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ASÍ SE HIZO ESPAÑA

ANDALUCÍA. CRUCE DE CULTURAS

CARLOS MARTÍNEZ SHAW

Catedrático de Historia Moderna, UNED, Madrid

DE ACUSADA PERSONALIDAD, And_ alucía presenta una singularidad específica tanto

desde el punto de vista de su geografía como de su historia. Para empezar, el medio físico parece haber contribuido decididamente a ello, tal como refleja el estudioso francés Michel Drain con palabras que son insustituibles por sus sugerencias: "Si bien sus fron­teras variaron un poco en el transcurso de los siglos, el espacio delimitado conservó una configuración tan específica que cabe preguntarse en qué medida se en­cuentra geográficamente determinada". En cualquier caso, el solar andaluz, situado entre dos continentes y dos mares, una depresión abierta al Atlántico por el valle del Guadalquivir, bordeada de montañas pero no herméticamente ce­rrada ni mucho menos al resto de Es­paña por Sierra Morena ni al Medite­rráneo por las cordilleras béticas, fue siempre punto de encuentro de civili­zaciones y crisol donde surgieron no­tables reelaboraciones originales a par­tir de las influencias recibidas.

Su temprana población se acredita por el hallazgo de los restos del hom­bre de Orce, del mismo modo que su magnífica cultura prehistórica queda atestiguada por la Cueva de la Pileta en época paleolítica, por la especta­cular cultura dolménica (Cueva de Menga) durante el período neolítico y por los grandes centros de la Edad del Bronce en sus manifestaciones pri­meras (Los Millares) y en su fase de plenitud (El Argar). Más contundentes son aún las realizaciones de la protohistoria, con el auge de la cultura ibéri­ca que, asimilando las aportaciones de los coloni­zadores fenicios y griegos, ofrece como productos más renombrados las esculturas de los santuarios de Sierra Morena y algunas piezas excepcionales como la Dama de Baza o el Tesoro del Carambolo. Tesoro este último que da testimonio de la existencia del fa­moso reino de Tartessos, que tuvo su capitalidad en

la desembocadura del Guadalquivir y cuyo sobera­no tenía el nombre propio de Argantonio.

El mundo tartésico desembocó en el mundo tur-detano, que fue el que conocieron los conquistadores romanos, que rápidamente se fusionaron con la po­blación autóctona dentro de la provincia de la Bé-tica, que le daría dos de sus más prominentes em­peradores, Trajano y Adriano. Provincia rica por su agricultura y por su minería, pero también por su cul­tura, con nombres reconocidos como los de Séneca, Lucano, Columela o Pomponio Mela. La llegada de los visigodos (tras el paréntesis de la ocupación de la Bé-tica por los vándalos silingos, que pronto pasan a Áfri­

ca) no señala una ruptura con el mun­do anterior, sino que produce una sín­tesis que se observa en la obra de Isi­doro de Sevilla.

La ruptura se origina a partir de la llegada de los musulmanes, que de­rrotan a Rodrigo, el último rey visigo­do, y se instalan en la Península de modo duradero, teniendo las tierras andaluzas como centro de gravedad. El esplendor del Califato de Córdoba dejará paso al brillo efímero de algu­nos reinos de taifas y a las invasiones africanas, como la de los almohades (que trasladan la capital a Sevilla) o la de los meriníes (que hacen de Alge-ciras su reducto), antes de que el avan­ce de los reinos cristianos del norte arrinconen a los nazaríes en el reino

de Granada. Las creaciones de los andalusíes de An­dalucía dejarán enriquecido el patrimonio de la re­gión, con edificios tan emblemáticos como la Mez­quita de Córdoba o la Alhambra de Granada.

Tomado el reino nazarí en 1492, la Andalucía cris­tiana (que había dado sus primeros pasos con la ba­talla de las Navas de Tolosa, en 1212) inicia una nue­va era de expansión territorial, económica y cultural. Andalucía se convierte en la plataforma de lanzamiento de las grandes aventuras del siglo XVI: la primera ex-

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A la izquierda, vista de Sevilla en 1582 del Civitates Orbis Terrarum, obra editada por Georg Braun. Debajo, dinar almorávide, Museo de la Alhambra, Granada. En la página de la izquierda, escudo heráldico de los Reyes Católicos en el que aparece la granada, símbolo del reino de Granada.

pedición colombina, la primera vuelta al mundo y la primera línea comercial intercontinental, la Carrera de Indias, cuya cabecera se sitúa en la ciudad de Se­villa. Y también participa de las grandes aventuras del espíritu, mediante una contribución muy significati­va a la cultura del Siglo de Oro, también aquí con nom­bres tan prestigiosos como los de Luis de Góngora, Juan Martínez Montañés o Diego de Velázquez, por poner algunos de los ejemplos más conocidos.

Tras protagonizar todavía algunos hechos sobre­salientes, como la apertura de las Cortes de Cádiz y la promulgación de la primera constitución española, la Andalucía del siglo XIX se hunde en una profun­da depresión, motivada por el desequilibrio de sus es­tructuras económicas (latifundismo agrario, déficit in­dustrial, caída del comercio tras la pérdida del im­perio americano) y también sociales (desigual dis­tribución de la riqueza, empobrecimiento de las cla­ses populares). En este contexto, la lucha por la tie­rra se convierte en el motor de la historia de Anda­lucía hasta la guerra civil. Una guerra civil que se sal­da con la terrible represión dirigida por los franquis­

tas contra los republicanos (con un símbolo en el ase­sinato de Federico García Lorca) y que no hace sino agravar los desequilibrios heredados. Se produce el fenómeno de la emigración a gran escala a otras re­giones más prósperas dentro de España y, sobre to­do, a las naciones vecinas de Europa occidental: la población de Andalucía se desangra en Francia, Bél­gica, Alemania o Suiza.

El último capítulo de la historia de la región vuel­ve a traer a la población andaluza la esperanza de vol­ver a ser lo que fuimos. El restablecimiento de la de­mocracia tras la larga dictadura franquista, la pro­mulgación del Estatuto de Autonomía y la estabilidad política son fenómenos que han venido acompañados de un crecimiento económico acelerado, de una di­fusión generalizada de los servicios sociales y, en su­ma, de una prosperidad que era inimaginable hace cuarenta años. De ahí que en estos momentos Anda­lucía haya podido volver la mirada con serenidad y con un legítimo orgullo a su historia, a su pasado, para asumir al mismo tiempo sus horas de dolor y sus mo­mentos estelares. •

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Hace unos seis mil años, en el poblado de Los Millares (Santa Fe de Mondújar, Almería) se erigió una de las primeras fortificaciones andaluzas.

En la depresión de Baza se han encontrado los restos fósiles más antiguos de andaluces: tie­nen más de un millón y medio

de años; son sólo unos pocos huesos de cráneo y algunas lascas de sílex, cuyos fi­los sirvieron para descuartizar animales ya muertos, cuando los seres humanos eran poco más que carroñeros ocasiona­les. En las antiguas terrazas del Guadal­quivir y del Guadalete han aparecido otros testimonios de gran interés; se tra­ta de guijarros con una o dos fracturas in­tencionadas que se convertían así en ins­trumentos contundentes y cortantes, ca­paces de abatir a grandes mamíferos y de­sollarlos; son ya verdaderas herramientas de caza, que demuestran la existencia de grupos humanos organizados, que du­rante varios centenares de milenios deambularon por estas tierras en el largo proceso de transformación en el que se generaron las razas humanas más mo­dernas.

En el Paleolítico Medio, los habitantes de Andalucía pertenecían a la especie lla­mada de Neanderthal, por haberse iden­tificado sus primeros individuos en 1856 en la localidad alemana de Neander. Tam­bién podría habérseles llamado "Hom­bres de Gibraltar" u Homo Calpensis, ya

RAMÓN CORZO SÁNCHEZ es catedrático de

Historia Antigua, Universidad de Sevilla.

que en 1848 se descubrieron restos óseos de esta especie en la cueva Forbes del Pe­ñón de Gibraltar. En Andalucía se han descubierto, así mismo, sus restos más modernos, de hace unos veinte mil años, cuando su menor capacidad craneal y su tendencia a la antropofagia les llevó a la extinción, para dejar su lugar al homo sa­piens.

Hace unos treinta mil años, en las épo­cas más extremadas de la última glacia­ción, Andalucía tenía un clima menos frío que el norte y el interior de la Península

Lo Más Relevante

Hacia 1500000 a.C. Los primeros seres humanos en Andalucía. El hombre de Orce.

Hacia 30000 a.C. La Cueva de la Pileta: inicio de las manifestaciones artísticas.

Hacia 8000 a.C. Comienza la agricultura.

Hacia 6000 a.C. Inicio de la metalurgia en Riotinto. Cultura dolménica.

1108 a.C. Llegada de los fenicios; se funda Cádiz.

Entre 900 y 550 a.C. Época tartésica; colonización griega; reinado de Argantonio.

206 a.C. Derrota de los cartagineses por Escipión en la batalla de Ilipa. Fundación de Itálica e inicio de la romanización.

15 a.C. Organización imperial. Hispania Ulterior Baetica como provincia senatorial.

45 a.C. Batalla de Munda.

287 Persecución de Diocleciano. Martirio de las santas Justa y Rufina en Sevilla.

409 Invasión de los vándalos.

599-636 San Isidoro, arzobispo de Sevilla.

711 Entrada de los musulmanes por Gibraltar y derrota de don Rodrigo, último rey visigodo.

Ibérica; en este ambiente se desarrolló una activa comunidad de hombres que pertenecen ya a las especies más moder­nas y que, durante el período central del Paleolítico Superior, el solutrense, deja­ron en la Cueva de la Pileta (Benaoján, Málaga) unos extraordinarios testimonios pictóricos del nacimiento del Arte en An­dalucía. En la época final del Paleolítico y hasta bien avanzado el Neolítico, fueron abundantes las cuevas habitadas, como la de la Carigüela de Pinar (Granada) o las simas de Benaocaz (Cádiz), en las que se encuentran cerámicas recubiertas de un baño rojo de almagra de gran calidad, que parece tener su origen en Andalucía.

El metal cambió el orden social El momento clave de la Prehistoria an­daluza se produjo, no obstante, hace unos seis mil años, cuando los habitantes de las sierras onubenses descubrieron las extraordinarias posibilidades de la me­talurgia. El cobre nativo y sus minerales más elementales, que podrían apreciarse entonces con claridad en la superficie de las rocas, sirvieron para producir nuevos instrumentos, mucho más eficaces que los de piedra, y las necesidades de la mi­nería provocaron una organización es­pecializada de la sociedad y la aparición de las primeras poblaciones. De un ex­tremo a otro de Andalucía se formaron poblados fortificados, al tiempo que el

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A la izquierda, ídolo antropomórfico (Calcolítico) de los Marroquíes Altos, Jaén. A la derecha, escultura que representa a la diosa fenicia Astarté, hallada en El Carambolo, Sevilla.

desarrollo de nuevas creencias, sobre la dimensión espiritual del hombre, impul­saron la construcción de grandes ente­rramientos colectivos.

En Andalucía oriental, el poblado de Los Millares (Santa Fe de Mondújar, Al­

mería) se constituyó con una fortifica­ción que fue recrecida sucesivamente y dotada de grandes torreones, ante la que se extendía un vasto campo de túmulos de tierra, bajo los que se encuentran las cámaras funerarias circulares, mientras

que en las alturas más inmediatas se hi­cieron también fortines con murallas concéntricas.

En Andalucía occidental hay poblados similares, pero lo más destacado son los enterramientos megalíticos, formados por colosales bloques de piedra, de varias to­neladas de peso, que a veces se traslada­ban desde decenas de kilómetros. Los campos dolménicos de Antequera (Mála­ga) o de Valencina de la Concepción (Se­villa) son los primeros grandes monu­mentos de la arquitectura andaluza; en su interior se encuentran ídolos abstractos, en forma de placas rectangulares o cilin­dros, y más escasamente, de forma hu­mana, en los que se grababan unos ojos estrellados, como símbolos de la luz de los astros de una religiosidad celeste; son los mismos que también se dibujaban jun­to a animales esquemáticos en los abrigos rocosos de las sierras. Entre ellos, El Ta­jo de la Figuras (Casas Viejas, Cádiz) os­tenta el honor de haber merecido la cali­ficación de Capilla Sixtina del arte ru­pestre esquemático, con sus centenares de mamíferos y aves, que parecen haber sido copiadas de las bandadas que ani­daban, entonces, en la ya desecada lagu­na de la Janda.

Esta rica población de la Edad del Bron­ce es la predecesora de la civilización tar-tésica, que conocieron los navegantes fe­nicios y griegos a fines del segundo mi­lenio anterior a nuestra Era, cuando An­dalucía se convirtió en El Dorado para los pueblos del Mediterráneo oriental. Aquí se fundó Gadir, la actual Cádiz, primera metrópolis de Occidente, con sus más de

CUEVA DE LA PILETA: KILÓMETROS DE GALERÍAS

Descubierta en 1905 por José Bullón

Lobato, la Cueva de la Pileta

(Benaoján, Málaga) es un conjunto de

galerías de varios kilómetros en las que el

hombre prehistórico ha habitado desde

hace más de veinte mil años. Su

patrimonio más importante lo constituyen

las pinturas rupestres del período

solutrense en las que se representan,

esencialmente, bóvidos, cérvidos, cápridos

y équidos. La llamada yegua preñada, un

elegante caballo cuyo abultado vientre, al

estilo habitual en las pinturas de la época,

le ha otorgado esta denominación, ocupa el Pez de la Cueva de la Pileta, Málaga.

centro de una oquedad en la que le

acompañan otros animales como si se

tratara de un santuario; otras pinturas

representan probablemente recintos de

caza y hay también pinturas de estilo

esquemático, el característico en

Andalucía durante la Edad del Bronce. La

más destacable es, en cualquier caso, el

"Gran Pez" de la última sala visitable,

rodeado de símbolos y trazos en negro,

que con su metro y medio de longitud

parece revelar una devoción de los

hombres prehistóricos a los peces para lo

que no hay otros testimonios comparables.

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Entre los enterramientos megalíticos, formados por piedras de varias toneladas de peso, destaca el dolmen de la necrópolis de Montefrío. Granada.

tres mil años de historia, adelantada a la fundación de Cartago y de la propia Ro­ma. Fenicios y griegos, instalados en las colonias costeras, provocaron el desarro­llo del período orientalizante tartésico, cu­ya riqueza metalúrgica llegó a ser recogi­da en la Biblia.

Durante los enfrentamientos de roma­nos y cartagineses, entre los siglos VI y III anteriores a nuestra Era, el mundo tar­tésico se disgregó en los grupos étnicos ibéricos; turdetanos en el valle occiden­tal del Guadalquivir, túrdulos en las co­marcas centrales, bastetanos en las orien­tales y oretanos en el Alto Guadalquivir, a los que se añadieron tribus célticas que

ocuparon parte de Sierra Morena y de la Serranía de Ronda y colonos fenicios de origen norteafricano, los llamados libio-fenicios, que se extendieron por la región del Estrecho. Cada uno de estos pueblos desarrolló formas culturales originales, que dieron lugar a la diversificación his­tórica del territorio.

Los andaluces sabían latín En Andalucía se vivió el momento final de la Segunda Guerra Púnica; con Aníbal en Italia, Publio Cornelio Escipión consiguió derrotar a los cartagineses en la decisiva batalla de Ilipa (Cerro de Montemolín, cer­ca de Marchena, Sevilla) y expulsar a sus

tropas hacia África. En ese momento, se estableció un acuerdo de federación con los gaditanos y se decidió hacer estable la presencia romana en Hispania. La funda­ción de Itálica simboliza el comienzo efec­tivo de la romanización y el inicio de la po­lítica de expansión que llevaría a la crea­ción del Imperio; aunque el resto de la Pe­nínsula Ibérica necesitó de casi dos siglos de combates, hasta su total ocupación, la región andaluza, que entonces comen­zó a denominarse Baetica por el nombre de su principal río, fue desde el princi­pio una provincia culta y bien organizada, en la que a finales de la época republica­na se podía decir que todos sus habitan-

EN ÉCIJA SE DECIDIÓ EL RUMBO DEL IMPERIO

Tras las victorias de Farsaliay Tapso,

muerto Pompeyo el Grande y

derrotados sus generales en el Norte de

África, los únicos que impedían a Julio

César ejercer el poder absoluto eran Cneo y

Sexto Pompeyo, los hijos de su mayor

enemigo, que se hicieron fuertes en Baetica

gracias a los muchos partidarios que tenía

en la región el bando aristocrático. César

marchó en menos de un mes desde Roma

hasta Córdoba y, durante varios meses,

asedió diversas ciudades hasta que los

pompeyanos le hicieron frente en campo

abierto bajo las murallas de la ciudad de

Munda (Cerro de las Infantas o de las

Balas, Écija, Sevilla). El combate fue de

gran dureza, entre legiones y generales que

habían combatido antes juntos bajo las

órdenes de César; hubo un momento en

que las tropas cesarianas desfallecían y fue

entonces cuando el propio Julio arrebató el

escudo a un soldado y se lanzó contra los

enemigos diciendo a sus tribunos: "Este

será el fin de mi vida y de vuestro servicio";

sus tropas reaccionaron, la batalla se ganó

finalmente y César recordaba el episodio

asegurando que muchas veces había

luchado por la victoria pero esa vez lo

había hecho por su propia vida. Con la

derrota de los hijos de Pompeyo,

concluyeron las Guerras Civiles y Julio

César pudo poner en marcha su programa

político hacia la Dictadura personal, que

tras ser asesinado, llevó a cabo su sobrino

Octavio Augusto al convertirse en el

primer emperador de Roma. En Munda

estuvo, por tanto, el lugar en el que se

decidió el rumbo del Imperio y de toda la

civilización occidental.

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Ruinas de Itálica, la más antigua de las fundaciones romanas en la región, dio al Imperio dos de sus mejores gobernantes: Trajano y Adriano.

tes habían adoptado las costumbres ro­manas y sabían hablar en latín.

Los romanos crearon la mayoría de los elementos de la estructura territorial que aún hoy sigue vigente. A la vieja ruta cos­tera que se conocía como Vía Heraklea, se añadió otro gran eje de comunicación a lo largo del Baetis, la Vía Augusta, cuan­do hacia el cambio de Era, bajo el reina­do de Augusto, se completó su trazado hasta Gades (Cádiz). Esta vía era el sím­bolo del poder de Roma hasta el extremo occidental del mundo conocido, donde se encontraban las Columnas de Hércu­les, que pasaron a convertirse luego en la enseña nacional española con el lema Non Plus Ultra, que no pudo superarse hasta el descubrimiento de América, quince si­glos más tarde.

La provincia Baetica, también denomi­nada Hispania Ulterior, se organizó en cuatros departamentos jurídicos o co-nuentus. La capital del más importante y también capital provincial fue Corduba (Córdoba), llamada Colonia Patricia, si­tuada en el punto más elevado al que po­día llegar la navegación por el Baetis; más al oeste se encontraba Astigi (Écija), Co­lonia Augusta Firma, creada por Augusto para controlar el comercio aceitero de la comarca, que era la principal actividad de exportación agrícola; le seguía Hispalis (Sevilla), llamada Colonia Iulia Romula en honor a Julio César, hasta la que podían

ascender por el río las embarcaciones del comercio marítimo y finalmente Gades (Cádiz), la Augustana Urbs Iulia. Dada su antigua condición de ciudad federada a Roma y la influencia de los Balbo, que fue­ron banqueros y activos colaboradores de César y de Augusto, Gades experimentó un extraordinario desarrollo hasta tener el número más elevado de caballeros ro­

que, Cádiz), llamada Colonia Libertino-rum porque sus habitantes eran los des­cendientes de los primeros soldados ro­manos que contrajeron matrimonio con mujeres indígenas y en la misma provin­cia de Cádiz, Hasta Regia (Mesas de As­ta, cerca de Jerez de la Frontera, Cádiz) y Asido (Medina Sidonia, Cádiz). De otra parte estaban Tucci (Martos), Ituci (To-

GADES (CÁDIZ) TUVO, DESPUÉS DE ROMA Y PADUA,

EL MAYOR NÚMERO DE CABALLEROS ROMANOS,

LO QUE ENTONCES EQUIVALÍA A SER MILLONARIO

manos después de Padua y de la propia Roma. Y, entonces, ser caballero, como miembro del orden ecuestre, era equiva­lente a ser millonario.

No eran éstas las únicas ciudades an­daluzas con el elevado rango de colonia; lo eran también Carteia (junto a San Ro-

rreparedones, cerca de Castro del Río, Córdoba), Ucubi (Espejo, Córdoba) yUr-so (Osuna, Sevilla), que recibieron el ran­go colonial por su colaboración con Julio César en los últimos combates de las Gue­rras Civiles. Había un elevado número de municipios y poblaciones menores, a las

A la izquierda, Trajano, en el centro, Augusto y, a la derecha, Adriano, emperadores romanos.

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que Vespasiano extendió el de­recho de ciudadanía.

La última ciudad andaluza en recibir el reconocimiento colo­nial fue, precisamente, Itálica, la más antigua de las fundaciones romanas en la región, y es que es­te rango, que podía ser conside­rado el más elevado desde el punto de vista administrativo, no era el más beneficioso para la economía de sus habitantes; sin embargo, Itálica era una ciudad que se preciaba del origen de sus fundadores, todos itálicos, como indicaba su nombre, y tras haber dado al Imperio a sus dos mejo­res gobernantes, creyeron que era preferible la gloria del título colonial a la independencia eco­nómica.

Efectivamente, en Itálica tenían su origen los emperadores Traja-no y Adriano, autores de los años de mayor gloria del Imperio. Tra-jano extendió hasta sus límites extremos el territorio dominado por Ro­ma y también favoreció decididamente a la población con medidas humanitarias, hasta el punto de que el Senado adoptó como fórmula de saludo a los nuevos em­peradores la frase felicior Augusto, me-lior Traiano (que seas más feliz que Au­gusto y mejor que Trajano). Su sobrino Adriano, que declaraba con orgullo que su origen remoto estaba en Hadria, en las costa adriática del Piceno, pero que su ori­gen inmediato era andaluz, se dedicó a obtener la mayor rentabilidad cultural del

San Isidoro de Sevilla, por Bartolomé Murillo, Catedral de Sevilla.

Hispania, y se cree probable que también llegara hasta aquí el pro­pio San Pablo. Lo cierto es que ya en la época de Constantino se ce­lebró un Concilio episcopal na­cional en Elvira (probablemente Granada), que marcó el inicio de la actividad pública de la Iglesia cristiana en la región, en la que mártires tan famosos como San­ta Justa y Santa Rufina en Sevilla o Acisclo y Zoilo en Córdoba, de­muestran el arraigo anterior.

Osio, el obispo de Córdoba, ins­pirador del viaje de Santa Helena a Jerusalén para hallar la Cruz de Cristo, y asesor de Constantino, a quien pudo recomendar el sím­bolo de la Cruz como enseña pa­ra su triunfo en la batalla de Puen­te Silvio, aparece hoy, tras el des­cubrimiento de su palacio epis­copal en las obras de la estación de ferrocarril de Cercadillas, co­mo el determinante de un nuevo rumbo en la historia provincial.

monumento romano de la Península Ibé­rica y símbolo de la evocación de la Anti­güedad clásica desde que Rodrigo Caro le dedicara sus conocidos versos: Este des­pedazado anfiteatro, impío honor de los dioses, cuya afrenta publica el amarillo jaramugo...

La prosperidad andaluza de los dos pri­meros siglos del Imperio se vio amenaza­da, en tiempos de Marco Aurelio, con las primeras incursiones de los mauri, esto es, de los habitantes de la zona nortea-fricana, que hoy ocupan Marruecos y Mau-

EN EL SIGLO VII, CON EL OBISPADO DE SAN ISIDORO, SEVILLA SE CONVIRTIÓ EN LA PRIMERA CAPITAL CULTURAL DE OCCIDENTE

esplendor imperial. Creó nuevas ciudades en el Mediterráneo oriental, entre otras una ampliación de la propia Atenas; cons­truyó para su recreo personal la Villa Adriana de Tibur (Tívoli), un complejo de extraordinarios edificios en un inmenso parque, que representaban los lugares más famosos del Mundo Antiguo, y a sus paisanos de Itálica les regaló también, jun­to con el título colonial, una ciudad de am­plias calles, centrada por el templo dedi­cado al divino Trajano, donde los itali-censes se construyeron casas de entre dos mil y cuatro mil metros cuadrados de ex­tensión y cuyo anfiteatro, sólo compara­ble con el Coliseo romano, es el mayor

ritania. Esta inestabilidad provocó un pau­latino abandono de las ciudades por sus miembros más acaudalados, que busca­ron en las grandes fincas un mayor aisla­miento del control fiscal y una mayor se­guridad con la construcción de villae rus-ticae, en las que disponían de sus propios ejércitos privados.

Al igual que en otros aspectos, Baeti-ca fue una provincia adelantada en la in­troducción del Cristianismo; se cita tra-dicionalmente que en el año 47 de la Era llegaron aquí los siete discípulos de San­tiago conocidos como los Siete Varones Apostólicos, a los que San Pedro y San Pa­blo encomendaron la evangelización de

Vandalucia, un nombre bárbaro En el año 409, la llegada de los vándalos y alanos a Baetica, marca el inicio de los tres siglos de dominio bárbaro. En realidad, estas primeras tribus permanecieron aquí pocos años y sólo dejaron, como huella más notable, el futuro nombre de la re­gión: Vandalucia, que se transformaría después en Al-Ándalus y hoy en Andalu­cía. Los visigodos, que les obligaron a cru­zar al Norte de África, establecieron un sis­tema administrativo que pretendía resti­tuir la prosperidad del Imperio romano; Córdoba mantuvo su carácter de capitali­dad, aunque Sevilla fue tomando una im­portancia creciente hasta que en el si­glo VII, con el obispado de San Isidoro, adquirió el papel de primera capital cul­tural de Occidente.

En el año 711, Andalucía volvió a ser es­cenario de hechos trascendentales en la historia de Occidente; don Julián, un no­ble visigodo, gobernante de Ceuta, cu­yo nombre puede proceder de alguno de los tantos clientes de Julio César que ha­bían vivido en Baetica, se alió con Tariq, el gobernador musulmán de Tánger, y su­fragó el paso de sus tropas por el Estre­cho para enfrentarse, entre la laguna de la Janda y el río Guadalete, con el ejérci­to de don Rodrigo. El último rey visigo­do, que perdió aquí la vida y la nación pa­ra dar paso a una etapa bien distinta de la historia regional. •

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DOS A C O N T E C I M I E N T O S

Estructura megalítica de Menga (Antequera, Fotografía del conjunto del Tesoro del Carambolo: placas, colgantes y brazaletes (Museo Málaga), testigo de una organización avanzada. Arqueológico de Sevilla), testimonio de la orfebrería tartésica.

1 ARQUEOLOGÍA Y MITOLOGÍA

TARTESSOS Y LA ATLANTIDA

E n el pasado de Andalucía, de acuerdo

con lo que se narraba en la Antigua

Grecia, venían a coincidir varios

acontecimientos míticos que corresponden a

una auténtica cosmogonía particular de la

región. Homero y Hesíodo consideraban que

en el territorio situado más allá del estrecho

se encontraban las islas de las Hespérides y

los lugares habitados por seres tan

inquietantes como las Gorgonas; la más

terrible de ellas, Medusa, de cuyo cuello,

cortado por Perseo, nació Crisaor, el héroe de

la espada de oro que tuvo con la ninfa

Calirroe a Gerión. Todos estos seres

representaban un mundo lejano, pero tan

trascendental para los griegos, que los

frontones arcaicos de la Acrópolis de Atenas

los tomaran como sus intérpretes principales.

Herakles realizó aquí sus tres últimos trabajos:

el robo de los bueyes de Gerión, la obtención

de las manzanas del Jardín de las Hespérides

y el descenso al infierno para secuestrar a

Cancerbero.

En una imagen arcaica de la lucha de

Herakles y Gerión, que se conserva en una

placa metálica aparecida en Samos, Herakles

clava la espada en uno de los cuellos del rey

tartésico de tres cabezas y a sus pies yacen el

perro Orthos y el boyero Eurytión, mientras

que tras ellos se ven los famosos toros

marismeños; lo más llamativo es que el

paisaje lo constituyen tres dragos, los árboles

excepcionales e inconfundibles por su tronco

sinuoso y sus hojas aguzadas; de éstos se

decía que solamente crecían sobre la tumba

Hércules recibiendo las manzanas de las Hespérides, frontón de la Acrópolis de Atenas, siglo V a.C.

de Gerión, que estaba en el templo de

Herakles de Cádiz.

Otros reyes tartésicos descendientes de

Medusa fueron Gárgoris y Habis; el primero

de ellos había enseñado a los tartesios a

producir la miel con la cría de las abejas; el

segundo, su nieto, fue un rey civilizador que

introdujo la agricultura y dio las primeras

leyes a su pueblo, al que dividió entre

nobles y plebe.

El último rey tartésico fue Argantonio, el

hombre de la plata, rico y generoso receptor de

colonos griegos, a los que ayudó a construir

las murallas de la ciudad de Focea y que vivió

en la primera mitad del siglo VI a.C. Su

fortuna económica era paralela a su

longevidad, que se cifraba en más de un

siglo, lo que llevó al griego Anacreonte a

componer el famoso verso: Mas no querría yo,

ni el cuerno de Amaltea ni ciento cincuenta

años reinar en Tartessos.

Platón y la ciudad perfecta Con todo ello, y también con la fama de las

riquezas mineras del país, se formó el

sustrato mítico sobre el que Platón configuró

el mito de la Atlantida, una ciudad perfecta,

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CÁDIZ

METRÓPOLIS HACE TRES MILENIOS

creada en el océano por Poseidón para los

descendientes que había tenido con una

princesa local; una ciudad circular de anillos

concéntricos que presidía el templo del dios,

con fosos de agua que separaban cada anillo

de edificaciones, cada uno con sus muros

revestidos de metal, el central de oricalco, la

famosa amalgama tartésica de cobre y oro. La

Atlántida era una civilización ideal, con

ciudades distribuidas armónicamente en un

territorio muy próspero y habitada por un

pueblo guerrero y culto; noticias como las de

las leyes y poemas tartésicos de seis mil años

de antigüedad de los que habla Estrabón, se

cruzan en reiteradas coincidencias con las

características de la civilización de los

atlantes.

El origen de todos estos mitos debe

buscarse en la floreciente época que vivió

Andalucía durante la Edad del Bronce; aquí

se inició la metalurgia en las mismas fechas

que en el Próximo Oriente y sus habitantes

constituyeron una organización de ciudades

muy prósperas, al tiempo que se dotaban de

enterramientos monumentales de los que los

dólmenes de Antequera son la muestra más

destacada. Los mitos griegos sobre la

Atlántida y Tartessos se fundamentan, por

tanto, en una evidencia arqueológica que

debió ser conocida por los navegantes

ocasionales de época homérica y los

primeros comerciantes de la colonización,

como aquellos que vieron ya en el siglo VII

a.C. los dragos gaditanos que atribuyeron a

la tumba de Gerión.

El pueblo más viejo Decía Ortega y Gasset: "Uno de los datos

imprescindibles para entender el alma

andaluza es el de su vejez". No se olvide. Es,

por ventura, el pueblo más viejo del

Mediterráneo, más viejo que griegos y

romanos.

Hace ya cuarenta años, el profesor Antonio

Blanco Freijeiro titulaba un artículo

"Andalucía, país de vieja civilización", y

explicaba cómo lo andaluz no es una simple

cultura sino una civilización en su pleno

sentido de sociedad que ha alcanzado el estadio

de la vida urbana (en la civitas) y ha adoptado

las fórmulas de convivencia y colaboración

civilizadas. Esta civilización andaluza se ha

mantenido hasta hoy en el fundamento que

reconocemos a través de la arqueología y los

mitos de Tartessos; muchas ciudades siguen

siendo las mismas o las herederas directas de

aquellas que construyeron los primeros

metalúrgicos y la disposición abierta y

acogedora a todos los extranjeros, de las que

fue paradigma Argantonio, siguen presentes en

una región integradora.

E n tiempos de Augusto, se contaba en

Cádiz, según noticias que pudo

recoger el geógrafo griego Estrabón,

que los fenicios de la ciudad de Tiro habían

emprendido, ochenta años después de la

Guerra de Troya, o sea, hacia el año 1100

a.C. de nuestra actual cronología, una serie

de expediciones con las que llegaron más

allá del Estrecho de Gibraltar; aquí

intentaron en una primera ocasión fundar

una colonia en Sexi (Almuñécar), pero los

augurios no fueron favorables; volvieron

después a intentarlo en Onuba (Huelva), con

el mismo resultado negativo de los

pronósticos y, en su tercer viaje,

consiguieron buenos presagios para la

fundación de Gadir (Cádiz) en un pequeño

grupo de islas; la situada más al norte sirvió

para asentar la ciudad, mientras que en el

extremo sur de la isla mayor construyeron

un templo dedicado a Melkhart.

Desde esta extraordinaria base marítima,

los fenicios consiguieron ser durante un

milenio los señores absolutos del océano

Atlántico y los monopolizadores de dos de

los elementos comerciales más importantes

de la Antigüedad; de una parte, los metales

tartésicos, oro, plata y cobre, a los que se

unía el estaño de las islas Británicas,

fundamental para la producción del bronce;

de otra parte, el atún y todas las especies

piscícolas de los escómbridos, cuya

abundancia en el océano era excepcional,

aparte de que aquí podían ser capturados

antes de iniciar el recorrido hacia el

Mediterráneo oriental, en el que adelgazan

progresivamente. Las conservas de atún y

las salsas obtenidas en la costa gaditana

como el famoso garum, que ya se citaba

como una exquisitez en las comedias

atenienses del siglo V a.C, tenían aquí un

rendimiento extraordinario, puesto que

también se disponía de sal abundante; de

ahí la imagen de la costa gaditana con sus

famosas pesquerías que aún se dibujaba así

en el siglo XVI y que era una de las fuentes

principales de ingresos de los duques de

Medina-Sidonia, cuando los picaros

Maqueta de una factoría de salazones gaditana. Las conservas de atún y las salsas obtenidas con el famoso garum, citadas como una exquisitez en las comedias atenienses del siglo V. a.C, se rentabilizaban aquí mucho porque también abundaba la sal (Museo Histórico Municipal de San Fernando, Cádiz).

Page 13: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

sevillanos venían hasta aquí "por atún y a

ver al duque".

Dónde estaba Gadir exactamente Cádiz mantuvo durante toda la Antigüedad

sus vínculos con Fenicia y con otras colonias

en las que habitaban miembros de las

mismas familias y de las mismas sociedades

comerciales; esto explica que los hallazgos

arqueológicos de la ciudad ofrezcan piezas

únicas en Occidente, como los sarcófagos

antropoides de mármol, obras de artistas

griegos para ricos fenicios del siglo V a.C.

que deseaban tener su enterramiento a la

manera de los egipcios, o las interesantes

terracotas de la Punta del Nao, en las que

aparecen Isis, Osiris, Seth y Anubis, así como

las magníficas joyas y ajuares de las tumbas.

La primitiva colonia fenicia de Gadir se

encontraba al norte de la ciudad actual y en

ella había un templo dedicado a Astarté, que

los romanos denominaron de Venus Marina;

era una isla pequeña llamada también

Erytheia, en cuyo borde sur se extendía un

canal, hoy cegado casi por completo, que

comunicaba la ensenada de La Caleta con el

puerto actual. La isla mayor del archipiélago

gaditano se llamaba Kotinoussa, lo que

significa en griego "isla de los acebuches", y

Sarcófagos antropoides de mármol, siglo V a.C, obra de artistas griegos para fenicios ricios que deseaban ser enterrados a la manera egipcia (Museo Histórico Arqueológico de Cádiz).

se ha llegado a pensar que quizás fue aquí

donde los fenicios introdujeron el cultivo del

olivo, que habría de convertirse en la

principal riqueza agrícola de toda la región.

Aquí crearon los Balbo una ciudad nueva, a

la romana, que formaba con la fenicia una

dípolis o ciudad doble. En el extremo

meridional de esta isla, del que sólo queda

hoy el islote de Sancti-Petri, estuvo el templo

consagrado primero a Melkhart, que se

Moneda de la Torre Alta, en cuyo anverso aparece el rostro de Astarté y en el reverso dos atunes (Museo Histórico Municipal de San Fernando, Cádiz).

Figurilla fenicia del Templo de Melkhart, procedente del islote de Sancti-Petri, Cádiz (Museo Histórico Municipal de San Fernando, Cádiz).

identificó con el Herakles griego y el

Hércules latino; en realidad, era este templo,

con su privilegiada posición económica, el

punto central del poder fenicio en

Occidente; en él estuvieron Aníbal, Escipión

o Julio César, y, aún en época imperial, se le

reconocía el derecho a recibir herencias, lo

que permitía a los gaditanos eludir la

fiscalidad oficial.

