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DIECIOCHO 26.2 (Fall, 2003) 353 RESEÑAS ______________________________________________________ __________ Pérez Magallón, Jesús. El teatro neoclásico. Colección Arcadia de las Letras 11. Madrid: Ediciones del Laberinto, 2001. 319 pp. ______________________________________________________ __________ María Jesús García Garrosa Universidad de Valladolid Como oportuno complemento a la reciente monografía de Emilio Palacios sobre El teatro popular español del siglo XVIII (Lleida, Milenio, 1998), Jesús Pérez Magallón nos ofrece ahora lo que concibe como la primera visión englobadora en castellano de la otra cara de la dramaturgia dieciochesca, el teatro neoclásico. Con un enfoque analítico e interpretativo, el autor pretende “presentar y reflexionar sobre las preocupaciones centrales que los neoclásicos articularon en su producción teatral, basándome en las obras que me parecen más representativas, y sin pretensión de exhaustividad" (7-8). Esta monografía es esencialmente el repaso de un lector inteligente y bien informado a los textos dramáticos más significativos del neoclasicismo y una reflexión madurada y convincente sobre los hilos que constituyen el entramado temático e ideológico de esa producción. Centrado el interés del autor en el análisis de obras originales de dramaturgos españoles, quedan intencionadamente fuera

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DIECIOCHO 26.2 (Fall, 2003) 353

RESEÑAS

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Pérez Magallón, Jesús. El teatro neoclásico. Colección Arcadia de las Letras 11. Madrid: Ediciones del Laberinto, 2001. 319 pp.________________________________________________________________

María Jesús García GarrosaUniversidad de Valladolid

Como oportuno complemento a la reciente monografía de Emilio Palacios sobre El teatro popular español del siglo XVIII (Lleida, Milenio, 1998), Jesús Pérez Magallón nos ofrece ahora lo que concibe como la primera visión englobadora en castellano de la otra cara de la dramaturgia dieciochesca, el teatro neoclásico. Con un enfoque analítico e interpretativo, el autor pretende “presentar y reflexionar sobre las preocupaciones centrales que los neoclásicos articularon en su producción teatral, basándome en las obras que me parecen más representativas, y sin pretensión de exhaustividad" (7-8). Esta monografía es esencialmente el repaso de un lector inteligente y bien informado a los textos dramáticos más significativos del neoclasicismo y una reflexión madurada y convincente sobre los hilos que constituyen el entramado temático e ideológico de esa producción. Centrado el interés del autor en el análisis de obras originales de dramaturgos españoles, quedan intencionadamente fuera de este libro las cuestiones histórico-literarias relativas a los autores o las obras, e incluso las contextualizaciones específicamente teatrales: las representaciones, la acogida de las obras, la política gubernamental en materia teatral, el significado de las traducciones, las polémicas sobre el teatro o el papel de la prensa periódica en la configuración del discurso teórico-dramático del neoclasicismo.

Jesús Pérez Magallón dedica el primer capítulo del libro a analizar a la luz de los textos teóricos (principalmente los de Bances Candamo, Luzán, Montiano, Mayans, Nicolás Moratín, Estala, Díez González, Leandro Moratín y Enciso) los aspectos claves de la poética teatral neoclásica: el buen gusto, la imitación, la verosimilitud, la función de los modelos y el papel de la tradición literaria, y, por supuesto, las unidades. La teoría que preside este capítulo es que el discurso teórico-dramático del neoclasicismo no fue en España tan deudor del clasicismo francés como se ha afirmado, ni rupturista o absolutamente novedoso, sino continuista con unas ideas clasicistas que se mantienen en algunos teóricos del XVI y XVII, en plena efervescencia barroca. Discutible puede resultar el no entrar en la valoración de unas fuentes comunes europeas reconocidas por los propios teóricos y dramaturgos, pero creo que uno de los elementos más

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sugerentes de este primer capítulo es rastrear en una época que el autor conoce bien “El pensamiento neoclásico en el tiempo de los novatores”, para destacar en especial el valor de Bances Candamo como nexo entre el teatro barroco y el neoclásico. Destaca también en este capítulo la consideración amplia de los géneros del teatro neoclásico: así, a la tragedia y la comedia, se unen, más por criterios temáticos e ideológicos que estrictamente formales, el sainete y la comedia sentimental, considerada aquí como un signo de la propia evolución de la comedia que, sin abandonar sus componentes clásicos, va integrando nuevos aspectos dominantes en el siglo, la filosofía sensista o la mezcla natural de risa y llanto.

Una lectura temática e ideológica de los textos ocupa los tres capítulos restantes. Jesús Pérez Magallón demuestra cómo el teatro neoclásico refleja valores sociales y civiles del siglo XVIII, los encarnados en ese ideal conocido como “hombría de bien", vistos desde una óptica reformista, y cómo, en consecuencia, las comedias y tragedias neoclásicas son a un tiempo testimonio y motor de "una transformación social irreversible" (51). Entrando en debate con sucesivas lecturas socio-políticas (desde el tradicionalismo conservador de Menéndez Pelayo hasta posturas recientes tan influyentes como la de René Andioc), critica especialmente el reduccionismo de interpretaciones que han considerado el teatro neoclásico como vehículo de una "ideología gubernamental" (74). Por lo que hace a las tragedias españolas, no niega Pérez Magallón su incuestionable significado "político", pero, en la línea de los trabajos de Francisco Sánchez-Blanco, lo enmarca en el cambio de mentalidad y espíritu reformista que supone "una nueva manera -respecto a lo hecho por el Barroco- de afrontar el carácter de la identidad nacional" (73). Así, las tragedias españolas plantean, según Magallón, una reflexión sobre el poder político y sobre "nuevas formas socialmente aceptables de heroísmo" (73). Esta es la idea que aglutina su análisis de una quincena de tragedias de los autores más destacados (Montiano, Nicolás Moratín, Cadalso, García de la Huerta, Jovellanos, Cienfuegos, García Malo, Quintana, Martínez de la Rosa), a través de las cuales se van viendo los modelos (la monarquía, la nobleza, la tiranía, los consejeros) o iconos (Pelayo, Guzmán el Bueno), con que los dramaturgos propusieron un nuevo heroísmo moral basado en la virtud, una nueva consideración de la identidad nacional y un ideal renovado de monarca y de nobleza.

