la alegoria de la pantalla

7
1 La alegoría de la pantalla Gonzalo Tapia Al principio fue el cine Mucho antes de la velada memorable del “Grand Café” de París en que unos cuantos curiosos asistieron a la primera función pa- gada del cinematógrafo de los Lumière, los miembros de la especie humana ya eran anti- guos usuarios de las pantallas. Esa pantalla inaugural del cine tuvo su re- moto antecedente, conjeturando con algo de audacia, en los muros de las cuevas que co- bijaron a los hombres primitivos. Sobre esas irregulares superficies, el fuego proyectaba formas ondulantes que –como las nubes, el mar y las estrellas– tenían la virtud de exci- tar la imaginación de los hombres. Algunos miles de años después, Platón el ateniense, propuso con intrepidez que todo lo que le está deparado conocer a los comunes mortales es una representación universal de sombras so- bre el modesto ecran de un fondo de caverna. Sin embargo, en ese cuestionado mundo real, las pantallas continuaron sus existencias lar- varias a través de los siglos en improvisados teatros de sombras, ejerciendo con modestia su función de sustrato de sueños. La primera carga Esa proyección de los Lumière fue para las pantallas como el clamor de trompetas que abatió las murallas del tiempo. En pocos años, estos rectángulos de paño plateado se harían fuertes en las ferias arrabaleras, ocuparían los barrios modestos de las grandes capitales y avanzarían como una marea incontenible ha- cia los lujosos barrios centrales, congregando multitudes cada vez más perfumadas y mejor vestidas. El mundo entero conoció así la pri- mera carga de las pantallas: de las capitales de segundo orden a las cabeceras de provincia y luego a poblados cada vez más anodinos, las sala cinematográficas engullían a las multitu- des hacia sus pantallas. También erraron por las plazas de pueblos perdidos, tomando los muros de las iglesias o usurpando la delicada función de las sábanas.

Upload: gonzalo-tapia

Post on 18-Sep-2015

212 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

Describe la multiplicacion de las pantallas en el mundo moderno desde la primera, de cine, hasta las que llevamos ahora en los bolsillos.

TRANSCRIPT

  • 1La alegora de la pantallaGonzalo Tapia

    Al principio fue el cine

    Mucho antes de la velada memorable del Grand Caf de Pars en que unos cuantos curiosos asistieron a la primera funcin pa-gada del cinematgrafo de los Lumire, los miembros de la especie humana ya eran anti-guos usuarios de las pantallas.

    Esa pantalla inaugural del cine tuvo su re-moto antecedente, conjeturando con algo de audacia, en los muros de las cuevas que co-bijaron a los hombres primitivos. Sobre esas irregulares superficies, el fuego proyectaba formas ondulantes que como las nubes, el mar y las estrellas tenan la virtud de exci-tar la imaginacin de los hombres. Algunos miles de aos despus, Platn el ateniense,

    propuso con intrepidez que todo lo que le est deparado conocer a los comunes mortales es una representacin universal de sombras so-bre el modesto ecran de un fondo de caverna. Sin embargo, en ese cuestionado mundo real, las pantallas continuaron sus existencias lar-varias a travs de los siglos en improvisados teatros de sombras, ejerciendo con modestia su funcin de sustrato de sueos.

    La primera carga

    Esa proyeccin de los Lumire fue para las pantallas como el clamor de trompetas que abati las murallas del tiempo. En pocos aos, estos rectngulos de pao plateado se haran fuertes en las ferias arrabaleras, ocuparan los barrios modestos de las grandes capitales y avanzaran como una marea incontenible ha-cia los lujosos barrios centrales, congregando multitudes cada vez ms perfumadas y mejor vestidas. El mundo entero conoci as la pri-mera carga de las pantallas: de las capitales de segundo orden a las cabeceras de provincia y luego a poblados cada vez ms anodinos, las sala cinematogrficas engullan a las multitu-des hacia sus pantallas. Tambin erraron por las plazas de pueblos perdidos, tomando los muros de las iglesias o usurpando la delicada funcin de las sbanas.

