kipling. los constructores del puente

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1 LOS CONSTRUCTORES DEL PUENTE (EL TRABAJO DE CADA DÍA) RUDYARD KIPLING ÍNDICE LOS CONSTRUCTORES DEL PUENTE PAN SOBRE LAS AGUAS .007 WILLIAM LA CONQUISTADORA UN DELEGADO AMBULANTE EL CHICO DE LA LEÑA

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    LOS CONSTRUCTORES DEL

    PUENTE

    (EL TRABAJO DE CADA DA)

    RUDYARD KIPLING

    NDICE

    LOS CONSTRUCTORES DEL PUENTE

    PAN SOBRE LAS AGUAS

    .007

    WILLIAM LA CONQUISTADORA

    UN DELEGADO AMBULANTE

    EL CHICO DE LA LEA

  • 2

    LOS CONSTRUCTORES DEL PUENTE

    Lo menos que esperaba Findlayson, del Departamento de Obras Pblicas era un C. I. E.;

    l soaba con un C. S. L 1, y sus amigos le decan que ciertamente mereca ms. Durante

    tres aos haba soportado calor y fro, desnimo, incomodidad, peligro y enfermedad con

    una responsabilidad excesiva slo para unos hombros; y durante todo ese tiempo, da a da,

    haba ido creciendo bajo sus rdenes el gran Puente de Kashi sobre el Ganges. Y en menos

    de tres meses, si todo iba bien, Su Excelencia el Vicerrey inaugurara el puente vestido de

    gala, un arzobispo lo bendecira, pasara por encima el primer tren cargado de soldados y

    habra discursos.

    El ingeniero Findlayson, sentado en su vagoneta del trenecito dedicado a la

    construccin que recorra uno de los muros de sostn principales -las orillas revestidas de

    enormes piedras que se extendan al norte y al sur, a ambos lados del ro, casi cinco

    kilmetros-, se permiti pensar en el final. Contando los accesos, su obra tena dos

    kilmetros ochocientos metros de longitud; un puente de vigas de celosa amarrado con

    vigas Findlayson que se levantaba sobre veintisiete pilares de ladrillo. Cada uno de estos

    pilares tena algo ms de siete metros de dimetro, se remataba en piedra rojiza de Agra y

    se hunda veinticuatro metros bajo las arenas mviles del lecho del Ganges. Por encima

    corra la va frrea, de cuatro metros y medio de anchura; y ms arriba de sta un camino

    para carretas de dieciocho pies flanqueado por aceras para peatones. En los dos extremos se

    levantaban torres de ladrillo rojo, con aberturas para los mosquetes y troneras para los

    caones, y la rampa de la carretera cubra las piedras de arranque. Los extremos de tierra

    parecan vivos y hormigueantes por los cientos y cientos de borriquillos que salan de las

    bocas de las zanjas de prstamo 2, bajo sacos llenos de tierra; y el aire clido de la tarde

    estaba lleno del ruido de los cascos, el golpeteo de los bastones de los conductores y el de

    la tierra al caer hacia abajo. El ro estaba ms abajo, y en la deslumbrante arena blanca que

    haba entre los tres pilares centrales se levantaban pequeas balsas de traviesas de

    ferrocarril rellenas de barro por el interior y embadurnadas por el exterior que serva de

    apoyo al extremo de las vigas mientras stas eran remachadas. En las escasas zonas de agua

    1 C. I. E. ... C. I. S. Companion of the Indian Empire, Companion of the Star of Indian.

    2 Zanja de prstamo. Zanja creada al sacar tierra para construir muros de contencin.

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    profunda que haba dejado la sequa, un puente-gra trabajaba de aqu para all girando

    sobre su asentamiento, poniendo en su lugar secciones de hierro, resoplando, retrocediendo

    y gruendo como hace un elefante en los astilleros. Cientos de remachadores revoloteaban

    como un enjambre alrededor del enrejado secundario y del tejado de hierro de la lnea del

    ferrocarril, colgados de andamios invisibles bajo los vientres de las vigas, arremolinados

    alrededor de las gargantas de los pilares, y caminando sobre los salientes de los montantes

    de las aceras; sus hornillos y los chorros de llamas que respondan a cada golpe de martillo

    se marcaban como un simple amarillo plido bajo el resplandor del sol. Al este y al oeste, al

    norte y al sur, los trenes de la lnea de construccin traqueteaban y geman arriba y abajo de

    los terraplenes, y tras ellos resonaban las vagonetas en las que se apilaban las piedras

    blancas y pardas hasta que se abran los laterales y, con gran estruendo, miles de toneladas

    de material eran arrojadas para mantener el ro en su sitio.

    El ingeniero Findlayson se dio la vuelta en su vagoneta y contempl la faz de aquella

    zona que l haba cambiado en once kilmetros a la redonda. Mir hacia atrs, al pueblo

    zumbante en el que vivan cinco mil trabajadores; corriente arriba y corriente abajo, a lo

    largo de la perspectiva de estribaciones y arenas; al otro lado del ro, hacia los lejanos

    pilares cuya perspectiva disminua con la neblina; por encima de la cabeza hacia las torres

    de vigilancia -y slo l saba lo fuertes que eran-, y con un suspiro de alivio, vio que su

    obra era buena. All, bajo la luz del sol y ante l, se elevaba su puente, al que slo le

    faltaban unas semanas de trabajo en las vigas de los tres pilares centrales... su puente, tosco

    y feo como el pecado original, pero pukka, permanente, que resistira cuando hubiera

    perecido ya todo recuerdo del constructor, incluso de la esplndida viga Findlayson.

    Prcticamente, aquello estaba terminado.

    Su ayudante Hitchcock trotaba por la va en un pequeo caballo kabul de cola trenzada

    que por su larga prctica podra haber trotado con toda seguridad sobre un andamio, e hizo

    una seal de reconocimiento a su jefe.

    -Ya casi est -dijo con una sonrisa.

    -Estaba pensando en ello -respondi el otro-. No es un mal trabajo para dos hombres,

    verdad?

    -Para uno... y medio. Dios, menudo cachorro de Cooper's Hill3 estaba hecho cuando

    3 Cooper's Hill. Es decir el Real Colegio Indio de Ingeniera Civil, situado en Surrey, Inglaterra.

  • 4

    vine a esta obra!

    Hitchcock pensaba que haba envejecido mucho con la acumulacin de experiencias de

    los ltimos tres aos, y que haba aprendido a tener poder y responsabilidad.

    -Eras un muchacho bastante atolondrado -dijo Findlayson-. Me pregunto cmo te

    sentar la vuelta al trabajo de oficina cuando esto haya terminado.

    -Lo odiar! -exclam el joven, y siguiendo con sus ojos la mirada de Findlayson,

    murmur-: No le parece condenadamente bueno?

    -Creo que terminaremos el servicio juntos -dijo Findlayson para s mismo-. Eres un

    joven demasiado bueno para echarte a perder con otro. Eras un cachorro y te has convertido

    en un ayudante. Un ayudante personal, y si me merezco algo por esto, me acompaars en

    Simla!

    Ciertamente, la carga del trabajo haba recado totalmente sobre Findlayson y su

    ayudante, el joven al que haba elegido por su falta de experiencia, para poder moldearlo as

    segn sus propias necesidades. Haba contratistas de trabajo al cincuenta por ciento:

    mecnicos y remachadores, europeos, venidos de los talleres del ferrocarril, quiz veinte

    blancos y mestizos subordinados que tenan que dirigir, bajo supervisin, a los grupos de

    trabajadores; pero ninguno de ellos saba mejor que ellos dos, que confiaban el uno en el

    otro, hasta qu punto no se deba confiar en los subordinados. Haban sido puestos a prueba

    numerosas veces en crisis repentinas -por deslizamiento de las viguetas de soporte, rotura

    de mquinas, fallos en las gras y por la clera del ro-, pero ninguna situacin de tensin

    haba revelado entre ellos a ningn hombre del que Findlayson y Hitchcock hubieran

    podido tener el honor de decir que haba trabajado tanto como ellos mismos trabajaron.

    Findlayson pens en ello desde el principio: los meses de trabajo de oficina destruidos de

    un golpe cuando el Gobierno de India, en el ltimo momento, aada sesenta centmetros a

    la anchura del puente, pensando que los puentes se hacan recortando papel, y arruinando

    con ello por lo menos medio acre de clculos, y Hitchcock, para el que la decepcin era

    algo nuevo, enterr la cabeza en los brazos y llor; los dolorosos retrasos en la firma de los

    contratos en Inglaterra; la correspondencia intil que sugera grandes comisiones slo con

    que se aceptara una partida, y slo una, bastante dudosa; la guerra que sigui al rechazo; la

    obstruccin cuidadosa y corts, en el otro lado, que sigui a la guerra hasta que el joven

    Hitchcock, sumando un mes de permiso con otro, y pidiendo prestados diez das a

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    Findlayson, se gast sus escasos ahorros de un ao en un enfebrecido viaje a Londres. Y

    una vez all, segn afirm l mismo y como demostraron las partidas posteriores, puso el

    miedo a Dios en un hombre tan grande que slo tema al Parlamento, y Hitchcock le estuvo

    abordando en la mesa de la cena hasta que acab por tener miedo del Puente de Kashi y de

    todos los que hablaban en su nombre. Luego estuvo el clera, que una noche lleg al pueblo

    desde la zona cercana a las obras del puente; y tras el clera les atac la viruela. La malaria

    haba estado siempre con ellos. Hitchcock haba sido designado como magistrado de tercera

    categora con capacidad para ordenar el uso del ltigo, para el mejor gobierno de la

    comunidad, y Findlayson vio que ejerca sus poderes con templanza, aprendiendo qu era

    lo que tena que pasar por alto y qu lo que tena que buscar. Fue un largusimo ensueo

    que incluy tormentas, crecidas repentinas del ro, muertes de todo tipo y forma, la rabia

    violenta y terrible por la burocracia que volva frentica una mente que saba que debera

    estar ocupada en otras cosas; sequa, problemas de saneamiento, finanzas; nacimientos,

    bodas, entierros y algaradas en un pueblo en el que vivan veinte castas guerreras;

    discusiones, debates, persuasin y esa desesperacin vaca del hombre que se va a la cama

    dando gracias de que su rifle est entero en la caja. Pero tras todo aquello se elevaba la

    estructura negra del Puente de Kashi, placa a placa, viga a viga, vano a vano, y cada uno de

    sus pilares le haca pensar en Hitchcock, ese hombre cabal que haba permanecido junto a

    su jefe, sin el menor fallo, desde el principio mismo hasta el final.

    Por tanto el puente era el trabajo de dos hombres, a menos que se contara a Peroo; como

    Peroo, ciertamente, se contaba a s mismo. Era un lascar4 un kharva

    5 de Bulsar,

    familiarizado con todos los puertos que haba entre Rockhampton6 y Londres, que haba

    llegado a tener el grado de serang7 en los barcos de British India

    8, pero que habindose

    cansado de las revistas rutinarias y la ropa limpia, abandon el servicio para meterse tierra

    adentro, donde con seguridad encontrara empleo un hombre de su calibre. Por su

    conocimiento de la polea y el manejo de los pesos pesados, Peroo se mereca cualquier

    precio que decidiera poner a sus servicios; pero era la costumbre la que decretaba el salario

    4 Lascar. Termino indostan que significa marinero.

    5 Kharva. Casta dedicada al trabajo de marinero y al comercio y fabricacin de sal. Bulsar es una ciudad

    del Gujerat. 6 Rochampton. Ciudad australiana.

