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Palabras de santo Florecillas de Sagrario J. M. Cotelo Resonancias en nuestra Iglesia Agenda de verano Con mirada eucarística La alegría de estar cerca de nuestro santo fundador

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Palabras de santoFlorecillas de Sagrario

J. M. Cotelo Resonancias en nuestra Iglesia

Agenda de veranoCon mirada eucarística

La alegría de estar cerca de nuestro santo fundador

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Editorial: Dios también se va de vacaciones

Homilía del papa Francisco en la solemnidad del Corpus

La liturgia, encuentro con Cristo

María Magdalena: Apóstola de los Apóstoles

Resonancias en nuestra Iglesia de hoy

Palabras de santo

Tesoros carismáticos en la red

Verano eucarístico reparador (Sevilla)

Verano eucarístico reparador II (Málaga)

La FER en el mundo (Jaén, España)

La FER en el mundo II (Santa Fe, Argentina)

Orar con el obispo del Sagrario abandonado

Cordialmente, una carta para ti

Con mirada eucarística

Lectura sugerida

Cartelera recomendada

Conoce y vive

Familia Eucarística Reparadora

Desde la fe

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19Lee y descárgate los libros de san

Manuel González24 La FER en Jaén:

Escuchar + responder = comprometerse

12María Magdalena,apóstola de

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fundadas por san Manuel González García

en 1907

Edita:Misioneras Eucarísticas de NazaretTutor, 15-17, 28008 - MADRIDTfno.: 915 420 887E-mail: [email protected]

Imprime:Azul IbéricaISSN: 2340-1214Depósito Legal: M-12242-2016

En portada:Algunos miembros de la FER de Sevilla y Badajoz en Santa María de Nazaret, en Palencia, donde reali-zaron una peregrinación para visitar la tumba de san Manuel.

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EUCARISTÍA

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EDITORIAL

Dios tambiénse va de vacaciones

En el Hemisferio Norte he llegado el vera-no, tiempo de temperaturas más altas, tiempo de vacaciones. Muchas veces se

ha dicho que en estos días parece que algu-nas personas unen descanso laboral con ol-vido de Dios. Es difícil y riesgoso hacer una valoración de las intenciones de las personas sin caer en juicios erróneos y las más de las veces, en prejuicios. Porque si bien es cierto que muchas parroquias de ciudad ven decaer llamativamente la asistencia a las Misas de domingo, más cierto aún es comprobar cómo los templos de pueblos rurales, costeros o, simplemente, zonas propicias para veranear, no tienen suficiente espacio para tantos fie-les que se acercan a las Misas. No es extraño que, a veces, sea necesario celebrar fuera del templo, para que todos puedan participar de las celebraciones del Día del Señor.

Posiblemente sea mucho más cristiano in-tentar analizar qué hace Dios en este tiempo de vacaciones, porque quizá no es del todo cierto otra frase muy escuchada en estos me-ses: «Dios no se toma vacaciones».

¿No será más correcto decir que Dios no solo se va de vacaciones sino que acompaña en las vacaciones? ¿No será, quizás, que ese amor infinito y desmesurado por cada perso-na lo impele a ir de vacaciones allá donde ca-da uno de nosotros desee llegar? Incluso a aquellos lugares donde parece que no hay si-tio para él.

Desde la primera Nochebuena de la histo-ria Dios ha querido hacerse uno de nosotros no para juzgarnos sino para salvarnos, para acompañarnos. Si san Manuel González qui-so entregar su vida y sus huesos después de muerto para dar y buscar compañía al Dios

del Sagrario fue, sin lugar a dudas, por lo que descubrió aquel 2 de febrero en Palomares del Río: que Dios jamás le había negado su compañía y jamás se la negaría. Que no exis-te nada en la tierra o en el Cielo que pueda alejarlo de su criatura amada, aquella que en el último día de la creación vio que era muy buena (cf. Gn 1,31).

Ese Dios que clavó su mirada amorosa en aquel joven sacerdote sigue mirando con la misma ternura a todos sus hijos. Los miem-bros de la Familia Eucarística Reparadora no solo lo sabemos sino que lo hemos compro-bado en primera persona. El carisma eucarís-tico reparador sigue vivo en cada uno de los miembros de la Obra fundada por san Manuel. Y hoy, en este mundo, en cada una de las si-tuaciones que nos tocan vivir seguimos des-cubriendo la compañía amorosa de Dios por el hombre e intentamos, desde nuestra pobre-za y libertad, darle y buscarle compañía.

Dios sigue siendo buscado y deseado. So-bre todo por quienes más alejados se dicen de él. Las vacaciones son, en este sentido, oca-sión privilegiada para llevar a Dios a lugares nuevos y deseosos de él, aún sin saberlo.

¡Dios desea irse de vacaciones porque an-hela estar cerca de sus hijos! Y quienes lo conocemos y lo buscamos y le hablamos y nos sabemos acompañados por él tenemos el gran tesoro en nuestras manos: «Servirle de pies para llevarlo a donde lo desean. De manos para dar limosna en su nombre aun a los que no lo quieren. De boca para hablar de Él y consolar por Él y gritar a favor de Él...» (OO.CC. I, n. 18). ¡Muy felices vacacio-nes! ¡Muy llenas de Dios, que siempre nos acompaña! «

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Homilía del papa Francisco en la Misa del Corpus Christi

Alimento humilde

que sana con amor

En la solemnidad del Corpus Chris-ti aparece una y otra vez el tema de la memoria: «Recuerda to-

do el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer […]. No olvi-des al Señor, […] que te alimentó en el desierto con un maná» (Dt 8,2.14.16) –dijo Moisés al pueblo–.

«Haced esto en memoria mía» (1 Co 11,24) –nos dirá Jesús a noso-tros–. «Acuérdate de Jesucristo» (2 Tm 2,8) –dirá san Pablo a su discí-pulo. El «pan vivo que ha bajado del cielo» (Jn 6,51) es el sacramento de la memoria que nos recuerda, de ma-nera real y tangible, la historia del amor de Dios por nosotros.

Recuerda…Recuerda, nos dice hoy la Palabra di-vina a cada uno de nosotros. El re-cuerdo de las obras del Señor ha he-cho que el pueblo en el desierto ca-

minase con más determinación; nues-tra historia personal de salvación se funda en el recuerdo de lo que el Se-ñor ha hecho por nosotros. Recordar es esencial para la fe, como el agua pa-ra una planta: así como una planta no puede permanecer con vida y dar fru-to sin ella, tampoco la fe si no se sa-cia de la memoria de lo que el Señor ha hecho por nosotros. «Acuérdate de Jesucristo».

Recuerda. La memoria es impor-tante, porque nos permite permane-cer en el amor, recordar, es decir, lle-var en el corazón, no olvidar que nos

Un año más, con inmenso gozo, toda la Iglesia ha celebrado la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, que este año ha sido el domingo 18 de junio. El papa Francisco, obispo de Roma, ha presidido esta fiesta para su diócesis: en la tarde tuvo la Eucaristía ante la basílica de S. Juan de Letrán y, a continuación, la procesión hasta la basílica de Sta. María la Mayor, donde impartió la Bendición. Ofrecemos a continuación su homilía y las palabras que, ese mismo día, dirigió a la hora del Ángelus en la Plaza de S. Pedro.

Muchos viven hambrientos de

novedad pero pobres de recuerdos

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ama y que estamos llamados a amar. Sin embargo esta facultad única, que el Señor nos ha dado, está hoy más bien debilitada. En el frenesí en el que estamos inmersos, son muchas per-sonas y acontecimientos que parecen como si pasaran por nuestra vida sin dejar rastro.

Se pasa página rápidamente, ham-brientos de novedad, pero pobres de recuerdos. Así, eliminando los re-cuerdos y viviendo al instante, se co-rre el peligro de permanecer en lo su-perficial, en la moda del momento, sin ir al fondo, sin esa dimensión que nos recuerda quiénes somos y de dón-de venimos. Entonces la vida exte-rior se fragmenta y la interior se vuel-ve inerte.

El memorial eucarísticoEn cambio, la solemnidad de hoy nos recuerda que, en la fragmentación de la vida, el Señor sale a nuestro encuen-tro con una fragilidad amorosa que es la Eucaristía. En el Pan de vida, el Señor nos visita haciéndose alimen-to humilde que sana con amor nues-tra memoria, enferma de frenesí. Por-que la Eucaristía es el memorial del amor de Dios. Ahí «se celebra el me-morial de su pasión» (Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, Antífona al Magníficat de las II Vísperas), del amor de Dios por no-sotros, que es nuestra fuerza, el apo-yo para nuestro caminar. Por eso, nos hace tanto bien el memorial eucarís-tico: no es una memoria abstracta, fría o conceptual, sino la memoria vi-va y consoladora del amor de Dios.

Memoria anamnética y mimética. En la Eucaristía está todo el sabor de las palabras y de los gestos de Jesús, el gusto de su Pascua, la fragancia de

su Espíritu. Recibiéndola, se impri-me en nuestro corazón la certeza de ser amados por él. Y mientras digo es-to, pienso de modo particular en vo-sotros, niños y niñas, que hace poco habéis recibido la primera Comunión.

Agradecida, libre y pacienteAsí la Eucaristía forma en nosotros una memoria agradecida, porque nos reconocemos hijos amados y sacia-dos por el Padre; una memoria libre, porque el amor de Jesús, su perdón, sana las heridas del pasado y nos mi-tiga el recuerdo de las injusticias su-fridas e infligidas; una memoria pa-ciente, porque en medio de la adver-sidad sabemos que el Espíritu de Je-sús permanece en nosotros.

La Eucaristía nos anima: incluso en el camino más accidentado no es-tamos solos, el Señor no se olvida de nosotros y cada vez que vamos a él nos conforta con amor. La Eucaris-tía nos recuerda además que no so-mos individuos, sino un cuerpo. Co-mo el pueblo en el desierto recogía el maná caído del cielo y lo compar-tía en familia (cf. Ex 16), así Jesús, Pan del cielo, nos convoca para reci-birlo, recibirlo juntos y compartirlo entre nosotros.

La Eucaristía no es un sacramen-to «para mí», es el sacramento de muchos que forman un solo cuerpo, el santo pueblo fiel de Dios. Nos lo ha recordado san Pablo: «Porque el pan es uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues to-dos comemos del mismo pan» (1 Co 10,17). La Eucaristía es el sacramen-to de la unidad. Quien la recibe se convierte necesariamente en artífice de unidad, porque nace en él, en su ADN espiritual, la construcción de la unidad.

Que este Pan de unidad nos sane de la ambición de estar por encima de los demás, de la voracidad de aca-parar para sí mismo, de fomentar dis-cordias y diseminar críticas; que sus-cite la alegría de amarnos sin rivali-

dad, envidias y chismorreos calum-niadores. Y ahora, viviendo la Euca-ristía, adoremos y agradezcamos al Señor por este don supremo: memo-ria viva de su amor, que hace de no-sotros un solo cuerpo y nos conduce a la unidad.

Durante el ÁngelusEn Italia y en muchos países se cele-bra este domingo la fiesta del Cuer-po y la Sangre de Cristo –a menudo se utiliza el nombre latino Corpus Do-mini o Corpus Christi-. Cada domin-go la comunidad eclesial se reúne al-rededor de la Eucaristía, sacramento instituido por Jesús en la Última Ce-na. Sin embargo, cada año tenemos la alegría de celebrar la fiesta dedica-da a este misterio central de la fe, pa-ra expresar plenamente nuestra ado-ración a Cristo que se entrega como alimento y bebida de salvación.

El pasaje del evangelio de hoy, to-mado de san Juan, es una parte del

discurso sobre «el pan de vida» (cf. 6,51-58). Jesús afirma: «Yo soy el pan vivo bajado del cielo. [...] El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo» (v. 51). Él quiere decir que el Padre le ha enviado al mundo co-mo alimento de vida eterna, y que por esto Él se sacrificará a sí mismo, su carne. Efectivamente, Jesús, en la cruz, ha entregado su cuerpo y de-rramado su sangre. El Hijo del hom-bre crucificado es el verdadero Cor-dero pascual, que hace salir de la es-clavitud del pecado y sostiene en el camino hacia la tierra prometida. La Eucaristía es el sacramento de su car-ne dada para que viva el mundo; quien se nutre de este alimento permane-ce en Jesús y vive por Él. Asimilar a Jesús significa estar en él, volverse hi-jos en el Hijo.

Presencia solidariaEn la Eucaristía, Jesús, como hizo con los discípulos de Emaús, se pone a

nuestro lado, peregrinos en la histo-ria, para alimentar en nosotros la fe, la esperanza y la caridad; para con-fortarnos en las pruebas; para soste-nernos en el compromiso por la jus-ticia y la paz. Esta presencia solidaria del Hijo de Dios está en todas partes: en las ciudades y en el campo, en el Norte y Sur del mundo, en los países de tradición cristiana y en los de pri-mera evangelización.

Y en la Eucaristía se ofrece a sí mis-mo como fuerza espiritual para ayu-darnos a poner en práctica su man-damiento –amarnos los unos a otros como Él nos ha amado–, construyen-do comunidades acogedoras y abier-tas a las necesidades de todos, espe-cialmente de las personas más frági-les, pobres y necesitadas.