  • 2El slito estupidizante

    Dos guerras mundiales y 50 aos despus de iniciada la marcha de las pantallas, estas se haban expandido hasta los pases ms remo-tos de la tierra aunque seguan confinadas al fondo de las salas de cine donde sus grises existencias fulguraban cada da al iniciarse la funcin. Pero no por mucho ms tiempo ms: a mediados del siglo XX otro sensacional in-vento la televisin iniciaba su poderosa ex-pansin sacando a las pantallas de sus oscuros reductos, y trasladndolas al centro mismo de la vida domstica: la sala de la casa. En los si-guientes 30 aos, las pantallas empacadas en slidas cajas de madera se multiplicaran en-tronizndose en cada hogar del mundo en una incontenible reaccin en cadena.

    Era apenas era el principio: el frenes expansi-vo de las pantallas apenas empezaba: los apa-ratos de televisin dejaron de ser sucedneos de la hoguera de la caverna y se extendieron, a todo color, por las habitaciones interiores de las casas.Otras pantallasLas pantallas ya tenan el control de los m-bitos domsticos y aguardaban la seal para emprender su siguiente asalto. En 1982 salan a la venta las primeras PC. El objetivo era esta vez cada lugar donde los hombres ejercieran trabajo intelectual: las oficinas administrati-vas, los claustros universitarios. En el curso de unos pocos aos, unas poco seductoras panta-llas monocromticas, apenas buenas para alo-jar severas lneas de comando, inundaron las instalaciones laborales y educativas.

    Era apenas el preludio que antecedi a una nueva generacin de pantallas de PC que re-cuperaron los vivos colores e imgenes en movimiento que haban perdido solo tem-poralmente. Gracias a la interfaz grfica, las computadoras pasaron a ser dispositivos do-msticos y tomaron su lugar como antes lo hi-cieran las pantallas de TV en las residencias de los hombres.

    Con la incorporacin del mouse a la periferia de las computadoras, las pantallas se apropia ron de un insospechado atributo: a diferen-cia de los teclados que producan un carcter como efecto de una pulsacin, el mouse aadi un pretendido grado de libertad a la voluntad humana: la sensacin de extender su influjo al interior de las pantallas para controlar su des-pliegue ante nuestros ojos. En el mundo de los nios, usuarios nativos de las pantallas, la sensacin de intervenir en sus entraas fosfo-rescentes se hizo an ms pronunciada con los joysticks que gobernaban los progresos de los personajes de videojuegos, y termin siendo una nueva caracterstica imprescindible de la realidad.Una vez ms se remova la sospecha o la fe de que una realidad simultnea nos hace guios detrs de los espejos como en nove-

  • 3la de Carroll y del otro lado de las pantallas, tentndonos a atravesar la frontera hacia esa realidad soada y expurgada de eventos ano-dinos, como le ocurre a Mia Farrow en La rosa prpura de El Cairo. As las pantallas de las PC se afianzaron y tomaron ubicacin en las casas de la gente comn sumndose inva-sivamente a las pantallas de la tele, creciendo ambas en nmero sostenidamente.

    La ligereza y la finuraLas innovaciones suscitadas por el mouse y las ventanas se unieron a la proclividad hu-mana a caer adicciones. Los propagandistas de la modernidad no demoraron en inducir en las personas la especie de que la vida ale-jada de las pantallas no era vida. La idea de una pequea pantalla portable e inseparable a su dueo haba aparecido ya en el comic yan-ki Dick Tracy, que en 1964 incorpor video a