La Gades romana Los Balbo, tío y sobrino, llamados ambos

Lucius Cornelius, fueron los principales

habitantes de la Gades romana. Por su

amistad con Pompeyo, el mayor de ellos fue

el primer extranjero al que se concedió la

ciudadanía romana, que Augusto extendió a

todos sus paisanos; ambos fueron banqueros

y abastecedores del ejército; a su muerte,

Balbo el Mayor dejó un legado al pueblo

romano tan cuantioso como el que había

dispuesto el propio César. Su intervención

en la ciudad se tradujo también en la

creación de un puerto nuevo, que se

extendía por toda la orilla de la antigua

bahía y fue el más activo de la Península

durante el siglo I de la Era. De la nueva

ciudad, construida frente a la colonia fenicia,

sólo se conserva el teatro, ya que los embates

del mar han destruido gran parte de lo que

fue su emplazamiento, pero lo que ha

podido excavarse, dentro del barrio

medieval del El Pópulo, corresponde a un

teatro aún de formas helenísticas, con un

cuidadoso trazado del graderío en secuencia

armónica y unas dimensiones similares al del

famoso teatro de Pompeyo en Roma. Aún

hoy, los gaditanos siguen pregonando con

orgullo su pasado trimilenario frente a la

mayoría de las poblaciones de Europa

occidental y su carácter singular, fenicio y

cosmopolita.

Page 14: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

LO MÁS RELEVANTE

711 Entrada de los musulmanes por Gibraltar y derrota de don Rodrigo, último rey visigodo.

756 Abd al-Rahman I proclama el Emirato Independiente de Córdoba.

929 Abd al-Rahman III, califa de Córdoba.

1031 Desmembración del califato de Córdoba. Al-Ándalus queda dividido en treinta y un reinos de taifas.

1086 Victoria almorávide de Sagrajas e inicio del dominio almorávide en al-Ándalus.

1144 Segundas taifas de al-Ándalus.

1145 Los almohades inician su expansión en al-Ándalus. Triunfo en Alarcos (1195).

1212 Batalla de las Navas de Tolosa.

1232 Fundación del reino nazarí de Granada.

1236 Conquista de Córdoba por el rey castellano Fernando III el Santo. Le siguen Jaén (1246) y Sevilla (1248). Fin del poder almohade en la Península.

1344 Conquista de Algeciras por Alfonso XI de Castilla. Apertura definitiva del Estrecho de Gibraltar para los cristianos.

1492 Toma de Granada por los Reyes Católicos. Expulsión de los judíos.

Page 15: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

Así se hizo...

UN ÚNICO REY, UNA ÚNICA LEY La Edad Media estuvo marcada por la dominación musulmana y la Reconquista cristiana. ISABEL MONTES describe cómo, aunque ambas civilizaciones se asentaron sobre sociedades muy heterogéneas, el poder dominante en cada momento obligó a respetar a un único rey y a profesar una sola religión, o ley como se concebía entonces

La conquista de España por los musulmanes, en el 711, supuso una profunda ruptura con el pe­ríodo anterior romano-visigótico.

El nacimiento de al-Ándalus abrió una fa­lla profunda en nuestra historia y, como consecuencia, la población peninsular en adelante se agruparía en dos comunida­des principales: musulmanes y cristianos. Unos y otros, una vez conseguido el do­minio político, trataron de imponer a to­dos su religión, su ley, como se decía en la Edad Media, con los consiguientes pro­blemas que acarreaba en unas sociedades tan mixtificadas.

Compleja fue primero la sociedad an-dalusí, compuesta por musulmanes, cris­tianos (mozárabes) y judíos y, siglos más

ISABEL MONTES ROMERO-CAMACHO, profesora

titular de Historia Medieval de la Universidad de Sevilla.

tarde, la andaluza, integrada por cristia­nos, judíos y musulmanes (mudejares), muchos de ellos convertidos finalmente al cristianismo (moriscos). La conquista de Andalucía, que culminó con la capitu­lación de Sevilla, en 1248, tuvo como consecuencias la repoblación de los nue­vas territorios conquistados y el naci­miento de una amplia frontera entre cris­tianos y musulmanes, conocida como la Banda Morisca.

El primer período de la historia de al-Ándalus es también el más brillante. Se prolonga desde el 711 al 1031 y represen­ta el asentamiento de los musulmanes en la Península y la creación del Estado his-pano-musulmán. El islam fue la fuerza do­minante peninsular, que impondría su he­gemonía, tanto política como cultural, y que alcanzaría su punto álgido en el si­glo X, con la proclamación del califato.

La derrota del ejército visigodo, acaudi-

17

Page 16: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

Musulmanes de al-Ándalus jugando al ajedrez, según una ilustración de Las Partidas.

llado por su rey don Rodrigo, en la Batalla de Guadalete (711) y la fulgurante con­quista por parte de los musulmanes de las más importantes ciudades del sur de Es­paña, como Sevilla, Ecija, Córdoba o Mé-rida, llevó a los invasores musulmanes a proclamar, ese mismo año, la soberanía del califa omeya de Damasco sobre las nuevas tierras sometidas: a partir de en­tonces se integrarían, como una provin­cia más, en el Estado islámico del califa­to omeya de Damasco.

Durante el emirato dependiente (711-756) al-Ándalus estuvo gobernada por wa-

var su religión y sus costumbres y disfru­tar de alto grado de autogobierno.

La evolución del emirato dependiente estuvo jalonada por luchas intestinas, de­rivadas de lo heterogéneo de su pobla­ción, integrada por individuos de etnias, religiones, lenguas y culturas distintas, ca­so de los árabes y beréberes (ambos de religión musulmana) o judíos y cristianos. Eran también numerosos los conflictos entre los mismos grupos dominantes, co­mo los distintos clanes árabes, que repro­dujeron en la Península la antigua enemis­tad entre yemeníes y qaysíes, y, sobre to-

EN EL SIGLO IX, MUCHOS MOZÁRABES OPTARON

POR UN MARTIRIO VOLUNTARIO: BLASFEMABAN

PÚBLICAMENTE DEL ISLAM Y ERAN AJUSTICIADOS

líes (gobernadores), con residencia en Córdoba, capital de al-Ándalus más de tres siglos, que dependían, en primera instan­cia, del gobernador de Ifriqiya, y, finalmen­te, del califa de Damasco. Ya en estos años, se pusieron las bases del nuevo Estado, con la progresiva anexión de territorios, que se llevó a cabo a través de dos cauces fundamentales: la conquista militar de las principales ciudades y fortalezas, a través de las cuales se ejercía el control del terri­torio y de las vías de comunicación y, lo que fue más frecuente en las zonas rura­les y periféricas, el establecimiento de pac­tos con la nobleza local visigoda. Esto hi­zo posible que amplios territorios de al-Ándalus gozasen de una completa auto­nomía, reconociendo siempre la autori­dad máxima del califa, dependencia sim­bolizada por el pago de un tributo. En es­tos casos, a los cristianos de al-Ándalus (mozárabes) les estuvo permitido conser-

do, entre árabes y beréberes. En este período se ponen las bases de

un profundo cambio social en al-Ándalus: el poder es ejercido por la minoría inva-sora, de religión musulmana, que impo­ne su dominio sobre la mayoría autócto­na y cristiana. Da comienzo un lento, pe­ro imparable proceso, a lo largo del cual numerosos cristianos reniegan de su reli­gión para convertirse al islam.

El emirato independiente de Córdoba (756-929) se inicia con la llegada a al-Án­dalus del príncipe omeya Abd al-Rahman, uno de los pocos miembros de la familia califal que logró escapar de la gran revo­lución abbasí, que hizo caer el califato omeya de Damasco. El futuro Abd al-Rah­man I supo utilizar en su favor los afanes independentistas andalusíes, que le lleva­ron a proclamar su independencia polí­tica del nuevo califato abbasí de Bagdad, estableciendo en la Península una monar­

quía, personificada por los Omeya, suce­sores de los antiguos califas de Damasco. El emirato independiente omeya de Cór­doba representa una etapa crucial, espe­cialmente a partir de la segunda mitad del siglo LX. Supuso la formación y consolida­ción de la nueva dinastía, así como la de­finición de sus instituciones de gobierno siguiendo el modelo oriental.

Muladíes y baladíes El emirato independiente simboliza la for­mación del Estado andalusí que ratifica su independencia con respecto a Orien­te y vive un profundo proceso de islami-zación y arabizacíón. Una de sus conse­cuencias, tal vez la más importante, pu­do ser el gran número de convertidos al islam, conocidos como muladíes, por más que muchos de ellos lo fueran sin convic­ción, sólo por las ventajas económicas y fiscales que les reportaba. Sin embargo, esto no fue suficiente para asegurar la igualdad de derechos entre los conversos y los musulmanes de primera hora (bala­díes), por lo que fueron muy frecuentes los conflictos entre unos y otros. De la misma forma, los cristianos fieles a su re­ligión (mozárabes) tampoco pudieron li­brarse de la influencia de la cultura ára­be, por lo que muchos de ellos se arabi-zaron.

Boabdil. Perteneciente a la dinastía nazarí, fue el último rey de Granada (anónimo, Santa Cruz de Tenerife, Museo Municipal).

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Page 17: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

Con sus victorias, Almanzor creó el Estado más fuerte del Mediterráneo Occidental del siglo X.

Vista parcial del Salón Rico del palacio de Medinat al-Zahra. Mandado construir por Abd al-Rahman III, en él residía el poder califal en el siglo X.

Tan complejo panorama dio lugar a nu­merosas conflictos sociales, derivados del descontento de una buena parte de la po­blación a causa de la presión fiscal y de la prepotencia de la que hacían gala los baladíes; a esto se unió los afanes inde-pendentistas o autonomistas de algunas regiones, gobernadas por muladíes, en virtud de los pactos firmados entre los in­vasores y algunos personajes destacados de la población indígena. La situación se hizo insostenible a la muerte de Abd al-Rahman II, cuando se rompió el equilibrio inestable entre el Estado cordobés y la compleja sociedad que lo sustentaba: to­

da al-Ándalus saltó por los aires, al verse envuelta en un gran movimiento de re­vueltas, conocido como la primera fitna o intento de disolución del emirato, en­tre las que destacan las protagonizadas por mozárabes y muladíes

El levantamiento de los mozárabes es­tuvo motivado por el proceso de islami-zación y arabizacion y las consiguientes pérdidas de su identidad y de su impor­tancia política, social y cultural. Esto los llevó a la afirmación de su propia perso­nalidad de manera radical, mediante el movimiento de martirios voluntarios, que tuvieron lugar en Córdoba, a mitad del si-

glo IX: la provocación que protagoniza­ron algunos cristianos, blasfemando del islam ante las autoridades cordobesas, por lo que eran ajusticiados. Tras duros en-frentamientos, muchos fueron persegui­dos por el poder andalusí, lo que pro­vocó el éxodo de numerosos mozára­bes, que buscaron asilo en el reino astur-leonés.

Practicar la religión en secreto La revuelta mozárabe sirvió como deto­nante para el gran alzamiento de los mu-ladíes, muchos de los cuales seguían prac­ticando en secreto su religión y viviendo según sus costumbres. La rebelión afectó a toda al-Ándalus, ya que estos conversos suponían el mayor contingente de su po­blación, tanto en las marcas fronterizas, como en el interior del emirato. Sería aquí donde tendría lugar la más importante de todas, por lo que ha dejado un gran nú­mero de testimonios; fue protagonizada por el gran caudillo muladí Umar ben Haf-sún, que se hizo fuerte en la serranía de Ronda y extendió su movimiento hasta las puertas de la capital del emirato. Su gran acierto político no fue otro que saber aglu­tinar a todos los descontentos del poder omeya, que caería en el reinado del emir Abdallah (888-912).

La monarquía omeya alcanzó el máxi­mo apogeo de su poder con Abd al-Rah-man III (912-961), que llegó a proclamar­se califa, rompiendo así, de derecho, el único vínculo, el espiritual, que unía al

Page 18: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

Cromolitografía del siglo XIX de un nicho de los Palacios Nazaríes de la Alhambra de Granada.

emirato independiente con el califato abbasí de Bagdad; al tiempo, hacia valer su importancia con respecto al nuevo ca­lifato fatimí, asentado en El Cairo. Los cien años del califato (929-1031) supusieron la época más brillante del islam español. A este respecto hay que destacar la obra de Abd al-Rahman III, que, gracias a su enor­me inteligencia política y a su prolongado reinado, consiguió elevar a al-Andalus a un papel protagonista dentro del islam, a la vez que era respetado y temido por los poderes cristianos.

El primero de sus grandes logros fue

Imagen de Jinete mozárabe con sus ropajes al estilo de la civilización islámica, Beatus de Gerona, de 975.

la pacificación de al-Andalus, dominó uno a uno todos los focos rebeldes y cul­minó con la toma de Bobastro, el reduc­to hasta entonces imbatible de Umar ben Hafsún, en 928. Gracias a este fortaleci­miento de su posición interior pudo pro­clamarse califa, en 929. Mandó construir Medinat al-Zahra, muy próxima a Córdo­ba, donde en 936 se retiró con su Cor­te. Las crónicas de la época que se refie­ren a las embajadas extranjeras que lle­gaban a Medinat al-Zahra, desde países como el Imperio Bizantino, el reino de Germania o el norte de África, así como

de todos los Estados cristianos peninsu­lares, sobre los que el Califa tuvo un enorme influjo político.

Su hijo y sucesor Al-Hakam II (961-976) tenía un carácter distinto. Piadoso y pa­cífico, su principal labor consistió en la promoción de la cultura, era famosa su gran biblioteca. Supo mantener el pres­tigio de la institución califal y en la Mez­quita de Córdoba mandó construir su parte más hermosa, las arquerías lobu­ladas de la maxura y el mihrab.

Decadencia de la dinastía omeya Al-Hakam II fue sucedido por un niño de once años, Hisham II, de espíritu débil, por lo que su reinado supuso la decaden­cia de la dinastía omeya. Delegó todos sus poderes en Almanzor, que impuso un gobierno dictatorial. Su poder omnímo­do y sus extraordinarias victorias milita­res hicieron de al-Ándalus, en estos años finales del siglo X, el Estado más fuerte del Mediterráneo occidental. Sin embar­go, era un ídolo con pies de barro, ya que estaba amenazado por los graves peligros de la multiplicidad racial, las diferencias religiosas y los enfrentamientos civiles.

Con los sucesores de Almanzor se re­crudecieron todos los problemas, a lo que se unió el desprestigio de la dinastía ome­ya y el vacío de poder creado a la muer­te del dictador sin contar con un herede­ro que prosiguiera su obra. Todo ello pre­cipitaría, en 1031, el triunfo de la Fitna, co­mo se denomina a la revolución y guerra civil que ensangrentaron Córdoba y to-

CÓMO ERA LA CÓRDOBA CALIFAL

La ciudad más grande de España es

Córdoba, que no tiene su equivalencia

en todo el Magreb, más que en la Alta

Mesopotamia, Siria o Egipto por la cifra de

población, la extensión de su superficie, el

gran espacio ocupado por los mercados, la

limpieza de sus lugares, la arquitectura de

las mezquitas, el gran número de baños y

caravasares [...]. El señor de esta capital, Abd

al-Rahman ibn Muhammad fundó al oeste

de Córdoba una ciudad que llamó al-Zahra

[...], invitó al pueblo a vivir allí y ordenó

promulgar por España la proclamación

siguiente: "Quien quiera construir una casa

o elegir un local de habitación próximo al

soberano recibirá una prima de 400

dirhemes". Un río de gente se apresuró a

edificar; los edificios se hicieron densos y la

popularidad de esta ciudad adquirió

proporciones, hasta el punto de que las

casas formaban una linea continua entre

Córdoba y al-Zahra [...]. Hace mucho tiempo

que el soberano de esta ciudad reina sobre

ella y tiene su residencia y su palacio en el

interior de la muralla que la rodea. Dos

puertas de la ciudad, abiertas en la misma

muralla, dan sobre la ruta que lleva de

Rusafa al río [...} el Sur da sobre el río, a lo

largo del cual se desarrolla la ruta llamada el

"Andén". Es en el barrio donde se

encuentran los mercados, tabernas,

caravasares, baños y moradas de las clases

inferiores. La mezquita-principal, que es

muy bella y grande, se encuentra en la

misma ciudad; la prisión está situada en su

vecindad. Córdoba está muy separada de las

casas de sus barrios, que no la alcanzan de

una manera inmediata. La ciudad está

admirablemente dispuesta. Más de una vez

he dado la vuelta a la muralla en una hora;

es una muralla de forma circular, muy sólida

y de piedra. Al-Zahra no ha conseguido

jamás tener una muralla acabada. Tiene una

bonita mezquita-principal, que posee una

gracia propia, pero inferior a la de la capital

en estructura, capacidad y grandeza.

Córdoba tiene siete puertas de hierro. Es

una ciudad considerable y extensa, que

presenta un plano elegante. Hay grandes

fortunas y el lujo se despliega de varias

maneras, como son los tejidos y vestidos

preciosos, en lino flexible, en seda basta o

fina; o bien por monturas ágiles y las

diferentes clases de comestibles y bebidas.

Sus soldados no presentan un espectáculo

digno de ser visto, porque ignoran todo lo

referente al arte y a las reglas de equitación,

a pesar de su bravura y su costumbre de

combatir. (IBN HAWKAL: Configuración

del mundo, Valencia, 1971, págs. 63 y sigs.)

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Page 19: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

Cristianos y judíos juegan a los dados, en una ilustración de Las Partidas. Mixtificada y compleja, la sociedad medieval andaluza estaba formada por cristianos, judíos y musulmanes.

da al-Ándalus, deshaciendo la extraordi­naria estructura política del Califato y ha­ciendo triunfar la disgregación política, re­presentada ahora por los reinos de taifas, pequeños Estados independientes: en el siglo XI supusieron el paso de una estruc­tura unitaria a la desmembración del te­rritorio andalusí en treinta y un minúscu­los reinos.

Es entonces cuando aparecen persona­jes locales que se hacen con el poder en distintos puntos del territorio, por más que, en esencia, sigan conservando tanto la organización económica y administra­tiva territorial del califato, así como su es­tructura cultural. En síntesis, la historia de al-Ándalus, durante el siglo XI, se caracte­rizó por la imitación de la Córdoba ome-ya por parte de los reinos de taifas, mu­chas de cuyas Cortes, como Sevilla o Gra­nada, llegan a superar el esplendor cultu­ral y científico de la Córdoba califal, pese a su debilidad político-militar. Será aho­ra cuando la hegemonía de al-Ándalus se­ría sustituida por el progresivo dominio de los cristianos.

El poder que viene del desierto Esta situación estaría simbolizada en el sis­tema político de las parias, mediantes el cual los reinos de taifas pagaban tributos a los reinos cristianos, sobre todo a Casti­lla, que se comprometían a no atacarles y a defenderlos de otros taifas. Los últimos años del siglo XI conocerán el final de los reinos de taifas, precipitado por la con­quista de Toledo por Alfonso VI, en el 1085. Esta victoria cristiana fue casi para­lela a la toma de la Ceuta hammudí por el caudillo de los almorávides Yusuf b. Taxu-fín. Ante esta encrucijada, los más impor­tantes reyes de taifas, al-Mutamid de Se­villa, al-Mutawakil de Badajoz y Abd Allah b. Ziri de Granada decidieron pedir ayu­da a los almorávides del sur.

El nuevo poder almorávide había sur­gido en la zona fértil del sur del desier­to del Sahara. Había logrado apoderar­se de todo el Magreb occidental y cen­tral, constituyendo un imperio magrebí, con capital en Marrakech, que defendía el riguroso cumplimiento de la ortodo­xia islámica, contando para ello con la fuerza militar beréber,

La invasión almorávide culminará con la derrota de Alfonso VI en la Batalla de Zallaqa, en 1086. Yusuf b. Taxufin volve­rá a cruzar el Estrecho de Gibraltar, en 1090. Sus primeros éxitos, la toma de Va­lencia en 1102 o la de Zaragoza, en 1110, no serán suficientes para detener la ofen­

siva cristiana, por lo que muy pronto, des­de 1120, se iniciará la decadencia del po­der almorávide en la Península, que aca­bará con la proclamación de las segundas taifas, en torno a 1144; éstas serían con­quistadas sucesivamente por los almoha­des, el nuevo poder magrebí que reem­plazará a los almorávides.

Los almohades extenderán su poder

desde Marrakech y dan comienzo a su ex­pansión en al-Andalus en torno a 1145-1146, que culminaría con la constitución de un vasto imperio peninsular y nor-teafricano, empezando por sus territorios andalusíes. Las terceras taifas desplazarían definitivamente al poder almohade de al-Ándalus, tras la sublevación del naciente reino nazarí de Granada, en 1232. Duran­te el período almohade el poder estuvo

en manos de la dinastía Muminí, fundada por Abd al-Mumin, vencedor de los almo­rávides y conquistador de al-Andalus, e ini­ciaría su decadencia a partir de la derrota de las Navas de Tolosa, en 1212.

Durante este tiempo, el poder almoha­de estaría cimentado en una estricta es­tructura doctrinal y político-administra­tiva, que le permitiría tener un papel pro­

tagonista en el comercio mediterráneo y un extraordinario desarrollo cultural, una vez que lograron superar su tradición y enriquecerse con la cultura andalusí. Las terceras taifas de al-Ándalus (1228) perduraron a lo largo del siglo XIII, a ex­cepción del último reducto, el reino na­zarí de Granada, que pervivió desde 1232 hasta 1492.

El nacimiento de Andalucía fue fruto de

A PESAR DE SU DEBILIDAD POLÍTICA Y MILITAR,

MUCHAS TAIFAS SUPERARON EL ESPLENDOR

CULTURAL Y CIENTÍFICO DE LA CÓRDOBA CALIFAL

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Page 20: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

Fernando III, su campana del valle del Guadalquivir culminó en 1248 con la conquista de Sevilla. Libro de los Tumbos.

la Reconquista y repoblación del valle del Guadalquivir por los cristianos en el siglo XIII, proceso que no quedaría concluido hasta la toma y repoblación de Granada, en 1492. De 1224 a 1264, los cristianos permitieron la permanencia en sus anti­guos territorios a una gran cantidad de musulmanes sometidos (mudejares), gra­cias a los pactos (pleitos o pleitesías) fir­mados, que garantizaban a los moros la propiedad de sus bienes y la práctica de su religión. En estos casos, los cristianos sólo ocupaban las fortalezas y las tierras y casas abandonadas. La población mude­jar se quedó principalmente en el campo, mientras que los cristianos se concentra­ron en las fortalezas y en las grandes ciu­dades. En definitiva, se pretendió crear un sistema colonial, según el cual la mino­ría cristiana, que ejercía el control, se apro­vecharía del trabajo de la mayoría musul­mana. Este primitivo proyecto fracasó, en

Alfonso X llevó a cabo la repoblación de Sevilla (1252-53). Miniatura de Toxos-Outos (Madrid, Archivo Histórico Nacional).

1264, cuando se levantaron los mudejares de Andalucía y Murcia, que contaron con el apoyo de Granada y de los benimerines norteafricanos, revuelta que, una vez so­focada, tuvo graves consecuencias para los mudejares, como la anulación de los pactos y su expulsión de Andalucía.

En cuanto a la repoblación, en el reino de Jaén hay que destacar, la larga duración de este proceso de asentamiento. Desde muy pronto, el peligro constante de la frontera granadina hizo que surgieran nu­merosos señoríos en la zona marginal del territorio jiennense, especialmente en la parte oriental. Pasando al reino de Córdo­ba, destacaremos la importancia de la ciu­dad y su término realengo, repoblados an­tes de la revuelta mudejar de 1264. Aquí aparecieron claramente marcadas las enormes diferencias entre la pobreza de la comarca de la sierra, al norte de la ciu­dad, y la riqueza de la campiña, alejada del

peligro musulmán. Sin embargo, no ocu­rrió lo mismo con su territorio fronterizo, que formaba parte de la Banda Morisca, donde, como era habitual entonces, sur­gieron señoríos próximos a la frontera gra­nadina encargados de su defensa; algunos eran laicos, como el de Aguilar, y otros eclesiásticos, como el de Lucena.

Libro del Repartimiento de Sevilla En Sevilla, se empezaron a repoblar las pri­meras tierras conquistadas, como Écija, Lora, Marchena y Carmona, con la presen­cia de guarniciones militares hasta la mis­ma revuelta mudejar de 1264. A partir de entonces, se encomendó principalmente a las órdenes militares la defensa de este territorio. La Orden de Santiago recibió el señorío de Estepa (1264); Osuna fue en­tregada a la Orden de Calatrava (1264), al tiempo que se creaba el señorío de Mo­rón, en beneficio de la Orden de Alcán­tara, ya en 1279. Por último, una vez to­mada la gran capital almohade, en 1248, se procedió a la repoblación de Sevilla y el área conquistada con ella.

A través del Libro del Repartimiento de Sevilla podemos darnos cuenta de lo mi­nucioso de su proceso repoblador. Den­tro de él, se reconocen los tres grandes sectores del Repartimiento y sus benefi­ciarios: la reserva real, que comprendía las galeras del rey, el cillero real y el al­macén del rey; los donadíos, grandes ex­tensiones de tierra que incluían edificios e instalaciones agrícolas, concedidas a la familia real, a los nobles, a los oficiales de la casa del rey y a las instituciones eclesiás­ticas, incluidas la órdenes militares, a cam­bio de las cuales no se exigía a sus bene­ficiarios contrapartida alguna y, finalmen­te, los heredamientos entregados a los ve­cinos, que eran lotes compuestos de ca-

¿LA PUREZA CASTELLANA DE ANDALUCÍA?

En efecto, la renovación de Andalucía

en el siglo XIII es profunda y radical.

Los castellanos hacen de ella una

prolongación de Castilla con su sangre, su

lengua, sus creencias, su economía, su

derecho, su indumentaria, su arte y sus

costumbres. Lo antiguo, si no desaparece

en casi su totalidad, difícilmente se

percibe. Ahora bien, las condiciones

materiales y geográficas (situación, clima,

casas, cultivos, comercio y régimen de

propiedad) en que se desarrollan los

asentados, tanto como la influencia mora,

originan particularidades regionales,

algunas análogas a las antiguas, que van

resaltando desde el siglo XIV hasta

constituir lo andaluz, que por tantos,

especialmente extranjeros, se considera

como quintaesencia del hispanismo. No

obstante, en líneas generales, no es posible

hablar de pureza de raza castellana en

Andalucía; desde la conquista, los nuevos

pobladores proceden de distintas partes

de España y de Europa, e incluso entre

ellos se mueven los judíos y los mudejares.

Esta heterogeneidad todavía no se ha roto

desde el siglo XIII, si exceptuamos los

judíos y moros expulsados; heterogénea es

la composición de los inmigrantes, si bien

es cierto que en algunas épocas

predominaron los procedentes de

determinadas regiones, pues no se debe

olvidar que desde el siglo XIII Andalucía,

y especialmente Sevilla, es objeto de una

inmigración tal vez más constante y más

fuerte que en las demás regiones

peninsulares.

(T. GONZÁLEZ: Repartimiento de Sevilla,

Madrid, 1951, vol. I, pág. 13.)

22

Page 21: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

A la izquierda, castillo de San Miguel, Almuñécar (Granada), famoso en época nazarí por servir de cárcel de los sultanes destronados. A la derecha, castillo de Segura de la Sierra, Jaén, reconquistado por los cristianos en 1214.

sa y tierras suficientes para cubrir las ne­cesidades de una familia, según su cate­goría social, cedidos con la condición de establecerse en la región y cumplir con unas obligaciones militares y fiscales. To­do repoblador era dueño de sus bienes, por lo que la nueva sociedad andaluza es­tuvo conformada por propietarios.

Frontera doble: terrestre y marítima Entre los dueños de la tierra predomina­ban los de mediana y pequeña entidad, ya que los grandes, casi todos absentistas, su­pusieron un porcentaje mínimo. Resulta imposible defender que los latifundios an­daluces, como afirman viejas teorías y tó­picos, habrían sido resultado de los repar­timientos de Fernando III y Alfonso X.

La cuarta zona repoblada, fue la que en­cuadraba la región del Guadalete y el Es­trecho, que contaba con núcleos de la im­portancia de Arcos, Jerez o Cádiz. Aquí, la repoblación fue más tardía y tal vez la ca­racterística más importante sea su carác­ter señorial, debido a que este territorio servía de frontera terrestre, con relación a Granada, y marítima, con respecto a los benimerines. Debido a ello, la verdadera reestructuración de la repoblación de la zona fue llevada a cabo por Alfonso X, tras la invasión de los benimerines.

La última zona repoblada de la Anda­lucía Bética fue la más occidental: la co­rrespondiente a Niebla, la costa y la tierra llana de Huelva, donde habría de trazarse la frontera con Portugal. Su repoblación se produjo a partir de la conquista del rei­no taifa de Niebla, en 1262, y, muy pron­to, salieron a la luz las numerosas dificul­tades que se oponían a su repoblación realenga, ya que se trataba de un territo­rio fronterizo con Portugal. Ello provocó, una vez más, que, poco a poco, la mayor

parte de su término quedara bajo el ré­gimen señorial, aunque su avance deci­sivo se produjo a lo largo del siglo XIV

Tan largo y complejo proceso repobla­dor contó con unos sólidos fundamentos humanos e institucionales, que habrían de marcar la idiosincrasia de Andalucía du­rante siglos, algunas de cuyas peculiarida­des permanecen hasta hoy. La gran mayo­ría tuvo un origen castellano-leonés, aun­que los hubo también que provenían de Navarra, la Corona de Aragón o Portugal. Vinieron algunos repobladores extranje­ros, entre los que destacaron los geno-veses como grupo privilegiado.

Finalmente, estaban los repobladores no cristianos, es decir, los que habrían de conformar las minorías étnico-religiosas, entre los que se distinguieron los judíos. La mayor parte de ellos llegó a Sevilla con

Bote de marfil de al-Mughira, realizado hacia 968 en los talleres callfales de Córdoba.

los mismos conquistadores y procedían, en muchos casos, del reino de Toledo, donde se habían refugiado tras su expul­sión de al-Andalus por los almohades; lle­garon a alcanzar una gran importancia cualitativa hasta las terribles persecucio­nes (pogroms) de 1391, a partir de las cua­les muchos se convirtieron, por lo que los judíos andaluces terminarían siendo un grupo residual. Otra minoría la conforma­ron los mudejares.

Aparecen grandes núcleos urbanos Fue a raíz del mismo Repartimiento de Se­villa cuando empezó a aparecer una clara gradación entre los vecinos, ya fuese en función de sus obligaciones militares (peones y caballeros) como por su condi­ción nobiliaria o no. A ellos habría que añadir las minorías extranjeras, que goza­ban de un fuero especial.

Pronto se constituyeron grandes nú­cleos urbanos y mercantiles en centros de ricas zonas rurales. Entre ellos destaca la posición privilegiada de Sevilla, como ca­beza de un gran término (alfoz) y magní­fico nudo mercantil, al servir de enlace en­tre las rutas mediterráneas y atlánticas, eu­ropeas y africanas, extraordinaria realidad que se consolidaría a lo largo de la Baja Edad Media. Desde el punto de vista ins­titucional, cabe señalar la madurez del sis­tema de repartimiento y del régimen ju­rídico. Finalmente, mencionar la forma­ción de la Frontera de Granada, la Banda Morisca, que en lo político iría avanzan­do al calor de la Reconquista, hasta desa­parecer tras la conquista de Granada. Pe­ro esta frontera tuvo otras muchas impli­caciones, ya que desde el punto de vista sociológico haría nacer un arquetipo hu­mano: el hombre de frontera, que sería trasplantado al mundo americano. •

23

Page 22: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

DOS A C O N T E C I M I E N T O S

l INVASIÓN MUSULMANA Y SU ASENTAMIENTO

EL NACIMIENTO DE AL-ÁNDALUS

L a conquista de España por los

musulmanes y su posterior

establecimiento en la Península sería

uno de los acontecimientos más importantes

de la época medieval. De ahí que se hayan

dado múltiples interpretaciones. Desde la

óptica cristiana, supuso la destrucción de

la realidad político-administrativa de la

monarquía visigoda, la pérdida de España,

sensación que permanecería en el ideal

neogoticista, en la literatura y en la

historiografía hispánica medievales. Para los

musulmanes, no fue más que un hito en la

segunda fase de su expansión territorial, que

los había llevado hacia Occidente, por el

norte de África. Finalmente, estaba la

realidad de fondo, la profunda crisis interna

del reino hispano-visigodo.

Los precedentes de la invasión tuvieron

lugar en el año 710, cuando se produjo la

primera entrada de los musulmanes al

mando del beréber Tarik ibn Malluk. Pero no

es hasta el 711 cuando tiene lugar el

desembarco del también beréber Tariq ben

Ziyab —un mawla, lugarteniente de Musa,

gobernador de Ifriqiya- en Gibraltar y la

posterior derrota y destrucción del ejército

visigodo de don Rodrigo, en la Batalla de

Guadalete. Es a partir de esta decisiva batalla

cuando, en sólo tres años, la Península es

recorrida de sur a norte por los invasores,

siguiendo las principales calzadas romanas.

Así, en el 712 llegan a la Península el

árabe Musa ibn Nusayr, junto con su hijo

Abd al-Aziz, y un gran contingente militar.

Fue entonces cuando, después de

Ataque de las tropas carolingias (miniatura del siglo XIII, París, Biblioteca del Arsenal). En la Batalla de Poitiers (732) fracasaron los intentos de asentamiento islámico más allá de los Pirineos.

Musulmanes de al-Ándalus en una ilustración del Lapidario, de Alfonso X el Sabio.

reunirse con Tariq en Toledo, los ejércitos

musulmanes llevan a cabo numerosas

expediciones por todo el territorio

peninsular, a excepción de la zona

noroccidental, durante los años 712 y 714,

en que ambos caudillos vuelven a Oriente,

para dar cuenta al califa de su actuación.

La última fase de la expansión tiene lugar

en el NE peninsular y más allá de los

Pirineos, entre los años 716 y 732,

protagonizada, entre otros valíes, por Al-

Hurr y Abderramán al-Gafequí. Este último

es frenado por Carlos Martel en la Batalla de

Poitiers (732), con lo que fracasó el intento de

asentamiento islámico por el resto de Europa.

Dentro de este contexto debe entenderse la

resistencia hispano-cristiana en el norte

peninsular, que alcanzará su culminación en

la Batalla de Covadonga (722). A este

respecto, debemos referirnos a la realidad y

leyenda de la victoria cristiana. Así, mientras

para los habitantes de al-Ándalus

-preocupados por la expansión

ultrapirenaica— no pasó de ser una derrota

sin importancia en una guerra de montaña,

para los cristianos supuso, nada menos, que

la toma de conciencia de su propia fuerza, lo

que permitiría a su caudillo, don Pelayo,

sentar las bases de un minúsculo reino. De

todas formas, la magnificación de la Batalla

de Covadonga no vendría hasta el siglo IX,

cuando la Crónica de Alfonso III reconozca

en don Pelayo y sus seguidores a los

restauradores del reino de los godos.

Pero ¿cuáles fueron los motivos del freno

de la expansión islámica? Entre ellos, se

enumeran la teoría determinista, según la

cual esta expansión tuvo un carácter

bioclimático, dada la inadaptación de los

musulmanes a los países atlánticos. Otra

Page 23: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

razón, sería el progresivo desgaste del

potencial humano, debido a las numerosas

expediciones y, por último, el paulatino

aumento de fuerzas de los francos

merovingios, lo que les permitió oponerse,

con éxito, a los invasores islámicos.

El contacto de los musulmanes con la

población establecida revistió dos formas

distintas. La primera se produjo en casos

aislados y fue el enfrentamiento militar,

propiamente dicho, que tendría como

resultado la rendición de los hispano-

visigodos y su sometimiento a los invasores.

La segunda, la norma general, fue la que se

realizó a partir de capitulaciones y pactos,

entre los que se distinguen dos fórmulas

principales: el pacto de capitulación: suhl,

que supondría la sumisión absoluta a los

invasores, y el tratado de paz: ahd, que habría

permitido a los vencidos una cierta

autonomía política, aunque dependiente de

la autoridad musulmana.

Por otra parte, este contacto con la

población establecida se vio favorecido por la

política musulmana con relación a las

llamadas gentes del Libro, es decir, los cristianos

y judíos, a los que se permitía la práctica de

su religión. Eran los protegidos y gozaban de

un estatuto jurídico propio, lo que les

obligaba a pagar dos tipos especiales de

tributos, como subordinados al islam: la

chizia en metálico y el jarach o impuesto

territorial en especie. Finalmente, hay que

mencionar la alianza de algunos magnates

hispano-visigodos -especialmente vitizanos-

con los musulmanes, lo que permitió la

supervivencia de situaciones aristocráticas

anteriores, aunque poco numerosas.

La llegada de los invasores se produjo en

sucesivas oleadas, cuyo número y origen

étnico eran distintos. Destacaban

fundamentalmente dos tipos de razas:

beréberes y árabes. Así, por ejemplo, se dice

Mosaico de la Mezquita de Córdoba.

Infante omeya, con cota de malla, escudo de madera y yelmo de bronce y hierro.

que fueron unos 12.000 los beréberes que

formaron el ejército de Tariq, mientras que

Musa traería unos 18.000 hombres, entre los

que predominaban los árabes. Más tarde,

llegaron nuevos contingentes militares con

los sucesivos valíes y, sobre todo, las tropas

mercenarias de Balch, del califato de

Damasco, unos 30.000 hombres, de los que

10.000 eran jinetes especializados sirios.