    7 Serang. Termino indostan para contramaestre.

    8 British India. Compaa dedicada a los barcos de pasajeros fusionada posteriormente con la empresa P

    & O.

  • 6

    de los trabajadores y la posicin de Peroo no vala ms que unas cuantas monedas de plata.

    Ni las corrientes de agua ni las alturas extremas le daban miedo; y como antiguo serang

    saba mantener la autoridad. No haba pieza de hierro que fuera demasiado grande o

    estuviera mal situada para la que Peroo no pudiera idear una polea con la que levantarla:

    una instalacin de extremos sueltos y combada, adornada con una conversacin

    escandalosa por lo extensa, pero absolutamente adecuada para el trabajo que se iba a hacer.

    Fue Peroo quien salv de la destruccin la viga del pilar nmero siete cuando la nueva

    cuerda de alambre se ator en el ojo de la gra, y la enorme placa se inclin sobre sus lazos

    amenazando con deslizarse hacia un lado. En ese momento los trabajadores nativos

    perdieron la cabeza y se pusieron a lanzar grandes gritos, una placa en forma de T se cay

    rompindole a Hitchcock el brazo derecho, y se lo meti bajo los botones del abrigo y se

    desmay, pero volvi en s y estuvo dirigiendo las operaciones durante cuatro horas hasta

    que Peroo, desde lo alto de la gra, grit que todo estaba bien y la placa fue colocada en su

    sitio. No haba nadie como Peroo, el serang, para utilizar el ltigo, exagerar su importancia

    y mantenerse firme, para controlar los motores auxiliares, para tirar diestramente de una

    locomotora que hubiera cado en una zanja de prstamo; para desnudarse y bucear, si era

    necesario, con el fin de averiguar si los bloques de hormign que rodeaban los pilares

    resistan el azote de Madre Gunga, o para aventurarse corriente arriba en una noche de

    monzn e informar sobre el estado de los terraplenes. Interrumpa sin el menor miedo las

    deliberaciones de campo de Findlayson y de Hitchcock hasta que se agotaba su maravilloso

    ingls, o su todava ms maravillosa lengua-franca, mitad portugus y mitad malayo, y se

    vea obligado a sacar la cuerda y ensear los nudos que recomendaba. Controlaba su propio

    grupo de encargados de polea: misteriosos parientes procedentes de Kutch Mandvi

    recogidos mes a mes y puestos a prueba hasta un grado mximo. Por lo que se refera a la

    nmina, ninguna consideracin de familia o amistad debilitaba las manos o la cabeza de

    Peroo.

    -Mi honor es el honor de este puente -deca a aqul que iba a despedir-. Y qu me

    importa a m el tuyo? Vete a trabajar en un barco de vapor. Es para lo nico que vales.

    El pequeo grupo de chozas en las que vivan l y su grupo rodeaba el habitculo

    ruinoso de un sacerdote marino: ste no haba puesto nunca un pie en mar abierto, pero

    haba sido elegido como consejero de los espritus por dos generaciones de piratas que no

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    se haban visto afectados ni por las misiones que hay en los puertos ni por aquellos credos

    que tratan de introducirse en los marineros desde instituciones situadas a las orillas del

    Tmesis. El sacerdote de los lascar no tena nada que ver con la casta de stos, ni en

    realidad con ninguna. Coma las ofrendas que se hacan a su iglesia, dorma, fumaba y

    volva a dormir.

    -Pues es un hombre muy santo -deca Peroo, que era quien le haba arrastrado mil millas

    tierra adentro-. No le importa lo que comas con tal de que no comas vaca, y eso es bueno,

    pues en tierra los kharvas veneramos a Siva; pero en el mar, en los barcos de la Compaa,

    seguimos estrictamente las rdenes del Burra Malum (el primer oficial), y en este puente

    hacemos lo que dice Sahib Finlinson.

    Ese da Sahib Findlayson haba dado la orden de quitar el andamiaje de la torre de

    vigilancia de la orilla derecha, y Peroo y sus compaeros estaban desatando y bajando las

    planchas y palos de bamb con la misma rapidez que sacaran a latigazos la carga de un

    barco costero.

    Desde su vagoneta poda escuchar el silbato de plata del serang y los crujidos y el

    estruendo de las poleas. Peroo estaba de pie sobre el remate ms alto de la torre, vestido

    con el mono azul del servicio martimo que haba abandonado, y cuando Findlayson le

    indic por seas que fuera cuidadoso, pues su vida no poda desperdiciarse, se sujet de la

    ltima prtiga, y ponindose una mano sobre los ojos a la manera marina, respondi con el

    grito largo de viga que se da desde el castillo de proa:

    -Ham dekhta ha [estoy vigilando].

    Findlayson se ech a rer y despus lanz un suspiro. Haca ya muchos aos desde que

    haba visto un barco de vapor y tena nostalgia de su hogar. Cuando la vagoneta pas

    debajo de la torre, Peroo descendi por una cuerda, como un mono, y grit:

    -Ahora parece bien, Sahib. Nuestro puente casi est hecho. Qu cree que dir Madre

    Gunga cuando el tren pase por encima? -Hasta ahora ha dicho poco. No fue nunca Madre

    Gunga la que nos retras.

    -Para ella siempre hay tiempo; y no obstante ha habido retrasos. Se ha olvidado Sahib

    de la inundacin del pasado otoo, cuando las rastras se hundieron sin previo aviso, o con

    un aviso de slo medioda?

    -Me acuerdo, pero ahora slo una enorme inundacin podra hacernos dao. Los

  • 8

    puntales de la orilla occidental se mantienen bien.

    -Madre Gunga se come bocados grandes. Siempre queda sitio para ms piedras en los

    muros de contencin. As se lo dije al Sahib Chota9 -se refera a Hitchcock- y se ech a rer.

    -No importa, Peroo. Otro ao sers capaz de construir un puente a tu manera.

    -Entonces no ser as -contest el lascar riendo-, con obra de sillera hundida bajo el

    agua, como se hundi el de Quetta10

    Me gustan los puentes sus... suspensos que vuelan de

    una orilla a otra, con un gran estribo como pasamanos. Entonces el agua no los puede

    daar. Cundo va a inaugurar el puente Lord Sahib?

    -Dentro de tres meses, cuando refresque el tiempo.

    -Ja, ja! Lord Sahib es como el Burra Malum. Duerme abajo mientras se hace el trabajo.

    Despus sube a cubierta, te toca con el dedo y dice: Esto no est limpio! Dam

    jiboonwallah!

    -Pero a m el Lord Sahib no me llama dam jiboonwallah, Peroo.

    -No, Sahib; pero no sube a cubierta hasta que el trabajo se haya terminado. Me acuerdo

    de que el Burra Malum del Nerbudda dijo una vez en Tuticorin...

    -Venga, vete! Estoy ocupado.

    -Tambin yo lo estoy! -exclam Peroo con semblante inamovible-. Puedo coger el

    bote ligero y remar hasta los espolones?

    -Para sujetarlos con las manos? Creo que son ya bastante pesados.

    -Ni hablar, Sahib. No es as. En el mar, en el mar abierto, tenemos espacio para navegar

    arriba y abajo sin preocupaciones. Pero aqu no tenemos espacio alguno. Hemos metido el

    ro en un dique y le hacemos correr entre sillares de piedra.

    Findlayson sonri al escuchar el hemos.

    -Lo hemos frenado y embridado. Pero no es como el mar, que puede batir contra una

    playa suave. Es Madre Gunga... con los grilletes puestos -al decir eso su voz titube un

    poco.

    -Peroo, has subido y bajado por el mundo incluso ms que yo. Ahora, dime la verdad.

    Realmente tu corazn cree en Madre Gunga?

    -Todo lo que dice nuestro sacerdote. Londres es Londres, Sahib. Sydney es Sydney, y

    9 Chota Sahib. Literalmente, pequeo amo.

    10 Quetta. Ciudad situada al oeste de la zona central de Pakistn, centro comercial, puesto militar y lugar de

    residencia veraniega.

  • 9

    Port Darwin es Port Darwin. Tambin Madre Gunga es Madre Gunga, y cuando regreso a

    sus orillas lo s y la venero. En Londres hice poojah11

    ante el gran templo que haba al lado

    del ro en nombre del dios que tena dentro... s, no me llevar los cojines en el bote.

    Findlayson mont en su caballo y trot hasta la sombra de un bungalow que comparta

    con su ayudante. Aquel lugar se haba convertido para l en un hogar durante los ltimos

    tres aos. Se haba asado con el calor, sudado con las lluvias, y estremecido de fiebre bajo

    el tosco techo de paja; al lado de la puerta la cal estaba cubierta de toscos dibujos y

    frmulas, y el camino hasta la sentina, por la estera del prtico, mostraba por dnde haba

    caminado a solas. El trabajo de un ingeniero no tiene un lmite de ocho horas, y la cena con

    Hitchcock la coman calzados y con espuelas: con los cigarros encendidos, escuchaban el

    zumbido del pueblo mientras los grupos suban desde el ro y las luces comenzaban a

    parpadear.

    -Peroo ha subido a los espolones con tu bote. Se ha llevado con l a dos sobrinos, y se

    recuesta en la popa como un comodoro -dijo Hitchcock.

    -Est bien. Tiene algo en mente. Uno pensara que los diez aos que ha pasado en los

    barcos de British India le habran hecho perder la mayor parte de su religin.

    -Y as ha sido -dijo Hitchcock sofocando la risa-. El otro da le o en mitad de una

    conversacin de lo ms atea con ese viejo guru suyo. Peroo negaba la eficacia de la

    oracin; y quera que el guru fuera al mar con l a ver una galerna y tratara de detener un

    monzn.

    -Pues aun as, si echaras de aqu a su guru, nos dejara de inmediato. Hace poco me

    contaba que haba estado rezando bajo la cpula de San Pablo cuando estuvo en Londres.

    -Me cont que la primera vez que estuvo en la sala de mquinas de un vapor, de

    muchacho, rez ante el cilindro de baja presin.

    -Tampoco es mala cosa a la que rezar. Ahora est propiciando a sus propios dioses y

    quiere saber lo que pensar Madre Gunga del puente cuando lo crucen. Quin hay ah? -

    pregunt cuando una sombra oscureci la entrada, y dejaron un telegrama en manos de

    Hitchcock.

    -Madre Gunga ya debera estar acostumbrada. Slo es un telegrama. Ser la respuesta

    de Ralli acerca de los nuevos remaches... cielos! -exclam Hitchcock ponindose en pie de

    11

    Poojah. Termino indostan que significa devocin, veneracin.

  • 10

    un salto.

    -Qu ocurre? -pregunt el otro cogiendo el telegrama-. As que es esto lo que piensa

    Madre Gunga? -pregunt leyendo el mensaje-. Mantn la calma, joven. Este trabajo est

    hecho para nosotros. Veamos. Hace media hora Muir ha telegrafiado: Inundaciones en el

    Ramgunga. Presten atencin. Bueno eso nos da... una, dos... nueve horas y media hasta

    que la inundacin llegu a Melipur Ghaut, y son las diecisis menos siete, y media hora

    ms hasta Latodi... unas quince horas antes de que llegue hasta nosotros.

