la administraciÓn de hispania durante el bajo imperio romano

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LA ADMINISTRACIÓN DE HISPANIA DURANTE EL BAJO IMPERIO ROMANO JUAN ANDRÉS CABALLERO DÍEZ (*) RESUMEN: Hispania como integrante del Imperio Romano sufre los avatares y crisis del siglo III al igual que el resto de territorios. Para intentar salir del ocaso será la férrea voluntad de un emperador como Diocleciano que con su profunda reforma administrativa y militar consiga mantener a salvo el Imperio, La Administración de Hispania formará parte de la romana hasta su transformación en el Estado visigodo tras las invasiones germánicas. Palabras Clave: Hispania Romana, Diocleciano, Conventus, Diócesis, Pretorio, Vicarios, Bajo Imperio Romano. ABSTRACT: Hispania as part of the Roman Empire suffers avatars and III century crisis like all other territories. To try out the sunset is the iron will of an emperor Diocletian with deep administrative reform and military get hold harmless the Empire, Hispania Administration will be part of the Roman until processed in the Visigothic state after the Germanic invasions. Key Words: Hispania Roman, Diocletian, Conventus, Diocese, Pretorio, Vicar, Roman Empire. (*) Licenciado en Historia por la UNED y Especialista en Historia Militar por el Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado, es autor, propietario y administrador del blog “El Oráculo del Trisquel”, dedicado a temas históricos y colaborador de la Revista Digital Mundo Historia Magazine.

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Hispania como integrante del Imperio Romano sufre los avatares y crisis del siglo III al igual que el resto de territorios. Para intentar salir del ocaso será la férrea voluntad de un emperador como Diocleciano que con su profunda reforma administrativa y militar consiga mantener a salvo el Imperio, La Administración de Hispania formará parte de la romana hasta su transformación en el Estado visigodo tras las invasiones germánicas.

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Page 1: LA ADMINISTRACIÓN DE HISPANIA DURANTE EL BAJO IMPERIO ROMANO

LA ADMINISTRACIÓN DE HISPANIA DURANTE EL BAJO IMPERIO ROMANO

JUAN ANDRÉS CABALLERO DÍEZ (*)

RESUMEN: Hispania como integrante del Imperio Romano sufre los avatares y crisis del

siglo III al igual que el resto de territorios. Para intentar salir del ocaso será la

férrea voluntad de un emperador como Diocleciano que con su profunda

reforma administrativa y militar consiga mantener a salvo el Imperio, La

Administración de Hispania formará parte de la romana hasta su

transformación en el Estado visigodo tras las invasiones germánicas.

Palabras Clave: Hispania Romana, Diocleciano, Conventus, Diócesis,

Pretorio, Vicarios, Bajo Imperio Romano.

ABSTRACT: Hispania as part of the Roman Empire suffers avatars and III century crisis like

all other territories. To try out the sunset is the iron will of an emperor

Diocletian with deep administrative reform and military get hold harmless the

Empire, Hispania Administration will be part of the Roman until processed in

the Visigothic state after the Germanic invasions.

Key Words: Hispania Roman, Diocletian, Conventus, Diocese, Pretorio, Vicar, Roman Empire. 

(*) Licenciado en Historia por la UNED y Especialista en Historia Militar por el Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado, es autor, propietario y administrador del blog “El Oráculo del Trisquel”, dedicado a temas históricos y colaborador de la Revista Digital Mundo Historia Magazine.

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JUAN ANDRÉS CABALLERO DÍEZ

2 Revista Mundo Historia Magazine nº 11. Julio 2011. ISSN: 2014-1300. DL: B-6576-2011

INTRODUCCIÓN

Hispania, en el siglo IV, como parte integrante del Imperio Romano también se ve

afectada por la crisis que le afectó durante el siglo III. En este contexto, el Imperio

necesita de una profunda reorganización para seguir con vida ante las insistentes

amenazas de los pueblos colindantes con sus extensas fronteras.

