juan domingo perón - cómo conocí a evita y me enamoré de ella

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  • 8/7/2019 Juan Domingo Pern - Cmo conoc a Evita y me enamor de ella

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    JuanDomingo Pern

    CmoConoCa evitaymeenamorDeella

    DisCursoDe Pernel 17 DeoCtubreDe 1951

    InstItuto nacIonal Juan DomIngo Pernde Estudios e Investigaciones Histricas, Sociales y Polticas

    Buenos Aires

    2006

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    cmo conoca evItaymeenamorDeella

    PresentaCin

    El contenido de esta publicacin est integrado por un texto de Pern yun discurso que tienen en comn el tema: Evita.

    Ya desde su exilio en Paraguay, Juan Domingo Pern comenz a escribiruna obra que, al editarse, en Lima (Per) en marzo de 1956, aparecera bajoel ttulo La fuerza es el derecho de las bestias.

    Casi simultneamente, en la revista Tempo en Italia, en Elite de Caracas,ms adelante en el diario Pueblo de Madrid y en la segunda mitad del ao enLe Dernire Heure de Bruselas, comenzaron a aparecer una serie de textos deautora del presidente exilado que ormaran parte de la obra que se titulDel poder al exilio, cmo y quines me derrocaron. Editado por separado apa-reci el texto que aqu les entregamos Cmo conoc a Evita y me enamor deella. La primera rase de la obra, Eva entr en mi v ida como el destino, es elcomienzo de un relato intimista y emotivo.

    El discurso que publicamos en este Cuaderno corresponde al 17 de octu-bre de 1951, a menos de un mes del renunciamiento histrico de Evita a lacandidatura a vicepresidenta de la Nacin.

    En esa ocasin, el general Pern hizo entrega a Evita de la Gran MedallaPeronista en Grado Extraordinario. En el balcn de la Casa de Gobierno, losdos se unieron en un abrazo interminable y, como nunca antes haba sucedi-

    do, Evita, atravesada por la emocin, no pudo hablar. El General se adelant,se acerc al microno y se reri al porqu de ese homenaje a Evita.

    Estos dos textos tienen la particularidad de complementarse uno conotro, expresando lo que Evita signic para Pern, no slo como la grancompaera revolucionaria que ue durante su breve vida, sino tambin co-mo la mujer de todas las horas.

    LorenzoPepe

    Secretario General

    Diseo, composicin y armado:Caligrax Servicios Grcos Integrales S. H.Av. Pueyrredn 1440, 2 - C1118AAR Buenos AiresTeleax: [email protected] - www.caligrax.com.ar

    Impresin:Talleres Grcos DEL S. R. L.E. Fernndez 271/75 - PieyroTeleax: 4222-2121

    Marzo de 2006

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    CmoConoCa evitaymeenamorDeella

    Eva entr en mi vida como el destino. Fue un trgico terremoto que sacu-di la provincia de San Juan, en la Cordillera, y destruy casi enteramente laciudad, el que me hizo encontrar a mi mujer.

    En aquella poca yo era Ministro del Trabajo y Asistencia Social. La tra-gedia de San Juan era una calamidad nacional que interesaba directamenteal Ministerio a mi cargo.

    Millares de personas haban quedado sin techo, aisladas en zonas glidasy esculidas, al otro lado de unas montaas temibles y lbregas, cuyo nicoornamento son las nieves perpetuas.

    Para socorrer a la poblacin de San Juan movilic al pas entero; llamindistintamente a hombres y mujeres, a n de que todos, en la medida de susposibilidades, tendiesen la mano a aquella pobre gente de aquella provinciaremota. Se trat de organizar un verdadero ejrcito de voluntarios que lla-masen a todas las puertas de la ciudad, a lo largo y a lo ancho, solicitandosocorros y envindolos luego a las zonas aectadas. Entre los tantos que enaquellos das pasaron por mi despacho, haba una joven dama de aspectorgil, pero de voz resuelta, con los cabellos rubios y largos cayndole a laespalda, los ojos encendidos como por la ebre. Dijo llamarse Eva Duarte,ser una actriz de teatro y de la radio y querer concurrir, a toda costa, a la obrade socorro para la ineliz poblacin de San Juan.

