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La Brújula de la Andrómeda: Cuaderno de Bitácora APÉNDICE 3 Jesús Salviejo Técnico de Educación y Cultura de la Diputación de Valladolid

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La Brújula de

la Andrómeda:

Cuaderno de

Bitácora

APÉNDICE 3

Jesús Salviejo

Técnico de Educación y Cultura de la Diputación de Valladolid

La Brújula de la Andrómeda - Archivo de Nómadas: Cuaderno de Bitácora

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ÍNDICE

TIERRA – LUNA (3)

Bitácora I: Valladolid, 21 de abril de 2218. (4)

Bitácora II: Valladolid, 2 de junio de 2218. (6)

Bitácora III: Valladolid, 30 de octubre de

2218. (8)

Bitácora IV: 31 de diciembre de 2218. (10)

Bitácora V: 6 de enero de 2219. (12)

VENUS – MERCURIO (14)

Bitácora VI: 8 de febrero de 2219. (15)

Bitácora VII: 17 de febrero de 2219. (17)

MARTE (19)

Bitácora VIII: 20 de mayo de 2219. (20)

Bitácora IX: 30 de mayo de 2219. (22)

Bitácora X: 2 de junio de 2219. (24)

JÚPITER – SATURNO (26)

Bitácora XI: 25 de abril de 2220. (27)

Bitácora XII: 1 de mayo de 2221. (29)

Bitácora XIII: 5 de mayo de 2221. (31)

Bitácora XIV: 10 de mayo de 2221. (33)

Bitácora XV: 20 de mayo de 2221. (35)

Bitácora XVI: 23 de mayo de 2221. (37)

URANO – NEPTUNO (39)

Bitácora XVII: 23 de agosto de 2223. (40)

Bitácora XVIII: 28 de agosto de 2223. (42)

Bitácora XIX: 7 de febrero de 2226. (44)

Bitácora XX: 13 de febrero de 2226. (46)

Bitácora XXI: 16 de febrero de 2226. (48)

Bitácora XXII: Valladolid 17 de marzo de

2227. (49)

PLUTÓN – CARONTE (51)

Bitácora XXIII: 16 de noviembre de 2228. (52)

MÁS ALLÁ DE PLUTÓN (54)

Bitácora XXIV: 31 de diciembre de 2228. (55)

Bitácora XXV: Primavera de 2230. (57)

La Brújula de la Andrómeda - Archivo de Nómadas: Cuaderno de Bitácora

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Tierra y Luna

La Brújula de la Andrómeda - Archivo de Nómadas: Cuaderno de Bitácora

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Bitácora I

Valladolid, 21 de abril de 2218.

Hace años que el mar no es de agua y el tiempo no se cuenta por las estaciones. Y

hace tanto que partió. De ella me llegan de cuando en cuando breves noticias de

lugares lejanos. Recuerdos quebradizos que siento como pisadas en la hojarasca.

Se llama Isabel. Es mi hija y lleva mi nombre. Pero tan distinta. Decía cuando era

niña que quería recorrer todos los océanos. Decía cuando se hizo mayor mientras nos

despedíamos en el muelle antes de su primer viaje que volvería pronto. Y a su modo lo

hizo. En forma de cartas. Sé que son meras transcripciones de los mensajes

electrónicos que envía a través de las balizas del Sistema Solar y que sólo me llegan en

forma de cartas por una romántica y desusada convención que acordamos antes de

que se marchara, pero esos escasos gramos de papel color marfil texturado como una

piel -su leve solidez- en los que una computadora reproduce con milimétrica

exactitud su caligrafía, me acercan más a ella que el susurro metálico y retardado de

un mensaje de vídeo colgado en el vacío espacial.

Soy una antigua, ella siempre me lo dice.

Hace años que el mar es de tiempo y las estaciones de años. Y las cartas se

acumulan en el cajón del viejo escritorio como la piel de un árbol. Es su cuaderno –mi

cuaderno- de bitácora. Un archivo de nómadas. Al atardecer, siempre al atardecer las

leo. Vuelvo sobre su delgada letra de bramante que me recuerda su perfil de mujer. En

una de ellas me habla de un libro que lee, ella siempre lee, en las largas guardias de la

madrugada, cuando la noche es la sombra del silencio: madre, me dice, acabo de leer

a un hombre, porque ella no lee las palabras sino a las personas en las palabras, dice,

y me he acordado de ti. Es de Thomas Hardy, un inglés loco, mira:

ELLA no habría podido siquiera señalar

dónde se encuentra Blackmoor, el camino

que conduce hasta Bath, o indicar el lugar

del horizonte en que se halla el pueblo vecino.

La Brújula de la Andrómeda - Archivo de Nómadas: Cuaderno de Bitácora

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Mas sabía hacia dónde se encontraba Catay,

el cabo de Hornos o la ciudad de Bagdad,

y dónde estaba Boston y en qué lugar Bombay

podía señalar con toda claridad.

Ella no conocía el camino desierto

de Froom Mead o de Yell’ham su bosque concurrido,

pero sabía el modo de atracar en un puerto

austral y con el mar enfurecido.

Veía rielar las playas de Pattaya

bajo el ciruelo de su hortal

y escuchaba el bramido del golfo de Vizcaya

en la pequeña presa del canal.

«Mi hijo es marinero y ha surcado

todos los anchos mares del mundo conocido,

y cada vez que ha vuelto a casa me ha enseñado

dónde se encuentra cada país que ha recorrido.

¿No te parece que habla de ti y de mí? Aún permaneceré un tiempo en la estación

orbital próxima a la Luna, pero pronto partiré, creo.

Te quiero.

I.

Postdata. Desde el ojo de buey de mi camarote he visto amanecer la Tierra. Son

muy largos los días aquí.

Hace años que el mar no es de agua y que cuento el tiempo por las cartas. Y hoy

me he dado cuenta de que al partir ella, nos fuimos las dos.

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Bitácora II

Valladolid, 2 de junio de 2218.

He recibido su última carta. Comienza así:

En el muelle 3

En órbita sobre el Mare Imbrium, 32,8° N y 15,6° O, la Luna.

Sí, ya sé, ya sé, llevo meses sin escribir. Imperdonable. También sé que la disculpa

del trabajo ya no te la crees, pero es cierta… a medias. Jamás pensé que el emprender

este viaje fuera a suscitar en mí tantos recuerdos. Aún puedo rescatar en mi memoria

la primera vez que soñé con viajar a lo largo y ancho del mundo conocido como los

viejos exploradores de mares y hielos. E incluso mi fascinación la primera vez que me

dijiste que la idea de los barcos solares la habían tenido primero los egipcios hace

miles de años. Yo soñaba con viajar, y aprendiendo, leyendo, educando mis manos y

mis ojos, sin saberlo ya lo estaba haciendo… quizás por eso, ahora que estoy a punto

de cumplir ese sueño, siento cierto vértigo, una mezcla de serenidad y urgencia que

me hacen estar alerta. Y, realmente ¡aún no hemos partido!

Los entrenamientos son agotadores pero las cosas marchan. Ayer vi por primera el

velero solar. Se llama Andrómeda. Es una fragata de doce palos con un casco alargado

que recuerda el cuerpo de una libélula. Sería muy parecida a un viejo clíper si no fuera

porque es muchísimo más grande y ahusada, y porque los mástiles se despliegan en

vuelo como las varillas de un paraguas. Los que la han visto tras la botadura en sus

primeros vuelos de prueba dicen que su aspecto en plena singladura es el de una flor

fantástica de corola irisada, y desde la superficie de la Luna, sus velas de mylar la

hacen brillar como una diminuta estrella. Nosotros sólo hemos tenido oportunidad de

visitarla atracada en el muelle del astillero, pero a partir de mañana comenzaremos los

primeros vuelos de prueba en órbita lunar para familiarizarnos con ella. Al fin y al

cabo va a ser nuestro hogar durante los próximos dieciocho años. Aproximadamente

nueve de ida para alcanzar la órbita de Plutón y nueve de regreso.

La Brújula de la Andrómeda - Archivo de Nómadas: Cuaderno de Bitácora

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Desde el momento en que partamos se lanzará un nuevo velero cada año, para

reemplazar a la tripulación anterior y establecer un flujo de viajes constante dentro del

Sistema Solar. Nuestra misión, aunque me imagino que ya lo sabrás porque las

televisiones en la Tierra se han cansado de divulgarlo, es establecer la primera ruta y al

alcanzar Plutón lanzar sondas al espacio profundo. La información completa no te la

puedo contar, ya sabes… secreto.

Pero sí te puedo decir que varias de las sondas van a muchos de los lugares que de

niña me señalabas en los libros con aquellas mezclas de letras y números tan extrañas

del catálogo de Messier, pero de las que yo guardo los nombres que les dieron los

antiguos, mucho más hermosos, ¿te acuerdas? La constelación de Acuario, la del

Delfín porque recuerda a uno saltando fuera del agua, también a las Nubes de

Magallanes, la nebulosa de la Medusa o lugares más allá de Orión, el gigante al que el

mar no cubría…

¿Sabes? Me recuerda aquel poema sobre el mar que me contabas que escribió tu

bisabuelo, hace tantos años y que decía:

Es en las cartas de navegar

el arco de los meridianos,

y el iris brumoso de las nebulosas

en el negro mineral del espacio.

Creo recordar que se llamaba Héctor. Lo buscaré en el e-media que me regalaste

con todos aquellos libros, películas, músicas y sonidos que me recuerdan tanto nuestra

casa.

Pero eso será esta noche.