    -Maldita sea esa cloaca del Ramgunga que alimentan los montes! Findlayson, esto

    sucede dos meses antes de que pudiera esperarse, y la orilla izquierda todava est cubierta

    de materiales. Dos meses antes de tiempo!

    -Pero as son las cosas. Hace slo veinticinco aos que conozco los ros de India y no

    pretendo entenderlos. Aqu viene otro telegrama -Findlayson lo abri-. Esta vez es de

    Cockran, desde el Canal del Ganges: Aqu llueve mucho. Mal asunto. Podra haberse

    ahorrado las ltimas palabras. Bueno, no necesitamos saber nada ms. Tenemos que poner

    a trabajar a todos los grupos la noche entera y limpiar el lecho del ro. Ocpate de la orilla

    izquierda y trabaja hasta que te encuentres conmigo en la mitad. Pon bajo el puente todo lo

    que flote: ya tenemos suficientes embarcaciones que bajan a la deriva como para dejar que

    las rastras choquen contra los pilares. Tienes algo en la orilla oriental que haya que cuidar?

    -Un pontn grande con el puente-gra encima. El otro puente-gra est en el pontn

    reparado, con los remaches de la carretera de tierra desde los pilares veinte al veintitrs...

    dos lneas frreas auxiliares y una va muerta para dar la vuelta. El pilotaje de las

    cimentaciones lo podemos abandonar a su suerte --dijo Hitchcock.

    -De acuerdo. Enrola a cualquiera al que puedas ponerle la mano encima. Daremos a las

    cuadrillas quince minutos ms para que se tomen la comida.

    Cerca del prtico haba un gran gong nocturno que slo se usaba para las inundaciones

    o cuando haba fuego en el pueblo. Hitchcock haba pedido un caballo de refresco y haba

    partido hacia su lado del puente cuando Findlayson cogi la varilla envuelta en pao y roz

    con un golpe el gong para sacar todo el sonido del metal.

    Antes de que se apagara el ruido, todos los gongs nocturnos del pueblo haban

    transmitido la advertencia. Haba que aadir las llamadas roncas de las caracolas desde los

    pequeos templos; el repiqueteo de tambores y tantanes; y desde las zonas europeas, donde

  • 11

    vivan los remachadores, rebuznaba desesperadamente la trompeta de M'Cartney, un arma

    ofensiva para los domingos y fiestas, con el toque destinado a limpiar y a abrevar los

    caballos. Fueron silbando una mquina tras otra de las que regresaban a casa, por las vas

    muertas, tras el trabajo del da, hasta que los silbatos encontraron respuesta en la orilla ms

    lejana. Despus, el gong grande son tres veces como advertencia de que se trataba de una

    inundacin, no de un incendio; caracolas, tambores y silbatos repitieron la llamada, y el

    pueblo entero se estremeci por el sonido de los pies descalzos al correr sobre la tierra

    blanda. En todos los casos la orden era colocarse junto al puesto de trabajo del da, y

    aguardar instrucciones. En el crepsculo aparecieron las cuadrillas; los hombres se detenan

    para anudarse un pao en la cintura o atarse una sandalia; los capataces gritaban a sus

    subordinados mientras corran o se detenan junto a los cobertizos de herramientas

    buscando barras y azadones; las locomotoras se arrastraban sobre las vas llenas de gente

    hasta que el torrente pardo desapareci en el crepsculo del lecho del ro, corri sobre los

    cimientos, se amonton a lo largo de los enrejados, se arracim junto a las gras y se qued

    quieto, cada hombre en su sitio.

    Luego el turbulento batir del gong transmiti la orden de cogerlo todo y llevarlo ms

    arriba de la seal superior del agua, y aparecieron a cientos las lmparas encendidas entre

    las redes de hierro oscuro cuando los remachadores empezaron una presurosa noche de

    trabajo contra la inundacin que se iba a producir. Las vigas de los tres pilares centrales, las

    que estaban sobre los estribos flotantes, no se encontraban en posicin. Necesitaban tantos

    remaches como pudieran ponrseles, pues seguramente la inundacin barrera los soportes

    y los hierros caeran sobre la piedra si no se los bloqueaba por los extremos. Cien palancas

    forzaban las traviesas de la lnea temporal que una los pilares que no haban sido

    terminados. Las amontonaron longitudinalmente, las cargaron en vagonetas y las

    locomotoras, bramando, las subieron a la orilla ms all del nivel de la inundacin. Los

    cobertizos de herramientas de los arenales desaparecieron ante el ataque de los ejrcitos

    rugientes, y con ellos fueron tambin los estantes hacinados de los almacenes

    gubernamentales, las cajas de hierro de los remaches, alicates, tenazas, piezas duplicadas de

    las mquinas de remachar, bombas y cadenas de repuesto. La gra grande sera la ltima en

    moverse, pues estaba subiendo todos los materiales pesados hasta la estructura principal del

    puente. Los bloques de hormign de la flota de rastras fueron volcados donde el agua tena

  • 12

    algo de profundidad para defender los pilares, y las rastras vacas fueron trasladadas con

    prtiga corriente abajo ms all del puente. Ah era donde pitaba ms fuerte el silbato de

    Peroo, pues al primer golpe del gong grande regres con el bote a toda velocidad, y Peroo y

    los suyos, desnudos hasta la cintura, trabajaron por el honor y la fama, que son mejores que

    la vida.

    -Saba que hablara -gritaba-. Lo saba, pero el telgrafo nos dio una buena advertencia.

    Oh, hijos de procreadores impensables, hijos de vergenza inexpresable, es que estamos

    aqu para mirar?

    Llevaba en la mano ms de medio metro de cuerda de alambre desgastada en los

    extremos, y con ella Peroo haca maravillas mientras saltaba de regala en regala

    vociferando en el lenguaje del mar.

    A Findlayson le preocupaban ms las rastras que cualquier otra cosa. M'Cartney

    bloqueaba con sus cuadrillas los extremos de tres vanos dudosos, pero las rastras a la

    deriva, en caso de que la inundacin fuera alta, podran poner en peligro las vigas; y haba

    una verdadera flota de rastras en los canales laterales.

    -Llvalas tras el promontorio de la torre de vigilancia -grit a Peroo-. All habr agua

    estancada; llvalas ms abajo del puente.

    -Achcha! [Muy bien!] Lo s. Las estamos amarrando con cuerda de alambre -

    respondi-. Hey! Prestad atencin al Chota Sahib. Trabaja duramente.

    Del otro lado del ro llegaba un silbido casi continuo de locomotoras apoyado por el

    estruendo de las piedras. En el ltimo minuto, Hitchcock empleaba unos cientos ms de

    vagonetas de piedra de Tarakee para reforzar las vas muertas y los diques.

    -El puente desafa a Madre Gunga -dijo Peroo con una risotada-. Pero cuando ella

    hable, yo s cul de las voces ser la ms fuerte.

    Los hombres desnudos trabajaron durante horas, gritando y chillando bajo las luces. Era

    una noche calurosa y sin luna; el final se vio oscurecido por nubes y por un chubasco

    repentino que preocup mucho a Findlayson.

    -Se mueve! -exclam Peroo poco antes del amanecer-. Madre Gunga est despierta!

    Escuchad! -grit sacando una mano por un lado de la barca y dejando que la corriente le

    hablara. Una ola pequea golpe el costado de un pilar con un chapoteo quebradizo.

    -Seis horas antes de tiempo -observ Findlayson limpindose la frente salvajemente-.

  • 13

    Ya no dependemos de nada. Ser mejor que nos apartemos del lecho del ro.

    De nuevo son el gong grande y por segunda vez se produjo el estrpito de los pies

    descalzos sobre la tierra y el hierro sonoro; ces el ruido de las herramientas. En el silencio,

    los hombres escucharon el bostezo seco del agua arrastrndose sobre la arena sedienta.

    Un capataz tras otro le fueron gritando a Findlayson, quien se haba situado junto a la

    torre de vigilancia, que su seccin del lecho del ro estaba limpia, y cuando se acall la

    ltima voz Findlayson corri sobre el puente hasta que las placas de hierro del camino

    permanente abran paso a las planchas de madera temporales situadas sobre los tres pilares

    centrales, donde se encontr con Hitchcock.

    -Todo limpio por tu lado? -pregunt Findlayson. El murmullo reson en la caja del

    enrejado.

    -S, y ahora se est llenando el canal del este. Estamos totalmente fuera de cuentas.

    Cundo nos caer encima?

    -No se puede saber. El ro se llena tan rpido como puede. Mira! -exclam Findlayson

    sealando las planchas bajo sus pies, donde la arena, quemada y manchada por meses de

    trabajo, empezaba a susurrar y efervescer.

    -Cules son las rdenes? -pregunt Hitchcock.

    -Llamar a los hombres, contar las provisiones, sentarte en cuclillas y rezar por el

    puente. Eso es lo nico que se me ocurre. Buenas noches. No pongas en peligro tu vida

    tratando de pescar algo que vaya corriente abajo.

    -Oh, ser tan prudente como usted! Buenas noches. Cielos, cmo se est llenando!

    Llueve a conciencia!

    Findlayson regres a su orilla llevndose delante de l a los ltimos remachadores de

    M'Cartney. Las cuadrillas se haban extendido a lo largo de los diques sin prestar atencin a

    la lluvia fra del amanecer y se quedaron all aguardando la inundacin. Slo Peroo

    mantena unidos a sus hombres tras el promontorio de la torre de vigilancia, donde las

    rastras estaban amarradas por delante y por detrs con guindalezas, cuerda de alambre y

    cadenas.

    Un gemido agudo recorri la lnea y acab convirtindose en un grito mitad de miedo y

    mitad de sorpresa: el rostro del ro se haba vuelto blanco de una orilla a otra entre las

    piedras, y los espolones lejanos se cubran de espuma. La Madre Gunga haba llegado

  • 14

    rpidamente hasta la altura de la orilla y su mensajero era un muro de agua color chocolate.

    Por encima del rugido del agua se escuch un grito, era el quejido de los vanos que se

    venan abajo sobre sus bloques mientras las balsas de madera eran lanzadas hacia afuera

    desde debajo de sus vientres. Las rastras geman y chocaban unas con otras en los

    remolinos que giraban alrededor de los pilares, y sus torpes mstiles se elevaban ms y ms

    contra la oscura lnea del cielo.

    -Antes de que estuviera encerrada entre estas murallas, sabamos lo que hara. Pero

    ahora que est sujeta, slo Dios sabe lo que har! -exclam Peroo observando el furioso

    torbellino que rodeaba la torre de vigilancia-. Oh! Lucha entonces! Lucha con fuerza,

    pues as es como una mujer se desgasta.

    Pero Madre Gunga no luchara tal como Peroo deseaba. Tras la primera embestida

    corriente abajo, ya no hubo ms murallas de agua, sino que el ro se elev de una manera

    corprea, como una serpiente cuando bebe en el solsticio de verano, pellizcando y tocando

    los muros de contencin, y remansndose detrs de los pilares hasta que incluso Findlayson

    empez a calcular de nuevo la resistencia de su obra. Cuando lleg el da, el pueblo se

    qued con la boca abierta.

    -Anoche mismo era como una ciudad en el lecho del ro! -se decan los hombres unos a

    otros-. Y mira ahora!

