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  • 7/26/2019 Karczmarczyk Pedro: Presentacin de "La internacional de los buenos sentimientos" de Louis Althusser

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    T R A D U C C I O N E S

    DEMARCACIONES

    Nmero 4 / mayo 2016

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    Presentacin: La internacional de los buenos sentimientos, de Louis Althusser

    Pedro KarczmarczykIdIHCS-UNLP-CONICET

    El texto que presentamos a continuacin fue escrito por Louis Althusser en 1946. Es elescrito suyo ms antiguo del que tengamos conocimiento, su primer texto. Constituye lareaccin virulenta de un joven intelectual catlico, ya prximo al comunismo, frente a lacorriente de opinin que reuna a personalidades tan diversas como Camus, Marcel, Mauriac,Malraux, Koestler y otros en el intento de constituir un frente humano, un movimiento deciudadanos del mundo para erradicar la fatalidad de la guerra mediante una accin concertadaa nivel internacional. Althusser se refiere al mismo burlonamente ya desde el ttulo, como lainternacional de los buenos sentimientos.

    Conocemos algunas circunstancias de la produccin del texto, como as tambin larazn por la que permaneci indito, distinta de la inveterada cautela de Althusser a la hora dedar a conocer sus textos, aunque tal vez se trate de aquello que est a la base de la misma. Laprimera informacin aparece en el propio texto, donde Althusser se refiere a una conferenciade Malraux en la Sorbona en 1946 sobre La muerte del hombre que le ha causado un fuerteimpacto. Yann Moulier Boutang nos refiere otras circunstancias: las discusiones que Althussersostuvo sobre estos asuntos con otro normalien catlico en trnsito al comunismo, FranoisRicci, quien luego de una discusin le pidi a Althusser que exponga sus puntos de vista paraCahiers deNotreJeunesse, publicacin de la que era el director. El 20 de septiembre de 1946Althusser le escribi a su padre: Estoy trabajando y comenzando a ver ms claro sobre mitesis. Voy a escribir un artculo bastante virulento que aparecer en el prximoCahiers deNotreJeunesse(una pequea revista catlica fundada durante la ocupacin por los cagneaux de Lyonque ha recorrido cierto trayecto) sobre la Internacional de los buenos sentimientos1. Alrecibir el texto, Ricci se alarm por el contenido y el tono belicoso del mismo, prximo en

    algunos giros al Marx deLa ideologa alemana. Althusser reaccion de una manera tajante frentea los resquemores de su amigo: No est en cuestin hacer un movimiento de la paz. No haypaz posible, siempre hay lucha de clases segn lo recordara Ricci en las entrevistas que lehiciera Moulier Boutang.2 Con todo, Althusser parece haber emprendido una revisin del textobuscando morigerar su virulencia, tachando, suprimiendo, reemplazando palabras, frases yhasta prrafos enteros, dejando las marcas que pueden apreciarse en las notas del texto quetradujimos. Sin embargo el artculo permaneci indito hasta 1994, cuando apareci el tomo Ide loscrits philosophiques et politiques, con el notable anticipo de la seccin que le dedica MoulierBoutang en su biografa de Althusser en 1992, donde el bigrafo cita extensos fragmentos deeste escrito.3

    El editor de loscrits philosophiques et politiques, Franois Matheron, ha escogido un

    criterio de organizacin interesante, identificando a un sujeto poltico filosfico denominadoAlthusser en torno al cual se constituy una de las mayores referencias de la vida intelectual

    1 Citado enMoulier Boutang, Yann.Louis Althusser. Unebiographie. La formation du mithe(1918-1956).Paris: Grasset& Fasquelle, 1992, p.282.2 Ibd., p. 283.3Otra referencia a las circunstancias de este artculo, esta vez de carcter muy general, puede hallarse en Althusser,Louis, Prefacio: hoy.En la revolucin terica deMarx, de Louis Althusser, traducido por Marta Harnecker, Mxico:Siglo XXI, 1985, pp. 13-14.

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    francesa e internacional a mediados de los 1960.1Ahora bien, la ventaja de esta frmula radicaen que nos permite realizar una demarcacin entreel sujetoas definido, que desapareci luegode los sucesos de mayo de 1968, y el individuoLouis Althusser, quien sigui produciendo luegode esa fecha. Ntese que este sujeto no desapareci debido a una transformacin cuyoprincipio quepa buscar en s mismo, debido a estas operaciones que llamamos ruptura,

    rectificacin, traicin, consumacin, acabamiento o lo que se quiera aadir, sino debido a uncambio en el mundo en el que este sujeto se insertaba. En otras palabras, sera intil buscar ensu reflexin terica las causas que hicieron que dejara de ser el sujeto filosfico poltico queera. La operacin nos parece interesante porque posibilita construir un sintagma inspirador,como el de Hans Belting cuando hablaba sobre el arte antesdel arte2, de manera que podemoshablar de un Louis Althusser antes de Althusser y de un Louis Althusser despus deAlthusser.

    Esto torna las cosas ms interesantes, pero no necesariamente ms fciles, ya que a laacostumbrada pregunta por qu Althusser? se le aade otra, ms compleja: Por qu LouisAlthusserantesde Althusser?, que resulta ineludible abordar, puesto que obviarla equivaldra atirar por la borda el desmontaje de la obra y el autor que opera en la periodizacin a la quealudimos. Comencemos entonces por sealar que lo que nos convoca en este texto no es tantosu sentido literal: Althusser, es decir, Louis Althusser antes de Althusser, denuncia unaintencin larvada en la internacional de los buenos sentimientos, insiste en que nos lashabemos con una ideologa, es decir, un movimiento de opinin incomprensible sin apelar alcontexto en el que aparece, para indicar a continuacin que por detrs de las declamacionesen favor de la paz se esconde una causa o un seor que no se invoca, es decir, la causa de unsocialismo occidental sin lucha de clases. Se trata, sin lugar a dudas, de una intervencinfechada, asociada a una coyuntura irrepetible. Sin embargo, en la manera en la que este textobusc intervenir en esta coyuntura aparecen elementos muy interesantes, en estado prctico(pero de qu otra manera podra presentarse la intervencin en una coyuntura?), para usar laexpresin con la que Althusser descubra una concepcin de la dialctica materialista en laintervencin poltica de Lenin que condujo a la revolucin de 1917, que nos parece importante

    analizar.Nos encontramos, entonces, frente a una paradoja: el reconocimiento del carcterpoltico de un texto, de su carcter de intervencin, fechado por tanto, cuando ponemosatencin al mecanismo que opera en esta intervencin, produce un efectodetefabula narratur,referido no tanto al sujeto mismo, a m mismo, a mi intimidad, como a la coyuntura en la quese encuentra este sujeto, a partir de lo cual se sigue, entendemos, una actualizacin vertiginosadel texto. El concepto de ideologa, ya no pre-althusseriano, como el que domina estaintervencin (intencin velada), sino el propiamente althusseriano, el de las condicionesideolgico-discursivas de la reproduccin de las relaciones de produccin, nos proporcionasuficientes elementos para dar cuenta de este efecto. Nuestra hiptesis es que la recurrenciaexhibida por el efectodetefabula narraturtiene que ver con el hecho de que la ideologa misma

    se repite,en sus variaciones.Ahora bien, el texto que presentamos est dotado de una pequea historia de efectos,para decirlo a la manera de la hermenutica, a la que queremos remitirnos para, en la medida de

    1 Cf., Matheron, Franois. Prsentation. Encrits philosophiques et politiques, Tomo I, de Louis Althusser, Pars:Stock-IMEC, 1994, p. 9.2 Danto, Arthur.Despus del fin del arte. El artecontemporneo y el lindedela historia. Traducido por Elena Neerman.Barcelona: Paids, 1999, pp. 25 y ss.

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    nuestras posibilidades, continuarla, o al menos llamar a otros a profundizarla y ampliarla.Retomaremos, en consecuencia, algunas cuestiones planteadas por Warren Montag eintentaremos, finalmente, sealar la vinculacin de este texto con un campo ideolgicoconstituido en Argentina en la poca de la transicin democrtica, proseguido en una intensapolmica acaecida en el interior la izquierda argentina, el debate denominado No matar,

    desatado por una carta del filsofo Oscar del Barco en 2004.La lectura del Althusser en los ltimos aos ha estado marcada por sus textos tardos,en particular por La corriente subterrnea del materialismo del encuentro. Este texto sepresenta como un testamento, como el legado de un tesoro que toma la forma de la revelacinde lo que estaba oculto en los textos anteriores. Esta presentacin no ha carecido de efectos,siendo el principio de una intensa revisin de los esquemas interpretativos del Althusserclsico, cuyos textos cumplen hoy da 50 aos. Para movernos en el marco de las categorasde edicin puestas en juego por Matheron, es decir, podemos sostener que La corrientesubterrnea ha movilizado una operacin consistente en leer a Althusser, esto es, al sujetopoltico filosfico denominado Althusser al decir de Matheron, a partir de Louis Althusserdespusde Althusser.

    Ahora bien, la naturalidad de esta situacin se ve alterada, nos parece, por la novedosalectura de La corriente subterrnea del materialismo del encuentro realizada recientementepor Warren Montag. La misma consiste en leer los textos tardos de Althusser a partir de lostextos de Louis Althusser antesde Althusser, y en particular en leer el clebre texto tardosobre La corriente a partir de un texto de una resonancia casi nula, el texto sobre Lainternacional de los buenos sentimientos que ahora presentamos al lector hispanoparlante.Montag pretende que la mejor posicin de lectura de La corriente no es tanto la quesugiere su propia caracterizacin como legado o testamento, esto es, como un texto a finde cuentas afirmativo, sino como un texto interrogativo. Recordemos lo que los textos de laeconoma poltica clsica fueron para Marx, y lo que los textos de Marx, en particularElcapital,fueron para Althusser: respuestas a preguntas que estos textos no aciertan a formular porqueproducen enunciados que rompen el molde de la problemtica en la que han sido producidos.