Sólo la férrea voluntad de un emperador podía salvarlo de su ocaso y ese emperador

fue Diocleciano quien realizó una importante reorganización militar y una profunda

reforma administrativa, que cambió las estructuras organizativas de la administración

romana y que lograría mantener el Imperio a salvo.

El novedoso reparto administrativo del Imperio en cuatro partes, regidas por dos

emperadores y por dos césares, se mostró eficaz para poder mantener el control y

dotarlo de nuevos bríos.

Hispania, como no podía ser de otra manera, formaría parte de esa nueva

administración romana hasta el desmoronamiento del Imperio y su total transformación,

tras las invasiones germánicas, en el nuevo Estado visigodo. Pasó a denominarse

Diócesis Hispanorum, una de las doce diócesis en que quedó dividido el Imperio e

integrada en la Prefectura de las Galias, y estaba compuesta por seis provincias:

Lusitania, Bética, Gallaecia, Carthaginensis, Tarraconensis y la provincia africana

Mauritania Tingitana, que a su vez se dividía cada una en subdivisiones menores

denominadas conventus.

La reforma administrativa fue profunda creando unos cargos que diesen estabilidad

al Imperio y cuya característica más importante fue la separación entre el poder militar y

el poder civil.

Para la confección del presente trabajo se ha consultado como bibliografía básica la

obras de Juan José Sayas Abengoechea: Historia Antigua de España II: De la

Antigüedad tardía al ocaso visigodo; de Fé Bajo Álvarez: Los últimos hispanoromanos:

El Bajo Imperio en la Península Ibérica; y el trabajo de Francisco Javier Navarro: “La

organización provincial de Hispania durante el Imperio Romano (siglos I - III)”.

Además se han consultado distintas obras y trabajos referenciados en la bibliografía

final.

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LA HISPANIA BAJO IMPERIAL

Durante el Bajo Imperio la situación de Hispania no difería sustancialmente de la de[

las demás provincias imperiales. La localización geográfica de la Península Ibérica

propició que estuviese un poco al margen de los acontecimientos acaecidos en la propia

Península Itálica y en otras provincias durante el Bajo Imperio romano, lo que no

significa que los cambios, a todos los niveles, no afectasen a Hispania pues ésta se

encontraba inmersa en la misma decadencia que el resto del Imperio.

Fig. 1. La crisis del siglo III: la cultura urbana sufrió un claro retroceso. Muchos enclaves comerciales tuvieron que fortificarse para defenderse de los bandidos y de los bárbaros. Se erigieron o reforzaron murallas, en la mayoría de los casos, usando como materiales de construcción las ruinas de los edificios abandonados en las ciudades. En la imagen, restos de las murallas de Iruña-Veleia, importante enclave de paso en la ruta comercial Asturica-Burdigala. Se puede observar varias piezas cilíndricas. Son los tambores que formaban el fuste de las columnas del atrio de una importante villa abandonada

La historiografía romana no presta especial atención a los asuntos de Hispania en

esta época dada la situación del Imperio en el siglo III. El sistema ciudadano entró en

una crisis propiciada por los conflictos internos y por el arrollador empuje de los

enemigos exteriores (persas y bárbaros), que hizo necesario un incremento de los

efectivos militares en las fronteras y, por consiguiente, un aumento de los impuestos

para hacer frente a los gastos. Todo esto trajo como consecuencia la ruina de amplias

capas sociales que, en algunos casos, se tuvieron que dedicar al bandidaje o refugiarse

entre los pueblos bárbaros para no perecer de hambre.