    Y miraban y volvan a maravillarse de las aguas profundas, las aguas presurosas que

    laman la garganta de los pilares. La otra orilla estaba velada por la lluvia, en la que el

    puente se introduca y luego desapareca; corriente arriba, de los espolones slo se vean los

    remolinos y la espuma, y corriente abajo el ro enjaulado, liberado ya de sus guas, se

    extenda como un mar hasta el horizonte. Por l bajaban presurosos y juntos, dando vueltas

    en el agua, cadveres de hombres y bueyes, y aqu y all se vea un pedazo de techo de

    albarda que desapareca al tocar un pilar.

    -Gran inundacin -dijo Peroo, y Findlayson asinti.

    Era una inundacin tan grande como cualquiera pudiera querer contemplar. Su puente

    resistira lo que estaba soportando ahora, pero no mucho ms; y si por una posibilidad

    contra mil resultaba tener una debilidad en los diques, Madre Gunga se llevara su honor

    hasta el mar junto con los dems desechos. Lo peor de todo era que no poda hacerse nada

    salvo quedarse quietos; y Findlayson se qued quieto y sentado bajo su impermeable hasta

  • 15

    que el casco se le deshizo sobre la cabeza y las botas estuvieron llenas de lodo hasta por

    encima de los tobillos. No cont el tiempo, pues era el ro el que estaba marcando las horas

    centmetro a centmetro a lo largo del dique; y entumecido y hambriento escuch la tensin

    de las rastras, el trueno hueco bajo los pilares y los cientos de ruidos que componan la

    meloda completa de una inundacin. En una ocasin un criado empapado le trajo

    alimentos, pero no poda comer; en otra ocasin crey haber odo el pitido dbil de una

    locomotora al otro lado del ro, y entonces sonri. El fallo del puente daara no poco a su

    ayudante, pero Hitchcock era un hombre joven y su gran obra estaba todava por llegar.

    Para l la quiebra lo significaba todo: todo lo que haca que una vida dura mereciera la

    pena. Pens en lo que diran los hombres de su profesin: recordaba las palabras piadosas

    que l mismo haba dicho cuando la gran instalacin de obras de abastecimiento de aguas

    de Lockhart estall convirtindose en montones de ladrillos y cieno, y a Lockhart el espritu

    se le rompi en su interior y muri. Se acord tambin de lo que l haba dicho cuando el

    puente de Sumao se derrumb por culpa de un gran cicln junto al mar; pero sobre todo

    recordaba el rostro del pobre Hartopp tres semanas ms tarde, cuando estaba ya marcado

    por la vergenza. El tamao de su puente doblaba el de Hartopp, y adems llevaba las vigas

    Findlayson y el nuevo soporte de pilares: el soporte atornillado Findlayson. En su profesin

    no haba excusas. Quizs el Gobierno pudiera escuchar, pero sus colegas le juzgaran por su

    puente, segn ste siguiera en pie o se cayera. Lo repas mentalmente, placa a placa, vano a

    vano, ladrillo a ladrillo, pilar a pilar, recordando, comparando, calculando y volviendo a

    calcular por si exista algn error; y durante las largas horas y los vuelos de las frmulas

    que danzaban y giraban ante l un miedo fro lleg a pellizcar su corazn. El aspecto que a

    l le corresponda de la suma estaba fuera de toda cuestin; pero qu hombre conoca la

    aritmtica de Madre Gunga? Mientras l se aseguraba de todo utilizando la tabla de

    multiplicar, el ro poda estar abriendo agujeros en el fondo mismo de cualquiera de esos

    pilares de veinticinco metros que constituan su reputacin. De nuevo se acerc un criado

    con alimento, pero su boca estaba seca y slo pudo beber antes de regresar a los decimales

    que ocupaban su cerebro. Y el ro segua creciendo. Peroo, cubierto con una capa y sobre

    una esterilla, estaba agachado a sus pies, observando unas veces su rostro y otras el del ro,

    pero sin decir nada.

    Finalmente el lascar se levant y se dirigi dando tumbos sobre el barro hacia el pueblo,

  • 16

    no sin antes haber dejado un aliado que vigilara los botes.

    Regres al poco conduciendo irreverentemente ante l al sacerdote de su credo: un

    hombre viejo y grueso, de una barba gris que el viento azotaba junto con la tela hmeda que

    llevaba sobre el hombro. Nunca se haba visto un guru tan lamentable.

    -De qu sirven las ofrendas, las pequeas lmparas de queroseno y los cereales si lo

    nico que sabes hacer es quedarte sentado en cuclillas sobre el barro? -le pregunt Peroo a

    gritos-. Has tratado con los dioses mientras stos estaban contentos y llenos de buenos

    deseos. Ahora estn colricos. Habla con ellos!

    -Qu es un hombre frente a la clera de los dioses? -gimi el sacerdote, acobardado,

    mientras el viento haca presa en l-. Djame volver al templo y all rezar.

    -Hijo de un cerdo, reza aqu! Es que no vas a devolver nada por el pescado salado, el

    curry en polvo y las cebollas secas? Grita en voz alta! Dile a Madre Gunga que ya hemos

    tenido suficiente. Rugale que se aquiete para la noche. Yo no puedo rezar, pero he servido

    en los barcos de la Compaa y cuando los hombres no obedecan mis rdenes... -termin la

    frase con un movimiento del ltigo de cuerda de alambre, y el sacerdote, apartndose de su

    discpulo, huy hacia el pueblo.

    -Cerdo grueso! -exclam Peroo-. Despus de todo lo que hemos hecho por l! Cuando

    baje la inundacin me ocupar de que tengamos un guru nuevo. Sahib Finlinson, oscurece

    ya para la noche, y no ha comido nada desde ayer. Sea prudente, Sahib. Ningn hombre

    puede soportar vigilar y pensar mucho con el estmago vaco. Acustese, Sahib. El ro har

    lo que el ro haga.

    -El puente es mo; no puedo abandonarlo.

    -Es que va a sujetarlo con las manos? -pregunt Peroo echndose a rer-. Me inquiet

    por mi botes y arrufos antes de que llegara la inundacin. Ahora estamos en las manos de

    los dioses. El Sahib no comer y se acostar? Entonces tome esto. Son carne y buen vino

    al mismo tiempo, y matan toda fatiga, adems de la fiebre que sigue a la lluvia. Hoy no he

    comido otra cosa -dijo sacando una pequea lata de tabaco de su empapado cinturn y

    ponindola en la mano de Findlayson, aadiendo-: no, no tenga miedo. No es ms que

    opio... opio limpio de Malwa!

    Findlayson agit en la mano dos o tres pldoras de color marrn oscuro y, sin saber

    apenas lo que haca, se las trag. Aquello era por lo menos una buena defensa contra la

  • 17

    fiebre -la fiebre que suba por l desde el barro hmedo-, y ya haba visto lo que Peroo era

    capaz de hacer entre las nieblas sofocantes del otoo slo con la fuerza de una dosis de la

    caja de hojalata.

    Peroo hizo un signo de asentimiento con su mirada brillante.

    -Dentro de muy poco, de muy poco, el Sahib ver que vuelve a pensar bien. Yo

    tambin...

    Se zambull en su caja del tesoro, volvi a colocarse el impermeable sobre la cabeza y

    se agach, quedndose en cuclillas, para observar los botes. Estaba ya demasiado oscuro

    para ver ms all del primer pilar, y daba la impresin de que la noche haba dado nuevas

    fuerzas al ro. Findlayson permaneci en pie, con la barbilla sobre el pecho, pensativo.

    Haba una cuestin relativa a uno de los pilares, el sptimo, que no haba resuelto

    totalmente en su cabeza. Las cifras slo tomaban forma frente a l de una a una, y eso con

    enormes intervalos de tiempo. En sus odos perciba un sonido suave y rico, semejante a la

    nota ms profunda de un contrabajo: era un sonido fascinante sobre el que crey meditar

    durante varias horas. Hasta que de pronto Peroo estaba junto a su codo, gritndole que se

    haba roto una guindaleza de alambre y las rastras estaban sueltas. Al mismo tiempo

    Findlayson vio la flota abrindose en abanico y escuch el chillido prolongado del alambre

    tensndose a travs de las regalas.

    -Las golpe un rbol. Se irn todas -grit Peroo-. La guindaleza principal se ha abierto.

    Qu va a hacer el Sahib?

    En un instante destell en la mente de Findlayson un plan de inmensa complejidad. Vio

    las cuerdas pasando de una barca a otra en lneas y ngulos rectos: cada cuerda era una

    lnea de fuego blanco. Y una de ellas era la cuerda principal. Poda verla claramente. Slo

    con que pudiera tirar de ella una vez era absoluta y matemticamente seguro que la flota

    desordenada volvera a reunirse en el remanso situado tras la torre de vigilancia. Se

    preguntaba por el motivo de que Peroo se aferrara tan desesperadamente a su cintura

    mientras l corra orilla abajo. Era necesario apartar lenta y suavemente al lascar, porque

    era necesario salvar las barcas, y demostrar adems la extrema facilidad de un problema

    que pareca tan difcil. Y en ese momento, aunque no pareca darle ninguna importancia, un

    cable metlico roz a toda velocidad su mano, quemndola, desapareci la alta orilla y con

    ella se dispersaron lentamente todos los factores del problema. Estaba sentado en la

  • 18

    oscuridad y bajo la lluvia, sentado en una barca que giraba como una peonza, y Peroo

    estaba de pie a su lado.

    -Haba olvidado que para los que estn en ayunas y carecen de hbito el opio es peor

    que cualquier vino -coment lentamente el lascar-. Los que mueren en el Gunga van junto a

    los dioses. Pero todava no deseo presentarme ante los grandes. Puede nadar el Sahib?

    -Y para qu nadar? Puede volar... volar tan rpido como el viento -le respondi.

    -Se ha vuelto loco! -murmur Peroo casi sin aliento-. Y me aparta de su lado como si

    fuera un manojo de tortas de estircol. Pues bien, no conocer su muerte. Esta barca no

    resistir una hora ni siquiera aunque nada la golpe. No es bueno mirar a la muerte con

    vista clara.

    Volvi a refrescarse con la caja de hojalata, se agach sobre los arcos curvos de la

    embarcacin, que se mantena unida mediante clavijas y ataduras y se qued mirando a

    travs de la niebla a la nada que haba all. Una clida modorra se desliz por Findlayson, el

    ingeniero jefe, cuyo deber estaba en su puente. Las pesadas gotas de lluvia le golpeaban

    producindole mil pequeos estremecimientos y cosquilleos, y el peso de todo el tiempo

    desde que haba tiempo colgaba pesadamente de sus prpados. Pens y percibi que estaba

    totalmente a salvo, pues el agua era tan slida que un hombre podra caminar fcilmente

    sobre ella, y mantenindose en pie con las piernas separadas para guardar el equilibrio -eso

    era lo ms importante de todo-, podra transportarse fcilmente y con gran velocidad hasta

    la orilla. Pero todava se le ocurri otro plan mejor. Slo necesitaba un esfuerzo de la

    voluntad para que el alma lanzara el cuerpo a la orilla como el viento mueve un papel; para

    hacerlo flotar como una cometa hasta la orilla. Haba que suponer que a partir de entonces,

    pues la barca giraba vertiginosamente, los fuertes vientos se meteran bajo el cuerpo

    liberado? Lo elevaran como una cometa conducindolo hasta las lejanas arenas, o caera

    fuera de todo control para toda la eternidad? Findlayson se sujet a la regala para anclarse,

    pues tuvo la impresin de que estaba a punto de emprender el vuelo antes de haber trazado

    todos los planes. El opio produce un efecto mayor sobre el hombre blanco que sobre el

    negro. Peroo slo se senta cmodamente indiferente ante los accidentes.

