julio ramón ribeyro. semblanza

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1 Julio Ramón Ribeyro Semblanza La Jornada Semanal, 5 de mayo de 1996. Por Vivian Abenchuchan (Vivian Abenchuchan nació en la ciudad de México en 1972. Es alumna de Letras Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ha colaborado en la revista Ensayo y en el suplemento sábado, de unomásuno). Julio Ramón Ribeyro se dedicó a la escritura con el mismo placer y resignación con el que se sobrevive un vicio: sin remedio. Aunque en algún momento confesó ser un "hedonista frustrado", pues su vida siempre se sostuvo en los frágiles "umbrales de la salud", Ribeyro practicó la embriaguez moderada como método de conocimiento y la escritura como sucedáneo del tabaquismo. Su trayectoria de fumador atraviesa uno de los momentos sin duda más felices de la prosa latinoamericana: el cuento autobiográfico "Sólo para fumadores". Ahí, detrás del ácido carbónico y el humor negro que Ribeyro exhala contra sí mismo, apenas se oculta la historia de una vocación literaria asumida como una disciplina intransigente, renunciando a cualquier prestigio público e incluso a cualquier mérito. En más de una ocasión, este fumador incorregible declaró que, para él, el acto creativo había adquirido la misma naturaleza de los vicios: un hábito que luego se convierte en una enfermedad incurable, autodestructiva y fanática ("escribir es desoír el canto de sirena de la vida"), pero que se revela, al final, como la única medicina posible contra la grisura del mundo. Ribeyro no escribe por oficio, acaso ni siquiera por vocación; lo suyo es un impulso fatal, una necesidad inaplazable. Dejar de hacerlo, como dejar de fumar, le habría hecho la vida insoportablemente insípida. Ribeyro nació en 1929, en una ciudad que aún aguardaba ser escrita. Enemigo de la crítica biográfica a lo Saint-Beuve, el autor de Los geniecillos dominicales escribió en la primera página de su autobiografía inconclusa: "Se puede ser una nulidad a pesar de una estirpe ilustre e inversamente un hombre excepcional nacido en un medio humilde e iletrado [...]. Mi vida no es original ni mucho menos ejemplar y no pasa de ser una de las tantas vidas de un escritor de clase media nacido en un país latinoamericano en el siglo veinte". A cambio, Ribeyro propuso en sus Prosas apátridas una crítica que se organizara alrededor de los rostros: "Cada escritor tiene la cara de su obra". En efecto, la obra de Ribeyro, discreta e inapresable, no merecía otro rostro que el de su autor. En las pocas fotografías que se conocen de él, siempre está de paso, como queriendo escapar de la posteridad. Flaco, débil y tímido, sus ojos guardan, en cambio, una extraordinaria viveza, inteligente y puntillosa, y sus labios delgados descubren, además del infaltable cigarrillo, una sonrisa ambigua, a un tiempo irónica y afectuosa. Además, el cuerpo enfermizo de

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    Julio Ramn Ribeyro

    Semblanza

    La Jornada Semanal, 5 de mayo de 1996. Por Vivian Abenchuchan (Vivian Abenchuchan naci en la ciudad de Mxico en 1972. Es alumna de Letras Hispnicas en la Facultad de Filosofa y Letras de la UNAM. Ha colaborado en la revista Ensayo y en el suplemento sbado, de unomsuno). Julio Ramn Ribeyro se dedic a la escritura con el mismo placer y resignacin con el que se sobrevive un vicio: sin remedio. Aunque en algn momento confes ser un "hedonista frustrado", pues su vida siempre se sostuvo en los frgiles "umbrales de la salud", Ribeyro practic la embriaguez moderada como mtodo de conocimiento y la escritura como sucedneo del tabaquismo. Su trayectoria de fumador atraviesa uno de los momentos sin duda ms felices de la prosa latinoamericana: el cuento autobiogrfico "Slo para fumadores". Ah, detrs del cido carbnico y el humor negro que Ribeyro exhala contra s mismo, apenas se oculta la historia de una vocacin literaria asumida como una disciplina intransigente, renunciando a cualquier prestigio pblico e incluso a cualquier mrito. En ms de una ocasin, este fumador incorregible declar que, para l, el acto creativo haba adquirido la misma naturaleza de los vicios: un hbito que luego se convierte en una enfermedad incurable, autodestructiva y fantica ("escribir es desor el canto de sirena de la vida"), pero que se revela, al final, como la nica medicina posible contra la grisura del mundo. Ribeyro no escribe por oficio, acaso ni siquiera por vocacin; lo suyo es un impulso fatal, una necesidad inaplazable. Dejar de hacerlo, como dejar de fumar, le habra hecho la vida insoportablemente inspida. Ribeyro naci en 1929, en una ciudad que an aguardaba ser escrita. Enemigo de la crtica biogrfica a lo Saint-Beuve, el autor de Los geniecillos dominicales escribi en la primera pgina de su autobiografa inconclusa: "Se puede ser una nulidad a pesar de una estirpe ilustre e inversamente un hombre excepcional nacido en un medio humilde e iletrado [...]. Mi vida no es original ni mucho menos ejemplar y no pasa de ser una de las tantas vidas de un escritor de clase media nacido en un pas latinoamericano en el siglo veinte". A cambio, Ribeyro propuso en sus Prosas aptridas una crtica que se organizara alrededor de los rostros: "Cada escritor tiene la cara de su obra". En efecto, la obra de Ribeyro, discreta e inapresable, no mereca otro rostro que el de su autor. En las pocas fotografas que se conocen de l, siempre est de paso, como queriendo escapar de la posteridad. Flaco, dbil y tmido, sus ojos guardan, en cambio, una extraordinaria viveza, inteligente y puntillosa, y sus labios delgados descubren, adems del infaltable cigarrillo, una sonrisa ambigua, a un tiempo irnica y afectuosa. Adems, el cuerpo enfermizo de