Pero ¿cuáles fueron las fórmulas utilizadas

por los invasores para instalar a todos estos

grupos humanos? La primera cuestión que se

plantea es si hubo un reparto organizado o si

se llevó a cabo de forma anárquica.

A este respecto, según parece, el

establecimiento de los primeros musulmanes

en Hispania se habría realizado mediante el

reparto de tierras libres —a través de

concesiones quizás en plena propiedad-

entre los primeros conquistadores, una vez

separado el jums o quinto califal. Pero, muy

pronto, se planteó un grave problema: dado

que la mayor parte de la población hispano-

visigoda permaneció en sus tierras, era muy

poco lo que había que repartir, lo que

dificultaba la instalación de los nuevos

contingentes. Así, a las tropas del valí Al-

Samh les fueron cedidas las tierras del jums

califal en régimen de usufructo, sistema

semejante al beneficium carolingio, mientras

que a los sirios de Balch se les acantonó en

diversas provincias, haciéndoles beneficiarios

de 1/3 de las tributaciones territoriales

cristianas. Toda esta serie de repartos tuvo

como consecuencia la formación de un mapa

étnico-social de al-Andalus. En él, según la

teoría tradicional, defendida por E. Levi

Provencal, las tierras de las llanuras fértiles

habrían estado reservadas para los árabes,

mientras que los beréberes habrían quedado

reducidos a las zonas altas y montañosas. Esta

hipótesis ha sido matizada por P. Guichard,

cuya "geografía tribal de al-Andalus" pone de

manifiesto una mayor dispersión de tribus,

con la presencia beréber tanto en la llanura

levantina como en el valle del Guadalquivir.

Así, las consecuencias fueron las fuertes

tensiones entre ellos, favorecidas por las ya

existentes entre los distintos grupos étnicos

de la sociedad musulmana. Se producen

enfrentamientos entre los beréberes,

protagonistas de la invasión, y los árabes, los

más beneficiados en el reparto como casta

militar superior. Pero también se reflejará la

tradicional oposición entre los dos grupos de

la aristocracia árabe: yemeníes y qaysíes.

Esta situación llegaría a su punto

culminante con la revuelta beréber de 741.

La primera consecuencia fue la llegada a la

península de Balch, al mando de un gran

ejército, entre los que destacan los chunds

sirios o jinetes especializados, que consiguen

una gran victoria sobre los beréberes.

Pero, una vez pacificada al-Ándalus, los

sirios recién llegados se convierten en un

grupo molesto para los baladíes o árabes ya

instalados, ya que, según prestasen su apoyo

a yemeníes o qaysíes, garantizaban el

ejercicio del poder a una u otra tribu árabe.

Por último, el caos que vive al-Ándalus se

verá reforzado por la coyuntura depresiva

que azota al norte peninsular a mediados del

siglo VIII, lo que unido a la migración de

beréberes hacia el sur y a las campañas

de Alfonso I de Asturias, dará lugar al

nacimiento de lo que Sánchez Albornoz

denominara "desierto estratégico del Duero",

frontera entre cristianos y musulmanes.

El nacimiento de al-Ándalus fue el

resultado final. Pronto aparecen las primeras

manifestaciones de la paulatina creación de

un aparato político-administrativo y del

ejercicio de una soberanía, como las

acuñaciones monetarias, la firma de tratados

de paz o el traslado de la capital de Sevilla a

Córdoba, en el 717, todo lo cual se

contrapone con la permanencia de una

estructura tribal de base. Pero, a pesar de

ello, al-Ándalus se convierte, al menos en

teoría, en una provincia del califato de

Damasco, dependiendo de la autoridad del

valí de Cairuán, aunque, en la práctica, los

musulmanes de España gozaban de gran

independencia. •

Page 24: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

2 LAS NAVAS DE TOLOSA

LOS ORÍGENES DE ANDALUCÍA

La familia real nazarí se dispone a salir de la Alhambra, por Ruiz Almodóvar (Madrid, colección particular). La incorporación del emirato nazarí de Granada a la Corona de Castilla fue uno de los grandes hitos de la política de los Reyes Católicos.

La conquista y ocupación de Andalucía

dio comienzo a partir de la Batalla de

las Navas de Tolosa (1212), que marcó

el principio de la desarticulación del poder

almohade en la Península. Realmente, fue la

descomposición de este gran imperio

norteafricano la que abrió el valle del

Guadalquivir a Castilla, iniciando una cadena

de grandes operaciones militares que

culminarían con la conquista de Sevilla (1248).

Así también lo vieron los cronistas

musulmanes contemporáneos, como Ibn

Idhari: "Este año [609/1212] ocurrió la Batalla

de Las Navas de Tolosa, que motivó la

ruina de al-Ándalus, hasta todavía hoy. El

emir de los creyentes al-Nasir se dirigió al

país del maldito Alfonso [VIII] con gran

ejército de musulmanes. El tirano

[Alfonso VIII] se había preparado contra

él, reuniendo a toda la gente de Castilla y

otras tropas de los demás reinos

cristianos. Se encontraron ambas partes

en el lugar llamado "al-Iqab" [Las Navas]:

la victoria se inclinó primero hacia los

musulmanes, aunque los almohades no se

esforzaron ni pusieron en ella buena fe...

cuando el Barcelonés [rey de Aragón] Francisco Jiménez de Cisneros (Torrelaguna, 1436-Roa, 1517). A la se unió a Alfonso con tres mil jinetes, derecha, Fray Hernando de Talavera (Talavera, 1428-Granada, 1507).

las tropas musulmanas iniciaron la huida y la

derrota cayó sobre ellos" (Ibn Idhari: Bayan, V).

El proceso de conquistas castellanas en

Andalucía comenzó con la caída de Córdoba

en poder de Fernando III, en 1236. La

principal consecuencia fue la apertura del

valle medio del Guadalquivir a los ejércitos

fernandinos que, entre 1240 y 1243, fueron

apoderándose, con enorme facilidad, de

numerosas localidades de la sierra y la

campiña cordobesa y sevillana, como Luque,

Lucena, Santaella, Montoro, Baena, Obejo,

Marchena, Morón, Osuna, Estepa...

Así, se llevó a cabo el saqueo de las tierras

de Carmona y la toma de la importante

fortaleza de Alcalá de Guadaira. Como

consecuencia, en 1247, capitularon Carmona,

Lora y Gerena, mientras que Cantillana y

Alcalá del Río fueron tomadas por las armas.

En agosto de 1247, las tropas cristianas

iniciaron el terrible cerco a Sevilla, que

finalmente capituló y el ejército de San

Fernando entró en la antigua capital de la

España almohade el 23 de noviembre de

1248, día de San Clemente. La conquista de

Sevilla puso el broche de oro a más de diez

años ininterrumpidos de un

agotador esfuerzo bélico,

dirigido por Fernando III. Los

castellanos lograron el

sometimiento, con pactos muy

favorables para los musulmanes,

de numerosas ciudades de la

comarca gaditano-xericense y

del reyezuelo de Niebla Aben

Mahfoth.

Cuando Fernando III murió,

en 1252, el proceso

reconquistador quedó en

suspenso, con el fin de

organizar el extenso territorio

Page 25: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

conquistado. Ésta fue la gran tarea de su hijo

y sucesor Alfonso X, que ocupó los primeros

años de su reinado en acabar la organización,

repartir las tierras y repoblar el reino de

Sevilla.

A partir de 1262, este sometimiento al rey

de Castilla empezó a modificarse. Las

primeras manifestaciones de rebeldía

quedaron plasmadas en la revuelta del rey

vasallo de Niebla, Aben Mahfoth, que

provocó la violenta respuesta de los

castellanos, quienes lograron someter la

ciudad en el mismo año 1262. Alfonso X,

impresionado, expulsó a la población

musulmana de Écija y la repobló con

cristianos, al tiempo que procedía a la

repoblación de Cádiz, impidiendo la salida al

mar de los núcleos mudejares del entorno.

Tal hecho resulta suficiente para comprender

las causas de la revuelta mudejar de 1264,

apoyada por granadinos y benimerines y que

se extendió al reino de Murcia.

La respuesta de Alfonso X no se hizo

esperar y volvió a recuperar, esta vez

mediante las armas, Jerez, Arcos, Lebrija,

Medina Sidonia, Sanlúcar de Barrameda,

Rota y Vejer, desterrando a su población

mudejar y repoblando con cristianos. Los

mudejares fueron también expulsados

incluso de otras comarcas del interior.

El proceso reconquistador volvió a frenarse

a partir de la revuelta mudejar de 1264. Para

explicarlo, el historiador González Jiménez

aduce el cansancio militar y la necesidad de

reorganizar el territorio, las dificultades

económicas del reino castellano, los

problemas políticos internos de Castilla, la

obsesión de Alfonso X por obtener el título

de emperador de Alemania y, sobre todo, los

continuos ataques de meriníes y granadinos,

actuando como aliados, sobre la frontera

andaluza, desde 1275 hasta 1285.

Cuando Sancho IV subió al trono, en 1284,

firmó una paz con el sultán meriní, que se

prolongó hasta 1291. En 1292, los cristianos

ocuparon Tarifa, que abría a los castellanos el

camino hacia el Estrecho, completado con las

sucesivas tomas de Gibraltar (1309, por

primera vez; 1462, definitivamente) y

Algeciras (1344), con lo que, por fin, quedaba

abierta la comunicación entre el

Mediterráneo y el Atlántico. Este fue el final

que tuvo como resultado, a partir de Las

Navas de Tolosa (1212), el avance cristiano

desde sierra Morena por toda la Península.

El fracaso de la repoblación de Andalucía

fue debido a las dificultades políticas y

económicas que soportó la primera

generación de repobladores, lo que obligó a

muchos a regresar a sus lugares de origen;

también, a la escasa pervivencia de población

mudejar, tras la revuelta de 1264 y a la propia

imperfección de la repoblación andaluza,

Todo ello hizo que, en adelante, los objetivos

del poder público castellano fuesen la

repoblación de los principales puntos

estratégicos y asegurarse el control de las

ciudades, que eran los centros económicos

más activos, mientras que la repoblación de

la Andalucía rural fuese un largo, lento y

EL LEVANTAMIENTO DE LOS MUDEJARES

C apítulo XIII: De commo vinieron los

moros de alien mar en ayuda del rey

de Granada, é de los fechos que sobre esto

se ficieron

El rey de Granada, veyendo el gran afin­

camiento de la guerra en que estaba, envió

rogar á Aben Yuzaf que le enviase alguna

gente en su ayuda, é envióle mil caballe­

ros, é vino por cabdillo dellos un moro que

era tuerto de un ojo, é decían que era de los

más poderosos que había alien mar. E se-

gund lo que se falló en escripto, dicen que

éstos fueron los primeros caballeros jine­

tes que pasaron aquén la mar después que

el Miramamolin fué vencido. E commo

quier que luego en el comienzo de su ve­

nida destos caballeros fué grand esfuerzo

para los moros de aquen la mar, é otrosí pu­

sieron gran miedo á los cristianos dicien­

do que eran muchos más, pero grand daño

se siguió de la su venida al rey de Grana­

da, ca él por los honrar aventajábalos en to­

das las cosas, é por los tener más pagados

dábales muy grandes soldadas, é lo que avia

de dar á los suyos dábalo á ellos. E el arra-

yaz de Málaga é el arrayaz de Guadix ve-

yendo esto, fablaron con el Rey que non

quisiese perder los suyos por los extraños,

é el Rey dióles mala respuesta, de que ellos

fueron muy despagados. E por esto busca­

ron manera commo los destruyesen, se-

gund que adelante la estoria lo contará. E

agora dejaremos de contar desto, é torna­

remos á contar lo que el rey don Alfonso

fizo en esta guerra...

("Crónica de Alfonso X", en Crónicas de los

Reyes de Castilla, tomo I, Biblioteca de Au­

tores Españoles, Madrid, 1953, pág. 10).

Isabel la Católica junto a Santiago, en un campo sembrado de cabezas de moros cortadas, ilustración de Marcuello.

complejo proceso que duraría toda la Baja

Edad Media.

Así pues, esta crisis de la repoblación pudo

dar lugar al fenómeno de los despoblados, ya

que la escasez de pobladores provocó el

vaciamiento de los campos y el agrupamiento

en torno a núcleos estratégicos y bien

defendidos. Provocó el agotamiento casi total

de la repoblación oficial de la corona

castellana, en torno a 1280, y el nacimiento

de nuevas grandes propiedades, que

surgieron no de los repartos de tierra,

inmediatos a la conquista, sino del abandono

de sus propiedades por parte de los primeros

repobladores andaluces. La repoblación de la

Andalucía del Guadalquivir, en el siglo XIII,

contaba con un escaso contingente

demográfico, por lo que los cristianos

norteños que se establecieron en las nuevas

tierras conquistadas no fueron suficientes

para compensar la marcha de la antigua

población musulmana. Tomando las palabras

del historiador González Jiménez, a fines del

siglo XIII Andalucía era una región

amenazada por la guerra de frontera,

marcada por varios decenios de guerras, muy

por debajo de sus necesidades demográficas,

despoblada y hambrienta de hombres.

Page 26: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía
Page 27: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

Tras la conquista de

Granada, Andalucía se

incorpora a la Corona

de Castilla y al mundo

cristiano. CARLOS

MARTÍNEZ SHAW

describe la expansión de

su economía en el siglo

XVI, la eclosión cultural

del Renacimiento y su

activa participación en

las aventuras del Nuevo

Mundo. Una prosperidad

que entraría en crisis en

el siglo siguiente, aunque

se recuperaría en la época

del reformismo

borbónico, caracterizado

por el enorme

protagonismo andaluz en

la vida política española

LO MÁS RELEVANTE

1492 Conquista de Granada

1503 Creación de la Casa de la Contratación de Sevilla.

1543 Creación del Consulado de Sevilla.

1568 Guerra de las Alpujarras.

1641 Conspiración del duque de Medina-Sidonia.

1704 Ocupación de Gibraltar por Inglaterra.

1717 Traslado de la Casa de la Contratación a Cádiz.

1729 Traslado de Felipe V y la Corte a Sevilla.

1805 Batalla de Trafalgar.

1808 Batalla de Bailen.

1810 Inauguración de las Cortes de Cádiz.

1812 Promulgación de la Constitución de Cádiz.

29

Page 28: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

Expulsión de los judíos de España, de Emilio Sala (1889). Los Reyes Católicos y Torquemada en una audiencia a un dirigente de la comunidad judía.

La conquista de Granada (enero 1492) significó la definitiva incor­poración de toda Andalucía den­tro de la Corona de Castilla y den­

tro del mundo cristiano, lo que comple­taba el proceso que se había iniciado ca­si tres siglos antes con la batalla de Las Navas de Tolosa (1212) y la conquista del valle del Guadalquivir. De este modo, la región adquiría los rasgos esenciales que habían de definir su historia a lo largo de la Edad Moderna.

A la llegada de Carlos V a España, An­dalucía contaba con una población que rondaba el millón de habitantes, distribui­dos entre el reino de Sevilla (que venía a incluir las actuales provincias de Sevilla, Cádiz y Huelva y que sumaba unas 400.000 almas), el reino de Córdoba (aproximadamente, 200.000 habitantes), el reino de Jaén (unos 125.000) y el re­cién incorporado reino de Granada, que venía a extenderse por las actuales pro-

CARLOS MARTÍNEZ SHAW es catedrático

de Historia Moderna, UINED, Madrid.

vincias de Granada, Málaga y Almería y cu­ya población, después de las alteraciones derivadas de la conquista, debía ascender a unas 300.000 personas.

Una sociedad muy diversificada Andalucía era una región eminentemen­te rural, pero tenía como rasgo distintivo un alto nivel de urbanización, con ciu­dades muy pobladas, como Sevilla (la gran urbe española del momento, con sus cerca de 50.000 habitantes), Córdoba, Granada y Málaga; tenía además otros nu­merosos núcleos intermedios distribui­dos por los cuatro reinos: Baena y Luce-na en el de Córdoba, Baeza y Úbeda en el de Jaén, Jerez, Écija y Osuna en el de Se­villa, Guadix, Loja, Motril, Baza, Ronda, Antequera y Vélez-Málaga en el de Grana­da, etcétera. Y la tendencia demográfica era positiva, pese a la incidencia inevita­ble de factores característicos como las crisis de subsistencias o las epidemias. Predominaba la inmigración (para com­pletar la repoblación de campos y ciuda­des) sobre una escasa emigración, espe­

cialmente a América, poco significativa en términos cuantitativos, aunque en el si­glo XVI suponía más de un tercio del to­tal español.

La sociedad andaluza del Quinientos era muy diversificada. Por un lado, estaban los descendientes de los conquistadores, que habían constituido una nobleza sólida­mente establecida en sus dominios seño­riales; con títulos tan encumbrados como los de los duques de Osuna, Medina-Sido-nia, Arcos o Sessa y los de los marqueses de Priego, Tarifa, Cenete o los Vélez; otros estaban cómodamente asentados en las ciudades, bajo la forma de un patriciado urbano que dominaba los resortes de la vida municipal a través del ejercicio de los cargos públicos, empezando por los de regidores. Naturalmente, el clero secu­lar en todos sus niveles, desde los arzobis­pos de Sevilla y Granada hasta los curas párrocos, y el clero regular, con su con­siderable copia de monasterios y conven­tos masculinos y femeninos de las distin­tas órdenes religiosas, componían un gru­po claramente visualizable y con una in-

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Page 29: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

Vista del Albaicín desde La Alhambra Los moriscos de este barrio granadino, junto con los de las Alpujarras, Níjar, Ronda y Filabres, protagonizaron la gran revuelta de 1499-1501.

fluencia social superior a su número. Las ciudades eran la sede natural de artesa­nos organizados en sus respectivos gre­mios, comerciantes (desde los acaudala­dos mercaderes a los modestos tenderos) y profesionales (médicos, abogados, pro­fesores), en proporción creciente debido a la favorable coyuntura económica que presidió el hermoso siglo XVI.

Enorme actividad comercial Esta expansión económica atrajo a la re­gión a numerosas colonias de extranje­ros, lo que dio un nuevo sello distintivo a la sociedad andaluza. En efecto, las oportunidades generadas por un activo comercio con las plazas tanto del Medi­terráneo como del Atlántico y, sobre to­do, con las provincias ultramarinas, per­mitió la instalación de amplios grupos de mercaderes de muy diversas nacionalida­des, particularmente en las grandes ciu­dades portuarias. Predominaban los pro­cedentes de países católicos y aliados, co­mo los italianos (especialmente, los ge-noveses), los flamencos y los portugue­ses, que aumentarían su presencia con la Unión de las Coronas de España y Por­tugal en 1580; en menor medida, los fran­ceses, los irlandeses y los alemanes.

Una característica especial de la Anda­lucía moderna fue la presencia de una se­rie de grupos minoritarios que estuvie-

Mercado de tejidos de S. Hertogenbosch, en Brabante, Holanda. La gran actividad marítima andaluza del siglo XVI atrajo a numerosos mercaderes extranjeros, entre ellos flamencos.

ron aquí más representados que en cual­quier otra región castellana. Por un lado, la expulsión de los judíos tuvo como efec­to inmediato la consolidación de la cla­se de los judeoconversos, contra los cua­les se ejercerían prioritariamente las ac­ciones del tribunal de la Inquisición, que tuvo en las tierras andaluzas uno de sus principales campos de actuación.

Otro numeroso grupo fue el de los mo­riscos, que debían rondar la cifra de cien

mil después de las salidas masivas produ­cidas como consecuencia de la conquis­ta. Ya en la década siguiente, a raíz de la revuelta granadina de 1499-1501, que mo­vilizó tanto la capital (barrio del Albaicín) como extensas regiones del reino (Alpu­jarras, sierras de Níjar y los Filabres, se­rranía de Ronda), la rebelión sólo pudo ser sofocada con penosas operaciones militares y originó el exilio de nuevos con­tingentes de musulmanes al otro lado del estrecho de Gibraltar. El hecho tuvo co­mo efecto derivado la suspensión del es­tatuto de mudejaría, que sería suprimido definitivamente por Carlos V en 1525, de­jando el conflicto en estado latente.

La taxativa prohibición por decreto de Felipe II del empleo de la lengua árabe y de cualquier expresión de su religión y cultura, celosamente conservadas, pro­vocó una nueva rebelión en las Alpujarras

(diciembre 1568), que llegó a movilizar a unos treinta mil moriscos bajo la direc­ción de Hernando de Válor, que adoptó el nombre de Abén Humeya. La guerra de guerrillas puesta en práctica por los insu­rrectos permitió mantener en jaque a las fuerzas nobiliarias y concejiles mandadas por el marqués de Mondéjar hasta el ase­sinato del dirigente morisco en Laujar de Andarax (Almería, octubre 1569). A par­tir de entonces, las tropas cristianas, pues­

tas al mando de Juan de Austria, arrinco­narían a los sublevados, mandados aho­ra por Abén Aboo, hasta que su asesina­to (primavera 1571) provocó la rendición de los supervivientes. La deportación ma­siva decretada de modo inmediato afec­tó a casi ochenta mil moriscos granadi­nos. Así, aunque de este modo se liquidó el más importante foco de resistencia mu­sulmana, la cuestión morisca subsistió co­mo una asignatura pendiente cuya reso­lución se remitió al reinado de Felipe III, que decretó su completa expulsión en 1609.

A estas minorías étnicas hay que aña­dirles una tercera, la de los gitanos, cu­ya población es difícil de calcular pero que sin duda debieron ser varios miles. La persecución contra los gitanos, inicia­da por los Reyes Católicos (pragmática de Medina del Campo de 1499), prosiguió a

EN EL SIGLO XVI SE CONSOLIDO UNA INDUSTRIA TEXTIL IMPORTANTE: DE PAÑOS, EN CÓRDOBA, BAEZA Y ANTEQUERA Y, EN GRANADA, DE SEDA

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Page 30: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

Felipe II defensor de la Religión (Madrid, Biblioteca Nacional). El rey prohibió taxativamente por decreto el empleo de la lengua árabe y de cualquier expresión de su religión y su cultura.

todo lo largo de los tiempos modernos. Así, si ya en época de Felipe II se decre­taron levas para convertirlos en galeotes, la petición de los procuradores de Bur­gos en 1599 urgía a la adopción de dispo­siciones para "extinguir la raza" de los gi­tanos; sin embargo, conseguirían sobre­vivir hasta nuestros días, por encima de éstas y otras oleadas represivas, como la de mediados del siglo XVIII.

Finalmente, hay que contar con un nú­mero de esclavos también más considera­ble en Andalucía que en ninguna otra re­

gión, sumando tal vez algunas decenas de miles a finales del siglo XVI. A lo largo de la centuria, fueron quedando reducidos a dos grupos, el de los musulmanes y el de los negros africanos. Los primeros eran capturados en los continuos enfrentamien-tos que se sucedían en la cuenca medite­rránea, cuya contrapartida eran los escla­vos cristianos de Argel y otros lugares del Imperio otomano y las regencias berberis­cas. Los esclavos negros provenían de la trata atlántica. Su declive biológico hizo que, pese al funcionamiento ininterrum­

pido de los mercados peninsulares (Valen­cia y Málaga, Cádiz y Sevilla, ahora el se­gundo de Europa después de Lisboa), su número se mantuviese estable hasta los años centrales del siglo XVII. Empezaron a disminuir desde 1640 en adelante.

La Andalucía del siglo XVI fue también una región rica y próspera. La base de su economía era lógicamente la agricultura, representada sobre todo por la tríada me­diterránea: el cereal (umversalmente ex­tendido), el olivo (que se cultiva en el va­lle del Guadalquivir) y la vid, que está ori­ginando ya las comarcas vitícolas que se­rán características del futuro: Jerez y su área, Málaga, el condado de Niebla y el núcleo en torno a Montilla. La industria textil tiene en Andalucía algunos de sus centros más importantes, como Córdo­ba, Baeza y Antequera para los paños, o Granada para la seda, mientras florecen otras manufacturas más localizadas como los cueros de Córdoba y Úbeda o el jabón de las almonas sevillanas. El comercio, fi­nalmente, se expande por el Mediterrá­neo (exportación de seda y azúcar grana­dinos y de pasas y vinos malagueños), por el Atlántico (vino, aceite, sal) y, sobre to­do, por la ruta del comercio colonial; por aquí circulan en un sentido los vinos, los aceites y los paños contra la plata ameri­cana, que convertirá a Sevilla y a la Baja Andalucía, en el gran centro distribuidor de la principal divisa de esta época.

La explosión cultural del siglo XVI Una región con tantas bazas y en plena expansión hubo de contar con un ex­traordinario florecimiento cultural. El si­glo XVI asiste a la eclosión de la gran ar­quitectura del Renacimiento, con la cons­trucción de grandes catedrales (Granada, Málaga, Guadix, Jaén), de un sinfín de pa­lacios y de algunos notables conjuntos ur-

A la izquierda, representación de un agricultor andaluz y, a la derecha, galeotes españoles (Weiditztratchenbuch, 1529). La Andalucía del siglo XVI fue una región rica basada sobre todo en la agricultura. Por otro lado, los gitanos fueron perseguidos y se decretaron levas para convertirlos en galeotes.

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Page 31: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

La redención de los presos (Valladolid, Museo Nacional de Escultura). Capturados en los conflictos del Mediterráneo, era común pagar un rescate para liberar a los cristianos.

banos, con los de Úbeda o Baeza como ejemplo. Es el momento del nacimiento de las universidades (Sevilla, Granada, Baeza, Osuna), de la difusión de la im­prenta (que de Andalucía pasa a Améri­ca) , de la formación de soberbias biblio­tecas y de la fundación de grandes cen­tros científicos, como la Casa de la Con­tratación de Sevilla. El humanismo flo­rece de la mano de personajes como Elio Antonio de Nebrija, Hernán Pérez de Oli­va o Fernando de Herrera. Se asiste, por último, al nacimiento de la primera edad de oro de la música andaluza, con cele­brados autores de música religiosa, como Cristóbal de Morales o Francisco Guerre­ro, y afamados vihuelistas, como Luis de Narváez, al servicio del secretario ubeten-se de Carlos y Francisco de los Cobos.

Y, finalmente, Andalucía participa de las grandes aventuras de la época. Del puer­to de Palos de la Frontera sale la prime­ra expedición de Cristóbal Colón, la que descubrirá el Nuevo Mundo. Y de los muelles de Sevilla, la expedición de Fer­nando de Magallanes, la que dará la pri­mera vuelta al mundo para volver a su lu­gar de origen bajo la guía de Juan Sebas­tián Elcano.

Epidemias, crisis, conspiraciones... Sin embargo, Andalucía se sume durante el siglo XVII en una profunda crisis, con incidencias que jalonan dramáticamen­te la centuria. Por un lado, sobre la región se abaten terribles epidemias, como la de 1649, que dejó reducida a la mitad la ciu­dad de Sevilla, y agudas carestías, como las que provocan los graves motines de

El siglo XVI asiste a la eclosión de la gran arquitectura renacentista de Andalucía, con la construcción de grandes catedrales como la Catedral de Málaga.

COLONIZAR SIERRA M O R E N A

E l mayor esfuerzo de repoblación

llevado a cabo durante el siglo XVIII

se debió, más que a motivaciones de

orden demográfico, a otras

consideraciones. La creación de las

nuevas poblaciones de Sierra Morena y

del camino de Andalucía fue un proyecto

de colonización agraria ideal para

demostrar la eficacia de una explotación

libre de los estorbos tradicionales; al

tiempo, cumplía con su primitivo

objetivo de ofrecer puntos de acogida a

los viajeros que cruzaban los desiertos

entre Sierra Morena y Sevilla, donde sólo

Córdoba y Ecija ofrecían albergue seguro.

La operación, diseñada por el intendente

Pablo de Olavide, consiguió atraer a una

serie de colonos de la Europa católica

(singularmente alemanes) y de algunas

regiones peninsulares, que se repartieron

lotes de tierra y dieron vida a una serie de

nuevos pueblos y aldeas (La Carolina, La

Carlota, La Luisiana) que han

permanecido activos hasta nuestros días.

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Page 32: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

Al llegar Carlos V a España, Andalucía contaba con un millón de habitantes, distribuidos entre los reinos de Sevilla, Córdoba, Jaén y el recién incorporado reino de Granada.

Córdoba, Granada y Sevilla en la prima­vera de 1652. Por otro lado, la región se sumó a la serie de movimientos disgrega-dores como los que habían dado lugar a la separación de Cataluña y Portugal con la conocida conspiración del duque de Medina-Sidonia y el marqués de Ayamon-te (agosto 1641); contó probablemente con la connivencia portuguesa, aunque no parece que tuviera ningún objetivo po­lítico definido, por más que la difícil situa­ción económica y la creciente presión fis­cal estuviesen en la base del desconten­to de ambos magnates.

Contrariamente a lo que sucede en el ámbito económico, social y político, An­dalucía participa de manera muy activa en la época de plenitud del Siglo de Oro, en el esplendor cultural del Barro­co. Entre las aportaciones literarias, hay que citar al menos la obra del cordobés Luis de Góngora, autor de Fábula de Po-lifemo y Calatea y Soledades. También a los poetas del círculo sevillano, como Juan de Arguijo, Juan de Jáuregui, Rodri­go Caro, Francisco de Rioja y el anónimo autor de la Epístola moral a Fabio, qui­zás el capitán Andrés Fernández de An-drada.

Entre la arquitectura barroca andalu­za debe destacarse la iglesia del Sagrario de la Catedral de Sevilla y las magníficas fachadas antepuestas a las catedrales re­nacentistas de Granada y de Jaén, levan­tadas antes del inicio de la época de ma­yor creatividad del arquitecto Leonardo de Figueroa, que marcará con su impron­ta el cambio del siglo XVII al XVIII. Sin embargo, fue más relevante la participa­ción andaluza en la configuración de la edad de oro de la imaginería española,

a la que contribuyó con nombres tan sig­nificativos como Juan Martínez Montañés, Juan de Mesa, Pedro Roldán, Luisa Rol­dán, llamada la Roldana, y Francisco An­tonio Gijón, en Sevilla, y Alonso Cano, Pe­dro de Mena y José de Mora, en Granada. Finalmente, la pintura barroca universal se enriqueció con algunos creadores de primera fila, como fueron Diego de Ve-lázquez, Bartolomé Esteban Murillo o Juan de Valdés Leal, que debe buena par­te de su fama a los dos lienzos de los Je­roglíficos de las Postrimerías (ln ictu ocu-li y Finís gloriae mundi).

Andalucía participó activamente en el Siglo de Oro, en el esplendor del Barroco. El escritor Luis de Góngora fue una de sus grandes figuras.

creaciones de la época en materia de for­mación, como la Academia de Guardia-marinas y el Observatorio (primero en Cádiz y luego en San Fernando) o el Co­legio de Cirugía, establecido en la ciu­dad gaditana. Participó asimismo en la creación de numerosas Sociedades Eco­nómicas de Amigos del País, que se des­plegaron ampliamente por su geografía, desarrollando su acción educativa y de fomento de las actividades económicas. En cambio, la expulsión de los jesuítas decretada por Carlos III (1767) privó de un profesorado competente a las nume-

EL PRONUNCIAMIENTO DE ANDALUCÍA EN FAVOR

DE LA CAUSA DE FELIPE V DIO ORIGEN A LA

OCUPACIÓN INGLESA DE LA PLAZA DE GLBRALTAR

El siglo XVIII, la época del reformismo borbónico, trajo savia nueva a las provin­cias andaluzas. La recuperación económi­ca se manifiesta en el auge de la agricul­tura, en el florecimiento de nuevas indus­trias (Fábrica de Tabacos de Sevilla, ar­senal de La Carraca, cerca de San Fernan­do) y en la renovación del comercio ul­tramarino: entre otros, el traslado del Consulado y de la Casa de la Contratación de Sevilla a Cádiz, la creación de compa­ñías privilegiadas y el decreto de Libre Co­mercio de 1778.

Del mismo modo, Andalucía participó de la renovación cultural del Siglo de las Luces. Se benefició de los años en que Sevilla se convirtió en Corte con la ins­talación de Felipe V durante el llamado Lustro Real. Además, acogió en su se­no a algunas de las más representativas

rosas fundaciones docentes regentadas por la Compañía. Finalmente, la región aportó también algunos nombres pres­tigiosos a la literatura ilustrada, como Jo­sé Cadalso, autor de las Cartas Marrue­cas, o José María Blanco White, que es­cribiría tardíamente y en inglés su obra maestra, Letters from Spain.

Ahora bien, si el siglo se inició con el pronunciamiento de Andalucía en favor de la causa de Felipe V , lo que tuvo como consecuencia negativa y duradera la ocu­pación inglesa de la plaza de Gibraltar (1704), el Antiguo Régimen se cerró con un gran protagonismo andaluz en la vida política española: la derrota de Trafalgar (1805), la victoria de Bailén (1808), la apertura de las Cortes de Cádiz (1810) y la promulgación de la Constitución de 19 de marzo de 1812. •

34

Page 33: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

DOS A C O N T E C I M I E N T O S

l LA CONQUISTA DE GRANADA

POR FIN, MISIÓN CUMPLIDA

La incorporación definitiva de

Andalucía a la Corona de Castilla y a

la Monarquía Hispánica se produjo

con la conquista del reino musulmán de

Granada (1482-1492).

Los Reyes Católicos, que habían heredado

la tradición secular de la Reconquista,

otorgaron a la ocupación del último reino

musulmán de la Península un lugar de

privilegio en su programa político. El

proyecto granadino podía reportar, en efecto,

grandes beneficios a los soberanos: proseguir

el proceso de la unidad peninsular, suprimir

una dilatada cabeza de puente para el avance

turco en la cuenca mediterránea, incorporar

a la nobleza todavía dividida por los

rescoldos de la guerra civil recién terminada

a una campaña militar conjunta y promover

la participación de aragoneses y castellanos

en una empresa común que estrechase los

lazos entre las dos comunidades vinculadas

por la unidad dinástica. Finalmente, el éxito

de la guerra no sólo ratificó el acierto de

tales previsiones, sino que además permitió

fortalecer a la Monarquía por el desarrollo de

sus instrumentos de acción (singularmente,

la Hacienda y el Ejército). Y también por la

potenciación de una campaña de exaltación

providencialista y mesiánica, al amparo del

triunfo obtenido sobre los enemigos de la fe,

que ponía fin a una invasión que había

durado casi ocho siglos.

El sultanato de Granada, que ocupaba

prácticamente toda el área de la Andalucía

oriental (un total de casi 30.000 kilómetros

cuadrados), era una región próspera, con una

agricultura intensiva, las manufacturas

tradicionales y el comercio mediterráneo.

Estaba densamente poblada (tal vez 500.000

habitantes), fuertemente cohesionada por la

civilización islámica compartida y por la

conciencia de comunidad asediada y bien

defendida por un poderoso ejército y un

gran número de fortalezas. Sin embargo,

justamente en el transcurso de la guerra, su

capacidad de resistencia se vería debilitada

por el estallido en el seno de la dinastía

nazarí de una disensión intestina, que

enfrentaría al sultán Abul Hassan (Muley

Hacén para los cristianos) con la rebelión de

su hijo Boabdil (o más propiamente Abu

Abdallah, apodado el Chico), que estaba

enfrentado a su vez con la secesión de las

provincias en manos de su tío Muhammad

Al-Zagal. Una circunstancia que permitiría a

los Reyes Católicos alternar la guerra contra

Al-Zagal y los sucesivos acuerdos con

Boabdil, facilitando el desenlace del

conflicto a su favor.

El comienzo de la guerra se originó en un

típico altercado fronterizo, la ocupación

musulmana de la plaza de Zahara (diciembre

1481), que motivó la réplica espontánea de

un noble andaluz, el marqués de Cádiz, que

tomó dos meses después la fortaleza de

Alhama, en pleno corazón del reino nazarí

(febrero 1482). Este fue el casus belli

utilizado por los Reyes Católicos para iniciar

una guerra de diez años, en la que se

sucedieron las alternativas bélicas con las

negociaciones para obtener acuerdos

provisionales de paz; éstos, incumplidos

repetidamente, conducirían a la capitulación

de la capital granadina y la entrada solemne

de los soberanos por sus puertas al comenzar

El suspiro del moro, por Francisco Pradilla, 1892 (Madrid, colección particular). La incorporación definitiva de Andalucía a la Corona de Castilla y a la Monarquía Hispánica se produjo con la conquista por los Reyes Católicos del reino musulmán de Granada (1482-1492).

Page 34: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

el que había de ser el annus mirabilis del

reinado (enero 1492).