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4 Revista Mundo Historia Magazine nº 11. Julio 2011. ISSN: 2014-1300. DL: B-6576-2011

Las siguientes palabras de Herodiano, historiador de la primera mitad del siglo III,

nos muestran el sentimiento que embargaba a las gentes del Imperio:

"Si alguien pasara revista al periodo desde Augusto […] no encontraría en estos doscientos años que van hasta Marco Aurelio ni tantos relevos en el poder imperial, ni tantos cambios de suerte en guerras civiles y exteriores, ni conmociones en los pueblos de las provincias y conquistas de ciudades, tanto en nuestro territorio como en muchos países bárbaros, ni movimientos sísmicos y pestes ni, finalmente, vidas de tiranos y emperadores tan increíbles. Que antes eran raras o ni siquiera se recordaban" (Herodiano: Historia del Imperio Romano después de Marco Aurelio I,1)

LAS REFORMAS DE DIOCLECIANO

Si el Imperio se mantuvo a finales del siglo III fue gracias a la decidida labor de unos

emperadores capaces y decididos a realizar unas reformas con las que lograron que se

mantuviese firme durante un siglo y medio más. Entre ellos destaca la labor del

emperador Diocleciano, un general dálmata que fue elevado al trono imperial por

aclamación de sus tropas en el año 284.

Sin embargo, ni la aristocracia romana, por ser descendiente de esclavos, ni los

cristianos, contra los que realizó en el año 303 la mayor persecución hecha hasta

entonces, lo aceptaron de buen grado.

A pesar de ello, Diocleciano fue el artífice de la salvación del imperio mediante una

importante reorganización del ejército y una profunda reforma administrativa en la que

confió la parte occidental a Maximiano y promovió el ascenso de dos pretores, Galerio

y Constancio, asociados a cada uno de los dos emperadores. Además, Diocleciano

remodeló las fronteras de las provincias, que reunió en diócesis y que fueron,

posteriormente, agrupadas por Constantino en cuatro prefecturas. Las reformas de

Diocleciano trajeron consigo dos puntos de interés: el diseño de la administración, que

adquirirá una estructura piramidal, y la redefinición de las funciones de los cargos.

Constantino fue el que perfeccionó el esquema administrativo, separando las funciones

militares y civiles y alejando de Roma a los prefectos del pretorio, a quienes arrebató

sus cometidos militares.

El esquema administrativo tenía como unidades principales las ciudades y sus

territorios, las cuales formaban una provincia. Estas provincias quedaban integradas en

una diócesis y ésta, a su vez, en una prefectura. Por encima de toda esta distribución se

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encuentra el emperador, quien podía ejercer su jurisdicción de forma directa o indirecta

(por delegación).

Fig. 2. Esquema Administrativo de Diocleciano

Con las reformas de Diocleciano, y posteriormente de Constantino, el Imperio quedó

dividido en cuatro prefecturas, cada una de ellas compuesta a su vez de varias diócesis

(12 en total). Al principio, la prefecturas variaban en extensión y número, únicamente a

finales del siglo IV estaban claramente delimitadas. Las cuatro prefecturas en las que

quedó dividido en Imperio eran: la prefectura de Oriente, la prefectura de Italia, la

prefectura de Iliria y la prefectura de las Galias1.

Fig. 3. Reorganización del Imperio Romano en cuatro prefecturas bajo Diocleciano

1 Las diócesis de Hispania, Britania y Galia formaron parte de la Prefectura de las Galias, unidad administrativa de mayor entidad, al mando del Prefecto de las Galias y del que dependían los vicarios de cada una de las diócesis subordinadas.

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6 Revista Mundo Historia Magazine nº 11. Julio 2011. ISSN: 2014-1300. DL: B-6576-2011

Su reforma administrativa y territorial obedeció fundamentalmente a cuestiones de

fiscalidad. Diocleciano creó un impuesto llamado iugatio capitatio, que grababa sobre

las personas (caput) y sobre los bienes inmuebles (iugum)2. El Imperio fue subdividido

en un mayor número de provincias (de 48 a 104) agrupadas en diócesis dependientes de

las prefecturas del pretorio. Con ello aumentaba la eficacia del aparato fiscal ya que los

gobernadores, una vez eximidos de la responsabilidad militar que pasó a manos de

los duces y comités, que se dedicaban a la recaudación de impuestos.

