la aventura de la historia - dossier075 la españa de don quijote

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DOSSIER 51 52. Tiempos plurales Pedro García Martín 54. Todos somos el Quijote Manuela Citoler 58. La década literaria José María Díez Borque 64. A caballo entre dos mundos Carlos Martínez Shaw 71. La sociedad de los caminos Pedro García Martín 76. Bajo el signo de la contrarreforma Ricardo García Cárcel A caballo entre dos siglos, el XVI y el XVII, dos reinados y dos códigos distintos del honor, el Quijote recorrió los caminos de España en una andadura de la que este año se cumple el cuarto centenario y sobre la que se anuncian decenas de actos conmemorativos. Cinco especialistas viajan en este Dossier junto al personaje literario para asomarse a la sociedad de su tiempo, la escena intelectual, la coyuntura política y los valores morales de una época que tuvo en Cervantes a su mejor cronista Grabado de Andreas Bretschneider para una edición del Quijote, en Dresde en 1613. DON QUIJOTE La España de LA AVENTURA DE LA HISTORIA ON-LINE

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Page 1: La Aventura de La Historia - Dossier075 La España de Don Quijote

DOSSIER

51

52. Tiempos pluralesPedro García Martín

54. Todos somos el QuijoteManuela Citoler

58. La década literariaJosé María Díez Borque

64. A caballo entre dos mundosCarlos Martínez Shaw

71. La sociedad de los caminosPedro García Martín

76. Bajo el signo de la contrarreformaRicardo García Cárcel

A caballo entre dos siglos, el XVI y el XVII, dos reinados y doscódigos distintos del honor, el Quijote recorrió los caminos deEspaña en una andadura de la que este año se cumple el cuartocentenario y sobre la que se anuncian decenas de actosconmemorativos. Cinco especialistas viajan en este Dossier juntoal personaje literario para asomarse a la sociedad de su tiempo, laescena intelectual, la coyuntura política y los valores morales deuna época que tuvo en Cervantes a su mejor cronista

Grabado de AndreasBretschneider parauna edición delQuijote, en Dresdeen 1613.

DON QUIJOTELa España de

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Page 2: La Aventura de La Historia - Dossier075 La España de Don Quijote

Escribo en plural. Los tiemposdel Quijote. El tiempo próxi-mo. El tiempo pasado. Ciertahistoriografía, ceñida a criterios

culturales, se hizo deudora de una cro-nología secular. Por eso, bautizaba a lasépocas pretéritas con el nombre de es-critores y artistas singulares: “El siglo deMiguel Ángel”, “El siglo de Shakespea-re”, “El siglo de Velázquez”, etc. De he-cho, “El Siglo de Oro” es ya un lugar co-mún para denominar a un período his-tórico en el que un país goza de su má-ximo esplendor. Aunque no siemprecoincidan en ese apogeo la política yla economía, o la cultura y la sociedad.A pesar de que esa plenitud nunca du-re una centuria. En el caso que nos ocu-pa, el personaje se ha comido al autor,al punto de hablarse de la época delQuijote y no de la de Cervantes.

Entonces, ¿qué entendemos por esetiempo tan manido como impreciso? Puesuna respuesta plural que nos permite ha-blar de los “tiempos del Quijote”. Paraunos autores, el tiempo del Quijote no esotro que el de la vida y experiencias desu autor, como sostiene Antonio Domín-guez Ortiz en La España del Quijote (Bar-celona, 1998): “El Quijote apareció a co-mienzos del siglo XVII, durante del rei-nado de Felipe III, pero Cervantes fue unhombre del XVI: su ‘circunstancia’ fue laEspaña de Felipe II, aunque viviera lo

suficiente para contemplar el tránsito deun siglo a otro, de un reinado a otro, contodos los cambios que comportaba esetránsito”. En cambio, para otros historia-dores, el tiempo del Quijote se corres-ponde con el de la edición del libro, co-mo aduce Pierre Vilar en su celebrado ar-tículo Le Temps du Quichotte (París, 1956):“Los centenarios tienen la ventaja de quelas obras maestras tienen una fecha (...).El Quijote sigue siendo antes que nadaun libro español de 1605, que no cobratodo su sentido más que en el corazónde la Historia”.

Estamos ante dos tipos de tiempo pa-ra el Quijote: el de la vivencia de su crea-dor y el de la impresión de las dos par-tes de la novela, el de la biografía realy el de la ficción novelada, el del apren-dizaje y el de la maestría. Dos reinados,como fueron los de Felipe II y Felipe III:la hegemonía y la decadencia políticas;el belicismo y el pacifismo. Dos coyun-turas económicas: una expansiva y otradepresiva; una de auge y otra de crisis.Dos categorías culturales: Renacimientoy Barroco. Y la dualidad más humana, laque mejor comprenden nuestras frágilespersonas, las dos edades de la vida delescritor: la Edad de Oro de la juventud yla Edad de Hierro de la vejez.

Entre la aparición de los libros y el tes-tamento –“puesto ya el pie en el estribo,con las ansias de la muerte...”–, Cervan-tes apenas tuvo ocasión para concien-ciarse de la incertidumbre material y éti-ca en la que se precipitaban las Españas

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PEDRO GARCÍA MARTÍN es Profesor Titular deHistoria Moderna, UAM.

Con un pie en el reinado de Felipe II y otro en el de Felipe III, en eltránsito del auge económico a la crisis y entre dos categorías culturales, elRenacimiento y el Barroco, PEDRO GARCÍA MARTÍN, coordinador de esteDossier, defiende que no cabe situar al Quijote, el personaje que devoró asu autor, en un momento único y estático

PLURALESTiempos

Don Quijote en elbaile de la casa dedon AntonioMoreno, porCharles-AntoineCoypel, hacia 1773(Château de Thoiry).

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de sus entretelas. Mientras que en la obraevidencia la vitalidad y la frescura quecontemplara en aquel Imperio universal.

Y empero lo dicho, aún nos queda-rían otros tiempos privativos del Quijo-te, los de sus personajes, sus capítulosy sus escenas; el tiempo elástico y flo-tante de la creación literaria. Los tiem-pos próximos. Los tiempos pasados. Lostiempos próximos pasados.

Pues bien, ahora, en enero de 2005,celebramos el cuarto Centenario de laedición de la primera parte del Quijote.Aunque Cervantes había entregado elmanuscrito a Juan de la Cuesta enel otoño de 1604, al impresor se le echa-ron las Navidades encima, por lo que ellibro salió con fecha del año siguiente.Por eso, entre otras razones, estaba pla-gado de erratas, en tanto el rucio deSancho aparecía y desaparecía por arte

de birlibirloque. Como homenaje alalumbramiento de esta obra universal,en este Dossier pretendemos dar unapanorámica de la España del Quijote,inspirada en esas transiciones por lasque discurrió la biografía cervantina. Eneste sentido, Manuela Citoler se aden-tra en la propia obra; José María DíezBorque ilustra acerca de las literaturasque rodearon a la edición del Quijote;por mi parte, evoco la vida material y lasociedad rural que habitan en la obra;Carlos Martínez Shaw se detiene en elgiro político acaecido durante el cam-bio de reinados, y Ricardo García Cár-cel lo hace en las manifestaciones reli-giosas y culturales de un Barroco quecaminaba hacia su esplendor. Se sumanasí distintas pinceladas para componerel fresco colorista del Quijote. Temas ytiempos plurales. ■

Sello conmemorativo de Cervantes, en el tercer centenario de su muerte.

LA ESPAÑA DE DON QUIJOTE

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Alos 57 años, Miguel de Cer-vantes, que sólo había publi-cado hasta entonces la nove-la pastoril La Galatea en 1585

y había intentado estrenar algunas obrasteatrales, es decir, un escritor sin suer-te, entregó al librero Francisco de Roblesun extenso manuscrito, cuya impresiónse encomendó a Juan de la Cuesta. Co-rría el año 1604 y entre dimes y diretes(permisos, tasas, censura, etc.) la obra noterminó de imprimirse hasta diciembrede ese año. El librero decidió fecharla en1605, año en que saldría a la venta.

Se trataba de la primera parte de El in-

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MANUELA CITOLER es catedrática de Literatura.

La universalidad delmensaje de Cervantesradica en quedemuestra que todossomos Don Quijote ySancho, que todos loshombres somos iguales,sostiene MANUELA

CITOLER, que narra lasaventuras de una novelaque es un best-seller sincompetencia desde quesalió de la imprentahace cuatrocientos años

Todos somos

Don Quijote y lamula muerta, porHonoré Daumier

(1808-1879),París, Louvre.

DON QUIJOTE

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genioso hidalgo don Quixote de La Man-cha, obra que su autor dedicaba al du-que de Béjar. Mal podía saber Francis-co de Robles que ponía a la venta unanovela universal e inmortal, y muchomenos lo sabía su autor, el maltratadopor la vida Miguel de Cervantes, quevendió su obra por 1.500 reales. La ti-rada era de unos 1.600 ejemplares, quese agotaron en pocas semanas, al pre-cio de 290,5 maravedíes. Sólo en eseaño se hicieron seis ediciones y en 1607ya se publicó en Bruselas.

Diez años más tarde, en 1615, dioCervantes a la imprenta la segunda par-te, tal como había prometido: “Y seanimará (el autor) a sacar, y buscarotras (aventuras), si no tan verdaderas,a lo menos de tanta invención y pasa-tiempo”, esta vez con el título Segun-da parte del ingenioso caballero donQuixote de La Mancha, dirigida al con-de de Lemos.

Predicción harto cumplidaDesde estos primeros pasos, Don Qui-jote no ha cesado de recorrer los cami-nos del mundo en muchas y variadaslenguas. “Se me trasluce que no ha dehaber nación ni lengua donde no se tra-duzca”, dice Don Quijote en la segun-da parte. Las ediciones se cuentan pormiles y se dice que las editoriales enapuros editan un Quijote para salir deellos. La obra traspasa con fortuna lasfronteras geográficas, las diferencias cul-turales, las dificultades lingüísticas, elpaso de los siglos. Si la Biblia, a la quesigue en número de ediciones, es “el li-bro” por excelencia, el Quijote es “ellibro de los libros”. ¿Qué misterio en-cierra para haber alcanzado un éxito tanrotundo? Nació como un best-seller, pe-ro sin el estigma de la fugacidad. sinocon voluntad de permanencia. Nada me-nos que cuatrocientos años, por ahora.

Cervantes, en su rico Prólogo al “de-socupado lector”, en diálogo con unamigo, dice que “todo él es una invec-tiva contra los libros de caballerías” yque su intención es “deshacer la auto-ridad y cabida que en el mundo y en elvulgo tienen los libros de caballerías”.El amigo le recomienda que “leyendovuestra historia el melancólico se mue-va a risa, el risueño la acreciente (...)”.Hay, por tanto, dos intenciones decla-radas: ridiculizar los libros de caballe-rías y divertir al lector.

Los lectores del siglo XVII así enten-dieron la novela. Los libros de caballe-rías, novelas fantásticas producto de ladegeneración de la poesía épica, habíansido la lectura preferida de sus antepa-sados. En el siglo XIV se leían, adapta-dos o traducidos, libros de caballeríaseuropeos, especialmente los del cicloartúrico y en 1480 se había publicadoen Valencia Tirant lo Blanc. Pero la fie-bre por estas lecturas comenzó conAmadís de Gaula, editado en 1508 conla firma de Garci Rodríguez de Montal-vo, aunque la historia ya era conocidamucho antes. El libro, una mezcolanzaformidable de aventuras, fijó las carac-

terísticas de este género novelesco: hé-roe de origen incierto pero noble, geo-grafía imaginaria, cronología impreci-sa, luchas contra monstruos, gigantes,encantadores, de las que sale siemprevencedor, luchador individualista paracorregir injusticias y ayudar a los débi-les, enamorado de una dama inasequi-ble que al final consigue. La obra gozóde una fama nunca alcanzada hasta en-tonces y el siglo XVI vivió la prolifera-ción de este tipo de novelas, cada vezmás fantásticas, disparatadas y absurdas.Surgieron así Las sergas de Esplandián,Florisel de Niquea, la serie de los Pal-merines y otras muchas.

Miguel de Cervantes, aficionadoél mismo a este tipo de novelas, creyó

llegado el momento de ridiculizar esosengendros pseudoliterarios y atacar lamoda que los sustentaba. Cuando es-cribe su Quijote, el auge de esas nove-las había decaído ya y no volvió a es-cribirse ninguna; así puede decirse queCervantes triunfó en su propósito.

Ámbito definido, pero ambiguoEligió como ámbito geográfico no unlugar imaginario, sino algo tan cono-cido como La Mancha, pero sin citarningún sitio concreto. Tampoco sabíacómo se llamaba con exactitud su hé-roe, al que dio hasta cinco nombres.Muchos son los detalles que brinda alos lectores para mostrar su alejamien-to de la obra, llegando al colmo de in-ventar, en el capítulo IX, a un tal CideHamete Benengeli como verdadero au-tor, al que alude u olvida según le con-viene. Don Quijote ya no es un héroe“de verdad”, sino un loco que se creecaballero, en un mundo que ha olvi-dado los valores caballerescos hacetiempo, si es que alguna vez creyó enellos. El choque con la realidad es ine-vitable. Ansioso de aventuras, Don Qui-jote transforma lo que ve en lo quequiere ver –molinos en gigantes, ove-jas en ejércitos, venta en castillo, etcé-tera–, como ocurre en la primera par-te. Sin embargo, en la segunda, cono-cida ya la fama de Don Quijote, son losdemás los que transforman la realidada la medida, según creen, del excén-trico caballero, como hacen los duques.

No es posible pensar que Cervantescreyera en los ideales caballerescos talcomo los presentaba la literatura de laépoca, pero ¿cómo no estar de acuer-do con la necesidad de ayudar a don-cellas desamparadas, a galeotes injus-tamente condenados, a niños maltrata-dos?, ¿cómo no luchar contra seres quesólo desean hacer el mal? El ideal de unmundo mejor y más justo, de una nue-va Edad de Oro, forma parte de los sue-ños y nostalgias de Cervantes, que noen balde vivió los años heroicos del Im-perio y conoció las doctrinas erasmistas.Como otro Quijote, aunque no loco,también él sufrió el desengaño, el de-sagradecimiento y la malaventura. Qui-zá por eso los lectores padecen con DonQuijote, y sus descalabros y tropiezossuscitan la risa junto con la compasión.Sin ideales, sin locura, sin generosi-dad, la Edad de Hierro en que vivimos

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LA ESPAÑA DE DON QUIJOTE

Primera edición inglesa del Quijote, de 1620.“No ha de haber nacion ni lengua donde nose traduzca”, aventuró Cervantes.

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pervivirá, parece decirnos don Miguel deCervantes.

