la afectividad i | alianza de amor

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Año 2008 nº 4  junio Asociación Persona y Familia Pág. 1 La afectividad: una aclaración terminológica (I parte) Juan de Dios Larrú Burdiel y Mª Flora Ramos Gutiérrez HOMBRE Y MUJER LOS CREÓ  Los afectos Las emociones El mundo de las emociones Tipos de emociones 

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Año 2008  nº 4  junio

Asociación Persona y Familia Pág. 1

La afectividad: una aclaración terminológica(I parte)

Juan de Dios Larrú Burdiel y Mª Flora Ramos Gutiérrez

HOMBRE Y MUJER LOS CREÓ 

Los afectos

Las emociones

El mundo de las emociones

• Tipos de emociones 

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La afectividad: una aclaración terminológica

La fuerza más poderosa, psicológicamentehablando, en el hombre es la afectividad. Dice

San Agustín: “Mi amor es mi peso. Hacia mi amor voy a donde quiera que voy”. Toda persona, queJuan Pablo II definió como un “ente con vida inte-rior propia y específica, caracterizada por la racio-nalidad y llamada al encuentro con la verdad y a la

realización del bien”, es una unidad irreducible yoriginal; su personalidad se desarrolla en todas susdimensiones, tanto corporales, físicas, psíquicas yespirituales: “Corpore et anima unus”. Una de lascuestiones que plantea con mayor fuerza la antro-

  pología es la integración de estas dimensioneshumanas. Un papel clave en la solución de este pro-

 blema lo desempeña la concepción que se tenga dela afectividad humana. Ser amado es el primer paso

 para que el hombre pueda reconocer su propia iden-tidad. El hecho de ser un amor recibido nos abre almundo de la afectividad cuyo estudio debe ser pro-fundizado como un modo específico de verdad per-sonal. 

La afectividad impregna, inevitablemente en mayor o menor medida, toda la actividad psicológica delhombre. En una primera aproximación, acudiremosa la psicología la cual define la afectividad como elconjunto de reacciones psíquicas del individuo antetodo el mundo exterior. Se distingue, de una parte,la afectividad de ba-

se, que abarca lossentimientos vitales,el estado de ánimo ylas emociones, y deotra, la afectividadorganizada y diferen-ciada, que abarca ma-nifestaciones máscomplejas, tales co-mo las pasiones y lossentimientos sociales.Para el psicoanálisis,la afectividad es elconjunto de afectosconscientes o incons-cientes.

Con la introducción del concepto de inconsciente, yal plantear que la represión impide la manifestacióndel afecto, S. Freud se apartó sensiblemente de laconcepción psicológica de la afectividad, que seconsidera desde entonces como limitada e inexacta.

En efecto, según S. Freud, los dos sistemas, cons-ciente e inconsciente, luchan constantemente por asegurarse la primacía en el dominio de la afectivi-dad. Para Freud, la afectividad se manifiesta esen-

cialmente por una modificación del medio interior del individuo sin acción directa sobre el mundo ex-terior, lo que la distingue de la motricidad, queapunta a transformar el mundo exterior.

Julián Marías define la afectividad como "el mundode los sentimientos, que es, en alguna medida, pero

con enormes diferencias, el “lugar ” en que se vive.Es el "envolvente” de la vida, siempre que no olvi-demos que ésta puede existir en condiciones de ex-trema desnudez, pero que ello significa una gravísi-ma privación, una decadencia en una de sus dimen-siones esenciales, una de las peores formas de pri-mitivismo".  

Antes de entrar de lleno en el contenido de la afec-tividad parece necesario determinar, aunque sólosea someramente, algunos conceptos. Intentaremosuna primera aclaración terminológica que nos sirva

  para proyectar una estructura cognoscitiva previasobre la experiencia.

I. Los Afectos

Entendemos por afecto cualquiera de las pasionesdel ánimo especialmente la ira, el amor, el cariño,el odio etc., aunque más particularmente se toma suacepción para expresar amor o cariño. Afecto sederiva de afficere, es decir, ser afectado por algo,

  poner a uno en un

estado determinadoque implica una mo-dificación que acon-tece en el sujeto enrazón de algo exter-no.

