juanjo elezkano. oraciones de un cristiano imperfecto
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Juanjo Elezkano
Oraciones de un cristiano imperfecto
http://www.supercable.es/~ambrosio/criticax64.htm
CREO, SEÑOR
Creo, Señor,
que tu luz no es un rayo aparente
que da luz cuando quiere
y que de mí se desentiende.
Creo que siempre estás cerca
y que jamás me abandonas
aunque mi falta de Fe, muchas veces,
me haga pensar otras cosas.
Creo que todo lo has hecho
y que soy obra tuya,
que estoy en el mundo por algo
y que puedo contar con tu ayuda.
Creo que a mí, como a todos,
me has dado talentos valiosos,
que yo (tantas veces) me guardo
y no sé ni por qué, pero lo hago.
Creo que siempre me esperas,
aunque a veces l legue tan tarde.
Yo sé que tu puerta está abierta.
¡Da gusto volver a encontrarte!
Creo que aquí estoy de paso,
a pesar de que a mí se me olvida
y es que a veces de pronto me acuerdo
que debo aspirar a otra vida.
Creo que voy despertando
aunque sea muy poco a poco;
aún dependo de sueños y magias
y a mi Fe le hace falta más gozo.
Creo que tengo motivos
para hablarte con toda confianza,
para amarte en la gente que veo
y vivir transmitiendo esperanza.
Creo que sigo en camino,
que mi rumbo es siempre adelante
y que, a pesar de andar a destajo,
habrá pasos atrás abundantes.
Pero creo y por eso me fío
de un buen Padre que siempre me cuida,
de un Hermano que por mí dio su vida
y de un Amigo que nunca me olvida.
GUÍANOS, SEÑOR
Guíanos Tú, Señor,
hacia verdes prados
donde el pasto sea abundante.
Haz que nuestros pasos discurran sin detenerse
hacia una fuente de agua clara
donde podamos recuperar nuestras fuerzas
y refrescarnos del cansancio acumulado.
No detestamos el polvo del camino,
sabemos que se impregna
en todos aquellos que trabajan en su vida.
Tampoco nos abruma la escasez de la cosecha
porque Tú nos enseñaste a no depender de ella.
Más nos preocupa andar equivocados
o vivir arti f icialmente entusiasmados
o acaso sentirnos satisfechos.
Sentimos cercano el latido de “otros tiempos”
y nos mueve un deseo sincero
de vivir en el “ahora”.
Estamos convencidos
de que hay que ir mucho más allá, más.
Pero Tú sabes, Señor,
que nosotros no sabemos gran cosa.
Guíanos Tú, como lo has hecho tantas veces
y danos sinceridad para buscarte
especialmente en los débiles.
Danos ilusión,
aunque sólo sea para mirar hacia adelante.
Danos una progresiva humildad
para poder ir recuperando
lo que no queremos perder,
pero perdemos.
Y danos una esperanza de pobre
para que en los buenos momentos
todo lo saboreemos juntos en la mesa de tu casa;
y en los tiempos difíci les
miremos a esa cruz en si lencio
y, confiados en que nos sigues animando
en todo,
salgamos de nuevo a caminar, a vivir
y a tratar de hacer vivir tu Reino.
Háblame, Señor,
dime lo que quieras,
comunícate conmigo
para que no ande perdido.
Tú me conoces, Señor,
y sabes que, muchas veces,
no te tomo en serio
porque te doy poca importancia.
La vida me l leva,
me dejo l levar
como el agua de un arroyo,
y tus consejos
me parecen tan repetidos
que ya casi no me hacen efecto.
Lo siento de verdad
y me duele ser así,
pero
algo me dice que me perdonas;
parece como si, de pronto,
alguien me dijera:
“¡Ánimo, adelante!”
Nadie mejor que Tú
sabe decir estas cosas
una y otra vez,
y mañana
y al día siguiente.
Señor, muchas gracias
porque me aguantas,
porque me das otra oportunidad
y porque en silencio me dices:
“¡Ánimo, adelante!”
Hasta llegar a ti
Equipaje para el camino.
¡Para qué l levar tanto!
¡Es tan poco lo fundamental para vivir, Señor!