    La famosa escena inicial de Misin imposible, la del mensaje que anuncia que seautodestruir, da una buena imagen de esta forma de leer. Se trata de alumbrar, no en elsentido de iluminar un significado ya presente, sino de valerse de las tensiones einconsecuencias de un texto para traer a la luz algo nuevo, para conferir a las tensiones einconsecuencias, en las que un texto manifiesta su revs, una nueva forma de existencia,propiamente conceptual, en la que podrn alojarse nuevas tensiones, ms productivas. Larecepcin de Althusser que se ha tornado corriente a partir de la aparicin de sus textostardos, posteriores a su autobiografa, ha sido en buena medida la de comprendersubterrneo como subyacente, para salir al encuentro de la corriente del materialismoaleatorio y navegar con ella por los textos clsicos. La clave propuesta por Montag es quiz elnegativo de esta manera de leer, ya que nos propone abordar a La corriente no como la

    repuesta a las preguntas que los textos del Althusser clsico exhibiran en estado prctico, sinocomo un texto queformula preguntas queno acierta a responder, pero insistiendo en que, vayasorpresa!, estas respuestas pueden encontrarse un texto anterior, en verdad el primero escritopor Althusser del que tengamos noticias.

    Dejemos de lado estas consideraciones para pasar directamente a examinar la estrategiade esta lectura. Montag comienza llamando la atencin sobre ciertas anomalas en la cronologacon la que La corriente presenta el desarrollo del materialismo del encuentro y enparticular sobre una referencia algo forzada de parte de Althusser al paralelismo cuerpo-mente

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    en laticade Spinoza, modelado de acuerdo a la lluvia de Epicuro, donde la relacin entre lamente y el cuerpo es presentada como una carencia de encuentro (paralelismo). Montagdestaca que una apelacin semejante al paralelismo contrara toda la lectura althusseriana deSpinoza, ya que la misma acaba restaurando el dualismo. Esta anomala pone en marcha laoperacin de lectura del norteamericano, quien se pregunta por la razn de este cambio de

    posicin, es decir, cmo leer estas anomalas de la posicin althusseriana? En principio,parece haber dos alternativas. Podemos leerlas como una distorsindestinada a presentar lahistoria del materialismo aletaorio como variaciones de un mismo tema, como la revelacinprogresiva de las doctrinas de Epicuro y Lucrecio, en el marco de una historia, sin dudasaccidentada, aunque marcada por una lnea de desarrollo progresivo. Pero tambin podemosleerlas comoun sntoma, como un efecto de dos maneras bien distintas de concebir al vaco queno son plenamente reconocidas, es decir, que no son demarcadas como diferentes por elpropio Althusser.

    La caracterizacin de este texto como efecto de una demarcacin faltante, o borradapodr apreciarse mejor si echamos una mirada al procedimiento filosfico de la demarcacin.Por un lado, tenemos la tesis de que la filosofa no tiene objeto, idea que domina laconcepcin de la filosofa como una toma de distancia que produce un vaco al efectuar unadistincin o demarcacin en un complejo de conceptos ya dados. Pensemos por ejemplo en laobservacin crucial de Lenin a propsito de la disputa sobre el desvanecimiento de la materiaen la fsica de comienzos del siglo XX, motivada por la puesta en crisis de la identificacinentre materia y espacio geomtrico que haba dominado la discusin fsica y filosfica desdeDescartes.1 Lenin distingue la concepcin cientfica de la materiapuesta en crisis de la categorafilosfica de la materia, cuya nica caracterstica esencial es su independencia y prioridad enrelacin al pensamiento.2 El concepto de la realidad exterior correspondiente a un estadodeterminado del desarrollo de la ciencia es contrastado con la categora filosfica de materiacomo una concepcin particular de la naturaleza de la misma.3 La demarcacin de Leninpermite apreciar que la ruina de uno no es necesariamente la ruina del otro. La distincin deLenin hace el vaco al tomar distancia en relacin a las categoras en pugna en la fsica de su

    tiempo, para reubicar el conflicto. Esta demarcacin hace el vaco, pero no se trata de un vacodesignado, representado por el discurso de Lenin, sino de un efecto de su intervencin(demarcacin), luego de la cual no queda un vaco tout court, sino una lnea de demarcacin querevela las falencias y los huecos en lo que hasta all se presentaba como macizo, slido ycompacto en un campo discursivo. La demarcacin de Lenin destaca la falta de fundamento delas consecuencias idealistas que se derivaban de la crisis de la materia, al sealar lapresuposicin sobre la que descansa un dilema que aparece como excluyente: o la materia es lamasa, o no es nada.4 Insistimos en que se trata slo del vaco de una toma de distancia, ya que

    1 Cf., Koyr, Alexandre.Del mundocerrado al universo infinito.Traducido por Carlos Sols Santos. Mxico, 1996.2 Cf., Lenin, Vladimir Ilich.Materialismo y empiriocriticismo. Notascrticas sobreuna filosofa reaccionaria. Buenos Aires:

    Cartago, 1956, p. 109.3 Cf., Lecourt, Dominique.Ensayo sobrela posicin deLenin en filosofa.Traducido por Santiago Funes. Buenos Aires:Siglo XXI, 1974, pp. 126 y ss.

    4 La caracterizacin de la intervencin filosfica de Lenin sera incompleta si no mencionramos que la misma,segn su reproche a Plejanov, no requiere slo tomar posicinen contra del adversario, sino tambin, como loseala Lecourt, determinar cul es laapuestade la lucha y disputarla con sus propias armas, adaptando las formasde su intervencin a la naturaleza precisa histricamente variable- de esta apuesta. Cf., Lecourt, op. cit., p. 106.En el caso deMaterialismo y empiriocriticismo, esa apuesta fue identificar en las teoras psicofsicas del reflejo laspretendidas garantas cientficas de la posicin empiriocriticista, para mostrar cmo estas garantas contradicenen realidad las tesis idealistas que se pretenden derivar de las mismas. Por esta razn, es errneo atribuir a Lenin

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    la categora filosfica de la materia carece de un contenido determinado, no designa unarealidad positiva ni produce un conocimiento de la realidad. No es la filosofa, sino la ciencia,la que da cuenta de la naturaleza, la estructura y las leyes de la materia. Pero el vaco de unatoma de distancia no carece de efectos, al contrario, el mismo evita el cierre de la ciencia sobres misma y ayuda a plantear nuevos problemas cientficos.1Por otro lado, tenemos la tesis de

    que el objeto de la filosofa es la nada, donde la carencia de objeto de la filosofa essustantificada. Montag muestra que esta segunda concepcin es la que domina la versin deuna historia de la filosofa materialista presentada en La corriente. No nos importa tantoahora cun osada sea la postulacin de la nada como objeto filosfico, sino el hecho de que laconcepcin de la prctica de la filosofa cambia absolutamente a raz de esta postulacin, dehecho, en el caso de Althusser, puede caracterizarse como un retroceso, puesto que ya no setratara de producir efectos sobre un conjunto de prcticas, de prcticas que ya estn dadas,que son externas a la propia filosofa, interviniendo sobre los conceptos que operan en lasmismas (en la ciencia, en la poltica, en el arte, en las diversas ideologas tericas), sino que lafilosofa pasa entonces a registrar un objeto, a encontrar un fundamento, as sea en la carenciade fundamento. En contraste, de acuerdo a la primera concepcin que examinamos, la tarea dela filosofa materialista consista en exhibir la carencia de fundamentos en la filosofa idealista(ideologa) por medio de una lnea de demarcacin. Nos movemos, entonces, entre la carenciade fundamentos como un objeto propio de la filosofa, interior a la misma, y la carencia defundamentos como efecto de la filosofa materialista en un campo discursivo exterior a lamisma.2

    En el Curso de filosofa para cientficos, y enLenin y la filosofa, Althusser presenta unaconcepcin de la filosofa caracterizada carecer de objeto en el sentido en el que las disciplinascientficas lo tienen. De esta manera Althusser contrara la pretensin filosfica de ser undiscurso acerca de la totalidad de lo real y a prescribir, en consecuencia, las posiciones relativasde los distintos discursos. Si la pretensin de constituir un discurso sobre la totalidad de lo realaspira a una suerte de omnipotencia, la de poner cada cosa en su lugar, la carencia de objetono es lo mismo que impotencia de un discurso que no tendra nada para decir, por carecer de

    un objeto propio, sino que, por el contrario, inaugura una nueva concepcin dela filosofaasentadaella misma sobre una demarcacin. Esta nueva concepcin de la filosofa no es novedosa porproponer una nueva doctrina filosfica, un nuevo objeto filosfico, sino una nueva prctica dela filosofa,alumbrada por un calado ms profundo sobre la funcin de la filosofa tradicional (ideologaterica) en la totalidad compleja de lo social. Ello supone realizar ciertas demarcaciones en elinterior de los discursos tericos. Por un lado tenemos a aquellos discursos que desconocen lacarencia de objeto de la filosofa y que traducen esta carencia como jurisdiccin sobre todoobjeto (la filosofa como doctrina o ideologa), haciendo de la filosofa un discurso del todo,

    una posicin sensualista, o cualquier otra posicin en la teora del conocimiento: el uso del lenguaje del reflejoobedece a la identificacin de la apuesta del adversario y a una intervencin filosfica sobre la misma.1 Como lo ha mostrado Dominique Lecourt, las tesis de Lenin sobre el reflejo no son un ndice de la adopcin deuna posicin sensualista en la teora del conocimiento, sino la manera que encontr Lenin de hacer lugar, en elinterior de la problemtica empiriocriticista, a la posicin materialista que afirma la primaca del ser sobre elpensamiento. Puesto que ello acarrea la ruina de la problemtica idealista de la teora del conocimiento, Lecourtpudo sostener que se trata de un reflejo sin espejo (ver (Lecourt 1974, 54)). Ms importante aun, la ruptura conel planteo idealista del problema del conocimiento abre un conjunto de problemas nuevos acerca del procesohistrico de la produccin de los conocimientos.2 F. Wahl ha sealado una dificultad semejante en lapropuesta de Derrida, donde conceptos como gramma, traza,diffrancey otros corren el riesgo de convertirse en el principio de una metafsica. Cf., Wahl, Franois. Ques elestructuralismo? Filosofa. Traducido por Andrs Pirk. Buenos Aires: Losada, 1975, pp. 192 y ss.