    Organizamos espectculos dijo. Movilizar a los colegas. Mi com-paa es una compaa de voluntarios que pide ser empleada en esta batallabenca. Hablaba de manera v ivaz, tena ideas claras y precisas e insista en

    que se le conara un encargo.Un encargo cualquiera, deca. Quiero hacer algo por esa gente que en

    este momento es ms pobre que yo.Yo la miraba y senta que sus palabras me conquistaban; estaba casi sub-

    yugado por el calor de su voz y de su mirada. Eva estaba plida, pero mien-tras hablaba su rostro se encenda. Tena las manos esculidas y los dedosahusados; era un manojo de nervios. Discutimos largo rato. Era la poca enque en m se abra camino la idea de dar vida a un movimiento poltico quetransormase radicalmente la vida de la Argentina.

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    Los primeros experimentos de mis teoras sociales, llevados a cabo en micalidad de Ministro, haban despertado a las masas, a las cuales nadie hasta en-tonces, haba dirigido una palabra o una mirada. La Argentina viva segn unatradicin decrpita que no tena en cuenta las exigencias del pueblo. Como enla India, haba tambin una casta privilegiada; el que no perteneca a esta castatena solemnemente el deber de trabajar y el derecho de morirse de hambre.

    Vi en Eva una mujer excepcional, una autntica pasionaria animada deuna voluntad y de una e que se poda parangonar con la de los primeroscreyentes. Eva deba hacer algo ms que ayudar a la gente de San Juan; debatrabajar por los desheredados argentinos puesto que en esos tiempos, en elplano social, la mayora de los argentinos poda compararse a los sin techode la ciudad de la Cordillera, triturada por el terremoto.

    Decid, por lo tanto, que Eva Duarte se quedase en el Ministerio mo yabandonase sus actividades teatrales. En mis dos designios polticos las mu-

    jeres tenan su parte; quera incluirlas en la vida del pas, llevarlas al mismoplano de los hombres y concederles un derecho que no tenan: el voto.

    Al principio, aquella rgil mujer rubia no hizo hablar de ella.Me segua como una sombra, me escuchaba atentamente, asimilaba mis

    ideas, las elaboraba en su cerebro rvido e inatigable y segua mis directivascon una precisin excepcional.

    En dos o tres meses, Eva Duarte haba sido capaz de transormarse en unacolaboradora indispensable. Fue en ocasin de los sucesos de 1945 cuandodemostr un valor uera de lo comn y una personalidad extraordinaria.

    El 9 de octubre ui obligado a renunciar al Ministerio; queran que dejaseel Ministerio del Trabajo por el de Guerra, pero yo me negu y preer salirde las las del Ejrcito y volver a la vida civil.

    Comenz desde entonces mi odisea poltica que dur diez aos y de lacual, el exilio en Coln es solamente una etapa, no la conclusin.

    Crea poderme dedicar paccamente a la organizacin del nuevo parti-do, pero me equivoqu. Fui arrestado a consecuencia de una maniestacinpopular protagonizada por los obreros cuando supieron mi dimisin y se meenvi en connamiento a la isla de Martn Garca.

    En Buenos Aires, Eva Duarte trabajaba por m. Tom la direccin del mo-vimiento, lo llev hasta las localidades ms lejanas del pas y muy en brevepuso una carga explosiva en el a lma de la Nacin.

    Tampoco ella tuvo das tranquilos; llamada a la Secretara de la Presidenciaue invitada a no ocuparse de poltica y a volver a su trabajo en el teatro. En res-

    puesta, Eva llev a nuestra gente a las plazas y el 17 de octubre se puso a la cabezade los descamisados que en la Plaza de Mayo amenazaron incendiar la ciudadsi no se me pona inmediatamente en libertad. Frente a tanta uria y tanta deci-sin, el gobierno me volvi a llamar del connamiento en Martn Garca y meinvit a hablar a la multitud que vivaqueaba en la plaza ante la Casa Rosada.