¡Y son tantos los pesos innecesarios
que nos ponemos al hombro!
Quizás por eso nos cansamos tanto.
y nos desanimamos por tan poco.
De l levar algo, l levarte a Ti,
y no demasiado dentro de nosotros, no,
sino al lado,
en la categoría más grande
que a alguien se le puede dar:
como un amigo cercano.
Y así andar el camino
y, a ser posible,
ayudando
y ayudado por otros.
Caminar convencidos
de que un día, pronto,
estaremos felices contigo,
y juntos.
HE CONSEGUIDO VERTE
Señor,
he conseguido verte
en la cara de los hambrientos,
pero luego
he vuelto a mi vida
y se me ha olvidado todo.
Perdón, Señor.
Tú me dij iste que
en la cara del que sufre
estás Tú.
Sufres mucho;
en esas caras
de hambre y enfermedad
no hay gritos
ni se quejan.
Ésos son mis hermanos
y me da vergüenza mirarlos.
Dame, Señor, más coherencia;
dame, también, una boca bien cerrada
para no quejarme tanto.
Dame unas manos más abiertas,
para que ni ahora ni nunca
me olvide de mis hermanos pobres.
HE ESCUCHADO TU VOZ
Javier F. Chento
He escuchado tu voz
y me he puesto en camino.
Me has dicho: “Ven y sígueme”
y no me he podido resistir.
Me rindo a tu amor.
Jesús, soy tu amigo.
HOY NO, SEÑOR
Hoy no, Señor,
no me pidas grandes cosas.
Hoy me encuentro decaído
y te hablo desde la tr isteza.
¡Ayúdame en esta hora mala!
Quizás en días así
pienso más en todo;
entre lo que no hago
y lo que sale mal
se me congelan las i lusiones
y me siento poco, muy poco.
Descubro en mí zonas extrañas
con carteles de prohibido el paso.
No sé ni por qué será
pero es así, no me puedo engañar.
Hoy, Señor,
no me pidas frutos, por favor,
háblame de que puedo.
de que avanzaré.
INOCENTES
Inocentes,
criaturas de Dios,
abandonados,
¡Para qué nacer en un mundo así!
¿Verdad?
Qué triste.
No tener ningún objetivo.
No servir para nada.
Desde el nacimiento
ser despreciado.
Señor.
¡Qué vergüenza!
De nuestra familia y...
tan diferentes.
La culpa más grave:
los opresores,
los ricos,
los que aplastan al pobre,
sobre todo ellos.
En otra medida
yo también,
porque tiro y destruyo,
porque me quejo
y porque tengo poca Fe
en que voy a cambiar.
Señor,
échame una mano.
LA ESPERANZA
Iván
De todo lo que siento,
he elegido la esperanza para hacer oración.
Esperanza para aquellos niños
que no tienen un trozo de pan que l levarse a la boca
y mueren de hambre.
Esperanza para los enfermos de sida y cáncer,
para que algún día se encuentre
la medicina que los cure.
Esperanza, para un país en crisis,
para que todo se resuelva fielmente.
Esperanza, como la que tienen los que creen en Dios,
porque piensan que en Él está la salvación.
Me gustaría ser parte de esa esperanza,
ser uno de los pequeños rayos de sol
que nos despiertan y nos dan ganas de vivir,
porque la mayor esperanza es la vida.
Yo quiero ser parte de la esperanza,
de esa alegría y de esa vida.
Y te doy gracias, Señor, por la “esperanza”
que has depositado en esta gente,
para que puedan seguir adelante.
Gracias, Señor, por la Esperanza y por tu presencia.
LA MAÑANA ES ALEGRÍA
Ha nacido un nuevo día:
tocad vuestras campanas;
es un regalo gratuito
del Dios que tanto nos ama.
Caed en cuenta del bien que podemos hacer,
de la paz que podemos l levar
a tantas personas cansadas.
Hoy vuelvo a tener la oportunidad
de ser mejor que ayer,
de hacer las cosas de otra manera.
No lo debo desperdiciar por nada.
Sólo así, al acabar el día,
podré darle gracias a Dios
y mi corazón descansará tranquilo
porque ha dado buen fruto la jornada.