La misma búsqueda de un hilo conductor de orden ideológico se lleva a cabo en el capítulo sobre la comedia, donde se analizan ampliamente La Petimetra, las cinco comedias de Leandro Moratín, El señorito mimado y La señorita malcriada, Los menestrales, El delincuente honrado, algunos sainetes de Ramón de la Cruz, y varias comedias de Martínez de la Rosa o María Rosa Gálvez. La lectura que propone Pérez Magallón de la comedia neoclásica, en torno a ejes temáticos como las relaciones amorosas y entre padres e hijos, el ascenso social, la amistad o la hipocresía, tiende a destacar su carácter a un tiempo pragmático y utópico: la crítica de comportamientos sociales inadecuados se conjuga con la propuesta "ideal" de modelos humanos o de conducta nuevos que se querría ver implantados en la realidad social de la España dieciochesca. Guiado por esta misma premisa, el autor insiste en el

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último capítulo del libro, "La construcción de los modelos humanos ilustrados", en que la propuesta reformadora tanto de la comedia como de la tragedia neoclásicas se sustenta dramáticamente en la contraposición de las variadas formas de virtud y hombría de bien a sus reversos negativos (tiranos, padres autoritarios, petimetres, majos, etc.).

Las páginas finales de El teatro neoclásico, con una "Bibliografía selecta" comentada y un panorama conciso de "Los caminos de la crítica", sirven para condensar lo que puede considerarse una de las mayores aportaciones del libro: insistir en la necesidad de una lectura renovadora de las tragedias y comedias neoclásicas. Si bien algunos lectores echarán de menos una contextualización histórico-literaria y estética que atienda a todos los elementos del fenómeno teatral, este análisis de una treintena larga de obras convence de que concentrarse en lo que dicen los textos debe ser punto de partida fundamental para la interpretación. Lo inteligente y bien trabado de los análisis de Jesús Pérez Magallón hacen así de este libro una lectura obligada para el estudioso del teatro neoclásico español.

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Santos, José E. El discurso dieciochesco español-pensamiento y paradoja en Jovellanos, Cadalso y Forner. Lewiston, NY: The Edwin Mellen Press, 2002. 187 pp. ________________________________________________________________

Matthieu P. RaillardUniversity of Virginia

Professor Santos, in the introduction to this ambitious volume, defines this study as an exploration of the discursive tension that characterized the Spanish eighteenth century. He focuses his attention on the “contradicciones conceptuales y retóricas” that, he maintains, point to the embattled and at times disillusioned nature of the Spanish Enlightenment (2). In outlining his methodology, the author judiciously recognizes two strains of literary discourse, the ideological and the aesthetic, discussed in the first and last two chapters, respectively.

The first chapter, “La felicidad y la fe ilustrada”, recognizes happiness as a concept intrinsic to the progressive and at times utopian discourse of the enlightenment, one that can be categorized as being both an active ideology and a rhetorical activity aimed at social reform. Jovellanos, the focus of this chapter, serves to represent the internal conflict of the Spanish ilustrado during the reign of Carlos III. Through a study of Elogio a Carlos III and two Memorias, Santos reveals Jovellanos to be torn between his fervent desire for progress and the unavoidable deference to the King as the only realistic vehicle for reform and, ultimately, happiness.

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The concept of nationhood is at the center of the second chapter, where Santos argues that Spain, as a result of the well known attacks by Montesquieu and Mason de Morvilliers, assumed a defensive stance and also embarked on a hyperactive search for homogeneity. Cadalso’s Defensa de la nación española is presented as a balancing act between a measured, reasoned response to Montesquieu’s criticism and an angry rebuttal. Forner is viewed less as a fiery patriot than as an embodiment of the eighteenth century paradox that was Spain, with the royal and religious status quo coexisting with progress and reason. Similarly, Jovellanos’ Memoria en defensa de la junta functions to underscore the conflict between ideology and patriotism.

A strong third chapter on ironic discourse begins with a theoretical framework, courtesy of Booth, De Man and Hutcheon. Cadalso’s famed satire, Los eruditos a la violeta, is seen here as a progressive and intelligent work that simultaneously establishes a pessimistic outlook on the enlightenment project, “un atentado contra la estabilidad ideológica del imaginario ilustrado” (103). In the case of Forner and El asno erudito, Santos supports Griffin’s theory of satire as a way to circumvent censorship or literary repression.

In “El escape estético”, the final chapter, art is presented as the symbiotic union of social and aesthetic identities. Cadalso’s Noches lúgubres is thus seen as a paradoxical fusion of aesthetic subject matter and socially conscious, enlightenment delivery and intent. In Jovellanos’ Descripción del Castillo de Bellver, the aesthetic pursuit is one whose genesis lies in the conditions of isolation and imprisonment.

While Santos’ portrayal of a dynamic and conflictive eighteenth century is hard to fault, the support for said argument is at times unbalanced. In choosing to concentrate almost exclusively on the literary production of the second half of the eighteenth century and only on three authors, he has alienated himself from potentially valuable material. One cannot help but feel that figures such as Feijoo or Torres Villaroel would have fit nicely within this work, and that the inclusion of earlier sources would aid in establishing an organic evolution to this process. The four chapters are well organized and flow logically, although yet again, more textual evidence would have been welcome, especially in the first chapter. The use of literary theory is generally appropriate and concise, although some connections may feel over-theorized to certain readers. Overall, Santos’ efforts to conceptualize the dynamic and paradoxical discourse of the eighteenth century make this a worthwhile addition to literary criticism.

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Aguilar Piñal, Francisco. Bibliografía de autores españoles del siglo XVIII, Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1999-2001 [tomos IX y X: Anónimos I y II, 896 y 736 pp.]__________________________________________________________________

José Cebrián

Hace años, me preguntaba yo en las páginas de esta revista ─Dieciocho, 19.2 (Fall, 1996), 312-315─ si el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España, donde Francisco Aguilar Piñal laboró toda su vida, iba a hacer posible la terminación de la Bibliografía de autores españoles del siglo XVIII, vertebrada, en lo que a alfabético de autores se refiere, en ocho tomos (1981-1995), pero proyectada en diez.

La aparición reciente de los dos faltantes me llena de satisfacción por varios motivos, entre los que sólo he de resaltar dos: el triunfo del tesón individual sobre las dificultades corrientes y, claro está, que podamos contar con un instrumento tan útil, cabalmente concluido y no trunco. Destaco ambos porque en materia bibliográfica la constancia personal casi nunca logra vencer a la muralla de obstáculos de siempre, con lo que designios de toda una vida quedan desampa-rados e inconclusos por el capricho de políticos insensibles, pero poderosos; escudados en los tiempos que corren en dictámenes colectivos o institucionales. Empero, en este caso, la perseverancia terminó por triunfar, incluso sobre la negativa de un necesario apoyo económico, a pesar de que su falta acarrease al autor no poder pesquisar en las bibliotecas de fuera de Madrid y que, a la postre, tuviese ─como si de animoso literato del siglo inventariado se tratara─, que costear ex proprio peculio «algunos viajes absolutamente necesarios» para sus investigaciones (IX, 10). Actitud pundonorosa, valiente y desprendida que recuerda al audaz José Rodríguez de Castro (1739-1789), padre de una malograda Biblioteca española (1781-1786), de la que sólo logró publicar dos tomos contra viento, marea, envidiosos y detractores ─véase, si no, lo que escribí en Nicolás Antonio y la Ilustración española, Kassel, Reichenberger, 1997, pp. 121-150─, aunque el pobre, sí, pereció en el intento y no pudo coronar su obra, en penoso contraste con el feliz remate de la que vengo comentando, «única completa en su género» y puesta a la disposición de cuantos se interesan por el siglo XVIII, como con cabal suficiencia airea, a modo de colofón y tras tantos años de abnegado es-fuerzo en beneficio del prójimo, el propio Aguilar Piñal (X, 11). Pero dejaré ya de hablar de dificultades y examinaré lo que nos proporcionan los dos últimos tomos, que es lo que interesa; aunque, a no dudarlo, logros y carencias estén condiciona-dos por aquéllas.