Entre las dos partes del Quijote hay no-tables diferencias, no sólo atribuibles alos diez años que median entre ellas. Cer-vantes se muestra inseguro en la prime-ra parte, constituida por una sucesión deaventuras y novelas intercaladas, algunasmás alejadas que otras del argumentocentral. Hasta el capítulo VII no apare-ce Sancho, figura clave en la novela, nosólo por su valor intrínseco, sino porqueDon Quijote necesita a alguien con quienhablar. Incluye nada menos que cuatrorelatos breves, representativos de los gé-neros novelescos de la época: es nove-la pastoril la de Marcela y Grisóstomo;sentimental la de Cardenio, Luscinda yDorotea; psicológica, El curioso imperti-nente; de aventuras, la de El capitán cau-tivo. ¿Por qué las incluyó? En la segun-da parte, explica su temor a que resulteaburrida una novela con sólo dos per-sonajes; no obstante las historias inter-caladas desaparecen y se incluyen como

episodios relacionados con la acción (his-toria de Basilio y Quiteria, del moriscoRicote y su hija, entre otras). Es pruebade la seguridad que Cervantes iba co-brando y a la que contribuyó no poco eléxito de la primera parte. Sancho y DonQuijote conocen el hecho de que susaventuras andan en letra impresa y sonconocidas por todos. Cervantes, segurode sus personajes, se dedica en la se-gunda parte al desarrollo psicológico delos mismos, mientras que la primera erasobre todo un cúmulo de aventuras. Laedición del Quijote de Avellaneda en1614 estimuló la terminación de la se-gunda parte e introdujo algunos cambios,el más notable el viaje a Barcelona en lu-gar de a Zaragoza o el encuentro conÁlvaro Tarfe, personaje de Avellaneda.La figura de Sancho crece en esta se-gunda parte a costa de Don Quijote, queva perdiendo su exaltación mientras au-menta la confianza del escudero –epi-sodio de la Cueva de Montesinos, go-bierno de la Ínsula Barataria–. El autor

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Cervantes, más conjeturas que datos

La vida de Miguel de Cervantes ha deja-do más conjeturas que documentos au-

tógrafos. El 9 de octubre de 1547 fue bauti-zado en la parroquia de Santa María la Ma-yor, de Alcalá de Henares. Sus padres fueronRodrigo de Cervantes, de profesión cirujanosangrador, y Leonor de Cortinas, que dio aluz a seis hijos. En 1551, la familia marchaal Valladolid cortesano en busca de mejor for-tuna, recorriendo varias ciudades hasta afin-carse en 1566 en Madrid. Es aquí donde elfuturo escritor asiste a las lecciones de gra-mática que el párroco Juan López de Hoyosimparte en el Estudio de la Villa, quien in-vita a “nuestro caro y amado discípulo” a es-cribir unos poemas, publicados en homena-je a la recién fallecida reina doña Isabel deValois. Sin embargo, su vida da un giro in-sospechado, cuando, veinteañero, se ve en-vuelto en un duelo y ha de huir presuroso dela Corte rumbo a Italia. Después de servir enRoma al cardenal Giulio Acquaviva, se alis-ta en la milicia española, recorriendo guar-niciones y embarcado en la escuadra de la Li-ga Santa bajo mando de don Juan de Austria.En 1571 tiene un comportamiento heroicoen la Batalla de Lepanto y, aunque le quedala mano izquierda anquilosada, aún partici-pa en las jornadas navales de Navarino y

La Goleta antes de licenciarse. Cuando re-gresa a España en la galera Sol, es apresadopor corsarios berberiscos junto a su herma-no menor, Rodrigo, viviendo durante un lus-tro un pesaroso cautiverio en Argel (1578-1580). Al portar cartas de recomendación desus superiores, se fija su rescate en una ciframuy elevada, por lo que, después de variastentativas de evasión, es liberado in extremispor los padres trinitarios fray Juan Gil y frayAntonio de la Bella.

Al retorno a Madrid, que marca el fin desu juventud dedicada a las armas, encuentraa su familia en la ruina. Para paliarla, pre-tende en Lisboa un oficio en Indias y sóloobtiene una peligrosa misión en Orán. El 12de diciembre de 1584, contrae matrimo-nio con Catalina de Salazar, en Esquivias,siendo un enlace muy rumoreado, por lasedades desiguales de los contrayentes. Devuelta a las letras, en 1585 publica la no-vela pastoril La Galatea, estrenando obrasteatrales en los corrales madrileños. Peropronto ha de emplearse como comisario realde Abastos, recorriendo Andalucía requi-sando cereales y aceite para la Armada In-vencible, lo que le valió muchos conflictosy, al final, la cárcel en Sevilla.

A partir de 1603, lo encontramos de nue-

vo en Valladolid, rodeado de una familia demujeres, cuya fama dudosa entre el vecin-dario les valió el apelativo de las Cervan-tas. En 1605 se publica la primera parte delQuijote y su éxito es fulgurante. De modoque al año siguiente regresa a Madrid conla Corte, donde, a pesar de proseguir losapuros económicos, su renombre literario lepermite imprimir sus obras inéditas o nue-vas: en 1613 aparecen las Novelas Ejempla-res, en 1614, el Viaje al Parnaso, en 1615, lasegunda parte del Quijote y las Comedias yEntremeses. Mas la penuria le acompañó has-ta sus últimos días, cuando escribió esa es-tremecedora dedicatoria en el Persiles pós-tumo: “Puesto ya el pie en el estribo, conlas ansias de la muerte...”. Al fallecer, enla noche el 22 al 23 de abril de 1616, en sucasa de la calle del León, los cofrades de laVenerable Orden Tercera de San Franciscole tienen que pagar un entierro para pobresen el vecino Convento de las Trinitarias Des-calzas. Mientras impresores de media Eu-ropa engrosaban sus bolsas merced a edi-ciones piratas del Quijote, al bueno de Cer-vantes, en palabra de la actual superiora, sorAmada de Jesús, “le tocó morir pobre deapreciación”.

Pedro García Martín

Primera página del Quijote, que Cervantesentregó al librero Francisco de Robles y éste,al impresor Juan de la Cuesta.

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parece no tener plan previo para la re-dacción de la primera parte, tales son loscambios y titubeos. Menéndez Pidal ex-puso la hipótesis de que Cervantes se pu-do inspirar en el Entremés de los ro-mances, anónimo, fechable hacia 1591,en el que un hombre enloquece por lalectura abusiva de romances. Pero estafuente, de ser cierta, desaparece en el ca-pítulo del escrutinio, donde ya no hay re-copilaciones de romances. Según esta hi-pótesis, Cervantes debió empezar a es-cribir una novela corta que después sefue ampliando. Don Quijote y Sancho co-braron vida propia con unas exigenciasque Cervantes debía atender. Por esoUnamuno pudo decir que Don Quijotehabía inventado a Cervantes. Este mo-do de escribir, sin un plan previo total-mente cerrado, ha dado lugar a las me-jores novelas modernas.

El diálogo como obra maestra Del Quijote se puede decir que es fun-damentalmente una novela dialogada ya través del diálogo los personajes sevan haciendo, van cobrando vida, evo-lucionan. Intercalados en esos diálogosaparecen discursos que son auténticaspiezas de oratoria y constituyen algunosde los fragmentos más apreciados de laobra –discurso sobre la Edad de Oro, lasarmas y las letras, consejos para el go-bierno de la Ínsula...–. El diálogo per-mitió a Cervantes presentar gran varie-dad de registros idiomáticos, desde el al-tisonante y paródico de Don Quijotehasta la lengua de germanía de los ga-leotes; demuestra así el autor su domi-nio no sólo de la lengua culta y literaria,sino también de la lengua oral en di-versos niveles sociales. Con frecuenciaDon Quijote corrige expresiones de San-cho hasta provocar el enfado de éste,que alega que ser entendido es me-jor que ser correcto. El uso de refraneses un rasgo caracterizador de la formade expresión de Sancho, que comienzautilizándolos de vez en cuando hasta lle-gar a ensartar uno tras otro, causando lairritación de Don Quijote que terminausándolos también. Los refranes, ensal-zados por los humanistas y ya utilizadosen obras literarias anteriores –La Celes-tina de Rojas, los dos Arciprestes–, eranbien considerados como expresión sa-bia del conocimiento popular. Hay entoda la obra una gran preocupación porla palabra y una gran flexibilidad en los

registros. Si el habla de Sancho se ca-racteriza por los vulgarismos y refranes,la de Don Quijote por los arcaísmos yremilgos con los que Cervantes paro-diaba las novelas caballerescas y pas-toriles. Pero el ideal del autor es el es-tilo natural, en la mejor tradición rena-centista, huyendo de los adornos inne-cesarios y de la complejidad y oscuridadque cultivaron los barrocos.

La riqueza y complejidad del Quijoteson extremas. Desfilan por sus páginasmás de 300 personajes, con los que

muestra Cervantes su capacidad para lainvención de nombres extraños, y nu-merosos escenarios, proporcionando asíal lector un retablo de la sociedad de laépoca. Las oposiciones de contrarios secruzan y entrecruzan: lo real y lo ideal,la vida y la ficción, la tragedia y la co-media, la locura y la cordura, el ser y elparecer, la bondad y la maldad, lo justoy lo injusto, lo sublime y lo vil, porquepara Cervantes los contrarios son inse-parables, como los dos protagonistas.Sancho va cobrando importancia hastaequipararse a su señor en un proceso de

“quijotización”; Don Quijote admira yrespeta más y más a su escudero, en unproceso de “sanchización”. La primeraparte de la obra se convierte en materialnovelesco de la segunda, de modo queDon Quijote y Sancho parecen cobrar vi-da real fuera de la obra. El autor, asimi-lable al yo narrativo del comienzo, re-nuncia a la autoría con el recurso del ma-nuscrito encontrado. Cervantes exponesus criterios literarios en varias ocasio-nes: escrutinio de la biblioteca de DonQuijote, discurso sobre la poesía. Se pa-rodian los libros de caballerías por su in-verosimilitud y mal estilo, pero se reco-nocen sus valores morales, su variedady capacidad de entretenimiento. Hay pa-ternalismo ante las mujeres, pero tam-bién aparecen las que quieren labrarsesu propio destino en libertad, como Mar-cela. El honor y la gloria mueven a DonQuijote, pero también el amor, personi-ficado en su señora Dulcinea y presen-te en todas las novelas intercaladas. Laambigüedad enseñorea toda la obra, loque permite múltiples lecturas e inter-pretaciones, quizá tantas como lectores.

Quedan planteadas para los cervantis-tas numerosas incógnitas: ¿Obra rena-centista o barroca? ¿Contrarreformista,erasmista? ¿Metáfora de España o del pro-pio autor? ¿Sátira o dolorida nostalgia?

La clave del éxitoLa bibliografía sobre el Quijote alcanzamuchos cientos de estudios; las inter-pretaciones de tan compleja obra sonvariadísimas. No hay escritor de impor-tancia que no reconozca su deuda con

la obra cervantina. La novela modernaempieza su andadura en el Quijote y loscuatrocientos años pasados desde suaparición no han hecho más que acre-centar su interés.

Posiblemente la clave de su éxito es-té en el hombre, lo que más importabaa Cervantes. Todos los hombres sonDon Quijote y Sancho, con sus mismosanhelos, grandezas y miserias. Todoslos hombres viven la ficción de vivir ysaben que son hijos de sus obras. Launiversalidad del Quijote demuestra laigualdad de todos los hombres. ■

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TODOS SOMOS...LA ESPAÑA DE DON QUIJOTE

Cervantes, por Juan Jáuregui (1583-1641).A pesar de su éxito, tuvo un entierro parapobres en las Trinitarias Descalzas.

Por las páginas del Quijote desfilan másde 300 personajes, que ofrecen al lectorun retablo de la sociedad de la época

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Nada podía hacer augurar enla década de 1596-1605 queiba a aparecer una obra ge-nial, distinta a todo lo que

había en el ambiente literario, sin mo-delo, referencia ni parangón, aunque enella, a la postre, estuviera, de un modou otro, casi toda la literatura del mo-mento. Pero, en cierto modo, eso mis-mo ocurre en 1499 con La Celestina; en1554 con el Lazarillo y hasta con el Li-bro de Buen Amor, del Arcipreste de Hi-ta, en el siglo XIV. Siempre es posiblebuscar fuentes, incrementadas paso apaso, pero, al fin, ello sólo aumenta lagenialidad de obras singulares, que tuer-cen los rumbos y los encaminan pornuevos derroteros. Es decir, preguntar-se por las literaturas que rodean al Qui-jote lleva, en definitiva, a subrayar la ge-nial originalidad cervantina, incluida, cla-ro, la novela de caballería: tan pobre ex-cusa para tan magna obra.

¿Qué pasaba en 1605? La Corte de lasEspañas sigue en Valladolid y falta unaño para su vuelta a Madrid. Felipe IIItiene 36 años y hace siete que ha muer-to el último Austria mayor, su padre Fe-lipe II, y nace el futuro Felipe IV. En Va-lladolid se ratifica el acuerdo de paz de

Londres entre Jacobo I y Felipe III. Tie-ne lugar la batalla de Dunkerque. Losturcos continúan con sus asedios... Noparece que 1605 sea una fecha espe-cialmente significativa en la Historia, pe-ro sí en la literatura, obviamente.

No fueron años prósperos y felices pa-ra España los que van de 1596 a 1605.A la terrible peste (1596, 1598) se sumanbancarrotas de la Corona (1596, 1597);

saqueos de la costa (Cádiz por los in-gleses, 1596); derrotas (Las Dunas, 1600);luchas civiles (Cataluña, 1602); autono-mía de los Países Bajos (1597); insu-rrecciones (Calabria, 1599); la inestabi-lidad económica se manifiesta en la su-bida y resello de la moneda de vellón(1604). Por otros derroteros más afor-tunados iba la creación artística, en esteSiglo de Oro y de miseria, como ha si-do calificado por algún historiador.

Triunfo de El Greco y CarduchoPintores como El Greco, Carducho,Pantoja de la Cruz, Pacheco, están enfeliz momento creativo. En 1599, nace elque será la cumbre de todos, Velázquez.La escultura también está en momentosde excelencia: baste recordar el Cristo deEl Pardo, de Gregorio Hernández (1605).

¿Qué ocurría literariamente en 1605?Cervantes tenía 58 años, Lope de Ve-ga, 43, Ruiz de Alarcón, 24 y Calderónde la Barca era un niño de cinco años.Los grandes poetas Góngora y Queve-do tenían, respectivamente, 44 y 25años. De los prosistas recordemos queMateo Alemán, el autor del Guzmán deAlfarache, tenía la misma edad que Cer-vantes, el gran historiador Mariana es-taba en la senectud de los 69 años yBaltasar Gracián, en la primera infanciade los cuatro.