    -No puede vivir -dijo Peroo entre gruidos-. Sus costuras ya se abren. Si al menos fuera

    un bote de remos, podramos llevrnoslo; pero una caja con agujeros no es bueno. Finlinson

    Sahib, se llena de agua.

  • 19

    -Achcha! me voy. Ven t tambin.

    Mentalmente Findlayson ya haba escapado de la barca, y estaba dando vueltas en el

    aire buscando dnde plantar los pies. Su cuerpo -realmente senta pena por la gran

    indefensin de ste- estaba en popa, con el agua a la altura de las rodillas.

    -Que ridculo! -se dijo a s mismo en su ensoacin-. Es se... es Findlayson... jefe del

    Puente de Kashi. El pobre hombre va a ahogarse. Ahogarse estando tan cerca de la orilla.

    Yo... estoy ya en la orilla. Por qu no viene l aqu?

    Con intenso desagrado descubri que su alma haba vuelto al cuerpo, y que el cuerpo

    balbuceaba y se ahogaba en las aguas profundas. El dolor de la unin fue atroz, pero

    necesario para que luchara por el cuerpo. Tom conciencia de que se agarraba

    desesperadamente a la arena hmeda, y de que daba zancadas prodigiosas como las que uno

    da en un sueo para poner pie firme en el agua turbulenta hasta que finalmente se liber de

    la sujecin del ro y se dej caer, jadeante, sobre la tierra hmeda.

    -No ha sido esta noche -le dijo Peroo al odo-. Los dioses nos han protegido -aadi el

    lascar moviendo los pies con precaucin arrastrndolos entre los tocones de secado-.

    Estamos en alguna isla de la cosecha de ndigo del ao pasado. Aqu no encontraremos

    hombres; pero tenga mucho cuidado, Sahib; todas las serpientes de aqu a cien millas

    habrn salido con la inundacin. Aqu viene el relmpago, empujado por el viento. Ahora

    podremos ver, pero camine cuidadosamente.

    Findlayson estaba muy lejos de tener el menor miedo a las serpientes, en realidad se

    hallaba lejos de cualquier emocin meramente humana. Tras haberse frotado los ojos para

    quitarse el agua de ellos, vio con inmensa claridad, y camin, o as se lo pareci a l, con

    zancadas en las que caba el mundo. En algn lugar, en la noche de los tiempos, haba

    construido un puente: un puente que una niveles ilimitados de brillantes mares; pero el

    Diluvio lo haba echado abajo, dejando slo esta isla bajo los cielos para Findlayson y su

    compaero, supervivientes nicos de la raza del hombre.

    Un relampagueo incesante, abierto en horquilla y azulado, mostraba todo lo que poda

    verse en la pequea zona a salvo de la inundacin: un grupo de espinos, otro grupo de

    bambes que crujan y se movan, y un Ficus religiosa gris y retorcido que se elevaba por

    encima de un santuario hind desde cuya cpula flotaba una bandera roja hecha jirones. El

    hombre santo que lo haba tenido como lugar de descanso veraniego haca tiempo que lo

  • 20

    haba abandonado, y la intemperie haba roto la imagen de su dios hecha con barro rojo.

    Los dos hombres caminaron dando tumbos, con los miembros y los ojos pesados, sobre las

    cenizas de una cocina de ladrillos, y se dejaron caer al abrigo de las ramas mientras la lluvia

    y el ro rugan conjuntamente.

    Los tocones de ndigo crujieron y les lleg un olor a ganado al tiempo que un enorme y

    chorreante toro brahmnico se abri camino bajo el rbol. Los destellos revelaron en su

    costado la marca en forma de tridente de Siva, la insolencia de la cabeza y la joroba, los

    ojos luminosos parecidos a los de un ciervo, la frente coronada con una guirnalda de

    calndulas empapadas, y la papada sedosa que casi barra el suelo. Tras l escucharon a

    otros animales que ascendan desde la marca divisoria de las aguas a travs de la espesura,

    un sonido de patas pesadas y aliento profundo.

    -Hay ms aparte de nosotros -dijo Findlayson con la cabeza apoyada en el tronco del

    rbol, sintindose totalmente cmodo y mirando a travs de sus ojos medio cerrados.

    -Ciertamente -contest Peroo espesamente-. Y no son pequeos.

    -Quines sern? No puedo ver con claridad.

    -Los dioses. Quin ms podra ser? Mire!

    -Ah, es cierto! Seguramente los dioses... los dioses.

    Findlayson sonri mientras dejaba caer la cabeza sobre el pecho. Evidentemente Peroo

    tena razn. Despus de la inundacin, quin iba a vivir en la tierra salvo los dioses que la

    haban creado, a los que su pueblo rezaba por la noche, los dioses que estaban en las bocas

    y las costumbres de todos los hombres? En el trance en el que se encontraba no poda

    levantar la cabeza ni mover un dedo, y Peroo mostraba una sonrisa vaca a los relmpagos.

    El toro se detuvo junto al santuario, bajando la cabeza hasta la tierra hmeda. Un loro

    verde que haba en las ramas extendi y arregl las plumas de sus alas mojadas y chill

    sobre el trueno mientras el crculo que haba bajo el rbol se fue llenando con las sombras

    cambiantes de los animales. Haba un ciervo negro12

    detrs del toro -un macho que

    Findlayson en su dilatada vida sobre la tierra slo podra haber visto en sueos-, un macho

    de cabeza regia, lomo de bano, vientre plateado y cuernos rectos y brillantes. A su lado,

    con la cabeza agachada hacia el suelo, unos ojos verdes y ardientes bajo las pobladas cejas

    12

    Ciervo negro. Representa al Indra del primer perodo del hinduismo, considerado el principal de los

    dioses.

  • 21

    azotando con su cola inquieta la hierba muerta, caminaba una tigresa13

    de vientre lleno y

    quijadas profundas.

    El toro se tumb junto al santuario y all, desde la oscuridad, salt un monstruoso mono

    gris 14

    que se sent en postura humana en el lugar de la imagen cada con la lluvia

    derramndose como joyas del pelo de su cuello y hombros.

    Otras sombras fueron y vinieron tras el crculo, entre ellas la de un hombre embriagado

    con bastn florido y una botella. En ese momento un spero bramido surgi casi desde el

    suelo:

    -La inundacin ya cede. Hora a hora el agua baja y su puente todava se sostiene.

    -Mi puente -dijo Findlayson para s mismo-. Debe ser ya una hora muy antigua. Qu

    tienen que ver los dioses con mi puente!

    Sus ojos giraron en la oscuridad persiguiendo el estruendo. Un cocodrilo hembra -el

    cocodrilo indio del Ganges, de morro romo, frecuentador de vados- se arrastraba delante de

    los animales, golpeando furiosamente a derecha e izquierda con la cola.

    -Lo han hecho demasiado fuerte para m. En toda la noche slo he podido despedazar

    un puado de planchas. Los muros resisten! Las torres resisten! Han encadenado mi

    inundacin y mi ro ya no es libre. Seres Celestiales, quitad este yugo! Dadme agua clara

    entre orilla y orilla! Soy yo, Madre Gunga, la que habla. La justicia de los dioses!

    Concededme la justicia de los dioses!

    -Qu es lo que digo? -susurr Peroo-. En verdad es un punchayet de los dioses. Ahora

    sabemos que todo el mundo ha muerto, salvo usted y yo, Sahib.

    El loro chill y volvi a mover las alas, y la tigresa, con las orejas pegadas a la cabeza,

    rugi perversamente.

    En algn lugar de la sombra una enorme trompa y colmillos brillantes se movan

    oscilantes, mientras un murmullo bajo rompi el silencio que sigui al rugido.

    -Estamos aqu -dijo una voz profunda-: los grandes. Uno slo y muchos. Siva, mi padre,

    est aqu con Indra. Kali ya ha hablado. Hanuman tambin escucha.

    13

    Tigresa. Representa a Kali, la diosa madre, es la consorte de Siva y una diosa destructora y de la

    muerte, pero tambin de la regeneracin. Se la representa a menudo cabalgando sobre un tigre y con un collar

    de crneos. 14

    Mono gris. Representa a Hanuman, el dios-mono. Ayud a Rama a conquistar Sri Lanka. Eso permiti

    el salto desde India a Ceiln, construyendo despus un puente para que pudieran cruzar sus ejrcitos de

    monos. Su imagen preside la fundacin de nuevos pueblos y por su lealtad a Rama simboliza la devocin,

    aunque en esta historia Kipling lo convierte en el dios del trabajo.

  • 22

    -Kashi est esta noche sin su kotwal -grit el hombre de la botella arrojando su bastn al

    suelo mientras la isla resonaba con el ladrido de los sabuesos-. Dadle al ro la justicia de los

    dioses.

    -Os quedasteis quietos cuando ensuciaron mis aguas -bram el gran cocodrilo-. No

    disteis ninguna seal cuando mi ro qued atrapado entre las paredes. No poda hacer otra

    cosa salvo ahorrar mis fuerzas, y ella fall -la fuerza de Madre Gunga fall- delante de sus

    torres de vigilancia. Qu puedo hacer? Lo he intentado todo. Terminad ahora, Seres

    Celestiales!

    -Yo traje la muerte; cabalgu con la enfermedad de una choza a otra de sus

    trabajadores, pero no abandonaron-dijo adelantndose el asno15

    de morro rajado y pellejo

    gastado, cojo, de patas de tijera y lleno de rozaduras-. Les arroj la muerte desde mi hocico,

    pero no cesaron.

    Peroo habra deseado moverse, pero el opio le tena atrapado con fuerza.

    -Bah! -exclam echando un escupitajo-. Aqu est la propia Sitala; Mata 16

    la viruela.

    Tiene el Sahib un pauelo para ponrselo por la cara?

    -Valiente ayuda! -exclam el cocodrilo-. Me alimentan de cadveres durante un mes y

    me arrojo sobre ellos en mis bancos de arena, pero su trabajo sigue adelante. Son

    demonios, e hijos de demonios! Y dejis sola a Madre Gunga para que ellos se burlen con

    su carruaje de fuego. La justicia de los dioses caiga sobre los constructores del puente!

    El toro dio una vuelta en la boca a lo que estaba rumiando y respondi con lentitud:

    -Si la justicia de los dioses cayera sobre todos los que se burlan de las cosas sagradas,

    habra muchos altares oscurecidos en la tierra, madre.

    -Pero esto va ms all de una burla -replic la tigresa lanzando hacia delante una garra-.

    T sabes, Siva, y tambin vosotros, Seres Celestiales: sabis que han ensuciado a Gunga.

    Seguramente tendrn que presentarse ante el destructor. Que juzgue Indra.

    -Cunto tiempo hace que dura este mal? -respondi el ciervo sin hacer movimiento

    alguno.

    -Tres aos, tal como cuentan el tiempo los hombres -respondi el cocodrilo de India,

    muy apretado contra el suelo.

    15

    Asno. Sitala, diosa de la viruela, que puede provocar la enfermedad o vencerla. Se le suele representar

    montada en un asno, desnuda y pintada de rojo. 16

    Mata. Viruela.

  • 23

    -Acaso Madre Gunga va a morir en un ao que tan ansiosa est de ver su venganza

    ahora? El mar profundo estaba hasta ayer all adonde ella llegaba, y maana el mar la

    volver a cubrir mientras los dioses cuentan lo que los hombres llaman tiempo. Puede

    decir alguien que su puente resistir hasta ese maana? -pregunt el ciervo.