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    del fundamento o de la naturaleza ltima o ntima de las cosas, cuyos efectos estn vinculadosa la provisin de garantas para la forma actual de las ciertas prcticas y las relaciones desubordinacin y dependencia que se busca preservar entre las mismas. Se trata de discursosque, cuanto ms elaborados son, ms se acercan a los temas del todo, el origen y el fin, bajo laforma de un dispositivo discursivo que oculta su circularidad intentando proveerse un radio

    tan amplio como fuera posible (se querra que fuera infinito) lo que le da al permetro de lacircunferencia una apariencia de lnea recta. Uno de los recursos privilegiados de la filosofaexaminado por el propio Althusser consiste en algo a lo que ya nos referimos a propsito de laintervencin de Lenin en la coyuntura empiriocriticista: la explotacin de los descubrimientoscientficos, retomndolos en un discurso que los redescribe convenientemente para ponerlos alservicio de prcticas y valores extracientficos.1 En contraste, la nueva prctica de la filosofapromovida por Althusser se interroga por su posicin en la realidad, es decir, en la historia, enuna formacin social particular, en una coyuntura determinada. El concepto de prcticaterica hace inevitable esta pregunta. Una nueva prctica de la filosofa no puede hacer pasarsu reconocimiento de la carencia de objeto de la filosofa por la superacin acabamiento oconsumacin del discurso filosfico en sentido clsico, al contrario, est forzada a reconocerque su terreno de intervencin es un territorio ya ocupado por discursos que semblantean unacoherencia terica mxima, por discursos que remiten a su objeto como a una garanta que senutre de fuentes diversas(de all, entre otras, la operacin de explotacin de un discursocientfico, es decir, de tomar prestadas lasgarantas cientficaspara legitimar prcticas y valoresallende las ciencias, lo que tal vez constituya la forma de racionalidad filosfica dominante ennuestro tiempo.2El espacio terico de la ideologa aparece as como un territorio ya habitadopor discursos que semblantean una coherencia mxima y que intervienen de hecho sobre otrasprcticas sociales por la va de la denegacin de un inters extraterico. Una nueva prctica dela filosofa no puede, en consecuencia, prescindir de una distincin entre ciencia e ideologa,aun cuando deba demarcar esta distincin de aquella otra que hace de la distincin entreciencia e ideologa el objeto dela filosofa, recayendo una vez ms en el intento de investir a lafilosofa con una autoridad suprema, como ciencia de las ciencias (Teora de la prctica

    terica). Al contrario, si la nueva prctica de la filosofa es posible, es porque puede ponersobre el tapete el carcter forzado, semblanteado de la coherencia filosfica tradicional(sealando sus huecos, sus vacos, es decir, los lugares donde un discurso busca domear lasfuerzas en tensin que lo componen) como el intento de controlar un antagonismoirreconciliable entre cuyas lneas puede leerse su relacin con la poltica, con la lucha de clases.En otros trminos, la filosofa tiene tambin que ver con la poltica, y la distincin entre cienciae ideologa no se traza de una vez y para siempre, sino coyunturalmente (la filosofa esesencialmente intervencin y no saber), de donde se sigue que a la misma le corresponde uncarcter poltico especfico e irreductible.

    Ahora bien, la nueva concepcin de la prctica de la filosofa expuesta en el Curso defilosofa para cientficoschoca con cierta concepcin del vaco. En efecto, la nueva prctica de la

    filosofa tiene que defenderse de las ideas que la asedian, ideas que no son otra cosa que elelemento en el que la filosofa tradicional se desarrolla, estando, en consecuencia, siempreempujada a convertirse en un discurso sobre las garantas, sobre el origen y el fin, presin deldispositivo filosfico que es necesario resistir, incluso si se trata de garantas de izquierda.

    1 Cf., Althusser, Louis, Curso defilosofa para cientficos.Traducido por Albert Roies. Barcelona: Planeta-Agostini,1985, pp. 83 y ss.2 Cf., Mar, Enrique.Elementos deepistemologa comparada. Buenos Aires: Puntosur-Comuna de Gral. San Martn,1990, p. 23.

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    Ahora bien, Cmo se efecta esta defensa? Tomando distancia en relacin al discursofilosfico clsico (o ideologa), pero con la cautela de no hacerse una idea equivocada de estatoma de distancia; como lo dice Montag: el vaco de una distancia respecto a esas ideas noes ni siquiera un vaco, y tomar distancia trazando una lnea de demarcacin no abre enabsoluto un espacio vaco a su paso.1

    La lectura que Montag realiza de La corriente nos da un concepto diferente delvaco, un concepto sustantificado del mismo, o en la terminologa que venimos empleando,una concepcin del vaco como el objeto de la filosofa. Esto lleva a Montag a sostener queen La corriente el vaco no se ejerce, sino que se posee o se representa en la forma delenant, o el vaco,2 o bien que si la filosofa crea un vaco, no lo hace para ocupar unespacio, sino para develar [unveil] el vaco, hasta ahora escondido, que no slo precede, sinoque tambin acompaa, como una sombra, a todo lo que existe, a modo de su secreto y suverdad.3 Es decir que en esta segunda concepcin el vaco ya no aparece como efectode unaintervencin filosfica, sino como objeto de la filosofa; en otras palabras, como lo sealaMontag: [l]a cuestin, para nosotros, cuando leemos La corriente subterrnea es si estateora de teora del origen radical de las cosas, para citar las palabras del propio Althusser,ahora abiertamente confesada, no acabar por resucitar la vieja pregunta religiosa acerca deldestino.4 Que se trate de una teora del vaco originario, de un vaco que acompaara a todoorden y en particular a todo ordenamiento social, conteniendo in nuce la posibilidad de sudisolucin, que se trate de una filosofa de izquierda que asegura la transformacin socialgarantizando la nada de los ordenamientos sociales en el momento en el que estos aparecencomo ms slidos, en el preciso momento en que no se encuentra en la prctica poltica cmotransformarlos, ni siquiera cuando un pueblo unido acompaa mayoritariamente (la experienciadel pueblo griego con Syriza viene aqu completamente a cuento), no cambia la cuestin defondo.

    La postulacin de un vaco original del que todo proviene y al que todo retorna,prosigue Montag, sostiene la tesis de una inestabilidad radical que se aloja en lasestructuras ms abigarradas5, la tesis de la contingencia de cualquier orden, en la medida en

    que, de la misma manera en que podra no haber emergido, podra tambin cesar de ser. Lapregunta crucial es si la construccin de una teora del origen radicalno llevar, por la va de laproblemtica de la ideologa religiosa, a replantear el problema religioso del destino, si lacuestin del origenacarreada por el vaco original no llevar, por la senda de la problemticafilosfica clsica, a replantear la cuestin filosfica delfin.

    A travs de un rodeo por Derrida y Heidegger, del que sera largo ocuparnos aqu,Montag responde afirmativamente a esta cuestin. Para el Althusser de La corrienteantesdel mundo, antes del orden,existeel no-mundo. Montag detecta agudamente que este no-mundoanterior al mundo, funciona en el texto de Louis Althusserdespusde Althusser (recordemosaquello dePour Marx de discernir la existencia de un concepto por la funcin que desempeauna palabra en el discurso terico6 comodestino, esto es, no como un ndice de la fragilidad del

    mundo humano que la intervencin filosfica podra destacar como un camino posible deaccin, sino como un principio de esperanza, es decir de consolacin, de anticipacin del

    1 Montag, Warren.Althusser and his contemporaries. Philosohy's Perpetual War.Durham: Duke University Press, 2013, p.178.2 Ibd., pp. 178-179.3 Ibd., p. 179.4 Ibd. Ver adems Althusser, Cursodefilosofa para cientficos, p. 25.5 Montag, op. cit., p. 181.6Althusser, Prefacio: hoy., ed. cit., p. 30.

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    futuro por el presente- En resumidas cuentas, por medio de la introduccin del concepto dedestino la concepcin de la filosofa retrocede hasta aquella concepcin que hace de la mismaun cuerpo de doctrina.

    Veamos un fragmento de La corriente donde aparece claramente el compromisocon la idea filosfica de destino: La historia no es ms que la revocacin permanente del

    hecho consumado por parte de otro hecho indescifrable en proceso de consumacin, sin quesepamos, ni por adelantado ni nunca, dnde o cmo se producir el acontecimiento de surevocacin.1 En efecto, el nfasis en el vaco no est puesto ahora en la toma de consistenciade un orden, sino en la destruccin inevitablede un orden dado, es decir, en el futuro. El vacooriginarioha cerrado el crculo para convertirse en vaco final, es decir, en un destino. Este es elmomento en el que, como Montag seala adecuadamente, Althusser se encuentra ms cercanodel mesianismo del Benjamin de las Tesis sobre la filosofa de la Historia, produciendo talvez una teora del mesianismo sin mesas.