El año de la publicación de la primera

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JOSÉ MARÍA DÍEZ BORQUE es catedrático deLiteratura Española, UniversidadComplutense de Madrid.

El Quijote apareció en una fecha especialmente significativa para laliteratura española. JOSÉ MARÍA DÍEZ BORQUE revisa el fértil panoramaliterario en los años anteriores a la publicación de la gran novela deCervantes y las otras obras con las que coincidió el libro en la imprenta

La década

LITERARIA

Portada de la primera edición de Arcadia, deLope de Vega, impresa en Madrid en 1598.La obra conoció veinte ediciones hasta 1675.

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LA ESPAÑA DE DON QUIJOTE

Quema de libros por el cura,el barbero y el ama, porJosé Segrelles para ilustrarel capítulo VI del Quijote.

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parte del Quijote aparece, en el ámbi-to de la novela picaresca –que inaugu-rara a distancia de genialidad el Laza-rillo de Tormes en 1554–, La pícara Jus-tina, de López de Úbeda, de protago-nista femenino frente a la larga serie depícaros. Cabría citar también dentrode la producción en prosa, algunasobras de carácter histórico, espiritual,de pasatiempos, como la Florida del In-ca, del Inca Garcilaso; la Historia de lavida y hechos del emperador Carlos V;las Meditaciones sobre los misterios denuestra santa Fe, de Luis de la Puente;los Diálogos de apacible entreteni-miento, de Lucas, etcétera.

En poesía, Pedro de Espinosa da a

luz su colección Primera parte de lasflores de poetas ilustres; López Pincia-no, El Pelayo; Rey de Artieda, Discur-sos, epístolas y epigramas de Artemido-ro, y siguen, claro, activos varios poe-tas –como veremos–, el romancero, lalírica tradicional...

Corrales de comediasEn teatro ya había triunfado en los co-rrales de comedias el modelo de Lopede Vega, con no poco disgusto de Cer-vantes. Lope, que ya había publicado suPrimera parte de comedias en 1604, es-cribe en 1605, entre otras muchas, Lanoche toledana.

Cierto es que podrían sumarse nombres

y obras a esta escueta nómina. Pero nocambiarían el panorama en prosa, poesíay teatro el año en que se publica la pri-mera parte del Quijote. Todo sigue porlos caminos habituales de la década lite-raria del Quijote –que veremos–, con rum-bos marcados en géneros y formas, enque no sobresalen ni grandes individua-lidades ni creaciones que se aparten delo habitual. La genialidad narrativa de Cer-vantes no se genera en un caldo de cul-tivo de renovación, de avance, de crisis,que pudiera hacer prever tal novedad, si-no que se vio rodeada de una literaturaesperable, de cangilones de noria quevierten, más o menos, la misma agua.

Ello da la medida de la originalidad cer-vantina y de la singularidad del Quijote.Pero, por otra parte, no hay que olvidarque ése es el ámbito literario en el quese mueve Miguel de Cervantes para su-perarlo, y ésos son los mimbres con quefabrica tan inusual y diferente cesto. Portanto, parece oportuno y útil conocer losaspectos fundamentales y las obras prin-cipales de la que he denominado la dé-cada literaria del Quijote: 1596-1605.

Si Cervantes es el creador de la nove-la moderna, Lope de Vega lo es de la co-media nueva, dando sentido unitario enla tragicomedia a lo que se había hechoteatralmente hasta entonces. Todavía noha producido en esta década las obrasmemorables recordadas por todos, pe-ro ya ha superado sus vacilaciones pri-meras, sus “experimentos” iniciales, dan-

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Las obras de no ficción

Abundaron a lo largo del siglo tratadospolíticos, de economía, de adminis-

tración de la causa pública, libros de ca-rácter práctico, estudios filosóficos, en losque el problema de la literariedad se ha-ce, de nuevo, acuciante. Citaremos, en1596, la Filosofía Antigua Poética, de LópezPinciano; Las seiscientas apotegmas, de Rufo.En 1597, la Política para corregidores, de Cas-tillo, y las Disputaciones metafísicas, de Suá-rez. En 1598, la Censura de la locura huma-na y excelencias de ella, de Mondragón; elDiscurso del amparo de los legítimos pobres, dePérez de Herrera. En 1599, la muy im-

portante obra de Mariana: De rege et regisinstitutione. En 1602, la República mixta deMedrano. En 1603, el Fiel desengaño contrala ociosidad y los juegos. En 1604, Veriloquiumen reglas de estado. Cabría considerar dentrode este tipo de literatura de no ficción obrasde carácter religioso y espiritual como laVida de Cristo (1596), de Fonseca; la Decla-ración de los siete salmos penitenciales (1599),de Vega; la Lucha espiritual (1600), de FrayJuan de los Ángeles; el Tratado de la reli-gión (1601), de Ribadeneyra, y las Conside-raciones sobre todos los evangelios de Cuaresma(1601), de Cabrera.

Primera parte de la vida del pícaro Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán, impreso en 1599, La comedias del famoso poeta Lope de Vega Carpio,recopiladas por Bernardo Grassa, publicado en 1604, y Los libros de la Madre Teresa de Jesús, que se publicaron tras la muerte de la autora en 1588.

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do a los corrales comedias y a los escri-tores modelo que seguirán durante todoel siglo, pero que tanto desazonará a Cer-vantes, que no deja de mostrar su desa-cuerdo, repetidamente. Varias son las co-medias de Lope escritas y estrenadas eneste período y habría que sumar el cu-rioso Viaje entretenido (1603), de Rojas.

La década de LopeEn poesía, en cierto modo, también esla década del gran poeta de lo divino yde lo humano que fue Lope de Vega,aparte de gran dramaturgo, pues en ellaaparecen sus Rimas (1602, 1604), ade-más de su poemas épicos La Dragostea(1598), El Isidro (1599), La hermosurade Angélica (1602) y otras obras.

Pero en 1605 faltaban ocho años pa-ra que se difundieran las originales y re-novadoras obras de Góngora Primera So-ledad y el Polifemo, en 1613, y dos pa-ra que se conociera la Aminta (1607) deJáuregui. Góngora, como Lope en teatroy Cervantes en novela, vendría a tener elmérito y la condición de los renovado-res, es decir, de esos pocos que a lo lar-go de la historia de la literatura la lle-van por los caminos de la renovación ydel cambio, agrupando en torno de ellosuna plétora de seguidores, de mayor omenor inspiración. Es la grandeza y sin-gularidad de los maestros, tan pocos enépocas en que se impone el peso del gé-nero y las normas de la poética, convir-tiendo su cumplimiento en garantía li-teraria y salvoconducto de aceptación.

Continúa en la década literaria delQuijote la poesía épica culta, que ya ha-bían cultivado en vida de Cervantes, en

el siglo XVI, poetas como Zapata, Erci-lla, Rufo, Virués y otros. Tenemos aho-ra, aparte de los poemas citados de Lo-pe, El arauco domado (1596), de Pedrode Oña, y el género continuará despuéscon Mesa, Hojeda, Lope... Poesía de ver-so solemne, de exaltación y gloria, quees difícil que atraiga e interese a un lec-tor de hoy no especializado, pero queocupó a poetas, imprentas y lectores enuna época en que la literatura de elogioy exaltación tuvo un gran auge en mul-titud de formas, que van desde las co-

medias de encargo a los versos lauda-torios de poesía visual en fiestas corte-sanas, pasando por los numerosos poe-mas de elogio que, como norma, pre-cedían a las obras literarias publicadas.

También, con aire de familia, siguió

cultivándose en esta década una poesíareligiosa, espiritual, a distancia, claro, delos únicos e insuperables versos de sanJuan de la Cruz, que había muerto en1591, o incluso de los de Fray Luis deLeón, fallecido el mismo año. Me re-fiero a obras como el Cancionero gene-ral de la doctrina cristiana (1596), de Ló-pez de Úbeda; los Conceptos espirituales(1600), de Ledesma; el Cancionero paracantar la noche de Navidad (1603), deOcaña; la Vida de san José (1604), de Val-divielso. Y junto a esta poesía religiosa,

cientos de poesías de amor, por caminostrillados de conceptos y formas, poesíasbélicas, burlescas, eróticas y el apasio-nante, cuanto inabarcable, mundo de lapoesía oral de romances, canciones, quese cantan acompañando a la vida y queya se recogen en colección: en 1600 sepublica el Romancero General.

No dejó de cultivar el verso Cervan-tes en esta década, pero, por él, aun-que con méritos destacables, nunca hu-biera tenido el puesto que tiene en laliteratura universal. Hasta 1614 no apa-reció su singular obra Viaje del Parna-so, pero de estos años son poemas–que no hacen sino continuar su ocu-pación anterior– como Soneto satíricoal saco de Cádiz (1596), Al túmulo deFelipe II (1598), y otros muchos de di-versos temas que muestran su condi-ción de escritor de oficio que cultiva losdistintos géneros, como era habitual enla época. Pero esto, de nuevo, agigan-ta la hazaña del Quijote.

Antes de entrar en la novela, que, por

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LA DÉCADA LITERARIALA ESPAÑA DE DON QUIJOTE

Cervantes no dejó de cultivar el verso,pero con él nunca hubiera tenido elmismo puesto en la literatura universal

El Greco ha dejadonumerosas imágenes de loshombres de letras de sutiempo, como este retratode Giacomo Bossio, hacia1610-1614 (Fort Wortt,Kimbell Art Museum).

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razones obvias, ha de requerir más aten-ción aquí, pero ya dentro de la produc-ción en prosa, encontramos una serie deobras agrupables en géneros definidos,sobre los que hay consenso en consi-derarlos literarios para la época, frente alo que ocurre para nuestros días. Así, porejemplo, las obras históricas, políticas,científicas, prácticas, que tanto trabajodieron a las prensas de las imprentas.

No son lugar estas páginas para en-

trar en las debatidas cuestiones sobrela “historicidad” de la historia del XVII,es decir, el proceloso mar de veracidad,objetividad, verosimilitud, y, al fondo,el problema de si eso es literatura. Lahistoria del XVII se escribe a la alturadel XVII y no hay que juzgarla con cri-terios de hoy, que nos llevarían a la si-tuación de considerar como único gé-nero objetivo los anales, y ni siquieraéstos por la selección que hacen de los

hechos. Aunque no hay que olvidarque el problema se extiende a nuestrospropios días.

Como testimonio de la pujanza delgénero histórico en la década del Qui-jote, retendré sólo algunos autores y tí-tulos significativos: Garibay (Ilustracio-nes genealógicas de los reyes de España,1596), Pérez (Relaciones, 1598), Mármol(Historia de la rebelión y castigo de losmoriscos de Granada, 1600), Sigüenza

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LOS GENIOS

Félix Lope de VegaMadrid, 1562-1635De inteligencia precoz, mujeriego y pen-denciero, participó en la Armada Invenci-ble, de donde volvió desengañado de la vi-da militar. Vivió un tiempo en Valencia y setrasladó a la Corte en 1588. En 1613, lamuerte de su mujer y de su hijo Carlos Fé-lix le impulsó a ordenarse sacerdote, aun-que siguió teniendo relaciones amorosasapasionadas. Fue hombre de exhuberantecapacidad creadora. En 1598, se inició enla novela con La Arcadia y en 1604, El pe-regrino en su patria, pero donde más brillósu genio fue enel teatro. Se con-servan unas 300obras dramáticassuyas. Poco des-pués de la publi-cación del Quijo-te, expuso susteorías dramáti-cas en el Artenuevo de hacercomedias en estetiempo (1609).

Luis de GóngoraCórdoba, 1561-1627Estudió en Salamanca, aunque no se sabesi llegó a licenciarse. Viajó por toda Españay en 1603 se encuentra con la Corte en Va-lladolid, época en la que comienza su ene-mistad con Quevedo. En 1617, traslada de-finitivamente su residencia a Madrid, don-de fue nombrado capellán de Felipe III en1623. En la época en que se publicó elQuijote, figuraban varios poemas de Góngo-ra en la antologíaFlores de poetasilustres, prepara-da en 1603,pues ya habíaempezado a pu-blicar en 1580,en las que ya seadivinaba la venasatírica que ca-racterizó despuésa gran parte desu poesía.

Francisco de QuevedoMadrid, 1580-Villanueva de los Infantes, 1645Estudió Humanidades en la Universidadde Alcalá de Henares, donde participó enpendencias estudiantiles e hirió casi demuerte a un rival. En 1600, sigue a laCorte a Valladolid, donde estudia Teolo-gía. En 1603, publica algunas composi-ciones poéticas. De vuelta a Madrid, en1606, se mueve libremente en la Corte ymanifiesta una preocupación por la deca-dencia de España que no le abandonaránunca. En 1623, publica la novela pica-resca El Buscón, que probablemente re-dactó por prime-ra vez en 1603.Conoció el Qui-jote desde elprimer momen-to, pues en1608 publicó elromance El tes-tamento de DonQuijote. Prolífi-co, polifacético,polémico y satí-rico, estuvo va-rias veces preso.

Juan Ruiz de AlarcónMéxico, 1581-Madrid, 1639Estudió en México y se graduó en leyes enSalamanca. En 1614 se encontraba en Ma-drid, compitiendo con Lope, Quevedo y Tir-so de Molina, y sufriendo sus burlas por suaspecto físico. Su obra es escasa pero imitaa la de Lope de Vega y Tirso de Molina coneficacia. Sólo seconservan unasveinte comedias,pues se han per-dido varias más.Su teatro tieneen general unaacusada inten-cionalidad moraly analiza de for-ma pormenoriza-da los problemasespirituales desus personajes.

Mateo AlemánSevilla, 1547-México, 1615Descendiente de judíos conversos, estudióMedicina en Alcalá de Henares y pudo ha-ber estudiado también en Salamanca. EnMadrid inició su actividad literaria y en1589 se publicó su Guzmán de Alfarache,que tuvo un éxito literario inmediato, peroque apenas le proporcionó beneficios eco-nómicos. Con el traslado de la Corte a Va-lladolid, regresó a Sevilla, donde fue denuevo a la cárcel por deudas. En 1604, pu-blicó la Vida de san Antonio de Padua paracumplir un voto y poco después, en Lisboa,la segunda parte del Guzmán de Alfarache.En 1607, emigróa Nueva España,haciendo una se-rie de donacio-nes, incluidossus derechos deautor, para poderburlar la imposi-bilidad legal deque un descen-diente de conver-sos fuera a lascolonias ameri-canas.

Tirso de Molina¿1584?-Almazán, 1648Fraile mercedario, de cuya vida se cono-cen pocos datos, se ordenó en Guadalajaraen 1609, a los 17 años. En 1620 fuecondenado a destierro de Madrid por es-cribir comedias profanas, pero en 1626estaba de nuevo en la Corte. En 1636, fuenombrado cronista general de su orden.Escribió cercade tres centena-res de comedias,que se publica-ron en cinco par-tes, a partir de1627. En suobra hay siempreun profundoanálisis psicoló-gico de los per-sonajes, en es-pecial los tiposfemeninos.