    Era gente venida de todas las provincias, que haba caminado a pie kil-metros y kilmetros, insensible al hambre y las molestias del camino, decidi-da a todo, con tal de salir de un estado de miseria y servidumbre en el que searrastraba desde generaciones.

    Las mujeres se haban llevado consigo hasta los hijos; los hombres habanabandonado los campos y los muchachos haban seguido a sus padres en aque-lla marcha que poda convertirse en el primer acto de una cruel guerra civil.

    Habl desde una ventana de la casa de gobierno; invit a la multitud avolver a su trabajo y mis palabras tuvieron el poder de serenar los nimosagitados y enardecidos.

    Yo estaba nalmente libre; Eva haba vuelto a trabajar conmigo con ms es-pritu y mayor pasin. En lo sucesivo pensbamos con el mismo cerebro, sen-tamos con el mismo corazn. Era natural por tanto que en tanta comunin deideas y de sentimientos naciese aquel aecto que nos llev al matrimonio.

    Nos casamos en el otoo de 1945, en la iglesia de San Francisco en LaPlata. Celebr la ceremonia un padre jesuita, Hernn Bentez, que luego ueel padre espiritual de Evita y la asisti hasta la muerte.

    Los das de la campaa electoral pusieron a dura prueba las energas deEva que viajaba a lo largo y lo ancho del pas hablando en todas partes, in-citando a los desheredados a unirse a nosotros en la batalla que deba servirpara hacer triunar sus derechos.

    Trabajbamos da y noche; con recuencia, durante semanas enteras nonos veamos y cada encuentro nuestro desde el punto de vista sentimental,

    era una novedad, una sorpresa.El 4 de junio de 1946 ui nombrado Presidente. Los primeros seis meses

    despus del nombramiento ueron los nicos que pasamos tranquilos, enuna casa verdaderamente nuestra. Habitbamos en la calle Teodoro Garca,en la casa propiedad de Evita, pequea, aislada, hecha a propsito para pasaruna luna de miel que muchas veces nos habamos v isto obligados a aplazar.

    Muy luego, sin embargo, por la afuencia de la gente que vena a visitarnosy por el nmero, siempre creciente, de pobres que solicitaban hablar con Evi-ta, debimos trasladarnos a la villa presidencial en el barrio de Palermo.

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    Mi mujer decidi dedicarse a la asistencia social y se instal en el Minis-terio del Trabajo del cual era titular Jos Mara Freire.

    Sus tareas eran distintas: Eva intervena en los casos, innitos, que esca-paban al control y la actividad del Ministro. As naci la Fundacin EVAPERN, un organismo de ayuda social encaminado a cuidar de nios,muchachos, hombres, mujeres y ancianos, creando asilos, escuelas, clnicas,hospitales, casas de reugio, centros de recreo y vacaciones, a los cuales tenaacceso el pueblo sin gasto alguno.

    Para los primeros ondos, Eva se dirigi a m. Una noche en la mesa meexpuso sus programas; pareca una mquina calculadora; al terminar le dimi consentimiento de ley.

    Le pregunt: Y dnde estn los ondos?Ella me mir divertida: Muy sencillo, me dijo, comenzaremos con los

    tuyos....Con los mos? Y cules?Tu sueldo de Presidente.El primer decreto ley relacionado con la Fundacin ue emitido por

    mi mujer en la mesa; nunca ue codiicado, pero ue ms drstico queuna ley escrita.

    Eva se puso inmediatamente al trabajo; desde aquel momento perdaprcticamente a mi mujer. Nos veamos raramente y de pasadita, como sivivisemos en dos ciudades distintas.