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    Ribeyro siempre parece estar nadando entre sus ropas, como si la compostura, el xito y la salud fueran camisas demasiado pequeas e incmodas para habitar en ellas. Un da, despus de haber canjeado la carrera de Derecho por la de Letras, el joven fumador decidi renunciar tambin a su domicilio y a su cdula profesional para recorrer mundo en busca de la pgina y el cigarrillo perfectos. Vivi provisionalmente en Madrid, Amsterdam, Amberes, Londres, Munich y Pars, con nada ms que "una maleta llena de libros, una mquina de escribir y un tocadiscos porttil". Ajeno a las aventuras literarias y mercantiles del boom, Ribeyro nunca vivi de lo que escriba. A lo sumo, compr un paquete de Gitanes con lo poco que recibi en una librera de viejo por los diez ejemplares de su primer libro de cuentos, Los gallinazos sin plumas, "que un buen amigo haba tenido el coraje de editar en Lima". Empleado de la Agencia France-Press por casi diez aos, trabaj antes de repartidor de peridicos y despus como periodista de los programas en espaol de una radio francesa. El introvertido escritor peruano prefera situarse detrs de la noticia, a diferencia de sus contemporneos, quienes procuraban a toda costa tener un papel pblico. Guardaba la certeza de que la escritura se fundaba en su irrelevancia social, en ser tan slo "un punto de vista, una mirada". En buena medida, la narrativa de Ribeyro participa de ese impulso por partir, esa imposibilidad de someterse a un pasaporte nico y esa irresistible disposicin a pasar inadvertido. Diversidad y concentracin son los signos de esa premura. En momentos en los que las novelas caudalosas y la ostentacin formal recorran las concurridas rutas del gusto editorial, Ribeyro le apost todo su capital literario a la brevedad del cuento y la administracin escrupulosa del lenguaje; en su ligero maletn slo haba espacio para lo esencial. Convencido, como tantos escritores latinoamericanos de los cincuenta, de que las ciudades existen en la medida que son narradas (los habitantes hacen y viven una ciudad, pero slo los escritores las dotan de una segunda realidad, una dimensin perdurable), Ribeyro acept el desafo de fundar la geografa literaria de la Lima moderna e indagar en sus posibilidades narrativas an inexploradas. Sin embargo, para descifrar el mensaje catico del territorio urbano, eligi un "lente distinto" al de sus contemporneos. Al afn totalizador, la visin multifocal y heterclita de los narradores del boom (eso a lo que Ribeyro llamaba el "aspecto nuevo rico" de la literatura latinoamericana), el autor peruano opuso la crnica mnima e intensa de los hechos comunes y nimios. Como el nio del cuento "Por las azoteas", Ribeyro disea un mundo imaginario hecho de trastos rotos e intiles, objetos y seres que no encuentran acomodo en ningn lado, y a los que brinda una ltima mirada. Sus personajes forman una verdadera sociedad annima, cuyo nico capital es la aventura prometida y burlada, "el consolador mundo de la ilusin": la joven que recorre Pars en busca de posters tursticos para tapizar su casa y cumplir su tour imaginario alrededor de la alcoba; el educador peruano que cree vivir en Pars una tarda aventura amorosa que se revela como un engao que lo conduce a la muerte; el desempleado que disea elegantes tarjetas de presentacin mientras es llevado a la crcel por no pagar la cuenta... El antidramatismo de estas tramas radica en el doble juego de lejano acercamiento que hbilmente propone su prosa. Escptico radical, pero nunca cnico, Ribeyro es alternativamente cruel y piadoso, corrosivo y benigno.