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(Historia de la orden de San Jerónimo,1600), Sandoval (Crónica de Alfonso VII,1600), Herrera (Historia general delmundo, 1601 y Décadas, 1601), Maria-na (Historia de España, 1601).

Las formas de la novelaLlegamos, por fin, a la novela, génerofundamental aquí, por razones obvias,ya que del Quijote estamos tratando. Noes mucho lo que cabe destacar en estadécada, pero sí significativo, como tes-timonio de que siguen vigentes los gé-neros narrativos que habían tenido unamplio desarrollo en décadas anterioresy que son pertinentes en la génesis delQuijote, aunque para superarlos, comosabemos, hacia una nueva concepción.No es tan importante para la novela cer-vantina el género picaresco, del que haymuy importantes testimonios en esta dé-cada (Mateo Alemán: Guzmán de Al-farache, 1599, 1604 y la Segunda parte,apócrifa, de Martí, 1602; redacción deEl Buscón, de Quevedo, 1603; La píca-ra Justina, de López de Úbeda, 1605),pero sí la novela pastoril, de la que te-nemos, en 1598, una de las mejoresobras del género: La Arcadia, de Lopede Vega, y ya había contribuido Cer-vantes a lo pastoril con su Galatea, en1588. Y antes de esta década los prin-cipales autores de novela pastoril: Mon-temayor, Gil Polo, Gálvez de Montalvo.También la mal llamada novela bizanti-na, que quedaría mejor definida comonovela de aventuras, que hunde sus raí-ces en la Edad Media, es pertinente pa-ra el Quijote. Pero obras importantes,de autores como Núñez de Reinoso yContreras, son anteriores a esta década,aunque todavía contribuirá Cervantes algénero en 1616 con Trabajos de Persi-les y Sigismunda. Lo mismo ocurre conla llamada novela morisca y sus más ca-racterísticas manifestaciones de escrito-res como Villegas, Núñez de Reinosa,Pérez de Hita, que son anteriores a es-te período.

La novela de caballería es, por encimade todos los géneros de prosa, verso yteatro, el que más nos interesa aquí, co-mo es natural. Ya no hace falta señalarque Don Quijote es mucho más que unataque a la novela de caballería, perocierto es que nuestro caballero andan-te construye su vida con el modelo ca-balleresco y a su mundo hace constan-tes referencias, lo que muestra que Cer-

vantes era un excelente conocedor de lacaballeresca, en el detalle de los hechosde tantos caballeros andantes y en elsentido global del valor de la aventura,mundo fabuloso, cortesía, amor...

Palmerines en retiradaVarios estudiosos señalan el período queva de 1521 a 1560 como el de mayor es-plendor de la novela de caballería, y enél encontramos Palmerín, Belianís, Tau-rismundo, Floramante, Florisel, Febo, Fe-lixmarte... pero todavía en la década delQuijote aparecen, en 1599, Flor de Ca-ballerías de Barahona y, en 1602, Poli-cisne de Boecia, de Silva. Parece que el

género ya no daba tanto trabajo y ne-gocio a las imprentas, pero hay que con-tar con otras formas de difusión, comoel pliego de cordel, el manuscrito, la voz,lo que –junto con los testimonios cita-dos– vendría a mostrar que no había de-saparecido de las expectativas de re-cepción por los años de la primera par-te del Quijote.

El rápido y ajustado recorrido por ladécada literaria del Quijote nos devuel-ve a lo dicho al comienzo, es decir, a lagenial originalidad de esta obra de Cer-vantes, que resalta proyectándose sobreel panorama literario español de la dé-cada de 1596 a 1605. ■

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LA DÉCADA LITERARIALA ESPAÑA DE DON QUIJOTE

Miniatura sobre pergamino en una carta ejecutoria de hidalguía, fechada en 1590 en la ciudadde Valladolid.

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Cuando se publica el Quijote, el crecimiento está dando paso a la contracción; la política expansiva, a la defensiva; el gobierno personalde Felipe II, al de los válidos de Felipe III. CARLOS MARTÍNEZ SHAW hacela crónica de un momento bisagra en la Historia de la España Moderna

A caballo entre

DOS MUNDOS

Don Quijote, guiado por laLocura, abandona su hogar

para convertirse encaballero andante, porAntoine Coypel, 1716,

Museo Nacional Chateau deCompiègne.

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Voto a Dios que me espantaesta grandeza”, es el famosoverso que inicia el poemaque inspiró a Cervantes la vi-

sión del túmulo erigido en la Catedralde Sevilla a la muerte de Felipe II. Elepisodio resulta significativo, pues per-mite definir el contexto político que vi-vió el autor del Quijote, cuya biografíase divide entre dos siglos, entre dos rei-nados, entre una España que ha alcan-zado el cenit de su expansión –el mo-mento en que nunca se ponía el sol ensus dominios– y una España que estáya mostrando los signos todavía incier-tos de su decadencia.

Los años en que Cervantes pudo seruno de los protagonistas de la “más al-ta ocasión que vieron los siglos” –cuan-do, según la divulgada poesía de Fer-nando de Herrera, el Señor “en la lla-nura venció del ancho mar al trace fie-ro”–, en que pudo conocer la instala-ción española en las lejanas islas Fili-pinas y en que pudo complacerse conla resolución de las Cortes de Tomar,que permitía a Felipe II ceñir la Coronade Portugal... esos años ya han queda-do atrás cuando se publica la primeraparte del Quijote.

Los signos del declive español ya sepercibían oscuramente a partir de lasdos últimas décadas del reinado de Fe-lipe II. En agosto de 1588, la Armada In-vencible había fracasado en su intentode invasión de Inglaterra, con gran cos-te de hombres y de barcos, aunque lamayor parte de los navíos de guerra es-pañoles pudiesen volver casi intacta yaunque la capacidad de reacción de laMarina hispana se pusiese ya de mani-fiesto en los sucesivos fracasos de la flo-ta de Francis Drake ante La Coruña yLisboa, al año siguiente.

División en los Países BajosEn los Países Bajos, la constitución dela Unión de Arras y de la Unión deUtrecht (ambas en enero de 1579) ha-bía sancionado la definitiva división en-tre las siete provincias calvinistas delnorte, enemigas irreconciliables de lamonarquía hispánica, y las diez pro-vincias católicas del sur, susceptibles devolver a la soberanía española, aunquefuera al coste de una delicada diplo-

macia y del mantenimiento de una gue-rra que parecía interminable.

En Francia, el monarca había tenidoque renunciar a la misión imposible dehacer aceptar a su hija Isabel Clara Eu-genia como candidata al trono y, por elcontrario, había debido reconocer a En-rique IV como nuevo soberano, me-diante la firma de la Paz de Vervins, unode los últimos actos de su reinado.

En América, si la conquista se habíaconsolidado tras la creación de los dosvirreinatos de Nueva España y Perú, losenemigos de la monarquía –singular-mente los corsarios ingleses, y en es-pecial, Francis Drake– habían con-seguido notables éxitos en sus endémi-cos ataques contra las plazas costeras

españolas –ocupación de Nombre deDios, en 1572, y toma de Santo Domin-go, ataque a Cartagena de Indias y des-trucción de las fortificaciones de SanAgustín de la Florida, en 1585–, si bienes cierto que la última gran expedición,comandada por John Hawkins y FrancisDrake (agosto 1595-enero 1596) se sal-dó con un absoluto fracaso ante Las Pal-mas de Gran Canaria, Puerto Rico, Car-tagena de Indias y Portobelo y con lamuerte de los dos marinos ingleses. Porotro lado, la expansión española del Pa-cífico, que había cosechado notables éxi-tos en el último tercio del reinado –ins-talación en las islas Filipinas, en 1564-1571, descubrimiento del archipiélagomelanésico de las Salomón en 1567-1569, descubrimiento del archipiélagopolinésico de las Marquesas en 1595–,estaba llegando al fin de un ciclo, quese cerraría definitivamente con el des-cubrimiento de la Australia del EspírituSanto –luego Nuevas Hébridas (hoy Va-nuatu), ya en el reinado siguiente (1605-1607)–. Finalmente, y por si fuera po-co, la Unión de las Coronas habíaincrementado en el ámbito colonial lasresponsabilidades militares de España,que pronto se vería obligada a asumir ladefensa de los dilatados territorios delImperio portugués de Ultramar.

Orden cuestionadoTampoco el suelo peninsular se vio li-bre de sobresaltos. El más considerablefue el llamado de las Alteraciones deAragón, que de nuevo puso en cuestiónel orden constitucional de la monarquíahispánica, aunque –no sin antes pro-vocar la intervención del ejército realy la ejecución del Justicia Mayor, el ga-rante de las libertades aragonesas– sesaldó finalmente con unos costos polí-ticos razonables en las Cortes de Tara-zona (junio de 1592). Por otro lado, losenemigos extranjeros se atrevieron in-cluso a atacar la plaza de Cádiz, por dosveces, una a cargo de Francis Drake conel resultado de la pérdida de veinticua-tro barcos españoles (abril de 1587) yla segunda bajo el mando del conde deEssex, con el efecto del completo sa-queo e incendio que destruyó buenaparte de la ciudad (julio de 1596).

De este modo, en un ambiente de cri-sis –económica, financiera, política, di-plomática–, el Rey Prudente se extin-guió en su retiro del Monasterio de El

CARLOS MARTÍNEZ SHAW es catedrático de Historia Moderna, UNED.

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LA ESPAÑA DE DON QUIJOTE

Felipe III, en 1606. Algún historiador estátratando de rehabilitar su figura. Por JuanPantoja de la Cruz, Madrid, Museo del Prado.

Felipe II, por Antonio Moro. En sus últimosaños, ya se comenzó a percibir el decliveespañol, Monasterio de El Escorial.

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Escorial en septiembre de 1598, ya en-vuelta su figura en la Leyenda Negra quehabían elaborado sus enemigos, desdeAntonio Pérez a Guillermo el Taciturno.

Un rey con buena imagenPese a este sombrío panorama de los úl-timos años de su reinado, que levantó crí-ticas entre algunos escritores y cortesa-nos, Felipe II quedó en la opinión de Cer-vantes y, en general, en la conciencia dela mayoría de los coetáneos que le so-brevivieron, como un gran rey, la mismaimagen que han venido a ratificar los ac-tuales especialistas. Así, según las pala-bras de su más dedicado biógrafo, Ma-nuel Fernández Álvarez, Felipe II debeser considerado como “un personaje dela gran Historia, con el que está claro queviene a cerrarse lo mejor del Imperio es-pañol”. Otro reciente biógrafo, Henry Ka-men, reconoce igualmente que “conde-nado a pasar sus días organizando loscomponentes de la inmensa red de sumonarquía, fue de los pocos que tuvie-ron acceso a la perspectiva global de susproblemas”. Y, finalmente, el historiadoralemán Ferdinand Kramer puede concluirque “Felipe II marcó, como ningún otrosoberano, la Historia de España, de Eu-ropa y de una buena parte del mundodurante medio siglo”.

En cambio, en lo referente a su suce-sor, el propio Manuel Fernández Álvarezasume el juicio tantas veces emitido: Fe-lipe II “no tuvo la fortuna de su padre,el Emperador, a la hora de forjar un al-ter ego”. Y ello, pese a sus muchos

esfuerzos, pues el Rey Prudente “apurótodo lo que estaba en sus manos parahacer de Felipe III un auténtico rey, pe-ro algo que estaba por encima de él leimpidió lograrlo”. Un juicio negativo so-bre Felipe III, que se ha venido repi-tiendo de manera insistente por la granmayoría de los especialistas. Así, JohnElliott ha hablado del nuevo monarca co-mo una persona “carente de entidad,personalmente incapaz de gobernar”,mientras John Lynch, por su parte, haafirmado que “su mente estaba vacía ysu voluntad era abúlica”, para concluirconsiderándolo como “el rey más pere-zoso de la Historia de España”. Sin em-bargo, recientemente, otro hispanista bri-

tánico, Paul Allen, ha tratado de rehabi-litar su figura, enfatizando la formaciónque había recibido –a través de su pre-sencia diaria durante tres horas en la lla-mada Junta de Noche– y su sentido de laautoridad frente a las opiniones del Con-sejo de Estado, aunque reconociendo laverdad de las palabras de Luis Cabrera deCórdoba al afirmar que el joven sobera-no evitaba “la molestia que recibía su pa-dre en ver las consultas y despachos”.

Sea como fuere, parece un hecho pro-bado que Felipe III dejó lo esencial delos negocios de Estado en manos del du-que de Lerma, dando paso así a la apa-

rición del valido en la Historia modernade España. El valido es una figura noinstitucionalizada, que ejerce su autori-dad exclusivamente por la confianza quele otorga el rey y que representa el re-torno de la nobleza al ejercicio directodel poder político. Ahora bien, si algu-nos consideraron a los validos como ver-daderos usurpadores de la voluntad real,los analistas políticos más equilibradoscontemplaron su nacimiento como unanecesidad generada por la crecientecomplejidad de los asuntos de gobiernoe, incluso, como una pieza instrumentalque permitía deslindar la titularidad dela soberanía del ejercicio cotidiano delgobierno, lo que liberaba al rey de las

posibles críticas ante las consecuenciasde medidas desacertadas o los revesesinevitables de unos tiempos desventu-rados. En cualquier caso, el valido ale-ja al monarca de los asuntos de Estado,provocando un distanciamiento de losreinos o las clases dirigentes respecto dela política de la Corona.

El duque de Lerma dirigió la políticaal margen de los consejos, subdelegóparte de sus funciones en sus criaturaso hechuras –como Pedro Franqueza oRodrigo Calderón– y repartió puestos ycargos claves, entre una clientela de ami-gos y parientes como medio de asegu-

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CRONOLOGÍA

1564 Instalación de losespañoles en las islas Fi-lipinas.1567 Descubrimientoespañol de las islas Sa-lomón.

1572 Drake ocupa Nom-bre de Dios.1579 Constitución de laUnión de Arras y de laUnión de Utrecht.1580 Felipe II se anexio-na Portugal.1584 Felipe II recibe ala primera embajada ja-ponesa.1585 Los ingleses des-truyen las fortificacionesde San Agustín de laFlorida.1587 Saqueo de Cádizpor Drake.1588 Desastre de la Ar-mada Invencible.1589 Asesinato de Enri-que III de Francia.

1591 Huida de AntonioPérez. Alteraciones deAragón.1592 Cortes de Tarazona.1593 Conversión al cato-licismo de Enrique IV.

1595 Fracaso del ataquede John Hawkins y Fran-cis Drake a Las Palmasde Gran Canaria, PuertoRico y Cartagena de In-dias.Descubrimiento españolde las islas Marquesas.1596 Alianza franco-ho-landesa frente a Felipe II.El duque de Essex sa-quea Cádiz y destruyebuena parte de laciudad.1598 Felipe III sucede aFelipe II.Tratado de Vervins.1599 Felipe III se casacon Margarita de Austriaen Valencia.