    Se produjo un largo silencio y al aclararse la tormenta la luna llena se levant por

    encima de los rboles goteantes.

    -Juzgad vosotros, entonces -dijo con hosquedad el cocodrilo-. Yo he expresado mi

    vergenza. La inundacin baja. No puedo hacer nada ms.

    -Por lo que a m respecta -dijo el gran mono sentado dentro del santuario-, me gusta

    mucho ver a estos hombres, recordando que yo tambin constru puentes nada pequeos en

    la juventud del mundo.

    -Tambin se dice -le rega el tigre-, que estos hombres proceden de los restos de tus

    ejrcitos, Hanuman, y que por tanto t les has ayudado...

    -Ellos trabajaron cuando lo hicieron mis ejrcitos en Lanka, y creen que su trabajo

    todava persiste. Indra est demasiado alto, pero Siva, t sabes cmo la tierra est cruzada

    por sus carruajes de fuego.

    -S, lo s -dijo el toro-. Sus dioses les instruyeron al respecto.

    Una risotada recorri el crculo.

    -Sus dioses! Qu van a saber sus dioses? Nacieron ayer, y los que los hicieron apenas

    se han enfriado -dijo el cocodrilo-. Maana sus dioses morirn.

    -Ja! -exclam Peroo-. Madre Gunga sabe lo que se dice. Yo ya se lo dije al Padre-

    Sahib que predicaba en el Mombasa, y l le pidi al Burra Malum que me metiera en el

    calabozo por una falta grave.

    -Seguramente hacen esas cosas para complacer a sus dioses -volvi a decir el toro.

    -Ni hablar -dijo el elefante adelantndose-. Lo hacen en beneficio de mis mahajuns; mis

    gordos prestamistas que me veneran cada ao nuevo, cuando llevan mi imagen a la cabeza

    de los libros de cuentas. Yo, mirndoles por encima de sus hombros a la luz de la lmpara,

    compruebo que los nombres de los libros son los de hombres que estn en lugares lejanos:

    pues todas las ciudades estn unidas por el carruaje de fuego, y el dinero va y viene rpida-

    mente, y los libros de cuentas se van haciendo tan gordos... como yo mismo. Y yo, que soy

    Ganesha la de la buena suerte, yo bendigo a mis pueblos.

  • 24

    -Han cambiado la faz de la tierra, que es mi tierra. Han matado y construido ciudades

    nuevas en mis orillas -clam el cocodrilo.

    -Eso es slo cambiar un poco de suciedad. Dejemos que la suciedad se meta en la

    suciedad si eso le complace -respondi el elefante.

    -Pero y despus? -pregunt la tigresa-. Despus vern que Madre Gunga no venga el

    insulto, y se desharn primero de ella, y despus de todos nosotros uno a uno. Al final,

    Ganesha, nos quedaremos con los altares desnudos.

    El hombre borracho se puso en pie tambalendose e hip con vehemencia en el rostro

    de los dioses reunidos.

    -Kali miente. Mi hermana miente. Este bastn mo es el kotwal de Kashi, y lleva la

    cuenta de mis peregrinos. Cuando llega el momento de venerar a Bhairon, y siempre es el

    momento, los carruajes de fuego se mueven uno a uno, y cada uno de ellos transporta a mil

    peregrinos. Ya no vienen ms a pie, sino sobre ruedas, y mi honor aumenta.

    -Gunga, he visto tu lecho de Prayag negro por los peregrinos que lo ocupaban -dijo el

    mono inclinndose hacia el frente-, y de no haber sido por el carruaje de fuego habran

    llegado lentamente, y en escaso nmero. Acurdate.

    -Vienen a m siempre -intervino Bhairon-. De da y de noche me rezan todos los

    pueblos comunes en los campos y los caminos. Quin es hoy como Bhairon? Quin habla

    de que la fe est cambiando? No vale de nada mi bastn kotwal de Kashi? l lleva la

    cuenta, y dice que nunca hubo tantos altares como hoy, y el carruaje de fuego les sirve bien.

    Yo soy Bhairon: Bhairon el del pueblo comn, y el principal de los Seres Celestiales hoy en

    da. Mi bastn tambin dice...

    -Calla un momento! -mugi el toro-. La veneracin en las escuelas es ma, y hablan

    muy sabiamente, preguntndose si yo soy uno o muchos, como lo es el placer de mi pueblo,

    y t sabes lo que soy. Kali, esposa ma, t tambin lo sabes.

    -S, lo s -contest la tigresa con la cabeza agachada.

    -Soy ms grande tambin que Gunga. Pues sabes quin conmovi las mentes de los

    hombres para que consideraran a Gunga sagrada entre los ros. Quien muere en esas aguas,

    ya sabes lo que dicen los hombres, viene a nosotros sin castigo, y Gunga sabe bien que el

    carruaje de fuego ha llevado hasta ella docenas y docenas de esos ansiosos; y Kali sabe que

    sus fiestas principales las celebran peregrinos que han sido conducidos por el carruaje de

  • 25

    fuego. Quin llev en Pooree17

    , bajo la imagen que hay all, miles en un da y una noche,

    conduciendo a los enfermos sobre las ruedas de los carruajes de fuego, para que fueran

    desde un extremo de la tierra al otro? Quin, sino Kali? Antes de que llegara el carruaje de

    fuego, era una tarea pesada. Los carruajes de fuego te han servido bien, Madre de la

    Muerte. Pero yo hablo de mis propios altares, pues no soy Bhairon el de la Gente Comn,

    sino Siva. Los hombres van de aqu para all, formando palabras y hablando de dioses

    extraos, y yo escucho. La fe sigue a la fe entre mis gentes en las escuelas, y no siento

    clera; pues cuando se dicen las palabras, y termina la nueva charla, finalmente los

    hombres regresan a Siva.

    -Cierto. Eso es verdadero -murmur Hanuman-. A Siva y a los otros, madre, ellos

    regresan. Me he deslizado de templo en templo por el norte, donde veneran a un dios y su

    profeta; y ahora mi imagen est solitaria dentro de sus santuarios.

    -Muchas gracias -intervino el ciervo girando lentamente la cabeza-. Yo soy ese Uno y

    tambin su profeta.

    -Eso no importa, padre -volvi a intervenir Hanuman-. Y voy al sur, donde soy el ms

    antiguo de los dioses tal como los hombres conocen a los dioses, y toco los santuarios de la

    fe nueva y la mujer a la que conocemos le han cortado doce brazos, y le llaman su Mara.

    -Muchas gracias, hermano -dijo la tigresa-. Yo soy esa mujer.

    -Aun as, hermana; y voy al oeste entre los carruajes de fuego, y me detengo en muchas

    formas ante los constructores de puentes, y por mi causa cambian su fe y son muy sabios.

    Ja, ja! Realmente soy yo quien construye los puentes: puentes entre esto y aquello, y cada

    puente lleva ciertamente al final hasta Nosotros. Algrate, Gunga. Ni estos hombres ni los

    que les seguirn se burlan de ti en absoluto.

    -Entonces estoy sola, Seres Celestiales? Tendr que suavizar mi inundacin no vaya a

    ser que me lleve sus murallas? Secar Indra mis manantiales de las colinas y me har

    arrastrarme humildemente entre sus muelles? Tendr que enterrarme en la arena antes que

    ofenderlos?

    -Y todo esto era nombre de una pequea barra de hierro encima de la cual va el carruaje

    de fuego. Verdaderamente Madre Gunga siempre es joven! -dijo Ganesha el elefante-. Un

    nio no habra hablado ms estpidamente. Dejemos que la suciedad se meta en la suciedad

    17 Pooree. Puri. Referencia a la fiesta que se celebra en Puri, punto decisivo del culto a una forma de

    Krisna, en junio y julio.

  • 26

    antes de que vuelva a la suciedad. Lo nico que yo s es que mi pueblo se vuelve rico y me

    alaba. Siva ha dicho que los hombres de las escuelas no olvidan; Bhairon est contento con

    su multitud del pueblo comn: y Hanuman re.

    -Claro que ro -intervino el mono-. Mis altares son pocos al lado de los de Ganesha o

    Bhairon, pero los carruajes de fuego me traen nuevos adoradores de ms all de las aguas

    profundas: de entre los hombres que creen que su dios es el trabajo. Yo corro ante ellos

    llamndoles, y ellos siguen a Hanuman.

    -Dales entonces el trabajo que desean -dijo el cocodrilo-. Pon una barrera a mi

    inundacin y haz que las aguas vuelvan sobre el puente. En un tiempo fuiste fuerte en

    Lanka, Hanuman. Inclnate y levanta mi lecho.

    -Quien da la vida puede quitarla -dijo el mono rascndose el barro con un alargado dedo

    ndice-. Pero quin se beneficiara de la matanza? Moriran muchos.

    Desde las aguas ascendi la meloda de una cancin de amor como las que cantan los

    muchachos cuando contemplan su ganado en el calor del medioda a finales de la

    primavera. El loro chill gozosamente, deslizndose a lo largo de la rama, con la cabeza

    baja, mientras la cancin iba volvindose ms fuerte, hasta que un claro de luna revel al

    joven pastor, el preferido de los gopis, el dolo de las doncellas soadoras y de las madres

    antes de que nazcan sus hijos: Krisna el Bienamado. Se agach para anudar sus cabellos

    largos y hmedos, y el loro18

    fue aleteando hasta su hombro.

    -Volar y cantar, y cantar y volar -dijo Bhairon soltando un hipido-. stos llegan tarde

    para el consejo, hermano.

    -Y qu importa? Pregunt Krisna riendo y echando hacia atrs la cabeza-. Aqu podis

    hacer muy poco sin m o sin Karma -se detuvo para acariciar el plumaje del loro y volvi a

    rer-. Qu hacis aqu sentados y hablando? O a Madre Gunga rugir en la oscuridad, y

    vine rpidamente desde una choza en la que estaba acostado y calentito. Y qu le habis

    hecho a Karma, que est tan hmedo y silencioso? Y qu hace aqu Madre Gunga? Tan

    llenos estn los cielos que tenis que venir a chapotear en el barro como los animales?

    Karma, qu es lo que hacen?

    18

    Krisna ... gopis... loro. Krisna el bienamado es una encarnacin de Visnu, el dios ms atractivo del

    panten, dios del amor ilimitado, juguetn y en general el ms gozoso de los dioses. Las gopis eran las

    lecheras que adoraban a Krisna y con las que l jugaba y flirteaba. Loro, representa a Kama, el dios del placer

    y el amor sexual, correspondiente al Eros griego. En los prrafos siguientes Kipling no se refiere a karma, la

    ley de la causa y el efecto, sino al loro.

  • 27

    -Gunga ha pedido venganza contra los constructores del puente, y Kali est con ella. Le

    ha pedido a Hanuman que destruya el puente para que su honor sea grande -contest

    gritando el loro-. Yo esperaba aqu sabiendo que t vendras, maestro mo!

    -Y los Seres Celestiales no dicen nada? Gunga y la Madre de las Penas hablan por

    encima de ellos? Nadie habla por mi pueblo?

    -No -contest Ganesha movindose con inquietud y apoyndose primero en una pata y

    luego en otra-. Yo dije que slo haba suciedad en juego, y que lo mejor sera pisotearla

    para aplanarla.