El afecto, de hecho esen efecto, como nosrecuerda su etimolo-gía, una modificación

de nuestra concienciasolicitada por partede agentes extrañosal yo. Algo, y másespecíficamente al-

guien sorprende mi yo, lo toca, y yo respondo, meacerco, reduzco las distancias, le encuentro. Elafecto origina una receptividad, pero es al mismotiempo una respuesta, una especie de “pasividad”en la actividad como dice Husserl. El afecto es fru-to de un yo que percibe ser movido, que no está tan

saturado de su sentir que acepta ser fascinado por larealidad y responde tendiéndose en un abrazo quees a la vez una peculiar modalidad cognoscitiva yética. Es decir, el yo contesta al otro y contesta de

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sí (y no evita la raíz común que une la responsabili-dad a la respuesta). Y eso vale sobre todo cuando elotro real es otro sujeto que atrae y se hace desear.

El otro, sobre todo el otro sujeto, es en cambio elgran ausente del campo afectivo del hombre moder-no completamente absorbido por la satisfacción

emocional que podemos interpretar bien como lacontraseña del individualismo narcisista actual, o  bien como el síntoma del malestar de la post-modernidad.

El afecto, en sí mismo,lo percibimos a travésde la conciencia, de susmanifestaciones. Encuanto tal, no  produce

  por sí mismo una ac-ción, sino que es un im-

  pulso directo para lamisma. Por eso, al cen-trar nuestro estudio so-

 bre la afectividad, preci-samente en la experiencia, ligado a la acción, esesta misma la que nos muestra la necesidad de acla-rar la hermenéutica afectiva que se produce en larealización de nuestras acciones, esto es, el modocomo conscientemente interpretamos nuestro afectoen orden a la actuación. De este modo, las distintas

formas de afecto se pueden relacionar con la reali-zación de la acción, y pueden ser conceptualmentedistinguidas mediante una terminología adecuada.

De este modo, se evidencia la necesidad de la clari-ficación terminológica, sin caer en los excesos deuna absolutización del valor del término, como su-cede en algunos autores.

C.S. Lewis afirma que el afecto es el amor máshumilde ya que no se da importancia, como clara-mente se ve en el entorno familiar. Es, pues, mo-

desto, discreto y pudoroso. 

Habitualmente son nece-sarios la ausencia y el dolor para que podamos ala- bar a quienes estamos ligados por el afecto. La rela-ción con el otro, la relación interpersonal se con-vierte en el tema clave del afecto. A su vez, cuandose dan estas características, se siente más intensa-mente la necesidad de unión, de cercanía, porque elafecto se revela como la más obligatoria de todaslas necesidades.

Otra de las características del afecto es que no seríatal si se hablara de él repetidamente y a todo elmundo ya que parece como si se colara en nuestrasvidas; vive en el ámbito de lo privado, de lo senci-llo, sin ropajes. En el círculo familiar, proporcionaun ambiente en el que, si todo va bien, el afecto

surge y crece con fuerza sin exigir de nosotros unascualidades excepcionales.

Además, el afecto nos enseña, primero a saber ob-servar a las personas, y luego a soportarlas, despuésa sonreírlas, más tarde a que nos sean gratas, y alfin a apreciarlas y a amarlas. El afecto puede amar 

lo que no es atractivo, como se ve, por ejemplo, enDios y en sus mártires, que aman lo que no es ama- ble.

Así mismo, el afecto noespera demasiado, hacela vista gorda ante loserrores ajenos y se reha-ce fácilmente despuésde una pelea. Como lacaridad, sufre paciente-mente, es bondadoso y

  perdona. Nos descubreel bien que podíamos nohaber visto o que, sin él,

  podríamos no haber apreciado. Lo mismo hace la humildad.

El afecto produce felicidad si hay, y solamente sihay:

a) Sentido común, es decir, razón.

  b) Un dar y recibir mutuos, es decir, justicia que

continuamente estimule el afecto cuando éste de-cae, y en cambio lo restrinja cuando olvida o va co-ntra el "arte" de amar.

c) Honestidad, y no hay por qué ocultar que estosignifica bondad, paciencia, abnegación, humildad,y la intervención continua de una clase de amor mucho más alta, amor que el afecto en sí mismoconsiderado nunca podrá llegar a ser. No hay queolvidar que el amor nos salva de la intransigencia y

 justifica nuestra existencia.