En primer lugar, es preciso dar cuenta de determinadas modificaciones que afectan al proyecto inicial de la obra, pergeñado ya en 1981 (I, 11-19). Anunciaba entonces el autor un tomo X y último en que reuniría los estudios generales sobre la época, lo que hubiese proporcionado ricos y muy actualizados ─y sin duda exhaustivos─ materiales al investigador formal, siempre ansioso de conocer, si no de abarcar, todo lo referente a su campo de estudio. Sin embargo, dado el

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abundante bagaje de obras anónimas coleccionadas, opta ahora por vertebrarlas en los dos tomos, y no en uno, como en un principio había planeado. Solución nada desdeñable, pues cualquiera que disfrute y, sobre todo, sepa apreciar la Bibliografía de autores españoles del siglo XVIII, estará de acuerdo ─puestos a tener que elegir─ en que es preferible contar con el doble de obras anónimas loca-lizadas que con un elenco de estudios generales, cosa no difícil de conseguir en las páginas destinadas a tal efecto de las numerosísimas historias, literaturas y obras monumentales sobre el siglo ilustrado que, de un tiempo acá, nos brindan editores nacionales y extranjeros, como la Historia literaria de España en el siglo XVIII (1996), coordinada por el mismo Aguilar Piñal.

El primer tomo de anónimos presenta una ordenación alfabética por las primeras palabras del título de cada obra. Hay ahí aspiraciones de exhaustividad, con las limitaciones ya señaladas y con otras que el autor declara: al tratarse de «meras repeticiones de escasa originalidad» e ir ya demasiado engordado el tomo (IX, 10), registra sólo las letras de villancicos que no trae el Catálogo de villancicos y oratorios de la Biblioteca Nacional (1990) de C. Guillén e I. Ruiz de Elvira; tampoco los romances y dramas, que cuentan con buenos repertorios, como el conveniente Romancero popular del siglo XVIII (1972). A mi entender, una excelente determinación por partida doble ─tanto bibliográfica como econó-mica─ pues evita duplicados prescindibles y dispendio de materia forestal con el consecuente ahorro de espacio y de recursos.

Pero ¿qué clase de obras anónimas contiene? Todas, salvo «todo lo que sea menos personal, más normativo y estatutario» (IX, 9), reservado para el tomo X: o sea, poesías sueltas, textos periodísticos, certámenes, academias, actas y memorias de Reales Sociedades Económicas; cartas, papeles y exercicios, memorias y noticias de toda índole; crónicas y métricas descripciones, reflexiones, tratados, y un larguísimo etcétera, cuyos autores se embozan en la capa más impenetrable o recurren a pseudónimos, a criptónimos o a encubridoras iniciales, algunas no correspondientes a su nombre, aunque otras sí. Es el caso de Copia de carta en que se haze una succinta verídica descripción del sumptuoso aparato dispuesto en 1729 para recibir a Felipe V y a su corte en Sevilla (IX, # 1300), donde un agazapado D.J.F.F. figura como cronista de la efeméride, tal vez por mero coqueteo. Porque se trata de Gil Francisco Freneva [D.J.F.F. = Don Jil Francisco Freneva]: el mismo que, por el contrario, sí rubrica con nombre y apellido Verídica narración en un puntual diario, describiendo los célebres aplausos, festivos júbilos y heroycas diversiones celebradas a raíz de la visita regia (III, # 4651, a cuyas localizaciones añado el ejemplar de la Facultad de Letras de Sevilla, caja 180/11).

A las dos únicas signaturas del Correo de Xerez (1800-1808), sostenido por el médico José de la Barreda ─complementarias la una de la otra (IX, # 1391)─, he de aportar una tercera, muy incompleta (sólo sueltos de los tomos II y III), en la Biblioteca Provincial Carmelita de Jerez, *Misc. II-J-3a-2407, en cuyo volumen se encuentran también los tres primeros números de El Periodista Xerezano (1800), precedente del Correo y obra también de De la Barreda. Sobre este, si no relevante, desconocido periódico español, traté en Estudios de Historia Social, 52-53 (1990), pp. 108-109; y, más recientemente, en un libro que aparecerá en breve.

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Y hablando del periodista De la Barreda, ¿sabe algún lector de ejemplar de la Barrediana erudita que esté disponible en alguna biblioteca (BAES.XVIII, # 3725)?

Por otra parte, a los numerosísimos almanaques referenciados y localizados en el tomo X, podríamos añadir dos, bastante raros, consecutivos en lo temporal: Almanak o kalendario del año bisiesto del Señor de 1792 para el Obispado de Cádiz (Puerto de Santa María, Luis de Luque y Leyva), y Almanak o kalendario del año del Señor de 1793 para el Obispado de Cádiz (misma ciudad e impresor), ambos en la Biblioteca Municipal de Cádiz, s.c., no del todo inéditos, ya que fueron divulgados antes en «Un impresor ilustrado: Luis de Luque y Leyva (1741-1800)», Archivo Hispalense, 217 (1988), pp. 175-176. En el apartado romancístico del precedente, acaso no esté de más agregar Sucinta relación en un curioso romance que refiere por menor el costosíssimo y vistoso aparato con que entró en la plaza de Yelves el Excmo. Señor Duque de Ossuna a dar el parabién al rey D. Juan Quinto de Portugal (Sevilla, Viuda de Leefdael, [1729]), en la Biblioteca Universitaria de Sevilla, *109/36 (2). De Verdadera relación en un curioso romance de la procesión fúnebre del Santo Sepulcro que desfiló en la Semana Santa de 1729 ante las reales personas (IX, # 6192, con localización única en Hemeroteca de Madrid), registro otra en Facultad de Letras de Sevilla, caja 184/20). Siempre de ese año, se echa en falta El piadoso Eneas de las Españas (Sevilla, Viuda de Leefdael, 1729), demostración de regocijo del gremio de sastres por la entrada de la corte ─con ejemplar en la Biblioteca Universitaria hispalense, *109/36 (9)─, que, por otra parte, el autor conoce y localiza en otros lugares (Impresos sevillanos del siglo XVIII, # 316).