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    Autor en fuga, autntico "pasajero en trnsito", Ribeyro se procuraba identidades y escrituras distintas. Por sus 87 cuentos (Cuentos completos, Alfaguara, 1994) transitan varios narradores, filiaciones literarias, temperaturas y temas. Cuentos rurales, fantsticos, picos, alegricos, urbanos, satricos, de enigma, de infancia, "de literatos"; lo mismo acude a la crnica que a la autobiografa sesgada, a la crtica, la parbola y la fbula. No slo eso: Ribeyro construye sus frases "palabra por palabra" buscando, con singular obstinacin, trazar un camino hacia un estilo neutro, es decir, hacia la supresin de cualquier estilo. Escribi tres novelas, algunas obras de teatro, ensayos literarios y libros de difcil clasificacin, como Los dichos de Luder y Prosas aptridas. En el primero, se defini como un decidido "corredor de distancias cortas"; se trata de una coleccin de frases dichas por un ubicuo personaje llamado Luder, escritas sin otra conciencia que su propia celeridad. A un paso del aforismo y la ancdota inteligente, estas citas extradas de ningn lado van dibujando la personalidad y la vida ocultas de un personaje que se re de s mismo con singular desparpajo y en el que no sera raro reconocer al propio Ribeyro. Las Prosas aptridas son, por su parte, el compendio de los muchos escritores que fue JRR, su autntico documento de identidad. Sntesis de una personalidad huidiza, en perpetua mudanza, estas prosas carecen de "un territorio literario propio": "No son, escribe en la 'Nota de autor', poemas en prosa, ni pginas de un diario ntimo, ni apuntes destinados a un posterior desarrollo". En las Prosas... Ribeyro dibuja sus pensamientos, rescata la pedacera de las horas perdidas, atrapa gestos cotidianos, relata ancdotas que son trozos de cuentos, describe sueos, visiones e intuiciones; consigna las pequeas imbecilidades del mundo; escribe ensayos instantneos, encapsulados. El libro es, as, el continente imaginario y provisional (las Prosas... conocieron varias ediciones corregidas y aumentadas) a donde fueron a dar fragmentos y apuntes perdidizos escritos con el curso de los aos, y que no hallaban alojamiento en ningn libro o gnero definidos. Recojo aqu la prosa 161, por tratar un asunto insignificante, de esos que le gustaban a Ribeyro, y por confirmar su certeza de que "todo tiene importancia, nada tiene importancia, aqu, ahora": "Costumbre de tirar mis colillas por el balcn, en plena Place Falguire, cuando estoy apoyado en la baranda y no hay nadie en la vereda. Por eso me irrita ver a alguien parado all cuando voy a cumplir este gesto. 'Qu diablos hace ese tipo metido en mi cenicero?', me pregunto". El destino que han seguido estas Prosas... es tan extrao y paradjico como el de toda la obra de Ribeyro. En Los dichos de Luder alguien pregunta: "No te preocupa escribir desde hace treinta aos para haber alcanzado tan minscula celebridad?" A lo que Luder responde: "Por supuesto. Me gustara escribir treinta aos ms para ser completamente desconocido." En efecto, el autor de La tentacin del fracaso. Diario personal 1960-1974 quiso ser un escritor afantasmado, el voltil inquilino de sus cuentos, dispuesto a desaparecer despus de haberle pagado su cuota a la ficcin. Sin embargo, a fuerza de disimular su talento, Ribeyro fue surgiendo, para su sorpresa, no slo como un maestro indiscutible del relato corto, sino como uno de los autores ms ledos en Per. Y fuera de Per. Cuenta Bryce

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    Echenique que un mercenario de la guerra de Vietnam se fue desde Birmania hasta Pars nada menos que a pedirle al ocupado de Ribeyro que le escribiera sus memorias, "porque de lo contrario... deca Julio Ramn que el pistoln era de este tamao". No es raro, entonces, que un libro tan heterodoxo como las Prosas aptridas, cuya tesitura intelectual pareca ser coto exclusivo de literatos, se haya convertido en prontuario de bolsillo de taxistas y mdicos. Enemigo de los reflectores y micrfonos, Ribeyro sola enviar a sus "representantes" (su amigo Bryce, su propio hijo o quien estuviera a la mano) a la escena, diciendo en su descargo que estaba bajo la tirana de un severo resfriado. En noviembre de 1994 fue condecorado con el Premio Juan Rulfo, a cuya ceremonia no pudo asistir a causa de su delicado estado de salud. Su desdn por el prestigio y las aureolas haba llegado demasiado lejos. Ribeyro muri pocos das despus, el 4 de diciembre de ese ao.