    su radio-reloj. Pero esta pantalla de mueca tendra que esperar an algunos aos para pa-sar al mundo real.Al finalizar el siglo, las pantallas se haban hecho ms planas y ligeras que sus robustas antecesoras; estos importantes avances en su tecnologa hicieron posibles a las laptops. Es-tos aparatos muy reidos con la ergonoma te-nan la sorprendente caracterstica de hacerse ms pesadas con el paso del tiempo, pasando progresivamente de porttiles a estacionarias, contradiciendo su proclamada naturaleza an-dariega. Su multiplicacin fue atizada por la explosin del uso de la red intenet que en po-cos aos se hizo universal, y por la sensacin de desamparo que invada a los ejecutivos y universitarios que an no posean una.El asedio hacia afueraEmpezaban nuevos tiempos. Las laptops no solo multiplicaron el nmero de las pantallas en el mundo sino que las hicieron ms visibles al iniciar la conquista de los espacios exterio-res y abandonando para siempre su reclusin.

    La gran industria no tuvo que hacer grandes esfuerzos para convencer a la gente de que no bastaba con las pantallas en los escritorios de la casa y en los trabajos.Las laptops eran necesarias para asegurarse de que los seres humanos no quedaran inermes, desprovistos de potencia de computo y des-conectados de internet durante los trayectos entre las oficinas y las casas: millones fueron persuadidos a sumar pantallas porttiles a las estacionarias so pena de lucir anacrnicos.

  • 4Pero algunos usuarios perspicaces de grandes pantallas porttiles sospecharon de sus costo-sos aparatos: rara vez los utilizaban ms que para conectarse a internet y para trabajos de baja exigencia. Para eso bastaba una fraccin de la potencia de sus poderosos procesadores. Con ese descubrimiento, las pequeas panta-llas de las netbooks, potenciadas por modestos procesadores, proliferaron otra vez. No se nece-sitaba ms para conectarse a internet, manejar textos y lanzar Powerpoints a otras pantallas. Su precio se reduca y aumentaba el nmero de usuarios con pantallas portables transitando las anchurosas avenidas del progreso.

    La abolicin del teclado y del mouseQuienes imaginaron que el mpetu expansivo de las pantallas haba cedido, poco saban. La siguiente fase de la conquista del mundo por la pantalla asociada a la PC prescinde de la pa-rafernalia que anteriormente las acompaaba, del burdo CPU, del teclado, del mouse, de la cablera, del voluminoso monitor, y preludia el gran asalto mltiple de los smartphones, con sus pequeas pantallas tctiles que ha-bran de desplazar con arrebatada violencia a los celulares convencionales, y la posterior in-vasin de las tablets. Todas esas partes super-

    fluas fueron engullidas por las pantallas, que tras haberse posesionado de hogares y oficinas y luego de los espacios exteriores, sin dejar-nos salir del asombro, ya estaban ocupando nuestros bolsillos, llenando el mundo con sus reclamos sibilinos a nuestra atencin, al con-tacto de nuestros dedos, a nuestras voces, sugi-riendo que les hablemos y respondiendo con voz sintetizada a nuestras preguntas.

    Pantallas que capturan con avidez las imgenes que luego devolvern en otras innumerables pantallas a travs de la red; pantallas que nos repletarn de textos, msica, juegos y un in-quietante sucedneo del contacto humano: las redes sociales. Otras pantallas, las de los e-readers, pueden ser poseidas temporalmente por el espritu de cualquier libro escrito por el hombre y vertido a caracteres digitales, y pueden reemplazar a bibliotecas enteras.

  • 5Naturaleza en pxelesTambin las pantallas asociadas al video y la TV se han expandido de manera podero-sa. Los televisores adelgazaron, crecieron, y las imgenes y sonidos que brindan son de una calidad poco tiempo atrs inimaginable. Nuevas variantes prometen pantallas an ms grandes, ligeras, flexibles de insana resolucin. Los espacios pblicos urbanos muestran como signo de modernidad una cobertura creciente de pantallas con sus ululantes rclames.

