuesto a

    todo, Ah s? Tal y como supuse Alex andaba tambin un tanto desorientado y recurri a la

    tpica pregunta salvavidas, afirmando, S... Confundes a la persona que puede hacer una

    locura con un loco. Lo dijo con un tono claramente de defensa, como aceptando que, enltima instancia, pasara lo que yo quisiera y no pareca desagradarle, pero me dejaba a m

    en una posicin, que aunque fuese la habitual, al fin y al cabo era el mayor, pero me

    molestaba mucho que fuese tan evidente. Deduje, pues, qu me haba puesto en una actitud

    que no era habitual en m, aunque reconozco que en aquella ocasin no me molestaba el

    papel de ser suavemente agresor. No era mi forma de iniciar una aproximacin. Saba que

    solo sirve con algunas mujeres de carcter fuerte que solo encuentran placer en la sumisin,

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    pero no me pareca el caso de Alex. Me costaba sangre y sudor abrir mi intimidad, mucho

    ms que mi cuerpo y ya se sabe que para penetrar, en todos los sentidos, a una persona,

    primero debes acariciar algunos de sus ms ntimos sentimientos. En mi caso sin embargo,

    una vez bajada la guardia y el recelo, que era la funcin defensiva que cumpla mi timidez,

    una vez desnudo mi cuerpo, desnudaba mis sentimientos y no tena rincones donde no

    penetrase la luz de la mirada amiga. En ms de una ocasin, cuando era demasiado tarde

    ya, lo haba lamentado. Y no escarmentaba, supongo que porque no quera. A posteriori

    reconoca que siempre me haba salido bien. Algo me deca que a mi edad deba ser ms

    abierto y explorar cuantas posibilidades se me diesen sin pararme a pensar demasiado en el

    futuro, futuro que cada vez lo vea con menos sentido si ste no era como la prolongacinde un presente que por ahora se me iba presentando bien. Pero en numerosas ocasiones ni

    encontraba la forma adecuada ni el momento justo. Hubo un silencio de los que se

    establecen sin previo pacto ni aviso, parecido a una tregua que se da entre dos contrincantes

    por cansancio mutuo y escaso inters en resultar vencedor, y que cada cual aprovecha para

    hacer recuento de fuerzas e inspeccionar posiciones, sabiendo que habr que volver al

    ataque, o como cuando los artistas, en el entreacto descansan, fuman y beben a la vez que

    repasan mentalmente, la entrada a escena con el siguiente acto. En serio crees que tengo

    ese concepto de ti?, Qu ms da. La verdad es que no creo que te interese demasiado mi

    vida. As me dijo, y como era natural con ese tipo de frases que resulta dificilsimo saber

    hacia dnde y mucho menos qu pretenden, de nuevo busqu tiempo y algo que contestar,

    para que no diese la impresin de que estaba desconcertado. Tampoco es que me importase

    demasiado lo que pensase l. Terminaba de conocerlo y aunque reconoca que era hermoso

    y todos los caminos estaban abiertos, o eso me pareca en un exceso de autoestima o mejor

    dicho de vanidad, en realidad prefera seguir el juego sutil que crea que estaba jugando.

    Para entonces crea que, sin haberlo hablado con l, las reglas del juego ya estaban claras yme encontraba muy bien jugando. Avanc posiciones, sin nimo de avasallar. Saba que

    pese a su juventud lo entendera sin ofenderse. Bueno, slo trataba de ser amable contigo y

    hablar de algo. Debi ser la situacin, la hora, un joven hermoso, los dos solos...Nunca

    imagine que seras as. Qu pretendes?, me dijo. Y aadi: Eres un hombre casado. En ese

    momento, de no haber estado sentado supongo que me hubiese tambaleado y tendra que

    haberme apoyado en algo slido para no caer. El golpe haba sido fuerte, pero ms an que