El duque de Lerma, pri-vado de Felipe III.Los ingleses atacan LasPalmas de Gran Canaria.1600 Derrota de Nieuw-poort.

Francis Drake. Para losespañoles, un pirata.

Armadura, regalo de laembajada japonesa, 1584.

Enrique III de Francia,asesinado en 1589.

Felipe III, para Lynch, “el rey más perezosode la Historia de España”, evitaba lamolestia de ver consultas y despachos

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rarse mejor el control del poder. Aunquese ha dicho del valido que fue maestroen el “arte de contentar y no remediar”,el correcto funcionamiento de una ad-ministración perfectamente organizadadurante el siglo anterior siguió constitu-yendo una de las más sólidas bazas dela monarquía. En sentido contrario, des-de los años finales del reinado de Feli-pe III se renunció a retener la adminis-tración directa del sector militar, que pa-só íntegramente a manos privadas –re-clutamiento del ejército, construcción debuques para la armada, fabricaciónde armas y municiones, avituallamientode galeras, presidios y guarniciones–,aunque esta obligada “devolución” o de-jación de atribuciones a favor de asen-tistas particulares resultó ser una deci-sión acertada, que redundó en la mayoreficacia de las fuerzas encargadas de ladefensa del Imperio. Finalmente, ni elrey ni el valido fueron capaces de re-solver el problema de la financiación dela monarquía, que ya en 1607 hubode declararse en bancarrota.

Fastos barrocosAun así, el reinado de Felipe III empe-zó de modo brillante con la fastuosa bo-da del joven monarca con Margarita deAustria en Valencia (abril de 1599), quefue como una señal premonitoria delcambio de época, del paso de la auste-ridad del entorno del Rey Prudente a losfastos de la Corte del Barroco. En estecontexto se produciría poco despuésla insólita operación del traslado de la

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A CABALLO ENTRE DOS MUNDOSLA ESPAÑA DE DON QUIJOTE

Fundación de la Compa-ñía (inglesa) de lasIndias Orientales.1601 Traslado de la Cor-te a Valladolid.La Gran Armada de Feli-

pe III desembarca en lacosta sur de Irlanda, aun-que capitula en 1602.Una embajada persa lle-ga a Madrid, a pedirayuda contra el ImperioOtomano.1602 Fundación de laCompañía (holandesa)de las Indias Orientales.1603 Hamlet, de Sha-kespeare.1604 El emperador abi-sinio Za Dengel pide aFelipe III ayuda militar,para la conquista depuerto de Masawa frentea los turcos.1605 Primera parte delQuijote.

Macbeth, de Shakespeare.Descubrimiento españoldel actual Vanuatu.1606 La Corte regresa aMadrid.Ambrosio de Spínola

reconquista Rheinberg,en Güeldres.1607 Los ingleses fun-dan Virginia.1608 Constitución de laUnión Protestante en elImperio.1609 Expulsión de losmoriscos.Tregua de los Doce Añosentre España y las Pro-vincias Unidas.1610 Asesinato de Enri-que IV de Francia.1613 Novelas ejempla-res, de Cervantes.1614 Felipe III recibe allegado japonés Hasekura.1615 Segunda parte delQuijote.

1616 Muerte de Cervan-tes.Muerte de Shakespeare.1621 Felipe IV sucede aFelipe III.

Shakespeare triunfó a lavez que Cervantes.

Portada de la primeraedición del Quijote.

Felipe IV, en una miniaturasobre pergamino, 1626.

Felipe II ofreciendo alcielo al infante Don

Fernando, con el turcoencadenado a sus pies,

por Tiziano, 1573-1575, Madrid, Museo

del Prado.

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Corte a Valladolid, un episodio que porotra parte se revelaría efímero (1601-1606). Más importancia tuvieron, encambio, las halagüeñas perspectivas ge-neradas por la conclusión de una seriede tratados de paz que parecieron ali-viar el enorme esfuerzo militar llevadoa cabo por la monarquía hispánica.

El primero de estos tratados, la Paz deVervins, concertada todavía en vidade Felipe II (mayo de 1598), estableció,además de la mutua devolución de las

conquistas realizadas en el transcurso dela guerra, el retorno a los términos de lapaz de Cateau-Cambrésis, con la expre-sa renuncia a Navarra por parte france-sa y a Borgoña por parte española. Exi-gida por la precaria situación financie-ra de ambos países, para la monarquíahispánica significó el comienzo de unanueva etapa de la política exterior, quecambia sus ambiciones expansivas porel objetivo más moderado de la defen-sa de la “reputación”, antes de pasar en

el último tramo del siglo XVII a la me-ra resignación ante la incapacidad de de-fender las fronteras del Imperio.

Ahora bien, el mantenimiento de la re-putación obliga todavía en la primeradécada del seiscientos, en la década queasistirá a la publicación del Quijote, asostener una serie de guerras limitadasen los escenarios europeos, aunque to-das ellas se orientan a la consecución delos últimos éxitos que permitan obtenermejores condiciones en los tratados de

paz que todos ven avecinarse indefec-tiblemente. En efecto, este anhelo ge-neralizado ha permitido a la historio-grafía hablar de la presencia, en la Eu-ropa de principios del siglo XVII, de una“generación pacifista” que estaría repre-sentada por Felipe III –y su valido, el du-que de Lerma– en España, por Jacobo Ide Inglaterra, por el Gran PensionarioJan Oldenbarneveldt en las ProvinciasUnidas y por el emperador Rodolfo II.En realidad, las potencias europeas se

encuentran extenuadas por las continuasguerras, incapacitadas de encontrar re-cursos financieros para proseguir las ac-ciones y necesitan, más que de tratadosde paz que no pueden ser definitivos,de treguas para reponer sus agotadasfuerzas.

Representativa de esta situación es sinduda la posición de la monarquía his-pánica en la primera década del siglo.Así, por ejemplo, en la cuestión susci-tada por la apropiación por parte del du-que de Saboya del marquesado de Sa-luzzo, perteneciente a Francia y que En-rique IV se apresura a reclamar, España,a pesar de que el territorio constituyeuna pieza vital para el famoso “caminoespañol” que permite el tránsito de tro-pas desde Italia a Flandes, trata por to-dos los medios de llegar a una soluciónpacífica que evite comprometer la reciénfirmada Paz de Vervins. Cosa que, porotra parte, conseguirá tras la oferta deCarlos Manuel de Saboya al monarcafrancés de intercambiar Saluzzo por elpays de Bresse en enero de 1601, con elconsiguiente alivio de la Corte hispana,todavía metida en dos guerras.

Aventuras en el marLa política de apaciguamiento exigía, enefecto, llegar al fin de la larga contien-da mantenida con Inglaterra desde ha-cía largos años. Todavía a comienzos delreinado los ingleses atacan con éxito LasPalmas de Gran Canaria (agosto de1599), acción que obtiene como res-puesta por parte española la preparaciónde una flota para desembarcar en Irlan-da y ayudar a la resistencia católica co-mandada por Hugh O’Neill, conde deTyrone, y Hugh O’Donnell, condede Tyrconnell. Sin embargo, esta GranArmada de Felipe III –desde luego mu-cho más modesta que la de Felipe II–,tras desembarcar en la costa sur de Ir-landa (octubre de 1601) sólo consegui-ría mantenerse en la fortaleza de Kin-sale durante unos meses, antes de ca-pitular ante las tropas inglesas (enero de1602). La paz se firmaría, finalmente, enLondres (agosto de 1604), con el resul-tado positivo para España de quebrar laalianza militar que había unido a ingle-ses y holandeses y que había contribui-do a sostener la causa de los rebeldesen los Países Bajos.

El siguiente paso era, afortunada-mente, el último por el momento. El

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Isabel I, en un óleo anónimo, titulado Retrato de la Armada, que conmemora la derrota de losbuques españoles enviados por Felipe II, colección particular.

La GRAN ARMADA de Felipe III, más modestaque la de su padre, sólo se mantuvo enIrlanda unos meses, antes de capitular

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Tesoro español no era capaz de man-tener las costosas campañas de Flandes,pese a la llegada de copiosas remesasde plata de América, como tampoco lasfinanzas de las Provincias Unidas ga-rantizaban la continuación de sus ac-ciones bélicas. Sin embargo, ninguno delos contendientes quería llegar a las ne-gociaciones en condiciones desventajo-sas, por lo que ambas potencias hicie-ron en los primeros años del nuevo si-glo un postrero y poderoso esfuerzo. Laderrota española en Nieuwpoort (juliode 1600) fue el preludio del asedio deOstende, la última plaza holandesa entierras flamencas, un larguísimo sitio queacabó con su ocupación por las tropasespañolas (julio de 1601-septiembre de1604). En los años siguientes, las cam-pañas de Ambrosio de Spínola fueronde corto alcance –reconquista de Rhein-berg, en Güeldres, octubre de 1606–,con la mirada ya puesta en los prelimi-nares de paz, en el alto el fuego decre-tado en abril de 1607 y en la firma de laTregua de los Doce Años en Amberes(abril de 1609), cuyo máximo efecto fuellevar alivio a una nación extremada-mente fatigada, como confirman las pa-labras dirigidas por Spínola a Felipe III:“Gracias a Dios que a los 9 de éste seacabó de concertar la tregua por 12 años(...). Espero que Vuestra Majestad que-dará muy satisfecho y servido de lo quese ha hecho en esta negociación, que eslo que me anima a dar a Vuestra Majes-tad con sumo gozo la enhorabuena deverse por este tiempo desembarazadode esta guerra de tantos trabajos y gas-tos y con tan poca esperanza de sacarmás fruto de ella. Quiera Dios que a es-te suceso sigan en los Reinos de Vues-tra Majestad el acrecentamiento y feli-cidad que deseo”.

Plata y diplomaciaQuedar libre de trabajos y gastos porcausa de la guerra era, en efecto, por es-tos años, el desiderátum del rey, los mi-nistros y el reino. Sin embargo, no haytampoco que pensar que España, pesea las advertencias de los arbitristas so-bre la ruina de la economía, estaba fal-ta de recursos para seguir desempeñan-do el papel hegemónico de la época deLepanto, reivindicada por Cervantes. Pe-se a la recesión de las expediciones demetal precioso anunciada ya en el rei-nado anterior (desde 1593), las remesas

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A CABALLO ENTRE DOS MUNDOSLA ESPAÑA DE DON QUIJOTE

Lerma, un valido desastroso(¿?-1553, Tordesillas-1623)

Hijo del cuarto marqués de Denia,Francisco de Sandoval y Rojas era

grande de España y gentilhombre de Cá-mara de Felipe II que, en 1592, le nombróvirrey de Valencia. Felipe III le confió losasuntos de Estado en 1598, inaugurando laera de los validos.

Lerma aprovechó su nueva situación po-lítica para enriquecerse y enriquecer a lossuyos, con un despliegue de nepotismo queno se vio equilibrado por una dedicación pa-reja a los graves problemas de la monarquía.Fue el impulsor del traslado de la Corte aValladolid, en una operación que le supusograndes beneficios. Supo atraerse al clero,pero la velocidad a la que acumulaba ri-quezas sublevó al pueblo. En 1608 apare-cieron pasquines en Madrid, incitando a la

rebelión contra el tirano. Felipe III buscóuna fórmula para deshacerse de él sin per-judicarlo y designó a su hijo, el duque deUceda, para sucederlo en la privanza y lo-gró que el Papa lo nombrara cardenal.

En 1618 perdió definitivamente el po-der y se retiró a sus tierras. Tras la muertede Felipe III, en 1621, el conde-duque deOlivares, valido de Felipe IV, abrió un pro-ceso contra los responsables de la adminis-tración anterior, que se saldó con destie-rro de Lerma a Tordesillas y el pago de unacompensación de 12.000 ducados anuales,contando los atrasos de veinte años. Que-vedo se contó entre los defensores de Ler-ma, pero el juicio de la Historia ha sido,por lo general, el de considerarlo un per-sonaje nefasto.

El duque de Lerma, valido de Felipe III, por Rubens, en 1603, Madrid, Museo del Prado.

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de plata seguían arribando desde las In-dias al puerto de Sevilla en cantidadesconsiderables y a veces inesperadas, co-mo ocurrió en el año 1608, calificadocon dicho motivo por Pierre Chaunu, co-mo el año “de todos los récords”. Esenumerario servía no sólo para sostenerlas campañas contra Inglaterra o con-tra Holanda, sino también para enviarsubvenciones a los países amigos, comose hizo en 1606 con el emperador Ro-dolfo II para que pudiese mantener laguerra en Transilvania contra EstebanBocksay y sus aliados turcos o con el ar-chiduque Fernando para que prosiguie-

se su política en el Adriático, su apoyoa los uskokes de Croacia y su enfrenta-miento con la República de Venecia.

Y tampoco carecía de medios la mo-narquía hispánica para defender tantosu Imperio como el de la Corona de Por-tugal, amenazado sobre todo por las na-ves de las Provincias Unidas. Así, enAmérica, una expedición enviada almando del almirante Luis Fajardo pusofin, después de una campaña victoriosa,a la ocupación por los holandeses de lassalinas de Punta de Araya (agosto-diciembre de 1605). Del mismo modo, enel Pacífico, el presidente de la Audiencia

de Manila, Antonio de Morga, consiguiósalvar el archipiélago de la invasión dela flota de Olivier de Noort, en diciem-bre de 1600. Incluso hubo ocasión pa-ra lanzar una gran contraofensiva con-tra los holandeses que habían ocupadouno de los más preciosos dominios co-loniales de los portugueses, las islas Mo-lucas, gracias a la expedición de Pedrode Acuña, que ocupó el fuerte de Ter-nate (abril de 1606), imponiendo denuevo su voluntad a los soberanosde las islas de Ternate y de Tidore.

Del mismo modo, la diplomacia siguiómanteniendo el prestigio de España en

los otros mundos. Así, por citar algunosejemplos, si una embajada persa solici-tando la ayuda de España contra el Im-perio Otomano llegó a Madrid en 1601,seguida por otra diez años después, larespuesta llevó a la Corte del sha Abbasel Grande a García de Silva, en 1612. Delmismo modo, si ya Felipe II –que, enopinión de Philip Caraman, se convirtióen “el supremo protector de la actividadmisionera en Oriente, tras la unión delas dos Coronas en 1580”– había ampa-rado la misión jesuítica en Etiopía, el em-perador abisinio Za Dengel solicitará en1604 a Felipe III ayuda militar para la

conquista del puerto de Masawa frentea los turcos, llegando a ofrecer a cam-bio el matrimonio de su hijo con una hi-ja del monarca español, mientras que susucesor, el emperador Susenios, reque-rirá de nuevo la protección del sobera-no en la década siguiente. Finalmente,si el Rey Prudente recibía en 1584 en laCorte a una primera embajada japone-sa, también Felipe III haría lo propio conel legado Hasekura en 1614, como fru-to de una continuada política de acer-camiento a aquel país desde las Filipi-nas, con las sucesivas visitas de Rodrigode Vivero en 1609 y de Sebastián Viz-caíno en 1611.