    En consecuencia, si bien en La corriente Althusser presenta a la filosofa del vacono slo como una filosofa que diceque el vaco preexiste a los tomos que caen en l, sino[como] una filosofa quehaceel vaco filosficopara dotarse de existencia2, donde ambos aspectosconfluiran en una filosofa que en lugar de tener su punto de partida en problemas filosficoscomenzara por evacuar todoproblema filosfico rehusndose a darse cualquier objeto,3 lo queest en cuestin es si en realidad estas concepciones parecen ser, a pesar de los dichos de suautor, contradictorias, incompatibles entre s.

    Montag nos propone, una operacin de lectura audaz, de acuerdo a la cual lademarcacin faltante en La corriente, de donde podra derivarse la crtica del mesianismoy de la escatologa que encuentra en este trabajo, puede hallarse en el texto que ahorapresentamos, La internacional de los buenos sentimientos. Montag descubre en este textouna crtica cristiana de las escatologas, es decir, una crtica de las escatologas interior a uno delos discursos matrices de toda escatologa, la teologa cristiana. Es tal vez en este aspectodonde radica la eficacia de La internacional de los buenos sentimientos, ya que un textoabiertamente irreligioso, en explcito conflicto con la teleologa, estara tal vez ms expuesto a

    quedar cautivo de una forma secular de la misma, mientras que un texto religioso contra lafinalidad puede resultar ms corrosivo. Michel Pcheux ya destac algo semejante a propsitodela capacidad de Spinoza para tomar posiciones ateas en el interior de la ideologa religiosa.4

    Ahora bien, el texto de Althusser que presentamos intent intervenir en una coyunturaterica propia de la posguerra francesa, y europea en general, en la que emergieronmesianismos de diferentes clases, tanto catlicos como seculares. En este contexto, el impactodestructivo de las bombas atmicas comenz a funcionar como un ndice efectivo de laposibilidad de la extincin de la especie humana, lo que se tradujo en una apelacin a deponerlas diferencias, devenidas mezquinas frente a tamao fin, para posibilitar que la humanidadentera confluya en una alianza universal, en una alianza sagrada y secular contra el destino, en

    1Althusser, Louis. La courant souterrain du matrialisme de la rencontre (1982). Encrits philosophiques etpolitiques, TomoI, de Louis Althusser, editadopor Franois Matheron,Pars: Stock-IMEC, 1994, p. 5612 Ibd.3 Ibd.4 Cf., Pcheux, Michel. Remontmonos de Foucault a Spinoza.EnEl discurso poltico, de Monteforte ToledoMario (coord.), traducido por Miguel Rodrguez, Mxico: Nueva Imagen, 1980, p. 191; y Montag, Warren.Althusser y el problema de la escatologa.. EnDemarcaciones. Revista latinoamericana deestudios althusserianos, n 3(Abril 2015): 1-14.

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    la que confluiran tanto progresistas laicos, como Malraux y Camus, como pensadorescristianos, como Gabriel Marcel y Franois Mauriac, como as tambin aquellos caracterizadospor su cruzada contra el totalitarismo, como A. Koestler, contando adems con el apoyo decientficos involucrados en descubrimientos que favorecieron el desarrollo de la bomba, comoAlbert Einstein.

    As, esta alianza universal de los hombres honestos parte de la profunda perplejidadque sigui a la guerra para convertirla en una inculpacin universal, realizada por medio dedeclaraciones del tenor del todos asesinos proferida por Camus, y a la que Gabriel Marcelaadir la observacin de que quienes lucharon por liberar a Francia utilizaron mediossemejantes a los de los ocupantes nazis. De esa manera, las opciones polticas se veanreducidas a dicotomas deuna simplicidad pasmosa, como si finalmente hubiera llegado la horasolitaria de la ltima instancia, slo que en este caso se remite a una determinacin por lamoral. Lo que estara en cuestin, segn el campo ideolgico al que se opone el jovenAlthusser serala vida versus la muerte.

    Desde el conglomerado de ideas de los partidarios del frente humano, los vencedoresde la guerra (USA y la URSS) aparecan como utopistas, es decir, como potencias queanteponan los fines a los medios, persiguiendo sus ideales a cualquier costo, algo de lo que labomba atmica sera un testimonio. En consecuencia, la oposicin entre Estados Unidos y laUnin Sovitica resultara ser ms de forma que de fondo, se tratara en ambos casos deregmenes totalitarios, de una internacional de la muerte, de acuerdo a Camus, a la que seopone, como si se tratara de su negacin la humanidad en su integralidad, considerada comototalidad, oposicin y negatividad que constituyen un proletariado de una nueva clase, unproletariado de la condicin humana, constituido como tal por los medios y relaciones dedestruccin. La posibilidad de una aniquilacin global constituira, entonces, una nuevacondicin humana, singularizada por el miedo, y puesto que esta aniquilacin amenaza a todossin distincin, la nueva situacin hara del proletariado del miedo una clase verdaderamenteuniversal.

    Al examinar esta inculpacin general, Althusser advirti que la misma constitua una

    reinvencin del pecado original, cuyos efectos prcticos equivalen a la censura de cualquier tomade partido, para pasar a insistir, en el plano terico, en que cualquier distincin entre violencialegtima e ilegtima slo perpetuara la violencia. Es decir, para el frente humano todo ocurrecomo si la condicin del proletariado del miedo, revelada por los medios y relaciones dedestruccinmasiva, implicaran la aparicin de una condicin verdaderamente universal, frente a la cual lacondicin del proletariado obrero, constituida por los medios y relaciones deproduccin apareceracomo una falsa universalidad.

    El anlisis de Montag es revelador en este punto. El norteamericano indica queAlthusser no se detiene en la constatacin de la reinvencin del pecado original, sino queextrae consecuencias radicales de esta constatacin. Del mismo modo en que Derrida hasealado que las categoras de la metafsica, aunque se tomen aisladas, implican el conjunto de

    categoras con las que hacen sistema1

    , la categora religiosa del pecado original reintroducesubrepticiamente otras categoras con las que forma sistema: el concepto de pecado originalrequiere redencin, nuestras faltas (colectivas) nos orientan hacia el futuro, de modo quequedamos suspendidos entre la esperanza y el temor..2

    1 Cf., Derrida, Jacques. Smiologie et gramatologie. Entretien avec Julia Kristeva.EnPositions, Paris: Minuit,1972, p. 31.2 Montag,Althusser and hiscontemporaries, ed. cit., p. 197.

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    As, por ejemplo, la denuncia de Camus del comunismo y el capitalismo comomesianismos utpicos que buscan destruir al mundo existente para sustituirlo por otro, o laindignacin moral de Gabriel Marcel expresada por medio de la nocin de crimen bilateral,quedan presos, a pesar suyo, de la concepcin de un fin inminente. En otros trminos, unpensamiento semejante, que por otra parte se quiere polticamente modesto (por su anti-

    utopismo), presupone en realidad, una pretensin de conocer la historia.

    1

    Este conocimientode la historia funciona, por as decirlo, como una premisa no reconocida: El mesianismo,segn el cual el fin justifica los medios, es una escatologa que se comporta como unateleologa: la lucha para realizar las metas anheladas slo produce el fin de la humanidad. Enconsecuencia, Camus denuncia al mesianismo desde el punto de vista del apocalipsis que va aproducir, es decir, desde el punto de vista del fin de la humanidad en cuanto tal, un fin cuyaproximidad requiere una accin urgente.2

    Montag indica que La internacional remite a un concepto ausente en el contextofrancs, y en el propio texto, el concepto de katechon, referido a la venida de Cristo, retomadopor Carl Schmitt enEl nomos dela tierra,3 texto escrito ms o menos en el mismo momento queel artculo de Althusser que presentamos y en respuesta a los mismos acontecimientos.Permtasenos reponer en unas pocas lneas lo central de este concepto aludido por Montagpara comprender sus efectos en el texto de Althusser.

    Carl Schmitt interpreta 2 Tesalonienses 2: 1-64 como un puente entre la esperanzaescatolgica inminente (parlisis) y la aceptacin de la demora de la venida de Cristo, esto es, lointerpreta en los trminos de la aceptacin del orden y la cultura, la aceptacin de unnomoshistrico.

    La interpretacin schmitteana enfatiza la importancia de la discusin sobre losverdaderos y los falsos profetas que anuncian el apocalipsis. Seala as que el falso apocalipsis,el apocalipsis de los sin ley, resulta sumamente destructivo, lo que implica que los falsosprofetas deben ser detenidos (katechon) y, a fortiori, de acuerdo a Schmitt, justifica la accin delImperio romano al detenerlos.