Bueno, tengo que dejarte.

Y sí, intentaré escribir más, lo prometo.

I.

PD: Mañana vamos a dar un paseo por el Mare Imbrium, el Mar de las Lluvias,

porque también en la Luna hay mares.

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Bitácora III

Valladolid, 30 de octubre de 2218.

Cerca y Lejos

Ella me hablaba en su última carta del Mar de las Lluvias y hoy, durante la tarde,

mientras el aguacero restalla contra los cristales de la casa empujado por el viento, me

siento muy cerca de ella. Tan cerca que la casa se me ha hecho camarote y miro por

mis ventanas y la imagino oteando por su ojo de buey en la Andrómeda los océanos

lunares y las profundidades del espacio con su eco abisal. Y me detengo sobre una de

las gotas que la lluvia le regala al cristal como ella se detiene en el minúsculo destello

pulsante de una estrella lejanísima. Y lo cercano atrapa a lo lejano y el universo se

pliega a la infinita pequeñez de la gota. Los dioses nos miran con microscopio y

nosotros inventamos los telescopios para mirar cara a cara a los dioses. Así sé de

Júpiter y Saturno, o del lejano Plutón como de las diatomeas.

Y mientras yo escucho el ulular del viento y veo las hierbas cortadas y las hojas

muertas levantarse en espirales de bruja hacia el cielo donde el sol cae, ella quizás

observe las hélices de un ciclón blanco sobre la silueta de los océanos y el amanecer o

el ocaso tras la curvatura de la Tierra o el desplazamiento de estrellas y satélites sobre

la materia silenciosa y negra del cosmos.

Ese lugar que me recuerda a Thomas Hood cuando escribe:

Hay un silencio donde nunca ha habido sonido,

Hay un silencio donde no puede haber sonido,

En la fría tumba, bajo el mar profundo, profundo,

Cuanto más grandes nos hacemos más pequeños nos descubrimos, me decía siendo

aún pequeña. Y pienso que una agradecería, que de las profundidades de ese abismo

llegara, algún día, un eco amigable que desde más allá de esa soledad, como el canto

de una ballena en las oscuridades del océano, nos regalara la sensación de que no

estamos solos en este inmenso y misterioso Universo.

La Brújula de la Andrómeda - Archivo de Nómadas: Cuaderno de Bitácora

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Entonces abro la ventana y me asomo fuera, porque ella no puede, y sobre la

llanura verde el último sol de la tarde y la borrasca inventan un arco iris, y así la

atmósfera también me regala una pequeña y perfecta forma de nebulosa.

Cuando les digo a mis amigas que mi hija está en la Luna se ríen y piensan que

estoy loca. Ella me cuenta en sus cartas historias de mares de piedra por los que pasea

en la vieja Selene y entonces yo imagino lejanas y brumosas voces de sirena de barco.

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Bitácora IV

31 de diciembre de 2218.

Colonia Selene I. Superficie de la Luna.

Hemos descendido hace unas semanas de la estación orbital y ahora estamos

finalizando la fase de entrenamiento para tripular la Andrómeda. Vamos a ser 25 a

bordo entre personal científico, técnico y pilotos, además de varios androides que

harán las labores de mantenimiento. Las velas –deberías verlas desplegadas, en verdad

nos hacen parecer una mariposa- son siete y mide cada una 1 km2 de superficie.

También llevamos a bordo tres láseres empleados para generar una corriente continua

de fuerza solar en momentos de maniobras delicadas o de calma chicha cuando nos

alejemos demasiado del sol. El sistema de navegación está guiado por un complejo de

computadoras cuánticas, pero, aún en su tremenda sofisticación debe tener en cuenta

–como antaño- el curso de las estrellas.

Curioso ¿verdad? Todas estas cosas me recuerdan el momento en que todo cambió.

Cuando el Atlántico era una frontera insondable llena de monstruosos dragones,

donde reinaba la amenaza del craken y que terminaba en una caída de agua de

infinita profundidad, cuando el único abismo en el que podemos caer es el de nuestra

ignorancia acerca de este inmenso y mágico Universo. Tú siempre me lo recordabas

cuando me leías a Baudelaire que decía:

¡Ven! ¡oh, ven viajero en los sueños,

más allá de lo posible, más allá de lo conocido!

Más allá de lo conocido. ¿Y qué es aprender sino eso?

A veces salimos a dar cortos paseos por el Mar Imbrium, ya sabes, el Mar de las

Lluvias. Un mar gris de basalto y sombras rodeado por montañas que son como

gigantescas olas congeladas, sobre las que se recorta el perfil del cráter Arquímedes.

Ojalá pudieras sentir su sobrecogedora quietud probablemente semejante a la calma

en altamar, cuando el rugido del agua se convierte en un compañero tan habitual que

La Brújula de la Andrómeda - Archivo de Nómadas: Cuaderno de Bitácora

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su voz adormece los sentidos y no dejas de oír otra cosa que no sean tus propios

pensamientos. Algunas veces, antes de dormir, me siento frente al ojo de buey de mi

camarote y me llevo al oído la caracola que me regalaste cuando era niña. Y puedo

imaginar en este desolado y hermoso mar gris el agua fantasma de las olas de mi

caracola rompiendo contra el silencio.

Te recuerdo.

Te extraño.

I.

P.D. Feliz Año Nuevo.

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Bitácora V

6 de enero de 2219.

En el muelle 3 de la estación Internacional Prometeo SS1.

En órbita sobre el Mare Imbrium, 32,8° N y 15,6° O, la Luna.

La partida.

Hoy, antes de la partida me ha dado por pensar de dónde me vinieron esas ganas

de marcharme, de viajar. Y tengo que reconocer que en parte la culpa es tuya. Tuya y

de Moby Dick. Tengo grabado a fuego en mi memoria sus primeras líneas:

“Llamadme Ismael. Hace algunos años, encontrándome con muy poco o ningún

dinero en el bolsillo y sin nada de particular en tierra que tuviera especial interés para

mí, se me ocurrió ponerme a navegar, con el fin de ver la parte acuosa del globo

terráqueo. Siempre que empiezo a sentir que un rictus sombrío me contrae los labios,

que los ojos se me nublan y que la melancolía se me apodera del alma, creo llegado el

momento de hacerme a la mar lo más aprisa posible.”

¿Recuerdas? Me la regalaste con apenas doce años. Y mucho tiempo después me di

cuenta hasta qué punto ésta y muchas de las lecturas que me mostraste se me

convirtieron en brújulas y portulanos. Sembraste en mí la necesidad de descubrir, que

ya en sí se tornó descubrimiento. Y comenzó todo este insospechado viaje. Descubrir

quién era sin nadie a mi alrededor que me lo dijese. Al final, la descripción que

tenemos de nosotros mismos se convierte en un retrato sesgado, incierto si sólo está

compuesto de las impresiones que provocamos en los demás por bien intencionadas

que éstas sean. Me niego a ser aquello que se espera que sea. Prefiero ser sin más yo y

mis penumbras.

Todo esto lo he pensado hoy, horas antes de que comenzáramos nuestra

singladura. Me pregunto si los viejos marinos de siglos atrás tuvieron la misma

sensación de desarraigo de la tierra firme, del hogar y al mismo tiempo el súbito

descubrimiento de pertenencia a algo infinitamente más grande y lejano como el

La Brújula de la Andrómeda - Archivo de Nómadas: Cuaderno de Bitácora

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océano. Porque yo me siento así. Fuera de todo lo que me dijo cómo soy, cómo seré,

incluso cómo fui, escucho por vez primera una voz que no me dice quién soy. Se

limita a estar junto a mí y a no abandonarme.

Esa voz soy yo misma. Y no me asusta esta nueva compañía. Siempre pensé que las

personas hablamos para hacernos oír por los demás. Ahora sé que en medio de este

tumulto ensordecedor que es la vida, las más de las veces hablamos para oírnos a

nosotros mismos, igual que nos pellizcamos para saber que no estamos soñando.

Cuando hemos soltado amarras, he mirado las dársenas, el muelle de atraque de la

nave. Pero allí no había hombres embutidos en abrigos con sombreros ocultándoles

los ojos bañados en lágrimas mientras sus hijos parten hacia el otro lado del mar, que

entonces era el otro lado del mundo, o de la vida. No hay mujeres silentes

preparándose para albergar en el corazón una ausencia perenne. Sólo hay cámaras que

retransmitirán con minutos de retardo la partida a la Tierra, donde muchas personas,

al otro lado de sus pantallas, contemplarán este rito de infinita antigüedad con

rutinaria ansiedad televisiva, mientras unos androides flotando a gravedad cero, en un

rasgo de herencia humana que llevan escrito en sus códigos, hacen oscilar sus manos

metálicas ante mí en un último y silencioso saludo.

Tranquila. Me encuentro bien aunque notes que me encuentro algo meditabunda.

Por aquí dicen que no te haces marino cuando navegas sino cuando comienzas a

hablar contigo mismo.

Quizás sea eso.

Un beso muy grande.

La próxima carta puede tardar algo en llegarte. Para entonces es posible que

estemos alcanzando la órbita de Venus. Ya sé, ya sé, le saludaré de tu parte.

I.

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Venus y Mercurio

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Bitácora VI

8 de febrero de 2219.

Sobre Ishtar Terra.

Avistamos los Océanos de lava de Venus.