Cambio de coyunturaEn definitiva, cuando se publica el Qui-jote, tanto la coyuntura económica co-mo el clima político han cambiado enEspaña. Una época de crecimiento estádejando paso a otra de contracción, afalta de la transformación profunda delas estructuras económicas señalada porlos arbitristas como Martín González deCellorigo. Del mismo modo, la políticaexpansiva del siglo XVI está dejando pa-so a la política defensiva del siglo XVII,del mismo modo que el gobierno per-sonal de Felipe II se sustituye por el go-bierno de los validos y los hábitos decontinencia cortesana por un nuevo afánde suntuosidad y de despreocupación.En ese sentido, el Quijote estará a ca-ballo de dos mundos.

Sin embargo, la transición dista mu-cho de ser brusca. Los síntomas de re-troceso económico y de debilidad polí-tica eran ya observables en el reinadode Felipe II, hasta el punto de que losespecialistas han hablado de la crisis de1590 como preludio a la conciencia dela que se puso de manifiesto abierta-mente a raíz de la consulta del Consejode Castilla de 1619. Y, por el contrario,el declive definitivo aún tardaría en lle-gar, puesto que el reinado de Felipe IIIes capaz de realizar en el plano finan-ciero los mismos equilibrios que el an-terior, es capaz de mantener el prestigiode su Corte ante propios y extraños ypuede garantizar la defensa militar de unvasto imperio acrecentado, excesiva-mente, con los dominios portugueses.En ese sentido, el Quijote es, a la vez,testigo de los buenos tiempos que hanpasado y profeta de los malos tiemposque están por venir. ■

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Las delegaciones española (izquierda) e inglesa que acordaron el Tratado de Paz de 1604, en lamesa de negociaciones en Sommerset House, Londres.

El paso del auge a la crisis fue lento.Felipe III pudo mantener el prestigio de suCorte y garantizó la defensa del Imperio

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El escenario del Quijote es ru-ral. En cambio, Miguel de Cer-vantes, aun habiendo conoci-do como pocos los pueblos y

campos de España, estrena comedias yescribe novelas en la ciudad. Las aven-turas andantescas de Don Quijote y San-cho son de encrucijadas: de molinos quealetean en los cerros, de ventas des-cubiertas a trasmano, de tropiezos con

viajeros al pie del camino o con rebañosa la vera de la cañada real. La vida ma-terial de esta población ora dispersa, oratranseúnte, nos revelará el retrato de losestamentos sociales, los grupos profe-sionales y los marginados de solemni-dad. La imagen vívida del vecindariomanchego o foráneo, que conformabaeste microcosmos comarcano dentro delImperio hispánico.

Ahora bien, este teatro de las mara-villas caballerescas, cuyos hilos manejael escritor desde una cruceta ciudadana,

no nace de un género tan de moda enel Siglo de Oro como era el de “menos-precio de Corte y alabanza de aldea”. Alcontrario, estamos ante el campo escri-to desde la urbe, el lugar contempladodesde la villa, La Mancha recreada des-de Sevilla, Valladolid o Madrid. Quizásporque los novelistas son gente urbana,como la mayoría de los lectores y las im-prentas, mientras la lírica tiende al me-dio natural. O tal vez porque las em-presas de la orden de la caballeríaandante necesitan sustanciarse en la

PEDRO GARCÍA MARTÍN es profesor titular de Historia Moderna, UAM.

LA ESPAÑA DE DON QUIJOTE

El Quijote es una obra sobre el campo,escrita desde la urbe. Una de susescenas, en un óleo de José MorenoCarbonero, de principios del siglo XX.

Aunque Cervantes escribe desde la ciudad, el deambular de Don Quijotetranscurre por un mundo campesino que su creador conocía perfectamente.Pedro García Martín describe los personajes que vagaban por caminosy ventas, sus oficios, aspiraciones y visiones del mundo

CAMINOSLa sociedad de los

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batalla campal: la piú necesaria e la piúonorata, como la calificaba Maquiave-lo en su Arte della guerra. El caso esque El Quijote se desarrolla en un mun-do campesino, en una sociedad agríco-la y pastoril, en una territorio real queel autor remodela mediante toques denaturaleza convencional. En lo que yollamo un paisaje geopoético. El paísaparente donde mora el mito.

El mito del hidalgo manchegoNo hay que avanzar mucho en el libropara aparejar casa, familia y condicióndel protagonista. En realidad, en la pri-mera página se nos sitúa en un lugar, loque significa una aldehuela o sitio pe-queño, para trazar de seguido una ra-diografía personal del aspirante. Las ar-mas de sus antepasados, entronizadasentre el mobiliario. La dieta semanal decristiano tan viejo como pobre. La in-dumentaria estamental para diario y fies-tas de guardar. El número y calidad delos miembros de su hogar y familia. Laedad provecta del protagonista y suconstitución física proclive al humor co-lérico. El ocio de la caza como sucedá-neo de la guerra mediante galgo corre-dor. En esta universidad casera, pues,nuestro hombre cursa estudios, tenien-do por manuales libros de caballería ypor prácticas, los arreglos de la arma-dura oxidada; adquiriendo por compa-ñeros un rocín metafísico y un escude-ro ganapán. Al cabo, sale al estrado deLa Mancha, y, tras denodada porfía enla que no faltaron pedradas de arrierosdurante la imaginaria, el hidalgo se li-cencia al ser armado caballero por elcastellano de una venta. Nace el mitodel hidalgo manchego.

Ahora bien, la figura de Alonso Qui-jano, aun siendo reconocible en el pa-norama nobiliario de Castilla, debe mása la imaginación del escritor que a larealidad social de La Mancha. En estaregión, sólo un pequeño grupo de fa-milias era noble, su economía agraria,y, por tanto, poco dada al oficio de lasarmas y menos al de las letras. Los hi-dalgos en estos pagos eran, por tanto,un sector muy reducido de la poblaciónrural. Además, debido a su empobre-cimiento y escasa formación intelectual,es poco probable que poseyeran bi-bliotecas nutridas de muchos y valiososvolúmenes. El declive hidalgo contras-ta con el ascenso de los villanos ricos;acaparadores de tierras, rebaños y car-gos municipales; inversores de exce-dentes en caserones y molinos.

La decadencia del arquetipo la en-carnó el escudero del Lazarillo de Tor-mes, investido de hábito raído, estó-mago vacío y bolsa sin blanca. Y la co-rroboramos en las Relaciones Topográ-ficas de Felipe II, las cuales, en palabrasde Noël Salomón, “nos dan a entenderque la fantasmal silueta de este perso-naje continuaba paseándose por las ca-lles de más de un pueblo de Castilla la

Nueva hacia 1575-1580”. En la historia,muere el mito del aristócrata lugareño.En la literatura, se echa a los caminos.

Cambio de oficiosDon Quijote y Sancho mudan de ejer-cicio: uno trueca la ociosidad por la ca-ballería; el otro, el beneficio de la la-branza por el oficio escuderil. Pero pa-ra profesar en la orden elegida, para li-brar singulares batallas, renuncian a unaderrota a rumbo fijo. Cuando salen alCampo de Montiel, lo hacen a su ven-tura. Al punto, que la ruta no la trazanlos protagonistas, sino la voluntad deRocinante. Luego, la sociedad de los ca-minos que se la va presentando al lec-tor será fruto del azar de los encuentros,que es como decir del antojo del escri-tor. Y el ingenio de Cervantes dibuja ununiverso personal, en el que residen lostipos aldeanos que conoció en su bre-ve estancia en Esquivias, pero, sobre to-do, los viajeros con los que se cruzó du-rante sus luengas labores recaudatoriasa través de Andalucía.

Al pasado de estos personajes incor-porará las vivencias de su periplo ju-venil por el Mediterráneo. Esto hace delQuijote lo que Mijail Bajtin denominóuna “novela polifónica”. Porque alber-ga un mundo rural en el que rigen lasjerarquías estamentales, abundan los tra-bajos andariegos y desafinan las dife-rencias entre ricos y pobres. Las lucesuniversales y las sombras locales del Im-perio español.

No obstante, este paisaje social no estan rígido como algunos han queridover, sino que está lleno de matices. Con-viene recordar que, según la definicióndel Diccionario de la Real Academia Es-pañola, la voz “campesino” se refiere alo que es propio del campo, así como atodo habitante del mismo. Sólo que yaen la España del Siglo de Oro, mercedal recurso peyorativo que a veces em-plea el lenguaje oficial, se identificaba alos campesinos con los villanos. No obs-tante, si ordenamos estamentos y pro-fesiones de acuerdo a los sectores eco-nómicos, la sociedad que se avecinda enel Quijote resulta más compleja y mó-vil que la ideología basada en la duali-dad de estados privilegiados y pecheros.

De este modo, dentro de la agricul-tura, hallamos en la cúspide a los gran-des títulos, propietarios de tierras y se-ñores de vasallos. Muchos de ellos se

Aventura del cuerpo muerto, grabado deD. Martínez para ilustrar una edición delQuijote, Barcelona, 1859.

Novela frentea poesía

Cervantes vivió y conoció los pue-blos y campos de España, pero él

era un hombre de ciudad. Los novelis-tas son escritores de la ciudad. Las no-velas parecen arraigar en los oscuros la-berintos de la urbe; la poesía, por el con-trario, tiende a la naturaleza, a la ar-monía campestre.”

ANDRÉS TRAPIELLO

Las vidas de Miguel de Cervantes

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habían convertido en absentistas, emi-grando a los palacios de la Corte, don-de vivían de sus rentas. Pero otros per-manecían en sus señoríos, en calidad deterratenientes que gozaban del bienes-tar propio de su rango, como encarnanel duque andaluz Ricardo, padre del se-ductor de Dorotea, y la pareja de ma-landrines duques aragoneses que aga-sajan a Don Quijote y Sancho para bur-larse de ellos.

Hidalgos pobresEn medio quedaban los caballeros, quebasaban su poder y prestigio en la ri-queza generada por sus tierras, del te-nor del hijodalgo rico Grisóstomo y deljoven don Luis, que finge ser mozo demulas para seguir a su amada. Peor loestaban pasando los hidalgos, empe-zando por nuestro Alonso Quijano “ElBueno”, quienes, a pesar de la exen-ción de impuestos, llevaban una exis-tencia pobre y estéril. En esta escasez,el padre del capitán cautivo guía a sushijos en los caminos para ascender me-diante el refrán: “Iglesia, o mar, o casareal”. Porque sólo las profesiones demilitar, eclesiástico y letrado permitíanal plebeyo alcanzar nobleza, al hidalgoganar dignidades y al pobre salir de supenuria.

Pero abundan más en la vida rural delQuijote los labradores, propietarios dealguna yunta, que cultivan sus tierras,

toman en arriendo otras parcelas y apa-cientan sus ganados. Sin embargo, aúncompartiendo una misma categoría depecheros, los villanos ricos que prota-gonizan nuestro teatro áureo se contra-ponen a los pequeños campesinos.Unos conforman una sólida clase mediade la que salen las oligarquías locales:el padre del bachiller Carrasco, que pue-de pagar los estudios universitarios desu hijo; Juan Haldudo, el amo de Quin-tanar de la Orden que azota al mozo pordescuidar su rebaño, o Camacho “El Ri-co”, cuya fortuna allana el enlace entrelinajes desiguales y costea una bodapantagruélica. De la influencia de estegrupo se hacen eco las Cortes, reunidasen Madrid en 1624: “(...) que, como esnotorio, los lugares que llaman de Man-cha, que son los del priorato de SanJuan, sustentan con su labranza y crian-za mucha parte de estos Reinos, así por

la fertilidad de las tierras como por losgrandes y caudalosos labradores quehay en ellas..”. Otros, personificados enlas figuras de Sancho Panza y de la pro-pia Aldonza Lorenzo, la Dulcinea de car-ne y hueso, trabajan de sol a sol y bus-can el jornal en pueblos vecinos. Esaplebe del campo malvive afanada en la-bores embrutecedoras, de las que sonpartícipes su mujer e hijos, y a la que undía la aventura caballeresca les ofrece laoportunidad para escapar de la mise-ria. En cambio, hasta esta ilusión está ve-dada a las pobres gentes que son los jor-naleros, los cuales sólo pueden vendersu fuerza de trabajo para subsistir.

Esta graduación agrícola evidencia elpaso de la economía cerrada a la mo-netaria, la remoción social acaecida enel agro castellano, la sustitución de losvalores tradicionales por los modernosdel capital. En esta dialéctica se mueven

LA SOCIEDAD DE LOS CAMINOSLA ESPAÑA DE DON QUIJOTE

Vista de Madrid en 1562, con el Alcázar real en primer plano, por Anton van Wyngaerde, Viena, Biblioteca Nacional de Austria.

Prostitutas, hebreos y moriscos

En su patio trasero de la sociedad de loscaminos, vivían los marginados. Una

cosa era la pobreza de solemnidad, a la quelos buenos cristianos atendían mediantelimosna y beneficencia, y otra el desem-peño de oficios viles y mecánicos, la pros-titución en ventas y mancebías, y, sobretodo, la pertenencia a religiones infieles,

como les sucedía a hebreos y moriscos, es-tos últimos en pleno trance de expulsión.De resultas de estas manchas paganas, enla “república católica”, cuya ideología sesustentaba en el honor y la honra, los súb-ditos saludables esgrimirán la limpieza desangre para fortalecer su enjundia de cris-tianos viejos.

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el caballero y el escudero. Don Quijotedesea mantener una relación vasalláticacon su sirviente, la cual sería premiadamediante mercedes, tales como la go-bernación de la ínsula Barataria. Por elcontrario, Sancho ansía asegurar una re-lación laboral con su amo, por lo quereclama un salario del que procura lle-var buena cuenta. El guerrero busca lagloria. El pobre labriego se conformacon sacar a su hogar del hambre. Aun-que a veces el criado se deje llevar porel delirio de su señor para soñar en ca-sar a su hija “con quien me dé nietosque se llamen señoría”.

Oficios frente a títulos Es la espera de la mejora generacional.Entre tanto, a falta de títulos, buenos sonlos oficios. Pues, además de la labranza,La Mancha vivía de la ganadería y delcomercio. En el sector pecuario, halla-mos acaudalados propietarios de caba-ñas estantes, que compaginaban el cul-tivo y el pastoreo. Por su parte, los gran-des ganaderos trashumantes residían enMadrid, marchando a extremos sus ca-bañas por cañadas y puertos reales queatravesaban la región de parte a parte.Ahora bien, en el Quijote y en el con-junto de la obra cervantina, se mezclanpastores auténticos y fingidos.