Y para terminar siempre con fiestas, dos nuevas ubicaciones: de Función de iglesia por la ratificada paz y por el augusto nacimiento de los dos gemelos los Serenísimos Infantes (IX, # 2986, también única), puede añadirse la de Facultad de Letras de Sevilla, caja 100-24 (1), y de Descripción de las festivas demostraciones de júbilo expresadas por el Real Colegio de San Telmo por el «feliz nacimiento» doble (IX, # 1648), otra en la Biblioteca Universitaria de Sevilla, *113/131 (6).

El tomo X comprende ─aunque de manera más selectiva que el que le prece-de─ los textos legales, los cuales habían quedado fuera del diseño inicial. Agradecerán los interesados en un siglo XVIII interdisciplinario ─a no dudar más rico, divertido y real que el que se enseña aquí o allá─, que nuestro bibliógrafo haya modificado su primitivo propósito excluyente, por tratarse, en efecto, de «una amputación perjudicial para la investigación histórica» (IX, 10), pues no en balde unos premios, una real cédula o un plan de estudios posibilitan, dificultan o impiden no pocas cosas.

No obstante, adopta ahora un criterio restrictivo por erigirse, a su entender, en recopilación «inabarcable para una sola persona, por mucho empeño que ponga»; información, la mayor parte de las veces, embutida en multiplicados folletos; y, asimismo, por existir repertorios que acabalan los huecos observables en la bibliografía jurídica reunida: «textos normativos y reglamentarios de los diversos estamentos de la nación, comenzando por las reales cédulas, órdenes, reglamentos y ordenanzas emanadas del poder central, que, dado el centralismo instaurado por los Borbones, no deja rincón del país ni materia social que no deba pasar por el control de Madrid» (X, 9).

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Empero, y a diferencia del anterior, este tomo ordena su contenido por anales bibliográficos, aunque dentro de cada año se mantiene el alfabético por primeras palabras de cada título.

Dentro de la no exhaustividad confesada, Aguilar Piñal previene que sólo acoge impresos legislativos de imprentas foráneas cuando no le ha sido posible localizar los “originales”, o sea, los estampados en Madrid, reeditados luego en las principales ciudades de la España peninsular o americana afectadas por tal o cual ley. Evita así dar lugar a «clonaciones» ─a pesar de ser método reproductivo tan de moda─, las cuales, a no dudarlo, habrían sido muy bien acogidas por los tipobibliógrafos regionales o locales. Y es que a diferencia de los ocho tomos iniciales de esta imprescindible Bibliografía de autores españoles del siglo XVIII, este postrero ─y acaso también el que le precede─ no permite establecer una estadística fiable de la producción libresca de la centuria, al estar pensado más como «ayuda primaria al investigador que como documento fehaciente de la realidad tipográfica de la época» (X, 10). Pero no vaya a pensarse, por lo dicho, que el contenido se circunscribe a ese género de escritos:

Aparecen en este tomo ejemplares de los autos de fe del siglo, de cons-tituciones y estatutos aprobados para las más diversas instituciones del país, tanto civiles como religiosas, por primera vez reunidas en un re-pertorio, todo tipo de índices, inventarios y catálogos de libros de bi-bliotecas públicas o privadas, de calendarios y almanaques, prontuarios y todas las ediciones de la Ortografía, del Diccionario y de la Gramática de la Real Academia Española (X, 10).

Por último, cabe destacar que el tomo X incorpora ─además de los consabidos y utilísimos índices de los anteriores─, unas últimas Adiciones a los mismos, propina a la que nos tenía acostumbrados el autor, siempre atento a enriquecer su obra con nuevos materiales y a mejorar su contenido.

¡Pocos bibliógrafos de tiempos pasados o de nuestro presente han podido enorgullecerse de ver completas las sucesivas entregas de la obra de toda una vida! La «ingrata, pero apasionante labor» (IX, 11) emprendida, desarrollada y coronada con tanta pertinacia, generosidad y brillantez por Francisco Aguilar Piñal será, a partir del siglo XXI, la guía, el instrumento imprescindible para todo aquel que se sienta atraído, como decía Tomás de Iriarte, por «el siglo (que llaman) ilustrado».

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Sánchez-Blanco, Francisco. El Absolutismo y las Luces en el reinado de Carlos III. Madrid: Marcial Pons, 2002. 454 pp.________________________________________________________________

Ruth HillUniversity of Virginia

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DIECIOCHO 26.2 (Fall, 2003) 361

In the Prologue to this revision of the second half of the eighteenth century in Spain, Prof. Sánchez-Blanco asserts that enlightened is a qualifier best restricted to the philosophy of the period, given that “se produce un progresivo distanciamiento entre Ilustración e institución monárquica; lo mismo que entre Iglesia y cultura ilustrada” (11). In the four numbered Chapters, he adopts a synchronic approach, and he packs in hundreds of topics, texts and authors from the second half of the eighteenth century. He also draws material from the first half of the eighteenth century, or Primera Ilustración, about which he has published numerous works well-known to readers of Dieciocho. To close this volume, Sánchez-Blanco includes a brief Conclusion and an index of names, but there is neither an index of topics nor a bibliography, both of which are requirements in a study of this type.

“Absolutismo sin luces” is the title of Chapter One, and Sánchez-Blanco begins it with a narration in the present tense that produced estrangement in this reader. It reads like science fiction or a utopian tale, or a series of blanket statements about the past that assume what the author needs to prove and refer his reader to footnotes. The author covers a lot of ground: Charles III’s policy wonks (Rodríguez Campomanes, Aranda, Floridablanca), the legacy of the first half of the eighteenth century, reform planning and execution, the formula of monarchical absolutism, etc. Here and elsewhere in the numbered Chapters, the footnotes speak to the impeccable erudition of the author, who has significantly advanced scholarship on the Hispanic eighteenth century on previous occasions, while the main text at times just sketches what has already been written as if the publisher intended the volume to be popular, rather than scholarly, history; an overview for non-academics, rather than the ground-breaking revision of the Enlightenment model that is implied by the author’s assertions in the Prologue.

In Chapter Two, “Luces y oscurantismo,” the author deals with economic societies, tertulias, natural law, theater, absolutist theologians, and philosophy. Cadalso, Olavide, the Iriartes, Capmany and several other authors of novels, poetry and treatises are mentioned here, along with numerous playwrights. Sánchez-Blanco briefly acknowledges the rapprochement of monarchs and French philosophers (170), as if it were a shotgun-wedding that didn’t produce any offspring. He would have done well to seize this opportunity to again distinguish his Enlightenment model from that of many scholars of his generation: that alliance still exercises an enormous power of suggestion over dieciochistas who posit a similar union of monarchical absolutism and Enlightenment thought in Spain.