Cuánto tiempo desde la última comunicación. Me imagino que de la mayoría de las

cosas ya te estarás enterando a través de las noticias que sobre nuestra misión dará la

televisión, aunque tampoco me sorprendería que tras la novedad, hubiéramos sido

relegados al olvido en los informativos para dejar paso a concursos y deportes. Pero

antes que nada, me encuentro perfectamente. He perdido un poco de peso por el

sistema de comidas que llevamos a bordo, pero nada de importancia. Las cosas del

espacio van despacio, ya sabes, aunque nosotros hace ya tiempo que volamos a una

velocidad media de 80.000 kilómetros por hora. Sin embargo, todo parece moverse a

cámara lenta cuando lo observas. En la Andrómeda tenemos una cabina con una

ventana especial, mucho más grande que los ojos de buey, en la que algunos pasamos

los pocos ratos libres de que disponemos, observando la noche exterior cuajada de

estrellas, dejando reposar la mente en el negro profundo que nos envuelve como si

fuera la línea larga y curvada del horizonte marino. Y si te olvidas del zumbido

eléctrico constante que tapiza la cabina del Mirador, puedes llegar a escuchar un

silencio difuso que recuerda el susurro de una meditación. Hace unas semanas que

alcanzamos la órbita exterior de Venus. El sol aquí amanece por el oeste y dibuja su

crepúsculo por el este. Es un planeta nocturno ya que nunca llega a su superficie la

luz del sol y el único de nuestro pequeño sistema -además de la vieja Tierra- que

tiene nombre de mujer. Debería decir que nos encontramos en órbita elíptica

estacionaria a una altura entre 66.000 y 250 kilómetros en torno al planeta, pero me

gusta más pensar que voy en un barco, así que te diré que hemos echado el ancla

sobre Isthar Terra, el más pequeño de los continentes que conocemos en Venus. Está

en el norte, cerca del polo y tiene un tamaño parecido al de Australia. Es alto, sabes,

como un escalón en la piel del planeta, un altiplano de roca si lo comparas con el

monte Maxwell que se encuentra al este, con Frejya al norte, con Akna al oeste o con

La Brújula de la Andrómeda - Archivo de Nómadas: Cuaderno de Bitácora

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Danu al sur. En su centro hay una llanura que es como una mano posada sobre una

inmensa laja de piedra que se llama Lakshmi. Y también tiene volcanes como el

Sacajawea y el Colette. Pero el que más me impresiona es el que llaman Cleopatra.

Cuánta mujer en este planeta que es casi gemelo de la Tierra ¿verdad? Un sueño para

la imaginación y un mundo de dióxido de carbono y piel de basalto, ardiente y hostil

como un infierno en realidad. Hemos enviado una sonda -la hemos llamado Ícaro-

hacia Mercurio, sobre el volcán Rembrandt y a continuación reemprenderemos el viaje

de regreso por otra ruta, para pasar cerca de la Tierra camino de Marte.

Ignoro cuándo te podré volver a escribir, pero recibe todo mi cariño en esta botella

lanzada al mar.

I.

La Brújula de la Andrómeda - Archivo de Nómadas: Cuaderno de Bitácora

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Bitácora VII

17 de febrero de 2219.

Abandonando la órbita de Venus.

Camino de Marte, nos han llegado las primeras imágenes de la Ícaro. Mercurio se

me ha mostrado distinto y mira que lo hemos estudiado juntas desde las imágenes

que mandó hace ya más de dos siglos la Messenger hasta las más modernas, como se

miran las fotografías de un hijo desde la infancia hasta que se hace mayor, como se le

hacen pequeños y extraños zapatos y pantalones, el sorprendente reemplazo de las

camisas que se agrandan de pronto y no caben en los percheros de los armarios... He

recordado entonces cuando tú bromeabas diciendo que en el álbum de fotos de la

familia había, más que tíos y hermanos, galaxias y planetas. Tenías razón. Por eso,

hoy, ante las imágenes de alta resolución de este pequeño desierto, he sentido que

volvía a ver a un hermano mayor que vive lejos, al que sólo se ve muy de vez en

cuando, a la vez conocido y desconocido.

Su aspecto sigue siendo el de una pequeña esfera cubierta por cráteres de impacto

de todos los tamaños que recuerdan la piel erosionada de una vieja guayaba. Este

viejo cascarón lleva millones de años cazando meteoros y cometas que han dejado

profundas cicatrices en su piel, como si fuera una red de cazar mariposas. No te haces

a la idea del calor y del frío que puede hacer en su superficie, de donde nos han

llegado lecturas de más de 400 grados a pleno día cuando el viento solar lo arrasa

como si fuera una canica de hierro bajo el fuego de un soplete, hasta los 180 bajo

cero que te puede regalar la noche más fresca.

Hay un cráter grandísimo, el Caloris -ya te puedes imaginar porque le pusieron el

nombre-, el mayor de Mercurio, que me fascina; se formó después de que chocara

contra su superficie un meteoro de considerables dimensiones. El golpe fue tan fuerte

que brotaron por la herida auténticos ríos de lava y se levantaron ondas concéntricas

como cuando una gota de agua choca contra la arena en un día de lluvia. Bueno,

pues soportando ese calor por fuera, su lecho interior está cubierto por el hielo.

La Brújula de la Andrómeda - Archivo de Nómadas: Cuaderno de Bitácora

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Es fascinante volver a comprobar hasta qué punto se parecen algunas personas a

los planetas ¿verdad?

El Sol se ve allí casi tres veces más grande que en la Tierra. Contemplar un

atardecer en él tiene que ser magnífico y aterrador, y de noche, mientras todo se

congela, desde alguna de sus fallas, se tiene que ver la Tierra como una diminuta

estrella azul.

¿Siguen siendo allí igual de hermosos los atardeceres? No te pierdas ninguno. Si tú

los ves, siento que aún los tengo delante de mis ojos.

Besos.

I.

Por cierto, estoy releyendo Lucky Star y el gran Sol de Mercurio de Isaac Asimov.

Qué ingenuo, pero qué buenos recuerdos me trae a la memoria.

La Brújula de la Andrómeda - Archivo de Nómadas: Cuaderno de Bitácora

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Marte

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Bitácora VIII

20 de mayo de 2219.

Ascensores espaciales en la meseta de Tharsis en Marte.

Recuperando un meteoro en el monte Olympo.

Ha sido increíble. Todos lo habíamos estudiado pero sólo tres miembros de nuestra

tripulación, con muchas horas de vuelos espaciales a sus espaldas lo habían visto.

Bueno, perdona. Te estarás preguntando ¿Mi hija se ha vuelto loca? ¿De qué me está

hablando? Pues del ascensor espacial de la estación minera de Tharsis, en Marte. La

meseta de Tharsis es una planicie bastante alta, donde nace el Noctis Laberynthus -un

profundísimo cañón que forma parte del valle del Mariner- pero que parece bajísima

cuando ves descollar las cimas de los montes Arsia, Pavonis y Ascraeus, y sobre todo la

del Monte Olympo erizada de chimeneas que es tres veces más alto que el Everest y

tiene unas escarpaduras y farallones de vértigo que van decayendo durante cientos de

kilómetros hasta suelo marciano de tal forma que desde su cima es imposible ver el

final, y desde la superficie, aunque el día sea claro, es imposible observar la cima,

dándote la sensación de que has topado con una altísima pared formada por

desmesuradas olas de basalto que se estrellan contra un inexplorado vacío.

Cuando nosotros descendimos hasta la plataforma de atraque donde está la cabina

de recepción del ascensor, cruzando unas nubes de tonos amarillos y azules, la

atmósfera parecía relativamente tranquila, pero apenas unos días antes, había cesado

una tremenda tormenta que había estado azotando toda la superficie de Tharsis

durante varios meses.

A medida que nos aproximábamos, fuimos viendo cómo iban apareciendo las

plataformas del resto de los ascensores -son más de veinte ya- y volamos entre ellos

como si fuéramos peces en un bosque de kelp y nadáramos sobre una pradera de

posidonias en el Pacífico.

Ya sé que para ti la idea de un ascensor que vaya desde la superficie del planeta

hasta la parte más alta de su atmósfera te sigue pareciendo una idea de ciencia

La Brújula de la Andrómeda - Archivo de Nómadas: Cuaderno de Bitácora

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ficción, pero recuerda que los primeros proyectos se hicieron al principio del siglo XXI,

y que incluso cuando el ser humano pisó por primera vez la luna, apenas 68 años

antes H. G. Wells ya lo había imaginado en sus libros.

En el fondo la idea es tan sencilla que resulta increíble, porque quién no ha jugado

alguna vez al yo-yo, haciéndolo girar pendiente al final de la cuerda mientras rota.

Pues el principio es el mismo, sólo que el yo-yo es más grande y la cuerda es de

nanotubos de carbono de varios millares de kilómetros de largo, que son mantenidos

por unos micro-robots araña que recorren constantemente el tubo reparándolo.

Los robots de la estación minera de Tharsis han localizado los restos de un extraño

meteoro incrustado en un depósito de hielo del subsuelo que contiene material

desconocido. Nosotros nos hemos encargado de recogerlo -probablemente sea el

paquete postal más caro de la historia- y a partir de ahora tendremos que analizarlo e

investigar su origen. Quién sabe lo qué traerá a cuestas este viajero.

Siento haberme puesto pesada con lo del ascensor, pero deberías haberlo visto.

Pese a todo lo que te he contado sigo teniendo la sensación de no tener palabras.

Quizás sea cierto que hay que inventar nuevas expresiones para este nuevo mundo.