Alimentarnos de Jesús Eucaristía significa también abandonarnos con confianza a Él y dejarnos guiar por Él. Se trata de acoger a Jesús en lugar del propio yo. De este modo el amor gra-

tuito recibido de Jesús en la Comu-nión eucarística, por la obra del Es-píritu Santo, alimenta el amor por Dios y por los hermanos y hermanas que encontramos en el camino de ca-da día. Alimentados por el Cuerpo de Cristo, nos convertimos cada vez más y concretamente en el Cuerpo Místi-co de Cristo. Nos lo recuerda el após-tol Pablo: «La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la Sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? Ya que hay un so-lo pan, todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único pan» (1 Cor 10,16-17).

La Virgen María, que siempre ha estado unida a Jesús Pan de Vida, nos ayude a redescubrir la belleza de la Eucaristía, a alimentarnos de ella con fe, para vivir en comunión con Dios y con los hermanos.

Papa Francisco

En la Eucaristíaestá todo el sabor

de las palabras y de los gestos de Jesús

«La última cena». Tintoretto (1547).

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C arta de su santidad Benedicto XVI al presidente de la Confe-rencia Episcopal Alemana. Ex-

celencia, venerado y querido Arzo-bispo: Con ocasión de su visita del 15 de marzo de 2012, usted me hizo saber que, por lo que se refiere a la traducción de las palabras «pro mul-tis» en las Plegarias Eucarísticas de la Santa Misa, todavía no hay unidad entre los obispos de las áreas de len-gua alemana. Al parecer, se corre el riesgo de que, ante la publicación de la nueva edición del Gotteslob (libro de cantos y oraciones), que se espe-ra en breve, algunos sectores del ám-bito lingüístico alemán deseen man-tener la traducción «por todos», aún cuando la Conferencia Episcopal Ale-mana acordase escribir «por mu-chos», tal como ha sido indicado por la Santa Sede. Le había prometido que me expresaría por escrito sobre esta cuestión importante, con el fin de prevenir una división como ésta en el seno más íntimo de nuestra ple-garia. Esta carta que ahora dirijo por medio suyo a los miembros de la Con-ferencia Episcopal Alemana, se envia-rá también a los demás obispos de las áreas de lengua alemana.

El origen del problemaAnte todo, permítame una breves pa-labras sobre el origen del problema. En los años sesenta, cuando hubo que traducir al alemán el Misal Romano, bajo la responsabilidad de los obis-

pos, había un consenso exegético en que la palabra «los muchos», «mu-chos», en Isaías 53,11s, era una for-ma de expresión hebrea que indica-ba la totalidad, «todos». En los rela-tos de la institución de Mateo y de Marcos, la palabra «muchos» sería por tanto un «semitismo», y debe-ría traducirse por «todos». Esta idea se aplicó también a la traducción di-rectamente del texto latino, donde «pro multis» haría referencia, a tra-vés de los relatos evangélicos, a Isaías 53 y, por tanto, debería traducirse co-mo «por todos». Con el tiempo, es-te consenso exegético se ha resque-brajado; ya no existe. En la narración de la Última Cena de la traducción ecuménica alemana de la Sagrada Es-critura, puede leerse: «Esta es mi san-gre de la alianza, que es derramada por muchos» (Mc 14,24; cf. Mt 26,28). Con esto se pone de relieve algo muy importante: el paso del «pro multis» al «por todos» no era en modo algu-no una simple traducción, sino una interpretación, que seguramente te-nía y sigue teniendo fundamento, pe-ro es ciertamente ya una interpreta-ción y algo más que una traducción.

Esta fusión entre traducción e in-terpretación pertenece en cierto sen-tido a los principios que, inmediata-mente después del Concilio, orienta-ron la traducción de los libros litúr-gicos en las lenguas modernas. Se te-nía conciencia de cuán lejos estaban la Biblia y los textos litúrgicos del mo-

do de pensar y de hablar del hombre de hoy, de modo que, incluso tradu-cidos, seguían siendo en buena parte incomprensibles para los participan-tes en la liturgia. Era una tarea nove-dosa tratar que, en la traducción, los textos sagrados fueran asequibles a los participantes en la liturgia, aun-que siguieran siendo muy ajenos a su mundo; es más, los textos sagrados aparecían precisamente de este mo-do en su enorme lejanía. Así, los au-tores no solo se sentían autorizados, sino incluso en la obligación, de in-cluir ya la interpretación en la traduc-ción, y de acortar de esta manera la vía hacia los hombres, pretendiendo hacer llegar a su mente y a su corazón precisamente estas palabras.

Límites de la interpretaciónHasta un cierto punto, el principio de una traducción del contenido del tex-to base, y no necesariamente literal, sigue estando justificado. Desde que debo recitar continuamente las ora-ciones litúrgicas en lenguas diferen-tes, me doy cuenta de que no es po-sible encontrar a veces casi nada en común entre las diversas traduccio-nes, y que el texto único, que está en la base, con frecuencia es solo lejana-mente reconocible. Además, hay cier-tas banalizaciones que comportan una auténtica pérdida. Así, a lo largo de los años, también a mí personal-mente me ha resultado cada vez más claro que el principio de la correspon-dencia no literal, sino estructural, co-mo guía en las traducciones tiene sus límites. Estas consideraciones han lle-vado a la Instrucción sobre las traduc-ciones «Liturgiam authenticam», ema-nada por la Congregación para el Cul-to Divino y la Disciplina de los Sacra-

mentos, el 28 de marzo de 2001, a po-ner de nuevo en primer plano el prin-cipio de la correspondencia literal, sin prescribir obviamente un verbalismo unilateral. La contribución importan-te que está en la base de esta instruc-ción consiste en la distinción entre traducción e interpretación, de la que he hablado al principio. Esta es nece-saria tanto respecto a la palabra de la Escritura, como de los textos litúrgi-cos. Por un lado, la palabra sagrada debe presentarse lo más posible tal como es, incluso en lo que tiene de extraño y con los interrogantes que

comporta; por otro lado, a la Iglesia se le ha encomendado el cometido de la interpretación, con el fin de que –en los límites de nuestra compren-sión actual– nos llegue ese mensaje que el Señor nos ha destinado. Ni si-quiera la traducción más esmerada puede sustituir a la interpretación: pertenece a la estructura de la revela-ción el que la Palabra de Dios sea leí-da en la comunidad interpretativa de la Iglesia, y que la fidelidad y la actua-lización estén enlazadas recíproca-mente. La Palabra debe estar presen-te tal y como es, en su forma propia, tal vez extraña para nosotros; la inter-pretación debe confrontarse con la fi-delidad a la Palabra misma, pero, al mismo tiempo, ha de hacerla accesi-ble al oyente de hoy.

En este contexto, la Santa Sede ha decidido que, en la nueva traducción

del Misal, la expresión «pro multis» deba ser traducida tal y como es, y no al mismo tiempo ya interpretada. En lugar de la versión interpretada «por todos», ha de ponerse la simple tra-ducción «por muchos». Quisiera ha-cer notar aquí que ni en Mateo ni en Marcos hay artículo, así pues, no «por los muchos», sino «por muchos».

Catequesis explicativaSi bien esta decisión, como espero, es absolutamente comprensible a la luz de la correlación fundamental entre traducción e interpretación, soy cons-ciente sin embargo de que represen-ta un reto enorme para todos aque-llos que tienen el cometido de expo-ner la Palabra de Dios en la Iglesia. En efecto, para quienes participan ha-bitualmente en la Santa Misa, esto pa-rece casi inevitablemente como una

La liturgia, encuentro con Cristo

La Conferencia Episcopal Española ha editado en este año 2017 la III edición del Misal Romano en español, El Granito de Arena ya ha recogido en meses anteriores algunos artículos referidos al mismo. Este mes incluimos una carta del papa Benedicto XVI referida a las palabras de la consagración «por muchos» (en lugar de «por todos»), que es uno de los cambios de esta tercera edición para España.

«Por vosotros» y «por muchos»

Durante la consagración se utilizan las mismas

palabras de Jesús en la Última Cena

ruptura precisamente en el corazón de lo sagrado. Ellos se dirán: Pero Cristo, ¿no ha muerto por todos? ¿Ha modificado la Iglesia su doctrina? ¿Puede y está autorizada para hacer-lo? ¿Se está produciendo aquí una re-acción que quiere destruir la heren-cia del Concilio?

Por la experiencia de los últimos 50 años, todos sabemos cuán profun-damente impactan en el ánimo de las personas los cambios de formas y tex-tos litúrgicos; lo mucho que puede inquietar una modificación del tex-to en un punto tan importante. Por este motivo, en el momento en que, en virtud de la distinción entre tra-ducción e interpretación, se optó por la traducción «por muchos», se de-cidió al mismo tiempo que esta tra-ducción fuera precedida en cada área lingüística de una esmerada cateque-sis, por medio de la cual los obispos deberían hacer comprender concre-tamente a sus sacerdotes y, a través de ellos, a todos los fieles por qué se hace. Hacer preceder la catequesis es la condición esencial para la entrada en vigor de la nueva traducción. Por lo que sé, una catequesis como esta no se ha hecho hasta ahora en el área lingüística alemana. El propósito de mi carta es pediros con la mayor ur-gencia a todos vosotros, queridos her-manos, la elaboración de una cate-quesis de este tipo, para hablar des-pués de esto con los sacerdotes y ha-cerlo al mismo tiempo accesible a los fieles.

En dicha catequesis, se deberá ex-plicar brevemente en primer lugar por qué, en la traducción del Misal tras el Concilio, la palabra «muchos» fue sustituida por «todos»: para expre-sar de modo inequívoco, en el senti-do querido por Jesús, la universalidad de la salvación que de él proviene.

Las palabras de JesúsPero surge inmediatamente la pre-gunta: Si Jesús ha muerto por todos, ¿por qué en las palabras de la Ultima

Cena él dijo «por muchos»? Y, ¿por qué nosotros ahora nos atenemos a estas palabras de la institución de Je-sús? A este punto, es necesario aña-dir ante todo que, según Mateo y Mar-cos, Jesús ha dicho «por muchos», mientras según Lucas y Pablo ha di-cho «por vosotros». Aparentemen-te, así se restringe aún más el círculo. Y, sin embargo, es precisamente par-tiendo de esto cómo se puede llegar a la solución.

Los discípulos saben que la mi-sión de Jesús va más allá de ellos y de su grupo; que él ha venido para reu-nir a los hijos de Dios dispersos por el mundo (cf. Jn 11,52). Pero el «por vosotros» hace que la misión de Je-sús aparezca de forma absolutamen-te concreta para los presentes. Ellos no son miembros cualquiera de una enorme totalidad, sino que cada uno sabe que el Señor ha muerto «por mí», «por nosotros». El «por voso-tros» se extiende al pasado y al futu-ro, se refiere a mí de manera totalmen-te personal; nosotros, que estamos aquí reunidos, somos conocidos y amados por Jesús en cuanto tales. Por consiguiente, este «por vosotros» no es una restricción, sino una concreti-zación, que vale para cada comuni-dad que celebra la Eucaristía y que la une concretamente al amor de Jesús. En las palabras de la consagración, el Canon Romano ha unido las dos lec-turas bíblicas y, de acuerdo con esto, dice: «por vosotros y por muchos». Esta fórmula fue retomada luego por la reforma litúrgica en todas las Ple-garias Eucarísticas.

Pero, una vez más: ¿Por qué «por muchos»? ¿Acaso el Señor no ha muerto por todos? El hecho de que Jesucristo, en cuanto Hijo de Dios he-cho hombre, sea el hombre para to-dos los hombres, el nuevo Adán, for-ma parte de las certezas fundamenta-les de nuestra fe. Sobre este punto, quisiera recordar solamente tres tex-tos de la Escritura: Dios entregó a su Hijo «por todos», afirma Pablo en la

Carta a los Romanos (8,32). «Uno murió por todos», dice en la Segun-da Carta a los Corintios, hablando de la muerte de Jesús (5,14). Jesús «se entregó en rescate por todos», escri-be en la Primera Carta a Timoteo (2,6).

Pero entonces, con mayor razón, una vez más, debemos preguntarnos: si esto es así de claro, ¿por qué en la Plegaria Eucarística está escrito «por muchos»? Ahora bien, la Iglesia ha tomado esta fórmula de los relatos de la institución en el Nuevo Testa-mento. Lo dice así por respeto a la palabra de Jesús, por permanecer fiel a él incluso en las palabras. El respe-to reverencial por la palabra misma de Jesús es la razón de la fórmula de la Plegaria Eucarística. Pero ahora nos preguntamos: ¿Por qué Jesús mis-mo lo ha dicho precisamente así? La razón verdadera y propia consiste en que, con esto, Jesús se ha hecho re-conocer como el Siervo de Dios de Isaías 53, ha mostrado ser aquella figura que la palabra del profeta es-taba esperando. Respeto reverencial de la Iglesia por la palabra de Jesús, fidelidad de Jesús a la palabra de la «Escritura»: esta doble fidelidad es la razón concreta de la fórmula «por muchos». En esta cadena de reve-rente fidelidad, nos insertamos no-sotros con la traducción literal de las palabras de la Escritura.