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    la contundencia, me afect el tono casi como de condescendencia, como si sentado varios

    metros por encima de mi cabeza, me viese pequeito, infantil y con una manifiesta

    predisposicin a perdonar mi travesura y seguir jugando. De repente encontr su flanco

    dbil y le dije, Ya veo que tienes poca imaginacin. Me encontraba embarazado, lo senta

    as, aunque creo que Alex no lo perciba en toda su dimensin, afortunadamente. Lo que en

    un principio pareca que iba a ser una lnea recta estaba resultando muy quebrada y con

    numerosos recovecos a los que atender y por los que me perda de vez en cuando. Fue

    entonces, medio perdido que entend por qu l no pareca perderse y difcilmente lo pillaba

    fuera de juego. Se trataba como si su sentido de la orientacin no tuviera un norte y en

    consecuencia su brjula siempre marcaba hacia donde deba. Mientras tanto haba perdidola nocin del tiempo y el entorno hasta que ca en la cuenta de cmo pasaba el tiempo al

    observar que el sol, redondo, grande y blando, con destellos metlicos, estaba saliendo

    desde el mar y la noche iba suavizando su oscuridad como una antesala del amanecer el

    cual, por el reflejo en el mar que hace de espejo, lo suaviza hasta que, con descaro y

    enrojecido por el esfuerzo, de entre las sombras van surgiendo paisajes diversos. En los

    aledaos, los surcos de alguna esteva profunda hacan parecer los campos como hojas

    rayadas preparadas para escribir los sueos de algn aplicado agricultor en espera del fruto.

    Consciente de dnde estaba y con quien, intent penetrar por otro frente con otra pregunta

    de las que sirven para cualquier situacin y qu lgicamente apenas sirven para nada, salvo

    para ganar, o perder tiempo. No piensas nunca? En qu?, me contest pillado de

    improviso. No s. En cualquier cosa. En lo que haces, por ejemplo. No sirve de nada.

    Cuanto ms piensas peor. Adems, te puede pasar como al ciempis. Se puede vivir sin

    pensar. Me di cuenta rpidamente que estaba dando tumbos sin saber cmo continuar con el

    asedio, que era en aquel momento lo nico que tena claro. Como los animales?, remach

    tratando de ser contundente. S. Como lo que deberamos ser ms a menudo. Otra vez mequera noquear. Decid hacer una finta y salt la barrera de la cortesa intentando hacerlo

    desde una posicin de hombre sensato y razonable. Habra olvidado que poda ser su

    padre? Oye, por cierto- insist- deberas bajar los pies. No es por nada, pero me gusta tener

    el coche limpio y llevas las zapatillas sucias de barro. Haba acertado y se vio sorprendido

    con mi cambio brusco replegndose mediante una contestacin que lo pona de nuevo en el

    papel inicial de chico autoestopista recogido en una carretera solitaria en medio de la noche

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    por un buen hombre al que no conoca. Su contestacin, afirmando implcitamente no

    ofreca dudas. Perdona, hombre. Estbamos a quinientos metros del cruce anunciado por m

    y por el que me tena que desviar. Puse el coche en marcha, y lo aparqu casi de inmediato

    a doscientos metros, en un pequeo descampado que haba en el ngulo que formaba la

    carretera por la que venamos con la que deba coger para ir a mi casa. De esta manera,

    Alex qued con la puerta cerca de unos matorrales, yo en la misma ralla de la carretera

    principal y el coche ligeramente inclinado hacia Alex. Apague las luces de posicin y el

    motor. Encend un cigarrillo y le ofrec otro a Alex. Quieres?, S. Espera. Mientras

    contestaba, Alex se puso de rodillas sobre su asiento y por entre los apoyacabezas de los

    dos asientos delanteros, rozndome, meti medio cuerpo hacia los de atrs, intentandollegar a la bolsa de deporte que segua all, donde l la haba puesto al principio. Mientras

    hurgaba en la bolsa, buscando algo entre la ropa, volv a observar fijamente el cuerpo

    arqueado del muchacho. En esta ocasin, me sorprend mirando con deseo su cuerpo

    esbelto. Fue un momento porque, sin ningn motivo, me dio la impresin que alguien desde

    algn punto de la semioscuridad del amanecer nos estaba observando atentamente. Pero no

    fue eso lo que me puso nervioso y alterado, fue que estaba seguro que si hubiera alguien

    estara adivinando mis pensamientos. Recuerdo perfectamente que nada sucedi, pero en

    aquel momento estaba convencido de que si hubiera habido alguien se habra acercado

    recriminndome. Pero estaba lanzado. Quera terminar fuese cual fuese el desenlace que me

    esperaba. Corr mi asiento hacia atrs para ponerlo a la altura del de Alex y como al

    descuido dej la mano derecha sobre su pantorrilla y la mantuve mientras el encontr lo que

    buscaba en la mochila. Cuando se sent mi mano segua igual pero al cambiar de posicin

    qued tocando su muslo. Tena que notarla, estaba seguro, pero cuando me ofreci lo que

    haba encontrado en el macuto, una botella mediana de whisky medio vaca, me lleg

    todava un S.O.S, ltimo aviso al que no hice caso. Un trago?, me invit envuelto en unasonrisa amplia y fresca. Imposible de observar doblez, por ms que intent resistirme.