Cada vez comprendo mejor a los viejos navegantes que rebautizaron antiguas

ciudades y desconocidos océanos con los nombres de mares y ciudades ya

descubiertos y sin embargo, nuevos, para luego olvidar los de sus hogares y aprender

de los desconocidos habitantes de aquellas tierras nuevas voces con las que volver a

llamarlo todo. Pero dudo que nosotros tropecemos con alguien por aquí. Por lo demás

todo va sobre ruedas con el resto de la tripulación a bordo. Cada uno de nosotros

pertenece a un país diferente pero hemos logrado inventar una pequeña familia. Estoy

bien, sé cuidarme, y ya sabes si quieres verme durante unos meses estaremos en órbita

en torno a Marte, así que por la mañana, cuando veas el Lucero del alba, piensa que

yo estoy dando vueltas a su alrededor como en un diminuto carrusel.

Besos.

I.

La Brújula de la Andrómeda - Archivo de Nómadas: Cuaderno de Bitácora

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Bitácora IX

30 de mayo de 2219.

En órbita en torno a Marte próximos a Phobos.

Te escribo estas líneas mientras observo desde el mirador de la Andrómeda antes de

regresar al puente para la maniobra de aproximación, la silueta de Phobos

recortándose sobre la superficie de Marte mientras sobre sus llanuras se desata una

enorme tormenta de viento.

Phobos es una roca de aspecto áspero con un cráter enorme llamado Stickney en

honor de Chloe Angeline Stickney. Es curioso que su nombre signifique miedo cuando

a mí me produce el efecto de una terrible soledad. Es la luna más grande de Marte y

también la más próxima. Está a menos de 6000 kilómetros, la distancia en línea recta

entre Valladolid y Samarcanda o las orillas del Lago Victoria. Las fuerzas de la marea

gravitatoria hacen que cada vez pase en su órbita más cerca de su superficie, y eso

hará que algún día caiga como una bola que baila dentro de una ruleta y acaba

encontrando su casilla. Pero eso pasará dentro de millones de años, porque el reloj del

Sistema Solar es como un viejo carillón en el que el tiempo siempre es mucho más

largo y Phobos sólo es el resto de un viejo pecio que aguarda a que la marea lo lleve a

la orilla, entre las dunas de Marte.

Estos últimos días han sido apasionantes pero también agotadores. Hemos estado

comprobando la evolución de la terraformación en Marte. Ya sabes, aquel viejo sueño

que dio comienzo a mediados del siglo XXI. Transformar la atmósfera del planeta para

hacerlo habitable cuando casi habíamos acabado con el nuestro. Al principio sólo era

un vaga imagen en las mentes de los escritores como lo fue el viaje de Jules Verne a

la Luna. Después llegaron las primeras misiones tripuladas, el desarrollo tecnológico

que nos permitió controlar el efecto invernadero en la Tierra. Más tarde la invención

del Bosque de Espejos de Montag -ya sabes los que se construyeron a principios del

siglo XXII a 225.000 kms. de Marte- que reflejan la luz solar sobre su Polo Sur

subiendo su temperatura. Y luego la siembra de microorganismos diseñados por

La Brújula de la Andrómeda - Archivo de Nómadas: Cuaderno de Bitácora

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ingeniería genética para transformar el regolito y así convertir aquel gélido y árido

suelo en un nuevo hogar.

Pues bien, Marte inhóspito y guerrero, donde los cuerpos se tornan livianos, está

cambiando. Y dentro de unas pocas décadas habrá un ser humano, quizás una mujer

-quién sabe dónde habrá nacido- que verá correr el agua por los ríos de Marte...

Pero esa no seré yo.

Pese a todo, como su día solar es apenas unos minutos más largo que el de la

Tierra, me siento un poco en casa, aunque no puedo decir lo mismo de su año que

dura 687 días terrestres.

Es hermoso estar en un lugar en el momento en que cambia todo. Creo que debe

de ser lo más parecido a nacer o a morir.

Nuestro Areógrafo dice que cuando ahora miramos todos los cráteres de impacto,

los campos de lava, los volcanes, cauces secos de ríos y las dunas de arena que oscilan

entre el amarillo y el rojo anaranjado, podemos estar viendo lo que será un fondo

marino.

Se llama Ysmail. Nos hemos hecho buenos amigos. Cuando me preguntó de dónde

me viene esta curiosidad que me ha hecho tan viajera le dije que de ti, y entonces,

metiendo una mano en el bolsillo cogió algo y me lo tendió. Me dijo, mira para tu

madre y me regaló un trozo de roca de un rojo terroso y suave, un pedazo de Marte.

No te preocupes. Te lo enviaré a través de una de las naves de suministros de la

mina.

Tengo que dejarte ya. Me llaman.

Besos. Muchos besos.

I.

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Bitácora X

2 de junio de 2219.

En las proximidades de Hellas Planitia (Marte).

Es extraño, pero sólo a ti puedo contártelo. Hoy ha muerto mi amigo Ysmail.

Sepultado bajo las rocas en la cuenca de impacto Hellas Planitia, en el hemisferio sur.

El cráter de Hellas es como la huella de un tremendo puñetazo de 2.000 kilómetros

de diámetro y cerca de seis de profundidad sobre suelo marciano. A Ysmail le parecía

hermosa.

“¡Qué colosal fuerza la de ese golpe en la roca!”, decía fascinado mientras

caminaba por la falda de una de sus imponentes crestas la última vez que le vi, “¡Qué

fascinante el azar cuando se vuelve destino!”.

Apenas cinco horas más tarde una tormenta de viento -son tan violentas como

frecuentes aquí y peligrosas- le aisló del resto del grupo. Cuando le encontramos

descubrimos que le había arrastrado un alud de rocas mientras recogía muestras del

permafrost.

Es el primer ser humano que muere en Marte.

Y hoy todos nos hemos sentido tremendamente solos. Pero era una soledad hostil

que nos aislaba a los unos de los otros. La psiquiatra de a bordo me ha dicho que

toda muerte entraña cierta culpa y sentimiento de pérdida que poco a poco va

tomando la forma de duelo, y que ese duelo es privado. Pero que cuando eso se

produce en la tripulación de una nave, a esa pérdida hay que añadirle otra que es

compartida por todos, la que siembra en el ánimo el dejar atrás irremisiblemente el

lugar en el que queda el último recuerdo del que murió.

Y que ambas chocan como dos guijarros que buscan encender fuego.

Es algo que se puede recordar hasta el infinito pero para lo que no queda

posibilidad de reparación ni de rescate. Semejante a una herida dentro de otra herida.

Como si la muerte sucediera dos veces.

El hecho de no poder regresar acentúa un sentimiento de abandono que hace esa

pérdida aún más irreparable. Los marineros de otros tiempos lo sabían bien. Por eso

La Brújula de la Andrómeda - Archivo de Nómadas: Cuaderno de Bitácora

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echaban sus cuerpos al agua. Y a su modo regresaban siempre, en cualquier lugar del

océano, aunque eso significara no volver nunca. Y para muchos, el mar se volvía

tumba y hogar, no por el tiempo que pasaban en él, sino porque era el lugar al que

necesitaban volver para sentirse en casa.

Y a partir de ese momento, su casa –la de verdad- quedaba lejos para siempre.

Porque uno siempre desea retornar al lugar de su pérdida, que no está en el solar que

le vio nacer ni tan siquiera la ciudad o la aldea que albergó sus primeros pasos, sino

en aquel rincón en el que se encuentra con sus ausencias.

El lugar donde está lo primero que perdiste.

Hoy me he sentido completamente sola y frágil como la luz de una vela.

Por eso sólo a ti puedo contártelo.

Hoy es el primer día que lo hubiera dado todo por estar de nuevo en casa.

Te quiero.

Más que nunca.

I.

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Júpiter y Saturno

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Bitácora XI

25 de abril de 2220.

En la órbita de Io, en las proximidades de Júpiter,

frente al archipiélago de manchas rojas.

Aquí estoy de nuevo y por cierto más animada que la última vez que te escribí. El

duelo por la muerte de Ysmail ha sido muy duro, pero aquello que nos aisló al

principio, ahora nos ha unido a todos aún más, como a los soldados que pierden a un

camarada en una batalla. El recuerdo sigue ahí, seguirá ahí siempre, pero como tú me

dijiste: eso también pasará.

Hemos tardado unos meses, un poco más de los previsto, pero acabamos de

alcanzar Io, la luna más cercana a Júpiter, una roca erizada de montañas y volcanes

que vomitan azufre y hierro como si fueran fuentes, hasta el punto de que su

superficie, de rasgos muy acentuados, está en continua transformación por estar

lavada por las sucesivas oleadas de materia fundida.

Es una luna que nunca tiene el mismo rostro.

Aunque la llamaron así por ser una de las amantes de Zeus, una virgen digna de un

dios, te confieso que es lo más parecido que he visto en mi vida a un dragón. En su

suelo existen lagunas y flujos que podríamos llamar torrentes de azufre fundido. Pero

nada de ello es comparable, cuando ves a esta diminuta luna corriendo por encima del

excepcional y veloz Júpiter, un planeta sin superficie interior definida, sin rostro, un

planeta rodeado por tormentas que le confieren el aura de un espíritu o del fantasma

de un gigante.

Quizás debió de ser una estrella y en él cabrían 1.317 Tierras.

A veces mientras le observo desde el Mirador de la Andrómeda, me imagino a esta

estrella fallida, como a un Adán expulsado del paraíso, o como a un dios expulsado

del Olympo, mirándome desde su gran mancha roja semejante al ojo de un cíclope.

