la barbarie guia del usuario

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LA BARBARIE: GUIA DEL USUARIO. Eric Hobsbawm. El presente texto es una conferencia que Hobsbawm brindo en un congreso en Oxford en el año 1994. El mismo congreso, tenía como “protagonista” a una institución ocupada en la defensa de los derechos humanos: Amnistía. Evidentemente, entonces, el texto estará centrado en la defensa de tal institución, y en la defensa de la empresa que la ocupa: el texto de Hobsbawm, en este sentido, es una denuncia de aquello a lo que, según él, nos hemos acostumbrado; es una denuncia de la “barbarie” que se presenta como un fenómeno frecuente en la vida contemporánea. En efecto, las grandes problemáticas del artículo de Hobsbawm son dos, y ambas rodean al “humanismo degradado” que nos tocó experimentar en todo el siglo XX. ¿Cuáles son estas dos problemáticas? En primer lugar, en estos últimos 150 años, la barbarie ha ido en aumento permanente. Año a año, década a década, la violencia y el desprecio a lo humano, han ido incrementándose, y parece, según Hobsbawm, no haber un limite, siquiera, uno irresponsable, a este fenómeno. Los golpes, hechos desde la evidencia histórica, aquí se dirigen a la tesis de Norbert Elías. En segundo lugar, algo muchísimo peor, los hombres, y mujeres, se han ido acostumbrando a vivir entre la barbarie, ya no existe el asombro, que espantaba a nuestros equivalentes decimonónicos. Ya no hay extrañeza, ni horror, frente a los actos inhumanos. Enseguida Hobsbawm, pasa a señalar lo que él entiende por “barbarie”, lo que implica la misma, según él. En primer lugar, Hobsbawm señala que la “barbarie” significa una ruptura con respecto a los patrones morales que regulan la vida en sociedad; los controles tradicionales de la sociedad, que pareciera, se esfuman, y dan lugar a la barbarie más desenfrenada. En segundo lugar, la barbarie es la

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LA BARBARIE: GUIA DEL USUARIO.

Eric Hobsbawm.

El presente texto es una conferencia que Hobsbawm brindo en un congreso

en Oxford en el año 1994. El mismo congreso, tenía como “protagonista” a una

institución ocupada en la defensa de los derechos humanos: Amnistía.

Evidentemente, entonces, el texto estará centrado en la defensa de tal institución,

y en la defensa de la empresa que la ocupa: el texto de Hobsbawm, en este sentido,

es una denuncia de aquello a lo que, según él, nos hemos acostumbrado; es una

denuncia de la “barbarie” que se presenta como un fenómeno frecuente en la vida

contemporánea.

En efecto, las grandes problemáticas del artículo de Hobsbawm son dos, y

ambas rodean al “humanismo degradado” que nos tocó experimentar en todo el

siglo XX. ¿Cuáles son estas dos problemáticas?

En primer lugar, en estos últimos 150 años, la barbarie ha ido en aumento

permanente. Año a año, década a década, la violencia y el desprecio a lo humano,

han ido incrementándose, y parece, según Hobsbawm, no haber un limite, siquiera,

uno irresponsable, a este fenómeno. Los golpes, hechos desde la evidencia

histórica, aquí se dirigen a la tesis de Norbert Elías. En segundo lugar, algo

muchísimo peor, los hombres, y mujeres, se han ido acostumbrando a vivir entre la

barbarie, ya no existe el asombro, que espantaba a nuestros equivalentes

decimonónicos. Ya no hay extrañeza, ni horror, frente a los actos inhumanos.

Enseguida Hobsbawm, pasa a señalar lo que él entiende por “barbarie”, lo

que implica la misma, según él. En primer lugar, Hobsbawm señala que la

“barbarie” significa una ruptura con respecto a los patrones morales que

regulan la vida en sociedad; los controles tradicionales de la sociedad, que

pareciera, se esfuman, y dan lugar a la barbarie más desenfrenada. En

segundo lugar, la barbarie es la inversión del proyecto de la Ilustración. La

barbarie es “tirar al tacho” a la “Libertad”, la “Igualdad”, la

“Fraternidad”, la “Felicidad” (todo en mayúsculas), es tirar al tacho,

todos aquellos valores que hacen a la sociedad racional. En efecto, para

Hobsbawm los valores de la Ilustración, son los que permiten escapar de la

barbarie. Son una primera solución al problema. Al respecto indica, “creo que una

de las pocas cosas que se interponen entre nosotros y un descenso acelerado hacia

las tinieblas es la serie de valores que heredamos de la Ilustración del siglo XVIII”.

Los valores, iluminan y hacen progresar a las sociedades, al parecer, sin ellos, solo

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hay oscuridad. Ahora bien, ¿Cuántas veces la barbarie más descabellada se

cometió en nombre de estos valores? ¿Cuántas veces se bombardearon

países en nombre de la libertad y la democracia? (!!!) Yo, por lo menos

dudo, que los valores de la ilustración, sean una “solución” a la

“barbarie”.

¿Cuál es el inicio de esta pendiente hacia la barbarie? 1914, y el

comienzo de la primera guerra mundial. Evidentemente, la guerra marca un

antes y un después. Antes de esa fecha, por ejemplo, las guerras solo enfrentaban a

ejércitos, y sus pautas y normas, no hacían irremediable el exterminio. En efecto,

1914, es la primera etapa de la cronología en 4 tiempos que establece

Hobsbawm.