Si bien las reformas de Diocleciano tuvieron muchos detractores, lo cierto es que con

ellas el emperador buscó reafirmar el poder central y evitar que surgieran poderes en las

provincias que amenazasen la unidad del imperio.

LA DIÓCESIS DE HISPANIA

Diocleciano reagrupó las provincias del Imperio Romano en circunscripciones más

amplias (diócesis) convirtiéndose Hispania en la Diócesis Hispanorum, una de las doce

diócesis del Imperio.

La organización provincial de Hispania no había sufrido cambios desde la época de

Augusto. Hispania se dividía en tres provincias: una senatorial (Bética) y dos imperiales

(Lusitania y Tarraconense). Las reformas de Diocleciano integraron la diócesis de

Hispania en seis provincias: la Lusitania y la Bética, que mantuvieron los límites

anteriores, la Tarraconense, que se dividió en tres (Gallaecia, Carthaginensis y

Tarraconensis), y la provincia africana Mauritania Tingitana.

Se desconoce el momento exacto en el que Diocleciano realizó estos cambios, si bien

diversas fuentes nos permiten establecer una cronología aproximada que iría desde el

año 284 hasta el 297.

El documento que más información arroja sobre las reformas provinciales es la Lista

de Verona3, donde se estima una cronología entre el 303 y el 314. La organización de la

prefectura, la diócesis y las provincias así como el rango de cada una es recogido por

la Notitia Dignitatum. El Breviarium de Festus (369/370) también nos muestra el rango

2 El caput equivalía a la fuerza de trabajo, número de campesinos necesarios para la explotación de cada iugum, unidad impositiva que equivalía a más o menos hectáreas de tierras según la calidad de ésta y el tipo de cultivo (cereales, vid, etc.). Mediante un minucioso censo se conocía el volumen de capita y de iugera y se podía distribuir el impuesto. 3 Llama la atención que el texto mencione a siete provincias y sin embargo solo relaciona seis, debió tratarse de un error del copista al pensar que Mauritania y Tingitana eran dos provincias en lugar de una sola.

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de todas las provincias. Por último, la Lista de Polemius Silvus4, del año 400, indica

una nueva provincia: las islas Baleares.

Fig.4. Organización provincial hispana del Bajo Imperio (Siglo IV).

Las capitales

Ninguna fuente nos habla directamente sobre cuáles fueron las capitales de las

diócesis y las provincias creadas por Diocleciano.

La ubicación de la capital de la Diócesis Hispaniarum difiere según los autores.

Algunos historiadores, basándose en las Actas del martirio de Marcelo, fuente

hagiográfica con contenido histórico pero con numerosos puntos oscuros e inseguros,

sitúan la capital en la ciudad de Tingis (Tánger). Otros, en cambio, basándose en

la Lista de Polemius Silvus, la sitúan en Emérita Augusta. En la capital residiría primero

el delegado del Prefecto de las Galias y luego el comes o vicarius hispanorum.

Las que conservaron intactos sus territorios o cuya capital aún permanecía en él,

probablemente seguirían con la misma. De esta manera, las capitales serían Córduba

(Bética), Emérita Augusta (Lusitania) y Tárraco (Tarraconensis).

4 En ella se mencionan siete provincias pero sólo relaciona seis, probablemente por un error del copista al pensar que Mauritania Tingitana eran dos provincias en vez de una.

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En la Carthaginensis la capital recayó en Carthago Nova, centro económico de gran

importancia, mientras que para la provincia de Mauritania Tingitana se escogió la

ciudad de Tingis.

Fig. 5. Emérita Augusta, fundada en el 25 a.C., capital de la provincia de Lusitania y, en los siglos III y IV, de la Diocesis Hispanorum. Su majestuoso teatro fue remodelado precisamente en época de Constantino. Con el ascenso del Cristianismo su uso decayó y fue abandonado.

En la Gallaecia la elección resultó más difícil. Tras disputarse el puesto las ciudades

de Bracara Augusta (Braga) y Astúrica Augusta (Astorga), ambos centros de cierta

importancia, la capital residió en la primera.