“La crisis del absolutismo carolino,” Chapter Three in this study, is perhaps the most fertile in ideas and suggestions for future research; it is devoted to constitutional matters, legal and social notions of hierarchy and freedom, café culture and journalism. After the upheavals of 1766, newspapers were severely restricted, but in the 1780s journalism resurfaced and periodicals became an important segment of mass communications. Sánchez-Blanco’s account (303-340) makes clear that the public were no longer content with the periodic doses of official history offered by state-controlled newspapers. “El Censor (1781-1787) inaugura una fórmula original de periodismo,” he explains, “adoptando un tono ácido y combativo, distinto al suave e irónico del Pensador de Clavijo

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362 Reseñas

veinte años antes” (308). El Censor chipped away at the very underpinnings of the ancien régime in Spain: the nobility, the state and the church.

Chapter Four, “La impotencia de las luces,” contains a welcome section on Juan Pablo Forner, who has been the subject of increasing interest over the past decade or so, and it also addresses public opinion and Spanish exceptionalism that arose well before the “España es diferente” propaganda of the early twentieth century. In his intriguing “Triunfo de la demencia sobre las luces de la razón,” the author draws from El Censor and numerous authors as he tackles notions of error, Spanish error and “una inmovilidad mental mezclada por la canonización de la costumbre y del pasado, que afecta a juicios de valor sobre la ciencia o sobre signos sociales” (434).

Through the prism of the history of ideas, Sánchez-Blanco does not discern a meeting-of-the-minds among state or church officials and philosophers, but instead a gradual decoupling of monarchical absolutism and philosophy. Notwithstanding the publisher’s unfortunate decision to target two very different readerships at the same time, it became clear to this reader that the model of the Spanish Enlightenment presented in El Absolutismo y las luces is radically different from the prevailing one: this study effectively drives a wedge between the “enlightened despot,” Charles III, and the Enlightenment, and it will certainly be debated by dieciochistas for years to come.

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Palacios Fernández, Emilio. La mujer y las letras en la España del siglo XVIII. Colección Arcadia de las Letras 13. Madrid: Laberinto, 2002. 318 páginas.________________________________________________________________

David T. GiesUniversity of Virginia

Después del interés que diversas investigadoras modernas han despertado por la producción literaria y la realidad de la mujer en el siglo XVIII español (Fernández Quintanilla, Kitts, Sullivan, Bolufer, Salgado, Chaves McClendon, Canterla, López-Cordón, etc.), nos llega el primer estudio de conjunto dedicado a este fenómeno. Al concluir este —de aquí en adelante — imprescindible libro sobre la actividad literaria de las mujeres españoles del siglo XVIII —de más de doscientas mujeres—, Palacios Fernández escribe lo siguiente:

Espero que el recuento de esta detallada información haya servido al lector para apercibirse de que el XVIII puede entenderse, sin lugar a dudas, como el siglo de la mujer. Ella participa en las fiestas galantes nacidas de la sociabilidad dieciochesca, anima las tertulias políticas y literarias, trabaja en la transformación de la sociedad en clave reformista. Pero, sobre todo, se esfuerza por promocionar a las de su

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clase en un intento de darles una nueva identidad y un rol distinto en este mundo en transformación. (265)

Esto ha conseguido el profesor Palacios, y más. Su libro es el más nutrido, informativo y rico que tenemos sobre el apasionante tema de las mujeres en el siglo XVIII. Contiene valiosa información, juicios (casi siempre) equilibrados y una impresionante atención a la bibliografía existente. (Si escribo "casi siempre" es porque algunos lectores o lectoras pueden protestar, o por lo menos pedir alguna elaboración de generalidades como ésta: "podemos contemplar la peculiar manera que tiene la mujer de observar la realidad, y cómo enriquece la sicología de los personajes femeninos con detalles que no hallamos en los dramas de los varones" [233]).

El libro se abre con una utilísima cronología de fechas en que se sitúan en paralelo las actividades literarias de mujeres dieciochescas con los acontecimientos históricos de su tiempo y se cierra con una excelente bibliografía de fuentes secundarias consultadas. El cuerpo del libro consiste en cinco capítulos — "Mujer y sociedad en el siglo XVIII," "La mujer y la literatura," "El Parnaso poético femenino," "Las dramaturgas: creación y público," y "La prosa narrativa femenina"— que estudian las autoras y sus obras, dentro de un contexto cultural e histórico.

Palacios describe muy bien la condición de la mujer española en el siglo XVIII. Nota que resultó ser difícil cambiar su condición intelectual y social y que los cambios que experimentó en el XVIII son lentos pero profundos. Desde el padre Feijoo hasta las polémicas provocadas por la Pensadora Gaditana y Josefa Amar y Borbón, Palacios reúne muchos documentos poco conocidos que abordaban el papel de la mujer. Comenta tanto las obras reformistas como las tradicionalistas (muchas traducidas del francés) para ofrecer un panorama completo del tema. Estudia las intervenciones de la mujer en las instituciones formales e informales de la época (tertulias, academias [la del Buen Gusto, por ejemplo], la Real Sociedad Económica de Amigos del País, etc.) para concluir, "La mujer adquiere en el siglo XVIII una madurez social que no había alcanzado en épocas anteriores" (62). Los detalles abruman y enriquecen el tema: por ejemplo, si la mujer de Luzán, éste uno de los máximos representantes del mundo intelectual ilustrado, era analfabeta, por el contrario, María Francisca de Navia y Bellet, marquesa de Grimaldi, aprendió el español, el francés, el italiano, el inglés y el alemán; escribió poesías y tradujo obras del latín (también conoció algo de griego, información que no puede sino provocar la pregunta, "¿Qué tenía que hacer o saber una mujer en el XVIII español para ser considerada 'igual' al hombre y ser aceptada en el mundillo literario?").

"La nómina de escritoras aumenta de manera ostensible según progresa el siglo, paralela al crecimiento de las ideas ilustradas que imponen un nuevo concepto de mujer" (126). Así, no sólo hay más escritoras sino también más lectoras. Palacios ha llevado a cabo una importante investigación en los archivos para descubrir documentos previamente desconocidos; también conoce bien la bibliografía secundaria sobre el tema.

En este libro, Emilio Palacios Fernández saca del olvido a numerosas mujeres escritoras —poetas, dramaturgas, ensayistas, novelistas y traductoras.

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Si es cierto que la mujer dieciochesca demuestra menos interés, al principio, en el género novelísitico, en la poesía y en el drama su aportación es importante. "[L]a presencia en el teatro español de una treintena de dramaturgas, muchas de cuyas obras gozaron del privilegio de la imprenta o subieron a los escenarios de los coliseos privados o públicos, confirma la importancia de este fenómeno cultural" (233). Estas mujeres son, con frecuencia, las hijas, esposas, madres o hermanas de hombres más conocidos, éstos conocidos y recordados por la historia literaria, aquéllas olvidadas o relegadas a segunda, no, a cuarta, fila.

Agradecemos al Profesor Palacios la dedicación al tema y, más aún, los excelentes resultados de sus años de investigación.