    Eva, eectivamente, pasaba con mucha recuencia la noche en su ocinay volva a casa al amanecer. Yo, que de ordinario sala de la villa a la seis dela maana para ir a la Casa Rosada, me la encontraba en la puerta, un pococansada pero siempre satisecha de sus atigas. Un da le dije:

    Eva, descansa y piensa que tambin eres mi mujer.Ella se puso seria y me respondi: Es justamente as como me doy cuenta

    de que soy tu mujer.En 1947 lleg una invitacin ocial para que visitsemos Espaa. Asuntos

    importantes de gobierno me obligaron a renunciarla, pero decid que Evauese con un pequeo squito de personas, entre las cuales estaba el conoci-do armador Alberto Dodero, quien se encarg de los gastos del viaje. Juntocon la invitacin de Espaa, lleg tambin la de Italia, Portugal y Francia.

    Contrariamente a cuanto se ha dicho, tambin el gobierno ingls invita Eva Pern, pero nosotros declinamos la invitacin por cuanto el programade viaje slo se relacionaba con los pases latinos.

    En aquellos aos Espaa estaba en cuarentena e Italia sala lentamente desu grave crisis de posguerra.

    En Espaa no haba ni siquiera Embajadores, porque las naciones vence-doras no queran tener relaciones con el gobierno de Franco. Justamente poresta razn y para demostrar al mundo que la Argentina, al margen de todaanimosidad, estaba animada de un proundo espritu de solidaridad uni-versal, decid enviar a Madrid un representante diplomtico, regularmenteacreditado y junto con el Embajador mand numerosos barcos de vverespara aquella poblacin generosa y hambreada.

    Hoy se habla mucho del Plan Marshall y se reconoce al general Marshallel mrito de haber concurrido a la salvacin del mundo empobrecido por laguerra; no quiero pecar de modestia, pero creo que puede decirse sin temora desmentidos, que el verdadero, el primer Plan Marshall lo actualizamos, lorealizamos nosotros los argentinos, socorriendo a los necesitados sin pedir-les nada, sin pretender de ellos alguna contrapartida de orden poltico.

    Para Italia eran momentos graves y diciles. La caresta fagelaba Europa.La miseria y el hambre atormentaban de manera trgica tambin a Grecia,a la que en 1946, a nombre del gobierno argentino, regal medio milln detoneladas de vveres.

    Italia atraves su peor momento de crisis un ao despus. Un da, en1947, el Embajador Arpesani solicit entrevistarse conmigo. Me hizo saberque la visita tena carcter de urgencia; lo recib inmediatamente en la CasaRosada. Por su rostro comprend que estaba preocupado.

    Me dijo que Italia ya no tena pan y me mostr un telegrama de su Pre-sidente del Consejo. Agreg verbalmente que su gobierno no dispona demoneda para pagar el grano.

    Presidente, me dijo, solamente usted puede ayudarnos. Su ayuda es ne-cesaria hoy. Maana sera tarde.

    Convoqu inmediatamente a Miguel Miranda y el Consejo Econmicodel cual Miranda era el Presidente. Pregunt cuntos barcos argentinos seencontraban navegando en aquel momento. Me respondieron que eran unosdiez, todos cargados de trigo, destinados a otros pases con los cuales haba-mos estipulado anteriormente contratos bastante ventajosos.

    No perd tiempo en decidirme; Arpesani esperaba sin atreverse a respirar.Por telegrama orden a todos los buques invertir la ruta y dir igirse a puertositalianos. El embajador de Italia en aquel momento no acert a decir unapalabra; baj la cabeza y vi que se pasaba por los ojos el dorso de la mano...

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    Eva estaba ya en viaje para Europa. En Espaa tuvo una recepcin entu-siasta. Todas las noches me teleoneaba a Buenos Aires sus impresiones.

    Al principio pareca que hubiese iniciado el descubrimiento de un nuevomundo; le bast, sin embargo, una semana, para darse cuenta de que no esta-ba del lado de all del ocano, sino que apenas estaba uera del umbral de sucasa. Una noche, durante nuestro teleonema me dijo: Franco me ha dichohoy que en Espaa es cil llorar de emocin; yo le he respondido que lo creopero que estoy ya tan habituada a llorar en mi patria que aqu me ser dicilhacerlo. l me ha rebatido que si no lloraba me regalara un maravilloso Go-belino que est en el Prado y que representa la muerte de Daro.