Aquí, pues, está toda la cuestión: Si tratamos devivir sólo de afecto, éste nos hará daño.

a afectividad es la experiencia psicológica del amor y mira hacia la visión metafísica del amor tanto res-

 pecto de las personas como de las cosas. En ellas, al  poner afectividad busco, en el fondo, la felicidadmetafísica del amor. De otra parte, ya Ortega yGasset definió el odio como un afecto que conducea la aniquilación de los valores. 

La afectividad está constituida por un conjunto de

fenómenos de naturaleza subjetiva, diferentes de loque es el puro conocimiento, que suelen ser difíci-les de verbalizar y que provocan un cambio interior que se mueve entre dos polos extremos, como son,

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el agrado-desagrado, la inclinación-rechazo, la afi-ción-repulsa. Entre estos dos puntos extremos se vaa situar toda una "  gama de vivencias" que van aconstituir los elementos principales del mundoemocional.

El término "vivencia" es decisivo a la hora de com-

  prender todos los aspectos. Ortega y Gasset fue suintroductor al castellano y quiere decir experienciavivida, es decir, que podemos definirla como elhecho de experiencia que, con participación cons-ciente o inconsciente del sujeto, se incorpora a su

 personalidad. Sus principales características son:

A) Se trata de un estado subjetivo interior.

B) Es algo que es experimentado personalmente por el sujeto que la vive.

C) Su contenido es, esencialmente, un estado de

ánimo que se va a manifestar a través de las princi-  pales expresiones afectivas, como son la emoción,el sentimiento la pasión y la motivación.

D) Toda vivencia deja huella de manera que segúnsu intensidad y duración puede ser decisiva en elcurso posterior de la historia vital interna.

Según D. Von Hildebrand, podemos distinguir tresclases de vivencias: 1º) las vivencias a las que lesfalta todo consentimiento o rechazo por parte de la

  persona. Impulsos, sentimientos de estado en la persona a los que ésta no se abandona expresamen-te, más tampoco rechaza expresamente. En estesentido, las acciones no pueden ser nunca neutrales,

  pues en todo querer está siempre implícitamentecontenido un consentimiento expreso. 2º) Las vi-vencias a las que la persona ciertamente consientetácita o expresamente, pero a las que les falta todaverdadera sanción. A ésta pertenece todo lo moral-mente indiferente –lo que queremos, hacemos, etc,-, pero además también, todo lo moralmente negati-

vo con lo que uno se declara de acuerdo y a lo queuno, más o menos expresamente, se abandona. 3º)Las vivencias que son consentidas o desautorizadas

 por el centro moral de la persona, en las que la per-sona responde expresamente a la auténtica exigen-cia de los valores morales. Aquí, tan pronto comose da la desautorización de un vicio, aún si éste to-davía domina de hecho a la persona, ya ha perdidosu poder oscurecedor de valores. Pero este poder oscurecedor lo posee mucho más en tanto que la

 persona está entregada a él con pleno consentimien-

to, sea tácita o explícitamente, más sin sanción odesautorización.  

Este hondo estar entregado a toda una orientaciónapetitiva semejante supone naturalmente, por su

  parte, una determinada actitud fundamental de la persona.

En conclusión: La afectividad es el modo como so-mos afectados interiormente por las circunstanciasque se producen a nuestro alrededor. El conoci-miento afectivo proviene de la caridad; se enmarca

en la experiencia de la dulzura de las cosas que re-quieren disposiciones adecuadas y producen unainflamación afectiva. Todo lo afectivo consiste enun cambio interior que se opera de forma brusca o

 paulatina y que va a significar un estado singular deencontrarse, de darse cuenta de sí mismo. Por esose funden en él, de algún modo, la afectividad y laconciencia; esta última como capacidad para darsecuenta de lo que sucede, reflexionando sobre undesencadenamiento y su contenido. 