Los pastores fieles a la realidad se

concretan en ese transterminante quecarea su hato por la jurisdicción de lasÓrdenes Militares, aquel cabrero quebusca yerbas frescas en Extremadura,la majada de Sierra Morena que sirvede auditorio para el discurso de la EdadDorada y la aventura del tropel de to-ros que arrolla a los trotamundos. Pe-ro, sobre manera, se hace épica en elepisodio donde el Caballero de la Tris-te Figura, lanzón en ristre, alancea a dosrebaños migratorios, al confundirloscon sendos ejércitos prestos a batirseen la llanura. Pasajes pastoriles que nos

hablan del ciclo estacional de la gran-jería merina que tutelase el gremio dela Mesta.

También menudean por igual los pas-tores fingidos. Suelen ser jóvenes aris-tócratas, que lamentan un amor despe-chado en la soledad de los prados, aban-donando por un tiempo su linaje paradisfrazarse de hermosas zagalas y ga-llardos rabadanes. Las escenas bucólicasen las que participan caballeros y damasse suceden en el cuento de Marcela, laszagalejas libres del tiempo dorado, o la

voluntad postrera del caballero vencidoy de su escudero en dedicarse al pas-toral ejercicio. A tal efecto, cambiaríansus nombres por Quijotiz y Pancino,adentrándose en los bosques; ende-chando aquí; bebiendo en limpios arro-yuelos allá; dándoles Apolo versos y elamor conceptos que les harían eternosy famosos en los venideros siglos.

El propio Cervantes hará prevalecer eloriginal rústico sobre el artificio ideal,cuando en su novela El coloquio de losperros (1613) ironice acerca de los pas-tores literarios, “por donde vine a en-

tender lo que pienso que deben de creertodos: que todos aquellos libros pasto-riles son cosas soñadas y bien escritaspara entretenimiento de los ociosos, yno verdad alguna”. Para entonces se es-taba imponiendo la imagen prosaica dela ganadería. Los textos diferenciaban lascategorías del propietario semoviente ydel pastor asalariado. Y en el género deLa adoración de los pastores, los maes-tros pintaban a unos guardeses deganado astrosos y empobrecidos, alos que apenas llegaban las divisas de

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Obra total, cuyo contenido se proyectamás allá de sí mismo, el Quijote no me-

nos vive en las páginas de los volúmenes quedesgranan su historia inmortal, cuanto en susproyecciones y en sus fantasmas. Tanto estávivo en sus ediciones como en sus figuras ydiversas figuraciones. Sus dominios y su po-tencialidad imaginaria han escapado final-mente de las prisiones de la letra, y puede de-cirse que hace tiempo que “campean” y semuestran en un vastísimo conjunto de obje-tos cotidianos, revelándose como una suer-te de arquetipo y archiimagen nacional.

De ahí la oportunidad de un libro comoel que nos ocupa. De ahí, precisamente, laidea de conformar un Álbum del Quijote. Unlibro que indaga la sutil y efectiva penetra-ción de la imagen del Quijote en el incons-ciente nacional; un texto que registra hastadónde ha podido llegar en su despliegue laplástica imaginaria de esta creación de cre-

aciones y verdadera enseña y fetiche nacional.Con un despliegue de ingenio, amenidad,

el historiador Pedro García ha dispuesto es-te álbum en la forma de una antología demiradas en torno a las “imágenes pobres” ycotidianas de la genial novela. El objetivo

final es ilustrar 107 apariciones sorpresa dela vieja historia en el mundo de hoy. Peropara llegar a esas 107 imágenes sorpresivas,el libro recorre los caminos que a ellas con-ducen. Completando todo el conjunto conun estupendo prólogo de Andrés Trapiello,y de otros colaboradores, que nos acercan lasdimensiones plásticas que ha generado lacreación cervantina en su trayecto por la his-toria de su recepción, el Álbum del Quijote sepresenta como el potente ejemplo de un mo-do de historiar que, con fuerza y autoridad,pone ante nuestros ojos de hoy las imáge-nes vivas del ayer.

FERNANDO R. DE LA FLOR

PEDRO GARCÍA MARTÍN

Álbum del Quijote, iconos cervantinos en elcuarto centenario de su impresiónTocina (Sevilla), S&C, 2004,

215 págs., 47 €

Figuras y figuraciones del QUIJOTE

La gran llanura manchega convocaba auna población ambulante de mercaderes,arrieros, galeotes y viajeros principales

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los apreciados vellones meri-nos. En cuanto al resto de ac-tividades materiales, los pue-blos manchegos contaban conartesanos, tenderos y buhone-ros que abastecían el mercadolocal. Mas el carácter de tierrade paso de su inmensa llanu-ra convocaba a una poblaciónambulante: mercaderes toleda-nos que van a comprar seda aMurcia, arrieros yangüeses deregreso a Soria, galeotes forza-dos a cumplir su condena yviajeros principales.

Y es que en la cosmovisióncervantina, peregrina hasta subiblioteca, dispersa entre el es-crutinio de la librería de DonQuijote, la lectura del Curiosoimpertinente que guardaba elventero y el autoelogio de Rin-conete y Cortadillo. Decíamosque, si la condición del caba-llero era hidalga, su ejercicioera andante; si la casa solarie-ga, su fama, universal. Todo locual evidencia la vitalidad dela que hemos dado en llamarla sociedad de los caminos.

El mundo rural del Quijotereflejaba a escala de Castilla laNueva la complejidad de la so-ciedad española. La unidad en la per-sona real y en la fe católica convivíancon la variedad estamental, y, aun ha-blando sólo de cristianos viejos, se su-cedían las oposiciones: campo y ciudad;hombres y mujeres; vivos y muertos; ladicotomía entre linajes e individuos quea cada paso rememora Don Quijote; lasdiferencias entre ricos y pobres, quetanto atosigan a Sancho. Un panoramasocial abigarrado que podemos calificar,como hace la propia pluma cervantina,mediante los términos pictóricos de“sombras y lejos”.

Guerra entre letras y armasPues bien, entre los discursos que des-liza el autor por boca de sus personajes,desde las edades clásicas a la noblezade la virtud, desde la naturaleza libre delhombre a la igualdad en la discreción,plantea en primera persona la contien-da entre las armas y las letras.

El hidalgo que profesaba en la ordende la caballería andantesca se identifi-caba más con el arte militar que con la

profesión literaria. A Don Quijote, dospoderosas razones le mueven a ello: lafunción guerrera que hereda de sus an-tepasados medievales, los bellatores, yla idea de Cruzada que renace en el pul-so entre los Imperios hispano y otoma-no. La primera era calidad intrínseca delestado aristocrático, de acuerdo a la tra-tadística del momento, como afirmabaMarco Antonio Camos: “(...) el fin prin-cipal de la hidalguía es la defensión dela santa fe cathólica, de su Rey, y de suRepública”. El de la Triste Figura sus-cribirá estos valores cuando tenga queenunciar las razones por las que se de-be empuñar la espada. La segunda, la“guerra santa”, se incorporó a los librosde caballerías, nada más terminar la Re-conquista, en las Sergas de Espladián.Además, Túnez, Malta y Lepanto son hi-tos inseparables de la vida y escritos deCervantes, hasta el punto de quejarse enla segunda parte del Quijote de que Fer-nández de Avellaneda le había moteja-do en su apócrifo de viejo y manco, co-mo “si mi manquería hubiera nacido en

alguna taberna, sino en la másalta ocasión que vieron los si-glos”. Por fin, la influencia dela Gerusalemme liberata de Tor-quato Tasso, enmarcada en elorto de la Contrarreforma, se hi-zo notar en nuestros autoresbarrocos, muchos de los cualespasaron a cultivar el discursocruzado.

Sin embargo, aunque le pe-sase al escritor, ese equilibrioentre la péñola y el acero seestaba rompiendo en la Espa-ña del Siglo de Oro a favor delas letras. Pero no entendidascomo literatura, de la que ca-si nadie podía vivir, sino entanto estudios universitariosque abrían las puertas de lasprelacías y los consejos, de lostribunales y los colegios ma-yores. Por contra, en la milicia,sólo la alta burocracia recibíasu soldada con regularidad, altiempo que el ejército perma-nente iba sustituyendo a lasmesnadas, la logística y la es-trategia a los combates singu-lares, la artillería a la caballe-ría. En esta mudanza de valo-res, declinará el paladín ante elnuevo señor de la guerra, co-

mo ha filmado magistralmente Erman-no Olmi en Il mestiere delle armi(2001). En esta película, los comba-tientes rivales, el condottiero papal Gio-vanni de Médicis y el general imperialZorzo Frundsberg, ya no se miran a losojos en el fragor de la lucha; les dis-tancian las armas de fuego en el cam-po de batalla; les hacen impersonaleslas máquinas.

Mal, pues, pintaban las cosas para unhidalgo, en su rareza manchega, queacababa de profesar en una orden mi-litar tan esforzada como poco agrade-cida, como era la de la caballería an-dantesca. Peor lo hacían para un autorque, a pesar del éxito tardío, seguirá pa-sando estrecheces hasta su muerte ca-llada en lo que entonces era la capitaldel mundo. Empero, de alguna forma,creador y criatura sobrevivirán en efigie,entronizados en el Parnaso de la litera-tura universal. En cambio, el paso deltiempo ha ido apagando las luces, alar-gando las sombras, de nuestra entraña-ble sociedad de los caminos. ■

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LA SOCIEDAD DE LOS CAMINOSLA ESPAÑA DE DON QUIJOTE

La Virgen vestida de gitana, por Luis de Morales, muestra lostípicos tocado, manga, cuello y puños del vestido de las gitanas, enla segunda mitad del siglo XVI, Madrid, colección particular.

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Bajo elsigno de la CONTRA

La religión socorrida porEspaña, de Tiziano, 1571, es

una conmemoración de lavictoria de la Santa Liga sobre el

turco en la Batalla de Lepanto(Madrid, Museo del Prado).

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Cervantes perteneció ala generación inter-media entre el Rena-cimiento y el Barro-

co. Nació en pleno crepúsculovespertino renacentista y muriócuando el Barroco se despere-zaba en todo su esplendor. Sularga vida, para la expectativade la época –muere a los 69años–, se encabalga entre dosgeneraciones. Nació siete añosdespués de la muerte de LuisVives y seis años después de lade Juan de Valdés.

El año que nació Cervantesmorían Francisco de los Cobos,el eficaz secretario de Carlos V,y Hernán Cortés, el héroe épico por ex-celencia. Morían también Francisco I deFrancia y Enrique VIII de Inglaterra.Carlos V ganaba la Batalla de Mühlberga los protestantes. La Reforma se hun-día. Avanzadilla de la formidable ge-neración de los grandes literatos del Si-glo de Oro, la de los Lope, Guillén deCastro, Góngora y Quevedo, nacidostodos ellos después de Trento y la Con-trarreforma y, al mismo tiempo, reta-guardia de la generación que había na-cido en torno al movimiento de las Co-munidades y las inquietudes reformis-tas, de los Fray Luis de León, Huarte deSan Juan y Teresa de Jesús.

A caballo de dos mundos culturales

muy distantes, Cervantes estuvo máscerca del segundo que del primero Yello porque su producción literaria, co-mo es bien sabido, es muy tardía. Seperdieron sus primeras obras –excep-tuando El Trato de Argel y La Numan-cia, conservada en copias del sigloXVIII– y de hecho su éxito no llega has-ta que en 1604 –cuando tenía 57 años–se instale en Valladolid, poco despuésde establecerse la Corte en esta ciudad.

Aquí concluye su primera parte delQuijote, que se publicaría en el año de1605. Valladolid era entonces un fococultural increíble. Allí estaban Queve-do, Góngora, Salas Barbadillo, Artieda,Vélez de Guevara, Suárez de Figueroa,

Dantisco, Lasso de la Vega, Es-pinel, Argensola... Pronto vol-vería Cervantes a Madrid con laCorte y, desde 1613 a 1615, sepublican sus Novelas ejempla-res, su Viaje del Parnaso, la se-gunda parte del Quijote y susOcho comedias y Ocho entre-meses. El Cervantes de la litera-tura es, por tanto, el viejo Cer-vantes, un hombre muy expe-rimentado, del que hasta pue-de decirse que había vivido de-masiado en el momento de po-nerse a escribir.

Cervantes fue un escritor atí-pico, no sólo por su calado si-no por su propio perfil. No res-

pondía a ninguno de los tipos de escri-tores que Noël Salomon estableció en laEspaña del Siglo de Oro: los escritoresaristócratas, para quienes tomar la plu-ma era un arte noble del espíritu, un lu-jo en su existencia social palaciega, tipomarqués de Santillana o Garcilaso; losescritores clérigos, amarrados al siemprerentable oficio eclesiástico como tantosotros; los escritores cronistas al serviciodel rey, modelo Cabrera de Córdoba oGaribay; los escritores artesanos; los es-critores de mercado, tipo Lope de Vega.

Fue un escritor que desembarcó en laliteratura desde la desventura vital. Eneste sentido, tiene mucho parecido condos literatos que nacieron el mismo añoque él: Mateo Alemán y Juan Rufo, tam-bién, como él, con mucha vida a cues-tas, aunque la metabolizaron de unamanera muy distinta. Mateo Alemán

RICARDO GARCÍA CÁRCEL es catedrático de Historia Moderna, UniversidadAutónoma de Barcelona.

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LA ESPAÑA DE DON QUIJOTE

La religiosidad que aflora en la obra cervantina es la de las procesiones, el culto a las reliquias, las apariencias, la Inquisición. RICARDO GARCÍA

CÁRCEL indaga en los valores de aquel notario de la crisis que fue Cervantes,testigo de la sustitución de la ética del honor por la de la necesidad

RREFORMA

Altar de reliquias, con el díptico de LaAnunciación, de Federico Zuccaro, 1586

(Monasterio de El Escorial).

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creó un pícaro, el Guzmán de Alfarachecomo un ejercicio de realismo social, elfruto de la impregnación del tiempo quele tocó vivir. Rufo –que, en realidad, sellamaba Juan Gutiérrez– optó por todolo contrario. Escribió La Austríada co-mo un ejercicio de nostalgia pura y du-ra, de los tiempos gloriosos de los Aus-trias en plena decadencia. Cervantes hi-zo el Quijote para abrir una tercera víaentre el idealismo y el realismo.