La guerra exigió un gran esfuerzo

financiero y militar, acreditado de un lado

por la complicada organización de la

intendencia; de otro, por el empleo en el año

culminante de 1491 de hasta 50.000

hombres a pie y 10.000 a caballo, entre

tropas reales, mesnadas feudales de los

nobles y las órdenes militares y, sobre todo,

milicias concejiles de Jaén, Córdoba, Écija,

Sevilla o Jerez; también, por el uso masivo

de la artillería y las armas de fuego

individuales y la propia presencia de los

soberanos en el campo de Santa Fe, en las

cercanías de la capital. El desarrollo de la

contienda puede ser dividido en varias fases:

la primera (1482-1484) estaría centrada en la

defensa de Alhama, mientras en el interior

del sultanato se producía la revuelta de

Boabdil, que se convertiría en el

interlocutor válido para los monarcas

cristianos; la segunda (1484-1490)

comprende dos etapas de conquista

Detalle de la reja de la Capilla Real de Granada, donde se aprecia cómo el escudo de los Reyes Católicos ha incorporado la heráldica granadina, tras la conquista del reino musulmán.

sistemática de los territorios dominados por

Al-Zagal, cuyos principales hitos fueron la

toma, tras encarnizados asedios, de Málaga

(1487), Baza (1489) y Almería (1490); la

última fase (1491-1492) corresponde,

finalmente, al cerco y ocupación de la

Granada defendida por Boabdil. De ese

modo, los Reyes Católicos incorporaban a su

escudo la heráldica granada y se encontraban

con las manos libres para proseguir su

política de unificación y modernización del

nuevo Estado. Andalucía se insertaba en el

mundo castellano y cristiano, culminando un

proceso que se había iniciado con la batalla

de las Navas de Tolosa en 1212. •

2 LA CARRERA DE INDIAS

ULTRAMARINOS Y COLONIALES

E l comercio colonial español (llamado

corrientemente la Carrera de Indias),

quedó perfectamente articulado a lo

largo del siglo XVI, con la consolidación de

la dualidad entre la Casa de la Contratación

(como institución técnica y administrativa

para la ordenación del tráfico) y el Consulado

o Universidad de Cargadores (creado en

agosto de 1543 y confirmadas sus ordenanzas

en 1556), que actuaba como órgano

representativo de los mercaderes interesados

en los intercambios coloniales y como

tribunal privativo de comercio. Así, Sevilla

quedaba instituida como único puerto de

salida y llegada de las flotas. El monopolio

mercantil era ejercido por los miembros del

Consulado, que debían ser españoles (en el

sentido de la España actual, es decir naturales

de Castilla, incluyendo las islas Canarias, de

Navarra y de los estados de la Corona de

Aragón, pese a la también pertinaz leyenda

de la exclusión de Cataluña, que nunca

existió) o extranjeros naturalizados; estos

últimos, siempre católicos y originarios de

países amigos, obtenían su carta de

naturaleza por avencidamiento, estancia

continuada, matrimonio con española o

nacimiento en segunda generación (los

llamados jenízaros). Una norma que estimuló

el establecimiento en Sevilla o lugares

cercanos, junto a los comerciantes andaluces,

de nutridas colonias de mercaderes

vascongados, cántabros y castellanos, amén

de genoveses, italianos de otra procedencia,

flamencos y, en menor número, otros

extranjeros: ellos fueron los agentes y

beneficiarios del monopolio.

Después de algunas vacilaciones, el

sistema comercial de la Carrera de Indias

quedó regulado por el llamado Proyecto de

Flotas y Galeones (octubre 1564), que

establecía la salida de dos grandes flotas

compuestas esencialmente de galeones (la

primera llamada usualmente "la flota",

mientras la segunda recibía el nombre de

"los galeones"). Desde Sevilla se dirigían,

respectivamente, al puerto mexicano de

Veracruz (después de tocar en Santo

Domingo y La Habana) y a la llamada Tierra

Firme (puertos de Nombre de Dios,

Portobelo y Cartagena de Indias), donde

descargaban sus productos. Estas mercancías

eran internadas hasta la Ciudad de México,

en el primer caso, y, en el segundo, hasta la

ciudad de Panamá, ya en el Pacífico, donde

eran embarcados con destino al puerto del

Page 35: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

DE SEVILLA A CÁDIZ

Las reformas borbónicas sustituyeron a

Sevilla por Cádiz como cabecera del co­

mercio con las Indias. La primera medida

adoptada en este sector fue precisamente el

traslado de la Casa de la Contratación y del

Consulado desde Sevilla a Cádiz (mayo

1717), confirmando legalmente un movi­

miento que se estaba produciendo de mo­

do espontáneo desde el siglo anterior. Se­

guidamente se procedió a la racionalización

administrativa y fiscal del tráfico median­

te la promulgación del Proyecto de Flotas

y Galeones de abril de 1720. Y a conti­

nuación, se trató de incrementar el volu­

men del comercio mediante la creación de

una serie de compañías privilegiadas, en­

tre ellas la de Filipinas (marzo 1785) que,

radicada también en Cádiz, suponía la inau­

guración de una ruta directa hasta el puer­

to de Manila y el tráfico con el Extremo

Oriente. Finalmente, el Decreto de Libre

Comercio (octubre 1778) incluyó entre los

puertos habilitados los andaluces de Cádiz,

Sevilla, Málaga y Almería.

Callao para su distribución por el inmenso

territorio del virreinato del Perú.

Naturalmente, el viaje de regreso seguía el

camino inverso. Por último, desde la segunda

mitad de siglo se puso en funcionamiento

una línea de prolongación que se consolidaría

igualmente por varios siglos: el llamado

galeón de Manila, que partía de Acapulco, en

el Pacífico mexicano, para alcanzar las islas

Filipinas, donde intercambiaba sus

cargamentos de plata contra las sederías y las

porcelanas de China, antes de regresar por la

llamada ruta de Poniente.

Vino y mercurio por plata y tintes Los intercambios no pudieron tener una

base más sencilla a lo largo de todo el siglo.

Consistieron en la exportación de productos

agrícolas andaluces (vino y aceite, los

llamados frutos por antonomasia) y

productos manufacturados europeos (sobre

todo telas, las llamadas ropas), más ios

cargamentos de mercurio de Almadén,

embarcados en una flota separada de

galeones conocidos con el nombre de "los

azogues". Se importaban metales preciosos,

fundamentalmente plata, que se

complementaban con algunos otros

productos, entre los cuales destacaban los

colorantes (grana y añil), destinados a alterar

profundamente el mercado y el ramo del

tinte en la Europa de la segunda mitad de la

centuria. La plata indiana servía por tanto

para pagar las remesas metropolitanas, por

lo que una parte importante pasaba

directamente a las arcas de los mercaderes

(españoles y también extranjeros) que habían

hecho de intermediarios con los proveedores

del norte de Europa; éste era el destino final

de un porcentaje difícil de calcular del metal

precioso, lo que ha hecho pensar en la

economía española como mero puente de

plata entre América y Europa.

Sin embargo, tampoco debe desdeñarse la

plata retenida en las arcas hispanas, tanto a

través de la propia actividad comercial como

a través de los ingresos propios de la Corona.

En el primer caso, para el avituallamiento de

los buques, la venta de licencia de

embarques, el importe de los fletes, los

beneficios del comercio a comisión, la

retribución de las exportaciones nacionales y

la participación en los seguros y en los

riesgos de mar, el sistema crediticio

fundamental para el funcionamiento de la

Carrera. En cuanto a la Corona, se pagaban

esencialmente los derechos de aduana y el

quinto real sobre los metales preciosos.

Page 36: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

Juramento de los diputados a Cortes en 1810, obra de José Casado del Alisal, 1863 (Madrid, Congreso de los Diputados).

Así se hizo...

LA CUNA DEL LIBERALISMO Las Cortes de Cádiz aprobaron la Constitución de 1812, símbolo del liberalismo español. RAFAEL SÁNCHEZ MANTERO describe este período histórico, la caída y Restauración borbónica y, ya en el siglo XX, las consecuencias para la región de la Guerra Civil y la posterior emigración de dos millones de trabajadores

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Page 37: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

Puede decirse que el liberalismo entró en España por Andalucía. Una serie de circunstancias, algu­nas inmediatas y otras más remo­

tas, propiciaron que la revolución liberal tuviese su primera eclosión en tierras an­daluzas, concretamente en Cádiz. La reu­nión de las Cortes en Cádiz (1810-1813) a causa de la situación en la que se hallaba el país como consecuencia de la Guerra de la Independencia, desató la crisis del Antiguo Régimen y marcó el inicio de la Historia Contemporánea en Andalucía.

Sevilla fue la primera ciudad andalu­za que secundó el levantamiento de los madrileños del 2 de mayo de 1808 fren­te a la invasión de las tropas napoleóni­cas. En esa ciudad se formó una Junta Su­prema de España e Indias con el propó­sito de asumir la tarea de coordinar la ac­ción contra los franceses en todo el país. En poco tiempo se organizó un ejército bajo el mando del general Castaños, co­mandante en jefe del Campo de Gibral-tar. El 19 de julio tuvo lugar la batalla de Bailén, en la que los franceses, bajo el mando del general Dupont, fueron ven­cidos por las tropas españolas. Era la pri­mera vez que la Grande Armée caía an­te el enemigo en campo abierto, y en to­da Europa se acogió la noticia con inu-

RAFAEL SÁNCHEZ MANTERO es catedrático de

Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla.

sitada atención. Después de este fracaso, las tropas napoleónicas no pudieron en­trar en Andalucía hasta comienzos de 1810. Sólo Cádiz resistió el asedio hasta que terminó la guerra.

Las Cortes de Cádiz iniciaron su anda­dura el 24 de septiembre de 1810. Desde aquel momento hasta su clausura, en sep­tiembre de 1813, su trabajo fue muy in­tenso pues, además de aprobar una serie de decretos que estaban destinados a pro­ducir una auténtica revolución en el ám­bito político social y económico del país, los diputados se vieron obligados a des­pachar los múltiples asuntos ordinarios relativos a la buena marcha de la guerra.

Sin duda, la medida más significativa que tomaron las Cortes fue la aprobación de la Constitución de 1812 que se con­virtió en el símbolo del liberalismo espa­ñol. Promulgada el 19 de marzo de ese año, alcanzó tal grado de popularidad que recibió el familiar nombre de "La Pepa". En los años siguientes, absolutismo y li­beralismo se alternarían durante el rei­nado de Fernando VII hasta la muerte del monarca en 1833. En este período, An­dalucía siguió desempeñando un papel importante en la política española, ya que fue en el sur de la Península donde se di­lucidaron algunas de las cuestiones que dieron lugar a estos vaivenes. En efecto, el triunfo de la Revolución liberal de 1820, encabezada por el comandante Rafael de Riego, se inició en Las Cabezas de San

Lo Más Relevante

1808. Batalla de Bailén.

1812. Promulgación en Cádiz de la Consti­

tución liberal.

1820. Pronunciamiento de Riego en Las Ca­

bezas de San Juan.

1868. Pronunciamiento del almirante Tope­

te en Cádiz.

1882. Sucesos de la Mano Negra en Jerez de

la Frontera.

1929. Exposición Iberoamericana de Sevilla.

1932. Fracaso de la Sanjurjada en Sevilla.

1933. Sucesos de Casas Viejas.

1936. Muere asesinado en Granada Fede­

rico García Lorca.

1980. Aprobación en Referéndum del Esta­

tuto de Andalucía. La Rendición de Bailén el 19 de julio de 1808, de José Casado del Alisal (Madrid, Casón del Buen Retiro). En esta contienda caían por vez primera las tropas napoleónicas en campo abierto.

Page 38: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

Juan (Sevilla) y su triunfo dio lugar a la proclamación, por segunda vez, de la Constitu­ción de 1812. Andalucía fue es­cenario también de nuevos brotes liberales frente al abso­lutismo. A pesar de todo, el li­beralismo no pudo triunfar de­finitivamente hasta la muerte de Fernando VIL

La sucesión de Fernando VII desató la guerra carlista. En ella Andalucía apoyó a su hija Isabel, aunque el conflicto ar­mado se desarrolló funda­mentalmente en las tierras del Norte. Durante la minoridad de Isabel, ocupó la regencia su madre María Cristina (1833-1840), y en 1834 se aprobó el Estatuto Real y fue primer mi­nistro el político granadino Francisco Martínez de la Rosa. La promulgación de una nue­va Constitución en 1837 fue un paso importante en la im­plantación en España del ple­no liberalismo. Después de una corta Regencia del gene­ral Espartero (1840-1843), se declaró la mayoría de edad de Isabel II, la cual se apoyó du­rante gran parte de su reinado en el par­tido moderado encabezado por el gene­ral Narváez, llamado El espadón de Lo­ja.

La caída de la monarquía de Isabel II se fraguó en Andalucía. La Gloriosa, como se conoció a aquella revolución, se ini­ció en Cádiz con el pronunciamiento del almirante Topete el 18 de septiembre de 1868. Después del triunfo de la revolu­ción, en toda Andalucía se crearon Juntas que trataban de asumir el control del po­der a escala local y en las que predomi­naba la tendencia republicana. Sin em­bargo, en Madrid, las Cortes Constitu-

La Revolución de 1868 se inició en Cádiz con el pronunciamiento del almirante Topete. Su triunfo significó la caída de Isabel II y la implantación de la monarquía de Amadeo I de Saboya.

yentes que aprobaron la Constitución de 1869 decidieron implantar en España una nueva monarquía encabezada por don Amadeo I de Saboya.

El fracaso de la monarquía de don Ama­deo dio paso al único sistema político que aún no se había ensayado en España: la república. En febrero de 1873 se procla­mó la Primera República, cuya existencia fue también muy efímera. No alcanzó ni siquiera el año de duración y durante los pocos meses que estuvo en vigor, cono­ció hasta cuatro presidentes, dos de los cuales eran andaluces: el almeriense Ni­colás Salmerón y el gaditano Emilio Cas-

telar. En Andalucía, donde el federalismo se había ido afir­mando desde las elecciones de 1869, los más extremistas de entre estos últimos consi­guieron hacerse con los ayun­tamientos y constituyeron co­mités de salvación pública, proclamando cantones inde­pendientes a ciudades, como Cádiz, Sevilla, Granada, Tari­fa, Andújar y otras muchas. Ante esta situación, los repu­blicanos unionistas, con Cas-telar al frente, no tuvieron otra opción que recurrir al ejército, y el general gaditano Manuel Pavía disolvió las Cor­tes, acabando así con el sis­tema republicano.

Como no podía ser de otra forma, dada la secuencia de bandazos de la política espa­ñola durante el siglo XIX, la caída de la República dio lu­gar, después de los diversos ensayos llevados a cabo, a la restauración de la monarquía de los Borbones en la perso­na de Alfonso XII. El principal responsable de la vuelta de la dinastía fue el abogado y po­

lítico malagueño Antonio Cánovas del Castillo.

El nuevo sistema construido por Cá­novas comenzó funcionando muy bien. Parecía como si, de pronto, los españoles se hubiesen puesto de acuerdo para al­canzar la estabilidad política. Sin embar­go, la desmovilización del electorado y la influencia de la oligarquía contribuyeron a que el funcionamiento del turno entre los partidos tuviese que llevarse a cabo mediante el sistema caciquil. En Andalu­cía, los caciques tenían un gran control sobre la población, mayoritariamente ig­norante y dependiente del poder social y

El comandante liberal Rafael de Riego. Emilio Castelar, presidente de la I República. Cánovas del Castillo restauró la monarquía.

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Page 39: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

Debido a la desconfianza de los trabajadores en la participación en el proceso político, la corriente socialista de la I Internacional no cuajó en la primera fase del movimiento obrero en Andalucía.

económico de aquéllos. A pesar de todo, el sistema funcionó razonablemente bien durante la primera etapa de la Restaura­ción, al menos desde el punto de vista del turno pacífico de los partidos en el poder.

Sin embargo, una de las causas por las que fue desgastándose el sistema de la Restauración fue su falta de atención al problema social. Su alejamiento de la rea­lidad en la que vivían las clases más des­favorecidas contribuyó a la expansión del movimiento obrero, el cual buscaba en aquellos momentos unas formas organi­zativas que les permitiera satisfacer sus reivindicaciones. El anarquismo consiguió muchos adeptos y fue radicalizando su postura para seguir una vía cada vez más revolucionaria y lanzarse a la violencia so­cial. Los sucesos de la mano Negra en Je­rez en 1882 fueron una buena muestra de esa conflictividad. La corriente socialista de la I Internacional no cuajó sin embar­go en esta primera fase del movimiento obrero en Andalucía, ya que los trabaja­

dores desconfiaban de la participación en el proceso político, como ésta pretendía.

El Desastre, que tuvo lugar como con­secuencia de la guerra de Cuba y la inde­pendencia de la isla en 1898, marcaría un punto de inflexión importante en el de­sarrollo de esta larga etapa de la Restau­ración. La crisis del 98 y la descomposi­ción del sistema se dejaron notar también

Andalucía sufrió también los efectos de la crisis provocada por la Primera Gue­rra Mundial y se produjo un aumento de la conflictividad urbana y campesina. El "trienio bolchevique", como denominó Díaz del Moral al período comprendido entre 1918 y 1920, tuvo su centro en Cór­doba, con las movilizaciones agrarias que obligaron a declarar el estado de guerra. En Sevilla y en otras provincias hubo huel­gas, incendios de cosechas y otros inci­dentes que fueron reprimidos con dure­za. También en el sector de la minería hu­bo acciones muy violentas por parte de los trabajadores en Río Tinto, en la pro­vincia de Huelva, y también en las explo­taciones de las provincias de Jaén, Cór­doba y Almería.

El 12 de septiembre de 1923, el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Ri­vera, se pronunció y suspendió la Cons­titución de 1876 para establecer una dic­tadura, interrumpiendo así el sistema de la Restauración.

En Andalucía, el capitán general, que te­nía bajo su mando la Segunda Región Mi­litar, mostró su aceptación del golpe, una vez que se puso de manifiesto que el rey Alfonso XIII estaba dispuesto a seguir rei-

D U R A N T E LA RESTAURACIÓN, LOS CACIQUES

TENÍAN EL CONTROL DE UNA POBLACIÓN IGNORANTE

QUE DEPENDÍA ECONÓMICAMENTE DE ELLOS

en Andalucía y eso se reflejó en el au­mento de la violencia política. El incre­mento del fraude electoral, la compra de votos o la creciente presión para obtener los resultados apetecidos por medio de procedimientos poco ortodoxos, eran muestras del cada vez peor funciona­miento de la maquinaria política puesta en marcha por Cánovas.

nando bajo las nuevas condiciones polí­ticas. Por otra parte, la opinión pública an­daluza no se manifestó en contra del pro­nunciamiento, y la prensa, en general, no dio muestras de resistencia, ni en las no­ticias ni en los editoriales que publicó.

Durante la dictadura, Andalucía se be­nefició de algunas importantes realiza­ciones económicas y, especialmente, de

Isabel II, cuya caída se fraguó en Andalucía. Martínez de la Rosa, primer ministro en 1834. Ramón María Narváez, El espadón de Loja.

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Page 40: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

En la dictadura de Primo de Rivera, Andalucía se benefició de inversiones económicas y de obras públicas, como las de la Exposición Iberoamericana

las obras públicas que se emprendieron, como las de la Exposición Iberoameri­cana de 1929 en Sevilla. Sin embargo, a pesar de las mejoras materiales que se produjeron durante estos años, el cre­ciente descontento de importantes sec­tores de la sociedad española fue mi­nando la inicial acogida que se le había dispensado al dictador. Primo de Rivera abandonó el poder el 28 de enero de 1930 y marchó a París, donde moriría a las pocas semanas.

En las capitales de provincia de Anda­lucía, las elecciones del 12 de abril de 1931, dieron la victoria a los republicanos, con la única excepción de Cádiz. Duran­te la etapa 1931-1933, Anda­lucía tuvo un cierto protago­nismo como región destina-taria de algunas de las medi­das más importantes que to­mó el nuevo gobierno, como la Ley de Bases para la Refor­ma Agraria, de septiembre de 1932.

El 10 de agosto de 1932 se produjo en Sevilla un intento de golpe de Estado encabe­zado por el general Sanjurjo, con el apoyo de algunos gran­des propietarios, además de altos jefes militares en Cádiz y Granada y otros elementos conservadores descontentos con la marcha de la Repúbli­ca. La Sanjurjada fracasó por falta de apoyo en algunos de los sectores comprometidos y por la acción de muchos ciudadanos que salieron a la calle en defensa del régimen republicano.

En enero de 1933 se levan­taron los anarquistas de Casas Viejas (Cádiz) en una llamada a la huelga general. La repre­sión fue terrible y fueron fu­silados los campesinos acusa­dos de haber participado en

la revuelta. Sin duda, los sucesos de Ca­sas Viejas fueron decisivos en el giro que dio la República en 1933, con el triunfo de los radicales y la CEDA.

La ruptura de esa coalición daría lugar más tarde a la convocatoria de elecciones en febrero de 1936. Las elecciones se ce­lebraron con relativa normalidad en toda Andalucía, excepto en Granada, donde el Bloque Nacional puso en marcha una se­rie de mecanismos de todo tipo para ob­tener la victoria de sus candidatos en la mayor parte de los pueblos de la provin­cia. Con esa única excepción, en todas las demás provincias andaluzas ganó el Fren­te Popular y eso desencadenó una eufo-

Cartel de la Exposición Iberoamericana de 1929, en Sevilla

ria que se tradujo en manifestaciones ca­llejeras, en celebraciones, en la liberación de presos y en la toma de cortijos y otras propiedades. La reacción de la derecha no se hizo esperar. El enfrentamiento de las dos Españas desembocaría en la tra­gedia de la Guerra Civil, y de ella no se libraría Andalucía.

El 17 de julio de 1936, el Ejército de África se sublevó contra la República en Melilla y al día siguiente se inició al alza­miento en todas las capitales de las pro­vincias andaluzas. Sevilla fue la primera en pronunciarse y la suerte de los suble­vados estuvo ligada a la decisión con la que actuó el general Queipo de Llano. Sin

embargo, la sublevación con­tra la República no triunfó en toda Andalucía y ésta quedó dividida en dos a las pocas se­manas de haberse iniciado el conflicto. La parte occidental se decantó por el levanta­miento, mientras que las pro­vincias orientales se mantu­vieron fieles a la República, excepto Granada capital, don­de también triunfaron los su­blevados.

El hecho de que Andalucía fuese una de las regiones es­pañolas que menos daño su­frió como escenario del con­flicto armado, no supone en absoluto que las consecuen­cias catastróficas del drama de la Guerra Civil la dejasen de afectar profundamente. Los odios y los enfrenta-mientos entre las derechas y las izquierdas, larvados du­rante mucho tiempo en las poblaciones grandes y pe­queñas, estallaron en Anda­lucía desde el primer mo­mento en que se inició el al­zamiento. Entre las atrocida­des que se cometieron, hay que destacar los fusilamien-

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Page 41: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

A la izquierda, los sucesos de Casas Viejas, Cádiz, en 1933, revuelta anarquista que acabó con el fusilamiento de diversos campesinos, hecho decisivo para el giro que dio la República con el triunfo de los radicales y la CEDA. A la derecha, cartel republicano pidiendo el voto para el Frente Popular.

tos del poeta granadino Federico García Lorca y del andalucista Blas Infante.

La victoria de los nacionales, el 1 de abril de 1939, abría un nuevo capítulo en la Historia de Andalucía, que se extendió hasta la muerte de Franco en 1975. Los años de la posguerra fueron muy difíciles puesto que los efectos de la convulsión que había sufrido el país y las conse­cuencias de la situación internacional, se dejaron sentir en la economía de la región y en la forma de vida de los andaluces.

Dada la situación laboral, miles de tra­bajadores andaluces se acogieron a la po­sibilidad de marchar a otras regiones es­pañolas y a los países de Europa que ex­perimentaban entonces un notable desa­rrollo económico, en su proceso de re­cuperación después de la Segunda Gue­rra Mundial. Esta emigración estaba in­tegrada fundamentalmente por campesi­nos y supuso una cifra importante que su­peró los dos millones de personas des­

de sus inicios hasta 1970. Además de la tragedia humana que suponía la separa­ción de las familias, esta emigración ma­siva produjo un considerable costo para la productividad andaluza, por cuanto le restaba un importante capital humano en la edad más propicia para el trabajo. Co­mo contrapartida, los salarios obtenidos por estos emigrantes en sus respectivos

histórica, artística y sobre todo la bonan­za de su clima, fueron ofrecidas a los eu­ropeos del norte como atractivos para pa­sar las vacaciones de verano, o realizar una visita en cualquier época del año. Poco a poco, Andalucía fue convirtiéndose en el balneario de Europa y miles de turistas co­menzaron a frecuentar sus costas y sus monumentos, con los beneficios consi-

TRAS LAS ELECCIONES DE 1936, LA EUFORIA POR

EL TRIUNFO DEL FRENTE POPULAR CULMINÓ CON

LA TOMA DE CORTIJOS Y LA LIBERACIÓN DE PRESOS

países de destino, que en una buena par­te enviaban a sus familias en Andalucía, contribuyeron a financiar importaciones para el equipamiento industrial.

El turismo fue, por encima de cualquier otra, la industria más importante que se puso en marcha en Andalucía en los años del desarrollo. La Costa del Sol y la riqueza

guientes para toda la región. Así pues, se puede afirmar que la economía andalu­za creció a partir de los años sesenta, pe­ro lo hizo de una forma desarticulada y como resultado de ese crecimiento se produjo una modificación en la distribu­ción de la población activa por sectores, de tal manera que a comienzos de la dé-

O R T E G A Y G A S S E T : DEL SUR AL N O R T E

Durante todo el siglo XIX, España ha

vivido sometida a la influencia

hegemónica de Andalucía. Empieza

aquella centuria con las Cortes de Cádiz;

termina con el asesinato de Cánovas del

Castillo, malagueño, y la exaltación de

Silvela, no menos malagueño. Las ideas

dominantes son de acento andaluz. Se

pinta Andalucía —un terrado, unos tiestos,

cielo azul"-. Se lee a los escritores

meridionales. Se habla a toda hora de la

"tierra de María Santísima". El ladrón de

Sierra Morena y el contrabandista son

héroes nacionales. España entera siente

justificada su existencia por el honor de

incluir en sus flancos el trozo andaluz del

planeta. Hacia 1900, como tantas otras

cosas, cambia ésta. El Norte se incorpora.

Comienza el predominio de los catalanes,

vascongados, astures. Enmudecen las

letras y las artes del Sur. Mengua el poder

político de personajes andaluces. El

sombrero de catite y el pavero ceden a la

boina. Se construyen casitas vascas por

todas partes. El español se enorgullece de

Barcelona, de Bilbao y de San Sebastián.

Se habla del hierro vizcaíno, de las

Ramblas y del carbón astur".

José Ortega y Gasset, "Teoría de

Andalucía", 1932.

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Page 42: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

cada de 1970, los trabajadores del sector servicios superaban el 38 por ciento del total, mientras que los empleados en la agricultura sólo representaban el 33 por ciento; el resto se repartían entre la in­dustria y la construcción.

Después de la muerte de Franco, el re­feréndum para la Reforma política que se llevó a cabo en 1976 fue respaldado ma-yoritariamente por los votantes en Anda­lucía. Las primeras elecciones democráti­cas dieron en la región un mayor núme­ro de votos en conjunto a las fuerzas de la izquierda.

Las elecciones de 1977-1979 pusieron claramente de manifiesto que, a diferen­cia de otras regiones españolas, Andalu­cía carecía de una fuerza política regio-nalista con peso suficiente para encabe­zar su transformación, pero que sin em­bargo se inclinaba políticamente hacia la izquierda, con un predominio neto del partido socialista. El Gobierno nombrado tras las elecciones de 1982 estuvo enca-

Las malas condiciones laborales provocaron la emigración de dos millones de campesinos hasta 1970.

Poco a poco, Andalucía fue convirtiéndose en el balneario de Europa y cientos de miles de turistas comenzaron a frecuentar sus costas, con los beneficios consiguientes para toda la región.

Manifestación para pedir la autonomía plena para Andalucía, en Cádiz, el 4 de diciembre de 1977.

bezado por dos sevillanos -Felipe Gon­zález como presidente y Alfonso Guerra como vicepresidente-, lo cual ponía cla­ramente de manifiesto la hegemonía que había alcanzado el socialismo andaluz en el panorama político español.

Una de las cuestiones de mayor interés durante la etapa de la Transición al siste­ma de la monarquía democrática en An­dalucía fue la aprobación del Estatuto de Autonomía. El 20 de octubre de 1980 que­daba ratificado el Estatuto en un referén­dum, después de haber sido aprobado en el Congreso. Desde entonces, con unos resultados más o menos apretados y a pe­sar de que en el conjunto de España la de­recha, con el PP, triunfó en las elecciones de 1996, el PSOE siguió obteniendo la confianza de la mayoría de los andaluces.

El transcurso de esta etapa tan re­ciente de la Historia de Andalucía ha da­do lugar a cambios espectaculares. Si bien es cierto que en comparación con otras regiones españolas, todavía siguen existiendo grandes diferencias en cuan­to a su desarrollo económico y social, y que continúa habiendo bolsas de po­breza dentro de su territorio, también lo es que tanto en lo que se refiere al aprovechamiento de sus recursos, como a la mejora de sus infraestructuras, se ha registrado un notable avance. Andalucía es hoy, en los albores del siglo XXI, una región bastante más cercana al resto de Europa que lo era cuando se inició el siglo XX. •

44

Page 43: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

DOS A C O N T E C I M I E N T O S

El rendimiento de la tierra no varió con las desamortizaciones. Si aumentó la producción, en Andalucía, fue por el aumento del 5% de la tierra cultivada.

1REFORMA AGRARIA Y DESAMORTIZACIONES

LOS POBRES, AÚN MÁS POBRES

A comienzos del siglo XIX,

Andalucía era una región

eminentemente agraria en la que

predominaba la gran propiedad. La

Revolución liberal dio lugar a una serie de

cambios en el régimen de tenencia de la

tierra. La supresión del régimen señorial,

aprobada en las Cortes de Cádiz y aplicada

en 1837, convirtió a los viejos dominios

señoriales en propiedades efectivas de los

nobles. De esa forma, la antigua aristocracia

no sólo no perdió sus grandes posesiones,

sino que por el contrario las reforzó en la

mayor parte de los casos al reconocérseles

oficialmente sus títulos de propiedad

efectiva en los pleitos que plantearon los

antiguos vasallos que las ocupaban. La

supresión de los mayorazgos, durante el

Trienio Constitucional (1820-1823),

proporcionó también la oportunidad a los

propietarios de disponer de sus tierras sin

tener que estar sometidos a la obligación de

transmitir todo su patrimonio al

primogénito de entre sus hijos.

También, desde el punto de vista

administrativo, se produjo una reforma

importantísima con la creación del sistema

provincial a comienzos de la Regencia de

María Cristina. Según el proyecto del

ministro granadino Javier de Burgos,

Andalucía pasaba a estar dividida en ocho

provincias, y con ello se reconocía la

territorialidad de la región, con los límites

que actualmente posee.

Pero lo que produjo una transformación

en la propiedad de las tierras en Andalucía

fueron las desamortizaciones. Ante la

necesidad del Gobierno de disponer de

recursos para acabar con la guerra carlista y

para afrontar la Deuda del Estado, el Primer

ministro Mendizábal decretó en 1835-1836 la

desamortización de los bienes eclesiásticos.

Juan Álvarez Méndez, más conocido por

Mendizábal, hijo de una familia de

comerciantes gaditanos y economista, adoptó

esta medida desde el Gobierno progresista

que presidía para solucionar sus problemas

financieros. Mediante una serie de decretos,

el Estado se apropiaba de los bienes

Mendizábal realizó la primera desamortización. Pascual de Madoz ordenó, en 1855, que se subastaran los bienes municipales.

amortizados o vinculados a las órdenes

religiosas, los declaraba Bienes Nacionales y

los sacaba a pública subasta. Una vez que

fuesen comprados por particulares, tendrían

ya la condición de bienes libres.

La desamortización de los bienes

eclesiásticos no obtuvo los resultados

deseados por su promotor, ya que los

beneficios económicos para el Estado fueron

bastante menores de los previstos. Tampoco

dio lugar a una revolución agraria, en el

sentido de ofrecer la oportunidad a los

campesinos sin tierra de acceder a su

propiedad. No hubo cambios en la

estructura de la propiedad. Es decir, que los

grandes latifundistas no sólo no se vieron

afectados por la medida, sino que

aprovecharon la oportunidad para

incrementar sus propiedades mediante la

compra de las tierras que salieron a subasta.

Sin embargo, la desamortización más

importante tendría lugar años más tarde,

durante el reinado de Isabel II, y afectó a

otro tipo de propiedades. En esta ocasión le

tocó a los bienes de los ayuntamientos. Su

promotor desde el Gobierno fue Pascual de

Madoz y el procedimiento utilizado fue

similar. El Estado incautó en 1855 los bienes

municipales y los vendió en pública subasta.

Sólo aquellos que tenían medios económicos

Page 44: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

pudieron participar en la compra de estos

bienes, y se perdió una nueva ocasión para

permitir el acceso a la propiedad a los

campesinos sin tierra.

A la hora de hacer un balance sobre los

resultados de las desamortizaciones, y a

pesar de los muchos estudios que se han

hecho sobre esta cuestión, no podemos

ofrecer datos muy concretos, ni cifras

definitivas para toda la región. Parece que

en total, las tierras desamortizadas en

Andalucía afectaron a la quinta parte de su

extensión, aunque no en todas las provincias

había la misma cantidad de tierras en esta

situación. Como consecuencia de este

cambio en el régimen de la propiedad de la

tierra, apareció una burguesía agraria que

llegaría a ocupar un papel social destacado

en aquella Andalucía del siglo XIX, en la

que el ser dueño de una finca o de un cortijo

proporcionaba un prestigio que no lo daba

ninguna otra actividad.

En cuanto al rendimiento de la tierra, no

varió mucho con la desamortización. Si

CUÁNTA TIERRA SE DESAMORTIZÓ

Valor porcentual por provincias en relación al total nacional

Sevilla 8,48%

Granada 1,89%

Córdoba 3,94%

Málaga 1,79%

Cádiz 3,53%

Huelva 1,38%

Jaén 2,70%

Almería 0,37% TOTAL ANDALUCÍA: 24,08% DEL TOTAL NACIONAL

hubo un aumento en la producción fue más

bien por el incremento en un cinco por

ciento, aproximadamente, de la tierra

cultivada, no porque se introdujesen

técnicas más modernas de cultivo con los

nuevos propietarios. La situación de los

campesinos no propietarios empeoró, si

cabe. Los nuevos propietarios endurecieron

las condiciones a las que estaban sometidos

los arrendatarios. Muchos de ellos tuvieron

que pasar a trabajar por un jornal, lo cual

significaba trabajar por un sueldo de miseria

y tener que afrontar las vicisitudes del

mercado laboral, con el paro estacional

propio de las actividades agrícolas. Este

proletariado rural, que atravesó por

momentos muy difíciles, se convirtió en uno

de los principales protagonistas de los

movimientos sociales que afloraron en la

segunda mitad del siglo XIX y en la primera

mitad del XX. •

La aparición de un movimiento regionalista andaluz en el último tercio del siglo XIX tuvo sus orígenes en la oposición al centralismo uniformador del sistema liberal. Arriba, Reunión en la azotea, Cádiz.

2EL PROCESO, PASO A PASO

EL ANDALUCISMO

La aparición de un movimiento

regionalista andaluz tuvo sus

orígenes, como el resto de los

movimientos regionalistas, en el último

tercio del siglo XIX. La razón no es otra que

la corriente de oposición surgida frente al

fuerte centralismo uniformador que había

impuesto el sistema liberal. A esto había que

unirle las corrientes que habían penetrado

con el romanticismo sobre la identidad de

los pueblos, que basaban su personalidad en

la existencia de una historia común, una

lengua y una cultura propias, y también

algunas dosis del federalismo difundido

durante la Primera República. Así como

otros movimientos regionalistas

consiguieron un sólido arraigo entre la

población, el andalucismo adoleció de una

notable debilidad desde su nacimiento.

De todas formas, hay quienes prefieren

remontar este nacimiento a las revueltas que

se produjeron en 1835 y que dieron lugar a la

formación de unas juntas, que en Andalucía

se organizaron en torno a la Junta Suprema

de Andújar. Esta junta fue nombrada con la

misión de representar a la región en las

negociaciones con el gobierno central,

respaldada por un ejército propio. Sus

planteamientos, que tenían carácter regional-

federal, han hecho que algunos vean en estos

sucesos el nacimiento de una vaga conciencia

andaluza y el precedente de un movimiento

que se concretaría más adelante. Las juntas

fueron disueltas por Mendizábal sin que esta

corriente llegara a cuajar del todo. Durante

la Primera República se registró de nuevo un

movimiento federalista que derivó hacia el

cantonalismo, sin que pueda decirse que éste

tenga mucho que ver con la corriente

andalucista. Hasta los años setenta no

volvería a surgir ningún intento serio por

definir esa conciencia de identidad regional

de los andaluces. Ese intento partió de un

grupo de intelectuales, entre los que se

encontraba Antonio Machado Núñez y su

hijo Antonio Machado Álvarez, Demófilo,

abuelo y padre respectivamente de los poetas

Antonio y Manuel Machado. Este grupo se

centró en el estudio del folclore y de las

raíces culturales de Andalucía. Su labor dio

como fruto la creación del Ateneo de Sevilla,

fundado por el catedrático catalán Manuel

Sales y Ferré; la aparición de las revistas

Folklore Andaluz y Folklore Bétko-extremeño; y la

publicación de la primera Historia General de

Andalucía, obra de Joaquín Guichot.

Dentro de esta línea, en 1882 se celebró la

I Asamblea del Partido Federal y en ella se

aprobó la redacción de unos códigos

constitucionales para cada región española.