    He vencido y me lo ha regalado!Aquel Gobelino est al presente en la residencia presidencial y si bien es

    un regalo hecho a mi mujer, ni lo vend ni me lo llev. Durante su viaje atravs de Europa, Eva recibi numerosos regalos. En Espaa cada provinciale don un vestido, en Miln, en la Feria de demostracin, le regalaron dosautomviles Fiat, en Francia la ahogaron en perumes.

    Llev cuadros, joyas, vestidos; por donde quiera que pasaba, encontrabaamigos, nuevos amigos, atrados por la simpata que saba suscitar en todoslos ambientes.

    Por muchos das despus de su regreso, me cont las peripecias del viaje.Le pareca haber vivido una bula extraordinaria. Lo que mayormente leimpresionaba ue la v isita al Papa y al Vaticano.

    Entrando a la plaza de San Pedro, me dijo, tuve la impresin de haberentrado a otro mundo. Roma pareca alejada mil millas y casi casi, ni se sen-tan los rumores. En el Vaticano todo era quieto, silencioso, ordenado, mara-villoso. Aquel pequeo Estado que vive en torno de una majestuosa Baslica,es un continente. El Papa me pareci una visin. Su voz era como un sonido,moderado y lejano. Me dijo que segua muy de cerca tu obra, que te consi-

    deraba un hijo predilecto y que tu poltica pona en prctica de manera msque laudable, los principios undamentales del Cristianismo. Por dos aostodava, Evita vivi eliz, dedicndose enteramente a los pobres. Los prime-ros sntomas de su enermedad se maniestaron hacia nes de 1949.

    Una uerte anemia la oblig a someterse a intensas curas.La vea plida y cada da me pareca ms delgada, ms consumida.Insista en que reposase, pero ella no atenda razones. Reaccionaba contra

    la debilidad que la postraba, obligaba a las pocas uerzas que an le restabany a su inextinguible uerza de voluntad.

    Durante algn tiempo pareci que las medicinas la hubiesen ayudado;haba recuperado un poco de uerzas, pero muy pronto advert que se trata-ba de una mejora emera. Evita ya no tena sangre, ya no tena pulso: estabadescarnada y blanda como una sombra. Era toda nervios y voluntad.

    En su rostro no se notaban ms que los ojos, hundidos, encendidos por laebre, cercados de ojeras. El mal la devoraba sin piedad.

    Si no te sometes a reposo, te mueres, le deca yo y ella me responda:Si me someto a reposo, quin cuidar de esa gente?No haba palabras que lograran convencerla de la necesidad de mode-

    rar el ritmo de su trabajo. La curaban numerosos mdicos argentinos, perocuando se agrav, hice venir de los Estados Unidos al Doctor Pack, un a-moso cancerlogo, amigo nuestro y asesor del Instituto Argentino para elCncer y de la Fundacin Eva Pern.

    El Dr. Pack visit a mi mujer hacia nes de 1951; la invit a vivir de ma-nera ms regulada y tranquila y me dijo claramente que las esperanzas desalvarla seran nulas si no segua sus consejos.

    La seora, me dijo, puede morir de un momento a otro. Est gravsima.No hay nada peor que curar a un enermo que no quiere seguir las prescrip-ciones del mdico. Es mi deber advertirle, que solamente un largo perodo dereposo puede prolongarle la vida.

    Intent intervenir, pero sin xito alguno. Eva continuaba yendo a su oci-na, recibiendo gente y, como de costumbre, regresaba a casa a horas avanza-das de la noche y muchas veces al alba.

    Una vez que la reprend speramente, me respondi: S que estoy muyenerma y s tambin que no me salvar. Pienso, sin embargo, que hay mu-chas cosas ms importantes que la vida y si no las llevase a cabo, me pareceraque no habra cumplido mi destino.