Las nuevas provincias

Gallaeica

La provincia de la Gallaecia, de rango consular, se corresponde con los

antiguos conventus Bracaraugustustanus y Lucensis, aunque se distinguían claramente

otras zonas como el conventus Asturum, citado en las fuentes. El nombre de la

provincia hacía referencia a la zona mayormente poblada e importante dentro de la

región.

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Sus límites son más difíciles de precisar: mientras para muchos obtiene parte de la

Lusitania, para otros llegaría hasta la provincia de Segovia, incluso algunos afirman que

astures y cántabros forman parte de ella.

Carthaginensis

La provincia Carthaginensis, de rango presidial, recibe el nombre del

antiguo conventus Carthaginensis. Su creación supuso el reconocimiento de la

importancia que adquirió la antigua capital púnica, Carthago Nova, y de su capacidad de

influencia en el área circundante.

El poeta latino Rufo Festo Avieno5 [5] describe, en su Ora Marítima, a la ciudad

romana de Carthago Nova:

"Es la más poderosa de todas las ciudades de la zona. Carthago Nova goza de una situación natural fuerte y de unas murallas bellamente construidas. La ciudad dispone de varios puertos, una laguna y tiene minas de plata. En ella abundan las industrias de salazón y constituye el mayor emporio para los habitantes del interior, que vienen a buscar las mercancías llegadas a través del mar, y para los comerciantes extranjeros, que quieren adquirir productos locales”.

También en este caso es complicado precisar exactamente límites provinciales, a

tenor de las distintas informaciones que arroja cada autor. Sin embargo, al ser una

provincia eclesiástica y teniendo en cuenta que los límites de las provincias eclesiásticas

coinciden, en gran medida, con las provincias político-administrativas, se pueden

establecer sus límites, siempre aproximados, de finales del siglo III a partir de los datos

de la Nomina Ovetensis 6.

Tarraconensis

La provincia de la Tarraconensis, antigua provincia de la Hispania Citerior,

tenía rango presidial y estaba formada por los conventus

Tarraconense, Caesarugustano y Cluniense.

5 Rufo Festo Avieno (s. IV d.C), poeta latino que fue dos veces cónsul, hombre de inmensa cultura autor de la Ora Marítima.Esta obra es de gran importancia al ofrecer información de la costa y de las ciudades marítimas de la Península Ibérica en una cronología donde hay pocas fuentes. La información posiblemente fue obtenida del viaje de un marino de Marsella hacia el 530 a. C. 6 Los Nomina Ovetensis son las listas de sedes episcopales, que reflejan la división bajoimperial, aprovechada por la naciente organización eclesiástica. Este catálogo fue recogido por los geógrafos islámicos, especialmente por Al-Râzî, quien la presenta como creación de Constantino, y se difundiría en documentos e historias posteriores.

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Mauritania Tingitana

La provincia, de rango presidial, se incluyó dentro de la diócesis hispanorum por

motivos estratégicos más que políticos o administrativos: proteger la Península Ibérica

de posibles ataques de los pueblos mauri 7, los cuales ya habían producido una serie de

invasiones en la Bética.

La provincia perdió parte de su territorio original, concretamente las tierras

meridionales, quedando establecido el limes romano en la zona en el río Loukkos.

Balearica

Las Islas Baleares se englobaban dentro de la provincia Carthaginensis pero el

crecimiento de su importancia económica, al estar situada en medio de la encrucijada

comercial del Mediterráneo junto a la dificultad de dirigir la zona desde el continente,

hacen que se cree una nueva provincia denominada Balearica.

Nova Provincia Máxima

Entre los años 383 y 388, el usurpador Magno Máximo pudo crear una provincia

llamada Nova Provincia Máxima, cuya situación y delimitación se desconoce aunque se

tiende a situarla dentro de la Tarraconensis.