Al año siguiente, el periódico malagueño El

Defensor del Pueblo pidió la convocatoria de una

reunión federal en Antequera para acordar la

Constitución de la región andaluza. De esa

reunión salió la llamada Constitución de

Antequera. En realidad, se trataba de una

mezcla de federalismo y regionalismo, que

sería la postura mantenida por los grupos

intelectuales que intentaban dar un

contenido cultural a la corriente andalucista.

La crisis desencadenada por la guerra

colonial y el Desastre de 1898 provocó una

Page 45: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

reacción que potenciaría el

regeneracionismo por una parte, y los

regionalismos periféricos por otra. El

regeneracionismo pretendía modernizar

España mediante la atención a la educación y

al desarrollo económico y social, desterrando

las lacras que habían mantenido al país

aferrado a su pasado.

Blas Infante pone las bases Los regionalismos reforzaron su propuesta

para sacar a España de su atraso desde la

vitalidad de los territorios periféricos. En

este sentido, el andalucismo

apareció como un movimiento

regenerador, puesto que su

propósito era redimir primero

a Andalucía, para salvar

después a España desde sus

regiones. Pero ese impulso, que

fue protagonizado en Cataluña

y en el País Vasco por la

burguesía comercial e

industrial, no tuvo en

Andalucía un apoyo similar. La

burguesía andaluza, de

composición

fundamentalmente agraria,

tenía sus intereses vinculados

al poder central y se

desentendió del movimiento

andalucista. Eso explica, en

buena medida, la escasa fuerza

que tuvo aquí el impulso regionalista.

Por consiguiente, puede afirmarse que la

corriente del regeneracionismo, junto con las

dosis de federalismo procedentes de la

Constitución de Antequera, contribuyó a

configurar el andalucismo histórico a

comienzos del siglo XX. La figura que supo

aglutinar estas ideas y que pilotó el

movimiento andalucista durante el primer

tercio el siglo XX fue Blas Infante.

Calificado como Padre de la patria andaluza,

Blas Infante había nacido en 1885 en Casares

(Málaga) y ejercía de notario en Cantillana.

Entró en contacto con el grupo existente en

torno al Ateneo de Sevilla y asistió al Primer

Congreso Mundial Fisiócrata celebrado en

Ronda en 1913, donde se impregnó de las

ideas del norteamericano Henry George, que

preconizaba la atención a la tierra como base

de la economía. En 1915 publicó el Ideal

Andaluz, en el que exponía los fundamentos

Blas Infante, Padre de la patria andaluza, pilotó el movimiento andalucista durante el primer tercio del siglo XX. De la labor de los hermanos Machado surgió el Ateneo de Sevilla.

ideológicos del movimiento andalucista.

Mediante el desarrollo de las potencialidades

de los andaluces y fortaleciendo la vida

económica con la adecuada distribución de

la tierra, se levantaría a Andalucía y con ella

a España. Publicó otras obras, entre las que

destaca Motamid, último rey de Sevilla, con la

que quiso poner de manifiesto la vinculación

de la personalidad andaluza con su pasado

islámico.

Se aprobó la bandera Una vez planteado el marco teórico del

andalucismo, Blas Infante puso su esfuerzo

en la creación de los Centros Andaluces y

convocó las asambleas de Ronda y Córdoba.

En la primera, celebrada en enero de 1918,

se aprobó la bandera de Andalucía, con los

colores blanco y verde, y el escudo con el

lema: "Andalucía por sí, por España y la

Humanidad". En la de Córdoba, celebrada

en marzo de 1919, se trataron

asuntos de carácter

económico, especialmente el

relativo a la reforma agraria, y

se publicó un Manifiesto en el

que se adoptó el término

nacionalista para definir la

corriente andalucista,

abandonando el más

moderado y ambiguo de

regionalista. Con la llegada de

la dictadura de Primo de

Rivera, Blas Infante se retiró

momentáneamente de la vida

política activa. Permutó su

notaría por la de Isla Cristina

en Huelva y se dedicó al

ejercicio de su profesión, así

como a la lectura y el estudio

del pasado andaluz. Fruto de

estos años de reflexión fue su obra

Fundamentos de Andalucía. En la Segunda

República intentó, con poco éxito, participar

en la vida política en una candidatura

"Republicana Revolucionaria Federalista

Andaluza". Poco después de la sublevación,

el 11 de agosto de 1936, fue fusilado en

Sevilla.

MANIFIESTO NACIONALISTA

Este es un extracto del Manifiesto del

Nacionalismo Andaluz, que se aprobó

en el Congreso de Córdoba, en 1919:

"Andaluces: Andalucía es una naciona­

lidad, porque una común necesidad invita

a todos sus hijos a luchar juntos por su co­

mún redención. Lo es también porque la

Naturaleza y la Historia hicieron de ella una

distinción en el territorio hispánico. Lo es

también porque, lo mismo en España que

en el extranjero, se le señala como un te­

rritorio y un pueblo diferente. La degene-

La Asamblea de Ronda de 1918 aprobó la bandera y el escudo con el lema: «Andalucía por sí, por España y la Humanidad».

ración de Andalucía será la de todos voso­

tros. Un pueblo abyecto y cobarde es un me­

ro compuesto de individuos indignos y co­

bardes también.

Nosotros, por esto, estamos fundidos con

aquella expresión de la Asamblea Regiona­

lista de Ronda que proclamó a Andalucía

como una realidad nacional, como una pa­

tria (patria es un grupo humano que sien­

te las mismas necesidades y ha de trabajar

por satisfacerlas en común), como una pa­

tria viva en nuestras conciencias..."

Page 46: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

1 0 0 p r o f e s o r e s d e l a s u n i v e r

LOS PERSONAJES HISTÓRICOS

M Á S R E L E V A N T E S D E L A

Más de cien profesores respondieron a la encuesta enviada a las Universidades de

Sevilla, Granada, Málaga, Jaén, Córdoba y Huelva para que eligieran a los cin­

co personajes históricos y los cinco monumentos artísticos más relevantes de An-En la realización de esta encuesta han participado los siguientes departamentos universitarios. UNIVERSIDAD DE SEVILLA: Depar tamento de Arte e Historia. UNIVERSIDAD DE GRANADA: Departamento de Historia Antigua y Contemporánea

48

1DIEGO DE

VELÁZQUEZ Uno de los mayores exponentes de la pintura española, nace en Sevilla en 1599.

Nombrado ayuda de cámara de su majestad en 1643, goza del favor real.

Entre sus obras des­tacan Las Meninas, Las Hilanderas o La rendición de Breda.

2L. A N N E O

SÉNECA Escala en la jerar­quía social, llegando a Senador y Cónsul.

Se convierte en el hombre más influ­yente del Imperio como consejero áuli­co de Nerón.

Entre sus obras des­tacan las Epístolas morales a Lucilio y las Cuestiones natu­rales.

3A B D AL-

RAHMAN I I I Una de las figuras más destacadas de Al-Ándalus, su fa­milia desciende de la tribu de Mahoma.

Proclama en 929 el Califato de Córdoba, donde ejerce un fé­rreo control.

En 945 funda la ciudad palatina de Medlnat al-Zahra, donde se estableció.

4MARIANA

DE PINEDA Nace en 1804, hija de un coronel de buena familia, que­da pronto huérfana.

Destacada activista liberal, luchó contra el absolutismo de Fernando Vil.

Acusada del crimen de traición en 1831, es ajusticia­da por no delatar a los suyos.

5FEDERICO

GARCÍA LORCA Escritor y poeta uni­versal, nace en Fuente Vaqueros (Granada), en 1898.

De 1932 a 1935 re­corre los pueblos de España con la Ba­rraca, su compañía de teatro.

El 19 de agosto de 1936 muere fusila­do en Víznar, Gra­nada.

Page 47: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

s i d a d e s d e A n d a l u c í a e l i g e n

LOS MONUMENTOS ARTÍSTICOS

C O M U N I D A D A U T Ó N O M A

dalucía. De ellos hablamos en estas páginas. Muy cerca quedaron, entre las per­

sonalidades, Picasso y Blas Infante. Respecto al patrimonio, los Reales Alcáza­

res de Sevilla, el conjunto dolménico de Antequera o Medinat al-Zahra y Arte. UNIVERSIDAD DE MÁLAGA: Historia del Arte. UNIVERSIDAD DE JAÉN: Departamento de Filología Hispánica y Clásica y Filosofía. UNIVERSIDAD DE CÓRDOBA: Depar tamento de Arqueología, Arte e Historia. UNIVERSIDAD DE HUELVA: Departamento de Historia.

LA

ALHAMBRA Mandada construir por Muhammad I (1232-73), funda­dor de la dinastía nazarí.

En 1303 se erige una mezquita de tres naves, converti­da en catedral.

Alcanza su apogeo artístico, simbólico y monumental con Yo-suf I (1333-54).

MEZQUITA

DE CÓRDOBA Fundada por Abd al-Rahman I en 784, como centro de la vi­da social y cultural.

Entre los siglos IX y X experimenta varias ampliaciones y llega a ser la mayor mez­quita de Occidente.

Carlos V aprueba en 1523 la creación de una gran catedral interior.

CATEDRAL

DE SEVILLA Comenzada a cons­truirse en 1403, no fue terminada hasta 1506.

Es un conjunto mo­numental de cinco naves, de 116 me­tros de longitud y 76 de ancho.

En ella están los sepulcros de Fer­nando III y de Cris­tóbal Colón.

ÚBEDA

Y BAEZA Baeza fue conquis­tada a los árabes en 1227 y Úbeda, en 1234 por Fernan­do III el Santo.

Andrés de Vandelvi-ra es uno de sus ar­quitectos más des­tacados.

Declaradas Ciuda­des Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO (2003).

CIUDAD

DE ITÁLICA Mandada construir por Escipión en 206 a.C. para aco­ger a los soldados heridos.

Es la primera ciu­dad hispana funda­da por ciudadanos romanos.

En época de Adria­no sufre grandes remodelaciones, se erige el anfiteatro.

49

Page 48: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

GRANDE DE ESPAÑA Pinté lo que vi, retraté sin mirar el rango y logré atrapar la luz en Las Meninas

y en Las Hilanderas. La vida de Velázquez, el más grande, en primera persona

Nací en Sevilla cuando agoniza­ba el siglo XVI y allí, a orillas del Guadalquivir, donde los galeones de Indias rendían via­

je, viví los años de mi infancia, juguetean­do por las calles de la Gorgoja, de la Mo­rería o de la Alhóndiga. Mis padres descu­brieron mi afición por la pintura y me lle­varon al taller de Herrera el Viejo, un pin­tor tan áspero que resultaba insufrible. Aguanté poco y me marché a otro taller, con Francisco Pacheco aprendí el oficio.

En 1617, cuando no había cumplido los 18 años, obtuve mi carta de pintor, por la que se me autorizaba a pintar en templos y lugares públicos, abrir taller y tener dis­cípulos. Pero, cuando dejé a Pacheco, sa­lí con algo más que con un certificado, porque me casé con su hija Juana, con quien tuve dos hijas: Francisca e Ignacia.

Pronto llegaron los encargos, circuns­tancia a la que no fue ajena la influencia de mi suegro y también, aunque alguien piense que peco de orgullo, a mis cualida­des. Pintaba escenas costumbristas y re­tratos, pero no estaba satisfecho; mi me­ta era la Corte y allí arribé, aprovechan­do la mudanza que provocó el cambio de monarca y el ascenso de un andaluz, don Gaspar de Guzmán, el conde-duque de Olivares. En 1622 hice mi primer inten­to, pero fracasé. Me mantuve firme y un año después fue la vencida. Pinté un retra­to de Felipe IV y causó tal impresión, que don Gaspar decidió que yo sería el único pintor del soberano. Me asignaron un suel­do de seis ducados al mes más el precio de mis pinturas. No estaba mal.

Me asenté en Madrid, descubrí las co­lecciones reales y traté con Rubens. Fue él quien me aconsejó viajar a Italia y su ma­jestad me dio autorización y buenos du­cados al adelantarme dos años de paga, al­go inaudito porque en la Corte todo eran empréstitos y retrasos. Llegué a Italia en 1629 y quedé deslumhrado. En Roma me acogieron en el palacio Vaticano, pero bus­qué alojarme en Villa Médicis, uno de los lugares más hermosos de la ciudad, don­

de la luz adquiría tonalidades increíbles. Fue allí donde traté de atrapar esa luz que me encandilaba. Fui a Nápoles para cono­cer a Ribera, el maestro del tenebrismo.

Aprendí tanto en este viaje, que a mi re­greso mi pintura había cambiado por com­pleto. Todo el mundo quería un retrato mío. Trabajé tanto que llegué a enfermar de agotamiento porque nunca tuve una salud fuerte. Recuerdo el escándalo que en los mentideros produjo la rendición de Breda, considerada inexpugnable. Pinté, por encargo de Olivares, Las Lanzas.

Los Reyes Magos me trajeron, en 1643, el regalo de ser nombrado ayuda de cáma-

A la derecha, Autorretrato, por Diego de Velázquez (Museo de Bellas Artes San Pío V, Valencia). Sobre estas líneas, detalle de la Infanta Margarita en Las Meninas, por Velázquez, Madrid, Museo del Prado.

ra de su majestad, un codiciado cargo por­que gozaba del favor real. Tal vez, ello me protegió de los cambios habidos a la caí­da del conde-duque. Fue el comienzo de una mala época en que murieron la rei­na Isabel y el príncipe Baltasar Carlos, a quien pinté de niño vestido de cazador. Decidí alejarme del luctuoso ambiente de

la Corte y aproveché que su majestad que­ría que fuese a Italia a comprar cuadros pa­ra su colección privada. Embarqué en 1649 formando parte de la comitiva que iba a recoger a doña Mariana de Austria, la se­gunda esposa de nuestro rey. Venía con­migo, en calidad de criado y secretario, Juan de Pareja, le hice un bonito retrato porque no siempre dediqué mis pince­les a los encumbrados cortesanos.

En Venecia compré cuadros del Veronés y de Tintoretto y en Roma pinté al papa Inocencio X, retratando su alma y su enér­gico carácter. Viajé a Nápoles para ver a Ri­bera y lo encontré con la salud gastada.

Felipe IV quedó contento con las com­pras y me nombró aposentador de pala­cio. Tuve que buscar tiempo porque que­ría pintar la luz. A ello me apliqué cuan­do la ornamentación de los reales sitios o los encargos me lo permitían. Creo que lo logré en dos obras de madurez: Las Meni­nas y Las Hilanderas. Su majestad, que me honraba con su amistad, dio cuerpo a una de mis aspiraciones: un hábito de la Orden Militar de Santiago. El asunto fue enojoso, los del Consejo de las Órdenes se negaban, aduciendo que trabajaba con las manos. ¡No les parecía bien que me ga­nase la vida pintando! Alcancé por fin el hábito el 28 de noviembre de 1659.

El rey me encomendó, en mi condición de aposentador, decorar el pabellón espa­ñol con motivo del matrimonio de la in­fanta María Teresa y Luis XIV, uno de los acuerdos de la infausta Paz de los Pirineos. Fue un trabajo agotador que los engreídos franceses complicaron mucho. Respiré cuanto todo estuvo concluido, pero me dejé la salud. Regresé a Madrid muy enfer­mo y fallecí el 6 de agosto, a los 61 años. Acudió mucha gente a la iglesia de San Juan Bautista, donde fui enterrado.

Algunos dicen que Las Meninas es la teología de la pintura; no lo sé, ni me im­porta. Pinté lo que vi y retraté a la gente, sin considerar su rango y, sobre todo, lo­gré atrapar la luz en un par de lienzos. •

JOSÉ CALVO POYATO

50

DIEGO DE VELÁZQUEZ

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2 LUCIO ANNEO SÉNECA

CONSEJO DE ESTADO Consejero áulico de Nerón, fue el hombre más influyente del Imperio. De ideas precursoras, Séneca pensaba que el delincuente debía integrarse en la sociedad

De pocos puede decirse que su memoria se mantenga viva en la conciencia colectiva y siga ejerciendo su influencial a los

dos milenios de su nacimiento. Séneca fue uno de ellos. Resulta lamentable que esa presencia de la obra senequiana sea más palpable en Alemania, Francia o Italia que en España, donde ni siquiera dis­ponemos de una edición crítica de sus escritos completos.

Apuntemos tan sólo un par de cosas sobre esa influencia de Sé­neca en nuestra civilización. Nues­tro teatro moderno parte del re­nacentista, que a su vez hunde sus raíces en el teatro senequiano, no en el clásico griego como podría suponerse. Hasta hace poco el in­flujo de Séneca en ese ámbito fue enorme, pero luego ocurrió algo que lo hizo caer en el olvido: el dramaturgo alemán Lessing, quien trató de poner un corsé al arte dramático, afirmó que las obras de teatro de Séneca no eran para ser representadas, sino leí­das. Y desde entonces no hay eru­dito que no siga repitiendo como un loro esas palabras. Invito al lec­tor a disfrutar la Medea traducida por Yebra para que opine por sí mismo sobre este asunto. A la ne­fasta influencia de Lessing se aña­de en nuestro país el hecho de que para poder disfrutar y enten­der las obras teatrales de Séneca no hay más remedio que saber la­tín o leerlas en otro idioma.

Los tratados morales de Séneca son en su mayoría una orienta­ción para corregir problemas de conduc­ta, sobre todo de la voluntad, con lo que es el precursor de la terapia psiquiátrica moderna; de hecho, en los libros de au-toayuda se le cita o se le plagia. No sólo en eso fue un precursor que se adelantó a su época. Séneca estaba en contra de la pena de muerte y decía que el fin de

la justicia tendría que ser integrar al delin­cuente en la sociedad, no castigarlo. Ve­ía el crimen como una enfermedad social que necesitaba un médico benigno, no un médico que matase al enfermo. Piénse­se que ese criterio ha llegado a ser reali­dad en Europa hace muy pocos años. En Estados Unidos están muy lejos. Podría-

El filósofo hispanorromano Lucio Anneo Séneca, nacido en Córdoba

mos pensar aquí también en otro español, el calagurritano Quintiliano, que hace ca­si dos mil años condenaba todo tipo de castigo corporal a los niños.

Me atrevería también a afirmar que Sé­neca se adelantó a los juicios de Nurem-berg: condenaba las guerras y para él, Ale­jandro Magno y Julio César no fueron hé­

roes, sino unos asesinos sin escrúpulos. Sobre Séneca se han dicho en nuestro pa­ís muchas tonterías: que era profunda­mente español o que era un romano de pura cepa que nada tenía que ver con Es­paña. Estrabón habla de la existencia de una literatura secular en la Bética, la ac­tual Andalucía. Sabemos por una carta es­

crita en Córcega que Séneca co­nocía algunas lenguas de su Bé­tica natal, pues hizo compara­ciones lingüísticas con el habla de Córcega. No podemos, por tanto, negar la influencia en Sé­neca de esa literatura vernácu­la. Y si a Balbo lo tuvo que de­fender en el Senado un Cicerón y de Adriano se mofaron los se­nadores por su modo de hablar, es fácil imaginar lo que tuvo que sufrir Séneca como provin­ciano y también por haber sido un advenedizo.

El padre de Séneca pertene­cía al orden ecuestre, mientras que nuestro pensador cordo­bés escaló en la jerarquía social, ingresó en el orden senatorial, alcanzó incluso el consulado y llegó a ser el hombre más influ­yente de todo el Imperio en su calidad de primer consejero áu­lico de Nerón, y uno de los más ricos de su época. Sin embar­go, Séneca también aquí nos depara una sorpresa.

A los 65 años, cuando la ma­yoría añora el descanso, Séne­ca renuncia a sus cargos, quie­re devolver a Nerón todo cuan­to le había regalado, valorado

en unos trescientos millones de sester-cios (un millón era la fortuna necesaria para ser senador) y escribe lo mejor de su obra: las Epístolas morales a Lucillo y las Cuestiones naturales. Proyecta inclu­so una gran obra sobre ética, pero Nerón se le adelanta, ordenando su muerte.

PEDRO GÁLVEZ

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3 ABD AL-RAHMAN III

Fundador de Medinat al-Zahra, Abd al-Rahman III aumentó el prestigio de Córdoba y al-Ándalus se alzó como potencia en el Occidente mediterráneo

Abd al-Rahman b. Muhammad b. Abd Allah al-Umawi, de sobre­nombre al-Nasir li-Din Allah (El defensor de la religión de

Allah), Abd al-Rahman III el Omeya, fue una de las figuras más destacas de al-Án-dalus. Su familia, descendiente de la mis­ma tribu que la del Profeta Muhammad, había jugado un papel prepon­derante en la región de la Meca antes de la aparición del islam en el siglo VII y, después de la muer­te del Profeta, protagonizando uno de los incidentes más crucia­les en el nuevo credo: apropiar­se el derecho a gobernar el im­perio arabo-musulmán y trasla­dar su sede a Siria, donde instau­ró el califato Omeya de Damasco en el año 660; los musulmanes que aceptaron esta autoridad for­maron la corriente sunní, mayo-ritaria dentro del islam.

Vistos por muchas facciones árabes como usurpadores, los Omeyas fueron derrocados por los Abbasíes en el 750, lo que obli­gó a Abd al-Rahman, un prínci­pe omeya de segundo rango, a buscar refugio entre los partida­rios de su familia en la Península Ibérica. En el 755, el príncipe im­puso su autoridad en Córdoba e instauró el emirato Omeya en al-Andalus como Abd al-Rahman I.

Siglo y medio después, Abd al-Rahman III, heredó este emira­to con un cúmulo de problemas: autoridad central debilitada, pug­na interna entre árabes y con los Retrato beréberes, inestabilidad econó­mica y empobrecimiento del Estado, re­vueltas de las minorías sociales... Tuvo que desplegar toda su energía y habilidad po­lítica para restaurar la autoridad omeya en al-Andalus, ardua empresa que le costó dos décadas. Mientras, había reanudado las guerras contra los reinos cristianos y reforzado su actuación en el norte de Áfri­

ca donde estaban ensanchando su poder los fatimíes, una familia shií que, posterior­mente, se alzó como califato, se apoderó de Egipto y fundó la ciudad de El Cairo en 969. Abd al-Rahman III mandó ocupar Me-lilla y estableció contactos con las tribus autóctonas norteafricanas para contrarres­tar este poder rival. El proceso culminó

del omeya Abd al-Rahman III, califa de Córdoba.

con la proclamación, en 929, del califato de Córdoba. Tomó por título supremo el de Califa y "Emir de los creyentes", y res­tituyó así el título califal a su familia exter­minada por los Abbasíes dos siglos antes.

Aunque desde un punto de vista jurídi-co-religioso sólo puede haber un califa que gobierne a los musulmanes, el califato au­

mentó el prestigio de Córdoba y su auto­ridad en todo su entorno. El nuevo cali­fa reforzó su política de férreo control contra la disidencia interna y, al tiempo que organizaba el poder naval con puer­tos y atarazanas, consolidó la autoridad andalusí sobre el norte de África ocupan­do Ceuta en 931, una base de su acción

en el Magreb. A la actividad incesante para

asentar su poder, debe añadirse la acuñación de moneda y la edi­ficación de su ciudad palatina Medinat al-Zahra, donde se esta­bleció en 945. Allí trasladó su ce­remoniosa Corte y las institucio­nes del Estado, que transformó con una minuciosa burocracia centralizada y cambios en el ejér­cito. Instaló talleres palatinos de alta calidad: armas, joyas, tejidos y brocados bordados (monopo­lio califal) y cerámicas esmaltadas.

Del revés que sufrió frente a los leoneses, en 939, en Siman-cas-Alhandega, donde apenas salvó la vida huyendo, resultó una purga sangrienta en el ejér­cito y su decisión de no volver a encabezar personalmente sus ejércitos. Sus relaciones frente a los cristianos se restablecieron a favor del califato a finales de su reinado, y al-Ándalus se alzó co­mo potencia en el Occidente mediterráneo. Renovó las rela­ciones con Constantinopla y ac­tivó los intercambios entre los dos poderes imperiales, hostiles a los fatimíes.

Hijo de una esclava cristiana, Abd al-Rahman III era de piel blanca, ojos azules, rostro atractivo y paticorto; tuvo once hijos y dieciséis hijas. Legó su prós­pero reino a su primogénito, al-Hakam II, cuyo hijo, Hisham II, padeció, en el año 1031, el final del califato que tanto trabajo le había costado levantar a su abuelo. •

SOHA ABBOUD-HAGGAR

53

CALIFA DE CÓRDOBA

Page 52: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

4 MARIANA DE PINEDA

LA CONSPIRADORA Mariana de Pineda confabuló contra el absolutismo de Fernando VII y murió ajusticiada por negarse a delatar a los suyos. Lorca le dedicó una obra de teatro

Era la época absolutista de Fernando VII. Mariana de Pi­neda (1804-1831) fue ejecutada por no delatar a sus compañe­

ros de la causa liberal. Aquel silencio su­yo dio lugar a una temprana leyenda, que nunca ha perdido poder de fascinación. Su actividad como conspiradora, sus amo­res clandestinos, su belleza e inte­ligencia han quedado reflejados en coplillas y canciones melancólicas, "que se le antojaban trágicas" a su paisano el granadino García Lorca cuando era niño. Años más tarde, el escritor humanizó a la heroína, gracias a su genio lírico, convirtién­dola en protagonista de una de sus primeras obras de teatro. Su figu­ra ha dejado huella incluso más allá de nuestras fronteras. En el año 2003, la Puerta Principal del Parlamento de Estrasburgo fue de­dicada a Mariana de Pineda. Con este homenaje, se quería reivindi­car su importancia histórica y re­saltar la trascendental labor de los españoles en la lucha por la con­quista de las libertades. En los años ochenta, su tortuoso proce­so fue llevado a la televisión a tra­vés de una serie protagonizada por la actriz Pepa Flores y en 2003, la coreógrafa y bailarina Sara Baras recreó su vida a través del flamen­co en un espectáculo de danza. Pe­ro ¿quién fue en realidad Mariana de Pineda?

Su vida estuvo marcada por las ausencias. Hija natural de un co­ronel de buena familia y de una jo­ven que trabajaba a su servicio, pronto su­frió el abandono de su madre, quien de­sapareció de su vida. Cuando tenía dos años, murió su padre y ella quedó bajo el cuidado de un matrimonio sin hijos, Jo­sé de Mesa y Úrsula de la Presa. A los 15 años, Mariana se enamoró y se casó con un militar de ideas liberales y salud deli­cada, Manuel de Peralta. Tras tres años de

felicidad conyugal, Manuel muere y Ma­riana queda viuda con dos niños peque­ños. Se abandonó entonces a un estado de profunda depresión, del cual, según Antonina Rodrigo, su biógrafa más impor­tante, nació la mujer comprometida con la causa liberal. Los acontecimientos que rodearon entonces su existencia precipi-

taron su actividad militante. En 1823, Fer­nando VII daba carpetazo al Trienio Libe­ral (1820-1823), se proclamaba rey abso­luto e iniciaba una sangrante represión que bautizó una nueva época conocida como la Década Ominosa.

Mariana de Pineda, durante la segun­da época absolutista, se había ganado la confianza de los círculos liberales de Gra­

nada, quienes mantenían contactos con exiliados para acabar con el régimen. Su actividad fue vital para la resistencia anda­luza: facilitaba pasaportes falsos, recibía la correspondencia de Gibraltar, ocultaba a perseguidos o cuidaba a los presos po­líticos, entre los que se encontraban un tío clérigo y un primo suyos. Este último

pariente, Fernando Álvarez de Sotomayor, condenado a muer­te tras ser acusado de organizar un alzamiento en Andalucía, fue protagonista de una rocambo-lesca huida con un disfraz de fraile capuchino que le propor­cionó Mariana.

A los ojos del alcalde del Cri­men de la Real Chancillería de Granada, Ramón Pedrosa, un oportunista ávido de triunfos políticos, Mariana pronto se con­virtió en sospechosa y, según cuentan algunos biógrafos y las canciones populares, también en un codiciado objeto de de­seo. En 1831, se proyectaron im­portantes alzamientos en diver­sos puntos de Andalucía que fra­casaron. Ella había encargado a dos hermanas del Albaicín el bordado de una bandera, des­tinada a encabezar un abortado alzamiento de los constituciona-listas granadinos. El paño sin ter­minar es encontrado en casa de Mariana, Pedrosa la detiene y es acusada de crimen de traición. Durante los interrogatorios, se le promete el indulto a cambio de delatar a sus compañeros,

pero la bella granadina no tiene ni un só­lo momento de debilidad, su silencio se hace escuchar. El 26 de mayo de 1831, Ma­riana fue conducida al patíbulo: fracasó la vaga esperanza que albergaba de que una revuelta de los suyos la librase de "la gar­gantilla de hierro en sus bodas con la muerte", según palabras de Lorca.

LOLI SARTO

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Mariana de Pineda, grabado siglo XIX, Madrid, Biblioteca Nacional.

Page 53: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

5 FEDERICO GARCÍA LORCA

EL VERSO CERCENADO Representó el amor por la cultura, el afán de justicia y la defensa de la libertad y la tolerancia. Esa combinación le resultó fatal cuando estalló la Guerra Civil

En la primera edición de las Obras Completas de Federico García Lorca que se hizo en España, me­diados los años cincuenta, figu­

ra la siguiente entrada en la cronología: "1936. 19 de agosto. Muere". La ausencia de explicación sobre las circunstancias de su desaparición evidencia el intento del franquismo de olvidar el asesina­to de Lorca, efectuado por ele­mentos paramilitares afectos a los sublevados el 18 de Julio. La Guerra Civil ponía fin con una bala madrugadora a uno de los intelectuales que mejor encarna­ba la España inquieta que lucha­ba contra la desigualdad social y el estancamiento cultural. Su asesinato era la concreción del "¡Muera la inteligencia!" augura­do por el general Millán Astray.

Federico García Lorca había na­cido en Fuente Vaqueros, Grana­da, en 1898. Escritor precoz, dis­cípulo aventajado del músico Ma­nuel de Falla, publicó su primer libro a los 20 años, sin gran éxito, lo que no le impidió a los 21 mar­char a Madrid a comerse el mun­do. En la capital, aterrizó en la Re­sidencia de Estudiantes, donde fue compañero y amigo de Luis Buñuel, Salvador Dalí, Pepín Be­llo... En ese propicio caldo de cultivo residió durante los años siguientes. El drama Mariana de Pineda, un canto a la libertad ba­sado en la la granadina agarrota­da por la (in)justicia absolutista de Fernando VII, fue su primer éxito teatral, en 1927. Entretanto, el Ro­mancero Gitano le consagraba como poe­ta y, como tal, viajó en 1929 a Nueva York. Allí se entusiasmó por la poesía de Walt Whitman -"Y tú, bello Walt Whitman, duer­me a orillas del Hudson"- y se sensibilizó ante la marginación de los negros de Har-lem -"¡No hay angustia comparable a tus ojos oprimidos, a tu sangre estremecida

dentro del eclipse oscuro..."-. La Haba­na fue su siguiente parada antes de regre­sar a España, a tiempo de vivir a fondo el ensayo de la Segunda República. De 1932 -año en que estrenó Bodas de san­gre, basada en un luctuoso suceso en un cortijo de Níjar- a 1935, recorrió los pue­blos de España con el teatro universitario

La Barraca, que representaba las mejores piezas de los clásicos españoles. Su labor de difusión cultural fue paralela a la crea­ción literaria. Tras un viaje a Argentina, en­tre 1933 y 1934, estrenó Yerma, basada, asimismo, en un hecho real, y otras pie­zas nuevas. Hiperactivo, de él escribiría Jorge Guillén: "Junto al poeta se respira­ba un aura que él iluminaba con su pro­

pia luz. Entonces no hacía frío de invier­no ni calor de verano: hacía... Federico".

La militancia cultural y la vida social fue­ron la parte visible de un escritor que, co­mo hijo de su tiempo, tenía sentimientos encontrados ante su homosexualidad. A Cipriano Rivas Cheríf, escritor y cuñado de Manuel Azaña, le confió, según Ian Gib-

son, que no le gustaban los hom­bres que hacían gala de adema­nes afeminados -"los vecinos se sonríen / en sus ventanas postre­ras"-, pero que soñaba con "una moral de la libertad entera", don­de fuera posible "el amor sin lími­tes". De este último no se privó. Según Vicente Aleixandre, Lorca "amó mucho, cualidad que algu­nos superficiales le negaron. Y su­frió por amor, lo que probable­mente nadie supo". El que sintió por Dalí, que el pintor calificó en una carta de "embarazoso", sí se supo, de su pasión por Rafael Ro­dríguez Rapún, el secretario de La Barraca, que murió defendiendo a la República al año de empezar la Guerra Civil.

En junio de 1936 terminó La ca­sa de Bernarda Alba, sobre la du­ra vida de la mujer en el mundo rural. Desoyendo a sus amigos, que temían por su vida ante los ru­mores de un golpe militar, el 14 de julio se presentó en Granada en casa de sus padres. La ciudad cayó en manos de los sublevados en los primeros días de la guerra. El cóctel de amor a la cultura, a la libertad y a los hombres le resul­

tó mortal. El 16 de agosto fue detenido y pocos días después, asesinado en Víznar. Con los años, sin embargo, el escueto "muere" con que la censura franquista in­tentó velar el horror de aquella madrugada saltó por los aires junto con la dictadura y hoy, Lorca es el escritor español más reedi­tado y representado en los escenarios. •

ARTURO ARNALTE

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Federico García Lorca en 1919, en su casa de Granada.

Page 54: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

LA CIUDAD PALATINA La Alhambra fue una exquisita ciudad palatina andalusí, aislada de la otra población que bullía frente a ella. Un abigarrado complejo de jardines, salas regias y majestuosas decoraciones murales

La Alhambra de Granada es una maravillosa construcción de jardi­nes, agua y caligrafía, separada del mundo por sólidas murallas y ba­

luartes. Su propio emplazamiento, esta­blecido por el fundador de la dinastía na-zarí, Muhammad I (1232-1273), sobre la colina de la Sabika (lingote de oro), le per­mite dominar la ciudad y la Vega de Gra­nada y abastecerse permanentemente de agua por la Acequia Real construida por

dicho soberano desde el río Darro. En principio fue una fornida alcazaba militar, caracterizada por la considerable altura y esbeltez de sus torres, cuyos muros se adelgazan en altura y encierran elegantes y variados abovedamientos, que posibi­litan la habitabilidad interior, como su­cede en la Torre de la Vela, la Quebrada y, sobre todo, en la del Homenaje, cuyo úl­timo piso es ya una vivienda en torno a un pequeño patio central. Después, la Al-

Vista general del Patio de los Leones, de la Alhambra.

1. Torre de la Vela 2. Jardín de los Adarves 3. Plaza de Armas 4. Torre del Homenaje 5. Torre del Cubo 6. Plaza de los Aljives 7. Puerta de la Justicia 8. Mezquita 9. Mexuar

10. Cuarto Dorado 11 . Torre de Comares 12. Patio de los Arrayanes 13. Palacio de Carlos V 14. Sala de Dos Hermanas 15. Palacio y Patio de los Leones 16. Abencerrajes 17. iglesia de Santa María 18. El Partal 19. Palacio de Yusuf III

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LA ALHAMBRA DE GRANADA

Page 55: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

hambra se convierte paulatinamente en una abigarrada y exuberante ciudad pala­tina, aislada de la populosa ciudad que bu­lle frente a ella pero vigilándola y contem­plándola. Con Muhammad II (1273-1302), primero, y luego con Muhammad III (1273-1302), la colina de la Alhambra se va llenando de albercas, jardines, salas re­gias y bellas decoraciones murales. Muhammad II, verdadero impulsor de la vida cultural del sultanato, erige el Partal Alto, con estanques, jardines y baños; y Muhammad III edifica el Partal Bajo, con la Torre de las Damas, y la Mezquita Ma­yor, con sus baños adyacentes. De la mez­quita, erigida en 1303, que tuvo tres na­ves y fue convertida en catedral por los Reyes Católicos, sólo conservamos la pre­ciosa lámpara de bronce con decoración calada de atauriques y lema nazarí que se

conserva en el Museo Arqueológico Na­cional. Muhammad III urbanizó además la Sabika trazando la Calle Real, e hizo una primera almunia en el Generalife. Poco después, Ismail I (1314-1325) ejecuta im­portantes obras, con las que se inicia la etapa de esplendor del arte nazarí: Puer­ta de las Armas, zona del Mexuar, Baño Real y la reforma del Generalife en con­memoración de su victoria de 1319 sobre los infantes don Pedro y don Juán, cuyas cabezas colgó en una puerta de la Alham­bra. Así pues, cuando Yusuf I y su hijo Muhammad V emprenden sus grandes empresas edilicias, la Alhambra era ya una incipiente ciudadela palatina con delica­das calahorras, palacetes con patios cen­trales porticados en torno a una alberca, estancias principales y miradores con fi­nos ajimeces abiertos al paisaje de la ciu­

dad y al jardín interior, ornamentación ca­ligráfica con el lema nazarí al lado de le­yendas votivas, etcétera. Para el Partal de Muhammd III y para el Generalife de Is­mail I, el primer ministro y poeta áulico Ibn al-Yayyab estampa ya las primeras ca­sidas con contenidos que serán luego re­currentes: idealización de la belleza arqui­tectónica, comparación de la decoración mural con los tejidos o con el jardín y crea­ción de una iconografía del soberano, vic­torioso, gran constructor, dadivoso y pro­tegido por Dios, de excelso linaje y ple­no de virtud.