Condenado a ser el más grande entre los planetas, pero sabiendo en su fuero interno,

en su recóndito corazón oculto que no pudo llegar a ser estrella. Ya ves, yo también

La Brújula de la Andrómeda - Archivo de Nómadas: Cuaderno de Bitácora

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humanizo a estas enormes esferas de gas y rocas, quizás porque no puedo evitar al

mirar ahí afuera sentir una terrible nostalgia de un tiempo remotísimo, una suerte de

útero originario al que todos pertenecemos. Igual que los griegos, o los andinos,

condenada a medir el Universo como los humanos, miró con eterna nostalgia las

estrellas.

Estaremos poco tiempo aquí, mientras estudiamos en profundidad otras manchas

rojas que han aparecido en otras latitudes del planeta.

Espero que sigas encontrándote bien y que no te preocupes tanto por mí. Me

ayuda imaginarte sentada en el porche, a la puerta de la casa, con una taza de café en

las manos y viendo como el viento levanta olas en las espigas. Saluda de mi parte a

los campos.

Yo con Júpiter, tú junto a Ceres. En el fondo siempre, de alguna manera, juntas.

Te quiero.

I.

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Bitácora XII

1 de mayo de 2221.

De reparaciones en Titán.

Hoy te escribo desde Titán, la luna más grande que orbita en torno a Saturno,

donde hemos tenido que poner a la Andrómeda en “dique seco” para hacer una serie

de reparaciones en la arboladura y en el paño de las velas que una pequeña tormenta

de meteoros microscópicos perforó como si fuera el ala de una mariposa.

De manera que aprovecharemos para echar una ojeada. Es incluso más grande que

el viejo Mercurio. Ya ves, un satélite que podría ser planeta. Aquí la atmósfera que

envuelve la curva de su silueta que se recorta sobre el inmenso Saturno, es difusa y se

ofrece a la vista como una paisaje de arena y viento. Es azul amarillenta, como un

desierto a orillas del mar barrido por el Harmatán. Sólo que a diferencia de un desierto

éste es el único lugar de todo el Sistema Solar -además de la Tierra- en el que llueve.

Sí, llueve. Una bruma de metano aparece al amanecer semejante a la de nuestros

mares que busca la costa hasta tropezar con las montañas donde se condensa y

precipita igual que el vapor de una olla lo hace en la tapa y en sus paredes de metal.

Sí, llueve con cierta frecuencia. Aunque lo que llueve es metano líquido.

Es mitad hielo y mitad roca, y su paisaje recuerda enormemente al de algunos

desiertos de la Tierra con collados, depresiones y gargantas, dunas surcadas por ríos y

algaidas a orillas de mares de metano.

Sin embargo, la temperatura es bajísima. Muchísimo más baja que en los polos de

nuestro planeta.

Continuaremos viaje sin mayores contratiempos una vez que terminen las

reparaciones de la arboladura, aunque en el ánimo de todos, pese a lo que nos

ayudamos, empieza a pesar la sombra del deseo de regresar a casa. Y es que ya han

pasado casi tres años.

La Brújula de la Andrómeda - Archivo de Nómadas: Cuaderno de Bitácora

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Cada vez falta menos.

Ya te contaré.

Besos.

I.

P.D: Es posible que en unos días descendamos a la superficie para hacer una

exploración del subsuelo en una altiplanicie que es casi un continente y que se llama

Xanadú, en busca de un océano subterráneo.

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Bitácora XIII

5 de mayo de 2221.

Océanos subterráneos en Titán.

Apenas hace unas horas que hemos regresado de realizar la exploración, aunque

con el retardo y los controles de las comunicaciones me imagino que tardarás al

menos cuatro meses en recibir mi carta. Pero te puedo decir, que tras mi estancia de

preparación en las bases del Polo Sur en la Tierra nunca llegué a imaginar un lugar

tan frío ni tan hermoso. Montañas pálidas y colinas leves apenas intuidas a través de

la bruma de nitrógeno y metano que constantemente empaña nuestras escafandras

junto a un mar de metano plástico y sin olas como una inmensa charca sobre cuya

superficie tersa se reflejan pequeñas islas... y hacia el interior canales regados por las

últimas lluvias que tienen un vago aspecto de barro húmedo, con piedras de hielo

desperdigadas. Es como caminar dentro de un whisky on the rocks, sólo que alguien

se ha bebido el whisky.

Mientras avanzamos en fila, hacia la cueva en la que vamos a aventurarnos, no

puedo evitar acordarme de aquel poema de Samuel Taylor Coleridge, recuerdas:

En Xanadú, Kubla Khan

mandó que levantaran su cúpula señera:

allí donde discurre Alfa, el río sagrado,

por cavernas que nunca ha sondeado el hombre,

hacia una mar que el sol no alcanza nunca.

Vamos a entrar en esa caverna. Como el profesor Otto Lidenbrock tras las huellas

de Arne Saknussemm en el Viaje al centro de la Tierra que leíamos y releíamos cuando

era niña, recordé las palabras de su sobrino Axel junto al océano subterráneo:

“Yo contemplaba en silencio todas estas maravillas. Faltábanme las palabras para

manifestar mis sensaciones. Creía hallarme transportado a algún planeta remoto, a

La Brújula de la Andrómeda - Archivo de Nómadas: Cuaderno de Bitácora

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Neptuno o Urano, por ejemplo, y que en él presenciaba fenómenos de los que mi

naturaleza terrenal no tenía noción alguna. Mis nuevas sensaciones requerían palabras

nuevas, y mi imaginación no me las suministraba. Contemplábalo todo con muda

admiración no exenta de cierto terror.”

En ese momento yo era Axel. Era yo quien necesitaba palabras nuevas, o mejor

dicho dar cabida en viejas palabras a nuevas sensaciones y significados. Caminamos

con sumo cuidado dentro de aquella cueva erizada de cristales de hielo. Nuestra

exploración no podía ser muy larga dado lo limitado de nuestras reservas de oxígeno,

pero tomamos numerosas muestras e hicimos mediciones de todo tipo para

determinar la posible existencia de grandes bolsas de hidrocarburos en el interior.

Luego regresamos al módulo de exploración y de ahí a la Andrómeda.

Volver a ver algo parecido a un paisaje ha sido algo que me ha devuelto la

esperanza en este viaje. Aunque te parezca mentira, había olvidado que pese a la larga

soledad, la inmensa distancia que nos separa de casa o al trabajo agotador, somos

unos privilegiados. La oportunidad de descubrir, el acto de aprender, la invención de

un saber nunca alumbrado es algo indescriptible y probablemente la mayor conquista

individual que pueda realizar un ser humano.

Y poder contártelo, aunque sea a millones de kilómetros de distancia o años de

tiempo, me devuelve a mi ser más que ningún otro descubrimiento.

Esta noche volveré a leer el Viaje al centro de la Tierra en mi e-media. Y si tú lo

haces también, aunque tenga que ser forzosamente cuando te llegue este mensaje,

tendré la ilusión de que, como cuando era niña, pasamos juntas las páginas.

Recibe todo mi cariño.

I.

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Bitácora XIV

10 de mayo de 2221.

Titán nos despide con una tormenta tropical.

Aquí estoy de nuevo. No es la primera vez que observamos este fenómeno, pero sí

la primera vez que es registrado en primera fila de butacas.

Comenzó en el hemisferio sur del satélite, con un vórtice increíblemente grande.

Para que te hagas a la idea cuando alcanzó su mayor tamaño sería como la superficie

de España si la multiplicáramos por seis. Aquí en Titán, el clima es habitualmente

bastante tranquilo, con sus brumas de una quietud que hace que hasta el tiempo

parezca estancado. Pero de vez en cuando esa aparente calma se rompe por unos

fuertes vientos debidos a su compleja circulación atmosférica, que recuerda un poco a

la de la Tierra, y a la poderosa fuerza de marea gravitatoria que Saturno ejerce sobre

el satélite. No tienes más que recordar cómo se comportan nuestros vientos y océanos

por nuestra Luna.

Incluso cómo nos comportamos nosotros.

Todos andamos últimamente un poco “lunáticos” y la perspectiva de explorar en

los próximos días los anillos de Saturno nos tiene verdaderamente en ebullición.

Por eso en cuanto puedo regreso al Mirador para relajarme; me pierdo en la solitud

del Cosmos, mientras escucho alguna de las viejas melodías que me grabaste en mi e-

media y que me acompañan a todas horas. A veces escucho el fragor de unas olas,

otras el viento en los chopos de la ribera cerca de casa, otras una solitaria melodía de

pífano o de mandola...

A veces tu voz o el llanto de una gaita que siempre me recordará tierras lejanas.

Hoy, mientras escuchaba el tañido de unas campanas, me ha venido a la memoria uno

de tus poemas favoritos, Viaje, ¿Recuerdas?

No hay nadie en las calles o en las casas,

Ni un ruido de niño ni de ratón,

La Brújula de la Andrómeda - Archivo de Nómadas: Cuaderno de Bitácora

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Y cuando apacible cae la noche

No se encienden las luces de la ciudad.

Allí he de llegar.

Pues aquí estoy, a punto de enfrentarme al Señor de los Anillos, aunque ya sabes

que existen anillos en otros planetas, pero Saturno... es el rey.

Veremos.

Te echo de menos.

I.

P. D: Por cierto, el meteoro que recogimos en Marte, perece tener un núcleo de

carácter desconocido, del que nunca habíamos tenido noticia alguna. Seguimos con

su análisis, pero nos tiene muy intrigados. Pero ¿Qué sería de la vida sin misterio?

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Bitácora XV

20 de mayo de 2221.

