justicia social

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Robinson Salazar es un crítico de la hegemonía estadounidense y el como el modelo neoliberal ataca a las clases sociales más pobres

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  • LIBRARIUS

    Utopa y Praxis Latinoamericana / Ao 15. N 50 (Julio-Septiembre, 2010) Pp. 159 - 166Revista Internacional de Filosofa Iberoamericana y Teora Social / ISSN 1315-5216CESA FCES Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela

    Zulay C. DAZ-MONTIEL & lvaro B.MRQUEZ-FERNNDEZ (Coord.). Justicia so-cial emancipadora, democracia ciudadana y crisisdel Estado. Colec. Insumisos Latinoamericanos, Ela-leph.com. Buenos Aires, Argentina, 2010. 350 pp.

    Robinson SALAZAR PREZ &Nchamah MILLER, Mxico.

    El escenario que muestra Amrica Latina enla primera dcada del Siglo XXI no es alentador paraanunciar nuevas respuestas a los problemas de nues-tra vida cotidiana, dado que las coordenadas polti-cas internacionales condicionan el comportamientoy trayectoria de los agentes y actores sociales en dis-tintos lugares y pases.

    No es un determinismo desde lo exterior,porque cada nacin imprime la dinmica y hologra-ma de acuerdo a la construccin poltica fraguada ysta si es observada a tiempo por los dems actorespuede ser colocada en la centralidad de un movi-miento, accin y plataforma de cambio.

    Sin embargo, son pocos los pases nuestrosdonde las construcciones polticas han sido pensadascomo formas de organizacin locales, con visinpre-clara de la circunstancia a la cual enfrenta, concapacidad de dilogo, movimiento, desplazamientosy herramientas polticas acorde al momento y adver-sario a confrontar; asimismo, revelan una vocacinconvergente, abierta, plural, tolerante y capaz deabarcar un espacio amplio para insertar la lucha yconstruir espacios autnomos de subjetividad deruptura y accin insurrecta.

    Lo sealado apunta a dilucidar que las cons-trucciones polticas no estn a boca de pozo, por elcontrario se mueven entre nubosidad y terrenos si-nuosos, algunas veces en lugares muy provinciales yotras diversas especialidades que dificultan su obser-vacin permanente, debido a la invisibilizacin antelos dems por su trayectoria zigzagueante e intermi-tente en coyunturas estratgicas.

    He aqu el primer obstculo que debemossoslayar para despejar la primera incgnita que im-posibilita la visin poltica del horizonte, porque elachatamiento que poseemos en nuestro observatoriopermite que muchos de nosotros aceptemos las vocesajenas que arguyen, como teln de fondo, que no so-mos capaces de impedir absolutamente nada porquetodo est rescrito.

    Despejar el horizonte de cargas nostlgicasque no hemos vivido y slo las percibimos por co-mentarios o voces labriegas de la derrota es una tareainmediata a fin de desaprender la historia y las ideasde ser un mundo atrasado y por ende imposibilitadopara ganar un pedestal en la historia contempornea.

    Somos sujetos con capacidad de arar la tierra,sembrar millones de semillas, producir alimentos, re-producirnos socialmente, crear signos, smbolos,dilogos, saberes, costumbres, hbitos, relacionessociales, urdimbres y comunidades que trasciendenpor aos en varios territorios y se trasladan de un lu-gar a otro hasta poblar pases completos y en cada lu-gar, de acuerdo al clima, suelo, relaciones que tejen yanudan, el holograma comunitario lo impregnan yconfeccionan los nombres de cada poblacin, y trasdel holograma hay una historicidad colectiva que ex-plica su pasado.

    Lo importante es saber reconocerlo y asig-narle el valor correspondiente a la historicidad colec-tiva como ncleo interfaz que si la desenganchamosde nuestro presente quedara como un vagn del fe-rrocarril despegado de la maquina, imposible de mo-verse sin esa fuerza de traccin.