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    Fotografas

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    Dichos De Luder

    Julio Ramn Ribeyro

    -2 - Nada me impresiona ms que los hombres que lloran -dice Luder-. Nuestra cobarda nos ha hecho considerar el llanto como cosa de mujercitas. Cuando slo lloran los valientes: por ejemplo, los hroes de Homero. -1 - Luder pasa rpidamente delante de un mendigo que le extiende plaideramente la diestra. - Puerco -grita el pordiosero. Luder se detiene y regresa sonriente con una moneda en la mano. - Slo esperaba que me llamaras por mi nombre. 0 - Luder regresa de su habitual paseo por el malecn. - Estoy confundido - dice-. Cuando me aprestaba a gozar de una nueva puesta de sol, un vagabundo salta la baranda, camina hasta el borde del acantilado, se baja los pantalones y se caga mirando mi crepsculo. Eso demuestra la relatividad de nuestras concepciones estticas. 1 - No te desesperes -le dicen a Luder cuando se lamenta por no haber encontrado la compaera ideal a causa de sus achaques y sus manas-. Siempre hay un roto para un descosido. - Si, pero yo no soy roto ni descosido: soy un remendado. 2 - Has ledo su ltima novela? -le preguntan, refirindose a un autor famoso. - Qu musicalidad, qu ritmo, qu riqueza de voces! Es un verdadero oratorio! - Que lo cante -responde Luder.

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    3 Envidian a Luder porque una o dos veces al mes se amanece conversando con un amigo muy inteligente. - Debe ser una conversacin apasionante! - Ni crean. Como ignoramos ms de lo que sabemos, lo nico que hacemos es canjear fragmentos de nuestra propia tiniebla interior. 4 - Ven con nosotros -le dicen sus amigos. La noche est esplendida, las calles tranquilas. Tenemos entradas el cine y hasta hemos reservado mesa en un restaurante. - Ah, no! -protesta Luder-. Yo solo salgo cuando hay un grado, aunque sea mnimo, de incertidumbre. 5 Se suea slo en primera persona y en presente indicativo -dice Luder. A pesar de ello el soador rara vez se ve en sus sueos. Es que no se puede ser mirada y al mismo tiempo objeto de mirada. 6 Le preguntan a Luder por qu no escribe novelas. - Porque soy un corredor de distancias cortas. Si corro maratn me expongo a llegar al estadio cuando el pblico se haya ido. 7 - Me he enterado que tu nombre unido a ciertos sufijos quiere decir en alemn borrico, ocioso, mequetrefe... - No me extraa -dice Luder-. Siempre he credo en el carcter proftico de los nombres. 8 Caminando con un amigo Luder se ve reflejado en la vitrina de una tienda. - Ya me fregu -dice, sobreparndose-. Acabo de darme cuenta que no soy un hombre de hoy sino un letrado de ayer. Hasta en mi manera de caminar arrastro los escombros de mi educacin literaria. 9 Sus amigos se sorprenden de encontrarlo a menudo releyendo los libros de Kafka. - Es mi tarjador -dice Luder-. En el afilo la punta gastada de mi espritu.