Los afectos, las emociones, los sentimientos, sontérminos a menudo usados como equivalentes y sinembargo son agudamente diferentes: los dos últi-mos son términos de uso más reciente y los afectosde más antigua memoria pero, como veremos, noeliminables del núcleo de aquellos. Las cuatro ex-

  presiones afectivas más importantes son las emo-ciones, los sentimientos, las pasiones y las motiva-ciones. Se trata de palabras diversas para reflejar lariqueza de un hecho de la vida de los hombres: el

  primer momento de la interacción afectiva entre el

mundo y la subjetividad. Ante la riqueza de estehecho, se explica que sean diversos los matices queuna u otra expresión señalan, por lo que, en las di-ferentes ramas del saber, se tiende a privilegiar undeterminado enfoque o aspecto. Estos términos se-ñalan el hecho de que el hombre es afectado por larealidad. Con ello se quiere indicar cómo la perso-na, en su dimensión corporal, es capaz de padecer un influjo singular del mundo exterior, es decir, escapaz de ser atraído por algo exterior, como por ejemplo un bien, o repelido por algo exterior, como

  por ejemplo un mal, creándose una relación espe-cial entre el sujeto y aquello que le atrae o repele.

En aquellas expresiones que acabamos de citar seencierran las claves para profundizar en la afectivi-dad. Entre unas y otras no existe una separaciónabsolutamente clara, aunque desde el punto de vistaconceptual cada una tiene peculiares características.Lo que sucede es que la vida habitual se encarga deimbricarlas unas con otras, perdiendo cada una sus

 perfiles y tornándose borrosas al ligarse entre sí.

Analicemos a continuación estos cuatro apartados. 

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II. Las Emociones

El término emoción deriva del latín emovere, quesignifica agitación con lo que se destaca el aspecto

impulsivo que posee, por cuanto es capaz de mover al sujeto. La emoción indica un movimiento que proviene del interior (e-movere) y no puede ser to-talmente autoreferida porque mantiene cierta visióny cierto movimiento hacia el objeto a que está diri-gida. El sujeto emocionado y el objeto emocionanteestán unidos en una síntesis indisoluble. La emo-ción es una cierta manera de entender el mundo.

También procede de emotio-nis, que alude a un es-tado de ánimo asociado a una conmoción física, ca-

  paz de provocar un movimiento interior. En fran-cés, la palabra emovere tiene el sentido de despla-zar, sacudir, con lo que se destaca el aspecto impul-sivo que posee, por cuanto es capaz de mover alsujeto.

La palabra emoción viene a delimitar o significar «estados afectivos que se presentan con una ciertaagudeza, producidos casi siempre por un estímulosituacional exterior y acompañados por un correlato

  psicofisiológico manifiesto y evidente», por ejem- plo, la emoción de cólera, la emoción de miedo, etc. 

¿Qué entendemos por emoción? Entendemos por emoción la agitación del ánimo, caracterizada por una conmoción orgánica consiguiente a impresionesde los sentidos, ideas o recuerdos, la cual producefenómenos viscerales que percibe el sujeto emocio-nado y con frecuencia se traduce en gestos, actitu-des u otras formas de expresión.  

Dar con una definición exacta y rigurosa de lasemociones en plural y de cada emoción en singular es algo complejo. Para muchos estudiosos del tema,

las emociones son estados de conciencia; paraotros, aspectos del comportamiento; hay quienesopinan que son simples estados psicológicos subsi-guientes a una movilización del sistema nervioso

vegetativo. 

Como hemos visto en la definición citada anterior-mente, toda emoción es eso, una agitación interior que se produce como consecuencia de percepcionessensoriales, recuerdos, pensamientos, juicios, y queva a producir una vivencia, unas manifestaciones

fisiológicas, un tipo de conducta y unas experien-cias cognitivas.

 El mundo de las emociones

El mundo de las emociones proviene de un viejolegado de la filosofía. Los precedentes hay que bus-carlos en el pensamiento antiguo que se inicia conlos presocráticos y los pitagóricos y alcanza su ma-durez con Sócrates, Platón y Aristóteles. El huma-nismo griego tiene en ellos la base de todo el pensa-miento occidental. Aristóteles designa con el térmi-

no “ páthe” "los movimientos del apetito sensitivo  por la aprehensión del bien y del mal, con algunamutación corpórea del estado natural al no natural".Aún antes de Aristóteles, son célebres el "mito delos caballos" por un lado, y "el de la caverna", por otro, ambos de Platón, en los que describe ya lasdistintas emociones que surcan al hombre.