Es en el reinado de Yusuf I (1333-1354), truncado por su asesinato, cuando la Al­hambra de Granada alcanza su apogeo ar­tístico, simbólico y monumental. Su To­rre de la Cautiva es especialmente signi­ficativa por la ornamentación mural y por

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Page 56: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

Vista de la Alhambra desde el Albaicín. La Alhambra se nos ofrece hoy como una de las joyas del arte árabe en España y es uno de los conjuntos artísticos más visitados del mundo.

los poemas epigráficos de Ibn al-Yayyab, en los que caracteriza la calahorra como combinación de edificio militar exterior y palacio edénico interior y exalta las cuali­dades artísticas del edifico cual refinada obra poética. A Yusuf I se deben también la grandiosa Puerta de la Justicia (1348), la remodelación de los Baños reales y el bello Oratorio del Partal. Pero su obra más portentosa es, sin duda, la Torre de Co-mares, que con 45 metros de altura es la más elevada de la Alhambra. Y también el soberbio Salón de Trono, que alberga una de las cumbres de la carpintería árabe is­lámica, grabada íntegramente en el arro­cabe de madera de su techo e inspirado en la descripción de los siete cielos (azo­ra coránica del Dominio divino, Corán, 67). El poema, quizá de Ibn al-Yayyab, gra­bado en su alcoba central, expresa la in­tensa simbología del lugar: el soberano, cual sol brillante, tiene su solio en el cen­tro de las constelaciones que rodean el salón, hijas del gran firmamento, en cuyo punto culminante se halla el Trono Divi­

no, de donde emana la luz para iluminar al soberano.

Su hijo Muhammad V completó el pa­lacio inacabado de su padre, añadiendo la Sala de la Barca y el Patio de los Arra­yanes, reformó el Mexuar, erigió la Facha-

Detalle de la Sala de Dos Hermanas.

da de Comares y la de la Puerta del Vino, y edificó el Jardín Feliz (al-Riyád al-Saíd), nombre original del Palacio de los Leones, en el que emplazó su salón de trono, ba­jo el signo de la figuración astral de la ar­

quitectura, que Ibn Zamrak, su visir y poe­ta oficial, recreó espléndidamente en los versos grabados en la Sala de Dos Herma­nas. La idealización de la arquitectura ra­diante y eterna se completa con la des­cripción del Mirador de Lindaraja como lugar del trono, donde brilla el monarca con su luz y desde donde ve su ciudad; y también con la Fuente de los Leones, cu­yo poema atribuye al soberano la creación de estas bellas edificaciones por inspira­ción divina, al tiempo que ensalza, con la simbología de los leones y el agua, su fortaleza, magnanimidad y alto linaje. El Jardín Feliz es, obviamente, una de las obras maestras de la arquitectura islámi­ca. Frente a la utilización estática del agua en el Patio de Arrayanes o el Partal, en el Palacio de los Leones aparece en perpe­tuo movimiento unificando, en las cuatro direcciones, todas las estancias del edifi­cio. Las 124 columnas del patio, dispues­tas en cinco ejes de simetría superpues­tos, dan sensación de dinamismo circular y de riqueza arquitectónica. Las maravillo­sas cúpulas de mocárabes de Abencerra-jes y de Dos Hermanas albergan surtido­res centrales en su eje, emanación divi­na y de la vida al unísono. A Muhammad V se debe igualmente, incluso en calidad de diseñador y supervisor de la construcción, la almunia de los Alijares, aneja a la Alham­bra, que con cuatro cúpulas y estanque central fue destruida por un terremoto en el siglo XV

Después, se realizaron en obras como la Torre de las Infantas, con Muham­mad VII (1392-1408). O las remodelacio­nes que el rey poeta Yusuf III (1408-1417) hizo en el Generalife, sin olvidar su pro­pio palacio, que debió ser una importan­te edificación, demolida por el conde de Tendilla cuando Felipe V lo destituyó, en 1718, como alcaide de a Alhambra. •

JOSÉ MIGUEL PUERTA VÍLCHEZ

LA ESTÉTICA DE LA PALABRA

Uno de los elementos que convierten

a la Alhambra de Granada en un con­

junto monumental extraordinario, atípico

y especialmente significativo es, sin duda,

el intenso protagonismo estético y semán­

tico que en ella cobra la palabra. Tanto es

así, que las composiciones ornamentales

murales transforman a los palacios de la Al­

hambra en una arquitectura oral, que de­

manda ser leída, además de contemplada.

En sus muros podemos leer una combina­

ción de inscripciones fundacionales, regias,

votivas, coránicas, poéticas, amén del om­

nipresente lema nazarí (Wa-la gáliba illa

Allab: Sólo Dios es Vencedor). En portadas,

frisos, tacas, salones de protocolo, patios

y fuentes, el espléndido poemario de la Al­

hambra la convierte en un gran sujeto par­

lante, primordialmente femenino, que

idealiza el lugar cual novia en su apogeo,

en signo de pureza, esplendor, fertilidad

y permanencia. Esta omnipresente voz de

la arquitectura crea una interesante retóri­

ca encomiástica del soberano y de su uni­

verso palacial, presentado con autocom-

placencia como una obra perfecta e insu­

perable: "Yo soy el jardín que con la be­

lleza ha sido adornado, contempla mi her­

mosura y mi rango te será explicado", re­

za el primer verso compuesto por Ibn

Zamrak para la Cúpula Mayor del Jardín

Feliz de Muhammad V (la Sala de Dos

Hermanas).

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Page 57: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

2 MEZQUITA DE CÓRDOBA

Levantada por Abd al-Rahman III, la mezquita refleja el esplendor de Córdoba como capital de al-Andalus y resume la evolución del estilo omeya en España

Sobreviviente a la aniquilación de la familia omeya en Damasco, Abd al-Rahman I, el Inmigrado, funda el emirato independiente de Córdo­

ba y erige su Mezquita Mayor a partir de 784, como centro emblemático de la vi­da política, cultural y social de la capital del islam occidental. La emplazó en el solar de la Basílica de San Vicente, en la que habían orado conjuntamente cristianos y musul­manes. Una sencilla planta cuadrada de 76 metros de lado, dividida por la mitad en una sala de oración de once naves y un pa­tio, encerraba en su interior un original sis­tema de arquerías de tal plasticidad y efi­cacia arquitectónicas que daría su sello in­confundible a la Aljama de Córdoba: co­lumnas, basas y capiteles procedentes de edificios romanos y visigodos anteriores sustentan pilastras de mayor anchura con arcos de medio punto que actúan de ver­dadero acueducto, mientras que, por de­bajo, arcos de herradura dan cohesión a las filas de columnas. Se crea así un espa­cio único y subyugante en el que las ma­sas se agrupan en altura produciendo una fuerte sensación de diafanidad, que pa­rece que se multiplica cuando contempla­mos la sala diagonalmente. La pintura ro­ja y blanca de las dovelas de los arcos (sig­no de belleza en el islam) incrementa la vistosidad. De la primitiva mezquita del si­glo VIII nos queda también una de sus puertas, la Puerta de los Visires o de San Esteban, aunque remodelada en 855; esta puerta, flanqueada por dos contrafuertes y con su típica estructura tripartita orien­tal, pero con vanos y trazados cordobeses, será modelo de las demás puertas del edi­ficio y de otras muchas de al-Ándalus. A la muerte de Abd al-Rahman I, su hijo Hixam I (788-796) completó la obra levan­tando un alminar, cuya planta sigue mar­cada en el suelo del Patio de los Naranjos, así como la pila de abluciones y tal vez una conexión de la mezquita con el alcázar con un paso elevado sobre la calle.

El crecimiento y pujanza de Córdoba en los siglos IX y X exigieron nuevas amplia-

Detalle de la sala de la oración, el célebre bosque de columnas de la Mezquita de Córdoba, una de las obras más importantes de la arquitectura musulmana.

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EL CLIMAX OMEYA

Page 58: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

dones. La primera fue la de Abd al-Rah-man II añadiendo ocho tramos de colum­nas y un nuevo mihrab. Para esta obra se usaron también materiales de edificios an­teislámicos, pero se labraron diecisiete nuevos capiteles cordobeses. Luego, el emir Abd Allah (888-912) construyó un pa­sadizo para conectar la mezquita con el al­cázar, pero fue tras la proclamación del ca­lifato de Abd al-Rahman III en 929 cuando se acometieron las más importantes. El nuevo califa demolió el alminar y erigió, en 946, otro de mayores dimensiones (47 metros de altura y 8,50 metros de lado), que ejerció una poderosa influencia en la

Vista general de la Mezquita de Córdoba. En 1492, Carlos V decidió construir una catedral dentro de la mezquita. Al verla, lo lamentó.

arquitectura religiosa del islam occidental, superado sólo en la época almohade. Se componía de una gran torre base y otra menor superior coronada por una cupu-lilla y un yamur de cuatro esferas doradas. Sus caras externas, a soga y tizón, mos­traban bellas ventanas de dos y tres arcos de herradura de estilo cordobés. De todo ello, sólo perduran algunos restos embu­tidos en la torre cristiana del siglo XVI. Abd al-Rahman III concluyó, en fin, la amplia­ción del patio con pórticos y reforzó la fa­chada de la sala de oración.

Nada más suceder a su padre en 961, al-Hakam II emprende la más rica y decisi­

va ampliación de la mezquita, construyen­do doce nuevos tramos de columnas, con una maqsura (área reservada al soberano) y una importante alquibla con su mihrab. Se rellenó el declive del terrero hacia el Guadalquivir y se erigió una alquibla de doble muro, con un pasadizo (sabat) que permitía al califa acceder directamente desde el alcázar a la zona más noble de la mezquita y una serie de habitaciones des­tinadas al tesoro y posesiones de la mez­quita. En el centro se situó el gran mihrab de planta octogonal, con una cúpula inte­rior de venera y una soberbia decoración de mosaicos de artistas venidos de Orien­te, que elevaron esta obra a la cima del ar­te hispano-musulmán. Para iluminar to­da la ampliación, se elevaron las arquerías de ocho a diez metros y dispusieron cua­tro cúpulas con linterna, con arcos de me­dio punto entrecruzados que anticipan las bóvedas de nervaduras góticas e inaugu­ran una tipología arquitectónica que será muy imitada posteriormente. La cúpula central está decorada con finísimos mosai­cos dorados, azules y blancos, así como con inscripciones cúficas y de ataurique, reproduciendo una bóveda celeste. El cau­dillo Almanzor emprenderá, en 988, la ma­yor ampliación, agregando ocho naves con 35 nuevos tramos y ensanchando el patio, con lo que toda la superficie de la ma­yor mezquita de Occidente alcanzó los 22.400 m2, a los que se accedía por doce puertas. Respetó la doble alquibla de al-Hakam II, que quedó descentrada, y no aportó novedades artísticas ni estructura­les, aunque por su amplitud su obra repro­duce la excepcional sensación espacial del primer omeya andalusí.

JOSÉ MIGUEL PUERTA VILCHEZ

EN EL CORAZÓN, LA CATEDRAL CRISTIANA

A rquitectos actuales, como Rafael Mo­

neo, consideran que la concepción es­

pacial y las arquerías ideadas por los anóni­

mos alarifes de Abd al-Rahman I (siglo VIII)

son la causa de que la Mezquita de Córdo­

ba fuese capaz de albergar en su seno inclu­

so un templo gótico.

En efecto, dos siglos después de la toma

de la ciudad por Fernando III en 1236, y de

las limitadas reformas de su hijo Alfonso X

en la mezquita, el arzobispo Alonso Man­

rique decide, en 1489, influido por las gue­

rras contra Granada, convertirla en tem­

plo cristiano. Para ello se eleva una nave lon­

gitudinal con arcos ojivales a partir de la al-

Cúpula de la catedral, Córdoba.

quibla de Abd al-Rahman II. Luego, Car­

los V aprueba, en 1523, la creación de una

gran catedral interior, que concibe Hernán

Ruiz el Viejo y continúa su hijo Hernán

Ruiz el Joven. Y aunque al contemplarla el

emperador exclamase, arrepentido, que "lo

que puede hacerse en otras partes destrui­

rá para siempre lo que era singular en el

mundo", lo cierto es que el talento y buen

conocimiento que de la obra islámica tuvo

Hernán Ruiz posibilitó la inserción de la

catedral en el corazón de la mezquita apo­

yándola en la antigua alquibla de Abd al-

Rahman I y moderando sus dimensiones.

Así, la mezquita-catedral, consagrada hoy

al culto cristiano y al turismo, exhibe aún

la poderosa imagen del esplendor omeya

cordobés con su fabuloso espacio diáfano y

multiforme que abraza el templo gótico y

se funde con él.

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Page 59: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

3 CATEDRAL DE SEVILLA

Levantada en la ubicación de la antigua mezquita, la catedral de Sevilla, una

de las mayores de la cristiandad, ha sido comparada con una montaña hueca

La catedral de Sevilla, con la Giralda al fondo. Considerado uno de los templos más grandes del gótico, el interior es de cinco naves más otras dos de capillas alojadas en los contrafuertes.

Fagamos una iglesia tal e tan grande que los que la vieren nos tomen por locos. Fueron las palabras pronunciadas por un

canónigo sevillano en el cabildo catedra­licio el 8 de julio de 1401, cuando se de­cidió edificar una nueva catedral para Se­villa. Su construcción comenzaría en 1403, y daría como resultado Santa María de la Sede, uno de los templos más monumen­tales de la cristiandad y el de mayores di­mensiones de los de estilo gótico, impe­rante en el momento.

La catedral se alzaría en el mismo em­plazamiento donde se levantaba la mez­quita, que se utilizaba como catedral des­de la conquista cristiana. Dicha mezquita, llamada de al-Moharrem, había sido cons­truida en el último tercio siglo XII, en la época de la dominación almohade. Fue su arquitecto Ahmed ibn Basso. Medio si­glo después de concluir las obras, las tro­pas castellanas entraron en Sevilla, tras un largo asedio, y la mezquita aljama quedó consagrada como catedral.

El cabildo eclesiástico sevillano acor­dó conservar una parte de la antigua mez­quita, en concreto el patio de acceso al edificio, conocido ya en el siglo XIV como el Corral de los Naranjos -que con el tiem­po se convertiría, junto a las llamadas gra­das de la nueva catedral, en uno de los lu­gares de reunión del hampa sevillana-. Se trataba de un hermoso patio porticado al que se accedía desde el exterior por la Puerta del Perdón. También se mantuvo el alminar de la mezquita, una esbelta to­rre de base cuadrada y altura cercana al centenar de metros, que acabará por co­nocerse con el nombre de la Giralda.

Para el nuevo templo se trajeron gran­des cantidades de piedra de las canteras del Puerto de Santa María, que fue trans­portada hasta Sevilla en grandes gabarras por el Guadalquivir. Las obras se prolon­garían más de un siglo, ya que no conclui­rían hasta en 1506, si bien no fue inaugu­rada oficialmente hasta el año siguiente, por el luto decretado por la temprana e

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LA MONTAÑA HUECA

Page 60: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

Costado sur de la catedral de Sevilla, al que se adosaron, a partir del siglo XVI, capillas, sacristías y otras dependencias capitulares. El resultado es un impresionante conjunto monumental.

inesperada muerte de Felipe el Hermoso. El resultado fue un impresionante conjun­to monumental de planta cuadrada, en la que únicamente sobresale la llamada Ca­pilla Real de Carlos V una dependencia aneja, aunque vista desde el exterior pue­de confundirse con un ábside. Sus medi­das son 116 metros de longitud y 76 de anchura y, a pesar de esas dimensiones, visto desde su cabecera ofrece una sensa­ción de ligereza, producida por los piná­culos y arbotantes de su perfil gótico.

El interior es de cinco naves, más otras dos de capillas alojadas entre los contra­fuertes, y la altura de sus nervadas bóve­das hacen que los visitantes se sientan em­pequeñecidos. Su elevado cimborrio, de más de cuarenta metros de altura, se des­plomó en 1511, poco después de conclui­das las obras. Para levantar el nuevo, al­go menos elevado, se contrataron los ser­vicios de Gil de Hontañón, uno de los grandes arquitectos del Renacimiento,

CATEDRAL DE SANTA MARÍA DE SEVILLA

que respetó el modelo gótico de la obra. Bajo su nave principal se cobija un extraor­dinario coro, flanqueado por dos grandes órganos y una sillería; está rematada por la Capilla Mayor, cerrada por un retablo (el más grande del mundo), donde queda reflejado el poder de la mitra hispalense en el siglo XVI, cuando la ciudad era la ca­becera del comercio con las Indias y su ca­tedral era la iglesia de todos los templos de América. El retablo se encargó en 1553 al pintor Hernando de Esturmio, configu­rado por seis tableros de madera de bor­ne seca con un grosor de tres tablas. En el contrato quedó establecido un enorme programa iconográfico.

Theófile Gautier quedó impresionado cuando la vio en el siglo XIX: "Ni las pago­das indias más desenfrenadas y más mons­truosamente prodigiosas rivalizan con la catedral de Sevilla. Es una montaña hue­ca, un valle invertido. Notre-Dame se pa­searía con la cabeza alta por la nave cen­tral, que es de una elevación aterradora", señaló. La catedral hispalense es, como muchos de los grandes templos de la cris­tiandad, un mausoleo. Amén de las tum­bas de sus dignidades eclesiásticas, están los sepulcros del rey Fernando III y el de Cristóbal Colón, acompañado por la po­lémica acerca de los restos que contiene.

La pinacoteca catedralicia guarda más de medio millar de obras, que permiten recorrer la pintura desde el siglo XIV has­ta el XX: las representaciones góticas de la Virgen de la Antigua, Pedro de Campa­ña o Alejo Fernández, los grandes maes­tros de la escuela sevillana de los siglos XVI y XVII (Pacheco, Herrera el Viejo, Zur-barán o Murillo), o la obra de Goya de­dicada a las patronas de la ciudad, las san­tas Justa y Rufina. •

JOSÉ CALVO POYATO

EL ANTIGUO ALMINAR DE LA MEZQUITA

El antiguo alminar de la mezquita alja­

ma de Sevilla es uno de sus edificios más

representativos. Con sus 97 metros, fue una

de las construcciones más altas del mundo.

Está configurada por varios cuerpos que co­

rresponden a diferentes etapas arquitectóni­

cas. La primera, la almohade, es la más an­

tigua, mandada construir por Abu Yaqub

Yusuf, en 1184 y concluida por Alí de Ga-

mará en 1198. La base es de sillería, con ven­

tanas coronadas por arcos de herradura y po-

lilobulados, está decorada con paños de

sebka, de formas reticulares, que colaboran

La Giralda, con cuerpos que corresponden a distintas etapas arquitectónicas.

a la sensación de esbeltez. En su interior se

asciende por rampas en vez de escalera.

Ya en el siglo XVI, concluida la catedral,

se encomendó al arquitecto Hernán Ruiz

que añadiese un nuevo tramo, el cuerpo de

las campanas, para convertirlo en una torre

cristiana. El cabildo catedralicio encargó que

se rematase la obra con una escultura que re­

presentase la Fe. Fue concebida a modo de

veleta al que los sevillanos llamaron Giral-

dillo, por los giros que daba con el viento,

nombre que acabó por imponerse a toda la

torre, que pasó a conocerse como la Giralda.

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Page 61: La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía

DE ESPÍRITU NOBLE La nobleza y el clero dejaron en Úbeda y Baeza un museo al aire libre de la arquitectura de los siglos XV-XVII, hoy Patrimonio de la Humanidad

La Iglesia de Santa María de los Reales Alcázares, en Úbeda, forma parte del proyecto renacentista

Asentadas en la comarca de La Loma, estas dos localidades jie-nenses tienen una historia en común. Por ello, cuando fueron

declaradas Ciudades Patrimonio de la Hu­manidad por la UNESCO, el día 3 de ju­lio de 2003, lo hicieron bajo el epígrafe Dualidad urbana y unidad cultural.

Los primeros asentamientos se produ­cen durante la Edad del Cobre y conti­núan con la época íbero-romana y visigo­da. Sin embargo, es en la dominación ára­be cuando podemos hablar de verdade­ras ciudades, fundadas por Abd al-Rah-man II a mediados del siglo IX: Madinat Ubbadat al-Arab (Úbeda de los Árabes) y Madinat Bayyasa (Baeza), dependientes de la Cora de Jaén.

Estas medinas presentaban la típica tra­ma irregular y laberíntica, con la apertu­ra de varias vías radiales que comunica­

ban los principales accesos con su alcá­zar, en un escarpe rocoso en altura y con­trolando el valle del Guadalquivir. En es­ta trama urbana se localizan algunos espa­cios públicos como el zoco y en su case­río se disponen las distintas mezquitas de barrio. Ambas ciudades contaban con un circuito amurallado guarnecido con fuer­tes torreones, construido ya en época al-mohade, y reforzado en algunos tramos con una barbacana o muro de menor al­tura.

Reconquistadas efímeramente por Al­fonso VIII tras la Batalla de Navas de To-losa, Baeza es conquistada definitivamen­te en 1227 y Úbeda en 1234 por Fernan­do III el Santo. En este momento se pro­cede a la reorganización, restaurando la Diócesis de Baeza y dotando a ambas ciu­dades con el Fuero de Cuenca que otor­gaba una mayor autoridad a los concejos

trazado por el arquitecto Andrés Vandelvira.

y establecía una política de concesión de privilegios (repartimiento de tierras, exenciones fiscales...) encaminadas a atraer y fijar nueva población cristiana. A partir de entonces se procede a la re­paración de su sistema defensivo y a la or­ganización religiosa de las ciudades en pa­rroquias, construyéndose sus templos en estilo tardorrománico y gótico-mudejar; en este momento se instalan las primeras comunidades religiosas, cuyo número irá aumentando considerablemente en siglos venideros: franciscanos, mercedarios, tri­nitarios, clarisas, dominicos, carmelitas, jesuítas, hospitalarios...

Tras la conquista de Granada se inicia el verdadero auge económico de ambas ciudades, especialmente por la creciente producción agrícola y ganadera y el co­mercio de paños. Ello supuso la expan­sión urbanística de los arrabales -funda-

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4 CONJUNTOS DE ÚBEDA Y BAEZA

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Dos imágenes de Baeza: a la izquierda, Arco de Villalar y Puerta de Jaén, en la Plaza del Populo; a la derecha, escalera del Palacio de Jabalquinto.

mentalmente los de San Isidoro y San Ni­colás en Úbeda, o los de San Andrés y San Pablo en Baeza-, donde se localizan inte­resantes palacios y casas solariegas como la Casa de las Torres en Úbeda o el Pala­cio de Jabalquinto en Baeza. Sin embar­go, este crecimiento se ve empañado por las luchas nobiliarias que sufren ambas ciudades desde mediados del siglo XV En efecto, las disputas entre los Carvajal y los Benavides en Baeza, o la de los Cueva y los Molina en Úbeda tuvieron como con­secuencia el derribo, por orden de los Re­yes Católicos, de casi la totalidad de la muralla baezana, así como de las torres y murallas del alcázar ubetense.

En el caso de Úbeda, el derribo del al­

cázar conllevó uno de los proyectos ur­banísticos más interesantes del Renaci­miento español, dando origen a la plaza Vázquez de Molina. Presidida por la Sacra Capilla del Salvador -panteón funerario de don Francisco de los Cobos, secreta­rio imperial de Carlos V, este espacio abierto queda delimitado por otras cons­trucciones de fuerte impronta renacen­tista trazadas por Andrés de Vandelvira, como los palacios del Deán Ortega, de Juan Palacio Vázquez de Molina y del mar­qués de Mancera, además del Pósito y la Cárcel del Obispo, así como la Colegiata de Santa María de los Reales Alcázares. Si­tuado a las afueras de la ciudad, no debe­mos dejar de mencionar el soberbio Hos-

ARQUITECTO DEL RENACIMIENTO

No podemos hablar de Úbeda y Bae­

za sin tener en cuenta la personali­

dad de Andrés de Vandelvira, genial ar­

quitecto que auna el saber tradicional de

la estereotomía o trabajo en piedra y la tra-

tadística italiana del Renacimiento.

Nacido en Alcaraz (Albacete) hacia 1505

y formado con Francisco de Luna, sus pri­

meros trabajos los desarrolla en Alcaraz y

Uclés (Cuenca). Pronto se traslada a Vi-

llacarrillo (Jaén), donde se encarga de las

obras de su iglesia parroquial, aceptando al

poco tiempo las obras de la Sacra Capilla

del Salvador de Úbeda, iniciadas por Die­

go de Siloé. Este proyecto le abrirá las puer­

tas a muchos otros, como la Capilla Bena­

vides del Convento de San Francisco en

Baeza o la Capilla Mayor del convento do­

minico de La Guardia de Jaén, la reforma

de los castillos de Canena y Sabiote, los pa­

lacios del Deán Ortega, de Juan Vázquez

Palacio de las Cadenas, Úbeda.

de Molina o de Vela de los Cobos, las igle­

sias partoquiales de Huelma y Linares, el

Hospital de Santiago en Úbeda, la reforma

de la catedral de Baeza y muy especialmen­

te el diseño de la catedral de Jaén. Otra de

sus obras es el Palacio de las Cadenas.

Su obra, difundida por el tratado Libro

de tracas de cortes de piedra, escrito por su hi­

jo Alonso, tendrá gran repercusión en la

arquitectura española e iberoamericana

pital de Santiago, fundado por don Die­go de los Cobos, obispo de Jaén, e igual­mente trazado por Vandelvira.

La renovación de la catedral junto con la fundación de la universidad y del se­minario serán factores clave en el desa­rrollo de Baeza en el siglo XVI. Asimis­mo, hemos de tener en cuenta la presen­cia de la nobleza y, muy especialmente, de los estamentos del clero, quienes or­denan la construcción de numerosas ca­pillas, beateríos, hospitales y otros esta­blecimientos de beneficencia. En parale­lo se procede a la urbanización del Pa­seo, espacio porticado donde se celebra­rán las diversas actividades comerciales y festivas.

La crisis del siglo XVII afecta con du­reza a ambas, que inician su declive co­mo consecuencia de malos años agríco­las, epidemias e incremento de la presión fiscal que conllevan la reducción de su población. Será en el siglo siguiente cuan­do logren remontar gracias al desarrollo de la actividad agropecuaria y artesanal. La invasión napoleónica y las posteriores desamortizaciones eclesiásticas tienen co­mo resultado la ruina de numerosos con­ventos y otras instituciones religiosas, así como el cierre de muchas de sus parro­quias; en Baeza el golpe de gracia vendrá con el cese definitivo de su universidad en 1824.

A finales del siglo XIX y comienzos del XX se aprecian intentos de renovación, con la creación de nuevos espacios de ocio y zonas de paseo. En este momento se procede a la refachadización y renova­ción constructiva de los ejes viarios más importantes, haciendo su aparición la ca­sa urbana de varios pisos que moderniza la imagen de la ciudad. •

JUAN MANUEL ALMANSA

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ESPLENDOR IMPERIAL Fundada en principio como base militar, Itálica se convirtió en una importante ciudad hispana, cuyas élites adquirieron un enorme peso político en Roma

Anfiteatro de Itálica, Sevilla. Uno de los más grandes del Imperio, con capacidad para 25.000 personas, fue construido en época de Adriano.

La expulsión de los cartagineses de la Turdetania (Tartessos) supuso uno de los grandes hitos romanos hacia la victoria en la Segunda

Guerra Púnica. Publio Cornelio Escipión, quien fuera enviado a esta provincia de Occidente con cargo de cónsul, marcha­ba victorioso hacia Roma tras lograr em­pujar al enemigo y evitar al Senado la preocupación de los movimientos carta­gineses desde Hispania.

Según cuenta Apiano en su Historia ro­mana, en el año 206 a.C, poco antes de iniciar el retorno a la capital de la Repú­blica, Escipión creó una entidad de pobla­ción en las estribaciones de Sierra More­na, cerca de un pequeño asentamiento ibérico, para acoger a los soldados heri­dos que retrasaban su marcha: Itálica. Es­te núcleo urbano, habitado por veteranos de origen italiano que le dieron nombre, es la primera ciudad hispana fundada por cives romani (ciudadanos romanos). La intención de Escipión era también la de consolidar la presencia militar romana en

ANFITEATRO DE ITÁLICA la zona mediante un enclave estratégico. A la postre, Itálica fue una de las razones para que los romanos continuaran en His­pania, pues resultaba una base con solda­dos curtidos en la batalla que podían ser­vir como reserva.

No se tienen noticias de otras fundacio­nes en la Península en los siguientes 35 años, y la propia Itálica apenas aumentó hasta casi 400 años después. Que su ca­rácter seguirá siendo eminentemente mi­litar durante siglos lo demuestra el que la ciudad no consiguiera ningún estatuto ju­rídico formal hasta César Augusto, en el último tercio del siglo I a.C, cuando reci­be la condición de municipio. Este privi­legio comporta cierta autonomía y leyes propias. Itálica dispondrá, además, de una ceca, donde acuñará su propia moneda de bronce y, más tarde, de plata.

En época de Augusto se produce tam­bién el primer desarrollo urbanístico de la ciudad. De entre sus edificios públicos destaca el teatro, descubierto bajo un ca­serío en 1937, cuya primera construcción,

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ITÁLICA 5

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Mosaico de las ruinas de Itálica, perteneciente a una de las más de cincuenta villas señoriales con que contaba la ciudad. Disponía de alcantarillado, termas y un gimnasio de 40.000 metros cuadrados. Sus calles tenían hasta ocho metros de anchura, con aceras porticadas.

de hormigón, parece coincidir con el co­mienzo de la dinastía julio-claudia, aun­que en sus excavaciones desde 1970 se aprecia una posterior remodelación de la­drillo en la segunda mitad del siglo I.

Durante el siglo II, coincidiendo con el período de mayor estabilidad política y de máxima expansión territorial, se alcanza una situación de equiparación efectiva en­tre las distintas provincias del Imperio. La prueba más evidente es la implantación por Nerva del sistema adoptivo que con­duce al trono imperial a Marco Ulpio Tra-jano (98-117) y a su sucesor, Publio Elio Adriano (117-138), ambos italicenses: el primero, de nacimiento, y el segundo, aún se discute si de nacimiento o de adopción. Itálica no sólo es una importante ciudad hispana, sino que sus élites tienen un de­cisivo peso político en la capital.

Aunque durante el mandato de Trajano se realizan algunas obras importantes en su ciudad natal, como unas termas cerca­

nas al teatro, nada resulta comparable a la extraordinaria remodelación que sufre la ciudad durante la época de Adriano: ser­vicio de alcantarillado, grandes edificios públicos, un nuevo foro, uno de los anfi­teatros más grandes del Imperio (con ca­pacidad para 25.000 personas), mejoras de caliza y mármoles polícromos para el antiguo teatro, así como un nuevo con­junto de termas y gimnasio de más de 40.000 metros cuadrados. El trazado de la ciudad imita el mejor estilo helenístico y crece hasta ocupar todo el espacio entre la antigua ciudad y el nuevo anfiteatro, con más de cincuenta villas, de las que se conservan extraordinarios suelos de mo­saico, con calles de hasta ocho metros de anchura provistas de aceras porticadas con fuentes públicas abastecidas por po­zos que recibían el agua mediante un acueducto de 37 kilómetros que conecta­ba esta ciudad con la de Tejada, en la ac­tual provincia de Huelva. Tanto derroche

no podría explicarse sino como homena­je a la figura divinizada de Trajano, a quien parecen haberse dedicado muchos san­tuarios descubiertos en las excavaciones.

Bajo su auspicio, los habitantes de Itá­lica solicitaron a Roma convertirse en co­lonia y crear unas instituciones propias a imagen de las de Roma, lo que al final con­siguieron y rebautizaron la ciudad con el nombre de colonia Aelia Augusta Itálica.

Como si se tratase de una señal premo­nitoria del cercano ocaso del Imperio, po­co después de su engrandecimiento, los edificios de la nueva ciudad de Itálica co­menzaron a desmoronarse como un cas­tillo de naipes. Parece ser que el material sobre el que se construyeron los cimien­tos eran arcillas que se desplazaron y pro­dujeron grietas en los edificios. En menos de cien años fue abandonada la mayor parte de las grandiosas villas señoriales, que pasaron a ser habitadas de forma co­lectiva. Al deterioro de la ciudad se suma­ron, desde finales del siglo II, los daños que por toda la Bética provocaron las in­vasiones de las tribus mauras (moras) del norte de África, que se intentaron paliar mediante la construcción de una muralla. Al término del siglo III, Itálica estaba com­pletamente deteriorada, aunque la situa­ción empeoró todavía más a raíz de las graves inundaciones que sufrió en el si­glo IV por el desbordamiento del Betis.

Mientras la ciudad residencial de Itá­lica languidecía, la cercana Híspalis se con­vertía en uno de los más importantes cen­tros económicos del Imperio. Sobre las ruinas de la ciudad vieja pervive ahora la localidad sevillana de Santiponce, que mi­ra hacia su pasado junto al poeta Rodrigo Caro: "Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora/campos de soledad, mustio colla­do/fueron un tiempo Itálica famosa".

ENRIQIE GARCÍA BALLESTEROS

LA PATRIA DE ADRIANO Y TRAJANO

De entre los ilustres hijos de Itálica des­

tacan los emperadores Trajano y

Adriano. A pesar de que varias fuentes se

contradicen, parece aceptado que tanto Tra­

jano (53-117) como su familia, los Ulpios,

son originarios de esta ciudad. A sus do­

tes políticas hay que sumar sus hazañas mi­

litares, como la conquista de la Dacia y la

derrota de los partos, ante quienes perdió

la vida. Le sucedió Adriano (76-138), su

sobrino adoptivo. Aunque su nacimiento

en Itálica resulta más incierto, sí que pare- Estatua del emperador Trajano divinizado.

ce claro que pasó en esta ciudad una impor­

tante parte de su infancia y juventud, y que

su familia, los Elios, eran influyentes terra­

tenientes hispanos cuya presencia en la Bé­

tica se remontaba al siglo III a.C. La ma­

yor preocupación de Adriano al frente del

Imperio fue la consolidación de las fron­

teras, para lo cual construyó un gran sis­

tema de fortificaciones y se dedicó a man­

tener el statu quo mientras disfrutaba de al­

guna de sus muchas aficiones culturales,

como era la poesía.

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Una economía con puntos flacos Andalucía se encuentra en una etapa de auge que, sin embargo, parece tener los pies de barro. En los últimos seis años, se han creado 825.000 empleos, pero la productividad se ha estancado, lo que indica un deterioro de la competitividad. Las ocho provincias son unas de las de menor ahorro de España y el presupuesto público es un 4,5% superior. Su economía vive por encima de sus posibilidades

Andalucía ha experimentado en los úl­timos veinticinco años un progreso

considerable. El dato más revelador es que el PIB por habitante ha aumentado cerca del 87,4% entre 1981 y 2006. Pe­ro no sólo ha aumentado la renta, sino que su distribución ha mejorado, tanto perso­nal como terrltorialmente, y otros múlti­ples indicadores expresan la Importante

transformación social y económica de An­dalucía: la educación, la sanidad, los equi­pamientos sociales y las infraestructuras. Todas estas transformaciones no son pri­vativas de Andalucía, sino que se en­cuentran generalizadas por la geografía española, pero quizás el hecho de partir de una situación de subdesarrollo relati­vo y que de sus efectos se haya benefi­

ciado buena parte de la población ha pro­piciado que la percepción social del cam­bio sea más intensa que en otras comu­nidades españolas, y ello a pesar de que Andalucía sigue estando a la cola de las comunidades autónomas en renta por ha­bitante, superando sólo a Extremadura.

En los años más recientes, y después de la profunda recesión de 1993, la eco-

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nomía andaluza inició una recuperación sostenida hasta la actualidad, con un cre­cimiento menos intenso que España en la segunda mitad de los noventa, pero desde el año 2000 el PIB andaluz ha ve­nido creciendo a una media del 4% anual (la segunda Comunidad de mayor cre­cimiento, tras Murcia), lo que le ha per­mitido pasar del 13,3% del PIB español en 1999 al 13,9% en 2006.

¿Crecimiento con pies de barro? Este mayor crecimiento del PIB y el me­nor crecimiento demográfico de Andalu­cía en los últimos años han permitido un proceso de convergencia, pasando de re­presentar el 73,2% del PIB per cápita medio español en 1999 al 77,7% en 2006. Aunque al ritmo de convergencia de los últimos siete años se necesitarían 35 años para alcanzar la media españo­la, y al habido desde la integración en la Unión Europea (un 0 ,1% anual) nada menos que 186 años.

Pero más satisfacción aún produce el

En lo que va de siglo, el número de empresas creció en la región el 35,3% (26% en el resto

de España). Pese a ello, hay una gran presencia de lo público en la economía, justificada por su

débil actitud emprendedora. En la imagen, Palacio de Ferias y Congresos de Málaga.

comportamiento del empleo, con un au­mento de 825.000 ocupados entre 2000 y 2006, creándose en dicho período el 19,5% del empleo español. Como con­secuencia de ello, el desempleo, la lacra andaluza de las últimas décadas, se ha reducido sensiblemente, aunque todavía la tasa de paro se situaba en el 12,2% de la población activa a final de 2006.