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    10 - Una cualidad que te envidiamos es haber logrado siempre evitar las discusiones -le dicen a Luder. - No veo por qu. Entrar en una discusin es admitir por anticipado que tu contrincante puede tener la razn. 11 Nunca he sido insultado, ni perseguido, ni agredido, ni encarcelado, ni desterrado -dice Luder- debo, en consecuencia, ser un miserable. 12 Hay autores que fracasan majestuosamente -dice Luder-. Son como un trasatlntico que se va a pique en plena tempestad, con todas sus luces encendidas, entre el ulular de las sirenas. Otros, en cambio, son como el tipo que se ahoga en un estanque fangoso, sin que nadie lo vea, agarrado al mango de una escoba podrida. 13 - Cuando a Balzac le entra la mana de la descripcin -observa un amigo- puede pasarse cuarenta pginas detallando cada sof, cada cuadro, cada cortina, cada lmpara de un saln. - Ya lo s -dice Luder-. Por eso no entro al saln. Me voy por el corredor. 14 - Es curioso -dice Luder-. En el fondo de los ojos de las personas extremadamente bellas hay siempre un remanente de imbecilidad. 15 - As como hay una palabra que ha dado origen a todas las palabras -dice Luder- debe haber una sentencia que contenga todas las enseanzas y toda la sabidura del mundo. Cuando la descubramos el tiempo cesar de existir, pues habremos entrado a la era inmvil de la perfeccin. 16 - Por favor -dice Luder a su criada- deja entrar a quien sea, menos a socilogos barbudos que estn haciendo una tesis sobre "El escritor y su tiempo".

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    17 Le reprochan a Luder no separarse de una amiga que lo atormenta. - No puedo. A fuerza de padecerlo nuestro infierno personal se nos vuelve imprescindible. 18 - A qu te dedicas ahora? -le preguntan a Luder-. - Estoy inventando una nueva lengua. - Puedes darnos algunos ejemplos? - Si: dolor, soar, libre, amistad... - Pero esas palabras ya existen! - Claro, pero ustedes ignoran su significado. 19 Le hacen notar a Luder que nunca ha manifestado celo ni envidia por el triunfo de sus colegas. - Es verdad. Eso les puede dar una idea de la magnitud de mi soberbia. 20 -No te des tanta prisa! -le reprocha Luder a un amigo que tiene la costumbre de andar siempre muy rpido-. De todas maneras vas a llegar puntualmente a la hora de la cita que tienes concertada con la muerte. 21 Un libro magistral -dice Luder- puede ser un agregado de frases banales, del mismo modo que con una sucesin de frases geniales no se hace un libro magistral. En el arte literario, curiosamente, el todo no es la suma de las partes. 22 - Lo que tu dices suena a viejo -le reprochan a Luder-. Esa msica ya la hemos escuchado. - S, pero no con el mismo instrumento. 23 -No por favor! -protesta Luder, cuando vienen a buscarlo una vez ms para que firme un manifiesto humanitarista o participe en un mitin a favor del pueblo oprimido-. Amar a la humanidad es fcil, lo difcil es amar al prjimo.

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    24 Se tropiezan con Luder que camina velozmente por los malecones del Sena. - Adnde vas? - A la plaza de la concordia. A medioda le cortan la cabeza de Luis XVI. - Pero eso ocurri hace dos siglos! - Ah caramba! -dice Luder mirando su reloj- veo que llevaba un ligero retraso. 25 - Hace tiempo que no se lee nada tuyo -le dicen a Luder- Has dejado de escribir? - Les responder con ms precisin: he abdicado. 26 - Ah! -suspira Luder, cogiendo los botines de lana que ha tejido una amiga para el hijo que ha dado a luz- Tan pequeos zapatitos para medir el mundo! 27 Un amigo viene a visitar a Luder que est muy enfermo y lo encuentra escribiendo febrilmente. - Cmo! -le pregunta en broma-. Ests escribiendo tu canto del cisne? - Ojal ...! Mi gruido del puerco 28 - Estoy preocupado -dice Luder- He ledo que nuestro nuevo presidente no fuma, ni bebe ni juega ni enamora. - Y qu? - Me espantara ser gobernado por un hombre que haya ganado un premio de virtud. 29 - Es extrao -dice Luder, detenindose para observar al pequeo hijo de una mendiga callejera-. Miren bien sus ojos: ellos contienen todo el sufrimiento que lo espera, pero tambin la certidumbre de su venganza. 30 - Podemos ver el movimiento -dice Luder- pero no podemos imaginarlo. Nuestra representacin del movimiento procede por el sistema de la sucesin de vistas fijas.