El pensamiento antiguo se prolonga a lo largo de lahistoria del pensamiento. La filosofía medieval tie-ne personajes singulares que van desde San Agus-tín, Boecio, los místicos del s. XII, la escolástica,los maestros de Oxford (Bacon principalmente), y

  posteriormente Santo Tomás de Aquino, etc. Aquíson continuas las referencias al mundo emocional,aunque siempre con una perspectiva puramente des-criptiva.

El pensamiento moderno se inicia con Descartes,con su célebre "Discurso del Método", a través delcual cambia la concepción de las ideas y se introdu-cen reglas nuevas para la dirección de la inteligen-cia (así titula uno de sus primeros libros, " Regulae

ad directionem ingenii"): la intuición, la deducción,la certeza, la extensión del pensamiento, etc. Con élse opera una verdadera revolución en torno a laafectividad y habla de las emociones como“commotiones sive pathemata”, es decir que mues-tran esencialmente un carácter perturbador de lavida habitual. Hace el primer intento de introducir lo matemático en la vertiente ideológica: "Lo mate-mático es lo claro, lo distinto, lo cierto. Es claro

  porque nos parece evidente; es distinto porque esoque se nos aparece, sin lugar a dudas está perfecta-mente definido; es cierto porque nos aproxima a larealidad en términos matemáticos; el ideal de laciencia sería reducirlo todo a matemático".

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La afectividad: una aclaración terminológica

El empirismo (Locke, Berkeley, Hume) dará otroempujón al pensamiento moderno buscando la obje-tivación de los estados pasionales. Más tarde, Kantafinará entre los distintos estados afectivos, que pa-ra él son “estados de conciencia”.

Tras el idealismo alemán se origina la oposición a

un “sistema” que lo reduce todo a la idea. En elcampo afectivo hemos de destacar a Schopenhauer (que analiza incisivamente los estados de ánimo ylas emociones de matiz negativo como el pesimis-mo, la desilusión, la desesperación, la pérdida delsentido de la vida, etc.), Marx y Kierkegaard (consu libro “El concepto de la angustia”, obra estelar,sobre una de las emociones más universales, hayque ponerla junto a su “Enfermedad mortal”, unauténtico “Tratado de la Desesperación”).

La influencia del existencialismo desde el principiodel s. XX ha sido evidente: Kierkegaard, Jean PaulSartre, Albert Camus, Gabriel Marcel, Martin Hei-degger, Unamuno... se recrean en bucear en lasemociones, efectuando finas disecciones entre unasy otras.

Pero la ciencia positiva se ha ido imponiendo deforma paulatina. El rigor metodológico de nuestrasegunda mitad del s. XX ha barrido muchas formasde elaboración de ideas y pensamientos. La expul-sión de la “razón” de la emoción hace que esta últi-

ma pierda inteligibilidad (que sabemos también está  presente aún cuando la experiencia está señalada  por la inconsciencia), hace perder el sentido del propio sentir y empobrecer profundamente la expe-riencia humana.

Tipos de emociones

La clasificación y definición de las emociones sueleser soslayada por la mayoría de los autores. Y lo es

  por interminable, algunos la califican de imposibley añaden: toda clasificación de las emociones será

siempre incompleta ya que puede verse desde tan-tos ángulos tan distintos y ordenarse desde coorde-nadas en apariencia tan opuestas, que es una tareasin fin. Sin embargo, Santo Tomás divide las emo-ciones en dos grupos: el primero lo denomina el delas emociones «concupiscibles» o «afectivas», y elsegundo, el de las emociones «irascibles» o«anímicas».

Las primeras representan la relación que tenemoscon algo en la medida en que es bueno o malo. Las

seis emociones afectivas que manifiestan esta rela-ción son: el amor, el odio, el deseo, la aversión, elgozo y la tristeza.

Atraídos por algo que nos parece bueno, experi-

mentamos el amor, que es la primera y más impor-tante emoción afectiva. Si amamos algo, nos move-mos hacia ello con la esperanza de hacerlo nuestro,con lo que la segunda emoción experimentada es eldeseo. Si a través del deseo llegamos a poseer loque amamos, entonces sentimos el gozo.