LA VERDAD
Javier F. Chento
La Verdad no se encuentra
en los enormes manuales
ni en las grandes palabras de los sabios.
La Verdad es propiedad del sencil lo.
La Verdad se halla en el trabajo solidario
del obrero que lucha por sacar adelante
su pobre familia.
La Verdad enseña las primeras letras
al niño en la escuela
que descubre con asombro y admiración
el significado de las palabras.
La Verdad prepara con amor el plato de arroz
y la torta de maíz
que repondrán al campesino las fuerzas necesarias
para poder seguir luchando.
La Verdad se reúne en las iglesias,
en las juntas vecinales,
en los centros de desarrollo,
en las mil y una comunidades de base.
La Verdad sabe mucho de justicia
y poco de dinero o de productividad.
La Verdad crucificada
sangra y grita y se lamenta
desde los ghettos de los que son débiles
y, por tanto, verdaderos.
La Verdad está condenada al fracaso
a los ojos de los poderosos.
La Verdad tiene nombre y apell idos.
Muere y resucita.
Se proclama y se renueva.
La Verdad no miente:
son nuestras verdades las que nos engañan.
La Verdad nos l lama, nos invita,
nos señala, nos acusa;
nos suplica, nos implora, nos ruega.
La Verdad espera ser reconocida
y, hasta entonces, aguarda.
Sólo la Verdad es verdadera.
LA VENTANA DE NUESTRA VIDA
Abre, Señor, la ventana de nuestra vida
y aparece Tú en ella.
Sé Tú un compañero en el camino para nosotros.
Ofrécenos tu apoyo
para los momentos de cansancio
y sigue estando dispuesto, Señor,
a tomarnos como somos.
Acéptanos como a tus hi jos,
aunque tantas veces te demos la espalda.
Sobre todo
vuelve a tratarnos siempre
con esa amabil idad y esa dulzura
que tanto bien nos hace.
LIBÉRAME, SEÑOR
Libérame, Señor,
de los miedos que me impiden seguirte
y de todos los obstáculos
que yo mismo voy poniendo
para evitar escuchar
la l lamada que me haces, sobre todo,
a través de mis hermanos pobres.
Señor,
tengo miedo de decir que tengo Fe,
de confesarme cristiano
en medio de esta sociedad
en la que Tú
pareces una extraña reliquia del pasado.
Libérame de ser tan precavido,
de calcularlo todo,
de huir del riesgo
y de evitar decisiones que me comprometen.
Ayúdame a mirar más alto
que los planes que me voy trazando.
Ayúdame a ser mucho más libre
a la hora de hacer opciones en mi vida,
para que oiga la voz de los otros,
sobre todo la de los que sufren
y Tú desde ellos me invites y me digas:
“¿Qué estás dispuesto a hacer por tus hermanos?”
Libérame, Señor,
de justif icarlo todo,
de hacer mi vida,
de andarte esquivando,
de seguirte a medias
y de andarme engañando.
Libérame, Señor.
Hazme libre,
mucho más libre.
para pensar,
para vivir,
para arriesgar,
para volver a empezar
y, sobre todo, para amar.
ahora que empiezo a entender
cuánto nos has amado Tú.
ES MUY HERMOSO
Es muy hermoso poder contemplar
el amor que se tiene la gente,
los finos detalles de un marido
y la constante disponibil idad de una madre.
Es muy grande observar cómo el niño
se agarra tan fuerte a su padre;
eso quiere decir muchas cosas.
Para él, como su padre no hay nadie.
Y es que a Dios no le van las fronteras,
en su amor nunca dice: ¡Ya basta!
Nos lo da a beber cada día
en el sol y en la gente que pasa.
Sigue dando, Señor, a esta tierra más amor.
el amor que nos falta.
Que seamos capaces de verte
en la gente que ama y nos ama.
ESTAMOS ANTE TI, SEÑOR
Estamos ante Ti, Señor,
y deseamos ofrecerte
la reunión de este día.
Te damos gracias
por encontrarnos en este grupo,
por estos compañeros,
por lo que nos ayudan
y por lo que podemos ayudar.