Así como hemos visto anterior-mente que el «por vosotros» de la traducción lucano-paulina no restrin-ge, sino que concretiza, así podemos reconocer ahora que la dialéctica «muchos»-«todos» tiene su propio significado. «Todos» se mueve en el plano ontológico: el ser y obrar de Je-sús, abarca a toda la humanidad, al pasado, al presente y al futuro. Pero

históricamente, en la comunidad con-creta de aquellos que celebran la Eu-caristía, él llega de hecho solo a «mu-chos». Entonces es posible recono-cer un triple significado de la corre-lación entre «muchos» y «todos».

Triple significadoEn primer lugar, para nosotros, que podemos sentarnos a su mesa, debe-ría significar sorpresa, alegría y grati-tud, porque él me ha llamado, porque puedo estar con él y puedo conocer-lo. «Estoy agradecido al Señor, que por gracia me ha llamado a su Igle-sia…» (Canto religioso Fest soll mein Taufbund immer steen, estrofa 1).

En segundo lugar, significa tam-bién responsabilidad. Cómo el Señor, a su modo, llegue a los otros –a «to-dos»– es a fin de cuentas un miste-rio suyo. Pero, indudablemente, es una responsabilidad el hecho de ser llamado por él directamente a su me-

sa, de manera que puedo oír: «por vosotros», «por mí», él ha sufrido. Los muchos tienen responsabilidad por todos. La comunidad de los mu-chos debe ser luz en el candelero, ciu-dad puesta en lo alto de un monte, le-vadura para todos. Esta es una voca-ción que concierne a cada uno de ma-nera totalmente personal. Los mu-chos, que somos nosotros, deben lle-var consigo la responsabilidad por el todo, conscientes de la propia misión.

Finalmente, se puede añadir un tercer aspecto. En la sociedad actual tenemos la sensación de no ser en ab-soluto «muchos», sino muy pocos, una pequeña multitud, que se redu-ce continuamente. Pero no, somos «muchos»: «Después de esto vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de todas las naciones, razas, pueblos y lengua», dice el Apo-calipsis de Juan (7,9). Nosotros somos muchos y representamos a todos. Así,

ambas palabras, «muchos» y «to-dos» van juntas y se relacionan una con otra en la responsabilidad y en la promesa.

Excelencia, queridos hermanos en el episcopado. Con todo esto, he que-rido indicar la línea del contenido fun-damental de la catequesis, por medio de la cual se debe preparar a sacerdo-tes y laicos lo más pronto posible pa-ra la nueva traducción. Espero que pueda servir al mismo tiempo para una participación más profunda en la Santa Eucaristía, integrándose en la gran tarea que nos espera con el «Año de la Fe». Confío que dicha cateque-sis se presente prontamente, y forme parte así de esa renovación litúrgica, a la cual se comprometió el Concilio desde su primera sesión.

Con la bendición y el saludo pas-cual, me confirmo suyo en el Señor.

Benedictus PP. XVIVaticano, 14 de abril de 2012

Se ha decidido que la expresión «pro multis» debe ser traducida sin añadir interpretaciones

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El 22 de julio la Iglesia celebra la Fiesta de Sta. María Magdalena, mujer particularmente significativa para la Familia Eucarística Reparadora, por ser una de las valientes mujeres que permanecieron fieles a Jesús hasta el Calvario, y a quien el Resucitado confío una misión especial entre sus seguidores. El papa Francisco, el pasado 17 de mayo, dedicó su catequesis semanal en la Plaza de San Pedro a ella, destacando en esta ocasión su testimonio de esperanza. Publicamos a continuación el texto completo.

Q ueridos hermanos y herma-nas: En las últimas semanas nuestra reflexión se mueve,

por así decirlo, en la órbita del Mis-terio Pascual. Hoy encontramos a aquella que, según los evangelios, fue la primera persona que vio a Jesús re-sucitado: María Magdalena. El des-canso del sábado había terminado ha-cía poco. El día de la pasión no hubo tiempo para completar los ritos fúne-bres; por eso, en aquel amanecer lle-no de tristeza, las mujeres van a la tumba de Jesús con ungüentos per-fumados.

La primera en llegar es ella: Ma-ría Magdalena, una de las discípulas que habían acompañado a Jesús des-de Galilea, poniéndose al servicio de la Iglesia naciente. En su camino ha-cia el sepulcro se refleja la fidelidad de tantas mujeres que han dedicado años a los senderos del cementerio, en memoria de alguien que ya no es-tá. Los lazos más auténticos no se rompen ni siquiera con la muerte: hay

quien sigue amando aunque la per-sona amada se haya ido para siempre.

El evangelio (cf. Jn 20,1-2.11-18) describe a la Magdalena aclarando in-mediatamente que no era una mujer de vida alegre. Efectivamente, des-pués de la primera visita al sepulcro, vuelve decepcionada al lugar donde los discípulos estaban escondidos; cuenta que han movido la piedra de la entrada al sepulcro, y su primera hi-pótesis es la más fácil que se pueda formular: alguien debe haber robado el cuerpo de Jesús. Así, el primer anun-cio que María lleva no es el de la Re-surrección, sino el de un robo perpe-trado por desconocidos, mientras to-da Jerusalén dormía.

Los evangelios narran después un segundo viaje de la Magdalena al se-

pulcro de Jesús. ¡Era testaruda! Fue, volvió, porque no estaba convenci-da… Esta vez, su paso es lento, muy pesado. María sufre por partida do-ble: en primer lugar, por la muerte de Jesús, y luego por la inexplicable de-saparición de su cuerpo.

Mientras se inclina cerca de la tum-ba, con los ojos llenos de lágrimas, es cuando Dios la sorprende de la ma-nera más inesperada. El evangelista Juan reitera la persistencia de su ce-guera: no se da cuenta de la presen-cia de dos ángeles que la interpelan, y tampoco sospecha nada cuando ve al hombre a su espalda: cree que es el jardinero. Y, en cambio, descubre el evento más impactante de la historia humana cuando finalmente la llaman por su nombre: «María» (v. 16).

¡Qué hermoso es pensar que la primera aparición del Resucitado –se-gún los evangelios– haya acaecido de una manera tan personal! Que haya alguien que nos conoce, que ve nues-tro sufrimiento y nuestra decepción, que se conmueve por nosotros, y nos llama por nombre. Es una ley que en-contramos esculpida en muchas pá-ginas del Evangelio.

En torno a Jesús hay muchas per-sonas que buscan a Dios; pero la rea-lidad más prodigiosa es que, mucho antes, es sobre todo Dios quien se preocupa por nuestra vida, el que la quiere aliviar y para ello nos llama por nombre, reconociendo el rostro de cada uno. Cada hombre es una histo-ria de amor que Dios escribe en esta tierra. Cada uno de nosotros es una

historia de amor de Dios. A cada uno nos llama por nombre: conoce nues-tro nombre, nos mira, nos espera, nos perdona, tiene paciencia con noso-tros. ¿Es verdad o no? Cada uno de nosotros lo experimenta. Una cascada que arrollaY Jesús la llama: «¡María!»: La re-volución de su vida, la revolución destinada a transformar la existencia de cada hombre y mujer, comienza con un nombre que resuena en el jar-dín del sepulcro vacío. Los evange-lios nos describen la felicidad de Ma-ría: la resurrección de Jesús no es una alegría suministrada con cuentago-tas, sino una cascada que arrolla to-da la vida. La existencia cristiana no está entretejida con felicidad suave,

sino con olas que arrollan todo. Tra-tad de pensar también vosotros en este momento, con el bagaje de de-cepciones y derrotas que cada uno de nosotros lleva en su corazón, que hay un Dios cercano a nosotros, que nos llama por nuestro nombre y nos dice: «Levántate, deja de llorar, por-que he venido a liberarte». ¡Qué her-moso es esto!

Jesús no es uno que se adapte al mundo, tolerando que en él perduren la muerte, la tristeza, el odio, la des-trucción moral de las personas... Nues-tro Dios no es inerte; al contrario, nuestro Dios –me permito esta pala-bra– es un soñador: sueña con la trans-formación del mundo, y la ha realiza-do en el misterio de la Resurrección.

La alegría de anunciar María quisiera abrazar a su Señor, pe-ro ahora Él está orientado al Padre ce-lestial, mientras ella es enviada a lle-var el anuncio a los hermanos. Y así, aquella mujer, que antes de conocer a Jesús estaba a merced del maligno (cf. Lc 8,2), ahora se ha convertido en apóstola de la nueva y mayor es-peranza.

Que su intercesión nos ayude también a nosotros a vivir esta expe-riencia: en la hora del llanto y en la hora del abandono, escuchar a Jesús Resucitado, que nos llama por nom-bre, y, con el corazón lleno de ale-gría, ir y anunciar: «¡He visto al Se-ñor!» (v. 18).

¡He cambiado de vida porque he visto al Señor! Ahora no soy como antes, soy otra persona. He cambia-do porque he visto al Señor. Esta es nuestra fuerza y esta es nuestra espe-ranza. Gracias.

Papa Francisco

Apóstola de los Apóstoles

María Magdalena: apóstola de la esperanza

«Noli me tangere». Guillam Forchondt y Willem van Herp (hacia 1678).

1514

¿Hace mucho que conoces a san Ma-nuel? ¿Cómo fue tu primer encuen-tro con él?Fue en Fátima, hace 7 años. En un pe-queño oratorio de la residencia en la que me alojé una noche. Me fijé en la escultura de un obispo que sostenía algo en sus manos y pregunté: «¿quién es ese y qué tiene en las manos?». Así me presentaron a Manuel González y me hablaron de su devoción a la Eu-caristía. En sus manos había, precisa-mente, un Sagrario. Me regalaron una reliquia suya y me animaron a pedir-

le por una intención concreta que te-nía yo por entonces, relacionada con un Sagrario, precisamente. Al cabo de 10 días exactos, aquello por lo que yo pedía se resolvió de repente, después de dos años de atasco. Desde enton-ces, somos buenos amigos.

¿Has leído algún libro suyo? ¿Hay al-guno que te haya tocado de forma es-pecial? He leído Artes para ser apóstol, Lo que puede hacer un cura, hoy y poco a po-co voy alimentándome con sus Obras

Completas, que son para mí un ali-mento espiritual muy nutritivo. Me encanta el sentido del humor que em-plea, la cercanía de los ejemplos que pone para explicar las cosas, la elegan-cia de su escritura y, sobre todo, la ter-nura con la que habla de Jesús. Se no-ta que Jesús no es alguien de quien sabía mucho, sino alguien a quien amaba mucho. Su amor a Jesús des-pierta, en mí, deseos de amarle más, de estar más tiempo con Él, acompa-ñándole en la Eucaristía. Leyendo a Manuel González pones las cosas en su sitio: primero, el amor a Dios. Ese amor impulsa el amor a las personas y cualquier actividad apostólica. Sin ese amor prioritario, todo lo demás es ruido y agitación, estériles.

¿Crees que son actuales el carisma que recibió y el mensaje que transmi-tió san Manuel?Sin lugar a dudas. De hecho, fue lo primero que pensé y dije al terminar el primer libro: «si me dicen que es-te libro se ha escrito hoy, me lo creo». Su mensaje es completamente actual. Cualquier bautizado va a recibir lu-ces sobre la misión que hoy tiene que desempeñar. Tal vez si simplemente volviéramos a poner a Cristo en el centro de la misión evangelizadora, todo cambiaría, para bien. No me re-fiero a ponerle en los carteles, en los eslóganes o en las canciones, sino a volver a poner la Eucaristía en el cen-

tro de la actividad evangelizadora. Confiar en el poder de la presencia de Jesús en la Eucaristía es la única actitud humilde y sensata, que pue-de tener un apóstol. Si pensamos que la eficacia depende de nuestros es-fuerzos por caer bien al mundo, esta-mos muy equivocados. Si confiamos toda la eficacia a la presencia de Jesús en los Sacramentos, Él suple cualquie-ra de nuestras carencias. Ese mensa-je es central en la predicación de Ma-nuel González.

Estáis grabando El mayor regalo, un largometraje sobre el perdón. ¿Cómo se os ocurre hacer una película sobre este tema? Con el mismo material se hubiera podido hacer una sobre san-tidad en el siglo XXI...Se pueden hacer mil películas distin-tas para mostrar la verdad y eficacia transformadora del Evangelio y cual-quiera de ellas sería importante, ur-gente, necesaria. Pero nosotros so-mos una productora pequeñita, con capacidad para afrontar un solo pro-yecto. La decisión de comenzar una película sobre el perdón no se nos ocurrió a nosotros sino que Dios pu-so en nuestro camino a personas que quisieron compartir con nosotros sus preciosas historias de reconciliación. Nos conmovió tan profundamente, que no hizo falta dedicar un solo mi-nuto a pensarlo. Teníamos que hacer-lo, costase lo que costase.

¿Quién puede desear una película así? ¿Quién está colaborando para que El mayor regalo se esté rodando? No se nos escapa que habéis conseguido más de 100.000€ en el crowfunding creado a tal efecto.