    El primero de mayo de 1952 habl por ltima vez en pblico desde un

    balcn de la Casa Rosada. Le cost gran atiga, tanto que al terminar el dis-curso se desvaneci entre mis brazos. En la sala, detrs de la vidriera, a t ravsde la cual se oa an la voz de la multitud que la llamaba, solamente se sentami respiracin; la de Eva era imperceptible y atigosa.

    Entre mis brazos tena la apariencia de una muerta...Desde entonces el mal no le dio tregua; quebrant sus ltimas uerzas y

    la oblig a guardar cama. Aquellos das de lecho ueron inernales para Evita;estaba reducida a la sola piel, a travs de la cual se notaba ya la blancura delos huesos. Solamente sus ojos permanecan vivos y locuaces.

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    Se posaban por doquiera, preguntaban todo; a ratos estaban serenos, aveces me parecan desesperados.

    Las uerzas ya la haban abandonado. Cuando se sinti cercana a la muer-te quiso escribirme una carta que yo conservo entre las pocas cosas que re-presentan mi mundo de entonces y mis riquezas de siempre. La dict a unasecretaria, y luego, de su puo y letra, agreg alguna cosa con una caligraavaga y temblorosa.

    Una semana antes de su muerte quiso hacer testamento. A propsito desus bienes escribi: Deseo que todos mis bienes sean puestos a la disposi-cin de Pern en su calidad de representante del pueblo argentino. Mis bie-nes son patrimonio de mi pueblo y del movimiento peronista; los derechosde mi libro entrguense a mi marido y por su mediacin, a nuestra gente.Mientras Pern viva, l podr disponer de todos mis bienes como mejor locrea; podr hacer de ellos lo que quiera. A l dediqu mi vida y por tantotodo lo que ue mo, le pertenece. Despus de la muerte de mi marido, todoser del pueblo. Dispongo que mis joyas sirvan para crear un ondo de ayudasocial; ellas no son mas, en parte me ueron regaladas por mi pueblo. Estas yotras que recib de mis amigos extranjeros debern servir para crear algunacosa til y permanente, para la tranquilidad de la gente miserable.

    El testamento de Evita ue ledo a la multitud en la Plaza de Mayo el 17de octubre de 1952.

    El da antes de morir me mand llamar y quiso permanecer sola conmigo.Me sent a la orilla de la cama y ella hizo un esuerzo para incorporarse; surespiracin era ya un estertor agnico. No me queda ya mucho que vivir,dijo balbuceando las palabras. Te agradezco cuanto has hecho por m. Te pidouna sola cosa.... La palabra muri en sus labios blancos y nos; su rente estabaperlada de sudor. Volvi a hablar en tono ms bajo; su voz era apenas un susu-rro... No abandones a la gente pobre... Es la nica que sabe ser el....

    Ya era avanzada la tarde; por la ventana entraban las primeras sombras.Un viento implacable meca uriosamente los rboles. El cielo tena el

    color de un sudario y amenazaba lluvia.Durante la noche, Evita tuvo un colapso y entr en coma. En la alco-

    ba estaban conmigo su madre, su hermana, su conesor, el padre Bentez, ylos mdicos que la asistan, el proesor Finochietto y los doctores Tacchini yTaiana; auera llova como un diluvio.

    Antes de expirar, Eva me haba recomendado no dejarla enterrar; queraser embalsamada.

    Es intil repetir lo que ueron los unerales de mi mujer. Los diarios detodo el mundo han hablado de ellos sucientemente.

    Inmediatamente despus de la desaparicin de Evita se orm una comi-sin para erigirle un monumento; los ondos que se recogieron y se emplea-ron en los trabajos emanaban de una plebiscitaria suscripcin popular.

    Fue la misma comisin la que contrat al mdico espaol Pedro Ara paraembalsamar el cadver.

    Ara es conocido doquiera y sus mtodos de trabajo son verdaderamenteextraordinarios.