Danos tu apoyo
para hacer un ambiente agradable,
para escuchar con respeto
y para ver qué podemos hacer
por el bien de los otros.
ESTAMOS SEDIENTOS
Estamos sedientos
pero acudimos a otras fuentes a saciarnos:
sus anuncios nos regalan
la felicidad en una bandeja
y nosotros volvemos a ellos una y otra vez.
Tenemos sed de amor y de cariño,
mas nos disfrazamos de fuertes e invencibles
y l loramos nuestras penas en la oscuridad
para que no l leguen a pensar
que también nosotros somos débiles.
Tenemos sed de justicia,
pero pretendemos tratar de calmarla
dando un vistoso donativo de vez en cuando
o echando la culpa a los gobiernos,
a los tramposos y a las estructuras de poder.
Tenemos sed
de hacer un mundo más igualitario,
pero se nos quita al l legar las vacaciones
y hacer bellos planes de viajar
para “dorar” nuestra sufrida piel
en exóticos lugares
en los que gastar tanto.
es una indudable ofensa
para tantos y tantos pobres.
Tenemos sed de compartir,
pero, cuando organizamos fastuosos banquetes
o celebramos la fiesta de Navidad,
en nuestras mesas se desaprovecha y se tira
y después. lo justif icamos todo
porque hasta eso lo sabemos hacer muy bien.
Tenemos sed de perdón y de paz,
pero armamos un lío tremendo por una tontería
y guardamos en nuestras entretelas viejas deudas
y hasta deseamos la destrucción del enemigo.
Nos sigue costando mucho perdonar y olvidar.
Tenemos sed, Señor,
pero, como puedes ver,
se nos nota poco.
Danos sed.
Haz que pasemos auténtica sed
para que hablemos menos
y aprendamos a ser más coherentes.
¿ESTÁS AHÍ?
Juanjo Elezkano
Señor, ¿puedes oírme?
¿Cómo sé que me escuchas?
Siempre igual,
siempre haciéndome las mismas preguntas,
siempre desconfiando,
siempre pidiendo pruebas para todo.
Señor, ésta es mi vida:
un mar de desconfianzas.
Necesito creer y fiarme de Alguien,
pero tu si lencio y la falta de pruebas de que
estás
me dejan sin saber qué pensar.
¿Cuándo empezaré a creer y a darme
cuenta
de que sólo hay Fe
cuando se arriesga la persona?
Mi Fe me dice que sí, que estás ahí,
en la inmensidad de esta naturaleza,
en ese cielo hermoso y gigante,
en la sencil lez de este lugar,
en el corazón de cada persona,
en la imagen del pobre, del desnutrido,
en los jóvenes arrinconados,
en los enfermos incurables,
en los rostros tr istes,
y en nosotros.
Ayúdame, Señor, en esta oración,
para que mi fuerza se multipl ique
y crea más en mí mismo.
Ayúdame a seguir buscando todos los días,
a apoyarme en los demás,
a ser una puerta abierta para los otros,
un buen ejemplo para quien vive a mi lado.
Ayúdame a creer de verdad que no estoy
solo,
que Tú estás a mi lado,
aunque no pueda verte.
Dame Fe para que mi vida
pueda tener sentido
desde mi confianza en Ti.
ESTE DÍA ES TUYO
Beatriz Inés Cervantes
Señor mío y Dios mío,
este día es tuyo,
te ofrezco mi trabajo,
mis alegrías y sinsabores.
Señor,
que hoy se haga tu voluntad;
enséñame a aceptarla sin cuestionarla.
Señor mío y Dios mío,
enséñame a amarte
cada día más.
ÉSTE ERA JESÚS
Le tomaron por loco
y Él era el único cuerdo.
Le creyeron guerrero
y sembraba a su paso la paz.
Le l lamaron falso
y proclamaba las verdades.
Le trataron mal y le odiaron
y Él respondió con amor.
Le persiguieron a muerte
pero Él no se escondió.
Le tacharon de cobarde
y no les tenía miedo.
Le l lamaron hereje
y era el Hijo de Dios.