Cuando nació INFINITO + 1, nues-tra productora, parecía que solo está-bamos implicados dos personas en este proyecto insensato. Pero Dios te-nía su plan, que poco a poco nos va mostrando. Surgieron otras perso-nas... y otras... y más... y más... y hoy hay personas en 28 países, que con-tribuyen a desarrollar esta misión de evangelización a través del cine. No son espectadores, ni seguidores, ni fans. Son protagonistas de esta mi-sión, tanto como lo soy yo. Es una oleada de amor, realmente impresio-nante y sorprendente, que nos per-mite descubrir la belleza de la comu-nión de los santos.

Puedo decir que realmente nos queremos, aunque en muchos casos ni siquiera nos conocemos. Sin la ayu-da de cada una de estas personas, que aportan su pequeño granito de arena a esta misión, no podríamos filmar ni una sola imagen. Dios suscita cons-tantemente el deseo de evangelizar, entre muchas personas, por todo el mundo. Hay personas que donan di-nero, otras trabajo, otras oraciones y otras... ¡todo a la vez! Es un ejército de insensatos, como me permito lla-

marle. La única motivación es el ser-vicio a las almas, la evangelización. Con este proyecto sobre el perdón, estamos descubriendo la sed de mi-sericordia que hay en todo el mundo. El perdón es la única medicina que puede cerrar completamente las he-ridas del rencor. Tu vida puede parecer un poco atípi-ca ya que tu trabajo está muy imbui-do de tu relación con Dios. ¿Cómo concilias tu vida personal, familiar, la-boral y cristiana? Solo tengo una vida, no varias vidas paralelas. Solo tengo un amor, no va-rios amores. Todo está unido, nada compite entre sí. El pegamento que une cada una de las actividades es el amor. Amo a Dios y en Dios amo a mi esposa, a cada una de mis hijas, a cada uno de mis amigos. Amo mi tra-bajo y mi descanso. Amo mi hogar y mis viajes. Amo la naturaleza y las úl-timas herramientas tecnológicas. No soy capaz de distinguir entre mi amor a Dios y mi amor a nada ni a nadie. Todo es el mismo amor, en un único horario, en una única ubicación: aquí y ahora. Cualquier clasificación o je-rarquía de amores, me resulta artifi-cial. Cuando amo poco, surgen los conflictos de actividades. Pero si ac-túo impulsado por el amor, nunca hay conflicto, aunque sí haya cambio de planes.Mónica Mª Yuan y Mª del Carmen Ruiz, m.e.n.

«Esto lo digo no para asustarlos, sino sencillamente para decir que nuestra vida es un hoy: hoy o jamás. Yo pienso en esto. El mañana será el mañana eterno, sin ocaso, con el Señor, para siempre. Si yo soy fiel a este hoy. Y la pregunta que les hago es la que hace el Espíritu Santo: ¿Cómo vivo yo, este hoy?» (papa Francisco, Homilía en Sta. Marta, 12/1/17). «El Señor me ha dicho: «Dame tu momento presente: Yo no quiero más de ti que tu momento presente; con él te tengo entre mis manos y tú no debes querer nada ni pensar en nada, ni preocuparte de nada: Yo lo haré todo» (OO.CC. II, nº 2800).Queridísimo D. Manuel: tu camino de santidad está marcado por la vivencia en el amor del ahora de la voluntad de Dios. Con la gracia que te caracterizó los llamabas «san Hoy» y «san Ahora». También el papa Francisco nos hace una llamada en este sentido. Es el Espíritu Santo quien sigue poniendo de relieve en su Iglesia las palabras de Jesús. «A cada momento le basta su afán». Hemos entrevistado a Juan Manuel Cotelo, de la productora INFINITO+1, director de La última cima, que te conoció en Fátima y le interesó mucho tu amistad. La ha seguido cultivando a través de tus escritos. Creemos que su testimonio puede ayudar e iluminar a los lectores de El Granito de Arena. También él ha sabido unificar su vida en la vivencia en el amor del momento presente.

Buen cine para saciar la sed de misericordia

Resonancias en nuestra Iglesia de hoy

1716

Palabras de santo

E s tradicionalmente llamado «flo-recillas» al género literario que narra episodios, milagros, dichos

y sentencias de los cuales es impreg-nada la vida de un santo. Conocidas son las Florecillas de san Francisco de Asís, de santa Clara, de san Gaspar, entre otras. Se trata de breves relatos que tienen una enseñanza, un men-saje edificante que ayuda y anima en el seguimiento de Cristo. Por otra par-te, el pueblo cristiano también llama florecillas a los pequeños sacrificios ofrecidos por amor a Dios o a la Vir-gen María. Inmerso en este contexto de espiritualidad, don Manuel co-mienza a dedicar en la revista El Gra-nito de Arena algunos espacios para hacer florecer los ramilletes espiritua-les que brotan de su corazón de poe-ta y apóstol.

Así encontramos en distintos nú-meros de los primeros años de la re-vista la sección «Florecillas de Cal-vario», donde vemos cómo nuestro autor ya desde el título revela su de-seo de difundir el espíritu eucarísti-co reparador y ofrecer enseñanzas en torno a la Obra de las Marías de los

Sagrarios Calvarios. Lo hace con fra-ses y reflexiones breves y sencillas, di-recto al corazón de sus lectores. En el año 1922, en la sección de El Grani-to llamada «La compañía por la Co-munión diaria bien preparada y agra-decida», don Manuel publica el pró-logo del libro que estaba entonces preparándose en imprenta: Florecillas de Sagrario o En busca del Escondido (El Granito de Arena, 5/11/1922, pp. 642-646).

La publicación del libro comple-to se anuncia meses después con es-tas palabras: «Nuevo libro: Floreci-llas de Sagrario. Por el Sr. Obispo de Málaga. Colección de pensamientos y articulitos sobre la Obra; tan ame-nos, interesantes y provechosos, que no tardará en apreciarse como el Kem-pis de las Marías. Estamos muy segu-ros de que todo aquel que ame la Obra tendrá este librito como inseparable compañero. Editado con esmero, en-cuadernado lindamente en tela; pun-tas redondas y muy manual. Precio sin igual: una peseta sin certificar. Pí-dase al Administrador de El Granito de Arena» (El Granito de Arena, 20/5/1923, p. 293). También se pre-senta en otro número con esta sim-pática comparación: «Una caja de 356 caramelos. Un ramo de 356 flo-res frescas. Una máquina de 356 pie-zas de música clásica. Un compañe-ro útil para la casa y los viajes con 356

temas de sabrosa conversación. A eso equivale el libro que acaba de publi-car la Biblioteca Granito de Arena (Palacio Episcopal, Málaga), con 356 pensamientos originales, substancio-sos, intencionados y eucaristizadores del antiguo Arcipreste de Huelva, hoy Obispo de Málaga. Florecillas de Sa-grario o En busca del Escondido. Las Marías y Discípulos de San Juan en-contrarán en él su libro, insustituible para tema de conversación o medita-ción de sus reuniones, viajes, visitas al Sagrario y conquistas de almas. Pa-ra que sea su libro inseparable se ha hecho de tamaño manual. Encuader-nado en tela y plancha dorada. Una peseta» (El Granito de Arena , 20/6/1923, p. 356).

Meses después encontramos en las páginas de la revista este comen-tario: «Gran éxito. Las Florecillas de Sagrario, de vivo color y aroma euca-rístico, están obteniendo un induda-ble éxito, su demanda no cesa y de las manos del encuadernador pasan al correo, para difundirse por todos los rincones de la Península» (El Grani-to de Arena, 5/9/1923, p. 536). Ve-mos por tanto que aquel nuevo libro del obispo de Málaga tuvo una bue-na acogida y amplia difusión desde su primera edición.

Dos series de FlorecillasCabe aclarar que son dos los libros de san Manuel con el título Florecillas de Sagrario, aunque se distinguen por el subtítulo. Explicaremos brevemente la diferencia entre ambos. El prime-ro fue publicado en 1922 con el sub-título «En busca del Escondido». Cuenta con siete ediciones (1922,

1927, 1932, 1936, 1952, 1968 y 1990). El mismo autor agregó palabras in-troductorias a cada una de ellas has-ta la cuarta edición. El segundo fue publicado luego de la muerte de don Manuel con el título «Florecillas de Sagrario o En busca del Abandona-do». Esta segunda serie se ha edita-do seis veces (1940, 1952, 1960, 1981, 1992, 2014). Ambos se encuentran en las Obras completas, el primero en el tomo II con el título En busca del Escondido (nn. 2657-3031), y el segundo en el tomo I, con el título Florecillas de Sagrario (nn. 609-810).

Por tanto, para diferenciar ambos libros seguimos el criterio de las Obras completas, llamando al primero que fue publicado En busca del Escondido y al segundo Florecillas de Sagrario. Respecto a la expresión «En busca del Escondido», nos dice la introduc-ción de las Obras completas: «Lo ins-pira una doble idea germinal: el re-sorte de la búsqueda, y la fe en el Dios escondido. Como en san Juan de la Cruz, “Adónde te escondiste, Ama-do” y “Buscando mis amores”, desde el prólogo se evocan y alegan las es-trofas del Cántico Espiritual de fray Juan”». Al recorrer sus páginas en-contramos «un buen muestrario del estilo pedagógico y catequético de don Manuel: textos breves, variados, salpicados de anécdotas con morale-ja, saetas para la rumia, pequeños re-tazos de la propia autobiografía… Hay entre ellos una serie hagiográfi-ca, con perfiles selectos de grandes enamorados de la Eucaristía: el P. Da-mián, Santa Teresa, la Madre Sacra-mento, San Pío X y… “Manolito de los Remedios”, cuya semblanza con-

densa don Manuel en el epígrafe “¡Un hombre!”. Sin que falte en la serie un reborde de humorismo bien dosifica-do» (Introd. OO.CC. II, p. 697).

Retazos de autobiografíaNos dice el comentario a este libro en la edición de las Obras completas

que pueden reconocerse «pequeños retazos de la propia autobiografía» de don Manuel. Efectivamente, co-nociendo la biografía del autor, des-de el prólogo y en gran cantidad de sus florecillas percibimos huellas del pensamiento y el carisma, así como de la vida y obra de san Manuel. En

Continuamos profundizando en la lectura de los libros de don Manuel. En el libro que comentaremos en esta ocasión el autor nos propone, con breves florecillas, ponernos en actitud de búsqueda para encontrar a Dios en lo cotidiano. Él lo ha encontrado, nos lo cuenta en breves reflexiones y nos enseña a buscarlo en cada ámbito de nuestra vida.

Las «florecillas» son un género literario

consistente en relatos breves y edificantes

Amenos, interesantes y provechosos Portada de la 4ª edición de Florecillas de Sagrario (1ª serie) editada en 1936.

1918

el prólogo y en cada uno de los aña-didos a las cuatro primeras ediciones podemos seguir la ruta de don Ma-nuel: en Málaga (1ª y 2ª edición), en Ronda (3ª edición, después del in-cendio del palacio episcopal, con fir-ma primer viernes de abril de 1932) y en Palencia (4ª edición, víspera del Corpus de 1936).

Por otra parte, si bien encontra-mos diversos temas que reflejan las vivencias pastorales de don Manuel, un hilo de oro recorre todo el libro, así como toda su vida: el abandono de la Eucaristía. A este tema dedica valiosas y coloridas florecillas. Siguien-do este género literario, en varios de sus textos habla, cita y comenta la vi-da de algunos santos, pero su mayor anhelo y preocupación es dar a cono-cer y hacer que las personas caigan en la cuenta de la presencia del «Santo de los santos», que es Cristo vivo en la Eucaristía.

Para ello nada se escapa a su inge-niosa pluma, y hasta lo más pequeño puede ser objeto de una florecilla: las lamparitas del Sagrario, unas distrac-ciones en la oración, un juego de pa-labras, un diálogo oído a sus feligre-ses. De todo sabe sacar partido nues-tro querido obispo, que no pierde oca-sión para anunciar a Cristo, en cada tiempo y lugar.

En la quinta edición, doce años después de la muerte de don Manuel

(1952), los editores anuncian que se han hecho algunas modificaciones del libro original a fin de facilitar su lec-tura y en relación a otros libros publi-cados. Una de ellas es la organización de las florecillas en seis temas, que son: eucarísticas, ascéticas, apostóli-cas, litúrgicas, hagiográficas y varias. Como vemos, un amplio abanico de argumentos, pero todos con una mis-ma finalidad: «buscar y acompañar a Dios escondido en la Eucaristía».

La pedagogía divina«¡Qué pedagogía tan misteriosa y tan paradójica la de nuestro Maestro Je-sús! –comienza diciéndonos don Ma-nuel en el prólogo– […] para que los hombres lo conozcan y, en Él, al Pa-dre que lo envió, ¡se esconde! […] el Dios escondido, el Dios salvador de Israel del Antiguo Testamento quie-re seguir siendo Dios escondido tam-bién en el Nuevo […]. En los 33 años que duró su vida, sólo algún que otro resplandor de Dios se vio salir de Él, en las fugaces horas de la Transfigu-ración y de la Resurrección… ¡des-pués se escondió más! […].

El Escondido del seno del Padre y Hombre Dios se escondió de mo-do tan maravilloso como verdadero detrás de unos accidentes de pan y vi-no, se dejó encerrar entre cuatro ta-blas, y, perpetuamente callado, inde-finidamente multiplicado y misterio-

samente achicado, se quedó a vivir entre sus redimidos…» (OO.CC. II, nn. 2657-2660).