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    31 - Soy como un jugador de tercera divisin -se queja Luder-. Mis mejores goles los met en una cancha polvorienta de los suburbios, ante cuatro hinchas borrachos que no se acuerdan de nada. 32 - Cunto lo siento! -se excusa Luder, cuando le piden su opinin sobre los trgicos griegos: Virgilio o La Divina comedia-. Hasta ahora no he podido cumplir la cita que tengo en una isla desierta con los Grandes Autores de la Literatura Universal. 33 - Es un escritor tan anticuado -dice Luder- que cuando abres uno de sus libros todas sus letras salen volando, como una nube de polillas. 34 - Grandes artistas son los que dan origen a una escuela -dice Luder- pero prefiero a los que desalientan con su obra toda tentativa de imitacin. 35 - Esas casas en las cuales cada cosa est en su lugar me ponen la carne de gallina -dice Luder-. Se dira que estn deshabitadas o que sus habitantes pasan superficialmente sobre todo. Cierto desorden es necesario para sentir la clida palpitacin de la vida. 36 - Dile que no estoy -susurra Luder a su criada que le muestra una tarjeta de visita-. Es un semilogo que anda en busca de una estructura. 37 - Si me quejo a menudo de mis males no es para que me compadezcan -dice Luder- sino por el infinito amor que les tengo a mis semejantes. Me he dado cuenta que la gente duerme ms tranquila arrullada por la msica de una desgracia ajena.

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    38 Estoy arruinado -le dice un amigo que acaba de perder su modesto trabajo de profesor de colegio-. - Exageras -lo consuela Luder-. Los pobres siempre han estado arruinados. Slo los ricos tienen el privilegio de arruinarse. Aunque tambin es verdad que un rico arruinado ser siempre menos pobre que un pobre rico. 39 Luder espera pacientemente que su amiga termine los reproches crueles y custicos que le hace por un asunto nimio. - Las mujeres seran ms bellas -suspira- si se dieran cuenta hasta que punto la maldad las afea. 40 - Djenme tranquilo -dice Luder a sus amigos que lo sorprenden tendido de espaldas en la azotea mirando el cielo estrellado-. Este es uno de los pocos recursos que me quedan para entrar en tratos con el infinito. 41 - Nunca has expuesto tu vida, tu libertad, tu seguridad, tu comodidad, por una causa -critican a Luder-. En una palabra, nunca te has comprometido. - Cmo? Les parece poco que haya comprometido as mi reputacin? 42 - Lo maravilloso de este paisaje -dice Luder durante una excursin a los arenales de la costa- es que aqu no hay cabida para las expansiones sentimentales. Salicio y Nermoroso hubieran enmudecido en estos medanos y sus musas muerto de erisipela. De cuntas malas glogas se hubiera librado nuestra literatura! 43 - Cmo me hubiera gustado conocer a Goethe, a Sthendal, a Hugo, a Joyce! - exclama un amigo entusiasta. - Ah, no! -protesta Luder-. No los hubieras aguantado ms de cinco minutos. Casi todos los grandes escritores son unos pesados. Slo la muerte los vuelve frecuentables.

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    44 Encuentran a Luder abatido ante una revista abierta. - Dicen aqu que mi estilo se acerca a la perfeccin! - Y eso te molesta? - Naturalmente! El gran arte consiste no el perfeccionamiento de un estilo, sino en la irrupcin de un nuevo estilo. 45 - Nunca alcanzars a los ricos -le dice Luder a un amigo mundano y arribista-. Cuando te mandes hacer tus ternos en Londres, ellos ya se los hacen en Miln. Siempre te llevarn un sastre de ventaja. 46 Le preguntan a Luder por qu rompi con una amiga a la que adoraba. - Porque no tena ningun contacto con su pasado. Viva constantemente proyectada en el tiempo por venir. Las personas incapaces de recordar son incapaces de amar. 47 - Quizs slo en el instante de morir -dice Luder- recibamos la llave del cofre donde est guardado el libro que contiene el secreto de la verdad. Pero ya no podremos transmitir ni la llave, ni el libro, ni el secreto, ni la verdad. 48 - Lo mismo o algo parecido dice Montaigne en sus "Ensayos" -le reprocha alguien al escucharlo lanzar una sentencia moralizante. - Y qu? -protesta Luder. Eso slo demuestra que los clsicos siguen plagindonos desde la tumba. 49 - Empieza a sobrarme un poco de pasado -se queja Luder-. Ya no se dnde meterlo ni qu hacer con el. Eso quiere decir que me estoy volviendo viejo. 50 Le muestran un artculo en el que se habla de todos los escritores de su generacin menos de l. -Me libre de la redada -dice Luder.