ES TU TIEMPO
Es tiempo de orar, Señor,
de estar contigo.
nada más que de eso:
dejar lo que traemos entre manos,
escuchar tu Palabra
y encontrar en ella la respuesta,
el consejo
y el rumbo de nuestra vida.
Danos luz, Señor, para este momento.
Que nuestro corazón
se llene de lo que vale de verdad,
de la i lusión que tanta falta nos hace.
Que esta oración
nos valga para la calle,
para vivir con esperanza
y para dar ánimo a quienes les falte.
GITANILLO
Gitanil lo,
alma errante,
que te vas, que ya vienes.
por pueblos y ciudades.
que algunos te tenemos desprecio
y otros hasta asco.
Gitanil lo, ¡Dios te guarde!
¿Acaso eres menos Hijo de Dios
que nosotros?
¡Claro que no!, decimos todos,
quizás por salvar nuestra conciencia,
o por conservar en buen estado
ese apell ido que l levamos
de “cristianos”.
Señor, ¡no me digas
que también estás en el gitano!
¡Menuda faena me has hecho!
Y yo creyendo que, como mucho,
estarías en el pobre.
No sé ni qué decir.
Sólo me queda el si lencio
para sentir que, desde el evangelio,
me acusas y me recuerdas
que estás ahí, en el pequeño,
en el que otros tienen por “nada”,
en el que tiene cara de hambre,
en el que tiene ojos de sueño,
en el que la sociedad castiga
por no ser como los demás.
Señor,
ayúdame a descubrirte,
a ver tus ojos y tu cara
en los que son despreciados,
en los que el mundo tiene por nada,
en los compañeros tristes,
en los que se sienten solos,
en el gitano, en el pobre.
para que, al verte a Ti en sus ojos,
descubra tu sonrisa de salvación
y el camino que yo debo seguir
para salvarme.
GRACIAS POR TODO
Por la vida y por el aire,
por la casa y por los padres,
¡Gracias, Señor!
Por la gente que madruga,
por el sol y por la luna,
¡Gracias, Señor!
Por el pájaro que canta,
por el árbol y sus ramas,
¡Gracias, Señor!
Por el agua y por el cielo,
por los montes y las playas,
¡Gracias, Señor!
Pero. gracias, sobre todo,
por mi ser y mi persona,
porque me has hecho l ibre.
Gracias por el bien que puedo hacer
y porque nadie mejor que Tú, Señor,
me sabe comprender.
GRACIAS, SEÑOR, POR MI PUEBLO
Gracias, Señor,
por vivir en medio de este pueblo.
Gracias,
por los bellos paisajes que me rodean,
por los montes vestidos de verde,
por los arroyos que corren a sus lados,
por los pajari l los que cantan.
Gracias porque, cuando estoy en el monte,
parece como si de pronto oyera
las voces de quienes antes andaron
por estos caminos y por esta aldeas.
Gracias, Señor,
porque esta belleza que has creado
me pide cuidado y respeto.
Gracias, Señor,
por la gente de buen corazón,
por los que, con su mirada tranquila
me invitan a vivir en paz.
Gracias,
por los que buscan la paz
al esti lo de Jesucristo,
a pesar de que otros los desprecian.
Gracias
por los que tienen conciencia
de lo que es su pueblo
y lo quieren.
Gracias
por los que, sin nacer en esta tierra,
la están llegando a querer
como propia.
Señor,
ayúdanos a valorar a nuestro pueblo,
a no despreciar nuestra cultura,
nuestras costumbres, nuestras fiestas.
Ayúdanos a colaborar en la construcción
de un nuevo pueblo
en el que, por encima del dinero,
del bienestar y las diferencias,
esté la persona humana.
Un pueblo
en el que los niños puedan sonreír,
los jóvenes puedan tener esperanza
y los mayores puedan vivir fel ices.
Un pueblo
en el que podamos ver
las nuevas señales de tu Reino.
GRACIAS POR NUESTROS HIJOS
Pablo Vil larroel
Gracias, Señor, por nuestros hijos
que nos enseñan a amar amando...
Gracias, Señor, por nuestros hijos
con los que hemos aprendido a jugar,
compartir, a ser más niños y niñas...
gracias porque hemos aprendido
a ser padres y madres.