La primera etapa, de este deslizamiento hacia la barbarie, es la primera

guerra mundial. ¿Por qué? En primer lugar, porque la Gran Guerra abre la etapa

más sanguinaria de la historia mundial. De 1914 a 1990, murieron 187 millones de

personas, en actos bélicos, o de exterminio sistemático. En segundo lugar, 1914,

comienza con los sacrificios ilimitados, en el afán de eliminar al enemigo. Sacrificio,

que involucra a la propia población civil. En tercer lugar, 1914, comienza con la era

de la guerra total, la ausencia de distinciones entre los combatientes y los no

combatientes. Ahora la sociedad entera se compromete con la nación en armas. Y

finalmente, la primera guerra mundial, comienza con las demonizaciones del

adversario. ¿Por qué? Porque fue una guerra hecha bajo un sistema democrático, y

la sociedad democrática solo se moviliza por completo, cuando el enemigo es el

demonio, la oscuridad, lo bárbaro (interesante). En efecto, según Hobsbawm, la

demonización facilitó el progreso de la barbarie.

La segunda etapa de la cronología de Hobsbawm, esta constituida

por el periodo de entreguerras, y la segunda guerra mundial (ambas

juntas). Durante este periodo, se enfrentaron tres “monstruos”: el liberalismo, el

comunismo y el fascismo. Durante este periodo, según el autor comienzan las

“guerras religiosas”, que por cierto, son en realidad, las guerras ideológicas. Esta

guerra ideológica que enfrentaba al fascismo con el liberalismo, y ambos al

comunismo, es un escalón más en la escalera de la barbarie. Por otro lado, durante

este periodo, la violencia callejera se hizo más pronunciada, tanto en Alemania

como en Italia, como en el resto de Europa.

Ahora bien, ¿Cuál es el fenómeno más evidente de las guerras de religión, de

las guerras ideológicas? La deshumanización del adversario. Durante este

periodo, se comienza a vislumbrar, que la lucha se estaba estableciendo contra

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seres que no necesariamente eran humanos, o lo eran, pero en un rango inferior.

Hobsbawm indica, que la barbarie implementada por la Alemania nazi, fue mucho

más intensa contra rusos, polacos, judíos, y otras personas consideradas

infrahumanas, antes que, contra los europeos occidentales. Esta batalla entre Dios,

y el Demonio, necesariamente debía conducir a la guerra de exterminio, la guerra a

todo o nada, la guerra de la victoria total, o la de la derrota total, en fin, a un

incremento de la barbarie.

Por otro lado, luego de la primera guerra mundial, los valores de la

civilización y la ilustración, comenzaron a ser rechazados; de hecho los nazis, la

rechazaban por completo. Esta es una ligazón entre el periodo de entreguerras y la

segunda guerra mundial. Igualmente, vale aclarar, que este rechazo, a la

civilización occidental, no es algo de entreguerras, sino algo que comienza antes

incluso de la primera guerra mundial. Para muchos intelectuales alemanes, un

ejemplo de ello es Thomas Mann, la primera guerra mundial, era la guerra de la

Kultur contra la Civilización, su guerra era la exaltación de la primera, y el

menoscabo de la segunda. Nuevamente el problema es ¿Solo la ilustración

nos separa de la barbarie? ¿Acaso todo rechazo a la ilustración, es un sí a

la violencia? Es complicado sostener esto. De hecho, muchas veces se cuestionó a

la Ilustración, pero por abstracta, por su incapacidad de conseguir una verdadera

igualdad, una verdadera libertad, su cuestionamiento no implicaba una exaltación

de la violencia, de la muerte y de la barbarie. Por ejemplo, Junger, cuestionaba a la

libertad liberal, burguesa, ilustrada, por considerarla muy alejada de la experiencia.

Hobsbawm, parece muy galocentrico, muy centrado en las ideas redentoras de la

Europa del norte.

La tercera etapa es la de la guerra fría. Existe una continuidad: la

demonización más absoluta del enemigo. Pero también una diferencia: la barbarie,

ahora no se ejerce en un contexto de crisis económica, sino en uno de auge . La

guerra fría, comenzó una verdadera caza de brujas, pero otros hechos,

contribuyeron a extender la barbarie: en primer lugar, las guerras colonialistas, las

de Francia en Argelia e Indochina; en segundo lugar, los movimientos de

insurgentes, que llevaban a la palestra ilusiones de poco probable concreción, pero

que generaban reacciones violentas en los sectores de poder.

Luego Hobsbawm menciona una quinta etapa, que comenzaría a mediados

de la década del ochenta y principios de la década del noventa, que no

necesariamente, tiene que ver, con un exceso de barbarie al estilo “guerras de

religión” como en las etapas precedentes, pero sí, con una decadencia de la

sociedad de tipo occidental. Esta barbarie contemporánea, se debe a un

derrumbamiento de los sistemas políticos, y de los marcos sociales de la civilización

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occidental. Nuevamente estos procesos se han acrecentado, debido a la crisis del

modelo ilustrado.

La conclusión, si se quiere puede ser la respuesta a una pregunta, ¿Cómo es

que se ha llegado a aceptar la barbarie? Básicamente, por dos cuestiones. En

primer lugar, por el rechazo a los valores humanistas de la ilustración, en segundo

lugar, porque el enemigo comenzó a ser demonizado. Y si se lucha contra el

demonio, no hay que ahorrar recursos y tácticas en el afán de destruirlo.