Si por el contrario, algo se nos aparece como maloo dañino, lo odiamos o lo despreciamos y, por eso,no tendemos hacia ello con el deseo, sino que más

  bien nos apartamos con aversión, y si no podemosescapar de lo que aborrecemos, no conoceremos elgozo, sino la tristeza.

Vemos entonces que hay seis emociones afectivas.Cada una constituye una respuesta frente a algo

  bueno o malo y la emoción que experimentamos

depende de si lo que está ante nosotros es amable uhorrible, y cómo es nuestra posición ante ello. Si es

 bueno, lo amamos, y en consecuencia lo deseamos.Si es nefasto, lo despreciamos y nos apartamos conaversión. Si nos afecta lo que amamos, encontra-mos la alegría, pero si no escapamos del mal expe-rimentamos la tristeza. Está claro que estas emocio-

nes están agrupadas en tres pares. El amor es con-trario al odio, el deseo a la aversión y el gozo a latristeza.

El amor es lo primero porque sólo empezamos aactuar después de ser atraídos por algún bien y sen-tir una afinidad con ello; sin embargo, el odio es lareacción a un mal reconocido, especialmente si su-

  pone una amenaza para nuestro bien. En segundolugar, existe el deseo que es la emoción por la quenos movemos a hacer lo que amamos; la aversión eslo que sentimos ante algo malo. Finalmente, cuando

 poseemos lo que amamos y satisface nuestro deseo,la emoción que experimentamos es el gozo; pero latristeza nos abruma si en vez de unirnos a nuestro

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La afectividad: una aclaración terminológica

 bien, nos vemos envueltos en el mal. Así pues, nosacercamos a lo que amamos y nos alejamos de loque tememos o despreciamos. Odiamos lo que ame-naza a nuestro bien y, por ello, intentamos evitarlo.Si llegamos al bien, gozamos, pero si prevalece elmal, sentimos tristeza. Cada una de las emocionesafectivas representa nuestra posición en relación a

lo que amamos.Esta descripción nos recuerda la importancia de unaformación apropiada para nuestro crecimiento inter-ior. La integridad interior requiere que aprendamosa amar lo que es realmente bueno y a odiar el ver-dadero mal, y hacer ambas cosas con entusiasmo.Las personas con una conciencia bien formada sien-ten fervor para lo realmente bueno; del mismo mo-do que aborrecen con fuerza el maly la falsedad. Su proceder no es in-

sulso, sino inspirado. No hacen el bien por un sentido del deber ni por temor, sino porque realmente amanel bien de la misma manera queevitan el mal porque lo desprecian.

Con un amor auténtico sólo pode-mos ser buenos cuando hacemos el

  bien por amor al bien mismo. Cre-cer en bondad requiere aprender aamar lo bueno y odiar lo malo, da-

do que existen cosas que deberíanatraernos y otras que nos deberíanrepeler. Algunas cosas deben ser siempre motivo de escándalo paranosotros, algo que nunca considera-remos admisible porque nos horro-riza: es el caso de la crueldad, del abuso, de la ex-

  plotación y de la traición, ya que, si empezamos aconsiderarlas como posibles, paulatinamente iremos

 perdiendo el aborrecimiento a lo que nos separa del buen camino.

La visión de la vida como un movimiento hacia lo  bueno y un alejamiento del mal parece bastantesencilla; en verdad, demasiado sencilla porque lavida raramente es lo bastante tranquila como para

  permitirnos alcanzar nuestro bien cuando lo descu-

 brimos. Son muy numerosos los estorbos que impi-den nuestro progreso hacia el bien. Hay muchas co-sas dentro y fuera de nosotros que frustran nuestroamor; hay muchos elementos que operan contra no-sotros, ya sea a causa de nuestra propia debilidad, ode tener el corazón dividido que van minando lacreencia de que realmente podemos conseguir lo

que amamos.Pero por eso, Santo Tomás nos dice que necesita-mos un segundo grupo de emociones, las“irascibles” o “anímicas”, que nos ayudan cuandoencontramos dificultades en la búsqueda del bien ynos resulta difícil evitar el mal. Hay períodos deextrema dureza en nuestras vidas en los que necesi-tamos encontrar la fortaleza para continuar. Es en-

tonces precisamente cuando entranen juego las emociones irascibles.