Gracias, Señor, por todas las personas
que sin llevar nuestra sangre forman
parte de nuestras famil ias,
porque han compartido con nosotros
tantos momentos de alegría como de dificultad.
Gracias, Señor,
por todos los que nos han ayudado
a crecer en fe, en cultura,
en alegría, en amor desinteresado...
porque así, ahora, podemos transmitírselo
a nuestros hijos y vecinos...
Gracias, Señor, por la famil ia.
GRANDE ES CADA MAÑANA
Grande es cada mañana
por su belleza natural,
por el silencio que la rodea,
y por lo que supone para mí, Señor,
porque en cada día que comienza
yo también vuelvo a empezar.
En esta mañana
dame ganas, ánimo,
dame ilusión, Señor,
para contagiar a quienes me rodean
lo que Tú me has concedido ya:
la vida, sí, la vida,
y, con ella, los trabajos y los problemas,
el quehacer y la rutina,
las sorpresas que me aguardan
y todo lo demás.
Pero, sobre todo,
haz que el día sea tuyo
y que yo también lo sea.
Por eso, Padre,
por este día que comienza,
muchas gracias, de verdad.
AMANECER CONTIGO
Amanecer contigo, Señor,
contar contigo para toda la jornada:
éste es mi deseo.
Llevarte a mis pequeñas cosas
y hacerte con alegría alguna promesa:
así te ofrezco, Señor, este día.
ACÓGEME, SEÑOR
Javier F. Chento
Acógeme, Señor, que Tú eres mi bien,
mi camino y mi meta,
el único que me libra de la desesperanza.
Acógeme, Señor, en mi Fe y en mi duda,
en mi alegría y en mi tr isteza.
Líbrame del miedo y la cobardía.
Acógeme cuando caigo,
y también cuando me levanto.
No me dejes, Señor.
¿Qué podría yo hacer sin Ti?
Centras mi vida y la l lenas de sentido.
Me enseñas el sendero de los justos
y me animas a caminar por él.
Me invitas a una vida plena
y me lanzas a lo nuevo.
Acógeme, Señor,
y enséñame a acogerte en los pobres.
ACUDO A TI
Acudo a Ti como un sediento a la fuente.
Y es que, en realidad, fuera de Ti,
en nadie tengo tanta confianza.
Tú, Señor,
eres el único que me acepta tal y como soy.
A Ti no te acompleja tener un amigo como yo;
al revés, yo sé que estás contento.
Acudo a Ti porque me fío de tu palabra,
de tu compañía y de tu respeto.
Siento defraudarte tantas veces.
En cambio, tengo la seguridad
de que Tú nunca me vas a fal lar.
Sólo deseo pedirte una cosa:
Señor, que nunca deje de acudir a Ti, nunca.
A ESTA TIERRA
Dale, Señor, esperanza a esta tierra dividida,
a este mundo que no quiere enterarse
del hambre y la miseria.
Dale, Señor, esperanza
a la gente que más sufre,
a los que peor lo pasan
el lunes, el martes y todos los días,
todos los meses, durante años y años,
hasta la muerte.
Diles que sí hay cielo, que Tú eres su Padre
y que les envías a un Hijo,
un Salvador también pobre.
Danos esperanza, Señor, a nosotros,
los que estamos aquí, ahora.
Dinos, por favor, lo que nadie nos dice:
“¡Ánimo, Yo estoy con vosotros!”
Critícanos fuerte porque tenemos muchos,
en una campana de cristal
para no oir el sonido de la verdad
y así tratar de tapar lo que está tan claro.
Me he disfrazado de mago
y he pretendido tener soluciones para todo,
sin darme cuenta
de que todo era un falso montaje.
Me he creído invencible ante los problemas,
he tratado de simular que nada me puede afectar
cuando, en realidad, eran de barro
las columnas de mi vida.
He adornado mis balcones
con “demasiadas flores”
para que la gente lo admirara todo
y, de paso, hablaran bien de mí.
Todo era para tratar de esconder
lo que no deseo que los demás sepan de mí.
He dicho galanterías y he hinchado las frases,
he adulado interesadamente,
porque me convenía,
y he pisado sin misericordia
el nombre de algunas personas.