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Jovellanos, Gaspar Melchor de. Prosa Selecta. Edición de Ana María Freire López. Barcelona: J.M. Ollero y Ramos, 2002.________________________________________________________________

Alexander SelimovUniversity of Delaware

El libro Prosa selecta de Jovellanos, editado por Ana María Freire López, profesora titular de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, contiene una serie de textos privados y públicos que versan sobre varios aspectos de la vida cultural y literaria en la España neoclásica e ilustrada: La Epístola de Jovino a sus amigos salmantinos, un fragmento de la Memoria para el arreglo de la policía de los espectáculos y diversiones públicas, un fragmento de la Memoria sobre educación pública, la Oración sobre la necesidad de unir el estudio de la literatura al de las ciencias, y cartas a Juan Meléndez Valdés, Francisco de Paula Jovellanos, Ramón de Posada Soto, Cándido María Trigueros, Antonio Ponz, Carlos González de Posada, Juan Fernández de Rojas, Francisco de Paula Caveda y José Vargas Ponce.

La idea central que permea todos estos textos es representativa de las aspiraciones e ideales del gremio de los ilustrados españoles, en el cual Gaspar Melchor de Jovellanos, literato, político, patriota y hombre de bien, ocupa un lugar distinguido. Se trata de subordinar la actividad artística individual a la fomentación del bien público. La verdad, la virtud y el buen gusto llevarán a la felicidad y al saneamiento cultural y económico del pueblo, pero para lograrlo, según Jovellanos, es imprescindible seguir las pautas de una expresión literaria útil a la sociedad.

En la “Introducción” se esboza en términos generales el perfil de la época ilustrada en España, se establece la cronología de la vida y obra de Jovellanos, se hace un repaso panorámico de su contribución a la literatura española, se citan algunas opiniones economiásticas de Quintana, del Conde de Toreno y de Azorín y se define una “bibliografía esencial.” El libro concluye con unas “Actividades en torno a Prosa selecta” subtituladas “Apoyos para la lectura.”

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Fomentar el desarrollo del pensamiento crítico de los alumnos parece ser el objetivo primario de dichas “Actividades.” Por ejemplo, en el apartado 2.1, titulado “Cuestiones fundamentales sobre la obra,” encontramos el siguiente planteamiento: “de la lectura de estas cartas, que son sólo una pequeña muestra, se deduce que Jovellanos tuvo muchos amigos y que mantuvo con ellos una abundante correspondencia. ¿Qué opinas de la decadencia del género epistolar en la actualidad, debida a los nuevos medios de comunicación y a los avances tecnológicos?” (206). Obviamente lo fundamental en este tipo de pregunta no es la obra de Jovellanos en sí, sino su valor como punto de partida para un debate. El mismo enfoque pedagógico se confirma en las notas al pie, en las que se explica el vocabulario arcaico o de uso poco común y se ofrecen datos culturales, históricos y biográficos.

Desconcierta un poco el título de la edición, ya que el discurso literario de Jovellanos en “Prosa selecta” se inaugura con un poema; el hecho de que éste pertenezca al género epistolar no justifica su clasificación como “prosa.” Por otra parte, se siente la falta de un análisis de los escritos seleccionados. El apartado 4 de la “Introducción” titulado “Prosa selecta” sólo contiene unos comentarios bibliográficos generales, que en cinco páginas abarcan desde la tragedia Pelayo (1769) hasta la Memoria en defensa de la Junta Central (1811).

Aunque la profesora Freire López no indica explícitamente a qué tipo de lector se está dirigiendo, el formato de la edición sugiere que se trata de una herramienta pedagógica concebida para el uso general de los estudiantes de humanidades de nivel intermedio, o para los estudiantes extranjeros en los cursos universitarios de cultura española.

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Fernández de Moratín, Leandro. El sí de las niñas. Ed. Emilio Martínez Mata. Madrid: Cátedra, 2002. 214 pp.________________________________________________________________

Jeffrey T. BersettWestminster College

This new edition of Moratín’s masterpiece (the first new edition by Cátedra following 24 reprintings of José Montero Padilla’s excellent presentation of the text) adds to a long line of incarnations of one of the Spanish Enlightenment’s most edited works. While not as innovative as the edition of La comedia nueva prepared by Joaquín Álvarez Barrientos and José Alonso de Santos (Madrid: Biblioteca Nueva, 2000) nor as complete as Jesús Pérez Magallón’s superb edition of both La comedia nueva and El sí de las niñas (Barcelona: Crítica, 1994), the work done here by Emilio Martínez Mata provides a solid foundation on which to build an understanding of Moratín’s deceptively complex and textured comedy.

The present edition opens with a biographical note in which Martínez Mata highlights both the political aspects of Moratín’s life (his relationship with Godoy, his decision to remain in Spain following the 1808 French invasion, his

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subsequent exile in Paris) and his repeated dealings with the Inquisition. This latter proves to be one of the edition’s focal points, and Martínez Mata relies on the work of scholars such as John Dowling, René Andioc and, in particular, Manuel Fernández Nieto to describe the changing environment in which El sí would be evaluated—while not deemed worthy of censure by the Inquisition following its initial publication, the play had the misfortune of being reconsidered during the more infamously intolerant reign of Fernando VII, and was banned (17). The edition provides ample references in the text proper of the play to specific opinions generated by Inquisitorial inspection.

Martínez Mata continues his introduction with a brief overview of the theatrical trends of the day, underlining the difficulties faced by those who wished to bring change to the theater—the public’s predilection for the comedias de teatro (comedias de magia) allowed little room for interest in Neoclassical principles. The editor’s next section demonstrates the presence of these principles in each of Moratín’s plays, giving emphasis to how form allows the author to explore, in a more thorough fashion, issues of the day which he found pressing. Martínez Mata then backtracks from the works themselves to a more general analysis of the poetics involved in Moratinian drama, which, he asserts, was a quest for verisimilitude at the service of proposed moral reform (32), a quest which went beyond the writing of words on a page to include control over the very performances they engendered. The introduction concludes with an analysis of the play itself, a work whose premiere was an unprecedented, even shocking, success, given the abovementioned climate in the theater of the day. Martínez Mata’s study of El sí includes a reiteration of the author’s troubles with the Inquisition, a consideration of the possible source material for the play, mention of the play’s use of the Neoclassical unities, and character analysis. One other component which bears mention, as it is repeated frequently throughout the textual notes, is a sidebar comparing Moratín’s Carlos to Moratín padre’s great friend Cadalso (49-50). While the analogy remains somewhat incomplete, the parallels are certainly intriguing.

The notes provided with the text are primarily lexical, but also include clear explanations of both textual elements (and important variants) and important contextual cues. As in his introduction, Martínez Mata relies on the scholarship of Dowling, Andioc, Russell Sebold and, to a greater degree, Pérez Magallón and Fernández Nieto.