A. Chastagnol realizó un minucioso estudio de una inscripción hallada en la iglesia

de Siresa (Huesca) que alude a una reparación viaria y se hace alusión a la

provincia Nova Provincia Maxima, la cual estaría constituida con parte del territorio de

la Tarraconense, de situación y límites desconocidos. De todas maneras, se trataría de

una provincia totalmente efímera ya que desapareció cuando Teodosio derrotó a

Máximo y la situación volvió a su estado anterior.

Los conventus

Las provincias hispanas se dividían en subdivisiones menores

denominadas conventus («reunión»). Cada cierto tiempo, y durante la época del año más

favorable para ello, el gobernador realizaba un viaje por la provincia y las capitales de

cada conventus. En ese lugar, durante tres días, juzgaba los asuntos que se presentaban

7 Los pueblos mauri (moros) eran un conjunto de pueblos de raíz bereber, que habían aprovechado la debilidad de Roma para emprender acciones de rapiña. Hicieron dos incursiones sobre la Bética y la Lusitania pero fueron rechazados por la VII Legión acantonada en Hispania.

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según un orden también establecido. El término conventus era utilizado para identificar

tanto el juicio como el día del juicio así como el territorio que englobaba.

Los conventus eran conocidos como conventus iuridicus por su función principal de

ser circunscripciones jurídicas, si bien estructura conventual fue utilizada también para

organizar el culto imperial y transmitir a la población las órdenes del emperador.

Fig. 6. Diocleciano (busto en el Palacio de Diocleciano en Split, Croacia) y Constantino I (cabeza de la estatua monumental que se conserva en el Museo Capitolino de Roma), los grandes reformadores de la administración imperial.

La existencia de los conventus hispanos es conocida principalmente gracias a Plinio,

quien, detalladamente, señala la capital y las ciudades que pertenecen a cada uno. Los

viajes que realizaba el gobernador en Hispania eran anuales.

LOS CARGOS ADMINISTRATIVOS

Con las reformas administrativas se hace necesaria la multiplicación del número de

funcionarios y con ello una reorganización de sus funciones. El sistema romano se

mantenía gracias a una extensa burocracia que, aunque generaba muchos gastos, era

absolutamente necesaria para poder mantener cohesionado el imperio. El Estado

romano necesita controlar cada uno de los aspectos de la vida cotidiana y para ello se

valen de tan alto número de funcionarios.

Sin embargo, no todos los vicariatos y provincias tenían el mismo número de

funcionarios, ello dependía de la importancia política, de la envergadura económica, del

volumen de funciones a desempeñar y de los objetivos a cumplir en cada provincia. Se

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calcula que en el caso concreto de Hispania el número de funcionarios llegó hasta los

1500.

El puesto de funcionario traía consigo seguridad, privilegios, influencias y esperanza

de futuras promociones que derivarían en un cursus honorum 8 envidiable.

Los altos funcionarios contaban además con exenciones fiscales, donaciones

extraordinarias y aportaciones gratuitas de suministros. Los funcionarios tenían tanto

poder que incluso podían conseguir otros beneficios mediante la extorsión, la

manipulación o la presión. Muchos eran los que elegían este camino para enriquecerse

pero muchos eran también los que decidían llevar por buen camino su trabajo.

La característica más importante de la reforma administrativa fue la separación entre

el poder militar y el poder civil. La administración civil de una provincia correspondía

al gobernador de la misma, mientras que la administración militar estaba confiada

al dux, que podía ejercer su mando sobre una o varias provincias.

Los prefectos del pretorio

Los prefectos del pretorio se encontraban al frente de cada prefectura, eran los

máximos funcionarios del imperio y pertenecían al orden ecuestre.

Era el único órgano de gobierno con autoridad militar y civil en la época de

Diocleciano pero, perdió definitivamente ese carácter con Constantino para convertirse

en una autoridad completamente civil, aunque dotada de un grandísimo poder.

Fig. 7. Diócesis y provincias de la Prefectura de las Galias.