He uti l izado la dulzura
para manipular con más delicadeza,
he sido obstinado
y hasta creído en algunos momentos.
Sólo ha servido para multipl icar mi necedad.
He planificado mi vida
sin contar con las claves de tu Reino.
He olvidado el Amor
como principio y fin de mis acciones
y he hablado conmigo mismo
simulando que hacía oración.
¡Así me han ido las cosas!
Por eso, Señor, me siento arrepentido.
Dame tu perdón.
ALGUNAS MISERIAS
Señor, he cometido un error muy grande:
confiar demasiado en mis fuerzas,
creer que puedo con todo,
soñar en voz alta para que me oigan
y mendigar el reconocimiento de mis méritos.
He andado perdido
y no lo he querido reconocer;
sabía que en muchas cosas estaba equivocado
pero he preferido aislarme
AMANECER CONTIGO
Amanecer contigo, Señor,
contar contigo para toda la jornada:
éste es mi deseo.
Llevarte a mis pequeñas cosas
y hacerte con alegría alguna promesa:
así te ofrezco, Señor, este día.
ANOCHECE LENTAMENTE
Señor, el día va de caída
y yo, con él, me voy yendo también.
Ahora que siento el peso de la jornada,
mi corazón está agradecido
por tantas cosas buenas
que, sin caer en la cuenta,
he ido recibiendo durante el día:
el amor desinteresado de algunas personas,
el ejemplo de los más entregados,
la sonrisa y amabil idad,
las palabras de ánimo, las preguntas,
las bromas y el comentario gracioso.
Y, cómo no, los enfados y las distancias,
las heridas innecesarias,
las palabras huecas y a destiempo
y otras muchas cosas que ahora no recuerdo.
Pero Tú, Señor, me has ido enseñando
a mirar al cielo con esperanza
y a tratar de aprender a ver lo positivo,
lo grande que lo has hecho todo,
lo capaces que nos has hecho
para aceptar nuestros errores,
para pedir perdón con humildad
y tirar hacia adelante,
que es la dirección segura que l leva hacia a Ti.
Gracias, Señor, porque anochece
pero en mi corazón hay luz, tu luz,
la suficiente para pasar la noche.
ANTE TI, SEÑOR
Mira, Señor, cuánta es mi desnudez,
ando porque ando y vivo porque vivo.
pero, en verdad, no sé a qué proyecto servir,
ni a qué dedicar mi vida.
no sé qué camino tomar.
ni sé cuál es la salida.
Me atrae lo que hacen otros,
por mí mismo no sé pensar
ni mucho menos decidir.
Por eso me pongo, Señor, ante Ti
y te pido luz para saber elegir.
Ayúdame a ser capaz de poner en la balanza
lo que me enseñó a poner Jesús:
el servicio, la entrega, el amor a los demás,
que ya en sí l levan el premio
que anhelo alcanzar.
Sácame de los barrotes
que hace a la gente el dinero.
Que nunca me conforme con aspirar a vivir
como un “prisionero noble”
de esa jaula tan fría en la que, por desgracia,
vivimos casi todos.
Dame, Señor,
otros criterios de l ibertad e i lusión,
para ser capaz de plantear y elegir
lo que en verdad me conviene.
lo que Tú quieres, mi Dios.
QUISIERA LLEGAR A SER BUENO
Quisiera que éste fuera mi objetivo, Señor,
ser bueno, l legar a ser bueno,
tratando de imitar el ejemplo
de los que son buenos de verdad.
Creo, Señor,
que voy dando pequeños pasos.
Ya no me impresionan ni los ricos ni los famosos,
ni los que son aplaudidos,
ni los que l lenan las páginas de las revistas,
ni los que dirigen las naciones,
ni los que manejan inmensas fortunas.
Ni uno de ellos me da envidia, de verdad.
Y, ¡qué alegría el poder decirlo!
Sólo me impresionan los que son buenos,
los que l levan la humildad en su semblante
y tratan de hacerla vida
en el quehacer de cada jornada.
Ésos me impresionan hasta lo más profundo
y desde su sencil lez me hablan de Ti como nadie.