Otros indicadores económicos, como la creación de empresas (desde 1999 hasta 2006 el número de empresas en Andalucía creció un 35,4% frente al 26% en España), ratifican el dinamismo eco­nómico reciente, lo que es motivo de sa­tisfacción para los gobernantes y, en ge­neral, propicia una fase de optimismo en la sociedad andaluza.

Sin embargo, de forma semejante a co­mo ocurre en España, pero algo más acentuadamente, las bases sobre las que

se asienta el crecimiento reciente no son suficientemente consistente para abor­dar el futuro económico con optimismo. Tal afirmación puede derivarse del análi­sis de la economía andaluza desde la perspectiva de la demanda agregada, de la oferta, de los factores de producción o del comercio con el resto del mundo.

Aquí se gasta demasiado Una de las características de la economía andaluza es la elevada propensión al con­sumo, la más elevada de toda España: el 92,9% de la renta frente al 87,5% de media en España. La elevada propensión al consumo es consecuencia de la baja renta relativa, pero también de un estilo de vida poco frugal, que ha hecho au­mentar en los años recientes el consumo privado de forma notable, favorecido por los bajos tipos de interés, el fuerte creci­miento del empleo y la renta y el efecto ri­queza, provocando un elevado endeuda­miento. También el consumo público es notable, soportado en un presupuesto au-

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En materia de inversión, destaca el desmesurado peso de la construcción y la escasa inversión productiva, en su mayor parte de origen público. Obra nueva en La Línea de la Concepción, Cádiz.

tonómico que representaba el 19,5% del PIB frente al 14,7% para el conjunto de las comunidades autónomas.

El elevado nivel de consumo tiene co­mo consecuencia la escasa entidad del ahorro regional (las ocho provincias an­daluzas se encuentran entre la de menor tasa de ahorro de España), lo que con­diciona la capacidad de inversión interna, que sigue siendo notablemente inferior en términos por habitante (4.083 € en An­dalucía frente a 5.555 € en España), y pi­vote más intensamente en la inversión pú­blica. Pero lo más notable de la inversión en Andalucía es el desmesurado peso de

la inversión en construcción y la escasa entidad de la inversión productiva. Como consecuencia de todas las consideracio­nes anteriores, la demanda interna supe­ra ampliamente a la producción; es decir, que la economía andaluza vive muy por encima de sus posibilidades. En conse­cuencia, es necesario acudir a la finan­ciación externa para financiar tanto el con­sumo como la inversión. De forma semejante al conjunto de Es­paña, pero más intensamente, el cre­cimiento de los últimos años se ha so­portado en un fuerte aumento del em­pleo, mientras que se ha producido un

El gasto en l+D es muy inferior a la media española (investigadora de CIESOL, Almería).

estancamiento de la productividad. La disminución de la productividad relati­va, junto al mantenimiento de la infla­ción en niveles superiores a nuestro en­torno y un crecimiento diferencial de los costes laborales, implica un deterioro de la competitividad, lo que condicionará el futuro desenvolvimiento de la econo­mía andaluza.

Más empleo, pero poca producción Además, el estancamiento de la produc­tividad está poniendo de manifiesto que, o bien se produce menos eficientemen­te, o bien se está desplazando la estruc­tura productiva hacia actividades más in­tensivas en empleo poco cualificado y menores requerimientos de capital. Es esto segundo lo que parece que ha ocu­rrido como se desprende de la evolución de la estructura productiva, en la que destaca en los últimos años el fuerte cre­cimiento del sector de la construcción y de las actividades inmobiliarias y de los servicios personales, propiciando una es­tructura productiva como la del gráfico adjunto (pág. 72), donde destaca la hi­pertrofia del sector de la construcción res­pecto a España y la UE, así como de la agricultura y los servicios de no merca­do. Un mayor nivel de desagregación per­mite precisar que la economía andaluza está especializada en servicios públicos, mercancías y servicios para el mercado

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El déficit comercial de la Comunidad incluye las actividades turísticas y supone aproximadamente el 11% del PIB. Se deriva del elevado saldo negativo del comercio de bienes y servicios con el resto de España. En la imagen Puerto Marina, el puerto deportivo de Benalmádena (Málaga).

interior, productos primarios o con es­caso grado de elaboración para la ex­portación, y servicios turísticos. Por el contrario, las subespecializaciones más notables son las actividades industriales con elevado contenido tecnológico y los servicios avanzados. Entre los factores más determinantes en el presente para el progreso económico y social merecen destacarse la capitali­zación, la tecnología, la base empresarial y los recursos humanos.

En relación con la capitalización, como se ha señalado, la inversión en Andalu­cía es reducida en términos relativos, de­rivado de la escasa generación de aho­rro. En consecuencia, el stock de capital por habitante es inferior a la media es­pañola (75,2%), aunque en su distribu­ción existen notables divergencias, ya que el capital público por habitante es más

Las inversiones de capital público español y de la Unión Europea han posibilitado la conservación y mejora de espacios naturales, como éste de la Sierra de Cazorla (Mirador de Miralbueno), en Jaén.

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La estructura productiva de la agricultura en Andalucía sigue teniendo más peso que en el resto de España (véase tabla inferior). Pero en los últimos veinticinco años la distribución de la renta ha mejorado, tanto personal como territorialmente.

cercano a la media española, mientras que el stock de capital privado produc­tivo es notablemente Inferior a la media española (72,7%).

Pero son los Indicadores de innovación y desarrollo tecnológico los que más ale­jan a Andalucía de los valores medios de nuestro entorno. Así, el gasto total en l+D sólo alcanza el 0,84% del PIB, valor in­feriora la media española (1,13%) y muy por debajo de los países más desarro­llados. Además, este gasto está muy con­centrado en el ámbito de la Investigación

pública, mientras que en los países de­sarrollados tiene mayor peso la investi­gación en las empresas, lo que implica mayor vinculación de la producción con la Investigación.

Otros Indicadores tecnológicos, como las patentes (8,8% de las solicitudes en España) o la producción de manufacturas y servicios de alta tecnología, guardan co­rrespondencia con el esfuerzo investiga­dor, situando a Andalucía en un lugar re­zagado entre las comunidades españolas.

En cuanto a los recursos humanos, el

aumento de titulados en los diferentes ni­veles de formación en los últimos veinte años ha sido notable. Pero existen indi­cios de que la calidad de la formación no siempre es la adecuada, como lo ponen de manifiesto diversas encuestas, el dé­ficit de técnicos cualificados y la escasa presencia de graduados andaluces en la élite científica, tecnológica y directiva es­pañola y mundial.

Muchas empresas pequeñas Finalmente, el número de empresas en Andalucía es relativamente reducido (6,13 empresas por 1.000 habitantes, frente a 7,15 de media en España), aun­que en los últimos años ha aumentado de forma notable. Entre las empresas predominan las de pequeña dimensión (el 90 ,1% tienen menos de 6 trabaja­dores) y es reducido el número de gran­des empresas (sólo 376 entre las 5.000 mayores de España, el 6,5%), la mayo­ría de las cuales no tienen base regio­nal, sino que sólo disponen de instala­ciones en Andalucía: es en sus casas matrices donde se realizan las tareas empresariales más cualificadas (l+D, planificación estratégica, ingeniería, di­seño, etcétera).

No obstante, se va incorporando una nueva clase empresarial más Innovado­ra y existen núcleos espaciales con ele-

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La mejora en los equipamientos, infraestructuras y servicios supone una transformación social y económica y se refleja también en las instalaciones y ofertas turísticas y deportivas. En la fotografía, un grupo de aficionados practica windsurf en las playas de Tarifa, Cádiz.

vado dinamismo económico y empre­sarial, aunque no constituyen casos ge­neralizados y no llegan a alcanzar una masa crítica suficiente para que sus ex­ternalidades venzan las inercias tradi­cionales.

Muy débil para competir Según la Dirección General de Aduanas, el saldo comercial de Andalucía con el extranjero en 2005 fue de -3.275 millo­nes de euros (2,6% del PIB). Sin em­bargo, aunque se utiliza con frecuencia, este saldo no expresa la realidad del co­mercio exterior de Andalucía, porque no recoge las relaciones comerciales con el resto de España -lo que constituye la par­te fundamental de su comercio con el resto del mundo-, y no se consignan to­das las importaciones y exportaciones del/con el resto del mundo que son rea­lizadas por otros agentes residentes en otras zonas del país.

Ante estas limitaciones debemos to­mar otras fuentes de información para aproximarnos al flujo comercial exterior de Andalucía, incluido el resto de Espa­ña: según las tablas input-output de An­dalucía del año 2000, tanto el saldo de mercancías como el de servicios eran ne­gativos: un déficit comercial (incluidas las actividades turísticas) que venía a sig­nificar el 11,7% del PIB, y que se deri­

va especialmente del elevado saldo ne­gativo del comercio de bienes y servicios con el resto de España.

Este elevado déficit comercial es una clara manifestación de las debilidades competitivas de la economía andaluza. Los mecanismos de compensación de es­te alto y permanente déficit se alcanzan a través las transferencias públicas y de otros flujos financieros privados. En rela­ción con el primer mecanismo, las trans­ferencias anuales medias recibidas de la UE equivalen al 3,1% del PIB, y en cuan­to a las del resto de España existen múl­tiples estimaciones sobre las balanzas fis­cales con dispares resultados, aunque coinciden en el carácter positivo y eleva­do del saldo a favor de Andalucía.

En relación con los flujos financieros privados, se desconoce su cuantía por la diversidad de productos y operacio­nes financieras, pero es indicativo que los depósitos en las entidades bancarias andaluzas sólo cubran el 55,7% de los créditos, lo que corrobora la necesidad de financiación externa de la economía andaluza.

El sector público regional tiene un ele­vado protagonismo en la economía, sien­do el empleo público significativamente mayor que en España (tanto en relación al total de ocupados como a los habitan­tes), mientras que las inversiones públi­

cas en relación a la población son infe­riores. La elevada presencia de lo públi­co en la vida económica y social andalu­za ha venido justificada por la necesidad de estímulo ante la débil actitud empren­dedora. Es posible que en el pasado ha­ya jugado un papel de estímulo, pero en el presente se va ampliando la coinci­dencia de su exceso y sus externalidades negativas.

Buen presente, futuro incierto En conclusión, la economía andaluza es­tá viviendo una etapa de auge en la tran­sición entre dos siglos, que le está per­mitiendo mejorar su posición relativa en España y Europa, pero las bases sobre las que se ha asentado la expansión recien­te parecen frágiles y no preparadas para afrontar los retos del futuro, entre los que se pueden señalar el agotamiento del ci­clo de la construcción (que ha propiciado un elevado aumento del empleo y de la renta), la subida de tipos de interés (que ha permitido financiar el elevado consu­mo y la inversión inmobiliaria) o la dismi­nución de las transferencias exteriores (que ha completado la capacidad de de­manda andaluza por encima de la gene­ración de rentas de su economía). •

FRANCISCO J. FERRARO

CATEDRÁTICO DE ECONOMÍA

UNIVERSIDAD DE SEVILLA

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Nadie suponía que Manuel Chaves, tildado de gris y aburrido, iba a ser presidente de Andalucía cinco legislaturas seguidas, dos de ellas con mayoría absoluta. Tras 17 años de gestión, la Comunidad adolece de economía sumergida y la Administración, de amiguismo. Pero él sigue fuerte: habilidad no le falta

E l último dinosaurio, el último icono de la vieja guardia socialista, el último su­

perviviente del Clan de la Tortilla... A Ma­nuel Chaves lo han llamado de todo: in­cluso hombre bueno con cara de hombre bueno, como lo definió su amigo Felipe González. De él ya se decía en aquellos años que era gris y que aburría a las ove­jas. "Chaves -escribía un avisado perio­dista, Paco Correal- se sabe de memo­ria los kilómetros de autopista, el núme­ro de transplantes de córnea, la dotación de bomberos de Cortegana, el coste de la red hídrica...". Ignorábamos entonces que Manuel Chaves iba a conseguir, que has­ta las ovejas le dieran su voto.

En Andalucía, primera cantera electo­ral del PSOE, cuidada con celo por él y por Gaspar Zarrias -la más eficaz, ubicua y férrea mano derecha que haya tenido nunca presidente alguno-, la distancia en­tre el PSOE y el PP se incrementó el pa­sado 27 de mayo en 42.000 votos. En las últimas autonómicas, las quintas a las que concurría, Chaves no sólo batió su propio récord, en escaños y sufragios, sino que logró su segunda mayoría absoluta y 824.000 votos más que su inmediato se­guidor, Javier Arenas.

ZP frena en Despeñaperros Con Chaves no ha podido nadie, hasta la fecha. Ni Javier Arenas, uno de los diri­gentes más experimentados, inteligentes y combativos del Partido Popular. Ni Ju­lio Anguita, el legendario califa comunis­ta, que se dejó muchas plumas en su fa­llida pinza con el PP. Ni los andalucistas Rojas Marcos y Pedro Pacheco. Tampo­co los guerristas, con quienes desde 1992, cuando abrazó la causa del felipis-mo, ha tenido tantos encuentros como de­sencuentros. Nada que hacer. Mientras otros se van para siempre -Ibarra, Bono, el propio González, Alfonso Guerra-, ahí sigue Chaves. Los afanes rejuvenecedo-res de ZP se frenan en seco al llegar a

Despeñaperros. Andalucía es intocable y su presidente no sólo preside la Comu­nidad sino también, desde hace siete años, el partido. Es, con Rubalcaba, el úl­timo superviviente de una generación. Es­tuvo en la foto fundacional del actual PSOE (aquella de la tortilla sacada en una merienda donde comieron de todo, me­nos tortilla); y en el sindicalismo de la Tran­sición, como dirigente de UGT; y en las Cortes Constituyentes, como diputado; y en un gobierno de Felipe González, como ministro de Trabajo (no le lució: cayó so­bre sus hombros la huelga general del 14-D y salió del ministerio "con sensación de alivio"). Guerra y González lo obligaron a bajara Andalucía en 1990. Ahí sigue. El único político de la Transición con mando en plaza. Y tiene 11 años menos de los

que tenía Pujol cuando abandonó el po­der y 22 menos que Manuel Fraga cuan­do lo abandonó. ¿Un caso de extraordinaria medianía, co­mo el de Narcís Serra, o de carismática grisura, como el de José María Aznar? Puede ser. Chaves se parece a ese veci­no de abajo con quien sueñan los exper­tos en marketing. Es la viva muestra de que ya no hay carismas: que el "carisma son los votos", como decía Aznar antes de llegar a la Moncloa, aunque luego se vie­ra a sí mismo como superhéroe de la po­lítica mundial. Pero eso que suele ocu­rrir en la Moncloa no ha ocurrido en San Telmo, el palacio donde Chaves tiene su despacho. A Chaves aún no se la ha su­bido el poder a la cabeza, esa cabeza sin­gularmente troquelada, que sus críticos comparaban con el escudo del Barca. Ya no. Ya nadie hace bromas dañinas con

el presidente de Andalucía, que se ha ga­nado el cargo día a día. Ya nadie se to­ma a broma su cabeza, aunque en las chi­rigotas gaditanas le guarden un lugar de honor cada año, no lejos del que ocupa Teo Martínez, la alcaldesa. Señal segura de su popularidad, que él maneja sin complejos ni estridencias.

Se mueve bien entre dos aguas Tampoco es estridente cuando participa en los grandes debates políticos, en los que siempre demuestra su capacidad de adaptación al rumbo de los vientos y al signo de los tiempos. Lo mismo habla de "el Gobierno de la Nación", refiriéndose al de España, que se permite hablar de la "realidad nacional" en el nuevo estatuto de Andalucía; lo mismo reprime pater­

nalmente a "la derecha" -siempre habla de "la derecha", sin más, cuando habla del PP- que reclama como irrenuncia-ble el control de las aguas del Guadal­quivir. Sus declaraciones sobre los gran­des asuntos de Estado nunca provocan enormes titulares, como las de Ibarra o las de Bono. Pero ahí está, calando cual llu­via fina, su filosofía autonómica, tan prag­mática como simple: "Conseguir para An­dalucía lo máximo y nunca menos que otras".

Nació en Ceuta, en 1945, y estudio De­recho en Sevilla, donde presentó su te­sis doctoral: El accidente de trabajo por acto de tercero. En 1968 entró en la UGT y en el PSOE, donde siempre ha hecho uso de su carácter conciliador y discre­to; tan conciliador que a veces parece dé­bil; tan discreto que, como se decía de Mi­guel Roca, "si te lo encuentras en una es-

De carácter conciliador y discreto, destaca por adaptarse en cada ocasión al rumbo de los vientos y por nadar con soltura en los ríos revueltos

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MANUEL CHAVES / Presidente de Andalucía

El carisma gris

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calera no sabes si sube o baja". Nadó en­tre las aguas del guerrismo y el felipismo, cuando bajaban turbias, y todos recurrie­ron a él en los momentos más difíciles. Llegó a presidente del PSOE en uno de esos momentos: tras la caída de Joaquín Almunia, organizó aquel Congreso, el 35°, que le dio el liderazgo a Zapatero...

Una gestión con puntos negros Al cabo de 17 años, su gestión presenta numerosos puntos negros. En Andalucía hay bolsas de miseria, de economía su­mergida, de inmigración incontrolada. La corrupción es enfermedad endémica del litoral, el paro es enfermedad terminal de algunas comarcas y el amiguismo es en­fermedad crónica de la Administración Pública. Hay provincias pujantes, como la de Almería, pero hay otras, como la de Cádiz, que no levantan cabeza y donde no se advierte otra política económica que la subvención y el subsidio.

Andalucía, según escribió Alvaro Sán­chez León, "es un barco que hace aguas por mucho sitios". Si los andaluces se sienten cómodos en ese barco y con ese timonel, que nunca da virajes bruscos, se­rá "porque ha puesto piscinas en todos los pueblos y no veas lo que se agrade­ce eso, con la calor". O porque la Sanidad no tiene nada que envidiara la de nin­guna otra comunidad. O porque hay más universitarios que nunca (el IDH, índice de Desarrollo Humano, es muy alto y eso lo saben los empresarios, que mantienen con la Junta una excelente relación). Pe­ro hay clientelismo, hay amiguismo, hay control de la información y desde las ins­tituciones se confunde la cultura con el

folclore, cuando no se exagera, con el me­jor estilo de los peores nacionalismos, los más dudosos rasgos identitarios.

En algunos aspectos la economía an­daluza parece cogida con alfileres. Sevi­lla, la capital, se ha convertido en un ma­motreto burocrático y centralista, con tan­to ajetreo como escasa productividad, y a este paso puede quedarse fuera del ma­pa económico europeo. La agricultura de temprano, que tanta riqueza ha genera­do en las últimas décadas, es tan poco respetuosa con los recursos naturales co­mo la construcción. La agricultura tradi­cional es esclava de los vaivenes euro­peos, lo que permite augurar grandes su­frimientos en los próximos años.

El turismo se está anquilosando, cuan­

do no convirtiendo en mera actividad au­xiliar de la especulación urbanística; se han diseñado bellas campañas de pro­moción, pero otras comunidades, como Cataluña, han sido más eficaces en la cap­tación de clientes. Las carencias de las comunicaciones son notables. La Junta no terminó la Autovía del 92 hasta diez años después, pero desde mucho antes está pagando, con fallos y roturas, las pri­sas en su construcción. Almería, una de las provincias que más contribuyen al PIB nacional, debe mirar hacia Murcia para superar su aislamiento: la han dejado fue­ra del mapa ferroviario de alta velocidad

y el viaje por carretera desde su capital hasta la de Málaga, 205 kilómetros, dura tres horas. De las comunicaciones aéreas, caras e ineficaces, mejor no hablar. Del victimismo y del agravio comparativo co­mo disfraz de los errores propios, tampo­co. Y de la tendencia del PSOE andaluz a actuar como un movimiento, con ten­táculos en todas partes, mejor callarse.

Pero Chaves sigue contando con el vo­to de los andaluces. Será porque no gri­ta, como los políticos al uso. Será porque sus rivales lo hacen peor. Será por­que cuando le sale malo un colaborador se lo quita sin pestañear. Será porque ha­bla de cosas cercanas: esos hospitales, esos transplantes, esos bomberos. "Será porque hago gimnasia todas las maña­

nas", dice él cuando le preguntan por el secreto de su supervivencia. No sólo ha­ce gimnasia: corre cada día ocho kilóme­tros. Su otra pasión conocida es el cine. Le gustaría ser el Humprey Bogart de Ca-sablanca, pero conoce sus limitaciones: sabe que uno de sus mayores méritos es parecerse al muñeco del guiñol de Ca­nal Plus y, a la hora de identificarse con un personaje del cine, elige "a John Wayne, en El hombre tranquilo". Le gus­ta el cine pero aún más, de largo, le gus­ta la política. O sea, que los andaluces tie­nen hombre tranquilo para rato. •

CARLOS SANTOS

Hay notables carencias en las comunicaciones: roturas en la Autovía del 92, acabada diez años después, la exclusión de Almería del ferrocarril de alta velocidad...

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Desde Andalucía para la Humanidad

Velázquez, Zurbarán, Murillo, Romero de Torres, Picasso... y otros muchos más. Andalucía, cruce de culturas, es tierra de pintores universales, de grandes artistas tocados por el don de la genialidad

Andalucía es tierra de pinto­res universales, hombres to­cados por el don de la genia­lidad. Esta tierra, cruce de culturas, se ha visto desde el origen de los tiempos impreg­nada del espíritu artístico de sus primeros pobladores. El anonimato de los artífices de las más antiguas representa­ciones pictóricas no devalúan la calidad de los repertorios que se suceden en el devenir histórico: las realizaciones al-fonsinas o las pinturas nazari-tas de la Alhambra en etapa medieval; la mudejarización posterior a la conquista cris­

tiana del territorio o la influen­cia norteña e italianizante del gótico internacional; y en la Edad Moderna, aún en el mo­mento de irrupción del Rena­cimiento en el panorama pie-

de la existencia de una es­cuela pictórica regional. Sevi­lla, Granada, Córdoba o Jaén harán brillar la actuación de pintores en talleres y entornos culturales y artísticos; en este

La sobredimensión artística de Velázquez está por encima de cualquier escuela, sea sevillana o madrileña

tórico andaluz, se irá cimen­tando la imagen de lo que constituirá en un futuro el gran foco sevillano, aunque todavía no podemos hablar

contexto hay que citar a per­sonalidades señeras como Alejo Fernández, Hernando Esturmio, Luis de Vargas, Pe­dro de Campaña, Pablo Cés-

Vieja friendo huevos, de Velázquez, 1618, Edimburgo, National Gallery of Scotland.

pedes, Pedro Machuca o Pe­dro de Raxis. Artistas que abarcan el final de una etapa caracterizada por el eclecti­cismo y que, ya en pleno si­glo XVI, implantarán el ideal estético renacentista. Se po­nen en este momento las ba­ses de lo que será la creación de la imagen universal de la estética pictórica andaluza.

El naturalismo barroco El legado flamenco y la ci­mentación del clasicismo de­jará ahora paso a esa inva­sión del naturalismo, todo ello en convivencia con Trento y la Contrarreforma. Nos ofrece un panorama en el que se enmarcan maestros de transi­ción como Francisco Pache­co, Juan de Roelas o Herrera el Viejo, que contribuirán a la formación de los grandes maestros del Siglo de Oro, a lo que contribuye la gran cul­tura barroca andaluza. Al alto nivel cualitativo de los pinto­res andaluces, hay que unir su capacidad para evolucio­nar del manierismo clasicista a la estética plenamente ba­rroca, caracterizada, en terri­torio andaluz, por una temáti­ca religiosa, mientras que las representaciones profanas y mitológicas quedan en un ni­vel de presencia mínimo. El retrato y el bodegón tuvieron más cabida que las escenas de carácter costumbrista. La finalidad de la pintura del período es ser respuesta a la necesidad didáctica y morali-zadora que se impondrán los artistas y que perseguirá im-

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Las señoritas de Avignon, de Pablo Picasso, 1907, Nueva York, Museum of Modern Art

presionar al espectador, des­pertar su compasión. Son va­rios los hechos históricos que provocan esta exaltación es­piritual; todo gravita alrededor de la Contrarreforma católica, y uno de los temas clave para la comprensión de la cultura barroca andaluza, el culto a la Inmaculada Concepción, se difundirá como icono de integridad política y religiosa. La estética barroca como constante de lo andaluz en el arte es una realidad que al­

canza a la generalidad del mundo hispano, traspasando las fronteras al otro extremo del océano. Respecto al Barroco pictóri­co, etapa de luces y sombras en Andalucía, partimos de una referencia al proceso de transición del manierismo al naturalismo, con la genera­ción de los maestros de 1560 y pintores tan significativos como Roelas o Francisco de Herrera. En este contexto destaca la figura de Fray

Juan Sánchez Cotán, toleda­no asceta y místico, que reali­zará la mayor parte de su obra durante su estancia en la Cartuja granadina, con aportaciones como los origi­nales bodegones tenebristas, que irrumpen en la escena pictórica con anterioridad al influjo de Caravaggio en la es­tética andaluza. Su manera peculiar de observación de la naturaleza y el realismo del tratamiento convierten obras como el Bodegón del cardo

en ejemplos de perfección pictórica y sobria elegancia. A esta etapa sucederá el pe­ríodo de triunfo naturalista, con grandes genios y obras maestras que constituirán una de las grandes aportacio­nes españolas al ámbito uni­versal, como Zurbarán, Ve-lázquez, Murillo o Valdés Leal, y alcanzando al ámbito gra­nadino, la figura de Alonso Cano. Cada uno con un indi­vidualismo que marcará la época y que tendrá continui-

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Los diez primeros sultanes nazarítas. Bóveda central de la Sala de los Reyes de la Alhambra, Granada.

dad en las escuelas que sur­gen en torno a ellos. Francisco Zurbarán (1598-1664) es pintor extremeño formado en Sevilla, que reali­zó la mayor parte de su obra en ámbito andaluz.

Tocados por un don Su obra es sencilla, caracteri­zada por el cromatismo, los contrastes lumínicos y la plasticidad de los modelados e impregnada de religiosidad; los mártires de hábito blanco o los numerosos ciclos mo­násticos, como el de la Car­tuja de las Cuevas, los de la Orden de la Merced o los Do­minicos son series hoy des-contextualizadas por estar re­partidas en colecciones y museos en todo el mundo y

entre las que destaca la obra del Museo de Bellas Artes de Sevilla titulada San Hugo en el refectorio de los Cartujos (hacia 1644). Sus incursiones en el mundo de la mitología y la pintura de historia le llevarán a trabajar en la Corte realizando lienzos como los Trabajos de Hércu­les o La Batalla de Cádiz. En los denominados retratos a lo divino, un grupo de santas, con sus respectivos atributos, son representadas con toda la solemnidad de damas cor­tesanas, como sucede con los ejemplos de Santa Casil­da, Santa Rufina o Santa Margarita. La figura de Zur­barán ha sido muy significati­va y su ámbito de proyección alcanzará el siglo XX, influ­

yendo en cubistas como Juan Gris o en artistas como Vázquez Díaz. Como artista coetáneo de Zurbarán (1599 a 1660), Diego da Silva Velázquez se­rá uno de los grandes de la pintura universal, por lo que su vinculación a cualquier escuela, sea sevillana o ma­drileña, es inapropiada, debi­do a la sobredimensión de su genialidad artística. Su actua­ción inicial en Andalucía le vincula a su ciudad natal, Se­villa, y al taller del que será su suegro, Francisco Pache­co, momento en que la obra realizada hasta su partida a Madrid como pintor cortesa­no en 1623, nos muestra a un joven pintor con grandes facultades y dominio técnico,

el más y mejor dotado para la observación; en esta primera etapa se aunan realidad y es­tética, que quedan perpetua­das en obras como el bode­gón a lo divino Cristo en casa de Marta y María, retratos co­mo el de Sor Jerónima de la Fuente o Don Luis de Góngo-ra, tipos populares como el Aguador de Sevilla o La vieja friendo huevos, y temas reli­giosos como la Inmaculada Concepción o la Adoración de los Magos. En este mo­mento las influencias del naturalismo tenebrista se evidencian, al igual que el virtuosismo técnico, en el manejo de gamas cromáti­cas, contrastes lumínicos y texturas.

Retratar con más libertad Desgraciadamente, muy po­cas obras de este período permanecen en España. Su producción posterior ya sabe­mos cómo lo encumbra en lo más alto del panorama artísti­co universal. La evolución de su obra tras su formación madrileña e italiana lo llevará a abandonar casi práctica­mente la pintura religiosa. Le conducirá a planteamientos de mayor libertad, como los magníficos retratos cortesa­nos realizados a Felipe IV, al Príncipe Baltasar Carlos, a los Bufones de la Corte, o el re­trato colectivo más sorpren­dente, Las Meninas, que es mucho más que un retrato, que un reflejo de la vida coti­diana en palacio o que un símbolo de la monarquía. Una libertad que también se observa en las pinturas mito­lógicas de simbología erudita y oculta como La Fragua de Vulcano, La Venus del Espejo o Las Hilanderas; en pinturas de Historia, como La Rendi­ción de Breda, o en pinturas de paisaje, como las vistas de

LA INFLUENCIA DE LA ESCUELA GRANADINA

La estela de Alonso Cano en la escue­la granadina se evidencia en la calidad

de sus artífices a lo largo del siglo XVII, con pintores significativos como Pedro de Moya, Pedro Atanasio Bocanegra, Juan de Sevilla o José de Cieza. La influencia ca-nesca se hará sentir igualmente en las pri­meras décadas del XVIII, donde el pintor más significativo es José Risueño. A lo lar­go del siglo XVIII, Sevilla mantendrá un nivel de producción pictórica adecuado a las condiciones sociales y culturales de la ciudad, como uno de los centros espa­ñoles más importantes del siglo, conser­

vando las influencias de Murillo y Valdés Leal. Los intentos de cambio academicis-tas con la creación de la Escuela de las Tres Nobles Artes y de una mayor moder­nidad quedarán solapados por la admira­ción hacia Murillo. El escaso desarrollo pictórico del período vendrá dominado por factores históricos, sociales, económicos y culturales. En Cádiz, el academicismo procuró una actividad más prolífica que cualitativa; de este ambiente destacamos la referencia a la artista Victoria Martín Barhié, que fue alabada por el gran Fran­cisco de Goya.

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Villa Medici, que supondrán un anticipo de las poéticas impresionistas del XIX. Junto a Velázquez, la perso­nalidad del que fuera deno­minado el Miguel Ángel ba­rroco, el granadino Alonso Cano (1601-1667), arquitec­to, escultor y pintor, quien permaneció la mayor parte de su vida en Andalucía.

Un trío de ases La formación de Alonso Cano también se inició en el taller de Pacheco, con comienzos tenebristas de innovación na­turalista y volúmenes pictóri­cos de carácter escultórico que cederán paso, tras la atención prestada a los gran­des pintores italianos, a una pintura más suelta, idealista y espiritual y gran maestría pic­tórica; buen ejemplo son el gran ciclo de la Vida de la Vir­gen, compuesto por los siete lienzos para la Capilla Mayor de la Catedral de Granada. Su actuación como uno de los grandes pintores se verá con­tinuada en la escuela granadi­na de los siglos XVII y XVIII. Para muchos historiadores del arte, otros de los univer­sales del panorama pictórico barroco andaluz son las figu­ras de Bartolomé Esteban Murillo y Valdés Leal, sevilla-

Santa María de Antioquía, de Francisco Zurbarán, hacia 1635, Londres, National Gallery.

Inmaculada de los Venerables (Inmaculada de Soult), por Murillo, hacia 1678, Madrid, Museo del Prado.

brista imperante en Sevilla, trabajarán para órdenes reli­giosas y llevarán una vida re­pleta de afinidades. Murillo fue pintor de fama internacio­nal en vida y trascendente en el siglo XVIII e incluso com­prendido, ensalzado e imita­do en el romanticismo; su obra fue solicitada por colec­cionistas extranjeros, aspecto que, junto a los desgraciados

En el barroco andaluz todo gira en torno a la Contrarreforma, y la Inmaculada es símbolo de integridad política y religiosa

nos pertenecientes a la si­guiente generación barroca, a esa sociedad de la segunda mitad del siglo XVII que habrá de hacer frente a una gran crisis y decadencia de la ciu­dad de Sevilla, pero que mar­cará culturalmente la produc­ción andaluza. Iniciados am­bos en el naturalismo tene-

avatares históricos del expolio napoleónico o la desamortiza­ción de Mendizábal, ha veni­do a significar una tremenda pérdida de sus obras en el Patrimonio español. La socie­dad en crisis que le rodea se va a ver en Murillo traducida de manera dulcificada en los temas infantiles, tanto religio­

sos como costumbristas, de esos niños sacados de la rea­lidad y que son expresión de la pobreza y el desamparo, presentados con perfección dibujística, colorista y habili­dad lumínica, como se repre­senta en Niños jugando con dados, del Museo de Munich. Pero también Murillo refleja ese temperamento cultural andaluz y el sentir católico del momento en la espirituali­dad y sensibilidad de sus te­mas religiosos marianos, co­mo son las Inmaculadas. Y el soberbio temperamento rea­lista queda patente en el lien­zo de Santa Isabel de Hun­gría curando a los tiñosos, al igual que lo hará Valdés Leal. Este último pintor, lejano a esos encasillamentos que lo consideraban como prototipo de lo cruento y morboso, po­ne de manifiesto una perso­nalidad más cercana al con­cepto contemporáneo expre­sionista. Entre los plantea­

mientos amables murillescos y los más fatalistas y ator­mentados de Valdés Leal, se contribuye a la plasmación de un retrato de la Andalucía del siglo XVII. Por ello la referen­cia al programa de Mañara, para el que Valdés Leal reali­zará dos impresionantes cua­dros de reflexión sobre la muerte y la vanidad, los de­nominados Jeroglíficos de las Postrimerías, fechados hacia 1672, y pertenecientes al programa iconográfico del Hospital de la Caridad de Se­villa.

De Sevilla a Cádiz El traslado de la capitalidad comercial andaluza a la ciu­dad de Cádiz le llevará a un progresismo cultural de signo ilustrado y liberal. Será en es­ta ciudad donde comiencen los gérmenes del costumbris­mo romántico, que pronto ce­derá protagonismo a Sevilla, que hacia 1825 comienza su

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recuperación, y consecuente­mente una mayor actividad artística. La presencia en la ciudad de viajeros foráneos como Richard Ford, J. F. Lewis o David Roberts, atraídos por el interés que sentían hacia las costumbres y tipos populares y que, aun­que exageren aspectos y va­lores de lo andaluz, contribui­rán a dar prestigio al pasado de la región y revitalizará la escuela pictórica sevillana, pintoresca y folclorlsta, sin in­tención de crítica social; José Domínguez Bécquer, padre del poeta Gustavo Adolfo y del pintor Valeriano Bécquer, se­rá uno de los Iniciadores. El éxito de Valeriano Bécquer o Antonio María Esquivel les lle­vará a Madrid y a formar par­te del grupo de artistas ro­mánticos más importantes del panorama español, am­bos grandes retratistas, y en el caso de Bécquer, pintor de escenas populares opuestas al folclorlsmo. En este mo­mento hemos de destacar también la importancia que adquiere el género paisajísti­co, de manos de Pérez Villaa-mil o de Manuel Barrón, con­siderado el mejor paisajista andaluz del romanticismo. Destaca en el ámbito mala­

gueño otro artista foráneo, Muñoz Degrain, paisajista y pintor de historia que fuera referenciado y respetado por Pablo Picasso. Mediado el si­glo XIX, la revalorlzación de pintores como Velázquez o Murlllo llegaría a generar un sentimiento de nacionalismo artístico.

La fama de Romero de Torres A finales del siglo XIX, los gustos estéticos que mejor van a expresar el ánimo pic­tórico son los que se englo­ban en la corriente simbolis­ta, con predominio del tema sobre la representación. En este sentido una de las figu­ras universales de la pintura andaluza es sin duda Julio Romero de Torres. Cordobés, cuya cronología abarca de 1874 a 1930, que gozó de una gran fama en vida que perpetuaría tras su muerte, fama que traspasó fronteras y le hizo adquirir cotización in­ternacional. Su pintura armo­niza eficazmente la imagen tópica de una Andalucía afli­gida, a veces enlutada, con la sensualidad y erotismo del desnudo femenino. Vinculará el simbolismo con el casticis­mo tan relacionado con la te­mática regionalista, y produ-

Hilandera, por Valeriano Domínguez Bécquer, hacia 1866, Madrid, Museo del Prado.

Bodegón con cardo y zanahorias, Juan Sánchez Cotán, hacia 1590, Granada, Museo de Bellas Artes.

cirá obras de gran significa­ción entre las que destacan La Chiquita Piconera, Retablo del Amor, El pecado o Cante Jondo.