    El pasado es un vagn cargado de saberes,experiencias, tradiciones y una rica caja de herra-mientas con un sinnmero de formas de sobreviven-cias, estrategias, formas de lucha, habilitaciones encontingencias, pensamientos de resistencia, de lu-cha, confrontacin y semillas de emancipacin, sloproductivas y provechosas si las embonamos con lacircunstancia del presente, dado que es la realidadsocial donde habitamos y compartimos a diario, lamateria de trabajo poseda para adaptar y modificar afin de garantizar la perdurabilidad de la vida y los se-res humanos. En la perdurabilidad, la garanta a lavida est el futuro, no de sometimiento ni de esclavi-tud, sino de concordia, convivencia y reciprocida-des, donde el hombre sea afn a la sociedad y lanaturaleza.

    Estos tres momentos en el sujeto: pasa-do-presente y futuro no son un sendero despejado devicisitudes, conflictos, luchas, confrontaciones ymuertes.

    La historia de la humanidad nos ilustra que laaparicin de la propiedad privada dio origen a la vio-lencia, la lucha de clases y el despojo, esos tres ele-mentos han constituido el eje del mal en la humani-dad porque todo aquel que intenta apropiarse del pa-trimonio o bienes de los otros consubstancialmente

  • est despojndolo de un derecho y a su vez si lo hacecon engao o a la fuerza, altera la confianza y reci-procidad del semejante y provoca ruptura de los hilosasociativos o de voluntades colaborativas.

    No slo es un dao por el valor de la apropia-cin, sino por la secuela y el aprendizaje ofrecidopara el consecuente intento de repeticin por otros,degradndose el tejido de una comunidad o colectivohumano. El uso de la libertad no es instrumental en laapropiacin de los bienes ajenos o de expropiar elproducto del trabajo de otro; tampoco podemos re-nunciar al ejercicio de nuestra voluntad libre para ha-cer el bien o el mal, la diferencia radica en que la li-bertad observa leyes morales y limita su ejercicio ar-bitrario o lo desborda al libertinaje.

    La libertad es de uso responsable, moral, co-munitario porque est constituida por la capacidadde creacin, inventiva o instrumentacin del hombrelimitada solamente por la responsabilidad de perpe-tuar su especie. Por lo anterior, la libertad se ejerce enun orden que el hombre crea, norma y establece parala convivencia comunitaria y cvica.

    La libertad ilimitada y desprovista de todoelemento moral es riesgosa y las rmoras que ante-pongamos a ella conducen a la inhabilitacin delhombre libre para pensar, crear y transitar por elmundo. La que ejercitemos responsablemente, consentido comunitario, respeto a la vida y reconocien-do que slo es posible disfrutarla si los otros tambinpueden hacer lo mismo es la libertad humana y ejer-citan la libertad humana.

    Entonces es la libertad el primer cristal quedebemos desempaar para poder visualizar el cami-no hacia la emancipacin. El segundo paso es la jus-ticia, ilustrada con Platn y Aristteles como la com-plementariedad de la felicidad juntas a travs de larazn. As lo justo, el equilibrio, el medio es el cuer-po de la justicia.

    La justicia tiene un ingrediente tico al vin-cularse con la libertad donde concebimos a todos loshombres iguales, aun cuando muchos fanticos delneoliberalismo promulgan la igualdad y libertad,ellos son ms proclives a la libertad de mercado que ala igualdad humana. No obstante, en el socialismoreal se hizo el esfuerzo por otorgar igualdad de opor-tunidades por medio de conculcar la libertad de losciudadanos, lo que arroj muchas dudas y dilemas decmo construir la libertad y justicia a la vez.

    En el Siglo XXI la libertad y justicia transitapor la defensa y cuidado de la vida, no podemos ennombre de la libertad destruir el planeta, despojar alos pases del tercer mundo de sus riquezas naturalesestratgicas, tampoco manipular las nuevas tecnolo-gas y alterar la vida humana, muchos menos concen-trar todas las riquezas, la produccin de alimentos yla vida en pocas manos mientras la tierra y ms de mildos cientos millones de personas mueren de hambre.La emancipacin del hombre comienza con la activi-

    dad permanente de trasgredir todo aquello que detie-ne, impide su evolucin y limita sus aspiraciones decristalizar sus ideales de libertad y justicia, donde elvalor de lo humano est en la centralidad de sus ac-ciones, por ello los derechos humanos son el puenteque debemos atravesar para alcanzar la justicia y ellargo camino que han tenido que recorrer, pues sonderechos histricos, han pasado por los derechos ju-rdicos en el Siglo XXVIII, derechos polticos en elSiglo XIX, derechos sociales en el Siglo XX, y esta-mos exigiendo los derechos culturales en el SigloXXI. Sin embargo, en la historia, en especial la de lospueblos latinoamericanos, a cada da los derechospaulatinamente se pierden por el desconocimientode los mismos por parte del Estado, el sector empre-sarial gobernantes y empleadores. Los derechos hu-manos son una barricada que debemos defender parapoder aspirar a la justicia emancipatoria.