Entonces creer no me parece un riesgo,
sino lo más lógico del mundo
porque eres Tú, Señor,
a quien veo en sus acciones.
¡Cuánto me anima conocer a gente así!
¡Qué a gusto se siente uno a su lado!
Es claro que Tú, Señor,
bendices nuestra vida de maneras muy sencil las.
Lo veo difíci l ,
casi imposible.
pero contigo nada es inalcanzable.
Infúndeme, Señor, ánimo
para que ése sea el objetivo más bello de mi vida.
RODEADOS DE TU BONDAD
¡Qué bien trabas, Señor,
en el corazón de algunas personas!
¡Cuánto bien nos haces
a través de ellas!
Me dicen que este mundo es malo,
que abunda el pecado
y que el hombre de hoy está perdido
sin más futuro que el fracaso.
Sin embargo,
yo veo éstas y otras muchas cosas.
Veo gente estupenda:
niños que ríen y saludan con simpatía,
jóvenes dispuestos a trabajar por los pobres,
padres entregados a sus hijos
con una profunda i lusión,
ancianos que reparten por la calle
serenidad y ganas de vivir,
trabajadores que exigen
lo que en justicia se les debe,
médicos que, a través de su amabil idad,
transmiten esperanza a tantos pacientes,
conductores que tratan a la gente con respeto,
enfermeras que colman de atenciones
a tantos desanimados,
estudiantes que ya han hecho planes
para ir al Tercer Mundo
y gente sencilla
que siempre está dispuesta a ayudar a un vecino
y a hacer el favor que sea.
Y junto a todo ésto,
veo también el pecado,
el que hay en el mundo
y el mío.
Deseo partir de tu bondad, Señor,
para ser capaz de ver mis debil idades
y las del mundo, para verlo todo
desde la sorprendente ventana
de tu misericordia.
Sigue trabajando, Señor,
en el corazón del ser humano
y, aunque no nos demos cuenta,
rodéanos con tu bondad.
SEGUIRTE HOY
Seguirte, Señor, hoy,
es hacerse uno con los pobres,
mancharse las manos trabajando con ellos
y apostar por su dignidad.
Servirte es ser uno de ellos,
defender sus derechos
y acurrucar a sus hijos
hambrientos y enfermos.
Es hacerse solidario
de su destino incierto:
“¿Qué comeremos mañana?”
“¡Quién pagará el entierro!”
Seguirte a Ti, Señor,
es haberte descubierto
en los rostros necesitados,
en los que lloran de miedo,
temiendo que sea esta noche
el sospechado infierno.
Perdón, Señor.
porque estoy muy lejos de ellos.
SEÑOR, QUE DESPIERTE
Señor, haz que despierte,
que abra mis ojos para ver la realidad,
no para tratar de engañarme,
creyendo que soy bueno,
que cumplo más o menos,
que me dejo guiar por otros
y tantas otras cosas.
Señor, que no tenga reparos
en comprender cómo soy,
cómo vivo, cómo sufro,
cómo miento y cómo me alegro,
que no tenga vergüenza
de sentirme “poco”,
de saber mis defectos.
Señor, haz que pueda salir
de tantos desánimos,
de esas tristezas que me derrumban,
de esos complejos
que no me dejan ser l ibre
ni, mucho menos, fel iz.
Señor, que no me deje l levar
por ese sueño perezoso
que me quita hasta la voluntad.
Señor, dime que es la hora.
haz que despierte.
SEÑOR, TENGO MIEDO
Javier F. Chento
Tengo miedo
porque tu Evangelio es duro.
Tú lo sabes bien:
a Ti te clavaron en la estaca.
Seguir tu camino no es fácil
porque es ir contra corriente,
porque es amar a pesar de todo
(y amar a veces cuesta mucho),
porque es perdonar toda injuria,
porque es arriesgarse a ser tratado por loco,
porque es morir, para que Tú nazcas,
porque es estar con el débil,
porque es dar la vida.
Tengo miedo, Señor...
¿no me estás pidiendo demasiado?.
“Mi yugo es suave
y mi carga llevadera”.
“No me elegísteis vosotros a Mí,
yo os he elegido a vosotros.”
“Ten ánimo: Yo estoy contigo”.