Overall, this edition of El sí de las niñas provides all the necessary tools for a basic understanding of the play. Its commentary regarding the play’s history and context gives the reader an idea of the difficulties faced by Moratín in presenting a satire of issues he deemed of import—most notably (and most often cited), the quality of contemporary education and the necessity of recognizing the value of one’s choice when life decisions are in play. Furthermore, Martínez Mata does an excellent job of stressing the (non-Romantic) romantic elements of the play, showing Moratín’s desire to underline the power of true love. He states it with perfect clarity in the closing line of his introduction: “La exaltación del sentimiento que se produce en Europa desde mediados del XVIII no se opone a la razón, al contrario, es un componente esencial de la Ilustración” (52).

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Bush, Andrew. The Routes of Modernity: Spanish American Poetry from the Early Eighteenth to the Mid-Nineteenth Century. Lewisburg, PA: Bucknell UP, 2002. 434 pages.________________________________________________________________

Margaret R. EwaltWake Forest University

How fitting that a poetry analysis would craft a book-length simile! Throughout his ambitious study Professor Bush repeatedly revisits the parallels between economic and intellectual commerce. Boldly charting a path that contests Octavio Paz’s views of pre-modernista poetry, Bush leads his readers along carefully laid out “routes of modernity.” Through close readings of both canonical and “minor poems,” Bush illustrates a Spanish American “internal commerce of letters.” For example, by establishing a dialogue between poems of “national identity” by Andrés Bello and poems of “self-expression” by José María Heredia, Bush succeeds in “the mapping of those distinct but interrelated routes of modernity” (265). What do these routes consist of? To assert modernity before modernismo, Bush defines modernity in terms of Paz’s “modern project of criticism” (21). For Bush, “modernity” consists of the existence of criticism, and since “the Enlightenment represented a modern criticism of traditional authority” (25) Bush easily refutes “Paz’s view of the absence of ‘criticism’ and thus of modernity prior to the modernistas” (369). Bush lays out his “routes of modernity” in five chapters, each with an average length of fifty-one pages. These chapters, along with equally lengthy Introduction and Conclusion, trace the roots of a “coherent and autonomous tradition of modern Spanish American poetry” (28).

The Introduction employs several interesting metaphors inspired by Bush’s theoretical model: a psychoanalytic theory of mourning and melancholia. After establishing his simile between economic and literary commerce, Bush explicates Nicolas Abraham and Maria Torok’s re-reading of Freud. Briefly applying psychoanalytic terms to Heredia and Bello (the former’s melancholic poetry resisted the kind of mourning that seeks to sever the present from the past in the latter’s poems), Bush turns to the reform of burial practices. His discussion of a 17 February 1791 article from the Mercurio Peruano, which treated a subject also on the minds of enlightened Spaniards such as Gaspar Melchor de Jovellanos, leads to the metaphor of the cemetery as repository of

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past. If the cemetery stands for the corpus of Spanish American poetry, then the individual crypts are poems containing “the past laid out and labeled, walled in and walled out, amputated from and policed by the present. A past thus collected, organized and displayed is a past historically understood” (48). In the Conclusion, Bush describes poetry as a kind of “philological museum” (371). Here the contents of a poem are “lexical specimens” and a poet “takes up the curatorial task of preserving a vanishing present as it disappears into the past” (371). Within the rubric of mourning and melancholia, poetry is both museum and mausoleum. In the final lines of his study, Bush returns to the image of the cemetery, inviting readers “but to visit the graves where the texts lie buried” (375). For while modern literary history has “buried the eighteenth and nineteenth centuries at a considerable distance from the living tradition of modernismo, has allowed them to be emptied of poetry, severing both modernismo and its heirs from their past. This need not be so” (374). This concluding remark serves to underline Bush’s exemplary treatment of Juan María Gutiérrez’s continent-wide anthology América Poética (1846) as “a ‘foundational text’…embodying in print a network of intertextual routes for the internal commerce of American letters” (330).

Before arriving at the Conclusion’s museum/mausoleum --the América Poética-- Bush walks his readers through various cemeteries to visit several graves. In “Part One: Historical Consciousness and its Vicissitudes” the first chapter gives voice to both the internal commerce of indigenous oral literature and the “Religious Persuasions” of Jesuit missionaries, whose dramatic 1767 exile “expanded transatlantic intellectual commerce” (112). Chapter Two, “The Road to Independence,” treats enlightened geographical reports and then amplifies the voice of “conquered and unconquered indigenous” oral poetry to include African slaves and “los vagos” (130). This is the longest chapter of Bush’s study covering: satiric verse as critical fiction; neoclassic poetry of independence that created “new amalgams between indigenous and Hispanic literatures, most familiar through the example of the poetry of Mariano Melgar (Peru 1791-1815)” (158); José Joaquín de Olmedo’s “turn to the natural—and national—environment” (171); and finally an anthology of local patriotic verse, La Lira Argentina (1824).

“Part Two: Constituting an American Poetics” opens with Chapter Three, “Constitutional Dialogues, ca. 1823” and the constitutional projects exemplified by the political fiction dialogues by José Joaquín Fernández de Lizardi entitled, “Constitución política de una república imaginaria.” Next, Bush’s illustration of Bernardo Monteagudo’s efforts to rewrite colonial history in support of independence lead readers towards the formation of gaucho poetry, “a wholly new literary form for a wholly independent American poetry” (210). Chapter Three concludes with reflections on the sometimes troubled alliance of poetry and politics. The next chapter is the shortest in The Routes of Modernity since it covers only the poetic dialogue between Heredia and Bello as proof of an internal commerce of letters. “Hesitant Step, Counter-Sublime: Bello and Heredia, 1823-1832” illustrates a key example of “Spanish American intertextuality.” Chapter Five, “Taking Root: Echeverría and Gómez de Avellaneda, Midcentury” focuses on “a constitutive moment within the print

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culture in which the network of Spanish American intertextuality begins to fulfill Miranda’s implicit desideratum of intercommunication and internal traffic” (273-74). Readers travel through “the triumph of poetry as the archive of national history” (302) and “the project for an American literary identity” (308) to Echeverría’s “national expression at the expense of the self” (308) eventually arriving at Gómez de Avellaneda’s “melancholic attachment to the ghost of her past…and finally to consign America to history through the elegiac work of mourning” (309). Bush signals her destination as “a historical consciousness of her American identity as a woman and as a poet.”

In sum, Bush composes an extremely poetic literary history, certain to revise the tired tropes of critics who underestimate the depth of the roots of modern Spanish American poetry. In an effort to “fill out the contours of the forms of modernity that more familiar figures incarnate” (380), his analysis reaches beyond traditional poetry compilations to include indigenous, popular and journalistic cultures. While Bush’s examples vividly trace modernity’s roots to eighteenth and nineteenth century poetry, the poetic adornments to his analysis occasionally distract the reader from an otherwise clear and compelling argument. However, The Routes of Modernity boasts a comprehensive index with bibliography and endnotes that demonstrate a healthy mix of Paz-era literary criticism and recent developments in eighteenth-century studies of Spanish America. Hispanists studying all literary periods and genres up to the present will find Bush’s study both pleasing and useful.