    Pantallas en las pantallas de la TV en vivo, de-jan apenas lugar a los presentadores humanos quienes en cualquier momento sern reem-plazados por otra pantalla. En tamao gigante estn en los auditorios, bares y restaurantes, en las aulas, en los conciertos, en los partidos en ftbol y hasta en los mtines polticos donde el fementido arte de la oratoria ha cedido par-te de sus potencias a la socorrida pantalla que completa (o tal vez reemplaza) hasta donde es posible las habilidades discursivas del orador.

    Y en la sala de cine, sin respeto alguno por el oscuro lugar donde se origin su gesta, las insolentes pantallitas de los smartphones han alterado, tal vez sin remedio, el venerable es-pectculo de los Lumire.

    Pantallas sin fronteras

    Situadas en la elusiva frontera de la tecnolo-ga, algunas pantallas asociadas al cmputo y las comunicaciones, como los smartwatch, los Google Glass y otros wearables (para po-nerse) de realidad aumentada se aprestan a tomar posicin en la inmediatez de cuerpo del usuario con prestaciones an no muy cla-ramente definidas. La futura generacin de pantallas flexibles estara ya tentando a los di-seadores a cubrir partes del cuerpo con pan-tallas. (Por qu no tatuarlas bajo la piel? y la comunicacin con las mquinas que pas del

  • 6mouse a la yema de los dedos y a la voz con Siri, podra dar lugar a pantallas que reconoz-can gestos, movimientos de los ojos y hasta ondas cerebrales.

    Eplogo

    Un episodio de la serie britnica de TV Black mirror, que atisba los extremos del desarrollo tecnolgico, muestra un mundo futuro des-provisto de paisaje natural, donde las pantallas han rodeado todos los flancos de la vida coti-diana. En esa alegora, la vida de los hombres se limita a un sistema con dos extremos que confluyen en el acto de pedalear una bicicleta estacionaria frente a una pantalla.

    El pedaleo se convierte ante los ojos del traba-jador en las imgenes de su pantalla, en la que l mismo, desdoblado en su avatar, transita en un mundo simplificado como los dibujos ani-mados que reemplazan el mundo real.El futuro de la interfaz es el futuro de la com-putadora dice John Underkoffler, cientfico

    del MIT clebre por su diseo de la interfaz que Tom Cruise manipula en Minority Report (Spielberg 2002).

    Esa pantalla ya existe. Ya pocos dudan de que en el futuro inmediato las pantallas que nos comunican con las computadoras abandona-rn el plano bidimensional (el 3D de los tele-visores es solo una ilusin) y pasarn efectiva-mente al espacio.

    Los dispositivos de realidad aumentada, como el Google Glass, estaran en trance de interponer una instancia entre nuestra retina y la realidad. As nos estaran proponiendo un cambio sustancial: las pantallas que hasta hoy eran objetos externos en nuestro campo visual, pasaran a ser un filtro capaz de inter-venir sobre la percepcin y eventualmente, re-emplazarla con algo. Las pantallas interpues-tas ostensiblemente entre el nervio ptico y el mundo, pasaran de ser objetos para ser vistos a ser objetos a travs de los cuales se ve. Un lugar de privilegio para el momento en que las mquinas interconectadas decidan la conquis-ta el mundo.Ms avezadas todava, otras conjeturas intro-ducen las pantallas al interior del cuerpo: una pantalla interior que reemplace la percepcin por completo y se comunique directamente con el cerebro, hacindolo parte de un centro

  • 7de cmputo, que vuelva superfluos los senti-dos tradicionales. Estas pantallas que empie-zan por ir sustituyendo al mundo para luego pasar a ser el nico mundo, nos brindan la irresistible oportunidad de recordar al viejo filsofo de los jardines de Academo: esa pan-talla que es el mundo nos vuelve de regreso al tibio pero delusional antrum platonicum.Mientras lejos all afuera un ignorado sol si-gue brillando sobre el cielo transparente.