Explorando los anillos de Saturno.

Recuerdo que de niña se me parecía a la cabeza de un hombre con un gran

sombrero de picador. Saturno: el dios del tiempo es una gran olla de hidrógeno y

helio, en la que cabrían más de setecientas Tierras. El primero en observar sus anillos

fue el viejo Galileo, pero con su primitivo telescopio creyó ver lunas.

Sus toroides alcanzan su plano ecuatorial desde los 6.630 km a los 120.700 kms.

por encima de su ecuador y son como unos inmensos arrecifes de hielo y de roca,

donde rompe el oleaje de la noche estelar. Su atmósfera es listada y aparentemente

lisa, como si unas manos fabulosas lo hubieran moldeado y pintado en un torno

gigante. Ese patrón de bandas oscuras y claras es similar al de Júpiter, pero menos

intenso. Sus vientos tienen bastante mal genio, y están dominados por una ancha y

velocísima corriente en el ecuador, que revuelve nubes de cristales de amoníaco, y sus

tormentas –que duran meses- disparan unos rayos que ni recuerdan a los del Zeus de

la mitología griega, pues llegan a ser 10.000 veces más potentes que los de cualquier

tormenta de la Tierra.

De hecho una de las regiones del planeta, el hemisferio sur, es conocida como

"callejón de las tormentas". William Kovalski, uno de nuestros mejores geólogos, dice

que le recuerda Kansas -un territorio de Estados Unidos-, no sólo porque él es de allí,

sino por el Mago de Oz. Desde entonces se ha empeñado en llamarme Dorothy y no

hace más que preguntarme dónde he dejado mi perro y que dónde queda el camino

de baldosas amarillas. Es un tipo agradable, y uno de los pocos que aún no ha perdido

la capacidad de reír en este viaje. Y no es que sea simplemente alguien alegre, es,

sencillamente, que pese a estar tan conmovido como nosotros por todo lo que

estamos viendo, aún no ha perdido la capacidad para soñar. Aún cree que al final del

viaje no encontraremos Plutón, sino Oz. Me ha recordado una vez más a Baudelaire:

Pero la voz me consuela diciendo: «Conserva tus sueños;

La Brújula de la Andrómeda - Archivo de Nómadas: Cuaderno de Bitácora

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¡los cuerdos no los tienen tan bellos como los locos!»

Cuando se lo he dicho, me ha mirado fijamente, se ha metido la mano en el

uniforme a la altura del ombligo y se ha marchado caminando agachado como si

fuera un pequeño Napoleón.

Cuando lo recuerdo aún siento ganas de reír.

Y aquí estamos, a la vez locos y cuerdos, cerca siempre de algo y a la vez alejados

de todo menos del increíble Saturno. En unos días vamos a conocer sus lunas

pastoras.

Te escribiré.

P. D.: Ha sido William quien me dijo que estaban desconcertados con el meteoro de

Marte. Parece que últimamente ha descubierto que el núcleo no es macizo, y anda

devanándose los sesos para abrir esa insólita caja fuerte, como él la llama.

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Bitácora XVI

23 de mayo de 2221.

Pandora y Prometeo, las lunas pastoras del anillo F.

Hoy he soñado el zumbido afilado de la honda del pastor mientras navegábamos

en las proximidades del anillo F, a 140.210 kilómetros del centro de Saturno, en busca

de Pandora y Prometeo. Lunas pastoras, curiosa idea ¿No crees? Pandora es el satélite

externo del anillo y Prometeo, algo más grande, el interno. La mayoría de los huecos

en los anillos de Saturno indican la presencia de satélites pastores. Así Mimas, guarda

la división de Cassini y Atlas pastorea el anillo A. No es sorprendente que los

bautizaran con esos nombres ya que su trabajo sólo podrían desempeñarlo gigantes.

Es su fuerza de atracción lo que mantiene agrupados los materiales de los anillos,

igual que un pastor y sus perros mantienen agrupado un rebaño. Por eso he soñado el

zumbido de la honda. Lo he soñado mientras veía agrandarse la silueta de una de las

lunas sobre la enorme curvatura de Saturno, porque me ha traído a la mente una

imagen de pastores antiguos, de llanuras silentes cobijadas por las nubes y el viento.

De su silencio roto solamente por el sonar de los cencerros y el seco ladrido de los

perros.

Recordar, soñar, ver los anillos ha sido como recorrer lentamente los surcos de un

viejo disco de vinilo, con sus bandas anchas para las canciones largas, las

discontinuidades del silencio seguidas por bandas más estrechas para la canciones más

cortas. Y todo esto mientras en el Mirador la soledad del Universo se filtra como un

oscuro y sigiloso vals.

Hoy te cuento –para ti dentro de unos meses- todo esto porque dentro de unas

horas nos sumiremos en el sueño criogénico que nos mantendrá suspendidos durante

cerca de dos años, que es lo que calculamos que tardará la Andrómeda en alcanzar las

La Brújula de la Andrómeda - Archivo de Nómadas: Cuaderno de Bitácora

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proximidades de Urano. Y no sé qué ensoñaciones me acompañarán en una noche tan

larga.

Sólo quería decirte que aún recuerdo todo lo que me enseñaste.

Todo.

Tengo que acostarme y no quiero decirte hasta dentro de dos años, porque decirlo

me asusta.

Digámonos hasta mañana.

Te quiero.

I.

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Urano y Neptuno

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Bitácora XVII

23 de agosto de 2223.

Desde Miranda.

Buenos días desde las cercanías de Urano. Aunque parece que me acabo de

levantar de esta siesta de dos años, realmente llevamos cerca de tres semanas

despiertos, pero hemos necesitado un tiempo para ir haciéndonos de nuevo con la

Andrómeda, que afortunadamente nos ha velado como una auténtica madre. He leído

–realmente devorado- todas las cartas acumuladas en el ordenador a lo largo del

tiempo y que sé que fuiste enviando con regularidad. Son fantásticas, y todo lo que

me cuentas en ellas, de amigos y amigas, de ti –por cierto me parece magnífico que

hayas vuelto a estudiar-, de tus viajes, de la tonelada de libros que has leído, y sobre

todo de que te encuentres bien, pese a tus dolores de espalda, me ha llenado el

corazón de esperanza. William, ya sabes el geólogo, dice que eres Glinda, la Bruja

buena del Sur de Oz. Sueña con que nos envíes unos zapatos mágicos –a los dos-

para poder hacerlos chocar y volver a casa. Pero me temo que eso no va a ser posible,

porque por aquí aún hay muchas cosas que hacer. Él ha vuelto a su meteoro

misterioso y yo estoy ahora ocupada en las observaciones de Miranda –no la de Ebro,

como podrás imaginar- sino la de aquí, en realidad el satélite natural de Urano más

pequeño. Lo descubrió Kuiper a mediados del siglo XX. Es casi una esfera de 472

kilómetros de diámetro. Y las fuerzas de marea –la atracción- entre él y Urano

parecen haberlo sobrecalentado provocando una intensa actividad geológica –la más

alta conocida del Sistema Solar- en su ya de por si accidentada geografía, en la que

estamos pudiendo ver cañones de hasta veinte kilómetros de profundidad, que dejan

al del Colorado convertido en un simple arañazo en la tierra. Las temperaturas son

muy bajas y en su mayoría el suelo parece cubierto por el hielo.

Hasta un pájaro sentiría vértigo si lo sobrevolara.

La Brújula de la Andrómeda - Archivo de Nómadas: Cuaderno de Bitácora

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Después he vuelto a sumergirme en los recuerdos.

Aún conservo en mi memoria cuando era pequeña, y me dijiste: imagina los planetas

como unas bolas, como las de billar, o como las canicas, de distintos tamaños y

pesos sobre una finísima tela extendida y suspendida en el aire sujeta por sus

esquinas.

Si las fueras depositando a distintas distancias, cada una de ellas formaría con su

peso su propio valle, como un nido en el que se asentarían.

Y entonces vi los planetas.

Como nidos de pájaro en las rocas de la costa rodeadas de un mar extenso y

profundo.

Como ya te dije en mi última carta lo recuerdo todo.

Dentro de unos días vamos a entregarnos de lleno a la observación de Urano. Te

encantaría. Es tan azul que me recuerda a la Tierra.

Te escribiré.

Te quiero.

I.

P. D:: William insiste en que nos envíes los zapatos.

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Bitácora XVIII

28 de agosto de 2223.

Urano: el gigante de hielo.

Aquí estoy de nuevo con muchas cosas que contarte en muy poco tiempo porque

apenas hemos despertado y ya estamos proyectando un periodo de sueño aún mayor

para llegar a Neptuno, que junto con Urano es uno de los gigantes de hielo.

¿Cómo explicar lo que una ve cuando se alcanzan los confines del mundo que se

conoce? Espero que las emociones, más que las palabras me ayuden. De modo que te

contaré como siento más que lo que veo. Mirar Urano, madre, es como mirar el ojo

del mar o del cielo si atiendes a su nombre, si éste pudiera tener ojos, porque este

planeta es todo océano o todo cielo dependiendo de cómo lo veas. Posee una

naturaleza tan uniforme que su transición de gas a océano es casi imperceptible.

Como si mordieras un bombón tan delicado que no notaras el paso del chocolate al

licor, una delicia astronómica. Desde las grandes capas de nubes exteriores hasta las

interiores está hecho de hidrógeno y helio enriquecido con metano, que se vuelven

líquidos a medida que se desciende hacia el interior hasta convertirse en el manto

oceánico que cubre el corazón de metales y hielos de agua y amoníaco de alta

conductividad eléctrica que compone su núcleo.