Don Manuel, como buen pedago-go y catequista, presenta así breve-mente la pedagogía de Dios en la his-toria de la salvación: Dios que se es-conde en el Antiguo Testamento, en el Nuevo Testamento y en su vida eu-carística. ¿Y cuál es nuestra tarea pa-ra con este Dios? Buscarlo, porque «no se ha escondido para que yo lo olvide o me separe de Él, sino para ponerme en la dulce necesidad de in-geniarme más para encontrarlo» (n. 2661). Por tanto, las florecillas que escribe don Manuel, intentan ayudar en esta búsqueda de Dios, natural y necesaria a todo hombre.

Así sus escritos son «florecillas a la vera del Sagrario que sólo quieren vivir para intentar con su vista o con su olor hacer a los que pasen caer en la cuenta del Jesús escondido por amor y abandonado por desprecio que den-tro mora […] ¡Como que en su Co-razón están escondidos los tesoros de la ciencia y de la sabiduría de Dios!» (nn. 2666 y 2669).

Queridos lectores: si tenemos opor-tunidad, disfrutemos de la lectura de los libros de san Manuel. Pero sobre todo, no olvidemos su consejo: bus-quemos al Escondido… ¡Él nos está esperando! ¡Buen camino!

Mª Andrea Chacón, m.e.n.

Corazón de Jesús, ¡dadnos santos!«Las palabras de la sagrada Escritura, por ser de Dios encierran destellos de sabiduría de Dios, que mien-tras más se leen y meditan más luz dan. ¡Con qué ga-nas se recibe esa luz siempre y singularmente cuan-do negros nubarrones oscurecen el horizonte! Estas dos palabras muy repetidas en los salmos: “Sálvame, Señor”, ¡con qué ansias se repiten bajo la nube negra! Con esas dos palabras comienza el Salmo 11, ¿y sa-béis el por qué de ese grito de angustia? Las palabras que siguen lo explican: Porque se acaban los santos (Sal 11,2). Os confieso que en las miles de veces que he rezado ese Salmo no había parado mientes en esa

razón del Real Profeta: ¡el gran mal de que a la tierra le falten santos!

La tierra sin santos es Dios sin amigos en ella, los hombres sin intercesores, la peste del vicio sin la de-sinfección de la virtud, la justicia sin valedores, las comunicaciones con el cielo cortadas, la tiranía eri-gida en régimen perpetuo, la debilidad, la inocencia, el pudor, las lágrimas, el amor puro, los valores espi-rituales todos pisoteados. Corazón de Jesús, sabemos que a tu Iglesia santa no pueden faltar santos; danos más santos y nos salvarás». (Manuel González, En busca del Escondido, en OO.CC. II, nn. 2766-2767).

Libros disponibles para lectura on-line o descarga

4 Qué hace y qué dice el Corazón de Jesús en el Sagrario, 4ª ed. 1937

4 Aunque todos... yo no, 5ª ed., 19384 Lo que puede un cura hoy, 7ª ed. 19394 Así ama Él, 1ª ed., 19474 Granitos de sal (1ª serie), 5ª ed., 19394 El abandono de los Sagrarios acompañados,

3ª ed., 19364 ¡Si viviéramos nuestras Misas!, 1ª ed., 19414 Apostolados menudos (1ª serie), 3ª ed., 19384 Partiendo el pan a los pequeñuelos, 5ª ed., 19374 La gracia en la educación, 1ª ed. 1935

Tesoros carismáticos en la red

Los libros originales de san Manuel en tu bolsillo

Y a son diez los volúmenes dispo-nibles, a los que se puede acce-der mediante búsqueda en Goo-

gle o a través del Blog Eucarístico (uner.org) en las pestañas «San Manuel –Sus escritos». Se están escaneando y subiendo las últimas ediciones reali-zadas en vida de san Manuel, es decir, las últimas ediciones previas a 1940. Recordemos que, generalmente, él mismo añadía interesantes palabras a modo de prólogo en cada edición y que, de esta forma, están disponibles en abierto para todos los lectores.

Cada mes se van poniendo a dis-posición para la descarga los libros re-

señados en la sección «Palabras de santo», que realiza un recorrido his-tórico, carismático y literario de cada uno de los escritos de san Manuel.

Las ediciones ofrecidas actualmen-te son las originales, es decir, en es-pañol, si bien se están realizando las averiguaciones pertinentes para ofre-cer, también, sus escritos en otros idiomas.

Ampliamente difundidoEn el Blog Eucarístico, además, se en-cuentra el enlace para la compra de las ediciones en papel actualizadas y revisadas. Los libros impresos están

disponibles para la compra a través de internet en la web de El Granito de Arena (elgranitodearena.com), des-de donde se realizan envíos a España y el extranjero. En este sitio se puede consultar el catálogo completo de obras escritas por san Manuel y de aquellas a la venta.

Los libros de don Manuel Gonzá-lez desde sus inicios tuvieron una gran acogida y aún hoy siguen siendo fuen-te de inspiración y ayuda para la ora-ción para miles de personas en todo el mundo.

Baste citar, a modo de ejemplo, las 16 ediciones que desde 1925 se han realizado de Qué hace y qué dice el Corazón de Jesús en el Sagrario o las 11 que desde 1917 vienen editándo-se de Aunque todos... yo no. Incluso Así ama Él, libro póstumo editado en 1947 cuenta ya con 8 ediciones.

La editorial El Granito de Arena está digitalizando los libros de san Manuel González en sus primeras ediciones. De esta forma, es posible acceder gratuitamente (para la lectura on-line o descarga) desde Google Play y Google Libros tanto en ordenador como en dispositivos móviles.

20

É ramos unos 50 peregrinos, miem-bros y simpatizantes de la UNER de Sevilla y Badajoz, y viajamos

en autobús durante más de 500 kiló-metros. La organización corrió a car-go de la UNER de Sevilla, no faltan-do ni un detalle para que cada uno de nosotros se sintiera perfectamente atendido en todo momento. Nos hos-pedamos en la casa de las Misioneras Eucarísticas de Nazaret, de Palencia (en Ctra. de Burgos) donde todo es-tuvo perfecto.

El día grandeEl sábado por la mañana fue el día grande para nosotros. Primeramente visitamos el Museo de San Manuel, que está en la casa de las hermanas del centro de Palencia. Pudimos ad-mirar el despacho y los objetos que estuvieron en contacto directo con nuestro santo. Nuestra guía de excep-ción fue la hermana Mª Lourdes Ca-minero, que nos dio todo tipo de de-talles de los momentos de la vida de san Manuel, con el sello de la Euca-ristía como el centro de todo. Sus ma-nuscritos, sus ornamentos, fotos, ob-jetos sagrados y todo tipo de recuer-dos nos hicieron sentirlo más próxi-

mo a nosotros, a nuestras vidas, tras casi un siglo después.

Por fin llegó el gran momento es-perado por todos: la Eucaristía en la capilla del Sagrario de la catedral de Palencia, donde se encuentra el se-pulcro de san Manuel. Su deseo era estar siempre junto a un Sagrario pa-ra decirnos que «¡ahí está Jesús!…» y nosotros en cierta manera estába-mos cumpliendo con este sagrado de-seo de no dejar abandonado a nues-tro Señor, presencia viva. Asistimos a la celebración de la Misa, presidida por el padre Luis Miguel García o.p. y concelebrada por D. Julián García, Asesor de la UNER de Badajoz, que también nos acompañó. La homilía nos llegó al corazón, pues estuvo cen-trada en la Eucaristía. Fue preciosa, pues el padre supo encajar perfecta-mente las lecturas con el carisma de la UNER, legado por D. Manuel.

Por la tarde tuvimos tiempo para hacer algo de turismo. Pudimos visi-tar los restos de la Villa Romana de La Olmeda, en la que destacan los mosaicos perfectamente conserva-dos. La guía nos explicó con claridad cómo era la vida de los romanos, tal como se podía apreciar en la cons-trucción de la Villa.

También en la TrapaSeguidamente nos dirigimos al Mo-nasterio de La Trapa en San Isidro de Dueñas. Sabemos que antes de tomar posesión de la diócesis de Palencia,

san Manuel se retiró a dicho monas-terio a hacer sus ejercicios espiritua-les. Allí estuvo otro gran santo con-temporáneo suyo, como fue san Ra-fael Arnaiz. Tuvimos la suerte de es-cuchar el rezo de Completas por los monjes y sobre todo la Salve, al ter-minar el día, que nadie como ellos

Verano eucarístico reparador

canta con tan gran dulzura. Por su-puesto que antes de ir al monasterio la mayoría pasamos a tomar un rico chocolate y a comprar bombones que llevaríamos a nuestra tierra.

El domingo fue el día de la vuelta a casa. Nos despedimos de Palencia con cierta añoranza, pero con la satis-

facción de haber estado muy cerca de la figura de nuestro santo que nos guía y su carisma eucarístico da sentido en estos momentos a toda nuestra vida.

¡Gracias! Volvimos contentos a nuestros sitios de origen, pero llevándonos el com-

promiso de seguir eucaristizando nues-tros ambientes, un compromiso aún mayor que el que llevábamos.

Ante su sepulcro tuvimos presen-tes a tantas personas que no pudieron ir. Sabemos que san Manuel siempre está y estará a nuestro lado.

Manuel y Antonia Guillén

Pocos viajes pueden ser tan emotivos como el organizado por la UNER de Sevilla el pasado fin de semana del 19 al 21 de mayo. Visitar y orar ante el Sagrario bajo el que está enterrado san Manuel González fue una experiencia inolvidable

Ver los recuerdos personales de san

Manuel nos permitió sentirlo más cercano

Cumpliendo el sagrado deseo de san Manuel

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Verano eucarístico reparador

Por la ruta de san Manuel GonzálezE n Málaga, en coordinación con

el Equipo de Medios de comu-nicación, y algunos sacerdotes y

amigos, nos dispusimos a trabajar en tres direcciones: u Conocer y dar a conocer la figura

del Apóstol de la Eucaristía, que se llevó a cabo en el ciclo de con-ferencias en septiembre de 2016 y en muchos artículos publicados en el semanario Diócesis Málaga.

u Orar por los frutos de la canoni-zación, lo que se hizo en parro-quias y grupos; y especialmente en la vigilia de oración del jueves 13 de octubre del pasado año, en la que participaron los movimien-tos y cofradías de la Diócesis.

u Hacernos presentes en los lugares significativos: Roma, Palomares del Río, Huelva, Palencia.

Cumpliendo etapasEn Roma vibramos con la Iglesia y con la FER. A Málaga nos habían en-comendado el acto de acogida, que prepararon con mimo los jóvenes de la JER, apoyados por los seminaristas de la Diócesis. A todos nos queda la alegría de tener un fundador santo, que desde el tapiz nos sonreía y nos animaba a seguir sus pasos.

Ahora, un año después, aún segui-mos trabajando en la tercera de estas dimensiones para hacernos presentes, concretamente en Palencia, ciudad donde descansan sus huesos.

Algunos de los que integraban el autobús que nos llevó de Málaga a Pa-lomares, vivían por primera vez la ex-

periencia del encuentro con el Jesús vivo de la Eucaristía, que para todos es siempre una oportunidad de aden-trarnos en la mirada del Jesús bueno, que como san Manuel descubrió, «es una mirada que se clava en el fondo del alma y no se olvida nunca».

Por eso decidimos concluir este curso 2016-17 en Palencia, en el Sa-grario de la Catedral bajo el cual se encuentran los restos del Apóstol de la Eucaristía, y nos sigue diciendo a todos los que nos acercamos: «¡ahí está Jesús, ahí está, no lo dejéis aban-donado!».

Palencia, lugar de santidadEl viaje a Palencia, realizado del 9 al 11 de junio, ha sido una experiencia de gracia. Por la alegría compartida y los lugares visitados. Desde Aranjuez donde hicimos la primera parada a la ida, hasta el arte del renacimiento con-templado en los pueblos de Becerril y Paredes de Nava, o el acueducto de Segovia al regreso.

Y sobre todo, la Misa en la Cate-dral de Palencia, donde respirábamos el «buen olor de Cristo» que la ima-gen, el sepulcro y el mensaje de san Manuel nos iba diciendo al oído: El Dios de la Vida, está y me espera, cuen-ta conmigo para ser también lámpara que anuncie el evangelio vivo andan-do por calles y plazas, repitiendo las escenas de la vida de Jesús, como nos ha enseñado san Manuel en su libro Así ama Él. Antes y después de la Eu-caristía, cada uno aprovechaba para pegarse al sepulcro y dejar allí sus preo-

cupaciones o necesidades con la se-guridad de que san Manuel será buen intercesor ante el Señor.

Y después, la visita al museo, don-de la Hna. Ana Mª Palacios nos de-leitó con los detalles de la vida e his-toria de cuanto contemplamos y de cuanto ella conoce y guarda del tes-timonio de nuestro querido funda-dor. Dejamos para el comienzo del nuevo curso la visita a Huelva, que integraremos en el nuevo proyecto para poder gustar la riqueza y expe-riencia de quien supo integrar «los ojos de la cara fijos en el prójimo y en sus necesidades; y los ojos del alma fijos en el corazón de Jesús que está en el Sagrario».

Mª Antonia Moreno, m.e.n.