    Toma un poco, anda. Por aqu no debe haber controles de alcoholemia- dijo, guindome

    un ojo. Observ que me apeteca que las cosas tomaran las riendas sin consultarme. Qu

    hacemos?, se me ocurri decir mientras segua con una mano en su muslo. Beb un sorbo en

    la espera, y se la ofrec. De repente sin dar crdito a lo que oa, me dijo, Podamos

    quedarnos a dormir aqu en el coche. Total est amaneciendo y me largar con el primer

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    vehculo que pase. Te parece? Su crueldad me pareci increble y a punto estuve de decirle

    que se largara, hasta que me fije en su sonrisa cargada de irona y deseo y consider que,

    por una vez al menos, tena derecho a violentarlo, y puede que si era lo que intua, todo

    saliese como deba. La verdad es que, en contra de lo que aquel da, en aquel momento

    pens que estaba dispuesto a hacer, tena claro que estaba derrotado, entregado y dispuesto

    a lo que Alex hubiera querido. Creo que en el fondo, incluso hubiese aceptado llevarlo a mi

    casa y que hubiera pasado los das de vacaciones que deca tener, all conmigo y mi esposa.

    Una locura que qued en el aire. Quiz por eso, para m Alex no fue, como pudiera parecer,

    una aventura. En realidad, los hechos y nosotros como sujetos de los mismos, suelen tener

    una significacin visible, relativamente fcil de entender, pero por el sustrato, a escasadistancia de la epidermis, aunque oculta, corre siempre hay una alternativa que tienta y

    tienta y ofrece otra salida. De ah que, incluso cuando el tiempo viene a demostrar que

    estuvo bien la decisin que tomamos, queda siempre un interrogante colgado de qu

    hubiese sucedido con otra decisin posible. Vano intento, despus, de saber qu hubiera

    pasado. Supongo que este mecanismo mental es el principal responsable de que nunca

    seamos totalmente felices. La memoria, en ocasiones, tal casquivana siempre, incluso nos

    hace dudar respecto a si tomamos la decisin que creemos o fue otra. Al final me qued

    inmvil. Tena la impresin de que tiraban de mis brazos dos percherones, uno de cada

    brazo en sentido contrario y que en cualquier momento si uno de los dos no ceda, podan

    rajarme por la mitad. Mientras beba me haba puesto de lado en el lmite interior del

    asiento, sub la mano derecha que segua en el muslo de Alex, y serenndome di un paso

    ms. Le cog la cabeza por la nuca, la acerque hacia m y consegu besarlo. Tal vez no

    poda pasar ms que lo que pas, el hecho fue que el deseo derrib las pocas defensas que

    todava se mantenan en pi, de manera que Alex se lade un poco, nos besamos de nuevo,

    con recelo al principio, temerosos quiz de hasta dnde podamos llegar. Con ansia despusseguimos besndonos. Alex fue bajando por mi pecho hasta llegar a la bragueta, mordiendo

    con suavidad y aspirando profundamente, momento que aprovech para abatir mi asiento

    hacia atrs y abrir un poco las piernas. Solo fue un momento, porque su habilidad hizo que

    no tuviera necesidad de preocuparme, de manera que le agradec sus mimos acaricindole

    la cabeza, cuando el ritmo de Alex lo haca posible, porque elevaba su posicin para

    mirarme. Cuando not por su excitacin que con su otra mano estaba cerca de provocarse