    Este breve y esquemtico desvo por el concepto dekatechonha tenido meramente por

    objeto exhibir que el conglomerado ideolgico analizado por Althusser, la internacional de losbuenos sentimientos, se inserta en un anlisis de la historia en trminos de detencin(katechon), confrontada con el sufrimiento e incluso con la aniquilacin del contingente humanoque pueden ocasionar los falsos profetas, slo que otorgndole un contenido laico. Los falsosprofetas seran los utopistas, totalitarios segn Camus, y el katechonmoderno no sera sino elpnico apocalptico que estos falsos profetas inspiran debido a que tienen a su disposicin el

    1 Este presumido conocimiento del fin de la historia hace de esta concepcin una escatologa. En otro textoMontag seala: El acontecimiento de la muerte comn y universal de la humanidad, anunciada por la guerra en smisma, borraba la distincin entre filosofa y teora poltica, por un lado, y teologa, por el otro, subsumiendoambos en una comn sujecin al futuro.. Cf., Montag, Althusser y el problema de la escatologa., ed. cit., p. 4.2 Ibd., p. 197.3 Cf., Schmitt, Carl.El Nomos dela tierra. En el derecho degentes del Jus publicumeuropaeum. Traducido por DoraThon Schilling. Buenos Aires: Struhart & Cia, 2005.4 Hermanos, hablemos de la venida de Cristo Jess, nuestro seor y del da en que nos reunamos con l. Lesruego que no se dejen perturbar tan fcilmente. No se asusten como si fuera inminente el da del seor, aunque seles anuncie por revelacin o por una palabra espiritual o se les diga que nosotros mismos escribimos al respecto.No se dejen engaar de ninguna manera. / Primero tiene que producirse la apostasa. Entonces aparecer elhombre del pecado, instrumento de las fuerzas de la perdicin, el rebelde queha delevantarsecontra todo lo quelleva elnombredeDioso merece respeto, llegando hastaponer su trono en el templo deDiosy hacindose pasar por Dios. / Norecuerdan que se lo deca cuando estaba con ustedes? Ustedes, pues, saben lo que ahora lo detiene [katechon], luegose manifestar a su debido tiempo. 2Tes2: 1-6.

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    providencia divina, como a aquellos otros, pensadores laicos, que ofrecen una versinsecularizada de esta profeca.

    Althusser, como cristiano, no puede a fin de cuentas desprenderse de la idea de que unfin est prximo, pero puede cuestionar, sin embargo, que este fin searepresentable, de maneraque, para l, el fin que puede preverse no puede ser el verdadero fin. En consecuencia: Hablar

    de la venida (Advent), del da que llegar como un ladrn en la noche, es usurpar el lugar deDios, puesto que el da y la hora no la sabe ningn hombre, ni los ngeles del cielo, sino slomi Padre (Mateo 24: 36).1

    Podemos retornar ahora al concepto hegeliano de destino. Hegel entiende por destino,decamos, la conciencia de uno mismo como su enemigo, es decir la separacin y laoposicin del presente consigo mismo. Althusser se arriesga entonces a pensar la desaparicino el fin del destino en el sentido hegeliano. En la medida en que la realidad de la peste no es lade un futuro contingente, la de un maana, sino la de algo efectivo, que ya est ante nosotros,ya no podemos pensarnos a nosotros mismos como teniendo que librar una lucha para evitarlo que se presenta como inminente, eso que representa la amenaza nuclear, sino que por elcontrario, la peste ya est aqu, frente nosotros, a disposicin para que intervengamos sobre lamisma.

    A modo de conclusin

    A modo de conclusin queremos aportar algunas notas sobre la manera en que estasreflexiones pueden insertarse en nuestra coyuntura. En algunos textos previos hemos deslizadola hiptesis de que el renacimiento de los estudios althusserianos en Latinoamrica remite aciertas fracturas del campo ideolgico forjado en los aos 80 alrededor del problema de latransicin a la democracia2. Nuestras observaciones se basan en el caso argentino,presumiendo que son extensibles, con ajustes, a otros pases latinoamericanos. En efecto, setrat entonces de la constitucin y propagacin de una peculiar ideologa, que tuvo ampliosefectos en distintas esferas de la sociedad; en particular bajo el rtulo del antiautoritarismo ha

    sido eficaz en el mbito de la cultura (en la educacin, en las relaciones familiares, en la moralsexual, en las relaciones de gnero, etc.). Nuestra hiptesis es que este campo ideolgico sefractur con la emergencia de gobiernos posneoliberales en la regin que habilitaron laposibilidad de un cuestionamiento de la ideologa jurdica, y del humanismo que subyace a lamisma, hasta entonces vedada, sin el cual la reconsideracin de las tesis althusserianas nohabra sido posible.3

    En 1983, el candidato radical Ral Alfonsn cerraba los actos de su campaapresidencia recitando el prembulo de la Constitucin nacional. Este gesto tena racesprofundas en el ideario del viejo partido radical, que supo declarar en reiteradas ocasiones quesuprograma era la Constitucin nacional. En ese sentido, el radicalismo estaba en inmejorables

    1 Ibd., p. 207.2 Cf., Karczmarczyk, Pedro. Introduccin: la filosofa de Althusser a 50 aos de Lire le Capital.Representaciones11, n 1 (2015): 3-9.3 No es un dato menor que dicha reconsideracin hay sido promovida porAlthusser, el infinitoadis, de Emilio depola, un pensador prximo, aunque no sin distanciamientos crticos, a las posiciones althusserianas en lossetenta, y luego intelectual orgnico del alfonsinismo, movimiento poltico que fue el principal promotor de laforma peculiar de la ideologa jurdica a la que nos referimos. El libro al que aludimos, a pesar de presentarsecomo una especie de testamento terico pardico, fue lo suficientemente honesto en el planteo de sus problemascomo para suscitar una serie de inquietudes y desarrollos en las generaciones ms jvenes. Cf., de pola, Emilio.

    Althusser, el infinitoadis.Buenos Aires: Siglo XXI, 2007.

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    condiciones para construir el ideario de una mtica vocacin democrtica del pueblo argentino,asolada por factores externos.1 Pero si histricamente el programa del radicalismo se opona ael rgimen, identificado con los sectores de la burguesa terrateniente, ahora la democraciapasaba a comprenderse como lo contrario de la violencia y la ilegalidad. Podra creerse que laviolencia y la ilegalidad englobaban principalmente a quienes estuvieron en el gobierno en el

    perodo 1976-1983, pero sin embargo los contornos que adquira entonces la apelacin a lademocracia se delineaban por una polaridad que se deslizaba subrepticiamente en su contrario.La violencia y la ilegalidad podan ser de derecha, cuyo ejemplo lo provea la dictadura quehaba planificado la muerte y el terror desde el Estado, tanto como de izquierda, lasorganizaciones guerrilleras que haban actuado en los aos setenta, empeadas en acceder alpoder por cualquier medio, en especial por medios violentos. Se trataba de dos demonios, designo poltico opuesto. Este diagnstico de la situacin en la que se encontraba la sociedadargentina, donde las frecuentes rupturas del orden constitucional desde 1930 eran interpretadascomo una tendencia a la ilegalidad, llev a enfocar el pasado a travs de un retcula jurdica, yen particular del pasado reciente, donde las responsabilidades parecan limitarse a lo que fuerafactible probar ante un estrado judicial, restringiendo consecuentemente las responsabilidadesciviles en la dictadura, es decir, escamoteando el sentido econmico y poltico del proceso.2 Setrataba de la teora de los dos demonios, que habran asolado a la sociedad argentina porizquierda y por derecha.3El campo ideolgico al que aludimos supona, mediante la proyeccinde la ficcin de la ideologa jurdica burguesa, que los individuos constituyen losordenamientos sociales, por ello los demonios aparecan como factores externos queimposibilitaban la constitucin normal de los procesos sociales. Es decir, los mecanismospropiamente sociales que haban operado en el proceso permanecan en un cono de sombras,relegados como factores exteriores a la autntica dinmica de la sociedad argentina. En estecontexto, el individualismo tendi a tomar posiciones en la ciudadela universitaria, haciendosentir sus efectos en distintas disciplinas y, allende la academia, tendi a permearprofundamente en el sentido comn.

    En el momento en que la sociedad argentina se enfrentaba a las consecuencias de su

    disciplinamiento poltico por la va de una represin que dej treinta mil desaparecidos, a lasdel disciplinamiento de su clase trabajadora por la va de la desindustrializacin del pas y a lassecuelas paradjicas de la derrota en Malvinas, que dejaron como saldo unas fuerzas armadaspolticamente debilitadas, con un margen relativamente reducido para negociar su retirada, lasociedad argentina tomaba conciencia de sus conflictos y sus luchas, como no poda ser de otramanera, en la ideologa. Para poder apreciar mejor las operaciones ideolgicas que estuvieronen juego, detengmonos por un momento en un intelectual orgnico del alfonsinismo en latransicin a la democracia: el jurista Carlos S. Nino.4

    1 Recientemente el historiador Alejandro Horowicz ha analizado crticamente la postulacin mtica de lademocracia como tradicin poltica americana de parte de Jos Luis Romero en su trabajo El drama de lademocracia argentina. Postular como modelo una mtica democracia fundada en 1810 permite ser tan impiadoso

    como se quiera con el gobierno que se confronte con este lbil baremo. Cf., Horowicz, Alejandro.Las dictadurasargentinas. Historia deuna frustracin nacional. Buenos Aires: Edhasa, 2012.2 Cf., Marn, Juan Carlos.La silla en la cabeza. Michel Foucault en una polmica sobreel poder y el saber.Buenos Aires:Nueva Amrica, 1987, pp. 75-76 y 90; Klein, Naomi.La doctrina del shock. El augedel capitalismo del desastre.Barcelona: Paids, 2007, v. caps. 3-5; y Karczmarczyk, Pedro. Democracia y hegemona en la Argentina de laposdictadura.Surmana5 (2012): 4-26.3 Esta teora tiene una formulacin cannica en el Prlogo redactado por Ernesto Sbato al informe de laComisin Nacional sobre la Desaparicin de Personas (CONADEP)Nunca Mas, Buenos Aires, Eudeba, 1984.4 Carlos Santiago Nino (1943-1993) fue uno de los intelectuales cruciales del alfonsinismo. De hecho desempeimportantes cargos, como Coordinador del Consejo para la consolidacin de la democracia, integr la Comisin