Hace apenas un año (lo cumplimos el día 20 de este mes de junio) el papa Francisco anunciaba la fecha que marcará un hito en la historia la FER, y por ello, de la Iglesia: la canonización de Manuel González. El día elegido por el papa: 16 de octubre de 2016. No había mucho tiempo, pero sí muchas ganas de vivir este acontecimiento como paso del Espíritu. Y a ello dedicamos nuestro entusiasmo y esfuerzos.

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P adres y niños, adolescentes y jó-venes, Misioneras Eucarísticas de Nazaret y consagradas segla-

res. Todos nos dimos cita en Jaén, el pasado sábado 27 de mayo con ilu-sión y esperanza, con alegría y expec-tativas, con ganas de aprovechar cada minuto. El Evangelio que abrió nues-tra jornada nos proponía un tema muy sugerente: «Todo el que escucha mis palabras y las pone en práctica, pue-de compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca».

Escuchar, responder, comprome-terse, construir… En esta clave fui-mos reflexionando a lo largo de dife-rentes momentos del día y distintas actividades compartidas, algunas muy

divertidas, como la gymkana familiar de la tarde, en la que pudimos com-partir juegos en familia y luchar jun-tos por un objetivo común.

Ofrendas RIE y preJERYa en vísperas de la solemnidad de la Ascensión, celebramos la Eucaristía, presidida por don Antonio Pozo, pá-rroco de Santa María del Valle, que nos acompañó en esta ocasión. En una sencilla pero emotiva celebra-ción, los niños, adolescentes y jóve-nes de la RIE, preJER y JER de varias parroquias de Jaén, expresaron su de-seo y su compromiso de seguir cami-nando y creciendo en la fe como ami-gos de Jesús Eucaristía y recibieron la

pañoleta y otros signos, como símbo-lo de este paso al frente.

Y todo bajo la mirada cariñosa y la intercesión de san Manuel Gonzá-lez, el modelo cercano y fuerte que Dios nos ha regalado como compa-ñero de camino, como ayuda y apo-yo en el seguimiento de Jesús, espe-cialmente en el deseo de configurar-nos, poco a poco, con su misterio eu-carístico, un misterio que nos habla de entrega, de acogida incondicional, de espera incansable, de silencio fe-cundo, de escucha atenta y de tantas actitudes con que el Señor desde la Eucaristía es Maestro callado.

Nos sorprende una vez más… Y una vez más queremos compartirlo contigo, que estás leyendo estas lí-neas hasta el final. Que tu lectura se transforme ahora en oración, para pedir al Señor, por la intercesión de María, que conserve siempre y haga crecer el amor en las familias, para hacer de cada hogar una pequeña Iglesia doméstica.

Mª Cecilia Appendino, m.e.n.

La FER en el mundo

Escuchar+responder=comprometerse

Nos sorprende una vez más: cada vez que acaba una convivencia de familias, la gratitud y la esperanza afloran con fuerza. Cada vez que repetimos la experiencia volvemos a percibir, con asombro, que el Señor realmente hace cosas grandes y se cuela a través de los rincones más inesperados, para sorprendernos con su presencia y hacernos disfrutar de las pequeñas cosas, de los encuentros, de los momentos compartidos, del crecimiento de cada uno, de los pequeños o grandes pasos que vamos dando en el camino de la fe.

E s interesante analizar aquí, den-tro de la historia de san Manuel su actitud frente a la infancia. En

Huelva, al inicio de su vida apostóli-ca, trabajó intensamente para mejo-rar la educación infantil en un mo-mento social sumamente difícil. Al llegar como obispo de Málaga, ofre-ció un almuerzo en el que los invita-dos fueron niños de escasos recursos que fueron atendidos por las autori-dades, inclusive por él mismo.

Ya en época actual, en su carácter de «beato» Manuel González, los que nos dedicamos a trabajar en la di-fusión de su devoción, hemos adver-tido su especial preferencia por los niños. Baste citar solo algunos ejem-plos de gracias concedidas por su in-tercesión: u Allegra María Periolo Widder na-

ció el 18 de marzo de 2013, a par-tir de la oración de sus papás ella fue concebida, por eso le pusieron ese nombre en honor a la Virgen de la Alegría de la parroquia san Bartolomé de Sevilla, a quien Ma-nolito veneraba desde pequeño

u Mario Andrés Melo Presser, que a los seis meses, en septiembre de 2000, sufrió un severo traumatis-mo de cráneo, fue operado con es-casa expectativa de vida por par-te del médico neurocirujano que lo asistió, evolucionó favorable-mente sin quedarle ninguna se-cuela

u María del Pilar Ferreyra Valli, a los dos meses de vida, el 16 de junio

de 2014, adquirió una bronquio-litis obstructiva que provocó un neumotórax bilateral con un paro cardíaco de quince minutos sin signos vitales, a pesar de ello, evo-lucionó favorablemente sin secue-las de ningún tipo. Un verdadero milagro.

Preparar nuestra tierraEn relación al trabajo realizado en es-ta oportunidad, coordinamos toda la actividad con las catequistas: Susana y Lizi (de padres), Silvia, Marisa y Silvina(de niños) quienes nos reci-bieron con alegría para conocer a san Manuel y acercar estos niños a Jesús Eucaristía.

Solo llegar y el ambiente eucarís-tico con don Manuel se hizo presen-te. La decoración de la base del altar, junto a la imagen del santo y su reli-quia ósea. En los salones parroquia-les, con los niños, desarrollamos una dinámica en base a la parábola del

buen samaritano. Ya en el templo, con los papás, la Familia Eucarística Repa-radora entonó las estrofas de «Euca-ristía, mi alegría». También con los padres se trabajó con el análisis de las parábolas del buen samaritano y del sembrador, induciendo a una dinámi-ca sobre cómo prepara cada uno la tie-rra para recibir a Jesús. Cada mamá re-cogió finalmente la estampita de «Ma-dre que no nos cansemos».

La Misa fue presidida por el padre Luciano Quiroga y fue acompañada por un coro muy ferviente de los Na-zarenos de la capilla. La homilía se centró en algunos hechos en la vida de san Juan Bautista y otros santos. Antes de finalizar la Misa, el padre bendijo la miel. A continuación los presentes veneraron la reliquia ósea de don Manuel y recibieron estampi-tas del fundador.

Los miembros de la UNER agra-decemos a Dios por esta hermosa tar-de compartida viviendo momento de gran alegría. Especialmente por ha-ber podido colaborar con las catequis-tas y sobre todo, acercar un poco más a los niños a Jesús. Así se cumple el deseo del fundador: «Ni Eucaristía sin niños, ni niños sin Eucaristía».Pelusa Cordiviola (UNER Santo Tomé)

El 24 de junio (día de san Juan Bautista), como parte de los actos de celebración del centenario de la UNER en la diócesis de Santa Fe (Argentina), Marías y Discípulos de san Juan de la parroquia Sagrada Familia de Santo Tomé, realizamos una actividad con la catequesis de la capilla de Nuestra Señora del Huerto.

Cien años eucaristizando

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Orar con el obispo del Sagrario abandonado

M uchos se preguntan si cuesta vivir en verdad. ¿Cuesta de-cir la verdad? ¿Qué es la ver-

dad? ¿Cómo buscarla y encontrarla? Hoy, ¿se vive solo de la apariencia, de la imagen, de lo políticamente correc-to? Nosotros, los cristianos, ¿estamos subidos a ese tren de lo aparente, de lo externo?

El papa Francisco, en una cate-quesis sobre el Espíritu Santo que nos guía a la Verdad, nos decía: «Vi-vimos en una época en la que se es más bien escéptico respecto a la ver-dad. Benedicto XVI habló muchas veces del relativismo, es decir, de la tendencia a considerar que no exis-te nada definitivo y a pensar que la verdad deriva del consenso o de lo que nosotros queremos. Surge la pre-gunta: ¿existe realmente la verdad? ¿Qué es la verdad? ¿Podemos cono-cerla? ¿Podemos encontrarla? Aquí me viene a la mente la pregunta del procurador romano Poncio Pilato cuando Jesús le revela el sentido pro-fundo de su misión: “¿Qué es la ver-dad?” (Jn 18,38). Pilato no logra en-tender que la verdad está ante él, no lograr ver en Jesús el rostro de la ver-dad, que es rostro de Dios» (Audien-cia, 15/5/2013).

En esta cultura de las prisas, la efi-cacia, la rentabilidad, los logros de metas señaladas en empresas y nego-cios, las personas se ven cansadas,

agobiadas, con la lengua fuera, pro-duciendo desánimo, desaliento y has-ta desesperanza, porque nada de lo mundano llena su corazón, o satisfa-ce su anhelo de plenitud, o su sed de felicidad. ¡Nada!

Hay hartazgo de hacer cosas, de ir siempre corriendo, de ir cargados de exceso de quehaceres. Se vive en la su-perficialidad. Las conversaciones son sobre temas intranscendentes. No se comparte lo esencial. Porque no se busca la verdad de uno mismo, del otro, del ser humano, o de Dios. Esto produce vacío e insatisfacción, que se compensa con el divertimento fácil, las relaciones placenteras, o los suce-dáneos del amor. Es la huida hacia ade-lante. Los fines de semana o las vaca-ciones ni siquiera son días de descan-so porque no se baja lo más profundo de uno mismo, a esa verdad inmuta-ble de haber sido creados por amor y para el amor, de ser hijos de Dios.

¿Busco la verdad? ¿Amo la verdad? ¿Dónde está? ¿Quién me la puede mostrar? De nuevo acudimos al papa Francisco: «Jesús es precisamente es-to: la Verdad, que, en la plenitud de los tiempos, “se hizo carne” (Jn 1,1.14), vino en medio de nosotros para que la conociéramos. La verdad no se afe-rra como una cosa, la verdad se en-cuentra. No es una posesión, es un encuentro con una Persona» (Au-diencia, 15/5/2013).

Hoy, en la adoración eucarística, nos postramos ante Aquel que es la Verdad, la Verdad que permanece pa-ra siempre; Aquel que es la Palabra definitiva de Dios a los hombres, el Verbo Eterno del Padre, la Luz sin ocaso, la Vida sin fin, el Pan vivo ba-jado del cielo, el Camino que nos con-duce al Reino. En esta adoración de-jamos que Él nos mire, y le miramos; nos dejamos enamorar, seducir, con-quistar por Él:

«Pero, ¿quién nos hace reconocer que Jesús es la Palabra de verdad, el Hijo unigénito de Dios Padre? San Pablo enseña que “nadie puede decir: ¡ Jesús es el Señor!, sino por el Espí-ritu Santo” (1Co 12,3). Es precisa-mente el Espíritu Santo, el don de Cristo Resucitado, quien nos hace re-conocer la Verdad, Jesús lo define el Paráclito, es decir, aquel que viene a ayudar, que está a nuestro lado para sostenernos en este camino de cono-cimiento; y, durante la última Cena, Jesús asegura a los discípulos que el Espíritu Santo les enseñará todo, re-cordándoles sus palabras (cf. Jn 14,26)» (Audiencia, 15/5/2013).

Oración inicialOh Dios, Padre de la gloria, que, pa-ra alabanza tuya y honor de tu nom-bre, nos has constituido hijos adopti-vos en tu Hijo amado, envíanos tu Es-píritu de Amor para que reconozca-mos siempre a Jesús como la Verdad inmutable, la Verdad que nos hace li-bres, la Verdad que nos revela la sal-vación definitiva. Concédenos, Padre de misericordia, ser eternos buscado-res de tu voluntad hasta en los deta-lles más pequeños, porque ahí tam-

bién, en lo humilde y sencillo de tu Hijo, nos desvelas el Evangelio como buena noticia que nos salva. PNSJ.

Escuchamos la PalabraJn 8,31-32.39-40.

MeditaciónEl cristiano está llamado a vivir en la verdad. Ya en el Antiguo Testamento la experiencia religiosa del pueblo ele-gido busca la verdad: «Mi paladar sa-borea la verdad, mis labios detestan el mal» (Pr 8,7); «Tú, mi Dueño y Señor, eres Dios, tus palabras son ver-dad y has prometido a tu siervo este bien» (2S 7,28). Los salmistas lo can-tan: «Escogí el camino verdadero, de-seé tus mandamientos... Tu justicia es justicia eterna, tu ley es verdade-ra» (Sal 119, 30.142).

Dios, en la plenitud de los tiem-pos, envió a su Hijo como la Verdad definitiva que han de conocer, amar y vivir los hombres. Porque Él es la «luz del mundo» (Jn 8,12), «la ver-dad» (Jn 14,6). Quien cree en Jesu-cristo, el enviado del Padre, no per-manece en las tinieblas. Se deja san-tificar por aquel que es el santo de Dios: «Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad» (Jn 17,17).

Todo ser humano busca la ver-dad... de cualquier raza, pueblo, na-ción, cultura o religión. Es connatu-ral con su existencia: «“Todos los hombres desean saber” (Aristóteles) y la verdad es el objeto propio de es-te deseo. Incluso la vida diaria mues-tra cuán interesado está cada uno en descubrir, más allá de lo conocido de oídas, cómo están verdaderamente las cosas. El hombre es el único ser

en toda la creación visible que no so-lo es capaz de saber, sino que sabe también que sabe, y por eso se inte-resa por la verdad real de lo que se le presenta. Nadie puede permanecer sinceramente indiferente a la verdad de su saber. Si descubre que es falso, lo rechaza; en cambio, si puede con-firmar su verdad, se siente satisfecho» ( Juan Pablo II, Fides et ratio, 25).