Entre los cometidos de los prefectos del pretorio destacan, por un lado, los político-

administrativos, como el servicio estatal de postas de su circunscripción, vigilancia de 8 Nombre que recibía la carrera política romana, la cual stablecía el orden y la jerarquía por la que se regían las magistraturas romanas y su modo de cumplimiento.

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los precios establecidos en los mercados, educación superior, marcha de las

corporaciones profesionales, construcción, conservación y mantenimiento de los

edificios públicos y regulación de los juegos públicos. Y, por otro lado, los económicos,

principalmente la recaudación de impuestos y la distribución de las contribuciones

destinadas al mantenimiento de los funcionarios civiles (annona cívica) y del ejército

(annona militaris). También era el encargado de realizar el presupuesto que debía de

pagar la diócesis en calidad de impuestos.

El prefecto tenía además competencia jurídica en toda su prefectura y Constantino

dispuso que las sentencias de los prefectos no fueran objeto de recurso ante el

emperador.

Para llevar a cabo tan complejas tareas, el prefecto se ayudaba de una plantilla de

funcionarios que debían de estar especializados en asuntos jurídicos, financieros y

administrativos (officia).

Los vicarios

El cargo de vicario se crea al mismo tiempo que la diócesis de Hispania en el año

297. El primer vicario de Hispania llevaba como título vir perfectissimus y pertenecía al

orden ecuestre. Los siguientes pertenecieron tanto a familias senatoriales o ecuestres.

El vicario es el principal responsable civil de la diócesis, era nombrado por el

emperador y disponía de un complejo entramado de cargos subordinados y

especializados en diversas funciones, si bien la principal función era la recogida y

traslado de los impuestos de los que era responsable ante el prefecto.

En época de Constantino se creó un nuevo cargo, el de comes hispaniarum que, en

ocasiones específicas, colaboraba con el vicario y tenía un rango similar. Sin embargo,

desaparecieron en el año 340.

La función política del vicario consistía en realizar visitas y viajes esporádicos a las

provincias. Los vicarios recibían comunicados y solicitaban informes a los

gobernadores provinciales con el propósito de elaborar un informe sobre la situación

general de la diócesis que posteriormente sería remitido al prefecto del pretorio o al

emperador.

El vicario actuaba en los conflictos religiosos, reprimiendo las actividades religiosas

no aceptadas y condenadas por el Estado. Tenía funciones judiciales en materia civil y

criminal, aunque su sentencia era apelable ante el emperador a diferencia de las

sentencias del prefecto. Controlaba además todos aquellos asuntos de los que no se

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ocupaba el prefecto. También contaba con una plantilla de officia cuyo número podía

rondar los 300 miembros.

Los gobernadores provinciales

El gobernador era el responsable del orden de la provincia. Tenía un cometido

principal relacionado con la recogida de impuestos y actuaba en su demarcación como

juez ordinario en causas civiles y criminales. Las penas podía imponer eran la pena de

muerte o la confiscación de bienes, todo ello bajo aprobación del emperador.

Al igual que el prefecto y el vicario, el gobernador tenía sus officia para ayudarle en

sus cometidos, con pequeñas diferencias entre las provincias del Imperio.

Los gobernadores de las provincias presidiales o consulares tenían el rango de vir

perfectissimus y clarissimus, respectivamente, aunque esto era lo habitual lo cierto es

que no siempre coincidía el rango de la provincia y el de su gobernador. Igualmente,

una provincia podía variar de rango administrativo, como le ocurrió a la Gallaecia que

pasó de presidial a consular. Los gobernadores de las provincias hispanas tenían el título

de praeses y consularis mientras el de procónsul y corrector era utilizado únicamente

con carácter esporádico9.

Durante el Bajo Imperio, los gobernadores de las provincias senatoriales eran

elegidos por el Senado, para un mandato de un año, entre miembros de la jerarquía

senatorial, pretoriana y consular mientras que, por el contrario, los gobernadores de las

provincias imperiales eran elegidos directamente por el emperador, si bien, mientras el

gobernador de la Tarraconense debía haber sido cónsul, el gobernador de la Lusitania

debía haber sido pretor. Además, una diferencia importante entre los gobernadores

senatoriales y los imperiales eran las funciones militares que sólo desempañaban los

gobernadores imperiales.