Urano, padre de titanes, hecatónquiros y cíclopes, sin embargo, vive rodeado por

satélites cuyos nombres nacieron de la imaginación de Shakespeare y Pope. Está

rodeado de mujeres como Miranda, la hija de Próspero, Ariel, el espíritu del aire,

Umbriel, la sílfide, Titania, la reina de las hadas, y las acompaña Oberón, porque

donde hay una reina siempre hay un rey.

A estas alturas te preguntarás si me he vuelto loca. La respuesta es no.

Simplemente William y yo hemos hecho un intercambio de libros con nuestros e-

media, y ahora él está leyendo El rizo robado y yo tras La tempestad he vuelto a El

La Brújula de la Andrómeda - Archivo de Nómadas: Cuaderno de Bitácora

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sueño de una noche de verano. ¿Qué mejor lugar para hacerlo que éste en el que sus

personajes cobran vida, danzando sin fin alrededor del anillo azul de Urano?

Madre, he de volver a dormir, esta vez el sueño será un poco más largo, y quiero

un regalo para cuando despierte. Que sigas ahí.

Buenas noches.

Te quiere.

I.

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Bitácora XIX

7 de febrero de 2226.

Tritón, en la órbita de Neptuno.

Hola madre. Me alegro de que continúes ahí, aunque la Tierra empiece a parecerme

poco menos que un mito. Te escribo desde el Mirador hoy -sea cuando sea ese hoy-

desde Tritón, el mensajero de las profundidades. Un pequeño mundo congelado, lejos,

muy lejos del sol, y a unos 4.500 millones de kilómetros de la Tierra. Desfigurado por

erupciones volcánicas, su rostro agrietado es el de un viejo gladiador con demasiadas

peleas a sus espaldas. En su superficie, géiseres vomitan a su atmósfera nitrógeno

líquido que acaba forjando abruptas y largas cordilleras. Son los Sulci: los surcos.

Desde ellos y hacia oriente se abren las llanuras Ryugu y Cipagu y el altiplano

Cipango. Cómo me recuerdan sus nombres a los viajes de Marco Polo y su Libro de las

Maravillas. En la falla de Tano Sulci en la región de Bubembe –dice William que hay

una isla en el lago Victoria con ese nombre- se encuentra uno de los lugares más

extraños de cuantos hemos podido contemplar hasta ahora, una región llamada

terreno de cáscara de melón, que únicamente existe en Tritón y lo forman valles de 30

a 50 km de diámetro, con un espaciamiento regular y separados por sierras curvas que

recuerdan escarificaciones de hasta 1 km de altura.

También existen dos volcanes de hielo que forman en sus conos humaredas de

hasta 8 kilómetros, que se llaman Hili y Mahilani que hasta donde sé se corresponden

con nombres de espíritus del agua de mitologías africanas.

Es un paisaje casi sobrenatural de acantilados y de viento.

Esta vez cuando nos hemos despertado todo ha sido distinto. Apenas nos

recordábamos los unos a los otros y han pasado un par de días hasta que hemos

superado el desconcierto. Afortunadamente el despertar de la tripulación siempre es

gradual cuando se tienen sueños criogénicos de tanta duración y una parte de la

tripulación llevaba despierta ya más de un mes cuando despertó la segunda y dos

cuando lo hicimos nosotros, así que pudieron ayudarnos.

La Brújula de la Andrómeda - Archivo de Nómadas: Cuaderno de Bitácora

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Periódicamente realizamos grabaciones de audio y vídeo para documentar nuestro

estado y fue extraño contemplarme a mi misma hablando hace años, cuando sólo me

parece que hayan transcurrido unos meses a lo sumo desde que partimos de la Luna.

Pero lo que más me sirvió fueron tus cartas, que han sido quizás, lo que me ha

ayudado a recuperar el equilibro temporal; han sido como una cuerda de seguridad

que me ha mantenido atada a la realidad sin dejar que me cayera. Así que aquí estoy

de nuevo en el mundo de los vivos. Cuando una sueña tanto corre el riesgo de creer

que la realidad es lo soñado y lo real un mero espejismo.

Y antes de que lo preguntes.

¿Que qué se sueña durante tres años? Sencillo: una vida entera.

Permaneceremos en órbita en torno a Neptuno todo el mes de febrero.

Volveré a escribirte.

Te quiere tu desorientada hija.

I.

La Brújula de la Andrómeda - Archivo de Nómadas: Cuaderno de Bitácora

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Bitácora XX

13 de febrero de 2226.

En la órbita de Neptuno.

Buenas noticias. ¿Te acuerdas del meteoro que estaba estudiando William? Sí, el

que encontramos en Marte. Tenía un núcleo de una naturaleza y densidad que no se

correspondía con ninguna otra materia que conociéramos. Pues bien cuando nos

despertamos los ordenadores que lo controlaban habían detectado un cambio. William

no ha podido explicarme bien por qué, pero cree que el núcleo ha reaccionado a un

sonido. A uno en particular. Lo descubrieron al exponerlo a la grabación del saludo de

unas ballenas, uno de los viejos archivos sonoros que Carl Sagan y sus colaboradores

incluyeron en el disco del mensaje interestelar de la Misión Voyager en 1977. Uno de

los archivos sonoros que yo traía en mi e-media.

Al parecer, desde entonces ha empezado a emitir las mismas señales que las notas

musicales de la grabación, pero mezcladas con otras. William está tan entusiasmado

que cuando me lo contó me dijo: Dorothy creo que he encontrado el camino a la

Ciudad Esmeralda.

Cree que puede descifrar el código de la señal.

No sabemos qué puede significar, pero el resultado del descubrimiento podría

situarnos ante uno de los hallazgos más importantes de la historia de la Humanidad. Y

esto podría alterar el rumbo de la misión, ya que el siguiente salto deberíamos darlo

en poco tiempo hacia Plutón.

Neptuno es un planeta tempestuoso que hace honor a su nombre. Su Gran Mancha

Oscura, semejante en su tamaño a la Tierra se ha vuelto a formar hace unos años con

los vientos más fuertes de todo el Sistema Solar. Las rachas que hemos medido con

sondas alcanzaban más de 2.000 kilómetros por hora. Mal lugar para volar una

cometa.

Su temperatura en la superficie es de -200 ºC.

La Brújula de la Andrómeda - Archivo de Nómadas: Cuaderno de Bitácora

47

Y en nuestros polos, un mal día nos da entre 40 y 50º C bajo 0. Sin embargo, aún

alberga en su interior una antigua brasa de lo que fue en sus orígenes y que se va

apagando como un fuego en invierno. Es probable que sea este contraste de

temperaturas lo que hace que su atmósfera sea tan explosiva.

Estamos aproximándonos más a la Gran Mancha para enviar sondas de estudio. Te

mantendré al tanto de lo que descubramos.

Te quiero.

I.

P.D.: Tengo la sensación de que algo muy importante va a ocurrir de forma

inminente. Me alegra que estés ahí conmigo. Y digo ahí, porque este viaje, ahora ya lo

sé, es también un viaje en el tiempo y al tiempo, de las dos. Eso me hace feliz.

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Bitácora XXI

16 de febrero de 2226.

Un huracán en Neptuno

Ha sido el mayor espectáculo que hayan visto ojos humanos. Casi no encuentro

palabras para describirlo. La Gran mancha Oscura ha estallado como... Hemos... [Error

en la Comunicación] xx--------------------------------------------

---------------------------------------------------------xx

Fin de la transmisión.

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Bitácora XXII

Valladolid 17 de marzo de 2227.

Sin noticias de la Andrómeda.

Hoy hace 394 días exactamente que me he vuelto loca. La noticia de la pérdida

temporal de las comunicaciones con la expedición Andrómeda sobrecogió al planeta

durante unas semanas y estuvo a punto de acabar conmigo. Después la noticia

también naufragó. Más tarde llegó el momento de los duelos, los reconocimientos, las

condecoraciones. Y por último la soledad. Mi soledad. La carta que llegó meses más

tarde reconociendo oficialmente la desaparición de la Andrómeda, su posible

naufragio en las cercanías de Neptuno no me dolió. Es difícil que algo pueda dolerme

ya. Al principio sólo me hizo levantar y salir de casa. No iba a ninguna parte.

Únicamente salí, y sin darme cuenta me encontré en medio de un campo que ya se ha

cuajado de tempranas amapolas. No sé cuánto tiempo estuve allí varada, yo también

náufraga en medio del oleaje de las espigas verdes como un extraño pecio. Después

volví sobre mis pasos.

Entré en la casa.

Subí las escaleras y entré en tu habitación, donde aún me recibieron, maravillosas y

hostiles, fotografías de nebulosas.

Me senté frente a la pequeña mesa. Observé tu cama vacía como muchas otras

veces a lo largo de estos años, pero por primera vez la vi vacía de verdad. Demasiado

estirada la sábana, la manta. Sin arrugas. La superficie tirante de la ausencia. Yo por

primera vez sola en la casa.

Un tiempo después –el sol del atardecer se colaba hecho jirones por la ventana- sin

saber cómo ni por qué, me he sentado de nuevo a escribir la enésima carta, que

enviaré al centro de telecomunicaciones, con la esperanza de que aún envíen los

mensajes de las familias de la tripulación de la Andrómeda a través de las balizas del

Sistema Solar. La salida de nuevos veleros no se ha detenido. De modo, que como los

náufragos de hace siglos, confío este mensaje a una botella y lo lanzo al mar con la

La Brújula de la Andrómeda - Archivo de Nómadas: Cuaderno de Bitácora

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esperanza de que te llegue. No sé por qué, pero el hecho de volver a escribirte me ha

devuelto el aliento, y me he acordado de aquel poema de Anne Sexton que tanto te

gustaba:

Dulce peso,

en celebración de la mujer que soy

y el alma de la mujer que soy

y de la criatura central y su deleite

canto para ti. Me arriesgo a vivir.