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    Uno de los textos claves de Nino es Un pas al margen dela ley. Estudio dela anomia comocomponentedel subdesarrollo argentino,1ttulo que revela bastante bien su inscripcin en la ideologajurdica. En esta obra Nino parte de una caracterizacin de la situacin argentina comoexcepcional, debido a que se trata de un pas en pronunciadas vas de subdesarrollo,2 esdecir, la excepcionalidad argentina consiste en una reversin fulminante de un desarrollo

    social y econmico que ya se haba alcanzado,

    3

    situacin tanto ms excepcional en cuantoacaece sin una guerra [sic] o catstrofe natural mediante.4

    Si bien Nino reconoce una variedad de factores que explican esta situacin, siguiendoen lo esencial a Carlos Waisman Reversal Counterrevolutionary Policies and Their StructuralConsequences, (Princeton University Press, New Jersey, 1987), su inters al escribir este libroradicaba en llamar la atencin sobre un fenmeno a su juicio desatendido, la tendenciarecurrente de la sociedad argentina, y en especial de los factores de poder incluidos losgobiernos-, a la anomia en general y a la ilegalidad en particular, o sea, a la inobservancia denormas jurdicas, morales y sociales.5. Poco despus Nino hace una observacin crucial:[u]no de los errores en que se suele caer [al analizar el subdesarrollo argentino] consiste enignorar la posibilidad de que su generacin causal [de la anomia] sea gradual y parcialmentecircular.6. Con ello el jurista encuentra el punto de apoyo que le permite formar su conceptoclave, la anomia boba, por la que entiende una forma de ilegalidad generalizada queimplica situaciones sociales en las que todos resultan perjudicados por la ilegalidad encuestin. Se trata () de una suerte de ilegalidad o anomia boba, puesto que no es elresultado de intereses o valoraciones que la ley no pudo satisfacer y que se satisfacen al margende ella.,7 o en otros trminos, una accin colectiva es anmica, en el sentido de la ilegalidadboba que aqu nos interesa, si ella es menos eficiente que cualquier otra que se podra dar enla misma situacin y en la que se observara cierta norma..8 La anomia boba es, enconsecuencia, generadora de bajos ndices de eficiencia y productividad que subyacen a lassituaciones de subdesarrollo9.

    Estos conceptos le sirven a Nino para realizar un diagnstico de la situacin argentina,donde la anomia boba servira para explicar de una manera semejante situaciones tan

    distintas como la importancia de la economa informal, la evasin impositiva, lacorporativizacin de la economa, la corrupcin, la anomia de las actividades productivas y laanomia en el trnsito10. Son estos ltimos, los problemas de organizacin del trnsito,comprendidos como problemas de coordinacin de la accin social, los que se convierten, paraesta ptica, en el modelo explicativo de la sociedad argentina en general.

    El planteo de Nino, tan sofisticado y lcido en distintos sentidos, contiene unelemento, mencionado al pasar, pero que a nuestro entender resulta ser clave, ya que el mismorevela su renuencia a reconocer en el conflicto un elemento constitutivo de lo social. En

    para la reforma del cdigo penal y fue asesor presidencial entre 1983 y 1989. Su libroJuicioal mal absoluto(BuenosAires, Ariel, 2006), sobre los juicios a las juntas militares, lleva un prlogo de Ral Alfonsn.1 Cf., Nino, Carlos, Un pas al margen dela ley. Estudio dela anomia como componentedel subdesarrollo argentino.Buenos

    Aires: Emec, 1992.2 Ibd., p. 12.3 Ibd.4 Ibd.

    5 Ibd., p. 24.6 Ibd.7 Ibd., p. 318 Ibd., p. 36.9 Ibd., p. 24.10Cf., Nino, op. cit., cap. 3, pp. 89-135.

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    efecto, la postulacin de la anomia boba como un factor explicativo de la situacin argentinabusca enfatizar las causas endgenas de lo que Nino caracteriza como una involucin nacional.La caracterizacin de la anomia como boba radica en ver la poltica argentina como un juegode suma cero, en virtud de tratarse, segn vimos, de una situacin en la que todos salenperjudicados al encontrarse en una situacin que les brinda un nivel de satisfaccin que est

    muy por debajo de una situacin que supone una mejora generalizada. Ahora bien, lacaracterizacin de la anomia como boba descansa sobre un supuesto de fondo sobre el quedebemos llamar la atencin ahora. Nino retoma este supuesto del ya mencionado Waisman,segn el cual las decisiones de las clases dirigentes en la historia argentina durante el siglo XXestuvieron dominadas por: un error cognitivo fatal: el miedo a una inminente revolucinsocial1. Nino acepta esta apreciacin sin vacilar, no la problematiza mayormente pues la tienepor evidente. Nosotros entendemos, por el contrario, que se trata de una apreciacinproblemtica, ya que la caracterizacin de la anomia como boba slo se sostiene bajo estesupuesto. Quienes creen o creyeron obtener un beneficio de la anomia boba, los sectoresdominantes en la sociedad que creen evitar de ese modo una situacin de mayor equidad en ladistribucin de los bienes, o alguna otra situacin que ponga en riesgo su posicin, estaransimplemente equivocados. El comportamiento espontneo de los sectores dominantes de lasociedad, que buscan garantizar su inters inmediato de diversos modos, sera un errorcognitivo, la lucha de clases no sera sino una ilusin

    Ahora bien, desde el extremo izquierdo del campo ideolgico que analizamos se hanproducido, ms o menos contemporneamente, algunos elementos para analizar este discurso.En efecto, Len Rozitchner focalizaba su pensamiento en el terror como uno de los efectoscruciales de las sangrientas prcticas polticas de la dictadura. Con el concepto de terrorRozitchner buscaba entender la eficaz reorganizacin de la sociedad argentina: hay un antes yun despus del terror. La represin siniestra del proceso fue un proyecto de domesticacincompleta de la sociedad. Un intento de solucin final a la rebelda..2Rozitchner cuestionaincluso la negacin de la violencia que sostena el sistema democrtico bajo una forma deideologa jurdica que lo codificaba todo. Invirtiendo a Clausewitz, Rozitchner sostena que la

    poltica era la continuacin de la guerra por otros medios, insistiendo en que la separacinentre guerra y poltica es ficticia: Al llegar la democracia alfonsinista se pens que se habaabierto el campo de la paz y haba quedado superado el campo de la guerra. Se vea la violenciaslo al nivel de las armas, pero se dejaba ver que la guerra se prologaba en el campo de lapoltica como estructura de dominacin que circula ahora3.

    El terror dictatorial permaneca entre nosotros, de acuerdo a Rozitchner, bajo la formade efectos psquicos duraderos vinculados al temor a caer bajo las garras del aparato represivoilegal del Estado, que bajo la figura difusa de la delincuencia subversiva persegua cualquierforma de oposicin. Ello implicaba el desarrollo de mecanismos psquicos diversos para noenfrentarse con el terror, desde la parlisis y la inaccin a la racionalizacin del horror, quehaban conocido sus formas caractersticas durante la dictadura en dos frases que devinieron

    clebres (no te mets y por algo ser). La democracia formal se recuperaba, ciertamente,pero esta recuperacin supona que algunas demandas, por ejemplo la demanda de una genuinajusticia social, estuvieran fuera de juego. Rozitchner constataba entonces amargamente que larecuperacin de la democracia ocurra juntamente con una colonizacin de las conciencias bajo

    1 Ibd., p. 20.2 Rozitchner, Len. Marxismo, crisis e intelectuales. Entrevista con Alberto Pippino. Utopas del surII, n 4(1990): 3-6, p. 3.3 Ibd., p. 5.

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    la ley del terror, puesto que ese era el lugar donde a su juicio se encontraban las principalesconsecuencias de la dictadura: Si queremos pensar debemos enfrentar la angustia de la muerteque el terror decant en uno para impedir que lo hagamos: hay que seguir pensando dentro deella contra ella. Ah es donde se comprende el efecto social de la represin sobre la gente,sobre todos nosotros.1.

    Ms all del plano de la conciencia individual, los efectos polticos del terrorismo deestado se verificaban a nivel poltico y social incluso en las formas de resistenciasocialdemcrata, que tomaban la forma de una salida en falso, presa del terror, como unaracionalizacin que se manifestaba en reflexiones lo que es posible hoy, de circulacincorriente en aquellos aos, a partir de las cuales Rozitchner y otros utilizaron categoras comola de posibilismo para referirse a esta forma de pensamiento que sindicaban como cautivadel terror dictatorial.

    Ahora bien, no cuesta mucho reconocer en la apuesta de Nino una forma deposibilismo en el sentido mentado por Rozitchner, ya que el jurista busca despejar un amplioespacio poltico donde se podra operar sin toparse con el conflicto, donde, por medio de lapostulacin de un inters comn subyacente a la anomia boba, se podra privilegiar unaforma de intervencin poltica centrada en la argumentacin (recordemos el presunto errorcognitivo en el que descansa la construccin del concepto clave de Nino). Hemos sealado alpasar la omisin de Nino de la guerra como un factor explicativo de la situacin de la sociedadargentina en la posdictadura, cuando lo cierto es que Argentina haba librado, en 1982, unaguerra con una potencia extranjera y que las sangrientas polticas de la dictadura fuerondenominadas, por propios y ajenos, como guerra sucia. No es una mera casualidad, sin duda,que esto impensado enel discurso de Nino aparezca enlazado en el sintagma que titula una delas obras de RozitchnerMalvinas: dela guerra sucia a la guerra limpia.