    Casi podra decir que el doctor Ara logra jar en el rostro de sus muertos,aquel soplo de vida al que, en el ltimo momento, ellos buscan aerrarsedesesperadamente.

    El mdico espaol diseca lentamente el cadver dentro de un horno a tem-peratura moderada y a medida que los tejidos se endurecen, inyecta en lasvenas parana y otras sustancias especiales, en lugar de sangre. Se hizo el em-balsamiento en una sala del ltimo piso de la sede de la Conederacin Generaldel Trabajo transormada en gabinete anatmico y dur casi seis meses.

    Vi el cadver embalsamado de Evita y tuve la impresin de que dorma.No lograba apartar los ojos de su pecho, porque esperaba de un momento aotro que se levantase y se repitiese as el milagro de la vida.

    Eva vesta una tnica blanca, largusima, que le cubra los desnudos pies.Sobre la tnica, casi a la altura de los hombros, brillaba el distintivo peronis-ta en oro y piedras preciosas, que llevaba cuando viva. Las manos le salande las amplas mangas y estaban cruzadas; entre las manos tena un crucijo.Su rostro estaba como de cera, lcido y transparente, tena los ojos cerradoscomo si durmiese. Los cabellos bien peinados hacan el eecto de una au-reola. El cadver estaba extendido en un minsculo lecho orrado de raso

    y encerrado en una campana de vidrio. Esperando trasladarla al mausoleo

    que se estaba construyendo ante la villa presidencial, segn deseo expreso deEvita poco antes de morir, orden que uese colocada en una sala de la Con-ederacin del Trabajo, transormada en capilla provisional.

    Las paredes de aquel sepulcro estaban recubiertas de paos azules y de-trs de las colgaduras haba una mesita en la cual el Dr. Ara tena las redomas

    y ampollas de sus cidos y jeringas. La cmara era semi-oscura; apenas la ilu-minaba un rayo de mortecina luz que vena del techo; una puerta de maderacon dos ventanillas de vidrio opaco daba acceso a aquel lugar en donde nadiepoda entrar. Exista una sola llave y la tena el mdico espaol.

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    Yo ui tres veces a ver a Evita; cada vez experimentaba una emocin diver-sa. Ante la puerta senta un extrao sudor que me descenda por la espalda;el ruido de la llave al girar en la cerradura me pareca convertirse en un true-no... Luego segua un gran silencio, como si el umbral de aquella puerta ueseel umbral de la eternidad.

    Eva estaba inmvil, blanca como una nubecilla. Una vez me le acerqu yestuve tentado de tocarle el rostro; alargu la mano pero la retir sbitamen-te; tena miedo de que el calor de mi mano y mis dedos la redujesen a polvocomo sucede con el aire en los sepulcros antiguos.

    Ara se me acerc y me dijo en voz baja: No tenga miedo. Est intactacomo cuando estaba viva.

    El 17 de octubre, en el aniversario de nuestra revolucin, el cadver em-balsamado de mi mujer habra debido ser colocado en la cmara unerariadel gran monumento, dentro de una caja de vidrio y una de plata. Una vez alao sera abierto el sepulcro, a n de que el pueblo pudiese visitarlo.

    No s qu le haya sucedido al cadver de Evita. S que hasta el da de mipartida y durante el mes que gobern Lonardi estaba en la sala, en el segundopiso de la Conederacin General de Trabajadores.

    Rojas dio rdenes luego, de sacarlo de all e ignoro dnde lo hayan es-condido. Me consta que muchos grupos de damas peronistas, varias veces, sedirigieron al gobierno solicitando el cadver para darle sepultura. Aramburuha ignorado las solicitudes de aquellas damas, as como ha ignorado el tele-grama que le envi hace un par de meses y en el cual le adverta, entre otrascosas, que lo considerara responsable de cualquier cosa que le sucediese alcadver de mi mujer.