    Desafo de la justicia emancipatoria

    Los partidos y gobiernos de la nueva derechaen Amrica Latina a partir de 1982 iniciaron la etapade reestructuracin con tres fases importantes, A) lade incorporar a los empresarios a la poltica y amol-dar el Estado acorde a los intereses de sus negocios ypara obtener canonjas en exencin de impuestos ycontrolar las obras gubernamentales licitadas,B) crear una alianza estratgica entre propietarios demedios de comunicacin, capital financiero y empre-sarios ligados a negocios internacionales para cerrarel crculo y construir un dominio cultural, econmi-co y poltico de proporciones hegemnicas que pu-diesen romper, contener y exterminar los brotes devoces y acciones opositoras al modelo neoliberal,criminalizar las protestas y movimientos sociales, ylegislar para desconocer derechos polticos y labora-les hasta dejar a los trabajadores y fuerzas opositorasen un estado de indefensin absoluta y, C) desmontarpoco a poco la poltica, anular la capacidad procura-dora del Estado y en un futuro remplazar a los parti-dos polticos por asociaciones legislativas y funcio-narios al servicio de las empresas para crear leyes,privatizar la asistencia social y eliminar las reivindi-caciones que gozan los trabajadores y empleadoshasta dar forma a un tipo de nueva de organicidad sinantecedentes en la historia de la humanidad y con laincapacidad de explicar la reproduccin social de lasociedad en el Siglo XXI.

    El panorama descrito aun no tiene un mapade configuracin, son vetas y tendencias que avizo-ramos por los acontecimientos de nuestra vida coti-diana, donde 20 pases controlan el 80% de la pro-duccin y comercio mundial, lucran con las crisis fi-nancieras, se niegan a pagar impuestos y seguros deliquidez, provocan volatilidad al trasladar sus fortu-nas, imponen gobernantes y condicionan a gobier-nos para generar empleos a cambio de legislacionesantipopulares.

    LIBRARIUS160 Utopa y Praxis Latinoamericana. Ao 15, No. 51 (2010), pp. 159 - 166

  • Los mpetus de sus exigencias y la organici-dad construida a nivel mundial, los caracteriza comofuerza hegemnica, con firmes alianzas con agentesy actores estratgicos en el ramo meditico, militar,financiero y poltico quienes vinculados con los or-ganismos internacionales han creado una plutocraciaque domina varias estructuras del sistema capitalistapostindustrial.

    Las grandes compaas imponen criterios enla Organizacin de Naciones Unidas desde 1978, lascorporaciones ligadas a los negocios del petrleo, in-dustria farmacutica y otras ms que suman 44 en to-tal participan en Global Compact desde el 2002como representantes de la Sociedad Civil; los mag-nates de la industria de armas son los mismos de lascadenas mediticas y a partir de 1995 los consorcioseconmicos imponen las poltica educativas, refor-mas laborales, cambios estructurales y de comercio atravs de la Organizacin Mundial de ComercioOMC, lo que arroja un nuevo mapa del gran poderque han construido las sociedades trasnacionales enel mundo contemporneo.