Diocleciano cambió toda esta organización. Todos los gobernadores provinciales

pasaron a ser nombrados por el emperador con lo que el Senado perdía una fuente

importante de ingresos procedente de las provincias.

Los gobernadores provinciales procedían de diversas categorías: los procónsules eran

los gobernadores de Asia y África y los correctores de las provincias de Italia.

9 Sólo se utilizó dos veces: con Volventius, procónsul de la Lusitania, entre 382 y 383, y con Paulino, corrector de Tarraconensis, entre 376 y 383.

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Los gobernadores presidiales y algunos de los correctores procedían del orden

ecuestre, teniendo el título de prefectissimi. Más adelante, todos los correctores y

algunos presidiales alcanzaban el rango de clarissimi, signo indicativo de pertenencia al

orden senatorial.

LA ADMINISTRACIÓN LOCAL

El estudio de la administración local en esta época es complicado. No obstante, está

claro que el papel de las ciudades del Imperio comienza a decaer en el siglo III, aunque

mantienen el sistema administrativo de épocas anteriores. Las civitas fueron perdiendo

su autonomía y pasaron a estar vigiladas y tuteladas por el Estado, y únicamente les

queda reservado el papel de centros recaudadores de impuestos.

Con el número de magistrados de las ciudades sucede lo mismo, fueron

disminuyendo paulatinamente lo largo del siglo IV y, sobre todo, con motivo de la

creación de un nuevo cargo: los curatores civitatis, funcionarios que actúan siguiendo

las directrices estatales y que asumen prácticamente todas las competencias de los ediles

y cuestores. Los duoviri, importantes magistrados que tenían amplias funciones y un

gran poder dentro de la vida administrativa de la ciudad, también desparecen con las

reformas.

Existían otros cargos que dependían directamente de la administración central al

margen de la prefectura, la diócesis o las provincias. Además del comes

hispaniarum estaba el rationalis summarum Hispaniae, ayudado por un rationalis rei

privatae quienes, además de las cuestiones económicas y administrativas diversas,

cuidaban principalmente del patrimonio de la corona en el ámbito de la diócesis.

A partir del año 409 la Península Ibérica recibe las invasiones bárbaras de los suevos,

quienes se ubican en el occidente de Gallaecia, los alanos, en la Lusitania, los vándalos

asdingos, en el interior gallego y los vándalos silingos, en la Bética. Sólo la

Tarraconense queda bajo dominio romano. Para expulsarlos Roma tuvo que recurrir a

los visigodos que consiguen hacerlo con los alanos y silingos pero del resto muchos

prefirieron quedarse e integrarse en la estructura administrativa romana.

Estas invasiones fueron el principio del fin de la dominación romana sobre la

Península Ibérica. lLs romanos son conscientes de que de que sin la ayuda visigoda les

es imposible poder controlar la única provincia que les queda, la Tarraconense. Así, la

estructura prefectura-diócesis-provincia va desapareciendo poco a poco dando lugar a

Page 16: LA ADMINISTRACIÓN DE HISPANIA DURANTE EL BAJO IMPERIO ROMANO

JUAN ANDRÉS CABALLERO DÍEZ

16 Revista Mundo Historia Magazine nº 11. Julio 2011. ISSN: 2014-1300. DL: B-6576-2011

un periodo de caosen el que el saqueo y la extorsión serán las maneras habituales para

hacerse con el control administrativo de Hispania.

Fig.8. La huella de Roma: las principales obras de ingeniería (calzadas, puentes, acueductos) siguieron utilizándose en Hispania durante siglos después de la caída del Impeio. Así, el acueducto de Segovia ha provisto de agua al Alcázar de la ciudad hasta hace pocos años

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