    Pero lo que nos interesa sealar ahora es que hoy comienzan a ser audibles algunas delas formas de la sorda complicidad que la posicin de Rozitchner, este subjetivismo deizquierda, para el cual el sintagma izquierda sin sujeto era un anatema,2guarda con las lneasmaestras que la ideologa jurdica haba establecido como los lmites del campo ideolgico de la

    argentina de los 80s. En efecto, una de las operaciones ideolgicas claves en el paso de ladictadura a la democracia fue una socializacin de las prdidas en el plano simblico. Laespecificidad de los mecanismos sociales que dominaron el proceso de la dictadura cvicomilitar asesina fue licuada as en trminos de responsabilidades individuales. El lema delsufragio universal, una persona, un voto, se traduca en trminos ideolgicos en unainculpacin generalizada, por lo que cada uno haba hecho parasuscitar la catstrofe o habadejado de hacer para evitarla. El escritor Ricardo Piglia ha descrito sugerentemente estatransformacin:

    Con la transicin de Bignone a Alfonsn se cambia de gnero. Empieza a funcionar lanovela psicolgica en el sentido fuerte del trmino. La sociedad tena que hacerse un examende conciencia. Se generaliza la tcnica del monlogo interior. Se construye una suerte de

    autobiografa gtica en la que el centro era la culpa; las tendencias despticas del hombreargentino; el enano fascista, el autoritarismo subjetivo. La discusin poltica se internaliza. Cadauno deba elaborar su propio relato autobiogrfico para ver qu relaciones mantena con elestado autoritario y terrorista. Difcil encontrar una falacia mejor armada. Se empez pordemocratizar las responsabilidades. Resulta que no eran los sectores que tradicionalmente

    1 Ibd., p. 4.2 Cf., Rozitchner, Len. La tragedia del althusserianismo terico.El ojo mocho, n 17, 2003: 43-50.

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    impulsan los golpes de estado y sostienen el poder militar los responsables de la situacin, sinotodo el pueblo argentino! Primero lo operan y despus le exigen el remordimiento obligatorio.1

    Nos interesa detenernos en este punto. En primer lugar porque entendemos queposicin antihumanista terica de Althusser desmonta esta operacin ideolgica. El nfasiscolocado en relacin a la ruptura de Marx con la ideologa jurdica subyacente en la economa

    poltica clsica, comprendida esta ideologa como una ontologa de lo social segn la cualhabra dos clases de entidades (personas y cosas) y dos clases de relaciones bsicas entre estasentidades (contrato y propiedad), hace imposible el planteamiento de estas operaciones deculpabilizacin, al reducirlas al sinsentido de sus premisas: unos agentes constituyentes de losocial, todos igualmente constituyentes y por tanto, igualmente culpables. En su lugar se nospropone entender las diferencias de peso entre las posiciones de agencia, de manera que lacomprensin de una situacin social como era la de la Argentina de la posdictadura de ningunamanera se puede realizar de acuerdo a la norma de una participacin poltica democrtica que,para colmo, haba estado proscrita en los aos inmediatamente anteriores. Podemos ver ahoracomo la meta poltica deuna sociedad democrticase vea solapada por la tesis ideolgica dequelassociedades son democrticas por naturaleza.2 En consecuencia, algo de la incomodidad que despertel pensamiento de Althusser en los aos ochenta y noventa en Latinoamrica comienza atornrsenos comprensible a partir de este desvo.3

    1 Cf., Piglia, Ricardo. Los relatos sociales. Entrevista con Raquel Argel [1987].En Crtica y ficcin, Buenos Aires:Siglo XX / Universidad Nacional del Litoral, 1990, p. 181.2 Esta tesis tiene un lugar importante en el pensamiento social contemporneo. Vase por ejemplo, Searle, John.

    La construccin dela realidad social.Traducido por Antoni Domenech. Barcelona: Paids, 2003.Vase tambin uninteresante cuestionamiento a la idea de que la crtica o la teora crtica requiere de una ontologa de lo social,donde las metas polticas deseables son consideradas como la naturaleza misma de lo social en Pleasants, Nigel.Wittgenstein and theIdea of a Critical Social Science. A Critiqueof Giddens, Habermas and Bhaskar. London: Routledge,1999.3 sta es, a nuestro entender, la configuracin ideolgica que determin la exclusin de las ideas althusserianas dela escena terica en los aos 80. Las mismas contrastan, ciertamente, con el diagnstico que algunos intelectuales

    argentinos de trayectoria marxista comprometidos en los 80 con las tareas de la transicin a la democracia dieronde la consumacin del althusserismo [Cf., Aric, Jos M.La cola del diablo. Intinerario deGramsci en Amrica latina.Buenos Aires: Siglo XXI, 2005, p. 135]; o de la crisis de Althusser y la entera moda estructuralista [Cf.,de pola,Emilio. Para ponerle la cola al diablo.EnLa cola del diablo. Intinerario deGramsci en Amrica latina, de Jos M.

    Aric, Buenos Aires: Siglo XXI, 2005, p. 20]. Estos pensadores consideran que las elaboraciones tericas deAlthusser y sus discpulos constituyeron la base doctrinaria y poltica para una accin caracterizada por su extremovoluntarismo [Cf., Aric, op. cit., p. 130]. Aric indica que como consecuencia de la perspectiva de Althusser,vinculada de una manera un tanto directa con las teoras de Rgis Debray y combinada con una lectura en clavecatastrofista de ciertos elementos de las teoras dependentistas [Ibd., p. 131] surgi una estrategia detransformacin revolucionaria segn el esquema de transformacin de clase contra clase que al encontrarse conla descomposicin de las organizaciones tradicionales de la izquierda acentu la bsqueda de sustitutos en lasorganizaciones guerrilleras y terroristas urbanas depositarias de una tarea histrica incumplida [Ibd.]. Llama laatencin la rpida constitucin de Althusser como sujeto de imputacin, sobre todo porque Aric demuestra unagran sensibilidad a los matices y a las potencialidades diversas del pensamiento gramsciano. Esto es llamativo, en

    particular, debido a la persistente crtica a la teleologa en el pensamiento althusseriano (la historia como procesosin sujeto ni fines) y a que en uno de sus textos ms difundidos Althusser supo sostener que: la contradiccinCapital-Trabajo no es jams simple, sino queseencuentra siempreespecificada por las formas y las circunstancias concretas en lascuales seejerce, y en un fragmento que devino clebre seal: ni en el primero ni en el ltimo instante suena jamsla hora solitaria de la ltima instancia. Cf., Althusser, Louis. Contradiccin y sobrederminacin (Notas para unainvestigacin).EnLa revolucin terica deMarx,, traducido por Marta Harnecker. Mxico: Siglo XXI, 1985, pp. 86 y93. Dicho de otra manera, sin renegar de las secuelas del althusserismo que sealan estos autores, las mismasreclaman una comprensin en trminos de la coyuntura en la que ocurrieron ms que en trminos de unaconsecuencia necesaria de la teora. Por su parte Ernesto Laclau ha puesto de manifiesto que su inters por

    Althusser en los aos 60 estuvo determinado por las potencialidades del concepto de sobredeterminacin para

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    Si bien la insistencia de Len Rozitchner en el terror dictatorial y sus consecuencias enel presente de la transicin democrtica lo ponan en las antpodas de la ideologa jurdica y lateora de los dos demonios, su posicin guardaba una afinidad profunda con algunos de lospresupuestos de esta matriz discursiva. En el esquema de Nino, la apelacin a la democracia y ala legalidad funciona como unkatechon, que debe detener la accin destructiva de los sin ley, de

    los anmicos, quienes, cautivos de una falsa profeca, la de una inminente revolucin social,deseada o temida, infringen a la sociedad argentina un dao maysculo: el de una pendiente desubdesarrollo creciente. Elkatechondemocrtico, si bien no plantea abiertamente un estado deexcepcin, s exige que se renuncie a las ilusiones que surgen de un partisanismo que no puedesino ser daino. Sera necesario, entonces, renunciar a las ilusiones, ya que las mismas ponenen peligro el ordenamiento jurdico democrtico, propuesto como un remedio sincontraindicaciones. Para elkatechondemocrtico proponer cualquier otra lgica social que vayams all de los principios de su lgica jurdica debera prevenirse, ya que constituye,virtualmente, un delito, un quiebre de este orden. El katechon democrtico, como vemos,rechaza las falsas profecas en nombre de una profeca verdadera.