Pero también he recordado uno que hace poco he descubierto, como se descubre

una isla en mitad del océano; es de un desconocido, se titula Cuando vayan mal las

cosas y dice así:

Si en la lucha el destino te derriba,

si todo en tu camino es cuesta arriba,

si tu sonrisa es ansia satisfecha,

si hay faena excesiva y vil cosecha,

si a tu caudal se contraponen diques,

Date una tregua, ¡pero no claudiques!

No te digo más, hija.

No claudico.

No claudiques.

Adiós.

Te volveré a escribir.

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Plutón y Caronte

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Bitácora XXIII

16 de noviembre de 2228.

Plutón y Caronte.

Cómo decirte que creí que nunca más podríamos volver a hablar o a escribirnos que

para nosotras hace ya tiempo que es lo mismo. La carta de hoy te la envío tras

despertar del último sueño de la misión. Estamos orbitando Plutón, en el confín del

Sistema, junto al barquero y al dios del inframundo.

Mientras tus cartas y el resto de los mensajes llegaban al ordenador central de la

Andrómeda, nosotros dormíamos ya camino del sistema de Plutón y Caronte. Por eso

no podíamos saber que se nos daba por perdidos, ni que nos creíais muertos.

Pero no claudicamos.

Sí. La leí. La botella que lanzaste al mar llegó. Como todas las demás.

Tranquila. Volvemos a estar aquí.

Respecto a nuestro naufragio, sólo puedo decirte que una tormenta magnética de

procedencia desconocida se nos echó encima mientras observábamos el mayor

huracán que se ha visto en la historia sobre Neptuno. Nos atrapó por sorpresa y volvió

locos a nuestros sistemas. Fue como tropezarse con la tormenta perfecta. Una vez más

el mundo de Oz, como diría William. Nos dejó aislados y sin comunicaciones durante

meses. De modo que decidimos continuar con la esperanza de que lograríamos

restablecer las comunicaciones más adelante. Después de ver lo que te escribo. William

dice que tengo un espíritu “muy Verne.”

Pero lo más importante no es esto.

Lo más importante es que hemos conseguido desvelar el secreto del meteoro.

El meteoro también era una botella lanzada al mar, pero a un mar concreto.

William descifró la clave. La señal que venía mezclada con el canto de las ballenas del

mensaje del Voyager nos proporciona unas coordenadas. Unas coordenadas que se

sitúan más allá del confín del Sistema Solar, hacia un mundo que nosotros conocemos

como Sedna, en la Nube de Oort. Coinciden con unas captadas hace años por el

Proyecto SETI (Search for Extraterrestrial Intelligence).

La Brújula de la Andrómeda - Archivo de Nómadas: Cuaderno de Bitácora

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Ahora por fin lo sabemos.

No estamos solos.

Y tenemos una cita.

Nos han permitido comunicároslo personalmente porque probablemente si lo

contarais nadie os creería.

Pero dentro de poco la noticia llegará al mundo entero.

Ahora sé lo que tuvo que sentir Cristóbal Colón, cuando escuchó:“Tierra a la vista.”

Por el momento no te puedo contar más. Tenemos que valorar la situación.

Concluir el estudio de Plutón y Caronte. Recibir órdenes. Tomar decisiones.

El descubrimiento del mensaje del meteoro lo cambia todo.

Sólo una cosa más.

Gracias por no abandonar.

Te quiero.

I.

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Más allá de Plutón

La Brújula de la Andrómeda - Archivo de Nómadas: Cuaderno de Bitácora

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Bitácora XXIV

31 de diciembre de 2228.

Hacia Sedna.

Hoy hace ya diez años que todo esto comenzó. La misión, la increíble singladura de

la Andrómeda.

Hoy tengo que decirte las palabras más difíciles de mi vida.

Hoy te escribo para decirte que no volveré a la Tierra.

Aunque imagino que ya lo sabías. Me conoces demasiado bien.

Hace tiempo que se tomó la decisión de salir al encuentro de quienes –como

nosotros- lanzaron la botella al mar; hacia el lugar remoto que marcan las

coordenadas del meteoro. Y hace ya tiempo que se nos propuso, a la tripulación de la

Andrómeda, el reto de seguir, hacia Sedna.

La decisión ha sido unánime: continuar.

¿Sabías que su nombre le viene de una diosa que vive en el fondo del mar? En un

lugar de sus profundidades llamado Adliden. Y dicen que es la creadora de todos los

animales marinos y que enviaba todo tipo de catástrofes a los seres humanos si estos

se portaban mal. Sedna es un objeto transneptuniano, descubierto desde el

observatorio de Monte Palomar en el 2003 y un año más tarde el Jet Propulsion

Laboratory de la NASA anunció que Sedna era el objeto más remoto que se conocía en

el Sistema Solar. Han pasado desde entonces más de dos siglos.

Y hoy sabemos que va a ser el final del viaje.

El principio de todo.

Pero esto no es una despedida. Las dos sabemos que poco a poco las

comunicaciones serán cada vez menos frecuentes, hasta que una de las dos no esté

para recibirlas.

Pero no tengo que explicarte nada, porque eso es lo que les ha sucedido siempre a

los navegantes. Es lo que nos ha sucedido siempre.

La Brújula de la Andrómeda - Archivo de Nómadas: Cuaderno de Bitácora

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Por eso quiero que sepas que seguiré escribiendo, por muy lejos que esté, en este

inmenso mar en cuyos mapas no veré aparecer dragones ni monstruos fantásticos

como en los antiguos planisferios de perdidos siglos. Veré cada vez más cerca las

viejas nebulosas: la de La Laguna, un cúmulo globular en Acuario. Una galaxia en

espiral en la Constelación de la Ballena. La del delfín y la de los Mares gemelos. Veré

también quizá Alfa Centauri que podría tener un planeta parecido a la Tierra. Avistaré

la Nebulosa del Sextante y la Nebulosa de La Medusa, con sus trenzados y

serpenteados filamentos resplandecientes.

Y tú los verás conmigo.

Siempre.

Dicen que el mañana es como llaman al futuro los que tiene prisa porque llegue.

Pues hasta mañana madre.

Te quiere.

I.

P.D.: Al final encontramos el camino de baldosas amarillas.

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Bitácora XXV

Primavera de 2230.

Un acuario en las estrellas.

Hace años que el mar no es de agua y el tiempo no se cuenta por las estaciones;

que sus cartas y mi diario son un mismo libro, como las ramas viejas y los nuevos

brotes de un árbol centenario que despierta en cada primavera. Leo y releo su última

carta. Y también todas las demás. Está bien, sumergida en su viaje extraordinario hacia

el conocimiento, que es otra manera de llamar al futuro. Sé que serán cada vez más

escasas hasta que finalmente desaparezcan al otro lado del espacio como un eco que

rompe contra el silencio. ¡Qué tiempos estos que nos ha tocado vivir en que los

cambios son tan repentinos que tienen algo de revolución y de tormenta, y que al

tiempo que nos fascinan y nos hacen desear saber más de ellos, nos empujan a buscar

refugio en lo que ya dábamos por sabido!

Y con lo que tardan en llegar sus cartas, cada vez más su pasado es mi futuro. Vivo

en una paradoja. Ella me dice que curiosamente nuestro mayor reto futuro es un viaje

al pasado, ya que cuanto más desenredamos el hilo del ovillo de la luz estelar, más

retrocedemos al origen mismo del Universo. A un tiempo sin tiempo.

Ya soy una anciana. Como lo será ella. Pero aún viajo, y visito las bibliotecas y el

oceanario de la ciudad, y cuando me saluda a través del cristal una medusa azulada

con su majestad leve y silenciosa, pienso en todos los sitios que hemos visitado juntas,

y en los que visitaremos. Y le hablo. Entonces la gente me mira raro. Una anciana que

les habla a las medusas, parece cosa de locos, y me río, porque ellos no saben...

Y cuando llega la noche, salgo al patio premeditadamente oscurecido donde tengo

el telescopio que ella me regaló. Llevo al cuello, sujeta como un antiguo dije, la roca

que me mandó desde las minas de Marte. Y contemplo el espléndido cielo nocturno

que ampara los campos, el reloj de arena en el que se funden el Sol, la Luna, la Tierra

y todo el Universo. Y escucho sonora, como un mar de fondo, por sobre el rumor de la

noche, la gran clepsidra, el eterno y retumbante tambor del tiempo.

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Miguel Hernández decía:

Tengo estos huesos hechos a las penas

y a las cavilaciones estas sienes:

pena que vas, cavilación que vienes

como el mar de la playa a las arenas.

Como el mar de la playa a las arenas,

voy en este naufragio de vaivenes,

por una noche oscura de sartenes

redondas, pobres, tristes y morenas.

Nadie me salvará de este naufragio

si no es tu amor, la tabla que procuro,

si no es tu voz, el norte que pretendo.

Eludiendo por eso el mal presagio

de que ni en ti siquiera habré seguro,

voy entre pena y pena sonriendo.

Y sonrío, porque no me siento sola, porque acabo de recordar que al partir ella, nos

fuimos las dos.