    -Yo estaba contento de dejarles afanarse... muy contento -aadi Hanuman.

    -Qu tengo yo que ver con la clera de Gunga? -pregunt el toro.

    -Yo soy Bhairon del Pueblo Comn, y ste mi bastn es el kotwal de todo Kashi. Yo

    hablo por el Pueblo Comn.

    -T? -pregunt el joven dios con ojos chispeantes.

    -Acaso no soy en sus bocas el primero de los dioses? -replic Bhairon con descaro-.

    En el nombre del Pueblo Comn dije... muchas cosas muy sabias que ya he olvidado... pero

    ste mi bastn...

    Krisna se dio la vuelta con impaciencia, vio al cocodrilo a sus pies y, arrodillndose, le

    pas un brazo por el fro cuello:

    -Madre -le dijo con amabilidad-, vulvete de nuevo a tu inundacin. Este asunto no es

    para ti. Qu dao va a obtener tu honor con este barro? T les has dado sus campos de

    nuevo un ao tras otro, y con tu inundacin se hacen fuertes. Al final todos vienen a ti.

    Qu necesidad tienes de masacrarlos ahora? Ten piedad, madre, por un breve tiempo... y

    slo es por un breve tiempo.

    -Si slo fuera por un breve tiempo... empez a decir lentamente el animal.

    -Acaso son dioses? -le interrumpi Krisna riendo, mirando fijamente los ojos apagados

    del cocodrilo-. Puedes estar seguro de que slo es por breve tiempo. Los Seres Celestiales

    te han escuchado, y se har justicia. Vuelve ahora de nuevo, madre, a la inundacin. Hay

    muchos hombres y ganado en las aguas... las orillas caen... los pueblos se deshacen por tu

    causa.

    -Pero el puente... el puente resiste -volvi a decir el cocodrilo gruendo en los

    matorrales mientras Krisna se levantaba.

  • 28

    -Ha terminado -dijo la tigresa con voz cruel-. Ya no existe justicia de los Seres

    Celestiales. Has avergonzado a Gunga, que slo peda unas cuantas docenas de vidas.

    -De mi pueblo, que yace bajo los techos de hojas de esa aldea, de las jvenes y los

    jvenes que les cantan en la oscuridad, del nio que nacer la maana siguiente, del que ha

    sido engendrado esta noche -exclam Krisna-. Y cuando todo haya terminado, a quin

    beneficiar? Maana les veremos trabajar. Ay, si barrierais el puente de un extremo a otro

    empezaran de nuevo. Escuchadme! Bhairon siempre est borracho. Hanuman se burla de

    su pueblo con nuevos acertijos!

    -Qu va, pero si son muy antiguos -respondi el mono echndose a rer.

    -Siva escucha la conversacin de las escuelas y los sueos de los hombres santos;

    Ganesha slo piensa en sus comerciantes gordos; pero yo... yo vivo con mi pueblo, no pido

    regalos y por eso los recibo constantemente.

    -Y bien amable que eres t con tu pueblo -intervino la tigresa.

    -Son los mos. Las ancianas suean conmigo dando vueltas mientras duermen; las

    doncellas me contemplan y me escuchan cuando van a llenar sus lotah junto al ro. Camino

    con los hombres jvenes que aguardan fuera de las puertas al atardecer, y por encima del

    hombro llamo a los que llevan barba blanca. Seres Celestiales, sabis que de todos nosotros

    soy el nico que camina continuamente por la tierra, y que no me complazco en nuestros

    cielos mientras haya aqu brotes de hierba, o haya dos voces en el crepsculo en los campos

    de cultivo. Sois sabios, pero vivs muy lejos, olvidando de dnde procedis. Pero yo no

    olvido. Y los carruajes de fuego alimentan vuestros santuarios, no decs eso? Y acaso los

    carruajes de fuego no llevan a mil peregrinos cuando antiguamente slo llegaban diez? As

    es. Hoy es sa la verdad.

    -Pero maana estarn muertos, hermano -dijo Ganesha.

    -Haya paz! -dijo el toro en el momento en que Hanuman se adelantaba para volver a

    hablar-. Y maana, amado Krisna... qu hay de maana?

    -Slo esto: una palabra nueva pasando de boca en boca entre las gentes comunes... una

    palabra que ningn hombre ni Dios puede agarrar... una palabra maligna, una palabra

    pequea y perezosa entre las gentes comunes, que dice (y nadie sabe quin invent esa

    palabra) que estn cansados de vosotros, Seres Celestiales.

    Todos los dioses se echaron a rer. -Y entonces, amado? -exclamaron.

  • 29

    -Y para ocultar ese cansancio, ellos, mi pueblo, al principio te llevarn a ti, Siva, y a ti,

    Ganesha, grandes ofrendas, y harn mucho ruido al veneraros. Pero la palabra se ha

    divulgado y despus empezarn a pagar menos a vuestros obesos brahmanes, ms tarde se

    olvidarn de vuestros altares, pero tan lentamente que ningn hombre ser capaz de decir

    cmo se inici ese olvido.

    -Lo saba, lo saba! Tambin habl yo as, pero no me escucharon -dijo la tigresa-.

    Deberamos haberlos masacrado... deberamos haberlos eliminado!

    -Ya es demasiado tarde. Deberais haberlos eliminado al principio, cuando los hombres

    del otro lado del agua no haban enseado nada a nuestras gentes. Ahora los mos

    contemplan sus trabajos y se alejan pensativos. Ya no piensan en absoluto en los Seres

    Celestiales. Piensan en el carruaje de fuego y en otras cosas que los constructores de

    puentes han hecho, y cuando vuestros sacerdotes adelantan las manos pidiendo limosna, les

    dan un poco y a regaadientes. Esto es el principio, entre uno o dos, o cinco o diez; pues

    yo, que me muevo entre los mos, conozco lo que hay en sus corazones.

    -Y el final, Bufn de los Dioses?19

    Cul ser el final? -pregunt Ganesha.

    -El final ser como fue el principio, perezoso hijo de Siva! La llama morir en los

    altares y la oracin en la lengua hasta que os volvis a convertir en dioses pequeos, dioses

    de la selva, nombres que los cazadores de ratas y los tramperos de perros susurran en la

    espesura y en las cuevas: dioses harapientos, diosecillos del rbol y la aldea, como fuisteis

    al principio. se es el final, Ganesha, para ti y para Bhairon... Bhairon el de las Gentes

    Comunes.

    -Eso est muy lejos -contest Bhairon con un gruido-. Adems es una mentira.

    -Muchas mujeres han besado a Krisna. Le cuentan esto para sentir ellas alegre el

    corazn cuando llegan los cabellos grises, y l nos ha transmitido el relato -intervino el toro

    con voz baja.

    -Sus dioses vinieron y nosotros los cambiamos. Yo tom a la mujer y le di los doce

    brazos. Igualmente cambiaremos todos sus dioses -dijo Hanuman.

    -Sus dioses! No se trata de sus dioses, uno o tres, hombre o mujer. Lo que importa es la

    gente. Ellos se mueven, no los dioses de los constructores del puente -dijo Krisna.

    -As sea. He hecho que un hombre venerara el carruaje de fuego cuando estaba todava

    19

    Bufn de los dioses. Referencia al carcter juguetn de Krisna.

  • 30

    quieto respirando humo, y no saba que me estaba venerando a m -intervino Hanuman el

    mono-. Ellos slo cambiarn un poco los nombres de sus dioses. Yo conducir a los

    constructores de puentes como en la antigedad; Siva ser venerado en las escuelas por los

    que dudan y desprecian a sus semejantes; Ganesha tendr a sus mahajun, y Bhairon a los

    conductores de burros, los peregrinos y los vendedores de juguetes. Amado, no harn otra

    cosa que cambiar los nombres, y eso ya lo hemos visto mil veces.

    -Seguramente que no harn ms que cambiar los nombres -repiti Ganesha, pero entre

    los dioses se produjo un movimiento de inquietud.

    -Cambiarn algo ms que los nombres. A m es al nico que no podrn matar mientras

    las doncellas y los hombres se unan o la primavera siga a las lluvias del invierno. Seres

    Celestiales, no por nada he caminado sobre la tierra. Mis gentes no saben ahora lo que son;

    pero yo, que vivo con ellos, leo en sus corazones. Grandes Reyes, el principio del final ya

    ha nacido. Los carruajes de fuego gritan los nombres de dioses nuevos que no son los

    antiguos con nombres nuevos. Bebed y comed ahora a lo grande! Baad vuestros rostros

    en el humo de los altares antes de que se enfren! Seres Celestiales, recibid los cumplidos y

    escuchad los cmbalos y los tambores mientras haya todava flores y canciones. Tal como

    los hombres cuentan el tiempo, el final est lejos; pero tal como lo contamos nosotros, ya es

    hoy. He hablado.

    El joven dios se call y sus hermanos se miraron unos a otros largo tiempo en silencio.

    -Nunca antes haba odo tal cosa -susurr Peroo en el odo de su compaero-. Y sin

    embargo, a veces, cuando aceitaba los cojinetes de la sala de mquinas del Goorkha, me

    preguntaba si nuestros sacerdotes seran tan sabios... tan sabios. Ha llegado el da, Sahib. Se

    irn con la maana.

    Una luz amarillenta se abra en el cielo y cambi la tonalidad del ro al retirarse la

    oscuridad. De pronto, el elefante barrit con fuerza cuando un hombre le aguijone.

    -Que juzgue Indra. Padre de todo, habla. Qu dices de las cosas que hemos odo? Ha

    mentido Krisna? O...

    -Ya sabis -dijo el ciervo ponindose en pie-. Conocis el acertijo de los dioses. Cuando

    Brahm20

    deja de soar, los cielos, los infiernos y la tierra desaparecen. Contentaos. Brahm

    suea todava. Los sueos van y vienen, y la naturaleza de los sueos cambia, pero Brahm 20

    Brahm. El poder que es la unidad del cosmos, no confundir con Brahma el Creador, que junto con Siva y

    Visnu (destructor y conservador) slo es un aspecto de Brahm o Brahman.

  • 31

    todava suea. Krisna ha caminado demasiado sobre la tierra, pero le amo ms por el relato

    que nos ha contado. Los dioses cambian, amado... todos salvo Uno!

    -Ay, todos salvo Uno que hace el amor en los corazones de los hombres -contest

    Krisna atndose el ceidor-. Basta con que aguardis un poco y sabris si miento.

    -Verdaderamente, tal como dices, dentro de muy poco tiempo lo sabremos. Vuelve a tus

    chozas, amado, y distrete con las cosas juveniles, pues Brahm todava suea. Dispersaos,

    hijos mos! Brahm suea... y hasta que l despierte, los dioses no morirn.

    -Adnde fueron? -pregunt el lascar sobrecogido por el temor y temblando un poco

    por el fro.

    -Quin sabe! -exclam Findlayson.

    El ro y la isla estaban ya totalmente iluminados por la luz del da, y no haba ninguna

    seal de pezuas o movimiento en la tierra hmeda bajo el rbol. Slo un loro chillaba en

    las ramas, moviendo las alas y dejando caer una lluvia de gotas de agua.

    -Arriba! Nos hemos quedado entumecidos por el fro! Ha desaparecido el opio?

    Puede moverse, Sahib?