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    51 - Cuando me muera pueden pasar dos cosas -dice Luder-. Que desaparezca para siempre y no sepa nunca ms de m o que me encuentre conmigo mismo en un mundo exacto o parecido. Ambas posibilidades me dejan indiferentes. 52 - No es que yo sea bondadoso -dice Luder-. Sucede simplemente que no soy malo. He escogido el cmodo camino de la virtud por omisin. 53 Luder regresa de su habitual paseo por el malecn. - Estoy confundido -dice-. Cuando me aprestaba a gozar de una nueva puesta de sol, un vagabundo salta la baranda, camina hasta el borde del acantilado, se baja los pantalones y se caga mirando mi crepsculo. Eso demuestra la relatividad de nuestras concepciones estticas. 54 - Toda mi obra es un acto de acusacin contra la vida -dice Luder-. No he hecho nada por mejorar la condicin humana. Si mis libros perduran ser debido a la perversidad de mis lectores. 55 - Ten ms cuidado -suspira Luder cuando su amiga chilla al descubrir una mancha de vino en la alfombra-. No te das cuenta de la fragilidad de las cosas. Acabas de reducir a trizas con tus gritos este domingo cristalino. 56 - Vmonos ya -le dicen a Luder, que sigue refugiado en un portal, escrutando el cielo lluvioso, en medio del estampido de los truenos-. El temporal ya est pasando. - Prefiero que pase. En toda tormenta hay un rayo reservado para cada uno de nosotros. 57 - Lo que diferencia a los escritores franceses de los norteamericanos -dice Luder- es que los primeros se limitan a cultivar un jardn, mientras los segundos se lanzan a roturar un bosque. - Y tu? - Ah, yo slo riego una maceta.

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    58 - Todos conocen las palabras que arroban, las palabras que asustan, las palabras que hieren -dice Luder-. Slo nos falta descubrir la palabra que mata. 59 - Qu opinas de la vanguardia? - le preguntan a Luder. - La Vanguardia? No tengo nada que ver con el arte de la guerra. 60 - La ventaja de ir perdiendo la vista -dice Luder- es que notamos menos la fealdad de la gente. As, en cada mujer que cruzo en la calle me parece ver la sonrisa difusa de La Gioconda. 61 - Nada, absolutamente nada compensa el sacrificio de la vida de un adolescente -dice Luder-. Por eso aborrezco a esos profetas endemoniados que conducen a toda una generacin de jvenes al martirio. Para ellos, slo para ellos, habra que rescatar los castigos crueles que inventaron los antiguos: ahorcarlos con sus propias barbas y entregar sus restos a la voracidad de los cuervos. 62 - No te preocupa escribir desde hace treinta aos para haber alcanzado tan minscula celebridad? -le preguntan a Luder. - Por supuesto. Me gustara escribir treinta aos ms para llegar a ser completamente desconocido. 63 - Dije una vez que nuestro cuerpo, nuestra vida, eran como una casa alquilada -recuerda Luder-. Peor todava: somos carromato de saltimbanqui, un pobre caparazn ambulante que slo sirve para trasladar unos cuantos cachivaches de una poca a otra de la historia. 64 Un amigo irrumpe en su casa para anunciarle que ya se firm el armisticio. - Bah!- comenta Luder. Ya te dars cuenta que la paz slo consiste en cambiar la guerra de lugar.

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    65 - Le en alguna parte esta frase -dice Luder-: "Nuestro primer deber es sobrevivir, ya luego nos ocuparemos de la victoria". Pero tambin podra decirse: "Nuestro primer deber es la victoria, qu importa si no sobrevivimos". Todos los aforismos son reversibles. 66 - Las obras verdaderamente importantes -dice Luder - son aquellas en las que la significacin no est soldada sino superpuesta a la materia. Entre ambas hay una luz que permite hacer girar peridicamente una sobre la otra. 67 Encuentran a Luder que deambula pensativo por una calleja perdida del Barrio Latino. - Qu haces por aqu? - Estaba caminando tras los pasos muertos de una antigua primavera feliz. 68 - Hoy he amanecido particularmente optimista -dice Luder-. Creo que voy a poder al fin dedicarme a la redaccin de mi epitafio. 69 - Cuando alguien empieza por decirme: "Te voy a ser franco...", los pelos se me ponen de punta -dice Luder-. Adivino que me va a tirar a la cara alguna verdad brutal. Con lo agradable que es vivir en un delicado engao. 70 - Me he dado cuenta que cometo siempre los mismos errores -dice Luder-. Lo que es una gran comodidad: el discurso de arrepentimiento lo tengo ya preparado. 71 - La Libertad, por desgracia, no se puede compartir -dice Luder-. Toda compaa, por agradable que sea, implica una cesin. Slo pueden ser libres los solitarios. 72 - Hay que estar muy atentos -dice Luder- hay que estar da y noche atentsimos para descubrir la ventana por la cual podemos despegar intrpidamente hacia lo desconocido.