C o m o s u g i e r e e l t é r m i n o“anímico”, empiezan a actuar cuan-do estamos desanimados, ya sea

  por un disgusto extremo o simple-mente por estar cansados de nues-tro deseo de ser buenos.

Hay, pues, cinco emociones irasci-  bles que son: la esperanza, la de-sesperación, el temor, la audacia yla ira.

Estas emociones describen nuestrarelación con el bien cuando su ad-quisición resulta compleja, o cuan-do parece imposible evitar el mal.Si deseamos algo difícil de conse-guir, surge la emoción de la espe-

ranza; sin embargo, sentimos desesperación cuandola dificultad parece insuperable. Experimentamostemor ante el mal que nos acecha; pero surge la au-dacia para hacerle frente. La última emoción irasci-

 ble es la ira, que brota cuando vemos amenazado el bien que queremos.

Sin embargo, las emociones más irascibles estánsubordinadas a las afectivas, porque cobran sentidocuando la adversidad o el desaliento hacen peligrar nuestra búsqueda del bien. Si nuestro amor al bien

JUAN  DE DIOS LARRÚ BURDIEL Y Mª FLORA R AMOS GUTIÉRREZ 

Padres de cuatro hijos, y abuelos de varios nietos. Él es Licenciado en Ciencias Económicas y ellaDoctora en Ciencias Políticas. Ambos tienen el título de “Especialista en Pastoral Familiar” por elPontificio Instituto Juan Pablo II. Madrid.  

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La afectividad: una aclaración terminológica

1. ¿Qué importancia tiene la persona amada en el dinamismo afectivo?

2. ¿Qué papel juega la afectividad en la vida matrimonial y familiar?

3. ¿Cómo aprender a distinguir los afectos de las emociones?

4. La afectividad, ¿es un obstáculo o un motor de nuestra vida y nuestras acciones?

5. ¿Cómo educar los afectos?

• El amor como el primero de los afectos, concebido como una unión afectiva quese verifica en el amante.

• Las emociones.

no estuviera amenazado, las emociones irascibles  permanecerían dormidas; existe, pues, en conside-ración a las emociones afectivas; están para servir anuestro bien y nos ayudan a conseguirlo en circuns-tancias difíciles. Por ejemplo, cuando aparecen eldesánimo y la tentación, la emoción irascible de laesperanza surge para fortalecernos y hacernos con-

tinuar en la búsqueda; cuando es difícil buscar loque amamos porque muchas cosas se nos oponen,aparece la emoción de la audacia que nos hace ca-

  paces de resistir y encontrar los recursos para se-guir adelante; cuando algo que esperábamos evitar nos cerca y amenaza nuestro bien, sentimos la emo-ción de la ira.

Así pues, como nos indica la explicación de SantoTomás de Aquino, tenemos las emociones irasciblessólo porque existen las afectivas, dado que la espe-

ranza, la audacia y la ira son necesarias para conse-guir el bien amado, ya que, si hay algo que desea-mos, también hay cosas que tememos y otras quenos tientan con la desesperación. Las emocionesirascibles toman su sentido de las afectivas porquesin amor no existiría ninguna razón para esperar,tener audacia o enojarse. El cometido de las emo-ciones irascibles es salvaguardar el bien amado.Eliminado el objeto de nuestro amor, queda elimi-nada la razón de la esperanza, de la audacia y tam-

  bién del temor o de la desesperación. Sin un amor 

en el centro de la vida, la esperanza no tiene senti-

do, ya que no sabemos qué esperar o qué hemos deevitar como causa de desesperación; la audaciatampoco tiene sentido porque no hay razón paraaguantar. Las emociones irascibles no tienen razónde ser sin las emociones afectivas.

Santo Tomás precisa: “Las pasiones irascibles estána medio camino entre las pasiones concupiscibles,que implican un movimiento hacia el bien o el mal,y las que implican un descanso en uno u otro. Y asíse muestra que las pasiones irascibles tienen su

 principio y su fin en las concupiscibles”.