    De nosotros dos, acaso solamente Evita es eliz. Aunque muerta y sin paz,Eva se ha quedado en su tierra; yo estoy lejos de ella y solamente me es dadovivir de esperanzas, de angustias y recuerdos.

    De ella me quedan una otograa, su carnet cvico que es nuestra cdulade identidad, y la ltima carta que me mand el 4 de junio de 1952. Las po-cas palabras que escribi de su puo y letra son casi ilegibles, la escritura esirregular, incierta y atigada. Se parece a su respiracin, como la sent aquellamaana inolvidable, pocos instantes antes de morir.

    PalabrasDe Pernel 17 DeoCtubreDe 1951

    El 17 de octubre de 1951, en el balcn de la Casa Rosada, Evita recibide manos del general Pern, la Gran Medalla Peronista en Grado Ex-traordinario. Estaba muy plida y haba saludado varias veces al puebloreunido en la Plaza de Mayo, sostenida por Pern.

    Despus de recibir la medalla, se undieron en un largo abrazo y, alverla tan emocionada, l tom el microno y comenz a hablar.

    Nunca podra haberse resuelto un homenaje ms justiciero, mshondo y ms honorable que esta dedicacin del 17 de octubre a EvaPern. Ella no es slo la gua y la abanderada de nuestro movimiento,sino que es tambin su alma y su ejemplo. Por eso, como jefe de este

    Movimiento Peronista, yo hago pblica mi gratitud y mi profundoagradecimiento a esa mujer incomparable de todas las horas.

    Ella, para nosotros naci con el justicialismo. Lanz a las falangesperonistas el soplo vivificador de su espritu incomparable, para ilu-minarlo y proyectarlo hacia los fastos de la historia de la Nacin.

    El sindicalismo argentino recibi de ella ayuda inigualable; esasayudas que se realizan con el corazn y hacen posible a los hombres

    y las mujeres transformarse en lderes, transformarse en mrtires yconvertirse en hroes de los momentos de la Nacin

    Estara de ms que yo dijese a esta masa viviente del pueblo ar-gentino, cules son los mritos de la Fundacin Eva Pern. Ellos a lolargo de todos los caminos de la Patria van recibiendo los beneficios

    generosos y humildes de esta institucin benemrita que ha fijadopara todos los tiempos de la histor ia argentina la fi gura de Eva Perncomo una de las mujeres ms grandes de la humanidad

    El partido Peronista Femenino, obra de su inteligencia y su esp-ritu realizador, constituye en nuestro pas, como entidad poltica, un

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    ejemplo de organizacin, de disciplina y de subordinacin a la doc-trina peronista.

    Ella, con una capacidad natural para el manejo poltico de las ma-sas, le ha dado a este movimiento peronista una nueva orientacin,una mstica y una capacidad de realizaciones en el campo poltico, queha puesto a la mujer casi a la par del antiguo movimiento cvico argen-tino, con muchos aos de tradicin y de existencia.

    Ella, durante estos seis aos, me ha mantenido informado al da delas inquietudes del pueblo argentino. Ese maravilloso contacto de to-dos los das en la Secretara de Trabajo y Previsin, donde ha dejado

    jirones de su vida y de su salud, ha sido en holocausto a nuestro pue-blo, porque ha permitido que, a pesar de mis duras tareas de gobierno,haya podido vivir todos los das un largo rato en presencia y contactocon el pueblo mismo.

    Aparte de todo ello, ella ha tenido, con su tino maravil loso, la guar-da de mis propias espaldas, confiadas en su inteligencia y su lealtad,que son las dos fuerzas ms poderosas que rigen el destino y la historiade los hombres.

  • 8/7/2019 Juan Domingo Pern - Cmo conoc a Evita y me enamor de ella

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    nDiCe

    Presentacin.

    Cmo.conoc.a.Evita.y.me.enamor.de.ella.

    Palabras.de.Pern.el.1.de.octubre.de.11. 1

  • 8/7/2019 Juan Domingo Pern - Cmo conoc a Evita y me enamor de ella

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