    Tambalendose, Findlayson se puso en pie y se sacudi. La cabeza le daba vueltas y le

    dola, pero el trabajo del opio haba terminado, y mientras se mojaba la frente en un charco,

    el ingeniero jefe del Puente de Kashi se preguntaba cmo haba conseguido llegar a la isla,

    las posibilidades que ofreca el da de regresar, pero sobre todo cmo haba resistido su

    obra.

    -Peroo, he olvidado muchas cosas. Me encontraba debajo de la torre de vigilancia,

    contemplando el ro, y de pronto... nos llev la inundacin?

    -No. Las barcas se soltaron, Sahib -(si el Sahib se haba olvidado del opio, Peroo no

    pensaba recordrselo)-, y al tratar de volver a atarlas, me pareci a m, aunque estaba

    oscuro, que una cuerda se enred en Sahib y le hizo caer sobre una barca. Pensando que

    fuimos nosotros dos, junto con Hitchcock Sahib, los que por as decirlo construimos ese

    puente, salt tambin a esa barca, que vino cabalgando a lomos de caballo, por as decirlo,

    hasta esta isla, y entonces, al partirse, nos arroj en la orilla. Lanc grandes gritos cuando la

    barca se apart del muelle, y sin duda Hitchcock Sahib vendr a buscarnos. En cuanto al

    puente, han muerto tantos al construirlo que no puede caerse.

    A la tormenta le sucedi un sol tan fuerte que se llev el olor de la tierra empapada, y

  • 32

    bajo la luz clara no haba espacio para que un hombre pensara en los sueos de la

    oscuridad. Findlayson permaneci mirando corriente arriba, a travs de la luminosidad de

    las aguas agitadas, hasta que le dolieron los ojos. No haba la menor seal de ninguna orilla

    en el Ganges, y mucho menos de la lnea del puente.

    -Llegamos demasiado abajo -coment-. Es sorprendente que no nos hayamos ahogado

    cien veces.

    -Eso es lo que menos sorprende, pues ningn hombre muere antes de su momento. He

    visto Sydney, he visto Londres, y veinte puertos importantes, pero... -Peroo contempl el

    santuario mojado y descolorido bajo el rbol-, ningn hombre ha visto lo que nosotros

    vimos aqu.

    -A qu te refieres?

    -Ha olvidado el Sahib, o es que slo los hombres de color vemos a los dioses?

    -Tuve fiebre -Findlayson segua mirando todava, con inquietud, a travs del agua-. Me

    pareci que la isla se poblaba de animales y hombres que hablaban, pero no recuerdo. Creo

    que tal como est el agua ahora una barca podra resistir sobre ella.

    -Aj! Entonces es cierto. Cuando Brahm deja de soar, los dioses mueren. Ahora s

    lo que quera decir. Una vez el guru me lo dijo; pero entonces no lo entend. Ahora soy

    sabio.

    -Qu dices? -le pregunt Findlayson por encima del hombro.

    Peroo sigui hablando como si lo hiciera consigo mismo:

    -Seis... siete... diez monzones han pasado desde entonces, estaba de vigilancia en el

    castillo de proa del Rewah, el barco grande de la Kumpani, y hubo un gran tufan21

    , con gran

    movimiento de las aguas verdes y negras; ahogndome debajo de las aguas, me sujet con

    fuerza a las cuerdas salvavidas. Entonces pens en los dioses, en los que vimos anoche -en

    ese momento se volvi para mirar con curiosidad a Findlayson, pero el hombre blanco

    segua mirando por encima del nivel de la inundacin-. S, me refiero a los que vimos esta

    ltima noche, y les ped que me protegieran. Y mientras rezaba, y segua manteniendo mi

    vigilancia, lleg una ola enorme que me lanz hacia delante, sobre el anillo de la gran ancla

    negra, y el Rewah se elevaba y elevaba, inclinndose hacia la izquierda, y el agua se

    retiraba bajo su proa, y yo ca sobre mi vientre sujetndome al anillo y contemplando las

    21

    Tufan. Tifn.

  • 33

    grandes profundidades. Entonces, delante de la muerte, pens que si me soltaba morira, y

    que ya no habra ms para m ni el Rewah ni mi lugar junto a los fogones donde se cuece el

    arroz, ni Bombay, ni Calcuta, ni siquiera Londres. Cmo puedo estar seguro de que los

    dioses a los que he rezado siguen existiendo?, me pregunt. Eso es lo que pens, y el

    Rewah descendi la proa lo mismo que cae un martillo, y todo el mar entr y me arrastr

    hacia atrs a lo largo del castillo de proa y por encima del saltillo de cubierta, hacindome

    mucho dao en la espinilla al golpermela con un motor auxiliar: pero no encontr la

    muerte y he visto a los dioses. Son buenos para los hombres vivos, que no para los muertos.

    Ellos han hablado. Por eso, cuando regrese al pueblo le dar una paliza al guru por decir

    acertijos que no lo son. Cuando Brahm deja de soar, los dioses se van.

    -Mira corriente arriba. La luz ciega. Ves humo all?

    Peroo se protegi los ojos con las manos.

    -Es un hombre rpido y sabio. Hitchcock Sahib no confiara en un bote de remos. Le ha

    pedido al raj Sahib la lancha de vapor y viene a buscarnos. Siempre dije que en las obras

    del puente tendramos que haber dispuesto de una lancha de vapor.

    El territorio del raj de Baraon estaba a menos de veinte kilmetros del puente; y

    Findlayson y Hitchcock haban pasado una buena parte de su escaso tiempo libre jugando al

    billar y cazando machos cabros negros con el joven raj. ste haba tenido durante cinco o

    seis aos a un ingls de aficiones deportivas como tutor de viajes, y ahora se dedicaba a

    gastar regiamente las rentas acumuladas durante su minora de edad por el Gobierno Indio

    22. Su lancha de vapor, de barandillas plateadas, entoldado de seda a rayas y cubiertas de

    bano era un nuevo juguete que a Findlayson la haba parecido horrible cuando el raj

    acudi para ver las obras del puente.

    -Qu suerte -murmur Findlayson, aunque no por ello se sintiera menos asustado,

    porque se estaba preguntando por las noticias que le traeran acerca del puente.

    La llamativa chimenea de color azul y blanco se acercaba velozmente corriente abajo.

    Vieron a Hitchcock que estaba en proa, con unos prismticos de pera, y el rostro

    inusualmente blanco. Peroo lanz un grito y la lancha se encamin hacia la isla. El raj

    22

    Es un tpico en Kipling la idea de que los rajs derrochaban el dinero cargando de impuestos a sus sbditos,

    lo que liberaba as de culpa a los ingleses, y que slo cuando la minora de edad del raj implicaba la

    formacin de un consejo de regencia, dominado por ingleses, el Estado ahorraba dinero que luego el raj

    volvera a malgastar. Ver en La Marca de la Bestia, en esta editorial, el relato Al final de la travesa, pgina

    noventa y nueve, donde se repite el tpico.

  • 34

    Sahib, en traje de caza de tweed y un turbante de siete tonos, les salud con su mano regia

    mientras Hitchcock lanzaba un grito. Pero no pudo hacer pregunta alguna, porque la

    primera que le hizo Findlayson fue acerca del puente.

    -Todo tranquilo! Dios, no esperaba volverle a ver, Findlayson. Se encuentra a siete

    koss23

    corriente abajo. S, no se ha movido ni una sola piedra; pero cmo se encuentra? Le

    ped prestada la lancha al raj Sahib, y l tuvo la bondad de acompaamos. Suban a bordo.

    -Ah, Finlinson, se encuentra muy bien, verdad? Lo de la ltima noche fue una

    calamidad sin precedentes, verdad? Tambin en mi palacio real entraba el agua como si la

    empujara el diablo, y los cultivos escasearn en mi pas. Hitchcock, pngala en marcha

    atrs. Yo... no entiendo los motores de vapor. Est mojado? Tiene fro, Finlinson? Tengo

    por aqu algo de comida, y podr tomar un buen trago.

    -Le estoy inmensamente agradecido, raj Sahib. Creo que me ha salvado la vida.

    Cmo Hitchcock...?

    -Ah! Se mantuvo sereno hasta el final. Cabalg hasta mi casa en mitad

    de la noche y me despert cuando estaba yo en brazos de Morfeo. Me sent

    verdaderamente preocupado, Finlinson, y por eso vine tambin. Mi sacerdote

    principal debe estar ahora muy enfadado. Vmonos rpido, seor Hitchcock.

    Tengo que estar a las doce cuarenta y cinco en el templo del Estado para

    santificar a un dolo nuevo. De no ser por ello le pedira que pasara el da conmigo. Son

    condenadamente aburridas esas ceremonias religiosas, verdad Finlinson?

    Peroo, a quien la tripulacin conoca bien, se haba hecho cargo del timn y

    diestramente conduca la lancha corriente arriba. Pero mientras guiaba el barco manejaba

    mentalmente medio metro de cuerda metlica parcialmente desanudada; y la espalda sobre

    la que golpeaba era la de su guru.

    23 Koss. Medida de distancia de distinto valor en las diferentes partes de India, hasta entre dos y cuatro

    kilmetros.

  • 35

    PAN SOBRE LAS AGUAS

    Si se acuerda de mi indecoroso amigo Brugglesmith, se acordar tambin de su amigo

    McPhee, primer maquinista del Breslau, a quien Brugglesmith trat de robarle el bote.1

    Algn da podrn contarse, en su lugar adecuado, sus excusas por los actos de

    Brugglesmith: pero el relato presente concierne a McPhee. Nunca fue un maquinista para

    carreras, y tena especial orgullo en decirlo as ante los hombres de Liverpool; pero tena

    treinta y dos aos de conocimiento de la maquinaria y de los humores de los barcos. En los

    tiempos en que los hombres saban menos que hoy el estallido de una vlvula de agua haba

    arruinado un lado de su cara; y su nariz sobresala de la destruccin como una porra en una

    algarada pblica. En la frente tena cortes y bultos, y poda guiarte el dedo ndice por su

    corto cabello gris explicndote cmo le haba ido mediante sus sellos de marca. Posea todo

    tipo de certificados de su eficacia extraordinaria y en la parte inferior de la cmoda de su

    camarote, donde guardaba la fotografa de su esposa, haba dos o tres medallas de la Royal

    Humane Society2 que le haban concedido por salvar vidas en el mar. Profesionalmente -la

    cosa era distinta cuando pasajeros enloquecidos se lanzaban por la borda desde el

    entrepuente-, profesionalmente, McPhee no estaba de acuerdo con salvar vidas en el mar, y

    me haba dicho con frecuencia que un nuevo infierno aguardaba a los fogoneros y

    estibadores que firmaban un contrato a cambio de la paga de un hombre fuerte para

    marearse al segundo da de viaje. Es partidario de lanzarle las botas a los maquinistas

    cuarto o quinto que le despiertan por la noche para decirle que un cojinete est al rojo vivo

    cuando todo se debe a que el brillo de una lmpara se refleja con un color rojizo en el

    retorcido metal. Es de la opinin de que slo hay dos poetas en el mundo: uno de ellos es,

    desde luego, Robert Burns, y el otro Gerald Massey. Cuando tiene tiempo para novelas, lee

    a Wilkie Collins y a Charles Reade3 -sobre todo a ste ltimo-, y se sabe de memoria

    1 Brugglesmith. Vase el relato del mismo nombre (1891) en el volumen Many Inventions, publicado en 1893

    2 Royal Humane Society. Fundada en 1779 para el salvamento de personas en peligro de ahogarse,

    recompensa a los que salv