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Haidt, Rebecca. Seduction and Sacrilege. Rhetorical Power in Fray Gerundio de Campazas. Lewisburg: Bucknell University Press, 2002. ________________________________________________________________

Michael IarocciUniversity of California, Berkeley

With this monograph Rebecca Haidt offers a suggestive new analysis of José Francisco de Isla’s 1748 best seller, Historia del famoso predicador fray Gerundio de Campazas, alias Zotes. Widely read across Europe in the eighteenth and early nineteenth centuries, Isla’s Fray Gerundio has in recent times been increasingly relegated to the narrower domain of specialists. (In the United States, it is read in only a handful of graduate seminars across the country.) As Haidt’s study makes clear, however, those who venture into Isla’s work continue to find an extraordinarily rich, sharply satirical, and deeply humorous text. While previous studies by Sebold, Jurado, Rodríguez Cepeda, and Barrientos, among others, have positioned Fray Gerundio within its aesthetic, historical and religious context, Haidt’s takes the novel into considerably newer critical terrain. As the title of the study suggests, it is both an inquiry into the categories of seduction and sacrilege in the novel, and an analysis of their relationship to the rhetorical power of language. “Fray

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Gerundio”—she notes—“is a novel about the power of language to delude and delight—in a word it is a novel about seduction, depicted in the text as both a methodology and a core value of Gerundian preaching” (18). At the same time, for Haidt the novel is about “sacrilege—about the way in which a preacher’s seduction of audiences can pervert the sacred purpose of the pulpit, and about the disrespect of the sacred inherent in political machinations” (18).

The study consists of an Introduction (13-24), four chapters (25-128), and a brief conclusion (129-132). In the first chapter, “‘Anything is Possible:’ Fray Gerundio, Don Quixote and the Seduction of Language,” the author analyzes Fray Gerundio’s Cervantine intertexts. While the presence of Don Quixote in Fray Gerundio has been widely acknowledged, judgements concerning the relative weight of Cervantes in Isla’s work have varied. The picture that emerges from Haidt’s treatment of the subject suggests a protracted and highly sophisticated form of dialogue between the two works. She establishes, for example, that both texts draw on a classical philosophical and rhetorical tradition (Plato, Aristotle, Cicero) which had recognized language as a paradoxical domain of both the real and the unreal; but whereas keeping these two domains separate from one another had been an important task for philosophy, one of Cervantes’ hallmark gestures had been to conflate them. It is precisely this seamless movement in language from the real to the imaginary that Haidt takes to be among the more pronounced Cervantine gestures in Isla: “Fray Gerundio takes from Don Quixote a central idea that 'everything is possible,' an idea that does not rely on a dualistic division of ‘true’ from ‘false’ or ‘reason’ from ‘folly,’ but rather seeks to portray the ways in which they impinge on one another” (44).

In the second chapter, “Gerundian Preaching and Rococo Seduction,” the author aims to modify the traditional characterization of Gerundio’s preaching style as “baroque,” suggesting that “rococo” may be a more apt category of analysis. While baroque oratory clearly describes many of the features of Gerundio’s language, Haidt argues that the protagonist’s preaching no longer participates in the baroque cultural politics that Maravall famously characterized as “working on public opinion, controlling it, shaping it and keeping it in line” (47). In contrast, Gerundio “invents novel adornments to delight his hearers without attempting to convince them of anything […] his obsession with decorating […] does not serve to generate an aura of monarchical grandeur or of sacred mystery, but rather cultivates audiences’ vanity and their sense of wonder at his prodigious verbalizations” (47). This tendency in Gerundio and Blas leads Haidt to conclude that the behaviors that Isla satirizes in Fray Gerundio are “analogous to those of the rococo culture of the cortejo and replicative of those attacked for centuries within the discourse on luxury as propitious to feminized form” (81).

The second half of the book shifts themes from seduction to sacrilege. Chapter 3, “The Wisdom of Age, the Impudence of Youth: Sacrilege and the Quarrel of Ancients and Moderns,” attempts to read Fray Gerundio within the paradigm of the seventeenth-century Querelle des Anciens et des Modernes, positioning Gerundian preaching within the realm of the modern. Within this framework, Gerundio’s scant deference to authority, his poor grounding in the

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tradition of biblical exegesis, and his departure from the ideals of a more sober, classical rhetoric are taken to be part of a broader, generational contrast. Although Haidt recognizes that this contrast is complex and ambiguous—one might even question whether the categories of ancient and modern in fact hold up—, she concludes that “at stake in the Quarrel between Ancients and Moderns is above all the power to direct meaning through language. When the meaning in question centers on Scripture, then the use of such power to seduce or simply delight is disrespectful of sacred teachings.” The use of “the seductiveness of words to mask and deceive”—she adds—“is tantamount to sacrilege” (102).

The final chapter, “Scheming and Spending: The Politics of Becoming a Preacher,” takes up the implications of the pecuniary interests that drive Blas and Gerundio in the novel. Here the author contextualizes Gerundio’s pursuit of material wealth by recalling eighteenth-century debates (i.e. the Counts of Aranda and Campomanes, Jovellanos) concerning the abuses of the pulpit for financial gain. At the center of the problem—she suggests—were the competing functions of religious oratory as both a “sacred” language and an important source of worldly revenue, particularly for the mendicant religious orders. “Gerundio”—she notes—“is admitted to an institution whose most venerable rules are those of self-abnegation, honesty, obedience and faith, but he learns that perversion and manipulation of those standards will not be punished if they result in ingress to the house coffers” (128). In this regard, Haidt demonstrates that Isla’s satire is an especially insightful analysis of the eighteenth-century church politics that shaped a notoriously sacrilegious trafficking in the sacred.

One of the many attractive qualities of Seduction and Sacrilege is Rebecca Haidt’s sustained effort throughout to take Fray Gerundio in new directions. Her analysis of the novel proposes a more deeply Cervantine Isla than has traditionally been acknowledged; it conjures forth a “feminine,” rococo preacher in place of the standard, belatedly baroque Gerundio; it reframes the novel’s plot within a generational conflict between ancients and moderns; and it details Isla’s enlightened critique of financial abuses within the church. Readers of Isla are sure to dialogue with this revisionist impulse in numerous ways, but there can be no doubt that the author has opened several new lines of inquiry in this study. For this she is to be congratulated. Praise must also go to Bucknell University Press, which boldly continues to publish first-rate monographs in Hispanic Studies while other university presses have declared the death of the form. In recent years Bucknell University Press has produced some of the most compelling work in the field, and Seduction and Sacrilege will make a welcome addition to that legacy.

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