Pablo Picasso, indiscutible Pero si tenemos que hacer referencia al andaluz univer­sal por antonomasia del si­glo XX, hemos de referirnos a Pablo Rulz Picasso, mala­gueño, nacido en 1881 en el período de la Restauración borbónica, y en un ambiente artístico dominado por Mu­ñoz Degrain y Moreno Carbo­nero. Pronto abandona su ciudad natal y será el am­biente modernista, revolucio­narlo e inconformista barce­lonés y posteriormente el pa­risino de la modernidad, en el que desarrolle lo más sig­nificativo de su obra. Si bien la estancia en el país vecino fue desencadenante de su

potencial creativo, la relación con lo español fue constan­te, ya fuese en los ámbitos de la política, las costumbres y tradiciones o la cultura. Pi­casso, dominador de la es­cena artística del siglo XX, es el creador que encuentra y no busca, cuya obra de ri­queza cualitativa y cuantitati­va es esencial para la com­prensión de los ideales esté­ticos de la vanguardia. Su vi­da y obra constituyen uno de los episodios más ricos, sig­nificativos e importantes del arte universal. Su pintura de corte académi­co en los inicios, con cuadros como Ciencia y caridad, con­tinuará hacia un luminismo posimpresionista que dará paso a la orientación expre­sionista de la época azul, y de aquí a la más optimista etapa rosa. Y así en sucesión hasta llegar a obras revolu-

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donarías como Las señoritas de Avignon, provocando la definitiva ruptura espacial cuatrocentista y posibilitando más tarde el cubismo analíti­co y el sintético.

La denuncia del Guernica De hecho, y a consecuencia de sus aportaciones como creador del cubismo, poste­riormente será apropiado por pintores andaluces de gran reconocimiento internacional como el jienense Manuel Án­geles Ortlz, el granadino Is­mael de la Serna o el quesa-dense Rafael Zabaleta. Los dos primeros formarían parte del grupo de artistas andalu­ces exiliados tras la contienda y con presencia en la escuela de París. En este camino pro-lífico su necesidad de expre­sión le llevará a la práctica surrealista, hasta conseguir la suma de sus esfuerzos en ese cuadro de concienciación política, en el que se entre­mezclarán las circunstancias

históricas y su propia evolu­ción artística, y que le fue encargado para el pabellón Español de la República en la Exposición Universal de París en 1937: el Guernica, lienzo en el que logrará que su denuncia desesperanzada llegue a tener un alcance universal. Cada etapa de Picasso tiene un predominio cromático que concede unidad a la obra, pero en el que también se deja vislumbrar una concreta entonación intelectual-emo­cional. A su muerte acaecida en Mongins (Francia), en 1973, tras una vida más que repleta de vivencias persona­les y con la presunción de una valentía estética presen­te en los más variados len­guajes artísticos, esta máqui­na artística andaluza pasaría a estar entre los pintores consagrados de la Historia del Arte universal. Tras la Guerra Civil ese po­tencial artístico y cultural vi-

El pecado, de Julio Romero de Torres, 1919, Madrid, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

vido en la Andalucía de los años 20, se vio paralizado a consecuencia del estanca­miento político y cultural.

Los más contemporáneos La estética andaluza pasará por procesos de gran dificul­tad, destacando en este contexto la obra del onuben-se Vázquez Díaz (1882-1969), inmerso en la estéti­ca figurativa cubista, en cu­yas composiciones se apre­cia la influencia de artistas como Picasso, Cezanne,

NERACIÓN DEL 2 7 : ARTISTAS UNIVERSA

Con anterioridad al período repu­blicano, artistas y poetas univer­

sales como Federico García Lorca o Rafael Alberti, más cercanos a las co­rrientes surrealistas, tendrán una im­portante repercusión en la cultura an­daluza, a pesar de que esa semilla rupturista y verdaderamente moder­na surja del mundo de la madrileña Residencia de Estudiantes. Allí na­cerá esa relación fructífera y genial entre Lorca, Dalí y Buñuel, donde la estética resultado del erotismo, su­rrealismo y creación artística adquie­re significación de prodigio. El grupo de intelectuales de la Generación del 27 ocupó un papel de primer orden en lo que constituirá un modelo ar­tístico y cultural; primero, en el pe­ríodo vanguardista que se vive en los años anteriores a la Guerra Civil y, posteriormente, en el desarrollo com­plejo que tuvo el arte moderno en la España franquista.

Pierrot príáptíco, por Federico García Lorca.

Zurbarán o Modigliani. Su creación más significativa está constituida por los fres­cos del Monasterio de la Rá­bida, en los que hace todo un homenaje a los preparati­vos del Descubrimiento de América, con la estética cu­bista que de modo tan per­sonal reformuló. Su obra ad­quirió prestigio y reconoci­miento internacional, evi­denciado por las medallas recibidas en París y Filadel-fia y se convirtió en la gran referencia cultural para los pintores de todo el ámbito nacional, en lo que serán las futuras iniciativas vanguar­distas de la Escuela de Ma­drid, El Paso, con artistas como el granadino Manuel Rivera con sus telas metáli­cas y los cuestionamientos espaciales, o el cordobés Equipo 57 con sus propues­tas teóricas y cercanas a los supuestos de la Bauhaus. En este contexto rupturista del arte andaluz en su inten­to hacia una modernización real no podemos dejar de re-ferenciar a José Guerrero, nacido en Granada y con di­mensión internacional; este artista ha realizado lo más significativo de su produc­ción en Estados Unidos, en el ámbito de la estética ex­presionista abstracta. • Ma LUISA HERNÁNDEZ Ríos

UNIVERSIDAD DE GRANADA

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El patrimonio intangible El flamenco, tanto el cante como el baile, la Semana Santa o la Romería del Rocío son fenómenos de múltiples dimensiones, que presentan una compleja riqueza ritual y un profundo metalenguaje

Incluso, si discrepamos de la Teoría de Andalucía que plan­teara Ortega y Gasset, tene­mos que estar de acuerdo con él cuando afirma que és­ta es, "de todas las reglones españolas, la que posee una cultura más radicalmente su­ya". Y también cuando subra­ya el contraste entre esta cul­tura y la castellana, señalan­do al andaluz como "el pue­blo más viejo del Mediterrá­neo, más viejo que griegos y romanos". Sin duda, Ortega tenía razón en cuanto a la antigüedad de muchos elementos de la cul­tura andaluza actual y tam­bién respecto a la identifica­ción, desde hace más de dos

milenios, en el sur de la Pe­nínsula Ibérica, de una cultu­ra y un pueblo específicos, re­conocidos como tales desde los confines del Mediterráneo. Pero ello no significa que la identidad cultural actual del pueblo andaluz sea hoy una supervivencia de otras épo­cas; antes al contrario, en gran medida, los principales marcadores culturales de esa Identidad no cristalizan sino en el siglo XIX e incluso en el XX. Y cristalizan no sólo in­novando elementos, sino, so­bre todo, refuncionallzando y resignificando otros ya preexistentes, en el contexto de la situación de subalterni-dad económica y política que había definido para Andalucía

la división territorial del trabajo que conllevó la consolidación en España del régimen capi­talista-liberal. La existencia de elementos culturales combinados en una singular superposición de temporalidades -que constitu­ye lo que podríamos denomi­nar la tradición- y la evidente modernidad de las nuevas funciones y significados expli­can la paradoja de que la cul­tura andaluza, conservando múltiples elementos antiguos, sea una de las de más recien­te cristalización de cuantas constituyen la realidad pluri-cultural de España. Y fueron las condiciones económicas, sociales y políticas de la épo­

ca en que se produce esta cristalización las que explican que esta cultura sea básica­mente popular, con dimensio­nes tanto de adaptación como de resistencia simbólica a los valores políticos y mercantiles dominantes.

El mestizaje del flamenco Como otros marcadores de la cultura andaluza actual, el fla­menco es un fenómeno, a la vez, mestizo y singular porque se modela a partir de rasgos y elementos de procedencia múltiple: morisca, judía, gita­na, castellana e Incluso ne­gro-africana, transformados y fundidos en un mismo y co­mún crisol. Surge en el seno de las clases populares de la

sociedad, que supieron con­vertir en arte la Interpretación de su experiencia, tantas ve­ces dramática e, incluso, trá­gica, resultado de la opresión o la marglnación sociales. Y también expresa la alegría de la fiesta, del gozo compartido, del convivir comunitario en celebraciones colectivas. Fue en los sectores sociales anda­luces más oprimidos donde surgieron los soníos negros que señalara en su tiempo el cantaor Manuel Torres y que tan bien expresara Tía Ana la Piriñaca cuando afirmaba que "cuando se canta a gusto, le sabe a una la boca a sangre". Pero el flamenco es hoy un arte único en el mundo por­

que, además de expresar las vivencias de los sectores so­ciales andaluces más oprimi­dos, fueron ellos quienes lo generaron superando sus pro­pias carencias, para lo que se sirvieron de la única tecnolo­gía que se encuentra poten-cialmente al alcance de todo ser humano que no posea bienes materiales: la tecnolo­gía que es posible desarrollar con el propio cuerpo. Así, el flamenco surgió con la gar­ganta y la voz (el cante), con el movimiento de pies, brazos y cintura (el baile), con las manos palmeando al son (el compás), y sólo con el com­plemento, cuando existe, de la guitarra (el toque). Reutili-

Procesión de Semana Santa en Sevilla, con el paso o trono de la Macarena, que lleva palio, como otras Vírgenes en Andalucía.

El flamenco se modela a partir de la fusión de elementos moriscos, judíos, gitanos, castellanos y negro-africanos

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F E R I A S R O M E R Í A D E L R O C Í O . . .

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F L A M E N C O S E M A N A S A N T A F E R I A S R O M E R Í A D E L R O C I O . . .

Imágenes de la Semana Santa andaluza: nazarenos de distintas cofradías y procesión de Arcos de la Frontera, donde la Virgen va bajo palio.

zaron elementos expresivos nacidos en diversas tradicio­nes culturales andaluzas, que se fundieron hasta dar cuer­po, a lo largo del siglo XVIII y XIX, a lo que ha llegado a convertirse en uno de los pa­trimonios más ricos y singula­res de Andalucía. El lumpenproletariado agrícola de las zonas latifundistas, los humildes artesanos de oficios bajos de los arrabales de las grandes ciudades -sectores ambos en los que se incluía gran parte de la minoría étni­ca gitana- y los trabajadores en las minas constituyeron la base humana y social sobre la

que fue construyéndose el fla­menco. Que es un fenómeno cultural específicamente an­daluz pero que, por expresar los sentimientos más profun­dos de todo ser humano -el dolor, la experiencia de la in­justicia y de la soledad, la muerte, el amor o la alegría de vivir-, y por realizarse con técnicas potenciaImente al al­cance también de todo ser humano, las del propio cuer­po, ha llegado a adquirir una dimensión universal. Y ha su­perado la visión despreciativa que sobre él tuvieron tanto las clases dominantes y los inte­lectuales de la propia Andalu­

cía como quienes desde fuera de ella lo banalizaron, sin en­tenderlo, considerándolo sólo folclore (en la acepción peyo­rativa del término). Perseguir los orígenes y evolu­ción de cada uno de sus componentes es, sin duda, le­gítimo pero puede convertirse en inadecuado si con ello se pierde la visión global del fe­nómeno. Como inadecuado es mantener artificialmente la falsa polémica sobre el gita­nismo o el andalucismo del flamenco, como si realmente fuesen dos opciones incom­patibles y los gitanos, asenta­dos desde hace ya quinientos

años en Andalucía, no fueran también andaluces. Y conviene también señalar que en el flamenco, además de los contenidos verbaliza-dos y explícitos de las letras de sus cantes, son más fun­damentales aún los lenguajes y metalenguajes no verbaliza-dos. El quejío y los silencios, los tonos y el desgarro, la ges-tualidad de la voz, de las ma­nos, de los pies y de todo el cuerpo, el compás y el ras­gueo de la guitarra, son en el flamenco aún más importan­tes que lo que dicen las letras de sus coplas. Por eso puede sentirse aun sin entender lo

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que se canta. Otra de las ex­presiones más significativas de la identidad cultural de An­dalucía es la Semana Santa.

Semana Santa: sus claves Se trata de un fenómeno difí­cil de entender por quienes atribuyen a la celebración una única dimensión verda­dera: la religiosa; tanto si se sitúan en una posición de creyentes ortodoxos como de laicistas combativos. Para los primeros, según la óptica, la Semana Santa andaluza re­presentaría una gran mani­festación pública de fe católi­ca o casi un sacrilegio. Para los segundos, sería sólo una fiesta folclórica, cuando no un instrumento de alienación de la conciencia social y de reafirmación del poder de la Iglesia y de los sectores más conservadores de la socie­dad. Ambas posiciones com­parten el reduccionismo de considerar que los hechos so­ciales y las expresiones cultu­rales sólo poseen una única dimensión: la de su conteni­do ideológico explícito. Si rechazamos las diversas

Feria de Abril de Sevilla. Andalucía es la región que posee una cultura más radicalmente suya (Ortega y Gasset).

anteojeras doctrinarias, la Se­mana Santa se nos presenta hoy, en la mayoría de las ciu­dades y pueblos andaluces, como una de las expresiones más complejas y significativas de la cultura andaluza. Como un hecho social total, en el sentido que diera a este con­cepto el antropólogo francés Marcel Mauss: un fenómeno multidimensional y polisémico (con múltiples significados) que imbrica y refleja multitud

de aspectos de la estructura social y cultural y a sectores de población muy diversos. Como en el resto de la Penín­sula y de todo el mundo cató­lico, la Semana Santa cristali­zó en Andalucía en la segun­da mitad del siglo XVI, en di­recta relación con la Contra­rreforma, como un medio de realizar pedagogía pública pa­ra el rechazo de las ideas lu­teranas y la reafirmación en los dogmas católicos. Pero,

desde casi el primer momen­to, adquirió aquí unas carac­terísticas propias que sólo pueden entenderse teniendo en cuenta las diversas raíces de la cultura que entonces es­taba cristalizando. Como en casi todos los lugares de Es­paña, las cofradías más anti­guas fueron de disciplinantes, manteniendo básicamente la tradición bajomedieval. Los diferentes oficios y estratos sociales, incluidos los negros

LAS RAÍCES CULTURALES ANTE LA GLOBALIZACIÓN

Pocos pueblos como el andaluz po­seen un patrimonio cultural tan rico,

tanto a nivel monumental como de pa­trimonio intangible: rituales, saberes, mú­sica, poesía... En no pocos ámbitos, lo que se presenta como cultura española es, en realidad, cultura andaluza. En el último siglo y medio, ésta ha sido instru-mentalizada o banalizada por intereses políticos, económicos e ideológicos has­ta ser desnaturalizada o despectivamente calificada como folclore.

La Alhambra, la Giralda, la Mezquita de Córdoba, Velázquez, Murillo, Picasso, Góngora, Bécquer, Machado, Lorca o Juan Ramón Jiménez -por citar sólo unos pocos- son, a la vez que patrimo­nio de la humanidad, parte del patri­monio de Andalucía. Como también el flamenco, la Semana Santa y tantas otras

expresiones de un pueblo que, en su his­toria, se ha mostrado mestizo en sus raí­ces y singular en sus producciones.

Por otro lado, la consideración de que la cultura es un recurso económico a ex­plotar constituye una de las ideas más

José Mercé en el Teatro Central de Sevilla.

aceptadas en el marco de la globaliza­ción. Y su lógica no es propia sólo de in­tereses empresariales sino también prin­cipio rector de muchas políticas públi­cas, a pesar de las recomendaciones de la UNESCO.

Desde el primer Plan andaluz de Bie­nes Culturales al segundo, transcurrió una década pero se ha pasado del én­fasis en los valores de uso e identitaríos que regía aquél a la insistencia en "el pa­trimonio como recurso", como valor de mercado, de éste. Nada hay que objetar a un turismo sostenible, respetuoso con el paisaje y con el patrimonio cultural. Pero es preciso alertar del riesgo -ya cumplido en buena parte del territorio andaluz- de la degradación del patri­monio por extraer de él, de forma abu­siva, beneficios económicos inmediatos.

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F L A M E N C O S E M A N A S A N T A F E R I A S R O M E R Í A D E L R O C Í O . . .

Patio cordobés. El flamenco surge en las clases populares y en las fiestas comunitarias, como las de los patios.

(esclavos y libres) constituye­ron sus propias cofradías o transformaron en tales sus antiguas hermandades. Pero, pronto, se produce una nove­dad que rompe el modelo medieval y, con el tiempo, ter­minará imponiéndose: las co­fradías de nazarenos. En és­tas no existen flagelantes ni derramamiento de sangre, si­no que la penitencia consiste en portar una cruz a semejan­za de Jesús Nazareno. Salen a las calles en las mismas ho­ras que Jesucristo lo hiciera

desde el pretorio de Pilatos hacia el calvario, al amanecer del Viernes Santo, y se con­vierten, en casi todas partes, en las cofradías más popula­res. La imagen del Cristo vivo, sufriente, pasa a ser la cen­tral, por encima de la signifi­cación del propio crucificado. El fuerte antropocentrismo que ya entonces empieza a caracterizar a la cultura anda­luza -la fuerte tendencia a de­sarrollar las relaciones socia­les en un nivel humano, per­sonalizado, evitando las rela­

ciones anónimas determina­das por los roles sociales- im­pregna la relación con las imágenes religiosas. Y este hecho refuerza la identifica­ción con el hombre (aunque pueda ser también Dios) que sufre y es condenado injusta­mente, en el que se proyectan las injusticias cotidianas y al que se llama padre, con nom­bre e incluso apodo específi­co: Gran Poder, el Abuelo, el Terrible, el Greñúo, el Cacho­rro, el Esparraguera... Y de este antropocentrismo, y

de la matrifocalidad de la so­ciedad andaluza -que está, en gran medida, organizada alrededor de la mujer-madre como foco de la comunidad familiar, al igual que ocurre en otras culturas agrícolas medi­terráneas-, surge la otra cen-tralidad de la Semana Santa de Andalucía: la centralidad de la Virgen-Madre.

La Virgen, figura central Aquí la Virgen no es la Doloro-sa que está presente sólo en función de determinadas es­cenas pasionistas, una ima­gen secundaria, por tanto, respecto a Jesús. Al contrario, María adquiere la misma rele­vancia que Jesús e incluso, en muchas cofradías y con­textos, una importancia aún mayor, tanto con respecto a la devoción como en cuanto al culto. Así, en Sevilla, por ejemplo, ya desde comienzos del siglo XVII lleva palio -un atributo reservado al Sacra­mento o a las imágenes de Jesús- y en la mayoría de las procesiones es conducida en un paso o trono propio. Lo masculino y lo femenino, Cris­tos y Vírgenes, están presen­tes a un mismo nivel. Con el tiempo, las imágenes adquirí-

VIVA LA BLANCA PALOMA

Pocos fenómenos andaluces tan famosos, y mal interpretados, como la Romería

del Rocío. Su pluralidad de dimensiones y significados choca con las visiones simplis­tas más generalizadas. Por una parte, se ce­lebra la fiesta de la patrona de un municipio, Almonte, cuya devoción posee también rai­gambre en los otros pueblos de las marismas del Guadalquivir. Por otra, desde los años setenta del siglo pasado y coincidiendo con la concienciación de identidad de Andalucía como pueblo, la romería ha alcanzado una escala plenamente andaluza al crearse mul­titud de hermandades filiales y extenderse el influjo por las ocho provincias y lugares de la emigración.

La Virgen del Rocío recorre las calles de la aldea, el Lunes de Pentecostés.

Especial atractivo tiene el Camino, a tra­

vés de campos y arenas, donde decenas de ca­

rretas acompañan al simpecado o estandarte

de cada hermandad, formando una comuni­

dad de devoción y fiesta. Culmina el Lunes

de Pentecostés, cuando los almonteños, en

tropel, saltan la reja y se apoderan de la Vir­

gen, llevándola durante casi doce horas por

la aldea en una singular procesión, en la que

sólo ellos pueden conducir las andas mien­

tras los asistentes vitorean a la Blanca Pa­

loma: un sobrenombre que la ortodoxia re­

serva al Espíritu Santo pero que aquí nom­

bra a la que es hoy, al menos oficiosamen­

te, la Reina de Andalucía.

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Diversas tradiciones andaluzas se fundieron hasta dar cuerpo y normas al flamenco, en los siglos XVIII y XIX.

rán simbolismos y característi­cas peculiares, proyectándose en ellas, de forma idealizada, las que poseen hombres y mujeres en la sociedad real; algo que va más allá, y sin cuestionar, de su significación ¡cónica de figuras para con­memorar la pasión y muerte del Dios de los cristianos.

El papel de las imágenes Como símbolos densos, car­gados de significaciones, y con personalidad no transferí-ble, las imágenes andaluzas, no sólo las de Semana Santa sino también las patronales y algunas otras, poseen la ca­pacidad de representar identi­ficaciones múltiples y de con­densar valores no unívocos. Por ello, sin cuestionar que todos los Cristos sean un mis­mo Cristo y todas las Vírgenes su única madre, en la prácti­ca en modo alguno son equi­valentes entre sí, ni tienen la misma significación. Y ello no sólo en la relación devocional, personalizada, sino también en lo que tienen de emblemá­ticas para sectores sociales concretos respecto a otros sectores, para determinados

barrios en relación a otros ba­rrios y de pueblos en contras­te con otros pueblos. Sería inexacto afirmar que la Semana Santa andaluza de hoy es una supervivencia ar­caica que se explica solamen­te por la fuerza de la tradición o por el conservadurismo de una sociedad que se resiste a los cambios sociales y cultu­rales. Contrariamente a esto, constituye un fenómeno so-ciocultural sólo explicable en la modernidad: utiliza formas expresivas y valores que pue­den remontarse varios siglos atrás -algunas cofradías, cier­tas imágenes de alto valor ar­tístico, algunos pasos y ense­res, una religiosidad básica­mente barroca-, pero que han sido refuncionalizados y resignificados a la vez que complementados con otras nuevas formas y otras nuevas funciones y significados que nunca antes existieron. En realidad, estamos ante un fe­nómeno reactivado o incluso reinventado (utilizando el con­cepto de invención de la tradi­ción del historiador británico Eric Hobsbawn) a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX

y décadas iniciales del XX, primero en Sevilla, y más tar­de en Málaga, Cádiz, Grana­da, Jerez de la Frontera, Cór­doba y otras muchas ciuda­des y pueblos andaluces. Junto a su dimensión religio­sa, de representación icono­gráfica de las escenas o pa­sos que procesionan las dis­tintas hermandades, la Se-

za permanece hoy, y ha ad­quirido un auge inusitado desde finales de los años se­tenta del siglo pasado, porque reforzó su significado en la di­mensión identitaria.

Actual seña de identidad La Semana Santa se convirtió en uno de los más importan­tes contextos, si no en el que más en muchos lugares, para la reafirmación y reproduc­ción de identidades colecti­vas. Es un referente a través del cual muchas personas, in­cluso más allá de si poseen o no convicciones religiosas, se sienten parte de uno o varios nosotros: el nosotros familiar; el nosotros grupaI de la cofra­día, el grupo de costaleros o el barrio; el nosotros semilo-cal, allí donde las cofradías forman un sistema de mita­des; el nosotros local de cada pueblo o ciudad, e, incluso, el nosotros andaluz global, que se manifiesta por la propia existencia de la celebración, con expresiones diversas pero con una misma estructura bá-

La Virgen tiene aquí la misma relevancia que Cristo: lleva palio desde el siglo XVII, atributo de Jesús o del Sacramento

mana Santa tiene hoy, en ca­si todos los lugares de Anda­lucía, otros niveles de signifi­cación menos conscientes y por ello más interiorizados. Entre ellos, el de expresar simbólicamente el triunfo de la primavera, la victoria de la vida sobre la muerte. Por eso no es una celebración fun­damentalmente dolorista, co­mo en Castilla y otras regio­nes, aunque las imágenes de los Cristos sean sangran­tes y las de María tengan lá­grimas en la cara. Sobre to­do, la Semana Santa andalu-

sica y unas mismas significa­ciones a lo largo y ancho de Andalucía y allí donde los an­daluces componen importan­tes núcleos de emigrantes. Todo ello sin disolver la indivi­dualidad, sino reafirmándola al sentirse parte de colectivos que, además, se presentan y visualizan como igualitarios, como comunidades imagina­das que sólo cobran realidad durante los días de Semana Santa o en torno a ésta. •

ISIDORO MORENO

CATEDRÁTICO DE ANTROPOLOGÍA

SOCIAL, UNIVERSIDAD DE SEVILLA

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C R O N O L O G Í A D E L A H I S T O R I A

Desde hace 1500000 años hasta la actualidad Hacia 1500000 a.C. Los primeros seres humanos en Andalucía: el hombre de Orce.

Hacia 150000 a.C. Andalucía habitada por el hombre de Neanderthal u hombre de Gibraltar.

Hacia 30000 a.C. La Cueva de la Pileta: primeras manifestaciones artísticas.

Hacia 8000 a.C inicio de la agricultura y la ganadería. Cerámica a la almagra.

partidarios de Pompeyo por las tropas de Julio César.

15 a.C. Organización imperial. Hispania Ulterior Baetica como provincia senatorial dividida en cuatro circunscripciones jurídicas con capitales en Córdoba, Écija, Sevilla y Cádiz.

1 7 1 - 1 7 7 Primeras incursiones de los mauri en las costas meridionales de Baetica.

2 8 7 Persecución de Diocleciano. Martirio de las

Criptopórtico romano, construido sobre el edificio fenicio de los yacimientos de la Casa del Obispo, bajos del palacio episcopal, Cádiz.

Hacia 6000 a.C. cultura dolménica. Descubrimiento de la metalurgia en Riotinto.

1 1 0 8 a .C . Llegada de los fenicios. Fundación de Cádiz.

9 0 0 - 5 5 0 a .C . Época tartésica; colonización griega: reinado de Argantonlo. Tesoro del Carambolo (Sevilla).

Siglo IV a .C . Dama de Baza (Granada), estatua que representa una diosa sedente

2 3 8 a .C . Ocupación de la actual ciudad de Almería por los cartaginenses.

2 0 6 a .C . Batalla de Ilipa: Las tropas romanas de Esciplón derrotan a los cartaginenses. Fundación de Itálica. Inicio de la romanización.

45 a .C . Batalla de Munda. Derrota definitiva de los

santas Justina y Rufina en Sevilla y de los santos Acisclo y Zoilo en Córdoba.

H a c i a 3 1 3 Concilio de Elvira, primera reunión episcopal de la Iglesia cristiana española.

4 0 9 Invasión de los vándalos

4 1 6 - 4 2 9 El rey visigodo Valia combate a los vándalos, suevos y alanos de la Bétlca.

5 7 1 El rey visigodo Leovigildo (573-586) ocupa Córdoba.

5 9 9 - 6 3 6 San Isidoro, arzobispo de Sevilla. Máximo esplendor de la cultura hispano-vlslgoda en Andalucía.

6 1 9 Celebración en Sevilla del Sínodo provincial de la Baetica, presidido por San Isidoro.

7 1 1 Entrada de los musulmanes por el Estrecho de

Ruinas de la ciudad romana de Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa).

Gibraltar. Derrota y muerte de Don Rodrigo, último rey visigodo, en la Batalla de Guadalete.

756-912 Emirato independiente de Córdoba, proclamado por el príncipe omeya Abd al-Rahman.

7 8 4 Se inicia la construcción de la mezquita de Córdoba que es ampliada por Abd al-Rahman II en el siglo IX. En el siglo X, al-Hakam II realiza ampliaciones y decora suntuosamente el mihrab y la macsura. La última ampliación en época islámica se da en el período de Almanzor.

8 8 1 Alfonso III, rey de Asturias, llega hasta Sierra Morena y derrota a un ejército musulmán.

9 2 9 Abd al-Rahman III se autoproclama califa de Córdoba.

9 3 6 - 9 7 6 Construcción de Madinat al-Zahra por el califa Abd al-Rahman III.

9 9 6 Nombramiento de Almanzor como Malik (rey).

1 0 3 1 Desmembración del califato de Córdoba. Al-Ándalus queda divido en treinta y un reinos de taifas.

1 0 8 6 Inicio del dominio almorávide en al-Ándalus, tras la victoria de Sagrajas sobre el rey castellano-leonés Alfonso VI.

1 1 4 4 División de al-Ándalus en las segundas taifas.

1 1 4 5 Expansión de los almohades en al-Ándalus, que tendrá como resultado la creación de su gran Imperio peninsular y africano.

1 1 9 5 Triunfo almohade en la batalla de Alarcos.

1 2 1 2 Victoria cristiana en las Navas de Tolosa, que marca el

principio del fin del poder almohade en la Península.

1 2 2 0 Se construye la Torre del Oro de Sevilla.

1 2 2 8 División de al-Ándalus en las terceras taifas tras la partida a África del califa almohade Abu I-Ala al-Mamun.

1232 Fundación del reino nazarí de Granada.

1 2 3 6 Conquista de Córdoba por el rey castellano Fernando III.

1 2 3 8 La Alhambra de Granada se comienza a edificar.

1 2 4 6 Conquista de Jaén por el rey Fernando III.

1248 Conquista de Sevilla, por Fernando III, que significó el fin del poder almohade en la Península.

1 2 6 4 Revuelta de los mudejares andaluces y murcianos.

1 2 9 2 Ocupación de Tarifa por los cristianos.

1309 Primera toma de Gibraltar, que se anexiona en 1462 definitivamente a Castilla.

Interior de los baños del Palacio de Villardompardo, Jaén.

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1344 Conquista de Algeciras y Batalla del Salado por Alfonso XI. Significó la apertura del Estrecho de Gibraltar, hasta ahora en poder musulmán.

1391 Asalto a la judería de Sevilla, movimiento que se extiende a toda Andalucía.

1480-1483 Conjura de judeoconversos en Sevilla. Inicio de las funciones del Tribunal de la Santa Inquisición.

1489 Isabel I se entrevista con Cristóbal Colón en Jaén.

1492 Toma de Granada por los Reyes Católicos. Decreto de expulsión de los judíos.

1 5 0 0 Sublevación de los mudejares granadinos. En 1502

los Reyes Católicos ofrecen a los mudejares la opción de ser bautizados o salir de Andalucía.

1 5 0 3 Creación de la Casa de la Contratación de Sevilla.

1 5 0 6 - 1 5 2 1 Real Capilla de Granada. Levantada para los Reyes Católicos por Enrique de Egas. La catedral de Granada se empieza a construir en 1523.

1528 Inicio de la construcción de la catedral de Málaga.

1568 Guerra de las Alpujarras. Sublevación de los moriscos capitaneados por Aben Humeya en La Alpujarra después de que la corona decretase disposiciones restrictivas contra esta población.

1609 Expulsión de unos 80.000 moriscos andaluces.

1623 Diego Rodríguez de Silva y Velázquez es nombrado pintor de Felipe IV. Entre sus obras destacan Las Meninas (1656) y Las Hilanderas (ca. 1657).

1641 Alzamiento anticentralista encabezado por el duque de Medina-Sidonia.

1652 Revuelta popular en Sevilla conocida como la del pendón verde y en Córdoba como motín del hambre.

1704 La flota aliada ocupa el peñón de Gibraltar.

1717 Traslado de la Casa de la Contratación de Sevilla a Cádiz.

1728-1771 Construcción de la Fábrica de Tabacos, actual sede de la Universidad de Sevilla.

1 7 2 9 Tratado de Sevilla, suscrito entre España, Francia e Inglaterra. Felipe V se desliga del tratado en 1731.

1765 Real instrucción autorizando el comercio directo

Alegoría de la Pepa, Constitución de 1812, promulgada en Cádiz.

de Sevilla, Cádiz y Málaga con América. Establecimiento de la Compañía de Negros en Cádiz.

1 7 6 7 - 1 7 6 9 Intento de colonización de Sierra Morena y la comarca de La Parrilla bajo la dirección de Pablo de Olavide.

1808 Derrota francesa en Bailen (Jaén) en el curso de la Guerra de la Independencia.

1810 El mariscal Soult se apodera de Andalucía con la excepción de Cádiz,

1812 Promulgación en Cádiz de la primera Constitución española, conocida como la Pepa, por haber salido a la luz el día de San José.

1820 Pronunciamiento liberal de Riego, en Las Cabezas de San Juan (Sevilla) proclamando la Constitución de 1812.

1831 Se ajusticia en Granada a Mariana Pineda.

1 8 3 6 Desamortización de Mendizábal de bienes eclesiásticos y civiles.

1 8 5 5 Desamortización de Madoz de bienes municipales.

1 8 6 8 Alzamiento en Cádiz del almirante Topete contra el gobierno de Isabel II.

1872 II Congreso Obrero de la federación regional española de la AIT. Ruptura del movimiento anarquista español con la Internacional marxista.

1 8 8 1 N a c e en Málaga Pablo Ruiz Picasso.

1882 Sucesos de la Mano Negra en Jerez de la Frontera.

1 9 1 8 El Congreso de Ronda

fija la bandera, el himno y el escudo de Andalucía.

1929 Exposición Iberoamericana de Sevilla.

1930 Creación, por Blas Infante, de la Junta Liberalista de Andalucía, que durante la Segunda República intenta establecer un Estatuto de Autonomía andaluz.

1932 El general Sanjurjo, alzado contra la República, se apodera de Sevilla, pero la rebelión fracasa.

1933 Alzamiento de los campesinos anarquistas en Casas Viejas (Cádiz), reprimido cruelmente por el Gobierno republicano. Aprobación de un proyecto de Estatuto para Andalucía.

1936 Estalla la Guerra Civil. Muere asesinado en Granada Federico García Lorca

1973-1976 Surge la Alianza Socialista de Andalucía quedará lugar al Partido Socialista de Andalucía (PSA).

1978 Constitución Española. Régimen preautonómico presidido por el socialista Rafael Escuredo.

1980 Aprobación en Referéndum del Estatuto de Andalucía.

1982 Primeras elecciones al parlamento andaluz. Primer presidente, Rafael Escuredo (1982-1984). Le suceden los socialistas José Rodríguez de la Borbolla (1984-1990) y Manuel Chaves (1990).

1992 Celebración de la Exposición Universal (Expo 92).

Puerta de Córdoba, Carmona, Sevilla, construida en el siglo I. La ciudad se halla rodeada por tres kilómetros de murallas.

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Andalucía Antonio Gala reflexiona sobre el mestizaje cultural del pasado de Andalucía y argumenta que esta región tiene la misión histórica de tender puentes: entre Europa y el islam, entre España e Israel..,

Antonio Gala, poeta, novelista, dramaturgo y escritor. Nació en Bazatortas (Ciudad Real), en 1930. Toda su obra está marcada por temas históricos

Siempre he creído que el esplendor del milagro andaluz es consecuen­

cia de un enamoramiento, como cual­quier milagro debe serlo; de una mu­tua fascinación. Durante 2.000 años, los judíos consideraron a Sefarad su tierra prometida. Y los árabes estuvieron cir­cundados secularmente por pueblos helenizados y romanizados. No es sólo Siria quien los configura, sino la India, la Bactriana o Persia. Y, al adentrarse en Andalucía, redescubren Roma: su or­den, sus monumentos, su alma máter. A cambio, Andalucía recobra con los árabes su perfume oriental: el que tuvo con Tartessos, con Fenicia y con Carta-go. Tal encuentro de segundo grado, tal complejo y múltiple mestizaje, es lo que fructifica, redondea e insemina. Lo que facilita que en el extremo Occiden­te de entonces se dé, sin sorpresa, la bienvenida a Hipócrates, a Tolomeo o a Galeno; que santo Tomás conozca a Aristóteles a través de Averroes, "que hizo el gran comentario" como escribió Dante; que se inicie el camino de la ciencia europea por el chispazo que brota del contacto permanente entre el Cristianismo y nuestro Islam; que tiem­blen ya las primeras luces del Renaci­miento, cuyo mediodía no se alcanzará hasta siglos después. Esta es la gran he­rencia y el grave deber de nuestra tra­dición.

Al-Ándalus es el lecho donde lo germá­nico y lo arábigo y lo hebreo procrea­ron con mayor naturalidad y mejor re­sultado. Eran culturas distintas, pero las tres se olvidaron un poco de sí mismas ante un anhelo idéntico: afirmarse so­bre unas tierras que habían recibido una cultura previa y superior: la Bética.

Labrado vegetal, detalle decorativo procedente de Medinat al-Zahara, Córdoba.

De ahí que, en el momento de su ápice, el Islam dé en España un ejemplo de tolerancia y amistad sobre razas, sobre lenguas, sobre religiones, derrochando encendidos raudales que, ojalá sea así, aún no se han extinguido. Esa es tam­bién la gran herencia y el grave deber de nuestra tradición. No obstante, ni la convivencia ni la creatividad son cosas que deban jamás darse por supuestas. Sin ejercicio, sin intercambio, sin ósmosis, se agotan. Su dilema es crecer o morir. Y no les basta con vagas proclamas ni mustios recono­cimientos. Un organismo vivo no se ali­menta de recordatorios: necesita sus­tento, luz, aire, compromisos, mudan­zas, proyectos, sentimientos. Sin futuro, el pasado no es nada; y menos aún el

presente. Descansar sobre el pasado só­lo sirve para levantarse después y hacer nueva andadura; quedarse inmóviles en él es peor que olvidarlo. Hemos de ase­mejarnos a los dioses bifrontes, uno de cuyos rostros aprendía del pasado mientras el otro encaraba el porvenir. Ahí residen la ventaja y el riesgo. Andalucía tiene la costumbre entre la aventura y la desventura: entre el hacer­se, el deshacerse y el rehacerse de la universalidad. Y tiene la misión históri­ca de ser, como lo ha sido siempre, creadora de puentes, es decir, pontífice en estricto sentido: el puente entre Eu­ropa y el Islam, el puente entre España e Israel, el puente hacia América... El puente entre el ayer y el hoy, cuyo fru­to es mañana.

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L A F I R M A