    Por su parte, la filosofa de Rozitchner est obsesionada con pensar el origen de larebelda, de la resistencia, cuya emergencia llega a delimitar con bastante precisin, en elmomento del Edipo.1 Rozitchner reconoce la eficacia de estructuras sociales en la instalacindel terror, sin embargo, en el momento de pensar su eficacia en el presente de la transicindemocrtica el terror aparece desagregado individuo por individuo, como un momento deparlisis que adviene cuando la rebelda despierta asociaciones funestas vinculadas a la violenciaterrorista estatal impune en la soledad de la conciencia (cada uno lleva en s la amenaza de serun desaparecido.2Pero el filsofo argentino no est interesado principalmente en pensar esteaislamiento como un hecho propiamente social, como una de las maneras en las que las clasesdominantes llevan adelante su lucha de clases contra la clase trabajadora y sus aliados. Si sefocalizara en esta condicin social del aislamiento, creemos, el nfasis debera colocarse sobreel exterior que constituye al interior como tal aislamiento, sobre las correlaciones de fuerza, suhistoria y sus posibles fisuras. Sin embargo Rozitchner tachara tal proceder como propio de

    una izquierda sin sujeto que pasa por alto que la esfera de la experiencia personal esintransferible, es decir, que no repara en la condicin de absolutos (irrepetibles y nicos) de lossujetos, que es para l una premisa bsica, la premisa que debe reconocerse en primer trminopara reconocer despus el carcter de absolutos-relativos de los sujetos.3 La tarea de la poltica

    acercarse a la comprensin de las realidades latinoamericanas que escapaban a la despojada contradiccinburguesa-proletariado, en su caso el peronismo. Cf., Laclau, Ernesto. Entrevista a Ernesto Laclau.EnReleer

    Althusser, de Bruno Fornillo y Alejandro Lezama, Buenos Aires: Parusa, 2002, p. 2051 Rozitchner contrasta la interpretacin lacaniana del Edipo con la de Freud en estos trminos: suinterpretacin del Edipo, donde se juega la ley de la conciencia () para Freud tiene dos momentos: 1) el nio esun rebelde que enfrenta y le da muerte imaginariamente al padre; 2) el arrepentimiento o la culpa que implanta enla conciencia la ley del padre muerto. Lacan excluye ese primer momento de la violencia, que Freud incluye,

    porque para Freud, toda ley, individual o colectiva, descansa en la violencia que la impone. Para Lacan la leyaparece impuesta, pasivamente, como un sello, sin drama ni resistencia.. Cf., Rozitchner, Len. Contornos deun pensamiento. Entrevista con Horacio Gonzlez, Eduardo Rinessi y Jung Ha Kang.El ojo mocho, n 3, 1993,p.14. Rozitchner extiende estas reflexiones en suMarx y la infancia. Cf.,Marx y la infancia.Buenos Aires: EdicionesBiblioteca Nacional, 2015.2 Rozitchner. Marxismo, crisis e intelectuales. Entrevista con Alberto Pippino., ed., cit., p. 4.3Al respecto sostiene Rozitchner: en la parte final de mi tesis [sobre la tica de Max Scheller] llego a undescubrimiento () de que cada uno de nosotros es un absoluto-relativo. () este descubrimiento de lanecesidad de afirmarse uno mismo como un absoluto irreductible a todo otro, en lo que podra llamarse lamismidad del ser de cada uno, y que ese sentimiento era, me parece, fundamental para poder establecer luego el

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    no es en primer lugar una tarea de organizacin y de lucha, en el marco de las cuales seconstituiran y reformularan las subjetividades (primaca de la prctica), ya que la mismatendra un punto ciego insuperable si no estuviera sostenida por una iluminacin subjetiva.1 Latarea de la poltica parece ser entonces salir a encontrar otros que permitan sostener la gallardasubjetiva individual2: con el comienzo de la democracia grandes sectores sociales saban

    que eso [el terror] era lo que deba ser elaborado, llevado a conciencia para vencerlo en elcuerpo y volver a animar sus ganas ciertas: vencer el miedo colectivamente, aunque siempreest en cada uno como individuo.3.

    Digamos con pocas palabras lo que nos lleva a postular una sorda complicidad de lafilosofa de Rozitchner con el encuadre juridicista de la transicin democrtica. Por un lado,percibimos en su escritura una veta que apunta ms al ensayo de unainterpelacin de izquierdaque a la constitucin de una teora, es decir, nos parece, la suya, una escritura que busca laconstitucin de sujetos rebeldes, de sujetos fieles a su verdad subjetiva, encarnada en surebelda infantil en la que estara el origen de toda rebelda. Pero este ensayo incesante de unainterpelacin rebelde, sera una empresa imposible si no descansara en los supuestos delcarcter absoluto de los sujetos y, a fortiori, en una tesis de la constitucin de lo social por lossujetos, lo que en lengua althusseriana no podemos sino llamar humanismo, que constituye elsuelo de los supuestos en los que descansa la socializacin de las responsabilidades a la quealudimos. En otros trminos, la operacin rozitchneriana, con todo su encanto, que lo tiene,est dominada por la presentacin de una forma de subjetividad, efecto de una situacin socialespecfica, los aos sesenta y los setenta, en los que se vehiculiz lo que tal vez haya sido lamayor y ms extraordinaria voluntad de justicia vivida por la historia,4 como si la misma fuerala causa de esa situacin. Si esta apreciacin es justa, deberamos decir que la filosofa deRozitchner est dominada por lo que con Michel Pcheux podemos denominar efectoMnchhausen, por el clebre Barn que crea poder sacarse de un pantano tirando de suscabellos, esto es, por una transmutacin delos efectos en causas, y en particular de aquellasevidencias por las cuales un sujeto se representa a s mismo como un principio absoluto, enforzoso desconocimiento de las condiciones que lo determinan.5

    carcter de toda relacin poltica. () este misterio de la propia existencia, que nada puede negar, pero al mismotiempo comprenderlo como relativo (como relativo a lo histrico) me pareci una punta de afirmacinimportante. () despus vi entonces que para explicarme este carcter irreductible (que es absoluto, porque soyabsolutamente irreductible a todo otro) tengo que acudir a lo relativo: relativo a mi historia, a mis padres, a lafamilia, a mis amores, a mis amigos, al mundo exterior. Y sin embargo esto no lo agota, porque siempre volvemosa ese lugar primero, donde la afirmacin de uno mismo aparece como irreductible.. Cf., Rozitchner, Contornosde un pensamiento. Entrevista con Horacio Gonzlez, Eduardo Rinessi y Jung Ha Kang., ed. cit., p. 6.1 Yo creo que el terror solamente puede enfrentarse en la medida en que abrimos el campo donde el terror nosmarc, y al mismo tiempo nos marc sealando lo impensable de eso que a partir del terror difcilmente podemospensar: lo sentimos como lo ms distante, en lo ms recndito de uno mismo. Pero al mismo tiempo est alacecho. Cf., Cf., Rozitchner, Contornos de un pensamiento. Entrevista con Horacio Gonzlez, Eduardo Rinessi

    y Jung Ha Kang.,ed. cit., p. 13.2Yo creo que hay dos formas de pensar el terror en nosotros: los que se apoyaron en el terror y vivieron la marcaanestesiante para no volverlo a sufrir, y que qued como una marca que determina tambin el modo de pensar, yhay otros que, mal que bien, enfrentamos laangustia que el terror hace aparecer en nosotros, pero habilitamos eselugar anterior, por decirlo as, que el terror no elimin, y desde ah volvemos a pensar nuevamente lo que estamospensando ahora.. Cf., Rozitchner, Contornos de un pensamiento. Entrevista con Horacio Gonzlez, EduardoRinessi y Jung Ha Kang., ed. cit., p. 16.3 Rozitchner, Len. Marxismo, crisis e intelectuales. Entrevista con Alberto Pippino., ed. cit., p. 3.4 Cf., Tatin, Diego, Carta enviada a La Intemperie(Abril de 2005). En AA.VV.No matar. Sobrela responsabilidad.Crdoba: Ediciones del cclope - Universidad Nacional de Crdoba, 2007, p. 76.

    5 Cf., Pcheux, Michel.Lesvrits deLa Palice.Paris: Maspero, 1975, pp. 135 y ss.

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    Ahora bien, si Rozitchner nos ofrece los efectos como si fueran las causas, todavaseguira siendo cierto que esta confusin es un eslabn importante en el legado de esa voluntadde justicia, y legado quiere decir aqu aquello que hace que unos efectos no se extingan, estoes, que siendo efectos se tornen causas en virtud de otros efectos que los prosiguen. Los textosde Rozitchner nos ilustran sobre su urgencia de encontrar un origen o un fundamento para la

    rebelda, y la necesidad de encontrarlo en el momento de la constitucin de la conciencia, portanto presente en cada uno desde el vamos, fundamento sostenido o rechazado luego por lxsadultxs. El texto de Althusser que presentamos ilustra una estrategia bien distinta. Sobre laoperacin discursiva realizada por la internacional de los buenos sentimientos, Althusserdestaca que los buenos sentimientos, la sed de justicia y la voluntad de justiciaya dadosen lamisma, pueden ser puestos contra s mismos indicando que se saltean lo obvio, que aquelloque temen que ocurra maana ya est pasando, desde anteayer. La eficacia de estaintervencin carece de garantas, depender de la magnitud y la calidad del temor respecto delcual, tomando distancia, revelan un vaco.1

    1 El problema del legado de una subjetividad rebelde y la manera dificultosa en la que se inserta en la presentecoyuntura ideolgica y terica ha sido retomado de diversas maneras en una de las disputas ms intensas queocurrieron en el seno de la izquierda argentina en los ltimos aos, a partir de la publicacin de una carta pblica

    titulada No matar por el filsofo argentino Oscar del Barco, en 2004 a raz de una entrevista realizada a HctorJouv, ex integrante de uno de los primeros ensayos guerrilleros argentinos, el del EGP (Ejrcito Guerrillero delPueblo). Esta experiencia, conducida por Ricardo Masetti, implic el fusilamiento de dos integrantes del grupo amanos del propio grupo guerrillero, lo que gener una serie de disputas donde afloraron, de distintas maneras, laculpa y la responsabilidad. Len Rozitchner tom parte en esta controversia con dos largos textos, apelando alconjunto de ideas fuerzas que domina su produccin al menos desde los ochenta. La polmica es muy interesante,en resumen, porque reactualiz ya en pleno siglo XXI los distintos tpicos del campo ideolgico de los aos 80.Cf., AA.VV.No matar. Sobrela responsabilidad. Crdoba: Ediciones del cclope - Universidad Nacional de Crdoba,2007; y .No matar. Sobrela responsabilidad. (segundo volumen). Crdoba: Editorial de la Universidad Nacional deCrdoba, 2010.