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    73 Le preguntan por qu se emborracha espordicamente en tabernas ms afamadas. - Por precaucin -dice Luder-. Sucede que a veces me despierto con la vaga satisfaccin de estar llegando a ser una persona respetable. 74 - Al despertarte no tires nunca de la cola del sueo -dice Luder-. Es mejor dejar que el monstruo regrese a su madriguera. 75 - Me conmueve la desesperacin de tantos jvenes artistas por no perder el carro de la modernidad -dice Luder-. No se dan cuenta que ese carro conduce inexorablemente al Museo de las Antigedades. 76 - Llega un momento en que las andanzas se convierten en remembranzas -dice Luder-. Entonces ya no vale la pena salir, pues no vemos nada ni aprendemos nada. La puerta de la calle nos conduce inexorablemente al pasado. 77 - La nica manera de vivir muchos aos es estando siempre un poco enfermo -dice Luder-. La muerte es un usurero que prefiere cargar primero con la buena moneda. 78 - Detesto dar consejos literarios -dice Luder-. Pero si algn joven insiste en pedrmelos le responder como un guardia de trnsito: evitar los cruceros, tomar las avenidas. 79 - Hay un dios -dice Luder- pero precisamente porque es dios no tiene que hacerse visible ni dar pruebas de su existencia. En eso reside la esencia de su ser y el secreto de su poder. 80 - El peor de los lectores -dice Luder- es el intelectual zapatn que espera marxistamente sentado en el poyo de los libros la aparicin de un mensaje.

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    81 - Cmo puedes aguantarlo! -critican a Luder porque visita a menudo en su buhardilla a un pintor viejo y pauprrimo. - Es que me encanta su manera tan natural de invitarme a compartir su fracaso. 82 - Cuando Bonnard terminaba de pintar una tela -dice Luder- cortaba en sus cuatro costados todo lo que sobraba. Lo mismo deberan hacer los escritores con sus libros. As no leeramos sino la pgina del medio. 83 Luder pasa rpidamente delante de un mendigo que le extiende plaideramente la diestra. - Puerco! grita el pordiosero. Luder se detiene y regresa sonriente con una moneda en la mano. - Slo esperaba que me llamaras por mi nombre. 84 - Nada me impresiona ms que los hombres que lloran -dice Luder-. Nuestra cobarda nos ha hecho considerar el llanto como cosa de mujercitas. Cuando slo lloran los valientes: por ejemplo, los hroes de Homero. 85 - Le falta una generacin para ser realmente distinguida -dice Luder de una amiga de origen modesto que se ha pulido y encumbrado-. Si la observas bien, te das cuenta que debe estar extremadamente atenta pues, al menor descuido, le asoma el rabo de la vulgaridad. 86 - Hay tantas universidades ahora -dice Luder- que en ellas se distribuye ms la ignorancia que el conocimiento. Los educadores olvidan que el saber es como la riqueza: mientras ms se reparte, menos le toca a cada uno. 87 Luder lanza una mirada lenta, circular y fatigada a los miles de libros que contienen los estantes de su biblioteca. - Cunto ignoramos! -suspira.

  • 20

    88 - Lo que ms me turba del universo -dice Luder-, suponiendo que sea infinito, no es que carezca de centro sino que carezca de forma. Como la forma es un atributo esencial del ser, entonces el universo no sera. 89 - Ha publicado un nuevo libro de poemas- le dicen de un escritor premiado. - Ya lo s -responde Luder-. Ha aadido una pieza ms a su prontuario. 90 - El verdadero amor, en la medida en que excluya toda reciprocidad y toda recompensa, slo se da en la va consangunea -dice Luder-. Todo el resto es desvari, ilusin o accidente. 91 Lo encuentran pasendose abstrado en torno a la mesa de su biblioteca. - Me he dado cuenta -dice Luder- que nuestra vida slo consiste en dar vueltas y vueltas alrededor de unos cuantos objetos. 92 - Es penoso irse del mundo si haber adquirido una sola certeza -dice Luder. Todo mi esfuerzo se ha reducido a elaborar un inventario de enigmas. 93 - No hay que buscar la palabra ms justa, ni la palabra ms bella, ni la ms rara -dice Luder. Busca solamente tu propia palabra. 94 -Literatura es impostura -dice Luder-. Por algo riman. 95 - Slo vern en el aire -dice Luder-. He puesto tanto empeo en construir el pedestal que ya no me quedaron fuerzas para levantar la estatua. FIN

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