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    una convulsin, intent y consegu que llegsemos al xtasis los dos a la vez y record el

    verso: Si no me quieres comer, rzame al menos con tu lengua hasta que mire al cielo de

    frente. Despus de unos largos minutos de silencio, me pareci que ninguno de los dos

    saba qu hacer o decir. Pareca como si luego de aquella explosin de suave lujuria

    estuviera peregrinando por su asombrada y relajada mirada y solo me atrev a acariciar los

    contornos de sus mejillas encendidas y me extra, dada su juventud, que en su frente

    hubiera podido leer un rtulo impreciso, grafiado con una extraa lengua que dijese; no

    puedo ms. Como si me reprendiese acusndome de buscar un hombre cuando saba que l

    era un nio cruel, burln y sin ningn miedo a la indecencia de morir. Me abroch el

    pantaln, encend un cigarrillo y pens que la brisa del mar estaba a nuestro alcance.Quieres que bajemos del coche?, le dije. Alex intent contestar, pero su voz qued

    ahogada por el chirriar de un coche que fren de manera brusca en mitad de la carretera

    principal. Baj un joven de unos veintitantos aos, vestido de esport, que se acerc a mi

    ventanilla. Recuper el control de mis manos y enderec la posicin de mi cuerpo y pude

    or, como en un sueo. Oigan, para la ciudad, voy bien, recto? Alex, presuroso como

    despertndose de un sueo, pregunt antes de que pudiese yo decir nada: Vas a la ciudad?,

    S. Eso intento, llegar- contesto el conductor. Me llevas? La oscuridad de la noche haba

    desaparecido y un nuevo da se anunciaba con todo lujo de detalles. Present el desenlace y

    quise retener la fragancia de su sonrisa, los titubeos de sus ojos y los trazos de sus caricias.

    Pero fue en vano. Alex se volvi a mirarme, como agradecido no s de qu. Me cogi con

    ambas manos la cara, y me mir a los ojos. Se acerc despacio y me dio un beso largo.

    Recogi la bolsa de deporte, que casi no pudo pasar por entre los asientos y bajando l y la

    bolsa, me dijo. !Gracias y suerte Ya fuera del coche, despus de rodearlo y antes de subir

    al que iba a llevarlo a la ciudad, me saludo con la mano extendida. Prendido de su mirada

    no tuve tiempo de mirar su esbelto cuerpo ni su andar de felino, sereno y satisfecho perosaba que su sonrisa era tan ancha que haba cubierto mi infancia, mi juventud y aun mi

    futuro. Tal vez por eso su silueta se me quedo un poco borrosa. Arranqu el coche, encend

    un cigarrillo, conecte la radio y haban terminado la cantata de Telemann. Ahora era el

    adagio del concierto para oboe de Marcello el que sonaba. Pero no quise ponerme

    sentimental porque un futuro perfectamente previsto y secuenciado me esperaba, y segu

    conduciendo. Faltaba poco para llegar. A Alex no lo he vuelto a ver, pero he tenido

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    diversas explicaciones del significado de aquel extrao encuentro, segn pasaban los das y

    los meses. Durante las siguientes semanas, al despertarme por las maanas y ponerme

    delante del espejo para afeitarme y acicalarme mi cara, llegaba a la conclusin de que,

    necesariamente haba sido un sueo. Posteriormente, viajando por ciudades y pueblos, me

    pareci verlo por la calle, en un bar, en el tren, hasta que llegu a la conclusin de que

    deba haber miles y miles de muchachos como Alex, con cuerpos igualmente atractivos,

    con sus mismos ojos, sus mismos cabellos castaos hasta media espalda y con la misma

    sonrisa. Incluso con la misma ropa y, aunque no me atrev preguntar a ninguno, llamndose

    tambin Alex. Ahora, en la medida de lo posible, mantengo varias versiones y segn mi

    estado de nimo, recuerdo una u otra, todas de manera agradable. Almorzando un da conuna compaera del despacho, coment el parecido, aunque no de qu lo conoca, y me

    aclar que son clones de un modelo diseado por la moda globalizada. Pero no me hizo

    dudar, estoy seguro de que todo lo que recuerdo pas, al menos eso era lo que mi memoria,

    cuidadosamente, guard y no s por qu, durante tanto tiempo, se me apareca mezclado

    con mi fantasa. Creo que aquel da, sin preverlo, camin huyendo hacia un futuro tan

    confuso como todo porvenir, quiz buscando mi pasado y tropec con Alex y puede que

    ambos mutsemos o tal vez dimos la vuelta y nos vimos la cara oculta.

    Por eso digo que s; Alex existi.