La veracidad en las palabras y los actos, en los gestos y en la comunica-ción ha de ser una virtud propia de todo discípulo de Jesús. Esa sinceri-dad y franqueza evitará la doble vida, la simulación, la hipocresía, la false-dad. El discípulo de Jesús acepta vi-vir en la verdad, desde la sencillez y la simplicidad de vida, porque la «hu-mildad es andar en verdad» (santa Teresa de Jesús). El ejemplo será siem-pre Jesucristo, que vivió siempre en la voluntad del Padre, en el amor a los hombres, en la entrega de la propia vida, en darse sin medida. Así hemos

de vivir nosotros: «Si decimos que estamos en comunión con Él y vivi-mos en las tinieblas, mentimos, no obramos la verdad» (1Jn 1,6).

Comenta san Agustín las palabras de Jesús: cómo la verdad nos hace li-bres. «¿Qué favor ofrece a los hom-bres la verdad? Dice: “Os hará libres”. ¿Libres de qué, sino de la muerte, de la corrupción y de la mutabilidad? La verdad es siempre inmortal, incorrup-tible, inmutable. Y la verdadera in-mortalidad, la verdadera incorrupti-bilidad, la inconmutabilidad verda-dera, es la misma eternidad» (Sobre la Santísima Trinidad, 4, 18, 24).

Escuchemos a san Manuel GonzálezA san Manuel González le preocupa-ba y le dolía que niños y adultos se ins-talaran en la mentira como forma nor-mal de comunicarse. La mentira afea a la persona y la realidad que comu-nica; le aleja de Dios; se monta su pro-

Jn 8,32

«Mi experiencia de chiquillos, por no hablar ahora de gente mayor, me ha enseñado que así como los físicos han registrado en su vocabulario la frase “¡horror al vacío!”, los moralistas y psicólogos deben mandar registrar esta otra aplicada a mucha gente menuda: “el horror a decir la verdad”» (OO.CC. III, n. 4470).

«Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres»

«Ecce Homo». Mihály Munkácsy (1896). Déri Museum, Debrecen (Hungría).

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Cordialmente, una carta para ti

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Estimado lector: ¿Recuerdas las veces que has esperado algo muy importante para ti? ¿Verdad que mientras lo esperabas crecía tu ilusión, al tiempo que tu vida cobraba sentido? La esperanza siempre proporciona ilusión y da sentido a nuestra vida. Incluso en las situaciones más desesperadas y angustiosas de la vida, o quizá por ello, necesitamos tener esperanza.

S e dice que la mayoría de los su-pervivientes de los campos de concentración nazis, durante la Segunda Guerra Mundial,

confesaron que se mantuvieron con vida gracias a la firme esperanza de llegar a la meta: ser liberados… A cualquier ser humano la esperanza le proporciona ilusión, fuerzas y deseos de vivir.

Especial significadoY si ahora pensamos en nosotros, en los cristianos, comprobaremos que la esperanza adquiere una significación muy particular. La esperanza cristia-na nos proporciona una ayuda espe-cial para que podamos llegar a la me-ta final, pero sobre todo la proporcio-na en las situaciones desesperadas.

Esto es así porque «la esperanza, en-tendida cristianamente, parte de la convicción de que contamos con el apoyo divino para llegar a la meta. Aunque no lo merezcamos. Aunque seamos frágiles y hayamos merecido no contar con dicha ayuda», como nos asegura el cardenal Gerhard Lud-wig Müller.

Acabo de leer un libro, amigo lec-tor, que me entusiasmó y me ayudó a fortalecer mi esperanza cristiana. Su título es Informe sobre la esperanza y su autor, Carlos Granados, es el Di-rector General de la BAC (Bibliote-ca de Autores Cristianos). El libro es-tá estructurado por una larga serie de preguntas que el autor formuló al car-denal G. L. Müller, eminente teólogo y Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, durante el fin de semana que duró la entrevista. Hay precisión y acierto en la formulación de las preguntas; también sabiduría y altas dosis de esperanza cristiana en cada una de las respuestas. De aquí el gran valor que este libro tiene para los cristianos.

Para que tengas una visión pano-rámica de esta obra te transcribo, apre-ciado lector, los contenidos de su ín-dice. Después de un interesantísimo capítulo previo, cuyo título coincide con el del libro, es decir, «Informe

sobre la esperanza», se tratan amplia-mente los siguientes temas:u ¿Qué podemos esperar de Cristo?u ¿Qué podemos esperar de la Igle-

sia?u ¿Qué podemos esperar de la fami-

lia?u ¿Qué podemos esperar de la so-

ciedad?u Conclusión: La clave comprensi-

va de la misericordia.Hay una pregunta en el mencio-

nado capítulo previo que vale la pe-na destacar. Entre otras cosas, dice el entrevistador: «Los primeros cristia-nos reconocieron en dos signos la ci-fra de su esperanza: el ancla y la estre-lla… El ancla transformada en cruz se convirtió en uno de los grandes sig-nos cristianos. Luego, por otro lado, la estrella… se convirtió también en signo decisivo de la esperanza cristia-na. ¿Por qué estos dos signos del an-cla y la estrella?».

Estrella y anclaDe la larga respuesta dada por el car-denal Müller entresaco estas palabras: «La estrella –dijo– es la luz que bri-lla en la noche. La luz, efectivamen-te, es el gran signo de la esperanza, es un elemento del mundo natural que nos da la orientación (…) Jesús ha entrado en el mundo y con su amor

nos ha salvado y nos ha re-orienta-do (…) La otra imagen es el ancla. Este objeto del mundo de la navega-ción expresa la certeza y la convicción propias de la esperanza cristiana: Dios, en Cristo, no solo ha decidido, sino que también ya ha realizado la salva-ción del hombre. Este hecho lo sim-boliza el ancla de la salvación, que es el mismo Cristo». Como vemos, la estrella y el ancla son los dos grandes signos de la esperanza cristiana. La luz de la estrella que nos guía en la os-curidad y la firmeza del ancla que nos mantiene unidos a Cristo son, sin du-da, garantía de nuestra esperanza cris-tiana y de nuestra salvación eterna.

Informe sobre la esperanza (BAC. Madrid, 2016) constituye un valioso regalo para los cristianos. Si decides leerlo, amigo lector, notarás que la es-trella y el ancla de aquellos primeros cristianos traerán nueva luz y nueva fuerza a tu esperanza.

Mis mejores deseos de que pases un feliz verano. Cordialmente,

Manuel Ángel Puga

Los signos de la esperanza

pia imagen (¡desfigurada!); se en-gaña a sí mismo. Él bajaba a lo con-creto de la parroquia, la catequesis, la comunicación de los niños entre sí o el diálogo con su catequista o con el sacerdote. Escuchémosle: «Póngase en aprieto a una chiqui-lla de estos nuestros catecismos o escuelas sobre quién ha roto tal co-sa, quién la ha quitado, quién dijo tal palabra, quién tuvo la culpa de tal o cual falta, etc., y aunque es ver-dad que hartas veces brilla y triun-fa la ingenuidad, no pocas le salen a uno con unas historias tan intere-santes y unas afirmaciones tan ro-tundas y unas actitudes y protestas tan sinceras que la desorientación más completa se apodera del áni-mo del que pregunta.

Claro es que si el refrán de que “más pronto se coge a un embuste-ro que a un cojo” es cierto aplica-do a los mayores, lo es mucho más, si cabe, aplicado a los pequeños. Pero así y todo ¡cómo la pegan! ¡Y de qué tretas y habilidades ha de valerse el catequista para quitarles tan feo y nocivo vicio!» (OO.CC. III, n. 4473).

Ante esta realidad tan nociva de los engaños que urden los niños, las trampas de los mayores, las men-tiras de los políticos, las medias ver-dades de los clérigos, solo cabe bus-car la verdad, amar a Jesucristo, de-jarse tocar por la Palabra, vivir el Evangelio, quitar máscaras, desear en todo la voluntad del Padre. Así nos lo enseña san Manuel:

«¡Qué energía da al alma su con-fianza ciega y sin titubeos en no querer hacer más que la voluntad de Dios! Qué valiente aparece san Pedro cuando en la noche de la tem-pestad pide a Jesús, que se aparece fuera de la nave: “¡Mándame ir a Ti sobre las aguas!”. Sobre el agua y sobre fuego y por encima de todos los obstáculos andaba el que cuen-ta con que hace la voluntad de Dios» (OO.CC. I, n. 1029).

Vivirse en verdad, dejarse ayu-dar, buscar la voluntad de Dios son un mismo movimiento que susci-ta en el interior de la persona el Es-píritu Santo. De ahí que necesite-mos invocar continuamente al Pa-ráclito, el Espíritu de la Verdad, pa-ra que nos conduzca a la verdad ple-na, para que arranque de nosotros el corazón de piedra y nos dé un corazón de carne: un corazón se-mejante al de Jesús, transformado por la acción de la gracia, dispues-to a la conversión continua, movi-do a la alabanza constante al Mis-terio Trinitario. Así lo expresa san Manuel:

«Gloria a Dios por la alabanza y reverencia de su nombre, por el advenimiento de su reinado entre los hombres y por el cumplimien-to fiel de su voluntad, y como re-sultado necesario, como fruto es-pontáneo de esa gloria, la paz en la tierra, la única paz posible a los hombres que con buena voluntad oran y trabajan porque el Nombre de Dios sea santificado, venga y crezca su reino y se cumpla su vo-luntad en la tierra como en el cie-lo. ¡Felices y seguros los que con la santa fundadora de la Visitación di-gan sinceramente con su palabra, con su corazón y con sus obras: “Se-ñor, hágase en mí tu voluntad hoy y mañana, sin si y sin pero...”! Así: tu voluntad pronta y enteramente como los ángeles en el cielo» (OO.CC. I, n. 1030).

Oración finalTe damos gracias, Padre Dios, por-que en tu Hijo nos llamas a vivir en la verdad, como camino que nos hace libres, sacándonos, por tu mi-sericordia, de la esclavitud del en-gaño, la mentira y la hipocresía. Concédenos buscar, amar y vivir tan intensamente tu Verdad que ella sea siempre para nosotros fuente de vida eterna. PJNS.

Miguel Ángel Arribas, Pbro.

En Cristo, Dios no solo ha decidido, sino que ya ha realizadola salvación humana

Foto: Molinarts.

Con mirada eucarística

D e este modo convertimos al ve-rano en puente y refugio a la vez: Puente que une las orillas

interrumpidas de la existencia y los quehaceres diarios; y refugio en el que cabe la actividad extraordinaria o una contemplación distinta. El verano es tiempo de recuperación.

La PalabraNo estaría mal que en nuestra agen-da anotáramos todo aquello que exi-ge una revisión o una nueva perspec-tiva o un tratamiento complementa-rio. Estamos de vacaciones y tenemos tiempo. Más o menos nos decimos expresiones parecidas: De este vera-no no pasa..., en este verano voy a... El verano es una ocasión única para recuperar a Dios, esto es, para reali-zar los deberes convenientes para que Dios nos apruebe.

Y Dios es la palabra. En el princi-pio era la palabra y la palabra era Dios (cf. Jn 1,1). Se trata de anotar las ca-ricias que tenemos pendientes, los be-sos que no hemos dado y que sabe-mos que tenemos que dar, el perdón que tanto nos cuesta y que nos cons-

ta que tenemos que pedir, se trata de apuntar los malentendidos que tene-mos que deshacer, las injusticias que estamos obligados a reparar, el gesto que hemos interrumpido, la palabra que dejamos de escuchar o que tene-mos que decir.

«Y la palabra se hizo carne, y ha-bita entre nosotros». Ahora en el ve-rano, cuando nos juntamos los que no nos veíamos o nos veíamos me-nos, cuando hacemos el viaje desea-do, cuando huimos de la monotonía y nos refugiamos en la vacación, es la mejor ocasión para dar entrada a la palabra más pura, la que cada cual sa-be que tiene que reconquistar en los días que más duran, en los días más luminosos.

La compañía olvidadaTenemos muchas conversaciones sin terminar. Y muchas compañías olvi-dadas. Es bueno que anotemos tam-bién en nuestra agenda de verano las visitas que tenemos que realizar, por-que sabemos que no las hemos hecho o porque las tenemos a mitad de ha-cer o porque las hicimos mal y las de-bemos rectificar.

La soledad es el peor de los pade-cimientos de nuestra época. A pesar de los poderosísimos medios de co-municación jamás los seres humanos se han visto y sentido más solitarios, sobre todo las personas mayores. Es-

tos son hechos reales, demasiado fre-cuentes, aunque no aparezcan en la prensa: Llevaba muerto en su casa más de una semana... Se la encuen-tran agonizando caída en la bañera... (son personas que vivían solas). Y más que la soledad física, palpable, existe la otra más terrible soledad, la de quien se sabe sin ninguna compa-ñía posible.