    La voracidad para extraer riquezas a travsde minas, cultivos extensivos e intensivos, la depre-dacin del medio ambiente, el control sobre los re-cursos naturales estratgicos, la sencilla moviliza-cin de recursos y dinero, los boicot que provocan agobiernos opositores y la insensibilidad portada altener conocimiento de la existencia de 1.500 millo-nes de pobres, 1.000 millones de nuevos pobres, ta-sas de desempleo sobre el 12% y la pauperizacincada da mayor de los salarios y pensiones, los orillaa confrontar y tensionar la relacin con la derechapoltica organizada en partidos gobernantes, porquela alianza construida ayer, es nociva hoy en el inte-rior de los partidos neoconservadores en la medidaque acota sus espacios de maniobra, los someten alos intereses empresariales y la construccin de legi-timidad est en riesgo al carecer de recursos pblicospara instrumentar polticas pblicas y reproducirsecomo partido poltico, debido al desfalque en las ar-cas pblicas de los pases latinoamericanos a causade los rescates financieros.

    Resultado del cuadro de despojo y destruc-cin tenemos un escenario latinoamericano caracte-rizado por tres aspectos: Neocolonizacin de suseconomas, instauracin del modelo neoliberal a ra-jatablas y la reorganizacin del Estado con un perfilPolicial-Militar cuyo objetivo es construir ciudada-nas del miedo, contener las movilizaciones e instau-rar un rgimen de terror, distinto a los sembrados enlos aos 70, pero con el mismofin de exterminar lide-res, llevar a cabo profilaxis social y derrumbar loshorizontes que dibuje un escenario distinto y opuestoal vigente.

    Justo en medio de esta vorgine de contradic-ciones, confrontaciones, resistencias y acciones co-

    lectivas las banderas de la libertad, justicia, equidad,tolerancia y pluralismo agitndose en las marchasdenotan el grado de peligro o extincin de muchos denuestros derechos y valores, porque la demoledoralocomotora neoliberal en su fase terminal pretendedisconfigurar todo el cuerpo orgnico de los dere-chos polticos hasta conducir al hombre a un estadode indefensin absoluta. Borrar los derechos al tra-bajo con la flexibilidad laboral, invisibilizar la po-breza y al sujeto no consumista, estigmatizar a lospobres y movimientos de protestas populares y sen-tar las bases de la sociedad hedonista-consumista esel ideal neoliberal donde el ser humano pasa a ser unacosa, un objeto y su capacidad reclamante es merma-da por su fragmentacin e insularidad social.

    Nos encontramos en la antesala de un proce-so paulatino pero persistente hacia la desciudadani-zacion, donde los logros alcanzados desde el SigloXVIII sean pulverizados hasta llegar a re-comenzarla historia de la humanidad con un nuevo tipo de es-clavitud e idiotez cultural.

    Es necesario plantearnos desafos, tareas ydar nuevas respuesta a este mundo abigarrado de du-das y dilemas que no dan cabida a conjeturas prolon-gadas, la velocidad del mundo por la implicacin delas nuevas tecnologas nos abruma y el reposo de lasideas slo anida en dilogos colectivos entre sujetospreocupados por la misma temtica.

    As nace Justicia Emancipatoria, como ex-presin de dilogo constructivo en la sala de la preo-cupacin social y poltica que nos invita la casa deAmrica Latina cuyo anfitriones esta vez son lvaroMarquez-Fernandez y Zulay C. Daz-Montiel quie-nes polemizaban en junio de 2008 sobre la epistmecrtica para construir una teora de la justicia emanci-patoria que mas tarde terminara de concretarse enuna teora crtica de la justicia emancipatoria perocon una reflexin colectiva desde el pensamiento ylas voces latinoamericanas.

    Ah fueron convocados colegas de Uruguay,Portugal, Brasil, Venezuela, Ecuador, Colombia yArgentina. Todos ellos pluma en ristre, oteando elhorizonte, examinando trechos y tejiendo pensa-mientos dieron cuerpo al libro con letras ordenadasen oraciones y metforas, argumentos slidos y con-clusiones claras que arribaron a la conclusin de lapresente obra.

    La comunidad insumisa de Latinoamrica denuevo est de plceme por un producto necesario, re-clamado por los sujetos de abajo y pensado para sa-tisfacer una necesidad poltica, aventurarnos are-pensar la libertad, la justicia y la emancipacin denuestros pueblos porque el ideal del hombre nuevono est en ver pasar los estragos que sufre la humani-dad, sino en prestar su concurso para detener la bar-barie que vivimos.

    LIBRARIUSUtopa y Praxis Latinoamericana. Ao 15, No. 51 (2010), pp. 159 - 166 161

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