Transición, cambio, mudanzaCervantes es un representante arquetí-pico de una cultura de transición, de cam-bio, de mudanza. Representante y nota-rio de ese tiempo de dudas y de crisis.No entraré aquí en el debate entre loscervantistas-historiadores que consideranque el Quijote es un reflejo estilizado delmundo real, una representación de la Es-paña de su tiempo, siguiendo las pautasque van de Morel-Fatio a Vilar, en su yaclásico El tiempo del Quijote, enfrentadosa los cervantistas-literatos que defien-den, ante todo, que los personajes de

Cervantes son autónomos literariamentehablando, que deben sólo ser interpre-tados en el marco de la creación y no enel de la representación histórica. Creo queambas concepciones son compatibles yconjugables. Pero no puedo evitar, comohistoriador, apasionarme por el tiempodel Quijote en tanto que tiempo de Cer-vantes, por la cultura del Quijote en tan-to que trasunto de la de su creador.

Ciertamente, el hombre Cervantes es-tá dentro de su obra. ¿Y qué podemosdecir de la cultura de Cervantes a partirdel Quijote? Según Anthony Close, hoyya no es creíble la imagen que trazó Me-néndez Pelayo de un Cervantes “in-conscientemente genial e intelectual-mente vulgar”. Tras muchos años de cas-trismo intelectual –el de don Américo–que le atribuía a Cervantes una inteli-gencia superior, un vaivén entre el tras-cendentalismo y el materialismo y el es-cepticismo y la hipocresía, parece im-ponerse la idea de una educación hu-manista de Cervantes a nivel preuniver-sitario teñida de autodidactismo –con

notable influencia de la ratio studiorumde los jesuitas–, que acoge un amplio aba-nico de registros con una deslumbrantecapacidad de asimilación y síntesis.

El pensamiento de Cervantes, cierta-mente, es alambicado y se adapta mal alsimplismo interpretativo al que somostan dados. Sin ir más lejos, Vargas Llo-sa lo acaba de convertir en el arqueti-po liberal. Anthony Close ha explora-do alguna de sus peculiaridades: fusiónde la concepción neoplatónica del amorcon la teología cristiana que afirma lasantidad del matrimonio y la bondad delos instintos naturales, siempre que és-tos estén sujetos al precepto religiosoy a la razón, gusto por la armonía y laproporción en el ejercicio de sus emo-ciones, la ironía que administra bien latendencia al ensimismamiento, el im-pulso fantaseador y de vanagloria, ca-racterísticas que, sin duda, eran tan pro-pias de Don Quijote como de Cervan-tes, la concepción providencialista com-pensada con una actitud racionalista quehalla la virtud en un término medio en-tre el exceso y la deficiencia, repudio dela injusticia, la crueldad y la venganza,reservas respecto al código del honor...

¿Hay, como quiere Castro, un desliza-miento de Cervantes desde un presuntoinconformismo e irreverencia a un mo-derantismo y renuncia a la marginaciónsocial? Evidentemente, Cervantes, segúnClose, buscó el equilibrio, la armonía, lamoderación entre las diversas fuerzas enjuego. Todas sus ficciones son “odiseascuyo fin ejemplar es llevar a los prota-gonistas al descubrimiento de la verdad,el conocimiento de uno mismo, el temorde Dios, la superación del engaño me-diante el uso de la razón”. No hubo dosCervantes, el progresista y el conserva-dor. Hubo un solo Cervantes, a caballode dos mundos en plena transición deun sistema de valores a otro. Cervantesvive a este respecto la sustitución de laeconomía feudal, rural, por la economíadineraria.

El triunfo de Don DineroYa lo decía Sancho, “dos linajes soloshay en el mundo, como decía una agüe-la mía, que son el tener y el no tener”.El pago en dinero sustituye a las viejasmercedes, como muestran Sancho y susreivindicaciones salariales, frente a laconcepción de la relación vasallática deDon Quijote.

Curación milagrosa de una endemoniada, pintura mural del claustro del Monasterio deGuadalupe, comienzos del siglo XVII.

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También había cambios en la culturacortesana. Aquel lenguaje de la corte-sía y la urbanidad cristiana del buencortesano de Castiglione, aquella sim-biosis de la práctica militar y mili-tante confesionalidad, aquella pre-tendida sofisticación del gusto ydel ingenio, fueron desbordadospor la presión de una coyuntu-ra hostil que sólo propiciaba elaprendizaje de la corrupción. Ladoctrina moral del tacitismo lobarre todo. Triunfan los políticosfrente a los juristas. El patronaz-go político se impone al derecho.Es la nueva cultura del parvenu,beneficiario de la especulación degranos, revendedor de cargos, com-prador de títulos o de señoríos fren-te a la vieja promoción social sólo en-carnada vía Iglesia, vía aventura ame-ricana, vía burocracia real. La dicotomíaarmas-letras se rompe. El poder setransfigura. El linaje cuenta menos, por-que se falsifica. La picaresca se impo-ne y la imaginación se amplía hasta elinfinito, porque todo lo que no es po-der es marginación. La ética de la ne-cesidad triunfa sobre la ética de losprincipios.

Es la época de la segunda Contra-rreforma, la del jesuitismo barroco queabrirá paso a Gracián. Es el momento

dorado de la “fábrica de santos”. Es laépica de los primeros tirones de la li-beración de la mujer, de lo que Cervan-tes es buen notario. El honor que partedel supuesto concepto patrimonial de la

mujer por parte del hombre-padre o delmarido hace aguas. Cervantes, en El ce-loso extremeño, ya redime al adulterio

de la penalización en el supuesto le-gítimo del matrimonio sin amor delviejo con la joven. Cervantes haceque los maridos ultrajados en suhonor acaben perdonando a susesposas. Sus reservas al códigodel honor son explícitas, por másque no deje de reconocer que eldeshonor equivale a la muertesocial y subraya la necesidad deevitar el escándalo.

La autonomía de la mujer que-da perfectamente enunciada porPreciosa, la gitanilla de Cervantes:

“Sepa que conmigo ha de andarsiempre la libertad desenfadada, sin

que la ahogue ni turbe la pesadum-bre de los celos”. El mundo de la pa-reja, tal y como lo había diseñado FrayLuis de León en La perfecta casada serompe. Fracasa la programación fun-cional de la mujer y se dispara la fuer-za liberadora de ésta. Aparece la mujerfuerte, y se contrapone el amor y el ma-trimonio, apostándose cada vez máspor el primero.

Época de fracaso de héroes, de fin dela utopía, de sueños frustrados. Al final,el despertar amargo: “Con la Iglesiahemos dado, Sancho”. La Iglesia de la

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BAJO EL SIGNO DE LA CONTRARREFORMALA ESPAÑA DE DON QUIJOTE

La Comunidad de Castilla-La Mancha haorganizado una programación cultural

a propósito del IV Centenario del Quijote entorno a cuatro ejes: espectáculos, exposicio-nes, publicaciones y una ruta turística.Los espectáculos incluirán conciertos, el Fes-tival Quijote –con la puesta en escena de30 obras teatrales y de danza– y colabora-ciones con el Festival de Teatro Clásico deAlmagro, que este año se vinculará a la obracervantina. En total, se alcanzará el núme-ro de 700 representaciones.

Entre las principales exposiciones desta-can Don Quijote. La sombra del caballero, quemostrará unas 200 obras alusivas al mun-do de la caballería en el Palacio del Infan-tado de Guadalajara, desde este mes hastamayo; La Mancha del Quijote, de carácter et-nográfico, se ordena en torno a siete grandestemas de la vida cotidiana de Cervantes y seexpone en el Auditorio de Puertollano, de

febrero a septiembre; Don Quijote en la cerá-mica mostrará la iconografía generada por laobra en la cerámica tradicional y se mos-trará en el Recinto Ferial de Talavera de laReina, de marzo a septiembre; Don Quijote

en el arte contemporáneo, en el Museo Provin-cial de Albacete, de mayo a septiembre; Elarte en la época del Quijote, en el Antiguo Ins-tituto de Enseñanza Media de Ciudad Real,de septiembre a enero de 2006, y Dalí y elQuijote, en la Casa Zavala de Cuenca, de no-viembre a enero de 2006 son otras de lasprincipales exposiciones del programa.

Una de las acciones más importantes esla campaña Un Quijote, un euro, que va ca-mino de superar el millón de ejemplares dela edición patrocinada por la Junta de Cas-tilla-La Mancha, y a la que se ha sumadonuestra revista, que incluye con este númeroun ejemplar del Quijote, gratuito para nues-tros lectores.

Por último, la Ruta de Don Quijote uniráa 145 municipios de la región, a lo largo de2.500 kilómetros, en lo que constituye elmayor corredor ecoturístico y cultural deEuropa.

Actos, conmemoraciones y ediciones del QUIJOTE

Aula universitaria, de Martín de Cervera,muestra una clase en la Universidad deSalamanca, en 1614.

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Contrarreforma. Sancho afirma tajante-mente que “creo firme y verdaderamenteen Dios y en todo aquello que tiene ycree la Santa Iglesia Católica Romana yel ser enemigo mortal, como lo soy, dejudíos”. Y Don Quijote expresa: “Nues-tras alas no han de salir del límite quenos tiene puesto la religión cristiana queprofesamos”.

Inquisición y lenguajeEl indicador más visible de los tiemposcontrarreformistas que le tocó vivir es laimagen de la Inquisición que se vis-lumbra en múltiples pasajes. El vocabu-lario alude con frecuencia al lenguaje in-quisitorial –sambenito, hereje, infame,dogmatizador, secta mala, razones en-diabladas, auto general, auto público,quemar–. La religiosidad, según Redon-do, que emana de la obra cervantina esla típicamente contrarreformista: proce-siones, exhibiciones de la imagen de laVirgen, ceremonias y ritos, devoción porlas reliquias, crédito de los saludadores,antiintelectualismo, pedagogía y mila-gros, culto a Santiago... Cervantes no juz-gó nunca la expulsión de los moriscos.Ni participó de la moriscofobia de losBleda, Fonseca, Aznar Cardona, Águilay tantos legitimadores de la expulsión nide la moriscofilia de Pedro de Valencia,Sobrino, Casas, los obispos Pérez o Es-teban... Sus simpatías o antipatías lasvierte hacia individuos, nunca hacia co-lectivos.

Cultura, insistimos, la de Cervantes,de transición asimétrica más cerca del

punto de llegada que del de partida, queél resolvió mediante el ejercicio de ladualidad realidad-representación. Su li-teratura refleja permanentemente el con-traste entre la función social en el teatrodel mundo y la auténtica realidad puray dura, la contradicción entre el engo-lamiento de los roles sociales y la po-breza de las identidades personales, lafrustración permanente entre la repre-sentación escénica (parecer) y la reali-dad humana (ser).

Toda la obra de Cervantes –y, en par-ticular, sus Entremeses– reflejan el ejer-cicio de la hipocresía que se escondetras las pompas de la apariencia y la fic-ción. Las trampas de la apariencia tie-nen vida corta y el precipitante de laduda acecha siempre. La relatividad delo subjetivo termina hundiendo el pre-sunto consenso de la opinión “mons-truosa y avasalladora” que, como diceAmérico Castro, tanto agobiaba a Cer-vantes, un relativista convicto al quenunca le gustó la realidad que vivió yque tuvo siempre claro, como T. S. Eliottres siglos más tarde, que “el género hu-mano no es capaz de soportar una do-sis excesiva de su propia realidad” yque, como tantos otros en su tiempo,se refugió en la literatura para inven-tarse realidades alternativas.

Una literatura que juega con la his-toria poniéndola al revés, subrayandosu inverosimilitud. Como ha recordadoVicente Llorens, que un virrey de Ca-taluña acoja en casa a un morisco ex-pulso que ha vuelto a España clandes-tinamente, como ocurre en el capítuloLXV de la segunda parte, es de todopunto imposible. Como lo es que unmorisco, víctima de la expulsión, aprue-be y alabe la heroica resolución de lasautoridades españolas. ¿Lo hace parahalagar al poder? Lo hace para satisfa-cer la demanda de un mercado que seaferraba al irrealismo. “Procurad tam-bién que leyendo vuestra historia, elmelancólico se mueva a risa, el risueñola acreciente, el simple no se enfade, eldiscreto se admire de la invención,el grave no la desprecie, ni el pudien-te deje de alabarla”, dice Cervantes enel prólogo del Quijote.

Cervantes, ante todo, quiso agradar asus lectores. Necesitaba ser querido. Lepreocupaba mucho su imagen pública.Muchas de las contradicciones internasde su pensamiento pueden explicarseen función de esta obsesión por no he-rir a nadie en una España patológica-mente hipersensible. Tengo la impre-sión que la obra cervantina se muevepermanentemente entre las presionesdel poder y el estímulo del mercado.Sin este último, sin el sueño de ser co-mo Lope, es difícil entender plena-mente a Cervantes. ■

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BARTRA, R., Cultura y melancolía. Las enfer-medades del alma en la España del Siglo de

Oro, Barcelona, Anagrama, 2001.BERNIS, C., El traje y los tipos sociales en ElQuijote, Madrid, Ediciones El Viso, 2001.DÍEZ BORQUE, J. M., La vida española en el Siglo deOro, según los extranjeros, Barcelona, El Serbal,1990.DOMÍNGUEZ ORTIZ, A., “La España del Quijote”, enMiguel de Cervantes: Don Quijote de La Mancha,Barcelona, Crítica, 1998, Edición del Instituto Cer-vantes, dirigida por Francisco Rico, I, LXXXVII-CIV. GARCÍA MARTÍN, P., “Vestir el Siglo de Oro”, en LaAventura de la Historia, núm. 51, enero 2003.–La péñola y el acero. La idea de Cruzada en la Es-paña del Siglo de Oro, Sevilla, S&C Editores, 2004.SALAZAR RINCÓN, J., El mundo social del Quijote,Madrid, Gredos, 1986.TRAPIELLO, A., Las vidas de Miguel de Cervantes.Una biografía distinta, Barcelona, Península, 2001(1ª ed. 1993).VILAR, P., “El tiempo del Quijote”, en el libro deCarlo M. Cipolla, John Elliott y otros, La deca-dencia económica de los Imperios, Madrid,Alianza, 1999.

PARA SABER MÁS

Las lecturas de Cervantes

Entre las lecturas de Cervantes, es-tarían la poesía de Garcilaso y los

grandes poetas italianos, la Celestina(1499), el Lazarillo (1554), el Guzmánde Alfarache (1599, 1604), La Arauca-na (1569), Orlando furioso (1516), el Ti-rant (traducción castellana de 1511), laDiana de Montemayor (1559) y la deGil Polo (1564), todo Lope, El Galateode Dantisco (1586), los Diálogos de amorde León Hebreo, Fray Antonio de Gue-vara, la Silva de Mejía... No faltaría lacultura clásica de los Cicerón, Terencio,Virgilio, Ovidio, Séneca, Salustio,Luciano, Apuleyo y Esopo.

Miniatura procedente de la Ejecutoría deHidalguía de Alonso González, vecino deMadrid, otorgada en 1613 en Valladolid.

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