Es el enfermo de cáncer al que no consolamos como debiéramos, o el padre o la madre a quienes no dedi-camos el tiempo que sabemos se me-recen, o el paciente de alzhéimer aun-que ya no nos reconozca, o el niño es-pecial que no podrá nunca jugar al balón, o el separado de la familia, o simplemente el que tenemos siempre a nuestro lado y a quien con frecuen-cia se nos olvida incluso dar los bue-nos días. Se trata de anotar: Hacer compañía no dando el tiempo que nos sobra, sino el tiempo que nos fal-ta. «En verdad os digo que cada vez que no lo hicisteis con alguno de esos hermanos míos más pequeños, tam-poco lo hicisteis conmigo» (Mt 25,45).

Dios siempre acompañaLa compañía hay que buscarla en el Sagrario, siempre en el Sagrario, y tam-bién en este tiempo relajante y rela-jado del verano. Hay que anotar en nuestra agenda y todos los días sin ex-cepción y al principio de cada uno de ellos: Que Dios me acompañe.

El otro día fuimos testigos de una escena enternecedora. El nieto, de sie-te años, le estaba contando a su abue-la su experiencia en la catequesis. Le decía, entre otras cosas, que en la Mi-sa había pedido por los gobernantes,

por el alcalde y esos que mandan, y que Jesús… Y aquí intervino otra nie-ta, de poco más de dos años, de pala-bra balbuciente, que señalando a un pequeño cuadro de la Divina Miseri-cordia colgado en la pared exclamó: «Ese es Jesús».

El testimonio necesarioNo importa la edad, ni el grado de co-nocimiento, ni la situación social, cual-quier lugar o tiempo son buenos pa-ra hablar de Dios y para escucharle, para dar testimonio. Yo os digo que si ellos callan, hablarán las piedras (cf.

Lc 19, 40). Ni miedo ni pudor, si te llenas de Dios en el Sagrario. Tam-bién con delicadeza y con amor, nun-ca con debilidad, hay que dar testi-monio de Dios. Testimonio que no es una pose, una complacencia, sino un deber de misericordia para con nuestro prójimo. Aunque nos pongan mala cara, aunque nos insulten, inclu-so aunque nos hieran. El verano es buen tiempo para que los cristianos demos testimonio de Dios con nues-tras actitudes, con nuestros hechos. Porque es precisamente en el verano cuando tenemos más ocasiones de

ser observados, de ser vistos y de es-tar con los demás.

Hay que apuntar en la agenda pa-ra el verano: Llenarse más de Dios. Es el verano tiempo de la siega, cuan-do se cosecha el trigo y se almacena en el granero. Hay que llenarse de gra-nos para poder dar y compartir. Las hormigas, trabajadoras, llenan sus hor-migueros de cara a la carestía y la es-casez del invierno. Igual que las hor-migas. En eso reconocerán que sois mis discípulos: en que os amáis unos a otros (cf. Jn 13,35).

Teresa y Lucrecio, matrimonio UNER

Agenda para el veranoUn verano más. El verano es una especie de paréntesis en el transcurrir normal de los acontecimientos. El curso ha terminado y, antes de comenzar otro nuevo, hay que atravesar esta época estival que se nos ofrece como un tiempo intermedio, y también como lugar de la reposición y el descanso.

El verano es una ocasión única para

recuperar a Dios, para dejarnos amar por Él

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Cartelera recomendadaLectura sugerida

S u autor, Romano Guardini, na-ció en Verona (Italia), en 1885 y murió en Münich (Alemania),

en 1968. Estudiante de química y de economía en Tubinga y en Berlín, cur-só los estudios eclesiásticos y fue or-denado sacerdote. De inspiración agustiniana, su teología, que explora amplios espacios de la cultura, es más una evocación de la vida de fe que una sistematización dogmática.

La vida espiritualSegún afirma el autor de la introduc-ción, el conocido catedrático eméri-to y académico Alfonso López Quin-tás, el autor de esta obra, Romano Guardini se dedicó afanosamente des-de su juventud a precisar qué signifi-ca la vida espiritual y cómo hemos de acrecentar la vida del espíritu. Esta fue la tarea sugerida por diversos pen-sadores, entre ellos Marx Sheler, cu-ya famosa tertulia (el Círculo de She-ler) en Colonia, frecuentó animosa-mente el mismo Guardini.

Este libro está compuesto por ocho capítulos, en los que se hace un pro-gresivo itinerario de vida espiritual. Los primeros tres capítulos se cen-tran en el camino de Dios, en la fe y en el amor de Dios en el Nuevo Tes-tamento. El IV nos introduce en la li-turgia y las leyes psicológicas de la oración comunitaria. El V nos aden-tra en la lex orandi, desde donde nos invita a reconocer las bases naturales

y sobrenaturales de la liturgia y su rit-mo para ofrecernos cuestiones prác-ticas para la vida del creyente. Y por último el bloque de los otros tres ca-pítulos, el VI donde se nos ayuda a contemplar, gustar y aprender de las figuras de los santos (Benito, Ansel-mo, Juan Crisóstomo, Felipe Neri, etc.). Llegando al VII nos concreta la temática de la expresión religiosa y, por último, el capítulo VII nos acer-ca de una manera atrayente y suge-rente a las figuras apostólicas de Pe-dro, Juan, Pablo y Santiago.

Primero nos invita a observarlos desde Dios y desde ese prisma des-cubrimos «que son la irrupción crea-dora de una nueva acción de Cristo en el hombre» (p. 135). Pero obser-vado desde el hombre, el santo sig-nifica que la irrupción de Dios es, a la vez, camino para el hombre. «Los santos son caminos nuevos por la tierra inexplorada» (p. 136). El san-to está ligado a la comunidad, a la humanidad, a la Iglesia. Los santos no solo están en la historia sino que crean historia sagrada. Son caminos nuevos, desde tiempos nuevos, pa-ra circunstancias nuevas. El abanico de posibilidades de la santidad no tiene límites.

Nos recuerda de vez en cuando el autor que Cristo revela de su pleni-tud lo que quiere. Esa autorrevelación de Cristo puede estar ligada a cual-quier ámbito humano, a cualquier

tiempo nuevo y a tareas siempre nue-vas. Para los santos no hay un canon fijo. El Espíritu de Cristo sopla don-de quiere. Sin embargo, los santos siempre un rasgo característico: son un comienzo divino y son enviados en un tiempo, o por una urgencia, o para una misión. Pero la grandeza del santo estriba en su amor.

Con esta obra se nos impulsa a to-dos a vivir en clave de audacia creyen-te, a ponernos por entero a disposi-ción de Dios para algo desconocido. Para ser instrumento de su mano, pa-ra ser lugar por el que el mismo Dios irrumpa.

Mª del Valle Camino Gago, m.e.n.

El camino del seguimiento del Señor implica un proceso lento, gradual, progresivo, es una itinerancia y qué mejor que avanzar en el crecimiento espiritual llevados de la mano de los santos, esos amigos fuertes de Dios, esas mediaciones hechas del mismo barro que nosotros, pero muy empapados en la gracia divina. Fe, amor y santidad, de Romano Guardini, nos introduce en este camino.

Fe, amor y santidadAutor: Romano GuardiniAño: 2017Editorial: BACPáginas: 176Precio: 22 €

La grandeza del santo La vida de un gran santo para la gran pantalla

E sta dificultad se ve exponencial-mente aumentada cuando ya no se trata de explicar el propio en-

cuentro con Dios sino el de otra per-sona. Ignacio, la película, lo intenta y lo logra con gran acierto, si bien he-mos de reconocer que se está entran-do en el terreno sagrado, y que no to-dos podemos comprender de la mis-ma forma lo que se quiere transmitir.

Moderno biopicEl film es un biopic, es decir una pelí-cula biográfica pero no abarca toda su vida. Comienza aproximadamente en 1520, cuando Ignacio es un militar decidido a luchar por el rey y sus in-tereses, incluso a costa de su vida. Sin embargo, la desigualdad numérica de las tropas y la estrategia utilizada ter-minan dejándolo tullido, situación que intentará revertir el de Loyola, pero sin éxito. La postración de me-ses y meses en su castillo y la imposi-

bilidad de encontrar otros libros apar-te de los religiosos y de la vida de san-tos hacen que Ignacio comience a ver una realidad nueva y el amanecer de una luz que jamás había imaginado. Sus deseos de conquista no se han es-fumado, sin embargo, y se vislumbra un cierto anhelo de dominio.

Pero Dios nunca nos deja a nues-tra suerte y sigue paso a paso las an-danzas de Ignacio para mostrarle su rostro en la que se ha dado en llamar la «ilustración del Carboner». Re-producir este momento de profundo encuentro con Dios es, posiblemen-te, la mejor secuencia de la película.

En este momento ocurre la con-versión más profunda de Ignacio,

quien ya había dejado propiedades y familia, y a partir de entonces se abo-ca con mayor paz y pasión al anuncio del Reino junto a unos pocos compa-ñeros. El film abarca hasta 1528, año en el que Ignacio marcha a París a es-tudiar teología tras haber estado en-carcelado algún tiempo para ser in-dagado por la Inquisición respecto a los Ejercicios Espirituales.

Filipino-españolaLa película ha sido producida por el departamento audiovisual de la Pro-vincia de Filipinas de la Compañía de Jesús ( JesCom: Jesuit Communica-tions Foundation). Aunque rodada en inglés, la mayoría de las localiza-ciones son de España así como los ac-tores, si bien provenientes del mun-do de las series televisivas que hacen, de esta forma, su primera incursión en un largometraje.

Mónica M. Yuan Cordiviola, m.e.n.

Ficha técnicaNombre: IgnacioDuración: 118 minutos Año: 2016País: FilipinasGénero: Drama romántico, biográficaDirectores: Paolo Dy, Cathy AzanzaActores: Andreas Muñoz, Javier

Godino, Julio Perillán, Gonzalo Trujillo

Nunca ha sido sencillo ni fácil transmitir la experiencia del encuentro con Dios. Los grandes místicos, si bien eran eximios escritores (como santa Teresa o san Juan de la Cruz) no sabían cómo explicar lo que implicaba sentirse plenamente amados y abarcados por el amor de Dios. Ellos recurrieron muchas veces a la poesía. Ignacio lo hace desde el cine.

Recuerdos para llevar

Sagrario, hogar de abandonados

Cortometraje realizado con motivo de la canonización que refleja el espíritu y las vivencias más hondas de san Manuel

DVD 20 minutos 5 €

Kit del peregrino

Completo € 15(Pañuelo, chapa, bolso y biografía)

Por separadoPañuelo: 5 € / Chapa: 4 €Bolso: 6 € / Biografía: 2,50 €

Reliquia con alfiler 3 € / Pin 1,50 €

siempre contigo

Comic Don ManuelPara los más pequeños de la familia. A todo color

21,5 x 19 cm / 48 páginas 3 €Pulseras de tela con los dibujos de Fano 1 €

Pedidos: Editorial El Granito de ArenaTutor, 15-17 - 28008 - Madrid - Tel: 915 420 887 (Lu-Vi 10:00-13:00)

[email protected]

AgendaJulio

AgendaAgosto

Intención del papa para el mes de julioPor nuestros hermanos que se han alejado de la fe, para que, a través de nuestra oración y el testimonio evangélico, pue-dan redescubrir la cercanía del Señor misericordioso y la be-lleza de la vida cristiana.

Intención del papa para el mes de agostoPor los artistas de nuestro tiempo, para que, a través de las obras de su creatividad, nos ayuden a todos a descubrir la be-lleza de la creación.

Ejercicios espirituales en NazaretPalencia (Tel: 979 72 18 00)

• 1-10 de agosto: P. Luis Aparicio, s.j.

Curso de espiritualidad y pastoral litúrgicaDirigido a todos miembros de la Familia Eucarística Repara-dora o simpatizantes, a cargo de D. Manuel González López-Corps, Pbro. Matrícula: 30€. Alojamiento y comida: 120€.

• 11-14 de septiembre (Málaga. Tel: 952 65 32 61)

Asuntosde familia

5Miércoles

10Lunes

22Sábado

5Sábado

6Domingo

15Martes

30Miércoles

FER: En 1901 san Manuel obtiene el doctorado en sagrada teología

FER: En 1908 se bendice la iglesia en el barrio del Polvorín, donde se instalarían las escuelas provisionales fundadas por san Manuel González

Iglesia: Fiesta de Santa María Magdalena: «Apóstola de los apóstoles»FER: Discípula del Señor presente en el Calvario

FER: San Manuel González es nombrado obispo de la diócesis de Palencia (1953)

Iglesia: Fiesta de la Transfiguración del Señor

Iglesia: Solemnidad de la Asunción de la Virgen María

FER: Aniversario de la Aprobación pontificia de la Congregación de Misioneras Eucarísticas de Nazaret (1960)

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Información e inscripciones: congresoculturamozarabe.es

15 de agosto: Solemnidad de la Asunciónde la santísima Virgen María

“ La Asunción y la Coronación de la Virgen, es la acción de gracias que la Trinidad augusta, entre cánticos de alabanza y de acatamiento de los ángeles y de los santos, dan a su Hija, Madre y Esposa.San Manuel González (OO.CC. II, n. 2.553)

«La dormición de María». Detalle del retablo de la capilla del Sagrario de la Catedral de Palencia.